Cambio climático: ¿el suelo puede cambiar las cosas?

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¿el suelo puede cambiar las cosas?
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Informe de la conferencia
Cambio climático:
¿el suelo puede cambiar las cosas?
Bruselas, martes 12 de junio de 2008
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Índice
Prefacio
Sr. Stavros Dimas and Sr. Luc Gnacadja
pág. 7
Documento de síntesis
pág. 9
Programa de la conferencia
pág.12
Discurso introductorio a cargo del presidente
Sr. Luc Gnacadja
pág.14
Discurso de apertura
Sr. Stavros Dimas
pág.16
Resumen de las presentaciones
pág.20
Resumen de las contribuciones de los miembros del panel
pág.25
Observaciones finales
Sr. Jos Delbeke
pág.29
5
6
Prefacio
La Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión
Europea celebró una conferencia de alto nivel el día 12 de
junio en Bruselas con el fin de tratar la relación entre el suelo
como depósito de carbono orgánico y el cambio climático.
El presente informe es un resumen de las presentaciones y
debates que tuvieron lugar en la conferencia.
El suelo es un elemento ambiental al que normalmente no
se presta demasiada atención a pesar de su importancia
para los ecosistemas y la economía. Los alimentos que
comemos, la ropa que vestimos y el agua que bebemos
dependen de la capacidad del suelo para realizar sus
funciones vitales. No obstante, cuando el suelo se degrada,
esta capacidad resulta gravemente dañada. Además,
cuando la degradación alcanza niveles graves, puede
desembocar en desertificación, un fenómeno que no sólo
afecta a zonas áridas, sino que también están sufriendo
algunos países europeos y que previsiblemente se
acentuará debido al cambio climático. Además de cumplir
funciones de producción de biomasa y fibra, reciclado de
nutrientes y filtración de aguas, banco de genes y archivo
de nuestro patrimonio geológico y arqueológico, el suelo
es fundamental para el ciclo planetario del carbono. El
objetivo de la conferencia fue precisamente subrayar esta
función.
El suelo es el segundo reservorio de materia orgánica
en importancia en el planeta después de los océanos.
De hecho, sólo en la Unión Europea (UE) hay más de 70
000 millones de toneladas de carbono orgánico en el
suelo. La emisión a la atmósfera de una pequeña fracción
de esta cantidad anularía de un plumazo todos los
esfuerzos realizados en Europa para reducir las emisiones
antropogénicas de gases de efecto invernadero en otros
sectores. Desgraciadamente, y tal y como podrá inferir el
lector de algunas de las presentaciones de esta conferencia,
esto no es una mera posibilidad teórica.
Existen diversos factores que contribuyen a la pérdida
del carbono de los suelos. Uno de ellos son los cambios
a largo plazo en las prácticas de cultivo, que se producen
fundamentalmente por la evolución de las circunstancias
económicas. Más o menos en el último siglo, en Europa
(y en general en el mundo industrializado), el ser humano
ha mecanizado y racionalizado muchos de los sistemas
de cultivo: ha especializado la producción y simplificado
la gestión. La mayoría de estos cambios han aportado
beneficios socioeconómicos, pero se ha perdido de
vista lo que les está ocurriendo a los suelos. Las prácticas
agrícolas, en su mayoría desvinculadas del mantenimiento
del suelo, han influido decisivamente en el aumento de
la productividad. Ahora, según todos los indicios, se está
produciendo una reducción lenta y gradual de la materia
orgánica del suelo; un deterioro cuyos efectos, aunque
aún no son muy apreciables sobre el terreno, sí son muy
importantes en términos de emisiones de carbono si se
consideran en conjunto. Y la atmósfera, por supuesto,
no hace distinciones en cuanto al origen del dióxido de
carbono cuando se trata del cambio climático.
No obstante, los cambios en las prácticas agrícolas son sólo
una parte del problema. También influyen las modificaciones
en los patrones de precipitación y el aumento de las
temperaturas medias causados por el cambio climático. El
incremento de la temperatura del planeta acelera la pérdida
de carbono de los suelos y, con ello, eleva la concentración
de dióxido de carbono en la atmósfera. Por su parte, los
cambios en las pautas de precipitación van a intensificar
la erosión de los suelos más vulnerables, que en muchos
casos presentan ya de por sí un escaso contenido de
materia orgánica. De esta manera, la calidad del suelo va
a seguir deteriorándose por la acción del cambio climático
y, con ello, también continuará aumentando el riesgo de
desertificación y degradación de la tierra, fenómenos que
ya afectan a los Estados miembros del sur de la Unión
Europea y que, previsiblemente, va a continuar su avance
hacia el norte.
¿Estamos condenados a ver cómo continúa la degradación
de los suelos y aumenta la pérdida de materia orgánica de
los suelos por los efectos del cambio climático?
El mensaje de los eminentes científicos que participaron
en la conferencia es muy claro. Es más urgente que nunca
promover políticas y prácticas que sirvan para mantener, y
cuando sea posible incrementar, el contenido de materia
orgánica del suelo. Esta tarea debería empezar por la
protección de las turberas, dada la inmensa cantidad de
carbono que contienen, por no mencionar su importante
función en cuanto a filtración de aguas y su rica biodiversidad.
El segundo problema en el que deberíamos centrar nuestras
miras son las prácticas agrícolas inadecuadas y sus causas,
teniendo en cuenta que cuanto más carbono orgánico se
logre retener o añadir al suelo, menos dióxido de carbono
tendremos en la atmósfera. De hecho, según los cálculos
de uno de los ponentes de la conferencia, los ecosistemas
terrestres presentan una capacidad total de absorción de
carbono equivalente a unas 50 partes por millón de dióxido
de carbono atmosférico, sobre una concentración actual de
unas 380 partes por millón.
7
Aunque la capacidad del suelo como sumidero de carbono
es limitada tanto en términos de cantidad como de
tiempo, ofrece grandes ventajas: puede utilizarse de forma
inmediata (no es necesario crear ni ensayar tecnologías
nuevas); se conoce bien (se trata simplemente de explotar
un proceso natural); y no es caro (en la mayoría de los casos
tan sólo sería necesario un cambio en las prácticas que se
autofinanciaría a medio plazo). El verdadero reto está en
conseguir que los usuarios de la tierra y los políticos tomen
conciencia de la importancia que tiene la gestión de la
materia orgánica del suelo y de su potencial para evitar
la desertificación y contribuir a la mitigación del cambio
climático, y que introduzcan este factor en sus actividades
diarias y en la elaboración de políticas, respectivamente.
Las declaraciones realizadas en la conferencia por el
Presidente del Consejo de Medio Ambiente, la Ministra
de Medio Ambiente de Islandia, el Secretario de Estado
de Medio Ambiente de Portugal, el Vicepresidente de la
Comisión Temporal sobre Cambio Climático del Parlamento
Europeo y el ponente de la estrategia temática del suelo del
Comité Económico y Social Europeo demuestran que todos
ellos son conscientes de la importancia de aplicar políticas
sólidas para proteger de suelo en general, y para mantener
los niveles de materia orgánica en particular. De hecho,
muchos creen que la propuesta de la Comisión Europea
de una Directiva marco sobre el suelo sería una gran
herramienta para garantizar que el suelo siga cumpliendo
sus funciones y pueda contribuir a mitigar el cambio
climático y a facilitarnos la adaptación, y exhortan a que se
adopte lo antes posible en la legislación comunitaria.
La Comisión Europea y la Convención de las Naciones
Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) están
convencidas de que, si no se hace nada para proteger
la materia orgánica del suelo en Europa y en el resto del
mundo, el ser humano no va a seguir disfrutando de suelos
productivos durante mucho más tiempo, no va a ser capaz
de enfrentarse a sequías prolongadas ni a los periodos cada
vez más frecuentes de lluvias intensas, y no va a poder
detener la degradación de las tierras y la desertificación.
Estamos convencidos de que las presentaciones y debates
que tuvieron lugar en la conferencia, y que se resumen en
este informe, aportan una información de gran utilidad para
los responsables políticos y las personas implicadas en la
gestión del suelo.
Stavros DIMAS
Luc GNACADJA
Comisario de Medio Ambiente
Comisión Europea
Bruselas
Secretario Ejecutivo
Convención de las Naciones Unidas
de Lucha contra la Desertificación
Bonn
8
Documento de síntesis
La conferencia titulada «Cambio climático: ¿el suelo puede cambiar las cosas?» se celebró en Bruselas el 12 de junio de
2008. La Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea la organizó con el objetivo de hacer hincapié en la
relación entre el suelo y el cambio climático y, por ende, en la dimensión transfronteriza de los fenómenos de degradación
de suelo tales como la erosión, la pérdida de materia orgánica del suelo y la desertificación.
Aproximadamente 300 personas asistieron a la conferencia. El público lo formaban personas muy diversas, desde
responsables políticos, funcionarios de las administraciones nacionales y regionales, investigadores o miembros de grupos
de presión hasta funcionarios de la Comisión Europea. Entre los principales asistentes se contaron el Presidente del Consejo
de Medio Ambiente, la ministra de Medio Ambiente de Islandia, el Secretario de Estado de Medio Ambiente de Portugal, el
Vicepresidente de la Comisión Temporal sobre el Cambio Climático del Parlamento Europeo y el ponente de la estrategia
temática del suelo del Comité Económico y Social Europeo.
Presidió la conferencia el Sr. Luc Gnacadja (Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de lucha contra
la desertificación), el cual recordó al público que un nivel muy bajo de materia orgánica del suelo constituye uno de los
factores clave que contribuyen a la desertificación y que los efectos de ésta son devastadores para las vidas de muchas de
las personas más pobres del mundo.
El Sr. Stavros Dimas (Comisario de Medio Ambiente, Comisión Europea) abrió la conferencia y señaló que la materia orgánica
del suelo contribuye de manera importante a la fertilidad de éste, siendo de hecho como un elixir de vida, especialmente
de la vida vegetal, algo de lo que se hicieron eco muchos otros ponentes durante la jornada. Igual importancia reviste el
hecho de que sea la segunda mayor reserva de carbono del planeta después de los océanos. Solo en la UE hay más de 70
000 millones toneladas de carbono orgánico en nuestros suelos. Se trata de una cantidad enorme si recordamos que la
UE emite aproximadamente 2 000 millones toneladas de carbono al año. Continuó afirmando la necesidad de proteger
y mejorar esta reserva de carbono. El Consejo tiene que hacer avanzar la propuesta de Directiva marco del suelo, pues la
Unión Europea no puede permitirse perder el tiempo y dejar que desaparezca cada vez más materia orgánica del suelo.
Según el Sr. Dimas, es un problema con una dimensión europea, si no mundial, que exige una solución europea.
Pese a sus nacionalidades y experiencias diversas y a sus convicciones e intereses científicos variados, la idea general
que comunicaron en la conferencia los principales científicos invitados fue bastante unánime: el suelo forma parte del
problema del cambio climático, pero puede (y debe) también formar parte de su solución. Hasta qué punto el suelo emite
gases de efecto invernadero y hasta qué punto los procesos que provocan estas emisiones podrían reducirse exigirá
mayores esfuerzos para comprenderse y cuantificarse mejor. Sin embargo, la idea general estuvo clara: la adopción de
prácticas de gestión del suelo más rigurosas, manteniendo y, en lo posible, aumentando el carbono presente en el suelo,
puede contribuir a compensar las emisiones de los combustibles fósiles (según el profesor Lal, la capacidad potencial de
absorción de carbono de los ecosistemas terrestres compensaría el equivalente de unas 50 partes por millón de dióxido
de carbono atmosférico, que asciende actualmente en la región a 380 partes por millón).
Si bien recordó al público que la reserva de carbono del suelo era limitada en capacidad y que no era necesariamente
permanente, el profesor Smith adujo un sólido argumento en favor de utilizar el suelo como sumidero desde ahora mismo,
porque las emisiones o las emisiones reducidas a lo largo de los próximos 10 a 20 años determinarán la magnitud de
aumento de temperatura (de +2º a + 6° C o más) que experimentará el mundo para 2100. Señaló que todos los sectores
de las actividades humanas (incluidos UTCUTS [uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y silvicultura] y agricultura)
tienen que contribuir, y de ahí la importancia de unas prácticas rigurosas de gestión del suelo para mantener o aumentar
la materia orgánica del mismo.
El Dr. Liski y el Dr. Freibauer subrayaron la importancia de las turberas naturales como reservas de carbono y como posibles
fuentes de metano y óxido nitroso, por no mencionar su papel en la filtración del agua y su rica biodiversidad. En su
opinión, la protección de las turberas y su recuperación cuando ya estén drenadas constituye la medida más urgente que
hay que tomar para reducir las enormes emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los suelos de turba.
9
Abundando en esta idea, el Dr. Arrouays señaló que preservar las reservas existentes de carbono podría ser más importante
que intentar crear otras nuevas.
Se observó durante los debates que urge medir cuánta materia orgánica están perdiendo los suelos europeos y dónde.
Aunque sin una seguridad total, se sabe que los suelos están perdiendo carbono y (hasta cierto punto) resulta posible
calcular la cuantía de esta pérdida. Sin embargo, la Unión Europea dista de la situación del Reino Unido, donde existe desde
hace décadas un sistema de supervisión del suelo, según la presentación de la Sra. Bellamy. La determinación y la medición
de las pérdidas de materia orgánica del suelo son requisitos fundamentales para una ejecución eficaz de las medidas de
protección del suelo.
El debate del grupo de expertos, moderado por el Sr. Grant Lawrence (antiguo Director en la Dirección General de Medio
Ambiente de la Comisión Europea), se abrió con una declaración de la Sra. Nathalie Kosciusko-Morizet (Secretaria de
Estado de Ecología de Francia), grabada el 4 de junio de 2008, en la que manifestaba su opinión de que el suelo debería
considerarse una categoría contable obligatoria para los países industrializados en cualquier acuerdo posterior al de Kioto
y que la PAC (Política Agrícola Común) debería tratar en mayor medida los aspectos del cambio climático y facilitar que
los agricultores tuvieran plenamente en cuenta las consideraciones relacionadas con el cambio climático. Añadió también
que la propuesta de Directiva marco del suelo formará parte del programa de la Presidencia francesa, ya que la Directiva
contribuiría al almacenamiento de carbono en el suelo.
El Sr. Janez Podobnik (ministro de Medio Ambiente y de Ordenación del Territorio de Eslovenia y Presidente del Consejo
de Medio Ambiente) se preguntó si las medidas comunitarias dirigidas a reducir el impacto del cambio climático no
debían incluir también el monitoreo permanente de áreas de referencia y medidas para una gestión rigurosa del suelo en
un esfuerzo por preservar y aumentar la capacidad del suelo de absorber dióxido de carbono. También reiteró el apoyo
de Eslovenia a la Directiva marco del suelo y se mostró de acuerdo con la Sra. Kosciusko-Morizet sobre la necesidad de
reanudar las negociaciones interrumpidas.
La Sra. Þórunn Sveinbjarnardóttir (ministra de Medio Ambiente de Islandia) subrayó las relaciones entre la Convención
de las Naciones Unidas de lucha contra la desertificación, la Convención Marco sobre el Cambio Climático, el Convenio
sobre la Diversidad Biológica y la seguridad alimentaria, especialmente en los países menos desarrollados. Una idea
común de todos estos convenios es la importancia de los suelos y de los servicios ecosistémicos. El carbono en el suelo
es el ingrediente fundamental de la fertilidad del suelo y es un aspecto crucial del papel de los suelos en los servicios
ecosistémicos, tales como la retención de agua.
El Sr. Humberto Rosa (Secretario de Estado de Medio Ambiente de Portugal) hizo un alegato apasionado en favor de la
protección de suelo, la importancia de la materia orgánica del suelo y la necesidad de adoptar la Directiva marco del suelo
cuanto antes, porque hace falta legislación europea en este ámbito.
El Sr. Vittorio Prodi (Vicepresidente de la Comisión Temporal sobre el Cambio Climático del Parlamento Europeo) se hizo
eco de las opiniones del Sr. Rosa y aseguró al público que haría personalmente todo lo posible para facilitar una conclusión
positiva de esta propuesta de legislación.
El Sr. Staffan Nilsson (Comité Económico y Social Europeo) recordó el dictamen adoptado por su institución en favor de
una legislación europea sobre la protección del suelo, pese a las intensas presiones ejercidas por las organizaciones de
agricultores. Mencionó la importancia de las enmiendas orgánicas y de los lodos de depuradora para mantener unos
niveles suficientes de materia orgánica del suelo. Instó a la Comisión a revisar la Directiva sobre los lodos de depuradora,
porque estos lodos solo deben utilizarse si se reducen sus niveles de contaminantes (metales pesados y compuestos
orgánicos).
En su conclusión, el Sr. Jos Delbeke, Director General adjunto de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión
Europea, resumió las ideas fundamentales desprendidas de las intervenciones y debates:
•
10
El suelo es parte tanto del problema como de la solución del cambio climático. Es indispensable apoyar las
prácticas de utilización del suelo que ayuden a mantener y, en lo posible, aumentar la materia orgánica del
suelo.
•
La degradación del suelo tiene repercusiones transfronterizas, por lo que resulta necesaria una legislación
europea común que aborde este fenómeno y, en especial, descubra donde se están produciendo pérdidas de
materia orgánica del suelo y mida esas pérdidas.
•
Está claro que la Unión Europea (y el mundo) tienen que adaptarse al cambio climático y que el suelo
desempeña un papel crucial para garantizar la producción de alimentos y servicios frente a una condiciones
climáticas negativas.
Cerró la conferencia el Sr. Luc Gnacadja, quien indicó la importancia de proseguir el debate sobre la relación entre el cambio
climático, la pérdida de materia orgánica del suelo y la desertificación al efecto de invertir unas tendencias insostenibles.
Encontrará las presentaciones completas en http://ec.europa.eu/environment/soil/conf_en.htm
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Programa de la conferencia
8.00 Apertura del mostrador de inscripción
9.00 Discurso de bienvenida
Sr. Michael Hamell, Jefe de unidad, DG Medio Ambiente, Comisión Europea
9.05 Discurso introductorio a cargo del Presidenter
Sr. Luc Gnacadja, Secretario Ejecutivo, Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, Bonn (Alemania)
Discurso de apertura
9.15 ¿Por qué es tan importante la materia orgánica del suelo?
Sr. Stavros Dimas, Comisario de Medio Ambiente, Comisión Europa
Primera sesión
Suelo: la mayor reserva terrestre de carbono
9.30
Efectos previstos del cambio climático en Europa
Profesor Jean-Pascal van Ypersele, Vicepresidente del Grupo de trabajo II “Cambio climático: impactos, adaptaciones y vulnerabilidad” del IPCC, profesor del Institut d’Astronomie et de Géophysique ‘Georges Lemaître’, Université catholique de Louvain, Lovaina la Nueva (Bélgica)
10.00 La función de la materia orgánica del suelo en el ciclo global del carbono
Professor Rattan Lal, Ohio University, Carbon Management and Sequestration Center, Columbus, Ohio, (Estados Unidos)
10.30 Preguntas y respuestas
11.00 Pausa
Segunda sesión
La evolución de las reservas de carbono del suelo
11.30 ¿Está perdiendo el Reino Unido sus reservas de carbono del suelo debido al cambio climático?
Sra. Pat H. Bellamy, National Soil Resources Institute, Universidad de Cranfield (Reino Unido)
11.45 Emisiones de turberas
Dr. Jari Liski, Instituto Medioambiental de Finlandia (SYKE), Programa de investigación sobre el cambio climático, Helsinki (Finlandia)
12.00 Relación entre los cambios en la materia orgánica del suelo, el uso de las tierras y las prácticas agrícolas
Dr. Dominique Arrouays, Directeur Unité Infosol, INRA, Orléans (Francia)
12.15 Emisiones debidas a los cambios en la utilización del suelo en Brasil
Profesor Carlos C. Cerri, CENA-USP, Laboratório de Biogeoquímica Ambiental, Piracicaba (Brasil)
12.30 Preguntas y respuestas
12
13.00 Pausa para el almuerzo
Tercera sesión
¿Cómo garantizar que el suelo sea parte de la solución al cambio climático?
14.30 El papel de las prácticas agrícolas en la conservación o aumento de la materia orgánica del suelo
Profesor Peter Smith, Autor principal de la Guía de buenas prácticas 2006 del IPCC, catedrático de suelos y cambio climático, Universidad de Aberdeen (Reino Unido)
15.00
Evaluación del potencial de las medidas seleccionadas para reducir las emisiones de carbono y capturar carbono en los suelos europeos
Dra. Annette Freibauer, Coordinadora del Proyecto Integrado CarboEurope de la UE, Instituto Max Planck de Biogeoquímica, Jena (Alemania)
15.30 Preguntas y respuestas
16.00 Pausa
Cuarta sesión
16.30 Debate sobre las implicaciones políticas
Moderador:
Sr. Grant Lawrence, antiguo Director de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea (Bruselas)
Participantes:
- Sr. Janez Podobnik, Ministro de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Eslovenia
- Sra. Þórunn Sveinbjarnardóttir, Ministra de Medio Ambiente de Islandia
- Sr. Humberto Rosa, Secretario de Estado de Medio Ambiente (Portugal)
- Sr. Vittorio Prodi, ponente de la estrategia temática del suelo y Vicepresidente de la Comisión Temporal sobre Cambio Climático del Parlamento Europeo (Bruselas)
- Sr. Staffan Nilsson, ponente de la estrategia temática del suelo del Comité Económico y Social Europeo (Bruselas)
Observaciones finales
18.00 Sr. Jos Delbeke, Director General Adjunto, DG Medio Ambiente, Comisión Europea
18.10 Observaciones finales a cargo del Presidente
Sr. Luc Gnacadja, Secretario Ejecutivo, Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, Bonn (Alemania)
18.15 Fin de la conferencia
18.15- Recepción
19.45
13
Discurso introductorio a cargo del Presidente
Sr. Luc Gnacadja,
Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación
Señoras y señores ministros,
Señor Comisario de Medio Ambiente de la Comisión Europea,
Señoras y señores expertos e investigadores,
Distinguidos participantes,
Antes de nada, deseo felicitar a la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea por esta loable iniciativa,
y quisiera dar las gracias al Sr. Dimas, Comisario europeo de Medio Ambiente, por invitarme a presidirla. Confío en que esta
conferencia hará una importante contribución a la dinámica necesaria para generar un verdadero cambio de paradigma
en el enfoque actual de la lucha contra el cambio climático que amenaza nuestra propia existencia.
Ese cambio de paradigma es una necesidad, una exigencia y una urgencia.
¡Piensen en ello! En las quince últimas décadas, la humanidad ha creado una máquina infernal capaz de degradar al mismo
tiempo el suelo y la atmósfera que, a su vez, se degradan entre sí. Y, para romper ese círculo vicioso, hasta el momento sólo
nos hemos ocupado de la atmósfera. ¡Ese es un enfoque insuficiente e incluso un callejón sin salida!
Necesitamos alcanzar con urgencia objetivos más ambiciosos de reducción de nuestras emisiones de gases de efecto
invernadero.
En este empeño debe participar todo el mundo, incluso aquellos que no han causado el problema; un problema que, por
otro lado, amenaza con afectarles los primeros. Me refiero por supuesto a la población de los países en desarrollo.
En consecuencia, estamos obligados a utilizar todo el potencial de la humanidad, así como el de la naturaleza, para afrontar
los desafíos del cambio climático.
¿Puede el suelo cambiar las cosas?
Para estar a la altura de este reto, necesitamos resolver multitud de problemas simultáneamente. En primer lugar, debemos
reducir el lastre de la pobreza, sobre todo en las zonas rurales. Asimismo, es necesario identificar y aplicar medidas efectivas
para mitigar el cambio climático y adaptarnos a él, y encontrar formas de rebajar las emisiones de dióxido de carbono a la
atmósfera. Así mismo, debe garantizarse un suministro de alimentos adecuado y asequible.
En este contexto, la importancia de mejorar la ordenación del territorio y la gestión del suelo resulta cada vez más patente.
Tal y como nos explicarán diversos expertos a lo largo de la conferencia, el carbono se almacena en el suelo en forma de
materia orgánica vegetal. Por ello, el suelo contiene más carbono del que hay en la vegetación y en la atmósfera juntas, lo
cual tiene unas implicaciones decisivas para el cambio climático.
A lo largo de la conferencia también oiremos hablar de diversos métodos para potenciar el almacenamiento de carbono en
el suelo al mismo tiempo que se mejoran las propiedades del suelo. Aunque estos métodos están ampliamente aceptados
entre la comunidad científica, todavía deben aplicarse a gran escala, generando así grandes oportunidades para aumentar
el almacenamiento de carbono.
Existe una fuerte relación entre el suelo y el cambio climático, que debería tenerse más en cuenta en los procesos de
elaboración de políticas.
Dar un papel más relevante al suelo en las mesas de negociación sobre el cambio climático no sólo servirá para enriquecer
los debates conceptuales sobre los medios de almacenamiento de carbono; también contribuiría a fomentar el interés e
implicación de los países en desarrollo en los programas de adaptación y mitigación, ya que para muchos de ellos el suelo
es su bien más importante y su principal activo para el desarrollo.
14
Incorporar el uso agrícola de la tierra en los mecanismos de puesta en práctica de las obligaciones sobre el cambio
climático contribuiría a redefinir el concepto y el contenido de la cooperación internacional para el desarrollo. El sistema
actual, basado en las prioridades y mecanismos nacionales, se complementaría con acuerdos de colaboración entre los
agentes del sector privado, lo cual beneficiaría, entre otros, a las zonas rurales de los países en desarrollo. Las repercusiones
de esta mayor amplitud de miras podrían ser enormes: desde las implicaciones políticas al aumento en el volumen de
las transacciones financieras y tecnológicas relacionadas con la agricultura, pasando por la mejora de los medios de
subsistencia de las poblaciones más vulnerables.
No obstante, todavía hay muchas cosas preguntas por responder para conocer mejor la relación entre el suelo y el cambio
climático, y en especial hay que avanzar en las metodologías de monitoreo.
Distinguidos participantes,
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) es el único acuerdo multilateral sobre el
medio ambiente (AMUMA) que se ocupa de la degradación de las tierras y del suelo. Es una de las llamadas “convenciones
de Río” y, por tanto, hermana de las convenciones sobre el cambio climático y la biodiversidad.
La CNULD recibió un impulso importante el pasado mes de septiembre en Madrid, cuando las Partes de la Convención
aprobaron el marco y plan estratégico decenal para potenciar la puesta en práctica de la Convención (2008-2018). El
objetivo de esta nueva estrategia es que se utilicen métodos prácticos y efectivos que permitan una gestión sostenible el
suelo basada en un enfoque sistémico.
Los principales objetivos estratégicos son los siguientes:
• incrementar los medios de subsistencia de las poblaciones afectadas;
• incrementar la productividad de las poblaciones afectadas;
• en tercer lugar, mi favorita: generar beneficios globales;
• y por último, movilizar los recursos necesarios para poner en marcha la Convención mediante el establecimiento de asociaciones efectivas entre agentes nacionales e internacionales.
En la decisión por la que se aprobó esta estrategia, también se exigían reformas sistémicas y administrativas para adoptar
una gestión basada en resultados (GBR) en los procesos de la CNULD. Estas reformas implican, entre otras:
• en cuanto al CCT (Comité de Ciencia y Tecnología), la adopción de unas bases de referencia y unos indicadores
consensuados y aceptados internacionalmente para controlar los procesos de desertificación, degradación de
la tierra y sequías;
• en cuanto al CRAC (Comité de Revisión de la Aplicación de la Convención), la adopción de una directrices
nuevas y normalizadas para la elaboración de informes dirigidas todas las partes y agentes implicados de la
Convención.
Espero que los resultados de esta conferencia sean una ayuda valiosa para las reformas que hay en marcha y contribuyan
a incrementar las sinergias en la aplicación de las convenciones de Río.
Deseo que esta conferencia resulte sumamente fructífera para todos.
Muchas gracias.
15
Discurso de apertura
Sr. Stavros Dimas,
Comisario de Medio Ambiente de la Comisión Europea
Sr. Presidente,
damas y caballeros,
Me complace darles la bienvenida hoy a Bruselas, a esta conferencia en la que trataremos la relación entre el suelo y el
cambio climático. El gran número de participantes, más de 400 personas procedentes de todos los Estados miembros y de
fuera de la Unión Europea, incluidas personalidades del más alto nivel, es ya una prueba fehaciente del enorme interés que
suscita este tema. Esta gran afluencia de público refleja que cada vez somos más conscientes de la importancia que tiene
la protección y el mantenimiento del suelo para el cambio climático.
No obstante, antes de continuar, quiero dar las gracias a Luc Gnacadja, Secretario Ejecutivo de la Convención de las
Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, por actuar como presidente de la conferencia. Seguramente, el señor
Gnacadja nos recordará a lo largo de la conferencia que el bajo contenido de materia orgánica del suelo es una de las
causas primordiales que llevan a la desertificación, y nos recordará las consecuencias que este fenómeno tiene para los
más pobres.
Ahora bien, según eso, ¿por qué deberíamos estar tan preocupados en Europa por la relación entre el suelo y el cambio
climático?
La clave es la “materia orgánica del suelo”. Como bien saben, la materia orgánica del suelo es un recurso extremadamente
valioso que lleva a cabo funciones esenciales para el medio ambiente y la economía. Su valor y su capacidad radican en
que es en sí mismo todo un ecosistema a escala microscópica.
La materia orgánica es un elemento determinante para la fertilidad del suelo. Podríamos decir que es el elixir de la vida,
sobre todo de la vida vegetal, ya que fija los nutrientes al suelo y, con ello, garantiza que las plantas puedan utilizarlos.
Es el lugar donde viven los organismos del suelo, desde las bacterias a los gusanos e insectos, los cuales, a su vez,
descomponen los residuos vegetales y los convierten en los nutrientes de los que se alimentan las plantas. Además, la
materia orgánica mantiene la estructura del suelo, con lo cual favorece la infiltración de agua, disminuye la evaporación,
incrementa la capacidad de retención de agua y evita la compactación del suelo. Por otro lado, la materia orgánica acelera
la descomposición de los contaminantes y puede fijarlos a sus partículas, con lo que se reduce el riesgo de escorrentías.
Pero eso no es todo. Tampoco podemos olvidar que la materia orgánica del suelo es la segunda reserva de carbono más
grande del planeta por detrás de los océanos. De hecho, sólo en los suelos de la Unión Europea (UE) hay más de 70 000
millones de toneladas de carbono orgánico. Para hacernos una idea de la enormidad de esta cifra basta recordar que
los Estados miembros de la Unión Europa emiten en conjunto unas 2000 millones de toneladas de carbono al año. Si se
emitiera a la atmósfera una fracción mínima de ese carbono orgánico, de nada servirían todos los esfuerzos realizados en
Europa para reducir las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero en otros sectores. Desgraciadamente,
esto no es tan sólo una posibilidad teórica: algunos de los científicos que hablarán hoy aquí van a presentarnos datos que
demuestran que en los últimos años ya se han emitido a la atmósfera grandes cantidades de carbono procedentes de los
suelos.
Ante esto, cabe preguntarse qué está provocando esta pérdida de materia orgánica del suelo. En la conferencia de hoy se
darán sin duda algunas respuestas, aunque hay que tener en cuenta que los factores que contribuyen a estas pérdidas de
carbono son muchos y muy variados.
Una de las causas podrían ser los cambios a largo plazo en las prácticas de gestión del suelo que han tenido lugar,
impulsados fundamentalmente por la evolución de las circunstancias económicas. Por ejemplo, en los últimos cien años el
ser humano ha racionalizado y mecanizado totalmente gran parte de los sistemas de cultivo, especializando la producción
y simplificando el mantenimiento de los suelos. La mayoría de estos cambios han aportado beneficios socioeconómicos,
pero se ha perdido de vista lo que les está ocurriendo a los suelos. Las estrategias de gestión del suelo, en su mayoría
16
desvinculadas del mantenimiento del suelo, han influido decisivamente en el aumento de la productividad. Ahora, según
todos los indicios, se está produciendo una reducción lenta y gradual de la materia orgánica del suelo, un deterioro que,
aunque es casi insignificante cuando se analiza tierra por tierra, en conjunto sí es muy importante en cuanto a emisiones
de carbono. Y la atmósfera, por supuesto, no hace distinciones en cuanto al origen del dióxido de carbono cuando se trata
del cambio climático.
Así las cosas, lo primero que debemos hacer es examinar si realmente la materia orgánica del suelo está disminuyendo
en nuestros territorios y de ser así dónde exactamente. A continuación, debemos establecer y poner en práctica sistemas
para corregir la situación. El objetivo de estos sistemas será mantener la materia orgánica, e incrementarla en la medida
en que sea posible, de modo que el suelo retenga más carbono y contribuya a la lucha contra el calentamiento mundial.
En todo caso, los cambios en la gestión del suelo son sólo una parte del problema. También influyen las modificaciones en
los patrones de precipitación y el aumento de las temperaturas medias causados por el cambio climático. El incremento
de la temperatura del planeta acelera la pérdida de carbono de los suelos y, con ello, eleva la concentración de dióxido
de carbono en la atmósfera. Por su parte, los cambios en las pautas de precipitación van a intensificar la erosión de los
suelos más vulnerables, que en muchos casos presentan ya de por sí un escaso contenido de materia orgánica. De esta
manera, la calidad de suelo va a seguir deteriorándose por los efectos del cambio climático y, con ello, también continuará
aumentando el riesgo de desertificación, fenómeno que ya afecta a los Estados miembros del sur de la Unión Europea y
que, previsiblemente, va a continuar avanzando hacia el norte.
Es más urgente que nunca promover políticas y prácticas que sirvan para mantener, y cuando sea posible incrementar, el
contenido de materia orgánica del suelo. Si lo logramos, y tenemos que hacerlo inmediatamente, tendremos a nuestra
disposición una herramienta extraordinaria para capturar carbono y, en general, para cumplir los objetivos que nos hemos
marcado en la lucha contra el cambio climático. Cuanto más carbono orgánico retengan o capturen los suelos, menos
dióxido de carbono tendremos en la atmósfera.
Esto no sólo ayudará a mitigar el calentamiento global; también contribuirá a rebajar los riesgos de desertificación y, con
ello, a mantener la producción agrícola y a seguir produciendo alimentos suficientes para una población que no deja
de crecer. En este contexto, la actual crisis alimentaria mundial cobra especial relevancia. Recientemente, la Comisión
presentó una Comunicación sobre esta cuestión, en la que se identificaban distintas causas del problema. Entre ellas
estaba el aumento de la demanda de materias primas y el descenso en el suministro, debido en gran medida a la caída
de la producción agrícola que han sufrido diversas zonas del mundo por motivos meteorológicos. Todas las previsiones
sobre la evolución del clima a largo plazo indican que habrá más sequías en ciertas zonas y más precipitaciones, incluso
demasiadas, en otras. Queda claro que es muy probable que en las próximas décadas vuelvan a aparecer problemas de
suministro asociados a fenómenos meteorológicos. La protección y la correcta gestión del suelo a largo plazo pueden
ayudarnos a superar estas dificultades. La materia orgánica del suelo puede absorber hasta veinte veces su peso en agua.
Gracias a esta capacidad, podría ayudarnos a contrarrestar en parte los efectos del aumento de la intensidad de las lluvias
y de la frecuencia y gravedad de las sequías.
Por todo ello, preservar e incrementar hasta el máximo posible el contenido de materia orgánica del suelo puede ser una
potente herramienta para mitigar el cambio climático, garantizar el suministro de alimentos y combatir la desertificación.
Además, los esfuerzos que realicemos aquí no sólo van a servir para mejorar la situación en Europa, sino que contribuirán
a resolver estos problemas en el resto del mundo.
Damas y caballeros,
Las acciones humanas emprendidas sin conocimiento de sus consecuencias a largo plazo se encuentran claramente en
el origen del cambio climático. Afortunadamente, el ser humano también tiene en su mano el poder para enmendarse
y combatir el cambio climático. En cuanto al problema de la materia orgánica del suelo, nuestros conocimientos van
aumentando y cada vez sabemos más sobre qué medidas correctoras pueden utilizarse para fomentar una agricultura
sostenible, proteger la naturaleza y mitigar el cambio climático.
Por ejemplo, las últimas reformas de la Política Agrícola Común han dado pasos en esta dirección.
17
Asimismo, y en parte por la misma razón, la Comisión ha presentado una innovadora propuesta de legislación para el
suelo. Por primera vez en la historia de la Unión Europea, se han diseñado unas normas destinadas a proteger el suelo y
las funciones vitales que desempeña, incluido su papel como reserva de carbono. El Parlamento Europeo, consciente de
la importancia de la propuesta, la ha adoptado y, de hecho, ha insistido en la necesidad de proteger los suelos frente a
los efectos negativos del cambio climático. Ahora le toca seguir avanzando al Consejo, porque que no podemos perder
tiempo y dejar que más y más materia orgánica se siga esfumando (literalmente) hacia la atmósfera. El problema de la
materia orgánica, aunque no se limita al territorio europeo, necesita una solución desde Europa.
Por otro lado, en otoño se presentará un Libro Blanco sobre la adaptación al cambio climático. El Libro resaltará la
importancia de reforzar la capacidad de recuperación del suelo frente al cambio climático y cómo un suelo saludable, rico
en materia orgánica, ayudará a la sociedad y a la economía a adaptarse a los efectos del cambio climático. Les aseguro
que la Comisión tendrá en cuenta los resultados de esta conferencia a la hora de analizar la relación entre las políticas en
materia de suelo y la mitigación y adaptación al cambio climático. Les exhorto a que hagan lo mismo en sus respectivos
países y regiones.
Empecé dando las gracias al señor Gnacadja por actuar como presidente. Asimismo, deseo agradecer su presencia a todos
los ponentes de alto nivel que hoy están aquí, algunos de los cuales han viajado desde lugares tan lejanos como Brasil o
Estados Unidos para presentar los resultados de sus estudios. Creo firmemente que las políticas siempre deben basarse en
conocimientos científicos sólidos. Precisamente, la conferencia de hoy es una oportunidad de oro para escuchar la voz de
la comunidad científica.
Por último, deseo expresar mi más sincero agradecimiento a los Miembros del Parlamento Europeo y del Comité Económico
y Social Europeo, al Presidente del Consejo de Medio Ambiente, al Secretario de Estado de Portugal y a la Ministra de Medio
Ambiente de Islandia por aceptar mi invitación a participar en la mesa redonda que cerrará la conferencia. Estoy seguro
de que nos ayudarán a hacer balance de todos los debates que tengan lugar hoy y nos darán su valiosa opinión sobre las
perspectivas políticas.
Damas y caballeros,
Espero que esta conferencia sirva para que un público más amplio se dé cuenta de que la acción de la UE en materia
de protección del suelo y mitigación del cambio climático tiene una base científica. Espero asimismo que marque un
verdadero hito en la difícil tarea de concienciar sobre el papel del suelo en el ecosistema mundial y de la necesidad de
realizar mayores esfuerzos para garantizar y proteger esta función.
Espero que sea para todos un día muy provechoso y constructivo. Gracias por su atención.
18
Resumen de las presentaciones 1
Efectos previstos del cambio climático en Europa
Profesor Jean-Pascal van Ypersele, Vicepresidente del Grupo de trabajo II “Cambio climático: impactos, adaptaciones y
vulnerabilidad” del IPCC, profesor del Institut d’Astronomie et de Géophysique ‘Georges Lemaître’, Université catholique de Louvain,
Lovaina la Nueva (Bélgica)
El profesor van Ypersele inició su presentación con una descripción de la estructura y funciones del Grupo Intergubernamental
sobre Cambio Climático (IPCC). Recordemos que el Grupo cuenta con un gran prestigio, derivado de la rigurosa base científica que
respalda todas sus operaciones, y que todos sus informes están firmados por científicos de talla mundial, asignados a los distintos
trabajos según su historial de publicaciones.
De acuerdo con el Cuarto Informe de Evaluación del IPCC (4IE)2, existen pruebas irrefutables de que la temperatura media de
la Tierra ha aumentado y de que este cambio en el clima se debe, casi con toda seguridad, a la actividad llevada a cabo desde
la Revolución Industrial por el ser humano. Como consecuencia de ello, los últimos 50 años han sido probablemente los más
calurosos en 1300 años. Si no se toman medidas para frenar este fenómeno, en 2100 la temperatura de la Tierra podría haber
aumentado entre 1,1 y 6,4 °C (incluso más) con respecto a 1900; el nivel del mar podría subir entre 0,18 y 0,59 m. Las regiones
más afectadas por el cambio serán el Ártico, el África Subsahariana, pequeñas islas y grandes deltas. Los pobres, los niños y los
ancianos serán los segmentos de la población que más sufran con el cambio climático.
En lo que respecta a Europa, por primera vez el 4IE aporta pruebas de las enormes repercusiones que probablemente sufrirá el
viejo continente, desde el retroceso de los glaciares a la ampliación del periodo de actividad de las plantas, la disminución de la
variedad de especies, olas de calor y otros fenómenos. Además, de acuerdo con las previsiones, los riesgos relacionados con el
clima van a aumentar: más inundaciones en la época invernal en las zonas costeras, inundaciones repentinas en toda Europa,
aumento de los temporales marinos y, por tanto, de los riesgos asociados para unos 2,5 millones de europeos adicionales cada
año entre los millones de habitantes que viven en las zonas costeras. Además, toda apunta a que la biodiversidad de Europa se
va a ver gravemente afectada por el cambio climático; una gran proporción de la flora pasará a considerarse especie vulnerable
o en peligro de extinción, o incluso llegará a extinguirse a finales del siglo (se calcula que el 60% de la flora alpina estará en
peligro) debido directamente a este fenómeno y también a que las opciones de adaptación resultan muy limitadas para muchos
organismos y ecosistemas. Otro problema que se agravará en toda Europa Central y Meridional es la tensión hídrica, que afectará
cada vez más a las poblaciones asentadas en cuencas fluviales con problemas de escasez de agua. La tensión hídrica supondrá
una gran presión para muchos sectores económicos. Por ejemplo, en Europa Meridional aumentará la demanda de agua del
sector agrícola; en algunas regiones la época de demanda punta de electricidad pasará de los meses de invierno a los de verano
y la falta de nieve dificultará la práctica del esquí en distintas zonas montañosas.
Una parte significativa de todos estos fenómenos podría evitarse, no obstante, si el aumento de la temperatura de la Tierra con
respecto a la época preindustrial consiguiera mantenerse por debajo de 2 °C. Para lograrlo, de acuerdo con el IPCC, sería necesario
que en 2050 las emisiones mundiales de CO2 se hayan reducido entre un 50% y un 85%, y más aún en los países industrializados,
con respecto a los niveles de 2000.
El profesor van Ypersele concluyó su presentación señalando que, si se aplican las medidas de mitigación oportunas, podrán
evitarse determinados efectos, pero que, en cualquier caso, será necesario adaptarse a ciertos cambios que no ya no pueden
impedirse.
La función de la materia orgánica del suelo en el ciclo global del carbono
Profesor Rattan Lal, Ohio University, Carbon Management and Sequestration Center, Columbus, Ohio (Estados Unidos) El profesor
Lal inició su presentación recordando a la audiencia algunos hechos y cifras sobre nuestra “civilización del carbono”. La
demanda mundial de energía ha aumentado de 220 EJ3 en 1970 a 428 EJ en 2001 y, según los cálculos, será de 660 EJ en
2025. Por otro lado, el precio del petróleo se ha incrementado de 25 dólares el barril en 2001 a 135 dólares en 2008. Este
aumento de la demanda de energía y de los precios del petróleo ha repercutido en dos fenómenos: por un lado, los niveles
atmosféricos de dióxido de carbono, que han pasado de 280 partes por millón (ppm) en la época preindustrial a 385 ppm
en 2008; por otro, en la inseguridad alimentaria mundial, que afecta a unos 1000 millones de personas en todo el mundo
y va en aumento.
1) Encontrará las presentaciones completas en http://ec.europa.eu/environment/soil/conf_es.htm
2) http://www.ipcc.ch/ipccreports/ar4-syr.htm.
3) EJ (exajulios) = 1018 J.
19
El almacenamiento de carbono en los suelos y en los ecosistemas terrestres puede contribuir a mitigar el cambio climático,
además de ayudar a reforzar la seguridad alimentaria gracias al aumento del rendimiento agrícola y la eficiencia de los
insumos. Mediante la puesta en marcha de una serie de prácticas agrícolas adecuadas —por ejemplo, siembra sin labranza
junto con cubrición del suelo y cultivos de cobertura, técnicas de gestión integrada de los nutrientes para crear una buena
planificación de nutrientes, uso de carbón vegetal, rotaciones complejas de cultivos, recolección de agua y reciclado
mediante riego por goteo y por surcos—, sería posible capturar en el suelo entre 200 y 1000 kg de carbono por hectárea
y año, con un potencial total de 1000 millones de toneladas en Europa Occidental. La capacidad total de absorción de
carbono de los ecosistemas terrestres podría reducir la concentración de dióxido de carbono atmosférico en unas 50 ppm.
Retirar los restos de los cultivos para producir biocombustibles provocará un deterioro de la calidad de los suelos y dará
lugar a un gran déficit de carbono. De este modo, en lugar de fomentar el uso de los restos de cultivos, debería fomentarse la
conversión de tierras degradadas y tierras marginales en plantaciones de cultivos energéticos (pasto varilla, caña chinesca,
chopos, sauces). El cultivo de algas y de cianobacterias en biorreactores son otras alternativas posibles para la producción
de biomasa destinada a la fabricación de biocarburantes.
La recuperación de suelos degradados y desertificados mediante el almacenamiento de carbono también es esencial
para incrementar la calidad del suelo e impulsar la producción agrícola, especialmente en el África Subsahariana y Asia
Meridional. Si la reserva de carbono orgánico del suelo se incrementara en 1000 toneladas de carbono por hectárea y año,
la producción agrícola en el África Subsahariana podría incrementarse entre 3,3 y 5,4 millones de toneladas anuales en
cereales alimentarios y entre 3,0 y 6,2 millones de toneladas anuales en raíces y tubérculos.
No obstante, los agricultores pobres y pequeños propietarios (< 2 ha) de estas zonas no pueden permitirse comprar los
insumos necesarios dados sus precios, ni pueden estar seguros de su efectividad. Una forma de generar el flujo de ingresos
necesarios para facilitar la adopción de estas prácticas recomendadas es pagar a los agricultores de estas zonas por sus
servicios al ecosistema (almacenamiento de carbono, mejora de la calidad del agua, protección de la biodiversidad). El
mercado del carbono podría alcanzar el billón de dólares en 2020 y, dentro de él, debe fomentarse el pago por los servicios
a los ecosistemas que nos prestan los agricultores del África Subsahariana y el Asia Meridional. El profesor Lal destacó que,
desde su punto de vista, ésta es una opción beneficiosa para todos.
¿Está perdiendo el Reino Unido sus reservas de carbono del suelo debido al cambio climático?
Sra. Pat H. Bellamy, National Soil Resources Institute, Universidad de Cranfield (Reino Unido)
La Sra. Pat Bellamy inició la presentación describiendo del contexto de su investigación. Los suelos almacenan el doble de
carbono que el conjunto de la vegetación o la atmósfera y, por tanto, cualquier cambio en la reserva de carbono del suelo
tendrá enormes repercusiones en el balance mundial de carbono. La cuestión de si el cambio climático se está viendo
amplificado por el aumento de las emisiones de dióxido de carbono procedentes los suelos debidas al incremento de la
temperatura, es todavía objeto de debate. Además, las evidencias del mecanismo de retroalimentación propuesto sólo
proceden hasta la fecha de experimentos de laboratorio y de campo a pequeña escala y estudios de modelización.
A continuación, la Sra. Bellamy pasó a presentar los resultados de sus investigaciones. En primer lugar, destacó que, tal
y como muestran los datos del Inventario Nacional Edafológico de Inglaterra y Gales recopilados entre 1978 y 2003, en
el periodo de estudio los suelos de estas dos zonas han venido perdiendo carbono a un ritmo de un 0,6% anual (en
relación con el contenido de carbono existente). Si se tiene en cuenta el conjunto del Reino Unido, se estima que los
suelos británicos pierden unos 13 millones de toneladas de carbono cada año. A modo de comparación, las emisiones de
carbono del sector industrial del Reino Unido no se han rebajado en más de 13 millones de toneladas desde 1990. Se ha
comprobado que el porcentaje relativo de pérdida de carbono es más alto cuanto mayor es el contenido en carbono del
suelo, siendo superior al 2% anual en suelos con un contenido en carbono superior a 100 g/kg. Por otro lado, la relación
entre el porcentaje de pérdida de carbono y el contenido en carbono no depende del uso de la tierra, lo que lleva a
vincular esta pérdida con el cambio climático. Estos resultados indican que las pérdidas de carbono edáfico en Inglaterra
y Gales (y por extrapolación en otras regiones templadas) están contrarrestando la absorción de carbono realizada por los
sumideros terrestres.
Para investigar las posibles causas de estas pérdidas de carbono del suelo, se ha recurrido a modelos sencillos de balance
de carbono, con los que se han evaluado las distintas explicaciones de esta evolución. Así, se ha visto que ni los cambios en
20
la descomposición debidos a los efectos del cambio climático sobre la temperatura y la humedad del suelo ni los cambios
en la absorción de carbono por la vegetación explican por sí solos la evolución acontecida. Al analizar otras causas, todos
los resultados apuntan a un papel dominante en el pasado de los cambios en el uso y formas de gestión de la tierra. De
hecho, estas otras variaciones predominan sobre el cambio climático.
La Sra. Bellamy concluyó la exposición señalando que en estos momentos se están elaborando modelos más sofisticados
de la evolución del carbono para reflejar toda la variedad de suelos de Inglaterra y Gales. Según señaló, estos modelos
se están validando con los datos del Inventario Nacional Edafológico y permitirán calcular con mayor precisión cómo
contribuye el cambio climático las variaciones en el carbono del suelo reflejado por los datos del Inventario Nacional
Edafológico.
Emisiones de turberas
Dr. Jari Liski, Instituto Medioambiental de Finlandia (SYKE), Programa de investigación sobre el cambio climático, Helsinki
(Finlandia)
El doctor Jari Liski presentó en primer lugar algunas cifras sobre la función de las turberas desde la perspectiva del clima. Se
calcula que las turberas contienen entre un 15% y un 30% de todo el carbono del suelo (entre 250 000 y 460 000 millones
de toneladas sobre una reserva total de 2,3 billones de toneladas), lo que equivale a entre un 30 y un 60% del carbono
presente en la atmósfera (760 000 toneladas) en forma de dióxido de carbono. Desde el punto de vista de las emisiones,
las turberas son responsables de entre un 20 y un 40% de las emisiones mundiales de metano (70-90% de emisiones
naturales) y, en general, de una emisión modesta de óxidos nitrosos (excepto las turberas ricas en nutrientes). Dada esta
gran reserva de carbono que representan las turberas, la hipotética pérdida de un 1% equivaldría a entre un 30 y un 60%
de las emisiones anuales procedentes de los combustibles fósiles. Aproximadamente la mitad de las turberas europeas se
mantienen en estado natural, pero el resto ha sido transformado para fines agrícolas (50%), forestales (30%) o extractivos
(10%), o ha sido urbanizado (10%).
En la UE a 25, se calcula que las turberas emiten 21 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono, cifra que
corresponde a entre un 1 y un 2% de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero en Europa. Aunque las
turberas son emisores netos, las emisiones dependen del tipo de turbera y del uso en cada Estado miembro. Por norma
general, en el caso de las turberas arbustivas (pobres en nutrientes) el nivel más bajo de emisiones se registra cuando se
utilizan con fines forestales o cuando han sido recuperadas, mientras que el nivel más alto de emisiones corresponde a
aquellas que han sido abandonadas tras la cosecha y a las que han sido transformadas para uso como pastizales y tierras de
cultivo. En cuanto a las turberas gramíneas (ricas en nutrientes), el nivel más bajo de emisiones corresponde a las turberas
recuperadas o utilizadas con fines forestales y el nivel más alto, a la utilizadas como pastizales o tierras de cultivo.
El doctor Liski concluyó la exposición señalando que, a pesar de estas emisiones, las turberas naturales deberían protegerse
y mantenerse, a fin de evitar la emisión de grandes cantidades de carbono a la atmósfera. Además, según destacó, debe
tenerse en cuenta que la transformación de las turberas naturales para otros usos del suelo tiene efectos a largo plazo
cuyas consecuencias deben valorarse a lo largo de un periodo de tiempo adecuado (y largo).
Relación entre los cambios en la materia orgánica del suelo, el uso de las tierras y las prácticas agrícolas
Dr. Dominique Arrouays, Directeur Unité Infosol, INRA, Orléans (Francia)
El doctor Dominique Arrouays se centró en las cuatro formas de gestionar el carbono: fijación del carbono en las plantas
por medio de la fotosíntesis, uso de este carbono por la vegetación, generación del lecho vegetal cuando las plantas
mueren y, por último, la reserva de carbono del suelo.
En Francia, se ha calculado que la reserva de carbono del suelo, en la capa superficial (0-30 cm), asciende a 3100 millones
de toneladas, aunque varía en función de la cobertura del suelo y puede ir desde 30 toneladas de carbono por hectárea en
los viñedos y huertos a más de 90 toneladas por hectárea en los pastizales de montaña y turberas.
En cuanto a los cambios en la cobertura del suelo, el doctor Dominique Arrouays destacó que la reserva de carbono
aumenta con la conversión de tierras de cultivo en pastizales y bosques, pero que, con la conversión contraria, el carbono
del suelo se pierde al doble de velocidad de lo que se acumula con la reforestación. Entre otros factores que influyen
en las reservas de carbono del suelo destacó los siguientes: agricultura sin labranza o con labranza reducida, cobertura
21
permanente del suelo, prados temporales frente a prados permanentes y variaciones potenciales en el suelo y el clima.
Asimismo, señaló que ciertas propiedades inherentes del suelo, como el contenido en arcilla, son factores de control
importantes para la estabilización del carbono.
A modo de resumen, el doctor Dominique Arrouays señaló que, aunque las reservas de carbono del suelo pueden
gestionarse, conservar las reservas existentes es más importante que crear nuevas reservas, ya que tanto el espacio como
la sostenibilidad a largo plazo de ciertas prácticas de acumulación de carbono en el suelo son limitados. Además, el uso de
la capacidad del suelo como sumidero de carbono no es más que una opción limitada de mitigación del cambio climático.
Emisiones debidas a los cambios en el uso del suelo en Brasil
Profesor Carlos C. Cerri, CENA-USP, Laboratório de Biogeoquímica Ambiental, Piracicaba (Brasil)
El profesor Carlos Cerri presentó los datos que se han enviado a la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático (CMNUCC) en relación con las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil, e hizo especial
hincapié en el papel del suelo. Los suelos de Brasil constituyen una importante reserva de carbono: en concreto, hay unos
36 000 millones de toneladas de carbono en la capa superficial (0-30 cm), lo que equivale a aproximadamente un 5% de la
reserva mundial de carbono del suelo.
Tal y como muestran los datos de 1994, el uso del suelo, los cambios en el uso del suelo y la silvicultura representaron el
75% de las emisiones de dióxido de carbono (en torno al 68% debido a la deforestación y el 7% a las pérdidas de carbono
del suelo), el 14% de las emisiones de metano y un 2% de las emisiones de óxido nitroso. Estas cifras marcan claramente
la diferencia entre Brasil y los países industrializados, ya que tan sólo el 25% de las emisiones de dióxido de carbono se
debieron a la combustión de carburantes fósiles, cifra que en el resto del mundo se sitúa en el 78%. Se calcula que en
el periodo comprendido entre 1975 y 1995 el promedio anual de emisiones de dióxido de carbono procedentes de los
suelos se situaba en 46,4 millones de toneladas (equivalentes a 12,6 millones de toneladas de carbono).
El profesor Cerri cree que, mediante una serie de cambios en las prácticas agrícolas (agricultura sin labraza, abandono de
las quemas en las cosechas y mejor gestión de las tierras degradadas), puede que los suelos brasileños se hayan convertido
ya en un sumidero neto.
El papel de las prácticas agrícolas en la conservación o aumento de la materia orgánica del suelo
Profesor Peter Smith, Autor principal de la Guía de buenas prácticas 2006 del IPCC, catedrático de suelos y cambio climático,
Universidad de Aberdeen (Reino Unido)
El profesor Smith presentó una serie de datos sobre el ciclo mundial del carbono4 y, a continuación, insistió en que los suelos
pueden aumentar la cantidad de carbono orgánico que contienen o perderlo, dependiendo de las prácticas agrícolas
utilizadas. El almacenamiento de carbono en los suelos puede potenciarse de dos maneras: por un lado, aumentando
los aportes (es decir, mediante el uso de enmiendas orgánicas, gestión de residuos de cosechas y aumento del aporte de
carbono de las plantas) o bien reduciendo las pérdidas (por ejemplo, mediante la rehumidificación de turberas drenadas).
Las tierras agrícolas representan entre un 40% y un 50% de la superficie terrestre. Teniendo en cuenta todos los gases y
excluidas las compensaciones conseguidas mediante la sustitución de los combustibles fósiles por biomasa, se calcula que
el potencial técnico de mitigación del sector agrícola mundial en torno al 2030 sería del orden de 5500-6000 millones de
toneladas equivalentes de dióxido de carbono anuales. En cuanto al potencial económico, sería de 1500-1600, 2500-2700
y 3100-3300 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono anuales en base a un precio de 20, 50 y 100 USD
por tonelada de equivalentes de dióxido de carbono, respectivamente.
No obstante, incluso a 100 USD por tonelada de dióxido de carbono, el potencial de almacenamiento no superará los 1000
millones de toneladas de carbono anuales. Puesto que el dióxido de carbono atmosférico se acumula a una velocidad de
3200 millones de toneladas de carbono al año, el secuestro de carbono en los suelos tan sólo podría contrarrestar un tercio
de esta subida o menos de una séptima parte de las emisiones de carbono generadas por la combustión de carburante
fósiles.
No obstante, de acuerdo con los escenarios planteados por el IPCC, el planeta se encuentra en estos momentos en un
punto crítico que determinará la trayectoria de las variaciones de temperatura hasta el año 2100. Por ello, es necesario
adoptar y explotar todas las medidas de mitigación posibles. Aunque el almacenamiento de carbono en los suelos tiene
4)http://www.global-greenhouse-warming.com/global-carbon-cycle.html.
22
una duración determinada (debido a la saturación del sumidero) y no se conoce con exactitud cómo van a responder estos
sumideros de carbono a los futuros cambios en el clima, constituye una medida de mitigación muy importante; además,
las estrategias de gestión agrícola y del carbono del suelo presentan unos costes muy competitivos en comparación con
las medidas de mitigación en otros sectores.
El profesor Smith terminó su presentación señalando que el almacenamiento de carbono mediante la mejora la gestión de
los suelos es un arma muy valiosa para la mitigación del cambio climático, pero para que tenga relevancia debe empezar
a utilizarse a la mayor brevedad.
Evaluación del potencial de las medidas seleccionadas para reducir las emisiones de carbono y capturar carbono
en los suelos europeos
Dra. Annette Freibauer, Coordinadora del Proyecto Integrado CarboEurope de la UE, Instituto Max Planck de Biogeoquímica, Jena
(Alemania)
La doctora Freibauer inició su presentación recordando que, para evaluar las distintas opciones de mitigación, es necesario
tener en cuenta el balance total de gases de efecto invernadero, ya que, si sólo se considera el dióxido de carbono,
estaremos pasando por alto la mitad de la contribución de los suelos europeos al cambio climático.
Desde un punto de vista funcional, la biosfera de Europa podría compararse con una esponja que todavía no está ni
mucho menos saturada. Mientras que por unos poros entra carbono, por otros se está escapando casi al mismo ritmo, de
modo que el contenido de la esponja apenas varía. Para llenar la esponja a una mayor velocidad, es decir, para que sea
un sumidero neto de carbono, las políticas aplicadas deberían centrarse en tres aspectos: a) garantizar que los poros que
están llenándose en estos momentos sigan haciéndolo (correcta gestión de bosques y pastizales); b) reducir las pérdidas
que escapan poros (turberas drenadas); y d) reducir la presión en los poros que ya están prácticamente saturados (técnicas
de mitigación en las tierras de cultivo).
Para mejorar el balance de carbono del suelo es necesario centrarse en cuatro estrategias. En primer lugar, deben reducirse
las emisiones de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso; esto es especialmente importante en el caso de las turberas
drenadas y las tierras agrícolas sometidas a explotación intensiva. En segundo lugar, el almacenamiento del carbono debe
ser permanente; en la actualidad, el humus estable representa tan sólo un 1% de la entrada de carbono en el suelo,
salvo que se añadan sustancias orgánicas complejas persistentes (por ejemplo, carbón vegetal). En tercer lugar, debería
mejorarse la fertilidad mediante la incorporación de más residuos orgánicos al suelo. Por último, debería garantizarse la
capacidad de recuperación del suelo mediante la mejora de la capacidad de retención de agua y el control de la erosión.
El almacenamiento de carbono —mediante la sustitución de cultivos anuales por plantas perennes o la introducción de
más enmiendas orgánicas (y de forma más efectiva)— va totalmente a contracorriente de las tendencias imperantes, es
decir, conversión de pastizales en tierras de cultivo y aumento de la demanda de biomasa y bioenergía. La plantación
de cultivos perennes destinados a la producción de biomasa y materias primas renovables podría ser una solución de
almacenamiento adicional de carbono en el suelo. No obstante, los agricultores siguen prefiriendo los cultivos anuales y
no están aprovechando esta oportunidad. Así pues, es urgente que se ofrezcan incentivos específicos para el fomento de
los cultivos perennes.
Las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes del suelo pueden reducirse. Lo más urgente es abordar el
problema de las emisiones de óxido nitroso procedentes de los suelos agrícolas y de dióxido de carbono y óxido nitroso de
las turberas drenadas. Las acciones de mitigación del cambio climático deberían centrarse en primer lugar en las regiones
y tipos de suelos más problemáticos, es decir, aquellos donde hay más emisiones y donde las reducciones pueden ser más
apreciables.
Aunque todavía hay cuestiones sin resolver y se requiere más investigación, la doctora Freibauer señaló que, desde su
punto de vista, hay tres medidas prioritarias para mejorar la capacidad de recuperación del suelo que deberían fomentarse
en Europa para mitigar el cambio climático. En primer lugar, la recuperación de las turberas desecadas, que presentan un
potencial teórico de reducción de entre 50 y 100 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono al año, es decir,
entre un 1 y un 2% de las emisiones de la UE-25. En segundo lugar, fomentar avances en el uso de los fertilizantes en las
regiones que presentan más problemas de óxido nitroso, aunque los efectos de esta medida no son cuantificables en estos
momentos. En tercer y último lugar, es necesario poner en marcha incentivos a los cultivos perennes para la producción
de biomasa y bioenergía.
23
Resumen de las contribuciones de los miembros del panel
Sra. Nathalie Kosciusko-Morizet, Secretaria de Estado de Ecología (Francia)
(contribución grabada el 4 de junio de 2008)
En su intervención grabada, la señora Kosciusko-Morizet dio las gracias al Comisario Dimas por haber organizado esta
conferencia que, según su opinión, se celebraba en un momento que no podía ser más oportuno ni más apropiado:
oportuno, porque el paquete de medidas sobre energía y cambio climático presentado por la Comisión en enero de
2008 sería una prioridad para la Presidencia francesa; y apropiado, porque sin duda el suelo debe incluirse como categoría
contable obligatoria para los países industrializados en cualquier acuerdo posterior a Kioto.
Según sus palabras, la conferencia sería un acontecimiento fundamental, ya que en ella se presentarían datos científicos
esenciales para el debate. A pesar de existir aún problemas metodológicos, es necesario tener en cuenta la contribución
de todos los gases de efecto invernadero, incluido el óxido nitroso y el metano, en relación con los suelos y las actividades
agrícolas. En este contexto, la PAC debería tener más en cuenta el cambio climático y ayudar a que los agricultores y
ganaderos lo consideren en sus actividades.
La señora Kosciusko-Morizet señaló, asimismo, que la presidencia francesa estaba esperando ya la adopción del Libro
Blanco sobre adaptación al cambio climático, que tendría lugar en noviembre de 2008, ya que iba a ser una de sus
prioridades. Por último, añadió que la propuesta de una Directiva marco sobre suelo estaría incluida en la agenda de la
presidencia francesa, ya que una directiva de este tipo serviría para impulsar el almacenamiento de carbono en los suelos.
Sr. Janez Podobnik, Ministro de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de Eslovenia
El Sr. Podobnik señaló que en Eslovenia también se estaba cobrando conciencia de la importancia de la materia orgánica
presente en el suelo. Sin embargo, debido al aumento de la temperatura media de los últimos años, a la mayor frecuencia
de las sequías y a los métodos de producción agrícola empleados, el contenido en materia orgánica en los suelos
intensamente explotados está disminuyendo.
Asimismo señaló que, para entender la compleja relación entre las actividades humanas y sus consecuencias para el medio
ambiente, es necesario disponer de datos de calidad, comparables y compatibles. Para obtener evaluaciones de buena
calidad de las tendencias, podría aplicarse un monitoreo sistemático y permanente de la materia orgánica según tipos de
suelo y tipos de uso. Además, este seguimientos debería realizarse empleando métodos comparables en toda la UE.
El Sr. Podobnik apuntó que sería bueno que en las acciones comunitarias de mitigación del cambio climático se incluyera
el monitoreo permanente de ciertas zonas de referencia y se adoptaran medidas adecuadas de gestión del suelo (para
preservar e incrementar la capacidad de almacenamiento de carbono del suelo). También se mostró a favor de ir un paso
más allá y tratar de armonizar los valores de contenido de materia orgánica en el suelo a alcanzar, siempre teniendo en
cuenta la diversidad de las condiciones naturales en la UE.
Según su opinión, para incrementar la materia orgánica del suelo es necesario garantizar la aplicación de prácticas
sostenibles por parte de todos los usuarios del suelo, sobre todo en la agricultura y la silvicultura, e impulsar una ordenación
racional del territorio, que menoscabe lo menos posible la capacidad de absorción de dióxido de carbono del suelo.
Europa ha hecho un gran esfuerzo por mejorar la calidad del aire y de las aguas superficiales y subterráneas. Ahora Europa
debe adoptar una posición similar de protección del suelo. Las acciones establecidas en la estrategia temática del suelo
y en la propuesta de una Directiva marco sobre el suelo son apropiadas y necesarias, dijo, y Eslovenia está a favor de
continuar las negociaciones hasta que se alcance un acuerdo para la adopción de esta propuesta.
El Sr. Podobnik concluyó su intervención diciendo que Europa necesita aplicar un seguimiento sistemático y armonizado
de la cantidad de materia orgánica del suelo y que es necesario promover métodos sostenibles de utilización del suelo
para acelerar la captura de dióxido de carbono.
Sra. Þórunn Sveinbjarnardóttir, Ministra de Medio Ambiente de Islandia
La Sra. Sveinbjarnardóttir inició su intervención subrayando el papel de Islandia en el desarrollo y puesta en marcha de
las convenciones de las Naciones Unidas sobre medio ambiente.
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IIslandia tiene a sus espaldas un amplio historial de problemas de desertificación y degradación de la tierra y es el primer
país que puso en marcha acciones organizadas para combatir estos fenómenos y restaurar los recursos naturales. En estos
momentos, el 40% de la superficie de Islandia es desértica y una gran proporción de la superficie restante se encuentra
gravemente degradada. Tan sólo un 1,2% del territorio está cubierto por bosques. En definitiva, Islandia es un país con
uno de los entornos naturales más degradados del mundo. No obstante, también es verdad que en los últimos diez años
se han hecho grandes logros en cuanto a detención de la desertificación y restauración de la fertilidad y los servicios
ecosistémicos. De hecho, en 2007 Islandia celebró el primer centenario del inicio de este tipo de actividades con varios
actos locales e internacionales.
La ministra también resaltó la relación entre la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación
(CNULD), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el Convenio sobre
la Diversidad Biológica (CDB) y la seguridad alimentaria, sobre todo en los países menos desarrollados. De hecho, un
elemento común a todas las convenciones ha sido precisamente la importancia de los suelos y los servicios ecosistémicos.
El carbono es un ingrediente fundamental para la fertilidad de los suelos así como para los servicios que nos prestan los
ecosistemas, por ejemplo, la retención del agua. Además, es necesario tener en cuenta que hay más carbono almacenado
en los suelos que en la vegetación y la atmósfera juntas: los suelos contienen el 82% del carbono terrestre activo. De
hecho, una proporción sustancial de los gases de efecto invernadero que se emiten actualmente a la atmósfera procede
de compuestos de carbono y nitrógeno de los suelos, emitidos debido a una sobreexplotación de los recursos. Los efectos
del cambio climático podrían acelerar la liberación de carbono por parte de los suelos, sobre todo en el Ártico.
Sin embargo, la Sra. Sveinbjarnardóttir insistió en que una parte significativa de estos gases de efecto invernadero presentes
en la atmósfera pueden volver a los suelos y ecosistemas; además, este retorno favorecerá la fertilidad y la diversidad
biológica, y por ende, impulsará la producción de alimentos. La fijación de carbono en la masa forestal como forma de
mitigación del cambio climático ha recibido una atención desproporcionada en comparación con ese mismo servicio
prestado por los suelos, más aún si tenemos en cuenta los posibles beneficios que ofrecería el secuestro de carbono y la
seguridad alimentaria con la recuperación de tierras degradadas. Ese sesgo, por llamarlo de algún modo, resultaba evidente
en el Protocolo de Kioto y ha sido el imperante en muchos grupos científicos dedicados a estudiar el almacenamiento de
carbono y en numerosas decisiones y negociaciones internacionales. Los bosques son importantes y, por tanto, también lo
era salvarlos y fomentar su servicio de almacenamiento de carbono mediante la plantación de nuevas masas forestales. No
obstante, es urgente mirar y entender un contexto más amplio, que incluye el suelo y la relación entre retorno de carbono
de la atmósfera al suelo, aumento de la biodiversidad, incremento de la producción de alimentos y buen funcionamiento
de los ecosistemas de la Tierra. Islandia está utilizando la rehabilitación de tierras, y en concreto de suelos, para equilibrar
las emisiones de gases de efecto invernadero de conformidad con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático.
Para concluir, la Sra. Sveinbjarnardóttir subrayó la necesidad de reforzar las sinergias entre las convenciones internacionales
con el fin de proteger el medio ambiente mundial, recuperar los ecosistemas degradados, utilizar de forma sostenible los
recursos de la Tierra y garantizar el abastecimiento de alimentos para el ser humano.
Sr. Humberto Rosa, Secretario de Estado de Medio Ambiente (Portugal)
El Sr. Rosa inició su intervención subrayando que el suelo puede ser fundamental para mitigar el cambio climático, evitar
la desertización y promover la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas. La protección del suelo está estrechamente
vinculada a todas estas cuestiones.
Desde el punto de vista de la protección jurídica y las acciones políticas, el suelo ha sido un recurso natural desdeñado.
Sin embargo, es una entidad compleja, un ecosistema rico y diverso que se ha ido formando a lo largo de milenios y que
sufre procesos de contaminación y degradación. El suelo es la base de otros valores y recursos, tales como la capacidad
metabólica de los ecosistemas que lo cubren. Sin embargo, hasta la fecha no se le ha otorgado la misma importancia que
a los bosques o los caladeros, ni tiene el “carisma” de las especies o ecosistemas amenazados. Siempre se ha pensado que
el suelo siempre iba a estar ahí, como si fuera eterno.
El Sr. Rosa recordó los casos de diversas sociedades que, según los últimos descubrimientos, decayeron o desaparecieron
debido a factores medioambientales o a una actividad insostenible (por ejemplo, en Yucatán, en diversas islas del Pacífico
y en Groenlandia) y quiso resaltar que casi todos los casos estaban relacionados con la deforestación, la degradación y la
pérdida de suelos. Siempre que los seres humanos se han asentado en un nuevo territorio han mostrado invariablemente
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una tendencia a destruir el capital natural, incluidos los suelos, sin mucha conciencia de las consecuencias de sus actos, y
a menudo pagando caro su comportamiento.
Ahora sabemos y somos conscientes de que el mundo es nuestra “isla” y de que no podemos escapar a otro lugar y huir de
los problemas medioambientales mundiales, como el cambio climático. Ahora, somos conscientes de las consecuencias
de nuestros actos y, por tanto, ya no hay excusas para solucionar los problemas del medio ambiente. En este sentido, el Sr.
Rosa quiso llamar la atención sobre la preocupante aceleración de la degradación de los suelos en términos de erosión,
salinización, sellado y compactación, y subrayó la necesidad de, por un lado, reformar o adaptar las prácticas de utilización
del suelo para detener estos procesos y, por otro, fomentar prácticas que de verdad sirvan para preservar el suelo y, por
tanto, contribuyan al almacenamiento de dióxido de carbono, al mantenimiento de la biodiversidad y a la retención de
agua.
Asimismo, el Sr. Rosa mencionó algunos ejemplos de buenas prácticas agrícolas y contó que recientemente había podido
comprobar de primera mano los buenos resultados de la siembra de pastizales perennes mixtos en algunos ecosistemas
mediterráneos. Mediante una mezcla adecuada de semillas, incluidas plantas fijadoras de nitrógeno, se han conseguido
resultados sorprendentes: (i) aumento de la productividad (el número de ovejas por hectárea ha aumentado de una a
ocho); (ii) incremento de la materia orgánica del suelo de un 0,2% anual a un 10% anual; (iii) captura de 5 toneladas de
dióxido de carbono por hectárea y año; (iv) abandono del uso de fertilizantes químicos; (v) aumento de la biodiversidad; y
(vi) reducción del riesgo de incendios forestales.
A escala de la UE no se están haciendo esfuerzos suficientes para proteger el suelo. Aunque algunas políticas comunitarias,
como la política agrícola y la política medioambiental, contribuyen a la protección del suelo, no abordan suficientemente
todas las amenazas que se ciernen sobre este elemento. Más allá del cambio climático, la degradación del suelo tiene un
gran impacto sobre otros factores de interés común para toda la UE, tales como el agua, la salud humana, la protección de
la naturaleza y la biodiversidad, y la seguridad alimentaria. Debido a todas estas razones, señaló el Sr. Rosa, es imperativo
que la UE apruebe una directiva de protección y preservación del suelo, y exhortó a la presidencia francesa a reiniciar las
negociaciones y hacer todo lo posible para lograr un acuerdo político a este respecto.
El Sr. Rosa también abordó la cuestión de la captura y almacenamiento de carbono (CAC) y lo calificó como una herramienta
útil, aunque de carácter transitorio. En este sentido, resaltó que serán necesarias técnicas de ingeniería ecológica para
confinar el dióxido de carbono en lugares distintos de la atmósfera y, por supuesto, hizo hincapié en que habrá que
recuperar las tierras degradadas para que vuelvan a prestar todos sus servicios ecosistémicos y contribuyan al secuestro de
dióxido de carbono, en concreto mediante la reforestación.
En cuanto a la cuestión de la reducción de la materia orgánica del suelo, el Sr. Rosa subrayó que también existe el problema
contrario: un exceso de materia orgánica donde no se quiere, como es el caso de los residuos urbanos, las aguas residuales
y los abonos, y conminó a los participantes a buscar métodos de gestión de los residuos que permitan que la materia
orgánica vuelva al suelo de una forma adecuada. El Sr. Rosa continuó señalando que los participantes deberían reflexionar
sobre la posibilidad de incorporar la cuestión del carbono del suelo al Protocolo del Kioto en los mismos términos que el
almacenamiento en masas forestales. No obstante, reconoció que esto planteará dificultades en cuanto a metodologías
de monitoreo.
Para terminar, el Sr. Rosa señaló que la UE debe liderar la protección y el uso del suelo como vía de mitigación del cambio
climático, asumir un papel protagonista en la lucha contra la degradación del capital natural (en la forma de suelo) y en la
recuperación de los suelos con vistas a reforzar los servicios ecosistémicos que nos prestan.
Sr. Vittorio Prodi, ponente de la estrategia temática del suelo y Vicepresidente de la Comisión Temporal sobre Cambio
Climático del Parlamento Europeo (Bruselas)
El Sr. Prodi subrayó la importancia de aplicar un enfoque sistémico al tratamiento del suelo y el clima. Se sabe que,
debido a los efectos del cambio climático, Europa va a sufrir periodos de sequía más largos e intensos y que las pautas de
precipitación van a modificarse, lo que va a dar lugar a una reducción de las nevadas y a un aumento de las inundaciones
y la erosión. Para mitigar estos problemas, es esencial que el agua quede retenida donde cae, de modo que los ríos no
se desborden y se mantengan los acuíferos. Eso significa que el ser humano debe cuidar la tierra y mantenerla en buen
estado, teniendo siempre en cuenta la función sistémica que lleva a cabo el suelo como sumidero de carbono.
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En cuanto al cambio climático, el Sr. Prodi hizo hincapié en que es necesario adaptarse a sus efectos y adoptar medidas de
mitigación adecuadas. Señaló que parte los ingresos conseguidos con el ETS5 deben destinarse a la gestión de los suelos y
la adaptación al cambio climático. Actualmente, se calcula que se emite una media de 5 toneladas de dióxido de carbono
por persona al año. Para evitar los efectos catastróficos que tendrá el aumento de la concentración de dióxido de carbono
en la atmósfera, es necesario reducir esta cantidad a 1 tonelada para el año 2050.
En este contexto, la Directiva marco sobre el suelo puede tener un papel fundamental, ya que está basada en un enfoque
sistémico para mantener y mejorar la calidad de los suelos. Las medidas planteadas servirán para incrementar la capacidad
de recuperación de los suelos frente a la desertificación y explotar plenamente su potencial como sumidero de carbono.
El Sr. Prodi concluyó su intervención destacando que algunos Estados miembros siguen creyendo que el suelo “no se
mueve” y, por tanto, debe seguir siendo un tema de su soberanía; no se dan cuenta de que, en realidad, la calidad y
la degradación del suelo son aspectos de carácter transnacional. El Sr. Prodi destacó que la existencia de unos suelos
saludables es esencial para la humanidad y que, por este motivo, había luchado y seguiría luchando en el Parlamento
Europeo por la aprobación de la Directiva marco sobre el suelo.
Sr. Staffan Nilsson, ponente de la estrategia temática del suelo del Comité Económico y Social Europeo (Bruselas)
El Sr. Nilsson destacó que el Comité Económico y Social Europeo, órgano consultivo de las Instituciones Europeas, estaba a
favor de la estrategia temática para la protección del suelo y de la propuesta de una Directiva marco sobre el suelo, y que
esta decisión favorable había sido aprobada casi por unanimidad (sólo dos votos en contra). No obstante, también quiso
resaltar que no había sido fácil llegar a este resultado, ya que algunos Estados miembros y partes implicadas (por ejemplo,
asociaciones de agricultores) sólo estaban a favor de una estrategia no vinculante.
Cuando la Comisión Europea presentó la propuesta legislativa, puso un gran énfasis en identificar la degradación del suelo
debida a prácticas agrícolas inadecuadas y a la contaminación. No obstante, se ha visto que también existe una estrecha
relación entre degradación y cambio climático, que debió comunicarse mejor.
La calidad del suelo y el carbono del suelo también se vincularon al uso de los lodos de depuradoras. Sin embargo, y a
pesar de la larga consulta entre las partes implicadas, la Comisión Europea no ha conseguido presentar una propuesta de
revisión de la Directiva 86/278/CEE sobre lodos de depuradora. El problema es que la Directiva contiene unos límites sobre
metales pesados que no son lo suficientemente estrictos como para garantizar una total seguridad para los usuarios de los
lodos. Por esta razón, el Sr. Nilsson señaló que está en contra de permitir el uso de estos lodos en la agricultura hasta que
los límites de la Directiva no se reduzcan sustancialmente.
En cuanto a la revisión de la Política Agrícola Común, el Sr. Nilsson cree que los fondos destinados a medidas
agromedioambientales, cofinanciadas por los Estados miembros, deberían aumentarse de un año para otro mediante
modulación. De esta manera, se tendría una mayor perspectiva a la hora de promover y financiar programas
medioambientales para la protección del suelo y el aumento de las reservas de carbono.
Como conclusión, el Sr. Nilsson quiso señalar que la relación entre suelo y cambio climático puesta de manifiesto durante
la conferencia debería bastar para convencer a todo el mundo de la necesidad de aprobar la Directiva marco sobre el suelo.
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Observaciones finales
Sr Jos Delbeke,
Director General Adjunto, Dirección General de Medio Ambiente, Comisión Europea
Sr. Presidente,
damas y caballeros,
Tras las interesantes presentaciones científicas que hemos podido escuchar hoy aquí y el intenso intercambio de opiniones
que ha tenido lugar entre los distinguidos miembros del panel, creo que puedo aventurarme y exponer algunas de las
conclusiones que la Comisión ha podido extraer de la conferencia de hoy.
En primer lugar, existe acuerdo en que el suelo es parte del problema del cambio climático, pero que también puede
ser parte de la solución. Así pues, es necesario seguir trabajando para analizar y cuantificar con mayor exactitud en qué
medida emite el suelo gases de efecto invernadero y hasta qué punto pueden reducirse estas emisiones mediante los
procesos pertinentes. En todo caso, la idea general está bastante clara: mediante la adopción de unas prácticas adecuadas
de utilización del suelo, que permitan mantener el contenido en carbono y, si es posible, incrementarlo, es posible
contrarrestar en parte las emisiones de los combustibles fósiles.
De acuerdo con lo señalado por el profesor Lal, mediante el uso de la capacidad total de los ecosistemas terrestres como
sumideros de carbono se podrían compensar unas 50 partes por millón de dióxido de carbono atmosférico. Aunque el
potencial de almacenamiento de carbono del suelo sólo equivale a una séptima parte de las emisiones de combustibles
fósiles, quiero recordar los sólidos argumentos aportados por el profesor Smith a favor del secuestro de carbono en el suelo
y de empezar a trabajar en ello inmediatamente. Por otro lado, el Dr. Liski y la Dra. Freibauer han defendido la importancia
de las turberas naturales, tanto como depósitos de carbono como por su potencial de emisión de metano y óxido nitroso,
por no mencionar su función como filtros de agua y su rica biodiversidad. Según su opinión, proteger las turberas e
impulsar la recuperación de aquéllas que han sido desecadas debe ser una acción prioritaria para reducir las enormes
emisiones de gases de efecto invernadero que emiten estos suelos. En esta línea, el Dr. Arrouays ha señalado que conservar
el carbono actualmente almacenado es más importante que intentar crear nuevos reservorios.
Todo esto apunta en una dirección clara: la UE debe realizar todos los esfuerzos necesarios para garantizar el mantenimiento
de la materia orgánica de los suelos y fomentar la introducción progresiva de las prácticas pertinentes para minimizar las
emisiones generadas por la agricultura, sobre todo de óxido nitroso. En este sentido, cabe recordar las cifras de Brasil
citadas por el profesor Cerri, bastante tranquilizadoras, ya que demuestran que es posible revertir las tendencias negativas.
En cualquier caso, no podemos seguir obviando la función que realizan los suelos en el ciclo mundial del nitrógeno y del
carbono.
Y esto me lleva a la segunda idea que podemos extraer de la conferencia.
Aunque con un cierto grado de incertidumbre, se sabe que los suelos europeos están perdiendo carbono y, hasta cierto
punto, es posible cuantificar esta pérdida. Sin embargo, estamos muy lejos de la situación del Reino Unido presentada por
la Sra. Bellamy, donde existe desde hace décadas un sistema de seguimiento del suelo. Así pues, creo que es imperativo
que todas las partes (Comisión Europea, Estados miembros, comunidad científica) colaboren estrechamente para aprobar,
por fin, un marco legislativo común para la protección del suelo en la UE que nos permita recopilar más datos y, con ello,
gestionar las reservas de carbono del suelo de la manera más eficiente.
La relación entre suelo y cambio climático es una cuestión que tiene consecuencias internacionales y un enorme impacto
transfronterizo. Los avances en la protección del suelo que se producen en un Estado miembro tienen consecuencias en
otros Estados miembros. Por ello, es urgente actuar a escala de la UE.
No creo que les sorprenda que repita lo que ha dicho el comisario Dimas esta mañana: la Comisión ya ha hecho su parte
del trabajo con la propuesta de una Directiva marco sobre el suelo. La Directiva servirá para que los Estados miembros
identifiquen exactamente en qué zonas de su territorio el suelo se está perdiendo materia orgánica y será el primer paso
para crear la base de conocimientos necesaria para abordar este importante reto de la relación entre suelo y cambio
climático.
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El discurso del Sr. Prodi nos ha demostrado que el Parlamento Europeo está decidido a seguir adelante con la propuesta.
El proyecto cuenta con el apoyo de la sociedad civil, representada en este foro por el Sr. Nilsson, del Comité Económico
y Social Europeo, así como de veintidós Estados miembros, incluidos Eslovenia y Portugal, que han hecho enormes
esfuerzos por alcanzar un acuerdo durante esta Presidencia. Ahora lo que necesitamos es que todos los Estados miembros
reconozcan que es necesario aplicar una estrategia común de protección del suelo en toda la UE. La minoría de bloqueo
del Consejo debe darse cuenta de todos los beneficios que aportará esta Directiva, incluida la contribución a la adaptación
de nuestras economías al cambio climático. En este contexto, me satisface el compromiso formulado por la Secretaria de
Estado francesa, Sra. Kosciusko-Morizet, de que los debates sigan avanzado durante esta Presidencia.
Y esto me lleva a la tercera idea que la Comisión va a extraer de esta conferencia: la necesidad de adaptarse al cambio
climático y la contribución del suelo a este respecto.
Esta mañana, el profesor van Ypersele nos recordaba con insistencia las conclusiones sobre Europa del Grupo
Intergubernamental sobre Cambio Climático. Los peligros relacionados con el clima van a aumentar y, muy probablemente,
el cambio climático va a exacerbar las diferencias entre las regiones de Europa. Por ejemplo, la tensión hídrica hará surgir
riesgos de desertificación en áreas que actualmente no lo sufren. El dilema no está en si vamos a tener que adaptarnos a un
aumento de la temperatura, a cambios en las pautas de precipitación, a un incremento de los riesgos de riadas o sequías
más prolongadas y otros riesgos; la cuestión está en cómo vamos a adaptarnos.
Creo que todo lo que hemos podido escuchar hoy demuestra que la materia orgánica del suelo cumple un papel importante
que con frecuencia pasa inadvertido. El profesor Lal ha intentado precisamente poner una cifra a ese papel, cuantificar el
valor social del carbono del suelo. Aunque podríamos discutir horas y horas sobre los supuestos utilizados para llegar
a esa cifra, lo que sí está claro es que un suelo saludable, con una estructura óptima, tendrá una mayor capacidad de
recuperación ante condiciones climáticas adversas. Ésta ha sido la opinión que ha defendido la ministra Sveinbjarnardóttir
durante el debate.
Damas y caballeros,
Quiero poner el punto final a mi intervención resaltado tres puntos fundamentales.
Espero que la conferencia de hoy sirva potenciar la concienciación sobre la importancia del suelo y su relación con el
cambio climático, y que todos ustedes actúen como embajadores de esta relación en sus respectivos países.
Espero asimismo que las intervenciones y debates que han podido presenciar hoy les ayuden a afinar sus contribuciones,
al nivel que sean, para gestionar mejor la materia orgánica del suelo en Europa.
Por último, puesto que ha quedado patente que es necesaria una mejor gestión de la materia orgánica del suelo, supongo
que estarán de acuerdo con conmigo en la urgencia de adoptar una legislación sobre protección del suelo en la UE y
espero que hagan oír sus voces a este respecto en sus respectivos países.
Y para poner una nota más mundana y como colofón a este largo pero fructífero día, les recuerdo que, tras las observaciones
finales del señor Gnacadja, están invitados a una recepción, cortesía de la Comisión Europea.
Gracias por su atención.
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Comisión Europea
Cambio climático: ¿el suelo puede cambiar las cosas?
Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas
2008 32 pp. 210x297 mm
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