El 12 dc ocwbre y su verdadero significado

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El 12 dc ocwbre y su verdadero significado
MANUEL ANTONIO GARcÍA ARÉvALo
Santo Domingo. República Dominicana
Pama la gran comummniclacl de pueblos iberoamericanos y aun cid
resto del mundo no existe ninguna otra fecha cte mayor trascenclencia histórica y cmml tural qtme el 12 cíe octubre. Desde emnalquier pLmnto
cíe vista, hay que reconocer qtme las naves descubridoras españolas>
cap itaneaclas pom- Colón y los hermanos Pinzón, protagonizaron, en
la alborada cíe aqmmella mañana memorable, el atónito encuentro cte
cíes mmrnclos. Ya nacía volvió a ser igual que antes.
Nuevos esp~rcios, nuevas gentes, nuevas formas y posibilidades de
vida se conocíer-on a l)artir <le entonces. «Nació —con]o bien ha señalado Arturo Uslam Pietri— otra cosa distinta> que fue en realidad
cl Nuevo Mundo.’>
La impoi-tancia cíe ese grandioso acontecimiento smmscitó la consicleración cíe viajeros y cronistas cíe la época. De ahí que López de
Gomara, al dedicar al Emperador Carlos V sin Historia General de
las ludias, inicie su obra con estas recom]ocidas palabras: «La mayom
cosa despírés de la creación del mundo, sacando la encarnación y
muerte de quien lo crió, es el descubrimiento de las Indias; y así, las
llamas Nírevo Mundo.»
Visto desde una perspectiva más contemporánea> ese Mtrnclo Nínevo
no fue realmente el qíme se encontró tras el arribo de las carabelas
expedicionarias; el verdadero Nírevo Mundo fue aquel que comenzó
a gestarse en todo el ámbito universal a partir del momento mismo
del Descubrimiento, basado en el enriqtnececlor proceso <le hallazgo,
transculturación, sincretismo y mestizaje> que cíe una ¡panera tan
especial caiacteriza la realidad cte lo que hoy es iberoamérica.
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Manuel Antonio García Arévalo
Sin embargo> cuando los europeos empezaron a adentrarse en la
i-ecónclita y vasta geografía americana> elaborando todo mro conjminto
de ilusiones y fantasías> propias de quienes rasgan tío velo de misteno para entrar en contacto con lo desconocido> el «<eurocentrisrno”
acuñó la idea de que se había descubierto mro mundo nuevo> sin, caer
en cuenta cíe qmme el lugai- qtre exploraban poi- vez primera no era
ciertamente tan nuevo ni tan reciente> pues a todo lo largo y ancho
del continente existía ya tuna rica y diversa gama cultirral caracter-izada por somprendentes técnicas aít.esanales, ingeniosos nííodel.os cíe
producción agrícola, exquisitas manifestaciones artísticas, avanzados
diseños arquitectónicos, vías de intensa comirnicación y comercio>
junto a complejos sistemas cíe gobicí-no y desarrollados patrones sociales y religiosos, ante los cuales los europeos no pudiei-on disimular
su inciecluliclací y admiración.
Sobre esa realidad! palpable que era el níitrndo indígena se trató
de implantar un ntnevo esquema social. político y religioso> mm nuevo
diseño de vida y de conducta, que de ningún modo llegaron a srnstituir completamente (sobre todo en el ámbito colonial hispano-porttrgmrés> la experiencia, la expresiviclacl y la idiosincrasia propias del
mundo autóctono amemicano, cuya presencia> aún viva y l)alpitai~te.>
marca, junto al valioso aporte africano, la diversa y partictríar originalidad que exhiben los países iberoamericanos> pioducto de ese intimo y prolongado proceso de aculturación mediante el cual dos o
más pueblos participan, fusionándose sin perder smr cmrltuia y fisonomía racial únicas.
Para Europa> el encuentro y apí-oveehamiento cíe los mecmmrsos cíe
América marcó, entre otras cosas> el comienzo de la Edad Moderna.
Se superan los presagios, supersticiones y leyendas existentes desde
la Edad Antigua y aún vigentes durante toda la Edad Media sobre
las desconocidas extensiones oceánicas del Atlár]tico, par-a entrar en
la época de los grandes descmrbm-iníientos geográficos y el avance cíe
la navegación y, por ende, de la cosmografía y la cartografía.
Al dar fe y constancia de las tierras descubiertas, de strs impresionantes paisajes, de su exuberante naturaleza> de sus múltiples animales y plantas y de los rasgos característicos de sus pobladomes,
muchos de esos atentos y en algunos casos improvisados escritomes,
como el propio Colón, Pané> Anglería, Las Casas, Oviedo, Acosta,
Sahagún> Cabeza de Vaca, Bernal, Carvajal y muchos más, sin proponérselo se convierten> con sus densos relatos y cr-ónicas, en puccinisores cíe la etnografía> la antropología y las ciencias natmnrales.
La sensación de haber llegado a una tierra nueva, comparable al
«paraíso terrenal»> la «tierra prometida», «El Dorado» o el «Jardín
de las Delicias y la Eterna Juventud»> habitada por gentes y pueblos
desconocidos que —entre otras denominaciones basadas en mitos y
El 12 dc octubre
y
sj¡ m’erdadero significado
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leyendas— fueron considerados como «buenos salvajes», «caníbales>’
o «amazonas”> hacen qmre el europeo relativice sur pm-opio pensamiento
y su concepto cíe la sociedad y, por tanto, toman un nuevo gimo las
teorías que se tenían por ciertas y trnicas sobre Dios> la naturaleza
y el mundo,
Ante la idea cíe que las sociedades hmimanas podían ser más justas y clisirutar cíe un rnayoi- grado de felicidad al vivir en estado
natm.ti-al cobró funerza la tradición cíe un mundo tutópico entre los
humanistas europeos, que se observa ya en el «Elogio de la Locura»,
cíe Erasmo> y se reanuda cíe forma definitiva con la «Utopia’>, cíe
Tomás Moro, o la cíe Vasco cíe Ouii-oga, la «Citrdacl del Sol», de To-
maso Canípanella, y «La Nueva Atlántida’>, de Bacon, en Montaigne
e incluso en el Shakespeare cíe «La Tempestad”, obras y autores en
los qmre se aprecian reminiscencias platónicas cíe «La Rep;blica» y
cíe otros pensadores an tiguros.
Estas concepciones utópicas sobre América, orientadas hacia la
crítica y la clenurucia cíe los males sociales> y encaminadas a la reor-
ganización y transformación cíe la sociedad influirían posteriormente
en el pensaníien to enciclopedista cíe Montesquieu, Voltaire y> sobre
toclo cíe Juman Jacobo Rousseamr, an bm del « Emilio”> en el que ofrece
una versron florida sobie la leyenda del «noble salvaje’>, preconizando
el metorrio a la x’icia níatírral, ideas qmie se dejaron sentir tanto en el
romanticismo como en los movimientos políticos gestores cíe la Re-
voLición Francesa.
En el campo misionero, especialmente los españoles desplegaron
una intensa labor’ evangelizadoma y pedagógica en tierra americana,
per-o a la par Fr-ay Pedro de Córdoba, Montesinos, Las Casas> Vitoria,
e i nelurso con el propio Sepúlveda y sim oposición a los planteamientos
lascasianos> crearon irn movimiento cíe opinión en España címne cures-
tionó el derecho a la conquista y al sometimiento cíe los pureblos aborígenes por la fuer-za, convirtiénclose tales clebirtes en el ííun to cíe
partida pama la elaboración cíe las Leyes cíe Indias, címne en buena mccl icb dieron origen al derecho cíe gen Les y al derecho internacional.
A partir del siglo xviii, la cmrriosiclad neocienítífica propia del esprritu cíe la ilinstración volcó su mirada investigadora hacia los conCines del Nurevo Mundo. Los monarcas euriol)eos> principalmente los
cíe Francia y España> organizaron varias expediciones qure contribu-
yeron a un r-edescubriníienílo cíe América. Entre esos hallazgos se
cíes tacan los cíe La Conciaruine, Antonio cíe Ulloa y Jorge Jíran, Dombey> Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón> José Celestino Mutis>
Martín Sesse y Alejandro von Htrmboldt, con los que se logró un
significativo aporte al avance científico de la época y a irn mejor
conocimiento de la realidad americana, como lo prueban las níirnr-
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Manuel Antonio García >4,-dvalo
ciosas observaciones y los bellísimos dibujos de gran valor gráfico
y decomativo que realizaron.
Por otra parte, la abundancia de metales preciosos, extraídos de
América, se traduce en un alza de los precios en la Europa del siglo xvi e incide en la formación del mercantilismo y el capitalismo
financiero en general> el restnrgimiento del comercio mundial, al igtmal
que en la gestación de los imperialismos modeinos.
De la misma fom-ma, los productos agrícolas americanos y las preferencias por el consumo del maíz y la papa, el chocolate, el tabaco
y el tomate> además de la producción del azúcar de caña, que, aunque
conocida ya, se elaboraría en grandes cantidades en los ingenios antillanos y brasileños, no sólo cambiaron los hábitos alimenticios del
Viejo Mmrndo, sino que fueron factores de motivación importante par-a
la implantación de nuevas técnicas de etrítivo y la introducción de
rnnovacmones que harían posible la revolución agrícola y el aumento
demográfico en el continente europeo, antesala cíe la m-evolucióri iiidustrial y los grandes movimientos democráticos.
En el caso del Africa negra. el descubrimiento constituyó una
verdadera hecatombe en aquel continente mágico. Más cíe diez millones de esclavos africanos fueron sinstraidos de str lar nativo durante
los tres siglos y medio que duró el sistema esclavista, siendo obligados a trabajar bajo dramáticas condiciones en las plantaciones, factonas y minas explotadas por los europeos y sus descendientes en
el Nuevo Mundo.
Los esclavos negros eran captirrados en las latitudes africanas
desde el río Senegal> al noroeste, hasta el territorio de Angola, al
sur del río Congo, como consecuencia muchas veces de los enfrenlamientos entre sus reyes y jefes tribales, pama brego ser vendidos a
mercaderes árabes y transportados en largas caiavanas hasta la costa
desde donde eran embarcados a América, básicamente por trafican-
tes portugueses y holandeses> que a su vez fueron seguidos por- los
ingleses y franceses, y de manera ocasronal también por los suecos,
daneses y prusianos.
Este intenso tráfico de esclavos, a quienes denominaban, por su
color, <‘piezas de ébano», dio origen al llamado «comercio triangular»
entre Europa, Africa y América, donde incidió también el envío de
materias primas y mercancías manufacturadas en un ciclo que in-
cluía a los tres territorios.
A la vez, los ingleses, atraídos por las noticias del ámbol del pan
y en interés de obtener un alimento adecuado para los esclavos que
laboraban en sus posesiones del Nuevo Mundo, exploraron en el siglo xviii las lejanas islas hawaianas en el Pacífico y se introdujo
así cl pan de fruta en nuestra geografía tropical.
El .12 de octuine y su í’e-dale,-o significado
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La presencia africana en la actual fisonomía americana es incmrestionable, El esclavo negro en América no sólo aportó el fiuto de su
esfom~zaclo trabajo, sino qmre cíe forma gradtral se fue incorjJorafldlo
a la sociedad colonial> tanto en el aspecto racial como cultural, enniqueciendo el folklore americano, especialmente la música y la retigiosiciací popmrlar-. Además, nmrmem-osos productos agrícolas africanos
fLieron cultivados exitosamente en América, como son los casos del
plátano> el girineo> el ñame y el café.
Asia también estableció contacto con América a través del Pacífico, en especial con cl «Galeón de Manila», que entrelazaba las Posesrones españolas en las Filipinas con el puerto mexicano de Acapmnlco, abrien cío paso para cine el infLijo oriental se dejase sentir en
las modas, las ar-lesamí las y el arte poínrlar del virreinato cíe la Nrreva
España.
De igual manera, cimrrante el siglo xrx, con la prohibición cíe la
trala negrera, pasaron a América millar-es de peones asiáticos, mayormen te chi nos, llamados «cool ies», qmme laboraban en los más yamados oficios. Aún en la actualidad mirchos íiueblos asiáticos ven en
América y sobre todo en los Estados Unidos, mrna opción de libertad
y reinicio cíe mrna vida econórnicamen te estable> alejados cíe strs convmrlsionacios países.
Dc manci-a smrcin ta, hemos tratado cíe ofrecer una visión cíe la
ti teracción mr ¡niversal que realmente se inició en esa memorable maliana dcl 12 cíe octmibi-e dc 1492, cmrandio tuvo hrgai no el clescubrimiento ni el encuentro cíe un Mmrnclo Nuevo, sino el verdadero resurgir cíe un Ntrevo Mundo.
De ahí su connotación espiritual y material y el gran significado
histói-ico que se le atribuye al cha del descubrimiento cíe América.
Lejos cíe tr-irrnlalismos o prejuicios> de leyendas negras o rosadas,
cíe hazañas increíbles y emrones, de heroísmos y cr-ueldacles, con sus
luces y sonimbras ese día comenzó a gestarse nuestra personalidad
amerrcana, cori su peculiar fisonomía, donde la realidad va más
allá de la visión idílica> del mito y la ficción.
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