ESTUDIO SOBRE LA REGENTA 1. Marco social e histórico La época realista en Europa se inicia con la revolución obrera de 1848. A partir de este momento, los movimientos revolucionarios van adquiriendo cada vez más importancia. En ese mismo año aparece El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, que influye en las distintas organizaciones de la clase obrera. Por otra parte, la burguesía consolida su poder y deriva hacia posiciones cada vez más conservadoras, lo cual provoca la aparición de gobiernos de este mismo signo. Buen ejemplo de ello fue el gobierno de Luis Bonaparte (1852−1870). Durante esta época se producen también transformaciones sociales relevantes que cambian la vida de las personas, pero que crean nuevos problemas: crecimientos de la población y su concentración en núcleos urbanos; desarrollo de la industria, el comercio y el progreso técnico gracias al cual aparece toda una serie de inventos como el telégrafo, el teléfono, etc. Desde el punto de vista ideológico, frente al idealismo del movimiento romántico, se desarrolla la filosofía positivista, que defiende que el saber debe basarse en la experiencia y en los hechos comprobables. Con la aplicación de este principio positivista, se produce un auge de las ciencias, que alcanzan un gran prestigio: el método experimental o experimentalismo de Claude Bernard aplicado a la medicina, el evolucionismo de las especies de Darwin y las leyes sobre la herencia de Mendel. La literatura realista y naturalista se hace eco de todas estas transformaciones, y son muchos los escritores que toman partido a favor de ellas, de tal modo que el movimiento realista se extiende rápidamente por toda Europa. En Francia, por ejemplo, sus máximos representantes son Stendhal, Balzac y Flaubert; en Inglaterra, Dickens; y en Rusia, Dostoyevski y Tolstoi. El representante del Naturalismo por excelencia fue el francés E. Zola. 1.1. Situación concreta en España De la mano de Antonio Cánovas del Castillo, España retornó en 1875 a la forma de gobierno tradicional y a la dinastía borbónica con la figura de Alfonso XII, hijo de la destronada Isabel II. Liquidada la tercera Guerra Carlista y obtenido el beneplácito internacional para la opción restauradora, las preocupaciones de los nuevos gobernantes se centraron en olvidar las turbulencias del Sexenio Revolucionario y redactar un texto constitucional ajustado a las necesidades del momento. La Constitución conservadora de junio de 1876, la más sólida del panorama nacional al mantenerse en vigor hasta el golpe militar de 1923, regulaba una monarquía limitada en la cual la Corona se reservaba amplias prerrogativas merced al control del poder ejecutivo (nombramiento y cese del gobierno) y de la vida parlamentaria (disolución de las Cámaras, sanción y promulgación de las leyes). La defensa de la soberanía conjunta (Rey−Cortes), de la que Cánovas era su principal valedor, sintonizaba con la reeditada confesionalidad del Estado, la imprecisión a la hora de regular los derechos ciudadanos, pendientes por tanto del desarrollo normativo posterior, y un sinfín de calculados silencios, que hacían de la ambigüedad la clave de su dilatada vigencia. El bipartidismo de inspiración británica con conservadores y liberales turnándose en el poder, encontró en Cánovas y en Práxedes Mateo Sagasta a los carismáticos dirigentes de este sistema oligárquico y caciquil, que funcionó con e! ! 1 scrupulosa regularidad hasta el nuevo siglo. La desaparición de ambos líderes y el fraccionamiento de sus respectivos partidos, víctimas de ambiciones y luchas intestinas, dieron al traste con este viciado aunque eficaz diseño político. El aislamiento internacional de España durante la centuria decimonónica, absorta en la resolución de sus problemas domésticos, determinó en estos años canovistas una política exterior pragmática, ecléctica y refinadamente pesimista ("no tienen alianzas los que quieren, sino los que pueden", en palabras del líder conservador). El recogimiento exterior resultaba forzoso para este atípico Estado colonialista, confiado en sus derechos históricos y carente en sus posesiones ultramarinas de la imprescindible presencia militar y fuerza efectiva, como pronto tuvo ocasión de comprobar 1.2. El Realismo 1.2.1. Arte En arte, aunque nunca se desarrolló una escuela realista como tal, el concepto sí se ha manifestado de diferentes maneras y en distintas ocasiones. El término realista, utilizado para describir una obra de arte, a menudo, significa simplemente objetos y figuras feas en oposición a aquellas que se consideran bellas. Con frecuencia se usa para describir escenas humildes de la vida. Este término implica una labor de crítica a las condiciones sociales, sin rehuir en ningún momento lo desagradable. Algunos de los trabajos de artistas franceses como Gustave Courbet (por ejemplo, Los picapedreros, 1850), Honoré Daumier y Jean−François Millet han sido catalogados como realistas sociales. La pintura realista de Estados Unidos incluye la obra de William Sidney Mounts, muy alejada del estilo romántico de sus contemporáneos agrupados en la escuela del río Hudson, los retratos del pintor Thomas Eakins así como los trabajos colectivos conocidos como la escuela de Ashcan o de los Ocho, quienes a comienzos del siglo XX intentaron pintar escenas de la vida urbana tal y como. En España Eduardo Rosales destacó por su pintura histórica y Martí Alsina es el gran representante del naturalismo pictórico. Posteriormente destacarían otros grandes pintores realistas como Zuloaga y el polifacético Alfonso Rodríguez Castelao. Ya en el siglo XX destaca Antonio López y la Escuela de Madrid con su realismo mágico exacerbado. 1.2.2. Literatura La literatura realista se define particularmente como la ficción producida en Europa y en Estados Unidos desde 1840 hasta la década de 1890, cuando el realismo fue desbancado por el naturalismo. Esta modalidad de realismo comenzó en Francia con las novelas de Gustave Flaubert así como con los relatos cortos de Guy de Maupassant, en los que reaccionan contra el lirismo y la idealización románticas. En Rusia, estuvo representado en las obras de teatro y en los relatos cortos de Antón Chéjov. La novelista George Eliot introdujo en la ficción inglesa el realismo; como declaró en Adam Bede (1859), su propósito era "dar una fiel representación de las cosas vulgares". Destacados literatos españoles realistas fueron Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, y en Hispanoamérica Federico Gamboa, Cambacérès y el uruguayo Eduardo Acevedo. Mark Twain y William Dean Howells fueron los pioneros del realismo en Estados Unidos. Uno de los más grandes autores, el estadounidense H! ! enry James, extrajo mucha más inspiración de sus mentores Eliot y Howell. La preocupación de James por las motivaciones de los personajes y de sus comportamientos le condujeron al desarrollo de un subgénero: la novela psicológica. En general, el trabajo de estos escritores ilustra la esencia del realismo, según la cual los autores no deben seleccionar hechos de acuerdo con unas ideas estéticas o éticas preconcebidas, sino que sus ideas deben estar basadas en observaciones imparciales y objetivas. Preocupados por la representación real de la vida, sin ocuparse por la forma, los realistas intentaron restar importancia a la argumentación en favor de la representación de los caracteres referidos a la clase media y a sus preocupaciones y asuntos más palpitantes. 2 2. Biografía de Leopoldo Alas "Clarín" "Me nacieron en Zamora" dirá "Clarín" en uno de sus escritos. Y así lo fue en efecto, porque este autor tenía que haber nacido en Oviedo, donde vivieron sus padres hasta unos meses antes de su nacimiento. Pero Leopoldo García−Alas Ureña llegó al mundo el 25 de abril de 1852 en Zamora, donde su padre había sido destinado como gobernador civil. Pasó su infancia en Zamora, León y Guadalajara, acompañando los desplazamientos familiares. En la Escuela de los Jesuitas de León realizó sus primeros estudios. 2.1. Años de formación en Oviedo En 1859 la familia se trasladó a Oviedo, la ciudad que Clarín tuvo siempre por suya y que fue el escenario de la obra considerada por todos los críticos como la mejor de las suyas, La Regenta. Entre 1863 y 1867 realizó en Oviedo sus estudios de Bachillerato y entre 1868−69, en sólo dos años, hizo la carrera de Leyes en la Universidad. Fueron estos años de intensa actividad para Clarín, que conoció a los que serían sus grandes amigos, aquí en Oviedo y después en Madrid: Armando Palacio Valdés, Pío Rubín y Tomás Tuero. Entre 1868 y 1869 Leopoldo escribió a mano un periódico satírico y humorístico que se llamó Juan Ruiz. Y de sus vivencias revolucionarias le quedó una actitud política liberal, un idealismo con ciertos tonos románticos, que mantuvo a lo largo de su vida y le llevó a militar, durante un tiempo, en el partido republicano de Castelar. 2.2. Madrid: Nace "Clarín" En 1871, un año después del asesinato del general Prim, se traslada a Madrid. Y allí permanece hasta 1878, aunque realiza frecuentes viajes a Asturias. En Madrid vela por hacerse cada vez más instruido, "haciendo la luz" en los cafés por medio de la discusión y del ladrillo molido que se le sirve en calidad de moka. Y además va a los teatros para completar su formación. En este Madrid de tertulias, debates ideológicos en el Ateneo, representaciones de teatro (temprana vocación que se traducirá años más tarde en un "ensayo dramático" de tan buenas intenciones como escaso éxito), pasa Leopoldo siete años. Sus amigos de Oviedo están con él y los cinco forman una tertulia en la Cervecería Inglesa que, por su tono ferozmente crítico, fue conocida como Bilis Club. Además todos ellos publicarán una revista crítica (esta vez ya impresa) que, con el nombre de Rabadás, editó tres números. Mientras tanto se doctora en derecho con una tesis El derecho y la moralidad, que dedica a Francisco Giner de los Ríos. El Krausismo, que tuvo en Giner a uno de sus máximos representantes en España, ejerció una gran influencia sobre Leopoldo y "acabó de afianzar su propensión al idealismo, a la integridad integridad ético−religiosa (sin dogmas), a la tolerancia, a un pensamiento organicista y armónico y a la observancia de su conducta recta, abnegada, dedicada al bien progresivo de la humanidad y de la patria: a una forma de pensar y de ser, en fin, que el krausismo de algunos de esos maestros le legaba; legado al que nunca renunció Leopoldo 3 Alas" (véase glosario). El cinco de julio de 1875 nació "Clarín" a la vida pública. Con ese pseudónimo publicó un artículo periodístico en el diario madrileño El Solfeo. Desde ese momento, las relaciones de Clarín con los periódicos se hicieron especialmente intensas. Su tono crítico, lúcido y moralista le ganaron la admiración de muchos y el odio profundo de otros. Y aunque pueda ser una simple casualidad no deja de ser significativo que el nacimiento de "Clarín" se produzca el mismo año en que la Restauración en la persona de Alfonso XII ponga fin a los intentos democratizadores de la Revolución, el Sexenio y la República. El sentido crítico, profundamente reformador de "Clarín", despertó. Y la pluma se convirtió en su vehículo de expresión. En 1878, el mismo año en que terminó su tesis, obtuvo el número uno en las oposiciones a la cátedra de Economía Política y Estadística de la Universidad de Salamanca. Pero el Ministro de Fomento, dirigido por el conservador conde de Toreno, decidió conceder la plaza al opositor que había quedado en segundo lugar; indudablemente la labor periodística "Clarín" había comenzado ya a hacerle ganar enemigos. Cinco años más tarde, el ministro liberal Albareda le concedió la misma cátedra en la universidad de Zaragoza. Era junio de 1882 y Leopoldo Alas se casó en agosto de ese año. En sus últimos años de Madrid escribió su primer relato breve, Pipá (1879), su primera recopilación de artículos (Solos de Clarín, 1881) y su primera obra de crítica literaria (La literatura en 1881), en colaboración con Armando Palacio Valdés. 2.3. La vuelta definitiva a Oviedo En Oviedo, "la heroica ciudad", se casó Leopoldo Alas con Onofre García Argüelles, "más dulce que salada en el mirar, rubia, pálida, delgada, de belleza rescata y escondida; una de esas bellezas que no deslumbran, pero que pueden ir entrándose alma adelante". El matrimonio tuvo tres hijos (Leopoldo, Adolfo y Elisa). El mismo año en que nació su hijo Leopoldo (1884) murió el padre de Clarín. En julio de 1883 consiguió el traslado a la universidad de Oviedo, donde desempeñó las cátedras de Derecho Romano y de Derecho Natural. Y en Oviedo vivió ya siempre Clarín, con breves estancias en Madrid, hasta su muerte, a causa de una tuberculosis intestinal, cuando tenía 49 años. En Oviedo alterna su trabajo de profesor con sus escritos, a los que dedica la mayor parte de su tiempo libre. Es entonces cuando se empieza a valorar seriamente sus obras. En 1885, entre enero y junio, publicó los dos volúmenes de su primera novela, La Regenta, que había comenzado a escribir sólo un año antes. En 1887 fue elegido concejal del ayuntamiento de Oviedo, por el Partido Republicano de Castelar. En esta función política llevó a acabo el proyecto de construir un teatro en la ciudad, inaugurado en 1892. En él leyó unas cuartillas a la muerte de su amigo Campoamor, en 1901, y en su recuerdo le puso el nombre que aún tiene. Pocas fueron ya las salidas que nuestro autor hizo de Oviedo. En 1888 su salud estaba ya muy debilitada. Pero sus artículos periodísticos, que con frecuencia daban lugar a polémicas, le mantenían en continuo contacto con la vida política y literaria. El 20 de marzo de 1895 estrenó en el Teatro Español su "ensayo dramático" (así lo llamaba) Teresa, que conoció un estrepitoso fracaso. Es muy probable que a ello contribuyera la hostilidad que Clarín había despertado en los medios literarios por sus artículos, y que ahora se le volvían en contra; es posible también que la sencillez dramática y escénica de la propia obra (un solo acto, tres personajes en escena, sin cambio de decorado), que una visión superficial permitía clasificar como un no profundo drama social, confundiera a críticos y espectadores. Y Teresa, como La Regenta, como muchos de los relatos breves de Clarín es, sobre todo un relato psicológico, un análisis de los sentimientos y de la lucha entre deber y querer: un drama ético, en definitiva. "Clarín" murió en Oviedo el 13 de junio de 1901. 4 3. Análisis de la obra 3.1. Temas de la obra 3.1.1. Temas principales Son muchos los temas que aparecen en la novela. Sin embargo, varios críticos han hecho una selección y se han quedado con el del adulterio burgués y con la pugna entre el poder secular y poder religioso. a) Tema del adulterio burgués La importancia erróneamente concedida al tema del adulterio permitió a críticos de escasa imaginación hablar de copia relacionándolo con la experiencia adúltera de Emma Bovary, protagonista de Madame Bovary. Pero si examinamos la totalidad de la novela veremos, de inmediato, que el tema del adulterio es predominante en ella junto a otros motivos característicos del "Eros" burgués. Además de Madame Bovary (por sólo citar grandes novelas representativas), tenemos a Tolstoy con Anna Karenina y La sonata a Kreutzer donde se utiliza dicho material, y también de Eça de Queiroz con El primo Basilio. Se puede considerar que esto se debe a una situación de hecho forzada por las pautas de conducta sexual características de la burguesía, cuya rotura estamos asistiendo en estos últimos decenios. Frente a la gran libertad de hábitos en la vida erótica privada característicos de la sociedad europea durante el siglo XVIII, la burguesía estableció, al modificar la ética social, dos graves sacralidades: la del matrimonio y la de la propiedad privada. No resulta prever el inevitable e inmediato conflicto: si el hombre es libre para manejar el resto de sus pasiones (los románticos dieron buena prueba de ello); si es libre para acudir a la contienda política o ideológicas, lo es también para regimentar su vida erótica. En última instancia, todo adulterio del siglo XIX narrado literariamente es la exposición de esta lucha entre la libertad de amar y la opresión impuesta por el sacramento: una sacralidad proveniente del derecho de propiedad llevado al matrimonio y una intervención ecl! ! esiástica al denunciar su pecado. Esto explica la obsesión con que la literatura trata tema tan repetido y, en apariencia, agotado. Hoy día, cuando la novela tiene ante sí campos muy amplios, nos damos cuenta de la 5 estrechez temática de una novelística que gira casi toda ella en torno al sexo y, principalmente, en torno al conflicto entre los impulsos para satisfacer el amor individual y el deber de respetar poderosos convencionalismos sociales. Así, pues, el adulterio no es el tema central sino uno más de los asuntos importantes de la novela. b) Poder secular−poder clerical Otra tema, tan importante como el anterior, es la lucha entre el poder secular y el poder clerical en una ciudad de provincia; una lucha española del siglo XIX que se concreta tras "el disfraz" del amor. En torno a la posesión de Ana Ozores se mueven los deseos de dos hombres, pero también de dos instituciones: la civil, laica, librepensadora −aunque empobrecida− de una provincia española y la institución clesiástica. Don Álvaro Mesía, el donjuanesco vestustense, es un personaje bastante vil, como lo son sus aspiraciones políticas y mundanas, y un protector escondido del radicalismo provinciano. Este personaje es el ideal de un cierto tipo de poder secular y. Su adversario, Fermín de Pas, es menos grotesco y está ennoblecido por el peso de la tradición; vive un oscuro drama de ambición insatisfecha y se mueve de forma insensible sobre la ciudad y las conciencias. Desde el principio de la novela observamos la antipatía y el recelo con que ambos se tratan, aunque existe una forzosa convivencia. También vemos que desde la conquista de Ana Ozores de Quintanar, excepcional en el rudo medio provinciano, será una prueba de poderío. Y observamos, asimismo, que supuestamente toda la ciudad entra en el juego. 3.1.2. Temas secundarios Otros temas importantes son el amor, a través de las relaciones de Ana con Víctor, Don Fermín o Don Álvaro; el poder de la Iglesia, con una curiosa visión que nos ofrece "Clarín" (véase el apartado de la religión); los celos, sobre todo cuando Víctor se entera de la infidelidad de su mujer; la seducción, personificada en la figura de Don Álvaro; el poder de la sociedad de Vetusta, que oprime en muchas ocasiones a los protagonistas; la situación de la mujer, como se observa en el personaje de Ana; y la mediocridad social, aspecto que se ve en muchas ocasiones en la novela. 3.2. Estructura Desde que Emilio Alarcos Llorach estableció la estructura en sus Notas a la Regenta (1952) la división en dos partes se impuso sin discusión. El ensayo es espléndido y determinó un cambio sustancial en la actividad crítica. Alarcos dividió la obra en "dos partes, de igual extensión aproximadamente, una que llamaríamos representativa (caps. 1 a 15) y otra propiamente activa (caps. 16 a 30)". Hay críticos que han pensado que quizás ha llegado la hora de revisar este esquema y "lo absoluto de la división". En el primer volumen no se limita Alas a presentar los personajes; expone a la vez los ambientes y las primeras fases de la acción, profundizando en los movimientos interiores de los protagonistas de manera activa. Poco importa si el lector visualiza la acción de estos capítulos como parte de la línea horizontal en que progresa el argumento, pues en dirección contraria, hacia atrás y no hacia delante, acción hay, y muy de tener en cuenta: capítulos 4 y 5, infancia y juventud ! ! de Ana, los que tratan sobre el pasado de Paula, su hijo y Camoirán; capítulo 12, historia de los Carraspique. Si la estructura es de otro tipo, podrá aclararse la cuestión pendiente sin dificultades. En opinión de otros críticos, la estructura externa recuerda los eslabones de una cadena. El eslabón inicial es el de la Torre de la Catedral y el final del primer volumen es la acusación de don Santos Barinaga contra el Magistral. Esta escena no cierra nada; muy al contrario, es el punto de partida de un episodio clave. 6 Si Alas hubiera continuado con la andadura del comienzo, quince capítulos más no bastarían para decir lo que dijo y para incluir lo que incluyó. Por eso atendió a la estructura interna, concentrando y condensando, sin que ese cambio afectara a lo esencial de la novela ni a la organización de la trama. Una decisión del editor, contra el deseo del autor, dividió la obra en dos volúmenes. Hay que tener presente el dato y leer, en el primero, los signos indicadores de lo que sucederá más adelante, los orígenes de ciertos hechos, las actuaciones concurrentes y los sucesos soprendentes, como la curiosa relación Petra−Don Víctor, y los informes sobre la afición del ex regente del teatro, significativa en cuanto a las técnicas de anticipación e inversión que el autor utiliza. Mejor será, en todo caso, no entender el sustantivo "presentación" en sentido restrictivo; la extensión y la profundidad de algunas (las de los protagonistas, por ejemplo) son típicas entradas que nos ofrecen información sumamente orientativa. Además, la estructura encadenada facilita la asimilación de la materia: pasa el lector de lo conocido a lo desconocido sin esfuerzo, incluso con excesiva pasividad, puesto que en lo leído hay insinuaciones de lo que va a suceder. "Clarín" estableció una continuidad narrativa entre los eslabones de la estructura, relacionando figuras y situándolas en el espacio y el tiempo. De hecho, los personajes son vistos como parte de grupos sociales −casineros, cabilderos, mesócratas de vario pergeño...− y otros familiares. Desde el principio se advierte la cuidadosa atención prestada al detalle, manera de conquista adecuada a la lentitud del ritmo, y por más que para algunos pasará inadvertido, como hace tiempo pasó, en éste y en otros puntos, la conexión con Tolstoi (con el prodigioso observador de la minucia reveladora que fue Tolstoi) y con Stendhal es obvia. No se sabe si las evidentes relaciones con Flaubert distrajeron a la crítica de otras obras, y hasta puede ser que en el caso de Madame Bovary la fijación en lo temático impidiera un mayor desarrollo. Cuando se recurre a la expresión "centro de conciencia" se debe tener presente, como es lógico, la intensidad de la ficción, sin olvidar el hecho de estar refiriéndose a un narrador de intenciones abarcadoras, interesadas en la invención de una realidad total, más allá de los filósofos agonistas que de modo tan irresistible −el texto lo prueba− le seducían. La atracción que Ana ejerce sobre él explica por sí misma: en ella encuentra algo o mucho de lo suyo, algo de su propia vida, alterada según las circunstancias indican; la del Magistral es menos clara, es decir, es más turbia, demoníaca y no angélica. En don Fermín se encarna "el adversario "ideal", una construcción perfecta, enemigo no del todo despreciable porque en algún escondido rincón de su alma yace una pasión que justifica sus acciones. Junta a estas figuras, el novelista quiso situar otras, puesto que, si no se incluía algún individuo más, la noval quedaría incompleta. Los personajes secundarios están observados con igual cuidado que los protagonistas; su existencia (textual) no es menos sólida, pues los rige un principio idéntico: el realismo. Dividirlos en redondeados y planos, según la clasificación de E.M. Forster, sería un error de apreciación estética. Guimarán y Frígilis resultan tan completos como los protagonistas. La diversidad de espacios, el enfoque sucesivo de personajes en grupos, el examen individualizado de las conciencias y la estructura en eslabones condujeron a un tipo de novela fragmentada, que si inicialmente produce la impresión de que distintas acciones reclamarán el interés del lector, pronto se producirá la unidad de propósito y de finalidad. El encadenamiento de las presentaciones y de las acciones sirve para regular el desarrollo de la estructura, según la modalidad anticipatoria propia de la técnina utilizada. Hay alusiones curiosas que el texto irá haciendo significativas a medida que dé de sí (en el primer capítulo leemos que el Magistral deja la torre "cansado de mirar o no pudiendo ver lo que buscaba", línea aclarada cuando se conoce la relación del mirón con Ana Ozores) que indicarán, aunque de forma imprecisas, sorprendentes giros de la historia. Un recurso que tiende a estimular al lector, contra la fragmentación y los súbitos cambios del discurso es el relato cortado 7 por el diálogo, en lugar del resumen o la narración de la escena, etc. Si el narrador se acoge momentáneamente al silencio y deja a los personajes frente al lector, es para que éste vea, oiga y juzgue sin su meditación. Dramatizar para excitar; retirarse para dar la impresión de "como si", sin dictar desde el margen, ni sugerir siquiera un! ! a valoración de hechos y personajes. La sucesión de eslabones, no coincidentes con los capítulos aunque sigan el mismo orden, distribuye la novela en secuencias narrativas regidas por el principio de continuidad, sin saltos que quebranten un orden lógico de la estructura. No se pedirá al lector la actividad de reconstrucción y reordenación de los hechos que se suceden, pero sí que decida sobre el significado de ciertos episodios en que el autor optó por la presentación sin el comentario. Las partes no solamente aparecen unificadas por su incorporación a la cadena: desde el principio hasta el fin los hilvanan y aglutinan hilos narrativos que confluyen en el que al final los aúna. Podemos representar gráficamente la estructura recurriendo a figuras como las aquí descritas. Primero los eslabones y a continuación los hilos narrativos, no separados de aquellos sino atravesando la cadena de arriba abajo. Estos hilos confluyen en el grueso hilo central, único operante en las páginas últimas. Si los eslabones y la cadena constituyen la estructura más fácil de advertir, por su menor visibilidad los hilos narrativos integran una estructura intermedia entre la de la superficie y la profunda. A la primera y la intermedia se incorpora la de fondo, triangular como en algunas de las novelas más importantes del siglo XIX: Madame Bovary, Ana Karenina y Fortunata y Jacinta. En La Regenta el triángulo estructural ofrece la singularidad de que sus ángulos son cuatro, hecho bastante curioso. ¿Cómo explicar la extraña forma del triángulo?. La figura lo deja ver: Mujer Marido (s) Amante Si tuviéramos que colorear cada una de las líneas lo haríamos de la siguiente manera: Roja, la línea que conecta a la mujer con el amante; similar, pero de tintes desvaídos la que va de éste a aquélla; recia y de rojo intenso la que va del "marido" (X1) a la mujer y azul y más débil la que de la mujer va al "marido"; indecisas y ambiguas las que unen a la mujer y al amante con el marido (X2); negro turbio la de X2 hacia X1, negro intenso el trozo entre "marido (X1) y amante. Rojo, color de la pasión; azul, el de la espiritualidad; negro, el del odio. Se puede notar ahora la razón de que dos equis figuren en el esquema, dando lugar a una duplicación no cabida en la ley, pero que en la novela es sentida muy a lo trágico por el protagonista, con resultados que muestran su capacidad para vivir lo que cree y hacérselo vivir a los demás. Esto lo prueba el desenlace en que X2, el marido oficial, actúa como instrumento de X1, el "marido" (Magistral) que se atribuye este título por creerse con mejor derecho que quien oficia −al exterior y no más− como esposo. 8 Según adelanta La Regenta va creciendo el amor de don Fermín, una pasión sin nombre, pero auténtica e intensa en su especificidad. De director espiritual a hermano del alma, después abandonado por un penitente, amargo en la soledad se inventa marido ofendido. Las "noticias vagas" que de Ana le transmite Petra le atormentan y son punto de arranque de la transformación que acontecerá cuando descubra el adulterio de su amada. Incluso llega a pensar que él es la víctima del juego. Al enterarse de las visitas nocturnas de Mesía, piensa así: "Su mujer, la Regenta, que era su mujer, su legítima mujer, no ante Dios, no ante los hombres, ante ellos dos, ante él sobre todo, ante su amor (...) hermana del alma, su mujer, su esposa, su humilde esposa... le había deshonrado..." Deshonrado, perdido el honor, burlado "como a un marido idiota, carnal y grosero", como al ciego don Víctor. Don Fermín quiere ejecutar sus derechos de marido; la ofensa exige venganza, yen su situación de disimulo, Petra servirá como instrumento de revancha y el otro marido, el nominal, hará real el castigo. Su derecho será claro (para él); su estado le impone cautela. La venganza viene dictada por la furia demoníaca de quien se considera vencido por un sujeto al que podría triturar sin esfuerzo. 3.3. Personajes 3.3.1. Protagonistas a) Ana Ozores de Quintanar Para ver bien cómo es el personaje de Ana Ozores es necesaria distinguir entre dos aspectos: función y carácter. Fijada esta distinción podremos observar la relación entre ambos, si es que existe. Su función es clara y puede sintetizarse en una sola palabra: oscilación, movimiento pendular de lo uno a lo otro, de la espiritualidad a la carnalidad, de la serenidad a la histeria. El péndulo se mueve a veces con relativa moderación, mientras que en otras alcanza puntos tan distantes que la catástrofe se pres 9