La punta del iceberg de la envidia

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El Clarí-n de Chile
La punta del iceberg de la envidia
autor Marco Aurelio Rodríguez
2006-07-30 03:26:59
Me gustarÃ-a que el señor Lavquén escribiera un artÃ-culo con argumentos de peso, literarios y significativos, donde
efectivamente demostrara su juicio de que “la obra de Marchant no es superior, en ningún aspecto, a El ocaso de las
buganvillas de Jaime Valdivieso, La ola muerta de Germán MarÃ-n, Los sueños del pintor de José Miguel Varas o Puño
y Letra de Diamela Eltit―. Fácil es descalificar a una persona (“falacia genética― la llama la ciencia literaria; falacia a s
llamarÃ-a yo a lo que hace “nuestro crÃ-tico―) pero difÃ-cil es descifrar lo verdaderamente importante: el valor o desvalor d
una obra, lo efectivamente cuestionable en el caso de un escritor.
Si hubiese demostración crÃ-tica seria de que el libro de Marchant es inferior en calidad a los otros libros nombrados,
cuestionarÃ-amos en verdad el Premio Municipal (mención novela) otorgado al autor, pero visto que no la hay, ¿qué
podemos pensar de Alejandro Lavquén…?
Primero, que no leyó el libro. Y tal vez ni siquiera habrá leÃ-do los otros libros en disputa de dicho Premio. Ha de saber
nuestro analista especializado en literatura chilena, que la novela de Marchant está en la Feria Chilena del Libro y tiene
un precio referencial de 12.000 pesos. Si quiere saber de qué se trata la novela, deberá —es el destino del “70% de los
escritores chilenos [que] no leen, salvo sus propios libros―— recurrir a alguna crÃ-tica que se haya hecho de Las vÃ-rgenes
no llegarán al paraÃ-so. La novela de Marchant es buena y posee “grandes meritos―, señaló escuetamente a un matut
José Luis Rosasco. Los comentarios crÃ-ticos no hablan mucho de la novela; Rafael Gumucio, uno de los jurados que ya
antes de dilucidar el Premio Municipal de Novela mostraba claras preferencias por Germán MarÃ-n, ni siquiera se refiere
a los méritos intrÃ-nsecos de La ola muerta —obra de su protegido— en los diferentes medios. Un artÃ-culo mÃ-o,
“Fundamentación de un paraÃ-so― (ARCHIVOS DEL SUR, Argentina, febrero de 2006), sÃ- habla de la novela premiada.
Bien sabemos que parte de la “crÃ-tica especializada― en Chile lee los resúmenes de las solapas o de las contratapas de
los libros, “para bien informarse―. Lástima que en la novela de Marchant no haya información explÃ-cita compendiada;
pues bien: ¡habrá que leer el libro!
La función del escritor en un medio como el chileno —con su mediocridad cultural a cuestas— apunta al poder, y su imagen
compensatoria es la hinchazón del ego y la concepción de la escritura como moneda de cambio.
Todos dicen conocer a Jodorowsky, cuya “imagen― vende, pero pocos conocen a Jodorowsky a través de su literatura,
muy parecida —en todo caso— a la fama de su autor. ¿Qué lector de Bolaño puede hablar con propiedad de Bolaño…
Los mismos escritores promueven su necesidad y su altura. Neruda y Huidobro son viejos ejemplos que, por suerte, han
sido desplazados por sus propios escritos, más admirables que sus biografÃ-as. “El poder —nos enseñó Teillier— llega
sin que tú lo pidas, porque es una gracia―. A propósito de MarÃ-n, estas fueron sus palabras en Revista de libros de EL
MERCURIO, refiriéndose a un Premio Municipal de Novela que ya lo habÃ-a apropiado para sÃ-: “Pensé que tenÃ-a
muchas posibilidades... Prácticamente lo esperaba―.
La pequeñez o la grandeza de un escritor se logra con el tiempo del respeto (el término latino “respicere― significa mira
hacia atrás al pasar un personaje para poder apreciarlo “tal cual es―, en toda su real dimensión).
Segundo, está el asunto de los premios. Ya me he referido al tema sobradamente en un artÃ-culo anterior (―Premios y
castigos―, CENTRO DE ESTUDIOS AVANCE, octubre de 2005), donde señalo: “La literatura también es un fracaso, u
imposible, porque habla del material humano y de su búsqueda. Pues si fuera un acierto, se venderÃ-a como pan
caliente y sus hacedores recibirÃ-an premios, más ayuda estatal, nombradÃ-as―. Y “aceptar un premio literario serÃ-a co
consentir un fracaso. Como si al equivocarnos en nuestras polÃ-ticas culturales y sociales hubiese que recurrir a un
“sucedáneo―, cuyo sentido, más que reconocer un triunfo, es adiestrar―.
Paralelamente a lo anterior, está el asunto de la “sobrevivencia― de los escritores, artistas y gestores culturales. ¿Cuál
la misión social de un paÃ-s como el nuestro en cuanto a sus creadores? ¿De adónde puede un artista generar
recursos para poder crear? Trabajando; bien. Pero, ¿la escritura, acaso, no es también un trabajo? Pues en Chile no lo
es, no es un trabajo, no tiene valor sino meramente precio. Solamente alguien que no tenga problemas económicos
puede dedicarse libremente a la literatura; los demás se sacan el pellejo para obtener un premio (Dios es el Premio
Nacional). Y, para colmo, la mayor de las veces sÃ- que hay arreglines al respecto (véase, al caso, la denuncia pública,
en Escritores.cl: “El Consejo del Libro y la Lectura premia dos veces el mismo proyecto y permite que se utilice el trabajo
de terceros sin autorización, vulnerando asÃ- la propiedad intelectual―). El problema se produce, pues, cuando una obra
desconocida y un autor menor frente a sus oponentes, le “ganan― a alguien que maneje los espacios canónicos de la
literatura. AhÃ- verdaderamente deberÃ-a entrar la suspicacia. Porque lo normal es —según los criterios de una cultura
como la nuestra— que “hubiese ganado― MarÃ-n o, al menos José Miguel Varas o Isabel Allende. AsÃ-, todos felices. L
difÃ-cil es que alguien que no pertenece al circuito cerrado de la cultura nacional, se entrometa y tenga voz. Si el señor
Lavquén no está de acuerdo con estas minucias que dan cuenta de discriminaciones latentes, que intente (más allá de
sus concepciones ideológicas) escribir en EL MERCURIO, a ver si “lo pescan― allÃ- donde dirigen la cultura a pleno anto
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Si uno repasa con atención a los ganadores del Premio Municipal, se dará cuenta que, por ejemplo en poesÃ-a, fue
laureado un poeta desconocido, Miguel Gaete, imponiéndose a grandes y reconocidos vates (Hahn entre otros), y nadie
se quejó, porque las reglas de ganar y perder son antiquÃ-simas. Queda claro que MarÃ-n, patrocinado por la Revista de
los Libros en desmedro de otros candidatos, deberÃ-a haber anunciado previamente que se presentarÃ-a para que
ningún otro autor lo hiciera ni lo superara.
¿Dónde está la queja de Varas, Eltit, Allende, Délano? No hubo. Ni habrá. Son las reglas —dignidad mediante— que ell
conocen bien. Es conocida la desconfianza, además, que genera MarÃ-n, con un grupo de periodistas culturales a su
favor, una multinacional que representa y su tono nunca del todo afable, ni respetuoso ni, menos, lÃ-rico hacia los demás
escritores. En ese sentido, bien vale sentir alegrÃ-a cuando un escritor que viene de abajo, que cultiva
responsablemente el noble oficio de las letras, se impone a un autor que a todas luces se ha convertido en el
mandamás de la literatura criolla.
Por otro lado, le llama la atención al señor Lavquén que Reinaldo Marchant “nunca [le] da la cara―. He leÃ-do muchos
libros de Marchant. Recuerdo que el año 2002 publicó otra novela, La patria golondrina, en 2004 cuentos literarios de
fútbol, La alegrÃ-a del pueblo y, este año, un segundo libro de cuentos de fútbol, Toco y me voy..., es decir, se trata de
un escritor en plena producción literaria, que no pierde tiempo en rencillas o patrañas contra colegas. Me parece que,
salvo Lavquén, los demás escritores han recibido bien este galardón del novelista.
Tercero: ¿Por qué, entonces, Lavquén odia tanto a Marchant? Remito a un excelente artÃ-culo “En defensa de la
creación literaria y sus escritores― (CENTRO DE ESTUDIOS AVANCES, julio del presente), donde su autor, Amante
EledÃ-n Parraguez, discurre cómo se degrada a la literatura con comentarios fuera del ámbito literario y sin mayor
conocimiento.
Desde el año pasado Alejandro Lavquén viene atacando de forma incesante y obsesiva a Reinaldo Marchant,
enviando correos a todo el mundo. Nuestros correos personales se inundaron de una campaña quizás nunca antes
vista contra quien era el Presidente de la Sech. El lastre de todo esto tomó una dimensión chabacana, decadente al
extremo, cuando comenzaron a salir notas con el mismo tono y destino, firmadas por personas inexistentes: Julio
Marambio, Rita Calixto y, ahora último, una tal Mirta Pezoa, a quien el escritor Claudio Geisse tacha de “un escritor de
baja monta―. Lo de Lavquén parece que es algo personal, no literario ni cultural. Llama la atención, por lo demás, que se
le publiquen todas sus diatribas. Todo lo que escribe lo hace correr a diestra y siniestra vÃ-a Internet —incluido el texto al
cual aludo, publicado en EL CLARÕN del 24 de julio del presente—, quedando en claro que le interesa menoscabar al
autor, difamarlo con publicidad, no plantear un punto de vista profesional y literario. Más aún, Lavquén es el único
interesado en el tema, ningún otro escritor está dedicado a difundir con tanta seña a un particular. “Por eso es muy
extraño que algunos —aunque son muy pocos— lo defiendan, incluso diciendo que es un maravilloso escritor, que a lo
mejor para ellos lo es, porqué no. Total, en cuestión de gustos no hay nada escrito― (se conmueve Lavquén).
Las pasiones que motivan las reacciones intestinas de Alejandro Lavquén y sus heterónimos —la verdad de las cosas— no
nos interesan. Nosotros seguiremos haciendo literatura, respirando aire sano. El resto es veneno, comparsa y envidia.
Palabras sin música.
(Texto escrito en respuesta al artÃ-culo de Alejandro Lavquén “Premio Municipal de Literatura Stgo/2006 (La punta del
iceberg de la corrupción)―: CLARÕN, Santiago de Chile, lunes 24 de julio de 2006.)
MARCO AURELIO RODRÕGUEZ
Poeta y CrÃ-tico Literario
MagÃ-ster en Literatura, U. Católica
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