J. Donne /// Por qué Donne, Por qué el Libro Omnis mundi creatura quasi liber et pictura nobis est in speculum; nostrae vitae, nostrae mortis, nostri status, nostrae sortis fidele signaculum. Alano de Lille, Rhythmus alter, PL 210, col.579 Your face, my thane, is a book where men may read strange matters. William Shakespeare, Macbeth, Act I, Scene V Resulta difícil pensar en una justificación para un trabajo monográfico, es decir, sostener la validez de un tema elegido en desmedro de infinitas posibilidades que podrían incluso tener resultados más interesantes. En última instancia, toda justificación de una elección es el intento de argumentar racionalmente sobre lo que no puede ser más que una inclinación visceral, ejercicio de buena salud bibliofílica: los libros, como los amantes, se eligen sin más, y sólo después se recurre al lenguaje para "dar cuenta de" lo que se eligió. Así tiene que ser, recomienda Barthes en Fragmentos de un discurso amoroso. Entonces, la justificación última para esta monografía es simplemente ésa: descubrir a Donne y querer seguir leyendo sus poemas, sus sermones y también textos sobre él, para saber más, para conocerlo mejor. La escritura como excusa para dar lugar a la voracidad lectora. Sin embargo, la justificación no termina en ese punto. Si lo hiciera, no habría monografía. Satisfecho el propósito al que sirvió de excusa, la escritura ya no tendría sentido. Queda presente el acto reflejo de querer apresar las sensaciones y los pensamientos difusos, efecto residual de la lectura. Y para eso también se escribe. La trayectoria de Donne en el canon de la literatura inglesa ha sido una de las más accidentadas. Sin duda, sus idas y vueltas reflejan mejor la sensibilidad de los críticos que lo analizaron (y la de sus respectivas épocas) que la del propio poeta. Precisamente por eso, el interés que su poesía despierta en los lectores de este fin de siglo es significativo menos por lo que dice acerca del "monarca de la agudeza verbal" que por lo que deja ver acerca de los habitantes de este fin de milenio. Desentrañar sus intrincados "conceits" -tarea nada sencilla, por cierto-- implica un esfuerzo intelectual cuya recompensa no se agota en la gratificación intelectual. Como en "A Valediction: Of my Name, in the Window", cuando nos miramos en el vidrio de sus metáforas vemos su nombre escrito en la ventana, pero también nos vemos reflejados, como su amada. Allí donde lo vemos (es decir, lo leemos), él es nosotros. Casi ningún otro motivo justificaría enfrentarse a semejante complejidad lingüística, pero la conversación que nos propone desde una época cuya sensibilidad de transición, de duda y de desasosiego tiene mucho para decirnos, es razón suficiente para hacerlo. 1 Hasta aquí, Donne. Ahora, el libro. Se trata de una imagen recurrente en la literatura, y los motivos son casi evidentes. ¿Cómo la literatura, que devora la materia de todos los campos de la vida y el conocimiento humanos para alimentarse a sí misma, no se iba a nutrir de su propio alimento? ¿Cuánto tiempo podía pasar antes de que, fascinada, atrajera hasta su centro de gravedad los elementos de que está hecha? En cierto sentido, si la poesía no habla más que de sí misma, la metáfora del libro es la realización más perfecta de ese solipsismo. El libro objeto, el acto de escribir, los elementos con los que se escribe son maneras frecuentes de referirse al universo, a su creación, a la propia obra. La lectura es en sí misma metáfora de todo proceso interpretativo: todo, las caras de los hombres, la naturaleza, los misterios celestiales (divinos y astronómicos), los designios del destino, se lee como si se tratase de un libro. Según el análisis de Curtius, estos usos figurativos de la escritura y del libro se dan con características similares en todas las épocas e incluso en tradiciones literarias muy distintas, excepción hecha, claro está, del genio individual de algunos poetas, cuyo manejo de la lengua logra un efecto inesperado sobre un giro que ya se había vuelto tópico. Dante y Shakespeare son dos excelentes ejemplos. Donne, otro. La poesía usa la escritura incluso para hablar de sí misma, de sus poderes de persuasión y trascendencia. Este plano sí depende de la visión del mundo de cada época en particular y de la consiguiente relación que en esa época se crea que existe entre la "realidad" y la escritura. 2 Donne es un hombre de un profundo humanismo y, como tal, está inmerso en la tradición de su cultura. Pero además es un poeta de una gran originalidad, y su poesía es la tensión que resulta del delicado equilibrio entre la herencia cultural (respecto de la visión del mundo y también respecto de la forma de tratar la materia lingüística), y la fuerza individual de una imaginería que se estira hasta captarlo todo, los intereses heredados y los que ofrece la propia época, preocupada por la inexorabilidad de la muerte y la 3 descomposición de los cuerpos como nunca antes en la historia . En lo que respecta a las imágenes del libro en particular, tres observaciones merecen ser destacadas, que se corresponden respectivamente con los tres usos de la escritura por parte de los poetas, mencionados anteriormente. En primer lugar, el plano material de la escritura se ve transformado por la entonces incontestable presencia material del libro impreso. Las consecuencias de la imprenta para la concepción de la literatura son numerosísimas y no éste el lugar apropiado para 4 tratarlas . La escritura misma de la poesía de Donne refleja el cambio: la mayoría de sus composiciones ya no está destinada al canto sino a la lectura. La sintaxis intrincada es la mejor evidencia de ello. Además, aparecen varias alusiones a actividades sólo posibles en un mundo donde la imprenta ya se ha instalado. En el segundo plano, la operación de lectura también se ve alterada por la imprenta, pero lo más interesante de la literatura de Donne en este aspecto es el uso de lugares comunes para temas cuya relación con la lectura es totalmente inesperada, tales como el anuncio de la inminencia de la muerte en el libro de la naturaleza o el anagrama de la belleza en una cara no bella. Finalmente, en el tercer plano, la actitud del autor frente a la escritura nos sorprende en el siglo XX por su "actualidad". El lenguaje ya no tiene la eficacia que tenía en Shakespeare para persuadir a la amada y su poder como forma de trascendencia está puesta en duda. La lengua se retuerce sobre sí misma, evidencia formal de la opacidad con la que se lo concibe. Ahora bien, ¿qué relación existe entre todo lo expuesto a modo de punto de partida y la poesía de amor? Eso es lo que intentaremos mostrar en el cuerpo de este trabajo. Sin que necesariamente aparezcan ordenados de esta manera o claramente separados uno de otro, mostraremos cómo los tres planos en los que se puede metaforizar a la escritura son un medio entre muchos otros para hablar de amor: amor a una mujer y amor a Dios. Trataremos de mostrar cómo se combinan en la poesía de Donne la larga tradición de tópica sobre el libro y la escritura y el talento individual del poeta para usar esa tradición con fines no tradicionales. ANAGRAMAS O LECTURAS INVERTIDAS En la poesía de Donne, la lectura, como el amor, es una operación omnipresente. Las Elegías, las Canciones y los Sonetos encierran todas las situaciones posibles en una 5 relación de amor, situaciones que , por cierto, no son más que un conjunto limitado . Todo, en ese conjunto, se puede leer, dado que, tal como lo indica la tradición medieval, el universo es un libro cuyos misterios deben ser leídos. En una de sus más conocidas Meditaciones, Donne estira la idea del libro universal hasta incluir a la muerte, que en la metáfora es una traducción a una lengua mejor. Así, ni la unicidad ni el sentido último se pierden cuando "doblan las campanas"6: "All mankind is of one author, and is one volume; when one man dies, one chapter is not torn out of the book, but translated into a better language, and every chapter must be so translated; God employs several translators; some pieces are translated by age, some by sickness, some by war, some by justice; but God’s hand is in every translation. and his hand shall bind up all scattered leaves again for that library where every book shall lie open to one another." La imagen convierte al mundo en un universo simbólico en el que, literalmente, nada se pierde, todo se transforma, y cualquier transformación obliga a un reacomodamiento del conjunto. La lectura es una operación interpretativa y que sólo está conferida a unos pocos elegidos. Si bien el libro del universo está abierto para todos, no todos pueden leerlo. Lo mismo sucede con las mujeres. Todos las pueden ver y deslumbrarse ante su belleza, pero sólo quienes ellas eligen las pueden "leer": "Like pictures, or like books’ gay coverings made For laymen, are all women thus array’d; Themselves are mystic books, which only we (Whom their imputed grace will dignify) Must see reveal’d." (Elegy XIX, "Going to Bed") El amor, en tanto operación de lectura, se asemeja a la interpretación de los textos sagrados. Sólo estará en condiciones de practicarlo quien haya dado muestras de ser un experto, y las mujeres, cual biblias amatorias, designan a sus propios intérpretes. La Elegía XIX marca una distinción entre el libro como objeto material y el libro como contenido. Esa separación puede verse también en "The Ecstasy", donde, para destacar la intensidad del amor representado por la unión de las almas, Donne diferencia los misterios del amor, que crecen intelectualmente, del continente de esos misterios, el cuerpo: "To our bodies turn we then, that so Weak men on love reveal’d may look; Love’s mysteries in souls do grow But yet the body is his book." El libro, o el cuerpo de los amantes, es el cofre donde están guardados los misterios del amor, y la lectura es el único medio para llegar a conocerlos. La "revelación amorosa" 7 necesita del cuerpo (o del libro) como instrumento . El libro (como el cuerpo) atrae por su belleza, y la operación intelectual que a partir de allí se desarrolla es un ascenso que requiere a los sentidos como escalones. La vista y el tacto asisten al intelecto en su trabajo interpretativo. Por eso, el cuerpo de la amada puede equipararse también a una tierra recientemente descubierta o a un paciente sometido a una revisación anatómica. No es casual que las imágenes geográficas o anatómicas se fundan con las del libro impreso. El siglo XVII vio un avance científico inédito en los siglos anteriores, e inédito 8 precisamente porque fue en gran medida la maduración de la cultura tipográfica la que impulsó el saber en todos los campos. En efecto, es imposible pensar en las precisiones de la física y los descubrimientos que de ella se derivan sin concebir un espacio dominado por la escritura. En un mundo oral, donde las palabras se transmiten para perderse en la memoria de quien las oye, no es posible acumular conocimiento; la enciclopedia es hija de una cultura que se pone por escrito. La conjunción entre saber y escritura alcanza la mejor síntesis en la famosísima frase de Galileo. El mundo sigue siendo un libro, pero Dios ya no escribe con pluma: el universo está escrito en caracteres matemáticos. En la poesía de Donne, la conjunción desemboca en imágenes que, por ejemplo, comparan a la amada con tierras no exploradas. El ejemplo que damos a continuación precede al del libro en la Elegía XIX, prueba de que las dos imágenes eran de alguna manera equivalentes o estaban ligadas en el imaginario de la época: "License my roving hands, and let them go Before, behind, between, above, below. O my America! my new-found-land, My kingdom, safeliest when with one man mann’d, My mine of precious stones, my empery, How bless’d am I in this discovering thee!" Si el cuerpo de la amada es un libro, ese libro contendrá una hermosa cara en una tapa hermosa. Pero, como los elementos de los que se compone un escrito son todos iguales desde el punto de vista estético, de modo tal que su alteración no perjudica el conjunto, toda cara que contenga las letras necesarias (en esencia, un par de ojos, un boca con dientes, una nariz, un par de orejas y pelo) será un buen libro. Así, la metáfora de la lectura le permite a Donne apartarse de la convención petrarquesca que exige de la amada ciertas condiciones de belleza para postular parámetros más realistas, tal como la había hecho Shakespeare en su célebre soneto CXXX. Leemos en la Elegía II, "The Anagram": "Though all her parts be not in the usual place, She hath yet an anagram of a good face. If we might put the letters but one way, In the lean dearth of words, what could we say?" Poner las letras en más de una dirección es una posibilidad que proporciona únicamente la escritura. De hecho, la poesía de Donne y el ingenio ("wit") de los poetas metafísicos en general se apoya en este postulado, dado que presenta complejidades sintácticas y de vocabulario que serían inadmisibles en las composiciones orales. Es cierto que algunos de sus poemas se llaman "Canciones" y están destinados a ser leídos en voz alta. Sin embargo, también es cierto que la poesía ya no circulaba de boca en boca sino de mano en mano en forma manuscrita y que su público era el de la corte, cómplice del poeta en erudición, silogismos y juegos de palabras. La dicción poética de Donne es bastante más coloquial que la de sus predecesores, pero eso no alcanza para considerarla "popular"9. Al lector de Donne, como a su modelo de amante, sólo le serán revelados los misterios de la poesía, como los del amor, después del esfuerzo intelectual de interpretación. Leer es como amar, y el amor es el código lingüístico, ese "lenguaje de las almas" que los amantes suelen hablar: "Nature’s lay idiot, I taught thee to love, And in that sophistry, oh, thou dost prove Too subtle: Fool, thou didst not undestand The mystic language of the eye nor hand: (...) I had not taught thee then the alphabet Of flowers, (...) And since, an hour’s discourse could scarce have made One answer in thee, and that ill array’d In broken proverbs and torn sentences. (...) Thy graces and good words my creatures be; I planted knowledge and life’s tree in thee, Which, oh, shall strangers taste?" (Elegía VII, "Nature’s Lay Idiot") El código es un conjunto de reglas amorosas, en el que se inscriben tanto las formales acerca de qué deben regalarse los amantes (que mucho deben, sin duda, al código del amor cortés), cuanto las que especifican cómo deben interpretarse algunos signos de la naturaleza, pasos necesarios para llegar finalmente a la comunión total que, tal como se la describe en "The Ecstasy", se manifiesta en ausencia de todo lenguaje. El aprendizaje del código amoroso es un medio para alcanzar otra cosa. La poesía de amor, en tanto lenguaje que habla de otro lenguaje, es metalingüística. Con cuánto éxito para el poeta es lo que analizaremos en la sección siguiente. LA ESCRITURA OPACA En la obra de Donne, dijimos, la poesía de amor se vuelve metalenguaje cuando el amor se torna código. La tópica tradicional se vuelve prueba del ingenio del autor y le sirve de herramienta para burlar convenciones tanto amorosas como poéticas. Sin embargo, ¿sería convincente este análisis si se detuviera aquí? Probablemente, no. ¿Se escribe poesía amorosa, o, mejor aún, religiosa para desplegar los talentos de la agudeza verbal y solamente para eso? Tal vez hoy podamos decir que sí; casi con seguridad, esa no sería la respuesta de un poeta metafísico del siglo XVII. ¿Para qué escribe Donne poesía, entonces? Trataremos de buscar una respuesta en la actitud que sus poemas muestran respecto del poder de la escritura, único esbozo de contestación posible que pueda arrojar algún interés para un lector contemporáneo. La escritura en los poemas de Donne es registro; lo que se pone por escrito sobrevive y sirve como testimonio para generaciones posteriores: "This book, as long-liv’d as the elements, Or as the world’s form, this all-grav’d tome In cipher writ, or new made idiom, We for Love’s clergy only are instruments: When this book is made thus, Should again the ravenous Vandals and Goths inundate us, Learning were safe; in this our Universe Schools might learn sciences, spheres music, angels verse." ("A Valediction: Of the Book") Muchas veces, el uso de la escritura como registro preserva los sentimientos de los amantes, como en el ejemplo recién citado. Sin embargo, la escritura también sirve como registro del sufrimiento y de la culpa del creyente que, ante la inminencia de la muerte, quiere mostrarle a Dios que está arrepentido y que pide misericordia: "So, in His purple wrapp’d receive me, Lord, By these His thorns give me His other crown; And as to others’ souls I preach’d Thy word, Be this my text, my sermon to mine own, Therefore that He may raise the Lord throws down." ("Hymn to God My God in My Sickness") La poesía también es una buena estrategia de persuasión, ya para mover a Dios a la piedad, ya para invitar a la amada a la cama. Los medios son los mismos en los dos casos, razonamientos a la manera de silogismos cuya agudeza en la concatenación de las imágenes permite al poeta enhebrar el argumento más trivial con los hilos del discurso más metafísico. Tal es el caso de "The Flea". ¿Qué amada puede negarse a los requerimientos de amor de un poeta que le dice que el acto sexual le robará tanto honor cuanta sangre perdió con la picadura de una pulga a la que ella acaba de matar? De la misma manera, ¿qué Dios puede resistirse al perdón si se lo piden con un argumento como el siguiente: "Take me to You, imprison me, for I Except You enthrall me, never shall be free, Nor ever chaste, except You ravish me." (Holy Sonnet XIV)? Con excepción de las imágenes, todo es hasta aquí bastante convencional. Todavía Donne puede confiar en el registro por escrito como forma de sobrevivir la propia época y como instrumento para lograr fines específicos. Los pasajes citados no se diferencian demasiado de versos del mismo tenor en los sonetos de Shakespeare o de los poemas místicos renacentistas. Sin embargo, ésta no es la única presentación del tema en la poesía de Donne. La poesía, en lo que respecta a su función como registro, no es el género sublime al que los amantes pueden aspirar. Se trata de un género de segundo orden, que recoge todo lo que no puede ser registrado por la crónica. La poesía vive en los márgenes: "We can die by it, if not live by love, And if unfit for tombs and hearse Our legend be, it will be fit for verse; And if no piece of chronicle we prove, We’ll build in sonnets pretty rooms" ("The Canonization") Más aún, poco queda en Donne de la poesía majestuosa de Shakespeare, capaz de erigir en palabras un monumento a la amada. Lo que en éste aseguraba la trascendencia del poeta y, por medio de él, la pervivencia de la belleza del objeto de amor (incluso cuando por momentos la rima fuese "estéril"), en aquél es sólo un recurso defectuoso con el que hay que conformarse de no tener acceso a formas de registro más imponentes. La escritura ya no sirve para contar al mundo acerca de la belleza de la amada, porque la amada ya no es necesariamente bella, pero también porque ya no es un instrumento tan poderoso. La rima estéril del Renacimiento se ha convertido en una rima llorosa, y que no sirve más que para acrecentar el dolor del amante al recordar las penas que están puestas por escrito: "I am two fools, I know, For loving, and for saying so In whining poetry; (...) I thought, if I could draw my pains Through rhyme’s vexation, (...) But when I have done so, Some man, his art and voice to show, Doth set and sing my pain, And, by delighting many, frees again Grief, which verse did restrain." ("The Triple Fool") Se ve aquí cómo la escritura deja de ser la herramienta que dotaba al poeta de un poder ilimitado y se vuelve en su contra. El maleficio es peor aún: una vez escrito, el poema deja de pertenecerle al poeta. Otros lo leen y lo disfrutan sin que él tenga participación alguna en la diversión. El entretenimiento de los otros no es para él sino fuente de mayores penas de amor. Una vez que se hace evidente la falta de control del poeta sobre su propia obra, la escritura empieza a hacerse cada vez más oscura e inmanejable: las palabras se enroscan en frases tortuosas que ya no pueden leerse de corrido. El punto culminante de la desesperación se alcanza cuando el poeta cree haber perdido la capacidad de usar la escritura como medio de persuasión: "Where is that holy fire, which Verse is said To have? Is that enchanting force decay’d? Verse that draws Nature’s works from Nature’s law, Thee, her best work, to her work cannot draw. Have my tears quench’d my old poetic fire; Why quench’d they not that of desire?" (Heroical Epistle: Sappho to Philoenis) Primeros atisbos de una preocupación que en el siglo XX es inherente a la poesía, últimas rupturas con las convenciones cuyo auge puede buscarse en la baja Edad Media o el primer Renacimiento. En la época de Donne todo parece mezclarse: el mundo ordenado de la creación y el caos subyacente, las páginas de un libro donde se leen los designios del universo y la duda sobre la validez de los medios de interpretación, la teoría amorosa de las escuelas italianas herederas de Petrarca y la puesta en duda barroca, el "I am a little world made cunningly/ Of elements, and an angelic sprite" y el "Weaker I am, woe is me, and worse than you,/ You have not sinn’d, nor need be timorous." Y en su poesía se filtran esas contradicciones. Por qué no habrían de hacerlo, por otra parte, si para el autor cada campana que dobla anunciando la muerte de otro hombre le recuerda su propia 10 muerte . Cómo no van a estar presentes los gusanos en la obra de quien piensa que cada campanada devora su propia carne. Pero, al mismo tiempo, es esperable que en esa misma obra, cuyo autor se siente profundamente comprometido con la humanidad, esté la celebración de la fe y del amor. CONCLUSIÓN Esta recorrida por la poesía de John Donne con el libro como guía ha llegado a su fin. Todas las pretensiones respecto del presente escrito se reducen a esperar haber cumplido con dos frases. La primera es de Rosemund Tuve: "Reading what the poet did not write is, of course, entirely allowable as a way of enjoying poems (is even inevitable because of the nature of tropes, but there are safeguards). It is only that findings resulting from this pursuit should not creep into our critical judgments of the poet’s aims or a period’s character. Such 11 findings are part of literary history --but of the history of the critic’s period." Respetar este principio significa no decir nada que Donne no haya dicho. Difícil es determinar si ese objetivo se cumplió. Con más seguridad se puede decir que el presente trabajo es menos un esfuerzo de reconstrución histórica que un signo de los tiempos de quien lo escribió. La segunda está en el prefacio de A Picture of Dorian Gray, de Oscar Wilde: "The critic is he who can translate into another manner or a new material his impression of beautiful things." Desde luego, haber logrado esto es aún más difícil. Espero simplemente que este trabajo sea una aceptable traducción de la belleza de la poesía de Donne a un material que, a diferencia de la muerte para Donne, no será una lengua mejor. Julieta Barba NOTAS 1-Cf. al respecto el exhaustivo e interesante relevamiento de imágenes relacionadas con la escritura que hace R.F.Curtius en el capítulo “The Book As Symbol” de su European Literature and the Latin Middle Ages, (vid. Bibliografía) donde recorre toda la historia de la literatura occidental y oriental hasta Goethe. 2-Para comprobarlo hace falta un sólo verso: “I am a little world made cunningly”, primer verso del quinto Soneto Sagrado. Las citas de la poesía de Donne se harán de acuerdo con la ortografía, la puntuación y la numeración de la edición de Selected Poems que se detalla en la bibliografía. Por tanto, La procedencia de los textos sólo se especifica cuando no fueron tomados de esta edición. 3-La deuda para con T.S. Eliot respecto de la relación entre talento individual y tradición es insoslayable (vid. Bibliografía). 4-Cf. los textos fundamentales de Ong y Chaytor citados en la bibliografía para tener un panorama de las innumerables consecuencias del “traumático” cambio. 5-Cabe hacer aquí dos observaciones: (a) No se distingue en este trabajo a la poesía mística de la amatoria no porque se considere que se trata de lo mismo (hay diferencias formales y de producción que en ciertos enfoques podrían incluso anular cualquier aproximación posible) sino porque, a efectos de lo que se está considerando, los ejemplos de la poesía mística refuerzan los de la amatoria. También en esto la imaginaría de Donne es notablemente novedosa. (b) Tampoco se marca una distinción entre el amor literario, es decir, el que impulsa a escribir poemas, y el de la vida cotidiana. Por supuesto, sólo nos interesa el primero; más aún, creemos que tal vez sea éste el único que existe como “código de procedimientos”. El otro, si existe, está más allá de las palabras y, por tanto, jamás fue tema de la literatura. 6-Meditation XVII, en The Literature of Renaissance England (vid. Bibliografía). 7-De algún modo, esta interpretación reconcilia las posturas antagónicas de los críticos respecto de este poema. Donne ni desdeña el amor física ni aboga por él. Cuerpo y alma son una unidad, que en la poesía metafísica no aparece escindida ni siquiera en los exponentes más obstinados del misticismo. Todo operación intelectual se apoya en los sentidos, como toda lectura se apoya en un objeto libro que necesita ser visto para ser leído. La desafortunada “disociación de la sensibilidad”, con palabras de Eliot, vendría después. 8-Es decir, en términos de Ong, la cultura que surge como producto de la invención de la imprenta, a diferencia de la cultura caligráfica, producto de la invención de la escritura. 9-Cf. El capítulo de Rosemund Tuve recogido en The Metaphysical Poets. A Casebook (vid. Bibliografía), sobre las interesantes consideraciones acerca de la adecuación de la dicción poética a los temas tratados o a los propósitos tenidos en cuenta por los metafísicos. Para esta autora se trata del único criterio posible para determinar el “decorum” en poesía. 10-Cf. John Donne, Meditation XVII, en op. cit. 11-Tuve, R.; Elizabethan and Metaphysical Imagery; capítulo incluido en The Metaphysical Poets. A casebook (vid. Bibliografía). BIBLIOGRAFIA Auden, W.H; "The Protestant Mystics" in Forewords and Afterwords; New York, Vintage International, 1990 Chaytor, H.J.; From Sript to Print. 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