Percepción de continuidad e identificación grupal

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Percepción de continuidad e identificación
grupal: implicaciones para el bienestar social
MARINA HERRERA1, FABIO SANI2 Y MHAIRI BOWE2
1
Universidad de Valencia; 2University of Dundee, Scotland, UK
Resumen
La investigación sobre los grupos en general y sobre la percepción grupal en particular ha tendido a analizar los grupos
como entidades a-temporales, sin tener en cuenta su continuidad. En este trabajo se presentan tres estudios en los que se
demuestra la relevancia de un nuevo constructo: la ‘percepción de continuidad colectiva’ (PCC), y su relación con la identificación grupal y el bienestar social. El primer estudio muestra que la PCC correlaciona positivamente con la percepción
de entitatividad grupal y con diversas medidas relacionadas con la identidad social, como la autoestima colectiva y la
identificación grupal. El segundo estudio revela que la percepción de continuidad colectiva favorece el bienestar y la integración social, y que esta relación está mediada por la autoestima colectiva y la entitatividad percibida. En el tercer estudio se demuestra que la inducción de la saliencia de la propia mortalidad conduce a aumentar la percepción de duración
temporal de los grupos y que, a su vez, dicha percepción aumenta la identificación grupal. En conjunto, los tres estudios
confirman que la PCC es un constructo teórico relevante que tiene importantes implicaciones para el bienestar social.
Palabras clave: percepción de continuidad colectiva, identificación grupal, bienestar social.
Perceived continuity and group
identification: Implications for social wellbeing
Abstract
Research on groups in general and on group perceptions in particular has tended to analyse groups as a-temporal
entities, rather than as temporal endurance entities. This paper presents three studies investigating the relevance of a new
social psychological construct, namely ‘perceived collective continuity’ (PCC), and its relationship with group
identification and social well-being. Study one shows that perceived collective continuity is positively associated with
perceived group entitativity and several social identity related measures, such as collective self-esteem and ingroup
identification. Study two reveals that perceived collective continuity has positive effects on social well-being and social
integration, and that perceived group entitativity and collective self-esteem mediate these effects. In study three we show
that mortality salience priming leads to an increase of the perception of group temporal endurance which, in turn,
contributes to an increase of ingroup identification. On the whole, these three studies confirm that ‘perceived collective
continuity’ is a relevant theoretical construct, which has important implications for social well-being.
Keywords: Perceived collective continuity, group identification, social well-being.
Agradecimientos: Esta investigación ha sido realizada con la ayuda del Economic and Social Research Council (ESRC) concedida a un proyecto (Ref.: RES-000-27-0185) dirigido por el segundo autor.
Correspondencia con los autores: Marina Herrera. Departamento de Psicología Social. Facultad de Psicología. Universidad de
Valencia. Avda. Blasco Ibáñez, 21. 46010-Valencia. Tel. 963864571. Fax: 963864668. E-mail: [email protected].
© 2010 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748
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Durante las tres últimas décadas los psicólogos sociales han destacado que el self (el
‘yo’ a partir de ahora) puede ser definido en base a características únicas e idiosincrásicas
(por ejemplo, extrovertido, egocéntrico) o en base a los grupos a los que uno pertenece
(por ejemplo, español, católico, afiliado a un partido político, seguidor de un equipo de
fútbol). Esa diferenciación ha dado lugar a lo que se conoce como el yo individual y el yo
colectivo respectivamente (Turner, Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1987). La investigación desarrollada desde la teoría de la identidad social ha demostrado que el yo colectivo es fundamental para entender un amplio rango de fenómenos que ocurren tanto
dentro como entre los grupos, y por tanto no es menos importante que el yo individual
(Turner, Oakes, Haslam y McGarty, 1994). Sin embargo, si bien hay claros indicios de
que la percepción de continuidad del yo constituye un aspecto central respecto a cómo
nos vemos a nosotros mismos, esto es, respecto a la definición del yo individual, la
importancia de la percepción de continuidad del yo colectivo ha recibido menos atención.
En efecto, no hay duda de que existe en el ser humano un sentido de continuidad y
duración a lo largo del tiempo, de manera que a pesar de los cambios psicológicos y físicos que experimente, se considera la misma persona. Uno recuerda cuando era niño y
realizaba juegos propios de niños, juegos que no realiza ahora de adulto; pero no por
ello, y a pesar de los cambios experimentados en su cuerpo, le hacen dudar de que es la
misma persona que fue en el pasado y será en el futuro. Hasta tal punto es importante
tener un sentido de continuidad del yo individual, que la falta o debilidad del mismo se
considera un desorden psicológico –como sucede en algunos casos de neurosis, esquizofrenia o depresiones.
Además, sin este sentido de continuidad temporal y permanencia del yo resultaría
difícil tener una identidad personal. Se puede decir que la continuidad presupone la
identidad (Wiggins, 2001). Erikson (1963) ya subrayó la importancia de la continuidad
del yo como un aspecto central para tener una identidad fuerte y por tanto como la antitesis de la confusión de la identidad. Para Erikson, la identidad es continuidad, es permanencia del yo a lo largo del tiempo. De tal manera que desde su concepción de la
identidad adquiere un papel relevante la conciencia de poseer una existencia continua a
lo largo del tiempo y una memoria coherente de uno mismo.
Pues bien, del mismo modo que se ha demostrado que percibimos continuidad temporal individual (Chandler y Proulx, 2008), también atribuimos duración a los grupos
humanos a los que pertenecemos (por ej. grupos étnicos, políticos, nacionales, laborales,
deportivos), los cuales como ya se ha subrayado constituyen nuestro yo colectivo.
Dichos grupos tendemos a considerarlos no solo como una entidad que existe en un
momento concreto, sino como una entidad con una continuidad temporal (Reicher y
Hopkins, 2001).
Sin embargo, a pesar de su importancia, la continuidad del yo colectivo apenas ha
recibido atención por parte de los psicólogos sociales. Por ejemplo, los investigadores
interesados en la percepción grupal se han centrado en las percepciones que tienen las
personas de las características contemporáneas de los grupos (Yzerbyt, Judd y Corneille,
2004). Esto es, han dirigido su atención a la percepción de los grupos sociales como
“colecciones sincrónicas de individuos que co-existen y actúan en paralelo” (Condor, 1996, p.
305), sin tener en cuenta su duración temporal. Si bien los psicólogos sociales interesados en los factores que conducen a la percepción de entitatividad de los grupos –esto es, a
la percepción de que un grupo constituye una entidad, que es real y posee límites precisos respecto a otras entidades (Campbell, 1958)– postulan que la percepción de continuidad temporal de un grupo constituye un antecedente importante de la percepción de
su entitatividad (Yzerbyt et al., 2004), en realidad no se han dedicado a investigar en
profundidad dicha percepción de continuidad. Su principal interés se ha centrado fundamentalmente en analizar sí la percepción de continuidad de un grupo influye en la
percepción de que sus miembros forman una entidad.
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Únicamente la investigación desarrollada en los últimos años sobre los procesos de
escisión y fusión de los grupos ha reconocido la importancia de la percepción de continuidad de los grupos, y está generando un interés creciente en este tema (Sani, 2008b).
En concreto, la investigación sobre la fusión intergrupal (van Knippenberg, van Knippenberg y Bobbio, 2008; van Knippenberg, van Knipperberg, Monden y de Lima,
2002) ha revelado que se apoyará la unión entre dos grupos siempre y cuando sus
miembros perciban que hay continuidad entre el grupo anterior a la fusión y el posterior a la misma. Si el grupo que se crea después de la fusión parece demasiado diferente
al grupo inicial, sus miembros tendrán la sensación de que el nuevo grupo ya no es su
grupo, y por tanto no se identificarán con él. Del mismo modo, la investigación sobre
los procesos de escisión dentro de los grupos ha demostrado que las facciones que se
separan de su grupo original generalmente lo hacen porque perciben que se ha producido un cambio en el grupo mayoritario que debilita la identidad del grupo, y que por
tanto rompe su continuidad temporal (Sani, 2005, 2008b; Sani y Todman, 2002).
Sin embargo, a pesar de que estos trabajos demuestran la importancia que tiene la
percepción de continuidad en el desarrollo de los grupos, no llegan a abordar esta cuestión directamente. La principal finalidad de los estudios que se presentan a continuación es avanzar en este campo no explorado. Consideramos que es importante su investigación porque la continuidad colectiva está relacionada con aspectos fundamentales de
la percepción y de la vida de los grupos. En primer lugar, se presentará un estudio en el
que se analizarán las principales dimensiones de la percepción de continuidad colectiva,
así como su correlación con variables relacionadas con la identidad social. En segundo
lugar, se investigará la influencia de la percepción de continuidad colectiva sobre el bienestar y la integración social. Por último, se presentará un estudio en el que se demostrará que la percepción de continuidad colectiva puede ser utilizada como un mecanismo de defensa ante el miedo a la muerte.
Percepción de continuidad e identificación grupal
Chandler y Proulx (2008) plantean que en la percepción de continuidad del yo individual se pueden diferenciar dos aspectos. Por un lado, la percepción de que el yo posee
una esencia inherente y profunda que permanece a lo largo del tiempo, a pesar de los
cambios físicos y psicológicos que experimentemos a lo largo de la vida. Por otro lado, la
percepción de que aunque se produzcan dichos cambios, las diferentes fases por las que
pasamos a lo largo de la vida están significativamente interconectadas, esto es, constituyen una historia coherente e inteligible. Pues bien, partiendo de dicha distinción consideramos que en la percepción de continuidad colectiva también se pueden diferenciar
esas dos dimensiones. Una dimensión referida a la percepción de que diferentes eventos
y etapas en la historia de un grupo están causalmente interconectadas –lo que hemos
definido como ‘percepción de continuidad histórica’. Otra dimensión relacionada con la percepción de que las normas del grupo, esto es, sus creencias, valores, actitudes, tradiciones, costumbres, etcétera, se transmiten de generación en generación –lo que hemos
definido como ‘percepción de continuidad cultural’– (véase Sani, Bowe y Herrera, 2008b).
Esta última constituye, por ejemplo, un aspecto fundamental de las comunidades étnicas y de las naciones (Smith, 1998); como lo demuestra el hecho de que una de las características centrales de esos grupos es que sus miembros se sienten unidos por creencias,
valores y tradiciones que constituyen la herencia de generaciones anteriores y que se
espera que sean transmitidas a generaciones futuras.
Basándonos en dicha diferenciación, en un estudio inicial se creó y validó una escala
con el fin de medir la percepción de continuidad colectiva (PCC). El estudio, que se realizó en Italia, España, Escocia, Francia y China reveló que la escala es internamente consistente (con alphas en todas las muestras mayores de .70) y temporalmente estable
–como lo demuestra la alta correlación encontrada (r =.74) entre el test y el re-test con
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un intervalo de tres semanas. Además, contiene dos dimensiones distintas pero relacionadas (con correlaciones significativas en todas las muestras de alrededor de .30): una
referida a la ‘percepción de continuidad cultural’ y la otra a la ‘percepción de continuidad
histórica’. En concreto, la escala consta de 12 items (6 para cada dimensión) (véase Sani et
al., 2007).
Posteriormente se realizó un estudio con el fin de analizar la relación entre la percepción de continuidad colectiva y diversas medidas vinculadas a la identidad social. En
base a los resultados obtenidos en trabajos recientes (Vignoles, Regalia, Manzi, Golledge y Scabini, 2006) en los que se ha demostrado que las personas tienden a buscar identidades que puedan satisfacer necesidades psicológicas básicas o centrales –como una
necesidad de continuidad del yo, se esperaba que la percepción de continuidad de un endogrupo reforzaría el propio sentido de continuidad del yo y, a su vez, dicho refuerzo en la continuidad
del yo aumentaría la identificación y los lazos emocionales con el endogrupo . Además, partiendo
de la literatura sobre nacionalismo e identidad étnica (Geertz, 1973; Smith, 1998)
desde la que se subraya que las personas prefieren creer que sus naciones tienen una larga
historia porque ello favorece la percepción de intemporalidad colectiva –lo cual genera
un mayor sentimiento de orgullo y satisfacción colectiva, se esperaba que cuanto mayor
fuera la percepción de continuidad, mayor sería la identificación grupal y la autoestima colectiva.
Por último, en base a la evidencia que subraya que la percepción de existencia continua
de un grupo constituye un antecedente de su percepción de entitatividad (Haslam,
Rothchild y Ernst, 2000), esto es, del grado en el que se percibe a un grupo como una
unidad real, con límites claramente definidos (Campbell, 1958), se esperaba encontrar
una correlación significativa entre la percepción de continuidad y la entitatividad grupal.
En el estudio participaron 243 estudiantes de la Universidad de Valencia (Medad =
21.63, DT = 3.05) a los que se les administró un cuestionario en el que entre otras
medidas contenía: la percepción de continuidad colectiva (PCC) (Sani et al., 2007), la
autoestima colectiva (Luhtanen y Crocker, 1992), la percepción de entitatividad grupal
(Sani et al., 2007), y las tres dimensiones de la identidad social propuestas por Jackson
(2002): la dimensión cognitiva, evaluada a través de una medida de identificación grupal (Doosje, Ellermers y Spears, 1995); la dimensión afectiva, evaluada a través de cuestiones relacionadas con las emociones que los sujetos experimentan cuando se relacionan
con otros miembros del grupo (adaptada del Índice de Frecuencia de Emociones de
Simpson, 1990); la dimensión evaluativa, analizada a través del termómetro de sentimientos (Campbell, 1971) y de la valoración de los miembros del grupo en función de
una serie de rasgos (como inteligente, egoísta, amable). Todas ellas referidas al grupo de
los valencianos. Además de una medida sobre orientación política.
Los resultados revelaron correlaciones positivas estadísticamente significativas de
PCC con todas las medidas, excepto con la orientación política. Primero, como se esperaba, se encontró una correlación positiva de PCC con todas las dimensiones de la identidad social. Por ejemplo, la correlación de PCC con la escala de identificación grupal de
Doojse y colaboradores fue de r = .25, con el termómetro de sentimientos fue de r = .31,
y con los ‘rasgos’ de r = .29 (valores más altos en ‘rasgos’ indicaban una descripción más
positiva de los valencianos). Segundo, tal y como se predijo, se encontró una correlación
positiva entre PCC y autoestima colectiva (r = .39). Por último, los resultados mostraron una fuerte correlación entre PCC y percepción de entitatividad grupal (r = .50); si
bien también revelaron que ambos constructos son independientes.
En definitiva, este estudio pone claramente de manifiesto que la percepción de continuidad colectiva correlaciona con importantes constructos teóricos (como autoestima
colectiva, percepción de entitatividad grupal, y dimensiones cognitivas, afectivas y evaluativas de la identidad social), y que es relativamente independiente de la orientación
política. Por tanto, demuestra la importancia que tiene la percepción de continuidad
para la vida en grupo en general y para la identidad grupal en particular.
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Percepción de continuidad, identificación grupal y bienestar social
En un estudio posterior analizamos la relación entre la percepción de continuidad
colectiva y el bienestar social. Diversos trabajos han demostrado la importancia que la
percepción de continuidad individual tiene sobre el bienestar personal. Por ejemplo, se
ha encontrado que experimentar continuidad personal a lo largo del tiempo correlaciona con el desarrollo de mayor vitalidad, auto-estima y creatividad (Kohurt, 1977); y
predice bienestar en los adolescentes canadienses (Chandler y Lalonde, 1998; Chandler,
Lalonde, Sokol y Hallet, 2003). También hay evidencia de que no considerarse a uno
mismo la misma persona a lo largo del tiempo –lo que se ha dado en llamar ‘desunidad
diacrónica’– correlaciona con experiencias disociativas (Lampinen, Odegard y Leding,
2004).
Partiendo de dichos trabajos sobre la percepción de continuidad individual, así como
de otros en los que también se demuestra que los adolescentes que desarrollan un sentido de sí mismos en un contexto familiar intergeneracional presentan mayores niveles de
comprensión y bienestar personal (Fivus, Bohanek y Ducke, 2008), nos planteamos la
hipótesis de que niveles más altos de percepción de continuidad colectiva conducirán a
un mayor bienestar social, es decir, las personas con alta percepción de continuidad
colectiva estarán mejor integradas en su grupo social y tendrán menores sentimientos de
inadaptación y anomia.
Además, basándonos en los resultados obtenidos en un estudio anterior, en el que se
demostró la influencia de la percepción de continuidad colectiva sobre varios constructos relacionados con la identidad social –especialmente sobre la autoestima colectiva
(Sani et al., 2007), así como la fuerte relación entre la percepción de continuidad y de
entitatividad grupal, predijimos un modelo en el que el efecto de la percepción de continuidad colectiva sobre el bienestar social está mediado por la autoestima colectiva y la
entitatividad percibida. En concreto, hipotetizamos que:
1) La percepción de continuidad colectiva influirá positivamente sobre la autoestima colectiva
(Luhtanen y Crocker, 1992), así como sobre la percepción de entitatividad grupal (Campbell,
1958). Esta predicción la basamos en la evidencia que sostiene que, por un lado, percibir que un grupo tiene continuidad eleva la autoestima y los sentimientos de orgullo de
formar parte del mismo y, por otro lado, contribuye a la percepción de que está cohesionado y es real (Sani et al., 2007). Además, esta última predicción es consistente con la
investigación que demuestra que la percepción de continuidad de un colectivo constituye un antecedente de su entitatividad percibida (Haslam et al., 2000).
2) La percepción de entitatividad grupal tendrá efectos positivos sobre la autoestima colectiva.
En base a los resultados en los que se ha demostrado que las personas prefieren ser
miembros de grupos entitativos (es decir, cohesionados y dotados de realidad) que no
entitativos –probablemente porque los primeros satisfacen necesidades básicas, tales
como por ejemplo elevar la auto-estima (Castano, Yzerbyt y Bourguignon, 2003;
Yzerbyt, Castano, Leyens y Paladino, 2000), esperamos que la percepción de una alta
entitatividad de un grupo aumentará el orgullo de ser miembro del mismo.
3) La autoestima colectiva afectará positivamente al bienestar e integración social. Esta hipótesis la basamos en la investigación que demuestra que la autoestima colectiva tiene
efectos positivos sobre el bienestar subjetivo (Bettencourt y Dorr, 1997), así como en la
que se muestran los efectos positivos de la autoestima colectiva sobre la salud mental y
el bienestar (Kernis, 2006).
En resumen, el modelo hipotetizado (véase Figura 1) plantea que la percepción de
continuidad colectiva tendrá efectos positivos tanto sobre la autoestima colectiva como
sobre la percepción de entitatividad de un grupo; y, a su vez, una mayor percepción de
entitatividad elevará la autoestima colectiva. Por último, el aumento de la autoestima
colectiva producirá mayores niveles de bienestar social, y menores sentimientos de anomia e inadaptación social.
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FIGURA 1
Modelo hipotetizado
Percepción de
Entitatividad
Grupal
+
Percepción de
Continuidad
Colectiva
+
+
Autoestima
Colectiva
+
Bienestar
Social
Percepción de
Entitatividad
Grupal
+
Percepción de
Continuidad
Colectiva
+
_
+
Autoestima
Colectiva
Inadaptación
Social
Anomia
Para comprobar dicho modelo realizamos un estudio en el que 145 sujetos valencianos (con edades comprendidas entre 18 y 66 años, M = 37.68; DT = 13.25, de los que
67 eran hombres y 78 mujeres) completaron un cuestionario que contenía las siguientes
medidas: percepción de continuidad colectiva (PCC) (Sani et al., 2007); autoestima
colectiva (Luthanen y Crocker, 1992); percepción de entitatividad grupal (Sani et al.,
2007); bienestar social (Keyes y Ryff, 1998; adaptada al castellano por Blanco y Díaz,
2005); anomia (Srole, 1956) e inadaptación social (Cozzarelli y Karafa, 1998). Las tres
primeras referidas al grupo de los españoles.
Los resultados muestran, como se predijo, correlaciones positivas estadísticamente
significativas entre la percepción de continuidad y la autoestima colectiva (r = .42), y
entre la percepción de continuidad y de entitatividad grupal (r = .50). Asimismo, se
encontraron correlaciones significativas positivas entre la percepción de continuidad
colectiva y el bienestar social (r = .30), y correlaciones significativas negativas entre la
percepción de continuidad y sentimientos de anomia (r = -.25) e inadaptación social (r
= -.26).
Para evaluar el modelo propuesto se realizó un análisis de ecuaciones estructurales
(Kline, 1998). Como se esperaba, los coeficientes path fueron todos estadísticamente
significativos, y la dirección de los efectos fue tal y como se predijo. La percepción de
continuidad predijo tanto el grado de percepción de entitatividad grupal (β = .50)
como de autoestima colectiva (β = .19). A su vez, la percepción de entitatividad influyó
positivamente sobre la autoestima colectiva (β = .49). Por último, el análisis mostró que
un aumento de la autoestima colectiva condujo a un mayor bienestar social (β = .58).
Respecto al ajuste del modelo, los valores obtenidos en los diferentes índices indican
que el modelo presenta buen ajuste a los datos: X2 (2) = 0.87, ns; (normed fit index) NFI
= 1.00; (comparative fit index) CFI = 1.00 y (root mean square of approximation error)
RMSEA = 0.00. Además, el conjunto de variables incluidas en el modelo explican una
cantidad importante de la varianza (R2 = .34).
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También se evaluaron otros dos modelos cuya única diferencia fue la medida con la
que se operacionalizó el concepto de bienestar social (más concretamente, la falta de
integración social) como variable criterio: bien mediante la escala de inadaptación social
(Cozzarelli y Karafa, 1998) o de anomia (Srole, 1956). En ambos casos, los coeficientes
path fueron también estadísticamente significativos, y la dirección de los efectos tal y
como se predijo. La principal diferencia respecto al modelo anterior fue que, como se
esperaba, un aumento de la autoestima colectiva condujo a un menor grado de anomia
(β = -.39) e inadaptación social (β = -.57) (véase Sani, Bowe y Herrera, 2008a).
En definitiva, los resultados obtenidos en este estudio sugieren que una mayor percepción de continuidad conduce tanto a un incremento de la percepción de entitatividad de un grupo como a una mayor autoestima colectiva. Además, el aumento de la
percepción de entitatividad eleva la autoestima colectiva; y, a su vez, una mayor autoestima provoca que las personas se sientan más integradas en la sociedad, y les previene de
experiencias negativas tales como anomia e inadaptación.
Percepción de continuidad e identificación grupal como mecanismos de
defensa ante la ansiedad existencial
En los estudios anteriores se ha demostrado la relación que existe entre la percepción
de continuidad y mayores niveles de identificación social, autoestima colectiva, bienestar e integración social. En el estudio que se presenta a continuación se muestra la
implicación de la percepción de continuidad colectiva en cuestiones más existenciales,
en concreto como un mecanismo de defensa ante los pensamientos relacionados con la
muerte.
El hecho de que sabemos que algún día vamos a morir supone para la mayoría de las
personas una fuerte ansiedad existencial. Esta idea ha inspirado una de las teorías más
prolíficas de los últimos años: la Teoría del Manejo de Terror (Greenberg, Solomon y
Pyszcynski, 1997; Pyszcynski, Greenberg y Solomon, 2000), desde la que se subraya
que la conciencia de la muerte contrasta con nuestro instinto de auto-conservación, y de
esta manera se convierte en una idea terrorífica que provoca una intensa ansiedad existencial. Para afrontar dicha ansiedad necesitamos desarrollar mecanismos de defensa.
Entre dichos mecanismos los teóricos del manejo del terror han encontrado como, por
ejemplo, necesitamos aferrarnos a unos valores culturales que den sentido a nuestra
vida. De esta manera, podemos pensar que aunque desaparezcamos físicamente, nuestro
mundo social permanecerá y, por tanto, conseguiremos una especie de inmortalidad simbólica.
En esta misma línea, la investigación ha demostrado que pertenecer a grupos sociales
y asumir sus valores culturales ayuda a las personas a afrontar la ansiedad existencial que
genera la conciencia de la muerte. Es como sí formar parte de un grupo y compartir una
identidad colectiva garantizara la continuidad después de la muerte (Castano, Yzerbyt,
Paladino y Carnaghi, 2006). Así, por ejemplo, se ha encontrado que después de activar
el recuerdo de la propia muerte, las personas tienden a mostrar un mayor favoritismo e
identificación endogrupal (Castano, Yzerbyt, Paladino y Sacchi, 2002), y a aumentar la
conducta prosocial hacia los miembros del endogrupo (Jonas, Schimel, Greenberg y
Pyszcynski, 2002).
Implícito en estos trabajos subyace la idea de que la identidad social puede servir
como un buffer ante la ansiedad de la muerte porque permite extender el yo en el tiempo
y el espacio; y de esta manera permite que las personas trasciendan a sus propias limitaciones como seres humanos mortales.
En efecto, en la medida que los grupos perduran a lo largo del tiempo más allá de los
límites de los individuos que los componen tienden a tener una mayor duración y a
sobrevivir a sus miembros, o al menos así se los percibe (como sucede, por ejemplo, en el
caso de grandes entidades sociales, como grupos étnicos o naciones). Sin embargo, hasta
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el momento no se ha investigado directamente la relación entre la activación de la propia mortalidad y la percepción de continuidad de los grupos. Este el principal objetivo
del estudio que se presenta a continuación.
En concreto, partiendo de la hipótesis de que percibir que un endogrupo relevante
tiene continuidad temporal proporciona un sentido de trascendencia, esto es, un sentido
de que formamos parte de una entidad duradera que nos concede cierta inmortalidad
simbólica, en este estudio intentamos demostrar que el recuerdo (y, por tanto, activación) de la propia mortalidad no solo favorece el grado de identificación con un grupo
sino también la percepción de su continuidad. Y, más importante, que los efectos de la
activación de la propia mortalidad sobre la identificación grupal están mediados por la
percepción de continuidad (véase Figura 2).
FIGURA 2
Modelo mediador de la percepción de continuidad colectiva
Percepción de
Continuidad
Colectiva
+
Saliencia de la
Mortalidad
+
+
Identificación
Grupal
Para comprobar dicho modelo, realizamos un experimento basado en el paradigma
de la Teoría del Manejo del Terror (Greenberg, Pyszczynski, Solomon, Simon y Breus,
1994), en el que 88 estudiantes de la Universidad de Valencia (Medad = 21.18) fueron
aleatoriamente asignados o bien a una condición de recuerdo de su propia mortalidad
‘saliencia de la mortalidad’ o a una condición control. En la condición de ‘saliencia de la
mortalidad’ se les pidió que describieran las emociones que el pensamiento de su propia
muerte despertaba en ellos, mientras que en la condición control tenían que describir
sus emociones ante su próximo examen importante. A continuación respondieron a una
lista de 60 emociones para medir su estado emocional, basada en el instrumento
PANAS-X (Watson y Clark, 1994). La utilización de dicho instrumento tuvo una
doble finalidad, por un lado se utilizó como una tarea distractora respecto al pensamiento de la muerte, y por otro para comprobar que las diferencias como resultado de la
manipulación no eran debidas a diferencias en el estado emocional. Posteriormente los
sujetos completaron una serie de fragmentos de palabras utilizando la primera palabra
que les viniera a la mente, algunas de las cuales podían ser completadas bien con palabras relacionadas con la muerte o con palabras neutrales (véase Sani, Herrera y Bowe,
2009). Esta tarea se utilizó para comprobar el efecto de la manipulación, por lo que se
esperaba que habría una mayor accesibilidad a las palabras relacionadas con la muerte en
la condición de ‘saliencia de la mortalidad’ que en la condición control. Por último, los
sujetos rellenaron un cuestionario en el que se incluyó una medida de identificación
grupal (Doosje et al., 1995) y la escala de continuidad colectiva percibida (Sani et al.,
2007); ambas referidas al grupo de los españoles.
El análisis reveló que, como se esperaba, los sujetos emitieron más palabras relacionadas con la muerte en la condición de ‘saliencia de la mortalidad’ que en la condición control, así como que no hubieron diferencias significativas en el estado emocional en las
dos condiciones – lo cual garantiza que los resultados obtenidos se deben a la manipula-
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ción y que ésta funcionó como tenía que hacerlo. Además, más importante, las puntuaciones de la percepción de continuidad colectiva y de identificación grupal fueron significativamente superiores en la condición de ‘saliencia de la mortalidad’ que en la condición control (M = 5.27 y M = 4.93 respectivamente en percepción de continuidad; M =
5.65 y M = 5.18 respectivamente en identificación grupal).
El análisis de mediación realizado (Baron y Kenny, 1986) con el fin de comprobar el
modelo hipotetizado confirmó que los efectos del miedo a la muerte sobre la identificación grupal están completamente mediados por la percepción de continuidad colectiva.
Primero, el análisis de regresión reveló una relación significativa de la manipulación
(‘saliencia de la mortalidad’ vs. control) sobre la percepción de continuidad colectiva (β =
.29). Segundo, la manipulación influyó positivamente sobre la identificación grupal (β
= .24). Tercero, la percepción de continuidad impactó significativamente sobre la identificación (β = .34). Por último, el análisis de regresión en el que tanto la manipulación
como la percepción de continuidad predecían la identificación grupal mostró que mientras el efecto de la percepción de continuidad sobre la identificación grupal fue significativo (β = .31), el efecto directo de la manipulación sobre la identificación no fue significativo.
Esos resultados son consistentes con el modelo de mediación propuesto, y sugieren
que, como se predijo, la activación de la propia mortalidad no solo provoca una mayor
identificación grupal, sino sobre todo una mayor percepción de continuidad del grupo.
Por tanto, demuestran la función psicológica que tanto la identificación con un grupo
como fundamentalmente la percepción de su continuidad tienen como mecanismos de
defensa ante el pensamiento de nuestra existencia individual finita.
Discusión
En este artículo hemos presentado tres estudios con el objetivo de analizar la percepción de continuidad colectiva, una cuestión que no ha sido estudiada en la psicología
social, a pesar de tener una gran importancia (Sani, 2008a). En general, los resultados
obtenidos en los tres estudios son muy prometedores.
Primero, demuestran que la percepción de que un endogrupo constituye una entidad
que perdura a lo largo del tiempo está estrechamente relacionada con aspectos fundamentales de la identidad social, tanto en su dimensión cognitiva, como afectiva y evaluativa; así como con la autoestima colectiva. Por tanto, ponen de manifiesto la importancia que tiene la percepción de intemporalidad y durabilidad de los grupos a los que
pertenecemos para el desarrollo de sentimientos positivos y de opiniones favorables
hacia los mismos.
Segundo, presentan evidencia sobre la naturaleza de las relaciones entre la percepción
de continuidad y fenómenos grupales importantes como la autoestima colectiva y la
entitatividad grupal (constructo clásico que ha cobrado una gran importancia en la psicología social de los procesos de grupo de los últimos años –véase Sani, Todman y Lunn,
2005; Yzerbyt et al., 2004). Así como sobre las implicaciones que dichas relaciones tienen respecto a una dimensión central en la vida: el bienestar social. En concreto,
demuestran que se percibirá que un endogrupo está más cohesionado y unificado si se
considera que tiene continuidad temporal y que transmite sus valores culturales de
generación en generación. A su vez, la percepción de que un grupo está cohesionado y
forma una unidad favorece la identificación con el mismo, y ello contribuye a desarrollar
sentimientos más positivos hacia el grupo en general y hacia sus miembros en particular
(Festinger, 1950). Por último, el desarrollo de esos sentimientos positivos ejerce un
efecto favorable sobre el bienestar y la integración social.
Por tanto, los resultados ponen claramente de manifiesto la importancia que tiene la
percepción de continuidad colectiva en el fomento del bienestar social, lo cual coincide
con otros hallazgos en los que se demuestra que las percepciones de continuidad del yo
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individual mejoran el bienestar subjetivo y la salud mental (Crocker, Luhtanen, Blaine
y Broadnax, 1994; Lampinen et al., 2004; Moore y Lemmon, 2001). Además, contribuyen a explicar cuál puede ser el motivo que subyace a la búsqueda activa de continuidad
en procesos grupales como, por ejemplo, los procesos de división (Sani, 2005; 2008b;
Sani y Reicher, 1998, 2000) o fusión de los grupos (van Knippenberg et al., 2002; van
Knippenberg et al., 2008): la mejora en el bienestar social.
Tercero, demuestran un supuesto central de la teoría del manejo del terror: que el
miedo a la muerte lleva a las personas a aferrarse a los grupos a los que pertenecen porque dicha pertenencia genera un sentimiento de permanencia y trascendencia. En concreto, nuestros resultados revelan que cuando se hace saliente la propia mortalidad no
solo aumenta la identificación con los grupos a los que pertenecemos –como ya había
mostrado la investigación de Castano y colaboradores (2006), sino también la percepción de continuidad histórica y cultural de los mismos. Esto pone claramente de manifiesto que los grupos que se extienden más allá de la propia existencia personal, y se los
percibe como entidades duraderas constituyen símbolos potentes de trascendencia e
inmortalidad simbólica (Lifton, 1983).
Dichos hallazgos se relacionan con otros obtenidos recientemente en los que, por
ejemplo, se ha encontrado que el recuerdo de la propia mortalidad provoca una mayor
accesibilidad a los pensamientos relacionados con los hijos (Fritsche et al., 2007) o un
aumento en el número de hijos que las personas planifican tener (Wisman y Goldbenberg, 2005). Todos ellos, junto con los nuestros, convergen en una idea fundamental:
que el miedo a la muerte conduce a las personas a extender su yo temporalmente con el
fin de lograr una existencia continua y desafiar así a la muerte.
Además, estos resultados contribuyen, de algún modo, a confirmar la relación entre
la percepción de continuidad colectiva y varios indicadores de bienestar encontrados en
estudios anteriores (Sani et al., 2008a): en la medida que la percepción de continuidad
de endogrupos relevantes constituye un buffer ante el miedo a la muerte, contribuye a
reducir la ansiedad existencial que ello provoca y se convierte en un mecanismo generador de bienestar.
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