ACTUALIZACIÓN EN EL MANEJO PERIOPERATORIO DEL TRAUMATISMO ENCEFALOCRANEANO. Monografía de Postgrado de Anestesiología. Cátedra de Anestesiología. Prof. Dr. Walter Ayala Hospital de Clínicas. Universidad de la República. Dra. Alejandra Bounous. Año 2008. CONTENIDO I. IMPORTANCIA Y EPIDEMIOLOGÍA 5 II. CLASIFICACIÓN DE LAS LESIONES TRAUMÁTICAS INTRACRANEANAS 1. SEGÚN EL GRADO DE COMPROMISO NEUROLÓGICO. ESCALA DE COMA DE GLASGOW (GCS). 2. DE ACUERDO A SUS CARACTERÍSTICAS ANATÓMICAS A. Lesiones Cerebrales Focales. Contusión cerebral. Hematoma intracerebral. Hematoma epidural. Hematoma subdural. Hemorragia intraventricular. Hemorragia subaracnoidea. B. Lesiones Cerebrales Difusas. 3. DAÑO CEREBRAL PRIMARIO Y SECUNDARIO. 7 7 9 9 9 10 10 11 13 13 13 16 III. CONCEPTOS FISIOPATOLÓGICOS. 1. ROL DE LA PIC, PPC Y FSC. 2. AUTORREGULACIÓN CEREBRAL. 3. TEC E ISQUEMIA CEREBRAL. 4. METABOLISMO CEREBRAL. A. Reactividad al Dióxido de Carbono (CO2). B. Contenido Arterial de oxígeno (O2). 5. AVANCES EN LA FISIOPATOLOGÍA DE LAS LESIONES CEREBRALES TRAUMÁTICAS. A. Radicales Libres y Peroxidación Lipídica. B. Mecanismos de Excitotoxicidad. Receptores AMPA. Receptores NMDA. 19 19 21 23 23 23 24 25 IV. GUÍAS PARA EL MANEJO DE LA INJURIA ENCEFÁLICA SEVERA. 29 V. ESTRATEGIAS DE NEUROPROTECCIÓN. 1. PA Y PPC. 2. TERAPIA HIPEROSMOLAR. A. Manitol. B. Suero Salino Hipertónico. Suero Salino Hipertónico para la HEC refractaria en adultos. Suero Salino Hipertónico para el manejo inicial del shock y la injuria encefálica. Relación entre PIC y Na plasmático. Suero Salino Hipertónco en pediatría. Complicaciones C. Manitol versus Suero Salino Hipertónico. 3. HIPOTERMIA PROFILÁCTICA. 4. OXIGENACIÓN. 5. HIPERVENTILACIÓN. 6. PROFILAXIS ANTICOMICIAL. 32 32 36 37 40 42 42 2 25 26 27 28 44 44 45 46 47 49 50 51 7. CORTICOIDES. 52 VI. VALORACIÓN Y TRATAMIENTO PREOPERATORIO. 1. MANEJO PREHOSPITALARIO. 2. TRATAMIENTO Y ESTABILIZACIÓN PREOPERATORIOS. A. Vía Aérea y Ventilación. B. Circulación. C. Exploración Neurológica. D. Otras Medidas. E. Valoración Paraclínica. 54 54 54 55 56 57 57 59 VII. LESIONES DE TRATAMIENTO QUIRÚRGICO. 61 VIII. MANEJO INTRAOPERATORIO. 1. MONITORIZACIÓN. 2. VÍA AÉREA. 3. VENTILACIÓN. 4. REPOSICIÓN. 5. CONTROL DE LA GLICEMIA. 6. TERAPIA HIPEROSMOLAR. 7. FÁRMACOS ANESTÉSICOS. A. Barbitúricos. B. Propofol. C. Benzodiacepinas. D. Agentes Anestésicos Inhalatorios. E. Óxido Nitroso. F. Opiáceos. G. Relajantes Musculares. 62 62 63 63 64 65 66 66 67 69 70 71 72 73 74 IX. CUIDADOS POSTOPERATORIOS. 1. MONITORIZACIÓN EN PACIENTES CON INJURIA ENCEFÁLICA. A. Monitorización de la PIC. Pacientes con riesgo de HEC. Utilidad del monitoreo de PIC. Dispositivos de monitorización de la PIC. Complicaciones. Límites de PIC. B. Monitorización de la oxigenación cerebral. Saturación yugular de O2 (SjO2). Oxigenación tisular cerebral (PbrO2). 2. PROFILAXIS INFECCIOSA. A. Monitores de PIC. B. Infecciones sistémicas intrahospitalarias. 3. PROFILAXIS DE LA TROMBOSIS VENOSA PROFUNDA A. Terapias mecánicas. B. Intervenciones farmacológicas. 4. NUTRICIÓN. A. Inicio de la nutrición. B. Fórmulas. C. Métodos de nutrición. D. Zinc. 75 75 75 76 76 77 78 78 79 79 80 81 82 82 83 84 84 85 86 86 86 87 3 X. HISTORIA CLÍNICA. 1. PREOPERATORIO. 2. INTRAOPERATORIO. 3. POSTOPERATORIO. 4. COMENTARIOS. 88 88 90 94 96 XI. CONCLUSIONES. 1. INGRESO A BLOCK. 2. INTRAOPERATORIO. A. Monitorización. B. Vía Aérea. C. Inducción. D. Ventilación. E. Mantenimiento. F. Hemodinamia y Reposición. G. Glicemia. H. Temperatura. I. Profilaxis Anticomicial. J. Corticoides. K. Otras Consideraciones. 3. POSTOPERATORIO. A. Tratamiento de la HEC. B. Monitorización de la PIC. C. Nutrición. D. Otras Consideraciones. 99 99 99 99 101 101 102 102 103 104 104 104 104 105 105 105 106 107 107 XII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS. 108 4 I. IMPORTANCIA Y EPIDEMIOLOGÍA En Estados Unidos se estima que se presentan 1.500.000 traumatismos encéfalo craneanos (TEC) al año. De estos, más de 50.000 mueren y 80.000 sufren incapacidad permanente. Es una de las primeras causas de incapacidad, afectando aproximadamente a 5.300.000 personas en Estados Unidos (1). Representan la primera causa de muerte en la población por debajo de los 45 años de edad (2). Los hombres se ven afectados dos veces más que las mujeres, en todos los grupos etarios, además tienen mayor incidencia de injuria cerebral severa (1). La principal causa de TEC son los accidentes de tránsito, especialmente frecuentes en adolescentes y adultos jóvenes. Las caídas les siguen en frecuencia, y son mas comunes en los extremos de la vida. El consumo de alcohol se encuentra presente en aproximadamente 40% de los TEC severos (3). En Uruguay, el TEC es la tercera causa de muerte, pero cuando se considera la mortalidad en jóvenes, también constituye la primera causa. Mas de 60 % de las muertes por accidente de transito en menores de 25 años se deben a TEC (4). Más de la mitad de los pacientes con injuria severa son pacientes politraumatizados (1). Asocian con frecuencia lesiones de médula espinal o traumatismo de otros órganos que pueden complicar el manejo perioperatorio. A su vez, el TEC es uno de los factores de mayor riesgo vital en politraumatizados (5). Es de fundamental importancia que los anestesiólogos estén familiarizados con el manejo de estos pacientes, ya que están implicados en su tratamiento en la urgencia, en los diferentes procedimientos diagnósticos a los que se someten, en Sala de Operaciones y su cuidado postoperatorio en Sala de Recuperación Postanestesica (SRPA). Su manejo requiere el conocimiento de la fisiopatología de la lesión craneoencefálica, la hipertensión endocraneana (HEC) y las alteraciones cardiopulmonares asociadas (5). En las últimas décadas han existido avances considerables en la comprensión de los mecanismos etiopatogénicos y fisiopatológicos que intervienen en el desarrollo de las lesiones cerebrales traumáticas. Han contribuido a incrementar este conocimiento: la introducción de la Escala de Coma de Glasgow (GSC) a la práctica clínica; la aparición y difusión de técnicas de neuroimagen, como la 5 Tomografía Axial Computada (TAC) y Resonancia Nuclear Magnética (RNM); el desarrollo de bancos de datos y la reproducción en modelos experimentales de las lesiones traumáticas observadas en la clínica. Por otra parte, se ha introducido una actitud crítica acerca de las pautas de tratamiento de los TEC, de modo que un número considerable de medidas terapéuticas utilizadas en forma rutinaria en el tratamiento de estos pacientes, han sido cuestionadas en cuanto a su eficacia (hiperventilación, barbitúricos, etc.) y, en algunos casos, desaconsejadas formalmente (corticoides). Asimismo, la indicación quirúrgica en los TEC está siendo sometida a debate, existiendo una tendencia más agresiva y precoz en el tratamiento de determinadas lesiones focales (2). Gran parte de las lesiones son primarias y se producen de forma inmediata al impacto. De todos modos, estas pueden verse agravadas por lesiones secundarias, que aparecen posteriormente. La isquemia cerebral, debida a HEC, a una reducción de la presión de perfusión cerebral (PPC), o secundaria a alteraciones sistémicas (hipoxia, hipotensión, anemia) es la lesión secundaria de mayor prevalencia en los TEC graves. El avance fisiopatológico más importante en las ultimas décadas, ha sido descubrir que las lesiones secundarias originan, a su vez, importantes cascadas metabólicas que causan alteraciones celulares y lesiones estructurales irreversibles. Esto ha permitido mejorar la monitorización y la calidad de la asistencia ofrecida a estos pacientes (2). El tratamiento perioperatorio de los pacientes con injuria encefálica se dirige a estabilizar el paciente y evitar factores sistémicos o intracraneanos que puedan causar lesión cerebral secundaria, ya que no es posible revertir la lesión cerebral primaria. El principal objetivo es optimizar el estado funcional del paciente, mediante tratamiento medico y/o quirúrgico (1, 5). 6 II. CLASIFICACIÓN DE LAS LESIONES TRAUMÁTICAS INTRACRANEANAS. 1. SEGÚN EL GRADO DE COMPROMISO NEUROLÓGICO. ESCALA DE COMA DE GLASGOW (GCS). Esta clasificación es la de mayor relevancia clínica. El TEC se divide en leve, moderado o severo de acuerdo a la puntuación en la escala de coma de GSC, que se expone en la tabla 1. Esta escala valora la apertura ocular, la respuesta motora y la respuesta verbal, obteniéndose una puntuación entre 3 y 15. Existe una versión de la misma aplicable a pacientes pediátricos, en la cual se modifica la respuesta verbal (tabla 2) (6,7). Obtenido de: Wegner A, Wilhelm J, Darras E. Traumatismo encefalocraneano: Conceptos fisiológicos y fisiopatológicos para un manejo racional. Rev chil pediat 2003; 74 (1): 16-30. Clásicamente, el TEC se considera leve cuando este puntaje se encuentra entre 15 y 13, moderado entre 12 y 9 puntos, y severo cuando el GSC es menor o igual a 8 puntos (6). No obstante, por la evolución y peculiaridades terapéuticas, existe 7 la tendencia de asignar una puntuación mayor o igual a 14 al TEC leve, y una puntuación entre 9 y 13 al TEC moderado (7). De acuerdo a los criterios establecidos por el “Traumatic Coma Data Bank”, se define como TEC grave, a todos aquellos pacientes que presentan una puntuación en la GCS inferior o igual a 8 puntos en las primeras 48 horas luego del traumatismo y después de las maniobras médicas apropiadas de reanimación (8, 9, 10). Estos pacientes habitualmente requieren ventilación mecánica y monitorización invasiva de la PIC. El límite entre estas entidades es difícil de definir, ya que muchas veces pacientes con sintomatología mínima presentan importantes lesiones neurológicas con riesgo vital, que requieren tratamiento quirúrgico (4). Teniendo en cuenta que existen muchas dificultades de orden epidemiológico, los tres grupos de pacientes podrían distribuirse en la siguiente forma: el 12% sufre un TEC grave, el 16% un TEC moderado, y el 72% presenta un TEC leve (7). La mortalidad del TEC grave se sitúa entre 30 y 50%, y es mayor en pacientes de edad avanzada (10). Los pacientes con una puntuación de 3 en esta escala alcanzan una mortalidad de 76% (11). Entre los pacientes que mueren, 90% lo hacen en las primeras 48 horas del traumatismo. La causa más frecuente de muerte es la herniación cerebral debida a un aumento descontrolado de la presión intracraneana (PIC). Las muertes tardías se deben a complicaciones propias de los pacientes críticos, o en pacientes incapaces de sobrevivir sin apoyo vital (10). La lesión cerebral traumática moderada es más difícil de definir y, a menudo, es infradiagnosticada. La incidencia varia ampliamente, pero afecta a 100 a 600 cada 100.000 personas anualmente. Su identificación precoz se basa en la historia de traumatismo encefálico y una breve perdida de conciencia. De todos modos, las lesiones moderadas también pueden ser consecuencia de fuerzas de aceleración y desaceleración sin traumatismo directo, y frecuentemente sin pérdida de conciencia. La sintomatología incluye cefalea, astenia, alteraciones neuropsiquiátricas y cognitivas (10). Como conclusión, todo TEC debe ser considerado un cuadro clínico potencialmente grave y el diagnostico de TEC leve se debería realizar en forma retrospectiva, en pacientes evolucionados que no requirieron tratamiento quirúrgico o tratamiento médico de soporte (4). 8 2. DE ACUERDO A SUS CARACTERÍSTICAS ANATÓMICAS. Las lesiones traumáticas pueden dividirse en focales y difusas (2, 4, 5, 9). Esta clasificación, basada en los datos aportados por la TAC, permite diferenciar grupos de pacientes con distintos mecanismos lesionales, clínica y pronóstico (2). A. Lesiones Cerebrales Focales: Se caracterizan por producir déficit focales neurológicos por destrucción tisular e isquemia. Sólo causan depresión de conciencia cuando adquieren un tamaño lo suficientemente importante como para provocar HEC, conduciendo finalmente a herniación cerebral y compresión del tronco encefálico (Figura 1) (2). Las lesiones cerebrales focales comprenden: Contusión cerebral: Es una lesión localizada, necrótica o hemorrágica, causada por transmisión directa de energía por un trauma craneal a la región cortical y a la sustancia blanca subcortical. Predomina los lóbulos frontal y temporal por traumatismo directo contra protuberancias óseas (6). También puede localizarse por debajo de la región contraria al impacto (5). En la evolución puede aparecer efecto de masa por edema y sangrado. Habitualmente, el tratamiento quirúrgico no está indicado, dado el riesgo de agravar las lesiones neurológicas. En algunos casos, está indicada la resección de lesiones que provoquen HEC y que se sitúen en regiones neurológicamente silentes (11). En la TAC se observa una mezcla de áreas hiperdensas, secundarias a sangrado, e hipodensas, por necrosis (Figura 1) (4). 9 Figura 1. Contusión hemorrágica frontal asociada a swelling hemisférico que determina intenso desplazamiento de la línea media. Obtenido de: Barcena A., Rodríguez C.A., Rivero B. et al. Overview of head injury. Neurocirugía 2006; 17 (6): 495-518. Hematoma intracerebral: Está constituido por un coágulo sólido de sangre dentro del parénquima cerebral (6). La presentación clínica depende de su localización y la velocidad del sangrado. Habitualmente se sitúan en los lóbulos frontal y temporal, en esta topografía pueden determinar una pérdida gradual del nivel de conciencia en uno o dos días. Asimismo, pueden desarrollar rápidamente HEC grave. Con frecuencia se asocian a otras lesiones intracraneanas. La tasa de mortalidad alcanza el 40 % (11). En la TAC se visualizan como una masa hiperdensa intracerebral (5). Hematoma epidural: Es una colección de sangre entre la duramadre y el cráneo. Son relativamente infrecuentes, se producen en menos del 10% de los pacientes con TEC severo. Habitualmente se sitúan en la región temporal o temporo parietal (3). Suelen deberse a lesión de la arteria meníngea media por una fractura craneana (5). La presentación típica consiste en una pérdida de conciencia transitoria, seguida de un intervalo de lucidez, y posteriormente deterioro neurológico, minutos a horas después de la lesión (3, 12). La mortalidad de los pacientes que requieren 10 evacuación quirúrgica es de alrededor de 30 %, siendo mas alta en los que requieren cirugía en las primeras 12 horas. En la TAC típicamente se ve como una imagen lenticular o biconvexa hiperdensa, habitualmente con efecto de masa evidente (6). Hematoma subdural: Es la lesión mas frecuente de TEC, estando presente en el 20 a 40 % de los mismos. Se produce cuando la colección de sangre se localiza entre la duramadre y la aracnoides (12). Es secundario a desgarro de venas que unen la corteza cerebral y la duramadre (5). Su magnitud depende del tamaño y tipo de vaso lesionado. Generalmente se asocia a daño cortical por los vasos lacerados o a lesiones cerebrales parenquimatosas (4). Se considera agudo cuando se produce en las 72 horas siguientes al traumatismo. Presenta una alta mortalidad, entre 42 y 63%, aunque el tratamiento sea precoz, y su pronóstico es peor cuando se asocia a contusión cerebral (11). Su diagnóstico se debe plantear frente a todo politraumatizado con compromiso inmediato de conciencia. En la TAC se visualiza como una imagen hiperdensa de bordes irregulares, localizada a lo largo de las convexidades de la corteza (Figura 2) (4,6). Pueden asociar edema cerebral intenso, que dificulte el cierre de la craneotomía. Suelen requerir monitorización de la PIC y medidas farmacológicas dirigidas a reducir la HEC en el postoperatorio. En los pacientes con hematoma subdural, la sensibilidad del flujo sanguíneo cerebral (FSC) a los niveles de anhídrido carbónico (CO2) es variable, y la respuesta a la hiperventilación es impredecible (11). 11 Figura 2. Hematoma subdural agudo que desplaza la línea media. Obtenido de: Barcena A., Rodríguez C.A., Rivero B. et al. Overview of head injury. Neurocirugía 2006; 17 (6): 495-518. El hematoma subdural crónico habitualmente se diagnostica entre 15 días y 3 meses luego del traumatismo. Se ve fundamentalmente en pacientes añosos luego de traumatismos de escasa entidad. La sangre presente en el espacio subdural provoca una reacción inflamatoria con formación de una cápsula. Estos hematomas presentan un aumento progresivo, existiendo varias teorías para explicarlo: la reacción inflamatoria determinaría una alteración de los gradientes de membrana con acumulación de líquido a nivel del hematoma, sangrados reiterados, alteraciones de la coagulación intrahematoma. El diagnóstico se debe plantear en todo paciente añoso con signos de HEC y signos focales neurológicos, aunque no exista noción de traumatismo (4). El pronóstico depende fundamentalmente del nivel de conciencia preoperatorio inmediato (11). 12 Hemorragia intraventricular: Se caracteriza por la presencia de sangre en el interior de los ventrículos (6). Constituye un indicador de la intensidad del trauma, la sangre en el sistema ventricular puede conducir a hidrocefalia postraumática en la evolución (12). Hemorragia subaracnoidea: Se define por la existencia de sangre en el espacio subaracnoideo (6). Se distribuye en forma difusa y no suele causar efecto de masa, predispone a vasoespasmo e isquemia encefálica (12). B. Lesiones Cerebrales Difusas: Estas lesiones no ocupan un volumen definido dentro del compartimiento intracraneal. Comprende la lesión axonal y el "swelling" (tumefacción cerebral difusa). Afectan áreas más ó menos extensas del encéfalo e inicialmente no ejercen efecto de masa. Característicamente, aunque inicialmente sean leves pueden agravarse con el correr de las horas. La lesión axonal difusa se produce por efecto de fuerzas inerciales o de desaceleración, que actúan sobre los axones en sentido lineal o angular, pudiendo ocurrir sin impacto sobre el cráneo. Es más frecuente en los traumatismos producidos por accidentes de tránsito (2). La desaceleración brusca del encéfalo determina desplazamientos a distinta velocidad de la sustancia gris y blanca, esto lesiona las fibras nerviosas, denominándose lesiones por cizalla (sheaning lesions). Generalmente compromete a los ganglios basales, tálamo y a los tractos de sustancia blanca (cuerpo calloso) (4,6). Dentro de esta categoría se incluyen a todos aquellos casos con un TEC, en coma desde el impacto, porque la afectación axonal interrumpe las señales del sistema reticular activador ascendente, que no presentan lesiones ocupantes de espacio en la TAC. Estos pacientes son clínica y tomográficamente heterogéneos. Presentan áreas cerebrales, más o menos extensas, dañadas como consecuencia de distorsión de los axones que produce su desconexión funcional o física (axotomía primaria). Sin embargo, esto ocurre en menos del 6% de las 13 fibras afectadas. En la mayoría de los axones la lesión se debe a un aumento de la permeabilidad al calcio (Ca++) extracelular a nivel de los nodos de Ranvier y en el citoesqueleto. El aumento del calcio intracelular desencadena un proceso que determina la destrucción del axón horas o días después (axotomía diferida) (7). Las manifestaciones clínicas incluyen un espectro de presentaciones que van desde la conmoción cerebral hasta la lesión axonal difusa grave. La conmoción cerebral clásicamente se define como una pérdida de conciencia de menos de 6 horas de duración. En la lesión axonal difusa la pérdida de conciencia tiene más de 6 horas de duración (5). El índice de mortalidad y las secuelas neurológicas se correlacionan con la duración del coma (mayor o menor de 2 semanas), definido como un GCS menor a 8 (7). Las técnicas de neuroimagen pueden ser normales, pero, con frecuencia revelan petequias a nivel del cuerpo calloso, pequeños hematomas de tronco y hemorragia subaracnoidea o ventricular. Inicialmente las alteraciones no suelen ser visibles en la TAC, puesto que son prácticamente isodensas, en el 30% de los casos son petequiales. Las imágenes son más evidentes luego de la primera semana, a medida que aumenta el edema. Éste se origina a partir de la fuga axoplásmica en las neuronas, por extravasación de plasma a nivel capilar y por acúmulo intracelular de agua. La RNM, es más sensible que la TAC para la detección precoz de la lesión axonal difusa no hemorrágica, pero es posible que la RNM sobrestime la verdadera extensión del daño al poner de manifiesto patología preexistente (7). Con respecto al "swelling" difuso este puede presentarse precoz o tardíamente, aislado o asociado a otros tipos de lesiones focales, o a lesión axonal difusa. Puede coexistir con HEC secundaria a edema extra e intracelular, por lo que en realidad es resultado de daño cerebral secundario. En ocasiones se produce aislado y muy precozmente tras el impacto, mostrando la TAC compresión de ventrículos y cisternas y, a veces, una discreta hiperdensidad global (7). (Figuras 3 y 4). 14 Figura 3. Hematoma subdural agudo que ejerce un efecto de masa desproporcionado debido al swelling acompañante. Obtenido de: Barcena A., Rodríguez C.A., Rivero B. et al. Overview of head injury. Neurocirugía 2006; 17 (6): 495-518. Figura 4. Tumefacción cerebral difusa, que determina borramiento del sistema ventricular y las cisternas peritruncales. Tomado de Barcena A., Rodríguez C.A., Rivero B. et al. Overview of head injury. Neurocirugía 2006; 17 (6): 495-518. 15 3. DAÑO CEREBRAL PRIMARIO Y SECUNDARIO. La prevención del TEC se puede realizar a nivel primario, secundario o terciario. La prevención primaria se dirige a prevenir el traumatismo, la prevención secundaria a minimizar la injuria encefálica resultante del trauma, mientras que la prevención terciaria se refiere a la rehabilitación del paciente luego del daño agudo. La prevención secundaria comprende minimizar la injuria biológica debida al traumatismo y maximizar el potencial para la prevención terciaria. Es el principal objetivo en el manejo temprano de estos pacientes (10). El daño cerebral primario es la lesión estructural y bioquímica inicial, directamente vinculada con la noxa traumática. Se produce por impacto cerebral directo, o por un mecanismo de aceleración y desaceleración sobre el cráneo y tejido cerebral subyacente, ya que la aplicación de una fuerza sobre el cráneo determina movilización del encéfalo. Incluye fracturas de cráneo y lesiones intracraneanas. El modo en que se aplica esa fuerza sobre el cráneo determina el mecanismo de la lesión. Esto, sumado a las características elásticas del tejido, conduce al daño encefálico (5). Sobre las lesiones primarias, no se tiene ningún tipo de control, ya que se producen de forma inmediata al traumatismo. Dentro de esta categoría se incluyen las contusiones, las laceraciones cerebrales y la lesión axonal difusa (2). El avance más significativo en los últimos años en el conocimiento fisiopatológico del TEC, ha sido constatar que, aunque una proporción variable de las lesiones son primarias, muchas se desarrollan en las horas y días siguientes al impacto, constituyendo el daño cerebral secundario. Estas lesiones, aunque son desencadenadas por el traumatismo, dejan un período variable de tiempo para una potencial intervención terapéutica, y en esto radica su importancia (2, 13, 14). El daño cerebral secundario complica la evolución de más del 50% de los pacientes con injuria encefálica y es potencialmente prevenible y tratable (1). Los hematomas, el "swelling" cerebral postraumático, el edema y la isquemia son las lesiones que caracterizan a esta segunda categoría (2). Los trastornos que más frecuentemente producen lesión secundaria comprenden: la insuficiencia respiratoria, inestabilidad hemodinámica, aumento de la PIC, y múltiples alteraciones bioquímicas y metabólicas (5). 16 El mejor ejemplo es el de los pacientes que “hablan y mueren “, habitualmente debido a sangrados intracraneanos tardíos que conducen a un rápido aumento de la PIC. La evacuación temprana de estos hematomas puede cambiar el pronóstico de estos pacientes (10). La HEC es la causa local vinculada a un mayor aumento de la morbimortalidad en el TEC y su duración empeora el pronóstico. El retraso en la evacuación de un hematoma intracraneano con efecto de masa desencadena cascadas bioquímicas que producen edema vasogénico, edema intracelular e hiperemia. Estas lesiones incrementan aún más la PIC. El edema vasogénico secundario a la disrupción de la barrera hematoencefálica (BHE) altera el aporte de oxígeno (O2) al cerebro induciendo isquemia. Otro factor local es el vasoespasmo, que ocurre aproximadamente en el 25% de los pacientes con hemorragia subaracnoidea postraumática. Cuando se asocia a una disminución del aporte sanguíneo puede generar isquemia cerebral. Durante la revascularización, la hiperoxia tisular posibilitaría la extensión de la lesión (7). Las principales causas sistémicas de lesión secundaria son la hipotensión arterial y la hipoxemia. Un estudio utilizando datos del Traumatic Coma Data Bank reveló que la hipotensión luego del TEC se asocia con una morbimortalidad mayor al 70%. La combinación de hipoxia e hipotensión es aun mas perjudicial, ya que mas del 90 % de los pacientes presentan mala evolución o mueren (1). Sin embargo, la hipoxemia aislada aumenta la tasa de mortalidad un 2%, mientras que ésta se incrementa más de 25 veces cuando se asocia a hipotensión arterial. La fiebre, sepsis, convulsiones aumentan el consumo cerebral de O2, por lo que los efectos de la isquemia serían aún más deletéreos. Sin embargo, salvo en el caso de la fiebre mantenida, no se ha podido demostrar que dichos elementos constituyan variables independientes sobre el pronóstico del TEC. La hiponatremia es un factor determinante de mal pronóstico dado que promueve el edema intracelular (7). Tanto la hiperglicemia como la hipoglicemia son deletéreas en pacientes neuroquirúrgicos, los estudios sugieren que la glicemia debería mantenerse entre 80 y 110 mg/dl. De todos modos, se desconoce el nivel de glicemia óptimo para los pacientes con injuria encefálica (1). Si bien la lesión axonal difusa se ha considerado clásicamente como un tipo de lesión primaria, recientemente ha sido demostrado que tendría un componente 17 secundario. Povlishock demostró que la lesión axonal tarda algunas horas en completarse, las investigaciones actuales se dirigen a bloquear la evolución de estas alteraciones iniciales hacia fases irreversibles. Un concepto recientemente desarrollado implica que, en muchos casos, las lesiones secundarias son consecuencia directa de cascadas bioquímicas que se activan en el momento del impacto (liberación de aminoácidos excitotóxicos, radicales libres) (2). Esta respuesta cerebral también puede determinar cambios patológicos sistémicos, como distrés respiratorio, diabetes insípida, cerebro perdedor de sal o hipertermia. Tales trastornos, junto con otros inherentes al politraumatismo o a una terapéutica inadecuada, amplifican la magnitud del daño secundario (8). El manejo de los pacientes con TEC debe basarse en la prevención y en el tratamiento precoz de estas lesiones. Los esfuerzos actuales se dirigen a identificar la forma de bloquear estas cascadas bioquímicas, lo que podría realizarse durante un determinado plazo de tiempo, denominado "ventana terapéutica" (2). El control sobre el daño primario, una vez establecido, no es posible, por lo que minimizar el daño secundario mediante una actuación terapéutica eficaz constituye el objetivo esencial para mejorar el pronóstico del TEC (7).En las ultimas décadas, se ha avanzado mucho en el conocimiento de los factores asociados a mal pronostico, así como en el cuidado prehospitalario y en cuidados críticos, que enfatiza la monitorización y mantenimiento de una adecuada PPC. En los últimos 30 años, la mortalidad del TEC ha experimentado una disminución desde 50% a 35- 25% (2, 13, 14). En más del 50% de los pacientes con TEC grave la PIC se encuentra elevada, y la HEC no controlada causa de muerte en más del 80% de los casos (12). Se han realizado grandes esfuerzos para analizar otras intervenciones que puedan disminuir el daño secundario. Estas incluyen el análisis de otros factores prehospitalarios, la elección de los fluidos para resucitación, manejo de la PAM, PIC, temperatura, oxigenación y ventilación (10). 18 III. CONCEPTOS FISIOPATOLÓGICOS. Las alteraciones fisiopatológicas básicas que acompañan sistemáticamente al TEC grave comprenden los trastornos en el flujo sanguíneo cerebral (FSC), la PIC y el metabolismo cerebral (7). 1. ROL DE LA PIC, FSC Y PRESIÓN DE PERFUSIÓN CEREBRAL (PPC). La PIC es la presión desarrollada dentro del cráneo, su valor normal es entre 0 y 10 mm Hg, cuando es mayor de 20 mm Hg se produce HEC (3). Es resultado de la interacción entre el parénquima cerebral, líquido cefalorraquídeo (LCR), y volumen sanguíneo cerebral. El parénquima cerebral representa el 80% del volumen cerebral y se compone en un 75 - 80% de agua, la cual se distribuye en el medio intracelular y en el intersticio. El LCR y el volumen sanguíneo cerebral constituyen un 10% del volumen respectivamente, con un volumen de aproximadamente 150 ml cada uno. La formación de LCR se altera por inflamación de las vellosidades, edema cerebral y presencia de lesiones ocupantes de espacio (hemorragias, tumores, abscesos). El volumen sanguíneo cerebral depende del FSC, y este a su vez de la autorregulación cerebral, como será analizado mas adelante. El sector venoso y capilar contiene dos tercios del volumen sanguíneo cerebral, mientras que el sector arterial contiene el tercio restante (6). Dado que el cráneo es una estructura inextensible, un aumento de volumen de cualquiera de sus componentes debe acompañarse necesariamente de una reducción del volumen de los otros, para evitar aumentos de la PIC. Los cambios de volumen de los distintos compartimentos inicialmente no se traducen en HEC, hasta que se alcanza un punto crítico en el que los mecanismos de compensación se agotan, y pequeños aumentos de volumen originan grandes cambios de presión, como se observa en la gráfica 1 (6, 15). En primer lugar se produce un desplazamiento de la sangre venosa y del LCR, y posteriormente de la sangre arterial, con riesgo de isquemia cerebral. Finalmente, 19 se produce desplazamiento del parénquima encefálico a través de la duramadre o de la base cráneo, causando herniación cerebral (15). Gráfica 1. Curva Presión/Volumen. Variación de la PIC en función del volumen intracraneano. Cuando actúan los mecanismos compensadores, a pesar de los aumentos de volumen la PIC se mantiene dentro de límites fisiológicos (comprendidos entre P0 y Pc). Una vez agotados dichos mecanismos, la relación entre la presión y el volumen queda definida en la curva por el punto crítico C. En esta situación, la adición de un mínimo volumen (ΔV) al sistema determina un aumento exponencial de la PIC. Obtenido de: Barcena A., Rodríguez C.A., Rivero B. Overview of head injury. Neurocirugía 2006; 17 (6): 495-518. La PPC es la presión que se requiere para perfundir el tejido nervioso para un buen funcionamiento metabólico (6). Se define por la diferencia entre la presión a la entrada de la circulación cerebral, que corresponde a la PAM, y la presión a la salida, que es la presión venosa cerebral. Como durante la injuria encefálica la PIC habitualmente supera a la presión venosa cerebral, la PPC se considera la diferencia entre la PAM y la PIC (7, 13, 15). El FSC es la cantidad de sangre que transita a través del cerebro por unidad de tiempo. Su valor normal es 50 ml/100g/minuto, cuando desciende a menos de 18 ml/100g/minuto por un período prolongado de tiempo conduce a daño neuronal irreversible. Depende de las resistencias vasculares cerebrales (RVC), que están sujetas a regulación por el consumo cerebral de O2 y la PPC (6,15). FSC = PPC / RVC 0000FSC = (PAM - PIC) / RVC 20 La lesión cerebral determina cambios en el FSC, volumen sanguíneo cerebral, patrón respiratorio y presión arterial (PA). Además, se activa la cascada inflamatoria y citotóxica, pudiendo llevar a daño cerebral secundario (16). 2. AUTORREGULACIÓN CEREBRAL. La autorregulación cerebral consiste en la capacidad de variar las RVC para mantener un FSC acorde a las necesidades metabólicas de O2. Depende de la presión arterial de CO2 (PaCO2), la PAM y, en menor grado, de la presión arterial de O2 (PaO2), adenosina y pH (6). (Gráfica 2) Gráfica 2. Autorregulación cerebral. Obtenido de: Wegner A., Wilhelm J., Darras E. Traumatismo encefalocraneano: Conceptos fisiológicos y fisiopatológicos para un manejo racional. Rev Chil Pediat 2003; 74 (1): 16-30. Este fenómeno, que ocurre a nivel de las arteriolas encefálicas, mantiene constante el FSC para proteger al tejido cerebral de caídas o alzas bruscas de la PAM, aunque en realidad el FSC permanece constante frente a cambios de la PPC y no de la PAM (2, 6). La PPC normal se sitúa entre 70 y 100 mm Hg. De todos modos, el FSC se mantiene relativamente constante con valores de PPC entre 40 y 140 mm Hg, como consecuencia de la autorregulación cerebral. Este fenómeno se debe a cambios en las resistencias vasculares, probablemente debido al efecto de los iones hidrógeno a nivel de los vasos cerebrales. El 21 descenso del FSC conduce a hipoxemia e hipercapnia que a su vez llevan a la acidosis, con vasodilatación y aumento del FSC. La hipertensión arterial (HTA) desvía la curva de autorregulación a la derecha, volviendo a estos pacientes susceptibles a la isquemia con valores de PPC normalmente bien tolerados en sujetos sanos (3). Este mecanismo protege tanto del edema cerebral como de la isquemia. Cuando se supera el límite superior de la autorregulación, el circuito capilar se sobrecarga, y se favorece el edema cerebral. De acuerdo al principio de Starling, el aumento de la presión capilar hidrostática frente a una presión tisular constante, determina edema de tipo vasogénico. Cuando la PPC cae debajo del límite de autorregulación, existe riesgo de isquemia encefálica (15). El músculo liso de las arteriolas encefálicas responde a estímulos miogénicos, neurogénicos y metabólicos que son responsables de la autorregulación cerebral. La teoría miogénica postula que el principal estímulo activador sería la presión transmural arteriolar, que es la diferencia entre la presión intravascular y la presión tisular (2). Además, otros factores pueden afectar la autorregulación. La adenosina, oxido nítrico (NO), prostaciclina y canales de potasio (K+) se han implicado en la respuesta vasodilatadora. Cuando disminuye la PPC, la concentración cerebral de adenosina se duplica. La inhibición de la síntesis de NO produce un desplazamiento de la curva de autorregulación a la derecha. Seguramente la autorregulación sea resultado de la combinación de todos estos mecanismos. La autorregulación presenta una latencia de 2 segundos y se completa en 15 segundos, durante este lapso el FSC varia directamente con la PPC (15). La autorregulación es sumamente sensible a la lesión cerebral. Se ha demostrado que estos mecanismos se encuentran alterados en más de la mitad de los pacientes con TEC. Las alteraciones se producen a nivel de todo el encéfalo aunque las lesiones cerebrales sean focales, y seguramente se prolongan más allá de la fase aguda. Además, la curva de autorregulación puede estar desplazada a la izquierda o a la derecha en pacientes con injuria cerebral. Los límites de autorregulación varían con múltiples factores intrínsecos y extrínsecos, incluyendo la HTA crónica, la hipercapnia o el estímulo simpático (2). 22 3. TEC E ISQUEMIA CEREBRAL. El sistema nervioso central (SNC) presenta escasa capacidad de almacenamiento y depende estrechamente del aporte de glucosa y O2. Esto lo vuelve especialmente sensible a la isquemia, las neuronas tras 5 a 7 minutos de isquemia (16). Esta susceptibilidad no es uniforme en todo el encéfalo. En un estudio anatomopatológico efectuado por Graham, se encontró evidencia de isquemia en el 91% de los pacientes fallecidos como consecuencia de TEC. Afecta fundamentalmente al hipocampo, los ganglios basales, y los territorios límite entre las áreas irrigadas por las arterias cerebral anterior y cerebral media (2). Esto se explica en parte, por la mayor densidad de receptores de aminoácidos excitatorios, fundamentalmente glutamato, a nivel de las células del hipocampo (15). La afectación isquémica es mas frecuente en pacientes que en la evolución han presentado inestabilidad hemodinámica, HEC o insuficiencia respiratoria. Estas lesiones a su vez, desencadenan la producción de radicales libres de O2 y aminoácidos excitatorios, que ocasionan mayor lesión del SNC (2). 4. METABOLISMO CEREBRAL. Cuando se produce una lesión cerebral focal, el FSC disminuye a nivel de la lesión y del tejido circundante. Frente a un aumento de la PIC, se incrementa el FSC y el metabolismo. En la lesión cerebral difusa puede haber hiperemia, pero habitualmente en las primeras horas, el FSC disminuye. Hay una pérdida de la autorregulación del FSC, por lo que este se vuelve dependiente de la PPC. Además, suele estar alterada la regulación química y metabólica del FSC (5). A. Reactividad al CO2: El FSC varía 4% por cada mm Hg que varía la PaCO2 en forma lineal, cuando esta se encuentra entre 20 y 60 mm Hg. Cuando hay un aumento del metabolismo cerebral la PaCO2 aumenta, las RVC caen y aumenta el FSC. Este efecto se debe a difusión del CO2 a través de la BHE, con descenso del pH (5). 23 Cuando el metabolismo cerebral disminuye ocurre vasoconstricción cerebral, con disminución del FSC y de la PIC (6). Este es el método más rápido para descender la PIC. De todos modos, es autolimitado, dado que luego de algunas horas el pH retorna a valores normales y la PIC vuelve a los valores previos (15). La autorregulación cerebral y la reactividad al CO2 son mecanismos diferentes que pueden alterarse en forma independiente. La reactividad al CO 2 es la capacidad de respuesta del árbol cerebrovascular a los cambios en la PaCO2. En los pacientes con injuria encefálica traumática habitualmente se produce una situación caracterizada por una reactividad al CO2 conservada, asociada a una alteración de la autorregulación. Este fenómeno ha sido denominado por algunos autores como "vasoparálisis disociada" (2) y su presencia se asociaría a un peor pronóstico (15). La indemnidad de la reactividad al CO2 es de gran relevancia clínica, ya que permite instituir diversas medidas terapéuticas. La hiperventilación es una estrategia clásica en el tratamiento de la HEC. Como la hiperventilación excesiva puede reducir el FSC y determinar isquemia encefálica, su utilización rutinaria actualmente se desaconseja, lo que será analizado en detalle mas adelante (7, 14). B. Contenido Arterial de O2: Cuando la PaO2 es menor de 60 mm Hg o la saturación arterial de O2 (SatO2) menor de 90 % se produce vasodilatación arterial, mediada por adenosina, NO y acido láctico. A su vez la hiperoxia, con una PaO2 por encima de 200 mm Hg, determina vasoconstricción arteriolar encefálica (15). 24 5. AVANCES EN LA FISIOPATOLOGÍA DE LAS LESIONES CEREBRALES TRAUMÁTICAS. Últimamente se ha desarrollado el término de lesión cerebral terciaria, para describir las alteraciones intracelulares que se producen luego del TEC que desencadenan importantes cascadas bioquímicas. Algunas estructuras cerebrales sufren daño irreversible, otras presentan alteraciones funcionales potencialmente reversibles si las condiciones son favorables, estas se conocen como áreas de "penumbra isquémica". Las principales alteraciones intracelulares que se producen como consecuencia del TEC incluyen: la liberación de aminoácidos excitatorios, la entrada masiva de Ca++ a la célula, la activación de la cascada del ácido araquidónico y la producción de radicales libres derivados del O2 (2). A. Radicales Libres y Peroxidación Lipídica: Los principales radicales libres derivados del O2 son el anión superóxido, el radical hidroxilo, el peróxido de hidrógeno (H2O2) y el óxido nítrico (NO). Su producción es catalizada por hierro (Fe++). Este es liberado de la transferrina o de los depósitos intracelulares en medio ácido. En las hemorragias cerebrales, el hierro se libera directamente de la hemoglobina (Hb). Existen determinadas sustancias endógenas que poseen una acción protectora frente al exceso de producción de radicales libres, denominadas “scavengers”, la más conocida de ellas es la Vitamina E11(2). Los radicales libres de O2 pueden desencadenar una reacción en cadena denominada peroxidación lipídica. Esta determina a su vez, la liberación de aminoácidos excitatorios y un aumento masivo del Ca++ intracelular (Figura 5) (2,17). 25 Figura 5. Esquema modificado de Hall de la interrelación existente entre las distintas cascadas lesivas que se originan después de un TEC. La entrada de Ca++ en la célula es el punto final para todas ellas. Obtenido de: Sauquillo J., Poca M.A., Pedraza S., Munar X. Actualizaciones en la fisiopatología y monitorización de los traumatismos craneoencefálicos graves. Neurocirugía 1997; 8 (4): 260-83. Los radicales libres de O2 se producen de forma inmediata tras la lesión, se relacionan con pérdida de la autorregulación y aumento de la permeabilidad de la BHE, favoreciendo el edema cerebral vasogénico. Estos fenómenos se ven amplificados en las horas siguientes al traumatismo. Se han descrito diversas sustancias que actuarían como scavengers de radicales libres, estas incluyen: metilprednisolona, PEG-SOD, PEG-catalasa, allopurinol, dimetilurea, desferroxamina y los 21-aminoesteroides (lazaroides). Estos últimos son corticoides desprovistos de actividad glucocorticoidea y con una elevada potencia antioxidante (2). B. Mecanismos de Excitotoxicidad: El glutamato es el principal neurotransmisor excitatorio. Se encuentra presente en todo el SNC y actúa a nivel de múltiples receptores. Luego del TEC, se produce un gran aumento de las concentraciones extracelulares de glutamato, que 26 conduce a despolarización repetitiva y muerte neuronal. Este fenómeno se conoce como excitotoxicidad y se produce por distintos mecanismos (17). El aumento de la concentración intracelular de Ca++ se asocia con excitotoxicidad, apoptosis y modificaciones de receptores postsinápticos, siendo un determinante crítico de lesión secundaria. En la injuria axonal, el Ca++ inicia una cascada de eventos que culminan con la desconexión axonal. El excesivo secuestro de Ca++ en la mitocondria la despolariza, determinando la apertura de canales de membrana y la liberación de factores que inician la apoptosis. Se ha demostrado que la ciclosporina A, inmunosupresor e inhibidor de los canales de membrana, reduce la afectación axonal y la perdida neuronal (18). Los receptores de glutamato se clasifican en dos grandes grupos: AMPA ( alfaamino-3-hidroxi-5-metil-4-ácido isoxazolepropionico ) y NMDA. En modelos de injuria encefálica se han identificado cambios en la función de ambos tipos de receptores, que finalmente conducen a sobrecarga de Ca++ e hiperexcitabilidad neuronal (10). Los estudios actuales se dirigen a modular la acción del glutamato a distintos niveles: inhibiendo su síntesis, su liberación, potenciando su eliminación del espacio extracelular o bloqueando los receptores postsinápticos. La mayoría de estudios apuntan a la búsqueda de antagonistas que actúen a nivel de los receptores postsinápticos (2). Receptores AMPA: A nivel cortical, la injuria traumática produce un aumento de la respuesta a los agonistas de los receptores AMPA. Las neuronas presentan hiperexcitabilidad, aumento del Ca++ intracelular y susceptibilidad a análogos sintéticos del glutamato. La hiperactividad de los receptores AMPA, junto al exceso de glutamato puede conducir a hiperexcitabilidad, actividad epiléptica, edema celular y muerte neuronal. Los mecanismos intracelulares determinantes de la hiperactividad de estos receptores están bien establecidos, y son actualmente objetivo de investigaciones que intentan normalizar su función luego de la injuria aguda. Se sabe que los receptores AMPA poseen 4 subunidades, y que cuando carecen de la segunda subunidad son muy permeables al calcio. Esto sugiere que la causa del aumento del calcio intracelular y de la hiperexcitabilidad del SNC, 27 podría ser secundaria a una reducción en la segunda subunidad de los receptores AMPA. El factor de necrosis tumoral alfa, una citoquina proinflamatoria presente en el sitio de injuria, aumenta la expresión de receptores AMPA carentes de esta subunidad en neuronas cultivadas. Además, estos receptores son muy permeables al Zinc, lo que conduce a un aumento de su concentración intracelular. El zinc es removido por las mitocondrias en un esfuerzo por reestablecer la homeostasis neuronal, pero esto determina generación de radicales libres, disfunción y perdida del potencial de membrana mitocondrial. La excitotoxicidad mediada por los receptores AMPA puede ser un efecto retardado tras la injuria (10). Receptores NMDA: La excesiva actividad de estos receptores también ha sido implicada en la hiperexcitabilidad en numerosos estudios. La generación de NO neuronal es depende de la actividad del receptor NMDA. El NO es un radical libre y cuando se combina con el radical superóxido, producido por la mitocondria, se vuelve mas reactivo. Esta reacción produce peroxinitrito, un oxidante altamente reactivo, que altera los anillos aromáticos de los aminoácidos y conduce a peroxidación lipídica y fragmentación del ADN con destrucción neuronal (17). Una de las intervenciones terapéuticas más prometedoras involucra la alteración de la interacción entre el receptor NMDA y la generación de NO. Ese ha logrado atenuar la producción de peroxinitrito y NO, reduciendo las áreas de necrosis en modelos animales de stroke (10). 28 IV. GUÍAS PARA EL MANEJO DE LA INJURIA ENCEFÁLICA SEVERA. En 1995 “The Brain Trauma Foundation” aprobó las primeras guías para la resucitación inicial de los pacientes con injuria encefálica severa y para el tratamiento de la HEC, publicado por “The Journal of Neurotrauma”, reconociendo la necesidad de estandarizar el cuidado para mejorar el pronóstico de los pacientes con TEC severo (14). En el año 1998 se formó una task force para revisar y actualizar la evidencia científica con la finalidad de perfeccionar estas guías. Esta segunda edición fue publicada en el año 2000. Esta extensa revisión de la literatura recomienda 3 estándares basados en evidencia de nivel I y varias guías basadas en evidencia de nivel II (tablas 3 y 4). Tabla 3.Niveles de evidencia: Obtenido de: The Brain Trauma Foundation. Guidelines for the Management of Severe Traumatic Brain Injury. 3rd edition. J Neurotrauma 2007; 24: 1 – 117. Derivan de los criterios desarrollados por la U.S. Preventive Services Task Force, The National Health Service Centre for Reviews and Dissemination y la Fundación Cochrane.: Nivel I: deriva de estudios randomizados controlados. Nivel II: deriva de estudios clínicos en que los datos son recolectados en forma prospectiva, y análisis retrospectivos basados en datos relevantes. Se debe distinguir claramente la comparación entre dos o más grupos. Incluye estudios observacionales, cohorte, de prevalencia y casos control. Nivel III: deriva de datos recogidos en forma prospectiva observacionales, y datos retrospectivos. Estos estudios incluyen bases de datos o registros, reportes de casos y opinión de expertos. 29 Tabla 4. Guías para el manejo de la injuria encefálica severa. Segunda edición. Año 2000. Obtenido de: Bendo A. Update on Perioperative Management of Head Injured Patients. En 58th Annual Refresher Course Lectures and Basic Science Reviews. San Francisco, 13 al 17 de Octubre de 2007. American Society of Anesthesiologists. 128: p.1–5. Recomendaciones basadas en evidencia de nivel I: - Si la PIC es normal evitar la hiperventilación prolongada (PaCO2 menor de 25 mm Hg). - La administración de corticoides no mejora los resultados ni reduce la PIC. - El uso profiláctico de anticonvulsivantes no previene las convulsiones postraumáticas tardías. Recomendaciones basadas en evidencia de nivel II: - Todas las regiones deben contar con un sistema de manejo del trauma organizado. - Se debe evitar o corregir de inmediato la hipotensión (PAS menor de 90 mm Hg) y la hipoxemia (SatO2 menor de 90% o PaO2 menor de 60 mm Hg). - Las indicaciones de monitorización de la PIC incluyen: GSC entre 3 y 8 con TAC anormal, o 2 o mas de los siguientes: edad mayor de 40 años, trastornos motores, PAS menor de 90 mm Hg. - Iniciar el tratamiento de la HEC cuando la PIC alcance 20 – 25 mm Hg. - Evitar el uso de hiperventilación profiláctica (PaCO2 menor o igual a 35 mm Hg) durante las primeras 24 horas luego del TEC severo. - El manitol es efectivo para controlar la HEC luego del TEC severo, en dosis entre 0,25 g/kg y 1 g/kg de peso. - La terapia con altas dosis de barbitúricos debe ser considerada en pacientes hemodinámicamente estables con TEC severo e HEC refractaria al tratamiento médico y quirúrgico. - Proveer soporte nutricional: 140% del gasto energético en reposo en pacientes no curarizados y 100% del gasto energético en reposo en pacientes curarizados. 30 En el año 2007 se publicó una nueva actualización. Estas guías se basaron en búsquedas bibliográficas hasta abril del 2006. Se clasificaron los estudios en niveles I, II y III, de acuerdo a la evidencia. Estos estudios se limitaron a estudios publicados en idioma inglés, en mayores de 17 años, se excluyeron editoriales, opinión de expertos y estudios con menos de 25 pacientes. Los tópicos a revisar fueron seleccionados en base a estos criterios cuando hubieron suficientes estudios realizados para formular recomendaciones. Algunos tópicos no fueron considerados por carecer de información suficiente al momento de la publicación (1). En el caso particular de la hipotermia, se obtuvieron resultados discordantes de 15 estudios clínicos de injuria encefálica, por lo que el grupo de expertos implementó un metanálisis independiente para aclarar este punto (14). Desde que se publicaron las primeras guías, se han realizado varios estudios demostrando que el manejo de la injuria encefálica traumática de acuerdo con las mismas mejora los resultados en cuanto a mortalidad, estado funcional, estadía hospitalaria y costos (19). Además se han publicado guías basadas en la evidencia para el tratamiento de la injuria encefálica en pediatría. Finalmente, en marzo de 2006 fueron publicadas guías para el manejo quirúrgico del TEC. De todos modos, no hay estudios controlados en la literatura que apoyen distintas formas de tratamiento quirúrgico, o la cirugía versus el tratamiento conservador en determinadas situaciones (1). Actualmente se vuelve a debatir la utilidad de la craneotomía decompresiva para el tratamiento de la HEC refractaria en el TEC. Se estan desarrollando dos ensayos aleatorizados, el estudio RESCUE en Europa y el estudio DECRA en Australia, que pueden determinar una resolución de este punto (20). 31 V. ESTRATEGIAS DE NEUROPROTECCIÓN. Estos aspectos se deben considerar desde el preoperatorio, en el sitio del accidente, se debe continuar durante el traslado, el intraoperatorio y el postoperatorio, para evitar o minimizar el daño cerebral secundario. 1. PA Y PPC. La evidencia de nivel II indica que se debe monitorizar la PA en los pacientes con injuria encefálica y evitar la hipotensión arterial (PAS menor de 90 mm Hg). Una única medida prehospitalaria de PAS menor de 90 mm Hg fue uno de los 5 predictores mas poderosos de resultados. Se asoció a un aumento de la morbilidad y una duplicación de la mortalidad en este tipo de pacientes (21). A nivel hospitalario, Manley y colaboradores no encontraron diferencias significativas en cuanto a mortalidad en pacientes con un GCS menor de 13 que experimentaron un episodio aislado de hipotensión arterial. El riesgo relativo de mortalidad aumento de forma significativa en aquellos pacientes con dos o mas episodios de hipotensión (22, 23). Jones y colaboradores encontraron que la duración de estos episodios de hipotensión si fue un predictor significativo de morbimortalidad. El valor limite de PAS de 90 mm Hg es arbitrario, fue establecido en forma estadística en base a los valores de PA de adultos normales, y parece que valores por encima de estas cifras serian deseables, de todos modos no hay estudios que lo corroboren. La importancia de la PAM también debería ser considerada, no solo por su rol en el calculo de la PPC, sino porque parece conveniente mantener valores de PAM mayores que los obtenidos cuando la PAS es de 90 mm Hg, aunque a la fecha no hay estudios que indiquen cuales serian los valores limite de PAS y PAM (14, 23). Luego de la injuria cerebral traumática, la lesión a nivel del hipocampo conduce a alteraciones en la memoria. En un trabajo publicado en el 2005 en ratas, se comparó la expresión genética en las neuronas del hipocampo injuriadas y no injuriadas, luego de lesión cerebral traumática y de lesión cerebral traumática asociada a hipotensión por hemorragia. La expresión de genes que codifican sustancias neuroprotectoras (glutatión peroxidasa, hem oxigenasa, factor neurotrófico cerebral) estaba disminuida en las neuronas injuriadas. La asociación 32 de hipotensión arterial hemorrágica determinó una regulación negativa de los genes neuroprotectores, tanto en neuronas injuriadas como no injuriadas. Este es otro hallazgo que evidencia la importancia de la hipotensión arterial en el desarrollo de daño cerebral secundario (24). A pesar de todo lo analizado, uno de los aspectos mas controvertidos en el cuidado de los pacientes con injuria encefálica severa continúa siendo el manejo de la PAM y la PPC. Si bien la evidencia demuestra que la hipotensión sistémica aumenta en forma independiente la morbilidad y mortalidad en la injuria cerebral traumática, se desconoce si la elevación de la PPC por encima de un nivel mínimo que provea adecuada perfusión mejora o empeora los resultados (14, 25). Rosner y colaboradores propusieron una estrategia de tratamiento basada en la PPC, implica el uso de vasopresores para mantener una PPC mayor o igual a 70 mm Hg. Esta estrategia tuvo mejores resultados que la de un grupo control en que el objetivo terapéutico fue el control de la PIC. Si la autorregulación cerebral esta preservada, este tipo de manejo puede tener efectos neuroprotectores al controlar los aumentos de la PIC y prevenir la cascada vasodilatadora (26). Dentro del rango de autorregulación, los descensos en la PPC se asocian a aumento de la PIC a través de vasodilatación compensadora. Se ha demostrado que valores de PPC por debajo de 60 mm Hg se asocian a descensos en la oxigenación tisular cerebral (PbrO2). Sin embargo, otros autores estudiaron los valores de PbrO2 en función de los niveles de PPC y no encontraron que los valores bajos de la primera predijeran bajas PPC, con valores entre 48 y 70 mm Hg. Además, encontraron que los aumentos en la PPC no se asociaron a aumento de la disponibilidad de O2 en la mayoría de los casos. Estudios con microdiálisis cerebral sugieren que a pesar que el cerebro normal tolera niveles bajos de PPC, el cerebro injuriado puede mostrar signos de isquemia si la PPC desciende por debajo de 50 mm Hg. Estos estudios sugieren que existe un umbral fisiológico crítico de PPC de 50-60 mm Hg por debajo del cual puede aparecer isquemia encefálica. Numerosos estudios clínicos afirman este concepto y postulan que la PPC es un parámetro valioso en el manejo de los pacientes con TEC severo. Sostienen que el monitoreo y control de la PPC no debe ser sustituido por el manejo de sus parámetros constitutivos (PAM y PIC) (14). De todos modos, en un estudio prospectivo randomizado realizado por Robertson y colaboradores, se encontró que el manejo basado en la PPC previene el daño 33 cerebral secundario, pero no reduce la PIC ni mejora los resultados. Además, existe un creciente aumento de la evidencia clínica que sugiere que la elevación de la PPC por encima del umbral de isquemia, con vasoconstrictores y volumen, puede no ser beneficiosa, pudiendo determinar efectos adversos a nivel encefálico y cardiorrespiratorio (23). Se ha reportado una asociación significativa entre sindrome de distress respiratorio del adulto (SDRA) y terapia basada en la PPC. Los pacientes que desarrollaron SDRA tuvieron valores de PIC mas elevados y recibieron mayor tratamiento para manejar la HEC. Presentaron 2,5 veces mas posibilidades de desarrollar HEC refractaria y este grupo tuvo 2 veces mas probabilidades de muerte o estado vegetativo a los 6 meses (14). Otro concepto terapéutico propuesto en Lund se basa en la reducción de las presiones hidrostáticas microvasculares para disminuir la formación de edema cerebral. Estos autores proponen que si la respuesta vasomotora y la BHE están alteradas, el aumento de la PAM puede transmitirse a nivel capilar, determinando edema cerebral. Este manejo se basa en medidas para disminuir la PAM, permitiendo que la PPC descienda a 50 mm Hg (27). Considerando estas medidas extremas, una aproximación racional podría ser manejar la PPC en forma individualizada, de acuerdo a la autorregulación cerebral (25). Un estudio publicado por Cremer y colaboradores en el año 2004, valoró los efectos de varios niveles de PPC sobre la PIC, la autorregulación encefálica y la PbrO2 en pacientes con TEC severo sin lesiones ocupantes de espacio, durante los 5 días siguientes al trauma. Los pacientes con PIC normal y aumentada fueron analizados por separado. Cuando se redujo la PPC en forma transitoria a los pacientes con HEC se observó un mayor aumento de la PIC, reducción de la capacidad de autorregulación y disminución de la PbrO2. En los pacientes con PIC normal solo se observaron pequeños cambios cuando se modificó la PPC. Los pacientes con HEC requieren valores de PPC mas alta que los pacientes con PIC normal, pudiendo requerir valores de PPC por encima de 70 mm Hg, mientras que los pacientes con PIC normal operan dentro del rango de autorregulación. De este modo, el uso de catecolaminas para aumentar la PPC a un valor arbitrario no mejoraría la perfusión cerebral cuando la PIC es normal y expone al riesgo de distress respiratorio y falla circulatoria. Los autores concluyeron que en pacientes con reactividad cerebrovascular conservada y PIC normal, la perfusión cerebral no depende en forma crítica de la PPC. En pacientes con HEC, el aumento 34 deliberado de la PAM redujo la PIC, mejoró la capacidad de autorregulación cerebral y mejoró la PbrO2. Estos datos sugieren que una cuidadosa manipulación de la PAM puede optimizar el manejo de la PPC (25). Cruz y colaboradores realizaron un estudio prospectivo comparando un grupo de pacientes tratados en base a la Saturación yugular de O2 (SjO2) y PPC, y otro grupo tratado en base a un protocolo de manejo de la PPC, con un objetivo de PPC mayor de 70 mm Hg. La mortalidad en el grupo tratado en base a la SjO2 fue de 9%, mientras que en el grupo tratado en base a la PPC alcanzó el 30%. Este estudio sugiere que el tratamiento basado en la PPC puede no ser óptimo en todos los pacientes y que las estrategias de manejo deberían individualizarse (28). Otros autores compararon en forma prospectiva dos grupos de pacientes con injuria encefálica severa tratados con protocolos basados en la PIC versus protocolos basados en la PPC. Estos encontraron que una PPC mayor de 60 mm Hg era demasiado alta para algunos pacientes. Reportaron que el manejo basado en la PPC parece ser mas eficaz en pacientes con una autorregulación conservada. Los pacientes con una alteración de la autorregulación tienen peores resultados cuando se mantiene este umbral de PPC (29). Es importante diferenciar los umbrales fisiológicos de los clínicos. La mayoría de los umbrales establecidos provienen de estudios fisiológicos, se requiere evidencia clínica mediante estudios controlados para valorar los resultados. A la fecha, no es posible identificar un nivel óptimo de PPC para evitar la isquemia encefálica. Evidencia de clase III indica que se deben evitar valores de PPC por debajo de 50 mm Hg. El valor de PPC objetivo se sitúa entre 50 y 70 mm Hg. Los pacientes con autorregulación conservada toleran valores mas altos de PPC. La monitorización de otros parámetros cerebrales incluyendo FSC, PbrO2 o metabolismo cerebral (SjO2) facilitan el manejo de la PPC. La evidencia de clase II apoya que se debe evitar el uso rutinario de vasopresores y volumen para mantener la PPC por encima de 70 mm Hg, debido al riesgo de síndrome de distress respiratorio del adulto (SDRA) (14). 35 2. TERAPIA HIPEROSMOLAR. Esta terapia genera un gradiente omótico para deshidratar las estructuras cerebrales. En los últimos 30 años la osmoterapia se ha convertido en una herramienta importante en el manejo de la HEC luego del TEC. La fisiopatología de la HEC es compleja y depende del mecanismo de edema cerebral, volumen de los componentes intracraneanos, integridad de la BHE y PPC. En condiciones fisiológicas, la BHE limita el pasaje de líquido desde los capilares al parénquima cerebral al constituir una membrana semipermeable que es moderadamente permeable al agua y relativamente impermeable a solutos y proteínas. El balance de las fuerzas de Starling determina el flujo hacia el parénquima cerebral. Cuando la BHE pierde su integridad se pierde este balance, facilitando el pasaje de proteínas y electrolitos. La presión hidrostática se convierte en la fuerza determinante del movimiento de fluidos a través de la BHE. Esto conduce a edema cerebral con aumento de la PIC, disminución de la PPC, hipoxia y daño cerebral secundario. La interrupción de este ciclo es la base del tratamiento con soluciones hiperosmolares. El agente omótico ideal debe establecer un fuerte gradiente transendotelial permaneciendo en el compartimiento intravascular un tiempo prolongado. No debe ser tóxico y debe presentar efectos secundarios sistémicos mínimos. Se han investigado varias sustancias, incluyendo urea, glicerol, sorbitol, manitol y suero salino hipertónico (SSH). La urea es efectiva, pero se asocia a numerosos efectos adversos incluyendo nauseas, vómitos, diarrea, hemoglobinuria, coagulopatía e HEC de rebote, por lo que ya no se utiliza. El glicerol y el sorbitol presentan una moderada efectividad en reducir la PIC y se asocian a hiperglicemia (30). Las soluciones hiperosmolares de uso corriente en pacientes con injuria cerebral traumática son el manitol y el SSH. No existen evidencias suficientes para realizar recomendaciones de nivel I a este respecto (14). 36 A. Manitol: Es un hidrato de carbono compuesto por 6 carbonos. No atraviesa la BHE intacta pero se piensa que produce la disrupción de la misma al producir deshidratación de las células endoteliales transitoriamente. No se metaboliza y se elimina por filtración glomerular. Reduce la PIC a través de varios mecanismos de acción. Además de reducir el volumen encefálico, otra de sus acciones puede deberse a un efecto expansor plasmático inmediato que reduce el hematocrito (Hto), aumenta la deformabilidad de los eritrocitos, disminuye la viscosidad sanguínea, aumenta el FSC y la entrega de O2 al cerebro. A su vez, estos cambios resultan en una respuesta vasoconstrictora que disminuye el volumen sanguíneo intracraneano. Esto explica porque el manitol disminuye la PIC a los pocos minutos de su administración y porque su efecto es mas marcado en pacientes con PPC disminuida (31). Además, la administración de manitol reduce la producción de LCR en un 50%, lo que puede conducir a un descenso duradero de la PIC. De todos modos, presenta varias limitaciones. La hiperosmolaridad es un problema frecuente y se asocia con efectos adversos a nivel renal y encefálico. La diuresis osmótica puede conducir a hipotensión, principalmente en pacientes hipovolémicos (30). El efecto omótico del manitol comienza en 15 a 30 minutos, mientras se estabilizan los gradientes entre el plasma y las células. Sus efectos persisten por un período variable de tiempo, desde 90 minutos hasta 6 o mas horas, dependiendo de la condición clínica del paciente. La hipotensión arterial, sepsis, drogas nefrotóxicas, o enfermedad renal preexistente aumentan el riesgo de falla renal con la terapia osmótica (14). En las ultimas 3 décadas el manitol ha reemplazado otros diuréticos osmóticos en el tratamiento de la HEC. En 1995, en Estados Unidos un 83% de los centros de tratamiento intensivo (CTI) usaron diuréticos osmóticos en más de la mitad de los pacientes. En el Reino Unido, el 100% de los centros neuroquirúrgicos usaron manitol en el tratamiento de la HEC. Está bien establecida la efectividad del manitol para los pacientes críticos con TEC, sin necesidad de ensayos controlados aleatorios (32). El manitol es efectivo y seguro y es recomendado por The Brain Trauma Foundation y The European Brain Injury Consortium como droga de elección (30). 37 The Brain Trauma Foundation Guidelines Task Force, recomienda el uso de manitol sólo si el paciente presenta signos de HEC o deterioro neurológico. En estos casos, cualquier efecto adverso es superado por el beneficio terapéutico. De todos modos, se desconocen el régimen de tratamiento óptimo, la efectividad del manitol en comparación con otros agentes de disminución de PIC y su utilidad en el contexto prehospitalario antes de la restauración de la volemia (32). Tras una administración única puede ser beneficioso a corto plazo, mientras se realizan intervenciones diagnósticas y terapéuticas. También se ha utilizado en tratamiento prolongado, pero no existe evidencia que recomiende la administración repetida de manitol. Además, presenta el riesgo potencial de reducir la PPC y de determinar vasoconstricción cerebral por hiperventilación. El tratamiento ideal debería disminuir la PIC manteniendo la PPC (14). Se realizó una revisión sistemática de los ensayos controlados aleatorios que comparan el manitol con otros tratamientos o intervenciones alternativas o placebo, en cualquier estadio del tratamiento agudo del traumatismo craneoencefálico. Existen pocos estudios idóneos acerca del tratamiento con manitol en pacientes con TEC. El tratamiento según la PIC mostró un leve efecto beneficioso sobre la mortalidad comparado con el tratamiento según los signos neurológicos y los indicadores fisiológicos. Debido a los reducidos números de pacientes, la medida del efecto es imprecisa. En algunos estudios, se iniciaba la administración de manitol sólo cuando la PIC subía por encima de 25 mm Hg. Por consiguiente, estos resultados no pueden extrapolarse a los protocolos según la PIC, que inician el tratamiento con manitol a un nivel inferior. El único ensayo que comparó el manitol con la SSH (Vialet 2003) fue demasiado pequeño para establecer conclusiones fiables. El ensayo no estaba diseñado para probar el efecto de estos agentes osmóticos sobre la recuperación neurológica o la mortalidad. El único ensayo que comparó la administración prehospitalaria del manitol con placebo demostró un aumento de la mortalidad entre los pacientes tratados con manitol. Pero la estimación producida por este ensayo es imprecisa debido al pequeño tamaño de la muestra (32). Hay muchas preguntas sin respuesta con respecto a la óptima utilización del manitol después del TEC. El uso actual generalizado de manitol y la ausencia de claridad con respecto a la administración óptima presentan una oportunidad ideal para la realización de ensayos controlados aleatorios (32). 38 Existe evidencia de nivel II que indica que el manitol es efectivo en el control de la HEC en dosis de 0,25 a 1 g/kg de peso. Se debe evitar la hipotensión arterial. El uso de manitol debe restringirse previo a monitorizar la PIC en pacientes con signos de herniación transtentorial o deterioro neurológico progresivo no atribuible a causas extracraneanas (evidencia de nivel III) (14). Se desconocen los riesgos de la administración de manitol en combinación con SSH y de su uso por períodos mayores de 24 horas. Se ha recomendado la administración de bolos intermitentes frente a la infusión continua. No obstante, los análisis recientes concluyen que existen datos insuficientes para recomendar alguna forma de administración en particular (14). En un estudio randomizado y controlado el manitol fue superior a los barbitúricos en mejorar la PPC, PIC y disminuir la mortalidad. De todos modos, la evidencia de este estudio es de Clase III (14). En modelos experimentales de injuria encefálica traumática, los diuréticos de asa, no parecen reducir el agua cerebral o amplificar los efectos del manitol (33). En un estudio retrospectivo publicado este año por Sorani y colaboradores se intentó caracterizar la relación dosis respuesta entre la administración de manitol y la PIC en pacientes con injuria encefálica traumática. Realizaron una medición contínua de la PIC en 28 pacientes que recibieron al menos una dosis de manitol. 20 pacientes recibieron un total de 85 dosis de 50 gramos de manitol y 18 pacientes recibieron 50 dosis de 100 gramos. Algunos pacientes recibieron ambas cantidades. La PPC se mantuvo por encima de 60 mm Hg. La PIC promedio fue de 22 + - 10,6 mm Hg. Cuando se administró manitol esta disminuyó de inmediato y continuó descendiendo durante aproximadamente 30 minutos a 15,7 + - 8,1 mm Hg. Luego de 30 minutos, la PIC fue igual en ambos grupos. A los 100 minutos, la PIC retorno casi a los valores previos en el grupo que recibió 50 gramos, pero continuó mas baja en el segundo grupo. Los autores concluyeron que existe una relación dosis dependiente entre la administración de manitol y la PIC: por cada 0,1 g/k de manitol administrado observaron una disminución adicional de la PIC de 1 mm Hg. Además, encontraron que el manitol no reduce la PIC cuando esta no se encuentra previamente elevada, independientemente de la dosis utilizada (31). 39 B. Suero Salino Hipertónico (SSH): La preservación de la PPC requiere el mantenimiento de la normovolemia sin afectar la PIC. Se deben considerar varios principios fisiológicos. El agua corporal total se distribuye entre el volumen intracelular (LIC) y extracelular (LEC) por membranas semipermeables. En los tejidos periféricos las membranas capilares son muy permeables al agua, iones y otros compuestos de bajo peso molecular, pero limitan el pasaje de sustancias de alto peso molecular, como la albúmina. En estos tejidos la distribución de fluidos entre el plasma y el líquido intersticial depende de los gradientes de presión oncótica. En contraste, la BHE es impermeable a la mayoría de los solutos hidrofóbicos, incluyendo el sodio Na+. La osmolalidad plasmática normal es de 290 mOsm/kg, de los que 280 mOsm/kg se atribuyen al Na+ y sus aniones asociados (31). El suero ringer lactato (SRL) tiene una osmolalidad de 275 mOsm/kg y el Cloruro de Sodio (NaCl) al 0,9% tiene una osmolalidad de 308 mOsm/kg (Tabla 5). Como cada mOsm de diferencia a través de una membrana semipermeable genera una presión osmótica de 19,3 mm Hg, pequeños cambios en la natremia generan gradientes de presión osmótica sustanciales y peden alterar el contenido cerebral de agua (34). Tabla 5. Contenido de sodio y osmolaridad de distintas soluciones. Obtenido de: White H., Cook D., Venkatesh B. The use of hypertonic saline for treating intracranial hypertension after traumatic brain injury. Anesth Analg 2006; 102: 1836-46. Concentración de Na (mmol/L) Salino 0.9% Suero Ringer Lactato Manitol20% Salino 1.7% Salino 3% Salino 7.5% Salino 10% Salino 23.4% Salino 29.2% 154 130 291 513 1283 1712 4004 5000 Osmolalidad (mOsm/kg) 308 275 1098 582 1026 2566 3424 8008 10,000 Los términos hipotónico, isotónico e hipertónico se refieren a fluidos intravenosos en los que la osmolalidad total es menor, igual o superior que la osmolalidad plasmática. En pacientes no neuroquirúrgicos que recibieron una infusión rápida de SRL (60 ml/kg en dos horas), la natremia disminuyó aproximadamente 2 mEq/l, mientras que en los pacientes que reciben NaCl 0,9%, la natremia 40 aumentó 2 mEq/l. Estos cambios en el Na+ plasmático equivalen a cambios en la presión osmótica plasmática de 36 mm Hg, con una diferencia entre los dos fluidos de 72 mm Hg (34). Los SSH son soluciones salinas que contienen concentraciones de Na+ mayores de 0,9%. Se han usado para resucitación con bajos volúmenes, especialmente en pacientes con injuria encefálica traumática. También se han usado como una alternativa al manitol para la reducción osmótica de la PIC. En situaciones de injuria cerebral localizada con disrupción de la BHE, la SSH al 7,5% y el manitol al 20%, causan salida de líquido del tejido cerebral donde la BHE permanece intacta. La deshidratación del cerebro normal compensa el edema en el tejido injuriado. Las SSH tienen aproximadamente el mismo efecto sobre la PIC que el manitol, a concentraciones equiosmolares. En un estudio randomizado reciente que comparó los efectos del SSH al 7,2% / hidroxietil almidón, con manitol al 15% en la HEC, el SSH redujo mas la PIC, pero la osmolalidad con SSH era mayor (35). Cuando se administraron infusiones equimolares de 200 ml de manitol al 20% o 100 ml de SSH 7,5% / dextran 70 en 5 minutos a pacientes neuroquirúrgicos con HEC, el primero tuvo un efecto mayor, de todos modos como se encuentra casi completamente ionizado una dosis equimolar de SSH al 7,5% contiene el doble de osmoles (36). Sus efectos beneficiosos se deben a varios mecanismos. Su mecanismo principal de acción se debe al intercambio omótico de agua a través de la BHE. La permeabilidad de la BHE al Na+ es baja cuando ésta se encuentra intacta, por lo tanto, la administración se SSH produce un gradiente osmótico entre el espacio intravascular e intersticial/intracelular, conduciendo a disminución del volumen encefálico y disminución de la PIC. El coeficiente de reflección (selectividad de la BHE a una sustancia determinada) del NaCl es mayor que el del manitol, volviéndolo potencialmente mas efectivo que este último. El SSH aumenta el volumen sanguíneo circulante, la PAM y la PPC. Los efectos sobre la microcirculación también pueden jugar un papel importante, se produce deshidratación de las células endoteliales y eritrocitos, lo que conduce a vasodilatación y deformación de los eritrocitos, con descenso de la viscosidad y mejoría del FSC. Además, reduce la adhesión de los leucocitos al endotelio en el cerebro injuriado (30). 41 Wisner y colaboradores estudiaron los efectos del SSH en el contenido cerebral de agua en ratas con injuria encefálica. Compararon SSH al 6,5% con SRL. El contenido de agua disminuyó en los cerebros sanos, y en el hemisferio sano de los cerebros injuriados. El contenido de agua aumentó en los cerebros injuriados, en forma similar en ambos grupos. Esto sugiere que los fluidos hipertónicos mejoran la compliance intracraneal y el FSC al “deshidratar” el cerebro no injuriado. Se requiere una BHE intacta para que la osmoterapia sea efectiva, y el exceso de agua libre y la hipervolemia deben ser evitados (30). SSH para la HEC Refractaria en Adultos: La definición de HEC refractaria varía entre los autores, pero describe la incapacidad de disminuir la PIC con el tratamiento médico convencional, que incluye sedación, administración de manitol, hipotermia, hiperventilación, parálisis y coma barbitúrico. El SSH parece efectivo en reducir la PIC en estos pacientes en varios estudios clínicos. No se encontró relación entre la PIC y la concentración sérica de Na+ (30). SSH para el manejo inicial del shock y la injuria encefálica: Vasser y colaboradores realizaron una serie de estudios investigando la administración prehospitalaria de SSH. El primer estudio fue prospectivo doble ciego, randomizado comparando la administración de 250 ml de SSH al 7,5%+ dextranos con SRL. La sobrevida solo mejoró discretamente con SSH. De todos modos, en los pacientes con injuria encefálica los tratados con SSH tuvieron un 32% de sobrevida comparado con 16 % en el grupo control. En otro estudio los mismos autores compararon distintas soluciones hipertónicas. Compararon el SRL, SSH al 7,5%, SSH al 7,5% + dextran 6% y SSH al 7,5% + dextran 12%. El cambio en la PAS al arribo al hospital fue mayor en los pacientes tratados con SSH. No existieron diferencias significativas en la sobrevida entre los 4 grupos. El SSH fue tan efectivo y mas económico que el SSH + dextran. El estudio mas reciente a gran escala investigando la administración prehospitalaria de SSH en pacientes con injuria encefálica fue realizado por Cooper y colaboradores en el año 2004. realizaron un estudio doble ciego, 42 controlado, randomizado donde compararon la administración de 250 ml de SSH al 7,5% con SRL en 229 pacientes con injuria encefálica (GCS menor de 9) e hipotensión (PAS menor de 100 mm Hg). Valoraron la función neurológica a los 6 meses. Ambos grupos se encontraron normotensos al arribo al hospital. Los resultados fueron similares, a pesar de una diferencia pequeña pero estadísticamente significativa en la concentración de Na+ al ingreso (Na+ medio de 149 mEq/l en el grupo tratado con SSH y Na+ medio de 141 mEq/l en el control). La cantidad de pacientes que sobrevivieron al alta fue similar en ambos grupos (55% con SSH y 50% en el control). la sobrevida a los 6 meses fue de 55% en el grupo con SSH y 47% en el grupo control. A los 6 meses el GSC medio fue de 5 en ambos grupos. No encontraron diferencias significativas entre los grupos en resultados favorables ni en la función neurológica. Concluyeron que el uso rutinario de SSH en el tratamiento prehospitalario del TEC no tiene ventajas sobre la reanimación con SRL. Este estudio parece contradecir los estudios previos. Esta diferencia puede explicarse porque la mayoría de los estudios comparan la utilización de una dosis única de SSH, ésta disminuye la PIC, pero no disminuye la mortalidad. Por otra parte, la mayoría de los pacientes son politraumatizados graves y es difícil establecer si la muerte se produce por injuria encefálica o por lesiones asociadas (38). En un estudio publicado en mayo de 2008 por Sell y colaboradores, investigaron si el uso de SSH o l-arginina hipertónica en ratas mejoraba la sobrevida neuronal a largo plazo. Se valoraron los resultados 15 días luego del TEC y shock hemorrágico. Los grupos que recibieron SSH o l-arginina hipertónica mostraron mayor sobrevida neuronal que los grupos que no recibieron tratamiento o fueron tratados con suero salino isotónico y presentaron injuria cerebral traumática asociada a hemorragia. Concluyeron que el uso de SSH o de l-arginina hipertónica mejora la sobrevida neuronal y apoya los beneficios terapéuticos del tratamiento con soluciones hipertónicas en pacientes con TEC y shock hemorrágico (39). 43 Relación entre PIC y Na plasmático: La escasa correlación entre los niveles de natremia y de PIC no es clara. Esto podría explicarse parcialmente por la interacción compleja entre el volumen intravascular y la osmolaridad sérica. Tras la administración intravenosa, el Na+ se distribuye rápidamente en el compartimiento extracelular, que constituye aproximadamente 1/3 del agua corporal total y este volumen es variable dependiendo de la masa corporal, sexo y edad. No se ha estudiado si esto influye en la efectividad del SSH. El momento de la administración es importante ya que los osmorreceptores rápidamente detectan cambios en la osmolaridad sérica y se inician mecanismos para reestablecer el equilibrio. El aumento de la osmolaridad estimula la liberación de hormona antidiurética (ADH) determinando la absorción renal de agua libre. El aumento inicial en la natremia se corrige rápidamente . los estudios acerca de la administración continua de SSH mostraron una correlación significativa entre la natremia y la PIC. Como sucede con el manitol, el SSH parece producir una influencia positiva en la PIC luego que los efectos osmóticos han desaparecido. Esto puede relacionarse con la mejoría de la PPC, FSC, compliance intracraneal y autorregulación (30). SSH en Pediatría: En las recientes guías para el manejo de la injuria encefálica traumática en pediatría, el SSH es propuesto como una alternativa al manitol en el tratamiento de la HEC. Simma y colaboradores realizaron un estudio prospectivo randomizado comparando el uso de SSH con SRL en 32 pacientes pediátricos con injuria encefálica traumática. El grupo con SSH requirió menos intervenciones para mantener la PIC debajo de 15 mm Hg que el grupo control. A pesar que la sobrevida fue similar, la estadía hospitalaria fue de 8 +- 2,4 días en el grupo tratado con SSH comparado con 11,6 +-6,1 días en el control. Hubo una pequeña pero significativa correlación entre la natremia y la PIC. Las guías actuales recomiendan una infusión continua de NaCl al 3% de 0.1 a 1 ml/kg/hora, permitiendo que la osmolaridad sérica alcance 365 mOsm/l (37). 44 En niños, la hipernatremia e hiperosmolaridad son usualmente bien toleradas si no coexiste con hipovolemia que pueda conducir a insuficiencia renal aguda (IRA) (40). Complicaciones: Falla renal: Cuando se usa manitol una osmolaridad plasmática mayor de 320 mOsm/l se asocia a falla renal, mientras que una osmolaridad de hasta 365 mOsm/l es bien tolerada luego de la administación de SSH en pacientes con injuria encefálica traumática. Otros estudios reportaron la aparición de IRA tras la administración de SSH. De todos modos, estos pacientes presentan falla multiorgánica por lo que el impacto de la hipernatremia es incierto. Otro estudio en niños, encontró cierta correlación entre los niveles de natremia y de creatinina, pero ninguno presento IRA. La relación entre la administración de SSH y falla renal es incierta (30). Mielinosis pontina: Las recomendaciones sugieren que el Na plasmático no se debe aumentar mas de 8-10 mEq/día en los pacientes con hiponatremia crónica. Se desconoce si esta complicación puede ocurrir en pacientes con natremia normal luego de cambios rápidos en el Na+ plasmático. No se ha encontrado evidencia de aparición de mielinosis pontina tras la administración de SSH. No está claro si su aparición se relaciona con los niveles iniciales de natremia, la cronicidad de la hiponatremia o el cambio rápido en las concentraciones de Na+ (30). De todos modos, parece prudente descartar la presencia de hiponatremia crónica preexistente previo a su administración (40). Efecto rebote: La osmoterapia continúa puede conducir a un aumento de la PIC cuando la natremia retorna a valores normales. En la fase de eliminación de las drogas con efecto osmótico, hay una inversión temporal del gradiente entre la sangre y el cerebro. De todos modos, esto no parece asociarse con HEC. La situación tras el uso a largo plazo es menos clara. En la injuria encefálica el Na+ cruza la BHE, pero esto ocurre lentamente. Algunos autores han encontrado un aumento progresivo en la PIC luego de la administración de SSH, aunque otros estudios no han podido confirmarlo. El riesgo de HEC de rebote aumentaría con la 45 administración repetida de SSH, el grado de daño de la BHE, y la situación del paciente en la curva presión volumen. Continúa en debate al existencia de este fenómeno (30). Efectos sistémicos: La hipernatremia secundaria a la administración de SSH se ha asociado a coagulopatía, hipervolemia, y anomalías en los electrolitos. Algunos autores propusieron que tras la administración de grandes volúmenes de SSH podría existir dilución de factores de coagulación, pero esto no parece tener importancia clínica. Las anomalías electrolíticas son frecuentes. Puede producirse hiperpotasemia, natriuresis y acidosis metabólica hiperclorémica. Habitualmente no requieren tratamiento, aunque algunos administran acetato para evitar la aparición de acidosis. Debe ser diferenciada de otras causas de acidosis metabólica (30, 34). El SSH además presenta riesgo de inducir o agravar el edema pulmonar en pacientes con patología cardiopulmonar asociada (40). C. Manitol versus SSH: La efectividad de ambas soluciones fue estudiada en animales. Mirsky y colaboradores compararon la eficacia de una dosis única equiosmolar de SSH (23,4%) y de manitol al 25% en reducir la PIC en un modelo animal de injuria encefálica aguda. Ambas soluciones redujeron la PIC, pero el SSH fue mas efectivo. El efecto del SSH duró 500 minutos, mientras que el efecto del manitol duró aproximadamente 120 minutos. Berger y colaboradores compararon el uso de una carga de SSH al 7,5% con manitol al 20% en un modelo de injuria encefálica en conejos. El grupo tratado con manitol presentó una PAM, pH y PaO2 mas bajo y una PaCO2 mas elevada. El manitol inicialmente disminuyó la PIC pero sus efectos fueron transitorios. El SSH determinó una PIC mas baja pero produjo acumulación de agua y Na en el tejido cerebral injuriado. Estos estudios sugieren que el SSH puede ser mas efectivo que el manitol en reducir la PIC y tiene una mayor duración de acción. De todos modos, se desconoce si esto determina una mejoría en los resultados (30). En todos los estudios realizados la administración de SSH en bolos redujo la PIC, y fue efectivo en pacientes refractarios al manitol. La administración de bolos 46 repetidos también fue efectiva para reducir la PIC y no se observó efecto rebote. Estos estudios sugieren que el SSH en bolos puede ser una alternativa efectiva al manitol en el tratamiento de la HEC, aunque la evidencia actual no es suficiente para recomendar su administración, se desconoce la concentración y forma óptima de administración (14). En cuanto a la administración continua de SSH la mayoría de los estudios se han realizado en niños con TEC severo. Se han realizado recomendaciones de Clase III acerca de los efectos beneficiosos de este modo de administración. Las dosis efectivas oscilan entre 0,1 y 1 ml/kg/hora de SSH al 3% (14). 3. HIPOTERMIA PROFILÁCTICA. La hipotermia leve a moderada, entre 33 y 35°C, ha sido utilizada en el TEC por muchos años. Inicialmente se pensaba que el mecanismo de acción de la hipotermia era a través de una reducción del metabolismo cerebral. Posteriormente, se demostró que la hipotermia leve también puede influir en la liberación excesiva de neurotransmisores excitatorios luego del trauma y disminuir la alteración de la BHE. Los principales riesgos asociados con la hipotermia sistémica son un mayor riesgo de sepsis, neumonía, coagulopatía, isquemia miocárdica y fibrilación auricular (41). El tratamiento con hipotermia sistémica moderada reduce el edema cerebral y la mortalidad luego de la lesión de la corteza cerebral en estudios en animales de laboratorio. Los estudios iniciales de la aplicación de hipotermia en humanos no fueron concluyentes. Estudios posteriores establecieron 32ºC como límite de seguridad en humanos con injuria encefálica. En dos estudios realizados en el año 1993, la hipotermia moderada mantenida durante 24 y 48 horas en pacientes con injuria encefálica resultó en una mejoría de 18% y 15% respectivamente, en el pronóstico de los pacientes. Otros estudios clínicos recientes también han sido prometedores, pero ninguno ha mostrado resultados estadísticamente significativos (34). Para aclarar este punto, en el año 2001 se realizó un estudio multicéntrico acerca del uso de hipotermia moderada postoperatoria en pacientes con injuria encefálica. Este fue finalizado por motivos de seguridad luego de incluir a 392 pacientes entre 16 y 65 años, de los 500 que se planearon inicialmente. Los mismos fueron asignados en forma randomizada a un tratamiento con hipotermia 47 moderada (33 ºC) iniciado 6 horas luego de la injuria y mantenido 48 horas, o a un tratamiento estándar con normotermia. Se valoró el estado funcional a lo 6 meses de la injuria. Un 57 % de los pacientes de ambos grupos presentaron una mala evolución, definida como muerte, estado vegetativo o discapacidad severa. La mortalidad fue de 28% en el grupo hipotérmico y de 27% en el normotérmico. Los pacientes hipotérmicos tuvieron una hospitalización más prolongada y más complicaciones médicas. Se concluyó que la hipotermia moderada de 33ºC a las 8 horas de la injuria no es efectiva para mejorar el pronóstico de los pacientes con injuria encefálica. Los pacientes mayores de 45 años que estaban hipotérmicos fueron los que presentaron una peor evolución. La hipotermia tuvo efecto beneficioso en el grupo de pacientes con HEC, lo que sugiere que puede ser una medida eficaz cuando la PIC no diminuye por otros medios (42). Esta posibilidad también fue sugerida por otros estudios recientes. El tiempo en que se establezca la hipotermia parece un factor de importancia. En estudios en animales, el enfriamiento fue efectivo cuando se inició en los primeros 90 minutos luego de la injuria. Se ha iniciado un nuevo estudio en pacientes menores de 45 años con una inducción más precoz de la hipotermia. Permanece sin aclarar si hay una ventana terapéutica para inducir hipotermia protectiva postinjuria. Además, en pacientes que ingresan hipotérmicos al servicio de emergencia no parece conveniente realizar medidas de calentamiento para lograr la normotermia. De hecho, algunos autores sugieren que los mejores resultados observados en algunos estudios en lo pacientes hipotérmicos se deben a una peor evolución en el grupo control debido al tratamiento agresivo de calentamiento al ingreso (43). Cuando la inducción de la hipotermia es electiva, se recomienda extremar los cuidados para evitar sus efectos adversos. El regreso a la temperatura corporal normal debe ser lento. No quedan dudas que en pacientes con injuria cerebral la hipertermia se asocia a un peor pronóstico (1). En una revision sistematica realizada en Cochrane en el 2004 por Alderson y colaboradores, se concluyó que la evidencia era insuficiente para recomendar el uso sistemático de la hipotermia profiláctica, y sugirieron la realización de mas estudios (41). The Brain Trauma Foundation en el 2007 estableció que no hay datos suficientes para realizar recomendaciones de nivel I y II. A pesar que la hipotermia profiláctica es utilizada en muchos centros como medida de neuroprotección, la 48 literatura no ha podido demostrar una influencia positiva sobre la morbimortalidad. La evidencia de nivel III muestra que la hipotermia profiláctica no se asocia en forma significativa con disminución de la mortalidad, cuando se compara con controles normotérmicos. A pesar de esto, algunos hallazgos primarios muestran que existiría una disminución de la mortalidad cuando la hipotermia se mantiene durante mas de 48 horas. La hipotermia profiláctica se asocia a scores de GCS mas altos que en pacientes normotérmicos, los pacientes hipotérmicos tendrían un 46% mas probabilidades de presentar un pronóstico favorable, definiendo este como un GCS de 4 o 5 (14). La temperatura objetivo fue el único aspecto que se asoció a un cambio en los resultados. Los pacientes con temperaturas entre 32 – 33 °C y 33 – 35 °C tuvieron significativamente mejores resultados (14). 4. OXIGENACIÓN. No hay datos suficientes para establecer recomendaciones de nivel I, debido a consideraciones éticas, ya que no es posible asignar pacientes a hipoxemia experimental. La evidencia de nivel III sugiere que debe monitorizarse la oxigenación para evitar la hipoxemia (PaO2 menor de 60 mm Hg o SatO2 menor de 90%) (14). El efecto de la hipoxemia en el daño encefálico secundario fue demostrado al analizar datos prospectivos procedentes del Traumatic Coma Data Bank. La hipoxemia estuvo presente en 22,4% de los pacientes con TEC severo y se asoció en forma significativa con aumento de la morbilidad y mortalidad (14). En un estudio realizado acerca del transporte de estos pacientes, el 55% de los pacientes estaban hipoxémicos previo a la intubación. De estos, 46 % no tuvo hipotensión concomitante. La mortalidad fue de 14,3% en los pacientes no hipoxémicos con 4,8% de discapacidad severa. En los pacientes en los que se documentó una SatO2 menor de 60%, la mortalidad fue de 50% y todos los sobrevivientes presentaron discapacidad severa (44). En un estudio realizado por Jones y colaboradores sobre 124 pacientes con injuria encefálica, se encontraron 71 pacientes con 8 tipos distintos de daño secundario. La duración de la hipoxemia resultó un predictor independiente de 49 mortalidad pero no de morbilidad, cuando se valoraron los resultados a los 12 meses (14). 5. HIPERVENTILACIÓN. De acuerdo a las conclusiones de “The Brain Trauma Foundation”, en la revisión del 2007, la hiperventilación profiláctica con PaCO2 de 25 mm Hg o menor, no se recomienda, en base a evidencia de nivel II. Estudios de nivel III encontraron que la hiperventilación se recomienda como una medida temporal para la reducción de la PIC. Debería ser evitada en las primeras 24 horas luego de la injuria, cuando el FSC está habitualmente disminuido a niveles críticos. Si se realiza hiperventilación se recomienda monitorización con SjO2 o PbrO2 (14). En una revisión Cochrane realizada en el año 2007, los autores concluyeron que los datos disponibles son inadecuados para asegurar que la hiperventilación causa beneficios o daños en el TEC grave, y se necesitan ensayos clínicos controlados aleatorizados para determinar la eficacia de esta terapia (46). La hiperventilación agresiva, llevando la PaCO2 a valores menores de 25 mm Hg, se ha utilizado durante muchos años por su capacidad de reducir rápidamente la PIC. Esta disminución se produce al causar vasoconstricción cerebral y reducción del FSC. Se ha demostrado que el FSC en el primer día tras la injuria es menor a la mitad del normal y que existe riesgo de desarrollar isquemia cerebral. Además determinaría una pérdida de bicarbonato (HCO3ˉ) en el LCR, por lo que su efecto sobre el pH sería transitorio. El agregado del buffer trometamina ha mostrado resultados promisorios. Un estudio randomizado compararon los resultados a los 3, 6 y 12 meses, entre un grupo de pacientes normoventilados (PaCO2 35 ± 2 mm Hg), hiperventilados (PaCO2 25 ±. 2 mm Hg) e hiperventilados y tratados con trometamina. A los 3 y 6 meses de la injuria, los pacientes hiperventilados mostraron una peor evolución que los normoventilados, o los hiperventilados tratados con trometamina. Concluyeron que la hiperventilación profiláctica es deletérea en los pacientes con injuria cerebral traumática. Cuando su uso se vuelve necesario para controlar la PIC, la asociación de trometamina puede atenuar sus efectos (45, 46). 50 6. PROFILAXIS ANTICOMICIAL. Las crisis comiciales se dividen en precoces y tardías según ocurran antes o después de los 7 días posteriores al trauma. La razón para utilizar drogas anticomiciales en forma rutinaria se basa en la alta incidencia de convulsiones en los pacientes con injuria cerebral traumática, ésta alcanza el 50% en pacientes con lesiones penetrantes. En la fase aguda pueden precipitar eventos adversos en el cerebro injuriado debido a elevaciones de la PIC, cambios en la PA, en la entrega de O2 y excesiva liberación de neurotransmisores (14). Se han identificado varios factores de riesgo de crisis epilépticas en pacientes con TEC severo. Estos incluyen: GCS menor de 10, contusión cortical, fractura con hundimiento de cráneo, hematoma subdural, hematoma epidural, hematoma intracerebral, herida penetrante y convulsiones en las primeras 24 horas tras la injuria (14). La difenilhidantoína (DFH) fue eficaz en la prevención de las crisis epilépticas en estudios retrospectivos. Pero los anticonvulsivantes se asocian a efectos adversos como reacciones alérgicas, sindrome de Stevens-Johnson, anomalías hematológicas, ataxia y efectos neuroconductuales. Por tanto, es importante valorar los beneficios y riesgos de su administración (14). Se realizó un estudio randomizado, doble ciego, controlado con placebo sobre 404 pacientes valorando el efecto de la DFH en las crisis epilépticas precoces y tardías. Hubo un descenso significativo en la incidencia de convulsiones precoces en el grupo tratado. No se observaron diferencias significativas en la aparición de crisis epilépticas tardías ni en la mortalidad. La ocurrencia de efectos adversos en las dos primeras semanas de tratamiento no fue significativa, solo se observaron reacciones de hipersensibilidad en 2,5% de los pacientes tratados. Al mes de la injuria los pacientes tratados mostraron mejores resultados en los estudios neuropsicológicos, pero estas diferencias no se evidenciaron al año. Otro estudio randomizado, doble ciego, comparó los efectos de la DFH y valproato en la prevención de convulsiones postraumáticas precoces, y el efecto del valproato versus placebo en la prevención de las convulsiones postraumáticas tardías. La incidencia de convulsiones precoces fue similar con ambos fármacos. Las convulsiones tardías también fueron similares con valproato y placebo, pero hubo una tendencia a un aumento de la mortalidad en el grupo tratado con 51 valproato. Los autores concluyeron que el valproato no presenta beneficios sobre la DFH en la prevención de las convulsiones precoces, y tampoco previene las convulsiones tardías. Dado que presentó una tendencia a aumentar la mortalidad, su uso en la profilaxis de las convulsiones postraumáticas no se recomienda (47). Si bien no se cuenta con evidencia de nivel I, la evidencia de nivel II indica que el uso profiláctico de DFH o valproato no se recomienda para la prevención de la epilepsia postraumática tardía. Los anticonvulsivantes están indicados para disminuir la incidencia de crisis epilépticas precoces. De todos modos, las crisis epilépticas postraumáticas precoces no se asocian a un peor pronostico (14). 7. CORTICOIDES. Estos fármacos se utilizan desde la década del 60 para el tratamiento del edema cerebral. En modelos experimentales se evidenció que son útiles para restaurar la permeabilidad vascular, reducir la producción de LCR y disminuir la liberación de radicales libres. Además, se encontró que son beneficiosos cuando se administran en el perioperatorio de pacientes sometidos a cirugía por tumores encefálicos (14). En 1997, una revisión sistemática sugirió que este grupo de drogas podrían reducir la mortalidad un 1 a 2% (1). Los autores postularon que no se podía afirmar la ausencia de beneficio con el uso de corticoides y recomendaron la realización de un estudio con mayor número de pacientes (mayor de 20.000 pacientes) (14). El estudio CRASH, un gran estudio multicéntrico del efecto de la administración precoz de metilprednisolona sobre el pronóstico luego del TEC, tuvo como objetivo confirmar o refutar el efecto de los corticoides sobre la mortalidad. Se estudiaron 10.008 adultos con injuria encefálica y un puntaje en la escala de coma de GCS de 14 o menor. A las 8 horas de la injuria fueron randomizados para la administración de una infusión de metilprednisolona durante 48 horas o al grupo placebo. Se evaluó la mortalidad a las 2 semanas de la injuria, y la muerte o incapacidad a los 6 meses. En mayo de 2004, el estudio fue discontinuado por los resultados obtenidos. Se encontró que, comparado con el grupo placebo, el riesgo de muerte a las 2 semanas fue mayor en el grupo tratado con corticosteroides (1052 [21·1%] versus 893 [17·9%] muertes). Los datos a los 6 meses fueron 52 obtenidos de 9673 pacientes (96·7% del total). Aquí también la mortalidad fue mayor en el grupo tratado con corticoides que en el grupo placebo (1248 [25·7%] versus 1075 [22·3%] muertes), el riesgo de muerte e incapacidad fue también mayor con corticoides (1828 [38·1%] versus 1728 [36·3%]). Este aumento de la mortalidad con corticosteroides no difirió por la severidad de la injuria o el tiempo desde la misma. Se concluyó que los corticoides no deben administrarse rutinariamente en pacientes con injuria encefálica, aunque la causa de este aumento del riesgo no es clara (48, 49, 50). Además, un metanálisis que analizó los estudios realizados con corticoides en la injuria cerebral traumática no mostró mejoría en los resultados con su utilización. En suma, existe evidencia de nivel I que no recomienda el uso de corticoides para reducir la PIC o mejorar los resultados, en pacientes con injuria encefálica traumática moderada o severa. La metilprednisolona a altas dosis se asoció a un aumento de la mortalidad y está contraindicada (14). 53 VI. VALORACIÓN Y TRATAMIENTO PREOPERATORIO. 1. MANEJO PREHOSPITALARIO. Actualmente las guías de manejo prehospitalario son aceptadas como estándar. A pesar de esto, no hay datos suficientes para apoyar ninguna recomendación para el tratamiento prehospitalario y traslado de estos pacientes. Luego de la publicación de las guías se han realizado varios estudios para determinar si las mismas mejoran los resultados. Los estudios apoyan el traslado directo de los pacientes con TEC severo a un centro de trauma, pero continúa la controversia acerca si los resultados mejoran con la intubación del paciente en el sitio de la lesión y en cuanto al modo de transporte (1). Un estudio retrospectivo sugiere que la intubación orotraqueal (IOT) precoz se asocia a una reducción significativa en la mortalidad y se recomienda en todos los pacientes con un GCS menor o igual a 8. La sedación y bloqueo neuromuscular solo deben ser realizados por personal que maneje estas drogas y pueda realizar un acceso quirúrgico de emergencia a la vía aérea. Estas medidas optimizan el transporte de los pacientes, como desventaja interfieren con la evaluación neurológica inicial (3). Los pacientes con una PAS menor de 110 mm Hg, requieren reposición con volumen. El SRL es de elección, y la administración de pequeños volúmenes de SSH (250 ml) es un tratamiento prometedor (3). 2. TRATAMIENTO Y ESTABILIZACIÓN PREOPERATORIOS. Incluye el control de la vía aérea, ventilación y oxigenación, estado circulatorio, injurias asociadas, estado neurológico (escala de coma de GCS), enfermedades crónicas preexistentes y circunstancias de la injuria (hora, duración de la pérdida de conciencia, tiempo transcurrido hasta el ingreso, condiciones de traslado, consumo de fármacos, alcohol o drogas) (1). 54 A. Vía Aérea y Ventilación: El primer paso es asegurar una vía aérea permeable y una adecuada ventilación para prevenir el daño cerebral secundario por hipoxia e hipercapnia. Inicialmente se debe administrar una fracción inspirada de O2 (FiO2) alta. La intubación nasotraqueal (INT) está contraindicada hasta no descartar fractura de base de cráneo por paraclínica. También está contraindicada frente a fracturas faciales severas y diátesis hemorrágica. La incidencia de lesiones de columna cervical asociada al TEC es de 6 a 8% (3). Cuando no se ha excluido fractura de columna cervical por radiografía, se recomienda mantener la alineación de la columna cervical con fijación con un collarete cervical durante las maniobras de intubación. Se debe tener en cuenta que estos no evitan el movimiento en fracturas completas de C4-C5 con injuria ligamentaria. Si el edema o las fracturas faciales impiden la correcta visualización de la glotis, se debe realizar la intubación con fibrobroncoscopio. En presencia de lesiones faciales severas o laríngeas puede requerirse la cricotirotomía o traqueostomía (1). La IOT está indicada en el TEC con GCS menor de 9 puntos, o con GCS mayor de 8 puntos pero con pausas de apnea, respiración irregular o superficial, bradipnea o polipnea severas, aumento del trabajo respiratorio con uso de musculatura accesoria, ausencia de reflejos protectores de la vía aérea, traumatismo facial severo, sangrado orofaríngeo, hipoxemia severa o PaCO2 mayor de 40 mm Hg (12). La respiración de Cheyne-Stokes se debe a un proceso cortical difuso y puede constituir un signo de herniación transtentorial. Los episodios de apnea son signos de disfunción del tronco cerebral. La polipnea puede presentarse por compromiso del tronco cerebral (hiperventilación central neurogénica) o ser secundaria a hipoxia (12). Además, pueden asociar neumonía por aspiración del contenido gástrico o edema pulmonar central neurogénico (5). 55 B. Circulación: Luego del control de la vía aérea y la ventilación se debe pasar a la resucitación cardiovascular. Un problema frecuente durante la resucitación con volumen es el desarrollo de edema cerebral. Basado en estudios en animales, parece ser que la mejor manera de evitar el edema en el cerebro injuriado es manteniendo una osmolaridad y presión oncótica normales (1). El volumen sanguíneo circulante debe ser restaurado con cristaloides isotónicos (de elección SRL o NaCl 0,9%) libres de glucosa y coloides. Las soluciones glucosadas deben evitarse para optimizar el control glicémico (1). Pueden asociarse SSH, ya que expanden el volumen intravascular y reducen la PIC. El SSH es bien tolerado en pacientes con TEC severo con natremias de hasta 170 mEq/l (3). De acuerdo con las guías de “The Brain Trauma Foundation” se debe mantener una PAM mayor o igual a 90 mm Hg, este valor se asocia a una PPC mayor de 70 mm Hg (3, 14). Si tras lograr la euvolemia el paciente permanece hipotenso se deben asociar drogas vasoactivas (dopamina, noradrenalina o adrenalina). En pacientes con TEC grave muchas veces se observa hipotensión y disminución del gasto cardíaco (GC) (5). La hipotensión puede ser secundaria a hemorragia, shock espinal, herniación y compresión del tronco cerebral. También pueden asociar HTA, ésta puede reflejar un aumento de la PIC y forma parte del reflejo de Cushing (HTA, bradicardia, dificultad respiratoria). Por otra parte, en las primeras etapas del TEC con frecuencia se observa HTA, taquicardia y aumento del GC. Si el paciente requiere la administración de fármacos antihipertensivos se deben evitar aquellos que producen vasodilatación, ya que aumentan la PIC. Es de elección el labetalol. Se debe mantener una PAS entre 90 -110 mm Hg o la necesaria para mantener una adecuada PPC (12). Se realiza una rápida exploración sistémica para descartar lesiones torácicas, abdominales o pélvicas que requieran tratamiento inmediato (12). 56 C. Exploración Neurológica: En este momento se procede a una exploración neurológica somera valorando el GCS, la reactividad y diámetro pupilar. Cualquier asimetría pupilar mayor de 1 mm orienta a lesión intracraneal. La falta de respuesta pupilar uni o bilateral es un signo de mal pronóstico La anisocoria orienta a un posible enclavamiento. Los reflejos faríngeo y corneano se exploran posteriormente. La ausencia de reflejo corneal puede indicar disfunción pontina o lesión de los nervios craneales V y VII. Los reflejos oculocefálicos permiten valorar la integridad troncoencefálica. Las posturas de decorticación indican lesión hemisférica, y las de descerebración de cerebro medio. La hernia uncal determina hemiparesia contralateral progresiva, midriasis de la pupila ipsilateral, seguida por ptosis y limitación del movimiento del ojo del mismo lado. El fondo de ojo inicialmente suele ser normal, los signos de papiledema pueden aparecer luego de varias horas, generalmente 10 a 12 horas (12). Se inspecciona la cabeza en busca de lesiones y fracturas de cráneo, o signos de fractura de base de cráneo (signo del «mapache»: equimosis periorbitaria, en sospecha de fractura de la fracción petrosa del temporal cuando se encuentra sangre o LCR por detrás de la membrana del tímpano o aparece el signo de Battle, con equimosis a nivel de la apófisis mastoides) (12). D. Otras Medidas: Se debe colocar una sonda nasogástrica (SNG). Ante la sospecha de fractura frontal o de base de cráneo la sonda debe ser orogástrica (SOG). Luego de descartar lesiones perineales, se procede a colocar una sonda vesical (SV). Se completa la monitorización con electrocardiograma (ECG) contínuo, idealmente de 5 derivadas, oxímetro de pulso, PA con manguito autoinsuflable, capnografía, monitorización de la ventilación y valoración del GCS en forma frecuente. Una vez tomadas estas medidas puede realizarse la TAC de cráneo, manteniendo al paciente adecuadamente monitorizado. La RMN está indicada inicialmente para TEC graves con TAC normal, o ante la presencia de lesión axonal difusa no visible. Se reserva para pacientes estables (12). 57 Las medidas dirigidas a tratar la HEC en los pacientes con injuria encefálica severa se analizan en la tabla 6: Tabla 6. Tratamiento de la HEC: Obtenido de: Bendo A. Update on Perioperative Management of Head Injured Patients. En 58th Annual Refresher Course Lectures and Basic Science Reviews. San Francisco, 13 al 17 de Octubre de 2007. American Society of Anesthesiologists. 128: p.1–5. 1. 2. Colocar un monitor de PIC. Mantener una PPC mayor de 60 mm Hg. Primer escalón terapéutico: Drenaje ventricular. Manitol 0,25 a 1 g/kg intravenoso. Se puede repetir si la osmolaridad es menor de 320 mOsm/l y el paciente se encuentra euvolémico. Hiperventilación hasta una PaCO2 de 30 a 35 mm Hg. Segundo escalón terapéutico: Hiperventilación hasta una PaCO2 menor de 30 mm Hg. Se recomienda la monitorización de la SjO2 o FSC (Doppler). Terapia con altas dosis de barbitúricos. Considerar hipotermia. Considerar craneotomía decompresiva. Se debe colocar el paciente en decúbito dorsal con la cabeza elevada 15 º (medida que aunque discutida parece disminuir la PIC) y se mantiene en posición neutra. Se administra manitol para disminuir la PIC en forma aguda. El SSH puede ser una alternativa. Se realiza ARM con el paciente curarizado con el objetivo de obtener una PaCO2 de 35 mm Hg. La hiperventilación con una PaCO2 menor de 30 mm Hg debe ser evitada, aunque se sospeche herniación transtentorial (1). Se debe realizar un estricto control de la glicemia. La hipoglicemia puede aumentar el FSC un 300%, produce aumento del tono simpático, pérdida de la autorregulación, metabolismo anaerobio y acidificación neuronal. La glicemia mayor de 200 mg/dl disminuye el metabolismo de la glucosa y el pH celular, determinando un retraso en el inicio de la perfusión cerebral tras la isquemia (12). Pueden presentar una alteración de la regulación de la temperatura central. La hipertermia puede agravar el daño cerebral (5). 58 Se debe realizar una adecuada sedoanalgesia. Se realiza profilaxis anticomicial con antiepilépticos como DFH intravenosa en dosis de 100 mg cada 8 horas en la primera semana del TEC (14). Como ya fue analizado, la administración de corticoides actualmente no se recomienda (14, 48, 49, 50). Se debe realizar profilaxis de las ulceras estrés con ranitidina o sucralfato (12). E. Valoración Paraclínica: La radiografía de columna cervical debe ser obtenida en todos los pacientes con TEC severo. Se deben buscar fracturas, ensanchamiento del espacio retrofaríngeo, aumento o disminución de los espacios intervertebrales. En la radiografía lateral se sospecha fractura de base de cráneo cuando se identifica un nivel hidroaéreo en los senos frontal, esfenoidal o mastoideos (12). La TAC de cráneo es el examen no invasivo de elección, aporta información específica acerca de lesiones ocupantes de espacio. Está indicada en TEC con alteración del estado de conciencia, déficit focal neurológico, convulsión postraumática, fractura de cráneo con hundimiento. Es el gold standard para el manejo del TEC, permite determinar el tipo de lesión y su severidad (Tabla 7). La RNM es más sensible en lesiones traumáticas subagudas o crónicas mayores de 72 horas (12). Se solicitarán exámenes de laboratorio: Hb, hematocrito (Hto), tiempo de coagulación, tiempo de sangría y grupo sanguíneo, electrolitos, glucosa, urea, creatinina y gasometría arterial. Usualmente presentan anemia por sangrado o colección sanguínea en algún compartimiento. El Na+ puede estar disminuido en presencia de secreción inadecuada de ADH, o aumentado si asocian a diabetes insípida secundaria a lesión hipotalámica. También se debe realizar ECG y radiografía de tórax (12). 59 Tabla 7. Clasificación tomográfica del TEC según el National Traumatic Coma Data Bank. Obtenido de: Cruz L., Ramírez F. Estrategias de diagnóstico y tratamiento para el manejo del traumatismo cráneo encefálico en adultos. Trauma 2007; 10 (2): 46-57. I) Lesión difusa I. Sin patología visible en la TAC. II) Lesión difusa II. Cisternas presentes con desplazamientos de la línea media de 0-5 mm y/o lesiones densas presentes. Sin lesiones de densidad alta o mixta > 25 cm3. Puede incluir fragmentos óseos y cuerpos extraños. III) Lesión difusa III (Swelling). Cisternas comprimidas o ausentes con desplazamiento de la línea media de 0-5 mm. Sin lesiones de densidad alta o mixta > 25 cm3. IV) Lesión difusa IV (Shift). Desplazamiento de la línea media > 25 cm3. Sin lesiones de densidad alta o mixta > 25 cm3. V) Lesión focal evacuada. Cualquier lesión evacuada quirúrgicamente. VI) Lesión focal no evacuada. Lesión de densidad alta o mixta > 25 cm3 no evacuada quirúrgicamente. 60 VII. LESIONES DE TRATAMIENTO QUIRÚRGICO Los hematomas epidurales son quirúrgicos cuando presentan un volumen superior a 25 cm3, desplazan la línea media, o provocan deterioro neurológico. El objetivo principal es la descompresión, al evacuar el hematoma y la electrocoagulación bipolar de la arteria meníngea media para evitar la recidiva. Los hematomas subdurales permiten un tratamiento conservador cuando son menores de 3 mm y no producen efecto de masa. Cuando está indicada la cirugía, debe realizarse en las 12 primeras horas, idealmente en las primeras 6 horas (12). Los hematomas intracerebrales son evacuados con frecuencia a través de una pequeña craneotomía y punción evacuadora. Se realiza en situación de urgencia, lo que controla la hipertensión, pero no es un tratamiento definitivo. Las fracturas con hundimiento deben ser tratadas lo antes posible, mediante esquirlectomía y reparación del foco contusivo (12). En cuanto a la craneotomía decompresiva el grupo Cochrane realizó una revisión acerca de sus indicaciones y beneficios en el año 2007. Cuando la HEC no responde a medidas generales, y medidas terapéuticas de primera línea, se agregan las medidas de segunda línea, como barbitúricos, hiperventilación, hipotermia moderada y la craneotomía decompresiva. En esta revisión se concluyó que no existen pruebas que apoyen el uso sistemático de la craneotomía decompresiva en adultos. En niños, este tratamiento reduce el riesgo de muerte y de resultados adversos. Su realización se puede justificar en menores de 18 años cuando el tratamiento farmacológico máximo no logra controlar la PIC. Si bien no hay no hay resultados de ensayos aleatorios que confirmen la efectividad de la craneotomía decompresiva en adultos, la misma puede ser una opción cuando el tratamiento farmacológico máximo no logra controlar la PIC. Como ya fue mencionado, hay dos ensayos controlados aleatorios en curso (RESCUE y DECRAN) que pueden aclarar este punto (51). 61 VIII. MANEJO INTRAOPERATORIO. La elección de los fármacos anestésicos depende del estado del paciente. El manejo anestésico se dirige a evitar el daño encefálico secundario, optimizar la oxigenación y perfusión cerebral, y obtener adecuadas condiciones quirúrgicas (1). 1. MONITORIZACIÓN. Se realiza la monitorización estándar de la ASA: ECG de 5 derivadas, idealmente con analizador del ST; PA no invasiva con manguito autoinsuflable cada 5 minutos o de acuerdo a la situación hemodinámica del paciente, recordando que el intervalo mínimo es de 2 minutos para permitir la adecuada circulación del miembro; oxímetro de pulso, manteniendo una SatO2 mayor de 94% (3); capnografía y temperatura. Además, es conveniente el monitoreo la relajación muscular. En cuanto a la monitorización invasiva, habitualmente requiere la monitorización directa de la PA, presión venosa central (PVC) y diuresis. En intervenciones en las que el campo operatorio se encuentre por encima del nivel del corazón es conveniente la colocación de un monitor Doppler para la detección de embolia aérea (5). Según algunos autores, la PVC no se debe utilizar como guía de la reposición ya que no se correlaciona con el volumen intravascular. Los pacientes que no responden a la expansión de volumen, persisten con inestabilidad hemodinámica o tienen enfermedad cardiovascular asociada pueden requerir la colocación de un cateter en la arteria pulmonar para guiar el tratamiento (3). Se deben realizar mediciones seriadas de gases arteriales sanguíneos, Hb, Hto, electrolitos y glicemia (5). La monitorización cerebral se utiliza en ocasiones en el intraoperatorio e incluye: el EEG, potenciales evocados, SjO2, Doppler transcraneal y PIC, las mismas serán analizadas en profundidad más adelante. 62 2. VÍA AÉREA. En muchas oportunidades los pacientes ingresan a Block Quirúrgico intubados, ya que como fue analizado es deseable la IOT precoz en el TEC severo. En caso de no estar controlada la vía aérea, se deben tener en cuenta las mismas consideraciones analizadas en el preoperatorio. Se debe evitar la IOT con el paciente despierto ya que la maniobra puede aumentar la PIC. En pacientes hemodinámicamente estables la inducción puede realizarse tanto con tiopental (5 mg/kg) como con propofol (2 mg/kg). En pacientes con inestabilidad hemodinámica se deben evitar los hipnóticos que reducen el tono vascular, es elección el etomidato (0,2 a 0,4 mg/kg). Para reducir la respuesta simpática a la IOT, se administra previamente fentanyl 2 µg/kg. Puede administrarse lidocaína (1-1,5 mg/kg) 90 segundos previo a la IOT para atenuar los aumentos reflejos de la PIC (5). En cuanto al relajante muscular, dado que se recomienda una inducción de secuencia rápida por el riesgo aumentado de aspiración del contenido gástrico, es de elección el rocuronio ya que presenta un rápido inicio de acción, escasos efectos hemodinámicos y no aumenta la PIC (3). Luego de la IOT se debe colocar una SOG para drenaje y aspiración del contenido gástrico (5). 3. VENTILACIÓN. Se debe mantener una adecuada ventilación (PaCO2 entre 35 y 40 mm Hg) y oxigenación (PaO2 mayor de 70 mm Hg) (1). Si bien se ha sugerido que una PaO2 elevada puede mejorar la oxigenación cerebral, puede aumentar la formación de radicales libres (3). El uso de presión positiva al final de la espiración (PEEP) estaba contraindicado, ya que se consideraba que al aumentar la presión intratorácica aumentaba la PIC. Estudios recientes indican que esto no es así. De todos modos, se recomienda utilizar la minima PEEP que mantenga una oxigenación adecuada y prevenga el colapso alveolar (3). 63 Si bien la aspiración de la sonda orotraqueal (SOT) puede cuasar aumentos transitorios de la PIC, no determina isquemia cerebral y es necesaria para prevenir atelectasias (3). 4. REPOSICIÓN. Los pacientes con TEC severo pueden presentar sangrados secundarios a traumatismos asociados. En ausencia de injuria o disfunción miocárdica, una vez excluidas otras causas tratables (neumotórax hipertensivo, taponamiento cardíaco) la hipotensión evidencia una inadecuada reposición de volumen. Se debe realizar una adecuada reposición de estos déficits evitando los aumentos en la PIC. Los cristaloides isotónicos, de elección el NaCl al 0,9%, son las primeras soluciones a ser administradas en pacientes hipotensos, para reponer déficit previos y pérdidas sanguíneas (3). El rol de los vasopresores es controvertido, si bien se debe evitar la hipotensión en este grupo de pacientes, la HTA inducida puede aumentar o disminuir la PIC, de acuerdo a la capacidad de autorregulación de la circulación cerebral. Además, dado que pueden determinar vasoconstricción de los vasos intracerebrales, pueden afectar el FSC local, a pesar de mantener una adecuada PPC. De este modo, los vasopresores deben ser utilizados con extrema precaución. La dopamina es de elección, ya que los datos experimentales sugieren que aumenta el FSC en el tejido injuriado sin aumentar la PIC ni ocasionar edema cerebral. Un tratamiento prometedor es el uso de vasodilatadores cerebrales, como L arginina, para aumentar el FSC (3). Para disminuir el edema cerebral y mejorar las condiciones quirúrgicas, habitualmente se administra manitol. Si la evaluación inicial sugiere HEC puede ser apropiada la administración de manitol (0,25 a 1 g/kg), a pesar que la diuresis osmótica agravará los déficits de volumen. El SSH puede ser de utilidad en la reposición de pacientes hipovolémicos con HEC asociada. Los coloides sintéticos y la albúmina no previenen el edema cerebral (34). La administración de glóbulos rojos suele estar indicada con niveles de Hb de 8 g/dl, o con valores mayores si existe evidencia de hipoxia tisular o hemorragia incontrolable en curso. El plasma fresco congelado está indicado cuando existe hemorragia persistente a pesar de una adecuada hemostasis quirúrgica (34). 64 La hipotensión intraoperatoria debida a sangrado, o precipitada por drogas anestésicas debe evitarse con una apropiada expansión de volumen y, de requerirlo, vasoconstrictores e inotrópicos. La PPC debe mantenerse entre 60 y 110 mm Hg (1), idealmente entre 50 y 70 mm Hg (14). 5. CONTROL DE LA GLICEMIA. Debido a que se produce una respuesta hiperglicémica al stress, usualmente los pacientes no requieren reposición de glucosa en el intraoperatorio, excepto los recién nacidos, pacientes que reciben insulina o hipoglucemiantes orales. La hiperglicemia iatrogénica puede limitar la efectividad de la reposición de volumen al inducir diuresis osmótica y puede agravar la injuria cerebral (52). Las soluciones glucosadas deben ser evitadas, a menos que exista una indicación específica para su uso, por ejemplo hipoglicemia (34). Estudios recientes en pacientes críticos sugieren que el mantenimiento de la glicemia entre 80 y 110 mg/dl reduce la morbimortalidad. La evidencia también sugiere que el mal control glicémico intraoperatorio empeora el pronóstico en pacientes sometidos a cirugía cardíaca. A pesar de lo anterior, existe escasa evidencia que guíe el manejo intraoperatorio de la glicemia en pacientes neuroquirúrgicos. En un estudio realizado en pacientes sometidos a cirugía estereotáxica para biopsia, una glicemia mayor de 200 mg/dl el día de la cirugía se asoció a un aumento de la mortalidad (53) La evidencia experimental afirma el concepto que la hiperglicemia empeora el pronóstico neurológico en forma dosis dependiente luego de la isquemia global y focal. La hiperglicemia aumenta la lesión en modelos de injuria cerebral traumática experimentales (54), y se ha asociado a peor pronóstico en la clínica (55). Además, la evidencia experimental sugiere que se asocia a un aumento de la incidencia de infección. El manejo intraoperatorio de la hiperglicemia requiere varias consideraciones. Primero, el estrés quirúrgico y la administración de corticoides producen resistencia a la insulina y tienden a elevar la glicemia. Además, ni la hipoglicemia ni la hiperglicemia producen signos clínicos específicos en el intraoperatorio. El control estricto de la glicemia requiere una infusión continua de insulina. 65 Finalmente, durante la cirugía se requiere el monitoreo frecuente de la glicemia para mantenerse dentro de rangos tan estrechos (34). 6. TERAPIA HIPEROSMOLAR. Existen diversos protocolos basados en la utilización de SSH. Habitualmente, el Na+ sérico mantiene entre 145 y 155 mEq/l en todos los pacientes con injuria encefálica traumática. Cuando se requiere osmoterapia para reducir la HEC, se puede administrar un bolo de 250 ml de SSH al 3%, a través de una VVC, ya que puede causar tromboflebitis. Esta dosis se repite hasta controlar la PIC o hasta que se alcanza una natremia de 155 mEq/l. El Na+ sérico se mantiene a este nivel hasta controlar la PIC. Si es difícil de controlar luego de 3 o 4 días de terapia con SSH, se administra furosemide en un esfuerzo para movilizar el Na+ tisular. Se deben monitorizar las concentraciones de Na+ y K+ cada 4 horas. (30). 6. FÁRMACOS ANESTÉSICOS. La protección cerebral farmacológica se basa en la reducción de los requerimientos metabólicos de O2. Todos los anestésicos intravenosos, excepto la ketamina, disminuyen el consumo cerebral de oxígeno, el FSC, el volumen sanguíneo cerebral y pueden disminuir la PIC (1). A. Barbitúricos: Desde los años 30 se conoce que estos fármacos disminuyen la PIC. Se les han atribuido efectos protectores cerebrales y de disminución de la PIC, alteraciones en las resistencias vasculares, disminución del metabolismo cerebral, inhibición de la peroxidación lipídica mediada por radicales libres, e inhibición de los mecanismos de excitotoxicidad. Su principal efecto puede consistir en acoplar el FSC a las demandas metabólicas regionales, de modo que cuanto menores son los requerimientos metabólicos menor es el FSC, con efectos beneficiosos sobre la PIC y la perfusión cerebral global. La mayoría de los estudios han sido realizados con pentobarbital. Si bien todos suprimen el metabolismo cerebral, se 66 conoce poco acerca de la eficacia de los distintos barbitúricos, y las recomendaciones de uno sobre otro se basan fundamentalmente en su perfil farmacocinético (14). Experimentos en primates indican que alguno de los efectos protectores de los barbitúricos durante la isquemia focal pueden atribuirse a vasoconstricción en áreas de cerebro sano que desvían el flujo sanguíneo hacia áreas injuriadas (1) Los barbitúricos deprimen la actividad del EEG hasta volverlo isoeléctrico. En este punto el metabolismo cerebral es alrededor de 50%, por debajo de este valor no se producen mayores disminuciones del consumo cerebral de O2. Los barbitúricos reducen el metabolismo cerebral relacionado con la señalización y transmisión del impulso, pero no el relacionado al metabolismo basal. La única forma de suprimir el metabolismo basal es a través de la hipotermia. Por lo tanto, el efecto de los barbitúricos en el metabolismo cerebral es máximo con una depresión del 50% de la función cerebral. Junto a la disminución del consumo cerebral de O2 se produce un aumento de las resistencias vasculares cerebrales, con disminución del FSC y de la PIC. Aunque la PAM disminuye, al acompañarse de un descenso paralelo de la PIC, la PPC no se compromete (56). En un estudio realizado en el año 2005 en ratas, se administró tiopental o lidocaína en forma previa o posterior a 10 minutos de deprivación de O2 y glucosa. Se observó que ambas drogas, administradas antes o después de la agresión disminuyeron el daño encefálico in vitro (57). La literatura sugiere que existe escasa correlación entre los niveles plasmáticos de pentobarbital, efecto terapéutico y complicaciones sistémicas. La mejor forma de monitoreo sería el EEG, ya que cuando se produce la supresión cerebral se evidencian las máximas reducciones en el metabolismo cerebral y FSC (14). Se realizaron 3 estudios randomizados y controlados acerca de la terapia barbitúrica en la injuria cerebral traumática severa. Dos estudios analizaron la administración profiláctica precoz de barbitúricos y no pudieron demostrar un beneficio significativo. Se comparó el uso de barbitúricos y manitol como tratamiento inicial de la HEC. Los pacientes con una PIC de 25 mm Hg o mas fueron asignados en forma randomizada al tratamiento con pentobarbital o manitol. En pacientes a los que se realizó evacuación de lesiones ocupantes de espacio, la mortalidad fue de 40% y 43%, respectivamente. En los pacientes con injuria encefálica difusa, los pacientes tratados con pentobarbital presentaron una 67 mortalidad de 77%, comparado con 41% de los tratados con manitol. Además, en los pacientes tratados con pentobarbital se observaron descensos significativos en la PPC (58). Otro estudio analizó la administraron de pentobarbital en 53 pacientes con TEC severo que tuvieron un hematoma subdural agudo cuya mejor respuesta motora fue flexión anormal o extensión. No hubieron diferencias significativas en los valores de GCS al año entre los pacientes tratados y los controles. Se observó hipotensión arterial en 54% de los que recibieron barbitúricos, comparado con 7% en el grupo control. Se debe tener en cuenta que todos los estudios con barbitúricos fueron realizados cuando la hiperventilación profiláctica prolongada, la restricción hídrica y la administración de corticoides eran la terapéutica estándar (14). En 1999 y 2004 el “Cochrane Injuries Group” realizo una revisión sistemática de los 3 estudios con barbitúricos. En los tres la mortalidad fue una variable considerada y el riesgo relativo de muerte fue de 1,09. En dos de los estudios se valoraron los resultados neurológicos adversos, medidos con el GCS (muerte, estado vegetativo o incapacidad severa), y el riesgo relativo de mala evolución neurológica fue de 1,15. En los dos estudios que analizaron el efecto de la PIC, el riesgo relativo de HEC refractaria a la terapia barbitúrica fue 0,81. Se observó un aumento significativo en la aparición de hipotensión con el uso de barbitúricos en dos de los estudios. De cada cuatro pacientes tratados, uno presentaba hipotensión significativa. Además, el promedio de temperatura corporal fue significativamente mas bajo en el grupo tratado. El grupo Cochrane concluyó que no hay evidencia que el tratamiento con barbitúricos mejore los resultados en pacientes con injuria cerebral severa (58) No hay datos suficientes para efectuar recomendaciones de nivel I. La evidencia de nivel II muestra que la administración de barbitúricos para inducir supresión en el EEG no se recomienda. La administración de altas dosis de barbitúricos se recomienda para controlar la HEC refractaria al tratamiento médico y quirúrgico. Es esencial el mantenimiento de la estabilidad hemodinámica antes y durante la terapia con barbitúricos (14). 68 B. Propofol: Posee efectos hemodinámicos y metabólicos similares a los de los barbitúricos. En los últimos años se ha difundido el empleo de propofol, ya que presenta un rápido inicio y corta duración de acción. Esto permite una valoración precoz del estado neurológico (5). Potencia la inhibición producida por el GABA, inhibe los receptores NMDA de glutamato, y los canales de Ca++ voltaje dependientes. Además, es un potente antioxidante al inhibir la peroxidación lipídica (3). Disminuye la PIC en pacientes con y sin HEC. En los pacientes sin HEC, la una reducción de la PIC de 30 %, se relaciona con un descenso de la PPC de 10%. La administración de propofol asociado a fentanyl suprime el aumento de la PIC secundario a la IOT. En los pacientes con HEC, la disminución de la PIC de un 30 a 50 % se asocia a una reducción significativa de la PPC. Durante la infusión de propofol se conserva la reactividad cerebral al CO2 y la autorregulación. Deprime el consumo cerebral de O2 un 36 % (56). A pesar de esto, varios estudios no encontraron cambios significativos en la PAM o PIC con el uso de infusiones de propofol, pero sugieren que la PIC puede disminuir ligeramente, 2,1 mm Hg en promedio, luego de varias horas de administración (14). En un estudio realizado por Kelly y colaboradores 42 pacientes fueron randomizados para recibir sulfato de morfina 1,3 ± 0,7 mg/hora, o propofol 55 ± 42 µg/kg/minuto y morfina. Los valores diarios medios de PIC y PPC fueron similares en ambos grupos, de todos modos el grupo tratado con propofol mostró menores valores de PIC al tercer día de tratamiento. Se observó menor uso de relajantes musculares, benzodiacepinas, barbitúricos y drenaje de LCR en el grupo tratado con propofol. Por otro lado, hubo una tendencia a mayor uso de vasopresores en este grupo. No se evidenciaron diferencias significativas en la mortalidad y GCS. Cuando se compararon los pacientes que recibieron altas dosis de propofol (100 mg/kg por mas de 48 horas) con los que recibieron dosis bajas, se observó una diferencia significativa en los resultados: 70% de los que recibieron altas dosis tuvieron una evolución favorable, mientras que solo 38,5% de los que recibieron bajas dosis evolucionaron favorablemente. Los autores concluyeron que la sedación basada en propofol es segura y aceptable (59). 69 Existe polémica respecto al efecto neuroprotector del propofol. Luego de la isquemia aguda ejerce un efecto protector cerebral similar al tiopental y halotano. Si se administra en dosis sedantes luego de una lesión isquémica el tamaño el infarto se reduce significativamente. De todos modos, el pretratamiento con propofol no protege de lesiones isquémicas focales. Su efecto neuroprotector podría deberse a una disminución en los cambios en el adenosintrifosfato (ATP), Ca++, Na+ y K+ secundarios a la hipoxia; y al efecto antioxidante descrito. En niños, la sedación prolongada con este fármaco se asoció a secuelas neurológicas. El tratamiento por 3 días con propofol en células corticales in vitro, produjo la muerte de células GABAérgicas y gliales. Por otro, lado el tratamiento con propofol en células de hipocampo intactas durante 7 días no ocasionó lesiones (56). Existe preocupación acerca de la seguridad de la administración de altas dosis de propofol. El “Sindrome de Infusión de Propofol” fue descrito inicialmente en niños, pero puede ocurrir también en adultos. Las alteraciones clínicas frecuentes incluyen hiperpotasemia, hepatomegalia, hiperlipidemia, acidosis metabólica, falla miocárdica, e insuficiencia renal. Se debe tener extrema precaución cuando se utiliza por mas de 48 horas a cualquier dosis en pacientes críticos (14). C. Benzodiacepinas: Se utilizan para sedación de pacientes en asistencia respiratoria mecánica (ARM) o como fármacos inductores. El mas utilizado para inducción y mantenimiento de la anestesia, así como en CTI es el midazolam, fundamentalmente para controlar la agitación asociada a la ventilación mecánica (5). Las benzodiacepinas reducen el consumo cerebral de O2 y el FSC en forma dosis dependiente. Midazolam y diazepam mantienen una relación relativamente constante entre el FSC y el consumo cerebral de O2. el midazolam a 0,15 mg/kg reduce el FSC un 34 %, a pesar de producir un aumento de la PaCO2 de 34-39 mm Hg. El mejor método para monitorizar los efectos del midazolam a nivel encefálico es a través del índice biespectral (BIS) del EEG (56). Tanto el midazolam, como el lorazepam y diazepam aumentan el umbral de inicio de convulsiones por anestésicos locales. Midazolam y diazepam ejercen un efecto 70 protector frente a la hipoxia cerebral dosis dependiente, el efecto neuroprotector del midazolam sería superior al del diazepam, pero menor que el del tiopental (56) De todos modos, algunos estudios resultan contradictorios, ya que estos fármacos afectan la circulación sistémica y encefálica. Se estudiaron 12 pacientes con un GCS menor de 6 a los que se administró un bolo de midazolam de 0,15 mg/kg. Todos presentaban una PIC menor de 18 mm Hg. Se observó un descenso de la PAM de hasta 50%, un 33% de los pacientes presentaron un aumento significativo de la PIC, y un porcentaje similar mostró una caída sustancial de la PPC por debajo de 50 mm Hg. Se puede administrar una dosis test de 2 mg de midazolam para valorar la respuesta sistémica antes de iniciar una infusión contínua, de ser necesario su efecto puede revertirse con flumazenil (14). D. Agentes Anestésicos Inhalatorios (AAI): Los AAI producen vasodilatación, aumento del FSC y disminución del metabolismo cerebral. Ejercen dos efectos opuestos, por un lado aumentan el FSC por acción directa, y causan vasoconstricción por efecto indirecto, al disminuir el consumo de O2. A dosis bajas, menores de 1 CAM, de los agentes con gran capacidad de reducción del consumo cerebral de O2 (isofluorano, sevofluorano), asociados con barbitúricos o narcóticos no modifican el FSC o la PIC. Con dosis mayores predomina la capacidad vasodilatadora de estos agentes, y como efecto final se produce un aumento del FSC y de la PIC que, junto con la disminución de la PAM reduce la PPC, con el consiguiente riesgo de isquemia. La vasodilatación cerebral inducida por los AAI es dosis dependiente. Este efecto puede evitarse o atenuarse mediante la administración de barbitúricos u opiáceos (60). El isofluorano en dosis menores de 1,5% presenta los efectos neurofisiológicos más favorables. En estudios clínicos se ha demostrado que los efectos neurofisiológicos y sobre la PIC que ejerce el sevoflurano son similares a los ejercidos por el isoflurano. El rápido despertar puede constituir una ventaja para facilitar la valoración neurológica postoperatoria precoz y podría tener un lugar en el tratamiento de los pacientes con TEC. El desflurano puede utilizarse en dosis menores de 1 CAM. En dosis mayores produce mayores incrementos en la PIC que dosis equipotentes de isoflurano (5). 71 Los AAI tienen numerosos efectos beneficiosos en el cerebro isquémico, incluyendo la regulación de la concentración de Ca++ intracelular, la inhibición de despolarizaciones espontáneas, disminución de la tasa metabólica, y potenciación de la neurotransmisión inhibitoria (60). El isofluorano tiene efectos neuroprotectores en modelos animales de stroke, pero los mecanismos de neuroprotección no están bien definidos. En un estudio in vitro se demostró que la neuroprotección inducida por isofluorano en neuronas corticales hipóxicas se debe a cambios en la regulación del Ca++ intracelular y modulación de la apoptosis (61). Se ha postulado que a medida que aumenta la severidad de la injuria, la eficacia de los AAI disminuye. No hay estudios en humanos que afirmen o nieguen la eficacia de los AAI en neuroprotección (60). Altas concentraciones de AAI producen supresión en el EEG y se asociaron con mejores resultados después de isquemia focal transitoria en animales. Además, tienen efectos neuroprotectores al determinar preacondicionamiento isquémico cerebral. A pesar de lo anterior, un estudio mostró que los pacientes añosos sometidos a altas concentraciones de AAI y valores muy bajos de BIS tuvieron peor evolución. De este modo, se ha cuestionado el efecto beneficioso de los AAI (62). E. Óxido Nitroso: Este agente incrementa el FSC, el volumen sanguíneo cerebral, el consumo cerebral de O2 y la PIC, por lo que se cuestiona su uso en pacientes con injuria encefálica. El aumento del FSC y del consumo de O2 puede ser atenuado por la administración simultánea de barbitúricos y opiáceos. De todos modos, no es recomendable usar óxido nitroso en pacientes con distensibilidad intracraneana reducida, isquemia cerebral o riesgo de embolia aérea (5). 72 F. Opiáceos: Este grupo de fármacos provee analgesia y depresión de los reflejos de la vía aérea (3). A dosis bajas, producen un descenso mínimo a moderado del FSC, el consumo cerebral de O2 y la PIC, aunque estos cambios pueden estar alterados por la administración concomitante de otros anestésicos y por la patología del paciente. Cuando se administran junto con anestésicos vasodilatadores, los opioides tienden a producir vasoconstricción cerebral. Cuando se administran solos o en combinación con anestésicos que causan vasoconstricción cerebral, no producen cambios u originan pequeños aumentos del FSC (63). Si bien en modelos animales se observó que los opioides exógenos provocan mínimo efecto sobre el diámetro de las arterias meníngeas, la morfina y las encefalinas producen dilatación de las arterias meníngeas en forma dosis dependiente. El fentanyl, a dosis de 100 µg/kg, ocasiona reducción del FSC y del consumo cerebral de O2 cuando se asocia a óxido nitroso. Fentanyl, alfentanyl y sufentanyl reducen el diámetro arteriolar en forma dosis dependiente y reversible con naloxona. En estudios en humanos se observó que los efectos del fentanyl sobre el FSC son regionales y heterogéneos (63). El opiáceo mas usado ha sido la morfina, presenta un alto nivel de eficacia analgésica y seguridad, pero provee mínima sedación y la tolerancia es muy frecuente, conduciendo al aumento progresivo de las dosis. Un estudio demostró un aumento significativo en el FSC y la PIC de rebote, con la reversión farmacológica de la morfina (14). Los opiáceos sintéticos, fentanyl y sufentanyl, se han vuelto de uso habitual por su breve duración de acción y mínimos efectos hemodinámicos (3). A pesar de esto, varios estudios han mostrado que determinan un moderado aumento de la PIC. En un estudio, la administración de un bolo de 2 µg/kg de fentanyl se acompaño de un descenso significativo de la PAM y aumento de la PIC. Los pacientes con autorregulación conservada mostraron las mayores elevaciones de la PIC (14). Algunos trabajos han mostrado que el sufentanyl aumenta la PIC en pacientes con TEC grave (5). Otro estudio sugirió que la administración lenta puede minimizar las elevaciones de la PIC. De lo anterior se concluye que los 73 opiáceos se deben usar con precaución en pacientes con inestabilidad hemodinámica o con PIC elevada (14). G. Relajantes Musculares: La succinilcolina produce activación cerebral y puede incrementar transitoriamente la PIC. La precurarización previa, con una pequeña dosis de relajante muscular no despolarizante no previene en forma predecible este aumento (5). En cuanto a los relajantes musculares no despolarizantes, las drogas que liberan histamina (atracurio, mivacurio) provocan vasodilatación cerebral e hipotensión arterial (5). El agente de elección es el rocuronio, ya que permite obtener rápidas condiciones de IOT en pacientes con estómago ocupado, no aumenta la PIC y no libera histamina (3). Si bien el uso de relajantes musculares es rutinario en el intraoperatorio, no se recomienda su uso sistemático en el postoperatorio ya que se ha demostrado que aumentan el riesgo de neumonia y complicaciones neuromusculares (14). El uso de dosis adecuadas de hipnóticos y opiáceos puede obviar la necesidad de relajantes musculares en esta etapa (3). 74 IX. CUIDADOS POSTOPERATORIOS Los principales objetivos en esta etapa son optimizar la recuperación del daño cerebral primario y prevenir el daño cerebral secundario. Esto requiere optimizar el soporte del metabolismo energético encefálico, mantener una adecuada PPC y normalizar la PIC. Es fundamental la identificación y tratamiento precoz de las complicaciones sistémicas que contribuyen a la injuria secundaria. Para esto se debe instituir monitorización multimodal, sistémica y encefálica. La monitorización de la PIC, PPC, y FSC debería constituir una práctica estándar (3). Los monitores de oxigenación cerebral, como SjO2, PbrO2 y del metabolismo cerebral pueden proveer una información mas específica para el manejo de la hipoxia e isquemia encefálica. Existe controversia en cuanto al mejor protocolo de manejo para optimizar los resultados en pacientes con injuria encefálica (1). 1. MONITORIZACIÓN EN PACIENTES CON INJURIA ENCEFALICA. A. Monitorización de la PIC: Numerosos estudios demostraron una significativa reducción de la morbilidad y mortalidad de los pacientes con injuria traumática severa con el uso de protocolos que previenen la aparición de daño secundario. Estos protocolos hacen énfasis en la intubación precoz, rápido traslado, reanimación y TAC, con inmediata evacuación de sangrados intracraneales, seguidos de un cuidadoso manejo postoperatorio en cuidados intensivos, que incluye la monitorización de la PIC (14). El objetivo principal de la monitorización es mantener una adecuada PPC y oxigenación, evitando la injuria secundaria. La hipotensión arterial y el aumento de la PIC, que disminuyen la PPC, se asocian a un peor pronóstico. Los valores de PPC por debajo de 50 mm Hg se asocian a mal pronóstico. La única forma de medir la PPC es a través del monitoreo continuo de la PIC y la PAM (7). 75 Pacientes Con Riesgo De HEC: Los pacientes con injuria cerebral traumática con un GCS menor de 9 son el grupo de mayor riesgo de HEC (64). En un estudio prospectivo multicéntrico, realizado en 1990, sobre 753 pacientes con TEC severo se encontró que aquellos pacientes que en la TAC del ingreso no presentaron lesiones ocupantes de espacio, desviación de la línea media o anomalías en las cisternas la probabilidad de desarrollar HEC era de 10-15%. En un estudio retrospectivo se encontró que los pacientes con una TAC anormal en el momento del ingreso tuvieron una incidencia de HEC de 53-63%, mientras que los pacientes con TAC normal tuvieron una incidencia de HEC de 13%. De todos modos, los pacientes con TAC normal que presentaron al menos dos de tres hechos (edad mayor de 40 años, alteraciones motoras uni o bilaterales o PAS menor de 90 mm Hg) presentaron la misma probabilidad de HEC que los que tuvieron una TAC anormal. En suma, la incidencia de HEC es menor en pacientes con TAC normal que no tienen factores de riesgo asociados. La TAC anormal fue un predictor independiente de HEC (14). La PIC debe ser monitorizada en todos los pacientes con injuria cerebral traumática severa, con un GCS entre 3 y 8 luego de la reanimación, y TAC de cráneo anormal (hematomas, contusiones, edema, herniación, compresión de las cisternas basales), en base a evidencia de nivel II. La evidencia de nivel III indica que el monitoreo de la PIC está indicado en pacientes con injuria cerebral traumática con TAC de cráneo normal si presenta mas de 2 de los siguientes: edad mayor de 40 años, signos motores uni o bilaterales, o PAS menor de 90 mm Hg (7, 14). Utilidad del monitoreo de PIC: Permite predecir los resultados y la evolución de la patología intracraneana, manejar la PPC y realizar un drenaje terapéutico del LCR con los catéteres de ventriculostomía. Además, puede ser el primer indicador de masas intracraneanas y agravamiento. El tratamiento de la HEC sin monitoreo de PIC tiene riesgos. La hiperventilación prolongada agrava el pronóstico y reduce el FSC. La curarización profiláctica aumenta el riesgo de neumonia y prolonga la estadía en CTI. Los 76 barbitúricos tienen riesgo de hipotensión y su administración profiláctica no se recomienda. Con el uso de manitol la PIC presenta una respuesta variable. De este modo, los datos aportados por la medición de la PIC son útiles para establecer el pronóstico y guiar el tratamiento (65). Dispositivos de monitorización de la PIC: El monitor ideal es aquel fiel, reproducible, costo efectivo, que produce mínima morbilidad. El monitor de PIC debe presentar las siguientes especificaciones: rango de presión de 0-100 mm Hg, precisión de ± 2 mm Hg en el rango de 0 a 20 mm Hg, máximo error de 10 % en el rango de 20-100 mm Hg. Los monitores de PIC pueden colocarse a nivel peridural, subdural, subaracnoideo, parenquimatoso o ventricular. El cateter ventricular es el método mas fiel, de bajo costo, y reproducible de monitoreo de la PIC, constituye el método de referencia (3). Permite el recalibrado aunque se encuentre colocado. Debido a los riesgos de infección, hemorragia y obstrucción se han desarrollado los otros sitios alternativos. Los transductores fibroópticos colocados en catéteres ventriculares tienen beneficios similares y mayores costos. Las medidas realizadas por catéteres parenquimatosos son equivalentes a las realizadas por los catéteres ventriculares, como desventaja no pueden ser recalibrados durante el monitoreo. Los catéteres subaracnoideos, subdurales y epidurales son menos precisos (6). Los transductores externos reciben la PIC por líneas de alta presión llenas de líquido. Son precisos, pueden ser recalibrados, pero la obstrucción de la línea puede ocasionar imprecisiones. Además, el transducer debe ser mantenido en un sitio de referencia relativo a la cabeza del paciente (6). 77 Complicaciones: La literatura sugiere que las complicaciones de los catéteres no producen aumento de la morbilidad a largo plazo, pero pueden causar errores en las medidas y aumento de los costos al requerir recolocación. La incidencia de hematomas que requirieron evacuación quirúrgica es de 0,5%. El malfuncionamiento u obstrucción se observó en 6 a 16% de lo casos. Las infecciones o hemorragia significativas son infrecuentes, y no deben influir en la decisión de monitorizar la PIC (14). Limites de PIC: El impacto de la PIC en los resultados en pacientes con TEC severo se debe a su rol en determinar la PPC y es un indicador de efecto de masa. La PPC puede controlarse modificando la PA y el objetivo del tratamiento es balancear el riesgo de herniación frente a los riesgos del sobretratamiento. No hay grandes estudios randomizados que establezcan los límites de PIC aceptados. El mayor estudio, utilizando datos prospectivos, observacional, controlado, analizó los valores de PIC cada 5 mm Hg y el pronóstico, y encontró que el valor óptimo de PIC es de 20 mm Hg. Estos datos concuerdan con los obtenidos en pequeños estudios no controlados, que establecen valores entre 15 y 25 mm Hg (66). El único estudio prospectivo, doble ciego, controlado con placebo demostró un mejor pronóstico con disminuciones de la PIC. Un pequeño estudio prospectivo sobre 27 pacientes realizó los mismos protocolos de tratamiento en dos grupos con objetivos de PIC de 20 o 25 mm Hg respectivamente. No se encontraron diferencias en el GCS a los 6 meses entre ambos grupos. Puede producirse herniación con valores de PIC menores de 20-25 mm Hg. La probabilidad depende de la localización de la masa intracraneana. Marshall y colaboradores encontraron alteraciones pupilares con valores de PIC de hasta 18 mm Hg. Por lo tanto, los límites de PIC seleccionados deben acompañarse de exámenes clínicos frecuentes y TAC de cráneo de requerirlo. Por otra parte, la PIC a la que algunos pacientes comienzan a presentar signos neurológicos puede ser mayor de 20-25 mm Hg. De acuerdo a lo analizado, la evidencia actual sugiere que el tratamiento 78 de la HEC debe comenzar cuando la PIC sea superior de 20 mm Hg (nivel II). La necesidad de tratamiento se determina por una combinación de los valores de PIC, con los hallazgos clínicos y tomográficos (nivel III) (14). B. Monitorización de la Oxigenación Cerebral: El monitoreo de la PIC brinda información limitada acerca de la fisiopatología de la injuria cerebral traumática, debiendo valorarse otros factores como FSC y metabolismo. El aporte de O2 al cerebro depende del contenido arterial de O2 y del FSC. El aporte de glucosa y otros sustratos metabólicos al cerebro también depende del FSC. Recientemente se han desarrollado nuevos métodos para monitorizar en forma contínua la perfusión cerebral. Estos sistemas monitorizan directamente el FSC (Doppler transcraneal), la entrega de O2 (SjO2, PbrO2, espectroscopía), o el estado metabólico del cerebro (microdiálisis cerebral). Los monitores que, a la fecha, han demostrado mejorar los resultados en pacientes con injuria cerebral traumática son la SjO2 y la PbrO2 (14). Saturación Yugular de O2 (SjO2): Aporta información contínua sobre el balance entre el aporte cerebral global de O2 y la demanda (5). Robertson, en 1993, reportó una serie prospectiva de casos de 116 pacientes con TEC severo. Se detectaron 76 episodios de desaturación en 46 pacientes, entendiéndose estos como una SjO2 menor de 50 %. Los pacientes que no presentaron episodios de desaturación tuvieron una mortalidad de 18%, mientras que los pacientes con uno o varios episodios presentaron una mortalidad de 46% y 71%, respectivamente. Un estudio posterior realizado por el mismo autor, sobre 177 pacientes con un GCS menor de 9 mostró que 39% de los pacientes tuvieron al menos un episodio de desaturación (14). Las causas de desaturación pueden ser sistémicas (hipotensión, hipoxia, hipocapnia, anemia, hipertermia) o cerebrales (HEC, vasoespasmo, convulsiones) (5). 44% de los pacientes sin episodios de desaturación, 30% de los que tuvieron un episodio y 15% de los pacientes con varios episodios de desaturación presentaron una buena evolución. 79 La mortalidad también fue mayor cuanto mayor fue el número de episodios de desaturación (14). En un estudio prospectivo realizado en 1995 sobre 54 pacientes de los cuales 28 sufrieron TEC severo, se observó que los episodios de desaturación fueron mas frecuentes en los pacientes que no sobrevivieron, mientras que los sobrevivientes típicamente presentaron desaturaciones 3 a 5 días luego de la injuria. Los valores altos de SjO2 también se han asociado a mala evolución. Éstos se observan cuando existe necrosis ya que los tejidos no viables no extraen mas O2 (66). Estos pacientes presentan peores valores de GCS en la evolución a los 6 meses, comparado con pacientes en los que la SjO2 se mantiene entre 56 y 74%. De todos modos, los valores de SjO2 aislados no constituyen el indicador ideal de umbral. Un estudio realizado sobre 229 pacientes valoró la diferencia arterio yugular de O2 (DajO2) asociada a la SjO2. Los datos se obtuvieron cada 12 horas y las medidas se correlacionaron con el pronóstico a los 6 meses. Los valores de SjO2 menores de 55% se presentaron en 4,6% de los pacientes, en la mayoría debido a hiperventilación o PPC menor de 60 mm Hg. Los valores normales y altos de DajO2 se asociaron a buena evolución, y constituyeron un predictor independiente (68, 69). Oxigenación Tisular Cerebral (PbrO2): En 1998, un estudio prospectivo con 34 pacientes con TEC severo, mostró que la mortalidad aumentó cuando aumentó la duración de PbrO2 menores de 15 mm Hg. Además, estos datos sugieren que PbrO2 menores de 6 mm Hg se asocian a mayor mortalidad, independientemente de su duración. Otro estudio realizado el mismo año sobre 35 pacientes encontró que valores de PbrO2 menores de 10 mm Hg por mas de 30 minutos presentaron una mortalidad de 56%, frente a 9% de los que mantuvieron la PbrO2 por encima de 10 mm Hg. Otro estudio prospectivo, sobre 101 pacientes, del año 2000 confirmo estos resultados. Además, valores de PbrO2 menores de 15 mm Hg durante al menos 4 horas se asociaron a un aumento de la mortalidad del 50%. Se debe determinar si un tratamiento dirigido a optimizar la PbrO2 mejora los resultados. En 2005, se realizó una serie de 53 pacientes con TEC severo a los que se trató en base a los valores de PIC y PPC (PIC menor de 20 mm Hg y PPC 80 mayor de 60 mm Hg) y la adición de una terapia dirigida a mantener PbrO2 mayores de 25 mm Hg. Encontraron un significativo descenso en la mortalidad, de 44% a 25%, en los pacientes tratados con el protocolo dirigido a la PbrO2 (67). De todos modos, este estudio tiene limitaciones ya que se comparó con controles históricos, lo que limita la posibilidad de efectuar recomendaciones definitivas. La evidencia de clase III apoya el uso de los monitores de SjO2 y la PbrO2 asociados a monitorización de la PIC, en el manejo de los pacientes con TEC severo. La evidencia actual sugiere que los episodios de desaturación (SjO2 menor de 50-55%) se asocian con peores resultados, y que la alta extracción de O2 se asocia a buenos resultados. Los valores bajos de PbrO2, menores de 1015 mm Hg, y su duración, mayor de 30 minutos, se asocian a una alta mortalidad. Las nuevas tecnologías (como la microdiálisis cerebral, pruebas de difusión térmica, Doppler transcraneal, espectroscopia infrarroja, y otros) resultan prometedoras, pero no existe suficiente evidencia para determinar si la información que proveen es útil para el manejo del paciente y su pronóstico (14). 2. PROFILAXIS INFECCIOSA. No hay evidencia suficiente para efectuar recomendaciones de nivel I. La evidencia de nivel II indica que se deben administrar antibióticos profilácticos previo a la IOT para disminuir la incidencia de neumonia. De todos modos, esto no modifica la estadía hospitalaria ni la mortalidad. La traqueostomía precoz puede disminuir los días de ARM y monitorización invasiva. No modificaría la mortalidad ni la incidencia de neumonia intrahospitalaria. En pacientes con TEC severo la incidencia de infección aumenta con la ARM y la monitorización invasiva. A su vez, las infecciones aumentan la morbilidad, mortalidad y la estadía hospitalaria. Hasta 70% de los pacientes en ARM pueden desarrollar neumonia. La profilaxis infecciosa se puede dividir en distintos aspectos, e incluye: drenajes ventriculares externos y otros monitores de PIC, y profilaxis para prevenir infecciones intrahospitalarias sistémicas (14). 81 A. Monitores de PIC: La tasa de infección de los monitores de PIC puede alcanzar el 27%. Mientras no hay evidencia actual de que el uso de monitores de PIC a corto plazo determine un aumento de la morbilidad y mortalidad, los costos pueden aumentar por la administración de antibióticos. La colonización de las ventriculostomías es fácil de diagnosticar dado que se detecta a través del cultivo de las muestras de LCR. Cuando se compara la colonización bacteriana de los distintos dispositivos, los catéteres de ventriculostomía tienen una tasa de infección de 8%, mientras que los parenquimatosos un 14% (14). Se han identificado varios factores que pueden afectar el riesgo de infección: duración de la monitorización, uso de antibióticos profilácticos, presencia de otras infecciones concurrentes, presencia de hemorragia subaracnoidea o ventricular, fracturas expuestas, fugas alrededor del catéter de ventriculostomía (14). En un estudio prospectivo observacional realizado por Mayhall y colaboradores en 172 pacientes con 213 ventriculostomías, encontraron que el riesgo de infección aumentaba cuando la monitorización permanecía mas de 5 días. Los catéteres de PIC deben ser colocados en condiciones de esterilidad, con sistemas cerrados, minimizando la manipulación. No hay evidencia que el recambio de cateteres disminuya la incidencia de infecciones del SNC (14). B. Infecciones Sistémicas Intrahospitalarias: La incidencia de infecciones intrahospitalarias es mayor en pacientes con traumatismo de tórax coexistente y con la severidad del TEC. Los pacientes que recibieron antibioticoterapia profiláctica durante mas de 48 horas presentaron una mayor incidencia de neumonia por gram negativos multirresistentes. Los estudios realizados hasta el momento no han podido demostrar una disminución de la incidencia de infecciones intrahospitalarias en los pacientes que reciben antibióticos profilácticos. Goodpasture y colaboradores, realizaron un estudio prospectivo sobre un pequeño número de pacientes con TEC severo. Los autores reportaron un aumento de la incidencia de infecciones en los pacientes que no recibieron antibióticos profilácticos para la IOT. De todos modos, el grupo no tratado 82 presentó infecciones por gram positivos de severidad moderada, mientras que los tratados presentaron mas infecciones por gram negativos, las cuales resultaron de mayor gravedad. Además, los antibióticos no afectaron la frecuencia de colonización bacteriana del árbol respiratorio. Sirvent y colaboradores, realizaron un estudio en 100 pacientes críticos, de los cuales 86% presentaban TEC severo. Realizaron un grupo control, que no recibió antibióticos, y otro grupo al que administraron 2 dosis de cefuroxime 1,5 g 6 horas luego de la IOT. El grupo tratado con antibióticos presentó una reducción significativa en la incidencia de neumonia, pero no hubieron diferencias significativas en la mortalidad entre ambos grupos (14). Se ha propuesto que la traqueostomía precoz disminuye la incidencia de neumonia en pacientes críticos. Estudios randomizados recientes no encontraron diferencias en la mortalidad en pacientes a los que se realizó traqueostomía antes de una semana de la IOT. Se encontró que la extubación precoz, siempre y cuando cumpliera con los criterios para la misma, no resultó en un aumento de la incidencia de neumonia. En otro estudio se encontró que el retraso en la extubación se asoció a un aumento de la incidencia de neumonia. En suma, no hay evidencia que apoye la utilización de antibióticos profilácticos en forma prolongada para disminuir la incidencia de neumonia. A pesar de esto, un estudio sostiene que la administración de un curso corto de antibióticos durante la IOT y 6 horas después disminuye su incidencia. La traqueostomía precoz o la extubación en pacientes con TEC severo no han demostrado disminuir la incidencia de neumonia. La traqueostomía disminuiría la duración de la ARM (14). 3. PROFILAXIS DE LA TROMBOSIS VENOSA PROFUNDA (TVP). Los pacientes con TEC severo tienen riesgo aumentado de desarrollar eventos tromboembólicas con el consiguiente aumento de la morbimortalidad (3). El riesgo de tromboembolia en pacientes con TEC severo sin tratamiento profiláctico ha sido estimado en 20% (14), otros autores encontraron una incidencia de hasta 54% (3). La incidencia de trombosis varía ampliamente de acuerdo al método empleado para detectarla. Se debe diferenciar entre las trombosis clínicamente evidentes y aquellas detectadas por estudios de laboratorio en pacientes asintomáticos. 83 Las trombosis proximales de los miembros inferiores tienen mas probabilidades de determinar tromboembolismo pulmonar (TEP) que las trombosis distales. Page y colaboradores, encontraron una incidencia de TEP de 0,38 % en pacientes con TEC severo (14). El tratamiento del TEP en pacientes neurocríticos suele ser dificultoso dado que se desconoce la seguridad de la anticoagulación en pacientes que han sido sometidos a craneotomía o presentaron hemorragias intracraneanas traumáticas. Esto hace que la prevención en estos pacientes sea fundamental (3). Las opciones para prevención de TVP y TEP incluyen terapias mecánicas (medias de compresión graduada, compresión neumática intermitente) y farmacológicas [bajas dosis de heparina cálcica y heparinas de bajo peso molecular (HBPM)] (3). A. Terapias Mecánicas: Desde la década del setenta se han realizado varios estudios para determinar la eficacia de estos dispositivos en la disminución de la incidencia de TVP y TEP. Todos ellos han demostrado la eficacia de estos dispositivos. Los estudios realizados hasta el momento no han encontrado cambios en la PAM, PIC o PVC en pacientes bajo profilaxis mecánica. De todos modos, la misma puede resultar dificultosa en muchos casos por la coexistencia de lesiones en los miembros inferiores. Dado que tienen efectos adversos mínimos, su uso se recomienda en todos los pacientes con TEC severo, hasta el alta (3). B. Intervenciones Farmacológicas: En un estudio retrospectivo realizado en el año 2002 se estudiaron 64 pacientes con TEC severo a los que se realizó profilaxis con 5000 unidades (U) de heparina subcutánea dos veces al día. Se agruparon de acuerdo al inicio de la profilaxis: antes o después de 72 horas del ingreso. No se observaron diferencias en los índices de TVP, TEP y mortalidad entre los grupos. Otro estudio prospectivo sobre 150 pacientes, realizado el mismo año, analizo la administración de 30 mg de enoxaparina 2 veces al día en pacientes con TEC severo, comenzando a las 24 horas del ingreso. La incidencia de TVP fue de 4%. Durante el estudio se debió 84 cambiar el protocolo y comenzar la enoxaparina 24 horas luego del procedimiento neuroquirúrgico, dado que 22 pacientes presentaron sangrados postoperatorios. Se concluyó que, si bien la incidencia de TVP disminuyó, existieron mas complicaciones hemorrágicas. Otros estudios mostraron resultados comparables, sugiriendo que la heparina a bajas dosis es eficaz para reducir el riesgo de TVP, aunque existe un riesgo aumentado de sangrados intracraneanos. La profilaxis farmacológica no debe iniciarse en el perioperatorio, pero no se ha podido definir cuando es seguro iniciarla. Además, no se han establecido recomendaciones acerca de cual es la droga y dosis de elección en estos pacientes (71). Varios estudios compararon la eficacia y la tasa de complicaciones de la heparina a bajas dosis o HBPM y la profilaxis mecánica. Estos estudios mostraron una menor incidencia de TVP con heparinas, pero también una tendencia a mayor incidencia de complicaciones hemorrágicas. En suma, existe evidencia de clase III que sugiere el uso de HBPM o heparina a bajas dosis en los pacientes con TEC severo. No se pudieron establecer recomendaciones acerca del momento de inicio, dosis optima y fármaco de elección (14). 4. NUTRICIÓN. Hay pocos estudios que valoren específicamente la nutrición en pacientes con TEC severo. En los últimos 25 años numerosos estudios han demostrado la existencia de hipermetabolismo en los pacientes con injuria encefálica traumática (3). Existiría un aumento de 140% en el gasto energético en pacientes en coma. Se ha demostrado que la relajación muscular y el coma barbitúrico disminuyen el gasto energético de 160% a 100-120%. Esto sugiere que la mayor parte del gasto energético se produce por el mantenimiento del tono muscular. Incluso tras la curarización, el gasto energético se mantuvo elevado un 20-30% en algunos pacientes (14). Varios estudios evaluaron la relación entre el aporte calórico y el pronóstico. Un estudio encontró que la desnutrición durante 2 semanas luego de la injuria se asoció a un aumento significativo de la mortalidad en comparación con la restitución completa del consumo calórico en 7 días. Otro estudio no encontró 85 diferencias en la morbilidad a los 6 meses con la restitución completa del aporte calórico a los 3 días o a los 9 días (14). A. Inicio de la nutrición: La reposición nutricional habitualmente se inicia en las primeras 72 horas tras la injuria. Se han demostrado menores índices de infección y complicaciones en pacientes en que se comenzó la nutrición enteral en el primer día tras la injuria, de todos modos no hubieron diferencias en el GSC a los 6 meses (72). La evidencia sugiere que se requieren 2 o 3 días para incrementar gradualmente la nutrición enteral. La nutrición parenteral también se comienza con valores por debajo del gasto metabólico y se aumenta durante 3 días. Cualquiera de los métodos debe ser iniciado en las 72 horas siguientes a la injuria (3, 14). B. Fórmulas: No hay estudios comparando distintas formulaciones enterales y parenterales en pacientes con injuria encefálica. Se sabe que el contenido de proteínas debe comprender el 15% de las calorías totales. El uso de suplementos como glutamina, arginina, omega 3 no han sido estudiados específicamente en estos pacientes (14). C. Métodos de Nutrición: Los métodos para nutrición precoz incluyen: gástrico, yeyunal y parenteral. Algunos reportes indican que la nutrición yeyunal y parenteral producen mejor retención de nitrógeno que la alimentación intragástrica. Además, se ha reportado mejor tolerancia con la nutrición yeyunal que con la intragástrica (14). La gastrostomía endoscópica percutánea es bien tolerada en estos pacientes (3). Existe temor que la nutrición intragástrica precoz determine retraso del vaciado gástrico, aumento del residual gástrico y aspiración pulmonar. De todos modos, un estudio de nivel III encontró que 111 pacientes toleraron la nutrición intragástrica sin complicaciones. Otro estudio demostró una mejor tolerancia con la nutrición continua comparada con la administración en bolos (3). 86 No se ha visto aumento del riesgo de infección con el uso de nutrición parenteral. Su principal ventaja es que es bien tolerada. En animales la nutrición parenteral puede agravar el edema encefálico, pero este efecto no se ha visto en la clínica. No se ha podido demostrar que un método de nutrición sea superior al resto (14) D. Zinc: Es el único suplemento estudiado en pacientes con injuria cerebral traumática. Un estudio de nivel II mostró un mejor GCS en los días 15 y 21 luego de la injuria en pacientes que recibieron suplementos de zinc. Existió una tendencia a disminuir la mortalidad (14). 87 X. HISTORIA CLINÍCA. 1. PREOPERATORIO. M.C., 15 años, procedente de Canelones, estudiante. Sin antecedentes personales patológicos a destacar. Accidente de tránsito en motocicleta sin casco, colisión contra otra motocicleta. TEC con pérdida de conocimiento transitoria inmediatamente luego del accidente, seguida de excitación psicomotriz. Fue asistido por Emergencia Médica Móvil que realizó intubación orotraqueal (IOT) en el sitio del accidente, desconociéndose las condiciones en que fue realizada la misma. Fue trasladado a CTI de hospital del interior. Balance Lesional: Paciente en coma farmacológico, GCS 8, bajo sedación con midazolam, reactivo, movilizando los cuatro miembros, ojos cerrados, realizaba gestos y localizaba el dolor con miembros superiores, pupilas simétricas reactivas. Piel y Mucosas: Normocoloreadas, bien hidratado, buen relleno capilar y venoso. Pleuropulmonar: Murmullo alveolo vesicular presente bilateralmente, simétrico. Sin estertores. Cardiovascular: Ritmo regular de 80 ciclos por minuto (cpm), sincrónico con periférico, ruidos bien golpeados, no soplos. PA 100/70 mm Hg. Pulsos presentes y simétricos en los cuatro miembros. Abdomen: Blando, depresible, ruidos hidroaéreos presentes. Fosas lumbares: Libres. Osteoarticular: Herida cortante y hundimiento de cráneo a nivel de región occipital. Herida cortante profunda en rodilla derecha. Edema asimétrico a nivel de miembro inferior derecho, blando, blanco, frío, sin empastamiento en pantorrilla. 88 Resto del examen sin particularidades. Valoración Paraclínica: Se realizó TAC de cráneo que mostró: Fractura con hundimiento occipital, fractura temporal izquierda con compromiso de base de cráneo. Contusiones hemorrágicas en ambos lóbulos frontales y lóbulo temporal izquierdo, sin efecto de masa. Columna cervical sin lesiones. Asimismo, se valoró con radiografía de tórax y ecografía de abdomen cuyos resultados se encontraban dentro de límites normales. No se contaba con radiografía de miembro inferior derecho. Se decidió el traslado del paciente al Hospital de Clínicas para valoración por neurocirujano. Se trasladó con la cabeza elevada 30°, bajo sedación con midazolam i/v, GCS 5, IOT, ventilado con O2 100%, hemodinámicamente estable sin apoyo inotrópico, PA promedio de 130/80 mm Hg, frecuencia cardíaca (FC) promedio 90 cpm. Ingresó al Hospital de Clínicas a las 7 horas del accidente. Fue valorado por neurocirujano de guardia quien solicitó ingreso a CTI. Se indicó reposo en decúbito dorsal con la cabeza elevada 30°. Se realizó una dosis carga de difenilhidantoína de 1 g en 250 ml de suero fisiológico a pasar en 15 minutos. Luego se continuó con 125 mg cada 8 horas i/v. Se inició protección gástrica con ranitidina 50 mg i/v cada 8 horas. Se repuso con suero fisiológico 1000 ml cada 8 horas i/v y 6 g/día de cloruro de potasio. A las 12 horas del accidente se realizó nueva TAC de cráneo para valorar el estado del parénquima encefálico. La misma mostró aumento del edema encefálico y efecto de masa. Permaneció en CTI, con medidas médicas para disminuir la HEC, que incluyeron profundización de la sedación y administración de manitol i/v. Se inició la administración de noradrenalina 0,02 µg/kg/min, con el objetivo de mantener una PAM de 80 mm Hg. 89 Nueve horas después se decidió realizar craneotomía decompresiva y colocación de cateter subdural para monitorización de PIC. De la paraclínica preoperatoria inmediata se destacaba: Hb 10, 2 g/dl Hto 30,5% Plaquetas 208.000 Glóbulos Blancos 12.700 Tiempo de Protrombina (TP) 89% International normatized ratio (INR) 1, 08 Tiempo parcial de tromboplastina activada (KPTT) 25 segundos. Glicemia 152 mg/dl Ionograma, función renal, funcional y enzimograma hepático dentro de límites normales. 2. INTRAOPERATORIO. Ingresó a Block Quirúrgico en coma farmacológico, GCS 8, bajo sedación con midazolam, movilizando los cuatro miembros, pupilas mióticas y reactivas. IOT con SOT número 8, ventilado con ambú y O2 al 100%, SatO2 99%. Se encontraba hemodinámicamente estable con apoyo inotrópico con noradrenalina 0,02 µg/kg/minuto, ritmo regular de 108 cpm, PA 100/60 mm Hg, presión venosa central (PVC) 5 cm de agua. Presentaba vía venosa central (VVC) yugular interna derecha pasando inotrópicos y suero fisiológico; vía arterial femoral derecha cerrada; sonda vesical, de donde se descartaron 350 ml de orina clara. Se corroboró la adecuada posición de la SOT mediante auscultación pleuropulmonar bilateral, ya que la movilización del paciente es una causa frecuente de desplazamientos de la misma. Se descartó la presencia de estertores. Se realizó aspiración de vía aérea, siendo la misma negativa para secreciones respiratorias y restos de alimentos. 90 Monitorización: La monitorización clínica incluyó relleno capilar y venoso, coloración y temperatura de la piel a nivel de la mano, dado que se trata de una cirugía de cabeza tapada y alejada, características del pulso, auscultación cardiovascular y pleuropulmonar. La monitorización instrumental no invasiva se realizó de acuerdo a los estándares de la ASA. Se valoró la oxigenación mediante oxímetro de pulso, para conocer en forma contínua la saturación de oxigeno de la Hb arterial. Asimismo brinda información del estado hemodinámico a través de la frecuencia cardíaca y las características de la onda de pulso. Se utilizó oxímetro de línea para conocer la fracción inspirada de oxigeno (FiO2) realmente entregada. La ventilación se monitorizó con capnografía, que permite la medición continua del CO2 telespiratorio (EtCO2) y la construcción de un capnograma. Este monitor es de especial importancia en pacientes neuroquirúrgicos, en los que se debe evitar la hipercapnia, que aumenta el FSC y la PIC; pero también la hipocapnia severa que disminuye el FSC y puede conducir a la isquemia encefálica. Además del monitoreo de la ventilación, el capnógrafo permite valorar el estado hemodinámico y metabólico. Se colocó un espirómetro para determinar el volumen corriente realmente movilizado por el paciente. En lo hemodinámico, se utilizó ECG de 5 derivadas con analizador de ST, con monitorización a nivel de DII para la detección precoz de arritmias, dado que es la derivada que muestra mejor las ondas P; y a nivel de V5 para la detección precoz de isquemia cardíaca. PA no invasiva con manguito autoinsuflable cada 5 minutos, Se monitorizó en forma contínua la temperatura, con termómetro colocado a nivel orofaríngeo. Si bien sería ideal colocar el mismo a nivel nasofaríngeo, que constituye un fiel reflejo de la temperatura central, dicha maniobra no era posible dada la presencia de fractura de base de cráneo. No de contaba con termómetro timpánico. Finalmente, se realizó monitorización del nivel de hipnosis a través de la entropía. 91 La monitorización invasiva consistió en la medición continua de la PA, indicada en este paciente ya que requiere un control estricto y permanente de las cifras de PAS, PAD y PAM, para mantener una adecuada perfusión encefálica y como control del tratamiento con noradrenalina. El trazado de la onda de pulso brinda además información acerca del volumen sistólico, resistencias vasculares periféricas, y estado de la volemia, a través del delta up y delta down. Permite la extracción de gasometrías arteriales. Se realizaron mediciones seriadas de PVC, que constituye una estimación de la precarga del ventrículo derecho, tono venoso y estado de la volemia. Se continuó con monitorización del ritmo diurético, realizándose balance horario de ingresos y egresos. La monitorización paraclínica incluyó gasometría arterial, glicemia, ionograma y hemograma en forma horaria. Técnica Anestésica: Cirugía de 4 horas de duración. Se realizó anestesia intravenosa total. Inducción con tiopental 250 mg, fentanyl 200 µg y atracurio 50 mg. Mantenimiento en base a midazolam 0,6 mg/kg/hora durante 10 minutos, seguidos de 0,12 mg/kg/hora, fentanyl 4 µg/kg/hora durante la primera hora, 2 µg/kg/hora en la segunda hora y luego 1 µg/kg/hora, atracurio en bolos de 10 mg cada 40 minutos. Se administró y cefazolina 2 g i/v previo a la incisión de piel y dexametasona 8 mg i/v. Ventilación: Se realizó ventilación mecánica controlada por volumen; con un volumen corriente de 500 ml; frecuencia respiratoria de 12 respiraciones por minuto (rpm); FiO2 de 0,5; PEEP 5 cm de agua, pausa inspiratoria de 25%; alcanzándose una presión en vía aérea de 20 cm de agua y un EtCO2 de 33 mm Hg. 92 Del intraoperatorio se destacó: Tendencia a la hipotensión luego de la inducción anestésica, que requirió aumento de la dosis de noradrenalina hasta 0,1 µg/kg/minuto, obteniéndose una PAM promedio durante el procedimiento de 80 mm Hg. Persistió con taquicardia sinusal de 108 cpm en promedio, a pesar de la reposición de volumen, corrección de las cifras de PA y anemia. SatO2 de 100 % durante todo el procedimiento. El paciente ingresó a Block con una temperatura de 35,8°C, alcanzando cifras de 35,2°C en el intraoperatorio. Se administró manitol 15 g intravenoso a los 30 minutos de comenzada la cirugía. Paraclínica: A la hora de cirugía: pH 7,32 PaO2 547 mm Hg PaCO2 36,3 mm Hg Exceso de bases (EB) -6,3 HCO3ˉ 19,3 mEq/l Lactato 0,7 SatO2 100% Hb 8,4 g/dl Hto 24,3% Plaquetas 164.000 Glicemia 110 mg/dl Na+ 140 mEq/l Ca++ 1,19 mEq/l K+ 3,9 mEq/l Clˉ 112 mEq/l A las dos horas de cirugía: pH 7,29 PaO2 457 mm Hg EB – 7,3 HCO3ˉ 18,4 mEq/l PaCO2 36 mm Hg Lactato 0,7 Hb 7 g/ dl Hto 21,8% Na+ 140 mEq/l Ca++ 1,15 mEq/l K+ 4,1 mEq/l Clˉ 112 mEq/l Se realizó reposición con 2 volúmenes de glóbulos rojos. Se administró HCO3ˉ 1 molar (M) de acuerdo a la fórmula: 93 mEq HCO3ˉ 1 M = EB x peso (kg) x 0,6 2 Reposición: - Suero fisiológico 2500 ml. - Coloides (Haemacell) 1000 ml. - Glóbulos rojos 600 ml. - Manitol 100 ml al 15% (15 g). - HCO3ˉ 1 M 120 ml. El balance al final de la cirugía fue de + 500 ml. Se trasladó a CTI en coma farmacológico, GCS 8, pupilas intermedias, simétricas y reactivas, movilizando los cuatro miembros, IOT ventilado con circuito americano con O2 100%, hemodinámicamente estable con apoyo inotrópico con noradrenalina 0,08 µg/kg/minuto, PVC 9 cm de agua. 3. POSTOPERATORIO: Al segundo día del postoperatorio se retiró la sedoanalgesia para valorar el estado neurológico. Presentó gestos al estímulo doloroso, movilizaba los cuatro miembros, GCS 8. Controles de PIC por debajo de 20 cm de agua. Al tercer día del postoperatorio, clínicamente incambiado. Se realizó TAC de control que mostró disminución del efecto de masa. Se retiró el cateter de PIC y se envió la punta para cultivo. Posteriormente presentó secreción purulenta a nivel de la herida operatoria, paciente subfebril, y se comenzó tratamiento antibiótico con meropenem de acuerdo a resultado de cultivo. Al octavo día del postoperatorio una nueva TAC de control evidenció: Decompresiva frontotemporoparietal izquierda con protrusión del encéfalo subyacente. Área hipodensa frontotemporal izquierda, con aspecto de focos contusivos evolucionados sin cambios respecto a la TAC previa. Colección subdural parasagital izquierda de 8 mm de espesor con un nivel de mayor 94 densidad en el sector declive. Sistema ventricular traccionado hacia la izquierda. Cisternas peritroncales parcialmente obliteradas. Con diagnóstico de empiema subdural, se decidió realizar reintervención para limpieza quirúrgica. Ingresó a Block Quirúrgico, bajo sedación con midazolam, reactivo, movilizando los cuatro miembros, IOT ventilado con O2 al 100%, por volumen con ventilador portátil, hemodinámicamente estable sin inotrópicos, VVP en miembro superior derecho cerrada, SV con 100 ml de orina clara. Cirugía de 90 minutos de duración. Se realizó anestesia general balanceada. Inducción con tiopental 250 mg, fentanyl 200 µg y atracurio 30 mg. Mantenimiento en base a isofluorano 0,8 CAM, fentanyl total 100 µg y atracurio total 20 mg. Reposición con suero fisiológico, total 1000 ml. Diuresis 1 ml/kg/hora. Monitorización clínica de relleno capilar y venoso, coloración y temperatura de la piel a nivel de la mano, características del pulso, auscultación cardiovascular y pleuropulmonar. Monitorización instrumental de acuerdo a los estándares de la ASA con ECG de 5 derivadas, PA no invasiva con manguito autoinsuflable cada 5 minutos, oxímetro de pulso, oxímetro de línea, capnografía y capnometría, espirometría y temperatura. Ventilación controlada por volumen, FiO2 de 0,5; volumen corriente 500 ml; frecuencia respiratoria de 12 rpm; PEEP 5 cm de agua, pausa inspiratoria de 25%; presión en vía aérea 15 cm de agua. Durante todo el procedimiento SatO2 de 100%, EtCO2 37 mm Hg, PAM promedio de 75 mm Hg, taquicardia sinusal de 120 cpm, no requirió apoyo inotrópico. Se trasladó a CTI en coma farmacológico, pupilas intermedias reactivas, ventilado con circuito americano y O2 al 100%, SatO2 100%, hemodinámicamente estable sin apoyo inotrópico. Posteriormente persistió en CTI con cuadro neurológico incambiado bajo tratamiento antibiótico, sin signos de disfunción o falla de otros sistemas fisiológicos mayores. 95 4. COMENTARIOS. Estamos frente a un paciente joven, del sexo masculino, sin antecedentes personales a destacar, que sufrió un TEC grave como consecuencia de un accidente de tránsito. Como fuera analizado al inicio de la monografía, se trata de una de las situaciones epidemiológicamente más frecuentes (1,2,4). El daño primario ocasionado por el TEC, una vez establecido, no se puede revertir. Actualmente, las medidas para disminuir la morbimortalidad del TEC grave se dirigen a prevenir el daño neurológico secundario, ya que el mismo se produce en las horas y días siguientes al impacto. Mas aun, recientemente se ha demostrado que el daño secundario comienza precozmente tras la injuria. Por lo tanto, las medidas tendientes a reducir su impacto se deben instaurar desde que el equipo de salud toma contacto con el paciente, en el sitio del accidente, deben continuar durante el traslado al hospital, durante la valoración en emergencia, la realización de estudios paraclínicos, en el intra y postoperatorio. En varias de estas instancias, los anestesiólogos están encargados del cuidado de estos pacientes, siendo de fundamental importancia conocer cuales intervenciones son beneficiosas y cuales son deletéreas para su evolución neurológica. En cuanto al manejo hemodinámico, si bien a la fecha no hay estudios que indiquen cuales serán los valores óptimos de PAM y PAD, si está demostrado que una única medida prehospitalaria de PAS menor de 90 mm Hg es uno de los predictores mas poderosos de resultados adversos (21). Además, el riesgo de mortalidad aumenta con el número y duración de los episodios de hipotensión arterial (22, 23). Este paciente, en la etapa prehospitalaria presento cifras de PAS de 130 mm Hg, pero en el preoperatorio inmediato requirió la adición de vasoconstrictores para mantener una PAS y PAM, dentro de límites seguros. Tras la inducción anestésica, el uso de drogas vasodilatadoras y cardiodepresoras como el tiopental, sumado a la utilización de atracurio, ambas drogas liberadoras de histamina, determinó un nuevo descenso breve de la PA, que se corrigió con un aumento de la dosis de noradrenalina y la administración de una carga de cristaloides ya que presentaba además una PVC de 5 cm de agua. Posteriormente no se observaron descensos de la PA manteniéndose una PAM promedio de 80 mm Hg durante el procedimiento. 96 Como fue analizado, el mantenimiento de la glicemia entre 80 y 110 mg/dl en pacientes críticos reduce la morbimortalidad (53). En el preoperatorio inmediato presentó cifras de glicemia de 152 mg/dl, desconociendo si fueron tratadas previo al traslado a Block. La glicemia a la hora de comenzada la cirugía era de 110 mg/dl. De todos modos, dado que se desconocía si las cifras preoperatorias fueron corregidas se debió obtener un control al ingreso a Block Quirúrgico. Tanto la anestesia general balanceada como la anestesia intravenosa total (TIVA) son técnicas adecuadas en este tipo de pacientes. En este caso se optó por una TIVA en base a midazolam, fentanyl, ambos en infusión i/v contínua, y atracurio en bolos. Si bien los hipnóticos i/v con mayor efecto neuroprotector son el tiopental y el propofol (56), también se acepta el uso de midazolam para el mantenimiento de la anestesia en neurocirugía, dado que no posee efectos perjudiciales sobres el FSC y la PIC. En este caso, en que no se planeaba la extubación del paciente y que se encontraba bajo apoyo hemodinámico con noradrenalina el uso de midazolam era una alternativa válida. Debemos recordar la importancia de la monitorización del nivel de hipnosis cuando se realiza TIVA. En este caso la misma se realizó mediante entropía. El manejo de la ventilación permitió la utilización de FiO2 bajas (0,5%) y alcanzar un EtCO2 de 33 mm Hg, con una PaCO2 de 36 mm Hg, o sea un patrón de normoventilación. Actualmente no se recomienda la hiperventilación profiláctica, ya que puede conducir a isquemia encefálica, preconizándose la normoventilación. En cuanto a la utilización de PEEP, si bien la misma puede aumentar la PIC como consecuencia de una disminución de retorno venoso encefálico, se observó que el uso de niveles bajos de PEEP no tiene un efecto significativo sobre la PIC y, en cambio, mejora el intercambio gaseoso, lo que es fundamental en pacientes neuroquirúrgicos. Si bien existe una tendencia a evitar las transfusiones autólogas las complicaciones a corto y largo plazo que pueden determinar, mas aun en pacientes jóvenes y sin patología asociada, que toleran niveles mas bajos de Hb sin desarrollar hipoxia tisular, en la injuria encefálica es fundamental corregir todos los factores que disminuyen el aporte de O2 al encéfalo. Por lo tanto, hubiera sido conveniente indicar la transfusión de glóbulos rojos cuando la Hb alcanzó los 8 g/dl (34), sabiendo que este valor es arbitrario. 97 A los 30 minutos del comienzo de la cirugía se administraron 15 g de manitol con la finalidad de reducir el edema encefálico y mejorar la exposición quirúrgica. Las recomendaciones actuales, indican que el manitol a dosis de 0,25 a 1 g/kg constituye el agente hiperosmolar de elección. Un efecto adverso posible con su uso es la hipovolemia e hipotensión secundarias a diuresis osmótica. En este paciente, si bien requería apoyo hemodinámico, no se observó un mayor deterioro de la hemodinamia tras la administración de manitol. Una alternativa en caso de inestabilidad hemodinámica, es la administración de SSH, ya que además de reducir el edema encefálico, aumenta el volumen intravascular. Este paciente recibió 8 mg de dexametasona al inicio de la cirugía, recientemente se ha demostrado que su uso en pacientes con TEC no es beneficioso, e incluso puede resultar deletéreo (14,48,49,50). La temperatura del paciente osciló entre 35,2 y 35,5°C. No está demostrado que la hipotermia sea beneficiosa en la evolución a largo plazo de estos pacientes, ya que aumenta el numero de complicaciones infecciosas, coagulopatía, arritmias. De todos modos se debe evitar la hipertermia y las medidas activas de calentamiento rápido, que se asocian a un aumento de la morbimortalidad (1,14,41). 98 XI. CONCLUSIONES. Las mismas permiten establecer ciertas recomendaciones que derivan de la información analizada en la monografía, y no pretenden constituir pautas o protocolos. 1. INGRESO A BLOCK. - Se debe obtener un acceso venoso con cateter venoso número 14 o 16. - Premedicación con ranitidina 50 mg y metoclopramida 10 mg. - Confirmar que el paciente se encuentra clasificado y que existe disponibilidad de sangre y hemoderivados. - Si al ingreso el paciente presenta una valoración de Glasgow de 8 o menos debe tener confirmada disponibilidad de cama en CTI; si el Glasgow está entre 9 y 12, se decidirá según el transcurrir del transoperatorio; si el Glasgow es de 13 o más no requiere ventilación postoperatoria. Se debe considerar su requerimiento por compromiso de otros órganos y sistemas. 2. INTRAOPERATORIO. A. Monitorización: Clínica: Al ingreso y al final de la cirugía valorar la reactividad pupilar, GCS, movilidad de los cuatro miembros. En el intraoperatorio, se trata de una cabeza tapada y alejada cobrando jerarquía la monitorización de la mano: pulso, relleno capilar y venoso, coloración y temperatura de la piel. Además, auscultación cardiovascular y pleuropulmonar. 99 Instrumental: NO INVASIVA: - ECG de 5 derivadas, idealmente con analizador del ST. - PA no invasiva, con manguito autoinsuflable cada 5 minutos, o de acuerdo a la situación hemodinámica del paciente, con un intervalo mínimo de 2 minutos para permitir la adecuada circulación del miembro. - Oxímetro de pulso, manteniendo una SatO2 mayor de 94%. - Capnografía. - Temperatura. - Relajación muscular. -Índice biespectral o entropía, fundamentalmente en caso de anestesia intravenosa total (TIVA). INVASIVA: - En casos de edema cerebral y/o TEC moderado a severo, habitualmente requieren monitorización directa de PA, PVC y diuresis. La colocación de la VVC previo a la cirugía puede posponerse en casos en los cuales la descompresión del SNC no se puede diferir para salvar la vida del paciente. Se realiza el acceso arterial, de preferencia radial o pedio, extrayendo una muestra para gasometría arterial inmediata a la canalización, esta maniobra tampoco debe retrasar la iniciación de la cirugía. - Doppler, para detección de embolia aérea en intervenciones en las que el campo operatorio se encuentre por encima del nivel del corazón. - Cateter en la arteria pulmonar, en pacientes que no responden a la administración de volumen, persisten con inestabilidad hemodinámica, o tienen enfermedad cardiovascular asociada. Paraclínica: Mediciones seriadas de gasometría arterial, Hb, Hto, electrolitos y glicemia. 100 B. Vía Aérea: La INT esta contraindicada en la fractura de base de cráneo, fracturas faciales complejas y diátesis hemorrágica. Excluir fractura de columna cervical por radiografía o TAC. De lo contrario realizar IOT manteniendo la alineación de la columna cervical. En casos de edema o fracturas faciales puede requerir IOT con FBC. En algunos casos traqueostomía o cricotirotomía. Puede administrarse un curso corto de antibióticos profilácticos previo a la IOT y 6 horas después, ya que se ha demostrado que disminuye la incidencia de neumonia. El antibiótico usado en este estudio fue cefuroxime, dos dosis de 1,5 g i/v (14). Tras la IOT, colocar sonda orogástrica para aspirar el contenido gástrico. En caso de recibir al paciente intubado verificar la correcta colocación de la SOT mediante auscultación y aspirar la vía aérea para descartar aspiración del contenido gástrico o presencia de secreciones respiratorias y prevenir atelectasias. C. Inducción: Se debe evitar la IOT despierto. Realizar inducción en secuencia rápida. Se administran: - Fentanyl 2 µg/kg i/v o remifentanyl 0,5 a 1 µg/kg/minuto. - Lidocaína 1-1,5 mg/kg i/v 90 segundos previos a la IOT, para atenuar aumentos reflejos de la PIC (también previo a realizar aspiración de la vía aérea). - En cuanto al hipnótico, en casos de hemodinamia estable: tiopental 5 mg/kg o propofol 2 mg/kg i/v. Frente a inestabilidad hemodinámica: etomidato 0,2 a 0,4 mg/kg i/v. - El relajante muscular de elección es el rocuronio 0,6-1 mg/kg i/v ya que presenta un rápido inicio, no aumenta la PIC y no libera histamina. Se acepta el uso de succinilcolina 1-1,5 mg/kg i/v, dado que se trata de pacientes con estomago ocupado, sabiendo que produce un aumento transitorio de la PIC. 101 D. Ventilación: Se debe mantener un patrón de normoventilación, con una PaCO2 entre 35 y 40 mm Hg. La PaO2 debe encontrarse por encima de 70 mm Hg, ya que si bien la hiperoxia mejora la oxigenación cerebral, también favorece la formación de radicales libres. Se debe administrar la menor FiO2 que cumpla estos objetivos. El uso de PEEP actualmente se considera beneficioso. De todos modos, utilizar la minima PEEP que mantenga una oxigenación adecuada. E. Mantenimiento: Podemos realizar tanto una TIVA como una anestesia inhalatoria siendo ambas igualmente satisfactorias (1,11). TIVA: - Hipnóticos: Todos los anestésicos intravenosos, excepto la ketamina, disminuyen el consumo cerebral de oxígeno, el FSC, el volumen sanguíneo cerebral y pueden disminuir la PIC (1). Para el mantenimiento el hipnótico de elección es el propofol 10 mg/kg/hora durante los primeros 10 minutos, 8 mg/kg/hora por otros 10 minutos y luego 6 mg/kg/hora. En caso de planear la extubación del paciente se suspende 10 minutos antes de finalizar la cirugía. También se puede utilizar midazolam 0,6 mg/kg/hora durante 10 minutos y luego 0,15 mg/kg/hora, principalmente en pacientes que asocien inestabilidad hemodinámica. En caso de planear la extubación del paciente se suspende 20 a 40 minutos antes de finalizar la cirugía. - Opioides: Fentanyl 4 µg/kg/hora durante la primera hora de cirugía, 2 µg/kg/hora en la segunda hora, y 1 µg/kg/hora posteriormente hasta 40 minutos antes del final de la cirugía. Remifentanyl 0,25 a 1 µg/kg/minuto. Se suspende 5 minutos previo al final de la cirugía. 102 - Relajantes musculares: Los relajantes musculares no depolarizantes no tienen efectos sobre la PIC. Puede usarse rocuronio: 0,3 a 0,6 mg/kg/hora o atracurio 0,6 mg/kg/hora, suspendiéndolos 40 minutos antes del fin de la cirugía. Anestesia general balanceada. - Halogenados: isofluorano al 0,6% o sevofluorano al 1%. El isofluorano a una concentración inspirada menor de 1% es de elección. Puede usarse sevofluorano a concentraciones menores a 2 %, cuando se requiera un rápido despertar. - No usar oxido nitroso. - En cuanto a los opiáceos y relajantes musculares, se deben tener las mismas consideraciones que en TIVA. F. Hemodinamia y Reposición: Se debe mantener una PAS superior a 90 – 110 mm Hg o la necesaria para mantener una adecuada PPC (12), el valor optimo de PA es difícil de definir ya que depende de los valores de PIC en cada situación en particular. Las últimas recomendaciones indican que la PPC debe mantenerse entre 60 y 110 mm Hg (1), idealmente entre 50 y 70 mm Hg (14). Tener en cuenta que en el intraoperatorio, una vez abierta la duramadre la PIC se aproxima a 0. La hipotensión intraoperatoria debida a sangrado, o precipitada por drogas anestésicas debe evitarse con una apropiada expansión de volumen y, de requerirlo, vasoconstrictores e inotrópicos. Reponer los déficits previos y el sangrado con cristaloides isotónicos, libres de glucosa y coloides, de elección NaCl 0,9%. Puede asociarse SSH, que expande el volumen intravascular y reduce la PIC. Los coloides sintéticos y la albúmina no previenen el edema cerebral (34). La administración de glóbulos rojos está indicada con cifras de Hb de 8 g/dl, o mayores si hay evidencia de hipoxia tisular (34). Los vasopresores se deben utilizar con precaución. La HTA inducida puede aumentar o disminuir la PIC, pueden determinar vasoconstricción cerebral. La dopamina (3) sería apropiada, ya que aumenta el FSC en el tejido injuriado sin 103 aumentar la PIC. De todos modos, la elección del fármaco depende de la situación hemodinámica del paciente. En caso de hipertensión, evitar las drogas vasodilatadoras ya que aumentan el FSC y la PIC. Es de elección el labetalol. G. Glicemia: Usualmente los pacientes no requieren reposición de glucosa en el intraoperatorio, excepto los recién nacidos, pacientes que reciben insulina o hipoglucemiantes orales. Evitar las soluciones glucosadas, a menos que exista hipoglicemia (34). En pacientes críticos, el mantenimiento de la glicemia entre 80 y 110 mg/dl reduce la morbimortalidad (53). El control estricto de la glicemia puede requerir una infusión continua de insulina. Se requiere el monitoreo frecuente de la glicemia para mantenerse dentro de rangos tan estrechos (34). H. Temperatura: La evidencia actualmente es insuficiente para recomendar el uso sistemático de la hipotermia profiláctica (41, 14). Está claro que se debe evitar la hipertermia (1). También debe evitarse el “recalentamiento” rápido de los pacientes hipotérmicos. Como no se pueden efectuar recomendaciones acerca de su uso profiláctico, la hipotermia se reserva para HEC que no ha respondido a otras medidas (segundo escalón terapéutico, ver mas adelante) (1,14). El límite de seguridad sería de 33°C. I. Profilaxis Anticomicial: Difenilhidantoína i/v 100 mg cada 8 horas en la primera semana del TEC (14). 104 J. Corticoides: La administración de corticoides actualmente no se recomienda en el TEC (14, 48, 49, 50). K. Otras Consideraciones. Si durante la cirugía el cerebro se encuentra tenso, hay una serie de maniobras que pueden ayudar a mejorar las condiciones operatorias: - Revisar la posición de la cabeza y el retorno venoso. - Elevar ligeramente la cabeza. - Extraer gasometría arterial para comprobar una correcta ventilación. - Monitorizar la relajación neuromuscular, verificando que esta sea adecuada. Los anticomiciales aumentan las necesidades de relajante muscular. - Manitol. En caso de inestabilidad hemodinámica puede ser de elección el SSH. Las dosis y forma de administración se analizan mas adelante. - Drenaje de LCR. 3. POSTOPERATORIO. A. Tratamiento de la HEC: - Colocar un monitor de PIC. - Mantener una PPC mayor de 60 mm Hg. Primer escalón terapéutico: - Drenaje ventricular. - Manitol 0,25 a 1 g/kg intravenoso en 20 minutos. Se puede repetir si la osmolaridad es menor de 320 mOsm/l y el paciente se encuentra euvolémico. Tiene una vida media de 2 a 3 horas y el efecto hiperosmótico máximo es a los 36 minutos. - Hiperventilación hasta una PaCO2 de 30 a 35 mm Hg. Segundo escalón terapéutico: - Hiperventilación hasta una PaCO2 menor de 30 mm Hg. Se recomienda la monitorización de la SjO2 o FSC (Doppler). 105 - Terapia con altas dosis de barbitúricos. - Considerar hipotermia. - Considerar craneotomía decompresiva (1). Se debe colocar al paciente en decúbito dorsal con la cabeza elevada 15°, en posición neutra. Una alternativa a la administración de manitol es el SSH. Este puede ser de utilidad en la reposición de pacientes hipovolémicos con HEC asociada. Existen varios protocolos para su utilización. Habitualmente, el Na+ sérico mantiene entre 145 y 155 mEq/l en todos los pacientes con injuria encefálica traumática. Cuando se requiere osmoterapia para reducir la HEC, se puede administrar un bolo de 250 ml de SSH al 3% por VVC. Esta dosis se repite hasta controlar la PIC o hasta que se alcanza una natremia de 155 mEq/l. El Na+ sérico se mantiene a este nivel hasta controlar la PIC. Si es difícil de controlar luego de 3 o 4 días de terapia con SSH, se administra furosemide en un esfuerzo para movilizar el Na+ tisular. Se deben monitorizar las concentraciones de Na+ y K+ cada 4 horas. (30). B. Monitorización de la PIC: El tratamiento de la HEC sin monitoreo de PIC tiene riesgos. Debe ser monitorizada en todos los pacientes con TEC severo con GCS entre 3 y 8 luego de la reanimación que asocien (7,14): - TAC de cráneo anormal (hematomas, contusiones, edema, herniación, compresión de las cisternas basales). - Con TAC de cráneo normal si presenta mas de 2 de los siguientes: edad mayor de 40 años, signos motores uni o bilaterales, o PAS menor de 90 mm Hg (7, 14). El tratamiento de la HEC debe comenzar cuando la PIC sea superior de 20 mm Hg. La necesidad de tratamiento se determina por una combinación de los valores de PIC, con los hallazgos clínicos y tomográficos (14). Los catéteres de PIC deben ser colocados en condiciones de esterilidad, con sistemas cerrados, minimizando la manipulación. No hay evidencia que el recambio de catéteres disminuya la incidencia de infecciones del SNC (14). 106 C. Nutrición: Idealmente, debe iniciarse en el primer día tras la injuria y aumentarse gradualmente durante 2 o 3 días. Siempre debe ser iniciada en las 72 horas siguientes a la injuria (14). Puede ser gástrica, yeyunal o parenteral. Si bien no se ha podido demostrar que una sea superior al resto es de elección la nutrición enteral. Se prefiere la infusión continua frente a los bolos intermitentes. El contenido de proteínas debe comprender el 15 % de las calorías totales. La adición de suplementos de zinc tiende a disminuir la mortalidad y mejorar el pronóstico neurológico. D. Otras Consideraciones: Se recomienda la profilaxis de las úlceras de estrés con ranitidina o sucralfato (12). La traqueostomía precoz o la extubación en pacientes con TEC severo no han demostrado disminuir la incidencia de neumonia. La traqueostomía precoz disminuiría la duración de la ARM (14). 107 XII. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Bendo A. Update on Perioperative Management of Head Injured Patients. En 58th Annual Refresher Course Lectures and Basic Science Reviews. San Francisco, 13 al 17 de Octubre de 2007. American Society of Anesthesiologists. 128: p.1–5. 2. Sauquillo J.; Poca M.A., Pedraza S., Munar X. Actualizaciones en la fisiopatología y monitorización de los traumatismos craneoencefálicos graves. Neurocirugía 1997; 8: 260-83. 3. Marik P., Varon J., Trask T. Management of Head Trauma. Chest 2002; 122: 699-711. 4. Spagnuolo E., Borovich B. Traumatismo encefalocraneano. In Spagnuolo E., Borovich B. Neurocirugía. Montevideo, Oficina del Libro AEM, 1998. p. 41–53. 5. Sakabe T. 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