LA DIMENSIONE SOCIALE DEL CARISMA DEHONIANO RECONCILIACIÓN COMO SU EJE TRANSVERSAL P. Claudio Weber, scj Textos inspirantes: Jn 10,10: “Yo vine para que todos tengan vida y la tengan en abundancia”. P. Dehon, O.Sp I, 233: “El Reino del Corazón Jesús en la sociedad es el fruto de la justicia, de la caridad, de la piedad por los pequeños, por los humildes, por aquellos que sufren. Yo les pido que se consagren a estas obras, estimulándolas y ayudándolas”. Cst 7: “De sus religiosos, el Padre Dehon espera que sean profetas del amor y servidores de la reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo” (cf. 2Cor 5,18). Cst 29: “Solidaridad efectiva con los hombres”. Cst 31: “Ministerio junto a los pequeños, humildes trabajadores y pobres”1. En la carta del Superior General para la fiesta del Corazón de Jesús del año 2011 leemos: “Comprometiéndonos a vivir la opción de la pobreza evangélica, estamos particularmente llamados a la solidaridad con aquellos que son excluidos de los bienes que Dios ha creado para todos. Escuchar el clamor y la protesta de los pobres debe conducirnos a revisar nuestro modo de vida y a participar en la búsqueda de toda la sociedad humana para erradicar la pobreza” 1 Muchos otros números reflejan este espíritu de nuestra Regla de Vida. 113 El Papa Benedicto XVI, en su Exhortación apostólica “Sacramentum Caritatis”, 89 dice: “No hay duda de que las condiciones para establecer una paz verdadera son la restauración de la justicia, la reconciliación y el perdón. De esta toma de conciencia, nace la voluntad de transformar también las estructuras injustas para establecer el respeto de la dignidad del hombre creado a imagen y semejanza de Dios” 2. El mismo Papa, en su Encíclica, “Caritas in Veritate”, 27: “Dar de comer a los hambrientos (cf. Mt 25,35.37.42) es un imperativo ético para la Iglesia universal, que responde a las enseñanzas de su Fundador, el Señor Jesús, sobre la solidaridad y el compartir. Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta”3. Introducción Cuando preparamos la Carta Programática de la Administración General, después del XXII Capítulo General, intentamos encontrar un camino para proponer a la Congregación un programa mínimo en el campo de la justicia social y de las obras sociales de las comunidades. Entendíamos que el acento debería ponerse en la formación para el apostolado social, particularmente en el campo de la Doctrina Social de la Iglesia, para ser “profetas del amor y servidores de la reconciliación de los hombres con Dios y con el mundo”. Reflexionando sobre la reconciliación, concluimos que sería válido añadir esta palabra al título del Sector Justicia y Paz. Diversas congregaciones usan JPIC (Justicia, Paz e Integración de la 2 3 Vale la pena leer todo el n. 89 de “Sacramentum Caritatis”, Exhortación Apostólica de Benedicto XVI, después del Sínodo de los Obispos sobre la Eucaristía (22/02/2007). Ese número trata de Eucaristía y compromiso social. Carta Encíclica “Caritas in veritate” del Sumo Pontífice de Benedicto XVI a los Obispos, a los Presbíteros y Diáconos, a las personas consagradas, a todos los fieles laicos y a todos los hombres de buena voluntad sobre el desarrollo integral en la caridad y en la verdad. (29/6/2009). 114 Creación), otras JP y Trabajo, o JP y Solidariedad. Nosotros usaríamos: JPR, la reconciliación como eje transversal de nuestra labor social. No lo tomaríamos como un programa más, sino más bien como una línea de comprensión que traspase todos los proyectos y obras sociales existentes o por organizarse, y los diferentes sectores de nuestra actuación apostólica. Este es el primer encuentro dehoniano para reflexionar sobre eso con un grupo más amplio. Intencionadamente se ha invitado a un grupo de cohermanos de distintos campos de apostolado: parroquias, formación, profesores, superiores, ecónomos, y de actividades sociales. Me propongo presentar: (1) unos apuntes iniciales sobre la dimensión social como constitutiva del carisma, (2) después considerar la reconciliación desde el punto de vista bíblico, para enseguida (3) detenerme más en la reconciliación social hoy. 1. Dimensión social, constitutiva del carisma Dehoniano Los Evangelios empiezan narrando la encarnación del Hijo de Dios y Pablo, cuándo reflexiona sobre el hecho, concluye que Jesús se despojó de su gloria para hacerse siervo de todos (cf. Fl 2), para reconciliar a todos con Dios (cf. 2Cor 5,19-21). Ese Jesús, que estableció su tienda entre nosotros, tuvo siempre una atención especial con los más necesitados: enfermos, pobres y pecadores. A los ricos les recomendaba no acumular, sino compartir; a los pobres les daba una atención preferencial; a todos enseñaba el camino de la fraternidad y de la justicia; a los pobres de espíritu y a los que trabajan por la paz les ha declarado bienaventurados; amó a todos con corazón de pastor y por todos entregó su vida muriendo en la cruz, para que todos tengan vida en abundancia. Jesús anunció insistentemente el Reino de Dios, vivió como signo del Reino, formó discípulos para dar continuidad a su obra en vista de un mundo de hermanos. La Iglesia siempre se dedicó a las obras de misericordia y de transformación de la sociedad, intentando construir un mundo de hermanos, de paz y libertad, de amor y de justicia. Particularmente desde León XIII, con la sistematización de la Doctrina Social, ha adquirido gran credibilidad en el mundo como promotora de la dignidad humana, de la justicia, del 115 desarrollo y de la solidaridad. Con el Concilio Vaticano II quedó muy claro que la Iglesia es un misterio de comunión de las personas con Dios y entre sí mismas 4, signo e instrumento de salvación. Hace 40 años, con el Sínodo sobre la Justicia en el Mundo, declaró sin rodeos: “La acción a favor de la justicia y la participación en la transformación del mundo se nos presenta claramente como una dimensión constitutiva de la predicación del Evangelio, es decir, la misión de la Iglesia para la redención del género humano y la liberación de toda situación opresiva”. Por tanto: “El amor cristiano al prójimo y la justicia no se pueden separar. Porque el amor implica una exigencia absoluta de justicia: el reconocimiento de la dignidad y de los derechos del prójimo... La misión de predicar el Evangelio en el tiempo presente requiere que nos empeñemos ya ahora en la liberación integral del hombre... Si el mensaje cristiano sobre el amor y la justicia no manifiesta su eficacia en la acción por la justicia en el mundo, muy difícilmente obtendrá credibilidad entre los hombres de nuestro tiempo” 5. “Esto es la Iglesia en el mundo: comunidad de personas reconciliadas, artífices de justicia y de paz; "sal y luz" en medio de la sociedad de los hombres y de las naciones. Por eso el Sínodo de África (2009) ha reafirmado con fuerza —y lo ha manifestado— que la Iglesia es familia de Dios, en la que no pueden subsistir divisiones de tipo étnico, lingüístico o cultural” 6. El P. Dehon, contemplando el amor de entrega del Señor, quiso corresponder con un amor puro al amor que lo amó primero. Sensible a las necesidades de los trabajadores en San Quintín, se dedicó con gran empeño a distintas obras sociales a nivel local y diocesano: organizó a los trabajadores, instruyó a los patrones y a todos indicó el camino de la caridad y de la justicia social. Con todo lo que ha hecho, ha querido contribuir a la instauración del Reino del Corazón de Cristo en las almas y en la sociedad. Escribió en 1912, después de haber hablado de la dimensión espiritual: “He querido contribuir a la elevación de las masas populares por el reino de la justicia y de la caridad cristiana… También aquí el trabajo debe continuar” 7. 4 5 6 7 LG 1. Justicia en el Mundo 6, 34 y 35. Sínodo de los Obispos, 1971. Benedicto XVI, homilía de clausura del Sínodo de África, 2009. P. Dehon, Souvenirs, 1912. 116 La Congregación lo ha continuado, si bien con menos intensidad que el Fundador, en las décadas siguientes. Después del Concilio Vaticano II muchos cohermanos se dedicaron a nuevas formas de inserción social: crearon nuevas obras sociales y de educación, en algunas partes se organizaron cursos de formación y encuentros para compartir experiencias en el campo social. Desde las nuevas constituciones y desde esa tendencia creciente en la Iglesia, muchos pasaron a dar mayor atención a los derechos del hombre, a las minorías excluidas, a las víctimas de la política de gobiernos centrados en los intereses de las clases pudientes, a los refugiados políticos e inmigrantes, y a otras categorías vulnerables. Dos Conferencias Generales trataron de temas sociales: la IV, de Brusque en 1988 (La Reparación Dehoniana Hoy) y la VI, de Recife en el 2000 (Economía y Reino de Dios). Para la Conferencia de Brusque se propuso el tema de la reparación, comprendida desde las Constituciones, en su lado espiritual y al mismo tiempo en su aspecto social. Eso aparece así en las conclusiones: “… manteniendo bien claro que la inspiración reparadora debe ‘animar todo lo que somos y todo lo que hacemos’ (Cst 25), en la Conferencia general establecimos como primer objetivo de nuestra reparación el compromiso por la justicia social, en los contextos de los países en los cuales nos encontramos” 8. Desde 1985 tuvimos en la Congregación una Comisión de Justicia y Paz. Así mismo, muchas provincias tuvieron una Comisión, o un secretariado o un equipo de apostolado social. Algunas todavía mantienen las comisiones o un servicio similar. Este periodo fue ciertamente el de compromiso social más intenso de la congregación, hasta llegar a la Conferencia General de Recife. Fue esta conferencia la que elaboró el documento más denso sobre la dimensión social de nuestra misión. La tenemos publicada en Documenta XVIII. Las conclusiones fueron presentadas a la Congregación con ocasión de la Fiesta del Corazón de Jesús de aquel año. Después de esta Conferencia se organizó otro encuentro internacional de Justicia y Paz en Canadá, aunque éste fue más bien un encuentro de formación, bien organizado y con buenos frutos. Los Capítulos Generales XXI y XXII también dieron importantes contribuciones a la reflexión sobre nuestra misión: “El P. Dehon ha fundado 8 Doc. XIV, IV Conferencia General, Conclusiones, n. 22. 117 la Congregación para establecer, a través de su espiritualidad y comunidad, una civilización del amor. Como él, queremos comprender este mundo con compasión, fe y esperanza, pero también con inteligencia y con un permanente estudio de sus ideologías. Como él, amamos este mundo y estamos entristecidos por la depreciación de la justicia y de la paz. Nosotros asumimos el desafío de ser profetas del amor y servidores de la reconciliación dando prioridad en nuestras obras a las causas de los pequeños y de los pobres” 9. También el P. Bressanelli, en su relación al capítulo, había reflexionado sobre el compromiso social, reafirmando ser expresión de nuestra espiritualidad reparadora y parte constitutiva de nuestra misión dehoniana. “Es mucho aquello que en estos años se ha promovido para estimular a la Congregación, ya sensiblemente empeñada en este sector. Pensamos además, que éste sea uno de los ámbitos que pueden dar especificidad apostólica a nuestro Instituto, y que permite traducir en cosas concretas nuestra espiritualidad” 10. El último capítulo, casi continuando con la reflexión anterior, afirma: “Los ámbitos de nuestro servicio apostólico varían de acuerdo con el contexto cultural donde actuamos. Encontramos algunas convergencias: a) el servicio a los pobres y marginalizados, donde el vivir con ellos precede al trabajar por ellos; e) la participación en proyectos orientados a la justicia, la paz y la integración de la creación” 11. Desde el comienzo de este año, el Gobierno General ha dirigido a la Congregación dos mensajes sobre la dimensión social del carisma: las cartas del 14 de marzo y la de la Fiesta del S. Corazón de Jesús. En la primera se ha buscado presentar a la congregación la preocupación del P. Fundador con la cuestión social de su tiempo en conexión con su experiencia espiritual; la segunda es una reflexión más consistente sobre el ser “libres y solidarios en la gestión de los bienes”; en otras palabras, el espíritu de pobreza evangélica y la misión de la congregación junto a los pobres. Hoy debemos preguntarnos sobre cuáles son los servicios que mejor corresponden a las necesidades actuales de los pobres; cuáles son los grupos humanos que más necesitan nuestra solidariedad, nuestra presencia 9 10 11 Mensaje final del XXI Capitulo General, 2003, nn. 12, 13. Doc XIX, p. 196. Mensaje final del XXII Capitulo General, 2009, n. 11: “Ámbitos privilegiados”, a), e). 118 evangelizadora, y nuestro compromiso de transformación. En su tiempo, el P. Dehon vio que, en San Quintín y en la Europa que cambiaba a un modelo de producción industrial, la urgencia era atender a los trabajadores. Trabajó por ellos concienciándolos, organizándolos, promoviendo su dignidad y sus derechos. Estudió la situación en que vivían, ellos y sus familias, profundizó las causas de las injusticias y buscó remedios para sus males. Trabajó con los empresarios, con el clero y con los políticos a favor de esta causa. Movió “el mundo” para transformar la situación y hacerla más próxima al Reino del Corazón de Jesús. También aquí el trabajo debe continuar, ha dicho. El cómo hacerlo, es el desafío que nosotros tenemos que enfrentar. 2. Reconciliación en la Biblia Sí, la Congregación debe continuar el trabajo buscando para la gente de hoy, en nuestras comunidades, la justicia y la paz, mediante la reconciliación que lleve a la comunión. Para la preparación al último Capítulo General fue propuesto el texto paulino de 2Cor 5,14: Caritas Cristi urget nos (el amor de Cristo nos apremia), texto que desemboca en el ministerio y en ser embajadores de la reconciliación (v.20). Reconciliación significa literalmente una llamada a estar juntos; una llamada a dos bandos en conflicto, a dos enemigos, para que entablen una nueva relación. Teológicamente considerado, es el restablecimiento de las relaciones rotas entre Dios y su pueblo. Dios inicia este proceso de restablecimiento, los seres humanos responden a la iniciativa divina a través de la fe y el resultado es la reconstrucción de la comunidad humana como una nueva creación. Para los cristianos, por consiguiente, la esperanza de reconciliación se halla estrechamente unida a la fe en la obra salvífica de Cristo en medio de nosotros. En la Biblia, la palabra reconciliación no aparece con mucha frecuencia, sino en las Cartas de Pablo. Sin embargo, esta realidad está presente en toda la historia de la salvación. La encarnación de Jesús y la redención realizada por Cristo consisten en la reconciliación de los hombres con Dios. Además, la Biblia está repleta de historias de reconciliación: Esaú y Jacob, el José de Egipto y sus hermanos, el hijo pródigo, las parábolas de la oveja perdida y la moneda, las historias de las apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos, para mencionar sólo algunas. 119 Es Pablo quien reflexiona de manera más específica sobre la reconciliación. Aunque no sea un tema que ocupe mucho espacio en sus escritos, es sin embargo un tema importante, pues traduce muy bien la relación de amor de Dios por nosotros. Basta ver que, al contrario de los intentos de reconciliación entre grupos humanos, aquí es siempre Dios quien toma la iniciativa y tiene como objetivo la sanación de los involucrados, pecadores y víctimas. En eso Pablo refleja su propia experiencia de Cristo que, de enemigo, lo convirtió en Apóstol. 2.1. Tres niveles De entre los teólogos recientes que trataron más a fondo el tema, Schreiter y Comblin 12 hablan de tres niveles de reconciliación en Pablo: cristológico o vertical, eclesiológico u horizontal y cósmico. En el primer nivel se sitúa la reconciliación de las personas - pecadores, alejados de Dios - por la mediación de Cristo. En la teología paulina de la reconciliación no es el pecador el que toma la iniciativa, sino Dios, el cual, en Cristo, por medio de su cruz, muerte y resurrección nos reconcilia. Nos toca a nosotros acoger, aceptar la oferta de Dios: ¡Déjense reconciliar con Dios!: se lo pedimos en nombre de Cristo”13. El objetivo de Dios, en toda reconciliación, es siempre el de devolver a la víctima la humanidad, devolviéndole así el ser creada a imagen de Dios. Esto es lo que quieren decir los documentos de Puebla y Aparecida cuando hablan de los rostros heridos de los hermanos que hay que reconstruir o reparar 14. El tercer nivel contempla la reconciliación de toda la creación: seres humanos y naturaleza, toda la obra creada, que se realizará en el fin de los tiempos, como plenitud de todo el plan de Dios para la creación, como se 12 13 14 Robert Schreiter ha publicado diversos libros y artículos sobre teología y espiritualidad de la reconciliación, como: “Mission and Ministry in a Changing Social Order” y “The Ministry of Reconciliation: Spirituality and Strategies”, Orbis Books, Mariknoll, New York. - Joseph Comblin, en REB, VozesPetrópolis, vol 46, 182, junio 1986: O Tema da Reconciliação e a Teologia na América Latina. 2Cor 5,20. Cf. Doc. de Puebla 31-39; Aparecida 393. 120 puede ver en Col 1,20: “Por Él quiso reconciliar consigo todo lo que existe, y por él, por su sangre derramada en la cruz, Dios establece la paz tanto sobre la tierra como en el cielo”; Ef 1,10: “Todas las cosas han de reunirse en Cristo, tanto los seres celestiales como los terrenales”; Rm 8,19ss: “toda la creación espera ansiosamente de ser también ella misma liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad esplendorosa de los hijos de Dios”. El segundo nivel es el que más nos interesa en nuestro ministerio de justicia, paz y reconciliación. Está más próximo de lo que entendemos como reconciliación social. En este nivel se sitúa el Papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, cuando habla del compromiso social que deriva de la Eucaristía: “Eucaristía es sacramento de comunión entre hermanos y hermanas que aceptan reconciliarse en Cristo, el cual ha hecho de judíos y paganos un pueblo solo, derribando el muro de la enemistad que los separaba (cf Ef 2,14ss)” 15. La acción de Cristo, “nuestra paz” (Ef 2,14) se pone aquí en plena luz, y sobre todo los maravillosos beneficios que trae a los paganos de ayer: antes alejados de Dios, considerados por los judíos enemigos, ahora son integrados en el pueblo nuevo, con el mismo título que los judíos. “Ustedes mismos, en un tiempo, fueron para él como extraños y, con sus obras malas, demostraron una actitud hostil. Dios, sin embargo, los reconcilió por el cuerpo de Cristo, entregado a la muerte, para presentárselos santos, no teniendo ya ante él mancha ni culpa” (Col 1,21-22). Ha terminado la era de la separación y del odio; todos los hombres no forman ya sino un solo cuerpo en Cristo (Ef 2,16), un solo templo santo (2,21). Cristo, por su cruz, su muerte y resurrección es también aquí, el autor de la reconciliación de los paganos con Dios y, al mismo tiempo, de los paganos con los judíos “por el cuerpo de Cristo entregado a la muerte (en su cuerpo de carne)” (Col 1,22). En la Carta a los Romanos el Apóstol reflexiona sobre los resultados de la reconciliación: “ahora reconciliados, su vida nos salvará. No sólo esto: nos sentimos seguros en Dios por Cristo Jesús, nuestro Señor, por medio del cual hemos obtenido la reconciliación” (Cf Rm 5,10-11). Más adelante, en Rm 11, 25-32, continúa la reflexión afirmando la realidad de un nuevo pueblo constituido de una parte de los judíos y de los paganos, pues “una parte de 15 “Sacramentum Caritatis”. Benedicto XVI, 22/02/2007. Leer todo el n. 89. 121 Israel se quedará endurecida hasta que la totalidad de los paganos hayan entrado” (11,25), y considerando que todo es obra de la misericordia de Dios, obra que se completará sólo al final de los tiempos. Para Pablo, ministro infatigable de la reconciliación, no hay dudas sobre sentirse embajador de este ministerio. Considera que toda su obra de anuncio del Evangelio está ligada a ésta su misión. Se siente agradecido hacia Dios por haberlo llamado, y se declara decidido a dedicar a eso toda su vida, no importa con que dificultades y sufrimientos (cf Ef 3,1-13). Una pregunta que se impone ahora es: ¿cómo esta reconciliación de los dos pueblos se aplica a nuestro “ministerio de reconciliación”? 3. Reconciliación Social El término ‘reconciliación’ se usa muy frecuentemente en la Iglesia en relación con el perdón de los pecados y la reconciliación del pecador con Dios. También entre nosotros, dehonianos, nos acostumbramos a relacionar la expresión “servidores de la reconciliación” más bien con la confesión sacramental que con la reconciliación entre personas y entre categorías sociales. Pero, al mismo tiempo, en nuestra misión en los colegios, en la formación, en las obras sociales, en la pastoral parroquial, y particularmente en la pastoral familiar, tantas veces nosotros sacerdotes somos llamados a intervenir en situaciones que requieren la reconciliación entre personas individuales que han tenido una ruptura de las relaciones. Todo eso es parte de nuestra misión, sin embargo hay que reconstruir la paz y la comunión también entre grupos sociales después de un conflicto, buscando la verdad y la justicia, ayudando a sanar las memorias y a llegar al perdón social. También esto es parte del nuestro ministerio de servidores de la reconciliación. De hecho, “la reconciliación es algo que nuestro mundo pide a gritos” 16. 16 Schreiter, Robert, en la conferencia publicada en Boletín de la USG, 140. 122 3.1. Reconciliación política En el mundo político el término aparece muy frecuentemente como reconciliación entre grupos que se han enfrentado en una guerra civil, o en una crisis social muy profunda, para reconstruir la gobernabilidad. Muchas veces el término es utilizado en provecho de la mayoría dominante, en vez de servir a una verdadera reconciliación de las partes en vista de la justicia y de la paz. Son bien conocidas algunas iniciativas de reconciliación en las que participaron, y todavía aún participan, organismos de la Iglesia: En América Latina, en varios países la Iglesia tuvo gran participación en procesos de reconciliación social después de las dictaduras militares o de movimientos revolucionarios internos: Chile, México, Guatemala, Peru (Sendero Luminoso), Colombia (en tentativas de diálogo reconciliador entre gobierno y la lucha armada de las FARC). Muy conocido también es el caso de África del Sur, con la participación intensa de las Iglesias en la Comisiones Verdad y Reconciliación, después del régimen del Apartheid. Entre nosotros es conocido también el proceso que se ha desarrollado en Mozambique después de la guerra civil entre las fuerzas de la Frelimo y de la Renamo. Los dehonianos estuvieron involucrados con la acogida y apoyo logístico a los mediadores de la Comunidad de San Egidio, de Roma. Esta comunidad ha adquirido una gran experiencia en el campo, y ha podido colaborar eficientemente en la solución de diversos conflictos alrededor del mundo, algunas veces con misión recibida del Papa 17. El P. Marcelo Palentini, obispo dehoniano de Jujuy, Argentina, de feliz memoria, ha tenido un rol importante en diversos conflictos sociales en su diócesis. 3.2. Conflictos sociales Pero ‘reconciliación social’ no significa sólo intervenir en el plano político y macrosocial. Es necesario considerar la reconciliación social también desde el punto de vista de los conflictos sociales a nivel regional o local, como la violación de los derechos humanos, las injusticias sociales 17 Véase el libro de la Comunidad Sant’Egidio “Fare Pace, La Comunità di Sant’Egidio negli scenari internazionali”, Leonardo International, Milano, 2010. 123 siempre presentes en nuestras comunidades, en el mundo del trabajo y de la distribución de recursos; son conflictivas también otras formas de sufrimiento y dolor como el hambre y la desnutrición, la falta de seguridad alimentaria, la volatilidad de los precios de los alimentos, la dificultad del acceso a la tierra, la explotación de los recursos naturales, el desequilibrio ecológico, las cuestiones relativas a la vivienda, a la salud y el acceso a la educación, la desigualdad de género, los abusos sobre menores…. También en esas situaciones el conflicto está presente, generalmente con “armas” y recursos sólo de un lado, generando víctimas entre los pobres e indefensos. Tantas veces no se reconoce una situación conflictiva sino cuando los vulnerables se “arman” con conocimiento, organización y reivindicación. Sólo ahí se empieza a hablar de conflicto, subversión del orden y revolución, pues los desamparados amenazan el sosiego de las clases dominantes. Buscar el cambio de esas situaciones de injusticia es un importante servicio de reconciliación social, si queremos transformar el mundo en Reino de Dios. Este es un vasto campo de actuación, donde podemos intervenir con concientización, organización y formación. En la cuestión de la reconciliación de judíos y paganos éstos tuvieron acceso a la comunión con Dios por la mediación de Cristo. Los cambios sociales que logramos producir a través de nuestras pastorales sociales posibilitan a los pobres el acceso a recursos indispensables a una vida digna. También esto es reconciliación social y es parte del ministerio de “reconciliación de los hombres y del mundo en Cristo”. 3.3. Organización de los pobres Una de las formas eficaces de promoción de los pobres es precisamente favorecer su organización. La organización de los pobres -cooperativismo, grupos de comercio justo, de economía solidaria, asociaciones comunitarias en los barrios, pequeñas comunidades eclesiales, grupos de formación política, etc.- prepara personas para percibir sus condiciones y posibilidades, ayuda a comprender el mundo en el que están insertas, despierta liderazgo, habilita para construir otro mundo posible: fraterno, justo, solidario. Permite a los excluidos ser sujetos de su promoción social. A nosotros, “servidores de la reconciliación”, nos toca acompañarlos en cuanto sea 124 necesario, en vista de la solidaridad y de la fraternidad cristiana, desde el Evangelio. También cuando hacemos trabajos sociales de carácter preventivo en algún modo estamos trabajando para la reconciliación de la sociedad. Un mejor nivel de educación es factor de equilibrio y de paz social. Lo mismo se puede decir sobre el trabajo, la vivienda, la salud, la ecología, la alimentación y otros derechos básicos del ser humano. Eso vale tanto más cuanto más carente es la sociedad. Nosotros no podemos resolver todos los problemas de los pobres, pero, -como el P. Dehon en San Quintín, después de percibir las necesidades de los trabajadores-, podemos colaborar en su organización, creando esperanza y plantando signos del Reino. Desde la organización ellos mismos encontrarán recursos. Se dice que “la unión hace fuerza”. Nosotros somos los hombres del « Sint Unum ». Pienso que debemos leer el Sint Unum con Jn 11,52: “El debía morir para congregar en la unidad los hijos de Dios dispersos”. Congregar (grex, gregis = rebaño) es la misión del Buen Pastor que vino para que todos tengan vida, para que haya un solo rebaño, es decir, que todos tengan acceso al rebaño; no divididos, unos dentro, otros fuera; unos seguros, otros expuestos a la violencia. Como el Buen Pastor, el dehoniano está invitado a ser puerta: puerta que se abre para acoger (organizar, formar, estimular), puerta que se cierra para proteger, dar seguridad y de nuevo, puerta que se abre para dejar salir, para encontrar alimento y agua, vida nueva, vida que ayude a crecer (cf Jn 10,1-10). 3.4. ¿Cómo promover Justicia, Paz y Reconciliación? Responder a esta pregunta es la tarea que tenemos por delante. Concretamente: ¿Cómo, desde la reconciliación, llegar a una comprensión actual de nuestra misión apostólica? ¿Cómo promover la formación en el campo social, desde la formación inicial para todos, hasta la formación especializada de algunos en Ciencias sociales, Doctrina Social de la Iglesia, análisis social y político? ¿Qué acciones concretas - viables a nivel local, nacional, continental y general - podemos proponer a las comunidades dehonianas para responder a los desafíos sociales de los pobres? 125