Por otro lado William Dampier, el “pirata literato”

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HISTORIA RESUMIDA DE LA ARMADA DEL ECUADOR
Por otro lado William Dampier, el “pirata literato” que estuvo en los asaltos a Guayaquil en
1684 y 1687, escribió que “puede contarse a Guayaquil como uno de los principales puertos
de la Mar del Sur”. Otro corsario inglés, Woodes Roger, que atacó la ciudad en 1709, dice: “El
número de barcos que van y vienen desde aquí, sin incluir los costeros, son no menos de 40
embarcaciones cada año; esto muestra que el puerto de Guayaquil no es un lugar pobre para
el comercio…”
Es que el puerto de Guayaquil va creciendo en forma acelerada, tal es que según Jorge Juan de
Santacilia y Antonio de Ulloa, autores de las “Noticias secretas de América-1735”, Guayaquil
es uno de los puertos principales por ser donde se fabrican y carenan casi todos los navíos que
navegan en el Mar del Sur, como por el crecido comercio que se hace en él, de maderas que
llevan al Perú, y de cacao a Panamá.
Otro viajero, don Bernardo Recio nos dice sobre Guayaquil en 1750 que “es mucho el
comercio de esta ciudad, pues por una parte le entran embarcaciones, no solo de todo el Perú y
Chile, sino también de la Nueva España, por otra parte bajan por diversas vías de toda la Sierra
muchos géneros”.
En una relación del gobernador de Guayaquil, don Juan Antonio Zelaya y Vergara, de 17 de
agosto de 1765, sobre el tráfico portuario de la ciudad se dice que al Callao se llevaba cacao,
tabaco, madera, cera, pita y suelas, trayéndose en cambio harinas, vino, aguardiente, aceite
y aceitunas; a Paita y Trujillo se enviaba maderas, cocos y cacao, trayéndose harinas, azúcar,
pescado salado, cordobanes, jabón, piedras de sal, algunos granos, cajas de dulces, aceitunas,
lona y algodón.
A Tierra Firme se enviaba algo de tabaco y cacao, que, por supuesto solo estaba destinado
a trasbordarse a la península; de allí venía ropa de Castilla, cera y hierro, tablones de cedro,
caoba, cocobolos, perlas y negros (esto último como cualquier mercadería).
El doctor Jorge Núñez Sánchez en un interesante trabajo histórico sobre “El Comercio de
Guayaquil en el siglo XVIII”, al referirse a los capitales que manejaban los empresarios navieros
de la ciudad en mención, en el último cuarto de esa centuria, nos dice:
“Un armador porteño don Antonio Sánchez Navarrete, propietario de la fragata “San Juan
Nepomuceno” (el menor) y el buque “El Ayustado”, invirtió 90.000 pesos en la fabricación de
un nuevo navío, llamado “La Piedad”, que poseía una capacidad de carga de 18.000 quintales.
Otro armador, don Jacinto Bejarano, era propietario del buque “Santa Teresa”, de la fragata “El
Sacramento” (luego llamada “La Guayaquileña”), que poseía una capacidad de 10.000 quintales
y tuvo un costo de 67.000, pesos, del navío “Nuestra Señora del Tránsito”, que cargaba 18.000
quintales y costó 117.000 pesos, y el barco “Santiago el Fuerte”. Un tercero, Juan Casilari, poseía
el navío “San Juan Nepomuceno” (el mayor), fabricado a un costo de 98.226 pesos y con una
capacidad de carga de 19.000 quintales. Todos los barcos mencionados habían sido construidos
en los astilleros de Guayaquil y sus propietarios habían invertido en ellos una suma aproximada de
500.000 pesos, lo que equivalía a un 70 por ciento de todo lo que Quito había remitido a España
durante los once años de gobierno del presidente José Diguja (1767-1778)”.
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Desde tiempo atrás el comercio con Acapulco estaba prohibido, excepto con licencia especial
del Rey o Virrey, tal es que el 17 de enero de 1774 Carlos III autorizó el comercio virtualmente
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