PRÁCTICAS PARA AUMENTAR LA EFICIENCIA DEL USO DEL NITRÓGENO FERTILIZANDO CON EFLUENTES PORCINOS Vanesa Romina Pegoraro*; Jimena Ortiz; Mónica Boccolini; Tomás Baigorria; Cristian Cazorla La intensificación ganadera genera un gran volumen de efluentes, y su acumulación en sitios puntuales y las aplicaciones al suelo no controladas son un riesgo para el ambiente, pudiendo provocar contaminación de suelos y aguas. Esto no solo implica un deterioro del ambiente, sino también una fuga de nutrientes, lo cual significa un desaprovechamiento de los recursos. El efluente porcino es una valiosa fuente de nutrientes, principalmente nitrógeno (N), por lo que puede sustituir total o parcialmente la fertilización mineral. En nuestro país suele ser considerado como un residuo, por lo que no se reduce la cantidad de fertilizantes minerales cuando se aplican efluentes, empleando finalmente altas dosis de N ha-1. La mayoría del N del efluente se encuentra en forma mineral, principalmente como amonio, el cual puede convertirse rápidamente en forma nítrica aprovechable por los cultivos. En menor proporción se encuentra N orgánico, donde una fracción se transformará en N mineral durante el año de aplicación, y otra será liberada durante los años siguientes (efecto residual). El N amoniacal tienen un efecto directo, similar al N aportado por un fertilizante mineral, mientras que el N orgánico tiene un efecto a medio y largo plazo como aporte de materia orgánica al suelo. Por lo tanto, para hacer un uso eficiente del N es importante conocer la proporción en que se encuentran las diferentes fracciones e implementar buenas prácticas de manejo, como dosis, formas y momentos de aplicación. Estas prácticas van a provocar diferentes impactos sobre el suelo y cultivo, dependiendo del sistema de manejo utilizado. Primero es importante conocer la cantidad (volumen) y composición nutricional (macronutrientes) del efluente para no generar excesos de N en el sistema. Si no se cuenta con suficiente superficie agrícola se deberá exportar el efluente hacia otras áreas o adecuar, en cantidad y calidad (por medio de sistemas de tratamiento) a las demandas del suelo y cultivos. En cuanto a las dosis de aplicación, se realiza generalmente en base al contenido de N del efluente, por ser el nutriente en mayor concentración, en función de los requerimientos de los cultivos. En los momentos de aplicación se debe considerar el estadio del cultivo hasta el que es posible aplicar, ya sea por cuestiones sanitarias o por daños de la maquinaria. Generalmente se realiza previo a la siembra de los cultivos, sin embargo, se recomienda fraccionar las aplicaciones para disminuir el lixiviado de N y ajustar la mineralización de los nutrientes con las necesidades de los cultivos. La forma de aplicación que predomina en nuestro país es la superficial, por medio de cisternas con boquilla única. Este tipo de aplicación tiene la desventaja de provocar pérdidas de N por volatilización y emisión de olores. Una alternativa para disminuir pérdidas de N es la incorporación por medio de una acción mecánica (disco o rejas), sin embargo está práctica no es compatible con la siembra directa. Alternativas más eficientes de aplicación, son la aplicación inyectada, en banda o incorporada, las cuales no provocan remoción del suelo y previenen pérdidas de N, minimizando impactos en el ambiente.