Límites internos y externos en la familia

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B O L E T I N
I N F O R M A T I V O
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Límites internos
y externos en
la familia
Por: Ramón Emilio Almánzar, MA, MCs, PhDc
Psicólogo | Sexólogo | Terapeuta Familiar
@REAlmanzar
Toda la interacción humana
está fundamentada en los
vínculos que se establecen
entre las personas.
Estos vínculos son los
que promueven la forma
saludable o disfuncional en
que una persona elabora
sus esquemas vivenciales
respecto al mundo que lo
rodea.
La manera en la que estos vínculos
se establecen se remonta al origen
de cada persona en su familia. Desde
pequeños se van dando interacciones
muy particulares entre sus miembros,
evidenciándose tres tipos de vínculos
básicos: fusionados (cuando hay
una relación demasiado estrecha);
desconectados (cuando no hay
ningún tipo de interacción entre dos
personas); sanos (cuando las personas
interactúan en un balance que les
permite crecer individualmente dentro
de ese vínculo).
Uno de los elementos imprescindibles
para mantener vínculos saludables
entre las personas son los límites.
Existen límites que se dan a lo interno
de la familia, y otros que se dan fuera
de la misma. Generalmente, el sistema
primario de establecimiento de límites
es el sistema familiar, y probablemente
de la misma forma que una persona
pone límites en su familia, de esa
misma forma lo hará con las personas
que no pertenecen a ésta.
Hay tres tipos de límites:
a) Rígidos, cuando la persona no
permite cercanía en su espacio físico
ni psicológico. Generalmente este tipo
de personas tienen una personalidad
fuerte, y sus relaciones con otras
personas están matizadas por el
conflicto y/o la distancia.
b) Difusos, en este caso no hay límites
claros o ausencia de los mismos, y es
como si dos personas fueran una sola.
Se invaden los espacios de manera
reiterativa.
c) Claros, son límites que permiten
interactuar desde una perspectiva
más saludable, permitiendo la entrada
y la salida de las demás personas al
espacio físico y psicológico.
Definitivamente lo ideal es promover
límites claros en las relaciones
familiares.
Establecer este tipo de límites es
lo más saludable, ya que permite
poder tener una vida relacional donde
se puede crecer en comunión con
otras personas, dando y recibiendo.
Permitiendo que se pueda entrar al
espacio físico y psicológico, pero
sabiendo que también en algún
momento esa persona va a salir, y de
igual modo entrando al espacio físico
y psicológico de la otra persona, con
la conciencia clara de que lo saludable
es salir en un momento adecuado.
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Fusión en
el vínculo
fraternal
Por: Ana Simó | Psicóloga.
Terapeuta Sexual, Familiar y de Pareja
@AnaSimo
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El nacimiento de un hijo es un
acontecimiento que no tan solo le
cambia la vida a los padres, sino a
cada uno de los miembros de la familia
incluyendo muy especialmente a los
hermanos.
El lazo afectivo que surge entre
los hermanos es uno de lo más
importantes y duradero en la vida
de un individuo. El vínculo que inicia
con ese nuevo hermano puede estar
determinado en la función que viene a
cumplir el nuevo integrante.
Hay hermanos que llegan para
rescatar o para alivianar la carga ya
implementada. Todo dependerá del
momento en que ha nacido, es decir,
hay hijos que han sido buscados como
forma de crear el proyecto matrimonio y
otros llegan como la tabla de salvación
ante el mismo, como también para
sustituir el rol parental.
El vínculo fraternal según Bank y Kahn
(1988) vendría a ser una conexión,
tanto a nivel íntimo como público entre
dos hermanos, en todos los períodos
de la vida.
Corman (1974) habla de un doble
aspecto en la relación fraterna:
rivalidad agresiva y deseo de unión
con el rival. Estos dos impulsos
se “moderan” paulatinamente. El
principio de placer se va sustituyendo
por el de realidad y por ello vamos
aprendiendo a tolerar las frustraciones.
Este es el principio base para aprender
conductas sociales que nos ayuden a
interactuar con los demás. Por ello, es
que se habla que la tarea básica del
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holón fraternal es el de integración
entre iguales y de socialización, como
también el desarrollo de habilidades
como la cooperación, alianzas,
expresión de afectos.
Bank y Kahn (1988), plantean que
el hermano brinda una fuerza vital
suplementaria para el vínculo de
apego, aunque éste lógicamente
sea incompleto, insatisfactorio o de
naturaleza ansiosa. Por supuesto que
la calidad del vínculo depende de
la edad del hermano y de que éste
acepte el rol de apoyo.
La fusión no es sana, pues conlleva
la pérdida del sí mismo, por lo tanto,
los padres nunca deben cargar a uno
de los hijos con el rol de cuidador de
los hermanos, como también deben
aprender a diferenciar a cada uno de
sus hijos para que identifiquen sus
dones, su personalidad, su carácter y
no se queden siendo sombras.
Ahora bien, tenemos que
tener claro que en la niñez
como en la adolescencia
es muy normal que los
hermanos vivan en una
eterna lucha, donde se
alejan y se acercan, se
rechazan y se buscan, se
pelean y se reconcilian y
que esto es parte de su
desarrollo. Por lo tanto, los
conflictos y descontentos
son parte la dinámica que
viven los hermanos.
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Papel de la
familia en la
readaptación
de la familia
que emigra
Por: Irene García Rodríguez / Psicóloga Clínica.
Terapeuta Familiar y de Pareja.
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Para los niños que dentro de ella se forman, la familia
representa mucho más que el grupo que los ha acogido y
provisto del alimento, el afecto y la protección necesarios
para asegurar su supervivencia y sentar las bases
de su crecimiento. La vida familiar también funciona
permanentemente como un escenario donde se exponen
continuamente a través de la comunicación los valores,
creencias y sucesos que prevalecen o acontecen en el
mundo exterior y donde, interactuando con sus padres y
hermanos, ellos aprenden y ejercitan normas de conducta,
modalidades de vinculación y otros aspectos relacionados
con la convivencia que van a constituir el fundamento de
su posterior desenvolvimiento en espacios sociales más
amplios y complejos durante el curso de su vida.
En alguna medida las personas de cualquier edad pueden
continuar siendo beneficiadas por esta capacidad del
sistema familiar para contener protectoramente a sus
miembros y a la vez facilitar su manejo de las variables
circunstancias externas y su adaptación a las mismas.
Esto se pone particularmente de manifiesto en cualquiera
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de las muchas situaciones de crisis
que exigen cambios significativos a
la vida de uno o más integrantes del
mismo. Tal vez entre estas situaciones
la emigración del grupo familiar
sea una particularmente ilustrativa,
debido sobre todo a la multiplicidad
y la extensión de las modificaciones
implícitas en el requerimiento de ajuste
a las nuevas circunstancias.
La experiencia de una familia que
emigra exige de cada miembro del
grupo muchos y complejos cambios
de tipo psicológico y de tipo práctico
que tienen que ver tanto con el
requerimiento de importantes y
diversos desprendimientos atinentes
a personas, lugares, costumbres,
actividades etc., como a la necesidad
de incorporación casi simultánea,
y muchas veces percibida como
urgente, de nuevos lugares, amistades,
hábitos y otra innumerable cantidad
de aspectos incluidos en lo que va
a ser la cotidianidad de su vida en el
país de destino. El proceso de ajuste
a la nueva realidad, aunque diferente
para cada uno de ellos, va a ser en
general precedido y en gran parte de su
extensión acompañado por emociones
diferentes y contradictorias entre las
cuales, aunque probablemente existan
expectativas positivas, también van
a existir tristeza por lo que se deja
e incertidumbre por lo que vendrá,
conjuntamente a diverso tipo de
preocupaciones y temores.
¿Cuáles son los recursos que optimizan
la capacidad familiar para cumplir en
esa circunstancia ese doble papel de
acoger y al mismo tiempo impulsar la
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readaptación del grupo total y de cada
uno de sus miembros..?
Por una parte, cuando una persona
emigra junto a su familia está haciendo
ese traslado inserto en el ámbito
protector representado por su red de
apoyo social más cercana, la cual es
en casi todos los casos y de manera
particularmente intensa para los niños,
un importante determinante de su
capacidad para establecer relaciones
de confianza con otros entornos
socioculturales. Más allá de ello, sobre
la base de ese factor de seguridad que
deriva del sentimiento de pertenencia
al grupo y de la certeza de contar con
el apoyo de los otros integrantes, es sin
duda la capacidad de mantener una
comunicación familiar efectiva lo que
puede facilitar de manera significativa
el avance fluido y el éxito final de los
procesos emocionales, de aprendizaje
y de ajuste práctico involucrados en la
situación global de emigración.
La comunicación efectiva debería
encontrarse presente desde el inicio de
dichos procesos. Aunque la decisión
de emigrar es regularmente una
atribución de los padres o de quienes
los sustituyen en sus roles, en una
familia con una funcionalidad aceptable
aquélla es muy pronto transmitida
al resto del grupo de una manera
explícita en cuanto a las razones que
la motivaron y las que influyeron en
la elección de un país de destino
específico. También en el marco de la
buena comunicación la información
que se aporta es objetiva y honesta,
explicando las ventajas que se espera
obtener para todos pero sin incurrir en
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la generación de expectativas poco
realistas que al final pueden ser fuente
de frustración para quienes fueron
seducidos por ellas y de descrédito
para quienes las fomentaron.
Asimismo, tiene que ver con la
comunicación efectiva el que una
vez que el conocimiento del proyecto
migratorio es compartido,
haya
permisividad y receptividad ante la
expresión de las preocupaciones
y emociones diversas asociadas a
los requerimientos de separación y,
posteriormente, a los de adaptación
a situaciones nuevas. En este sentido,
el papel regulador del sistema familiar
tiende a poner en marcha mecanismos
interactivos facilitadores de la evolución
de los procesos psicológicos y sociales.
Por otra parte, la buena comunicación
familiar tiene que ver también con la
capacidad del grupo para detectar
en sí misma déficit de autosuficiencia
e interactuar con profesionales u
organizaciones externas cuando sus
necesidades lo ameriten. En el caso de
la familia que emigra esto, por ejemplo,
se refiere de manera muy importante a
la cobertura de la actividad exploratoria
orientada a prever aspectos diversos de
su funcionalidad en el nuevo lugar de
residencia y al establecimiento de los
contactos con entidades inmobiliarias,
laborales y académicas, entre otras.
También, en el caso de presentación de
alteraciones asociadas a la elaboración
de los complejos procesos psicológicos
involucrados en estas situaciones, la
consulta a un psicoterapeuta familiar
puede representar un valioso elemento
facilitador.
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Eventos
importantes
que suceden
en una familia
Por: Rossanna Ramírez | Psiquiatra
Terapeuta Familiar
@RossannaRamire1
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En un principio, es esencial
entender que tanto los
eventos normales que
ocurren en una familia son
los debidos al desarrollo y al
crecimiento familiar, como
el nacimiento de un nuevo
miembro, también aparecen
los que ocurren de manera
accidental, tales como
la muerte, separaciones
o abusos, dan lugar a la
aparición de crisis a nivel
familiar aunque también
debo aclarar, que no todos
necesariamente tienen
repercusiones negativas
para los miembros de la
familia afectada.
En todo evento que se pudiera
considerar traumático, es necesario
tener presente el significado para el
sistema de creencias de esa familia,
por ejemplo, la muerte pudiera tener
un significado diferente dependiendo
del concepto religioso que la familia
sostenga además, se destacan los
recursos protectores y reguladores con
los que cuentan los miembros de la
misma.
Sin lugar a duda hay acontecimientos
que cambian la dinámica familiar y su
funcionamiento como sistema. Durante
las diferentes etapas del desarrollo,
la familia enfrenta momentos críticos
que implican cambios tanto a nivel
individual como familiar.
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En este sentido, en los periodos
de transición de una etapa a otra,
hay cambios de funciones donde
los miembros estarán asumiendo
nuevos roles, los cuales generarán
fluctuaciones, conflictos, inestabilidad
y transformaciones que se expresan
en ciertos niveles de desorganización,
a esto les llamamos crisis evolutivas
y están relacionadas con los cambios
biológicos, psicológicos y sociales.
En estos procesos de cambios
evolutivos, relacionados con las etapas
del ciclo vital, tendrán que atravesar
obligatoriamente todos los miembros
de la familia para poder desarrollarse,
crecer y madurar, cómo individuos que
pertenecen a un sistema que se debe
ajustar a los cambios también, pero ya
de forma integral.
Sin embargo, este proceso no
será de forma lineal ni de forma
ascendente, en su desarrollo se verá
este proceso evolutivo afectado en
muchas ocasiones por situaciones que
introducen cambios en su estructura y
funcionamiento de manera externa que
generan estrés, como es el caso de un
divorcio, padecimiento de uno de los
miembros de una enfermedad crónica
o algún tipo de abuso.
Este tipo de crisis tiene
un impacto más negativo
en la familia y por lo tanto
pudiera enfermar todo un
sistema familiar.
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Dentro de estos podemos señalar:
• Eventos de desmembramientos son
los que se caracterizan por la separación
de un miembro, provocando crisis por
esta pérdida (un divorcio, separación o
muerte).
• Eventos de desmoralización son
los que rompen con las normas y
valores de la familia como infidelidad,
drogadicción, delincuencia o cualquier
acto deshonroso.
• Eventos de desorganización
caracterizados
por
situaciones
que bloquean la dinámica familiar
como enfermedades psiquiátricas y
accidentes de cualquier tipo.
• Eventos de incrementos como las
adopciones o la llegada inesperada de
un familiar.
Las crisis son parte inevitable de los
seres humanos, es imposible evadirlas
pero si podemos disminuir sus efectos
negativos depende de los recursos con
que cuente la familia, en este sentido
nuestro trabajo como terapeutas
familiares es dotar de herramientas
psicológicas que les permitan manejar
estas situaciones.
La crisis siempre será una situación
nueva que se convertirá en un reto
donde la familia se planteará la
necesidad de cambios, para encontrar
la manera de resolver este nuevo
problema, teniendo en cuenta siempre
el proceso de adaptación que requiere
tiempo de cada uno de los afectados.
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Reciclaje
transgeneracional
en familias de tres
generaciones
Por: Patricia Reyna / Médico
Terapeuta Familiar
@PatriciaReyna
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La familia es la unidad
básica de la sociedad,
donde sus miembros poseen
vínculos de parentesco
o afinidad por vínculos
sociales establecidos
como el matrimonio o la
adopción, y por vínculos de
consanguineidad como la
filiación entre padres e hijos.
Poseen roles específicos dentro
de su núcleo familiar, con vínculos
consanguíneo o no pero que poseen
un fin común económico y social, y
con lazos afectivos que los unen y
aglutinan. Está encargada de satisfacer
necesidades de índoles biológicas,
afectivas y formativas; inculca valores
y promueve el crecimiento de sus
miembros cuando está sana, haciendo
de ellos individuos que aportan e
incentivan el desarrollo de la sociedad
y de sus descendientes.
De acuerdo al grado de parentesco
de los miembros que la conforman
y a su dinámica relacional puede ser
clasificada y determinar en ella el
manejo de los límites y reglas, así como
su funcionalidad o disfuncionalidad,
y la clara o no delimitación de sus
jerarquías.
Una familia de tres
generaciones, es aquella
que involucra de manera
directa al núcleo familiar a los
abuelos, compartiendo o no
un mismo domicilio, ejerce
un poder dentro del sistema
familiar.
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En nuestra sociedad, no es rara la
presencia permanente de los abuelos
en las familias, como parte de un
sistema de apoyo o soporte familiar.
Sin embargo, siendo la familia la fuente
de aprendizaje del individuo y de la
relación de este con su entorno en el
proceso de socialización, aprendemos
a ser y a estar con el otro de una manera
particular en cada familia, determinada
por su identidad (creencias, mitos,
representaciones e ideologías) y a su
vez, de manera inconsciente, asumimos
poses provenientes de nuestros
ancestros que transmitimos de una
generación a otra, y que pautaran la
forma en que nos vinculamos física,
emocional y socialmente con los
demás, caracterizando al sistema
familiar (reciclaje transgeneracional).
Si trabajamos nuestra historia familiar,
y evaluamos ancestralmente la
configuración de nuestro sistema
familiar, podríamos encontrar huellas
enquistadas de antepasados al
cual nos vinculamos, repitiendo,
generalmente,
representaciones
“fantasmagóricas” de traumas previos
a nuestra existencia misma. Otra forma
de aparición del reciclaje es a través
de la simbiosis alienante (puede ocurrir
entre un progenitor y su hijo), ocurre
una proyección de sí mismo sobre
el sujeto alienado, quien termina por
asumir las acciones o actos negadas
por los progenitores, viviendo solo el
mundo que le permiten ver (en estos
casos podemos identificar como
nuestras decisiones realmente no son
propias, sino que provienen de pautas
ancestrales transgeneracionales y que
repetimos de manera mecánica).
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En este caso, la dinámica y constante movimiento de
la familia bajo pautas transgeneracionales, de fuertes
malestares emocionales o sucesos traumáticos que
quedan en el inconsciente de un sistema familiar, suelen
ser el origen de conflictos individuales y familiares.
Imaginemos que cuando formamos una familia, venimos
con una carga biopsicosocial, de lo que somos y hemos
aprendido a ser a partir de ese proceso de socialización
que vivimos en nuestra familia y en el entorno social en el
que crecemos, y a esto le sumamos el mismo proceso de
aprendizaje que trae la pareja, bajo sus propios esquemas
y constructos psicológicos y sociales, pautadas por su
propio sistema, de por sí la familia genera su propia crisis
de adaptación para la reestructuración de la pareja que se
está formando y creando su propia identidad, a través de
un proceso de reconocimiento, aceptación, negociación y
tolerancia. Si a todo esto, le sumamos la intromisión de
un tercero, soporte del sistema familiar, en este caso un
abuelo o abuela, puede en sí mismo crear una crisis mayor,
si los límites de la pareja no están claros y cuestiona la
lealtad a al miembro parental presente.
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Si hurgamos un poco más profundo, en la crisis de este
sistema familiar, en la falta de cuestionamiento a las
lealtades invisibles que se dan frente a la conyugalidad y
el vínculo filiar (esposos vs. padres) podemos encontrar
una fidelidad compulsiva hacia los padres, un reciclaje
transgeneracional representada en poses de víctimas,
salvadores o ausentes en el ejercicio del poder dentro del
sistema familiar.
Otras formas de reciclaje transgeneracional, es con
los secretos de eventos muy traumáticos como en
casos de abusos o violaciones sexuales. Otras pautas
de transmisión por eventos negativos son los duelos
patológicos ancestrales, parentalidad predominantemente
narcisista, las pautas de agresión o victimización en
violencia intrafamiliar.
Para sanar un sistema familiar y eliminar los reciclajes
transgeneracionales, a través de la terapia familiar
debemos hacer consciente lo inconsciente y explorar
a través de la historia familiar generacional, aquellos
eventos no recordados y que fueron parte de una vivencia
emocional traumática.
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