Página 19• 15 al 21 de junio de 2008 • EL VISITANTE PONCE CAGUAS Instalan ministros de la Comunión Amado Vega Velásquez Quinto Paso: La Misión Esta es una tarde de alegría, de regocijo, para toda la Iglesia Diocesana de Caguas, al culminar hoy la peregrinación del arca de la nueva alianza, en el ámbito de esta celebración del Corpus Christi. Él nos ha acompañado en todo el recorrido, no sólo por las calles de este pueblo, sino también por todas las comunidades parroquiales por los campos y capillas de nuestra amada Diócesis de Caguas. Iniciamos en la Zona del Este, por donde sale el sol, subimos la Montaña y hemos venido hasta aquí, al corazón de la diócesis, frente a la Iglesia Catedral: la Iglesia Madre. Contemplo la imagen del Apocalipsis: Esa gran multitud vestida de blanco. ¿Quiénes son? Son los que han lavado sus vestidos en la sangre del Cordero. Es decir, los que han dado testimonio, la multitud de testigos; que hoy somos multitud de adoradores. Para El Visitante Hemos hecho este recorrido siguiendo los cinco pasos que son, tanto el esquema del rito litúrgico de la misa, como la estructura que configura las pequeñas comunidades cristianas. No en balde los teólogos dicen que la Iglesia hace la Eucaristía y la Eucaristía hace la Iglesia y así lo proclamó el Papa Juan Pablo II en la encíclica Iglesia de Eucaristía. Ella, la Eucaristía, constituye la fuente misma, el dinamismo de una Iglesia en permanente gestación por medio del encuentro, la palabra, la comunión de bienes, de mesa y de misión. Es éste el quinto paso, para que el encuentro que nos lleva a compartir, palabra, bienes y mesa, no sea estéril, sino que produzca sus frutos. Para que no sea sólo una comunidad que se alimenta, sino que alimente a los demás con su testimonio y su acción. El “Podemos ir en paz”, se traduce (Eric O. Quiñones) Renuevan su compromiso de dispensadores del cuerpo de Cristo. El 22 de mayo el Obispo de Ponce, Monseñor Félix Lázaro, bendijo a más de un millar de ministros extraordinarios de la comunión y les otorgó el permiso para desempeñar su ministerio. La función primordial de los ministros es llevar la comunión a los enfermos. Sin embargo, muchos de ellos ayudan al sacerdote en la distribución de la Eucaristía durante la Misa. Otro aspecto importante del ministerio que realizan los ministros, destacó el Obispo, es que ante la gran cantidad de trabajo que muchas veces tienen los sacerdotes, los ministros extraordinarios ayudan a que los enfermos no se queden sin recibir el cuerpo de Cristo. Al renovar el compromiso de llevar el amor de Cristo a la sociedad, el Obispo pidió a los ministros que se acerquen con amor y humildad al Santísimo para desempeñar con entrega y generosidad su ministerio. “El llamado es que sean verdaderamente amantes de la Eucaristía, que adoren la Eucaristía y que ese sea su apoyo para hacer partícipes a los enfermos de ese banquete que es Cristo”, sostuvo el Obispo. A la ceremonia de instalación, se dieron cita algunos que por primera vez se inicia- rían como ministros. Sin embargo, asistieron muchos a los que les fue renovado el permiso para realizar la labor de ministro por un año más. Ese fue el caso de Concepción Alvarado quien lleva 30 años de ministro de la comunión en la parroquia Santa María Reina de Ponce. La dama contó que una de sus mayores alegrías ha sido poder llevar a Cristo a los que por su enfermedad no pueden asistir a Misa. Por su parte, Hilda Cruz quien ha sido ministro por 14 años y Francisco Irizarry quien desempeña el ministerio desde hace ocho años describieron la experiencia de ser ministros como “una muy enriquecedora y de crecimiento espiritual”. La ceremonia de instalación fue el jueves después de la fiesta de la Santísima Trinidad. Esa noche la feligresía de las 43 parroquias que componen la diócesis se congregó en el complejo deportivo de la Pontificia Universidad Católica para participar de la Misa en preparación a la solemnidad del Corpus Cristi. El lema de la actividad fue: “Eucaristía Don de Dios Para la Vida del Mundo” que es a su vez el lema del Congreso Eucarístico Internacional que tendrá lugar en Quebec, Canada del 15 al 22 de junio. (Archivo EV / Ricardo Rivera) 20 por las diócesis CAGUAS EL VISITANTE • 15 al 21 de junio de 2008 como vayamos a compartirla. Para que lo vivido, tanto en la eucaristía como en los encuentros fraternos, se irradie en los demás. Así nos lo muestra el texto evangélico que hemos escuchado. “Por último estando sentados a la mesa los once, se le apareció” el Señor... (Mc. 15,14) Como a tantos de nosotros, que nos sentamos a la mesa dominical e incluso a mesa diaria. Allí, en medio también de incredulidades y durezas de corazón, como a los apóstoles, el Señor llega para despejar las tinieblas del error y del pecado. Para lanzarnos a la misión. “Vayan por el mundo entero y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará, el que no crea se condenará”. (Mc. 16,15) Este envío es también el que queremos experimentar hoy, como en los tiempos apostólicos, para nuestra Iglesia Diocesana de Caguas. Este camino que se inició desde el 2004, proclamando la década de la misión: El Proyecto Jubileo que nos va llevando de ciudad en ciudad—de Belén a Caná, de Caná a Nazaret, de Nazaret a Cafarnaúm. Este proyecto que se vincula también con la intención de los Obispos Latinoamericanos reunidos en Aparecida: Realizar una Gran Misión Continental. Desde el Documento de Participación para esta V Conferencia General de Episcopado Latinoamericano se cultivó esta iniciativa. Contemplaban que había una urgencia que nos había encargado Jesucristo. Con el Padre nos envió a hacer discípulos a todas las gentes. Nuestra Misión nos pide evangelizar la cultura de nuestros pueblos llegando a sus mismas raíces. (EN 18-20) Esta misión sería entonces un paso decisivo, un proceso de vivificación y conversión, de comunión fraterna y de un vigoroso despertar misionero”. La Iglesia de nuestros países quiere ser realmente y en todas las circunstancias una Familia de Dios misionera. (N. 173 DPA) En el mensaje final nos dará las claves para la realización de esta Misión: “Al terminar la Conferencia de Aparecida en el vigor del Espíritu Santo convocamos a todos nuestros hermanos y hermanas, para que unidos con entusiasmo realicemos la Gran Misión Continental. ¿Que será este momento para la Iglesia diocesana y del continente? Será un nuevo Pentecostés. Los destinatarios primeros de esta misión: “ir de una manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo para que formemos con alegría la comunidad de “ir de una manera especial, en búsqueda de los católicos alejados...ˮ amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos, ser permanente y profunda”. (Mensaje Final de Aparecida) Esta misión nace justamente del Encuentro con la Persona de Jesucristo y brota de la Eucaristía: “fuente y cúlmen de la Vida Cristiana”. El arca de la Nueva Alianza que recuerda el pacto de Dios con su pueblo y que durante este año ha estado peregrinando, debe impulsarnos a asumir esta dimensión fundamental de la vida cristiana porque, como decía Mons. Mendoza, “A un Cristiano sin Misión algo le falta de Cristiano”.. La novedad de nuestra Diócesis consiste en que esta dimensión misionera no queremos vivirla solos. Es la pequeña comunidad la que se hace misionera con el compromiso en ellas de cada uno. Es asumir a fin de cuentas el compromiso bautismal. Con este nuevo Pentecostés como dice Aparecida “en el fuego del Espíritu Santo avanzamos construyendo con esperanza nuestra historia de Salvación en el camino de la evangelización.” La historia se construye entre todos. Nuestra Diócesis está llamada a asumir su papel en la historia de nuestros pueblos y en Puerto Rico. De ahí que cada día nos empeñemos en creer que un Puerto Rico mejor es posible, si todos trabajamos por el Bien Común. Y esta es parte de nuestra misión. Un compromiso con la vida social de nuestros pueblos, para que en Cristo tengan vida y vida en Abundancia. En esto Aparecida tiene un número formidable que me gustaría compartir en este momento: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apa- sionan en la misión de comunicar vida a los demás. El evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos la libertad interior para darlo todo: Quien aprecie su vida terrena la perderá. (Jn. 12, 25) Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad; Que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión (DA 360). Por eso el texto evangélico no deja de señalar aquellos signos que acompañarán a los que creen: “expulsaran demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño, impondrá las manos y los enfermos se pondrán bien.” (Mc. 16, 17-18) Estos signos no dejan de estar presentes en nuestra misión. Para que un pueblo tenga vida es necesario expulsar el demonio del aislamiento y la comodidad, el que nos aleja de la familia y de la comunidad para asumir nuestros propios caminos al margen del bien común. Hablar el lenguaje nuevo de la solidaridad de la paz, el de la justicia y la fraternidad, el del voluntariado y el amor en la Iglesia, no vale el refrán popular de que el que se ofrece se sobra. Porque en la Iglesia hay que ofrecerse para hacer el bien, para unirse a la misión. Saber decir: “¿en qué puedo ayudar?”. Agarrarán serpientes en sus manos que se puede traducir con otro refrán popular: “Hay que agarrar al toro por los cuernos”. La Iglesia toda, está llamada a agarrar las serpientes que envenenan nuestras vidas y no permitir que el veneno haga daño a nuestro pueblo. Un veneno que tiene buen sabor, pero que nos mata por dentro y mata la bondad de nuestras comunidades. La desidia, el estancamiento, la tibieza nos hace vivir al margen del sufrimiento de los pobres. Este es un veneno mortal. De ahí que citando una vez más Aparecida: Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Necesitamos: un Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza. (DA 362) Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos; Éste es el deseo de la Iglesia Diocesana que con la Misión podamos ver que todo lo que toquemos, a todo lo que nos acerquemos, que cada cristiano y cada pequeña comunidad de nuestra amada diócesis, sean impregnadas de la vida que portamos. Que Jesucristo vivo y ardiente en la Eucaristía nos conceda a todos este ardor misionero. María Madre de la Iglesia discípulo y misionera nos acompañe en la misión. Amén. (Mensaje del P. Jorge Cardona durante la Clausura de la Peregrinación Diocesana del Arca de la Nueva Alianza, 25 de mayo de 2008).