D.R. © UNIVERSIDAD ABIERTA, Jiménez No. 315, Barrio El Montecillo. San Luis Potosí, S.L.P., México Primera edición: Junio de 2006 HISTORIA DE MÉXICO INDEPENDIENTE 1821-1920 Jorge Javier Hernández Gallardo ÍNDICE I.- DEL PRIMER IMPERIO AL GOBIERNO DE JUÁREZ. A.- El Primer Imperio Mexicano B.- Alternancia entre Gobierno Centralista y Federalista C.- Constitución de 1824 D.- El Gobierno de Guadalupe Victoria E.- El Gobierno de Vicente Guerrero F.- Del Gobierno de Anastasio Bustamante a Santa Anna G.- Guerra con Texas H.- La Segunda República Centralista y la Revolución de Ayutla I.- El Gobierno de Comonfort a la Guerra de Reforma J.-El Gobierno de Juárez y la Intervención Tripartita K.- La Intervención Francesa y la Convención de Miramar L.- Liberales y Conservadores II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO El porifirismo y su deterioro social III.- LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EL TRIUNFO CARRANCISTA La sucesión presidencial y la campaña maderista La revuelta contra el régimen de madero El movimiento Zapatista a) El reyismo b) Pascual Orozco c) La decena Trágica EL GOBIERNO DE VICTORIANO HUERTA a) Carranza y el plan de Guadalupe b) El conflicto con estados Unidos EL TRIUNFO DEL CONSTITUCIONALISMO LA SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA a) La campaña contra Villa b) Aspectos del gobierno de Carranza OBJETIVO: Al término del curso el alumno. Comprenderá los hechos históricos que comprenden desde el México independiente hasta la consumación de la revolución mexicana. Las circunstancias teórico-practicas nos demostrarán que los alumnos adquirirán el conocimiento suficiente para divulgar los hechos históricos describirlos y comprender la formación del Estado Nacional y su consolidación. 2 HISTORIA DE MÉXICO DE 1821 a 1920 Gobiernos independientes: 1821-1855 Primer Imperio Mexicano La proclamación de la independencia mexicana se había logrado con el firme apoyo que las clases sociales económicamente fuertes confirieron a Iturbide, y con la aceptación de O'Donoju, un enviado de España muy poco convencido de la causa realista. El cambio de gobierno colonial al independiente era solamente externo; se rompían las ataduras con la metrópoli, pero se mantenían intactas las internas. La estructura socioeconómica y también la política permanecían inalterables y, en consecuencia, habrían de agudizarse los conflictos al no tener ya la aristocracia peninsular el freno que le imponía el gobierno español, sino que ahora, respaldada por el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba, aumento la presión sobre los criollos americanos y el campesinado. De las tres garantías ofrecidas por Iturbide, la unión era la única imposible de alcanzar en esos mementos, pues la forma en que se realizo la independencia acentúo la división de clases, ante las diversas expectativas que cada facción tenia sobre el futuro. Los grupos menos favorecidos compuestos por los criollos americanos y la clase trabajadora, aspiraban, cada uno a su manera, a que se pudieran establecer las reformas económicas y sociales contenidas en los programas de Hidalgo y de Morelos, e incluso algunos ansiaban se diera el paso a un régimen republicano de gobierno. Por el contrario, los integrantes de la clase acomodada, terratenientes, comerciantes y funcionarios peninsulares, esperaban que Femando VII o algún otro miembro de la dinastía borbónica aceptara el trono mexicano, a fin de asegurar la conservación de sus privilegios. En medio de esta situación, Iturbide, como presidente de la Junta Gobernativa y de la Regencia, se dedico a organizar la estructura política de la nueva monarquía, que aun carecía de monarca. De acuerdo con la orientación constitucional del gobierno propuesto por el Plan de Iguala, se creo electoralmente un Congreso integrado por diputados que representaban a cada una de las provincias del país, aunque a fin de cuentas, al quedar integrado por eclesiásticos, jefes militares y magistrados del antiguo régimen, se convirtió en órgano representativo de los intereses de la aristocracia. Además, pronto se hicieron presentes las luchas de partido tanto en la Junta como en el Congreso, debido a la existencia de facciones contrarias; borbonistas, iturbidistas y republicanos buscaban la manera de organizar el gobierno y redactar leyes que se adecuaran a sus intereses particulares, y esta división provoco series enfrentamientos entre Iturbide y sus oponentes borbonistas que eran mayoría en el Congreso. Cuando llego la noticia de que en febrero de 1822 las Cortes españolas habían declarado nulo e ilegitimo el Tratado de Córdoba, y por consiguiente se negaban a reconocer la independencia de México, se hizo manifiesto el odio contra los peninsulares y, por supuesto, contra los borbonistas; entonces, los iturbidistas creyeron propicia la ocasión para exaltar los ánimos del pueblo en favor de la elección de un monarca mexicano surgido del mismo movimiento de independencia, capaz de vengar la ofensa que el rechazo del mismo Femando VII había inferido al pueblo mexicano. En aquel momento, para la nueva nación no había héroe más grande que Iturbide. 3 La noche del 18 de mayo de 1822 Agustín de Iturbide fue aclamado emperador por un regimiento procedente de un ejército de 35 mil hombres, que el mismo había obligado al Congreso a proporcionarle. Al día siguiente, el Congreso voto con el resultado de 67 votos en favor de la proclamación de Iturbide como emperador, contra 15 que deseaban consultar con las provincias. El pueblo mexicano, al menos los habitantes de la capital y de las provincias más cercanas y políticamente importantes, recibió con alegría la noticia y respaldo la proclamación de Iturbide como emperador de un enorme territorio que, con la unión voluntaria de Centroamérica, que había aceptado durante la Regencia la invitación de Iturbide para Independizarse y anexarse a México, comprendía desde California (hoy Estados Unidos de América) hasta el Istmo de Panamá. Para estar a tono con las monarquías europeas, el emperador fundo la Orden de Caballeros de Guadalupe, reminiscencia feudal, y de alguna manera eco del criollismo nacionalista, con la que se pretendía crear una nobleza mexicana que honrara a aquellos militares que habían 'colaborado en la independencia iturbidista. Y tanto para cimentar a la nación en un pasado glorioso como para hacer patente el rechazo a lo español, se adoptaron insignias que pretendían ser aztecas, en las banderas y escudos del nuevo imperio que ya había tornado el nombre de mexicano. Pero en medio de la euforia despertada por la inauguración de una monarquía más nacionalista que la propuesta inicialmente, pocos se daban cuenta de que la proclamación de Iturbide habría de anular por complete la tercera garantía del Plan de Iguala. La unión que, como ya se dijo, era la menos real de las garantías, se rompería definitivamente al establecerse el imperio mexicano de una manera tan apresurada y artificial, y si durante la Regencia el Congreso e Iturbide manifestaron serias discrepancias, el descontento de los diputados no podía terminar con la entronización de Iturbide. Muy por el contrario, pronto empezaron a correr rumores acerca de una conspiración auspiciada por los diputados de la facción republicana, y el emperador mando apresar a varios congresistas, acusándolos de rebeldía. A fines de octubre de 1822, Iturbide decreto la disolución del congreso para formar una Junta Instituyente que se integro con personas adictas al emperador y quedo encargada de redactar una constitución, que Iturbide planeaba poner en manos de un nuevo congreso para su aprobación. Pero ese nuevo congreso no llegaría a formarse; las medidas represivas del gobierno, aunadas a la incapacidad de Iturbide, y de muchos de sus colaboradores, para dar solución a los problemas más apremiantes del país fueron deteriorando la imagen del gobierno en tanto que la oposición política seiba fortaleciendo gradualmente. Los antiguos insurgentes, que habían visto frustrada la confianza depositada en Iturbide cuando aceptaron el Plan de Iguala, esperaban la oportunidad que les permitiera cambiar a la monarquía por un gobierno republicano. Además, este grupo era apoyado por Joel R. Poinsett, enviado por las autoridades de Estados Unidos en calidad de “observador”, y quien no había podido obtener de Iturbide la cesión del territorio tejano que su gobierno le había encomendado negociar. Al tiempo que la crisis política se agudizaba, la situación económica del país, de por sí catastrófica, se acrecentó debido a los gastos excesivos con que se mantenía la ostentosa corte imperial, y a las equivocadas medidas económicas que el gobierno tomo tratando de encontrar nuevas fuentes de ingreso; Exigió contribuciones y prestamos forzosos, prohibió la salida de capitales al extranjero (fuga que se había iniciado por que el odio fomentado en el pueblo contra los españoles obligo a muchos de ellos a huir con sus riquezas); confisco grandes sumas de dinero a comerciantes españoles y comenzó a emitir papel moneda. 4 En el aspecto social, existía gran desilusión éntrelas masas trabajadoras y las clases medias, ya que en más de un año de vida independiente, no se había efectuado transformación alguna en la estructura socioeconómica y, por el contrario, se conservaban casi inalterables los grandes latifundios característicos del régimen colonial, aunque muchas haciendas de españoles habían pasado a manos de propietarios criollos; se conservaba asimismo la explotación del régimen de servidumbre, y en algunas regiones incluso se continuaba con la esclavitud, puesto que los decretos de Hidalgo y Morelos obviamente no fueron observados. La población indígena seguía siendo objeto de discriminación y de un trato cruel que en muchos casos dio lugar a sublevaciones. Ante esas circunstancias, sólo faltaba que se diera el golpe de Estado. La acción antigubernamental habría de proceder de uno de aquellos jóvenes militares formados en la reciente lucha de independencia, un veracruzano de reconocido prestigio militar en su región, e incluso gobernador de la misma; acababa de tomar en San Juan de Ulúa el ultimo baluarte español, y por ello se creía merecedor de un reconocimiento que Iturbide se negó a otorgarle. La proclama en favor de la República me efectuada en Veracruz por ese militar, cuya figura habría de cubrir, para bien unas veces y para mal muchas otras, una extensa y conflictiva pagina de la historia mexicana: Antonio López de Santa Anna. Este personaje, cuyo significativo papel en la vida política del México independiente fue —y sigue siendo— motivo de grandes controversias, nació en el año de 1797 en Jalapa, actual capital del estado de Veracruz, hijo de padres criollos de posición acomodada, ambos nacidos en el puerto de Veracruz, el mas importante de la Nueva España por sus intensas actividades comerciales. En aquel ambiente costeño se desarrollo la vida de Antonio de Padua Maria Severino López de Santa Anna, quien desde su niñez dio muestras de una personalidad inquieta e inclinada a las aventuras. Aunque su padre se empeñaba en que se dedicara al comercio, Antonio logro, con el apoyo de su madre, se le permitiera ingresar a los 14 años de edad al servicio de las armas como “caballero cadete”, precisamente en el tiempo que las tropas virreinales combatían a los insurgentes; por tanto, esta situación de guerra permitió al joven cadete adquirir pronta experiencia en el manejo de las armas y en la aplicación de estrategias militares, lo cual marcaría para siempre el carácter de quien habrá de ser en su vida futura mas militar que político. Además, en aquellos años de lucha armada, López de Santa Anna revelo cualidades de hombre de empresa y administrador, al fundar varios pueblos en la costa veracruzana, organizando el gobierno y las actividades agrícolas. Pero el viraje de los acontecimientos que incline a los criollos europeos en favor de la independencia, llevarían a Santa Anna por nuevos nimbos en aras de satisfacer su espíritu inquieto y sus ambiciones por alcanzar fama y poder. File el quien recibió a Juan O'Donojú y lo condujo a entrevistarse con Iturbide. De ahí en adelante, la vida del incansable veracruzano estaría ligada por más de treinta años a la vida militar y política de la nación. Alternancia de gobiernos federalistas y centralistas. Crisis interna y graves conflictos con el exterior GOBIERNO PROVISIONAL Poco más de tres meses después de que Santa Anna iniciara en Veracruz la rebelión republicana contra Iturbide, este abdico al trono y salió del país. El Congreso reanudo sus 5 actividades e instituyo un gobierno provisional entregando el poder ejecutivo a un triunvirato formado por los generales republicanos Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Celestino Negrete, quienes se harían cargo del gobierno mientras se organizaban las bases del nuevo Estado. A la caída de Iturbide, el territorio que había integrado el imperio mexicano estuvo a punto de fragmentarse en pequeños países, porque los jefes de algunas provincias se negaban a obedecer al ejecutivo nombrado por el Congreso. La carencia de una Constitución nacional provocaba que en las provincias se temiera la aparición de una nueva tiranía; Guadalajara, Zacatecas, Oaxaca y Puebla llegaron a desconocer al Congreso, mientras que las provincias del Bajío se reunían para deliberar. Centroamérica se separo y Chiapas hizo lo mismo, aunque esta ultima se reintegro a México el año siguiente, en 1824. La única medida para evitar la desintegración del país parecía ser la adopción del sistema federal que Yucatán, otro de los estados separatistas, puso como condición para mantenerse unido a México. Sin embargo, esta opción provoco que los viejos antagonismos resurgieran bajo nuevas banderas. En favor del federalismo (reunión de Estados libres y autónomos unidos conforme a los principios de una Constitución general) estaban aquellas personas de tendencia liberal radical que buscaban eliminar por completo el viejo orden social, y consideraban llegado el momento de instituir la democracia. Por el contrario, los elementos tenían que el federalismo resultara un cambio demasiado brusco y de graves consecuencias para un país como México, regido hasta entonces por un gobierno central. Estas personas veían la institución de una republica centralista como un paso lógico y necesario. En cada una de las dos posiciones contrarias había además un ala moderada que trataba de mediar entre ambos extremos, pero la necesidad que en aquel momento existía para unificar el país ante la amenaza apremiante de los estados separatistas inclinó la decisión del Congreso en favor de la solución que ofrecía el federalismo. 3.- CONSTITUCIÓN DE 1824. PRIMERA REPUBLICA FEDERAL El siete de noviembre de 1823 se inauguro el Congreso Constituyente integrado en su mayoría por federalistas, encabezados por Ramos Arizpe, quienes lograron imponerse sobre los diputados centralistas, cuyo líder era fray Servando Teresa de Mier. El 31 de enero de 1824 fue aprobada la primera Acta Constitutiva de la Nación Mexicana, que adoptaba la forma de republica, representativa, popular y federal. El cinco de octubre del mismo año se publico la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, la cual, aparte de su semejanza en el nombre, establecía una forma de gobierno similar al de la confederación de Estados anglosajones entonces situados al oriente del territorio mexicano. Los estados de la República mexicana se integraban de la siguiente manera: con las Provincias de Sonora y Sinaloa, el estado Interno de Occidente; con las de Coahuila, Nuevo León y Texas, el estado Interno de Oriente; con las de Durango, Nuevo México y Chihuahua, el estado Interno del Norte; convertía en territorios alas dos Californias y al Partido de Colima, y sustituía el nombre de Guadalajara por el de Jalisco y el de Santander por Tamaulipas. La ciudad de México fue declarada residencia de los poderes de la nación y convertida en Distrito Federal. 6 La Constitución de 1824 consagraba el principio de la soberanía nacional y establecía la división de poderes señalando las facultades de cada uno. El poder legislativo se depositaba en una Cámara de Diputados y un Senado: los primeros serian designados mediante elecciones indirectas, en tanto que los senadores serian dos por cada estado, elegidos por las legislaturas locales. A semejanza también de la forma de gobierno estadounidense, el ejecutivo quedaba constituido por un Presidente y un Vicepresidente, elegidos por las legislaturas de los Estados y que durarían en su cargo cuatro años, prohibiendo la reelección del presidente en el periodo inmediato; Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo ocuparon los cargos respectivos, en el mismo mes de octubre en que fue promulgada la Constitución. Esta ordenaba además que el gobierno de cada estado se dividiera en los mismos tres poderes que en el nivel federal, dejando su organización a las leyes locales. Se confería el poder judicial federal a una Corte Suprema de Justicia, y el de los estados a Tribunales de Justicia locales. Sin embargo, la Constitución de 1824 no rompía del todo con el pasado, pues continuaba con la intolerancia religiosa y permitía que se conservaran los fueros militar y eclesiástico. Además, no establecía garantías individuales; los indígenas eran incorporados dentro del derecho común, adquiriendo ante la ley una igualdad meramente teórica respecto a los otros sectores de población, pues al convertirse en ciudadanos, aunque se suprimieron los tributos que pesaban sobre ellos, se verían ahora obligados a pagar impuestos y prestar el servicio militar, en tanto que las ventajas y derechos otorgados por la Constitución eran letra muerta para los indígenas, porque al ser analfabetas, carecían de capacidad para disfrutarlos. Pero la transformación que México necesitaba entonces no residía en un cambio meramente formal de leyes y decretos, que además eran incongruentes con la realidad. La transformación debía ser sustancial, pues mientras persistieran en el orden interno las caducas estructuras semifeudales, era inútil que se intentara adoptar un sistema legislativo y una forma de gobierno originados en países que, como Inglaterra, Francia, Estados Unidos e incluso España, se habían desarrollado como resultado de procesos históricos señaladamente distintos al de México. Por el contrario, la pretendida alianza entre los grupos de poder: las oligarquías regionales —que con el federalismo lograron la autonomía política—, y las corporaciones eclesiástica y militar —que conservaban sus fueros y privilegios—, constituyo una fuerte contradicción que hizo imposible una estabilidad política duradera. 4.- GOBIERNO DE GUADALUPE VICTORIA El primer periodo presidencial en la historia de la República mexicana, entre 1824 y 1829, estuvo gobernado por un militar insurgente, Félix Fernández, quien había cambiado su nombre por el de Guadalupe Victoria. Este habría de ser por cierto el único periodo gubernamental que en aquella turbulenta época llegara a su complete termino sin interrupción alguna, no obstante la efervescente situación política que se vivía en el país. Tras de haberse promulgado la Constitución federalista y una vez establecido el nuevo Estado al menos en el aspecto jurídico, se hizo mas profunda la división entre federalistas y centralistas, como efecto de las confrontaciones entre las oligarquías y las corporaciones, cuyos intereses encontrados dominaron el país en aquellos momentos iniciales de vida independiente. Las primeras formas políticas de agrupamiento de tales intereses fueron las logias masónicas, 15 órganos del liberalismo extranjero que se instalaron en México y ahondaron la ya existente división ideológica entre las facciones políticas representantes de 7 intereses ajenos, que habría de ser de funestos resultados para el desarrollo de la joven nación mexicana. La masonería se había introducido con anterioridad a la independencia, por medio de los liberales españoles que pertenecían al rito escocés. Al instituirse la República este era el único grupo político organizado, por lo que los llamados “políticos provinciales” fundaron la logia del rito yorkino, con el apoyo, no exento de interés, de Joel R. Poinsett, representante diplomático estadounidense a partir de julio de 1825, quien pronto imprimió a esta logia una manifiesta y agresiva tendencia anti hispanista, muy acorde con la Doctrina Monroe, 16 cuyo autor, el presidente James Monroe de Estados Unidos, se oponía a la influencia que ejercían los españoles en la vida política de México, y sobre todo a los intentos de España por reconquistar sus antiguas colonias americanas, porque esto constituía un obstáculo para los propósitos expansionistas de su país. En el lado opuesto, la logia escocesa defendía los intereses de los antiguos grupos de propietarios y comerciantes que, junto con las alias jerarquías eclesiásticas y militares, habían impulsado la independencia en 1821, y estaban ahora en favor de una reorganización política centralista que les permitiera restaurar su antiguo poder, aunque obviamente esto no significaba para ellos una vuelta al pasado colonial, sino la aplicación de un proyecto destinado a recuperar el control de la economía, manejando desde la ciudad de México las redes comerciales del país, como lo habían hecho antes de las reformas borbónicas. Hacia 1824 era ya clara en México la identificación de los españoles y criollos europeos con las logias escocesas, por medio de las cuales estas personas pretendían recuperar el terreno perdido ante la promulgación de la constitución federalista creada por las oligarquías regionales. Ambas logias fueron la base sobre la que años mas tarde se formarían los partidos conservador (escocés) y liberal (yorkino). La presión del grupo integrante de la logia escocesa que pretendía mantener sus antiguos privilegios, avivo el resentimiento de los estratos medios de población, a quienes molestaba la permanencia de la antigua jerarquía económica, burocrática y militar, por consideraría como la principal beneficiaria del nuevo orden, situación contraria a las expectativas de ascenso social que aparentemente había ofrecido la independencia. Esto influyo para que los grupos medios se aliaran a las oligarquías regionales e ingresaran a las logias yorkinas. El gobierno de Guadalupe Victoria tenía grandes proyectos para instituir el liberalismo y obtener capital a fin de iniciar el proceso de industrialización, pero dadas las circunstancias parecía imposible alcanzar aquellos propósitos, pues además de la crisis política, la situación económica era muy difícil. Lucas Alamán, nombrado ministro del Interior y de Asuntos extranjeros, se propuso obtener ayuda financiera del exterior para lo cual busco un acercamiento con Inglaterra y, además de conseguir que el gobierno británico reconociera a México Como nación independiente, pudo lograr dos empréstitos por un valor total de 32 millones de pesos. La búsqueda de créditos en Inglaterra y no con Estados Unidos se puede explicar en virtud de que Alamán temía, no sin razón, comprometer a México con este país, cuyas ambiciones expansionistas eran demostradas abiertamente por los enviados de su gobierno. Lucas Alamán fue una figura de singular relevancia en aquella primera época de vida independiente de México; hijo de una familia minera mexicana que había adquirido un titulo nobleza español, acababa de llegar al país después de una larga estancia en Europa, y su 8 orientación ideológica coincidía con la de los criollos europeos, en favor del centralismo y en contra del expansionismo estadounidense. Su cargo ministerial en el gobierno federalista de Guadalupe Victoria obedecía a que este presidente intento mantener en su gabinete un equilibrio entre ambas facciones contrarias. Sin embargo, Poinsett utilizo su influencia sobre los yorkinos en el poder, a fin de provocarla caída de Alamán, quien se vio obligado a renunciar al cargo. El antagonismo entre ambas facciones provoco continuos levantamientos, uno de los cuales estuvo encabezado por el general Nicolás Bravo, vicepresidente y al mismo tiempo dirigente de la logia escocesa, quien se pronuncio en contra de Guadalupe Victoria mediante un plan en el que pedía la disolución de toda clase de reuniones sea estas, la expulsión de Poinsett y el cumplimiento de la Constitución. Como parte de su ofensiva, los centralistas 'vengaron la destitución de Alamán con una campana en contra de Poinsett en la que hicieron resaltar el hecho de que por ser protestante, el ministro estadounidense estaba ejerciendo una influencia nociva en contra del catolicismo del pueblo mexicano. Aunque la sublevación del general Bravo fracaso, constituyo una clara señal de la profunda división política que existía en el país. En medio de aquella inestabilidad política y quizás buscando sacar provecho de ella, España intentaba conquistar con repetidas amenazas e incluso bombardeo Veracruz; en el mes de enero de 1827 se descubrió una conspiración encabezada por un fraile de nombre Joaquín Arenas, quien pretendía devolver México a Femando VII mediante el establecimiento de una regencia provisional integrada por miembros del clero. Esta conspiración, que en realidad no constituía un peligro serio por el casi nulo apoyo que tema el padre Arenas, recrudeció la fobia hacia los españoles, que los yorkinos se encargaron de alentar, y desencadeno una serie de ataques contra los españoles y sus propiedades. En mayo de 1827, el Congreso expidió un decreto que prohibía a todos los españoles, incluidos los del clero regular y secular, tener puesto alguno en la administración pública, civil o militar, hasta que España reconociera la independencia. También en ese año se aprobó la primera ley de expulsión de los españoles, la cual no obstante respetaba sus propiedades. 5.- GOBIERNO DE VICENTE GUERRERO Al término del periodo presidencial de Guadalupe Victoria, se puso en evidencia que también existía división dentro del propio partido yorkino, manifestándose una separación entre federalistas moderados y radicales. Las elecciones se realizaron con dos candidatos de este grupo político, los generales Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero, pero aun cuando los votos favorecieron al primero de ellos, los radicales partidarios del segundo, inconformes con la elección, decidieron imponerse por la fuerza mediante una rebelión que, encabezada por Santa Anna, derroco al presidente electo y coloco a Guerrero en la presidencia en abril de 1829. Este era el primero de una serie de golpes de Estado que posteriormente habría de ser, más que el camino electoral, la vía de acceso al poder ejecutivo durante un lapso continuo de casi 30 años. Guerrero tampoco solucionaría los problemas, los cuales por el contrario se agudizaron durante el breve lapso que ocupo la presidencia, iniciada en condiciones adversas. El problema más agudo era el financiero, pues la situación había hecho crisis a causa de la quiebra de la casa británica donde México guardaba sus reservas de capital. La economía estaba en bancarrota y no pudieron salvaría las drásticas medidas tomadas por el ministro de 9 Hacienda, el líder yorkino Lorenzo de Zavala, pues ante el continuo estado de guerra civil que se vivía en México, los países extranjeros suspendieron el envío de mercancías y en consecuencia el comercio se paralizo, interrumpiéndose los ingresos por concepto de impuestos aduaneros. Además, el gobierno tenía una deuda de millón y medio de pesos por concepto de sueldos atrasados a los miembros del ejército y, por si fuera poco, se veía en la necesidad de organizar la defensa del país ante la inminente llegada de un contingente armado procedente de España con el propósito de lograr la reconquista. Tal defensa estuvo a cargo del general Santa Anna, quien, al lograr el triunfo contra el invasor en septiembre de 1829, agregaba un acto heroico a su carrera militar, caracterizada principalmente hasta entonces por encabezar rebeliones en apoyo de personas contrarias a los gobiernos constituidos. Con este triunfo, Antonio López de Santa Anna, proclamado “Benemérito de la Patria” por el Congreso nacional, iniciaba su propio ascenso hacia el poder político, al ganarse la admiración del pueblo que le aclamaba como el vencedor de los españoles. Sin embargo, el presidente Guerrero no pareció contagiarse de aquel entusiasmo y no respondió a las expectativas de Santa Anna que aspiraba al Ministerio de Guerra. Pero la euforia por el triunfo contra el intento de reconquista fue breve pues, al desaparecer la amenaza de la reconquista española, el grupo centralista renovó su campana contra el federalismo en el poder. El primer objetivo de tal ofensiva estaba encaminado a lograr la renuncia de Zavala y la expulsión de Poinsett, propósito que los centralistas alcanzaron a fines del mismo año de 1829, tras ejercer una muerte presión sobre el gobierno de Guerrero, quien al poco tiempo se vio obligado a renunciar a la presidencia, siendo esta ocupada por el vicepresidente Bustamante, respaldado por el grupo centralista. 5.- PRESIDENCIA DE ANASTASIO BUSTAMANTE A diferencia de los gobiernos anteriores, que habían tratado de mantener un equilibrio entre las facciones contrarias, el nuevo gobierno fue abiertamente centralista y se propuso salvaguardar los derechos de propiedad y los privilegios de la Iglesia. Lucas Alamán ocupo otra vez el puesto clave de ministro del Interior y de Asuntos exteriores, dedicándose a la tarea de mejorar las condiciones económicas del país y a organizar la administración publica, aunque para iniciar tal empresa hubo de recurrir a la represión con objeto de imponer el orden. Por primera vez desde la caída de Iturbide, el gobierno central busco controlar al de los estados, sobre todo en aquellos donde se manifestaban nuevas ideas liberales. Los objetivos más importantes de Alamán fueron industrializar el país y atraer el capital extranjero para impulsar la minería y revitalizar la agricultura. Tenía grandes proyectos para realizar esos objetivos, y propuso la creación de un banco de fomento a la industria, un Banco de Avio cuyas funciones consistieron en captar capital y dedicarlo a estimular la producción de telas baratas de algodón, lana y lino. Logro además aumentar los ingresos y reducir los gastos, así como renegociar la deuda con Inglaterra, todo lo cual le permitió ganar la confianza de importantes sectores de la población. Sin embargo, el proyecto económico alamanista no pudo desarrollarse plenamente, en parte porque Bustamante no logro mantenerse por mucho tiempo en el poder, pero también porque sus medidas económicas afectaban los intereses de quienes no compartían sus ideas sobre el progreso industrial. Otro asunto que preocupaba a Alamán era la situación en Texas, territorio mexicano en su mayoría poblado por familias procedentes de la Unión Americana, que habían obtenido 10 permiso de colonización con anterioridad a la independencia. El gobierno novo hispano primero, y el mexicano después, se habían ocupado muy poco de aquellas tierras tan alejadas de los núcleos de concentración demográfica, y que en la tercera década del siglo XIX estaban a punto de ser presa del expansionismo estadounidense. El Congreso centralista, aconsejado por Alamán, aprobó una ley de colonización con familias mexicanas que prohibía la entrada de más estadounidenses a Texas. Pero estas medidas, además de no haber tenido gran acogida, llegaban demasiado tarde. El gobierno de Bustamante file hasta cierto punto acertado en sus políticas económicas, pero las medidas represivas con que había impuesto el orden crearon gran descontento y propiciaron una nueva rebelión, esta vez de origen federalista que, iniciada en Veracruz por el ya inevitable Santa Anna, fue secundado por personas de algunos estados de la República que antes habían amenazado con separarse, entre ellos Texas. En aquellos momentos, Santa Anna gozaba de gran prestigio como defensor de la integridad nacional, y su imagen de prócer de la patria pesaba considerablemente en la opinión pública. Habiendo intervenido antes para instalar a Guerrero en el poder haciendo a un lado a Gómez Pedraza, ahora restituía a este último de manera interina al frente del ejecutivo, mientras se convocaba de nuevo a unas elecciones que llevarían por primera vez a Santa Anna a la presidencia, con Valentín Gómez Farías como vicepresidente, bajo la bandera del federalismo. PRIMER GOBIERNO DE SANTA ANNA Y REFORMA LIBERAL Al poco tiempo de asumir el poder presidencial, S anta Anna se retiro a su hacienda en Veracruz pretextando enfermedad y cansancio, como habría de hacerlo repetidas veces en el futuro. Valentín Gómez Farías ocupo el cargo de presidente sustituto, y aprovecho la ocasión para poner en practica los ideales federalistas por medio de una reforma eclesiástica y militar que, de hecho, ya se aplicaba en algunos estados de la República, y que tenia precedente en las reformas borbónicas del siglo XVII. Las reformas de 1833 estaban fundamentadas en el liberalismo mexicano, y en términos generales pretendían incautar los bienes de la Iglesia, suprimir los fueros militar y eclesiástico, instaurar la enseñanza laica arrebatándola al control del clero, establecer la libertad de expresión, reformar las ordenes monásticas y dar al gobierno la facultad de distribuir los cargos eclesiásticos. Estas medidas liberales constituían un primer intento formal de transformación socioeconómica que pretendía suprimir las caducas estructuras semifeudales heredadas del régimen colonial, para encaminar al país hacia el progreso económico por vía del liberalismo. La reacción no se hizo esperar; los decretos anticlericales del gobierno de Gómez Farías eran demasiado drásticos para que fueran aceptados, en primera instancia porque los centralistas se habían encargado de divulgar entre la población la idea de vincular al federalismo con la influencia estadounidense y la religión protestante, mientras se resaltaba con insistencia la relación entre nacionalismo y catolicismo. En consecuencia, surgieron brotes de rebelión popular por diversas regiones del país y Santa Anna decidió abandonar su retiro voluntario para acudir al llamado de personas de diferentes facciones —incluso del mismo vicepresidente— que lo consideraban como la única persona capaz de restaurar el 11 orden en el país; asumió la autoridad presidencial en abril de 1834 y poco después convoco a elecciones para formar un nuevo Congreso. A principios del año siguiente los nuevos legisladores suprimieron las reformas liberales, y destituyeron a Gómez Farías. Con esto parecía demostrarse el fracaso del federalismo, que algunos políticos atribuían al hecho de constituir una copia del sistema de Estados Unidos, ajeno a la realidad mexicana, pero que además se debía a la presión de las corporaciones militar y eclesiástica, que se negaban a renunciar a sus privilegios. Ante el fracaso del sistema federal, el centralismo gano terreno y el Congreso aprobó una propuesta para modificar la Constitución de 1824, a fin de establecer una republica centralista. También juzgó conveniente limitar el poder de los estados, reduciendo el número de sus tropas militares. Esto provoco una rebelión que surgió en Zacatecas, donde el propio gobernador, Francisco García Salinas, encabezo un ejército de cuatro mil hombres en contra del gobierno. Santa Anna en persona se dirigió a combatirlo, dejando como encargado de la Presidencia al general Miguel Barragán; las fuerzas de García Salinas fueron derrotadas en mayo de 1835, y en castigo por su rebeldía, el estado de Zacatecas fue obligado a renunciar a una parte de su territorio, con la que se formo el estado de Aguascalientes. Mientras tanto, el centralismo sirvió de pretexto a los tejanos para iniciar el camino hacia la independencia. CONSTITUCIÓN CENTRALISTA Entre 1835 y 1836 el Congreso centralista elaboro una nueva constitución que se conocería como las Siete Leyes, de marcada tendencia conservadora; establecía los derechos y obligaciones del mexicano, reservando la ciudadanía para las personas que gozaran de una renta anual superior a los 100 pesos, o que tuvieran privilegios especiales conferidos por el Congreso. Se creaba un nuevo poder, el Supremo Poder Conservador, encargado de vigilar a los otros tres poderes gubernamentales. Respecto a estos, se establecía un Legislativo bicameral, el Ejecutivo estaría ahora en un presidente, elegido mediante el voto popular e indirecto, extendiéndose el periodo presidencial a ocho años, y el poder Judicial se depositaba en una Corte Suprema de Justicia. Se convertía a los estados en “Departamentos” cuyos gobernadores, nombrados por el gobierno central, serian asistidos por “juntas departamentales”, pues se eliminaba el poder legislativo estatal. La nueva constitución fue promulgada por el presidente interino José Justo Corro el 30 de diciembre de 1836, en momentos que, mientras se buscaba una solución para lograr el orden interno, en el norte la separación de Texas era ya una realidad que los mexicanos no estaban dispuestos a aceptar. GUERRA DE TEXAS. ANTECEDENTES La separación de Texas y su posterior anexión a Estados Unidos, es uno de los hechos mas controvertidos de la historia de México, debido al trauma que represento la perdida de la gran extensión septentrional, que paso a manos del poderoso vecino del norte, cuya ambición expansionista, justificada por el destino manifiesto, apunto primero al territorio tejano, sistemática y astutamente colonizado por estadounidenses desde que México estaba bajo dominio español, utilizando luego la defensa de la independencia de Texas como un pretexto para iniciar una desigual guerra en la que un México vencido se vio obligado a ceder al invasor la mitad de su territorio. 12 Las controversias acerca de aquellos sucesos giran en tomo a la responsabilidad de Santa Anna, el entonces imprescindible defensor de la integridad nacional, que impulsivamente se apresuraba empuñar las armas en cuanto la veía amenazada, o a ocupar la presidencia cuando federalistas o centralistas, según fuera el caso, recurrían a su carismática figura para dominar al bando contrario. Sin embargo, el caso de la separación del territorio tejano es un problema de complejidad tal que no debe atribuirse a la acción, equivocada o no, de un solo hombre, por más influyente que haya sido el papel de este. La perdida del territorio septentrional mexicano constituye un fenómeno propio de la política internacional del siglo XIX, cuando se gestaban algunos ajustes o acomodos en la relación entre los países europeos y la emergente nación de Estados Unidos. La hegemonía colonial europea iba siendo desplazada por los habitantes del joven país quienes, habiendo heredado las ambiciones colonialistas de sus padres anglosajones, vislumbraron en los vastos territorios de América un campo fértil para extender sus dominios, al amparo de una ideología religiosa que postula la creencia en la elección y la predestinación. Así lo explica la doctrina calvinista del destino manifiesto, sostenedora de la idea de que los triunfadores —en los negocios y en las lides políticas— demuestran de esa manera su predestinación como elegidos de Dios. En esta ideología religiosa protestante seguía vigente de algún modo la “leyenda negra” contra la España católica “destructora de las Indias”, originada durante el siglo XVI en el marco de la lucha política entre los países anglosajones protestantes los países latinos católicos que habían obtenido —España particularmente— una mayor tajada en el reparto del continente americano, mientras que Inglaterra sólo pudo ejercer dominio sobre los territorios septentrionales y algunos otros de los que se apoderó mediante acciones de piratería. Cuando en 1776 Gran Bretaña estableció las fronteras de sus 13 colonias independizadas, el territorio de Estados Unidos resulto colindante con dos grandes poderes navales europeos: al sur y oeste con España (Nueva España), al norte y noroeste con Gran Bretaña (Canadá). El gobierno español tomo conciencia del peligro que constituía la nueva nación para sus posesiones americanas, y procedió a tratar de estimular el poblamiento en la porción norte del territorio novo hispano, así como establecer presidios y reforzar las fronteras. Pero los acontecimientos se tomaron en contra de España a partir de 1789, cuando la conmoción intencional creada por la Revolución francesa y el posterior surgimiento del imperio napoleónico agravo la crisis interna por la que atravesaba España, y coloco sus colonias americanas en la mira de las ambiciones expansionistas de sus enemigos europeos. Gran Bretaña y Francia. Así tuvo que ceder a los ingleses derechos en la costa norte de California y devolver a Francia el territorio de Luisiana, que luego (1803) Napoleón Bonaparte cedió en venta a Estados Unidos. Una vez adquirida Luisiana, el gobierno estadounidense empezó a reclamar Texas como parte de ese territorio, así como el de las Floridas, por lo que se hacia necesario aclarar el asunto de las fronteras. En 1815, tras recuperar el trono Fernando VII, comisiono a Luis de Onis para que tratara ese problema ante el gobierno de Estados Unidos, y después de varios años de negociaciones, en febrero de 1819 se firmo un Tratado Transcontinental entre Onis y John Quincy Adams, representante estadounidense. España decidió sacrificar las Floridas —territorio que de hecho ya consideraba perdido pues estaba ocupado por pobladores estadounidenses e indígenas orillados por estos a invadir la región— a cambio de establecer 13 una frontera claramente definida que respetara el territorio de Texas. Tal frontera partía de la desembocadura del río Sabinas, siguiendo el curso del no Rojo y del Arkansas, para continuar en línea recta hasta el paralelo 42°, esto es, el limite norte hasta el océano Pacifico. Al vender las Floridas, el gobierno español tomo en cuenta la situación de los antiguos súbditos que las habitaban, los cuales habían quedado expuestos alas violentas incursiones de las tribus indígenas; por ello, autorizo el traslado de las personas interesadas en establecerse en otras regiones de la Nueva España, otorgándoles concesiones para el asentamiento de sus familias e incluso sus esclavos, en guerras que el gobierno ofreció de forma gratuita. Como condiciones a cambio de aquella generosa oferta, se requería que el solicitante: tuviese un modo honesto de vivir; Fuese católico, apostólico, romano; y jurase obediencia al rey y a la Constitución española. Uno de los beneficiados con aquella concesión fue Moses Austin, en su calidad de antiguo súbdito del imperio español, a quien se le permitió trasladarse a Texas con 300 familias y sus respectivos esclavos, otorgando 640 acres a cada familia; se les concedió además la exención de impuestos por un periodo de siete años, y el permiso para importar libremente todas sus pertenencias. Moses murió antes de poder establecerse en Texas, y su hijo Stephen (Esteban) decidió aprovechar la concesión, precisamente en el momento en que México había declarado su independencia, en virtud de lo cual se traslado a la capital del nuevo imperio para ratificar el permiso. El gobierno de Iturbide fue tan generoso como el de la antigua metrópoli, aunque aumento otras condiciones para la colonización, especificando que los inmigrantes de origen extranjero debían ser católicos (esto obviamente era difícil de cumplir tratándose de anglosajones) y no debían establecerse en las costas o cerca de las fronteras, lo cual permite inferir que las autoridades mexicanas estaban conscientes del peligro que implicaba aquella colonización. Además, aunque el gobierno permitía el ingreso de esclavos, prohibía meran vendidos dentro del país y declaraba libres a los hijos de esclavos que nacieran en territorio mexicano. Al establecerse la República Federal en 1823, la administración del proceso de colonización paso a manos de los estados; el gobierno de Coahuila y Texas (que entonces era uno solo) multiplico las concesiones de tierras y esto atrajo a decenas de empresarios y especuladores, la mayoría estadounidenses, que hicieron grandes negocios al vender los permisos que obtenían de manera gratuita del gobierno mexicano. Esta situación provoco gran preocupación entre los medios políticos en México, en especial porque la prensa estadounidense se refería abiertamente a las ambiciones expansionistas de su país sobre Texas, y también porque Poinsett y Butler, subsecuentes ministros enviados por el gobierno de Estados Unidos, hacían ante el gobierno mexicano constantes insinuaciones o proposiciones para la compra de ese territorio. En 1827 fue comisionado Manuel Mier y Terán para estudiar el problema de los limites fronterizos y la situación de Texas; Al cabo de dos años entrego un informe verdaderamente alarmante en el que se aseguraba que Estados Unidos preparaba un ejercito de 50 mil hombres para invadir el territorio tejano. Mier aconsejo entonces se establecieran presidios que representaran la autoridad mexicana, colonizar la región con nacionales y europeos, y establecer aduanas para el cobro de impuestos, puesto que ya había vencido el plazo de las primeras concesiones de exención. Esto condujo a formular una ley de colonización que promulgo Lucas Alamán en 1830, en un esfuerzo por contrarrestar la invasión de colonos estadounidenses en territorio tejano; sin embargo, el remedio llegaba demasiado tarde, pues 14 por esas fechas se preparaba la segunda fase del movimiento tejano destinada a convertir el vasto territorio de Texas —que entonces contaba con 24 mil 700 habitantes de los cuales apenas tres mil 400 eran mexicanos— en un estado separado del de Coahuila. Con este propósito viajo Esteban Austin a la ciudad de México, pero Santa Anna, entonces presidente (1834), rechazo la propuesta en virtud de que Texas aun no contaba con el número suficiente de habitantes para constituirse en estado. Ante esa negativa, los tejanos decidieron tomar acciones más drásticas; al deseo de separación se agregaba el descontento contra las autoridades mexicanas, debido a que la ley federal de 1824 declaraba libres a todos los esclavos introducidos al país y prohibía en adelante la entrada de personas en condiciones de esclavitud; además, otra ley, decretada en 1835 para evitar la especulación, prohibió a los colonos la venta de tierras otorgadas por concesión. Por ultimo, el establecimiento del centralismo, que ocasiono levantamientos armados en otros estados de la República como Zacatecas, sirvió de pretexto para que los tejanos hicieran lo mismo, al tiempo que se decidían a declarar la independencia. CAMPAÑAS DE TEXAS Los primeros brotes importantes de rebelión tejana estuvieron dirigidos por William B. Travis, que se apodero del presidio de Anáhuac (Galveston), y Samuel Houston, amigo del presidente Jackson de Estados Unidos y quien, desplazando a Austin, se había convertido en la figura dominante del movimiento. En diciembre de 1835, cayó Bejar (San Antonio), la ciudad más importante de Texas, en manos de los separatistas. Estos hechos motivaron que Santa Anna tomara la decisión de someter a los tejanos por la fuerza de las arnas, como lo había hecho contra los rebeldes de Zacatecas. El ejercito de seis mil hombres que en diciembre de 1835 encabezó Santa Anna, formado en su mayoría mediante el procedimiento de leva, y financiado con un préstamo que obtuvo de los agiotistas, carecía del equipo adecuado para una expedición de casi dos mil kilómetros, bajo condiciones invernales. Aquel ejército emprendió la penosa marcha al norte y, en marzo de 1836, pudo reconquistar tras vencer a los rebeldes refugiados en El Álamo, antigua misión franciscana. El triunfo de las tropas de Santa Anna en este sitio, y la decisión de ejecutar a los prisioneros, basada en un decreto mexicano que declaraba fuera de la ley y consideraba como pirata a todo extranjero que se adentrara al país con armas, constituye uno de esas acciones bélicas de interpretación histórica diversa, ya que responden a los intereses contrarios de los bandos involucrados en el conflicto. Es interesante observar comparativamente ambas versiones, la de los tejanos, que como es obvio suponer al final resultaron vencedores, sobre la “bárbara masacre realizada a sangre fría por las huestes de Santa Anna”, presentando cifras muy distintas a las registradas en la versión mexicana, y consagrando para la historia oficial —de Texas en ese momento y después en general de Estados Unidos— la frase Remember the Álamo, como un medio de enaltecer el nacionalismo y justificar las diversas incursiones bélicas que en el futuro protagonizarían los gobiernos estadounidenses. Por otra parte, desde el punto de vista de los mexicanos, el objetivo de la expedición organizada por Santa Anna contra los tejanos constituía el cumplimiento de un deber legítimo para someter a los rebeldes y defender el territorio nacional frente a la amenaza expansionista de Estados Unidos, que apoyaba a los rebeldes con armas, dinero y voluntarios. Ante el trauma de la derrota y la posterior separación de Texas, recayó sobre Santa Anna toda la culpa, y así que daría para la historia oficial, porque mas tarde otros 15 vencedores, compatriotas suyos en esa ocasión, se encargarían de escribir nuevas paginas de la historia en las que sólo presentaban los fracasos y abusos de poder del personaje, sin hacer mención de sus acciones en defensa de la patria. Al triunfo en El Álamo el día seis de marzo se sumo días después la toma de dos sitios más, Goliad y Encinal del Perdido. Estas victorias dieron a Santa Anna una confianza que resulto muy perjudicial pues al enfrentarse al ejercito tejano en un lugar cercano al no San Jacinto, descuido la vigilancia y fue sorprendido por las tropas de Houston, que lograron vencerlo y hacerlo prisionero. Conducido a Galveston, dos meses después Santa Anna fue obligado, bajo amenaza de muerte, a firmar los Tratados de Velasco (que no serian reconocidos por el gobierno mexicano), en los cuales se comprometía a retirar las tropas mexicanas al otro lado del Rió Grande del Norte (Bravo), y a no proseguir la guerra. En un texto secreto de los mismos tratados, Santa Anna se comprometió además a lograr ante el gobierno mexicano el reconocimiento de la independencia de Texas, ya declarada por los tejanos el dos de marzo de 1836, para después constituiría en República, con David G. Bumett como presidente, y el federalista yucateco Lorenzo de Zavala como vicepresidente. Después de siete meses de penoso cautiverio, Santa Anna pudo lograr que se le permitiera viajar a Washington para entrevistarse con el presidente Jackson, quien ya sin disimulo demostraba haber apoyado a los tejanos. En el desarrollo de la entrevista, el general mexicano se negó a tratar asuntos de la política interna de México y cuando se le hablo de ceder Texas a cambio de una suma de dinero, Santa Anna rechazo la simple mención del tema. Liberado al fin, partió rumbo a México y desembarco en Veracruz en febrero de 1837, donde se dirigió a su hacienda de Manga de Clavo. GUERRA CON FRANCIA La derrota en la campana de Texas me un duro golpe para los mexicanos, que no se resignaban a perder ese territorio y a mi tenían esperanzas de recuperarlo. También la culpa de aquel fracaso recayó en Santa Anna y esto parecía indicar que su carrera política y militar había terminado. Sin embargo, volvió a empuñar las armas en defensa de la soberanía nacional cuando sobrevino un nuevo ataque extranjero en Veracruz, esta vez proveniente de Francia, cuyo gobierno decidió cobrarse con las armas Una deuda financiera. El monto de tal deuda, exagerado por los franceses, incluía las reclamaciones de un pastelero de esa nacionalidad avecindado en México, quien supuestamente había perdido su negocio a causa de las guerras civiles. Impulsivo como siempre, Santa Anna fallo en su estrategia de ataque y fue herido en una pierna de tal gravedad que fue necesario amputarla. La defensa no pudo continuar y el gobierno mexicano tuvo que ceder ante las exigencias francesas y reconocer la deuda, con lo cual termino la guerra. Este acto de heroísmo, agrandado por el sacrificio de su pierna, dio a Santa Anna una magnifica oportunidad de reivindicarse ante la opinión publica, que nuevamente le considero “benemérito de la patria”. SEGUNDA REPUBLICA CENTRALISTA El régimen fundamentado en las Siete Leyes derrocado en 1841 por el Plan de Tacubaya, proclamado por el general Mariano Paredes Arrillaga. Al renunciar Bustamante, Santa Anna file nombrado presidente provisional y se Eligio otro Congreso, también centralista, que al crear una nueva Constitución, intento imprimirle una tendencia liberal, permitiéndola libertad de cultos y de imprenta. El presidente Santa Anna, disgustado con la actitud de los 16 congresistas que se negaban a someterse a su poder, pidió licencia y se retiro a su hacienda en Veracruz, dejando a Nicolás Bravo como presidente interino. Se disolvió entonces el Congreso y en su lugar se nombro una Junta Nacional Legislativa que en 1843 elaboro un nuevo código, conocido como las Bases Orgánicas. Mediante estas Bases fue instituida la segunda republica centralista, que anulaba el Supremo Poder Conservador creado por las Siete Leyes, y otorgaba mayores facultades al ejecutivo, dándole un poder casi dictatorial. Pero este gobierno centralista tampoco pudo lograr el orden interno; por el contrario, la situación del país era católica, con múltiples y constantes cambios de presidentes quienes, por ser además militares, abandonaban el cargo para comandar el ejército en contra de enemigos nacionales o extranjeros, y luego regresaban a ocupar la presidencia en medio de gran efervescencia política. En varias ocasiones Santa Anna dejó el poder supremo en manos de diferentes personas, para retirarse a su hacienda en Veracruz pretextando alguna enfermedad, o bien para dirigir el ejercito contra alguna sublevación interna. Esta situación de inestabilidad en la administración pública agravo los problemas financieros del gobierno, por lo que se aumentaron los impuestos, se decretaron préstamos forzosos y se vendieron bienes del clero. A fines de 1844, Santa Anna fue derrocado por una rebelión y desterrado; la presidencia fue ocupada por José Joaquín Herrera, quien solo pudo mantenerse un año en el poder, cuando fue obligado a renunciar por un golpe de Estado dirigido por el general Paredes Arrillaga, un católico conservador. MOVIMIENTO SEPARATISTA DE YUCATÁN Mientras ocurrían esos cambios en el gobierno central, en otra región del país, en Yucatán, se llevaba a cabo un movimiento separatista, iniciado en mayo de 1839 como protesta contra la derogación del sistema federal y la imposición del gobierno centralista que anulaba su soberanía y limitaba sus actividades comerciales. En 1840, Yucatán declaro rotas las relaciones con México y al año siguiente presento un proyecto para decretar la total independencia. La situación era en extreme peligrosa, porque los tejanos y particularmente Lorenzo de Zavala, su vicepresidente (que como se recordara era yucateco de nacimiento), alentaban a los separatistas, ofreciéndoles un tratado comercial y ayuda naval, mientras que el gobierno estadounidense buscaba la oportunidad para anexarse la península, como estaba a punto de hacerlo con Texas. Al fin, después de muchas negociaciones, el conflicto termino en enero de 1844, al aceptar el gobierno de Yucatán las Bases Orgánicas de la República Mexicana y reincorporarse al país en calidad de departamento. FALLIDOS INTENTOS MONARQUIÍTAS Y SEGUNDA REPÚBLICA FEDERAL Cuando Paredes ocupo la presidencia, la inestabilidad política era tal, que algunos políticos conservadores, encabezados por Lucas Alamán y secundados por el propio presidente, revivieron la idea central del Plan de Iguala de implantar una monarquía con un príncipe europeo en el trono. Se suponía que ese sistema de gobierno, además de garantizar la estabilidad y el logro de la paz, podría constituir una barrera frente al expansionismo estadounidense. Sin embargo, la propuesta monárquica no encontró respaldo popular sino que, por el contrario, proporciono a los federalistas la oportunidad de volver al poder. Un movimiento estallo en Guadalajara pidiendo el restablecimiento del federalismo y el regreso de Santa Anna y Gómez Farías, con la idea de que estos dos personajes, cuyo rechazo hacia Estados Unidos era bien conocido, podrían ser mas eficaces que Paredes quien, no obstante compartir tal sentimiento, había mostrado una simpatía con los monarquitas 17 inaceptable ante la opinión publica. En agosto de 1846, después de 11 años de desaciertos centralistas, se establecía de nuevo la republica federal y se restauraba la Constitución de 1824; mientras tanto, Estados Unidos había declarado la guerra, aprovechando la crítica situación de la política mexicana. GUERRA CON ESTADOS UNIDOS Esta injusta y desigual guerra internacional tuvo como antecedente la independencia de Texas, cuya supuesta defensa frente al deseo de los mexicanos por recuperar el territorio tejano, sirvió de excusa al gobierno de Estados Unidos para provocar la guerra, después de que en 1845 se había efectuado oficialmente la incorporación de Texas a la nación estadounidense. En aquel entonces era presidente James K. Polk, cuyas ambiciones expansionistas no se limitaban a la adquisición de Texas, sino que también buscaba anexar los territorios de California y Nuevo México. Para lograr esos propósitos, Polk recurrió primero a medidas políticas, y propuso al gobierno de México que reconociese como limite de Texas al rió Bravo, en vez del río Nueces situado más al norte, ofreciendo cinco millones de pesos por Nuevo México y 25 por la Alta California. Pero ante el rechazo enérgico del gobierno mexicano, a principios de 1846 Polk se decidió a tomar el camino de la guerra. Para justificar la agresión, ordeno al general Zachary Taylor provocar un encuentro con los mexicanos a fin de que fueran estos quienes rompieran las hostilidades. Para ello, Taylor debía avanzar con sus tropas hasta territorio tejano, mas al sur del río Nueces cerca de la ribera del Bravo, a donde llego en el mes de marzo y construyo de inmediato un fuerte cerca de la población de Matamoros. Como era de esperarse, las fuerzas mexicanas respondieron ante la invasión del territorio y al no obtener respuesta a un ultimátum que conminaba a los estadounidenses a retirarse a la frontera, el 25 de abril dispararon contra ellos; el incidente había ocurrido de acuerdo con lo planeado por James Polk. Días después este justificaba la guerra ante el Congreso de su nación, diciendo que “los mexicanos debían ser castigados por los insultos y agravios que habían perpetrado contra los ciudadanos de Estados Unidos”; en tono dramático Polk agregó la frase: “sangre norteamericana ha sido derramada en suelo norteamericano”. No obstante que en el Congreso estadounidense había un grupo de legisladores que se oponía a la guerra, en realidad Polk no tuvo problemas para lograr la aprobación del reclutamiento de voluntarios y el financiamiento de la invasión a México. A partir de ese momento, el ejército estadounidense ataco el territorio mexicano por diversos puntos; a parte de la invasión que provoco el rompimiento de hostilidades, el gobierno de Estados Unidos ordeno el bloqueo de Veracruz y por el noroeste el ataque a los puertos californianos de Monterrey y San Francisco. Aquellas estrategias de ataque demostraban que se trataba de una guerra de conquista, más que un medio de vengar agravios o cobrar deudas. El gobierno mexicano se vio obligado a declarar la guerra el siete de julio de 1846. En el mes de agosto de 1846, Gómez Farías entraba a la ciudad de México, mientras Santa Anna preparaba el regreso de su exilio en La Habana, para lo cual debía atravesar el bloqueo impuesto a Veracruz por el enemigo. Para ello, entro en negociaciones secretas con un agente enviado de Polk, pues el presidente estadounidense sondeaba la posibilidad de conseguir la colaboración de Santa Anna para abreviar la guerra con el fin de ahorrar costos; es muy posible que el general mexicano, muy a su manera, haya aceptado solo para abrirse 18 paso rumbo a México, pues su conducta posterior, que nuevamente le lleva a empuñar las armas contra el invasor, no confirma traición alguna y así en cambio puede explicar el posterior resentimiento de los estadounidenses hacia su persona. Sin embargo, el hecho de que se le hubiera autorizado el paso, fue causa de sospechas para los mexicanos, y dio a sus detractores un motive mas para emitir acusaciones en su contra. Una vez que el Congreso nombra a Santa Anna presidente y a Gómez Farías vicepresidente, volvió a darse la misma situación en que el primero deja el poder en manos del segundo; más en esta ocasión, Santa Anna no se retiraba a Manga de Clavo, sino se ponía al frente del ejercito para combatir al invasor. Otra circunstancia que se repetía es la de que Gómez Farías aprovecho nuevamente la situación para vender propiedades del clero que, por otra parte, era la única forma de obtener recursos a fin de costear los gastos de guerra. De nueva cuenta, esto dio como resultado que el clero patrocinara un levantamiento de protesta, que estallo en la capital en febrero de 1847, al tiempo que las tropas estadounidenses preparaban la ocupación de Veracruz, y Santa Anna enfrentaba a las tropas de Taylor en La Angostura, cerca de Saltillo, a donde había avanzado este tras ocupar Monterrey en el estado de Nuevo León. En medio de aquellos problemas, el papel doble de Santa Anna como presidente y como cabeza del ejército invasor, le obligaba a tratar de resolver todos los problemas al mismo tiempo. La batalla de La Angostura resulto en un fracaso, pues a pesar de llevar ventaja en un momento dado, Santa Anna ordeno el retiro de las tropas porque, según explico, carecían de alimentos y el ejército se encontraba fatigado y hambriento. Después, Santa Anna regreso a la ciudad de México y domino la rebelión con su sola presencia, procediendo luego a destituir a Gómez Farías y a derogar la ley que amparaba la venta de los bienes eclesiásticos. En marzo, las tropas estadounidenses, al mando del general Winfield Scott, tomaban Veracruz e iniciaban el avance hacia la ciudad de México. Santa Anna dejo el poder en manos de Pedro Maria Anaya para volverse a poner al frente del ejercito; el 18 de abril las fuerzas mexicanas fueron derrotadas en un sitio cercano a Jalapa y un mes mas tarde, el ejercito enemigo tomo la ciudad de Puebla, donde permaneció hasta agosto, mientras se efectuaban negociaciones entre los dos gobiernos a fin de acelerar la solución al conflicto, pues el Congreso estadounidense se negaba a proporcionar mas recursos para una guerra que era impopular en su propio país. Las fuerzas comandadas por Scott entraron a la capital en agosto y esta se convirtió en el punto de resistencia nacional, alentada esta por Santa Anna, que visitaba los cuarteles para exaltar el patriotismo de los soldados y era aclamado por el pueblo que le pedía no retroceder ante las exigencias de los estadounidenses. En las batallas de Churubusco, Molino del Rey y Chapultepec, los mexicanos lucharon heroicamente por evitar el desastre, pero inevitablemente la capital cayo en poder del enemigo, aunque no asilos poderes, pues previamente Santa Anna había ordenado el traslado de los mismos a Querétaro. La mañana del 16 de septiembre, irónicamente en la conmemoración de la Independencia, la bandera de las barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional. Después de salir de la ciudad de México, Santa Anna renunció a la presidencia, siendo sustituido por Manuel de la Peña y Peña, quien después alterno el cargo con Pedro Maria Anaya. Santa Anna mantuvo por un tiempo el mando del ejército, con la esperanza de 19 contraatacar a los invasores, pero fracaso en su intento; obligado a renunciar al mando del ejército y dolido por las acusaciones de quienes cargaban sobre toda la culpa de la derrota, abandono el país en un exilio voluntario que duraría cinco años. Mientras tanto. Las negociaciones de paz no acababan de resolver se debido a que el gobierno mexicano trataba de salvarla mayor cantidad posible de territorio ante las excesivas demandas de Nicolás Trist, negociador enviado por James Polk, que exigía el reconocimiento del rió Bravo como limite de Texas, la venta de Nuevo México y las Californias (Alta y Baja), y derecho al transito por el istmo de Tehuantepec. El dos de febrero de 1848 se firmo el Tratado de Guadalupe Hidalgo. El gobierno mexicano logro evitar la cesión de Sonora, Chihuahua y Baja California, pero tuvo que aceptar el rió Bravo como frontera, y ceder a Estados Unidos los territorios de Nuevo México y Alta California, por los cuales recibiría 15 millones de pesos; además, la línea divisoria establecida afecto a los estados de Tamaulipas y Sonora, y el territorio de Baja California. El gobierno estadounidense se comprometía a pagar las indemnizaciones que sus ciudadanos reclamaban al gobierno mexicano, y se comprometía además a no exigir compensación alguna por los gastos de guerra. Los términos del Tratado causaron disgusto a Polk, quien desde enero se había anexado Nuevo México y la Alta California, y deseaba la Baja California, el transito por Tehuantepec y el puerto de Tampico. Sin embargo, debido a que había dado comienzo en su país el proceso para las elecciones, envió el documento al Senado, que estuvo a punto de rechazarlo pero al fin lo ratifico el 10 de marzo, y el Congreso mexicano hizo lo mismo en Querétaro el 24 de mayo. Una vez que el ejercito estadounidense se retiro, volvieron a la capital los poderes federales, el 15 de junio de 1848. Como consecuencia de aquella guerra injusta y desigual, México quedaba reducido a la mitad de su territorio original, y esto provoco un trauma que los mexicanos no pudieron superar entonces, ni han podido borrar del todo en los años transcurridos hasta ahora; sin embargo, el hecho de que el país sobreviviera a una guerra en la que todo iba en su contra, constituye un hecho sorprendente en el que el patriotismo de los defensores debió jugar un papel muy importante. Además, puede decirse que de aquella derrota, y sobre todo de aquella perdida territorial, a la postre surgiría un México mas unificado en la defensa de la soberanía nacional. Sin embargo, en los años inmediatamente posteriores a esa guerra, el país vivió una grave crisis, no solo de índole política, sino económica y sociocultural. El país estuvo a punto de desintegrarse; los estados de la federación amenazaban continuamente con separarse, como lo había hecho Yucatán en los años de 1837 a 1843. Se produjeron además múltiples insurrecciones indígenas, principalmente en Yucatán, Chiapas y la Huasteca, y los cambios de presidente fueron tan frecuentes como lo habían sido en la República centralista. En medio de aquel caos era imposible que la economía se desarrollara; cada región del país, inclusive cada hacienda agrícola, llegaron a producir apenas lo necesario para el consumo local, tanto por la baja productividad que no permitía hubiera excedentes como por lo rudimentario de los transportes, y las gravosas alcabalas. Fue en aquellos momentos cuando comenzó a notarse con mayor claridad la división entre “liberales” y los conservadores”. Estos últimos adquirieron nueva fuerza en 1853 y propusieron el retomo al centralismo, recurriendo al caudillo que, aunque desprestigiado por sus pasados fracases militares y políticos, todavía era considerado por ellos como el único 20 capaz de encarnar el papel de dictador que la católica situación parecía reclamar: Antonio López de Santa Anna. DICTADURA DE SANTA ANNA El gobierno dictatorial de Santa Anna, iniciado en 1853 y que habría de ser la undécima y última intervención del inquieto general en la presidencia, acabo de agravar la situación. Tuvo el carácter absolutista que el mismo Santa Anna había criticado años atrás en el gobierno monárquico de Iturbide, con similares despliegues de fastuosidad y de imitación de las cortes europeas. Se creo una nobleza constituida por los altos jefes militares y los altos jerarcas del grupo conservador y de la Iglesia; se dio a Santa Anna el tratamiento de “Alteza Serenísima”, y se puso bajo su mando un ejército uniformado a la manera de los europeos. Se organizaban espectaculares fiestas, en las que se rendían honores al presidente como si fuera un monarca del periodo absolutista, y para sostener aquel aparato cortesano se gravo con excesivos impuestos hasta los artículos más necesarios. Es de esperarse que para establecer un gobierno con tales características se tuvo que recurrir a la represión, principalmente sobre los miembros del partido liberal, muchos de los cuales fueron encarcelados o desterrados. Además de aquella equivocada política de la dictadura centralista bajo el mando de Santa Anna, el país enfrento un nuevo problema con Estados Unidos. El gobierno de Nuevo México ocupo el territorio de La Mesilla, declarando que pertenecía a Estados Unidos. Cuando México reclamo esta agresión ante el gobierno en Washington, el representante estadounidense apoyo al gobernador de Nuevo México y dio a entender que también deseaba adquirir los seis estados fronterizos de la República Mexicana. El gobierno de Santa Anna se niego a la última pretensión, pero no pudo evitar ceder La Mesilla ante el temor de un nuevo enfrentamiento. La férrea dictadura de Santa Anna y su incapacidad para lograr la tan deseada unificació n nacional, pronto causaron descontento en todos los sectores de la población, incluso en el grupo que lo había llevado al poder. Para 1854 había ya múltiples brotes de rebelión, y uno de ellos, originado en el estado de Guerrero, habría de ser definitivo, no sólo contra Santa Anna sino contra el conservadurismo que representaba. Aquel movimiento sureño parecía un conflicto más entre caudillos militares en la lucha por el poder, sin embargo, habría de ser aprovechado por una nueva generación de mexicanos, que marcaría el comienzo de otra etapa en la historia del país. Ese habría de ser el final de un largo periodo durante el cual Santa Anna ganaría un sitio relevante en la vida política del país (seria presidente en once ocasiones, en un lapso de veintidós años). Al hacer un balance de Santa Anna—cuyo papel protagónico corresponde al contexto caudillista de la política en aquel momento histérico, no sólo en México, sino en varios países de América Latina—, es necesario actuar con imparcialidad y reconocer no solo sus errores, como ha sido la tendencia heredada de la historiografía tradicional del siglo diecinueve, sino reconocer también sus actos de entrega a la patria. En una obra de actualidad, Enrique Krauze dice: La paradoja mayor de la vida de Santa Anna fue vivir lo suficiente para pisotear su propio mito. Su operístico final le arrojo una sombra grotesca sobre una biografía rica en reflejos 21 sociales y realmente complejos. Por lo demás, el cargo de traidor aplicado a Santa Anna es discutible: Santa Anna traiciono innumerables veces a los partidos progresistas y retrogrades, pero no a su patria. Por ella lucho, bien y mal, al mando de unos cuantos miles de hombres en un país de siete millones. Además, muchos de quienes le pusieron el sambenito se habían cruzado de brazos durante la invasión norteamericana. Se diría que al concentrar la responsabilidad de la derrota nacional en un solo hombre, en un solo acto de “traición”, descargaban con facilidad la culpa ante su propia pasividad en 1847. 10.- LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA Y EL FIN DEL SANTANNISMO La segunda republica federal va del 22 de agosto de 1846 al 20 de abril de 1853, periodo en que surge la figura de Santa Anna en medio de la anarquía, la desesperación y el derrumbe del país, sostenido tan sólo por la paciencia y el sacrificio permanente del pueblo y por la decisión de los grupos selectos liberales, moderados y conservadores que deseaban dar a la nación una orientación que les permitiera sobrevivir. Pero este sistema tuvo que ser substituido por el gobierno constitucional centralista (1853-1855), regido en un principio por los conservadores con Lucas Alamán como cabeza dirigente, y estuvo a la muerte de éste, en 1853 dominado por el grupo militar adicto servilmente a Santa Anna, cuya desorganización mental llegaba al máximo. En efecto, Santa Anna aceptó el poder ilimitado, la facultad de elegir a sus sucesores y el titulo de “Alteza Serenísima” y acentuó la persecución contra sus opositores políticos a quienes acosó. La demencia de Santa Anna y sus militares incondicionales plasmó como lema de su gobierno las palabras “o encierro o destierro o entierro, lema que repiten de continuo muchas administraciones funestas en todo el mundo. Lo único perdurable de este periodo fue la creación del Himno Nacional. Al malestar político surgido de la administración santannista habría que sumarse otros factores que contribuirían a la lucha contra el dictador. No fueron tan solo las deshonestidades administrativas, los excesos de fuerza contra sus oponentes, la perpetuación de un poder incontrolado e incontrolable lo que determino el surgimiento de una oposición apoyada por la mayor parte del país, sino principalmente la existencia de fallas sociales y económicas que no habían sido superadas, como era el problema de la mala distribución de la tierra; el mantenimiento de grupos oligárquicos en diversas regiones del país apoyados por el dictador, que cerraban el paso a grupos más amplios, renovadores y activos; la falta de capitales que permitieran explotar racionalmente los amplios recursos de México; la carencia de instituciones culturales y educativas que difundieran la ilustración en todos los confines del país y a todos sus sectores, sin las cuales el pueblo se mantendría en atraso y la ignorancia. La guerra con Estados Unidos habría producido terrible conmoción, mas no habría logrado plasmar aún en forma definitiva en la conciencia nacional. Solo contados grupos admitían que de no constituirse un país fuerte, impregnado de autenticas esencias nacionales, moderno y progresista a semejanza de los europeos o del estadounidense, México sería victima propicia de toda las apetencias y ambiciones exteriores. La experiencia de la guerra sostenida contra Estados Unidos había mostrado la necesidad de unificar el país, de transformarlo, de realizar en él autenticas reformas, una reforma no solo de las estructuras políticas, sino también de las sociales, económicas y de la conciencia. La 22 guerra de 1847 hirió profundamente a México, lesionó su integridad, pero provocó que en toda su extensión se tuviera una idea más clara de que los problemas que atravesaba no importaban sólo a una provincia, sino a todas, que la acción conjunta era indispensable para subsistir y que esa acción tenía que ser encaminada a transformar a México en una autentica República, en un Estado moderno que pudiera ofrecer a sus miembros posibilidades de libertad y prosperidad conjugadas, de progreso y uso reflexivo y prudente de su soberanía, de estabilidad social dentro de su organización política en la que todos participaran. Si bien algunos grupos conservadores sospechaban que las formas republicanas y el ejercicio democrático incontrolado había provocado la anarquía en que se vivía y desearon implantar formas monárquicas, esta opción no era vista favorablemente por la mayoría del pueblo que ansiaba la paz y la seguridad. Grupos extremistas liberales, que aplicaban en su particular beneficio ciertos principios como el federalismo a ultranza, contribuían con sus desafueros a mantener la inquietud. Era preciso unificar criterios y voluntades dentro de los principios liberales, que aparecían como los únicos capaces de remediar una situación que era ya crónica, y para ello había que eliminar al hombre que, instrumento de todos los partidos y a su vez motor de todos ellos, representaba el caos, el desorden y concentraba en sí todas las antipatías y odios. A generaciones jóvenes y a hombres de mediana edad, discípulos de las reformas de 1833, de Mora y de Gómez Farías, correspondió llevar la dirección del cambio. De tendencia política desigual, pues los había moderados y puros, como se denomino a los radicales, procedentes de la clase media burguesa, excepto Juárez y algunos otros, letrados, surgidos de los seminarios eclesiásticos y de los nuevos colegios; con experiencia política detenida, por no plegarse a los caprichos santannistas y preteridos por ellos mismos y hasta encarcelados, o expulsados de sus provincias o del país. Todos ellos estaban ansiosos no solo de una más amplia movilidad política, sino fundamentalmente de un cambio. Anhelaba esta generación una ruptura total con todo lo que representaba el viejo régimen y las conexiones históricas con el pasado; un cambio hacia la modernidad en su más amplio sentido, con sistemas políticos republicanos en los que rigen las normas liberales que garantizaran los derechos de los individuos; la creación de un sistema democrático que aparara más al individuo que a la colectividad y una consagración de derechos absolutos como eran los de propiedad, de trabajo y de empresa. Querían que a base de estas garantías se contara con libertad para consagrarse al trabajo, industria y comercio que más beneficiase. Prevíase un sistema y una organización educativa que posibilitase la instrucción del pueblo y su capacitación en las artes mecánicas y liberales. Aun cuando todavía no se adaptaba una filosofía pedagógica en bloque, es indudable que las corrientes liberales que empujaban al positivismo tenían este sentido y que un sentimiento educacionzota exagerado regia las mentalidades de la época. Muchos de los principios de una reforma cultural apuntados a partir de 1821 actuarían en forma decisiva, se reforzarían y llevarían al grupo de liberales a integrar un programa de renovación cultural y educativa de gran significación y de profundos alcances, al extremo que a un siglo de distancia aún nos beneficiamos con él. Ansiaba el grupo reformista, como algo esencial, la separación de la Iglesia del Estado, mejor dicho, la supeditación del poder de la Iglesia al del Estado. El aprovechamiento de los bienes de la Iglesia, tendía a suplir la falta de capitales y el estancamiento de la riqueza y de la propiedad territorial; pero también deseábase que la Iglesia se concretara al cumplimiento 23 exacto de su misión espiritual, a la aplicación de normas de pobreza como en los tiempos evangélicos y en los años de labor misional. Con estos antecedentes y teniendo en cuenta el descontento general del pueblo, el grupo reformista -apoyado en un luchador liberal de gran influencia en la tierra caliente, Juan Álvarez, también rival poderoso de Santa Anna- preparó en la hacienda de Álvarez, La Providencia, un programa de acción suscrito por éste, Ignacio Comonfort, Tomás Moreno, Diego Álvarez y Eligio Romero, el llamado Plan de Ayutla, proclamado por Florencio Villarreal el 1 de marzo de 1854, que modificado por Ignacio Comonfort en Acapulco el 11 de marzo, desconocía a Santa Anna y a todos los funcionarios que lo apoyaran; el ejército revolucionario se daría un jefe que elegiría Presidente interino; se convocaría a un congreso que constituiría a la nación como República representativa popular regida por instituciones liberales. Dirigida por Álvarez y Comonfort, aquél de mayor influencia política que Comonfort, y éste más hábil militar por lo que llevó el peso de la guerra, la revolución de Ayutla, que contó bien pronto con seguidores en el norte y en el centro del país, provocó que el 9 de agosto de 1855 Santa Anna, en uno de tantos momentos de decaimiento moral y de voluntad que tuvo, abandonase definitivamente el país, al cual solo volvería derrotado agobiado por la edad, pobre y abandonado de todos muchos años después. Aun cuando el había deseado que a su salida quedase México gobernado por un triunvirato, sus designios no se cumplieron; se embarcó el día 16 de agosto de 1855 en Veracruz, y los partidarios del Plan de Ayutla eligieron como presidente interino a Juan Álvarez el 4 de octubre de ese mismo año. Es preciso advertir que la revolución de Ayutla, autentica revolución nacional que con todo rigor fue llamada por Guillermo Prieto la primera revolución ideológica de México, forma parte del vasto movimiento reformista que se materializo primero con ella, prosiguió con la guerra de reforma y concluyó con la guerra de liberación nacional de 1862 a 1867 contra los ejércitos intervencionistas de Francia. Este movimiento tuvo como últimas consecuencias confirmar el principio de la soberanía nacional, transformar el país convirtiéndolo en un Estado Moderno, mantener la integridad del territorio y finalmente consolidar la nacionalidad, lo cual se logró gracias a una toma de conciencia basada en los conceptos de libertad, república y progreso, frente al imperio, la sujeción, el clericalismo y la reacción. No resultaba extraño que Juan Álvarez, de avanzada edad -había actuado en política desde la época de la independencia y ejerció gran influencia en Guerrero como cacique patriarcal entre indios negros y mestizos-, llamara a colaborar a hombres jóvenes o de mediana edad, instruidos, miembros de la generación que dirigía intelectualmente la revolución y bastante radicales en sus ideas: Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, Benito Juárez, Guillermo Prieto, Santos Degollado e Ignacio Comonfort. Álvarez, quien se avino con sus miembros a las exigencias que se le imponían de gobernar desde la capital y enfrentarse con una situación compleja y difícil para lo cual no tenía capacidad, renunció el 11 de diciembre dejando la presidencia a Ignacio Comonfort. 11.- EL GOBIERNO DE COMONFORT Producto de este efímero gobierno de Álvarez fueron dos disposiciones, la primera debida a Melchor Ocampo, quien en la convocatoria del Constituyente del 16 de octubre, en el artículo 9, fracción VI, privó del derecho de voto a los miembros del clero secular y regular; y la 24 segunda preparada por el ministro de Justicia, por la cual suprimía de una pluma los fueros civiles y militares en los negocios civiles. Era evidente que ambas disposiciones lesionaban los intereses de dos de las corporaciones más fuertes y conservadoras del país y produjeron una reacción contraria intensa. Comonfort gobernó el país del 11 de diciembre de 1855 al 30 de noviembre de 1857. Militar valiente y muy poderoso, hombre paciente y de espíritu conciliador, inició su gestión bajo el lema de “Orden y Libertad”, palabras que se avenían bien con su carácter y las necesidades del país. En efecto, logró durante su corta administración estabilizar la situación política dominando excesos de federalistas exaltados, que como Santiago Vidaurri en el norte, bajo el pretexto de federación querían hacer prevalecer sus intereses caciquiles. Dio tranquilidad al país al reprimir a bandas de forajidos. Impulso las obras materiales, como la construcción del ferrocarril México-Veracruz, cuyo primer tramo, México-Guadalupe se inauguró; introdujo el alumbrado de gas en la metrópoli. Propició el desarrollo de la instrucción pública al decretar la creación de la Biblioteca Nacional, al apoyar seriamente a la Escuela Nacional de Agricultura, crear la Escuela de Comercio y Corredores, la Escuela de Artes y Oficios y colegios para pobres. Vio con simpatía el fomento de la pesca y la minería y de la colonización por extranjeros. Fundo la Dirección General de Pesas y Medidas adoptando el sistema decimal. Se ocupó de la organización del ejército y de la pacificación de zonas conflictivas donde las rebeliones de los aborígenes eran frecuentes, como en el norte, en donde pensó restablecer las antiguas misiones que coadyuvaban a la tranquilidad a la asimilación y educación de amplios sectores indígenas. Obra material y recta administración política intentó ejecutar Comonfort. Auxiliares en su administración fueron José María Lafragua, ministro de gobernación, más tarde sustituido por Ignacio de la Llave, Ezequiel Montes y luego José María Iglesias en Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Pública; Fomento y Colonización Manuel Siliceo, Hacienda y Crédito Público, Manuel Payno y Miguel Lerdo de Tejada; Relaciones, Luis de la Rosa y Ezequiel Montes; y Guerra y Marina, sucesivamente los generales José María Yáñez y Juan Soto. Fungía como presidente de la Suprema Corte de Justicia benito Juárez, quien por ministerio de ley debía sustituir al Presidente en caso de que éste faltara. De acuerdo con el Plan de Ayutla, Juan Álvarez convocó a un Congreso extraordinario que debería constituir a la nación bajo la forma de República representativa y popular. Este congreso laboró del 14 de febrero de 1856 al 5 de febrero de 1857. Sus sesiones, iniciadas con sesenta y ocho diputados, estuvieron dominadas por el grupo de los puros, esto es, por Ponciano Arriaga, José María Mata, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco, Isidoro Olvera y otros. Antes de que se redactara una constitución cuya conclusión no sería rápida, el gobierno creyó necesario que el Congreso elaborase un Estatuto Orgánico Provisional que fijase la organización provisoria del gobierno general y de los locales, y que atendiese todo lo relativo a los derechos y obligaciones de los mexicanos. El estatuto obra en buena parte de los moderados, se inspiro en la constitución de 1824 y en las bases Orgánicas de 1843, habiéndose incorporado “ideas de mejora y progreso de acuerdo con el programa del gobierno”. Sus autores de acuerdo con la experiencia de la anarquía pasada, cuidaron de consignar en ella de manera expresa las garantías individuales. Por ello establecieron: La libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad están suficientemente garantizadas, y los ciudadanos pueden vivir tranquilos bajo la égida de la ley, imponiendo reglas al poder supremo, asegura a la sociedad contra los avances del 25 despotismo y pone freno a las pasiones, que muchas veces visten con su poderosa librea los actos que deben ser únicamente fruto de la razón y de la justicia. En esta sección (la quinta, de las garantías individuales) se proclama la abolición de la esclavitud, se establecen bases para el servicio personal, se declara la libertad de enseñanza, se prohíben todos los monopolios, las distinciones, los privilegios perjudiciales, las penas degradantes y los prestamos forzosos; se restringe la pena de muerte…, se establecen las penitenciarias, se respeta la propiedad y en suma se hacen realidad los principios de libertad, orden, progreso, justicia y moralidad que el gobierno proclama. El estatuto se promulgó el 15 de mayo de 1856, mas el congreso prosiguió sus labores para poderse dar una constitución definitiva que finalmente se terminó el 5 de febrero de 1857. Fue suscrita entre otros por Valentín Gómez Farías viejo patriarca de la Reforma y emblema de los liberales puros, Francisco Zarco, José María del Castillo Velasco, Guillermo Prieto, Ignacio Mariscal, Ponciano Arriaga, Isidoro Olvera, Juan de Dios Arias, Ignacio Luis Vallarta, Ignacio Ramírez, Santos Degollado y otros distinguidos liberales. Promulgada por el secretario de gobernación Ignacio de la Llave, no fue suscrita por Melchor Ocampo, Benito Juárez, Lerdo de Tejada y José María Iglesias, que ocupaban otros puestos en el gobierno. En tanto el constituyente laboraba, el gobierno de Comonfort expidió el 26 de abril de 1856 un decreto por el cual se suprimía la coacción civil en los votos religiosos, y el 5 de junio, tras acalorados debates, se declaro extinguida la Compañía de Jesús, luego de una violenta requisitoria en contra de ella lanzada por el entonces apasionado Ignacio Luis Vallarta. El 25 de Junio Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda, logró que se aprobara, fundada exclusivamente en razones económicas, pues con habilidad evadió toda explicación política, la Ley Lerdo o de desamortización, que consideraba que uno de los mayores obstáculos para la prosperidad y engrandecimiento de la nación es la falta de movimiento o libre circulación de una gran parte de la propiedad raíz, base fundamental de la riqueza pública por lo que autorizaba se adjudicasen en propiedad a los que las tienen arrendadas por el valor correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, calculada con rédito al seis por ciento anual, todas las fincas rusticas y urbanas propiedad de las corporaciones civiles y eclesiásticas. Las que no estuvieran arrendadas se rematarían en almoneda pública. Se prohibía en lo futuro a las corporaciones civiles y eclesiásticas la capacidad para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes y raíces, excepto lo destinados directa o inmediatamente al servicio u objeto de la institución de las corporaciones. Esta ley, que afectaría principalmente a la Iglesia, heriría en forma lamentable, por entonces no prevista, los bienes de la comunidades indígenas, ambicionados por los criollos y mestizos, con lo cual se agravó en vez de remediarse el problema de la propiedad de la tierra. Tierras comunales que los grupos aborígenes habían conservado con dificultades desde la época colonial, pasaron a manos no de los labradores de mediana fortuna sino de ricos hacendados, de latifundistas ávidos de engrandecer sus propiedades. José maría Iglesias, a su vez, haciéndose eco de lejanas y reiteradas reclamaciones, al proponer la ley que se dio el 11 de abril de 1857, prohibió el cobro de derechos y obvenciones parroquiales en la administración de sacramentos a los pobres. Otras disposiciones como la Ley Lafragua del 28 de diciembre de 1855 que regulaba la libertad de prensa, sumada a las anteriores, produjo un ambiente de agitación muy violento. Los grupos conservadores afectados en sus intereses apoyáronse de inmediato en el clero, de quien se proclamaron poderosos defensores. Nuevos macabeos dispuestos a ofrendar su vida por dios y su religión, muchos de ellos no perseguían sino muy mezquinos y materiales i intereses. Por otro lado, los extremistas, los bota fuego de toda revolución no perdían la 26 oportunidad de zaherir a sus enemigos, de burlarse de los sentimientos religiosos del pueblo, de calumniar sin disimulo a todos los eclesiásticos. Por insignificancias se provocaban ardientes declaraciones y protestas airadas. La prudencia y mensurado juicio de algunas autoridades eclesiásticas, como Murguía, no se avenía con la impaciencia de curas y de religiosos, nuevos savonarolas que veían mal y perdición en todos lados. Encendidos los ánimos, no faltaban errores de una y otra parte que dieran lugar a graves y penosos incidentes, como la aprehensión del arzobispo y los canónicos de México, incidente que sirvió a Aguilar y Marocho, uno de los periodistas conservadores más connotados, a escribir su batalla de Jueves Santo y a criticar el despojo de los bienes de la Iglesia con el celebre epigrama relativo al edificio de la calle de Donceles, en donde se instalaron los tribunales, y el cual reza: “Con soberana estulticia y en marco sobredorado hay un letrero que dice, Palacio de la Justicia, Y el edificio es robado.” Más no todo se redujo a protestas, discursos y epigramas. Caldeados los ánimos y de acuerdo con una vieja costumbre, los mexicanos descontentos lanzáronse a la lucha armada contra el gobierno de Comonfort. Con el lema de Religión y fueros produjéronse cuatro levantamientos en Tolimán, Guanajuato, Zacpoaxtla e Iguala. En el primero actuaron Tomás Mejía valeroso indígena de arraigadas convicciones conservadoras por las que ofrendaría su vida, y el general López Uraga. Manuel Doblado, en Guanajuato, de criterio poco firme, ataco a los que querían romper el único vínculo de la nación el religioso. El plan de Zacapoaxtla, iniciado primero por un cura, y más tarde por el general Guitian, el coronel Osillo y otros militares fue el que tuvo mayor fuerza pues logro concentrar a gran número de partidarios dirigidos por los citados, por Antonio Haro y por el general Severo del Castillo. Los sublevados tomaron Puebla fortificándose en ella inútilmente, pues Comonfort con grandes efectivos los venció y castigó severamente. Duras penas impuso tanto a los militares como al clero poblano, sobre quien se hizo recaer la culpa. En Iguala secundó ese movimiento el coronel Diego Castrejón. Si bien la mayor parte de estos movimientos fue reprimida, estos continuaron manifestándose bajo el sistema de guerrillas que, iniciado desde la guerra de Independencia, cobro fuerza contra Estados Unidos y se fortalecería de ahí en adelante hasta constituir un medio de lucha de parte del pueblo, eficaz y bien organizado durante los años de guerra contra las tropas francesas invasoras (1862-1867). Otros movimientos surgidos de otras causas, entreveradas algunas de ellas con la política reformista o tomándola como pretexto, fueron los provocados por Santiago Vidaurri y por Manuel Lozada, el famoso Tigre de Alicia, aborigen nayarita de gran ascendiente entre los naturales de Jalisco, Nayarit y Zacatecas; éste poseía un sentimiento autentico de defensor de las tierras de los indígenas contra todo tipo de invasores, pero carecía de convicciones políticas firmes, como lo demostró de continuo. El país sufrió en este periodo al igual que en los años anteriores una invasión filibustera encabezada por Enrique A. Crabb, quien con más de cien hombres fue vencido en Caborca en abril de 1857. 27 En este estado de agitación, el gobierno promulgó una constitución republicana, federalista, democrática, de clara inspiración liberal, la cual si bien reconocía en sus primeros artículos los derechos del hombre, base y objeto de las instituciones sociales, incorporaba en ella el Juicio de Amparo que tan tenazmente habían defendido Crecencio Rejón y Mariano Otero, en ella no se tuvieron en cuenta las sabias y prudentes proposiciones de Ponciano Arriaga, Isidoro Olvera y José María del Castillo Velasco para defender la pequeña propiedad como base para una más justa distribución de la tierra; también se desestimaron las preocupaciones de Ignacio Ramírez por el bienestar de los trabajadores, y por intermedio del propio Vallarta, que trataba de aliviar la miseria de obreros y jornaleros, declaraba que no había que poner trabas a la industria, con lo cual los dejaban sin defensa. La constitución, en cuya elaboración distinguiéronse tanto los reformistas jóvenes, tuvo que ser suavizada por la mayoría moderada. Aún así, ella representaba el triunfo de los nuevos ideales impregnados de una ideología individualista, protectora de formas liberales económicas y sociales y por tanto no aptas para la solución de graves problemas sociales que afectaban al país. Estos problemas lejos de remediarse, fueron recrudeciéndose al aplicarse medidas que si en teoría eran benéficas, en la práctica resultaron perjudiciales, pues atendían más al interés individual que al colectivo. En su propósito de igualar ante la ley a todos los individuos, dejaban sin protección a los más desposeídos, a los más ignorantes y pobres, victimas de las ambiciones y del poder de los fuertes. Nobles aspiraciones de reforma total se vieron frustradas con varias de las disposiciones dadas. La posibilidad de una reforma social autentica no se obtendría en ese momento. Si un cambio político muy importantes había alcanzado, era necesario esperar más de media centuria para lograr un cambio socioeconómico profundo. LA GUERRA DE REFORMA Al iniciar Comonfort su gestión como Presidente constitucional, el panorama que se le presentaba no era grato. El país se debatía en una aguda crisis de difícil solución. La promulgación de las leyes reformistas, y principalmente la Constitución y las figuras de Juárez Lerdo y Lafragua representaban las causas de esos males. Para los conservadores la solución ideal era la desaparición de esas leyes y del nuevo código. Los liberales, que no pensaban así, no tenían a ese respecto un pensamiento unificado. Un grupo el de los exaltados, el de los “puros” -como los llamara el pueblo-, en el que militaban Santos Degollado, Epitacio Huerta, Guillermo Prieto, Juárez, Ocampo, Parrodi y otros, deseaba mantener a todo trance la vigencia de las nuevas leyes, pues esperaba a través de su aplicación la transformación total del país. Los moderados, entre los que se contaban Payno y Siliceo, alarmados ante las angustiosas perspectivas que su temor o su interés de clase preveían, deseaban la supresión de aquellas leyes. Un tercer grupo de hombres conciliadores, entre los cuales militaban el propio Comonfort y Manuel Doblado, no consideraba prudente volver atrás, mas tampoco seguir por un camino que, según pensaban, llevaba de nuevo a la guerra civil y a la anarquía; por ello aconsejaban que se hicieran, por las vías legales que la propia constitución señalaba, las modificaciones que reclamaban sus opositores. 28 La primera solución la encontró Comonfort impracticable, pues se daba cuenta de que pese a la bondad intrínseca de las leyes, los obstáculos que le ponían y le seguían oponiendo los afectados por ella conducirían al país a una nueva ola de revoluciones. Las reacciones del espíritu anti reformista, hacia por el momento impracticable una serie de principios políticos y jurídicos que garantizaban a la persona humana sus derechos y, sobre todo, impedía la reforma de la estructura social y económica de la nación, que de realizarse detendrían con ríos de sangre y con todos sus recursos las clases afectadas. Presionados por los reaccionarios, al desconocimiento que los moderados sugerían no estaba de acuerdo con los principios y conducta de Comonfort, el soldado de Ayutla, quien entre todos los hombres de este movimiento era quien había desplegado más valor, constancia, actividad y energía para alcanzar el triunfo. Por ello fue que la tercera vía, la señalada por Manuel Doblado, su íntimo amigo, le pareció la más adecuada. Decidido por las reformas, en el mes de noviembre de 1857 presentó en el Congreso iniciativas de reformas constitucionales que fueron acogidas por el cuerpo legislativo para su estudio. Sin embargo el carácter de Comonfort, no era firme, sino vacilante e indeciso, blando a la sugestión en casos difíciles. Melchor Ocampo lo pintó con la severidad de sus juicios con las siguientes frases: “Hace más de un año que todos los que tuvimos la necesidad de estudiar al actual Presidente, personaje que antes conocimos superficialmente, pudimos ver su falta absoluta de carácter, grande de convicciones y más que mediana de instrucción. No me sorprende, pues, que el actual gobierno tenga miedo y siembre miedo a todo y de todo. ¿De dónde había de venirle el impulso interior si faltan convicciones, organización fisiológica, y aun el instinto de las grandes cosas? Es triste, sin embargo, por más que este previsto, que las bellas oportunidades que sin cesar a presentado México se hayan desvirtuado en manos tan incapaces.” Manuel Payno, quien lo conoció a fondo y a quien se debe su suicidio político, nos ha dejado un excelente retrato del carácter de ese personaje: “Comonfort -escribe-, como si fuese una viva personificación del carácter mexicano, es incapaz de resistir a las súplicas y a las buenas palabras: su falta de energía para negar frente a frente lo que no puede conceder, lo ha hecho aparecer falso; pero en medio de todo, en su gobierno se manejo con una completa independencia, llevando adelante sus sistema propio de ir introduciendo poco a poco las innovaciones; de tolerar ciertos abusos para evitar males mayores; de transigir en los negocios cuando no era posible llevarlos adelante; de no excluir ni desairar eternamente a los de los partidos exaltados dando tregua a sus exigencias; de no dar el dominio del partido moderado, de olvidar las injurias y aún pagar a sus enemigos con favores los agravios y, de no perseguir, sin una necesidad absoluta, a los que Lafragua bautizó con el nombre de reaccionarios, y de sostener a veces contra viento y marea sus determinaciones, formándolas cuestiones de amor propio. Conjunto de debilidad y de energía, de docilidad y de capricho, de benevolencia y de rigor, en pocas ocasiones, ninguno de sus ministros puede decir con verdad que la dominó, ni ninguno de sus amigos que influyo en su carácter de una manera absoluta y decisiva.” Fue justamente ese carácter el que llevó a Comonfort a no mantenerse en la vía de la legalidad que doblado le señalara, para obtener mediante los votos del Congreso y de las legislaturas de los estados, que componían el poder constituyente permanente, las reformas constitucionales necesarias. 29 Comonfort deseó, a través de su propia autoridad, de su prestigio y de la fuerza que creía tener, conciliar lo que era inconciliable y hacer compatible lo que era totalmente contrario y diferente. Su ambición suprema era la paz y él trató de darla al país por un acto de su propia voluntad. Este deseo fue adivinado por sus consejeros Payno y Siliceo, entre los moderados, quienes trabajaron en su espíritu para convencerlo de que él representaba la unión y la garantía mayor de orden, y que era menester se convirtiera en el hombre fuerte que calmara la agitación reinante. En torno de estas ideas, en las que participaban también algunos exaltados como Juan José Baz, quien deseaba salvar mediante la dictadura de un liberal los principios de la Reforma que creían amenazados, comenzase a formar una opinión que creció día tras día difundiéndose por todos los ámbitos hasta tornarse del dominio público. Vicente García Torres, liberal también, desde el Monitor Republicano proclamó la necesidad de un golpe de Estado, que inútilmente trataron de contener personajes tan sobresalientes como Francisco Zarco, quien en las paginas de El Siglo XIX advirtió los peligros que esa medida representaba y exhortó a Comonfort a mantenerse en el terreno de la ley y no manchar su prestigio y su honor. Varios fueron asimismo los esfuerzos que diversos prohombres hicieron para que Comonfort desistiera de sus propósitos. No le inmutó la denuncia que en pleno Congreso se hizo del complot, ni la interpelación pública y reiterada hecha a su ministro Payno, a quien se señalaba como culpable, para que se presentase a justificar su conducta, exigencia que Payno desconoció cínicamente. La denuncia ante el Congreso precipitó los acontecimientos. Los puros, entre ellos Juárez, fueron llamados a colaborar con Comonfort, habiéndose negado a seguirlo por el camino de la violencia y la ilegalidad, pero sin que renunciaran a sus altos cargos. Ante esa negativa, viendo los conservadores de la capital, dirigidos por Félix Zuloaga, que Comonfort dudaba, prepararon un plan breve y claro, en cuya brevedad y brevedad se encerraba la negativa al progreso, la condena a la Reforma y la continuidad de una añosa tradición de levantamientos y cuartelazos que mantenían en una situación estáticamente desequilibrada a la sociedad mexicana. El Plan de Tacubaya postulaba los siguientes puntos: 1) Cesar de regir la Constitución porque no satisface las aspiraciones del país; 2) Don Ignacio Comonfort continuará encargado del mando supremo con facultades absolutas; 3) A los res meses se convocará a un Congreso extraordinario para formar una Constitución que sea conforme con la voluntad nacional y garantice los verdaderos intereses del pueblo; 4) Se promulgara una ley para la elección de Presidente Constitucional; 5) En tanto, habrá un consejo de gobierno. Este plan, junto con una proclama redactada con la intervención de los conservadores, en la que se enjuiciaba a la Constitución por haber sido discutida -se decía- no con las armas de los principios sino de las pasiones; por consignar como derechos del hombre principios disolventes; por agitar las conciencias y turbar la tranquilidad de las familias; acompaño el plan elaborado por Baz y por Zuloaga. La mañana del 17, después de contar con el asentimiento de Comonfort obtenido por Payno, quien tuvo que escuchar de labios del Presidente las siguientes palabras: “Acabo en este momento de cambiar mis títulos legales de Presidente por los de un miserable revolucionario”, Zuloaga, puesto de acuerdo con los conservadores, sublevó a la guarnición que le estaba confiada y con ella se dirigió desde su cuartel de Tacubaya a la capital, en la 30 que se le unieron las fuerzas de la ciudadela, que despertaron a la capital con las salvas de artillería disparadas en señal de júbilo, y de ahí al Palacio Nacional. Al conocer la noticia, el ayuntamiento se disolvió: renunciaron los ministros Ruiz y la Fuente así como Guillermo Prieto, que era el administrador de correos, Manuel Romero Rubio, secretario del Gobierno del Distrito y el general Trías. A prisión fueron conducidos Juárez, presidente de la Suprema Corte, el presidente del Congreso Isidoro Olvera y los diputados Garza, Melo y Banuet. El día 19 Comonfort publicó un extenso manifiesto en el que se adhería al Plan de Tacubaya por estimar que no era “el eco de una fracción, ni proclama el triunfo exclusivo de ningún partido”. En ese documento señalaba Comonfort que “la nación repudia la nueva carta y las tropas no han hecho otra cosa que ceder a la voluntad nacional”, que las violaciones a la misma carta fundamental ya eran continuas y que la perpetua lucha que el gobierno realizara en armar ejércitos, gastar sumas cuantiosas y en combatir en todas direcciones, no había podido destruir “el carácter de aquella oposición”. Con ello confesaba Comonfort que la lucha emprendida por los liberales desde Ayutla no había tenido solo por objeto desalojara a Santa Anna del poder, sino modificar la estructura social y económica de la nación, a la que se oponían muy fuertes y arraigados intereses. Ahí mismo hacia un llamado a colaborar en su gobierno a personas de todos los partidos, pues “en todas ellas se dan las capacidades de honradez, los conocimientos y el celo por el bien público”. Reafirmaba su credo libera, que aseguraba, era el que convenía “al carácter suave y costumbres sencillas de nuestro pueblo” y prometía “no dictar medida alguna que atacara la conciencia y las creencias de los ciudadanos”. Conciliando sus principios religiosos con su criterio liberal, construía un lema en el cual cifraba el existo de su programa: “Libertad y religión son los dos principios que forman la felicidad de las naciones”. La esperanza de Comonfort de que sería seguido por la mayor parte de los estados y por el grueso de los liberales pronto se desvaneció. Diose cuenta de que su actitud solo había servido para reforzar a los conservadores, quienes de inmediato trataron de obtener de él la derogación de las disposiciones reformistas y hasta una amnistía para Santa Anna, a lo que Comonfort se opuso. Convencido de su error ante los consejos de Doblado, que buscaba una transacción con tal de salvar a su amigo, intentó en vano volver al orden constitucional, sin ser escuchado ya por los liberales que con toda razón desconfiaban de él. Mientras que Comonfort se confundía cada vez más y perdía prestigio ante los partidos, un grupo decidido de liberales abandonó la ciudad de México y se refugio primero en Querétaro, gobernado por un general de buena cepa revolucionaria, José María Arteaga, y posteriormente en Guanajuato. Antes de abandonar la ciudad y el mismo día del pronunciamiento de Zuloaga, los miembros del Congreso, en un manifiesto que se imprimió en Querétaro una semana después, condenaron la conducta de Comonfort, quien “ha cambiado los honrosos títulos de jefe constitucional de un pueblo libre por los menguados de un faccioso vulgar”. Analizaron los diputados en ese manifiesto su conducta ante el jefe del Ejecutivo contra el cual “nunca ejercieron un solo acto de oposición”, otorgándole en cambio “la suma de poder extraordinario que les pudiera”, esperando sus iniciativas de reforma y “guardándoles sus fueros, respetando su personal y el poder de que era depositario” y protestaron contra todo acto arbitrario cometido, de los cuales el único responsable sería el jefe del Estado. Para finalizar excitaron a “los gobernadores y legislaturas para que fieles a 31 sus promesas y en bien de la nación rechacen el plan atentatorio proclamado en Tacubaya, y apresten las fuerzas de los estados para sostener el orden constitucional”. Esta excitativa encontró eco en los gobernadores liberales de los estados de Querétaro, Michoacán, y Jalisco. Doblado que gobernaba Guanajuato y deseba una conciliación de intereses, no se puso de inmediato del lado de la coalición. Figura prestigiada y hábil político al caer Comonfort muchos pensaron en él para sucederle en la Presidencia. Las simpatías que tenía eran por el momento mucho mayores que las de cualquier otro personaje, mayores aun que las que tenía el presidente de la Suprema Corte, Benito Juárez, quien por ministerio de la ley debería ocupar en caso de ausencia o incapacidad del Presidente, su puesto; mas como el número de estados contrarios al golpe de estado crecía y los clamores de sus amigos eran cada vez más insistentes, Doblado se sumo a la coalición. En el manifiesto que suscribió en Guanajuato el 25 de diciembre declaro que se oponía al motín militar de Tacubaya, “resultado de las maquinaciones de las clases privilegiadas, lastimadas en abusos e intereses”. Aceptó que la Constitución estaba lejos de ser perfecta, mas convino en que ella misma daba las vías para su reforma, vías legales dejadas a un lado por haberse preferido “el camino de la violencia siempre injusto y peligroso”. El plan de Zuloaga -afirmó- no es pues, como se ha dicho, el remedio para hacer desaparecer los males que causa la Constitución, porque los defectos de un código no se han corregido nunca con la sedición. El vació de la ley sólo lo llena la pluma del legislador; la espada del soldado destruye, pero ni reforma ni convence. Después de analizar las consecuencias de esa situación que podía llegar hasta provocar la perdida de la nacionalidad, lamento la defección de Comonfort, “hombre que era la personificación de la libertad y del orden hermanados por la gloria” y terminó asegurando que la lucha que emprendían produciría al país “los anhelos frutos de paz, libertad y mejoras sociales”. a) El desarrollo político A partir del momento en que la voluntad de Comonfort comenzó a flaquear y se decidió a no mantener la Constitución sino a suprimirla, se observa un desarrollo político digno de ser consignado no solo por ser altamente revelador de la conducta de los hombres que lo hicieron posible, sino porque significa el índice más adecuado para conocer el estado de la opinión pública y la fuerza y resonancia que produjo la en todos los ordenes la Reforma. A parte del conflicto espiritual de Comonfort y de sus tremendas repercusiones para la vida mexicana, y alejados también de los fallidos intentos de reconciliación, en las últimas semanas de su gestión presidencial, con el grupo que lo había exaltado, se percibe en esos primeros momentos en que se requerían grandes decisiones, la actitud conciliadora de Manuel Doblado, tendiente a evitar, además de la caída de Comonfort, la guerra civil. Doblado, que conoció a fondo los proyectos de Comonfort y de sus consejeros, intervino en varias pláticas; fue consultado, aconsejó y, más aún, propuso una serie de reformas constitucionales al Presidente que éste acogió aparentemente convencido. Al ocurrir el golpe de estado, Doblado trato de salvar la situación. Diplomático sagaz, deseó una transacción entre los diversos grupos y permaneció callado ante los primeros llamados que los liberales decididos como Arteaga, Degollado y otros le hicieron para formar un frente que oponer a los conjurados. Sabedor de que las puertas de la presidencia se le abrían con esa oportunidad, por ser la figura política más respetable y considerada, más conociendo también las 32 amenazas que sobre la patria se cernían dentro y fuera de las propias fronteras sí el país recaía nuevamente en la era de los pronunciamientos y la anarquía, después de un periodo de vacilación durante el cual mantuvo en suspenso la atención de amigos y enemigos que le llamaban a tomar partido, opto por el único camino honesto que le quedaba, el de la legalidad. Habiendo decidido no tocar “sus hermosos títulos por los de lacayo del más despreciable de los facciosos”, como dijera Prieto, Doblado se inclinó, después de una angustiosa espera, por la liga de Estados. Su declaratoria trajo a los coaligados, que ya desesperaban, nuevas fuerzas, abrió a los liberales nuevos horizontes y significo para su causa la unidad en el mando, prenda segura de victoria. La coalición de Estados auspiciada por destacados liberales como José María Arteaga, Anastasio Parrodi y Epitacio Huerta, a la que más tarde se unieron Manuel Doblado, Jesús González Ortega, Santiago Vidaurri y otros posteriormente, así como Manuel Gutiérrez Zamora, cuando se despronunció Veracruz, representó un frente poderoso decidido a defender a todo trance los principios reformistas y a no aceptar las proposiciones falaces de Zuloaga de crear “una dictadura que de por resultado la pacificación del país, la tranquilidad de los ciudadanos, el progreso de todas las mejoras materiales y por último, el establecimiento de una Constitución en la cual se tenga presente la historia, las tradiciones y las costumbres de nuestro pueblo.” Los gobernadores que rechazaron con violencia el golpe de Estado diéronse cuenta que no conducía a “otra cosa que encender más la guerra, echando por tierra las conquistas de la revolución de Ayutla, única que después de la Independencia se ha operado en el país contando con la voluntad de la mayoría de los habitantes de la nación”, por la cual decidieron “sostener con las armas en la mano las instituciones democráticas”, como afirmaba y cumpliera José María Arteaga el mismo día en que ocurrió el pronunciamiento de la brigada Zuloaga. Esta declaratoria, similar a las de algunos de los gobernadores de los restantes estados de tendencia liberal, significo en la política el mantenimiento de la Constitución, la aplicación de las leyes reformistas, la aceptación del principio de legalidad que llevo a Juárez a la Presidencia de la República y la obligación de contribuir militar y económicamente a la defensa de esos principios. Pero, más que eso, represento un sentimiento de cohesión, anteriormente muy débil, de estados federales soberanos en torno de principios de trascendencia nacional y de la propia unidad, cohesión que se empezó a patentizar a partir de 1857 y que alcanzó su mayor vigor en la guerra intervencionista de 1862 a 1867. La única ruptura sufrida en torno a este ideal de unidad fue provocada por Santiago Vidaurri y felizmente detenida por Degollado en plena campaña. Habiéndose desatado la guerra, que fue larga y cruel pese a los anhelos humanitarios de algunos jefes, el desarrollo político estuvo sujeto a las pasiones exaltadas por la lucha misma, a sus fatigas, a su desesperanza, a sus desfallecimientos, a sus privaciones y dolores. Los jefes militares que veían la desnudes de sus hombres, que sentían la misma sed, cansancio y hambre, que padecían frió, calor, la lluvia y el polvo, tuvieron un concepto claro de esa dura realidad. A ellos tocaba mantener la disciplina y honestidad en sus filas, vestirlas, alimentarlas, dirigirlas, planear batallas y apresuradas marchas, obtener recursos y armas o en su caso fabricarlas, llevar la dirección política, dentro de los territorios de su mando; en fin, sostener una dura y complicada carga que a veces llego a pesar demasiado. El gobierno constitucional en Guanajuato, Guadalajara, Colima y Veracruz tenía la responsabilidad de lo que pasaba en la República. La dirección política de todo el 33 movimiento estaba a su cargo así como todos los esfuerzos para mantener la unidad deseada, resistir las presiones extranjeras cada vez más feroces conciliarlas con los intereses nacionales y los principios por los que se luchaba. Los clamores del ejército federal llegaban hasta ellos y en ocasiones las granadas y balas del ejército que los sitiaba. Los hombres de Veracruz representaban el cerebro y el alma del movimiento, los jefes militares el corazón y el brazo ejecutor. En algunos casos los corazones y los brazos estuvieron tan fatigados que flaquearon y esas flaquezas representaron en esta contienda decisiones políticas que es conveniente precisar. El primer descalabro en la cohesión política y militar ocurrió en la batalla de Salamanca, que obligo a Parrodi a capitular y a retirarse del escenario político; pero más grave que esa derrota militar, que fue solo eso y que hizo exclamar a Juárez: “Guillermo -hablando con Prieto-, nuestro gallo a perdido una pluma”, más grave, repetimos, fue la capitulación de Doblado en Romita, por la cual las fuerzas que ese jefe tenía a su mando pasaron a formar parte del ejército conservador. Esta actitud considerada como defección por Degollado, alejo a Doblado de la lucha por algún tiempo de la lucha, disminuyéndose de esa suerte los contingentes federales. Su incorporación posterior al movimiento significó su rehabilitación en las filas liberales. Santos Degollado, “el santo de la reforma”, “el héroe de las derrotas”, fue el sostenedor de la guerra. Sobre su magra humanidad, su figura casi ascética, más de catedrático que de guerrero, recayó la inmensa responsabilidad de casi todas las campañas. Degollado que veía a diario diezmadas sus filas, deseó para ellas y para el país la paz y la tranquilidad. Ese anhelo, común en todos los jefes, conservadores y liberales, fue el que se llevó en noviembre de 1859, en vísperas de su derrota en la Estancia de las Vacas, a entrevistarse con Miramón en los ranchos de la Calera y del Rayo con el fin de llegar a un acuerdo para evitar que continuara el derramamiento de sangre. Degollado propuso esa vez a Miramón que aceptara el orden constitucional. No logro un resultado satisfactorio, más pudo comprobar en esa ocasión que “Miramón es caballero y de que a su modo y con sus errores desea el termino de la guerra que, confiesa no puede concluir sino con el triunfo de las ideas liberales”. Sin acarrear tampoco ninguna consecuencia política, pero reveladoras de los deseos de paz que tenían los jefes militares, fueron los propósitos hechos por Miramón durante el segundo sitio de Veracruz al gobierno constitucional. Estas proposiciones se debieron a la intervención inglesa y se originaron por una nota de la cancillería británica dirigida al ministro de aquel país en México, George B. Matheus, en la cual se le decía que sus despachos del mes de noviembre “presentaban en colores aún más fuertes que los anteriores, una pintura de la completa desorganización política y social en que México a caído”, y se agregaba: “El gobierno de S. M. no puede llegar a creer que haya alguna cosa en el carácter mexicano, o en las instituciones mexicanas, que haga imposible el respeto propio, o el de su gobierno, o que los varios jefes mexicanos que tan notables se han hecho por sus ultrajes a los extranjeros, hayan sido tan inconsiderados con los derechos de otros, y tan descuidados de la buena fama y de la de su país, a menos que se encuentren bajo la influencia de pasiones furiosas rudamente excitadas por los inmorales efectos de una prologada guerra civil. Sin pretender caracterizar, en lenguaje demasiado fuerte, una serie de actos, y una continuidad del desorden que casi a reducido a la barbarie a un país al que la naturaleza ha concedido algunas de sus mejores dotes, debe decir que la conducta de ambos gobiernos ahora establecidos en México, es inconsistente con la justicia y el respeto a los tratados, como también con el temor general de la ley internacional.” 34 Esta nota transmitida a Miramón, a quien se informó igualmente de la decisión del gobierno de Washington de reconocer a Juárez, movió al caudillo conservador a hacer a los constitucionalistas las proposiciones siguientes: a) celebración de un armisticio y por lo tanto cesación de hostilidades para convenir la manera de restablecer la paz de la República; b) intervención en las platicas con, como mediadores amigables, de los representantes de Inglaterra, Francia, España, Prusia y Estados Unidos; c) ninguno de los partidos podrá celebrar tratado alguno como potencias extrañas sin la intervención y el consentimiento del otro; d) una asamblea compuesta por los funcionarios que hayan desempeñado en la República los puestos públicos de alta jerarquía, desde el año de 1822 hasta el de 1853, elegirá Presidente provisional de la República, fijara las bases que deba observar la administración provisional de la República, fijara las bases las bases que deba observar la administración provisional y quedara encargada de formar la Constitución, la cual no deberá regir hasta que sea aprobada por la mayoría de los ciudadanos mexicanos. Estas proposiciones, discutidas por Isidoro Díaz y Manuel Robles Pezuela, representantes de Miramón, y por Santos Degollado y José de Emparan, comisionado de Juárez, no fueron aceptadas por el gobierno constitucional, el cual en su respuesta de 16 de marzo firmada por Degollado, quien fungía por entonces como ministro de Relaciones, explicó con amplitud las razones que le asistían para ello. Consideró el gobierno constitucional que el Partido Conservador era el responsable de “haber encendido la guerra civil en todo el país; y es todavía mayor esa responsabilidad por el aspecto de religiosa que se le ha dado a la guerra intestina y por el carácter de crueldad con que se ha hecho.” Hizo también un detallado análisis del desarrollo de la lucha haciendo hincapié en que grandes núcleos de población sostenían los principios reformistas, los cuales no podían ser ya desconocidos ni detenidos por el propio gobierno de Veracruz u que aún si Juárez, movido “por el deseo de alcanzar los goces de una vida pacifica y tranquila, cometiese la ingratitud de abandonar a los defensores de la constitución y, aun cuando conviniese en un armisticio basado en la perdida de las libertades civiles y religiosas y en la supresión del sistema representativo bajo el cual esta constituida la República, esta complacencia no servirá para poner termino a la guerra civil, sino para desnaturalizar las tendencias civilizadoras y humanitarias del Partido Liberal, perfectamente unido hasta ahora bajo la bandera constitucional”. Declaraban los constitucionalistas a través de Degollado que “no creían sincero el deseo que manifiesta el señor Miramón de poner un pronto termino a la guerra civil que devora el país. Y si bien es verdad que tratándose del partido de una minoría opresora, esta guerra no puede concluirse por la fuerza de las armas, como lo ha reconocido el señor Miramón desde mucho tiempo atrás, en manos de este se halla el remedio de tantas calamidades, porque él y su partido son los agresores y los que se oponen al establecimiento de la tolerancia civil y religiosa, a las reformas que exigen la marcha del siglo, al ejemplo de las naciones civilizadas, y a la elección inmediata de un Congreso Nacional que arreglara como árbitro y único juez competente las diferencias de los partidos democrático y clerical y que expresa la verdadera voluntad del país.” Confirmaban esa creencia discutiendo una por una las proposiciones de Miramón dirigidas a obtener ventajas que no ha alcanzado con la fuerza de las armas, como son la posesión de dos puertos en el golfo, Alvarado y La antigua; la participación en las aduanas marítimas, que se hallan en poder del gobierno constitucionalista; la privación para éste de los recursos pecuniarios que pueda producirle su tratado con el gobierno de la República de los Estados Unidos del Norte; la intervención de los representantes de cinco potencias extranjeras, 35 siendo cuatro de ellas jueces parciales que han externado su opinión y perdido su neutralidad; la reunión de los comisionados para el armisticio general en un punto inmediato a la capital de la República, cercado de tropas reaccionarias y muy distante de la protección del gobierno constitucionalista; y la privación para los ciudadanos mexicanos de su derecho inalienable del sufragio para elegir Presidente de la República y Asamblea nacional, queriendo con insistencia los comisionados del señor Miramón que esta se componga de personas sin misión popular. Todo esto viene en confirmación del juicio que tenía formado S. E., el señor Juárez, de que el señor Miramón en nada cede a las pretensiones que se formularon en el Plan de Tacubaya, y de que no quiere que la nación resuelva sobre las cuestiones políticas que causan la guerra civil.” Meses más tarde, durante el sitio de Guadalajara a la que atacaba González Ortega y defendía Severo del Castillo, aquél dirigió a éste el 22 de septiembre una carta en la que le proponía la “celebración de una conferencia a fin de ver si podemos evitar la efusión de sangre. Tal vez, señor general.-decía el jefe zacatecano-, de esa conferencia resultara la pacificación de la República, bien preferente a que debe aspirar en las actuales circunstancias, todo hombre honrado y que tenga amor a la patria.” Severo del Castillo propuso en esa oportunidad, “que las exigencias de su partido quedarían obsequiadas con la reforma de la constitución y con la eliminación del excelentísimo señor Presidente don Benito Juárez”. González Ortega, en el informe que acerca de estas conferencias diera a su gobierno, expone cual fue su actitud: “Como entendí -que estas pretensiones- podían conciliarse con el principio constitucional, manifesté mi conformidad, siempre que las reformas fuesen decretadas por el soberano Congreso, quien debiera hacerlas en un termino perentorio, con entera libertad y sin clase alguna de restricciones”. Respecto a la eliminación de Juárez de la escena política, el propio González Ortega, basado en consideraciones de principios, declaró: “El excelentísimo señor don Benito Juárez, estoy íntimamente convencido que abriga, con profunda convicción, estos mismos sentimientos, estos mismos sentimientos, y no creo por lo mismo que habría yo podido presentarme ante él como digno servidor de su gobierno y como buen ciudadano, si no hubiera protestado a su nombre que voluntariamente dejaría el poder, con tal que con este acto no fuese violado el principio constitucional. Accedí, pues, a la petición del señor general Castillo y nuestro ilustre presidente don Benito Juárez, habría voluntariamente, estoy seguro de ello, desapareciendo de la escena política para dejar el poder según mi oferta, a quien perteneciera, con arreglo al llamamiento constitucional.” González Ortega al afirmar que la constitución representaba el único vínculo que unía al Partido Liberal, coincidía con las declaraciones de otros jefes que habían dicho luchaban por principios y no por personas, y aun con la declaratoria del gobierno de Veracruz suscrita por su ministro de Relaciones Exteriores. Ciudadano de convicciones firmes, González Ortega había escrito a Doblado cuando éste le proponía buscar un advenimiento con Vidaurri, que siempre había deseado no romper el principio de legalidad, porque ésta y nada más que ésta, es mi bandera”y añadía siempre en su estilo claro y no exento de cierta perfección: “Yo, mi amigo, estoy resuelto a presentar siempre a la nación una frente pura, esto es, que mi conducta no lleve otra norma que el triunfo de la causa de la libertad, ni más exigencia, ni más aspiración que esta, ¡Hombre de principios, jamás me ocupo de las personas¡ “ 36 Este hombre, al entrar en conversación de avenencia con uno de los jefes más acreditados entre los conservadores, lo hizo sin el deseo de quebrantar los preceptos constitucionales y con el animo de que cualquier reforma que se intentara fuera realizada “no por una corporación extraña, elegida caprichosamente, o por una junta que no hubiera recibido poderes de la soberanía nacional, sino por un congreso ya conocido, electo popularmente.” Respecto a la separación del Presidente, indicaba que había aceptado esa proposición por estar acorde con los principios que sostenían no sólo él sino los gobernadores de los estados de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Zacatecas. “Todas estas personas-afirmabaprofesaban intima adhesión al señor Juárez, muchos son intransigibles cuando se trata de conservar el principio constitucional y ninguno de ellos, incluso los jefes de las fuerzas del ejercito, han dejado de ver en las proposiciones que hice un medio aceptable por todos los de su partido para terminar la revolución, quedando conformes las pretensiones a que han aspirado desde que tomaron las armas en defensa de la Constitución.” En la misma época en que González Ortega conferenciaba con Severo del Castillo para encontrar un arreglo que diera la paz a la República, Santos Degollado, movido por los mismos propósitos, fatigado por la lucha que ya sentía larga e interminable y a la cual en algunos momentos de graves crisis personales habría pensado en renunciar dejando a otro el puesto, así se lo manifestó a Pedro Ogazón en su carta del 19 de agosto de 1860, en la que decía al comentar los ataques de que había sido victima, por liberar a un dignatario eclesiástico: “Si no fuera por el escándalo y por el mal que sufriera nuestra causa, yo me alegraría de tal desconocimiento -el propuesto por Valle- que colmaría mis deseos, que no han cesado de ser los de separarme de un puesto que he renunciado con instancias de cuatro veces, sin haber podido lograr mi exoneración. Yo bendeciría la hora en que mandé poner libre al obispo Espinosa, si por esto me viniera el relevo que tanto apetezco.” Convencido también él, aguerrido y valiente en la lucha, “de que si ésta podía terminarse sin la intervención de las armas, los combates se convirtieron en una injustificable carnicería por lo que tendría que dar estrecha cuenta a la nación” -como lo decía González Ortega-, y conocedor de los anhelos de paz de sus enemigos, no dudó en elaborar un proyecto de pacificación en el que se revela la fatiga, el ofuscamiento por la paz anhelada y la conciencia que él tenía de que las partes combatientes no podrían por si solas entenderse entre ellas y llegar a acuerdo alguno, que solo podría presentarse con la destrucción total de una de ellas, destrucción que afectaría al país por la prolongación de la contienda. Por ello fue que en el mismo hacía intervenir a una potencia extraña como mediadora en la paz a obtener. En efecto, en una carta que el 21 de septiembre dirigió desde Lagos encargado de negocios de S. M. británica, George W. Mathew, le indicaba: “La guerra que dura hace tanto tiempo entre los dos partidos políticos que nos dividen en una guerra de principios, cualesquiera que hayan sido los errores de una y otra parte; y como su resultado no sólo importa al porvenir de los hijos de este suelo, sino también a todos los residentes extranjeros y al comercio e intereses de otras naciones, creo que es mi deber, desde ahora manifestar confidencialmente a usted, como el representante de una de las primeras potencias del mundo con las que México tiene simpatías y buenas relaciones, cuales son mis deseos, mis propósitos y mi resolución en la parte que me toca actualmente representar, como caudillo liberal y jefe del ejército constitucional. “He creído que se debía resistir con las armas al pronunciamiento del partido reaccionario que desde hace tres años pretende sojuzgar al país, dominarlo y tiranizarlo por la fuerza en 37 provecho de algunas clases privilegiadas y de algunos intereses particulares. Pero la misma guerra que he sostenido durante tres años me ha hecho conocer que no se alcanzara la pacificación por la sola fuerza de las armas, y estoy pronto a prescindir de la forma de las personas con tal de que queden asegurados y perfectamente a salvo los principios que sostiene el Partido Liberal. “Esta razón es la que me impele manifestar a usted, para que en todo tiempo lo pueda hacer constar, que por mí parte y tanto con carácter público como con el de particular, estoy dispuesto a proponer a mi gobierno y a mis compañeros de armas la admisión de las siguientes bases o condiciones para la pacificación de la República: 1) Que se instale una junta compuesta de los miembros del Cuerpo Diplomático residentes en México, incluso el E. S. ministro de los Estados Unidos, y de un representante nombrado por cada gobierno, declarando solamente que son bases de la Constitución de la Nación Mexicana: Primera.- La representación nacional en un Congreso Liberalmente electo. Segunda.- La libertad religiosa. Tercera.- La supremacía del poder civil. Cuarta.- La nacionalización de los bienes llamados del clero. Quinta.- Los principios contenidos en las leyes de Reforma. 2) La junta provisional de que trata el artículo anterior nombrará un Presidente provisional de la República, que será reconocido por todos, y éste funcionara desde el día de su nombramiento hasta que se reúna el Congreso de la Unión. 3) El Congreso deberá convocarse inmediatamente conforme a la última Ley Electoral y se instalará precisamente a los tres meses de publicada la convocatoria. 4) El primer acto del Congreso será el nombramiento de un Presidente interino de la República Mexicana, y la declaración de ser bases de la Constitución del país las contiendas en el artículo primero. 5) El Congreso decretará libremente la Constitución mexicana en el preciso término de tres meses contados desde su instalación. “Tal es mi propósito: mi resolución en caso de que lo que pretende no sea aceptado por ninguno de los dos partidos, es la de retirarme completamente de la escena política de mi país. En el caso de que mi gobierno y mis compañeros de armas y subordinados estén conformes con las proposiciones indicadas, y que solamente las repelan y resistan los jefes del partido reaccionario, me esforzaré porque se siga la guerra con todo el vigor y energía posibles, declarando fuera de la ley común a los perturbadores del orden y haciendo que todo el rigor de las leyes vigentes en el sistema constitucional se apliquen sin remisión a los culpables.” Copias de esta comunicación trasmitió a sus compañeros de armas y al gobierno de Veracruz, acompañadas de una nota aclaratoria en la cual expresaba cuales eran sus propósitos: “hacer ver que pertenecemos a un pueblo civilizado que pelea por principios y no por personas ni por intereses mezquinos; y es indispensable acreditar a los pueblos cultos 38 del mundo y a los representantes de las naciones amigas, residentes en México, que solo aspiramos a la felicidad de nuestra patria, encaminándola por la vía del progreso”, indicándoles además que redactaba este proyecto, “cuando estamos fuertes y con toda la posibilidad de triunfo”, y manifestándoles que en caso de inconformidad “deben prepararse para elegir un caudillo que me remplace, porque mi deber y mi conciencia me prohíben continuar de otro modo.” Sus amigos y el gobierno las recibieron alarmados, no por el deseo de pacificación mostrado, sino por la intervención que propuso de las potencias extranjeras en la formación del gobierno nacional, lo cual equivalía a aceptar a aceptar el intervencionismo de los países fuertes, en los asuntos de los débiles, hecho que se había vuelto abusivo y contra el cual México se hubo de oponer enérgicamente. Al protestar contra ese principio la República dejaba bien sentada su política de no intervención que con tanto vigor ha sostenido. Las respuestas a la comunicación de Degollado no se hicieron esperar. Todos sus amigos condenaron ese proyecto. Gonzáles Ortega lo califico como extravió; Prieto en una carta llena de incertidumbre y desesperación, considero que ese proyecto representaba la esterilización de uno de los hombres más eminentes; Doblado lo estimo como su suicidio político y el reproche más amargo que tuvo que sufrir fue el que vino de Vallarta, su amigo que tanto estimaba, quien recordando los días pasados por Degollado al lado de un eclesiástico, le hirió en sus convicciones diciéndole “sacristán fuiste y sacristán serás”. Los oficiales convocados por González Ortega para conocer ese proyecto en San Pedro Tlaquepaque, entre quienes se contaban sus más leales subordinados, reprobaron por unanimidad la proposición de Degollado, y el gobierno constitucional lo separó del mando y le ordenó presentarse ante él para responder de su conducta. El proyecto que costo a degollado su carrera militar no fu en el transcurso de esta guerra el último intentado. Miramón casi al término de la misma, presentó un nuevo plan, que fue sometido a la consulta del embajador Pacheco y McLane. Con esas bases Pacheco preparó uno nuevo que presento a Miguel Lerdo de Tejada, quien se dispuso a pasar a México para concertar la paz con la autorización de Juárez. Lerdo había recibido instrucciones para conferenciar con el representante de Miramón acerca de la cesación de los dos gobiernos, las personas que lo substituirían, la amnistía a conceder y la declaración “de que el constituyente habría de ser absolutamente soberano sin limitación alguna”; con ello quedan reconocidos los principios por los que tanto se había luchado. Esta nueva proposición de paz, hecha en vísperas de las grandes batallas que llevaron al ejército liberal, dirigido por González Ortega a obtener el triunfo total sin concesiones de ninguna clase, muestra los claros anhelos de quienes durante tres años mantuvieron una contienda dura y amarga por el triunfo de sus ideales. En el aspecto legislativo hay que consignar que el Partido Conservador, al tomar el poder después del alzamiento de Tacubaya, derogó en enero de 1858, por medio de las llamadas “cinco leyes”, la Ley Lerdo, La ley Iglesias, La ley Juárez y las restantes disposiciones que afectaban tanto a sus principios como a sus miembros. Los liberales por su parte, en plena guerra promulgaron otras leyes en las cuales, más que en la constitución de 1857 abundaban los principios del liberalismo. Si la constitución fue obra de los moderados las leyes dictadas en Veracruz en 1859 y 1860 fueron obra de los puros, principalmente de Ocampo, quien con el apoyo de Degollado logro vencer las resistencias que dentro de su partido detenían su promulgación. La ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos del 39 12 de julio de 1859; la del matrimonio civil del 23 de julio, recibida con gran entusiasmo por Juan José Baz; la del registro civil del 28 del mismo mes; la de secularización de cementerios del día 31; la que fijaba el calendario festivo y suprimía la asistencia de las autoridades a las ceremonias religiosas, del 11 de agosto; y la libertad de cultos del 4 de diciembre de 1860, así como otras disposiciones más, representan la decisión de los liberales de llevar su movimiento hacia sus últimas consecuencias y de cumplir por entero su programa. No dejaban así las reformas de México a medias, como con sobrada experiencia aconsejara el doctor José María Luis Mora. En el campo de los compromisos internacionales, si los liberales llegaron a firmar en un momento de desesperación el tratado de McLane-Ocampo el 1 de diciembre de 1859, que comprometía al país, los conservadores pidieron a Francia en 1858 su intervención “para enderezar la situación política de México” y posteriormente realizaron gestiones con el fin de conseguir un empréstito de veinte millones de pesos garantizados con los bienes del clero, para hacer frente a la guerra y a las dificultades económicas. México luchaba aún intensamente para resolver sus problemas internos, los cuales eran de tal naturaleza que uno y otro partido desesperaron en ocasiones de poder hacerlo con sus propias fuerzas. La guerra del 47 mostró a los mexicanos el camino de la unidad y la intervención francesa lo confirmó en ese principio que ha salvado a la República en otras ocasiones. Cuando la unidad ha amenazado con romperse, la agresión extranjera ha estado pronta a aprovecharse de nuestras escisiones. Cuando el pueblo entero y el gobierno marchan con él como un solo hombre, el país puede repeler con fe cierta de triunfo al ataque exterior. Para aprender esto, México necesitó perder la mitad de su territorio y sostener dos penosas luchas una interna y otra con extraños, más a partir de aquel instante este principio ha quedado establecido de manera indubitable. La Guerra de Reforma no fue una lucha por las personas sino por las ideas y bien se encargaron sus dirigentes de definirlas, propalarlas y tratar de que llegaran a convertirse en plena y precisa realidad. Si con el triunfo de la revolución de Ayutla y la promulgación de la Constitución quedaron los principios liberales concretados en un programa que comenzaba poco a poco a realizarse, pero que se frustró por el golpe de Estado, la Guerra de tres años no solo fecundó el pensamiento y fortaleció la voluntad de todos los que en ella participaron, sino que les impuso la convicción de que era urgente e inaplazable realizar en ese momento en su integridad y llevar a sus más extremas consecuencias las reformas que el país requería y que la indecisión de Gómez Farías y de Comonfort habían detenido en dos ocasiones mejorables. La tenacidad y el alto espíritu de sacrificio de Degollado, el pensamiento incorruptible de Ocampo, la inteligente superioridad de Lerdo, el brío torrencial de Prieto, el valor y heroísmo de Zaragoza, de Valle, de González Ortega, pero sobre todo la implacables perseverancia de Juárez que hizo suyas las palabras de Foción tan caras a Ocampo: “No es lícito al ciudadano desesperar de la salvación de la patria”, representaron las virtudes que dieron a la causa liberal el triunfo. Ellos comprendieron que la pelea que hacían con la pluma, las espaldas, los cañones y las ideas no era una revolución, en la que se jugaba su destino y la felicidad o la desgracia de 40 sus ciudadanos. Las mediadas que tendían a aplicar, las transformaciones que con ellas preveían y la necesidad de mantenerse inflexibles impusieron a los hombres de la Reforma grandes sacrificios y el dilema de vencer o morir. Dotas de una conciencia histórica perfectamente definida, diéronse cuenta de que el país requería de un cambio total y que ese cambio no podía dejarse a medias como otras veces había ocurrido. Las palabras sentenciosas del doctor Mora acerca de la urgencia inaplazable de la transformación del país, de los métodos a seguir para obtenerla totalmente, así como de las cualidades que debían reunir los reformadores no escaparon a los hombres que rodearon a Juárez. Ocampo, el ideólogo por excelencia, el consejero constante, el político de pensamiento firme, mantuvo inalterable esa idea apoyada por sus compañeros. Juárez, el indio ciudadano, representó no solo el brazo ejecutor, sino el alma callada, la fe inconmovible, la esperanza perpetua de aquel ideal. Convencidos de la razón y de la justicia de su causa mantuviéronse erguidos, pese a los desfallecimientos de algunos de sus compañeros. En ocasiones fueron intransigentes con algunos amigos que llegaron a dudar, pues sentían y creían firmemente que sobre la amistad y los efectos del corazón se encontraban los más altos intereses de la patria. Sin traicionar principios que les llevaron a la lucha, no claudicaron ni dudaron de su bandera. La victoria que ellos alcanzaron de debió a la lealtad que a su revolución tuvieron. Se dieron cuenta de sus consecuencias y nada los arredró: ni los intereses lastimados, ni la oposición sangrienta, ni las lamentaciones de los conocidos, ni el egoísmo personal. Manejaron los caudales más ricos de México y ninguno se enriqueció con ellos. Su honestidad y desinterés fueron reconocidos por todos y debido al cultivo en óptimo grado de esas virtudes obtuvieron el triunfo sin dar un paso atrás, sin ceder, sin transigir, pues esa es la única forma como se puede hacer una revolución y alcanzar la transformación de un país. Las revoluciones son siempre destructoras, mas cuando se tornan necesarias hay que hacerlas totales, sin temores ni treguas. Eso fue lo que trataron de hacer en la Reforma los hombres que en torno a Juárez se agruparon. De todas las cualidades que ellos tuvieron, cada una plenamente valiosa, desprenden reflexiones afines, ideas semejantes en torno a la libertad humana, a los defectos nacionales y vicios de las personas, reflexiones e ideas emanadas al calor de la lucha y que son el reflejo fiel de una mentalidad y una circunstancia determinadas. b) El ideario reformista. Este ideario como resulta más conveniente designarlo, lo hemos agrupado en torno a los temas centrales de las polémicas que se establecen durante tres años de contienda, polémica que gano el grupo reformista sin negar por ello el alto valor que tiene la pluma del mejor defensor de los conservadores, Clemente de Jesús Murguía, quien espera hacer tiempo un estudio que pueda aquilatar sus enormes méritos. Algunos temas centrales de su ideario formado a base de sus escritos, proclamas, manifiestos, cartas, etc., aparecidos en aquella época son los siguientes, los cuales no representan sino una pequeña parte de sus diversas preocupaciones. Democracia 41 La democracia era para los liberales principios básicos. No concebían la patria como pertenencia de una facción, ni como sujeción de los ciudadanos al capricho de un hombre; por ello Juárez afirmaba en su manifiesto del 15 de enero de 1858: “Los destinos de los mexicanos no dependerán ya del arbitro de un hombre solo ni de la voluntad caprichosa de las naciones, cualesquiera que sean los antecedentes de quienes las formen.” En Guadalajara, al contemplar la intervención de todas las clases populares a favor de la reforma, escribió: En los momentos de supremo conflicto, borrando las distinciones con que pretenden dividirnos los privilegiados, realizando y haciendo patente los deseos de los demócratas de corazón habéis combatido juntos, y hecho visible al soldado del pueblo, al pueblo del ejército, a las clases todas confundiéndose y fraternizando en una aspiración de la libertad, popularizando el heroísmo, vulgarizando el sentido de gloria, llorando las desgracias del hermano extraviado, reviviendo escenas que están iluminadas con los nombres de los caudillos de 1810.” Degollado, en su circular del 26 de marzo de 1858, confiesa que Juárez y ellos luchan “por mantener el deposito de la autoridad suprema de la República y por el sostenimiento de los principios democráticos y por la incolumidad de la las instituciones bajo las cuales quiso constituirse la nación.” CONSTITUCIÓN Y LEYES. La constitución representaba la cristalización de todas las sus aspiraciones; de ellas; de ellas provenía la felicidad de los individuos, el progreso y adelanto de la patria. Si el pueblo a través del legislador la había forjado, solo el por los propios medios podía reformarla. Así lo reconocía Doblado al afirmar: “Desde el momento en que el Poder Ejecutivo y los jefes militares se arrojan la facultad de declarar por sí y ante sí la conveniencia o inconveniencia de una Constitución, esto no existe más que de nombre, y el país no hará otra cosa que dar vueltas en el circulo vicioso de las revoluciones, sin poder recobrar jamás el hilo de la legitimidad, porque fuera de la ley ningún principio puede salvarse, y obrando contra la ley no hay absurdo y atentado que pueda santificarse.” “El plan de Zuloaga no es, pues, como se ha dicho, el remedio para hacer desaparecer los males que causa la constitución, porque los defectos de un código no se han corregido nunca con la sedición. El vicio de la ley solo lo llena la pluma del legislador, la espada del soldado destruye, pero ni reforma ni con vence.” “Si la causa de la legitimidad no triunfa, las consecuencias de este último pronunciamiento del ejército serán la escisión, la anarquía y la perdida de la nacionalidad”. Degollado en sus proclamas, exhortaba a sus soldados diciéndoles: “Compañeros de armas; aquellos de vosotros que no tengan fe la santa causa de la democracia; aquellos que no sintáis latir un corazón patriota y desinteresado…..aquellos de vosotros que no sintáis humillación ni vergüenza hincando la rodilla delante del poder tiránico, de las preocupaciones y de los abusos, apartaos; salid de entre los hombres libres….” y Juárez, portaestandarte de la legalidad, en el manifiesto del 29 de diciembre del 58 dado en Veracruz, excitaba a la nación aconsejándole: “Redoblar nuestros esfuerzos para restablecer el imperio de la legalidad, única garantía de una paz duradera en nuestro país, único valladar que se puede oponer a las ambiciones bastardas de los que han fundado sus bienes en el abuso y elegido la escala de los motines, para ascender a los altos puestos de la República. Fuera de la constitución que la nación a dado el voto libre y espontáneo de sus representantes, todo es desorden. Cualquier plan que se adopte, cualquier promesa que se haga saliéndose de la ley 42 fundamental nos conducirá indefectiblemente a la anarquía y a la perdida de la patria, sea cuales fuera los antecedentes y la posición de los hombres que la ofrezcan.” Y en esta ocasión declaraba: “La voluntad general expresada en la Constitución y en las leyes que la nación se ha dado por medio de sus legítimos representantes es la única regla a la que deben sujetarse los mexicanos para labrar su felicidad a la sombra benéfica de la paz.” Zarco en las paginas de El Siglo XIX, escribió: “Nosotros repetimos que no queremos nada ilegal, nada revolucionario, y deseamos ardientemente el orden constitucional, porque él establecerá la paz y la tranquilidad, porque en el caben todos los partidos; y porque una vez planteado, pueden hacerse las reformas a la voluntad general, a los intereses de la mayoría y no como imponga una facción, una camarilla o un usurpador.” 43 RELIGIÓN En la mente de la mayoría de los liberales, los conceptos de religión, de iglesia y de clero están bien definidos. No puede negarse que hubo espíritus exaltados que de esos conceptos hicieron uno solo, al cual aplicaron desacertados epítetos, más también hay que reconocer que muchos de ellos eran profundos creyentes, que se percataban de la alta y noble finalidad de la religión y de la no menos elevada misión de la Iglesia, ocupada durante mucho tiempo en transitorios intereses, y sus ministros. Por ello trataba que la iglesia ocupada durante mucho tiempo en transitorios intereses, ligada en ocasiones a causas anti populares e injustas, recuperara su nobilísima función espiritual a que por su naturaleza debía atender perfectamente. La mención que los hombres de la Reforma hacen de continuo de Dios, de la providencia y de su auxilio no era mero pretexto, como muchos aseguran, para atraer al pueblo a su causa, sin algo surgido del fondo de su conciencia, de sus convicciones y de su práctica. Por otra parte, ellos, como los héroes de la Independencia, sentían que el nombre de Dios no es monopolio de unos cuantos que se consideran privilegiados para mencionarlo, sino de toda criatura viva que reconoce en Él al Supremo Hacedor. Salvo en casos excepcionalísimos, ese concepto fue empleado por los reformistas con despreocupación. Iglesia y clero, adversarios en la lucha, si recibieron ataques bastante severos. Comonfort, en el manifiesto por el que acogió el Plan de Tacubaya, hace al final del mismo una sincera innovación religiosa al decir: “Si la providencia, que rige los destinos de los pueblos, protege las sanas intenciones de que me hallo animado, yo espero que los actos de la administración provisional justificaran más que mis palabras mi conducta, que la urgencia de las circunstancias me ha obligado a adoptar para salvar la República de su ruina y a la sociedad de su disolución.” Manuel Doblado en su manifiesto de Guanajuato, invoca a la providencia, así como Juárez en el 15 de enero de 1858, y en el de Guadalajara de 16 de marzo, en el cual considera que el cumplimiento de los deberes ciudadanos representa el cumplimiento de un deber impuesto por Dios. En ese mismo documento llega a decir en un alarde optimista: “Por lo demás, cúmplase la voluntad de Dios que bien manifiesta se halla a favor de las ideas democráticas”. Dos días después manifiesto afirmó: “La esperanza inmortal nos promete la victoria definitiva del pueblo, a despecho de unos cuantos infelices, porque Dios es el caudillo de las conquistas de la civilización”, y en el manifiesto de Veracruz del 31 de octubre exclama: “Dios salve a la República de México y haga que los corazones todos de sus hijos, vueltos a templar por la presencia del peligro, conjuren unidos la amenaza de una nueva dependencia.” Aun Ocampo al mencionar a Dios lo hizo con respeto y lo invocó en los momentos difíciles. En su discurso de Veracruz, al ocuparse de la patria en peligro reconoce la prodigalidad divina hacia México y la fe que el mexicano debe tener, unida a su propio esfuerzo, para salvara a la nación. “Todo te lo dio Dios -dijo-, y casi todos hemos sabido desaprovecharlo, calma señora el extravió febril que te consume y hazte el ánimo de entrar en la senda de la justicia, del trabajo, de la economía. Pocas posibilidades te quedan ya de salvarte, pero si Dios te ayuda y ye ayudas a ti misma, siguiendo a las guías que te dio en la razón y la conciencia, aún puedes levantarte. “ 44 Ignacio Mariscal, en un discurso pronunciado en Veracruz exclamo: “Nosotros vemos en la religión un fruto espontáneo de la conciencia, que si la libertad es un fantasma funesto, la vemos como el óleo santo que fortifica nuestras almas y confirma nuestros corazones en los grandes sentimientos, jamás como el aceite impuro con que se unge a los tiranos.” Las prácticas religiosas eran para las libertades altamente respetables y muchos de estos concurrían a ellas, máxime cuando se trataba de prácticas sacramentales. En Varios cuerpos del ejército federal existían capellanes castrenses, aun en los de González Ortega, como se comprueba con varias cartas cruzadas, entre ese jefe y Degollado, más ninguno de ellos podía admitir que so pretexto de diferencias políticas se negara a ninguno de sus hombres auxilio espiritual de los sacramentos, como sucedió en varias ocasiones. De ahí que se dictaran enérgicas disposiciones en contra de eclesiásticos que no cumplían su deber apostólico. El clero, que tuvo activa participación contra la Reforma, mereció de parte de los partidarios de ese movimiento diferentes tratamientos. No escapo a Degollado el hecho de que buena parte del clero apoyaba a los enemigos con sus bienes, y por ello en la circulación del 20 de mayo expedida en Colima, explicaba las debilidades del ejercito federal ante el de los conservadores; “Porque los recursos pecuniarios del país estaban en manos de los reaccionarios. La riqueza del alto clero y de los grandes propietarios sirve hace tiempo al sostén de los privilegiados con el proyecto envejecido de establecer un gobierno de opresión y retroceso. Seguir apelando a los medios ordinarios de extracción forzosa, al tiempo mismo en que hay que combinar planes militares, es tanto como exponer el éxito, distrayendo la atención de los jefes con la cuestión financiera que también exigía dedicación exclusiva. Cuando hay que ocuparse cada día en solicitarse para el siguiente el pan del soldado, no es posible tener calma ni sangre fría para escoger los medios para vencer a los adversarios, fuertes por su dinero, por sus sistema de temor, por la cooperación eficaz de sus pulpitos y confesionarios, y por el móvil del propio interés y de conveniencia individual.” El gobierno constitucional en Veracruz tuvo igualmente que reconocer que la mayor resistencia a la Reforma estaba apoyada “únicamente en la decidida protección del alto clero y en la fuerza de las bayonetas”. Un exaltado Juan José Baz, “botaguego lanzado por todas las revoluciones para vivir su momento efímero”, como lo califico con tanto acierto Roedor, y contra el cual chocaron los sacramentos, que Aguilar y Marocho en su celebre batalla del jueves Santo; Baz en La Bandera Roja escribió del clero: “El clero avaro, ese clero que ha puesto su corazón en la riqueza, desdeñando la pobreza que les prescribió el Evangelio y que con su ejemplo le enseño el Divino Maestro; ese clero sin fe que desconfía de Dios hasta tal punto que cree que perdiendo los tesoros no subsistirá la religión; ese clero ingrato que imagina que una nación generosa que lo enriqueció no proveerá en lo de adelante en su subsistencia; ese clero sanguinario que ha gastado el dinero de los pobres en encender y alentar guerras fraticidas para sostener sus odios privilegiados, sus riquezas y su poder, ve hoy abierto a sus pies un hondo abismo.” La libertad que Degollado dispuso se diera al obispo Espinosa y que él fundamenta con tanto tino, pese a los ataques de sus compañeros, es una demostración más de respeto que muchos de los liberales tenían hacia las personas investidas con algún carácter eclesiástico. 45 JUSTICIA SOCIAL Se ha discutido, muchas veces con pasión, si los reformistas tenían un programa social. Los ejemplos que vamos a entresacar servían en esa polémica, la cual hay que adecuar a sus justos términos teniendo en cuenta las circunstancias sociales, económicas, políticas y culturales en las que se movían. No se puede aplicar a sus juicios otro rasero que el de su propia circunstancia que limitaba sus probabilidades. De toda suerte es necesario un examen detenido de sus principales escritos y un conocimiento idóneo de las ideas imperantes en su época para poder apreciar las influencias que en el orden ideológico recibieron los hombres del 57. Manuel Doblado, en su manifiesto del 25 de diciembre, al señalar los fines de la lucha que van a emprender, que buscan la paz, la libertad y mejoras sociales, y Juárez, desde Guanajuato se refiere al hecho de que muchos de los que combatían la Constitución lo hacían porque, repugna aceptar las reformas sociales que aquel código establece para honor de México. El manifiesto de Guadalajara del 16 de Marzo, el gobierno constitucional excita al pueblo a levantarse en armas contra los conservadores pronunciados diciéndole: Levantaos y la explotación infame de los muchos para beneficio de unos cuantos quedara destruida. Santos Degollado, en quien se personifica el ideario liberal burgués de su época, hace en su proclama del 30 de marzo de 1858 un resumen claro de lo móviles económico sociales que México tenía en esa lucha: “Los pueblos en su mayor parte son favorables a la causa del orden constitucional, porque no quieren volver al estanco del tabaco, a las levas, a los sorteos, a las contribuciones sobre la luz, a las extorsiones sobre los pasaportes, licencias de armas y otras, a la supresión de la imprenta, a la exorbitación de los derechos parroquiales, a la tiranía de las alcabalas y de las leyes fiscales, ni al sistema de opresión y de violencia universal, que nunca omite ni aun modifica el partido del retroceso.” En la primera proclama afirma como un deber esencial: “Protejamos a las clases ínfimas del pueblo y a las desgraciados indígenas en cuanto tengan de justo sus reclamaciones”. El concepto de propiedad individual, tan apegado al criterio liberal, se presenta con toda nitidez en Degollado cuando dice: “Sostengamos por todas partes a los propietarios y a los padres de familia”, concepto que por entonces ya chocaba contra la justicia existente en la distribución de la propiedad y con ideas sociales más avanzadas. Juárez cuando examina la situación social del país, señala sus avances y la compara con la que guardaban otras naciones, no hace otra cosa sino reconocer que un movimiento de esta naturaleza representa un esfuerzo continuo que hay que mantener a todo trance: “Pues ¿Nacen perfectos por ventura los pueblos y los individuos? ¿Y aun lo que más han adelantado en la civilización y han procurado un cierto bienestar para determinadas clases, han llegado por viejos que sean a la perfección social? La Inglaterra tan justamente celebrada por la sabia libertad que ha sabido dar a la mayor parte de sus hijos, ¿no esta mirada hoy todavía, después de tantos siglos de civilización y creciente prosperidad, por sus millones de pobres, por sus dificultades en Irlanda y sus insurrecciones en la India?” El gobierno constitucional confirma en el manifiesto dado en Veracruz en julio 7 de 1859 el carácter de reforma social que sostenía y hace una declaración tajante en torno de la distribución del agro mexicano, distribución que va a hacer de buena fe, de acuerdo con los principios liberales que sustentaba, los cuales tuvieron en su aplicación que chocar con algunas formas tradicionales de propiedad comunal, produciendo consecuencias contrarias a 46 las que se perseguía. En este aspecto de la perspectiva de los reformistas fue vencida por una realidad que, en su afán igualitario, no supieron comprender. EDUCACIÓN Y ENSEÑANZA Una de las causas fundamentales del atraso de México radica en su falta de educación, no solo de instrucción. Los reformistas, esos hombres que deseaban el bien de la patria y hacían cuanto les fuera posible para obtenerlo, tuvieron una clara conciencia de esa falla. Buena parte del discurso de Ocampo, en Veracruz, está consagrado a analizar la carencia y defectos educativos que los mexicanos tenían. “Porque se ha descuidado nuestra educación civil -exclamaba- no somos ni justos, ni consecuentes, ni laboriosos”; “nos han educado en la adoración del yo y héchonos creer que el yo es el todo y que el prójimo es el simple medio, de alcanzar tal o cual satisfacción, tal o cual ventaja”; “aun es peor, se ha producido que en el concepto de muchísimos el no interesarse en las cosas de la patria, y esto aun cuando viven del tesoro público, sin tener como una especie de virtud….¿ Virtud del egoísmo?´ “Estamos mal educados…… ¡Por yo no se que interpretación de un pasaje bíblico tenemos por maldito el trabajo¡ El trabajo la fuente de la independencia personal, de la acumulación de la riqueza, de la prosperidad y del poderío de las naciones. El trabajo arbitro único para dominar la naturaleza por medio del arte, y de continuar y mejorar la creación… Y concluía: “Es ejecutivo, preeminente, que demos a nuestros hijos una buena educación civil, honorosa y productoras ocupaciones; que consideramos los distintos públicos; que consideramos los distintos públicos como cargo de conciencia y de temporal desempeño y no como patrimonios explotables; que por estrictas economías y justas distribuciones, gastemos menos de lo que ganamos para ir cubriendo nuestras deudas.” Y finalmente en el manifiesto de Veracruz de 7 de julio, que condensa su programa de acción, el gobierno liberal declaraba: “En materia de instrucción pública, el gobierno procurará con el mayor empeño que se aumenten los establecimientos de enseñanza primaria gratuita, y que todos ellos sean dirigidos por personas que reúnan la instrucción y moralidad que se requieren para desempeñar con acierto el cargo de perceptores de la juventud, porque tienen el convencimiento de que la instrucción es la primera base de la prosperidad de un pueblo a la vez que el medio más seguro de hacer imposible los abusos del poder.” AUTODETERMINACIÓN Y POLÍTICA INTERNACIONAL El mantenimiento de una actitud elevada y la defensa de la soberanía de la nación frente a exigencias internacionales fue una de las preocupaciones más agudas de los liberales. Atacados por los propios y presionados fuertemente por los extraños, en algún momento, para no perder todo, tuvieron que sacrificar ese principio, como es el caso de los tratados de McLane-Ocampo, más aun en ese tratado la prudencia de sus dirigentes fue tal que, en un estira y afloja con los estadounidenses, obtuvieron que el tiempo transcurriera sin que fuera aprobado ni reflejara sus consecuencias sobre la nación. Fuera de este caso explicable y que tiene su contrapartida en un tratado obtenido por los conservadores, los reformistas estuvieron preocupados por mantener el decoro nacional. Conocida es la conducta de Degollado en el caso Barrón, que abona su criterio. Nunca creyó el que las potencias extrañas debieran mediar en la vida interna del país, salvo en el caso 47 que tuvieran que interponer su influencia conciliadora en una grave disputa. Rechazaban el intervencionismo y se oponían a un tratamiento violento por parte de los poderosos. No significan otra cosa las palabras siguientes que encontramos en el manifiesto del gobierno dado en octubre en Veracruz: “La República conoce los verdaderos antecedentes que han procedido a la situación en que se encuentra respecto de España. Algunos hijos de ésta, que ya no dominadores, se creen explotadores natos de sus rentas y riqueza, han alumbrado las malas pasiones de mexicanos degradados; que insensiblemente han dado cuerpo, regimentado y fortificado las preocupaciones religiosas de muchos, las simpatías de algunos por la antigua metrópoli, los recuerdos de no pocos que aun suspiran por un rey y el desaliento de los pacatos que creen que México no puede regirse pos si mismo.” Estos conceptos en los que se reafirma el propósito de la autodeterminación, se completa con el siguiente en el que se rechaza la violencia: “¿Qué satisfacción puede darse cuando se exige en actitud hostil? ¿Entonces a los amagos de la fuerza debe contestarse con la fuerza, porque no queda otro arbitrio que salve el decoro nacional?” Y en una reflexión que apoya ese principio concluía ese documento: “El modo de ser es accesorio y aun accidental al ser, y como de que sucumbamos en la guerra con España dejaremos de ser, y no porque esta vuelva a dominarnos, sino porque nos destruiremos y dividiremos nosotros mismos, el único deber de todo mexicano que se sienta tal es combatir al enemigo común. Rechazado nos ocuparemos de arreglar por vías pacificas y legales nuestras cuestiones domesticas”, y termina: “Alerta, pueblo; Dios, que no nos desampara, nos brinda con la mejor de las oportunidades para asegurar por siempre nuestra independencia y justificar que no era una aspiración vana el pretender el titulo de nación, sin que sabéis formarla y sostenerla.” MILITARISMO Uno de los propósitos fundamentales de los reformistas, a partir de Mora, consistió en eliminar los derechos excesivos que se había arrogado el ejército, derechos que fueron cada vez mayores a partir de la independencia, hasta hacerse abusivos. Aquellos de entre los reformistas que empuñaron la espada sin pertenecer a la casta militar diéronse mejor cuenta de este estado de cosas y trataron de dar a los soldados el puesto que en realidad merecían, pero sometiéndolos a una estricta disciplina y al cumplimiento de sus deberes como guardianes de las instituciones y garantía de la paz nacional y no como una clase privilegiada, madrastra ingrata de la patria. Los esfuerzos y palabras de Degollado son en este caso clarísimos pues nadie más que él luchó por disciplinar sus tropas y someterla a la obediencia, y lo propio puede decirse de Jesús González Ortega. La declaratoria firmada por Zarco condensa el pensamiento de sus partidarios en este sentido: “ha querido sostenerse que el gobierno constitucional es el enemigo sistemático de la institución del ejército permanente, dando este nombre a las hordas un tanto disciplinadas que a las ordenes de forajidos famosos han destruido las libertades públicas y llevado a todas partes la desolación y el exterminio. El gobierno reconoce la necesidad de que haya ejército permanente, pero proclama que la fuerza armada es para el país y no el país para la fuerza armada. De aquí deduce que el ejército en cuanto a número debe limitarse a las necesidades y a los recursos de la República, y por lo demás, para darle moralidad y disciplina y hacerlo el defensor de la independencia y el apoyo de las libertades públicas, es menester no reclutarlo por medio de la leva, no admitir en el gentes perdidas, no recompensar con despachos de espionaje la denuncia y otros servicios 48 más infames todavía, no prodigar asensos a los héroes de antesala, y sobre todo dar educación, tanto en lo facultativo como en lo civil a los que han de ser jefes y oficiales. Con este fin se establecer el Colegio Militar, y solo los jóvenes que hayan hecho sus estudios con aprovechamiento, podrán seguir como oficiales la carrera de las armas. c) LA LUCHA ARMADA Los repetidos cañonazos que el 17 de diciembre de 1857 despertaron a la ciudad de México, anunciándole el pronunciamiento de la brigada Zuloaga, marca el inicio de la guerra. La capital y sus alrededores fueron los primeros campos de batalla. Los combates contra los soldados de la guarnición en Tlalpan y los habitados entre los cuarteles, iglesias y conventos -Palacio Nacional, la Ciudadela, la Santísima, San Francisco y Santo Domingo-, dominada por constitucionalistas y conservadores, son los primeros en esta larga lucha de tres años. Los estados que rechazaron el Plan de Tacubaya y decidieron mantener el orden legal se aprestaron a enfrentarse contra los pronunciados. El congreso de Jalisco propuso el 23 de diciembre la integración de un ejército coaligado que mantuviera la Constitución, defendiera el gobierno de ella emanado y batiera a sus enemigos. La formación de este ejército debiera realizarse por la contribución y contingentes que prestaran los siguientes estados: Zacatecas y Guanajuato, cada uno con mil infantes, cuatrocientos jinetes, cien artilleros, y cuatro o seis piezas de artillería, San Luis y Michoacán con ochocientos infantes, trescientos jinetes y cincuenta artilleros con tres piezas de artillería; Aguascalientes y Querétaro, con quinientos infantes, doscientos jinetes y veinticinco artilleros con dos o tres cañones y Jalisco con diez mil hombres de todas armas y catorce cañones. Cada entidad cooperara al sostenimiento del ejército federal. Los restantes estados partidarios deberían reunir otras fuerzas y todos juntos reconocer a Juárez como Presidente interino. La decisión de Manuel Doblado para actuar a favor de la Constitución reforzó los trabajos de Parrodi, a quien correspondió el difícil puesto de general en jefe del Ejercito Federal o constitucionalista. Parrodi, al frente de sus tropas que iban a engrosarse en su paso hacia la metrópoli, salió de Guadalajara el 18 de enero. Zuloaga, por su parte formó el “Ejército Restaurador de las Garantías”, que puso bajo el mando del joven general Luis González Osollo auxiliado por Miguel Miramón, de veintisiete años, así como por Francisco Díaz Casanova y Tomas Mejía, quienes dirigieron tropas veteranas y bien entrenadas y disciplinadas. Osillo se posesionó de Querétaro y Parrodi lo espero en las riveras del río La Laja entre Celaya y Apasco. Hacia el 7 de marzo las tropas de la coalición, mayores en número que las conservadoras, se enfrentaron a éstas junto a Salamanca, habiendo en el encuentro del día 10 resultado vencido el ejército federal, cuyos restos replegáronse hacia Guadalajara. El día 11 Doblado, después de proponer a Parrodi entrase en arreglos con Osillo, a lo que se negó aquel, capitulo con los conservadores en Romita, desilusionando así a sus partidarios, entre ellos Degollado que ocupaba el puesto de ministro de Gobernación en el gabinete de Juárez. El 23 Osollo recibió de Parrodi su capitulación en San Pedro Tlaquepaque, hecho que abrió a las fuerzas conservadoras las puertas de Guadalajara. Los convenios de Tlaquepaque representaron la continuación del éxodo de Juárez y sus hombres y el fin de la brillante carrera política militar de Anastasio Parrodi. Obligado Juárez a marchar hacia Colima en donde sentó las bases de acción de su gobierno y ante la desaparición de Parrodi, nombró a Santos Degollado general en jefe del Ejército Federal y ministro de la Guerra. Degollado, que carecía de preparación militar profesional y 49 que no obstante había actuado brillantemente en varias campañas militares hasta alcanzar la banda de general de brigada, tenía un extraordinario poder de organización. El Colmenero”, como lo llamaban sus soldados por su infatigable actividad, al aceptar en estas criticas circunstancias el puesto más difícil del momento, lo hizo sabedor de que el gobierno legitimo del país, a quien servía, esta dispuesto a aguantar todas las dificultades y a hacer todos los sacrificios para salvar las leyes, los derechos de los ciudadanos y el buen nombre de la República, que no puede retroceder en la senda de la civilización, y del progreso por donde se ha propuesto marchar a pesar de las rémoras que le ponen las preocupaciones y los intereses bastardos. Al agradecer días después a Ocampo su designación, afirmó que había aceptado por haberme propuesto defender a mi patria en clase de soldado del pueblo y en circunstancias de peligro……, esperando de la bondad del Presidente, me permita volver a la condición de simple ciudadano luego que se restablezca la paz o luego que se vuelva inútil mi sacrificio. Días después, en la primera proclama que como general en jefe dirigió a sus subordinados el 30 de marzo, en la brillan diversas consideraciones acerca de los conceptos de patria, de libertad y de democracia, excitó a sus compañeros de armas a sostener al gobierno legitimo depositario de las leyes, y al cumplimiento de sus compromisos como soldados con lealtad y decisión, así como no volver la espalda al peligro y pensar en la prolongación de la vida, cuando vivir en esclavitud es morir y desmerecer la estimación pública es la peor de todas las muertes. Este alto sentido del deber, su entusiasmo y abnegación llevaron a Santos Degollado a convertirse en el defensor más abnegado y eficaz de la libertad en la Guerra de los tres años. Auxiliado por Pedro Ogazón, gobernador de Jalisco, Degollado reunió y disciplinó nuevas fuerzas y atrajo a los hombres que habían escapado del desastre de Salamanca y a los que no habían querido sumarse a la capitulación de Parrodi. En tanto Degollado en el sur de Jalisco y Michoacán se reorganizaba, Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y Coahuila se acerco a San Luis Potosí amenazándolo. Miramón quien había marchado en esa dirección se encontró con los norteños liberales en Puerto de Carretas, donde fue vencido por Juan de Zuazúa, quien se posesionó de Zacatecas el 27 de abril y el 30 de junio, días después de haber muerto de tifoidea en esa ciudad -el 18 de ese mes- el general Osollo. A partir de mayo, Degollado comenzó a moverse hacia Guadalajara y la guerra se volvió cruel. L fusilamiento de oficiales conservadores en Zacatecas y siguieron el asesinato de liberales como Herrera y Cairo en Ahualulco y las continuas represalias en uno y otro partido, represalias que trato de contener Degollado con su alto espíritu humanitario. Degollado concentró sus tropas en dirección de Guadalajara y con el apoyo de los norteños al mando del licenciado Miguel Blanco se presentó ante esta ciudad, defendida por el general Casanova, a fines de mayo. El 3 de junio intimó a Casanova la rendición, la cual rechazo este manifiesto que no reconocía más gobierno legítimo que el de Zuloaga “que representaba los sagrados principios de la religión, del orden y de la libertad bien entendida”. A esto añadía: “Esto es lo que reconocen también en aquel personaje todas las clases respetables de la sociedad, con excepción de esa gavilla de facciosos que a la sombra de una mentida libertad, llevan por delante la mentira y el asesinato, con mengua de la nación mexicana y con alto descrédito de hombres horrados que, como usted están a la cabeza de ellas.” 50 La amenaza que representaban los indios de Manuel Lozada y la proximidad en que se encontraban las tropas de Miramón, que venia de San Luis, hizo a Degollado levantar el sitio de Guadalajara a partir del 21 de junio cuando ya había conseguido varias victorias y la ciudad estaba próxima a rendirse. Miramón, decidió apoderarse de los apoderarse de los jefes liberales, dedicose a perseguir a Degollado parapetado en la barranca de Atenquique, y sin haber logrado su propósito, se retiró a Guadalajara donde acrecentó sus fuerzas con la leva y sus recursos con los prestamos forzosos obtenidos de la Iglesia, cuyos tesoros artísticos fueron en esta época diezmados por obra de conservadores y de liberales. El 12 de julio de 1858 presentose en escena el general Leonardo Márquez, a quien los conservadores dieron el cargo de gobernador de Michoacán y general en jefe de la División del Poniente. A partir de ese momento y ante la muerte de Osillo, las figuras centrales de los reaccionarios van a ser Miramón y Márquez. El 21 de septiembre los liberales, comandados por Rocha y Núñez, derrotaron en Techaluta a sus enemigos y se abrieron paso hacia Guadalajara, defendida por el general José María Blancarte. Para el día 25 de octubre el ejército federal enocontrábase en Tlaquepaque y después de un penoso sitio tomo Guadalajara. Ahí trato con profundas muestras de humanismo a los vencidos. Para distraer la atención de los conservadores preocupados en diversos frentes, el general Miguel Blanco avanzo en octubre hasta Chapultepec, vecino a la ciudad de México. Miramón dirigió sus fuerzas en contra de los fronterizos liberales posesionados de San Luis Potosí y Zacatecas, como dijimos anteriormente, habiéndose encontrado Vidaurri y Miramón frente a frente en Ahualulco de Pinos, S.L.P., el 29 de octubre. El jefe norteño salio destrozado de ese encuentro, debilitándose con ello las tropas federales. Miramón alarmado con la maniobra de Blanco sobre México, dejo a Márquez a la cabeza de sus ejército y partió hacia la capital, que había desechado la amenaza de Blanco. Degollado después de la captura de Guadalajara reforzó sus tropas, reunió en su derredor a los hombres de Blanco, Arteaga y Pinzón, así como los remitidos por el gobernador de Zacatecas, general Jesús González ortega, esperó a Márquez, que había tomado Zacatecas y se encontraba el 6 de noviembre en Tepatitlán. Miramón encontró a Márquez el mes de diciembre y tomó el mando de su ejército, habiendo derrotado a las tropas de Rocha y Coronado. El 23 de diciembre dentro de las filas conservadoras provocose una división en virtud del Plan de Navidad que en Ayotla expidiera el general Echegaray en unión de Manuel Robles Pezuela, en el cual desconocía al gobierno de Zuloaga y promovía la creación de una administración provisional encargada de designar a una persona que ejercitase el poder y convocase a la nación a constituirse libremente. Este plan, al que se invito a Miramón a adherirse, fue calificado por éste como “viles aspiraciones de unos cuantos hombres que no abrigan otras ideas que sus propias conveniencias he intereses.” El año de 1859 sorprendió a los conservadores tratando de imponer sus sistemas en los territorios que ocupaban. Miramón al conocer el Plan de Navidad, partió hacia México dejando a Márquez el encargo de atender el gobierno político y militar de Jalisco. En México repuso a Zuloaga en el mando de Presidente interino y él recibió el puesto de presidente sustituto. Los constitucionalistas desde Morelia se preparaban para continuar las campañas. Reunidos en esa ciudad encontrábanse en enero Degollado, Ogazón, Vallarta, Contreras Medellín, 51 Rocha, Iniestra, Cruz Ahedo, Pinzón, Gómez Farías, Valle, Nicolás Regules, Traconis, Chessman, Menocal y García de León, siempre en torno del primero que era su defensor. En febrero Miramón fue designado Presidente, organizó su gabinete con adictos a él, y se preparo para lanzarse sobre Veracruz, sede y bastión de los liberales, hacia donde salio con un nutrido ejército y la más brillante oficialidad con que contaba. En marzo inicio el asedio de Veracruz, defendida por Ramón Iglesias, pedro Ampudia e Ignacio de la Llave, sitió que suspendió al saber que Degollado con nutridas tropas se acercaba a la ciudad de México en unión de sus jefes más prestigiados: J. Justo Álvarez, José María Arteaga, Pueblito, Zaragoza, Berriozábal, Iniestra y Pinzón. Márquez al conocer la marcha de los liberales hacia la capital, dejo Guadalajara confiada al coronel Luis Tapia y con un cuerpo regular de tropas corrió a la defensa de México, ya sitiada por el ejército federal. Junto con Márquez iban a combatir Tomás Mejía, Francisco Vélez, Quintanilla y Briguela. El 10 de abril Márquez y sus hombres salieron hacia Tacubaya a batir a los liberales, a los que derrotaron el día 11 tras heroica defensa. Cuando ya Miramón también se encontraba en la ciudad, en un despliegue inútil de crueldad que caracteriza a Márquez, éste por órdenes de Miramón, ordenó el fusilamiento de 17 personas, médicos y otros civiles que nada tenían que ver con la contienda y que auxiliaban compasivamente a los heridos. Tras atroces hechos que la República aún no olvida, dieron lugar a un escrito violento de Francisco Zarco, quien con enorme virilidad y resistiendo grandes peligros tuvo el valor de denunciarlos. En su obra llamó a esos crímenes “cacería de hombres para exterminarlos en castigo a sus simples opiniones” y conjuró con el Génesis a los verdugos: “Malditos seáis en la tierra que abrió su boca para recibir la sangre de vuestros hermanos cobardemente por vosotros”. Los extranjeros residentes en México no pudieron por su parte eximirse de condenar las ordenes de Márquez a las que calificaron de “actos atroces y inhumanos”, atrocidad sin ejemplo entre las naciones civilizadas, habiendo perdido a sus representantes en México protestase contra esos hechos en los cuales habían perecido súbditos británicos. Después del revés sufrido en Tacubaya, Degollado retirose al interior, comisionando a Ignacio Zaragoza para ir a Guanajuato; él tomó por su parte rumbo a Morelia a donde le siguió Márquez, por lo cual tuvo que abandonar esa ciudad y partir hacia Jalisco y Colima cuyas costas casi siempre estuvieron en sus manos. En mayo de 1859 Degollado designó al joven general Leandro Valle, como jefe de la segunda brigada de la División de Jalisco y apareció en Ciudad Guzmán el Boletín de la Primera División del Ejército Liberal. Ese mismo mes Degollado decidió ir a Veracruz a informar al gobierno de Juárez de la situación del país, a solicitarle armas y recursos y apoyara a Ocampo en su decisión de promulgar las Leyes de Reforma. Márquez, después de desalojar a Epitacio Huerta de Morelia, ciudad que a su salida volvió a ocupar ese jefe liberal, se dirigió a Guadalajara en donde fue recibido con solemne Te deum, se le corono y otorgo un bastón de “puño de oro cincelado, con un cerco de brillantes y un topacio en el centro”. La ciudad fue obligada a recibirle con muestras de regocijo pues “los comisarios y demás agentes de policía formarían una lista de los individuos que se hagan notable sobre ese particular, con la que se darán cuenta para las mediadas consiguientes”. 52 Para junio de 1859, comenta uno de los más verídicos seguidores de esa lucha Manuel Cambre: “Llevaba dieciocho meses la guerra civil, grandes batallas e infinitos combates se habían librado y seguían verificándose encuentros sangrientos entre liberales y conservadores sin que después de tanto batallar, resultaran probabilidades de triunfo definitivo a favor de alguno de los contendientes, que día por día depuraban sus opuestas exigencias de principios políticos. El gobierno constitucional, fuerte en Veracruz, reconocida su autoridad y sostenido por los habitantes de tres o cuatro quintas partes del territorio nacional, era dueño de los estados de la República situados al norte, de los del golfo de México y el Pacífico, excepto una porción de Jalisco, y de todos los puertos en ambos litorales, salvo el puerto de San Blas. El gobierno reaccionario, en posesión constante de tres o cuatro de las ciudades más populosas y con alternativa de otras, ubicadas en el interior, subsistía por la fuerza de las armas del antiguo y bien organizado ejército permanente, estacionado en líneas militares que partían del centro, la ciudad de México, se extendían por oriente hasta Puebla, hacia el norte hasta San Luis Potosí, y para occidente por Guadalajara, a terminar en Tepic; sus plazas las guardaban competentes guarniciones, teniendo además muy numerosas columnas, expedicionarias de ese mismo ejército siempre en movimiento, triunfante hasta entonces en la mayor parte de las grandes acciones de guerra, pero sin haber podido sostener sus conquistas. Los elementos de las fuerzas del gobierno constitucional y del gobierno reaccionario se equilibraban constantemente; la pérdida sufrida por el uno bien pronto quedaba contrabalanceada con las ventajas obtenidas por el otro, y la contienda intestina se prolongaba indefinidamente, de suerte que parecía imposible se restableciera la paz por medio de las armas. Entre tanto la nación empobrecía, todas sus fuentes de riqueza se paralizaban y cegaban, y por otra parte, a pretexto de bandería, pululaban innumerables gavillas de bandoleros viviendo de la devastación y del robo; tal era el estado del país al entrar el mes de junio.” En julio de 1858, una vez expedidas las Leyes de Reforma, y reconocido el gobierno de Juárez por los Estados Unidos. Degollado volvió al teatro de la guerra y estableció en San Luis Potosí su cuartel general. Si González Ortega se había ya perfilado en Zacatecas como caudillo disciplinado y fervoroso partidario de la Reforma, Santiago Vidaurri optó por desconocer al gobierno de Juárez y la autoridad de Degollado. Sus ambiciones separatistas obligaron a éste a destituirlo en septiembre, habiendo representado este hecho una amenaza para la cohesión del grupo liberal. Los conservadores, al igual que los liberales se encontraron a menudo sin fondos en poblaciones demasiado oprimidas, recurrieron por mano de Márquez a tomar de una conducta confiada a su cuidado seiscientos mil pesos. El enojo de Miramón por este hecho dio lugar a un extrañamiento dirigido a Márquez, en el que le ordeno devolviera esos caudales de inmediato, abriéndole además un juicio. Degollado diestro en formar de la nada ejércitos, presentó en el mes de noviembre un cuerpo armado de más de seis mil hombres y los generales José Justo Álvarez, Miguel Blanco, José María Arteaga, Santiago Tapia y Manuel Doblado, quien se había incorporado a los constitucionalistas afirmando: “Quiero servir al partido liberal, aunque se me coloque en la 53 clase del último soldado, con tal de que no se me dispute el derecho que creo tener adquirido de contarme en el número de sus más sinceros y celosos defensores.” Miramón enfrentole tropas de Vélez, Mejía, Woll y Márquez y salió de México a colocarse en el lugar de mando. Degollado antes de entrar en contacto con las tropas conservadoras propuso a Miramón una entrevista con el fin de evitar la continuación de la guerra, sin haber obtenido resultado alguno. El 13 de noviembre ambos ejércitos chocaron en la Estancia de las Vacas, Querétaro, habiendo sido derrotados los dirigentes por Degollado. Miramón actuó con clemencia con los prisioneros, conducta que el general en jefe de los liberales alabó y procuró se impusiera dentro de sus filas. Así acabó el año de 1859 para los liberales que, entreverando triunfos y reveses formaban un núcleo extraordinario de soldados como Valle, cuyas acciones en Jalisco y en Colima lo habían distinguido, y como Ignacio Zaragoza y González Ortega, que se definían como los futuros defensores de la patria amenazada. Veracruz representa para Miramón la mayor pesadilla. Tomada esa ciudad y capturado Juárez y sus amigos se pondría poner fin a la guerra, pensaba el “joven Macabeo”. Con ese fin en febrero de 1860 Salió con 7000 hombre a Veracruz, a la cual sitió a partir del 3 de marzo. En la Habana hizo armar dos naves, el “Miramón y el “Marqués de la Habana” destinada a asediar la ciudad por mar. Fuerzas navales estadounidenses detuvieron en Antón Lizardo esos buques. Fracasado el bloqueo marítimo, Miramón levanto el sitio el 21 de marzo. En tanto Veracruz era atacada, el ejército federal se rehacía en San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes, Jalisco y Sinaloa. Ogazón dominaba Jalisco y Colima; Placido Vega Sinaloa y José López Uraga San Luis Potosí. Para el mes de abril Ogazon y Vega planeaban la captura de Guadalajara y el benemérito López Uraga, con fuerzas de Carvajal, Régules y Antillón enfrentábase en Loma alta a Rómulo Díaz de la Vega, a quien venció, habiéndose mostrado con los derrotados generoso y clemente. “Al hacer prisioneros -exhortó López Uraga a sus soldados-. Tan valientes debéis ser con el bravo como magnánimos con el rendido.” En el mes de mayo Ogazón situase en San Pedro Tlaquepaque en espera de las fuerzas de Uraga. Guadalajara estaba defendida por las fuerzas de Woll. Miramón al conocer los intentos de los liberales, organizo un cuerpo militar de 6000 soldados, hizo prisionero a Zuloaga y a los militares adictos a éste, de quienes desconfiaba querían arrebatarle el poder y partió rumbo a León. Por su parte, López Uraga habíase reconcentrado en Tlaquepaque con Ogazón y el día 24 intimaba a Woll la rendición de la plaza, cuya defensa fue ardua y penosa. En el ataque López Uraga fue herido y hecho prisionero. La resistencia encontrada en Guadalajara y la proximidad de las fuerzas de Miramón obligó al ejército federal a levantar el sitio, retirándose en perfecto orden. En Zacoalco, Ogazón fue designado general en jefe de dos divisiones -del Centro y de Jalisco-, en substitución de López Uraga. Miramón entro en Guadalajara a festejar Corpus Christi y de ahí decidió regresar a México. Su partida alarmó a todos aquellos que se habían mostrado fervientes partidarios de los conservadores, los cuales abandonaron la ciudad; entre ellos iba el obispo Espinosa, quien fue hecho prisionero por los liberales. Muchos grupos pidieron que se le sometiera ajuicio y se le castigara por sus adhesiones abiertas a contrarreforma, peticiones que Degollado desoyó poniéndolo en libertad en “virtud de la política de lenidad y dulzura que adoptó desde un principio este cuartel general, y que ésta produciendo los más felices resultados en la opinión pública en el interior y en el extranjero, pues ya nadie duda que entre nosotros es 54 donde se encuentran los principios de justicia y de la humanidad de que damos fuertes pruebas.” En agosto, Ogazón, Zaragoza y Vega acordaron auxiliar a González Ortega quien había formado un compacto y disciplinado grupo de tropas, para que se enfrentaran a Miramón que por entonces estaba en el centro del país, Distrajeron para ello la atención de Seyero del Castillo, que defendía Guadalajara, simulando un ataque hacia esa plaza, y Zaragoza con la División del Centro en rápida y audaz marcha fue a reunirse con el general zacatecano en Lagos de Moreno. Miramón en León, preocupado por la fuga de su prisionero Zuloaga, hizo frente al ejército constitucionalista en las Lomas de las Ánimas, vecinas a Silao, donde fue totalmente derrotado. El ejército federal cambia de estrella. Jesús González Ortega, apoyado en la actividad y valor de Zaragoza iba, a partir de ese 10 de agosto de 1860, a obtener victoria tras victoria. La artillería liberal, convenientemente manejada, representó en esta ocasión un factor decisivo. Miramón logro en Silao escapar en medio del mayor desorden. González Ortega en un alarde de magnanimidad y benevolencia, y “en honor de la bandera de progreso y civilización que defendemos…” Y haciendo “más a favor de sus enemigos que lo que puede exigir de él el derecho de gentes y los principios de civilización”, decreto la libertad de los oficiales detenidos. Degollado procedió a los pocos días a organizar el ejército federal. Formo dos cuerpos del ejército. El del centro que puso bajo la dirección de Doblado, al que auxiliaban Antillón, Pueblito, Régules, Aranda, Huerta, Berriozábal, Ramírez y Perrusquía; y el del norte, que coloco bajo la dirección de González Ortega, quien tenía como subordinados a Alatorre, Zaragoza, Lamadrid, Castro y Gómez Llata. Miramón en la capital recibió el cargo de presidente interino, organizó su ministerio, libero a Márquez del juicio a que le había sometido, obtuvo la plata de las iglesias con la autorización del arzobispo Garza y Ballesteros y de los obispos Munguía, Madrid, Espinosa y Barajas y se dispuso a contener al ejército constitucionalista, en marcha hacia México. En Querétaro las fuerzas federales se detuvieron, dejaron en calidad de avanzada a los generales Felipe Berriozábal y Benito Quijano y marcharon hacia atrás contra Guadalajara, el único bastión conservador a sus espaldas del cual querían posesionarse para no tener que atender dos frentes. El ejército federal, aunque vencedor, en estos momentos se encontraba sin recursos. En muchas ocasiones tuvo que obtener préstamos de partidarios o exigirlos de los enemigos antes de entrar en batalla, para satisfacer los haberes de los soldados que no habían percibido durante semanas remuneración alguna. Ante estas circunstancias Manuel Doblado, que supo que una conducta de caudales procedentes de San Luis, Zacatecas y Guanajuato se hallaba en San Luis, propuso a Degollado su ocupación, tal como había hecho Márquez. Al recibir Degollado la comunicación de Doblado, él era ejemplo de honestidad y desinterés y había dado a la lucha un tono elevado y lleno de justicia, sufrió en su interior tremenda angustia que se refleja en un manifiesto en el que expuso las causas que motivaron la ocupación de los caudales. Degollado se dio cuenta de la gravedad de esa medida, de la responsabilidad que él adquiría al autorizarla, de la perdida de sus principios; pero también peso la gravedad de la situación por la que atravesaba que podía provocar la continuación de la guerra civil, mayores sacrificios y más sangre derramada. Entre estas dos razones escogió perder su prestigio, 55 sacrificándose en lo personal para salvar del desastre a los hombres a su cargo. Autorizó a Doblado apoderarse de los caudales que iban a Tampico, eximio a su subordinado de toda responsabilidad y cargó con una culpa que sus mismos partidarios habían de reprocharle después. El ejército federal llegó a León el 11 de septiembre y a Tlaquepaque el 22. González Ortega a la cabeza de ese ejército, organizo a sus tropas para atacar la ciudad e intimó a Severo del Castillo, que la defendía, su rendición. “Nuestra patria señor general -le escribió-. Nuestra desgraciada patria sufre ya demasiado. La humanidad reclama el termino de una guerra que ha causado males gravísimos y comprometido en seria reclamaciones a la nación: y como nada de esto puede ocultarse ala penetración de usted, y me supongo que esta animado de sentimientos patrióticos, me ha parecido conveniente invitarlo de una manera amistosa para que por usted mismo, o por medio de la persona que comisione, tengamos una conferencia a fin de ver si podemos evitar la efusión de sangre. Tal vez, señor general, de esa conferencia resultara la pacificación de la República.” Severo del Castillo acepto la entrevista pensando dar tiempo a que llegara algún auxilio, mas previno a González Ortega que cualquier acuerdo a que se llegara tendría que ser aprobado por el gobierno de México. Sin haber llegado a acuerdo alguno se celebro la reunión en la garita de San Pedro, en la cual Del Castillo propuso a González Ortega la reforma de la Constitución y la eliminación de Juárez de la presidencia. Después de esta reunión del día 23, el 25 se iniciaron las hostilidades. El 28 llegó a conocimiento del ejército federal el plan de pacificación que Degollado presentara. Conocido por González Ortega, Doblado, Ogazón, Huerta, Zaragoza, Valle, Aramberri y otros jefes fue desechado unánimemente no sin sorpresa de los ahí reunidos, quienes no podían concebir como del paladín del liberalismo podía emanar ese plan que echaba por tierra todas las conquistas alcanzadas, nulificando los esfuerzos y sacrificios hechos y hacia intervenir en la lucha nacional que estaba por ganarse a elementos extraños. Ese plan fue considerado por todos ellos reprobable. Las respuestas que Degollado recibió de sus amigos, acres unas, compasivas otras, le hicieron comprender que su ocaso en la escena política y militar había llegado. Separado del poder y consignado a juicio, deposito el mando supremo a González Ortega y el quedo alejado del centro de las operaciones y casi en calidad de reo. El reproche que por ese hecho recibió alcanzo también a González Ortega por sus propósitos de llegar a un advenimiento con Severo del Castillo, mas ese reproche no se traslució por aquel momento sino en diversos ataques periodísticos, como los que lanzara La Bandera Roja, quien le dijo: “La política, permitamos al señor González Ortega decírselo se hace con la cabeza y no con el corazón. Es necesario saber a tiempo sacrificar los sentimientos personales de generosidad a las necesidades de la causa pública a las necesidades de la causa pública, y si alguna vez los movimientos de la carne se revelan contra el espíritu, es necesario igualmente saber retirarse de la lucha antes de comprometer con un paso en falso la seguridad de los intereses que se tenía misión vigilar.” El Boletín de la Primera División del Ejército Liberal lanzó también severos ataques a González Ortega. Juárez conservo en su fuero interno una oculta desconfianza hacia el nuevo general en jefe de sus ejércitos. La batalla por la captura de Guadalajara fue heroica. Defensores y sitiados dieron muestra de valor y de sacrificio. La metralla, el hambre y la enfermedad, afligieron por igual a ambos combatientes. A principios de octubre González Ortega Cayó enfermo. Ignacio Zaragoza, uno de los más ameritados y pudorosos militares le sustituyo en el mando, y Ogazón quedo 56 como segundo jefe. Como González Ortega continuara a causa de sus males fuera de servicio, el 17 de octubre una junta de guerra confirmó a Zaragoza por su osadía y capacidad militar, en el puesto de jefe de operaciones. Valle quien dio muestras continuas de arrojo y valor, fue nombrado cuartel maestre y el sitio de la ciudad prosiguió. Márquez con un cuerpo escogido de tropas encaminose hacia Jalisco. El 29 de octubre los liberales intentaron el asalto final de la plaza y el 30 los sitiados solicitaron un armisticio que les fue concedido. González Ortega seriamente enfermo fue llevado a Teúl para restablecerse. Las tropas liberales salieron a batir a Márquez quien en Zapotlanejo pidió a Zaragoza un armisticio que éste rehusó diciéndole a sus comisionados: “Nada quiero ni nada tengo que ver con el asesino de Tacubaya. Si el cuerpo del ejército se rinde a discreción, concederé a sus oficiales la garantía de vida, pero a Márquez lo más que puedo hacer con él es mandarlo al gobierno para que lo juzgue.” El 1 de noviembre las fuerzas de Márquez fueron derrotadas. Con varios de sus oficiales, Márquez logró huir. Una vez desaparecido el peligro que representaba Márquez, los constitucionalistas dirigiéronse a Guadalajara. Los conservadores que esperaban de Márquez la salvación, se dieron a la fuga y otros se unieron a las fuerzas federales. Zaragoza el día 4 comunicaba al pueblo de México, en una proclama inflamada de patriotismo y grandilocuente, la derrota de la reacción y prometíale para una fecha próxima la caída de la capital. Después de la toma de Guadalajara el ejército liberal compuesto de 30 000 soldados, 180 cañones y morteros de gran calibre comenzose a mover a mediados de noviembre sobre la capital. González Ortega restablecido, retorno de Teúl a Guadalajara el 25 de noviembre, cuando el ejército liberal al mando de Zaragoza y Leandro Valle encaminábanse en dirección de México. El 4 de diciembre González Ortega tomó el mando de su ejército. Delante del mismo marchaba Berriozábal, quien conducía a Degollado y a su leal e inseparable compañero Valentín Gómez Farías. En Toluca por imprevisiones de Berriozábal, fueron capturados por fuerzas de Miramón y conducidos a México. Miramón que había formado con toda rapidez y ante la gravedad de la situación un nuevo contingente auxiliándose con los fondos ingleses de la representación, de los cuales se apodero por la fuerza, salió el 19 hacia Cuautitlán, en tanto que los liberales entraron en Arroyo Zarco. El día 21 avistáronse los dos ejércitos. González Ortega, firmemente auxiliado por Zaragoza, Valle, Álvarez y otros jefes, reconoció el terreno, trazo el plan de ataque, formó en las lomas de San Miguel Capulalpan a sus fuerzas y espero a los soldados de Miramón, que se situaron en línea paralela. La mañana del sábado 22 de diciembre de 1860 marcó la señal de ataque, tras la cual ambos ejércitos chocaron, maniobraron y rompieron el fuego en toda la línea. Álvarez, Zaragoza y Régules se batieron en denuedo. Aramberri avanzo con valor, Alatorre, Antillón y Valle rodearon al enemigo y solo un hombre Mena flaqueó en la batalla y expuso a sus compañeros en la derrota. González Ortega siempre vigilante, al advertirlo se adelantó, organizo la columna que cedía y a la cabeza de las divisiones Zacatecas y Guanajuato, a paso veloz y con el arma empuñada, sorprendió al enemigo por la retaguardia le arrollo y venció. Cuatro mil prisioneros fueron tomados con sus víveres y pertrechos de guerra, Miramón, Vélez, Negrete, Ayestarán, Cobos y otros oficiales reaccionarios huyeron confundidos. González Ortega concluida la batalla, comunico su triunfo al Ministerio de la Guerra en una parte lacónico, preciso, en donde nada falta, y pidió a Juárez su vuelta a la capital. El 25 de 57 ese mes González Ortega arribó a la ciudad de México y el 1 de enero de 1861 el ejército liberal hizo su entrada a la capital, que se volcó en vítores y a alabanzas para los liberales. González Ortega fue recibido triunfalmente y sin egoísmos compartió el triunfo con Zaragoza, Valle y Berriozábal y también con degollado y Ocampo, Mata y Llave que le esperaban con ansia en México. El 10 de enero, el gobierno constitucional, instalado en la capital, lanzó por orden del presidente Benito Juárez una proclama en la que dio cuenta del triunfo de las armas liberales, felicito a los “guerreros del pueblo y sus insignes jefes” y en un tono emocionado y profundo proclamó “ante la faz del mundo el orgullo que me cabe de tener por patria un pueblo tan grande en el primer siglo de los pueblos”. “En adelante -advirtió el patricio en su misma proclama- no será posible mirar con desdén a la República Mexicana, porque tampoco será posible que haya muchos pueblos superiores a ella, ni en amor y decisión por la libertad, ni en el desenvolvimiento de sus hermosos principios, ni en la realización de la confraternidad con los hombre de todos los pueblos y de todos los cultos”. Obtenido el triunfo la lucha continuó. Gavillas reaccionarias merodeaban en el ancho territorio nacional. Anhelantes de venganza y heridas en su orgullo, traicionaron la palabra empeñada y derramaron sangre de hermanos durante mucho tiempo. En emboscadas cayeron uno a uno Ocampo, Degollado, Valle y otros jefes más. Incapaces de un duelo franco y abierto, promovieron al poco tiempo la intervención extraña que volvió a sembrar de abuses y metralla los campos mexicanos. Los soldados de la República estaban para entonces bien fogueados en la guerra y pudieron en penosos y dolorosos años resistir el empuje de las milicias europeas. EL GOBIERNO DE JUÁREZ 1861-1872. La derrota de los ejércitos conservadores y la entrada triunfal de Jesús González Ortega, y posteriormente de Juárez y sus ministros a la capital, significó el triunfo de la República Liberal. Juárez comprendió que era necesario volver al orden constitucional, roto por el golpe de Estado de Tacubaya y proseguir la labor reformista para hacerla una realidad. Convocó a elecciones para integrar el Congreso y elegir a las personar que deberían ocupar la Presidencia. Realizadas ambas elecciones, el nuevo congreso, integrado en su mayoría por reformistas jóvenes fue instalado el 9 de mayo. El pueblo que veía en Juárez, mejor que en ninguno de sus ministros Miguel Lerdo de Tejada o Melchor Ocampo, al paladín de la Reforma, al símbolo corporeizado de la patria, que advertía que tras una mascara de impasibilidad se escondía un alma de temple nada común, capaz de todo sacrificio y de toda prueba, como lo demostraría en los años venideros, le ungió con el voto y Juárez tomó posesión como presidente electo el 15 de junio. El discurso que pronunció el mes de mayo ante el Congreso reafirmó su fe ante la causa reformista que él sentía llegaba a su culminación. Así decía: “Al desencadenarse la guerra con todas sus calamidades en toda la extensión de la República, causó males profundos, hondas heridas que aún no pueden cicatrizarse. Pero en el mismo ardor de la contienda, el pueblo sintió la imperiosa necesidad de no limitarse a defender sus legitimas instituciones, sino de mejorarlas, de conquistar nuevos principios de libertad, para que el día que fueran vencidos sus enemigos no volviese al punto de partida de 1857, sin que hubiere dado grandes pasos en la senda del progreso y afianzado radicales 58 reformas que hicieran imposible el derrumbe de sus instituciones. El gobierno comprendió que era su deber ponerse al frente de ese sentimiento nacional y desplegar una bandera que significase a un tiempo la extirpación de los abusos del pasado y la esperanza de extirpar los del porvenir. De aquí nacieron las Leyes de Reforma, la nacionalización de los bienes de manos muertas, la libertad de cultos, la independencia absoluta de la potestad civil y espiritual, la secularización, por decirlo así, de la sociedad cuya marcha estaba determinada por una bastarda alianza en que se profanaba el nombre de Dios y se ultrajaba la dignidad humana.” Efectivamente. Juárez trató de aplicar las disposiciones reformistas, tanto las dadas en 18551856, como era la Ley Lafragua, la Ley Lerdo, La Ley Iglesias y los decretos del constituyente que suprimieron la coacción civil sobre los votos religiosos y el que suprimió a la Compañía de Jesús, la Constitución de 1857, y aquellas otras expedidas por el gobierno liberal en Veracruz: La ley de Nacionalización de los Bienes del Clero Secular y Regular del 12 de julio de 1859; la Ley del Registro Civil del 28 de julio de ese mismo año así como también otras promulgadas una vez que el gobierno liberal se instauró en la capital de la república, como fueron las Leyes sobre la Libertad de Cultos de 4 de diciembre de 1860 y la Ley de secularización de Hospitales y Establecimientos de Beneficencia de 2 de febrero de 1861. Sin pensar en detenerse, pues esas cuantas mencionadas no son sino parte de las 174 leyes reformistas que de 1855 a 1872, año del fallecimiento del presidente Juárez se dieron, éste trato de realizar sin tregua ni descanso el ideario que el y sus compañeros, Ocampo, Miguel y Sebastián Lerdo de Tejada, Iglesias, Ruiz y Degollado habían madurado en medio de combates destierros y persecuciones. A base de un gabinete integrado por aquellos liberales que más se habían distinguido en los pasados años, como era Francisco Zarco en Relaciones y Gobernación; Guillermo Prieto en Hacienda; Ignacio Ramírez en Justicia e Instrucción Pública; Jesús González Ortega en Guerra, Juárez se enfrento a la dura realidad que la República presentaba. En efecto el panorama nacional no era nada apacible. Desde el ángulo político y militar la situación era confusa. Los grupos conservadores, rehechos después de Capulalpan, bajo el mano nominal de Félix Zuloaga que ostentaba el cargo de Presidente y encabezada por los generales Márquez, Mejía, Vicario, Cobos, Vélez, Gálvez, Chacón y Lozada asechaban al gobierno constitucionalista en el centro, en el sur y en el occidente y amenazaban aun la capital. Tropas bien fogueadas, al mano de González Ortega y Porfirio Díaz, vencieron a importantes fuerzas de Márquez en Jalatlaco; otras, dirigidas por Nicolás Régules derrotaron gruesos contingentes reaccionarios en Cuautla y Santiago Tapia triunfó de sus enemigos en Pachuca. Lozada fue vencido en tres ocasiones y alejado. Gavillas de asaltantes contribuían a sembrar la inquietud de todas partes, y los secuestros, el asalto a las poblaciones, haciendas o ranchos indefensos menudeaban inquietando los ánimos. Las venganzas entre los grupos rivales aumentaban el odio y las desconfianzas por doquier. La sed de venganza y el odio de las facciones provocaron una serie de represalias que diezmaron las filas más selectas del grupo liberal. Melchor Ocampo, quien había dejado el ministerio para consagrarse en su finca agrícola Pomoca, cual nuevo Cincinato, a las labores del campo y el estudio, fue sorprendido por Lindoro Casigas y entregado a las fuerzas de Márquez, quien ordeno fusilarlo cerca de Tepeji del Río el 3 de junio de 1861. La muerte de 59 Ocampo guía espiritual de la Reforma, indignó a la nación entera, y la llenó de luto. Dispuestos a vengar la muerte de su compañero y maestro en un rasgo de heroica devoción y justa ira, Santos degollado el héroe de las derrotas, caballero intachable, de rectitud y temple excepcional, salió a combatir a las tropas reaccionarias. Cerca de la ciudad de México, en los llanos de Salazar fue muerto el 15 de junio y días después (23 de junio) en el Valle de Monte de las Cruces, el joven Leandro Valle también perdía la vida por la misma causa. La oposición que el clero realizo en contra de las leyes reformistas caldeó los espíritus, y a través de clubes revolucionarios se pidió su enjuiciamiento y con digno castigo, lo cual hubiera provocado, de haberse ejecutado, una mayor agitación. Para evitarla, tranquilizar los ánimos y esperar que la normalidad se restableciera, el gobierno decidió y esa fue la opinión de Ocampo, de Zarco y de Juárez, alejar del país a los dignatarios eclesiásticos, empezando por el delegado apostólico Clementi, el arzobispo Garza y los obispos Munguía, Espinosa, Barajas y Madrid. Solidarizándose con sus compañeros en el destierro el obispo de Linares, señor Vera. Esta medida y la orden de pasar por las armas a los jefes conservadores que se aprehendieron, provocó una crisis ministerial el 21 de enero. El gobierno tuvo que tomar mediadas enérgicas y pedir su retiro en el mes de enero de 1861 de los embajadores de España, Ecuador y Guatemala, Joaquín Francisco Pacheco, Pastor y Barrio, respectivamente, que habían tenido amplias consideraciones son el gobierno conservador. Si graves eran esos problemas, más graves por inmediato y apremiante era el estado económico de la República. Prieto al frente del Ministerio de Hacienda trato de encontrar una solución a la bancarrota a que se enfrentaba el gobierno, pues frente a los egresos reales que implicaba el sostenimiento del ejército y de la administración, no había ingreso alguno que se pudiera utilizar, pues los internos procedentes de los Estados, con el pretexto de vivir bajo un régimen federal no llegaban al centro, y los que producían las mercaderías procedentes del exterior estaban ya en las aduanas del golfo de México y del Pacífico comprometidos a agiotistas o al pago de deudas contraídas con diversas potencias. Un expediente favorable tuvo el gobierno en sus manos, aprovechar los productos de la venta de los bienes eclesiásticos desamortizados y nacionalizados, calculados en más de veinticinco millones, pero los cuales no produjeron sino escaso dinero que no bastó a satisfacer las exigencias del presupuesto siempre en déficit. El propósito de Prieto al reorganizar el ministerio y establecer una economía de ahorro, al refundir los reglamentos de desamortización y nacionalización bajo la idea de que los bienes de la Iglesia habrían sido fundamentalmente y siempre de la nación y a ella volvían para que los utilizara en lo que fuese necesario, no se pudo cumplir. En sus afanes le sucedió Mata, quien tampoco logró estabilizar la hacienda pública. A más de tener que enfrentarse el gobierno liberal a esos difíciles problemas internos, uno más grave, de naturaleza exterior pero también económico, agravaba la situación; era el provocado por la expedición de la ley del 17 de julio de 1861, que señalaba que “todo el producto liquido de las rentas federales recaudadoras fuera percibido por el gobierno de la unión; que quedaran suspendidos por el termino de dos años todos los pagos, incluso el de las asignaciones destinadas para la deuda contraída con Londres y para las convenciones extranjeras.” Esta suspensión en el pago de la deuda exterior, necesaria para hacer frente a 60 los problemas internos, provocó entre las potencias acreedoras, un fuerte disgusto, y en la prensa numerosas críticas. Juárez advirtió la gravedad de esa medida que tendía a reparar la efectividad de su gobierno e imponer el orden al escribir: “Hemos recurrido a la suspensión de la deuda exterior, hemos impuesto prestamos forzosos y hasta hemos aprisionado a muchos de nuestros propietarios para obligarlos a la exhibición de las cuotas que se les han señalado, y aunque estas medidas violentas nos han dado de que sistematice la persecución del enemigo, no podíamos seguir manteniendo nuestras fuerzas usando de los medios violentos de la fuerza, y no podíamos suspender la guerra sin entregar la sociedad al robo y al saqueo y a una disolución completa. Noe hemos visto en la situación triste pero inevitable, de suspender todos nuestros pagos, incluso los de las convenciones y de la deuda contraída en Londres. Mientras hemos podido hacer frente a nuestros gastos, aún durante la lucha de tres años, nos hemos abstenido de recurrir a este medio; pero hoy nos es imposible vivir. Salvar a la sociedad y reorganizar nuestra hacienda para poder satisfacer más adelante nuestros compromisos con la debida religiosidad es el objeto que nos ha guiado a decretar la suspensión”. La deuda exterior que México tenía hasta 1861 era una deuda que se había originado desde 1823, al adquirir México un empréstito con la casa Barclay, Herring, Richardson y Co., por dieciséis millones cada uno, de los cuales tan solo se recibió pequeña parte. Esos treinta y dos millones habían causado intereses por 19 208 250 pesos. Otros créditos más, algunos como el saldo de los fondos por Degollado en Laguna seca y los tomados por Miramón y Márquez en México, se sumaban a esas cantidades dando un total de 69 994 544 con Inglaterra. A Francia se le endeudaban 1 374 928.63, resultado de una convención de julio de 1853 y de la cual solo restaba pagarle en julio de 1861 190 854.03. A esa cantidad se añade 1 491 328.39 que a cuenta de 15 millones de pesos había prestado la casa Jecker a la administración de Miramón, reteniendo Jecker los bonos correspondientes. En realidad la deuda con Francia ascendía tan sólo a 2 999 000 pesos, a pesar de lo cual dicho país reclamaba de sus ministros Saligny, primero 75 millones de francos y más tarde solo 50. Esta deuda, que representaba tal cual era reclamada era un autentico atraco, era exigida al gobierno mexicano por presión del duque de Morny, amigo de Jecker y hermano de Napoleón III. La deuda con España ascendía a 9 460 986.29. El total de la deuda exterior era, de acuerdo con los cómputos del hacendista Manuel Payno, de 82 325 447.29. Pero si el gobierno de Juárez se mostraba en la mejor disposición de reiniciar los pagos tan pronto se estabilizase la situación interior, los gobiernos acreedores, instigados muchas veces por nefastos representantes como Dubois de Saligny, Mathew y Wyke y también Pacheco, no estaban ya dispuestos a esperar más. Por otra parte, ese aspecto de la deuda exterior se había complicado con el desarrollo de una política internacional agresiva por parte de varias potencias. 61 LA INTERVENCIÓN TRIPARTITA INTERNACIONAL La deuda exterior mexicana, que no era tan grande y que además siempre represento un pretexto de los países acreedores para exigir de México franquicias y derechos excepcionales, pudo haber esperado varios años más a su cobro si no hubiera ocurrido una doble circunstancia de carácter internacional que radicalizó las posiciones y determinó la intervención europea. La primera de está constituida por la expansión imperialista de Estados Unidos, que desde la época de Jefferson había a empezado a evidenciarse y que tuvo como epígonos principales a Polk, Buchanan, Roosevelt y Wilson, sostenedores tanto de la teoría del “destino manifiesto” (América para los Americanos) como de la “política del Garrote”. En efecto, Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX se había desarrollado territorial, demográfica y económicamente en forma extraordinaria. Su extensión territorial se había ampliado, pues con la anexión de las tierras quitadas a México por la guerra de 1847, a las 1 777 000 millas cuadradas que se comprendía en 1793 y 1803, se añadieron 1200 000. Su población que en los días de Washington era de 4 000 000, había crecido a más de 23 000 000, según el censo de 1850. Las líneas férreas que se dirigían al oeste, al norte y al sur, sumaban cerca de 25 000 millas. La marina mercante navega va ya por todos los mares del mundo y en 1853 sobrepasaba en 15 por ciento en tonelaje a la Gran Bretaña. Solo California producía a media centuria, debido a la explotación aurífera que atrajo abundante población a la Costa del Pacífico, más de 50 000 000 de dólares en oro al año. La agricultura era de una prosperidad increíble; el trigo se recogía por cientos de millones de fanegas y el enorme excedente que tenía se lo disputaban varios países europeos. El algodón producido en el sur valía por cosecha anual más de 100 000 000 de dólares, la mitad del cual era exportado para la industria textil inglesa y francesa. Se calculaba la riqueza nacional en más de 7 000 000 000 de dólares, los cuales se acumulaban anualmente. Estos hechos habían producido un optimismo exagerado y un sentimiento expansioncita que se manifestó en múltiples ocasiones. A partir de 1835 México comenzó a ser victima de la política imperial, al iniciar la guerra con Texas que desembocaría en la guerra de 1847 y los oprobiosos tratados de Guadalupe Hidalgo de 1848 por los que perdimos la mitad del territorio. En los mismos días de ese hombre tan notable que fue Jefferson, los expansionistas norteamericanos pidieron a España les vendiera Cuba, proposición que más tarde reiteró Polk ofreciendo por ella 100 000 000 de dólares, propuesta que España consideró insultante. Sin embargo los sureños siguieron pensando en anexarse Cuba y organizaron expediciones de filibusteros con este fin. Más afrentosas fueron las condiciones a que se trató de someter a España en 1854 por el ministro de Estados Unidos en Madrid, el esclavista Pierre Soulé, quien en el manifiesto de Ostende avalado con la firma de Buchanan y de Mason, a la sazón ministros de Inglaterra y Francia, amenazaba al gobierno español diciéndole que si “movido solo por el orgullo y por un falso sentimiento de honor” rehusaba vender Cuba, Estados Unidos estaría “justificado por la ley divina y humana” en arrebatarle la isla a la fuerza. Fueron tan violentas como excesivas las pretensiones de Soulé que el secretario de Estado desautorizó el manifiesto y lo destituyó. Sin embargo, Estados Unidos estaba dispuesto a toda costa a ampliar no sólo su ámbito territorial sino los limites defensivos que este requería. Las patrioteras exclamaciones de que Estados Unidos debería dominar todo el continente desde Alaska hasta el Cabo de Hornos, 62 así como las pretenciosas afirmaciones de algunos funcionarios de que “los dominios de la casa de Habsburgo eran como un mal parche sobre la faz de la tierra” en comparación con el poderío norteamericano, estaban en alguna manera apoyadas por una política expansionista. Esa política se manifestaría en forma descarada varias décadas más tarde, una vez que Estados Unidos superó la crisis que planteo la guerra de Secesión. Efectivamente, poco tiempo después ampliaron sus fronteras defensivas anexionándose Hawai, Filipinas y otras islas más en el Pacífico, despojando al imperio español de sus últimas posesiones en ese mar y arrebatándole no solo Cuba, sino también Puerto Rico. Esta política explica también por qué el gobierno liberal fue presionado para celebrar tratados con Estados Unidos concediéndole libre paso por el territorio y otras concesiones muy gravosas, como se estipula en los tratados de McLane-Ocampo, y cómo en el año de 1859 el presidente Buchanan solicitaba al Congreso expidiera una ley que le autorizara para emplear la fuerza armada con el fin de asegurar que México cumpliera sus obligaciones de indemnización y garantizara las personas e intereses de los ciudadanos de su país en México. Esta actitud, que tendía a establecer la supremacía estadounidense en América, tuvo que ser vista con disgusto y desconfianza por las potencias europeas, que se veían desplazados de toda clase de beneficios e influencias que el Nuevo Mundo les deparara, lo cual constituye la otra circunstancia que mencionamos. Desde la guerra con Texas, tanto Francia como Inglaterra, pensaron en la creación de una gran nación independiente entre México y Estados Unidos para que contuviera los avances de esa República hacia el sur. Su intervención ineficaz en ese caso, revivió veinticinco años más tarde con otro sentido. Pero si España, en medio de terribles convulsiones políticas y económicas era incapaz de oponerse a la potencia que trataba de despojarla de sus últimas pertenencias, Inglaterra también podía en ese momento enfrentarse en forma decisiva a sus viejas colonias, preocupada como estaba por fortalecer su influencia en Europa y consolidar su imperio en el Oriente. A mediados del siglo pasado Francia constituía una pujante y avasalladora monarquía, gobernada por un sobrino de Napoleón Bonaparte, Luis Napoleón, hijo de la reina Hortensia, que gobernaba bajo el titulo de Napoleón III. Inteligente, preparado, educado en los más sobresalientes medios cortesanos en los cuales la intriga sobrepasaba una política más racional y lógica. Napoleón III, casado con Eugenia de Montijo, mujer temperamental, extremadamente católica y conservadora, al adoptar el titulo imperial trató de exaltar a su país al grado de poder y esplendor que su tío le había dado. Conducida su política exterior por ministros hábiles y expertos en los problemas diplomáticos, Francia ansiaba convertirse no solo en un enorme imperio que superara el establecido por el Gran Corzo, imperio que dirigiera los destinos europeos y por ende los mundiales. Francia postulaba los ideales de la revolución y deseba la constitución de un bloque o conjunto de naciones con igualdad de historia, tradición, lengua y religión y apoyaba la configuración de un grupo de naciones latinas, Francia, Italia y España-, que tuvieran una finalidad, la de hacer privar los valores que por vocación y destino tenían, para oponerse a la hegemonía de otros grupos -los sajones, los germanos y aun los eslavos- postulaban a su vez. Pero es indudable que Francia también veía la oportunidad de fortalecerse política y económicamente aprovechando en Europa no sólo su posición rectora, sino obteniendo en otras latitudes vastas posesiones territoriales, amplios beneficios económicos y una influencia considerable. 63 En efecto, Francia, al igual que Inglaterra y Rusia más tarde, quiso ejercer influencia y obtener beneficios del Oriente. A partir de 1842-1843, Francia logró arrancar de China un tratado mediante el cual obtendría para la navegación y el comercio francés las mismas ventajas que Inglaterra, ventajas que se ceñirían a un tratado de comercio que Francia preparaba. Más tarde, a partir de 1859, pero con mayor precisión de 1861-1863, Francia decidió poner en Indochina las bases de un imperio asiático semejante al que había establecido Inglaterra y Rusia. En África, concretamente en Argelia, la posición de Francia era completamente imperial. Francia requería ejercer su influencia y obtener beneficios de las antiguas colonias españolas, pero también necesitaba el algodón que su industria textil consumía y que se recogía en territorios sureños de la Unión Americana, producción que peligraba con motivo del conflicto entre los estados esclavistas del sur y los abolicionistas del norte. Además de ello ambicionaba, movida por los intereses de Jecker y Morny, asegurarse la riqueza aurífera de México, principalmente en Sonora y California, zonas vecinas a los ricos placeres descubiertos en la Alta California. Un fraccionamiento total de Sonora habían ideado como base de sus especulaciones, que contaban con el favor imperial. Por todo ello era necesario lograr que en México se consolidase la paz y la tranquilidad mediante un gobierno fuerte que protegiera su estabilidad política y económica. Francia por sí sola, y también otros estados europeos, España e Inglaterra, habían pensado repetidas veces en apoyar el establecimiento de gobiernos monárquicos constitucionales en América que dieran fin a las inquietudes y ambiciones del poder. En varias ocasiones, desde 1823 alentada por Chateaubriand y luego en 1827,1846, 1853, 1856, 1858 y 1859 se pensó en construir en México una monarquía. En 1855 Francia e Inglaterra estuvieron acordes en la creación de un reino en México con el duque de Aumale como monarca. Dos años más tarde España se unió a esa idea. Estas intenciones fueron convirtiéndose en una realidad debido a una larga y machacona insistencia de grupos de recalcitrantes conservadores mexicanos, desesperados algunos por la permanente anarquía reinante, otros deslumbrados por el esplendor de los reinos europeos, cuya paz y estabilidad les fascinaba, y otros más deseosos de recobrar viejas posiciones y beneficiar sus particulares intereses; ellos pidieron a diversas cortes europeas el envío de un miembro de esa casa reinante, para que impusiera la paz en México. Muchas casas reales fueron sugeridas para instituir una rama de su dinastía en México. Hay que mencionar que ya en los años del gobierno de Santa Anna, éste había encomendado a José María Gutiérrez de Estrada hombre probo y desinteresado pero irredento monarquista, hacer gestiones entre las familias reinantes del Viejo Mundo en ese sentido Gutiérrez de Estrada trabajo largos años en los medios palaciegos para obtener simpatía y acogida a sus anhelos. Más tarde se le unieron José Manuel Hidalgo hombre ducho en la intriga diplomática, menos recto que Gutiérrez de Estrada, quien había logrado ser escuchado y atendido por la mente soñadora de la emperatriz Eugenia. Juan Nepomuceno Almonte, hijo natural de Morelos, hombre de inteligencia nada común, que había prestado notable servicio a México, que había militado en las filas de liberales exaltados pero que se sentía frustrado y amargado y gozaba aún de influencia en México, fue el alma de la intriga monárquica en este periodo, apoyado por el obispo Labastida, el padre Francisco Miranda y un grupo considerable de conservadores a ultranza. 64 A este grupo de expatriados no pudo escapar que el gobierno de Napoleón III era el único que podía apoyar sus anhelos. El poderío y el respeto que el segundo Imperio Francés había adquirido, les aseguraba que de contar con el asentimiento de Napoleón III sus proyectos triunfarían. ¿Acaso no era éste el defensor de la Iglesia, y Francia la hija preferida de ella? ¿No había apoyado el emperador el establecimiento de misiones en Oriente y en otras regiones mediante el envío de fuerzas armadas? ¿No había defendido el poderío temporal del pontífice aun en contra de los intereses de la unidad Italiana? Por estas razones, este grupo que entre otros argumentos afirmaba que en México se perseguía a la iglesia y se le arrebataban los bienes que la piedad del pueblo le había otorgado, tuvo que ampararse en la paternal tutela del cristianismo monarca. Napoleón III que tras estas razones religiosas y espirituales tenía más concretos y materiales intereses, vio con simpatía la proposición de los monarquistas mexicanos que podían encubrir sus designios y se apresto a apoyarlos. El candidato que en ese momento agrado a todos fue el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, hermano menor del emperador Francisco José; él había gobernado la Lombardía y el Veneto con acierto, significándose por sus “ideas de progreso y tendencias”, lo que le había acarreado notables simpatías. Napoleón que deseaba recuperar la amistad austriaca deteriorada por su política italiana favoreció la idea, hizo que los monarquistas sondearan la opinión del archiduque, la cual fue positiva, pero condicionada a contar con el voto de la mayoría del pueblo mexicano, la aprobación de su hermano Francisco José y de su suegro el rey Leopoldo de Bélgica y que Francia lo apoyase con su ejercito y su marina para consolidar el trono. Tal era el panorama político internacional existente al suspender el gobierno del presidente Juárez el 17 de julio de 1861 el pago de la deuda exterior. a) LA CONVENCIÓN DE LONDRES Conociendo la potencias acreedoras la imposibilidad en que estaba el gobierno federal para cubrir sus adeudos, Inglaterra y Francia convinieron a principios de 1861 en presionar a la administración juarista, mediante el envió de una flota que ocupara las aduanas marítimas para asegurar el pago de sus reclamaciones. Ante esos hechos las potencias decidieron celebrar en Londres una convención que precisara el sentido y propósito de su intervención. Dicha convención, que recoge más las ideas de lord Russell que las de sus colegas franceses y español, fue firmada en Londres el 31 de octubre de 1861. Como, pese a la convención, las potencias signatarias tenían ambiciones y finalidades diversas, la unidad de acción no prosperó y cada uno obró de acuerdo con sus particulares intereses. Efectivamente las instrucciones de los comisionados fueron diversas, el monto de sus efectivos militares y la fecha de arribo a las costas de México diferentes y su actuación distinta. Las fuerzas españolas fueron dirigidas al principio por Gasset y Mercader y después por el general Juan Prim, conde de Reus, liberal de gran experiencia; el había actuado como gobernador de Puerto Rico, estaba casado con una dama mexicana sobrina del secretario de hacienda juarista, González Echeverría, y ejercía gran influencia en la política española. Las tropas españolas llegaron a Antón Lizardo el 8 de diciembre de 1861 en número de 6 200 hombres y tomaron el 15 de ese mes el castillo de San Juan de Ulúa y la ciudad de Veracruz. Los ingleses, 800 hombres al mando del comodoro Huigh Dulop y de sir Charles Wyke, quien 65 era el comisionado, fondearon entre el 6 y el 8 de enero de 1862 al igual que tres mil franceses dirigidos por el contralmirante E. Jurien de la Graviere, que tenía como comisionado al nefasto conde Dubois de Saligny. Las fuerzas francesas fueron reforzadas poco después por más de 4 000 hombres. Como el primer efectivo español llegados a Veracruz al mando del comandante Manuel Gasset y Mercader emprendieron operaciones contra guerrillas mexicanas, los dirigentes británicos protestaron reafirmando su posición de que “las fuerzas aleadas de ninguna manera podían ser empleadas en privar a los mexicanos de su derecho incontestable para escoger la forma de gobierno que más le convenga”. Para el 10 de enero, una vez en México Prim y los restantes comisionados, todos de acuerdo redactaron una proclama inspirada por Prim y con la que estuvo conforme Wyke; en ella señalaban al pueblo mexicano que la causa de su presencia en nuestro territorio se debía a “la fe de los tratados quebrantada por diversos gobiernos que se han sucedido entre vosotros; la seguridad individual de nuestros compatriotas amenazada de continuo” y añadían: “Tres naciones que aceptaron con lealtad y reconocieron vuestra independencia tienen derecho a que se les crea animadas, no ya de pensamientos bastardos, sino de otros más nobles elevados y generosos. Las tres naciones que venimos representando, y cuyo primer interés parece ser la satisfacción por los agravios que se les han inferido, tienen un interés más alto y de más generales y provechosas consecuencias: vienen a tender una mano amiga al pueblo al que la providencia prodigó todos sus dones y a quien ven con dolor ir gastando sus fuerzas y extinguiendo su vitalidad al impulso violento de guerras civiles y de perpetuas convulsiones.” El día 14 una nota colectiva fue dirigida al gobierno mexicano. El presidente había designado como ministro de Relaciones a don Manuel Doblado, inteligente, fino diplomático, sagaz, escurridizo, pero de firmes convicciones liberales que no le impedían celebrar tratados con sus más recalcitrantes opositores ideológicos. Doblado respondió a la nota colectiva afirmando que México tenía un gobierno constitucional legalmente establecido y como consecuencia de la voluntad general que conquisto la reforma por medio de la revolución, el cual estaba dispuesto a escuchar y entrar en arreglos con las naciones aliadas, puesto que tenia voluntad y medios de satisfacer cumplidamente sus justas exigencias, “pero indicaba que esto lo haría hasta en tanto se reembarcasen las tropas extranjeras y se efectuaran platicas en Orizaba.” Como las tropas aliadas comenzaban a sufrir bajas por el clima mal sano de la costa y deseaban fortalecer su estancia en el país, ordenaron el avance de las mismas. A la nota de los comisionados seguiría una respuesta de Doblado que señalaba: “Como ignora el gobierno de la República cual puede ser la misión que trae a México a los comisionarios de las potencias aliadas, tanto más cuanto que hasta ahora no han dado más que seguridades amistosas, pero vagas, cuyo objeto verdadero no se hace conocer, no puede permitir que avancen las fuerzas invasoras, a menos de que establezcan de un modo claro y preciso las bases generales que hagan conocer las intenciones de los aliados, después del cual pueden tener lugar negociaciones ulteriores, con la garantía debida a los importantes asuntos que deben discutirse.” Señalaba Doblado que era necesario que los aliados enviasen en un comisionado para discutir sus proposiciones y sentar las bases de un arreglo, y una vez establecidos dichos preliminares, podría el gobierno, sin comprometer la independencia nacional, conceder un permiso que ahora se miraría como una traición. 66 Con gran habilidad, Doblado, que era bien visto y gozaba de la consideración del comisario británico, y gozaría también de la de Prim, comprometía a los aliados, cuya sinceridad él decía aceptar, a la celebración de un convenio, cuya ruptura por parte de ellos sería tomada como prueba de mala fe. Invitables además a retirarse hacia la costa como garantía de validez de los tratados. b) LOS TRATADOS DE LA SOLEDAD Habiendo aceptado los aliados entrar en conversaciones con el gobierno mexicano, se entrevistaron en el poblado de La Soledad, el ministro Manuel Doblado y el general Juan Prim, quien el 19 de febrero de 1862 signaron los llamados preliminares de La Soledad, los cuales dicen: “1. Supuesto que el gobierno constitucional que actualmente rige en la República Mexicana ha manifestado a los comisarios de las potencias aliadas que no necesita del auxilio que tan benevolentemente han ofrecido al pueblo mexicano, pues tienen en si mismos los elementos de fuerza y de opinión para conservarse contra cualquier fuerza intestina, los aliados entran desde luego al terreno de los tratados para formalizar todas las reclamaciones que tienen que hacer en nombre de sus respectivas naciones; 2. Al efecto, y protestando como protestan los representantes de las potencias aliadas, que nada intentan contra la independencia, soberanía e integridad del territorio de la República, se abrirán las negociaciones en Orizaba, a cuya ciudad concurrirán los tres comisionados y dos de los señores ministros, salvo el caso en que, de común acuerdo, se convenga en nombrar representantes delegados por ambas partes; 3. Durante las negociaciones, las fuerzas de las potencias aliadas ocuparan las tres poblaciones de Córdoba, Orizaba y Tehuacan, con sus radios naturales; 4. Para que ni remotamente pueda creerse que los aliados han firmado estos preliminares para procurarse el paso de las posiciones fortificadas que guarnece el ejército mexicano, se estipula que, en el evento desgraciado que se rompiesen las negociaciones, las fuerzas de los aliados desocuparán las poblaciones antes dichas y volverán a colocarse en la línea que esta delante de dichas fortificaciones en rumbo a Veracruz, designándose como puntos extremos principales el de Paso Ancho, en el camino de Córdoba, y Paso de Ovejas, en el de Jalapa; 5. Si llegase el caso desgraciado de romperse las negociaciones y retirarse las tropas aliadas de la línea indicada en el artículo precedente, los hospitales que tuvieron los aliados quedaran bajo la salvaguardia de la nación mexicana; 6. El día en que las tropas aliadas emprendan su marcha para ocupar los puntos señalados en el artículo 3, se enarbolara el pabellón mexicano en la ciudad de Veracruz y en el castillo de san Juan de Ulúa.” Este documento representó un gran triunfo diplomático de México, Doblado, cuya habilidad política no tuvo rival en esos años difíciles de México que tuvieron los de la guerra de Ayutla, la Reforma y la Intervención, se anotaba un triunfo más. Supo aprovechar muy felizmente el espíritu liberal, amplio y ambicioso de Prim, quien veía en los planes suscritos por su reina una falla fundamental surgida de un capricho que ponía en entredicho la política española. 67 Advirtió también el estadista guanajuatense que podía contar con el apoyo del grupo inglés que veía con antipatía y recelo las exageradas y fluctuantes pretensiones del comisionado francés Saligny, y desconfiaba de las autenticas intenciones de Napoleón III. Esto coadyuvó a que a través del acuerdo pactado en La Soledad, el gobierno liberal haya sido reconocido como el único constituido y el único valedero; se confirmaba además la soberanía mexicana íntegramente, al aceptar que ondeara el pabellón mexicano en Ulúa y Veracruz, como signo inequívoco de que si la República había permitido el paso de los ejércitos extranjeros era un acto de liberalidad que les evitaría ser víctimas de las enfermedades de las tierras calidas. Los aliados por conducto de Prim, reconocían, además de la presencia de un gobierno estable, el que no perseguían otro propósito que obtener satisfacción a sus reclamaciones, con lo cual contradecían lo que asentaron sus plenipotenciarios en la Convención de Londres. Que lo convenido en La Soledad representó el sentir de Inglaterra y de España se confirmaba con las comunicaciones de Wyke y de Prim a sus gobiernos respectivos. El primero afirmaba que el gobierno del señor Juárez representaba “el mejor criterio de la opinión pública en el país y esperaba que en un breve plazo, dados los inmensos recursos del país, pudiera cumplir todas sus obligaciones”. El conde de Reus, por su parte, admitía que la administración liberal contaba con elementos suficientes para pacificar el país y consolidarse, y aseguraba que el partido reaccionario estaba casi aniquilado y que en el país no había sino un insignificante grupo de tendencia monárquica. Si los comisionados ingleses y español trataban de llegar a un entendimiento, el francés, Dubois de Saligny, no estaba de acuerdo con su colega Jurien de la Graviére, sobre cuyas opiniones pasaría, pues Jurien actuaba con honestidad y pudor militar y Saligny a través de ocultas disposiciones que envenenaba con su mala fe y perfidia, lo cual hizo imposible todo entendimiento. Su negativa procedía de que Napoleón III, si bien se comprometió con la convención de Londres a no intervenir en la formación de un gobierno en México, lo hizo falsamente, pues en su animo y en sus planes políticos entraba el establecimiento de una monarquía en México con el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo a la cabeza, monarquía que contaría con todo su apoyo. Para organizar esa monarquía requería que los mismos mexicanos que veían en ella la salvación se organizasen. Si el grupo de monarquistas mexicanos era insignificante, aun cuando hubiese en él algunos talentosos y honorables como Francisco de p. Arrangoiz y Rafael Rafael, no cabe duda que los exiliados (como el padre Francisco Miranda inquieto e intrigante, ultramontano violento y apasionado, José María Hidalgo, untuoso y palaciego, principalmente el que tenía mayor representación por su trayectoria política, Juan Nepomuceno Almonte) eran los que bebían crear el ambiente necesario para el establecimiento del trono, unificar a las fuerzas conservadoras algunos de cuyos jefes no eran monarquistas y servir de punta de lanza en la labor que Francia realizaría. Por ello una vez salidas las fuerzas expedicionarias, se auspició el regreso a México del general Almonte, quien se ostentaba como representante de las tres potencias para establecer la monarquía según afirmo ante Prim y Dulop quien traía instrucciones directas de Luis Napoleón. Llegado a fines de febrero, fue reconocido como jefe por todos los monarquistas, aun por el padre Miranda arribado el mes de enero. Amparado por las fuerzas francesas ascendió con ellas al altiplano, lo que motivo una protesta del gobierno y una orden para perseguir y castigar a los conspiradores. 68 Otros lideres conservadores como Haro y Tamariz ingresaron al país y lo mismo intento hacer el general Miramón, habiéndoselo impedido los ingleses que lo reembarcaron hacia La Habana. Hay que mencionar que en esos momentos hizo acto de presencia en México, no se sabe si aconsejado o no por su amigo leal Gutiérrez de Estrada, Antonio López de Santa Anna, a quien no aceptaron ni los intervencionistas ni el gobierno de Juárez, a quien ofreció sus servicios inútilmente. El 6 de marzo arribo a Veracruz al mando de una brigada de 4474 hombres y más de 600 caballos el general Lorencez, a quien dio Napoleón III la dirección militar de la expedición asesorado por Saligny. La nota de Doblado exigía el reembarque de Almonte, quien no había visto muy clara la situación de los monarquistas, y sí bien consolidado el gobierno de Juárez, pensó regresar, lo impidió Saligny, quien convenció de la necesidad de proseguir la misión, lo cual provocó hondas diferencias entre los comisionados. Habiendo declarado los franceses que ellos protegerían a Almonte y que avanzarían hasta la capital, los comisionados resolvieron en Orizaba que cada uno actuaría en forma diferente e independiente y notificaría al gobierno juarista la ruptura de la alianza tripartita. Comunicaron ingleses y españoles que reembarcarían sus tropas, lo que hicieron conjuntamente. El día 20 de abril Prim abandonó Orizaba habiendo sostenido que Francia rompía con lo convenido en Londres y en La Soledad. La partida de las fuerzas españolas e inglesas dio fin a la Convención de Londres y a la Alianza Tripartita. Los ejércitos franceses que ascendían con pesadez al altiplano, apoyados por las fuerzas reaccionarias, abrían una página nueva en la historia mexicana, la de la Intervención Francesa y el establecimiento del imperio de Maximiliano. LA INTERVENCIÓN FRANCESA Destruida la alianza formada en Londres entre Inglaterra, España y Francia, y puesto que esta última potencia tenía planes ulteriores: intervenir en la política mexicana imponiendo un gobierno extraño, aprovechando su influencia y apoyo en la obtención de amplios beneficios, principalmente económicos, los comisionados franceses auxiliados por monarquistas y conservadores mexicanos que se aprestaron a actuar. En vez de retirarse hasta Paso Ancho, como se habían comprometido por los preliminares de La Soledad, se quedaron en Córdova; pretextaron que el gobierno juarista era de una minoría opresiva, que trataba a base de un sistema de terror sin ejemplo impedir a la mayoría de la nación darse el régimen que anhelaban. También señalaban que no se retirarían pues tenían que proteger a sus soldados enfermos que se hallaban en varios hospitales y a los cuales se había comprometido a prestar auxilio y a otorgarles toda suerte de protección el general Ignacio Zaragoza, que había sido nombrado jefe de las armas mexicanas. Lorencez, aconsejado por Salingny y Almonte y de acuerdo con las órdenes del emperador surgidas de falsas informaciones, trataba a toda costa de subir con sus tropas a la meseta, tanto para preservarlas de las fiebres tropicales como para impresionar a la población, a través de un avance fácil y victorioso. Creía además que ese hecho obligaría a la población moderada a decidirse a desconocer la administración juarista y a darse una forma de gobierno diferente, eligiendo también a un jefe que podía ser el general Almonte y ya no a Doblado, destacado liberal en quien se había pensado en vísperas de los preliminares de La Soledad. 69 Confiado en esos planes, el día 19 de abril de 1862 a las tres de la tarde marchó hacia el altiplano Lorencez acompañado de Saligny y de Almonte, quien en un manifiesto lanzado en Córdoba el día 17 de ese mes declaraba que “no ambiciono otra cosa sino la de reconciliar a mis hermanos enemigos, a quienes insto a confiar en la política del emperador de los franceses que ansía que los mexicanos establezcan por ellos mismos un gobierno de orden y moralidad que garantice por siempre la independencia, la nacionalidad y la integridad del pueblo mexicano.” A este plan, que contradecía su conducta, acompañose una proclama de sus seguidores por la que se le reconocía como Jefe Supremo de la Nación, autorizado a tratar con las potencias aliadas y a convocar a un congreso que decidiera la forma de gobierno que el país requería. Con el contingente de 6 000 soldados bien dispuestos, Lorencez avanzó hacia Orizaba llegando a Fortín a media tarde. Los franceses rompieron los tratados y reiniciaron las hostilidades. Zaragoza, que estaba en Orizaba con cuatro mil hombres y ocho cañones, se retiro hacia las cumbres, paso obligado hacia el altiplano. En Orizaba, Lorencez recibió nuevos refuerzos dirigidos por los coroneles L´Herillier y Gambier, quienes llevaron el peso de la primera fase de la campaña, y se aprestó a iniciar el ascenso hacia las grandes ciudades, Puebla y México. El 27 de abril por la mañana, acompañado por Saligny y por Almonte inició su marcha sobre Puebla. La víspera escribía lleno de soberbio optimismo al ministro de la Guerra párrafos reveladores del complejo de superioridad de todos los europeos: “Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a partir de este momento y a la cabeza de seis mil soldados, soy el amo de México”. Y añadía: “….estoy convencido de que la monarquía, como yo lo he escrito, es el único gobierno que conviene a México”. Trasponer las Cumbres de Acultzingo representó la primera etapa. Zaragoza se dispuso a hacerle frente, después de haber desviado fuerzas reaccionarias de Zuloaga y otros jefes que venían a auxiliar a los franceses. Con cuatro mil hombres de los cuales solo la mitad actuó, divididos en cinco brigadas de infantería, tres baterías de montaña de seis piezas y doscientos soldados de caballería, auxiliado por el coronel Escobedo, y los generales Negrete y Díaz trataban de impedir el avance del enemigo. Los batallones de cazadores (infantería), compañías de zuavos e infantería de marina lograron ampararse en varias alturas tras duros ataques de bayoneta y desalojar las fuerzas mexicanas que se replegaron a San agustín del Palmar. Los invasores penetraron hasta la cañada de Ixtapan. El primero de mayo, reunidos todos los contingentes y eufóricos ante la promesa de Saligny respecto a que Puebla los recibiría con lluvia de flores, los invasores marcharon hacia la ciudad de los Ángeles. Zaragoza había reunido en Puebla a sus tropas, ordenó que se levantaran barricadas en las calles, y planeó la defensa amparándose en tres eminencias geográficas que rodeaban la ciudad y en las que existían fortificaciones de importancia, las de los cerros de San Juan, Guadalupe y Loreto. Sus tropas, cercanas a los dos mil hombres debido a los refuerzos recibidos, estaban dirigidos por los generales Negrete, Berriozábal, Díaz, Lamadrid, Tapia, Álvarez, Carvajal y O´Horan. Negrete, con 1200 soldados, dos baterías de campaña y montaña defendían las alturas y fue quien llevo el peso de la batalla y a quien se debió el triunfo, auxiliado heroicamente por todos sus compañeros, dirigidos acertadamente por el general Ignacio Zaragoza. 70 De Amozoc, en donde pernoctaron, las fuerzas invasoras saliendo en la madrugada hacia Puebla. Lorencez pensó que atacar y vencer a las tropas mexicanas posesionadas de las alturas les permitiría posesionarse de Puebla, cuya caída sería un triunfo espectacular para su causa. A las once de la mañana los franceses iniciaron el ataque al fuerte de Guadalupe con dos compañías de zuavos y diez piezas de artillería. La infantería de marina, los fusileros y la artillería de montaña defendían a los atacantes de los embates de la caballería mexicana situada en la planicie poblana. Al ser atacadas las tropas de Negrete, acudió en su ayuda la brigada de Berriozábal, Zaragoza personalmente, apoyado a la izquierda por la brigada de Lamadrid, hacia la izquierda por la división de Díaz a cuyo extremo situó el resto de la caballería, auxiliaba la acción. Después de una hora y cuarto de ataque, los franceses habían agotado sin resultado favorable alguno la mitad de sus municiones, por lo cual Lorencez ordenó un ataque general. Hizo avanzar cuatro batallones de cazadores para reforzar a zuavos y marinos, los cuales no lograron adelantar gran cosa debido al fuego graneado que los mexicanos les enviaban desde Guadalupe y Loreto. La caballería mexicana rodeó a los cazadores que habían quedado de reserva en la planicie, los cuales se defendieron hábil y valientemente. Cuando dos nuevas compañías de zuavos iban a apoyar a sus compañeros en difícil situación, una fuerte tormenta acompañada de una granizada copiosa complico el avance de los franceses, que rodaban por las pendientes resbaladizas soportando una lluvia de fuego y de agua, lo que obligo al general Lorencez a ordenar la retirada, habiendo perdido 476 soldados y recogido 345 heridos. El ejército mexicano tuvo 83 muertos, 132 heridos y 12 desaparecidos. La derrota del ejército francés en Puebla el 5 de mayo de 1862 fue para los invasores un golpe terrible, pero para el pueblo mexicano, dividido, desesperanzado, temeroso de perder la nacionalidad, la libertad y el territorio represento un triunfo de incalculable importancia, el comienzo de un nuevo día, el resurgimiento del optimismo y de la confianza. México con ejército desprovisto de armamento moderno, casi improvisado, pero dirigido por jóvenes y hombres de mediana edad como Zaragoza, Díaz, Berriozábal, Escobedo, O´Horan y Negrete vencían a los primeros soldados del mundo. Zaragoza con la serenidad de un héroe clásico, envió al presidente Juárez el siguiente comunicado: “Las armas mexicanas se han cubierto de gloria” y sin minimizar a sus adversarios añadiría. “La armada francesa se batió con enorme valor, su general en jefe demostró torpeza en el ataque”. Si las palabras que aportaron las noticias de esa victoria fueron breves, sencillas, la resonancia de la victoria de México sobre las tropas napoleónicas hizo vibrar los ámbitos totales de la patria. Lorencez retrocedo hacia Orizaba lentamente, seguido de cerca por fuerzas mexicanas que aumentaban con las tropas que González Ortega traía. Por su parte los invasores recibieron los contingentes del general Márquez con más de 2500 jinetes y también se les unió el general Douay con refuerzos acabados de llegar de Francia. Dispuestos los mexicanos a derrotar a los invasores o forzarlos a reembarcarse, los ejércitos nacionales, con Zaragoza Y González Ortega, se adueñaron del cerro del Borrego, del cual fueron desalojados por errores tácticos. Zaragoza regreso al altiplano en tanto Lorencez esperaba pacientemente rehacerse y nuevos contingentes con que proseguir la guerra. La estrategia napoleónica, consiste en dominar con rapidez a México para apoyar al movimiento 71 surista de Estados Unidos y vencer al norte, se desbarataba. En tanto, su general en jefe, abrumado por la derrota que le impidió convertirse en el amo de México, decepcionado de las intrigas de Saligny y de Almonte escribía algo que su propia experiencia le dictaba: “Nuestra impopularidad parece que aumento con el descalabro de los liberales en Orizaba. Ahora más que nunca debemos convencernos de que aquí no tenemos a nadie de nuestra parte. El partido moderado no existe, el reaccionario se reduce a nada y es odioso. Los liberales se han distribuido los bienes del clero, los cuales constituyen la mayor parte de México. Es fácil deducir de ello que hay gran número de personas interesadas en que el partido liberal no se levante. Nadie desde la monarquía, ni siquiera los reaccionarios. Todos los mexicanos están orgullosos de las ideas liberales más extremas y estrechas. Serán absorbidos por los americanos y aceptarán ese destino prefiriéndolo a la monarquía.” Y días después continuaba sus dolorosas experiencias, indicando que solo una larga acción podría hacer que la monarquía triunfara y también podría lograrse no contando ni con Almonte ni con Saligny. La derrota de 5 de mayo fue recibida en Europa como una turbonada. Napoleón tubo que pedir al congreso le autorizara a emplear crecidas sumas para enviar un cuerpo expedicionario de 30 000 hombres al mando del general Forey. Esas tropas empezaron a llegar el 23 de agosto y su jefe el 21 de septiembre. Y el 24 de octubre se encontraron en Orizaba y el 10 de noviembre Lorencez partía adolorido rumbo a Francia. En tanto eso ocurría, Ignacio Zaragoza “un héroe de la antigüedad”, como acertadamente lo llamó José María Iglesias, moría el 8 de septiembre víctima de tifo. La patria que le aclamaba como su salvador enluto y le convirtió en un personaje de leyenda. Una muerte propicia escribió Justo Sierra, se encargo en eternizar el laurel de la victoria; verde y lozando aún.” Juárez se enfrentaba en la capital a graves problemas. Si la marcha contra los invasores había dejado a militares como Zaragoza y González Ortega, que le sucedió en la dirección del ejército de Oriente, él tenía, apoyado en los hombres que siempre podía confiar, como Vidaurri, que aseguraba en el norte de ataques enemigos; limpiar el centro auxiliado por Doblado, que salio del Ministerio de Relaciones como el avezado diplomático fuerte, encomendado a Doblado, que salió del Ministerio de Relaciones que debía atacar a enemigos como Lozada y aplacar gavillas de asaltantes y bandidos. También el Presidente insistía los embates de un Congreso adverso que termino concentrado de poderes extraordinarios en el efectivo Francisco Zarco y Zamacona, leales amigos seres de convicción firme defendieron al Presidente en su labor. Forey traía un ejército compuesto de dos divisiones de infantería y una brigada de caballería, más para sitio, reservas de artillería y los servicios necesarios. La primera división la mandaba el general Aquiles Bazaine; la segunda, ante el retiro de Lorencez fue puesta al mano del general Douay, infantes de marina, compañía de ingenieros y voluntarios antillanos apoyaban esas fuerzas, que sumaban el 1 de enero de 1863, 28 126 hombres, con 5 845 caballos y 549 mulas, más un crecido número de carruajes, abundante artillería. Firmada en Fontainebleau el 3 de julio de 1862 Napoleón dio a Forey unas instrucciones que marcaban claramente la política a seguir y le imponían una línea de conducta. Entre sus puntos más importantes están los siguientes: 72 1. Lanzar al llegar a México una proclama cuyas ideas esenciales le serían indicadas; 2. Acoger con la mayor simpatía al general Al general Almonte y a todos los mexicanos que se le uniesen; 3. No adoptar las querellas de ningún partido; declarar que todo cuanto se hace es provisional en tanto que la nación mexicana no se pronuncie por algo definitivo. Mostrar gran deferencia hacia la religión para dar seguridades al mismo tiempo a todos los adquirientes de bienes nacionalizados; 4. Alimentar, pagar y armar, de acuerdo con los recursos, a las tropas mexicanas auxiliares a quienes se dará una mayor participación en los combates; 5. Mantener en las tropas francesas así como en las auxiliares mexicanas la más severa disciplina; reprimir enérgicamente todo acto o expresión que hiriera a los mexicanos, “pues no hay que olvidar su carácter orgulloso. Interesa para un mayor éxito de la empresa conciliarse el espíritu de la población.” Se le recomendaba a Forey en estas instrucciones, que muestran una doble y torpe política pues repugnaban a liberales y a conservadores, que al llegar a México, el general Almonte y las personas notables convocasen de acuerdo con las leyes mexicanas a una asamblea que decidiría la forma de gobierno y el destino de México. Debería también Forey, una vez establecido el gobierno, introducir en su administración, principalmente la financiera, orden y regularidad a semejanza de la administración francesa, para lo cual se enviara al personal especializado. Se reiteraba al general en jefe que el fin que se deseaba no consistía en imponer a los mexicanos una forma de gobierno que no le simpatizara, sino secundar sus esfuerzos para que estableciesen uno que tuviera posibilidades de estabilizarse y el cual garantizara a Francia se atendieran sus reclamaciones y quejas. Si los mexicanos optasen por una monarquía, se les señalaría que el candidato de Francia era el archiduque Maximiliano. Parte importantísima de este documento es el párrafo que sigue, en el cual se esclarecen en forma indubitable los propósitos de la política internacional de Napoleón III, su sentido de expansión imperial rival de los estadounidenses. Este párrafo, se decía a Forey, contenía las respuestas a innumerables preguntas que se le dirigiría en el sentido de porque Francia sacrificaba hombres y dinero para colocar a un príncipe austriaco en el trono de México. Su texto dice: “Si las instrucciones indicaban que a Almonte se le acogiera favorablemente, eso no detuvo a Forey para desautorizarlo cuando aquél nombro un ministerio, se titulo jefe supremo de la nación y aún trato de expedir unos decretos. Tampoco lograron las fuerzas de ocupación concitarse la simpatía del pueblo que veía sus campos invadidos, sus casas destruidas y a sus hijos perseguidos con saña. El retiro de la población de muchos lugares su negativa a proporcionales los abastecimientos que requería un ejército numeroso, y la aparición de innumerables guerrillas por todas partes, revelaban no simpatía sino desprecio, odio profundo hacia los invasores. Con la ayuda de los generales Berties y Bazaine trató de pacificar la costa y gracias al auxilio de Juriese logró ocupar Tampico el 23 de noviembre. Para combatir a las guerrillas se creó unos cuerpos contraguerrillero que se puso al mando del coronel Dupin, cuyas crueldades y abusos fueron innumerables. El avance hacia las mesetas, a los valles de Puebla y México se inició el primero de diciembre. Dirigían los efectivos el general Douay y el coronel L´Heriller, quienes ocuparon San Agustín del Palmar, San Andrés Chalchicomula y Tehuacan. Bazaine, a su vez, avanzó hacia Jalapa y Perote y fue a unirse al grupo de Douay y a Forey en Quecholac en donde se estableció el cuartel general para atacar Puebla. 73 Al morir Ignacio Zaragoza, fue nombrado jefe del ejército mexicano el general Jesús González Ortega, distinguido en la guerra de Reforma, y a él tocó realizar la defensa de la Angelópolis. Sabedor que los franceses no atacarían de nuevo los fuertes, convirtió a la ciudad en inmensa fortaleza. Aprovechó las recias estructuras de sus innumerables iglesias y conventos en bastiones, en los que campeó el patriótico ardor de proteger la patria amenazada y los cuales fueron defendidos palmo a palmo con una heroicidad sin límite. González Ortega como comandante en jefe, tenía a sus ordenes 22 000 hombres. Jefe del estado mayor era el general Mendoza. La artillería estaba dirigida por el general Paz, la caballería por O´Horan. La infantería, organizada en cinco divisiones, tenía como jefes a los generales Berriozábal, Negrete, Antillón, Alatorre, y La Llave, Supeditados a ellos estaban los generales García, Prieto, Gayosso, Porfirio Díaz, Escobedo, Ghilardi, Ignacio Mejía, Lamadrid, Carvajal, Aureliano Rivera, Pinzón y Patoni, lo mejor del ejército mexicano en aquellos años. Al conocer el avance de las fuerzas francesas, el presidente Juárez fue a Puebla, pasó revista a las tropas exhortándolas al triunfo y confirmó a Ignacio Comonfort que había vuelto a México y ofreció a Juárez su concurso el mando de un cuerpo de cerca de tres mil hombres que protegería México y auxiliaría al ejército mexicano encerrado en Puebla. El 10 de marzo González Ortega declaro a esa ciudad en estado de sitio; el 14 de ese mes hizo salir de ella a los no combatientes y a los franceses que ahí residían. El día 16 Douay se estableció en la hacienda de Manzanilla, vecina a los fuertes, y Bazaine entre el cerro de Amalucan y la hacienda de Álamos, e iniciaron el sitio Forey lanzaba -algo que se convirtió en obsesión proclama tras proclama para convencer a los mexicanos de sus errores y a los propios soldados franceses de la justicia de su misión. El sitio de Puebla se inició el 16 de marzo y termino con la rendición de la plaza el 17 de mayo. Durante dos largos meses la ciudad resistió con heroicidad sin límites los ataques del enemigo, superior en táctica, armamento y contingentes. Calle por calle, casa por casa, dinamitando edificios enteros, el ejército francés penetraba lentamente y los sitiados, sin alimento ni municiones, reconquistaban las posesiones de que habían sido despojados. Las fuerzas auxiliares comandadas por Comonfort fueron dispersadas y toda posibilidad de auxilio terminó. Destruidos y tomados los fuertes de San Javier el 27 de marzo y el de Santa Inés el 25 de abril y vencidos los refuerzos auxiliares en San Pablo del Monte y en San Lorenzo el 5 y el 8 de mayo, los sitiados se encontraban sin posibilidad de romper el cerco o de recibir auxilio. Lo desesperado de la situación obligó a González Ortega, apoyado por el voto unánime de sus compañeros a emitir el 17 de mayo por la madrugada una orden del día en la cual se indico que entre las cuatro y cinco de la mañana, todo el armamento se destruyera de manera que no pudiera ser utilizado por el enemigo. “La patria exige ese sacrificio”, se decía, y agregaba que dejaba a todos sus subordinados en la libertad absoluta, exhortándolos a continuar posteriormente la defensa de su suelo natal y del pabellón nacional. Todos los oficiales se entregaron al jefe del ejército francés como prisioneros de guerra. En una carta dirigida ese día a Forey, González Ortega le indicaba que tomaba esas medidas por no poder seguir luchando y le pedía ocupar la ciudad sin tomar medidas de fuerza inútil ya. 74 El 19 Forey, quien ordenó que el pabellón francés ondease junto al mexicano en la torre de la catedral, entró a Puebla, habiendo sido recibido por el clero a las puertas de esa iglesia. Los prisioneros mexicanos, excluyendo numerosos oficiales que alcanzaron a huir, fueron 26 generales con González Ortega a la cabeza, 303 oficiales superiores, 1 179 oficiales subalternos y entre 9 000 y 11 000 suboficiales y soldados y 150 cañones que no se alcanzaron a destruir. Considerados todos ellos como peligrosos Forey decidió ante la dificultad de vigilarlos, remitir a Francia a los oficiales, 5 000 soldados fueron incorporados a las fuerzas del general Márquez, y a los más remisos se les envió a trabajar en las obras del ferrocarril que se trazaba de Veracruz a México. En el trayecto de Puebla a Veracruz, gran número de oficiales, así como González Ortega, La Llave, Patoni, García, Prieto, Escobedo, Berriozábal, Antillón, Porfirio Díaz, Ghilardi y Negrete lograron escapar e incorporarse a los núcleos republicanos mantuvieron en sus provincias, como confiesa el general Woll, el fuego de las ideas liberales y contribuyeron a prologar la guerra. Los 530 prisioneros, entre ellos 13 generales y 110 oficiales superiores fueron remitidos a Francia y dispersados en varias ciudades, sin aceptar, salvo un corto número, compromiso alguno de no combatir por su patria. Los amplios archivos del ministerio de la Guerra en Vincennes, revelan las angustias y la resistencia de la mayor parte de estos mexicanos forzados a vivir en un territorio enemigo. La toma de Puebla, que en Europa fue recibida jubilosamente, en México provoco desaliento, pero no doblego a los grupos liberales que luchaban ya no impulsados por diferencias políticas, sino por un deber indeclinable de proteger a la patria, defender su territorio amenazado, su libertad e independencia. Se iniciaba la segunda guerra que México tuvo que sostener con una potencia extranjera y esa guerra tendría como consecuencias más importantes consolidar las instituciones republicanas una vez por todas y forjar y consolidar un sentimiento único de nacionalidad, de formar un pueblo hermanado por una tradición, unos ideales y una misma vocación. Desde su marcha de Córdoba a Puebla los intervencionistas recibieron el apoyo de núcleos de tropas conservadoras dirigidas por Cobos, Vicario, Márquez, Mejía, Herrán, Tovar, Lozada y Echeagaray. El más importante contingente fue el de Márquez y posteriormente el de Mejía. A la toma de puebla llegaron contingentes de grupos conservadores y aun liberales que se adhirieron a los partidos del imperio, como los generales Prieto, Parrodi, Miranda, Aramberri y Ampudía. El general Miguel Miramón, que había logrado volver a México, se incorporo también, convirtiéndose en uno de los defensores más leales del emperador junto con Mejía y Márquez. Por su parte, los liberales con Juárez a la cabeza, después de tratar de aplicar aun con violencia las leyes reformistas y de arbitrarse recursos, consideraron prudente abandonar la cuidad de México y establecer los poderes en el norte y centro del país. El 31 de mayo de 1863 se traslado la capital de la República a San Luis Potosí, en donde estuvo del 9 de junio al 22 de diciembre. Paso de ahí a Saltillo, donde estuvo del 9 de enero al 3 de abril, fecha en que marcho a Monterrey pese a la defección y amenaza de Vidaurri, que se declaró por el imperio. Del 3 de abril al 15 de agosto radicó en Monterrey el gobierno, cada vez más diezmado por la persecución de sus enemigos, por el abandono de muchos de sus partidarios desesperanzados y titubeantes ante una situación que veían con escepticismo, y 75 por la muerte de de varios de sus más enérgicos defensores, como Comonfort y La Llave, asesinado éste último el 19 de junio y aquél el 14 de noviembre de 1863. Ante el empuje de las tropas invasoras y la reconstitución del ejército conservador, las fuerzas leales replegadas al norte se encontraban sin auxilio de ninguna clase. Al gobierno de los Estados Unidos había acudido solicitándole un préstamo y permiso para comprar armas, lo que le negó la administración de Lincoln, así como la posibilidad de reclutar voluntarios. En contrapartida, el gobierno estadounidense autorizó la venta de carros y mulas de Texas a los franceses. Los problemas políticos internos a que se enfrentaron la administración de Lincoln y de Jonson impidieron que Estados Unidos mantuviera una actitud única y leal ante el gobierno liberal mexicano. Seward, secretario de estado, puso en práctica una política doble hacia él, de oportunismo ante la diplomacia europea y finalmente, cuando ya no había peligro de parte de los confederados ni de los ejércitos europeos, de apoyo al gobierno juarista, que con su heroica resistencia ante el invasor extranjero, no solo defendía la propia integridad nacional sino la seguridad del propio Estados Unidos. Después de Puebla, los ejércitos intervencionistas y sus auxiliares mexicanos ocuparon una tras otra las ciudades más importantes del centro del país. La ciudad de México los recibió el 10 de junio y a finales de este mes Pachuca, Toluca y Tulancingo; Cuernavaca el mes de julio, Tampico y alrededores en agosto. El 12 de junio en otras tantas proclamas, Forey, con petulante soberbia y orgullo señalaba a los mexicanos que de las finalidades que el emperador le había confiado una estaba cumplida, la de hacer sentir a los pretendidos vencedores del 5 de mayo, que se jactaban de haber tenido una gran victoria sin serlo, el autentico peso de las armas francesas; y que la segunda, la de ayudar a este pueblo a darse un autentico gobierno lo iba a realizar en seguida. Añadía, entre diversas consideraciones políticas, dos reveladoras de lo equivoco de su política, pues si la intervención era apoyada por los conservadores, él proponía o defendía medidas que chocaban con las de aquéllos, como era respetar los derechos de los bienes nacionalizados a quienes no se le molestaría en nada, y la promesa de proclamar la libertad de cultos, ese gran principio de las sociedades modernas, en un ambiente que anhelaba mantener a toda costa la exclusividad del catolicismo. Es evidente que la Francia de Napoleón III, era una nación liberal que había superado viejas concepciones. La mentalidad, salvo de pequeños grupos era liberal; las relaciones entre la Iglesia y el Estado muy distintas a las mexicanas, y aun la mentalidad eclesiástica francesa era totalmente diferente a la mexicana, que había heredado viejas concepciones del clero español al que se consideraba prototipo de la Iglesia retardataria. Una constante que hallamos en las opiniones de los generales en jefe del ejército francés y de los altos oficiales del mismo, es su extrañeza frente a la ideología y forma de ser del clero mexicano. Los informes políticos de Lorencez, Forey, Bazaine, Douay, etc., están llenos de finas observaciones en torno de la política clerical, de su actuación, así como de los grupos conservadores. Los retratos que de los dirigentes mexicanos, civiles y eclesiásticos, recogemos de sus informes, revelan una pésima idea de la mayor parte de ellos. Descontado el espíritu de superioridad o la mala fe en algunos de ellos, las semblanzas de los intervencionistas y también de muchos liberales que en los informes políticos hallamos, son justas y atinadas, penetrantes en cuanto revelan actitudes nuevas para ellos, maneras de ser muy diversas que tratan de ser explicadas. La visión de México y de los mexicanos que los 76 testimonios franceses aportan es digna de atención, por expresar muchas veces con inteligencia, nuestra realidad a mediados del siglo XIX. Tras ese problema, Forey aconsejado por Saligny y ante la imposibilidad de convocar a un autentico congreso, constituyó una Junta Superior de Gobierno con 35 individuos, los cuales deberían primero, elegir a 215 personas consideradas como notables, que decidieran sobre la forma de gobierno a adoptar y en segundo termino nombrar un Supremo Poder Ejecutivo Provisional. Reunidos los notables el 10 de julio, después de considerar que las formas republicanas, tanto federales como centralistas habían sido las fuentes de los males sufridos por la patria, que la monarquía, que combinaba el orden con la libertad y la fuerza con la justicia era la única que podía vencer a la anarquía y refrenar a la demagogia, y que entre los mexicanos aunque había hombres eminentes, no existía uno que tuviese las cualidades esenciales que no se improvisan para formar un monarca, resolvieron: “1) La nación mexicana adopta por forma de gobierno la monarquía moderada, hereditaria como un príncipe católico; 2) El soberano tendrá el titulo de emperador de México; 3) La corona imperial de México a S.A.I. y R. el príncipe, el archiduque Fernando Maximiliano para si y sus descendientes; 4) En el caso de que, por circunstancias imposibles de prever el archiduque Fernando Maximiliano no llegase a tomar posesión del trono que se le ofrece, la nación mexicana se remite a la benevolencia de S.M. Napoleón III, emperador de los franceses, para que le indique otro príncipe católico a quien ofrecer la corona.” Respecto al nombramiento del Supremo Poder Ejecutivo provisional, éste fue hecho el 23 de junio, habiendo sido designados como propietarios el general Juan Nepomuceno Almonte, el arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida, tan inteligente como intransigente, y el general José María de Salas. Suplentes fueron el obispo de Tulancingo Juan E. Ormaechea, quien actuó durante la ausencia de Labastida como propietario, y el licenciado Ignacio Pavón. Dos días después quedo instalado el ejecutivo, quien el 11 de julio adoptó el título de Regencia y gobernó el territorio ocupado por los intervencionistas del 11 de julio de 1863 al 20 de mayo de 1864. Los notables designarían más tarde al grupo de emisarios que fueron, el 3 de octubre de 1863, encabezados por José María Gutiérrez de Estrada a ofrecer en Miramar el trono de México. La regencia por su parte, tuvo como misión “la de pacificar a la nación, reorganizar la administración publica y ajustarla al nuevo orden de cosas”. La pacificación quedo a cargo del jefe de armas francés, Forey primero, Bazaine después; la reorganización de la administración pública a la manera francesa se confió a funcionarios franceses, un comisario de Hacienda, Budin primero, y luego, durante el gobierno de Maximiliano a hacendistas de prestigio escogidos por el ministro de Finanzas de Francia M. Fould, como Corta, Bonnefons y Langlais, consejero de Estado. La Regencia cuidó de no aumentar las contribuciones y de no recurrir a los préstamos forzosos como era costumbre. En cuanto a la tercera de sus misiones, esto es, el ajuste de su gobierno a una política más liberal que imponía el gobierno francés, la Regencia tuvo que chocar con el jefe del cuerpo expedicionario, que en realidad era la autoridad suprema, principalmente por asuntos relativos a los bienes de la iglesia que se habían nacionalizado. Esas dificultades dieron lugar a la destitución del arzobispo Labastida, quien no se plegó a los designios franceses, como tampoco al supremo tribunal, a quien despidió en masa a principios de 1864. 77 Como la actuación militar de Forey se había considerado lenta y comprometedora, el gobierno francés acordó, una vez tomado Puebla, retirarle el mando de las fuerzas expedicionarias, elevándolo como consolación al grado de mariscal. Forey entregó, como se le ordenó, al jefatura al general Aquiles Bazaine, quien la recibió el primero de octubre de 1863 y la mantuvo hasta el retiro de los efectivos franceses en 1867. Forey embarcó el 21 de octubre en Veracruz. Obligado también a retirarse de México el ministro Dubois de Saligny, quien había ejercitado tanta y tan funesta influencia en nuestro país partió, días más tarde, presionado por Bazaine, a quien se ordenó lo embarcara en el primer barco que zarpase. Era evidente que el intermediario del duque de Morny, cuyas reacciones opiniones envenenaron la política franco-mexicana, representaba, por las conexiones que tenía, un obstáculo al nuevo estado de cosas y a las tendencias que Napoleón III mostraba hacia su empresa mexicana. Saligny, a quien tanto se había escuchado en las Tullerías, había mostrado una torpeza enorme en sus opiniones políticas. Sus prejuicios de toda clase habían llevado al ejército francés a duros y peligrosos desastres y a comprometer la política internacional de Francia. En su lugar fue designado el señor Montholon, ministro plenipotenciario de México. Al tomar el general Bazaine el mando de las fuerzas expedicionarias éstas sumaban 34 144 hombres, provistos de 274 carros mexicanos, de 30 adquiridos en Estados Unidos y de gran número de caballos y mulas. A más de ellos deberá de contarse un batallón de soldados egipcios de 400 hombres que guarecían las tierras calientes y más de 200 de las guerrillas de Dupin. Pronto se unieron nuevos refuerzos enviados de Francia con armas y municiones abundantes. El total de sus tropas; incluidos los efectivos mexicanos que eran casi 13 000, sumaban 47 667 soldados. Cuando al archiduque Maximiliano se le ofreció por primera vez la corona de México, una de las condiciones que puso fue la de contar con la opinión favorable del pueblo mexicano. Para cumplimentarla Forey convocó a un plebiscito que comprendía en un principio la ciudad de México y otras poblaciones vecinas. Éste se hizo bajo la vigilancia de y presión del ejército ocupante. Más tarde se exigiría que la nación entera se manifestase, lo cual tuvo que realizarse a medida que avanzaba la ocupación militar del país. Al recibir a los notables en Miramar el 3 de octubre, Maximiliano reafirmo que su aceptación al trono dependería en primer lugar del resultado de los votos de la generalidad del país, luego del asentimiento que su hermano el emperador le mostrara y del auxilio de Dios. En seguida indicaba a los monarquistas cual era su ideario y programa político al establecer en México al afirmar: “Si la providencia me llama a cumplir la alta misión civilizadora que esa corona conlleva, os declaro desde ahora la firme resolución de seguir el saludable ejemplo de mi hermano el emperador, abriendo al país por un régimen constitucional, la larga vía del progreso basada en el orden y la moralidad, y de sellar por mi juramento, tan pronto su vasto territorio sea pacificado, un pacto fundamental con la nación. No es así que se podría instaurar una política verdaderamente nacional, debido a la cual, los diversos partidos, olvidando sus antiguos resentimientos, trabajen en común para colocar a México en el sitio preferente que le esta destinado entre todos los pueblos, bajo un gobierno que tenga por principio hacer prevalecer la equidad en la justicia.” Cuando en septiembre de 1861 Maximiliano recibió al ministro de Negocios Extranjeros en Austria, conde De Rechberg, a quien comisiono José María Gutiérrez de Estrada para 78 ofrecerle en nombre de los monarquistas mexicanos el trono de México, Maximiliano exigió además del voto de los mexicanos, que su gobierno fuera apoyado por Francia, Inglaterra y España. Al disolverse la triple alianza esa condición resultaba imposible. Por ello, cuando la comisión de notables se presento a recoger la respuesta definitiva del príncipe el 9 de abril de 1864, Maximiliano no impuso ya esa condición, en virtud de los problemas que tenía pendientes, como era su posible ascensión al trono austriaco que había sido resulto mediante una renuncia que no le satisfizo, a al de otro país, Maximiliano aceptó el 10 de abril la corona que se le ofreció. Napoleón III había presionado a Maximiliano para que aceptara el trono de México como parte de su política imperial, pero se había dado cuenta de que la instauración de la monarquía en nuestro país no era una empresa fácil ni sencilla como en un principio creyó, engañado por los monarquistas mexicanos y por Saligny. Advertía ya que era costosa, porque la expedición militar agravaba fuertemente el erario francés, y el Congreso en el que figuraban muchos opositores suyos, no estaban dispuestos a votar sumas adicionales para sostener un ejército en México, cuyas finalidades no se veían muy claras y sí bastante peligrosas dados los cambios que se operaban en la política europea. Napoleón III al prometer su apoyo a Maximiliano lo hizo a través de un convenio, et tratado de Miramar, firmado en ese lugar el 10 de abril de 1864. Mediante el se comprometía a prestar a Maximiliano ayuda militar hasta 1867, fecha en que, se suponía, el Imperio Mexicano debería tener un ejército propio debidamente organizado. En ese momento se retirarían las tropas francesas, que deberían ser pagadas por México desde el momento de su salida de Europa. Esto quiere decir que el apoyo militar francés a los conservadores para que estableciesen un sistema monárquico en nuestro país tenía que ser cubierto con crecientes intereses por la monarquía recién instaurada, hecho que gravaría extraordinariamente la rehabilitación económica de México. LA CONVENCIÓN DE MIRAMAR Y SUS CONSECUENCIAS El 10 de abril de 1864 se celebró en Miramar, entre el ministro Velázquez de León, plenipotenciario del imperio, y el señor Charles Herbert, representante plenipotenciario autorizado de Napoleón III, la llamada Convención de Miramar, mediante la cual el emperador de los franceses aseguraba por medio de solemne compromiso, cuya responsabilidad total recaía en México, el reintegro acrecentado de la ayuda prestada al establecimiento de Fernando Maximiliano de Habsburgo en el trono mexicano. Muchos fueron los objetivos que Napoleón quiso alcanzar al intervenir en los asuntos de México. Los hay de políticas internas e internacionales, también esencialmente económicas, muy amplias y variadas, y hasta hay algunos culturales, ideológicos y aun idealistas. En toda esa gama de razones justas o no, justificadas o no, pero nunca justificables, no hay duda que las económicas, sin forzar en nada el materialismo histórico, fueron las más vigorosas e importantes. Bien pudo tener Napoleón altas e ideales miras, más su realización siempre estuvo bien meditada y planeada y, sobre todo, sujeta a una inteligente política económica. Bien enterados estaban los liberales de cuantos compromisos y componendas acordaban los partidarios de la intervención y del imperio en Europa. De ahí que la celebración de una convención de esa naturaleza no podía pasar por alto a su poderosa percepción. Tal vez algunos otros acuerdos fueron más espectaculares, como el llamamiento de los notables y la aceptación del archiduque, así como algunas declaraciones de tipo político, y generalmente 79 estas son más conocidas y estudiadas; pero la convención de Miramar representa la parte esencial del posible establecimiento de la monarquía en México, de la instauración de un príncipe europeo en el trono de Moctezuma, del triunfo de las ideas reaccionarias e intervencionistas y de la participación de Francia, la tierra de las libertades, en una temeraria empresa, de la que salió perdidosa y desprestigiada. Este documento como otros, y también el desarrollo total de la intervención, fue conocido y comentado por uno de los liberales más inteligentes y perspicaces de México, el periodista Francisco Zarco. Con su extraordinaria lucidez, inteligencia e información, tan escasa en muchos de los congéneres de esa época y con una honestidad y amplios conocimientos de política, la economía y aun las acciones bélicas, Zarco, en un sobresaliente escrito que titulo La Convención Franco-Austriaca de Miramar, hace, el análisis más perfecto y riguroso de aquel instrumento de dominación. En torno de esa organización podemos separar algunos puntos sobresalientes, el primero de los cuales es el relativo al desarrollo político de México. Francisco Zarco advierte que los males de México no se remediarían mediante el establecimiento de una monarquía, ni mucho menos cuando llega acompañada de una intervención militar que pretende imponer un príncipe extraño. La monarquía si bien no era una solución autentica no pasaba de ser la aspiraciones de unos cuantos ilusos, no planteaba problema alguno al país en tanto no se tratara de imponerla. Con sus imposición violenta y el arribo del aspirante al trono, las cosas cambiarían dando lugar a una lucha de principios. Entre la República y monarquía. Ésta última resultaba -decía Zarco exótica e imposible de instaurar, en la tierra clásica de la democracia y de la Reforma. Trazando así una línea política consecuente y continua, Zarco penetra en el fondo social que debe sustentar tal forma política, y advierte que los partidarios de la intervención imperial, principalmente sus eternos sostenedores, pretender reducir por fantásticas, inicuas e injustas razones el valor de la sociedad Mexicana, la consideración humana de diversos grupos, principalmente del mayor y original, el indígena, dentro del cual quedan comprendidos muy diversos matices. Efectivamente, al analizar los términos de la construcción del gobierno monárquico, encuentro que en ella se señala la ausencia de “un pueblo que gobernar”, como si los diferentes grupos raciales y sociales que integran México no fuera por si un pueblo. MAXIMILIANO EN MÉXICO El pacto de Miramar se firmó el 10 de abril de 1864, y entrañaba no poco peligro para la estabilidad del imperio, por la sujeción de este a Napoleón III. Algunos días más tarde, Maximiliano y su esposa Carlota Amalia, hija del Rey de Bélgica, hija del Rey de Bélgica, visitaron en Roma al Papa Pío IX, quien instó a respetar los derechos de la iglesia y a trabajar por el bien temporal y espiritual de sus súbditos. La pareja real se embarcó en la fragata “Novara”, en la cual llego a Veracruz. El 28 de mayo de 1864 desembarcaron los Emperadores, y la recepción de que se les hizo objeto fue fría, pero las muestras de adhesión subieron de punto, en cambio, en las poblaciones del interior, a través del camino que siguieron, por Córdoba, Orizaba, y sobre todo Puebla y México, con gran entusiasmo en esta última. 80 APOYO NORTEAMERICANO A JUÁREZ. Las armas republicanas seguían padeciendo derrotas. Don Tomás Mejía, con su división mexicana y con auxiliares franceses, derroto a don Manuel Doblado en Matehuala, otro tanto hizo con los juaristas cerca de Tampico, pese a que estos tuvieron el apoyo de 200 soldados negros norteamericanos. De hecho el campo de acción de los republicanos se reducía al norte, algunos puntos del sur en donde actuaba el general Porfirio Díaz, y al occidente. El gobierno de Lincoln decidió a favor de Juárez, le proporcionó ayuda militar y política, pero menor de los que hubiera sido posible, debido a que en los Estados Unidos estaba a punto de estallar la guerra civil, y cuando esta se presentó, el auxilio norteamericano tampoco pudo ser considerable. Sin embargo les llegaron a los norteamericanos 7,000 rifles y municiones, sin contar con piezas de artillería que en otras ocasiones les fueron entregadas. Un agente secreto del imperio comunicó desde Nueva Cork que se reclutaba gente norteamericana para auxiliar a Juárez. En julio de 1864, el ejército del general Sheridan avanzó hacia la frontera mexicana con 30 o 40 mil hombres -según carta de don Sebastián Lerdo de Tejada a Pesqueira- y adoptó una actitud amenazante que causo expectación en Francia. En fin, entre otros muchos papeles y datos que revelan la estrecha unión del gobierno republicano con el de los Estados Unidos, hay un documento en el Archivo de la Pennsylvania Historical Society, escrito por Juárez el 12 de noviembre de 1865 al general James Carleton, que parece ser era el oficial de enlace entre aquel y el gobierno yanqui, y a quien decía: “Mi querido señor: mañana marcho para la ciudad de Chihuahua, lo que participo a usted, para que allá me libre sus ordenes, que cumpliré con muy buena voluntad…” Consta así mismo, que en mayo de 1865, un agente del gobierno republicano de Juárez, don José María Carvajal, celebró un convenio con el norteamericano Daniel Woodhouse, por virtud del cual concedía a la compañía de este, 250 leguas cuadradas de tierras baldías en Tamaulipas y 250 en San Luis Potosí, y 2136 minas en ambos estados, así como la autorización para tender líneas ferroviarias y para llevar a cabo una colonización con individuos blancos procedentes de los Estados Unidos. El mismo Carvajal -quien era gobernador de las entidades citadas-, varios meses más tarde celebró otro convenio con John W. Colies para obtener un préstamo de 30 millones de pesos mediante “la hipoteca de los estados de Tamaulipas y San Luis Potosí”, aunque a la postre nada se obtuvo. En el mismo sentido conviene citar el hecho de que en 1865, cuando terminó la guerra civil en los Estados Unidos , el gobierno juarista gestionó que llegará a México un ejército auxiliar de 60, 000 soldados norteamericanos de los que iban a ser licenciados en su país: si se llegara a un acuerdo completo con las autoridades norteamericanas, se premiara a los soldados y oficiales con tierras,”y a los jefes superiores, informa don Justo Sierra, con recompensas en número de cien mil pesos para el que mandase la expedición, de treinta mil para cada uno de los generales de división y de veinte mil para cada uno de los de brigada. Quedaría a elección de los expedicionarios adquirir la nacionalidad mexicana o conservar la propia si el gobierno de su patria le daba permiso para venir”. Todos los soldados norteamericanos no llegaron porque el gobierno de los Estados Unidos no quiso. 81 Analizando todas estas situaciones puede uno preguntarse: ¿qué significa esa doble relación mexicana, de búsqueda de apoyos en el extranjero: una, la imperialista, respecto de Francia, y la otra, la juarista, respecto de Estrados Unidos? Significaba que los mexicanos habían perdido la confianza en ellos mismos para encontrar sus propios caminos, y creían que la salvación solo podía venir de la ayuda ajena. LIBERALES Y CONSERVADORES Cuando Maximiliano se hizo cargo del poder formó un gabinete inicial en el que junto a pocos conservadores, aparecieron varios liberales destacados, entre los cuales estaban don José Fernando Ramírez, don Juan de Dios Peza y otros. Esto de dar preferencia a los liberales frente a los conservadores, no fue bien visto, y peor todavía cuando se supo que Maximiliano tenía, además una especie de gabinete particular formado por extranjeros que no conocían suficientemente el país, pero a quien se concedió un poder político amplio. El emperador quiso formar, asimismo, el ejército imperial mexicano -cosa a la que lo obligaban tanto su seguridad política como el Tratado de Miramar-, utilizando al efecto las fuerzas nacionales existentes, con el apoyo francés; sin embargo, este propósito suyo se vio trastornado por la hostilidad del mariscal Bazaine, que estorbó todo su proyecto, rehusó armas a los pueblos que las pedían y no permitió que hubiera guarniciones permanentes en los poblados, sino columnas volantes francesas, que en muchas ocasiones tuvieron una conducta reprobable contra los habitantes de aquéllas. Puede afirmarse que la situación del país y el curso de la guerra pudieron ser mejor aprovechados, ya que don Santiago Vidaurri, José López Uraga, Juan N. Cortina, Julián Quiroga y otros jefes republicanos, se pasaron a las filas imperiales. Y Maximiliano si hubiese contado con más energía, habría podido aprovechar los distintos elementos que tenía a su disposición, para fortalecer su gobierno en lo político, en lo militar y en lo económico, sobre bases más mexicanas, pero no lo hizo o no pudo hacerlo. Así continuó la campaña contra los republicanos, sin un plan bien pensado, ni con acierto bélico. En el curso de ella, Bazaine, con buena cantidad de material guerrero, actuó en el sur, capturó Oaxaca, derrotó al general Díaz, lo aprehendió y éste volvió a fugarse. DESTIERRO DE MIRAMÓN Y MÁRQUEZ. La oposición de Bazaine contra los conservadores más notables, unida a la debilidad de Maximiliano, y a las inclinaciones liberales de éste, hicieron que uno de los hombres que pudo salvar militarmente el Imperio, que era Miramón, fuese prácticamente desterrado al enviársele a Berlín para que estudiara las técnicas de artillería prusiana….. Y más tarde, Márquez, a su vez, fue enviado a Tierra Santa, con presentes para el sultán de Turquía. Muchos prominentes conservadores, en vista del rumbo que tomaban las cosas, y disgustados ya de tiempo atrás por las ideas políticas del nuevo gobierno, presentaron sus renuncias, o se sintieron desilusionados por el curso de la política. 82 CRISIS EN LA IGLESIA La cuestión religiosa era la más grave en el Imperio. Los conservadores tenían la esperanza de que una vez que llegase el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Pedro Francisco Meglia, sería posible llegar a un entendimiento que fuera satisfactorio tanto para la iglesia cuanto para el Imperio. El nuncio llegó, en efecto, a principios de diciembre de 1864, pero no tardo en presentarse la crisis. Maximiliano, en un memorial que le presentó le dijo que para que hubiera Concordato, esto es, relaciones formales entre México y la Santa Sede, con un trato conveniente, era indispensable que se estableciera lo siguiente: 1) Libertad de cultos, aunque con protección especial al catolicismo. 2) Los sacerdotes no cobraran por sus servicios, ni recibirán diezmos ni primicias, sino que el gobierno los sostendrá como si fueran empleados suyos. 3) Desaparecerá el fuero eclesiástico. 4) Las rentas provenientes de los bienes de la Iglesia nacionalizadas pasarían a manos del gobierno. 5) El Emperador y sus sucesores tendrán los mismos derechos que habían tenido los Reyes de España sobre la Iglesia. 6) No podría haber nuevas novicias en las órdenes religiosas femeninas, mientras el santo padre no dijera qué órdenes se establecerían y cómo actuarían. Otros puntos del memorial se referían a materias semejantes a las Leyes de Reforma en cuestión de registro civil y secularización de cementerios. No se llegó a ningún acuerdo, y aún más, el gobierno confirmó las operaciones de desamortizaciones y nacionalización de los bienes de la Iglesia, y dispuso que hubiera libertad de cultos. El cardenal Antonelli, secretario de Estado de la Santa Sede, protestó, y protestaron igualmente los obispos mexicanos. En cambio, algunos representantes masónicos le ofrecieron al Emperador -que era masónla presidencia del Supremo Consejo de las logias, que él declinó, pero acepto el titulo de “protector de la Orden” y nombro representantes suyos a dos individuos que inmediatamente recibieron el grado 33. EL ESTATUTO DEL IMPERIO El 10 de abril de 1865 se dio a conocer el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, especie de Constitución provisional, que establecía la forma monárquica de gobierno. La autoridad máxima la tendría el Emperador, unido al cual estarían sus ministros y un Consejo de Estado al que debía oír para dictar leyes y reglamentos. 83 El país quedo dividido en departamentos. Sin embargo, el estatuto no satisfizo ni a los liberales ni a los conservadores. Algún tiempo después, Maximiliano ordenó que se presionara a los nietos de Iturbide, y se constituyo en tutor del primero de ellos, Agustín, aunque no ordenó expresamente que tuviera éste el carácter de príncipe heredero. PRESIÓN NORTEAMERICANA. Los Estados Unidos, habían puesto fin a la Guerra de Secesión, en abril de 1865. El gobierno norteamericano había visto con simpatía la causa republicana aunque la había ayudado poco materialmente, quizá por razones de conflicto interno. Sin embargo, no quería nuevas adquisiciones de tierras mexicanas porque acaso temía que con éstas se formaran nuevas entidades sudistas en los Estados Unidos, que darían fuerza a los recientemente vencidos esclavistas, y por eso prefirió ayudar a trasmano. Esto explica porque el secretario de Estado, Mr. Seward, le indicó a don Matías Romero, agente republicano de Juárez en los Estados Unidos, que no contara soldados norteamericanos, porque de entrar estos en gran cantidad a México, ya no saldrían. En cambio en el terreno diplomático, los norteamericanos comenzaron a presionar a Francia: era importante que los Estados Unidos no perdieran su dominio sobre el continente, y aunque estaban seguros de que los franceses no podrían estar indefinidamente en México, quisieron forzar su salida. Por esto el 1 de agosto de 1865, John Bigellow, nuevo secretario del Departamento de Estado, le envío una nota a su embajador en París con esta recomendación: “El infrascrito esta cargado de declarar francamente que las simpatías del pueblo americano hacia los republicanos de México son muy vivas y que vera con impaciencia la continuación de la intervención francesa en aquel país”. LA EMPERATRIZ RUMBO A EUROPA. La economía del Imperio nunca fue estable. La administración de Maximiliano vivió, casi siempre de los préstamos franceses, no siempre manejados con tino y prudencia; no se quiso o no se pudo emprender la reorganización de una hacienda propia y equilibrada; el estado de guerra lo trastorno todo. El 31 de mayo de 1866, Napoleón III le escribió a Maximiliano que sus consejos no habían sido seguidos, que el Tratado de Miramar quedaba nulo, y que desde ese año comenzarían a retirarse los franceses. En el fondo, Napoleón temía la hostilidad norteamericana, lo mismo que el creciente poderío de Prusia y no quiso verse atrapado por uno y por otro. Maximiliano, viendo el derrumbe del trono, pensó en abdicar, pero Carlota lo persuadió a que esperase un arreglo que ella intentaría hacer ante Napoleón III y ante el Papa. Se embarcó con tal motivo el 8 de julio de 1866 y llegó a Francia. Le indicó al Emperador francés que estaba faltando a su palabra, que la economía del Impero estaba quebrada por la mala administración de sus encargados, que eran franceses, que no se había organizado suficientemente el ejército mexicano, porque Bazaine lo había estorbado continuamente, y 84 que este había permanecido inactivo, dando lugar a que los republicanos avanzaran sin encontrar suficiente resistencia. La primera entrevista fue muy tensa, y otra más, violenta por parte de la emperatriz; pero Napoleón se mantenía inflexible. A fines del mes, Carlota se entrevistó con el Papa, pero ya dio muestras allí de su trastorno mental, que se convirtió en franca locura después. Su hermano, el conde de Flandes, la llevó a Bélgica, donde, siempre demente, -salvo algunos periodos de lucidez- sobrevivió largos años hasta morir el 19 de enero de 1927, a los 86 años de edad. En octubre, Maximiliano, agotado por su pena conyugal y por su desencanto político, dejo la capital y se marchó a Orizaba, presumiblemente para abandonar el país después de su abdicación. Ya para entonces había comenzado a deshacerse de sus colaboradores liberales, en tanto los franceses lo abandonaban, quiso rectificar su política y llamo a los conservadores. A la postre, y con hombría que le honra, decidió quedarse. El 14 de enero de 1867 hubo una junta durante la cual Bazaine -cuya conducta en la posterior guerra franco-prusiana fue de deslealtad a su patria- insistió que el Emperador abdicara y se mostró injusto con los mexicanos, por lo que un prominente participante de la junta, don Alejandro Arango y Escandón, le contesto con gran dignidad, dirigiéndole las mismas palabras que Paulo IV le dirigió al duque de Guisa en el siglo XVI: “Idos: nada importa. Habéis hecho muy poco por vuestro soberano: menos aún por la iglesia; nada, absolutamente nada, por vuestra honra.” EPÍLOGO DEL IMPERIO. Por esos días llegaron Márquez y Miramón, mientras los franceses se retiraban, dejando desguarnecidas las plazas que iban cayendo en manos de los republicanos, con su cortejo de represalias. Desde julio de 1866 había comenzado el avance de los republicanos, que en total tendrían unos 16,000 hombres, no pocos de ellos con algunos recursos militares norteamericanos, divididos en varios cuerpos: el Ejército del Norte, mandado por el general Mariano Escobedo, el de Occidente, dirigido por el general Ramón Corona; el del Centro, dirigido por los generales Régules y Riva Palacio, y el del Sur dirigido, por el general Porfirio Díaz. Bazaine cometió actos indignos, pues declaró desertores a los franceses que se quisieron incorporara a las tropas de Maximiliano, vendió un convoy al republicano Aureliano Rivera, y destruyó armas para que los imperialistas no las utilizaran. Para octubre, la situación era completamente favorable a los juaristas. Estos ocupaban ya casi todo el norte; y en occidente obtuvieron victorias o simplemente ocuparon poblaciones, hasta llegar a Guadalajara. A su vez importantes triunfos obtuvo el general Díaz, en Miahuatlán, La Carbonera y Jalatlaco, y recupero a Oaxaca. Como medida última, ciertamente extemporánea, en diciembre de 1866 se decretó la formación del Ejército Imperial Mexicano, en la que se alistaron también algunos franceses, 85 austriacos y belgas, aunque en lo fundamental estaba formado por mexicanos y cuyos principales jefes fueron los generales Miramón, Márquez, Mejía y Méndez. Los republicanos avanzaron hacia el sur, Miramón los ataco infructuosamente; pudo vencerlos en Zacatecas, pero fue vencido en San Jacinto. Al fin, los imperiales se concentraron en Querétaro, no para encerrarse allí sino para tener esta ciudad como centro de operaciones, pero las lentas disposiciones del emperador permitieron que los republicanos se concentraran y los imperiales se vieran sitiados. Mientras tanto Márquez se encamino a México para obtener refuerzos, pero queriendo ayudar a Puebla, atacada por el general Díaz, fue derrotado por éste, que entro previamente a ella el 2 de abril de 1867 y luego venció al jefe imperialista. El general Porfirio Díaz puso sitio y capturo la ciudad de México el 21 de junio, y el 15 de julio llegó Juárez, restableciéndose la republica. Querétaro, valientemente defendido por Miramón, tuvo que rendirse al precipitarse los acontecimientos por la traición del coronel Miguel López, que facilito la entrada a los republicanos mandados por el general Escobedo. Y los ocupantes fueron hechos prisioneros. Un consejo de guerra presidido por Platón Sánchez juzgo al emperador y a los generales Miramón y Mejía, de acuerdo con la ley del 25 de enero de 1862, que declaraba culpables de traición a todos los seguidores del Imperio. Se dictó contra ellos pena de muerte y fueron fusilados el 19 de junio de 1867. Los restos del Emperador se encuentran actualmente en la iglesia de los padres capuchinos en Viena; los de Miramón en la catedral de Puebla; y los de Mejía, en el panteón de San Fernando, en México. ADMINISTRACIÓN DE JUÁREZ Y LERDO Al caer el Imperio, don Benito Juárez pudo regresar a la ciudad de México, ocupada y pacificada, poco antes, por el general Porfirio Díaz. Una vez establecido en ella, el presidente dio a conocer un manifiesto en el que dijo que era deber de su gobierno unir “las exigencias de justicia” con “las consideraciones de la benignidad”, y quiso recordar que era necesario que tanto el pueblo” como “el gobierno”, respetasen “los derechos de todos”. En este documento pareció su famoso apotema, según el cual, “entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, muy repetido desde entonces, aunque Juárez no siempre quiso cumplirlo. El manifiesto que se menciona anunciaba, en fin, que “terminada ya la lucha”, se convocaría “desde luego al pueblo” para elegir al Presidente en quien quisiera “confiar sus destinos”. No se convocó a elecciones en seguida, no obstante la anterior promesa, quizá porque el tenso ambiente político del país aún no lo permitía, por lo que de hecho Juárez siguió ocupando la Presidencia de la República, como la había ocupado en el bando liberal desde enero de 1858. En casi todo ese tiempo, que se prologo hasta su muerte en 1872 (algo más de catorce años en total), Juárez en general gobernó, no de acuerdo con la Constitución 86 propiamente dicha, sino a base de las llamadas facultades extraordinarias, que usó de modo continuo. Algunos años antes, cuando se disolvió la lucha contra el imperio, en 1865, y para no verse estorbado en sus tareas de jefe de la cusa republicana, permitió la aprehensión del general González Ortega, cuando este, como jefe de la Suprema Corte, quiso suceder a Juárez en la presidencia de la República, al llegar a su fin uno de los periodos administrativos de éste. González Ortega fue declarado “delincuente” porque siendo general había permanecido fuera del país y del ejército sin autorización, y aunque esto último era cierto, algunos colaboradores de Juárez vieron en todo esto una maniobra de este para continuar en la Presidencia. Otros, en cambio, lo apoyaron, visita la situación política y militar que había en la pugna contra el Imperio. Durante la época de la restauración, el gobierno juarista quiso aligerar a su administración de la gran carga que representaba un ejército muy numeroso y comenzó a disolverlo, a fin de no contar sino con un grupo más reducido y más dócil al gobierno; hizo cambios en la dirección del ejército, pero cometió el desacierto de enviar al general Porfirio Díaz -que era el más notable de los generales republicanos y el que más había trabajado por su causa- a una población de tercera categoría, como si fuera un castigo, mientras otros, con menos méritos, quiso encumbrarlos. LA CUESTIÓN EDUCATIVA. A esta época corresponde un nuevo esfuerzo juarista orientado hacia la educación. En efecto contando con un equipo de personajes destacados que encabezaba el ministro de Justicia e instrucción Pública, don Antonio Martínez de Castro, el gobierno se dispuso a atender la cuestión educativa y expidió una ley de instrucción pública en 1867, que consagró el principio de que la educación que impartiera el Estado sería obligatoria y “gratuita para los pobres”. A esto conviene agregar que, como en las escuelas oficiales se suprimió la enseñanza religiosa -salvo en lo que se refería a los sordomudos, a quien debía hacerse aprender el “catecismo” y los “principios religiosos”-, la educación oficial resulto ser laica igualmente. Uno de los colaboradores principales, o el principal de ellos, en la tarea de la instrucción pública, fue el doctor Gabino Barreda, discípulo de Augusto Comte. Gracias a él se emprendió una importantísima reforma desde las escuelas elementales hasta las profesionales, incluyendo la preparatoria que entonces se fundó-, de acuerdo con el pensamiento positivista que sustentaba. Este pensamiento, prácticamente irreligioso, fue dominante en lo sucesivo, a pesar de que la constitución establecía en su artículo 3, que la enseñanza debería ser libre. La ley de 1867 previó el establecimiento de diversos planteles de instrucción media superior, así como un observatorio astronómico, un jardín botánico y una Academia Nacional de Ciencias y Literatura. OPOSICIÓN VIOLENTA CONTRA JUÁREZ. El año de 1867 pretendió Juárez llevar a cabo algunas reformas a la Constitución. Según ellas, quería que hubiera en el Congreso una Cámara de senadores, a más de la Cámara Diputados ya existente; que el Presidente de la República tuviera veto contra las 87 leyes aprobadas por el Congreso; que hubiera sesiones extraordinarias de éste; y que se estableciera un procedimiento nuevo para los casos de sustitución presidencial. Quiso Juárez, sin embargo, que tales reformas se hicieran mediante plebiscito, esto es, mediante una votación general entre el pueblo, y no de acuerdo con la Constitución señalaba para cuando debía ser reformada. Pero todo ello, lo mismo que algunas modificaciones que pretendió se hiciera a la ley electoral, incluso permitiendo que los sacerdotes tuvieran en forma completa derechos políticos nuevamente .lo que quizá entrañaba el hábil propósito de controlar a los conservadores a cambio de unos cuantos curules, aunque estos ya no formaban un partidomotivaron una gran agitación entre los liberales contra el Presidente, por lo cual las reformas no pudieron llevarse adelante. La oposición a Juárez por parte de sus mismos correligionarios liberales ocasiono continuas rebeliones contra él, quien a pesar de todo, siempre triunfaba en las elecciones que el mismo manejaba. Pocos escritores se han mostrado tan severamente críticos contra Juárez, como los liberales Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez y otros, que pertenecían a su partido. Ramírez escribió a propósito de la perpetuación presidencial de Juárez, y con cierta ligereza lo siguiente: “El poder ejecutivo es tan fácil de desempeñarse, que en las monarquías se concede a las mujeres o a los niños, nosotros lo hemos confiado a un bárbaro de la Mixteca”. Desde la caída del imperio se repitieron continuamente las revueltas promovidas casi siempre por los jefes liberales. Hubo insurrecciones contra Juárez en el norte, en el oriente y en el sur, bajo la dirección de los generales Juan N. Méndez, Miguel Negrete y otros; pero la que llegó a ser más violenta fue la del Plan de la Noria en noviembre de 1871, dirigida por el general Porfirio Díaz como protesta contra “la reelección indefinida, violenta y forzosa del ejecutivo federal”, ya que, efectivamente las elecciones juaristas de ese año fueron ejemplo de arbitrariedades y de fraudes. Todas las anteriores rebeliones, sin embargo, fueron sofocadas por el duro y violento general Sóstenes Rocha, que siempre se mostró decidido partidario del Presidente. No concluía la revolución de La Noria, cuando Juárez murió la noche del 18 de julio de 1872, sin que haya pruebas ciertas, como se llego a decir, de que hubiera sido envenenado. El informe médico dijo que murió de angina de pecho. A su muerte fue sustituido por quien era presidente de la Suprema Corte de Justicia, el licenciado Sebastián Lerdo de Tejada; y una vez hechas después las elecciones correspondientes, Lerdo quedo como Presidente Constitucional. LA ADMINISTRACIÓN LERDISTA Ocupó Lerdo la Presidencia del 19 de julio de 1872 al 20 de noviembre de 1876. Dos disposiciones del nuevo Presidente parecieron bastante acertadas, y fueron: de una parte, la de haber concedido la amnistía a todos los sublevados, a fin de que se alcanzara la paz, y de otra, la de haber procedido a la construcción del ferrocarril que unió a México con Veracruz, que muchos vieron como el principio de una bonanza económica. 88 Ya en el curso de su gestión, se estableció la Cámara de Senadores como parte del Congreso de la Unión y se incorporaron las Leyes de Reforma -el 25 de septiembre de 1873a la Constitución Federal que entonces regia. Estas leyes, cuando fueron expedidas, carecían de validez porque fueron dictadas en 1859 por Juárez, quien no tenía derecho para ello: las leyes debieron haber sido aprobadas por el Congreso y no por el Presidente, como ocurrió; y debido a eso, Lerdo quiso arreglar la falta y dispuso que las Leyes de Reforma quedaran como parte de la Constitución, ahora ya con aprobación de los legisladores. El embajador norteamericano se apresuró a comunicar este acontecimiento a su gobierno, el cual decidió enviar sus “congratulaciones a Lerdo, por considerar que esta constituía un gran paso especialmente para una república”. En esta coincidencia con lo anterior, el Presidente puso en marcha un movimiento político que tenía por objeto someter todavía más a la iglesia a manos del Estado. Con este último motivo fue reformada la Constitución para que quedaran prohibidas las órdenes religiosas; y aplicó con todo su rigor las disposiciones legales de espíritu anticlerical, hasta el punto de que expulso a los Jesuitas y a otros sacerdotes extranjeros, después de una intensa campaña periodística, en octubre de 1873. Expulso también a las Hermanas de la Caridad -a quien el mismo Juárez respeto-, no obstante que de las 410 que había 355 eran mexicanas, que atendían a cerca de 15 mil personas en sus hospitales, asilos y escuelas. En cambio se norteamericano. favoreció oficialmente la difusión del protestantismo, con apoyo En el mismo año de 1873 se prohibió que hubiera fuera de los templos cualquier manifestación o acto religioso; y por tal razón, los arzobispos de México, Michoacán y Guadalajara exhortaron a los fieles a guardar valor cristiano y evitar desordenes; y los prelados elevaron en general sus protestas en forma pacifica y respetuosa, contra las medidas anti eclesiásticas del gobierno. Solo hubo un brote rebelde en Michoacán, que fue prontamente sofocado. A esto se unió la circunstancia de que Lerdo fue perdiendo popularidad cada vez más. Era hombre inteligente, pero sus enemigos lo consideraban orgulloso, perezoso y poco cordial. Un autor liberal, pero anti lerdista, Justo Sierra, decía de el que: “no creía necesitar de consejo, no deliberaba, se informaba negligentemente y decía sin elementos suficientes muchas veces”. Se apartaron de él muchos liberales, y tuvo, al mismo tiempo, la oposición de los conservadores. En una palabra, el Presidente Lerdo se encontró en un momento dado, sin gran fuerza política y aislado. LA REBELIÓN DE TUXTEPEC. Lerdo, hábil en las maniobras, había hecho ganar a su partido las elecciones de 1872-1876, pero al igual que Juárez, resintieron continuas insurrecciones en su contra. Importante entre estas últimas fue la del cacique indio de Nayarit, Manuel Lozada antiguo imperialista, que al final fue vencido y fusilado; otras rebeliones se produjeron, así mismo, en Guanajuato y Jalisco; pero la que llego a ser de mayor importancia fue la revolución de 1876 promovida por el general Porfirio Díaz, quien hizo suyo el plan de Tuxtepec, el cual era un documento en el 89 que se desconocía a Lerdo como Presidente y se proclamaba a Díaz como jefe de la revolución. Poco más tarde el plan fue reformado en Palo Blanco. La revuelta se extendió desde Oaxaca hasta el norte. El general Días fue vencido por las tropas lerdistas en varias ocasiones, como sucedió en Icamole, pero al fin unió sus soldados con las fuerzas del general Juan N. Méndez y con las del general Manuel González, y obtuvo una victoria sobre los gobiernistas. Mientras se efectuaba la rebelión del Plan de Tuxtepec, Lerdo, tuvo de pronto, otro rival en don José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien en vista del fraude electoral de 1876, declaró nulas las elecciones y se hizo proclamar presidente de la República, pero en vista de la derrota militar sufrida por los gobiernistas, Lerdo abandono el país y se marchó a los Estados Unidos, en donde murió en 1889. Iglesias por su parte, no pudo llegar a un acuerdo con el general Díaz y salió también de la nación. La revolución de Tuxtepec estaba triunfante, y con ella el general Porfirio Díaz. 90 II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO A.- LA ETAPA DEL PORFIRIATO Y SU DETERIORO SOCIAL LA ETAPA conocida como “el porfiriato” abarca un extenso lapso que comienza en abril de 1877, con el ascenso del general Porfirio Díaz al poder ejecutiva y culmina con su renuncia a la presidencia de la nación, en mayo de 1911. Ese periodo entraña una gran transformación en la economía y en la sociedad mexicanas, presentando características que permiten dividir lo en dos fases: la primera, de 1877 a 1896, corresponde al inicio y consolidación del régimen porfirista; comprende el primer periodo, presidencial de Porfirio Díaz (1877-1880), el del general Manuel González (1880-1884), el, segundo periodo de Díaz (1884-1888), el tercer gobierno presidencial, correspondiente a la primera reelección de Díaz (1888-1892)y el cuatrienio 1892-1896 en el que gobierno después de anular el principio de no reelección. La segunda fase, de 1896 a 1910, corresponde a la época en que el llamado grupo de los, “científicos” domino la escena política bajo el amparo del dictador, y que culminaría con la crisis, en la que entra el régimen a fines de la primera década del siglo XX. En esta segunda fase, el general Díaz ocupo la presidencia durante tres periodos consecutivos: De 1896 a 1900, de 1900 a 1904, y el ultimo, de 1904 a 1910, lapso en el que el periodo presidencial se extendió a seis años. Al término de este sexenio, Díaz volvió a reelegirse, pero aquel octavo mandato presidencial seria truncado por la revolución maderista que estallo en noviembre de 1910, y que obligaría a Porfirio Díaz a renunciar seis meses después. La etapa porfirista representa, en lo político, la era de un dictador decidido a imponer el orden y a mantenerse en el poder a costa de lo que fuera. Su lema “poca política y mucha administración”, significo en la práctica hacer a un lado la legalidad. En más de una forma suprimió las garantías individuales defendidas por la Reforma (que tampoco habían podido poner totalmente en practica los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada), desdeñando además el principio de no reelección, que el mismo Díaz había constitucionalizado al comienzo de su larga permanencia a cargo del poder ejecutivo. En el aspecto económico, el porfiriato representa el inicio del Capitalismo dependiente en México, pero a la vez, el comienzo de la industrialización, tan ansiada por todos los gobiernos mexicanos desde los años inmediatamente posteriores a la separación de España. En el plano social, el porfiriato presenta agudos contrastes. Por un lado, el surgimiento de una clase media nacional, que nace y se desarrolla al margen de los cuantiosos beneficios que obtenía el capitalista extranjero a cambio de invertir su dinero en la extracción de recursos naturales del suelo mexicano, y al margen también del enriquecimiento de un pequeño grupo de mexicanos privilegiados del régimen, los llamados “científicos”, sustentadores del poder político y pilares del sistema en la segunda fase de la era porfirista. Por otro lado, y en marcado contraste, estaba la clase trabajadora, la cual, en su mayoría era todavía campesina, despojada de su propiedad territorial y obligada a trabajar en las haciendas en condiciones de servidumbre y severa explotación mientras el sector obrero, 91 que creció con la industrialización, no gozaba de mejores condiciones de trabajo en las fabricas y minas. El aspecto cultural del periodo muestra, en el renglón educativo, la persistencia del positivismo como filosofía al servicio de la industrialización, exigiendo el requisito del orden para alcanzar el progreso. Destacan en este aspecto las figuras de algunos educadores que respaldan la ideología del régimen y crean instituciones educativas que no alcanzan niveles nacionales y se concretan aun reducido sector de la población en edad escolar, correspondiente a las capas superiores de la sociedad de la época. Se ha señalado al porfiriato como una etapa en la que predomina un “afrancesamiento de la cultura” en detrimento de los valores nacionales. Sin embargo, es de marcada importancia lo que durante el régimen se hace por el estudio del pasado prehispánico, que despierta el interés de investigadores nacionales y extranjeros. La característica afrancesada de la cultura en el porfiriato, más que una tendencia del régimen, fue una moda de la época que influyo en las costumbres de varios países del mundo. Tal moda matizó el estilo artístico del México de entonces en la arquitectura, en la pintura, en el arte en general, y presenta un interesante sincretismo en el que se denotan, los matices nacionales. El porfiriato es, pues, una etapa de transformación y un arranque hacia la modernidad, a pesar de sus fallas y no obstante que el envejecimiento del sistema y la prolonga de permanencia del dictador, dejaron grietas muy profundas y obstáculos sumamente difíciles de vencer. La Política del Porfiriato. Primera Fase Primer periodo presidencial de Porfirio Díaz Formación del gabinete presidencial. El general Porfirio Díaz se hizo cargo del poder ejecutivo, en abril de 1877, después de triunfar en las elecciones a las que había convocado Juan N. Méndez como presidente interino. En esta primera gestión administrativa, Díaz procure apegarse a las normas legales y al principio de no reelección que lo había llevado al poder y que fue incluido en la Constitución. El artículo 78 constitucional quedo así: “El presidente entrara a ejercer su encargo el lo. De diciembre y durara en el cuatro anos, no pudiendo ser reelecto nuevamente hasta que haya pasado igual periodo, después de haber cesado en sus funciones”. Otra medida inmediata me la convocatoria para elegir al Senado, convocatoria que había omitido Juan N. Méndez cuando llamo al pueblo a votar para elegir presidente. Las elecciones para senadores se verificaron en abril de 1877, y para septiembre del mismo año había quedado constituido el Senado. Cuando Porfirio Díaz comenzó el ejercicio de su cargo como presidente, la situación del país no podía considerarse buena; todavía existían las marcadas rivalidades políticas que habían perturbado la paz durante la República Restaurada, y a ellas se habían sumado las facciones 92 lerdistas e iglesistas contra las que había luchado la revolución de Tuxtepec. Podía observarse además una rivalidad de orden generacional entre los viejos liberales de la etapa anterior y los jóvenes de ideas nuevas que deseaban desplazarlos. La unión de aquellos elementos desiguales era imprescindible para el presidente Díaz, si quería alcanzar la ansiada estabilidad política del país, condición necesaria para llevar a cabo la reforma económica, planeada pero no lograda por los gobiernos de Juárez y de Lerdo de Tejada. Sin embargo, Díaz formó un gabinete que, aunque heterogéneo, no satisfizo a la opinión pública; el denominador común de sus integrantes era no ser lerdista, pero se dudaba de su capacidad política y de que fueran de ideología liberal. Además, no se consideraba aceptable tal gabinete formado por un jefe rebelde que, como Díaz, carecía de experiencia política. Las presiones fueron tantas, que Díaz se vio obligado a formar otro gabinete; los miembros del primero que se quedaron para integrar el segundo, Fueron principalmente aquellos más hábiles y ambiciosos, entre los que destacaban Justo Benítez, Protasio Tagle e Ignacio Vallarta. Benítez, hábil político de actuaciones destacadas a favor del liberalismo republicano, amigo y compañero del general Díaz, habría de ejercer sobre el una fuerte influencia en esta primera presidencia. Aconsejando al presidente y dominando casi la escena política con miras al futuro, Benítez prepare su camino al poder. Formo un grupo de adeptos e intervino en las elecciones de diputados, senadores y gobernadores, favoreciendo a quienes estaban de su parte. Ante estas intrigas políticas, Díaz manejó hábilmente un doble juego; mantuvo una abierta autonomía del Congreso, mientras dejaba que Benítez y los suyos se hicieran de enemigos políticos por discusiones acaloradas que les fueron restando popularidad. Y así crecía la figura del presidente, a la vez que iba atrayendo a su lado a personas que antes lo habían combatido. Conflictos internos. Pero había otros conflictos que requerían soluciones más drásticas: las rebeliones de lerdista, que apoyaban a su líder para que recuperara el poder; las gavillas de bandoleros que asolaban los caminos; Pronunciamientos contra gobiernos locales; rebeliones campesinas; ataques de indios apaches provenientes de Estados Unidos, que causaban graves perjuicios a las poblaciones norteñas, y levantamientos indígenas, sobre todo de yaquis y mayos. Pacificación. Esta caótica situación orilló a Díaz a dictar medidas represivas y a tomar la decisión de no licenciar a los soldados que habían combatido en la revolución de Tuxtepec. Utilizó a los treinta mil hombres del ejército, dedicando una parte a combatir las sublevaciones de carácter político, mientras que otro sector de la tropa se dedicaba a someter a los indios rebeldes y a los asaltantes de caminos. La pacificación se fue logrando aunque las medidas en muchos casos fueron extremas, y las tropas abusaron de su fuerza contra gente inocente. La paz porfiriana iba haciéndose sentir. Una anécdota sobresale de aquella campana de pacificación: las palabras supuestamente expresadas por Díaz en un telegrama enviado como respuesta a la pregunta del gobernador de Veracruz sobre lo que debía hacer con nueve comerciantes acusados de conspirar en favor de Lerdo. La respuesta de Díaz seria: “Mátalos en caliente”. No hay seguridad de que el presidente en verdad dirigiera al gobernador Terán tales palabras; incluso, algunos 93 historiadores hablan de una equivocada interpretación cablegráfica, pero cierto o no, ese suceso que ocurriría en el año de 1879, quedo en la historia como el símbolo de la represión porfirista, practicada desde su primer mandato presidencial. Caciquismo. El caciquismo tiene su origen en los primeros tiempos del virreinato, cuando las autoridades españolas acordaron que los pueblos indígenas en los que hubiera alguna forma de gobierno organizado, siguieran conservando dicho gobierno, el cual seria encabezado por el cacique o Tatoani que había ejercido el mando antes de la conquista, o por alguno de sus descendientes. A partir de entonces el cacique llego a tener una influencia excesiva en el comportamiento sociopolítico de los habitantes de un pueblo o de una región, generalmente en el medio rural; en el siglo XIX se mantuvo aquella tradición con la desventaja de que, ante la falta de estabilidad política nacional, el cacique era casi libre de manejar a su antojo y en provecho propio la poderosa influencia que gozaba en su región. Al llegar Porfirio Díaz a la presidencia, se propuso conjurar el peligro que representan los caciques para el control del país, mediante una política de conciliación con aquellas personas que en muchos casos eran a los mismos tiempos gobernadores de los estados. Así pues, las ambiciones personales de eso caciques fueron utilizadas por Díaz en beneficio del gobierno central, pues mientras en apariencia aceptaba la autonomía de los estados, obtenía la fidelidad de los gobernadores al permitirles que satisficieran sus ambiciones personales de riqueza poder político. De esta manera, conseguía un equilibrio de fuerzas en todo el país e iba logrando la estabilidad política y el orden interno. Sucesión presidencial en 1880. Al acercarse el final del periodo presidencial de Porfirio Díaz volvió a manifestarse la agitación política. Protasio Tagle y Justo Benítez (sobre todo este último) habían estado realizando una serie de maniobras para colocar en el Congreso seguidores suyos, pues ambos aspiraban a suceder a Díaz en el poder. Pero aquellas maniobras les resultaron contraproducentes, pues las personas que había introducido al Congreso -benitistas en su mayoría- carecían de prestigio personal y era además muy ambiciosa; Pronto demostraron su ineptitud y su codicia, y provocaron el rechazo de la opinión pública y el descrédito para sus protectores. De esta manera, Benítez, que era considerado como candidato oficial para ocupar la presidencia en 1880, fue labrando su propio desprestigio por su excesiva y notoria ambición de poder, mientras que se acrecentaba la imagen de Porfirio Díaz, a grado tal, que algunos de sus seguidores creyeron conveniente proponer que se permitiera por una sola vez la excepción al postulado de no reelección. El presidente rechazo tal propuesta al declarar que jamás admitiría ser reelecto, pues eso iría, en contra del espíritu que hizo triunfar a la revolución de Tuxtepec. Dicha negativa fue una decisión acertada en aquel momento y favoreció al prestigio de Díaz, tanto dentro como fuera del país. La negativa de Díaz a aceptar la reelección dejo el camino abierto para los aspirantes a la presidencia. El primero en declararse candidato fue Trinidad García de la Cadena, un genera que había sido gobernador de Zacatecas y tenia gran influencia en ese estado; siguieron Justo Benítez, Juan N. Méndez (ex presidente provisional), Manuel Maria Zamacona, Ignacio Mejía -un general apoyado por lerdistas-, Ignacio Vallarta, quien había renunciado al Ministerio de Relaciones, y el general Manuel González, amigo del presidente y su más 94 cercano colaborador en la revolución de Tuxtepec. Benítez era el candidato más fuerte debido a la influencia que ejercía sobre Díaz, pero también el más desacreditado por sus intrigas políticas. Respecto de los otros candidatos, había gran incertidumbre y ninguno parecía llenar por completo los requisitos para ser el sucesor de Porfirio Díaz, y este no demostraba estar en favor de alguno de los candidatos. No obstante, dejaba crecer la impopularidad de Benítez, mientras que disimuladamente apoyaba a Manuel González, y cuando estuvo seguro de que la animadversión contra Benítez hacía imposible el apoyo a su candidatura, comunico de forma discreta, pero clara, que su gobierno “protegía” la candidatura del general Manuel González. La declaración ocasiono que llovieran adhesiones a favor de Manuel González, incluso de parte de algunos antiguos benitista, y en septiembre de 1880 se le declare electo al haber ganado las elecciones por mayoría absoluta. Por primera vez en un cuarto de siglo, la transmisión del mando ocurría sin que se perturbara el orden. El general Díaz entrego el poder al nuevo presidente el lo. de diciembre de 1880; sin embargo, ese mismo día, la actitud asumida por algunos ministros del gabinete gonzalista dejaba entrever que Porfirio Díaz seguiría siendo la figura central. Política exterior. En lo que se refiere a relaciones exteriores, Díaz enfrento serios problemas al comienzo de su gobierno. Desde la restauración de la República, México había roto relaciones con Francia, España e Inglaterra, y con las naciones que reconocieron al Imperio de Maximiliano. Esa ruptura persistía en 1877, y formaba parte del cúmulo de problemas que Díaz heredaba de sus predecesores. Pero la cuestión más delicada en política exterior se derivaba del hecho de que los Estados Unidos habían suspendido las relaciones diplomáticas con México al caer Lerdo y ascender Díaz al poder, lo cual significaba que el gobierno estadounidense no reconocía al nuevo presidente mexicano. El reconocimiento de Estados Unidos resultaba imprescindible, no solo porque era la única potencia occidental con la que la República Mexicana había mantenido relaciones después del Imperio, sino porque el vecino del norte seguía amenazando con la invasión e incluso la anexión territorial si México no saldaba sus cuentas pendientes o no satisfacía sus demandas. Aprovechándose de la necesidad que Porfirio Díaz tenia de su reconocimiento, el gobierno estadounidense lo condiciono a las siguientes demandas: a) el pago puntual de las reclamaciones dictaminadas por una comisión de los dos gobiernos, enjulio de 1868, según la cual México aceptaba pagar las sanciones impuestas por Estados Unidos “por danos causados por las autoridades de la República Mexicana” (no se incluían las reclamaciones hechas al gobierno imperial); b) el pago de los danos y perjuicios causados en las personas y en los bienes de sus nacionales radicados en México durante las revueltas de La Noria Y Tuxtepec; c) la promesa de que no se obligaría a los ciudadanos estadounidense radicados en México a conceder prestamos forzosos; d) la derogación de las leyes que impedían a los estadounidenses adquirir bienes raíces en la zona fronteriza; e) la abolición de la zona libre entre los estados de una y otra nación, por la que se introducía contrabando europeo a los Estados Unidos; f) la pacificación de la frontera, es decir, acabar con las incursiones de los indios “bárbaros” y erradicar el abigeato y el bandolerismo en aquella región. 95 Esta ultima demanda era la más alarmante, pues el gobierno estadounidense se obstinaba en que solo su ejercito podía pacificar la zona, y propuso al gobierno de México que permitiera a sus tropas adentrarse en su territorio para castigar a los apaches y a los bandoleros que, huyendo de la ley, se refugiaban en tierras mexicanas. Sin esperar a que el gobierno aceptara la propuesta, en múltiples ocasiones las tropas estadounidenses cruzaban la línea fronteriza y perseguían a los maleantes. Estas acciones se consideraban sumamente amenazadoras para la soberanía nacional, porque corrían rumores de que Rutherford Hayes, el presidente estadounidense, estaba interesado en anexarse territorio mexicano, y de que buscaba un pretexto para declarar la guerra a México. Esos rumores llegaron a creerse porque solo así se explicaba el hecho de que Hayes impusiera tan duras condiciones para otorgar a Díaz su reconocimiento. Por si fueran ciertos aquellos rumores, Porfirio Díaz actúo con prudencia ante la arrogante actitud del presidente, y tuvo sumo cuidado de no darle a Estados Unidos pretexto para una intervención. Entrego puntualmente el abono de la deuda, hizo notar al gobierno estadounidense que el suyo era el resultado de una elección democrática, e intensifico las medidas pacificadoras en la zona fronteriza. Se valió además del recurso diplomático, y mientras Ignacio Vallarta, ministro de Relaciones de Díaz, entablaba negociaciones con John Foster, ministro estadounidense en México, envió a Washington, como agente confidencial, a Manuel Maria Zamacona, un hábil y talentoso político. Como resultado de esas medidas, en abril de 1878 Hayes otorgo el reconocimiento al gobierno de Díaz, pero la amenaza de invasión continuó latente. Zamacona visito algunas ciudades de la Unión Americana, con la misión de fortalecer los lazos de amistad entre las dos naciones, sobre todo en el aspecto comercial; invito en Chicago a los hombres de empresa a visitar la República Mexicana, a fin de que conocieran de cerca la abundancia de recursos naturales y la posibilidad de encontrar mercado para sus productos, y en especial para que comprobaran que el gobierno de México no estaba constituido por una partida de asesinos, como les habían hecho creer sus autoridades. La invitación surtió efecto y a principios de 1879 llegaba a México una expedición compuesta por ochenta empresarios y comerciantes, que aceptaron venir a pesar de la desconfianza del gobierno estadounidense, y no obstante los rumores, que este había hecho circular sobre la falta de seguridad en el país -acosados por constantes revoluciones- y sobre la supuesta animadversión que había en México hacia los estadounidenses. Los visitantes llegaron a la ciudad de México desde Veracruz, donde habían desembarcado, y se entrevistaron con Porfirio Díaz en un ambiente de cordial hospitalidad. Sin embargo, los tratos comerciales no habrían de comenzar mientras el país, y sobre todo la zona fronteriza, no estuvieran en completa paz. En el mismo año de 1870 se produjeron varias sublevaciones dirigidas por Lerdo de Tejada, quien aprovechaba el problema de Díaz con Estados Unidos para conspirar en su contra ante el gobierno estadounidense. Porfirio Díaz sometió a los lerdistas y la zona norte se me pacificando con las medidas aplicadas por el presidente, y a principios de 1880 empezaron las negociaciones para la construcción de los ferrocarriles internacionales. Los estadounidenses se habían convencido al fin de que la mejor base de sus relaciones con México era reconocer su soberanía e invadir solamente su mercado. 96 En ese año, Vallarta logro también reanudar las relaciones oficiales con Bélgica, Alemania, Italia, Francia, España e Inglaterra. Presidencia de Manuel González Político interna. González inicio con éxito su gestión administrativa, sin que se desataran rebeliones contra su gobierno y sin que hubiera oposición organizada en la prensa, que asumió la actitud de conceder tiempo al nuevo gobernante para que demostrara sus aptitudes políticas. Al comienzo de su gobierno, el presidente González había declarado públicamente que actuaría bajo la supervisión de Porfirio Díaz y. de hecho, su fidelidad a el habría de mantenerse por todo el cuatrienio. Pero en los primeros meses de ese periodo la influencia de Díaz fue demasiado notoria. González le había otorgado el cargo de Secretario de Fomento, y su presencia en el gabinete presidencial hacia tan obvia su intención de manipular al presidente, que se llego a comentar que quería permanecer en el gabinete de González para desprestigiarlo, convertirse en el hombre indispensable y sucederlo en la presidencia. La influencia de Díaz sobre González hacia recordar los recientes problemas ocasionados por la injerencia de Benítez en el gobierno anterior, y las duras criticas contra la presencia de Díaz en el ministerio lo obligaron a renunciar a su cargo y a aceptar la gubernatura de Oaxaca que se le ofrecía. En ese cargo estatal estuvo Díaz algún tiempo; llevo a cabo obras públicas de importancia, y en 1883 se retire a la vida privada. Pero habría de regresar a la capital cuando se acercara el tiempo de la sucesión presidencial. A pesar de la influencia de Díaz en el gobierno de González durante los primeros meses, este había empezado a adquirir características propias, aunque siempre dentro de la línea marcada por su antecesor. Continuo la política dictatorial que anulaba, sin decirlo, a la democracia; el Congreso se le mostró favorable y los gobernadores estatales siguieron aceptando y aun respaldando aquel centralismo con apariencia de federalismo que Díaz había inaugurado. En este ultimo aspecto, valiéndose del fraude electoral o la represión violenta, González se encargo de que los gobernadores fueran personas totalmente sumisas al gobierno. Su política interna fue conciliatoria, y logro reincorporar al ejército a algunos viejos militares que aunque habían luchado en contra de la revolución de Tuxtepec, eran reconocidos públicamente por sus hazañas en defensa de la República. El grupo católico también estaba dispuesto a admitir que el gobierno de González era mas tolerante que los anteriores, incluido el de Díaz, y hasta llego a concebir la esperanza de que la Constitución fuera reformada a favor de la Iglesia. Con González, el país logro una mayor estabilidad y tuvo menos problemas que Díaz con el gabinete ministerial, bien porque supiera manejar hábilmente los problemas que se presentaron, o porque se había empezado a saborear la paz y no se deseaba renunciar a ella. 97 La paz era un logro del que el gobierno de González se enorgullecía en tanto que con ella se habría un enorme campo al trabajo y al deseo de desarrollo personal. Por otra parte, esa paz estaba ya afianzada en el progreso material, porque es durante la administración gonzalista cuando se reinicia y aun se incrementa de forma considerable la construcción de ferrocarriles, símbolo del progreso en aquel entonces. México comenzaba a proyectar su imagen en el extranjero y la actividad progresista acrecentaba el optimismo. La obra gonzalista. No obstante que Manuel González había iniciado su gobierno bajo la tutela de Porfirio Díaz, algunos meses después declaraba haberse emancipado de este, y para probarlo hizo algunas reformas y tomo varias medidas de su propia iniciativa. En lo político se introdujeron reformas a algunos preceptos de la Constitución. Una de esas modificaciones afecto al artículo 79, y le retiró al presidente de la Suprema Corte de Justicia la función vicepresidencial de sustituir al presidente de la República en casos de faltas temporales o absolutas; dicha función pasaba al presidente del Senado o al presidente de la Comisión Permanente. Esta reforma, que fue aprobada el 3 de octubre de 1882, se había propuesto seis anos antes, por considerar que el poder judicial es independiente del ejecutivo y no tiene por que ser nombrado por este. Además, tal situación limitaba las funciones del sustituto en casos de ausencia del presidente. También fue reformado el artículo 7o. en el sentido de que los delitos cometidos por medio de la imprenta serian en adelante juzgados por tribunales federales o estatales, y no por tribunales especiales como establecía originalmente la Constitución. Esta reforma, aprobada el 15 de mayo de 18 83, tenia por objetivo reprimir ala oposición política que mediante la prensa venia manifestándose en la segunda mitad del periodo gonzalista. Elecciones en 1884. El panorama político en este año no ofrecía perspectivas satisfactorias respecto de la sucesión presidencial. De los candidatos que habían figurado en las elecciones celebradas cuatro años antes, no quedaba uno solo que hubiera mantenido su prestigio político o que conservara sus aspiraciones a la presidencia, y aquellos que habían estado cerca de González durante su gobierno, carecían de personalidad propia. Esta falta de figuras presidenciables llevo a algunos gonzalista a plantear la reelección, pero no parece que González hubiera considerado esa posibilidad; además, por su carácter anticonstitucional, la reelección hubiera provocado entonces la abierta oposición de Díaz y quizás un nuevo conflicto armado. Ante tales circunstancias, el candidato viable era Porfirio Díaz, considerado por muchos como el hombre indicado para que el país avanzara hacia el progreso; por lo tanto, fue el único candidato en aquellas elecciones, y aunque hubo oposición, esta fue débil e independiente de los partidos políticos; estos aceptaron a Díaz pues, según manifestaron, representaba la salvación de la sociedad. “Su nombre” -decía un periódico de la época- “esta en todos los labios y en todos los corazones”. El 25 de septiembre la cámara de diputados declaro que Porfirio Díaz había excedido con mucho la mayoría absoluta exigida por la Constitución al alcanzar el 85% de los votos. Conviene aclarar que dicha elección no era violatoria del principio de la revolución de Tuxtepec ni de la Constitución, ya que esta disponía que un presidente no pudiera ser reelecto nuevamente “hasta que haya pasado igual periodo, después de haber cesado en sus funciones”. 98 El 1º de diciembre de 1884, Porfirio Díaz iniciaba su segundo mandato presidencial. En la política exterior, González enfrentó un serio problema con Guatemala, iniciado a causa de que Justo Rufino Barrios, entonces presidente dictatorial de ese país, reclamaba a México, la devolución de las provincias de Chiapas y Soconusco, con base en una interpretación dolosa de la historia de las relaciones entre México y Guatemala. Barrios se había propuesto formar una confederación de los países centroamericanos gobernada por el, en la que pretendía incluir a los territorios mencionados, territorios que en realidad pertenecían a México desde 1824, cuando voluntariamente los habitantes de Chiapas y Soconusco se habían anexado a la República Mexicana. En el fondo, las pretensiones de Barrios iban encaminadas a desviar la atención de su pueblo, que se hallaba descontento con su forma de gobernar. La situación se hizo muy tensa entre los dos países -que estuvieron a punto de declararse la guerra, y ante tal perspectiva, Barrios pidió a Estados Unidos que intervinieran en su favor. A cambio ofrecía cederle los terrenos en disputa y aceptar un protectorado estadounidense. El Secretario de Estado de los Estados Unidos vio en el conflicto entre Guatemala y México una buena oportunidad para extender la influencia de su país hacia Centroamérica, e intercede ante el gobierno mexicano en favor de Barrios. Pero el presidente González rechazo firmemente la intromisión del gobierno estadounidense, declarando que estaba dispuesto a luchar para no perder los territorios que Guatemala pretendía arrebatarle. La firmeza de Manuel González logro que el conflicto fuera resuelto sin ceder un solo pedazo de tierra y sin tener que ir a la guerra; Barrios renunció a sus pretensiones y el Secretario estadounidense dejo de intervenir en los asuntos de Centroamérica. En el aspecto económico fue donde el gobierno de González logró los mayores éxitos, al menos en los dos primeros anos, llegando a superarlo realizado por su antecesor. Al finalizar el primer ano fiscal, la tesorera gonzalista dejo un excedente de un millón de pesos, disponibles para efectuar obras públicas. El pueblo en general veía con optimismo estos síntomas de progreso esperados durante tanto tiempo, y aun que había quienes protestaban por la penetración del capital estadounidense, la euforia progresista logro mantenerse por dos años, pero empezó a esfumarse cuando el costo de la vida comenzó a subir a consecuencia de la deserción de campesinos, que abandonaban las tareas agrícolas atraídos por las empresas ferrocarrileras. Y así como fueron grandes los éxitos en el renglón económico durante los dos primeros años de la administración gonzalista, también en este campo se dieron los más graves problemas, los cuales tuvieron serias repercusiones sociales y desprestigiaron a González, favoreciendo el regreso de Porfirio Díaz. Uno de estos problemas fue el causado por la moneda de níquel. A fines de 1882 una severa crisis financiera, ocasionada por las subvenciones que el gobierno pagaba a las empresas ferrocarrileras-y también por la depreciación de la plata en los mercados mundiales-, provoco la escasez de moneda fraccionaria, y el gobierno ordeno la circulación forzada de monedas acunadas en níquel, un metal nuevo que se utilizaba desde tiempo atrás en Estados Unidos y en algunos países europeos. 99 Esta medida provoco el descontento general, principalmente porque chocaba con la tradición, conservada hasta entonces en México, de que el valor intrínseco de una moneda había de ser igual e incluso superior a su valor nominal. La ruptura de esa tradición manifestaba que las políticas económicas de González no eran acertadas, y esto provoco una gran desconfianza, porque además el gobierno hacia forzosa la circulación de las monedas de níquel y las vendía a los especuladores. El rechazo me unánime y tomó sesgos graves cuando los trabajadores se vieron afectados, pues al ser pagados exclusivamente con aquellas monedas perdían la mitad de su jornal en tanto los comerciantes exigían que los comestibles se les pagaran mitad en plata y mitad en níquel. La situación provoco tumultos callejeros y amenazas directas al presidente González, quien se vio obligado a retirar de la circulación las citadas monedas. El otro problema me originado también por la crisis financiera que sufrió el gobierno de González, sobre todo en la segunda mitad del cuatrienio. La apremiante necesidad de conseguir crédito en una país extranjero que no fuera Estados Unidos (se pretendía disminuir la intervención del capital estadounidense), condujo a González a recurrir a los bancos ingleses para conseguir un empréstito por 30 millones de pesos. Sin embargo, para obtener dicho empréstito era necesario reanudar las relaciones diplomáticas con Inglaterra, suspendidas desde la intervención de la Alianza Tripartita. Además, la relación entre los dos países se agravaba por el hecho de que México tenía con Inglaterra una deuda pendiente desde la conversión efectuada en 1850. Para reanudar relaciones con México, el gobierno ingles había puesto como condición que fueran reconocidos los créditos de dicha conversión de 1850 con carácter de deuda intencional y si las negociaciones al respecto no se había realizado, era en gran parte porque los mexicanos se negaban a aceptar las condiciones impuestas por Inglaterra, puesto que consideraban que al ser México el país ofendido, había sufrido ya los danos de la intervención europea, sin haber recibido indemnización alguna. En 1884, la critica situación de las finanzas públicas orillaron a Manuel González a aceptar las exigencias inglesas en esas condiciones tan desventajosas para México, mientras que a los ingleses les resultaba sumamente atractiva la idea de reanudar las relaciones en un momento en que los capitales estadounidenses habían logrado grandes concesiones para construir los ferrocarriles, y estaban inundando el mercado mexicano. La competencia con el creciente poderío estadounidense fue motivo de gran interés para una Inglaterra que iba siendo desplazada como líder del imperialismo. Por todo ello, Inglaterra acepto la oportunidad que le brindaba la mala situación financiera de México, y la aprovecho ventajosamente. El 10 de junio de 1884 se firmó el contrato para el reconocimiento y conversión de la deuda inglesa, que se fijó en 17 millones de libras esterlinas, y ya con los recargos y cambio en oro, alcanzo la cifra de 20 617 627 libras esterlinas equivalente a 86 millones de pesos. El pueblo mexicano reacciono de forma violenta al enterarse por la prensa de estos hechos que el gobierno en vano pretendía ocultar, y cuando en el mes de noviembre se presento en 100 el Congreso el proyecto de reconocimiento de la deuda inglesa, los debates fueron acalorados y el pueblo -sobre todo los estudiantes que se encontraban en las galenas de la Sala del Congreso- inicio un enérgica protesta que se convirtió en un nuevo tumulto callejero, que en esta ocasión fue reprimido por la fuerzas del gobierno. Finalmente, González tuvo que dar marcha atrás, como la había hecho con la moneda de níquel, y suspendió el contrato para dejar la solución del problema al siguiente gobierno que estaba por iniciarse. El general Díaz era para entonces presidente electo y regresaba como tabla de salvación, tanto para el país como para el propio González. En el aspecto social, Manuel González trato de solucionar algunos problemas sociales que había dejado pendientes la administración de Porfirio Díaz. Uno de ellos era el descontento de la opinión pública porque el gobierno aun utilizaba la leva como forma de reclutamiento militar. Fueron tantas las quejas que el gobierno ofreció estudiar la aplicación de una manera menos violenta de reclutar gente para el ejercito, pero aunque González envió al Congreso un proyecto de ley para encontrar el modo de corregir aquella situación, no se dio con ningún medio realmente efectivo que sustituyera al sistema anterior, y el presidente tuvo que retirar su iniciativa de ley, en parte porque también consideraba a la leva como un drenaje social, con el que se limpiaban las calles y los caminos de “léperos”, viciosos y delincuentes. González también trato de introducir reformas en la administración de la justicia, y para ello nombro un inspector general encargado de vigilar a los tribunales y erradicar la corrupción, pero los magistrados acusaron al ejecutivo de interferir anticonstitucionalmente en un asunto que no era de su competencia, de manera que González tuvo que acudir a la amenaza de despedir a los inconformes, e insistió en disciplinar a los tribunales. Otro problema que Díaz había dejado sin solucionar, y mas grave aun, era la reforma agraria, problema ligado a los de la leva y al abuso de los tribunales. La situación de los campesinos se hacia cada vez mas opresiva, sobre todo en las comunidades indígenas; en dos ocasiones durante el gobierno de González hubo sublevaciones en los estados de Hidalgo y San Luis Potosí. Los indígenas reclamaban sus derechos a la tierra y protestaban contra el trato injusto de los hacendados. La amenaza de una nueva revolución de origen social -sobre todo cuando apenas se vislumbraba el progreso material- condujo al gobierno a sofocar por la fuerza a aquellas rebeliones, sin escuchar siquiera a las demandas indígenas. Fue durante el gobierno de González que, en aras del progreso, hubo de lesionarse más gravemente alas comunidades indígenas, con el decreto sobre Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos, expedido el 15 de diciembre de 1885. Segundo periodo presidencial de Porfirio Díaz La segunda administración de Díaz se inicio en mementos difíciles, no solo desde el punto de vista económico, sino también en el aspecto político. El gobierno de Manuel González había alcanzado tal desprestigio que Díaz no se atrevió a mencionar la obra de su antecesor en su discurso de toma de posesión. La situación política se hizo más grave aun. A los pocos días de iniciado el nuevo gobierno llovieron las acusaciones en contra de Manuel González; en primer lugar por el desorden de las finanzas públicas durante su administración, y en segundo -cargo aun más severo- se le acusaba de haber aprovechado su investidura para hacer lucrativos negocios en beneficio 101 propio y de algunos miembros de su gobierno. La opinión pública había llegado al extremo de llamarle “ladrón” y de exigir que fuera juzgado por aquellos delitos. En el fondo de tales acusaciones existía un móvil político relacionado con el compromiso de amistad que ligaba a Díaz con González. Se suponía que pasado el nuevo periodo del primero, González aspiraría otra vez a la presidencia y que los dos continuaban turnándose indefinidamente el poder, por lo que los enemigos políticos de ambos promovieron las acusaciones y el juicio contra el ex presidente, juicio que Díaz tuvo que aceptar, en gran parte para desligarse de la responsabilidad. No obstante, González supo defenderse y logro salir absuelto de los cargos, pasando luego a ocupar por segunda vez la gubernatura del estado de Guanajuato. Político de conciliación. En esta segunda gestión administrativa de Díaz es cuando destaca la llamada política de conciliación, que consistía en conceder cargos ministeriales a miembros sobresalientes de los diferentes grupos políticos, con el objeto de comprometer a sus adversarios a colaborar con el, y consolidar así su poder. Díaz integro su gabinete con lerdistas, iglesistas, gonzalistas e incluso uno que otro conservador. La política de conciliación se entendió también como una tendencia de Díaz a complacer a sus adversarias antes que a sus amigos; constituyo la piedra angular de su ciencia de gobierno y fue también la base de la unidad nacional y de la paz social que el dictador requería para llevar a cabo sus planes. Cabe destacar que en el gabinete de Porfirio Díaz ocupo un lugar relevante Manuel Romero Rubio, antiguo lerdista que hacia poco tiempo se había convertido en suegro del presidente. Aspiraba a suceder a Díaz al término del cuatrienio y este alentaba sus esperanzas, con el propósito de que su suegro le ayudara con su notable influencia en el logro del control político. Al avanzar el periodo, Díaz poco a poco habría de hacer a un lado la figura de Romero Rubio. La política de conciliación favoreció también al clero, que no obstante no participar directamente en los asuntos políticos, colaboro con Díaz por medio de un concordato informal que comprendía concesiones mutuas y se basaba en una interpretación flexible de las Leyes de Reforma. El propósito de este acuerdo con la Iglesia era el mismo que animaba a la política de conciliación: el mantenimiento de Porfirio Díaz en el poder y la salvación del orden interno. Problemas económicos. La grave situación que Díaz había heredado de la administración gonzalista exigía soluciones inmediatas y drásticas. A los seis meses de iniciado el gobierno, Manuel Dublan, ministro de Hacienda, decreto varias medidas desesperadas: la suspensión del pago de la deuda interna, la rebaja de los sueldos de los empleados públicos y la suspensión de las subvenciones a las compañías ferrocarrileras, aun cuando esto afectara a las empresas extranjeras, que consideraron la medida como un mal necesario y pasajero. Pero además de estas medidas, el gobierno consideraba indispensable restablecer el crédito exterior, con objeto de recuperar la confianza de los países extranjeros, y esto obligo a Díaz a tomar otra decisión drástica: el reconocimiento de la deuda inglesa, que tantas protestas 102 ocasionara en contra de la administración anterior. Para tal efecto, el ministro Dublan hizo un nuevo arreglo sobre la deuda publica, por el cual quedo incluida en esta la deuda inglesa, con el objeto de darle un carácter nacional y evitar así que se constituyera en deuda internacional, como la que anos atrás había provocado la intervención de la Triple Alianza europea. La conversión de la deuda propuesta por Dublan mejoraba la del gobierno anterior y era la más completa .que se había hecho hasta entonces. Sin embargo, también en esta ocasión el reconocimiento de la deuda inglesa provoco protestas de parte de la prensa y manifestaciones callejeras a las que el gobierno respondió con violencia. Y así, por decreto presidencial y en contra de la opinión publica, en febrero de 1886 se hizo oficial el reconocimiento de la deuda inglesa, con lo cual el gobierno perseguía dos objetivos; uno inmediato: obtener un empréstito con la banca inglesa, y otro que consistía en atraer el capital ingles para que sirviera de contrapeso a la creciente influencia de los Estados Unidos sobre la economía mexicana, La prensa considero arbitrarias las medidas económicas del gobierno y critico con dureza al presidente, y este, en respuesta, hizo aplicación inmediata de la reforma al artículo 7o. constitucional efectuada por González. Desato una severa persecución contra la prensa y encarcelo a los periodistas bajo el cargo de “incitar a la sedición y ultrajar a las autoridades”; a muchos de ellos se les confinó en la terrible cárcel de Belén, donde tuvieron que sufrir por varios días y algunos hasta varios meses las condiciones infrahumanas de aquel lugar de castigo. Pacificación. Para la preservación de la paz interna, esta segunda administración porfirista se valió de las medidas violentas que había utilizado en la primera. La grave situación económica y las políticas de Díaz generaban el descontento y propiciaban la delincuencia y la rebeldía en contra del gobierno, que tomo medidas drásticas: proclamo la ley marcial para los asaltantes de caminos, impuso la pena de muerte a los que atentaran contra las vías de comunicación y decreto la suspensión de las garantías individuales; la policía rural intensifico las persecuciones contra los bandoleros que atacaban las haciendas, y en los lugares remotos, donde esta policía no podía llegar, los mismos propietarios de las haciendas eran quienes se encargaban de perseguir a los delincuentes con el permiso no oficial de las autoridades. Uno de los mas importantes actos de rebeldía contra el gobierno fue el de la alianza de Heracleo Bernal, bandolero revolucionario de Sinaloa, y el general Trinidad García De la. Cadena, antiguo compañero de armas de Díaz, ex gobernador de Zacatecas y candidato a la presidencia en 1880. Opuestos ambos a la política porfirista, se declararon en abierta rebelión para derrocar al gobierno, pero la policía rural atrapo al general, y en octubre de 1886 se le aplicó la ley fuga. Poco después Bernal abandono la causa y un año más tarde también fue muerto por la policía rural. Las condiciones de la muerte del general García De la Cadena inquietaron a los amigos de, Porfirio Díaz, porque se percataban de que la amistad no seria obstáculo para que eliminara a cuanta persona se pusiera en su contra; incluso Romero Rubio comprendió la conveniencia de no interponerse en el camino de su yerno. Fin del segundo periodo. Al comenzar el año 1887, la situación económica del país cambio favorablemente. Se dio una marcada mejoría en el comercio, debido en gran parte al 103 establecimiento de la confianza del extranjero hacia México, causado por el reconocimiento de la deuda inglesa. La recuperación económica, aunque lenta, significo una mejoría en la seguridad interna, la que permitió revocar la ley contra el bandolerismo y restituir las garantías individuales. Por otra parte, al gobierno estadounidense le satisfacía la forma en que se desarrollaban los acontecimientos en México, y que se hubieran cumplido algunas de las condiciones impuestas para reconocer al gobierno de Porfirio Díaz. John W. Foster, ministro de Estados Unidos en México, presento a su gobierno un informe en el que elogiaba a Díaz por la obra realizada. La seguridad de la propiedad privada era ya un hecho, y también era la estabilidad del gobierno, además de que con el reconocimiento de la deuda inglesa se había logrado el restablecimiento del crédito internacional. Esta nueva situación era favorable al prestigio de Díaz y preparaba el camino para la reelección, porque el progreso material apenas se había iniciado y era necesario que transcurriera algún tiempo -otro cuatrienio, según decían los porfiristas- para que el general dejara consolidado el progreso de la nación. El optimismo que trajo consigo el favorable cambio en la economía y el buen funcionamiento de la política de conciliación, opaco las voces que se oponían a la decisión del Congreso para autorizar la reelección “tan solo por una vez más”“. La tercera elección de Porfirio Díaz, al igual que en ocasiones anteriores, lo llevo al poder por una inmensa mayoría; aunque en esta oportunidad también fue candidato único y hubo algunas votaciones, muy pocas, que favorecieron a otras personas. Tercer periodo presidencial de Porfirio Díaz Poco político y mucha administración. En este periodo Díaz consolido su poder con base en los éxitos alcanzados en el segundo: la conservación de la paz y la conquista de la prosperidad. Pero el factor que justificaba ese tercer mandato de Díaz era el de haber logrado el crédito externo; conquista a la que se sumaban la cohesión del país, la confianza de la opinión publica y la complacencia de la mayoría de los periódicos. La oposición política quedo reducida a una minoría insignificante que representaba ideologías extremas: la derecha reaccionaria y la izquierda del liberalismo dogmático, en tanto que el Congreso se lleno de incondicionales del presidente, aunque se conservara, al menos en teoría, la forma republicana y democrática de gobierno. Las metas de Porfirio Díaz, el orden y el progreso, que se habían fijado desde su ascenso al poder en 1877, y quo para la fecha en que comenzó su tercera presidencia parecían ya cercanas, determinaron los medios de su gobierno, resumidos por el mismo Díaz en la formula poca política y mucha administración, que aplicaba con la seguridad de haberse vuelto indispensable y de haber consolidado su poder. Por administración se entendía el mantenimiento de la paz pública y el fomento a las vías de desarrollo económico. Estos eran los proyectos prioritarios para Díaz, porque pensaba que 104 antes de que el pueblo mexicano pudiera hacer política, requería de la estabilidad y la unidad que provienen del progreso económico. De esta manera se buscaba justificar aquella primera reelección y se pretendería justificar poca más tarde la reelección indefinida que, sometida en 1890 a un plebiscite popular organizado por los gobernadores de los estados, tuvo una aceptación unánime y contó con el beneplácito de los países extranjeros inversionistas, satisfechos de asegurar la prosperidad de sus empresas al amparo de la paz porfiriana. Sin embargo, en los dos últimos años del cuatrienio 1888-1892, la popularidad del presidente se vio amenazada por una crisis financiera que puso en peligro a la tan ponderada prosperidad. La crisis, iniciada en 1891, fue provocada por dos factores: la perdida general de las cosechas, ocasionada por terribles sequías, y la depreciación de la plata en los mercados mundiales, factores que su vez generaron la devaluación del peso mexicano. A la gravedad de la crisis financiera se sumo la perturbación de la paz en ambos extremes de la frontera norte; en el noroeste los indios yaquis se sublevaron contra el régimen debido a los abuses de que eran victimas, y en el noreste un aventurero, de nombre Catarino Garza, intentaba armar una rebelión que, aunque no tuvo gran trascendencia interna, logro inquietar a los estadounidenses tanto como para que un periódico de Nueva York enviara a México un agente especial a entrevistar al presidente Díaz, para que le informara de la situación. El periodista regreso a su país convencido de que el conato de rebelión de Catarino Garza no perturbaría la paz de la nación mexicana. Estos problemas, sobre todo el primero, amenazaron con sacudir la estructura de la administración porfirista, cimentada precisamente en la prosperidad y en la paz interna; por ello, al acercarse las elecciones de 1892, la oposición recobro parte de la fuerza que había perdido, y se lanzo contra la reelección. Para contrarrestara la oposición se formo el Partido Unión Liberal, integrado por porfiristas eminentes, que organizo una convención para preparar la candidatura de Porfirio Díaz y formular un programa de gobierno para el periodo de 1892-1896. No obstante, la prensa continúo agitando y criticando todas las medidas tendientes a favorecer la reelección. En mayo de 1892 estudiantes y obreros se lanzaron a las calles de la ciudad de México para manifestar su descontento, y fueron reprimidos con violencia por órdenes del regente, quien después de este suceso prohibió las manifestaciones callejeras de carácter político. Mas aquellas agitaciones no lograron desquiciar al régimen ni al proceso electoral por celebrarse; así, las votaciones se realizaron con los consabidos resultados Porfirio Díaz fue reelecto por segunda vez consecutiva. Cuarto periodo presidencial de Porfirio Díaz El problema económico. El cuarto periodo de Díaz, producto de su segunda reelección, se inicio en condiciones de aguda crisis económica, que afectaba directamente a lo social y repercutía en el ámbito político. 105 La pérdida de las cosechas no solo afectaba la producción agrícola en si misma, sino que suma en la miseria y en el hambre a la gran mayoría de la población campesina, y a la gente pobre de las ciudades. La depreciación de la plata paralizó la producción de este metal y produjo la devaluación del peso mexicano, lo que a su vez fue desastroso para las actividades comerciales del país, tanto externas como internas. Muchas empresas extranjeras se retiraron, y mientras la plata ya extraída permanecía inactiva, los banqueros esperaban ansiosamente que mejorara la situación. El mismo ano que estallo la crisis murió Manuel Dublán, el ministro de Hacienda. Fue sustituido por Matías Romero, quien trato de aliviar al país de la crisis, suspendiendo las subvenciones a los ferrocarriles y a cualquier otra obra o empresa. Consiguió, además, un empréstito en Europa en condiciones favorables, pero sus medidas no tuvieron resultados efectivos en contra de la crisis, y en cambio provocaron duras críticas de parte de la oposición. Al no poder soportar las presiones, renuncio al ministerio dejando el problema en manos del Oficial Mayor de Hacienda, José Ives Limantour, quien ocupo el puesto de Secretario de Hacienda en medio de una gran desconfianza de parte de los economistas. Recién iniciadas las gestiones de Limantour, la situación era tan desesperada que la prensa propuso se suspendiera el pago de la deuda externa, a pesar de la amarga experiencia de 1861. Tal propuesta estuvo a punto de aceptarse, ya que el presidente y su gabinete no veían otra salida a la grave situación financiera del país. Pero Limantour pidió se le concediera tiempo para decidirse a dar un paso tan arriesgado. Entonces comenzó la tarea con la que Limantour habría de pasar a la historia como el hacedor de la gran hazaña de salvar la economía mexicana en un momento en que parecía inevitable que sucumbiera. Las medidas que Limantour utilizo fueron radicales, pero apoyadas en una ciencia de la economía que pudo dar resultados prácticos. Al finalizar 1894 había nivelado el presupuesto, y para el año siguiente se produjo hasta un pequeño excedente; para 1896 quedaba vencida la crisis y, con este triunfo, Limantour se gano la confianza del presidente, del país y de la banca extranjera. Al superar la crisis, el gobierno recupero sus fuerzas y el dictador su prestigio, pero había sido-don Limantour el autor de la proeza y sus habilidades como financiero hicieron crecer su importancia como político. La misma prensa opositora no tuvo más remedio que elogiar la obra del ministro de Hacienda, y no pudo ya contar con armas efectivas en contra del régimen porfirista, que garantizaba su permanencia en el poder gracias a que había resultado vencedor de la crisis económica. Convención del Partido Unión Liberal. Propuestas políticas. En un esfuerzo por colocar a la política por encima de la administración, la convención del partido porfirista Unión Liberal propuso algunas reformas, entre las que destacaban proyecto de ley destinado a asegurar la independencia del poder judicial mediante la inamovilidad de los magistrados. El proyecto fue sometido al Congreso en diciembre de 1893, y aprobado de forma unánime por la cámara de diputados, pero al llegar al senado se interpuso el presidente Díaz y retiro la iniciativa, 106 explicando que debía intervenir en contra de los miembros del Tribunal de Justicia en los casos en que lesionaran los intereses de las empresas extranjeras. Otras propuestas de la convención fueron las de crear la vicepresidencia y además formar un partido que en el futuro hiciera posible un proceso electoral democrático. El presidente Díaz rechaza también estas dos propuestas porque temía -aunque no lo expresa claramente- que la convención pudiera limitar su autoridad. La reelección indefinida. Con la solución de la crisis económica, Porfirio Díaz recupero en gran parte la solidez de su poder político. En 1896, la reelección indefinida ya no se cuestionaba; el pueblo tema otra vez pan, no se había roto el orden interno y la figura de Díaz era respetada en el extranjero. El periodo que comenzaba en 1896 marco el inicio de la segunda fase del porfiriato; un periodo de auge económico para el país, pero también de decadencia para el dictador, que se preocupo mas por administrar que por hacer política. La economía durante el porfiriato. Primera fase Introducción Inicio del capitalismo dependiente. Con el porfirismo la economía mexicana entro en la fase capitalista; sus diferentes tareas de producción fueron incorporadas, en mayor o menor medida, al sistema económico de los países industrializados. Sin embargo, debido al particular proceso histórico de México, diferente en sumo grado del de los países desarrollados, tuvo que depender de estos para integrarse al proceso capitalista de producción. Dicha dependencia se baso en la inversión de capital y tecnología que los empresarios extranjeros -estadounidenses, ingleses, alemanes y franceses- hicieron en México, con el propósito, ventajoso para ellos, de obtener en este país los recursos naturales y la mano de obra barata de que carecían en sus respectivas naciones. Más había otro interés que impulsaba a las potencias industrializadas a invertir en países como México, ricos en recursos naturales pero pobres en dinero y tecnología. Ese móvil era de carácter político y obedecía a la competencia imperialista que se daba entre las potencias por el dominio del mundo. Por lo tanto, la inversión de capitales y tecnología en México resultaba en provecho de la economía de los países que en el siglo XIX competían entre si por controlar el mercado mundial de la producción industrializada. Y si antes no se habían interesado en México, era porque la inestabilidad política del país no garantizaba la seguridad que exigían para sus capitales y las vidas de sus hombres. Debido a la condición de dependencia con la que la economía mexicana entro al sistema capitalista, todas las ramas de la producción que se desarrollaron en el periodo porfirista estuvieron sujetas a las necesidades del mercado externo. Por esa razón, se trata de un crecimiento hacia afuera en el cual los sectores de producción que alcanzaron el más alto desarrollo fueron aquellos que, como la industria de extracción y la agricultura de productos 107 tropicales, proveían de materia prima a la industria extranjera, y de bienes de consume al comercio exterior, mientras quedaba relegado el sector dedicado al consumo interno. De cualquier manera, el hecho indiscutible es que durante el porfiriato se produjo en México un notable crecimiento económico, una considerable expansión de las vías de comunicación y de los centros urbanos, y una imagen de solidez en el extranjero que el país no había logrado obtener hasta entonces; crecimiento que se dio a costa de sacrificar el desarrollo político y, le que es mas lamentable, a costa de sacrificar la justicia social, pero que introdujo a México en la modernidad. En el proceso económico, como en el político, se distinguen dos fases: la primera, iniciada alrededor de 1880 y concluida en 1895, se caracterizó por los esfuerzos gubernamentales tendientes a equilibrar las finanzas, modificando el sistema de impuestos para captar más ingresos, reduciendo al mismo tiempo los gastos presupuéstales y pudiendo llegar así a un arreglo de la deuda publica interna y externa, y a la solución de la crisis financiera que azotara el país entre 1891 y 1893.Esta primera fase sentó las bases para que en la segunda(1896-1910) se lograra el equilibrio del presupuesto federal y la obtención de superávit por primera vez en la historia de México. 1. Se utiliza aquí el termino desarrollo cono sinónimo de crecimiento, pero es pertinente aclarar que ambos tienen significado diferente si se emplean en sentido estricto, como conceptos teóricos de Economía: se había de crecimiento cuando en un país determinado aumenta de un año el Producto Interno Bruto (PIB), y, en cambio, el desarrollo implica un aumento del nivel de vida de todos los habitantes del país; es decir, el crecimiento es condición necesaria para que se de el desarrollo. Los diversos sectores de la economía en la primera fase del porfiriato La agricultura Políticas agrarias. Con el propósito de promover el desarrollo de la agricultura, a partir de 1883 el gobierno promulgo una serie de leyes por medio de las cuales poma a disposición de compradores privados, y a precios muy bajos, las tierras consideradas como baldías. Este proceso, por el cual fueron expropiadas tierras que en realidad no eran baldías, esta indisolublemente ligado a la Ley Lerdo que, expedida en 1856, tuvo como consecuencia la formación del latifundismo laico y el despojo de las tierras pertenecientes a comunidades indígenas, con los consiguientes problemas sociales ya señalados. La ley que amparo la expropiación de tierra, y que entre 1884 y 1907 afecto alrededor de 49 millones de hectáreas, me la llamada Ley de Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos, promulgada en 1883. Numerosísimas tierras declaradas “baldías” eran propiedad de comunidades indígenas, y fueron incorporadas a las zonas deslindadas sin que sus auténticos dueños; pudieran hacer valer sus derechos, pues muchos carecían de titulo de propiedad, y en los casos en que tal documento existiera, no correspondía a las normas vigentes, desconocidas por la: mayoría de los indígenas, cuya ignorancia al respecto era aprovechada por los especuladores para invalidar los títulos de propiedad. La ley de 188 3 sobre las tierras supuestamente baldías autorizaba a los colonos, ya fueran extranjeros o mexicanos, a denunciar las tierras inactivas y a constituir compañías 108 deslindadoras, con las que el gobierno establecía contratos. Los colonos o las compañías recibían como pago un tercio de las tierras deslindadas, y se les concedía además el derecho de adquirir los otros dos tercios con tarifas preferenciales. La misma ley fijaba como extensión máxima para cada concesión de tierras “baldías” el límite de 2 500 hectáreas, con lo cual se pretendía crear propiedades privadas modernas que pudieran ser adquiridas por pequeños y medianos agricultores; esta cláusula nunca se respeto y fue abolida anos mas tarde. Hubo algunos casos en que se deslindaron terrenos verdaderamente baldíos, como en los estados del norte de la República, poco poblados y mal comunicados, en donde tales tierras pasaron a ser propiedad de compañías y de particulares extranjeros, principalmente estadounidenses e ingleses. Sin embargo, también en el norte hubo despojo de tierras comunales indígenas como las de los yaquis y mayos en Sonora, grupos étnicos que padecieron una terrible guerra de exterminio debido a su resistencia. En el sur y sureste, los estados en los que se dio en mayor grado el deslinde de tierras, con el consecuente daño para las comunidades indígenas, fueron: Chiapas, con tres millones de hectáreas, el 40% de la superficie total del estado; la costa de Oaxaca, donde mas de 300 mil hectáreas pasaron a manos de particulares; la costa de Quintana Roo, con 40 mil hectáreas; en Tabasco fue deslindado cerca del 50% del territorio; en Veracruz poco mas de 100 mil hectáreas, y en Tamaulipas 350 mil. En cambio, en la zona del centro del país el deslinde solo alcanzó el 1.27% de su superficie. No se dio el mismo proceso en el Centro, donde la gran mayoría de las tierras útiles estaba ya ocupada por las grandes haciendas existentes desde periodos anteriores, que si lograron hacer respetar sus derechos de propiedad. El sistema de colonización y deslinde de tierras no tuvo los resultados esperados, pues en vez de lograr la creación de la pequeña propiedad que se proponía el gobierno, el proceso origino la formación de enormes latifundios en manos de extranjeros y mexicanos, latifundios que tomaron muchas de las características del sistema de haciendas heredado de la época colonial. La producción agropecuaria Mercado nacional. Dadas las características de la economía porfiriana, la producción agrícola estuvo encaminada más a satisfacer la demanda de materia prima y bienes de consumo del mercado exterior, que a cubrir las necesidades del mercado interno. No obstante, en la segunda mitad del porfiriato, la agricultura destinada al mercado nacional tuvo un relativo crecimiento debido a la construcción de la red ferroviaria que mejoro las comunicaciones, y al aumento de la población tanto en los centro urbanos como en las zonas de producción para el mercado externo. Pero durante la primera fase del periodo porfirista, cuando prevalecían las condiciones de atraso heredadas del virreinato, la producción agrícola no se desarrollo, e incluso decreció, debido a la sequía que entre 1891 y 1893 provocó la perdida de las cosechas. Alimentos y bebidas. En primer lugar figura el maíz (que fue el único que logro mantenerse en una producción más o menos estable en épocas difíciles), el trigo, el fríjol, el Chile, el 109 arroz, la cebada, que junto con la avena y el centeno se uso como forraje en aquel tiempo. También ocupo un lugar relevante la producción de bebidas alcohólicas, que aunque existían a nivel domestico antes del periodo, se habían empezado a elaborar a escala comercial debido al alcoholismo, que se incremento durante el porfiriato. La producción de mezcal, tequila y pulque a nivel comercial se desarrollo dentro del sector agrícola entre 1877 y 1895. Materias primas. Para consumo interno, las principales materias primas fueron: cana de azúcar, vid, algodón y otras fibras textiles; tabaco, cacao, oleaginosas, cortezas y raíces curtientes, y el añil para teñir telas. La ganadería. En los primeros tiempos del porfiriato no se había integrado a una economía de mercado; prevalecía el pastoreo nómada de ganado menor en las comunidades indígenas, en tanto que el ganado mayor se criaba en las grandes haciendas especializadas, aunque se hacia de manera descuidada y sin técnicas especificas para la reproducción. La carne y la leche se obtenían de forma rudimentaria y sin preocupación por lograr un mejor rendimiento; en cambio, la cría de ganado de tiro y de carga, destinado a la propia agricultura, el transporte, el ejército o como fuerza motriz, era objeto de un mayor cuidado y de un comercio de relativa consideración. En este renglón también se considera de cierta importancia la producción de lana, pieles y cueros, pues estaba destinada una actividad artesanal de gran tradición en todo el país. El mercado exterior. Cabe destacar que la etapa porfirista coincide con el momento de expansión mundial del intercambio comercial, tanto de productos básicos de consumo como de materias primas, agropecuarias y forestales, dentro del sector agrícola. Tal expansión obedecía al crecimiento demográfico y al desarrollo industrial en las potencias políticoeconómicas, y hacia crecer la demanda de tales producto en las potencias europeas y en los Estados Unidos de América. Las medidas para alcanzar el desarrollo económico propuesto por el régimen de Díaz iban encaminadas a aprovechar el interés de las economías imperialistas por explotar los recursos humanos y naturales de México, y cubrir la creciente demanda de los productos que necesitaban, cuyas características físicas limitaba la explotación de muchos de ellos a las zonas de clima tropical y semitropical. Por ello, las regiones de México que tenían esas características, desde los primeros (tempos, del porfiriato fueron obligadas a aumentar considerablemente la producción de cultivos que hasta entonces se habían explotado en estado silvestre, e incluso a introducir nuevos cultivos. Los productos agrícolas de exportación. Entre las materias primas para la exportación, el producto agrícola de mayor significación fue el henequén. Esta fibra, que se extraía de una clase especifica de agave cultivada en la región noroeste de la península de Yucatán, se había usado tradicionalmente para fines domésticos y semi industriales, pero en la nueva situación de la economía en el porfiriato, la gran resistencia y flexibilidad del henequén lo convirtieron en el producto ideal para satisfacer la gran demanda de fibras duras que requerían los países industrializados en la fabricación de hilos y cordeles para engavillar. 110 El henequén pudo explotarse de forma mas efectiva gracias a la invención de una maquina para desfibrar las pencas del agave, que pronto convirtió a Yucatán en el único productor mundial de la fibra, e inicio el auge henequenero que se desarrollo a lo largo del porfiriato. Tal auge estuvo sostenido por los hacendados yucatecos que monopolizaban la explotación del henequén (única rama de la producción para el mercado externo que estuvo en manos de mexicanos), por un consorcio estadounidense que monopolizaba la demanda y por el trabajo casi esclavista de gran parte de la población maya y de los indígenas de otras regiones que, como los yaquis, fueron llevados por la fuerza a trabajar en la región henequenera. Otras materias primas importantes después del henequén fueron las resinas, principalmente el hule, el caucho y el chicle. En un principio la explotación de estas resinas se realizaba como actividad extractiva forestal, aprovechando las selvas tropicales donde se daban de forma silvestre, fundamentalmente en los bosques de Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, y en las costas de Colima y Oaxaca. Pero cuando aumento la demanda de las mencionadas resinas, algunas compañías, extranjeras en su mayoría, se dedicaron al cultivo de las especies mas productivas, alentadas además por la fácil obtención de concesiones sobre enormes terrenos a precios muy bajos, y por los subsidies que otorgaba el gobierno. Aparte de las materias primas ya mencionadas, se dedicaron al mercado de exportación el algodón, el ixtle y otras fibras, plantas tintóreas y algunas medicinales. Entre los artículos de consumo para el exterior destaca el café, cuyo cultivo a gran escala se inicio en esta etapa, manteniendo una demanda mundial creciente a lo largo del porfiriato. El mercado más importante fue el estadounidense, aunque también se exportaba café a España, Francia, Alemania e Inglaterra. Hacia 1880, el estado de Veracruz producía las dos terceras partes de la cosecha nacional; le seguía Colima con un sexto, y el resto provenía de Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca y Tabasco. Diez años después, el café se cultivaba también en Jalisco, Tamaulipas y Durango. Otros productos de consumo que se dedicaban al exterior fueron el garbanzo, la vainilla, el tabaco, la cana de azúcar, etcétera. Los productores pecuarios fueron también introducidos al mercado de exportación principalmente a los Estados Unidos, gracias a la cercanía con las vastas regiones ganaderas del norte de México. Se exportaba el ganado bovino en pie, pero sobre todo los subproductos como cueros y pieles, que tuvieron bastante aceptación en aquella época. La exportación de estos productos, como la de muchos otros, era controlada por extranjeros que se habían organizado en compañías o formaban familias rurales. Las inversiones extranjeras. En lo que se refiere al capital extranjero invirtiendo en el sector agropecuario y forestal, su penetración estuvo relacionada con las facilidades y concesiones que otorgo el gobierno mexicano para adquirir tierras y explotarlas. Los países de los que procedieron esas inversiones fueron: Estados Unidos, cuyo capital habría de aumentar aceleradamente durante el porfiriato, hasta llegar a convertirse en importante poseedor de latifundios, y cuya penetración se extendió a casi todos los estados 111 de la República Mexicana; Francia, dedicada a la inversión bancaria para el crédito agrícola; Gran Bretaña, que se inclino marcadamente por la inversión especulaba y, por ultimo, Alemania, centrada en la producción de café en Chiapas. La minería Factores del crecimiento. Esta rama de la producción tuvo gran importancia durante el porfiriato, porque además de que se mantuvo la tradición de México como productor de plata, fue en este periodo cuando se dio un notable aumento de la producción de metales y sustancias minerales para uso industrial (antimonio, cobre, zinc, hierro), y de la producción de combustibles (carbón, grafito, petróleo), que se incrementaron en la segunda fase de la época porfirista. Como sucediera en otros sectores productivos, el crecimiento de la minería obedeció principalmente a las inversiones extranjeras de capital, dentro de las condiciones del mercado mundial, vigentes a fines del siglo XIX; pero también influyeron las políticas económicas del gobierno porfirista que, por medio de una nueva legislación minera, impulso la explotación de los recursos minero-metalúrgicos. Tales leyes, promulgadas a partir de 1884, concedían facilidades para que todo habitante de la República, extranjero o mexicano que quisiera dedicarse a la minería, pudiera adquirir derechos de propiedad y ciertas libertades para la explotación de las mismas. La actitud favorable del gobierno atrajo a inversionistas extranjeros -ingleses, estadounidenses y franceses-, quienes desde finales de la administración de Manuel González empezaron a explotar los recursos mineros de México. Hubo además otros factores que contribuyeron al crecimiento de la producción minera, como el desarrollo de las comunicaciones, ferroviarias y marítimas, y la introducción de nuevos sistemas tecnológicos, en especial el aprovechamiento de la energía eléctrica, que empecé a utilizarse hacia finales de la década de 1880, lo que represento un gran avance en este sector productivo. Hacia 1890 se comenzaron a introducir en la minera mexicana métodos innovadores en el beneficio de minerales, como el de cianuración y lixiviación, avances tecnológicos que aceleraron el crecimiento de la minería en la segunda fase del porfiriato. Producción y comercialización. Antes de 1892 solo se produjeron metales preciosos (oro y plata), y fue en este ano cuando se inicio la producción de minerales industriales, dentro de los cuales los no ferrosos (cobre, plomo, antimonio, mercurio y zinc) tuvieron él más alto volumen de producción respecto de los combustibles. La comercialización de los minerales estuvo supeditada al comportamiento del mercado externo, y basada fundamentalmente en la exportación de plata; esta situación expuso a la minería mexicana a sufrir las altas y bajas del mercado internacional. Por eso mismo las grandes crisis económicas mundiales afectaron profundamente la explotación minera en México, y en menor grado resintió esta el impacto de otros hechos externos, como el descubrimiento en 1879 de importantes existencias de oro en la India, y el abandono del patrón monetario bimetalito (de oro y plata) por la adopción del patrón oro en la economía capitalista mundial. 112 El consume final de los productos mineros en el interior del país estuvo determinado por su empleo en la acumulación de la moneda fraccionaria de níquel y bronce, en cuya composición se empleo el cobre, el estaño y el zinc. Otra aplicación de los metales en el país se dio en el campo de las artes y en la industria, aunque en mucho menor grado que en la acuñación de monedas. Por lo tanto, el destino principal de la producción minera, tanto beneficiada (metales) como sin beneficiar (minerales), fue el mercado exterior, siendo los metales preciosos, y principalmente la plata, el renglón más importante del comercio de exportación en aquella época. Por tal razón, cuando se produjo la depreciación de la plata en el mercado internacional, en México se vio afectada la explotación minera y, en general, todo el sistema económico, aunque algunos sectores no fueron tan perjudicados, por ejemplo, el de los productos agrícolas de exportación que eran pagados en oro, o el sector industrial impulsado a fabricar los artículos que se había hecho incosteable importar. Las industrias de transformación El sector industrial ocupo el segundo lugar, después de la minería, en lo que se refiere al crecimiento económico durante el porfiriato. Sin embargo, el desarrollo de la industria no tuvo un arranque acelerado. Durante la primera administración porfirista no hubo cambios sustanciales y persistieron las características tradicionales de una producción fundamentalmente artesanal. En el aspecto del crecimiento industrial, en la primera fase del porfiriato, solo habrían de tomar forma las precondiciones que permitirían el desarrollo de la industria en México, en el periodo de 1896-1910. Tales condiciones fueron: • El proteccionismo de tipo fiscal y monetario que brindo el gobierno a los empresarios. • La presencia de una administración publica eficiente que adopto medidas adecuadas para el cobro de las tarifas aduanales, de las cuales dependían los ingresos del Estado. • La expansión de la red ferroviaria que fue unificando el mercado nacional. • La devaluación progresiva de la plata, con la consecuente devaluación del peso mexicano, que al encarecer los productos extranjeros, estimulo la industria. • La introducción de la energía eléctrica. • El aumento de la producción de materias primas agrícolas para la industria, como el algodón, la cana de azúcar y el tabaco. • El auge de las exportaciones de productos primarios, minerales y agrícolas, que ampliaba la capacidad del país para importar bienes de capital y pagarlos con las di visas que producía el comercio exterior. • En el piano financiero, la reforma al Código de Comercio, que alentó la formación de sociedades anónimas por acciones, lo cual redundó en una organización empresarial más eficiente. Al mismo tiempo, el surgimiento de una red bancaria, que para 1895 habría de poner los créditos a disposición de los industriales. • La inversión de los capitalistas franceses, que tuvo gran importancia en el sector industrial a partir de 1889. • La mano de obra barata. 113 Todos estos factores habrían de conjugarse para iniciar la etapa de máxima expansión en el sector de industrias de transformación en el porfiriato, durante la década 1896-1906. Aspectos financieros y monetarios La banca en México. En la primera fase del porfiriato no hubo grandes cambios en la situación de la banca mexicana, ya que su transformación habría de iniciarse con el despegue del desarrollo económico en el ano 1896. Antes de esta fecha, se habían venido estableciendo bancos en la capital y en algunos estados, sin que hubiera legislación expresa para ellos. En 1864 se instalo en la ciudad de México la sucursal de un banco ingles, que tomo el nombre de Banco de Londres, México y Sudamérica (antecesor del Banco de Londres y México), regido por su propio estatuto interno. Existían además otras instituciones de crédito: el Banco Mercantil Mexicano, el Banco Internacional Hipotecario y el Banco de Empleados, también regulados por estatutos particulares. Las únicas instituciones de crédito que tenían concesiones oficiales eran tres bancos en Chihuahua, autorizados por la legislatura local de comercio; el Banco Nacional Mexicano en la capital, con una concesión otorgada por el gobierno de Manuel González, y los permisos otorgados al Monte de Piedad, institución dedicada a los prestamos pignoraticios (de empeño) desde tiempos coloniales. No fue sino hasta 1884, año en que se expidió un Código de Comercio, cuando se inicio la legislatura bancaria en México, fuertemente combatido por los banqueros, ya que sus estipulaciones lesionaban derechos adquiridos con anterioridad. El Código hubo de ser derogado en 1889, sin que los dueños de los bancos hubieran observado su cumplimiento. Tal situación anárquica continúo hasta que Limantour estuvo al frente de la Secretaria de Hacienda y organizo el sistema bancario, a través de la Ley General de Instituciones de Crédito, expedida en marzo de 1897. Finanzas públicas. Durante los primeros años de su existencia, el régimen porfirista hubo de padecer un constante déficit hacendario, originado por los problemas económicos y la deficiente organización administrativa de los gobiernos anteriores. Por lo tanto, una de las primeras tareas consistió en organizar el sistema de captación de ingresos. Ingresos. A partir del ano fiscal 1881-1882, el presupuesto se dividió en tres grandes grupos: 1) Contribuciones sobre importaciones y exportaciones; 2) contribuciones interiores; 3) contribuciones por servicios, aprovechamiento y ramos menores. Otros ingresos, que se consideraban extraordinarios, se derivaban de préstamos tanto internos como externos, y de los recursos provenientes de ciertas operaciones imprevistas que se efectuaban a través del Banco Nacional. Además, desde 1884 se empezaron a realizar algunos cambios en la Ley de Ingresos, con objeto de crear nuevas contribuciones que permitieran aumentar los gastos de la federación, y reducir al mismo tiempo las facultades que tenían los estados de crear sus propios impuestos. 114 Se intentaba, además, dar mayor autonomía a los ingresos federales respecto alas variaciones del mercado mundial, porque el hecho de que más de la mitad de tales ingresos dependieran de los impuestos a las exportaciones y derechos de importación exponía en sumo grado la situación financiera del Estado. En 1896, un nuevo decreto suprimió las alcabalas, cumpliendo lo ya establecido por la Constitución, medida que se hizo necesaria porque aunque tales impuestos constituían una importante fuente de ingresos, obstaculizaban el desarrollo del comercio al aumentar el precio de las mercancías en cada localidad que tuvieran que cruzar. Otra medida indispensable para aumentar los ingresos estatales fue la consolidación de la deuda pública externa, con el reconocimiento de la deuda inglesa en 1885. Egresos. El presupuesto general de egresos estaba mejor organizado que el de ingresos; comprendía todos los gastos de la administración publica y los servicios y obligaciones de la deuda publica, correspondientes a un ano fiscal. Se dividía en nueve partidas, tres para cada uno de los poderes de la Federación, y las seis restantes para cada una de las secretarias de Estado, que con anterioridad a 1890 fueron: la de Relaciones Exteriores; la de Hacienda; la de Guerra y Marina; la de Fomento; la de Gobernación, Justicia e Instrucción Publica, a las que en 1891 se agrego la de Comunicaciones y Obras Publicas. Las secretarias que en mayor proporción absorbían el gasto publico durante la primera fase del porfiriato fueron: Hacienda (con cerca del 35%), Guerra y Marina (con el 31.5%), fomento (con el 13.8%) y Gobernación (con el 8.1%). Dentro de estos gastos se cuentan las fuertes cantidades de subsidio a las empresas constructoras, el pago de la deuda publica, el mejoramiento de las comunicaciones, los servicios educativos y otras obras de interés social. Deuda publica. La situación del déficit permanente que prevaleció en México desde la Independencia había obligado a los gobiernos a recurrir al crédito externo en varias ocasiones, sobre todo cuando las guerras internas y las invasiones extranjeras agravaban la situación económica. Al iniciarse el porfiriato, el problema de la deuda pública exigía urgente solución, pues la gran mayoría de los ingresos que recibía el Estado se destinaba al pago de la deuda y, en consecuencia, México no era considerado como sujeto de crédito para la banca internacional. Por lo tanto, se hacia necesario cumplir con los compromisos contraídos en anos anteriores, si es que se quería recobrar el crédito; por ello se tuvieron que aceptar las condiciones que imponía Inglaterra para reanudar las relaciones diplomáticas con México y conceder empréstitos. El reconocimiento de la deuda inglesa permitió que se recobrara el crédito en el extranjero y que se pudieran concertar nuevos préstamos, como el que se negocio con la casa alemana Bleichroeder, cuando se trataba de solucionar los graves conflictos creados por la crisis económica que comenzara en 1891. Las negociaciones para obtener prestamos del exterior se habrían de reducir en gran medida cuando la Hacienda publica supero el déficit en 1895, pero en 1893 la gran deuda nacional total ascendía a 222132 361 pesos, de los cuales 153016640 correspondían a la deuda externa, y los 69 115 721 restantes a la deuda interna, integrada esta en su mayor parte por los compromisos contraídos recientemente en virtud de los numerosos subsidies otorgados a los ferrocarriles, y debido a los deficits de años anteriores. 115 Aspecto monetario. En cuestión monetaria, lo más relevante del periodo 1877-1896 me la devaluación del peso mexicano, ocasionada por la depreciación de la plata en el mercado internacional, puesto que según se decía, “el peso mexicano no tiene valor por el sello de su acuñación, no se exporta en tanto que moneda, sino como simple mercancía, vale y ha valido tanto como la plata que contiene”. El peso mexicano se deprecio rápidamente respecto a su intercambio con otras monedas. En 1870, el dólar y el peso se intercambiaban prácticamente a la par; en 1890, la relación era de un peso por 83 centavos de dólar, en 1894, un peso se intercambiaba por 51 centavos de dólar. Tales devaluaciones provocaron graves desajustes en muchas de las transacciones económicas. Pero no todo fue negativo: algunos productores, nacionales y extranjeros, resultaron beneficiados, porque la devaluación alentó la inversión de capitales del exterior, además de que sirvió de estimulo a las actividades de los exportadores que no estaban directamente ligados a la producción y comercio de la plata. La acuñación de monedas de plata fue muy superior a la de todas las demás, y le seguía la de oro, en cuanto al número de piezas acuñadas. En el sistema monetario se incluía la emisión de billetes, aunque su importancia fue muchísimo menor que la de la acuñación de moneda metálica. En el lapso comprendido entre 1881 y 1890, las exportaciones de plata acunada representaron el 55.39% y el 80.72% del total de exportación de plata de México, y la importancia del peso mexicano en el extranjero se basaba en el alto contenido de metal puro, superior a cualquiera de las monedas existentes entonces en el mundo. Es por eso que, cuando en el mercado internacional se adopto el patrón oro eliminando ala plata, se agravo la situación de la moneda mexicana, ya afectada por la depreciación de la plata. La crisis económica se hizo mas aguda durante los anos 1891-1894 y, a partir de 1895, comenzó a solucionarse con las medidas adoptadas por el nuevo ministro de Finanzas, José Ives Limantour, quien habría de colaborar, en gran parte, para alcanzar los superavits y el desarrollo que caracterizaron a la economía mexicana en la segunda fase del porfiriato. Las primeras medidas que Limantour aplico fueron: • La creación de nuevos impuestos que gravaban los ramos de la producción que no habían sido afectados por la crisis. • La reducción de los gastos y servicios públicos. • El arreglo con los acreedores, consiguiendo que se disminuyera la cantidad que Hacienda les asignaba. • La reducción de sueldos a toda clase de empleados y funcionarios públicos. • Rescatar de manos de particulares las casas de moneda para devolver al erario los recursos que eran captados por estos. • La búsqueda de nuevas fuentes de ingresos. • La regularización de la percepción de impuestos existentes, por medio de una vigilancia activa y sistemática sobre empleados y contribuyentes. • El perfeccionamiento de las cuentas del erario, suprimiendo del presupuesto de egresos, las partidas abiertas o sin cantidad determinada. • El arreglo de la deuda publica mediante la ley de mayo de 1893. 116 Al final del ano fiscal de 1895, Limantour había logrado un superávit de más de dos millones de pesos, por primera vez en la historia de México. Transportes. Entre 1877 y 1895 se inicia el proceso de formación de la infraestructura moderna de transportes, que permitió el desarrollo del comercio-interno y exterior- en la segunda fase del porfiriato. Tal proceso consistió en: a) la construcción de una red ferroviaria nacional; b) la realización de mejoras en los puertos; c) el establecimiento de un sistema financiero y bancario más efectivo; d) la creación de nuevas leyes para estimular el comercio; e) la ampliación de las comunicaciones telegráficas y telefónicas;/) la supresión definitiva de las aduanas internas y las alcabalas. Expansión de los ferrocarriles. La expansión de la red ferroviaria fue el factor más importante del desarrollo comercial; entre 1880 y 1910 se tendieron 18 206 kilómetros de vías, cifra considerablemente mayor que la de 1 074 kilómetros construidos durante los gobiernos de la República Restaurada; pero fue entre 1880 y 1885 cuando se dio el más acelerado ritmo de crecimiento ferroviario. En la construcción de las vías férreas nacionales se invirtieron básicamente capitales extranjeros, aunque también hubo aportaciones menores de empresarios mexicanos. La colaboración del gobierno se limito en un principio a otorgar subsidios y franquicias a las compañías constructoras, pero ya en 1890 intervino además en la programación y reglamentación de la red ferroviaria. Las líneas de mayor longitud fueron las que comunicaron a la capital con las principales ciudades de la frontera norte. Se tendieron asimismo vías férreas que conectaban los centros de explotación agrícola y minera con los grandes mercados potenciales Factores de expansión ferroviaria. Entre los elementos que contribuyeron al crecimiento acelerado del sistema ferroviario en México, destacan los siguientes: a) una mayor estabilidad política interna que pudo ofrecer seguridad tanto a los inversionistas como a los usuarios; b) la necesidad de transporte en gran escala; c) la llegada a la frontera mexicana de los grandes sistemas ferroviarios estadounidenses. Comercio exterior. Las importaciones. Durante el porfiriato se incrementaron de manera considerable las importaciones, sobre todo las de insumos básicos que requería el desarrollo industrial, así como las de bienes de consume inmediato y de alimentos. El comercio. El crecimiento del sistema ferroviario influyo directamente en el crecimiento del sector comercial, y aunque al principio sirvió de estimulo a la producción y circulación de mercancías para el mercado nacional, a medida que se extendían las líneas férreas, el gobierno favorecía mas al sector exportador y a los grandes productores nacionales, otorgándoles tarifas preferenciales, mientras cobraba tarifas mas altas a los productores que usaban menos el servicio, perjudicando a los proveedores internos y a los pequeños y medianos productores. Las exportaciones. Dadas las características del mercado mexicano durante el periodo de formación del capitalismo dependiente, hubo un significativo ascenso en el renglón de exportaciones, aunque es necesario destacar que el ritmo de crecimiento no se dio de la 117 misma forma para todos los productos, pues debido a las demandas de los artículos requeridos por las nuevas circunstancias del mercado internacional, como el henequén, cobre, caucho, las exportaciones de esos artículos aumentaron mucho mas rápidamente que las de otros como el oro y la plata, tradicionales en épocas anteriores. Sin embargo, la plata continuó ocupando el primer lugar en relación con el total de las exportaciones. En el segundo lugar estaba el henequén, y después de este destacaba el cobre, las fibras duras, la garbanza, el Chile, el plomo, las pieles sin curtir, las maderas finas, el caucho, los animales de tiro y las maderas de construcción. Una característica significativa del comportamiento del sector exportador en aquellos anos file que hubo un descenso del precio mundial de los productos exportados, y un aumento en la cantidad de las exportaciones. Este rasgo me común a todos los bienes primarios comerciados en el mundo en aquella época y, sin embargo, tal tendencia se manifestó de forma diferente según fueran los productos. Relaciones comerciales con el exterior. Los principales países con los que México sostuvo relaciones comerciales en la época porfirista, fueron Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania y España. También hubo tratos comerciales con otros países europeos, asiáticos y americanos, pero tales relaciones fueron relativamente escasas. En este aspecto, es de gran importancia el hecho de que el comercio exterior de México se file integrando al mercado estadounidense cada vez en mayor proporción. Esta circunstancia ya había empezado a manifestarse desde la independencia mexicana, pero tal integración se intensifico a partir de 18 80, cuando el sistema ferroviario quedo ligado al de Estados Unidos. Por esta situación fueron siendo desplazados los mercados europeos, sobre todo Inglaterra y Francia, al grado de que sus transacciones con México se redujeron a la mitad; no así en el caso de Alemania, que incluso habría de aumentar su comercio con México. También en lo que respecta al tipo de productos que se intercambiaron con otros países, Estados Unidos desempeño un papel preponderante, pues de este país se importo la mayor cantidad de bienes de consumo. Muchos de esos productos también eran traídos de Europa, así se creo una fuerte competencia, de la cual salieron vencedores los estadounidenses, sobre todo en lo que se refiere a materias primas para la industria, maquinaria, armas y diversos productos metálicos. Comercio interior. El mercado nacional estuvo mejor articulado que en periodos anteriores, y se amplio considerablemente debido a la actividad que se renovó en algunos sectores productivos nacionales; a la supresión de las alcabalas; al establecimiento de un sistema unificado de impuesto; ala construcción de los ferrocarriles y al surgimiento -que en la primera fase del porfiriato empieza apenas apercibirse- de una gran cantidad de trabajadores con poder compra, sumada a una población urbana que demandaba bienes de consumo. Sin embargo, el aumento del grado de integración del comercio interno no fue total; persistieron, y aun se reafirmaron, los grandes mercados regionales y locales, y las áreas de autoconsumo como las haciendas, donde continuaron existiendo formas comerciales arcaicas, entre las que destaco la “tienda de raya”. 118 Por otra parte, el sector comercial interno me relegado a segundo piano, para favorecer de forma prioritaria al comercio exterior. Tal circunstancia refleja el panorama mundial de las relaciones comerciales a fines del siglo XIX cuando los países europeos industrializados estaban siendo desplazados del lugar de predominio económico mundial del que gozaban desde fines del siglo XVII, por el creciente poderío de los Estados Unidos. Refleja asimismo la transformación que experimenta el sistema capitalista en la época, con la aparición de empresas monopolícas y el traslado masivo de capitales fuera de los países altamente industrializados o centrales. Tal movimiento de capitales permitió a estos países ejercer un mayor control sobre la producción de insumos básicos necesarios para su industria, obtener materia prima y mano de obra a precios mas favorables, conseguir mercado para sus productos, y obtener altas tasas de ganancia en sus inversiones. En tales circunstancias internacionales, el crecimiento económico de México no podía haberse producido de otro forma, dadas las características de su proceso histórico y las peculiaridades de sus recursos naturales y humanos para constituirse en país periférico dentro del sistema económico mundial. Sociedad y cultura Introducción Las transformaciones que se dieron en la estructura social durante el porfiriato empiezan a manifestarse, de forma incipiente, desde la primera fase de ese periodo. Tales transformaciones fueron el resultado de las medidas impuestas por la administración porfirista desde el primer cuatrienio, y fueron intensificándose conforme se iba implantando el nuevo sistema económico. Las primeras medidas del gobierno que afectaron a lo social, fueron aquellas encaminadas a lograr y mantener la paz interna; medidas que consistieron en la utilización de la fuerza militar que Hubiera de sofocar cualquier manifestación antigubernamental y todo acto de bandolerismo. El aparato represivo se extendió después a los sectores laborales, con miras a asegurar la productividad por medio del trabajo forzado. En cuanto a los cambios estructurales, estos comenzaron a manifestarse cuando los primeros signos de la producción capitalista exigieron una mayor demanda de mano de obra en los sectores agrícola, minero, industrial y profesional. Esto no quiere decir que se haya producido un aumento brusco en los diferentes niveles de la estructura de clases sociales; durante todo el lapso 1877-1895, persistieron las condiciones de etapas anteriores, superando en gran medida a las nuevas circunstancias del orden socioeconómico en formación. Habría de ser hasta la segunda fase del régimen porfirista cuando los cambios se hicieran evidentes, aunque no es posible hablar de una total modificación de la estructura social existente en la etapa anterior al porfiriato. La sociedad en el sector agrícola Durante el periodo de 1877-1895, persistió la economía de hacienda, con las características heredadas del periodo colonial en cuanto a la forma de las relaciones sociales de producción, pero se fueron agregando algunas innovaciones, que obedecían alas necesidades del mercado de exportación. 119 La hacienda del siglo XIX que precedió al porfiriato, se basaba, como en la etapa virreinal, en la explotación agrícola tradicional destinada al autoconsumo y al mercado local. La Reforma liberal, que destruyo el latifundismo eclesiástico e inicio el despojo de tierras a las comunidades indígenas, origino la formación de grandes haciendas que quedaron en manos de particulares, las cuales no mejoraron -y aun empeoraron- las condiciones económicas y sociales de la explotación agrícola anterior. Dichas condiciones, que el porfirismo heredo de la Reforma, eran las siguientes: Existían formas de trabajo fijo, fundamentalmente no asalariado, efectuado por los peones ligados a la hacienda, o acasillados; otra modalidad consistía en el trabajo eventual asalariado, realizado por los peones libres, generalmente indígenas de las comunidades cercanas a las haciendas, algunos de ellos antiguos propietarios en pequeño quienes, al no disponer de tierra suficiente, se alquilaban como trabajadores asalariados. Existía además un mecanismo de arrendamiento que se establecía entre el hacendado y los trabajadores agrícolas que rentaban las tierras de la hacienda mediante contratos no escritos, por los cuales el trabajador se obligaba apagar en especie, con jornadas laborales que lo mantenían ligado al dueño de las tierras en una relación casi de servidumbre. En tales condiciones, la producción agrícola representaba una renta segura para el hacendado que este empleaba en inversiones y negocios ajenos al sector rural, y en la vida de lujo que llevaba en las ciudades donde permanecía la mayor parte del tiempo, mientras quedaba en la hacienda un administrador encargado de cuidar los intereses del propietario. El hacendado no se preocupaba por incrementar la producción ni por modificar el sistema de explotación de las tierras; ni siquiera se interesaba en aprovecharlas en toda su extensión, pues tan solo se cultivaba una pequeña parte de la superficie total. Tal situación habría de cambiar con el impulse del desarrollo económico a finales del siglo. La política agraria porfirista se inicio con la aplicación de la Ley de Deslinde y colonización de Terrenos Baldíos, con base en la cual se formaron nuevos latifundios -esta vez con la intención de que fueran productivos- en manos de nacionales y extranjeros que expropiaron las tierras que aun estaban en poder de las comunidades indígenas, obligando a estos a convertirse en peones, acasillados o libres, que en muchas ocasiones trabajaron en las mismas tierras que les habían pertenecido. La hacienda del porfiriato se caracterizo por estar subordinada a las necesidades del mercado internacional y estuvo, en consecuencia, forzada a producir los artículos que tal mercado demandara, en cantidades cada vez mayores. Por ello, la necesidad de aumentar la productividad agrícola condujo al empleo de mayor cantidad de trabajadores, pero además las relaciones de trabajo fueron modificadas en gran parte en perjuicio del campesino, porque los propietarios se vieron impulsados a ejercer mayor control sobre sus haciendas y a tomar medidas coercitivas sobre los trabajadores. Quienes sufrieron en mayor grado tales medidas fueron los peones acasillados, porque no obstante que en teoría eran considerados como obreros agrícolas asalariados, en la practica el salario les era pagado con mucha frecuencia en especie, con productos agrícolas. Además, el peón acasillado era obligado a prestar ciertos servicios que no le eran 120 remunerados, a cambio de tener su vivienda en las tierras del hacendado; la familia del trabajador estaba obligada, por lo mismo a realizar gratuitamente las tareas domesticas. Por si fuera poco, el salario en especie que recibía el trabajador era ficticio, ya que se diluía automáticamente en la llamada tienda de raya - uno de los elementos que subsistía de épocas pasadas-, que era un almacén de aprovisionamiento situado en el interior de la hacienda y en el que se vendían las mercancías de primera necesidad a precios elevados, a cambio de los vales que se entregaban a los peones como pago a su trabajo. Como esos vales eran insuficientes para cubrir el costo de las mercancías de primera necesidad que adquiría el peón, este quedaba definitivamente ligado a la hacienda debido a la imposibilidad de pagar las deudas, que aumentaban constantemente, pues estaba prohibido abandonar el lugar de trabajo sin haberlas saldado. Dicha prohibición estaba sancionada con penas de encarcelamiento. De esta manera, el peón se convertía en un verdadero siervo, aunque legalmente fuera un asalariado; además, las deudas adquiridas por los peones se transmitían de padres a hijos, y con ello el hacendado aseguraba la fuerza de trabajo de una generación a otra, pudiendo así recuperar, directa e inmediatamente, una parte de los salaries que pagaba en especie al trabajador. Trabajo minero y fabril En los sectores sociales de la industria extractiva y de transformación, tampoco hubo cambios sustanciales en el periodo de 1877 a 1895, aparte de una cierta movilidad que empieza manifestarse en esta primera fase del porfiriato al ir aumentando la demanda de mano de obra en la minería, en la industria fabril y en el sector de comunicaciones, como resultado de la construcción de la red ferroviaria y de los caminos carreteros. Sin embargo, en estos sectores de empleo aparecieron también aspectos negativos con referencia al trato que se le daba al trabajador en la minas y en las fabricas, donde se lo sometía a largas jornadas de trabajo, el bajo salario pagado en muchos casos mediante el sistema de tiendas de raya, y se abusaba también de los niños y la mujeres, a quienes se hacia trabajar mucho y se les pagaba menos que a los varones adultos. Tal situación genero el descontento de la clase obrera, expresado en varias ocasiones por medio de huelgas, que estallaron desde los primeros anos del porfiriato, sin que se lograra modificar el sistema opresivo de las relaciones laborales. Políticas de colonización El proyecto de colonizar las tierras despobladas del país se había venido planteando casi desde la Independencia; los gobiernos habían hecho esfuerzos por atraer la atención de los extranjeros, sobre todo europeos, a quienes se consideraba con mayor espíritu de empresa que los estadounidenses u otras nacionalidades, para que vinieran a poblar las tierras mexicanas todavía no productivas. Tales proyectos no habían tenido éxito debido a que el país no estaba en condiciones de ofrecer seguridad a los inmigrantes, a raíz de mantenerse en constante guerra civil. Con la paz porfiriana se abrían nuevas perspectivas a los extranjeros, porque además de ofrecerles seguridad se les brindaba trato preferencial y protección, tanto a los inversionistas como a todos aquellos que quisieran venir a trabajar en la República Mexicana. 121 Se esperaba que los interesados en colonizar tierras mexicanas fueran ingleses y franceses, porque además de ser considerados eficientes y emprendedores, no representaban para México el peligro de una inmigración numerosa de estadounidenses, que podría reavivar las ambiciones expansionistas del vecino país. Mas la política de población del gobierno porfiriano no rindió los frutos esperados, los inmigrantes no fueron muchos y la mayoría de ellos procedía de los Estados Unidos. Vinieron además algunos asiáticos, y los pocos europeos que llegaron, ingleses y españoles, no se interesaron por integrarse al país o por asimilar las costumbres; en muchos casos solo utilizaban a México como un medio transitorio para entrar en los Estados Unidos. Cabe destacar, no obstante, que muchos de los extranjeros que vinieron jugaron un papel importante en la vida social mexicana de esta época, al ocupar puestos de privilegio en los sectores de producción para el mercado externo, y formaron uno de los grupos sociales característicos del porfiriato. La formación de los sectores medios de población La transformación económica ocurrida en el país durante el periodo 1877-1895, favoreció la consolidación de “capas medias” de la población que empezaron a emerger desde entonces. El crecimiento de la industria, de la minería, de la infraestructura de transportes, las nuevas formas de comunicación como el telégrafo, el teléfono, y las primeras instalaciones eléctricas, permitieron que hacia 1890 se diera un incremento considerable en la demanda de trabajadores y técnicos especializados y de servicios. Además, la tendencia administrativa del régimen porfirista dio lugar a un aumento de empleados públicos que fueron constituyendo el aparato burocrático, así como el incremento del número de maestros de escuela y profesionistas que se prepararon gracias a las políticas educativas del porfiriato. Este sector, compuesto por empleados, burócratas, maestros y profesionistas, incremento la población urbana de ciudades como México, Monterrey, Guadalajara y Puebla, que constituían los centros administrativos e industriales del país, y me creciendo a la par de otro sector medio de población nacional cuyos ingresos eran relativamente superiores, integrado por comerciantes e industriales en pequeño, y por los nuevos hacendados que adquirieron algunas de las tierras deslindadas y que combinaron las actividades de la agricultura moderna con el comercio y la industria. Así entonces, hacia finales de la segunda fase del porfiriato, empezaban a destacar las capas medias de la población, ubicadas en dos niveles, no muy alejados uno de otro, en la estructura socioeconómica del país. Su existencia constituía el punto medio entre las dos clases opuestas; por un lado la oligarquía terrateniente compuesta por los propietarios de la hacienda tradicional, ligada a la elite porfirista, u por otro, la numerosa masa de trabajadores agrícolas, mineros y obreros fabriles. Instrucción publica El primer Secretario de Justicia e Instrucción Publica del porfiriato Protasio Tagle, quien ocupo el cargo desde mayo de 1877 hasta noviembre de 1879. Tagle continúo la labor ya 122 iniciada en la etapa juarista y se conserve dentro de la misma línea liberal positivista, en contra del dogmatismo religioso y en favor de la enseñanza objetiva. En el año 1879, Tagle reformo el Reglamento de Instrucción Publica, bajo el principio de “utilidad” en la enseñanza; introdujo nuevas asignaturas con objeto de que el estudio de las ciencias físicas y la historia natural tuvieran aplicaciones prácticas para los niños en edad escolar. Se preocupo por la preparación de maestros que se encargaran de la enseñanza primaria; ordeno la construcción de escuelas primarias y de algunas regionales de agricultura, e hizo depender del Estado a las escuelas que hasta entonces había sido atendida por sociedades de beneficencia. En los dos primeros años del gobierno de Manuel González el Ministerio de Instrucción Publica fue ocupado por Ezequiel Montes, un liberal opuesto al positivismo que elimino tal doctrina de las políticas educativas porque, según su opinión, se ponía en peligro la libertad en aras del desarrollo económico. Para comienzos de 1882 se habían logrado notables avances en lo que toca al número de escuelas a nivel elemental y superior, y en cuanto al aumento del número de profesores preparados. En ese mismo año se organizo un Congreso en la ciudad de México con el fin de establecer los lineamientos generales, tanto en los aspectos pedagógicos como en lo concerniente a las condiciones de higiene en los edificios escolares. Ezequiel Montes fue sustituido por Joaquín Baranda, quien ocupo el cargo de Ministro de Justicia e Instrucción Publica en 1882, y habría de permanecer en el por los siguientes dieciocho años. Baranda retomo el positivismo que su antecesor había eliminado, pero trato de minimizar los defectos que este había señalado, procurando aplicar aquella ideología cientificista de tal manera que no se relegara el aspecto humanístico. El papel de Baranda fue muy importante en el porfiriato, y le imprimió el enfoque que en materia educativa había de caracterizar a esta etapa. Celebro varios congresos de instrucción publica, entre los que destaca el de 1889-1890, organizado con el propósito de discutir los problemas mas importantes del país en este aspecto y de plantear las soluciones mas adecuadas para tales problemas. En el citado congreso se pretendía que la enseñanza primaria elemental llegara a toda la población infantil del país, incluyendo el área rural, aunque por razones obvias, tendría que comenzar por los centres urbanos. Se propusieron además algunos planes educativos para el área rural, como la creación de escuelas en las haciendas y rancheras, la organización de un servicio de maestros ambulantes que fueran a los poblados pequeños, y el establecimiento de colonias infantiles, que funcionarían con base en contratos establecidos entre empresas particulares y el presidente de la República o los gobernadores. Sin embargo, el programa de educación para las zonas rurales no funciono, debido en gran parte a la oposición de los caciques locales, a quienes no convenía que los habitantes de sus zonas de influencia fueran instruidos. Existían, además, otros obstáculos, tales como la falta de buenas vías de comunicación, la escasez de presupuesto, la ineficiencia de la autoridades locales o su complicidad con los hacendados, y la necesidad de los trabajadores de ocupar a sus hijos en las tareas agrícolas. Como novedades importantes, el Congreso de 1889 estableció la instrucción primaria superior, que seria el enlace entre la enseñanza elemental y la preparatoria, y se preocupo 123 por reconocer los servicios profesionales de los maestros, al estimularlos otorgándoles premios. El Congreso tuvo un gran éxito y se propuso luego la conveniencia de que se reuniera periódicamente, pero solo hubo un segundo Congreso Nacional de Educación, entre 18901891, que continuaría las tareas del primero y en el que se delinearon resoluciones respecto a la enseñanza elemental obligatoria, a la instrucción primaria superior, alas escuelas normales y a las de enseñanza preparatoria. En marzo de 1891 se promulgo la Ley Reglamentaria de Instrucción Obligatoria en el Distrito Federal y en los territorios de Tepic y Baja California, que establecía de forma definitiva la facultad del Estado para intervenir en la educación publica, aunque solo tenia influencia en esas regiones. Tal reglamentación, puesta en vigor en 1892, disponía la obligatoriedad de la instrucción primaria elemental, y su carácter laico y gratuito en las escuelas oficiales y decretaba la formación de comités de vigilancia para cuidar el cumplimiento de la obligación de padres y tutores de enviar a los niños en edad escolar a los planteles educativos. El reglamento permitida que funcionaran las escuelas particulares con la condición de que adoptaran los programas oficiales, pues solo así se reconocían como validos los estudios impartidos en esos planteles privados; confinaba los derechos de los profesores a recibir una justa retribución y a obtener su jubilación después de treinta anos de servicios. La obra educativa de Joaquín Baranda permitió el mejoramiento de la instrucción primaria a nivel nacional, mediante el enfoque técnico y social que imprimió al positivismo. Pudo también reorganizar la enseñanza normal, aunque estos logros beneficiaron solamente a los centres urbanos, y sobre todo a la capital de la República. CIENCIA ECONOMIZA Y DETERIORO SOCIAL La política Interna LA SEGUNDA fase del porfiriato se caracterizo por tender hacia la decadencia en lo político, debido tanto al envejecimiento natural del dictador y los ministros que junto con él mantuvieron la inmovilidad del régimen, como por ser en este periodo cuando surge y se desarrolla la oligarquía financiera que, con Limantour a la cabeza, dirigió la economía del país e influyo sobre las decisiones gubernamentales, lo que dañó el prestigio de Díaz, ya de por sí menguado con la reelección indefinida. Quinto periodo de gobierno Los científicos. A partir de 1896 fue notable la influencia de José Ives Limantour en la política, gracias al prestigio que adquiriera al salvar al país, y obviamente al gobierno de Díaz, de la terrible crisis financiera en que se encontraba. De allí en adelante, el presidente deposito toda su confianza en el ministro de Hacienda y en el grupo de intelectuales que junto con el se habían introducido en los medios políticos con el propósito de, según decían, “abogar por la dirección científica del gobierno y el desarrollo científico del país”. Tal declaración del grupo limantourista dio lugar al apodo de “científicos”, que entonces les aplico irónicamente la voz popular, y que quedaría registrada en la historia. 124 El grupo de los científicos fue el que organizo en 1892 la Convención Electoral para reelegir a Díaz, y pretendió además, sin lograrlo, dar un giro democrático al gobierno. Y si con aquella acción se ganaron la desconfianza del dictador, supieron retomar el camino y enfocar sus aspiraciones de hacer ciencia hacia el campo de lo económico, para recuperar así la confianza que Díaz les otorgaba mientras no traspasaran los límites de su poder. Sin embargo, la influencia política de los científicos, aun cuando no fuera directa, sí fue significativa para un tipo de gobierno que como el de Porfirio Díaz, era fundamentalmente administrativo. Los científicos formaron un circulo financiero alrededor de Limantour, representaban al gobierno ante los bancos en calidad de consejeros, daban asesoría sobre problemas fiscales, redactaban decretos sobre finanzas, patrocinaban ciertas empresas, e incluso Servían de, intermediarios entre el gobierno y los capitalista extranjeros. Con tales funciones, científicos fueron cobrando fama y fueron haciéndose cada vez mis, influyentes, al grado de integrar una oligarquía que disfrutaba de grandes privilegios, pero que por eso mismo se gano la envidia de otros grupos que formaban el cuerpo político. Con su altiva postura de aristócratas y con los privilegios que les otorgaba el presidente, los científicos se atrajeron la antipatía de la opinión pública, que llego a acusarlos de estar al servicio de los intereses extranjeros, cuando en realidad sólo teman el papel de apoderados ante las empresas foráneas. Limantour y el resto de los científicos fueron cimentando su poder al amparo del presidente, dispuestos a esperar el desenlace final que, dada su avanzada edad, les brindaría la oportunidad de sucederle en el gobierno de la nación. La elite porfirista dividida. A medida que Porfirio Díaz envejecía, se planteaba con más, urgencia el problema de la sucesión, y los científicos no eran los únicos interesados en el poder. La elite porfirista se había fragmentado en varios grupos, que se preparaban a ocupar el poder ejecutivo cuando el dictador muriera o cuando la enfermedad lo hiciera renunciar. Pero la vitalidad de Díaz continuaba inquebrantable y el viejo dictador no tema intenciones de abandonar el poder, por el contrario, aprovecha la división que se manifestaba entre sus, seguidores y prepare otra de sus características, maquinaciones políticas, con la intención de que los aspirantes a sucederlo se envolvieran en las redes de su propia ambición. A principios de 1899, Díaz comunicó a Limantour su decisión de no reelegirse para el, siguiente periodo presidencial, y su deseo de apoyarlo para que fuera, quien ocupara la presidencia. Le pidió que consultara al general Bernardo Reyes, entonces gobernador de, Nuevo León, para que respaldara el proyecto, argumentando que tal respaldo era indispensable porque dicho militar contaba con una gran reputación en él ejercito. El prestigio del general Reyes no era sólo militar; había logrado con gran éxito el desarrollo económico, de la entidad que gobernaba, y había convertido a Monterrey en una progresista, ciudad industrial que enorgulleció al presidente y le sirvió de modelo para otras regiones, todavía no desarrolladas. Tal eficacia en el desempeño político de Reyes hizo exclamar a Díaz en ocasión de una visita que hizo a Monterrey, en 1898: “General Reyes, así se gobierna; así se corresponde el soberano mandato del pueblo”. Con tal exclamación publica, el dictador alentó las aspiraciones de Reyes y, al día siguiente de haber sido expresada, la prensa regiomontana consideraba al general como presidenciable. 125 En marzo de 1899 se celebro entre Limantour y Reyes el llamado Pacto de Monterrey, por el cual el primero se comprometía a aceptar que el segundo ocupara el Ministerio de Guerra en su futuro gabinete, a cambio de que Reyes lo respaldara en la candidatura presidencial. Al mes siguiente, Limantour salió hacia Europa para renegociar la deuda externa, y durante su ausencia, el ministro de Justicia e Instrucción Publica, Joaquín Baranda, hizo ver al presidente que la candidatura de Limantour no satisfacía los requisitos constitucionales, ya que era de padre francés, y tal situación planteaba la duda sobre si era necesario que un candidato a la presidencia de la República tuviera que ser mexicano de nacimiento, y además de padres mexicanos. Basto aquella duda para que Díaz, que en muchos otros aspectos no se preocupaba por, cumplir con la Constitución, decidiera posponer el plan de llevar a Limantour a la presidencia hasta haber estudiado bien el caso. Ante tal circunstancia, Díaz “tuvo que aceptar” la reelección para el periodo 1900-1904, encargando la campana al Circulo Nacional Porfirista, integrado por incondicionales suyos. La nueva reelección ocurría cuando el candidato perpetuo tema ya sesenta y nueve años, pero a pesar de ese inconveniente, que preocupaba a la opinión publica y a los mismos porfiristas, Díaz tema todavía a su favor la carta de triunfo de la paz y el progreso. El cuatrienio que estaba por terminar había sido el mas prospero y tranquilo, situación que manifestaba el cumplimiento de las promesas tantas veces hechas por Díaz en el pasado. La brillante administración de Limantour al frente de la Secretaria de Hacienda, los excedentes en las finanzas públicas, el constante incremento del PNB y, sobre todo, el despertar del espíritu de empresa en los mexicanos, eran muestras palpables de que se habían alcanzado las metas propuestas, y justificaban como nunca antes la continuidad del régimen. Sexto mandato presidencial: 1900-1904 Al comenzar Porfirio Díaz su sexto periodo de gobierno, crecía la preocupación de la opinión pública ante el problema que acarreaban al país el carácter personalista del presidente y su resistencia a preparar un sucesor. Por eso, el dictador continuó con su proyecto del cuatrienio anterior, en el sentido de manifestar su apoyo a Limantour, pero dejando abierta la oportunidad a Bernardo Reyes, a quien nombro Secretario de Guerra. De esta manera acallaba las preocupaciones sobre la sucesión presidencial y aparentaba preparar a su heredero. Díaz había prometido a Limantour, cuando le comunica su nueva reelección en 1899, que una vez reelecto permanecería cuatro meses en el cargo, y luego pediría al Congreso una licencia por tiempo indefinido, dejándolo a el en calidad de presidente sustituto, y respaldado por Reyes. Pero pasaron cuatro meses, y habrían de pasar los cuatro anos, sin que Díaz cumpliera su palabra, mientras la competencia entre los dos favoritos llegaba a convertirse en una lucha abierta por eliminarse uno al otro. Bernardo Reyes me tan eficiente en la Secretaria de Guerra como Limantour en Hacienda. Representaba a una nueva generación de militares, que buscaba desplazar a los viejos caudillos veteranos de la Guerra de Intervención Francesa, porque consideraba que estos podían organizar un levantamiento armado en contra del gobierno. Reyes se dedico a la tarea de descaudillar al ejército federal; logro también mejorar el salario de sus miembros, 126 emprendió una reforma a fondo, organizando una milicia civil a la que llamo la Segunda Reserva, la que agregada al ejercito regular, tenia como misión defender a la nación en caso de guerra con otro país, de sublevación interna o de cualquier disturbio que amenazara la paz. Estas medidas fortalecieron políticamente a Reyes, y su popularidad alarmo al presidente e intranquilizo también al primer favorito, pero habría de ser Díaz quien aprovechara la rivalidad entre Limantour y Reyes. A finales de 1902, Porfirio Díaz comunicó al Partido Nacional Porfirista su decisión de no presentarse a las elecciones de 1904, y de favorecer la candidatura de José I. Limantour a la presidencia. Pero agregaba que si se levantaba una “ola de agitación” contra Limantour, se vena obligado a reconsiderar su retire de la presidencia. Los porfiristas interpretaron las palabras del dictador como este quena que se interpretaran, y se dedicaron a provocar la “ola de agitación” contra de la candidatura presidencial del ministro de Hacienda. El argumento fundamental que se manejo a través de la prensa en contra de la candidatura de Limantour, fue el de su origen francos, pero uno de los periódicos -cuyos editores eran amigos de Rodolfo Reyes, hijo del Secretario de Guerra- llevó mas lejos sus criticas y acuso de corrupción al ministro de Hacienda y a los científicos mas allegados a este. Con esta acusación, la ruptura entre reyistas y limantouristas me completa. Los científicos presionaron a Limantour para que denunciara al general Reyes como director de la campana de desprestigio en su contra, y presentaron ante Díaz el artículo original de Rodolfo Reyes, con notas al margen escritas por el padre de este. Ante esa prueba irrefutable, el presidente pidió al general Reyes su renuncia al Ministerio de Guerra, aunque lo restituyo en su cargo como gobernador de Nuevo León. Bernardo Reyes había sido eliminado de la contienda, pero la “ola de agitación” tuvo efectos contra Limantour y el grupo de los científicos, cuyo apodo se convirtió en sinónimo de corrupción. Pero también quedaba desprestigiado el dictador frente a la opinión publica, que lo considero cómplice de la corrupción administrativa en Hacienda, mientras que, de paso, quedaba comprobado una vez mas que Díaz aniquilaría a toda persona que se propusiera sucederlo. Preparativos para la quinta reelección. Ante la falta de un sucesor digno de Porfirio Díaz para el siguiente periodo, los grupos porfiristas que rivalizaban entre si se conciliaron con el fin de preparar una nueva reelección en 1904. El antagonismo político se daba no solamente entre los grupos rivales surgidos de la contienda entre Reyes y Limantour, sino incluso entre los grupos más cercanos al presidente, que se disputaban el privilegio de organizar la reelección. Esos grupos eran el Círculo de Amigos del General Díaz por una parte, y los miembros de la Convención Nacional Liberal por otra. Este último grupo era manejado por los científicos, y se apresuraron a ganar terreno proponiendo a Díaz dos innovaciones para el nuevo periodo presidencial, que comenzaba en 1904. Esas innovaciones eran: 1) la creación de la vicepresidencia; 2) la prolongación del periodo presidencial a seis años. Respecto a la creación de la vicepresidencia, y aunque Díaz se había opuesto a ella en el, pasado, la aceptaba ahora porque los científicos lo convencieron de la necesidad de 127 institucionalizar la sucesión, y porque obtenla a cambio la prolongación de su mandato por dos años mas, lo que para los científicos representaba, en cambio, la probabilidad de que Díaz muriese antes de concluirlo. Además, ganarían otra jugada al obtener que fuera Ramón Corral el elegido para la vicepresidencia, en tanto era una persona a la que podrían manipular fácilmente. Al iniciarse la Convención Nacional Liberal fue designado Francisco Bulnes, uno de los más destacados científicos, para que presentara la candidatura reeleccioncita de Porfirio Díaz. El discurso que Bulnes pronunció ofrecía un análisis de la situación política y económica del país y destacaba las circunstancias que conducían a una nueva reelección. Los propósitos aparentes del discurso eran los de examinar la candidatura de Díaz y justificar la quinta reelección, pero llevaban oculta la intención de urgir al dictador, y a todo el país, a resolver el problema de la sucesión en 1910 cuando concluyera el siguiente periodo presidencial, que debía ser el ultimo para Díaz, ya que para entonces tendría ochenta anos. Las criticas de Bulnes fueron severas; proponía la reelección, pero a su vez expresaba que era aterrador el argumento a su favor, pues si se decía que el mantenimiento del general Díaz en el poder era esencial para la preservación de la paz, del crédito y del progreso material, esto significaba, dijo Bulnes, “anunciar al mundo que, después del general Díaz, caeremos en el insondable abismo de donde hemos salido, y entonces, ¿como esperar que los banqueros extranjeros nos concedan crédito cuando el limite de nuestra civilización es el limite de la existencia del general Díaz?” Al terminar su discurso, Bulnes concluía que la reelección debía servir “para que el general Díaz complete su obra y cumpla con un sagrado deber, organizando nuestras instituciones con el objeto de que la sociedad, en lo sucesivo y para siempre, dependa de sus leyes y no de sus hombres”. Periodo 1904-1910 Porfirio Díaz no supo o no quiso cumplir el deber señalado por Bulnes en su discurso, más bien parece que el dictador lo tomó como un apoyo critico y no como una advertencia. En el periodo 1904-1910 se intensificaron los conflictos políticos a causa de la obstinada permanencia de Díaz en el poder y de la persistente actitud personalista de su gobierno. Ocurrieron también los más graves conflictos sociales de la segunda mitad del porfiriato, debido al alto costo que el régimen tenia que pagar al haber sacrificado la justicia social en aras del progreso material. Oposición política Influencia ideológica. Los conflictos del sexenio 1904-1910 se manifestaron en una oposición abierta en contra de la dictadura, oposición que provenía del crecimiento de las nuevas clases sociales -burguesía, clase media y proletariado-, y que se sustentaba en las ideologías surgidas en Europa desde mediados del siglo XIX. Tales ideologías se formaron como consecuencia de la acelerada expansión del desarrollo industrial, y se diversificaron en una gama de grados que iban desde la moderada posición de la doctrina social de la Iglesia, expresada por el Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum (1891), hasta el más radical anarquismo, pasando por los socialismos utópicos y marxistas. Todas aquellas corrientes de pensamiento tenían en común la búsqueda de soluciones a los graves problemas sociales que se derivaron del acelerado proceso de industrialización en los países desarrollados, 128 problemas que en los países atrasados como México fueron aun más severos, tanto porque el cambio fue más brusco como por los efectos negativos de la dependencia. Por ello, muchos de los nuevos liberales pertenecientes a la clase media, ya no sólo se preocupaban por tratar de cambiar a la dictadura por un gobierno democrático; les interesaba también, como a los creadores del socialismo utópico en Europa, mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y corregir las fallas que tenia el proceso de industrialización en el aspecto social. Algunos miembros de esta clase media intelectual entraron en contacto con las tendencias anarquistas que se infiltraron en México a principios de siglo, y con algunas ideas socialistas que ya se habían introducido entre ciertos sectores de la clase trabajadora, en las décadas de 1870 y 1890, ideas que luego revivieron como consecuencia de la externa opresión a que había llegado la dictadura porfirista. Por otra parte, las ideologías europeas de corte socialista y anarquista tuvieron aceptación y cabida entre los intelectuales mexicanos de principios del siglo XX, que trataban de desplazar al positivismo por estar vinculado con las clases altas y con los grupos cercanos al presidente Díaz. Los católicos de ideas avanzadas se fundamentaron en la encíclica Rerum Novarum y empezaron a cuestionar las marcadas desigualdades sociales, y a proponer reformas que consideraban necesarias par evitar una solución violenta a los problemas que ya se manifestaban en el descontento popular. La encíclica Rerum Novarum tuvo repercusiones significativas entre los grupos católicos de México. En esencia, la encíclica rechazaba tanto al liberalismo capitalista como al socialismo marxista; al primero lo acusaba de egoísta por buscar la ganancia material olvidando los derechos de los trabajadores, y se oponía al marxismo porque este pretendía abolir la propiedad privada, que era un derecho natural del hombre, y porque incitaba a la lucha violenta, enfrentando a las clases sociales como si fueran enemigos naturales. León XVII proclamaba el derecho de los trabajadores a la justa retribución de su esfuerzo, y a gozar de otras compensaciones materiales y espirituales. Señalaba que las clases sociales se necesitaban mutuamente, y opinaba que lo indicado era buscar la armonía entre ellas a través del amor cristiano y el respeto. Organizaciones católicas. Motivados por las doctrinas de la encíclica, algunos católicos mexicanos organizaron congresos agrícolas y círculos de obreros, formaron grupos de auxilio y cajas de ahorro. Planeaban, además, la protección de la niñez. La forma de disminuir la miseria de los campesinos, la jornada de trabajo y el papel del Estado en lo social, aumentarlos salaries y mejorar la situación de los indígenas. Sin embargo, no se logro dar verdadera solución a los conflictos sociales porque las organizaciones católicas se concretaban a exponer sus críticas y a insistir en la necesidad de resolver los problemas de la clase trabajadora por vía legal; se oponían a la rebelión armada como medio de cambio social, y confiaban todavía en que Porfirio Díaz realizara tal transformación. Por tal motivo, el grupo católico brindo su apoyo a la reelección en 1904, sobre todo cuando fue Corral y no Reyes a quien repudiaban por ser masón- el que quedo como vicepresidente. No obstante, la preocupación del grupo católico, por la situación de los obreros, se hizo patente en la formación de la Unión Católica Obrera, que para 1910 llegó a contar con 53 centros en todo el país. 129 El Partido Liberal Mexicano. A principios del ano 1901 se reunieron en San Luis Potosí los representantes de los clubes liberales que había entonces en la República, en un Primer Congreso Liberal al que asistieron además representantes de la prensa oposicionista. Encontrábanse los hermanos Flores Magón, quienes dirigían al periódico Regeneración, y cuya labor en pro de la causa social seria de gran significación histórica. En tal Congreso se pretendía hacer resurgir al Partido Liberal y, en consecuencia, a los principios de la Reforma que el régimen porfiriano había relegado. No obstante que el Congreso se fundamentaba en la tradición del liberalismo puro de la era juarista, incluía elementos del nuevo liberalismo en la presencia de un grupo de jóvenes que habían entrado en contacto con las ideas de tendencias socialista y anarquista, como Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia y otros no tan jóvenes como Camilo Arriaga y Librado Rivera. Los liberales congresistas se oponían radicalmente a la reelección de Porfirio Díaz, y se negaban además a que fuera sucedido en la presidencia por Reyes o por Limantour, pues consideraban que estos teman participación en los vicios del sistema y eran, por lo tanto, incapaces de promover cambio alguno, ni político ni social. Los liberales dejaban muy en claro su deseo de que la presidencia fuera ocupada por un autentico liberal. Pronto se dio cuenta Díaz del peligro que representaba para su gobierno aquel Congreso Liberal, y trato de desintegrarlo con sus acostumbradas artimañas políticas, que en este caso no le dieron resultado debido a la autenticidad del movimiento. Recurrió entonces a medidas coercitivas, confinando en prisión a los más aguerridos activistas. La dura represión contra los liberales dio resultados favorables al gobierno; redujo considerablemente el número de clubes de esta tendencia ideológica y obligo a cerrar a los periódicos que la defendían. Sin embargo, el efecto contrario fue que la represión imprimió mayor estimulo a la oposición liberal; desde la cárcel continuaron sus criticas al sistema los redactores de la prensa liberal y, cuando salieron libres, después de casi un ano de confinamiento, siguieron reuniéndose clandestinamente, para después huir al extranjero y planear desde allá la insurrección. En 1904 los opositores liberales se exiliaron en Laredo, Texas, y luego se trasladaron mas al norte al ser perseguidos por los agentes de Díaz, en complicidad con las autoridades estadounidenses. Ya en San Antonio, Texas, reiniciaron la publicación del periódico Regeneración, dirigido por Ricardo y Enrique Flores Magón y por Juan Sarabia, y la continuaron luego en San Luis Missouri. A través del mencionado periódico difusor del magonismo se llevó a cabo la reorganización de los clubes liberales que había dentro y fuera de México, y se estableció comunicación con los simpatizantes del movimiento para que aportaran sus ideas, con el fin de planear soluciones a los problemas nacionales. Tales aportaciones sirvieron de base para que la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano, instaurada en San Luis Missouri, en septiembre de 1905, y presidida por Ricardo Flores Magón, elaborara un Programa que fue publicado en aquella ciudad estadounidense en julio de 1906. En resumen, el Programa del Partido Liberal Mexicano proponía un sistema de gobierno verdaderamente democrático, que se practicara con autenticidad y fuera vigilado por el pueblo. Consideraba ilegales todas las reformas efectuadas por el gobierno de Díaz a la Constitución de 1857, que suprimían la reelección para el presidente y los gobernadores de los estados. Eliminaba el servicio militar obligatorio y las restricciones impuestas a la prensa. Ponía especial énfasis en el mejoramiento y fomento de la educación, que debía ser completamente laica, para lo cual consideraba urgente la sustitución de las escuelas del 130 clero por escuelas estatales, y también por escuelas privadas, siempre que estas se ajustaran estrictamente a los programas oficiales El Programa exigía el cumplimiento de la Constitución en el sentido de que debía darse preferencia al mexicano sobre el extranjero, precepto que Díaz había relegado por completo. Respecto a las relaciones Iglesia-Estado, el Programa ordenaba al clero que renunciara a sus pretensiones de gobernar al país, y se consagrara a sus oficios religiosos procurando hacer de los católicos buenos ciudadanos. Pedía además que se nacionalizaran los bienes raíces que el clero tenia en poder de prestanombres. En cuanto al trabajo obrero, se proponía el establecimiento de la jornada de ocho horas y un salario mínimo general de un peso, y de una cantidad mayor en las regiones donde la vida fuera más cara; prohibía en lo absoluto el empleo de niños menores de catorce anos. Otros puntos sobre la reglamentación para el trabajo eran: higiene en fabricas, talleres, alojamientos y otros lugares en que los empleados tuvieran que permanecer por un tiempo prolongado; garantías a la vida del trabajador, descanso dominical; indemnización por accidentes y pensión a los obreros retirados; prohibición de multas y descuentos; obligación de pagar con dinero efectivo; anulación de la deuda de los jornaleros; medidas para evitar abusos en el trabajo a destajo. En la cuestión agraria, el Programa estipulaba que los dueños de las tierras estaban obligados a hacer productivas todas las que poseyeran, y especificaba que aquellas que quedaran improductivas habrían de ser tomadas por el Estado; además este daría tierras a toda persona que las solicitara, sin más condición que dedicarlas a la producción agrícola y no venderlas. Además se crearía un Banco Agrícola para otorgar préstamos a los agricultores pobres. En lo relativo a impuestos, se proponía la abolición de los que se consideraban abusivos, pero no entraba en detalles al respecto. Por último, el Programa anunciaba que se confiscarían los bienes de los funcionarios que se enriquecieron durante la dictadura porfirista. La insurrección magonista. En 1906 el movimiento magonista enfrentaba serias dificultades. Sus tres dirigentes -los hermanos Flores Magón y Juan Sarabia- tuvieron que refugiarse en Canadá debido a que las autoridades estadounidenses les seguían un juicio por difamación, mientras que el resto de los miembros de la Junta Organizadora permanecían en San Luis Missouri, preparaba secretamente los planes para la insurrección contra Díaz y trataba de conseguir recursos económicos. A pesar de esas dificultades, a las que se sumaba la desorganización en que se encontraban los clubes liberales en el interior de México, se fijo la fecha del levantamiento para octubre de 1906. Se contaba con que los exiliados políticos ubicados al sur de los Estados Unidos se introdujeran a territorio mexicano, y llegaran simultáneamente a los puntos estratégicos de la zona fronteriza, con el fin de sorprender al ejercito federal y obligarlo a dispersarse. Mas la insurrección magonista habría de fracasar. El gobierno de Díaz se enteró de los planes debido a que la correspondencia de los liberales fue interceptada por las autoridades postales de Estados Unidos, y debido también a que se habían infiltrado entre los insurrectos algunos agentes del gobierno porfirista. Al conocerse los detalles del proyecto revolucionario, se desato una severa persecución en contra de los rebeldes, tanto en México como en Estados Unidos. Los magonistas fueron derrotados en combates que se libraron en Coahuila, Veracruz y Chihuahua, y sus dirigentes apresados en Los Ángeles, California, cuando planeaban un segundo intento de insurrección, que también se malogró. Después de este 131 segundo fracaso se dispersó el movimiento magonista, pero habría de tomar nueva fuerza con las grandes movilizaciones armadas de la revolución maderista, entre 1910 y 1911. Oposición maderista. A finales de 1908 apareció una publicación de tema político, escrita por un miembro de aquella clase media que Díaz tanto se ufanaba de haber creado. El libro se titulaba La sucesión presidencial en 1910. El Partido Democrático, y su autor, Francisco I. Madero, pertenecía a una de las familias más prosperas del norte del país, cuya fortuna, acrecentada en el porfiriato, se debía al genio emprendedor de Evaristo Madero, abuelo de Francisco, quien desde mediados del siglo XIX había adquirido dos haciendas en el estado de Coahuila, con las ganancias producidas por sus actividades en el transporte de mercancías entre Saltillo y San Antonio, Texas. Aquellas haciendas fueron dedicadas especialmente al cultivo del algodón, de la vid, del trigo y del guayule, materias primas con las que Evaristo Madero formo un importante complejo industrial que habría de crecer con la prosperidad económica del país en los últimos anos del siglo XIX. La prosperidad de la familia Madero estaba además respaldada por las buenas relaciones que don Evaristo tenia con sus trabajadores, a quienes proporcionaba un trato justo y les facilitaba escuelas y hospitales para sus familias. Tal conducta, aunque en el fondo tuviera el propósito desmejorar la capacidad productiva de las personas a su servicio, hablaba muya favor de Evaristo Madero, en una época en que la gran mayoría de los empresarios no se preocupaban por el bienestar de sus trabajadores. Evaristo Madero no salo se ocupo del manejo de sus negocios, sino que se interese también en la política y me gobernador de Coahuila; su personalidad tuvo una fuerte influencia sobre su nieto Francisco, a quien envió como a otros miembros varones de su familia, a estudiar al extranjero. Francisco Ignacio estudio comercio en Francia, y luego se traslado a los Estados Unidos para obtener conocimientos sobre técnicas agrícolas modernas, que habría de emplear mas tarde en las haciendas de su familia. En su estancia en el extranjero, Francisco I. Madero no sólo adquirió conocimientos técnicos. Una muy especial inclinación por cuestiones filosóficas lo había acercado a las ideas liberal-demócratas en Europa y en Estados Unidos, y se decidió a adoptar aquella ideología como la única vía posible para solucionar los males de México. Desde su regreso se propuso luchar por restituir el orden constitucional perdido por la prolongada estancia de Díaz en el poder, aunque rechazaba la idea de lograr tales propósitos mediante la lucha armada, pues consideraba a esta muy peligrosa para el progreso material de México, e incapaz de garantizar un cambio efectivo. La sucesión presidencial en 1910 fue escrito a la luz de las anteriores consideraciones. Empezaba Madero con un elogio a la obra de Díaz indicando que este había prestado dos servicios a la patria; uno era el de haber acabado con el militarismo, y el otro consistió en borrar los odios que dividan a los mexicanos por medio de su política de conciliación. Reconocía además otro merito en el dictador, que parecía ser el de mayor importancia para Madero: “Haber ayudado para que el país entre de lleno al progreso material”. Después de los elogios, Madero criticaba a Porfirio Díaz por haber provocado que, en aras del crecimiento económico, las personas hubieran dejado de hacer política para dedicarse egoístamente al propio enriquecimiento. Juzgaba Madero que aunque Díaz tenía a su favor el gran desarrollo alcanzado por el país, era un error atribuirle todo el progreso, puesto que otras naciones en igual tiempo habían alcanzado un desarrollo mucho mayor. “Si en vez de gobierno absoluto -decía- lo hubiéramos tenido democrático, quizá nuestro progreso material hubiera sido superior”. Hacia Madero un 132 llamado a la organización de partidos, para elegir en 1910 un vicepresidente que sucediera a Porfirio Díaz cuanto este faltara, lo que haría posible el cambio político sin violencia. Creía que, como había dicho Díaz a Creelman, el pueblo mexicano estaba ya apto para la democracia. Madero consideraba a José I. Limantour como la persona mas adecuada para ocupar la vicepresidencia; opinaba que Ramón Corral profesa todos los vicios del sistema, y rechazaba a Bernardo Reyes por considerar que con él se daría un regreso al militarismo. El libro de Francisco I. Madero habría de constituir una de las causas principales que provocaron la Revolución en 1910, aunque en el momento de ser escrito no llevara la intención de encender la mecha de un conflicto armado contra el régimen porfirista. De sus paginas se deduce que Madero no buscaba una transformación radical, sino una corrección de las fallas del sistema; aceptaba como positivo el progreso material del país, y para el lo único que hacia falta era el establecimiento de un verdadero régimen democrático que enmendara los males ocasionados por la prolongada dictadura y continuara consolidando el desarrollo económico. La publicación de La sucesión presidencial en 1910 no fue la única actividad política de Madero en los anos anteriores al inicio de la Revolución. Estuvo seguramente interesado en los sucesos ocurridos alrededor del Congreso Liberal, mantuvo correspondencia con Ricardo Flores Magón, y llego a proporcionar ayuda financiera a la causa del Partido Liberal Mexicano, pero se distancio del magonismo cuando este movimiento opto por la lucha armada. A partir de la publicación de su libro, Madero aumento considerablemente sus actividades políticas; en enero de 1909, comenzó a organizar en Coahuila un partido independiente fundamentado en el principio de no reelección. Al mes siguiente se traslado a la ciudad de México con el propósito de dar a su partido difusión nacional. La dictadura porfirista se acercaba al comienzo del fin. La política externa La político exterior y la entrevista Díaz-Creelman. Para la segunda mitad del sexenio, la situación política de México preocupaba en gran medida a las potencias extranjeras que tenían inversiones en el país, principalmente a los Estados Unidos. Los gobiernos de esas potencias estaban conscientes de que se avecinaba inevitablemente un cambio de gobierno, debido a la avanzada edad del dictador, y temían que perjudicara sus intereses. Por otra parte, las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y México se habían enfriado debido a dos razones fundamentales: la primera era el hecho de que el gobierno porfirista había estado tratando de disminuir la influencia estadounidense en la economía mexicana, por un lado al atraer a los capitalistas alemanes y japoneses (competidores imperialistas de los estadounidenses), y al nacionalizar las empresas ferrocarrileras, por otro. La segunda razón del distanciamiento entre México y los Estados Unidos era que la violencia popular había empezado a manifestarse peligrosamente en contra de los ciudadanos de ese país, a causa del creciente descontento de la clase trabajadora frente al trato preferencial que el régimen porfirista otorgaba a los extranjeros. Tras los sucesos de Cananea y Rió Blanco, que se comentan en otra sección de esta unidad, empezaron a circular rumores acerca de que en México se preparaba un movimiento anti 133 estadounidense, y en los medios financieros interacciónales se llego a temer el estallido de una revolución en todo el país. Por todo ello, una revista estadounidense, Pearson 's Magazine, recogió las inquietudes de los políticos y empresarios de su país y envió a México a un reportero, James Creelman, para que entrevistara al presidente Díaz acerca del futuro político de la nación. El reportaje, que en México fue publicado a principios de marzo de 1908, habría de tener una trascendencia histórica muy probablemente no sospechada por Creelman o por Díaz. Las palabras que el presidente mexicano expreso al reportero habrían de fundamentar en buena parte la revolución que los extranjeros temían, y sobrevino poco menos de dos anos después de la entrevista. Por otra parte, el hecho mismo de que aquella estallara, manifestaba claramente los síntomas de decadencia de la prolongada dictadura. En síntesis las declaraciones de Porfirio Díaz ante Creelman exaltaban la democracia como “el único principio de gobierno justo y verdadero, aunque en la practica solo sea posible para los pueblos suficientemente desarrollados”. Reconocía Díaz que durante su larga permanencia en el poder había adoptado una política patriarcal, restringiendo las tendencia populares “con una fe completa en que una paz forzada permitiría la educación, y a la industria y al comercio desarrollar elementos de estabilidad y unidad en un pueblo que por naturaleza era inteligente y sensible”. Confiesa haber sido muy duro, algunas veces hasta llegar a la crueldad, pero que había sido necesario, para la vida y progreso de la nación. “Si hubo crueldades, -dijo- los resultados las han justificado”. Aseguraba el dictador haber esperado pacientemente el día en que el pueblo estuviera preparado para cambiar su gobierno, sin peligro de revoluciones armadas y sin daño para el crédito y el progreso de la nación, y dijo creer que ese día había llegado. Hacia estas declaraciones después de haber señalado que en varias ocasiones había tratado de dejar la presidencia para retirarse a la vida privada, pero que se había visto forzado a permanecer en el poder por el bien de la nación, que depositaba en el su confianza, y se desestabilizaba cuando el presidente se separaba de su cargo, aunque fuera temporalmente. Se enorgullecía Díaz de lo que su administración había logrado, de haber permitido la formación de una clase media que el país no tema antes; afirmaba que la clase media es elemento activo de toda sociedad, y que el desarrollo de la democracia dependería en México de esa clase media “activa, trabajadora, amante del adelanto”. Prometió firmemente ante Creelman retirarse del poder al termino del periodo gubernamental en 1910, cualesquiera que fueran las opiniones de sus amigos y partidarios. “Daré la bienvenida -dijoa un partido de oposición. Si aparece, lo veré como una bendición, no como un mal, y si puede desarrollar poder, no para explotar sino para gobernar, estaré a su lado. Lo ayudare, lo aconsejare y me olvidare de mi mismo en la feliz inauguración de un gobierno completamente democrático en mi patria”. Estas ultimas palabras habían de tener notable trascendencia en la política nacional, pues alentaban a la clase media a formar partidos de oposición, con la confianza de que el dictador habría de permitir ya el libre juego de la democracia en las elecciones de 1910, y cuando tal confianza fue traicionada, la misma clase media exigió con las armas el retiro que Díaz no había querido realizar voluntariamente. Relaciones con el gobierno de los Estados Unidos al acercarse el año de 1910. Para el final de la primera década del siglo XX se habían deteriorado las relaciones del régimen porfirista con el gobierno estadounidense, y eran varias las causas de tal deterioro. Los graves 134 problemas sociales que aquejaban a México se habían traducido en un violento rechazo a los ciudadanos estadounidenses residentes en el país, sobre todo después de la huelga de Cananea, Sonora, en la que los rangers intervinieron contra los trabajadores mexicanos. Los brotes populares que atacaban a los ciudadanos, e incluso acusaban al gobierno de los Estados Unidos, dieron ocasión a que la prensa de ese país organizara una campana de rumores, asegurando que los trabajadores mexicanos se proponían destruir todas las propiedades de los estadounidenses en México. Tales rumores, fundados o no, comenzaron a preocupar seriamente al gobierno de Washington. Había otros dos aspectos importantes que motivaron el enfriamiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, uno de carácter económico, y el otro relacionado con la diferente posición de los dos gobiernos en la política internacional. El primer problema surgió por las muestras de independencia económica que dio el gobierno mexicano con la nacionalización de los ferrocarriles en 1908, medida que provoco el resentimiento de los estadounidenses, aun cuando las operaciones de nacionalización se efectuaron de acuerdo con la ley y en ella participaron varios bancos de Estado Unidos. Más grave aun para el gobierno estadounidense, dentro del aspecto económico, era el hecho de que el gobierno mexicano tratara de disminuir la influencia del capital de ese país, invitando a Japón y a Alemania a que también invirtieran en México; es precise recordar que en aquel tiempo se estaba gestando la lucha de estos países por la competencia imperialista. El problema de política internacional entre México y los Estado Unidos estaba vinculado con los conflictos entre el gobierno de este y el de Nicaragua, surgidos porque el gobernante de esa nación, José Santos Zelaya, había convocado una reunión de países centroamericanos. Tal acción había provocado el disgusto del gobierno de Washington contra Zelaya, y contra los países que apoyaran su iniciativa. Díaz guardaba buenas relaciones con Zelaya, pero fue cauteloso y le aconsejo que renunciara pacíficamente al poder antes de provocar una intervención militar estadounidense. Cuando Zelaya renuncio, Porfirio Díaz le ofreció asilo en un barco de guerra mexicano, y esto basto para atraerse el disgusto del gobierno de Estados Unidos. A pesar de esas discrepancias -o quizá debido a ellas-, se celebro en octubre de 1909 el primer encuentro entre los presidentes de México y de Estados Unidos, en tierra mexicana. El encuentro Díaz-Taft tuvo lugar en Ciudad Juárez y estuvo revestido de todo el aparato diplomático de rigor, y en un ambiente de aparente cordialidad. Sin embargo, las relaciones habrían de hacerse todavía más tensas en los siguientes dos años, con motivo de varios asuntos: • La negación definitiva de México, en 1910. a seguir facilitando al gobierno estadounidense el use de Bahía Magdalena, en Baja California, para practicas y abastecimiento de su armada. • Los intentos del gobierno mexicano por la vía diplomática, para que Estados Unidos devolviera El Chamizal, porción del territorio mexicano situado entre Ciudad Juárez y la margen sur del no Bravo, el cual, debido a un desplazamiento del no hacia el sur en el año de 1864, había quedado del lado estadounidense. (Una comisión de arbitraje fallo a favor de México en junio de 1911 -ya depuesto Díaz pero habría de ser hasta 1962 cuando el gobierno de los Estados Unidos reconociera el fallo.) • La campana de desprestigio contra el sistema judicial mexicano, por haber decidido en contra de los intereses estadounidenses y en favor de los agricultores mexicanos de la 135 Comarca Lagunera, que habían sido privados del agua necesaria por la Compañía Agrícola e Industrial de Tlahualillo, perteneciente a empresarios estadounidenses e ingleses. • Las críticas provenientes de los Estados Unidos dirigidas a los procedimientos judiciales y las medidas administrativas mexicanas, en contra de la U.S. Banking Co., Único banco estadounidense en México, con fuertes intereses anglocanadienses, cuyas prácticas fraudulentas fueron comprobadas. • El apoyo que el gobierno de Díaz otorgo a la compañía petrolera inglesa Pearson and Son, al darle grandes concesiones de tierras para exploraciones y explotación de yacimientos petrolíferos, con el propósito de evitar el control de Estados Unidos en esa importante y estratégica área productiva. Por estas razones puede explicarse el enfriamiento de la relaciones entre México y Estados Unidos, y también es posible entender por que el gobierno porfirista no pudo contar con la colaboración de Washington ante el empuje de la revolución maderista. La Economía Agricultura y ganadería Las características esenciales de la producción agrícola quedaron establecidas desde la primera fase del periodo porfiriano, y en la segunda no hay cambios sustanciales. Si hay algo que distingue a las políticas agrarias en los anos 1895 a 1910, fueron principalmente las medidas del ministro de Hacienda, José I. Limantour, quien en 1908 otorgo una concesión a los bancos Nacional de México, de Londres y México y central Mexicano de Comercio e Industria, para que establecieran una Caja de Prestamos destinados a obras de irrigación y fomento de la agricultura. Pero resulto que tal Caja de Prestamos, en lugar de ayudar a los pequeños terratenientes -que eran los más necesitados-, repartió la mayor parte del capital entre personas que en muchas ocasiones lo destinaron a negocios ajenos a la agricultura. En cuanto a lo que propiamente fue la producción, se incremento la de algunos cultivos, sobre todo de aquellos destinados a la exportación, como el henequén, el ixtle, la caña de azúcar, el café, el tabaco, siendo el henequén el que superara los niveles de crecimiento respecto de los productos del sector agrícola de exportación. También hubo crecimiento en las materias primas para el interior, sobre todo después de la devaluación del peso, cuando se logro sustituir la importación de materias primas. En cambio, la producción de bienes de consumo para el interior manifestó una tendencia a la baja. Explotación forestal. La producción de maderas finas -la caoba, el cedro, el ébano- se incremento notablemente entre 1897 y 1907, y llego a las 718 mil toneladas en el último de esos años. La producción de maderas corrientes -encino, mezquite, ocote, oyamel, pino, roble- tuvo también un incremento en el periodo señalado, aunque no tan elevado como el de las maderas finas. La ganadería. Este renglón productivo, que en los primeros anos del porfiriato se exploto de manera irracional, alcanzo una gran importancia comercial con el avance económico del país y el crecimiento demográfico, y la explotación de la ganadería se dio tanto en su forma directa como en los productos derivados. El ganado bovino fue el más importante y buena parte de d se destinaba al mercado estadounidense; se criaba en las grandes haciendas de Chihuahua, Sonora, Jalisco, Tamaulipas y Zacatecas. Los ganados ovino y caprino seguían 136 en importancia y su crianza se había venido practicando desde hacia tiempo en forma de pastoreo en los estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla. Durante el porfiriato, la cría de este ganado paso a las grandes fincas del noreste y la mesa central. También aumento la producción de ganado caballar, en su mayoría localizado en las zonas Norte, Golfo, Centro y Pacifico Norte. Para 1910, en el conjunto de la economía mexicana, el sector agropecuario representaba aproximadamente un tercio del PIB.* es decir, mucho más que cualquier otro sector tornado de manera aislada, y la población dedicada a las actividades agropecuarias y forestales paso del 58.38% al 64.34% de la PEA** nacional entre los anos de 1895 y 1910. La minería La producción minera registra un incremento notable en el periodo 1895-1910, destacando el más rápido crecimiento de los minerales industriales, cuya exportación se inicia en 1892 y alcanza para 1910 un incremento del 507% de la producción minera, en comparación con la de metales preciosos. Que solo aumenta el 197%. El notable crecimiento en ambos sectores de la minería se puede explicar por el mejor aprovechamiento de los factores de producción; en primer lugar, se mejoro la eficacia del trabajo minero, gracias a la experiencia acumulada y el aumento de conocimientos técnicos; en segundo término, se mejoraron las técnicas de exploración y explotación de materias primas. En tercer lugar, se introdujeron innovaciones tecnológicas que permitieron un mayor rendimiento de los recursos. Lo anterior se refleja en el aumento considerable de la productividad en los últimos quince anos del porfiriato: de casi 18 mil kilogramos producidos en promedio por trabajador en 1897, se llego a cerca de 48 mil en 1907. En cuanto al capital, hay que recordar que fueron las inversiones extranjeras las que, alentadas por las leyes mexicanas, constituyeron el factor más importante del incremento en la producción minera. Un calculo hecho en 1911 sobre el monto de tales inversiones revela que el total de la inversión extrajera en el sector minero ascendía a 817 199 140 pesos. Dicha suma se dividió por países, de la siguiente forma: Naciones Pesos mexicanos Porcentaje del total Estados Unidos Francia Inglaterra Otros países 499 000 000 61.7 179 500 000 116 887 140 21 760 000 21.8 14.1 2.4 * Producto Interno Bruto ** Población Económica Activa Un factor importante en el crecimiento de la producción minera me la tecnología, sobre todo con la introducción de la fuerza hidroeléctrica, que comenzó a desarrollarse en México a partir de 1890, y que proporciono grandes ventajas a la minería al reducir los gastos y lograr que la mecanización se extendiera rápidamente. 137 En general, fue muy importante el crecimiento del sector minero durante todo el porfiriato, pero desafortunadamente hubo de destinarse casi en su totalidad a la exportación. La legislación sobre minerales, que buscaba intensificar la producción, acabo por enajenar al extranjero la propiedad de las minas. Por otra parte, dadas las características de dependencia, los precios de los metales mexicanos de exportación estuvieron ligados a las fluctuaciones del mercado internacional, y registraron en conjunto una tendencia a la baja debido básicamente a la depreciación de la plata. Industria de transformación La industria de transformación registra un notable avance entre 1890 y 1910, cuando se amplió la inversión extranjera en este sector e hicieron su aparición las grandes sociedades anónimas del exterior, además de que se inicio la participación del capital mexicano, con el establecimiento de fábricas mecanizadas con tecnología moderna. Tales fabricas se dedicaron a muy diversas actividades: textiles, papelería, calzado, azúcar y piloncillo, pastas y conservas alimenticias, destilería y vitivinícolas, cervecerías, cigarros y puros, papel, imprenta, productos químicos, explosivos, aceites, jabones, loza y vidrio, cemento y siderurgia. Esta ultima constituyo la gran novedad del sector industrial a finales del porfiriato, pues se estableció la primera planta en América Latina; la industria siderurgia llego a tener un incremento muy alto entré 1904 y 1911. Las nuevas fábricas se establecieron principalmente en las grandes ciudades donde se concentraba el mayor número de consumidores, como México, Guadalajara y Puebla o bien en los puntos importantes que tocaban las líneas ferroviarias, como es el caso de Monterrey y Orizaba. Junto al crecimiento notable de la moderna industria, sostenida básicamente por el capital exterior, persistía la pequeña industria, débil y desorganizada, dedicada a la manufactura de productos tradicionales para el mercado interno, en talleres donde operaba un pequeño número de obreros. Naturalmente, tales industrias se encontraban en desventaja respecto de las modernas industrias, y estaban expuestas a sucumbir en casos de crisis financieras como la que ocurrió en 1907. En cambio, en las fábricas modernas creció considerablemente el número de trabajadores y empezó a formarse el moderno proletariado industrial mexicano. Entre 1895 y 1910 hubo un incremento de 52 mil empleos que requirió de la demanda de obreros calificados, y aunque tal demanda se satisfacía en muchos casos con trabajadores extranjeros, cabe destacar como el trabajador mexicano, que al principio solo conocía técnicas artesanales, fue asimilando las técnicas modernas y adaptándose a los complejos procesos avanzados de manufactura. Los capitales. Las primeras inversiones extranjeras provinieron inicialmente de extranjeros residentes en México, franceses y sobre todo españoles, que aquí habían hecho sus capitales, en gran parte gracias a sus actividades comerciales, y que invirtieron en la industria textil a partir de 1889. Un poco mas tarde, entrarían en el país los capitales del exterior y habrían de colaborar a la expansión de la industria en ramas diversas. En el sector textil encontraron incentive los capitales ingleses, que se dedicaron a la manufactura de tejidos de yute. La industria tabacalera estaba principalmente financiada por capitales franceses y españoles, aunque también había algunas fábricas pequeñas, propiedad de inversionistas alemanes. La industria cervecera se desarrollo de forma notable 138 en esta época, y fueron fundamentalmente capitales alemanes, además de algunos españoles y mexicanos, los que se invirtieron en la producción de cerveza, en modernas fábricas que se instalaron en varias regiones del país. La industria química me financiada en parte por capitales alemanes. Los capitales estadounidenses prefirieron invertir en la industria extractiva: la minería, el petróleo, la industria azucarera; aunque también lo hicieron en la construcción de los ferrocarriles. La inversión extranjera en la industria de transformación alcanzaba, a finales del porfiriato, la cifra de 131 millones de pesos, desglosada de la siguiente manera: Naciones Francia Alemania Estados Unidos Inglaterra Millones de pesos Porcentaje del total 72 27 21 55.2 20.5 16.1 11 8.2 No obstante el gran peso que tema el capital extranjero en la industria mexicana de transformación, los inversionistas mexicanos participaron de forma considerable en el desarrollo de este sector económico. En la obra dirigida por Daniel Cosió Villegas, Femando Rosenzweig afirma que el 71 % del capital invertido entre 1886 y 1910 en las nuevas industrias fue aportado por mexicanos, y el 29% por extranjeros. Muchos mexicanos fueron accionistas en las compañías textiles, en las fábricas de calzado, en las empresas tabacaleras y en las cervecerías, como es el caso de la Cervecería Cuauhtémoc, de Monterrey. La industria azucarera permaneció en su mayor parte en manos de nacionales, dedicados a ella desde tiempo atrás. También en la naciente e importante industria siderurgia, los inversionistas mexicanos participaron en la Fundadora de Fiero y Acero de Monterrey, que empezó a trabajar en 1902 con capitales estadounidense, francés y español, además del que invirtieron los mexicanos. En síntesis, entre 1889 y 1905 se dio el crecimiento que, acelerado a partir de 1896, sena decisiva en la formación de una infraestructura industrial moderna con capitales abundantes, nacionales y extranjeros, importación de tecnología, reducción del sistema artesanal y surgimiento de la industria pesada. En 1906, el crecimiento de la industria se detiene y entra en una rase depresiva en algunas de sus ramas, agravada por el pánico producido por la crisis financiera que estallo en Nueva York en octubre de 1907, la cual tendría en México serias repercusiones e intensificaría los problemas sociales que para entonces habían empezado a manifestarse. Aspectos financieros Sistema bancario. José I. Limantour ocupo el cargo de ministro de Hacienda en medio de una crítica situación financiera. Una de sus mas importantes medidas fue expedir la Ley General de Instituciones de Crédito, en 1897, con el propósito de reorganizar los bancos con un criterio de especialización que consideraba únicamente tres tipos de instituciones: bancos de emisión, autorizados para fabricar moneda en metálico y en billetes; bancos 139 refaccionarios, que otorgarían créditos para fomentar las actividades industriales y comerciales, y bancos hipotecarios, que habrían de efectuar operaciones de hipoteca sobre fincas urbanas y rurales. Con tal especialización bancaria se pretendía configurar un sistema nacional de crédito que fuera ordenado y efectivo, bajo la vigilancia de la Secretaria de Hacienda. Como resultado de tal medida, comenzó a crecer el número de bancos, principalmente de los de emisión, que se instalaron en casi todos los estados de la República; en cambio, los otros dos tipos apenas mostraron desarrollo. La Ley General de Instituciones de Crédito no dio el resultado esperado, porque las autoridades siguieron concediendo privilegios a un reducido número de personas y, en general, la ley no file acatada. La situación bancaria no se resolvió y las deficiencias del sistema, sobre todo la falta de liquidez de la mayoría de los bancos, se hicieron manifiestas al producirse la crisis económica de 1907. Deuda externa. La renegociación de la deuda externa era un asunto de singular importancia para Limantour, porque aproximadamente el 80% de los ingresos públicos -que en aquel entonces proveían en gran medida de los impuestos al comercio exterior- eran absorbidos por el pago anual obligado en razón de los compromisos contraídos con los países acreedores. En 1899 Limantour acepto la proposición ofrecida por un consorcio de bancos alemanes e ingleses, según la cual se podría reconvertir las distintas deudas con el exterior en un solo empréstito global. Dicho empréstito consistió en 23 millones de libras esterlinas al 5.62%, amortizables en 25 anos. Pero aquella solución fue momentánea, pues la crisis económica de los Estados Unidos en 1900, repercutió en México a través de una nueva depreciación de la plata, con la consecuente devaluación del peso y, obviamente, el aumento de la deuda externa. Esta nueva situación de crisis económica obliga al gobierno mexicano -como siempre que se hacían sentir los efectos de los ciclos depresivos de la plata- a recurrir a la desventajosa solución de obtener nuevos empréstitos del exterior. Para 1909, la deuda pública nacional llegaba a los 450 millones de pesos, que el gobierno se obligaba a pagar con una cantidad de 42 millones de pesos anuales, que equivalían al 30% de los ingresos públicos. La reforma monetaria de 1905. La inestabilidad monetaria provocada por las continuas fluctuaciones del precio de la plata obligo al gobierno porfirista a llevar a cabo, en 1905, una reforma monetaria consistente en la adopción del patrón oro, estableciendo una relación bimetálica de una cantidad de oro por 32 de plata, con lo que prácticamente se aceptaba la devaluación del peso mexicano en un 50%. Los propósitos de la reforma fueron: 1) equilibrar la relación cambiaria con el exterior, 2) nivelar la circulación interna; 3) promover una política antiinflacionario; 4) fomentar el desarrollo industrial, agrícola y minero del país. Sin embargo, ninguno de estos objetivos se cumplió. En cambio, se dejo de acunar plata en la Casa de Moneda, y este metal fue desapareciendo del sistema monetario mexicano, lo que provoco una fuerte contracción de la circulación interna. Se tuvo entonces que recurrir a la emisión de moneda en casas estadounidenses, que acuñaron pesos-plata y moneda fraccionaria mexicanos. Durante el ano fiscal 1906-1907 se puso en circulación la cantidad más grande de monedas en la historia, con objeto de restablecer el equilibrio del circulante, 140 pero en octubre de 1907 una nueva crisis económica estallo en Estados Unidos, la cual habría de ser la más grave de todas las que sufrió el porfiriato. Consecuencias socioeconómicas de la oligarquía financiera. Una característica socio económica del periodo 1985-1910 consistió en la formación y desarrollo de un sector oligárquico, que surgió como resultado del crecimiento económico y de los privilegios que el sistema porfirista otorgo al grupo de los científicos quienes, con el pretexto de sus conocimientos en ciencia económica, manejaron el cerdito abusando de su posición como jefes de las finanzas. Al concentrarse el poder financiero en aquella elite, que era a la vez industrial, terrateniente y comercial, ese grupo privilegiado manejo en su propio provecho los depósitos de dinero que hacían las personas particulares a los bancos; llego a darse el caso de que el capital de los bancos desaparecía en poco tiempo, debido a los cuantiosos prestamos que hacían a sus propios funcionarios. Tal situación ocasiono una desastrosa contracción del crédito, que acabo de agravarse con la crisis de 1907; cuando Limantour quiso remediaría era demasiado tarde, y se habían conjugado otros problemas de índole sociopolítica que el decadente régimen porfirista ya no podía resolver. Comercio y transporte Comercio exterior. Durante los anos transcurridos entre 1877 y 1889, las importaciones habían sido superiores a las exportaciones; en cambio, en anos posteriores y sobre todo entre 1893 y 1900, las facilidades creadas en la primera etapa del porfiriato hicieron posible un considerable aumento de las exportaciones, favorecido también por la progresiva devaluación del peso mexicano. Esta situación permitió no solo alcanzar el equilibrio en la balanza comercial, sino incluso lograr el superávit, cuyo promedio anual entre 1893 y 1900 fue de 25.3 millones de pesos. Sin embargo, cuando sobrevino la crisis del comercio mundial en 1901, y después la de 1907, se contrajo la demanda externa y cayeron los precios internacionales, con el resultado negativo para México de que se redujeran las exportaciones en mayor medida que las importaciones, de manera que la balanza comercial tuvo un saldo adverso, en los años 1903, 1907 y 1908. Comercio interior. En la segunda fase del porfiriato, el comercio interior se vio desarrollado como consecuencia de la estabilidad política, y sobre todo a raíz de la construcción de ferrocarriles troncales que, además de mejorar la comunicación, permitió proporcionar ocupación fija y mejor remunerada a una parte de la población, que gracias a ello pudo gozar de una mas alta capacidad de compra. Tal aumento en el nivel de vida y la favorable decisión gubernamental de suprimir las alcabalas, despertaron en mucha gente el interés por acrecentar las actividades comerciales. El consumo de materias primas, alimentos y bebidas, creció constantemente entre 1897 y 1907, aun cuando hubo anos de malas cosechas en los que el crecimiento fue menor. Las materias primas que se consumían en mayor volumen eran de origen agropecuario, que entre 1892 y 1900 llegaron a sobrepasar a las de origen minero o industrial. Fue a partir de 1901 cuando dio comienzo una baja en el consumo de productos agropecuarios, en relación con los mineros e industriales. 141 Respecto de la distribución geográfica del comercio interior, los grandes centros de consumo fueron la zona central -en donde se concentraba un poco mas de la mitad del comercio al menudeo-, y la zona norte, con una quinta parte del total. En estas zonas, los lugares de consumo mas elevado fueron las concentraciones urbanas como México, Veracruz, Puebla, Guadalajara y Monterrey. Las capitales de los estados fueron también los centros motores del comercio, tanto al mayoreo como al menudeo. La importancia comercial de los centros urbanos obedeció a tres factores: su densidad de población, el grado de desarrollo productivo y los recursos naturales de cada estado. Además de otros factores de índole sociocultural, la variedad de climas y la topografía del territorio mexicano, hizo posible la formación de “zonas” o regiones geoeconómicas, que comparten características similares dentro de una cierta homogeneidad, lo cual permite un desarrollo armónico a cada una de ellas. Por eso las actividades económicas observan un comportamiento homogéneo por zona y, en cambio, mantienen diferencias respecto del resto del país. La agricultura, considerada como actividad primaria durante el porfiriato, era generalmente practicada en todo el territorio de la República, en tanto que tendió a ubicarse en las zonas Norte, Centro y Pacifico Norte, contribuyendo a la rápida comercialización de esas regiones, ya que sus productos eran vendidos dentro y fuera del territorio mexicano, y con el producto de esas ventas se compraban en distintas zonas los artículos derivados de otros sectores productivos. La minería me un estimulo constante al intercambio comercial, mientras que la industria, todavía incipiente, influía muy poco en el comercio y servia mas bien a los intereses de los centros urbanos de población que se desarrollaron en las zonas Central y Norte. El transporte. Los ferrocarriles. En 1898, Limantour se propuso regular el sistema de concesiones a las compañías ferrocarrileras sobre las líneas que habrían de construirse a partir de 1900. El interés de Limantour en tal regulación obedecía fundamentalmente a la necesidad de resolver la duda que se planteaba respecto de si las empresas teman derecho de propiedad absoluta sobre las vías, material rodante y edificios, o si gozaban únicamente del usufructo de los mismos. Con base en lo anterior, la Secretaria de Hacienda expidió en el mismo año la primera Ley General de Ferrocarriles, donde establecía que las concesiones serian menos generosas, y que solo se otorgarían cuando se tratara de tender líneas férreas destinadas a satisfacer las necesidades económicas del país, y que sirvieran para unir el interior de la República con los puertos mas importantes. De acuerdo con la citada ley, a partir de 1900 las empresas ferrocarrileras deberían: • Sujetar sus tarifas a la aprobación gubernamental. • Aceptar que los interventores e inspectores del gobierno observaran las obras y el manejo de los ferrocarriles. • Transportar gratuitamente toda clase de correspondencia y carga postal. • Permitir al gobierno el libre uso de sus líneas telegráficas. 142 • Aceptar la disposición de que ninguna concesión se hiciera por un plazo mayor de 99 años, al cabo de los cuales la empresa pasaría a ser del dominio de la nación con todas sus vías, equipos e instalaciones. Años más tarde, en 1908, se formalizo un convenio entre el gobierno mexicano y las empresas extranjeras que consolidaba las propiedades ferrocarrileras de estas en una sola empresa constituida y ubicada en México. Así quedo establecida la Compaña de los Ferrocarriles Nacionales de México, en la que el Estado mexicano obtuvo una participación mayoritaria, basada en las siguientes consideraciones: “Las empresas del ferrocarril Central Mexicano y el Nacional de México serian fusionadas para eliminar la competencia entre ellas y reducir los gastos de explotación; el dominio de l Estado se aseguraría sin pago alguno en efectivo, ni títulos de deuda u otra clase de valores; las deudas de las empresas también serian consolidadas mediante un convenio que evitase cualquier intervención de los acreedores, quienes serian amparados con garantías gubernamentales; se crearía un fondo especial para construir mas líneas ferroviarias, y se nacionalizaban todas las propiedades de los ferrocarriles incluidos en el convenio con los accionistas extranjeros.” La nacionalización abarcó aproximadamente el 58% de la red ferroviaria de entonces. La estructura social En la segunda fase de la etapa porfirista (1895 a 1910), la sociedad mexicana presentaba una problemática surgida como consecuencia de la manera en que fuera incorporada al proceso productivo industrial en un país que, como México, había sufrido una prolongada etapa de luchas internas encaminadas a erradicar las estructuras obsoletas heredadas del colonialismo español; sociedad que en esa misma borrascosa etapa había sido presa, primero, de las ambiciones expansionistas de la avasalladora nación vecina, y luego de los sueños imperialistas de Napoleón en de Francia. Durante el porfiriato, el orden y el progreso -receta del utilitarismo ingles-, habían dado sus frutos: México había entrado en la revolución industrial. Pero si en los países históricamente avanzados esta se había desarrollado con un costo social muy alto, el precio seria mas elevado donde el progreso hubo de ser precedido por la imposición de un orden como fue la llamada paz porfiriana, aunado a las condiciones de dependencia, que obligaron al gobierno a conceder trato preferencial a los extranjeros, en detrimento de los nacionales. La estructura socio-profesional. Las características sociales del periodo se muestran cuantitativamente en tres de los censos de población que se levantaron en el porfiriato, y que son considerados como los más confiables de la época. Tales censos corresponden a los años 1895, 1900 y 1910; en ellos se puede observar como estaba formada la estructura de clases sociales existentes en México, durante el lapso en que se diera el mayor auge económico del régimen porfirista, al que luego siguió la decadencia del mismo. A nivel nacional, los censos de referencia manifiestan un crecimiento de la PEA respecto de la población total. Se puede observar el comportamiento predominante del sector agropecuario en la estructura productiva del país, a pesar de haberse iniciado ya el proceso de industrialización, 143 destacándose el contraste entre la minoría propietaria de la tierra y el número de los que se ocupaban en las faenas agrícolas. La tercera categoría muestra un leve crecimiento en toda la etapa; no obstante, de manera específica, la subcategoría “propietarios” se reduce considerablemente para 1900, con una ligera recuperación para 1910. Esto podría explicarse, en parte, porque la propiedad no agrícola tendió a concentrarse en menor número de personas debido a la introducción de la nueva tecnología minera e industrial que, al ser cara y poco accesible, solo podía ser adquirida por personas con grandes recursos económicos. El crecimiento de las otras tres subcategorías indica el grado de comercialización de la economía mexicana de entonces. Se refieren al trabajo industrial tanto de extracción (principalmente minera) como de transformación; en el primer caso, el cuadro indica una reducción en el crecimiento del sector minero entre 1900 y 1910, que se explica en relación con la crisis de la plata. Asimismo, la tercer subcategoría sufrió una declinación en esos anos, mientras que la segunda, que corresponde al sector mas industrializado de la minería, tuvo un gran crecimiento en el periodo, debido al desarrollo de la industria de bienes de capital y de bienes intermedios. En la quinta categoría se nota un incremento total en los primeros cinco años para caer, en 1910, a niveles semejantes a los de 1895. A este respecto, la fuente consultada ofrece dos explicaciones principales: 1) En el sector industrial de transformación, la mecanización desemboco en el desempleo de muchos artesanos, insuficientemente compensado por la lenta expansión de empleos industriales de tipo fabril. 2) La disminución progresiva del ritmo de construcción de vías férreas impuso la merma de trabajadores ferrocarrileros, los cuales fueron censados en esta categoría. De forma especifica, la segunda subcategoría, correspondiente a los obreros industriales, tuvo un incremento muy importante hacia 1910, lo cual refleja sin lugar a dudas el avance de la industria en la primera década del siglo XX. La minería y la industria de transformación fueron los sectores en los que hubo cambios más radicales y de ellos surgió lo que puede considerarse como un esbozo de proletariado moderno. Estos sectores presentan una marcada distinción en cuanto a la estructura de clases, y estaban constituidos por: • El bloque de obreros nacionales que efectuaban los trabajos más pesados y recibían los salarios más bajos. • El pequeño número de trabajadores extranjeros con un alto grado de calificación y especialización, quienes recibían trato preferencial y mayor salario, y eran mas codiciados por los empresarios. • Los propietarios y accionistas de empresas, nacionales y extranjeras, que constituyeron la naciente burguesía urbana surgida como consecuencia del crecimiento industrial. Por otra parte, el sector terciario estaba compuesto por la oligarquía financiera; cuyo número contrastaba con la mayoría integrada por los empleados públicos y privados, los que, dado el carácter de sus actividades, podían disfrutar de mayores ventajas en comparación con los trabajadores del campo, de las minas o de las fábricas. 144 Condiciones de vida y de trabajo. La gran mayoría de los trabajadores mexicanos de la época porfiriana vivieron y desempeñaron su labor en condiciones deplorables; el salario real se mantuvo constante a todo lo largo del periodo, no obstante el crecimiento de la productividad. Entre 1880 y 1910 los salaries fluctuaron de niveles ínfimos, de alrededor de 17 centavos diarios como salario mínimo, a niveles tope que en promedio no pasaron de 2.50 pesos como salario máximo. Con demasiada frecuencia el pago se hacia en especie y no en efectivo, tal era el caso del pago del salario total o parcial en forma de vales. La finalidad de este tipo de pago era que el trabajador, agrícola o industrial, se viera obligado a canjearlos por artículos de primera necesidad en las tiendas de raya que eran propiedad de los dueños de las haciendas o de las fabricas. Por canjear los vales, la tienda cobraba un 10% o un 15% sobre el valor real de los artículos, lo cual reducía aun más el poder de compra del trabajador y lo obligaba a adquirir mercancías caras y de mala calidad. El trabajador no tenia mas remedio que solicitar prestamos que lo mantenían atado por deudas que no podía pagar; además, dichos prestamos eran disfrazados con una apariencia de benevolente paternalismo por los propietarios, que así velaban aquellos injustos procedimientos. Movimientos sociales. Las condiciones en que vivía el trabajador de la era porfiriana condujeron en varias ocasiones a la protesta abierta o a la huelga. Durante todo el porfiriato se registraron 250 huelgas, la mayoría de las cuales ocurrieron en los últimos diez anos de la dictadura. En este lapso cobro fuerza el movimiento obrero, en primer lugar a raíz del cansancio y desesperación a que había conducido la explotación de que eran objeto los trabajadores, agudizada por la crisis económica de esa década; y en segundo lugar a causa de la influencia ideológica de los grupos anarcosindicalistas y liberales, provenientes del movimiento obrero de los Estados Unidos. Los mas connotados focos de agitación obrera se dieron en la industria ferrocarrilera, en la minería y en la industria textil, empresas de fuerte” participación extranjera en las que se discriminaba a los trabajadores mexicanos. Entre las muchas huelgas en estos sectores industriales fueron dos las mas espectaculares: la de Cananea, Sonora, ocurrida a fines de 1906, y la de Rió Blanco, Veracruz, a principios de 1907. En el primer caso, los mineros de Cananea se pronunciaron en contra de los abusos de la tienda de raya y contra las desigualdades que existían -tanto en salario como en relaciones laborales- entre los trabajadores extranjeros y los mexicanos; pedían que se nivelaran los salaries y que cesara la discriminación y el despotismo con que los trataban los patrones y empleados extranjeros. Los administradores se negaron a escuchar las peticiones y respondieron con agresión y así provocaron que estallara la violencia: los huelguistas quemaron parte de las instalaciones de la empresa y mataron a dos administradores estadounidenses. El conflicto se agravo ante la intervención del gobernador de Sonora, quien permitió la entrada al estado-y obviamente al territorio nacional-de una fuerza militar compuesta por voluntarios estadounidenses del estado de Arizona, que veían con el propósito de reprimir a los obreros sublevados. Esta invasión del territorio mexicano fue duramente criticada por la opinión pública nacional, pero el gobernador sonorense no recibió castigo alguno por su acción. En Rió Blanco, la huelga se origino por motives muy parecidos a los que provocaron la de Cananea. Los operarios textiles arremetieron contra las tiendas de raya y contra las casas de empeño y las cárceles, pero además repudiaban un nuevo reglamento de trabajo elaborado por una agrupación de propietarios de fábricas, en el que se establecían multas y 145 prohibiciones que lesionaban gravemente a los trabajadores. El presidente Díaz intervino en el conflicto, tratando de mediar entre patrones y trabajadores, pero no consiguió ningún arreglo definitivo: los patrones no querían ceder y los obreros habían llegado a la exasperación. El motín estallo y la violencia se extendió a otros lugares cercanos a Rió Blanco. También en este caso, las autoridades emplearon la represión armada para someter a los huelguistas. Fueron estos dos enfrentamientos laborales los que trascendieron a nivel nacional e incluso internacional, pero ese tipo de conflicto, aunque quizá en menor escala, era cosa de todos los días y siempre obedecía a las mismas causas: los bajos salaries, los abusos de la tienda de raya, la rígida discriminación étnica; problemas constantes que en el llamado “ano de las huelgas” (1906-1907) se habían agravado a causa de la crisis económica externa que hizo impacto en la economía mexicana. Hubo también, por supuesto, conflictos agrarios y rebeliones campesinas, pero antes de 1910 estas no pasaron de ser levantamientos esporádicos desorganizados, porque las haciendas tenían un control mas estricto y efectivo sobre los trabajadores, cuyas manifestaciones de descontento eran aplastadas por la policía rural que, aparte del castigo corporal, utilizaba el recurso de deportar a los sublevados a otras zonas del país, principalmente a la región henequenera. Sin embargo, hubo importantes movimientos campesinos promovidos por algunos grupos indígenas: los yanquis y mayos de Sonora y Sinaloa, los coras y huicholes de Nayarit, los tarahumaras de Chihuahua, los mayas de Yucatán. Con anterioridad al porfiriato, todos estos pueblos habían podido mantenerse como naciones independientes desde tiempos de la Colonia y habían luchado por conservar su autonomía y defender sus tierras. Para 1910, esos pueblos indígenas tenían sobradas razones para seguir en pie de lucha contra los hacendados, los caciques, las autoridades federales, e incluso contra algunos sacerdotes católicos que abusaban de ellos. Surgieron algunos líderes que, como Manuel Lozada años atrás, se pusieron al frente de campesinos sin tierra y sin trabajo, y se dedicaron al bandolerismo, asaltando haciendas, caminos y comercios. Los problemas sociales se conjugaban con los políticos y se agravaban con los económicos, en un momento crucial en el que el dictador rompía la promesa hecha a Creelman y al pueblo de México, de retirarse al terminar su periodo en 1910. Una nueva reelección del anciano general, que ya no podía garantizar el progreso, rompió con el orden que se había impuesto a muy alto precio. El proceso electoral de 1910 En el mismo año de la entrevista Díaz-Creelman se desato la efervescencia política encaminada a preparar el proceso electoral de 1910. En los años anteriores a las elecciones habrían de formarse los partidos políticos de oposición que Díaz esperaba ver aparecer, según dijo a Creelman, “como una bendición”. Pero el juego electoral lo iniciaron los miembros del Circulo Nacional Porfirista (el sector no científico del porfirismo), quienes en noviembre de 1908 postularon como candidato a Porfirio Díaz, sin que este estuviera de acuerdo -o al menos así lo hicieron creer-, y sin postular candidato a la vicepresidencia, con lo cual dejaban abierta la posibilidad de una lucha política para obtener dicho cargo. 146 Un mes más tarde y en respuesta a la invitación de Díaz, se formaba el primer partido oposicionista, el llamado Partido Democrático, integrado en su mayoría por simpatizantes de Bernardo Reyes. Este partido no llego a postular al general Reyes para la presidencia y se concreto a elaborar un programa en el que, además de atacar, la política hacendaría de Limantour, señalaba la necesidad de proteger al obrero y mejorar la educación. Proponían además que el sufragio estuviera limitado alas personas adineradas y capaces de leer y escribir. El reyismo habría de cobrar fuerza popular por medio de otras organizaciones que, sin estar constituidas como partidos políticos, propusieron al general Reyes para la vicepresidencia y postularon a Díaz para la presidencia. El crecimiento de la popularidad de Reyes podría explicarse por el hecho de que este no pertenecía al grupo de los científicos, tan odiado entre el pueblo, y también por la avanzada legislación laboral que había establecido cuando fue gobernador de Nuevo León. Pero tal popularidad inquiete al dictador, incapaz de soportar el hecho de verse opacado por alguien, y rechazo la candidatura de Reyes para favorecer nuevamente a Ramón Corral como su compañero de formula. Reyes no se opuso a la decisión de Díaz y rehusó obedientemente su candidatura, pero este no basto para el dictador; nombro comandante militar de la zona que incluía a Nuevo León a Jerónimo Treviño, un viejo enemigo de Reyes, y envió a este a Europa con el pretexto de que estudiara allá los sistemas de reclutamiento militar. De esta manera, termino con la campana de los reyistas para las elecciones de 1910. Por otra parte, los científicos se habían estado movilizando para evitar que Reyes llegara a figurar como candidato a la vicepresidencia, agitando en contra del Partido Democrático a través de la prensa. Organizaron el Partido Reeleccionista y proclamaron la formula DíazCorral, decisión a la que hubo de adherirse el Circulo Nacional Porfirista, el cual, aunque no estaba de acuerdo con aceptar a Corral, se vio en la necesidad de unirse a los científicos para contrarrestar al reyismo. Organización del movimiento maderista En mayo de 1909, el partido anti reeleccionista organizó un Centro Político en la ciudad de México. Estaba presidido por el licenciado Emilio Vázquez Gómez y tenia como vicepresidente a Francisco I. Madero, quien se había trasladado a la capital para dedicarse de lleno a las actividades políticas, que habían adquirido carácter nacional gracias a la difusión de su libro. La sucesión presidencial en 1910, cuyas ideas servían de fundamento al Centro Anti reeleccionista. Estas actividades políticas se desarrollaron en el marco de la ley, como Madero había postulado, y se apoyaban en los principios de sufragio efectivo y no reelección. La difusión de tales principios se realizo mediante las giras que algunos miembros del Centro hicieron por diversas regiones de la República, llevando su mensaje en contra de la dictadura y proponiendo un gobierno de hombres aptos y dignos, que dieran satisfacción “a las ardientes aspiraciones de los mexicanos que quieren estar gobernados por la ley y no por un hombre”. No obstante que las actividades de los anti reeleccionistas se mantenían dentro del orden legal, fueron objeto de represiones por parte del gobierno y su periódico difusor clausurado 147 bajo la acusación de trastornar el orden publico y de injuriar al presidente y, aunque los anti reeleccionistas se sintieron defraudados porque habían confiado en las promesas de Díaz de permitir la contienda democrática, en su mayoría se mantuvieron firmes y continuaron los preparativos para las elecciones. En abril de 1910 se efectuó la Convención del Centro Anti reeleccionista, donde se aprobó la candidatura de Francisco I. Madero para la presidencia y la del doctor Francisco Vázquez Gómez para la vicepresidencia. Por esas fechas se realizo una entrevista entre Díaz y Madero, en un intento de este último por convencer al dictador de permitir el libre juego político, pero no se llego a ningún acuerdo. Díaz subestimaba a Madero y al peligro que podía representar para el en las elecciones. Toda vía hizo Madero un ultimo intento por convencer a Díaz de que respetara el voto, al enviarle una carta en la que lo hacia responsable de lo que pudiera suceder en caso de negarse, y le pedía que “desligara su personalidad como gobernante y como candidato, a fin de que el primero sea imperturbable guardián de la ley y no se deje influir por el segundo”. Pero aquella petición tampoco fue atendida; las persecuciones contra los oposicionistas continuaron hasta afectar al propio Madero quien, mientras realizaba una gira por el norte de la República, fue aprehendido en Monterrey con el pretexto de que encubría a Roque Estrada, un anti reeleccionista que lo acompañaba en la gira y era acusado de haber difamado al presidente Díaz. Estrada y Madero fueron apresados y conducidos a la ciudad de San Luis Potosí, en donde luego -y por gestiones de la familia Madero-, se les permitió andar libremente, con la condición de que no abandonaran la ciudad. Mientras el candidato anti reeleccionista quedaba confinado en San Luis Potosí, se efectuaron las elecciones primarias el 26 de junio, y las secundarias el 10 del mes siguiente, en las que resulto reelecto el presidente Díaz. El fraude fue evidente, sobre todo porque se acallo con lujo de fuerza a la oposición que Díaz había prometido “ver con beneplácito”. Tal acción del gobierno contrastaba con la legalidad, dentro de la que operaban los anti reeleccionistas, y dio fundamento a Madero, para decidirse a tomar el camino revolucionario que había tratado de evitar; junto con Estrada planeo el levantamiento armado y decidió que se iniciara después de terminados los festejos conmemorativos del Centenario de la Independencia. Con motivo de celebrar este primer centenario, el gobierno porfiriano había preparado grandes festejos, a los que invito a diplomáticos de todos los países con los que México tenia relaciones, con el propósito de mostrar al mundo el orden y el progreso alcanzado por el país, gracias a su hábil gobierno. Tal ocasión no permitía manifestación alguna de discrepancia entre pueblo y gobierno, y por ello era imprescindible mantener callada a la oposición y aparentar ante los visitantes que esta no existía. Las festividades no se limitaron a la capital, aunque ahí fueron más ostentosas; todo el país se dedicó a celebrar el Centenario de la Independencia, olvidando por el momento los graves problemas que padecía. En San Luis Potosí la vigilancia sobre Madero y Estrada había disminuido en parte por la euforia de las fiestas y en parte porque los prisioneros aparentaban tener una conducta normal. El 5 de octubre, un día antes de la clausura de las fiestas del centenario, Madero ya no regresó de su acostumbrado paseo por los alrededores de la ciudad potosina; disfrazado como peón se escapa en un tren que iba al norte y cruzó por Laredo la frontera con Estados Unidos para establecerse en San Antonio, Texas. En aquella ciudad, con un grupo de anti reeleccionistas, se dedico a elaborar el Plan de la 148 insurrección, que ya había esbozado durante su forzada estancia en San Luis Potosí. El Plan recibió el nombre de esta ciudad, con objeto de aparentar que había sido elaborado en México y no en los Estados Unidos, para evitar la violación a los estatutos de neutralidad de este país. Plan de San Luis Potosí El Plan de San Luis Potosí, fechado el 5 de octubre y del cual se imprimieron cuarenta mil ejemplares, convoca al pueblo mexicano a iniciar una rebelión armada el 20 de noviembre a las seis de la tarde, con los puntos siguientes: 1) Declaraba nulas las elecciones celebradas en junio y julio anteriores; 2) desconocía el gobierno del general Díaz, estableciendo que Madero asumiría la presidencia provisional y convocaría después a elecciones; 3) por considerar que se había abusado de la Ley de Baldíos, declaraba sujetas a revisión las disposiciones y fallos que se hicieron bajo esa ley, a fin de restituir a los antiguos poseedores, en su mayoría indígenas, las tierras de las que habían sido despojados arbitrariamente; 4) se declaraba el principio de no reelección como ley suprema de la República, para presidentes, vicepresidente, gobernadores de los estados y presidentes municipales. El Plan de San Luis Potosí era solamente un plan político y no contemplaba reformas sociales o económicas; estaba encaminado a organizar la rebelión contra la dictadura, de manera que tuviera un rápido éxito sin provocar una lucha prolongada o demasiado cruenta. Buscaba la restauración del orden legal sin que fueran sacrificadas las actividades económicas con cuyo desarrollo estaba de acuerdo. Madero y los anti reeleccionistas calculaban que podrían derrotar en poco tiempo al gobierno porfirista, pues contaban con personas adeptas dentro del ejercito federal. Confiaban en que la insurrección se extendería rápidamente por todo el país, y en que esta situación les permitiría llevar a cabo la acción central del plan de ataque, que consistía en asestar golpes decisivos en algunas de las ciudades mas importantes, mientras que en el campo y poblados menores la gente se uniría a la fuerza armada encabezada por el propio Madero. Sin embargo, las cosas no sucedieron como estaban planeadas; el gobierno descubrid el movimiento y aprehendió a los organizadores en la capital. Además, enteradas del Plan de San Luis Potosí, las autoridades mexicanas solicitaron al gobierno estadounidense la aprehensión de Madero, por supuesta violación a los estatutos de neutralidad. En el centro del país, las averiguaciones policíacas condujeron a la casa de los hermanos Serdán, en la ciudad de Puebla, quienes dirigían una conspiración antigubernamental. La policía encontró a los Serdán en el momento en que repartían armas entre la gente dispuesta a responder al llamado de Madero. Se efectuó un enfrentamiento a tiros en el que intervino el ejército federal y en el cual resultaron muertos casi todos los ocupantes de la casa de los Serdán. Esta acción, ocurrida el 18 de noviembre, fue la que propiamente desencadeno la Revolución, porque aun cuando constituyo un duro golpe para el movimiento, sirvió de difusión para el mismo al convertir a los hermanos Serdán en sus primeros héroes. 149 LA REVOLUCIÓN MEXICANA LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y LA CAMPAÑA MADERISTA Después de continuas reelecciones de Porfirio Díaz como presidente de México, fatigado el régimen y presionando tanto del interior como del exterior el general Díaz decidió haciéndolo, declarando públicamente en la entrevista que concedió al periodista Creelman, habría las compuertas del ejercito democrático. Como todo régimen que se anquilosa en el poder tuvo miedo de abrirlas por completo temiendo que su ímpetu arrasara instituciones e intereses y volviera a traer la anarquía en la que durante más de medio siglo estuvo unidad en la republica. Por ello ya desde finales de 1903 el congreso aprobó una iniciativa para crear la vicepresidencia de la republica y ampliar de cuatro a seis años el periodo de gobierno, pues se considero necesario colocar al lado del presidente un vicepresidente identificado con aquel, que adquiriera experiencia y en algún caso sustituir al titular. Ramón Corral, instrumento del grupo de los científicos fue designado para ese puesto dentro del partido gubernamental, dos hombres ambicionaban el poder y contaban con un gran número de simpatizantes: el ministro de hacienda José Ives Limantur que encabezaba a científicos y el general Bernardo reyes quien en Nuevo León había desempeñado una notable labor renovadora. Eliminados los dos por decisión de Díaz quedo Corral como su compañero de plantilla para las próximas elecciones. Francisco I. Madero, descendiente de acomodada familia Coahuilense idealista y a la vez hombre de acción, al publicar en febrero de 1909 su libro la Sucesión Presidencial en 1910. El partido democrático e iniciar una activa campaña política logro coaccionar a importantes opositores al régimen porfirista y crear el centro anti reeleccionista, que se constituyo el 22 de mayo de 1909, en el que figuraron Emilio Vázquez Gómez Toribio Esquivel Obregón, José Vascoselos, Roque Estrada, Luis Cabrera, Filomeno Mata, y otros mas. La participación del pueblo en el gobierno, exhortándolo a tomar parte en la campaña electoral, fue uno de los postulados fundamentales del programa del centro anti reeleccionista y para motivarlo el propio madero acompañado de un orador inicio una intensa campaña por varios estados a partir de junio de 1909. El mes de diciembre de ese mismo año recorrió Querétaro, Jalisco, Colima, Sinaloa, Sonora y Chihuahua despertando las conciencias y allegándose partidarios. Resultando de esta segunda gira que le proporciono mayor experiencia política y conocimiento de la situación general del país fue su pequeña obra el Partido Nacional Anti reeleccionista y la próxima lucha electoral que dio la pauta para que sus partidarios decidieran reunirse en una convención que se efectuó el 15 de abril de 1910, la cual elaboro un programa que si bien contenía principios políticos que respondían al momento que se vivía, como la efectividad del sufragio la no reelección y la autentica autonomía municipal, también propugnaba por la expedición de leyes protectoras de los trabajadores de la ciudad y del campo y amplio un programa que fortaleciera los ramos de la economía nacional: agricultura, industria y comercio. La convención eligió como candidatos a la presidencia al propio madero y como su vicepresidente a Francisco Vázquez Gómez. Ya como candidato del Partido Nacional Anti reeleccionista, Madero logro entrevistarse con el general Díaz y del cambio de opiniones que 150 tuvieron derivo su idea de que era necesaria una revolución para derrocar al anciano presidente, bien arraigado al poder. Otras dos giras, cada vez más entusiastas realizó madero y en el mes de junio de 1910 fue aprendido en Monterrey en unión de Roque Estrada. Efectuadas las elecciones en el mes de Junio que dieron el triunfo al mandatario Madero, junto con Estrada habían sido remitidos presos de monterrey a San Luis Potosí, pero logro escapar de la prisión y huir a Estados Unidos en donde con su compañero de cautiverio se estableció en San Antonio, desde allí establecieron conexiones con todos los descontentos del régimen, en San Antonio, Madero se apresuro a encabezar la propuesta popular, para lo cual elaboro el llamado Plan de San Luis que fue firmado el 5 de octubre de 1910 y en el se declaraba que el pueblo mexicano, apto para el ejercicio democrático y sediento de libertad, al ver que el gobierno no acataba la voluntad nacional desidia declarar ilegales las elecciones y arrojar del poder a los audaces usurpadores que por todo titulo de legalidad ostentaban un fraude escandaloso e inmoral. Por ello, afirmaba Madero, asumiría provisionalmente la presidencia de la republica, mientras que la nación designaba conforme a la ley a sus gobernantes. Para finalizar convocaba al pueblo a lanzarse a la revolución del 20 de noviembre. Madero prometía que una vez triunfante la revolución convocaría a nuevas elecciones. EL INICIO DE LA REVOLUCIÓN El llamado de Madero a la rebelión pronto encontró eco. Algunos barruntos de ella ya habían estallado, como la rebelión de Valladolid en Yucatán, provocada por los abusos de los terratenientes y jefes políticos; la de Tlaxcala de Juan Cuamatzi en mayo de 1910; y la de Gabriel Leyva el mes de junio en Sinaloa. En Puebla el alma de la oposición era Aquiles Serdán, quien había trabajado largos años entre los obreros organizados, defendiéndolos de las vejaciones de que eran objeto y creando en ellos madura conciencia cívica. Su casa convertida en centro de activistas, fue denunciada por el gobernador Mauricio Martínez, quien ordeno fuera cateada y detenida sus ocupantes. El jefe de la policía, Miguel Cabrera, al presentarse a cumplimentar la orden fue recibida a tiros y muerto, lo que origino que el ejercito rodeara la casa y batiera a sus defensores 11 hombres y 3 mujeres entre otras Carmen Serdán hermana de Aquiles este fue acribillado al ser descubierto con lo que por el momento puso fin a las inquietudes en esa ciudad en el norte de la republica donde los clubes liberales y la propaganda de los hermanos Flores Magón habían creado conciencia de un cambio radical, surgieron pronto grupos de rebeldes que si en un principio fueron pocos y sin conexiones pronto llegarían a convertirse en semilleros de aguerridos ejércitos y de bravos dirigentes. En Chihuahua, a instigaciones del influyente hacendado Abraham González, se sublevaron Pascual Orozco, Marcelo Caraveo y José de la Luz Blanco. En otros estados Veracruz, San Luis Potosí, Durango, Coahuila, Zacatecas, Guerrero, Morelos e Hidalgo brotaron jefes que apoyaban el ideario de Madero, así como las antiguas inquietudes de justicia social y bienestar común. El gobierno un tanto indeciso ante la situación destaco fuerzas para combatir a los rebeldes, pero estas fueron vencidas en las batallas de Los pedernales y Mal Paso. Los rebeldes trataban a toda costa de posesionarse de un punto fronterizo donde debían proveerse de armas e instalar un gobierno provisional. El presidente Díaz envió diversas comisiones para conferenciar con Madero y llegar a un acuerdo pacifico que le permitiera 151 seguir en el poder, proposiciones que rehusaron los revolucionarios. El 8 de mayo, un ataque sorpresivo de Pascual Orozco, francisco Villa, José de la Luz Blanco y otros jefes a Ciudad Juárez suspendieron las negociaciones. El día 10 la ciudad era tomada y Madero instalo en ella el gobierno titulándose presidente provisional y formando su propio gabinete. En ciudad Juárez se pacto que renunciaran Díaz y Corral, a sus puestos de presidente y vicepresidente; que Madero también renunciaría a la presidencia provisional y se nombraría interinamente a Francisco León de la Barra quien debería convocar a elecciones generales. Los acuerdos proveían el licenciamiento de fuerzas revolucionarias y marginaban las reivindicaciones sociales y económicas que habían servido de bandera a diversos grupos, entre otros los de Morelos y Puebla encabezados por Zapata. Estos últimos hechos provocaron descontento entre los mismos revolucionarios que pensaron que Madero y la revolución se entregaban en manos del antiguo ejército federal de formación porfirista y se sujetaban a las presiones de viejos políticos que no querían perder posiciones que tenían en el gobierno. El general Díaz partió rumbo a Europa el 26 de Mayo, tras haber enviado su renuncia al congreso el día 25, en el que declaraba “el encargo de presidente constitucional de la republica con el que lo había honrado el pueblo nacional; y lo ago con tanta más razón cuanto que para retenerlo seria necesario seguir derramando sangre mexicana abatiendo el crédito de la nación derrochando sus riquezas segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales” y agregaba “espero señores diputados, que calmadas las pasiones que acompañan a toda la revolución un estudio más concienzudo y comprobado haga surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y consagrare a mis compatriotas”. El 7 de julio de 1911, Madero entro triunfalmente a la ciudad de México. Allí tuvo que enfrentarse tanto a las indecisiones de León de la Barra como a las divisiones surgidas entre sus partidarios por su actitud consecuente con el gobierno de transacción y el incumplimiento de sus promesas sobre todo las contenidas en el plan de San Luis y a las inquietudes sociales que irrumpían con violencia por todos lados. Uno de los mayores obstáculos para la pacificación del país fue el que presento el grupo de campesinos que se agrupo en torno de Zapata y que reclamaba la vieja e incumplida promesa de devolverle a los pueblos las tierras y aguas de que habían sido despojados, y a la solicitud de un correcto reparto de las tierras y someter a los labradores a un duro sistema de explotación. Madero acepto en principio que este levantamiento fuera sometido y comisiono al general Victoriano Huerta para que realizara ese trabajo. Pronto comprendería Madero que no era posible dominar a un grupo que representaba el clamor de la población rural del país y tuvo que dar marcha atrás pero tardíamente. El país se encontraba perturbado gravemente. En Puebla Y Morelos el movimiento zapatista cundía y se infiltraba en los estados vecinos: Guerrero, México, Veracruz y más allá, apoyando el programa del Plan de Ayala, cuyo lema era tierra, libertad, justicia y ley cuyos artículos seis y nueve exigían la restitución dotación, y nacionalización de tierras montes y aguas. En el norte Pascual Orozco se mostraba descontento por la actitud del presidente y pronto algunos políticos como los Vázquez Gómez, promovían revueltas. En la capital fuertes 152 núcleos de porfiristas aprovechaban toda oportunidad para derrocar al presidente al que sentían bondadoso y débil. Bernardo Reyes que había vuelto a México, trataba de recuperar la popularidad que había tenido antes de 1910 y pretendía el poder. El grupo revolucionario integrado por los hermanos Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo Figueroa, y que se habían convertido en un grupo de clara ideología anarquista rompió con Madero a fines de 1911. En medio de esas dificultades Madero lucho por su gobierno y por resolver problemas que afectaban a la nación. Formo su gabinete con personas de merito y adictas y se dispuso a poner en ejecución medidas que reclamaba el pueblo, como el deslinde y ocupación de los ejidos de los pueblos, la medición y fraccionamiento de terrenos nacionales para facilitarlos a los pueblos lo que se inició en Veracruz, Tabasco, Chiapas y San Luis Potosí; se otorgaron licencias para colonización proporcionando cincuenta hectáreas a cada jefe de familia se trato de llegar a acuerdos con rebeldes de Morelos y los de la zona del Yaki y el Mayo. Se impulso la creación de escuelas rurales y se creo el departamento de trabajo, que promovió una convención de trabajadores y empresarios que elaboro un reglamento de trabajo y una tarifa salarial que mejoro los ingresos de los trabajadores. Madero fijaba su atención en las necesidades del pueblo, que lo seguía con simpatía y pensaba que la realización de todas las medidas debería de hacerse dentro de la ley. Los ideales de la renovación, de toda la administración no se pudieron cristalizar de inmediato. En el poder judicial continuaron los magistrados porfiristas encabezados por su presidente, Francisco S. Carvajal. El ministro de justicia, Manuel Calero logro moralizar un tanto la administración, pero sin ir más allá, y como no simpatizaba con Pino Suárez, renunció y fue a ocupar un puesto diplomático en Washington. En el congreso la labor de Madero fue obstaculizada, pues buena parte de sus integrantes eran porfiristas. Las elecciones del 30 de junio de 1912 permitieron acceso a un grupo de diputados que se agruparon entorno al bloque renovador entre los que había hombres de talento como Luis Cabrera, Serapio Rendón, Roque González, Jesús Huerta y Enrique Bordes Mangel, Francisco escudero y otros, quienes tuvieron que sostener dura polémica con el famoso “cuadrilátero” formado por fogosos y destructivos oradores como Francisco M. Olaguíbel, Nemesio García Naranjo, Querido Moheno y José María Lozano, quienes desacreditaban la acción del gobernante y difundían noticias alarmistas sobre la situación general del país. En el senado, la acción de hombres como Belisario Domínguez, Fernando Iglesias Calderón, Juan Sarabia y Manuel Bonilla, eran contrarrestadas por muchos porfiristas que veían con desconfianza y mala fe la obra de Madero y sus grupos. LA REVUELTA CONTRA EL RÉGIMEN DE MADERO La más importante rebelión por su contenido político y social fue la que encabezo en el sur Emiliano Zapata (1883-1919). Nacido en un ambiente campesino y designado por su comunidad para proteger sus tierras, conocía a fondo el problema del despojo agrario que empobrecía a los auténticos labradores y les impedía mejorar sus condiciones de vida. Con el auxilio de Pablo Torres Burgos, el profesor Otilio Montaño y después Antonio Díaz Soto y Gama maduró sus ideas y formuló un programa eminentemente social contenido en el Plan de Ayala. El grupo Zapatista se adhirió en un principio al movimiento zapatista, pero al ver que Madero no cumplía con rapidez con las promesas del Plan de San Luis combatía contra ellos, procedió a desconocerlo como Presidente y jefe de la Revolución, proponiendo para 153 substituirlo a Pascual Orozco y en caso de que este no aceptara se reconocería como jefe de la revolución a Emiliano Zapata. El 30 de abril de 1912 efectuaron los zapatistas el primer reparto agrario en Ixcamilpa, Puebla. En Chihuahua habían adoptado el Plan de Zapata, José Inés Salazar, Braulio Hernández y Otros, complementándolo con un ofrecimiento de reparto de tierras expropiadas por causas de utilidad publica, que constituía parte de su Plan de Santa Rosa. En San Luis Potosí los hermanos Cedillo se afilaron al zapatismo y extendieron la revuelta por las huastecas, en donde tenían valimiento. El movimiento campesino encabezado por Zapata hacia suyos anhelos y necesidades apremiantes de los trabajadores del campo y por ello fue que cundió por todo el país. Como llegaron los contingentes zapatistas a poblaciones vecinas a México como Xochimilco, Tlalpan y Milpa Alta, amenazando la estabilidad del gobierno. Madero decidió proseguir la campaña contra ellos y envió al general Juvencio Robles, quien realizo violenta lucha durante seis meses, que fue resistida con heroísmo. Felipe Ángeles, notable militar, sucedió a Robles, pero su campaña se estrelló ante una estrategia de las fuerzas sureñas basadas en la sorpresa, que no fueron sometidas. Luis Cabrera una de las mentes más lucidas de la Revolución quien vio claro el problema zapatista, pensó que combatirlo debía resolverse y por ello presento al congreso una iniciativa de ley en diciembre de 1912, la cual no pudo cuajar dada la violencia de los acontecimientos que se sucedieron. Esa iniciativa preludia su pensamiento de la ley del 6 de enero de 1915. a) El movimiento de Emiliano Zapata. El zapatismo, cuyo desarrollo adelantaremos para no cortar su entendimiento, prosiguió su lucha. Desaparecido Madero, el Ejército Libertador del Sur mantuvo su acción en Puebla, Morelos y Guerrero, y ocupó poblaciones importantes Cuautla y Cuernavaca. A la caída de Huerta, Zapata de adhirió al movimiento constitucionalista encabezado por Carranza, pero con reservas, pues pretendía que este suscribiera los principios del Plan de Ayala que se habían radicalizado con la presencia de anarco-sindicalismo en las filas sureñas. Aún cuando el núcleo zapatista plasmaba un anhelo del elemento campesino del país, el más antiguo y el más urgente, el de una reforma socio-económica a fondo, este grupo no tuvo una visión política amplia, un proyecto nacional que estableciera instituciones consagradas a resolver no solo los problemas del campo, sino los de los trabajadores en general, el desarrollo de la economía, la organización de la hacienda publica, la cultura y las relaciones internacionales. Al reunirse en octubre de 1914 la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, a la que asistieron delegados de todos los grupos en pugna, los representantes zapatistas lograron que los convencionistas aceptaran como postulados de la revolución los que se mencionaban en el Plan de Ayala. Al venir la escisión de la Convención, el grupo que dirigía Francisco Villa se alió con el de Zapata a través del Pacto de Xochimilco y juntos entraron triunfantes en la ciudad de México provocando la consternación de los metropolitanos. Al dividirse irreconciliablemente Carranza y Villa, los líderes más fuertes de la Revolución el peso de la guerra se orientó hacia esa lucha. Durante ese breve periodo y hasta la derrota que sufrió Villa en junio de 1915, el zapatismo realizo en el sur cambios importantes: organizó la vida civil y reinició el trabajo de las haciendas azucareras, las más ricas del país, 154 creo consejos locales, reforzó la vida municipal y apresuró el reparto agrario. Los zapatistas conocedores del terreno, surgidos de la población campesina y amparados por ella, potadores de la indumentaria tradicional tenían sobre las fuerzas enemigas grandes ventajas. Sin embargo, al decidirse Carranza a combatir ese foco insurreccional que no se plegaba a los dictados gubernamentales hechos desde arriba, y que exigía la rápida solución a sus demandas, la suerte cambió. Pablo González uno de los más destacados generales y hombre de confianza del primer jefe fue el encargado de combatirlos. Empleo el mismo procedimiento que Huerta, la destrucción total la dureza. Ambos contendientes lucharon con fiereza. González con sus 30,000 hombres, no logro dominar a un pueblo que luchaba desesperadamente por un ideal. Así se llego a 1919, después de que el país se había dado una nueva constitución y Carranza accedió a la Presidencia. La lucha contra zapata se reinicia y Zapata atrincherado en su cuartel general de Tlaltizapán, se defiende con heroísmo. Gildardo Magaña, nombrado jefe del Ejercito Revolucionario del Sur, trato de entenderse con Carranza, sobre todo porque advirtió que en la constitución se habían incorporado elementos que formaban parte de su programa esencial. Carranza hombre de una mentalidad política ajena a muchos aspectos sociales se negó a toda colaboración. Desdeño a los zapatistas a quienes los considero bandidos, y con acierto señala John Womark en su magnifico estudio sobre Zapata porque siente que Zapata representa un desafió moral a su autoridad. Para acabar con el zapatismo había que acabar con el hombre que lo encarnaba y no en batalla triunfal sino a traición. El judas que lo entregó se llamaba Jesús Guajardo, quien a las ordenes de Pablo González tendió en la hacienda de Chinameca un a celada a Zapata en la que este murió un 10 de abril de 1919. El gobierno de Carranza se deshizo de un enemigo virtual y premio a González y a Guajardo. Zapata, embargo, se convirtió en el símbolo de toda reivindicación agraria, de todo movimiento popular. b) El reyismo. Al volver de Europa, Bernardo Reyes aspiró nuevamente a la presidencia. Al llegar lanza un plan en el que desconocía a Madero y se reveló, habiendo sido sometido en Linares, Nuevo León. Fue llevado a México y encarcelado en Santiago Tlatelolco, de donde salió en 20 de febrero de 1913 liberado por los acontecimientos de la Decena Trágica. Creyendo tener ascendiente en el ejército se dirigió hacia Palacio Nacional intimando a su guarnición. El general Lauro Villar encargado de la defensa del Palacio ordenó a Reyes detenerse y, al no obedecer, fue muerto por los defensores. c) Pascual Orozco El levantamiento de Veracruz de Félix Díaz, sobrino de Don Porfirio, en octubre de 1912, que fue dominado fácilmente, fue otro trastorno grave que preocupo mucho a Madero, pero el movimiento más importante fue el que inició Emilio Vázquez Gómez y prosiguió Pascual Orozco, hijo en el norte. Vázquez Gómez, quien había actuado en la oposición contra Díaz y que figuro prominentemente en los círculos políticos formados a la salida de éste, vio con celo y resentimiento el ascenso de Madero. Expatriado junto con su hermano en Texas, desde ahí promovía rebeliones en contra de Madero, lanzaba proclamas en las que proponía reformas políticas y sociales más avanzadas y se llego a proclamar presidente provisional de México. Algunos simpatizantes lo secundaron en Chihuahua, Durango y Coahuila. 155 Pascual Orozco uno de los primeros hombres que se lanzo a la revolución maderista y buen dirigente pretendió la gubernatura de Chihuahua que no se le otorgo, nombrándole tan solo jefe de las fuerzas rurales. Este hecho le resintió contra Madero, resentimiento que acrecentaron los ricos hacendados de su estado, Terrazas y Creel, para atraerlo. También trataron de utilizarlo maderistas conservadores como Oscar Braniff y Toribio Esquivel Obregón. Con esas influencias, Orozco se reveló el mes de marzo de 1912. El 25 de ese mismo mes suscribía el Plan de la Empacadora, en el cual disfrazaba El Plan de San Luis y el Plan de Ayala, suprimía la vicepresidencia y promovía reconocer a los campesinos las tierras que hubiera ocupado pacíficamente durante más de veinte años, reivindicaba para ellos las tierras de las que hubieren sido despojados, el reparto de tierras baldías y las pertenecientes a los grandes latifundios, previo avaluó. Prometía además la supresión de las tierras de raya, el pago en efectivo, la fijación de una jornada de trabajo moderada y la prohibición de que los menores trabajaran. Para dominar la rebelión de Orozco, Madero envió al secretario de Guerra, José González Salas, quien fracasó, habiéndose suicidado por ello. Para sustituido se nombro a Victoriano Huerta, quien venció en Bachimba a las fuerzas orozquistas, con lo que sofocó ese movimiento. Además de esta grave perturbación de la paz, el gobierno de Madero tuvo que enfrentarse a una campaña de descrédito que instrumentaban sus enemigos a través de la prensa; ésta a lo igual que lo había hecho en otras ocasiones como en la época de Lerdo de Tejada burlábase en forma ignominia de Madero, de su familia y de sus colaboradores, debilitando su autoridad y el prestigio del gobierno. A esta campaña se unió la política estadounidense que no sintió ninguna simpatía por Madero y su gobierno y cuyo embajador, Henry Lane Wilson, se hacia eco de las reclamaciones extranjeras contra la administración Maderista por supuestos daños sufridos durante la revolución. Madero pidió al presidente Woodrow Wilson el retiro de su embajador, petición que aumento la enemistad de Lane Wilson y su animadversión contra Madero. Pronto entraría en contacto el embajador con los enemigos del Presidente e influiría en gran medida para derrocarlo. En medio de estas dificultades, Francisco I. Madero, hombre bondadoso que no mancho mus manos con sangre de sus enemigos, tolero con paciencia los ataques de su enemigos, creía en los lazos de lealtad de sus colaboradores, pensaba que todos ellos actuaban en beneficio de la causa revolucionaria y pretendía atraerse a todos los grupos para consolidar la armonía y la paz, se esforzó por gobernar con rectitud a la República. Buena parte de sus secretarios colaboraron leal y eficazmente en la reconstrucción del país. Se reanudaron las obras públicas, se arreglaron las vías férreas destruidas, se crearon estaciones agrícolas experimentales y se dictaron disposiciones legales en beneficio de los trabajadores del campo y de la ciudad. En este periodo se crearon dos organizaciones de carácter social destinadas a favorecer a los trabajadores. La primera inspirada en la doctrina social de la Iglesia, principalmente la contenida en la encíclica de León XIII Rerum Novarum, se fundó en febrero de 1912, con el nombre de Confederación de Círculos Obreros Católicos y realizó asambleas consagradas a estudiar los problemas sociales y proponer soluciones. La más importante fue la que se celebro en Zamora, Michoacán, en donde expusieron principios esenciales del derecho 156 laboral: Fijación del salario mínimo, seguro obrero, patrimonio familiar inalienable, establecimiento de juntas de arbitraje, y bases para el reparto de utilidades de las empresas a los trabajadores. La segunda organización fue la Casa del Obrero Mundial, fundada en julio de 1912 y de tendencia anarco-sindicalista. En ella actuaron el anarquista Juan Francisco Moncaleano, Luis Méndez, Rosendo Salazar, Antonio Díaz Soto y Gama, Lázaro Gutiérrez de Lara, Manuel Sarabia y Rafael Pérez Taylor. De acuerdo con sus lineamientos postularon la lucha de clases, la organización sindical confederada y la destrucción del régimen capitalista. Exigieron que la jornada de trabajo no excediera de ocho horas, que se fijara un salario mínimo y el descanso dominical obligatorio. Esta organización influida por antiguos miembros del partido liberal y también por floresmagonistas sería aprovechada por gobiernos posteriores para dividir a la clase trabajadora. El hermano del Presidente, Gustavo A. Madero, quien tenía mayor habilidad política que aquél, llevó, auxiliado por el senador Serapio Rendón, el control político. Apoyaron con valentía y decisión sus diputados renovadores de la XXVI Legislatura encabezados por Luis Cabrera, Félix F. Palavicini, José Inés Novelo, Luis Manuel Rojas, Alfonso Cravioto y otros, quienes percibieron que la bondad e inexperiencia del Presiente estaba amenazada tanto por la perfidia de sus enemigos poderosos que formaban parte de la administración, como por el secretario de Guerra Victoriano Huerta, cuanto por el descontento de amplios núcleos de campesinos y obreros que exigían transformaciones rápidas y enérgicas de su situación. Ante esa situación el Grupo Renovador presentó el 23 de enero de 1913 al Presidente un memorial en el que resumía sus preocupaciones y las inquietudes del país. Señalaron al Presidente que la revolución surgió como un movimiento civil, liberal, democrático y progresista de acuerdo con los postulados del Plan de San Luis, pero que esos postulados no se habían cumplido e instaban al gobierno a ponerlos en práctica para evitar el descontento y una contrarrevolución. Pedían también que Madero separara enérgicamente de la administración a todos los enemigos de la Revolución y que se gobernara de a cuerdo con los principios reformadores que la habían hecho surgir. Llamábasele también la atención acerca de algunos de sus colaboradores más cercanos. El Presidente respondió al memorial afirmando que todos sus colaboradores actuaban conforme a la ley y que no había que tener ningún acto fuera de ella. La ingenuidad y natural bondad de Madero no advirtió como actuaban los grupos conservadores y ambiciosos y cómo en la política mexicana intervenía la mano del embajador Wilson, que a toda costa luchaba por el derrocamiento de la administración Maderista, instando a su gobierno, para que tomara medidas militares para amedrentar el régimen de Madero. Alma de la conspiración que se urdía contra Madero fueron Rodolfo Reyes, hijo de Bernardo, que a toda costa deseaba ver a su padre en el poder, Manuel Mondragón, hábil artillero muy ligado a Félix Díaz, el general Gregorio Ruiz y Cecilio Ocón. Victoriano Huerta, jefe militar de la ciudad, manteníase a la expectativa. d) La Decena Trágica Se llama así a la etapa del 9 al 19 de febrero en la cual el grupo contrarrevolucionario inició una revuelta en contra del gobierno legalmente establecido. El día 9 los conspiradores lograron que los alumnos de la Escuela de Aspirantes de Tlalpan y los soldados del cuartel 157 de Tacubaya se sublevaran; unos se dirigieron rumbo a Santiago Tlatelolco para liberar al general Reyes y otros hacia la penitenciaria, para dejar libres a varios presos políticos. Reyes como dijimos intento tomar palacio, fue muerto en el intento. Sus seguidores se refugiaron en la ciudadela. Al ser atacado el palacio, resulto herido el general Lauro Villar que lo defendía. Para substituirlo se nombró por considerarlo buen militar al general Victoriano Huerta. Madero, que se encontraba en Chapultepec, marchó acompañado de una escolta de cadetes del Colegio Militar hacia palacio, victoreado en el camino por el pueblo que lo quería y que le era fiel. El gobierno solicito la concentración de tropas para abatir a los conjurados y fue a esperar en Cuernavaca los refuerzos de Felipe Ángeles, en tanto que llegaban los del general Rancel y los de Rubio Navarrete. Félix Díaz logró que Victoriano Huerta se adhiriera a su movimiento, lo que fue puesto en conocimiento de Madero, quien no lo quiso creer. Las tropas leales atacaron a la ciudadela defendida por Díaz, Mondragón y Blanquet. Wilson inicio presiones para exigir la renuncia de Madero y el día 18, en su propia embajada los conjurados, con Huerta a la cabeza firmaran un pacto el llamado de la ciudadela o de la embajada por que en ella se fraguó, por el Huerta se comprometía a aprender a Madero y exigir su renuncia y la de Pino Suárez, para que después fuera el nombrado presidente. Digna de toda alabanza fue la actitud del embajador de Cuba, Manuel Márquez Esterlin, quien se esforzó por evitar la intervención de Estados Unidos, sin lograrlo; después trato de salvar la vida del presidente, de su familia y de Pino Suárez. Huerta, que había dispuesto el asesinato de Gustavo A. Madero se propuso a detener al ejecutivo en palacio y Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar, que el congreso acepto nombrando al secretario de relaciones Pedro Lascurain presidente. Este mantuvo el poder solos cuarenta y cinco minutos, y designó a Huerta como secretario de gobernación. Inmediatamente después Lascurain renunció con lo que subió automáticamente Huerta a la presidencia. Este hombre buen militar pero ambicioso sanguinario y alcohólico ensoberbecido en el poder, trato de destruir a todos los partidarios de Madero, detuvo en el Palacio al presidente y a Pino Suárez y el día 22 ordeno que se les trasladara a la penitenciaria, pero en realidad para que fueran acecinados en el camino como sucedió. De esta suerte, victima de una traición desparecía el Presidente idealista, aquel que había sido exaltado por el pueblo que vio en el una esperanza cierta de renovación. EL GOBIERNO DE VICTORIANO HUERTA Huerta tomo el poder el 22 de febrero. Llamó para integrar su gabinete a hombres pertenecientes al grupo de Bernardo Reyes Y Félix Díaz, a los cuales elimino poco a poco para quedarse con solo incondicionales entre otros a Aurelio Blanquet, quien había dado la orden de acecinar a Madero. Algunos habían sido figuras destacadas que equivocadamente le sirvieron creyendo beneficiar al país, como Federico Gamboa, Toribio Esquivel Obregón y Nemesio García Naranjo, otros fueron comodines como Manuel Garza Aldape y aun personas de mente perturbada como el hábil medico Aurelio Urrutia. Huerta manejó hábilmente al senado a excepción de hombres valientes como Belisario Domínguez, y en el congreso el famoso cuadrilátero trato de controlar a todos los diputados, pero no contó con que varios de ellos lo atacaron vilmente, pese a las amenazas recibidas. De los congresistas Huerta Hizo acecinar a Edmundo Pastelón, Serapio Rendón, Manuel 158 Origel y Néstor Monrroy y, por fin, cansado de ellos disolvió el congreso e hizo encarcelar a ochenta diputados el 10 de octubre de 1913. El poder judicial no tuvo tan poco el valor ni el coraje de enfrentarse a la dictadura. El presidente de la Corte Francisco S. Carvajal, Manuel Olivera del Toro, felicitaron a Huerta por haber accedido a la presidencia y haber disuelto el congreso. Destituyo a varios gobernadores entre otros a los de Morelos Y Querétaro. Fue el régimen de Huerta un régimen de terror que ensangrentó al país. Las elecciones ofrecidas por Huerta para elegir a un presidente definitivo se anunciaron para el 26 de octubre y a ellas se presentaron varios candidatos postulados por varios partidos; entre ellos figuraban Félix Díaz, Francisco León de la Barra, francisco Vázquez Gómez y otros más. Huerta eliminó de una manera muy hábil a Félix Díaz y a León de la Barra. Otros candidatos de partidos independientes se abstuvieron como Luis Cabrera y Flores Magón. De esa suerte al ocurrir las elecciones el congreso declaró que debería continuar Huerta en el poder con facultades extraordinarias. Este gobernó México desde febrero de 1913 hasta julio de 1914, fecha en que renunció obligado por opositores a su régimen y por haber pedido además el apoyo de Estados Unidos. A Huerta se sometió en el norte Pascual Orozco, a quien derroto Villa poco después cuando este rehacía su ejército. En el sur Zapata mantuvo con altivez su bandera y no se sometió al usurpador en diversos lugares surgieron movimientos contra Huerta, habiendo sido los mas importantes solo los encabezados por Villa que logró tomar Torreón en el mes de octubre, cuando Huerta tomaba posesión de la presidencia. Villa logro apoderarse de Cd. Juárez y dominar todo el estado de Chihuahua. a) Carranza y el Plan de Guadalupe. Al comunicar Huerta en febrero de 1913 su designación como presidente a los gobernadores el de Coahuila, Venustiano Carranza, hombre de carácter de convicciones firmes y acostumbrado al mando que había ejercido durante años no acepto someterse a un hombre que violando todas las leyes y la amistad se había apoderado del pode. Bien relacionado en su estado y en otros vecinos, invito a diversos gobernadores a oponerse a Huerta, habiendo suscrito el 26 de marzo de 1913 en la hacienda de Guadalupe el plan que lleva ese nombre y cuyos puntos fundamentales fueron los siguientes: 1. Se desconoce al general Victoriano Huerta como presidente de la República; 2. Se desconocen también los poderes legislativo y judicial de la federación; 3. Se desconocen a los gobiernos de los estados que reconozcan a los poderes federales que forman la actual administración; 4. Para la organización del ejercito encargado de hacer cumplir nuestros propósitos nombramos como primer jefe del ejército al ciudadano Venustiano Carranza gobernador constitucional del estado de Coahuila; 5. Al ocupar el ejército constitucionalista la ciudad de México se encargara interinamente del poder ejecutivo a Carranza; 6. El presidente interino de la República convocara a elecciones generales tan luego como se haya consolidado la paz entregando el poder sin dudarlo al ciudadano que resultara electo; 7. El ciudadano que funja como jefe del ejercito Constitucionalista en los estados cuyos gobiernos hubieren reconocido al de Huerta asumirá el cargo de gobernador provisional y convocara a elecciones locales y tomaran posición de de sus cargos los ciudadanos que sean electos para desempeñar altos poderes de la federación. De febrero de 1913 a julio de 1914 diversos grupos cada vez más numerosos combatieron a Huerta obligándolo a 159 renunciar y abandonar el país. Cuatro columnas militares avanzaron hacia la capital al mando de Álvaro Obregón, Francisco Villa, Pablo González y Emiliano Zapata. b) El conflicto con Estados Unidos. En tanto la revolución constitucionalista triunfaba, el gobierno de Huerta atravesaba ciertas dificultades internacionales. La administración de Woodrow Wilson que no accedió a reconocerlo, retiró como embajador a Henry Lane Wilson y envió a diversos agentes para observar la situación reinante y aun para mediar en el conflicto. Temiendo por sus conacionales, el presidente Wilson ordeno a la flota situarse frente a los puertos principales del Golfo de México: Veracruz y Tampico. El 9 de abril varias unidades navales anclaron en Tampico y de una de ellas, del acorazado “Delphin”, descendieron al puerto varios marinos estadounidenses, que fueron detenidos por órdenes del general Morelos Zaragoza. Al aclararse su situación, se ordeno liberarlos pidiendo las disculpas al admirante H. mayo por el error cometido. El almirante no se conformo con las disculpas y arguyó que se había ofendido al gobierno de su país; exigiendo una disculpa oficial y que se rindieran honores a su bandera. Comunicado el incidente al gobierno de Huerta, éste accedió a rendir los honores si se hacía otro tanto con la bandera mexicana. Como no se definiera cuál debía honrarse primero y pasaron los días, Wilson, impaciente, facultado por el Congreso de su país, ordenó movilizar su armada contra México. El contralmirante F.F. Flecher, con el pretexto de evitar que un navío Alemán desembarcara armas en Veracruz, ordeno el 21 de abril de 1914 ocupar el puerto, bombardeando las posiciones mexicanas. Este hecho basto para que se despertara el sentimiento nacional. Los alumnos de la Escuela Naval de Veracruz se aprestaron a la defensa, así como el pueblo, habiendo sido sacrificados en los combates que se sucedieron muchos cadetes y vecinos, entre ellos, Virgilio Uribe, José Azueta, José Gómez Palacio y Cristóbal Martínez. En la República se levanto una ola de protestas y jóvenes de diversas escuelas marcharon a la defensa de Veracruz en donde los invasores decretaron la ley marcial, ocuparon la aduana e intervinieron los servicios públicos. Carranza se negó a participar junto con las tropas huertistas para reprimir a los invasores y no aceptó tampoco negociar con los Estados Unidos para terminar con la administración de Huerta, mal vista ya por Washington. Para remediar la difícil situación causada por la intemperancia de los marinos de Estados Unidos, los gobiernos de Argentina Brasil y Chile ofrecieron realizar negociaciones con los bandos contendientes, el constitucionalista y el de Huerta. Para ello organizaron en Washington varias conferencias amparadas con las siglas ABC y reunieron a los representantes de Huerta: Emilio Rabasa, Agustín Rodríguez y Luis Elguero, a los de Carranza: José Vasconcelos, Luis Cabrera y Fernando Iglesias Calderón; al magistrado de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos Joseph R. Lamar y a Federico W Lehman, del Departamento de Estado. En Canadá el sito conocido como Niagara Falls, se iniciaron el 20 de mayo de 1914 esas conferencias. El grupo de Carranza, de acuerdo con su arraigada convicción, negó el derecho de los países extranjeros a intervenir en los problemas domésticos y solicito que se discutiera la actitud intervensionista de los Estados Unidos. Huerta a su vez se manifestó dispuesto a renunciar si eso aseguraba la paz; Wilson deseaba que Huerta renunciara, se constituyera un gobierno neutral y se convocara a elecciones libres. Sin poder llegar a ningún acuerdo, las conversaciones terminaron el 15 de julio, el 160 mismo día en que Victoriano huerta renunciaba a la presidencia. Las fuerzas de ocupación Yankis permanecieron en Veracruz hasta el día 14 de noviembre de 1914, cuando los constitucionalistas estaban ya en la capital de la República. Este incidente, que puso nuevamente en peligro la paz de la nación, sirvió para enardecer el patriotismo de los mexicanos y para mostrar cómo el gobierno constitucionalista estaba dispuesto a seguir una vía recta, apegada al derecho nacional como internacional. EL TRIUNFO DEL CONSTITUCIONALISMO Con jefes militares valientes, de alta capacidad como estrategas y políticos como fueron Álvaro Obregón, Francisco Villa y Pablo González, las fuerzas constitucionalistas tuvieron asegurado el triunfo. Obregón que tomó por asalto Nogales el 13 de marzo de 1913, pronto ocupó Cananea, Naco y Agua Prieta, y fue a sitiar Guaymas. Ascendido a general Brigadier por Carranza, fue nombrado general en jefe del Cuerpo del Ejército del Noreste. Avanzó sobre Culiacán, Guaymas y Mazatlán; marcho hacia Guadalajara, que tomó el 8 de julio y de ahí siguió hacia Querétaro para encontrar al ejército del Noreste comandado por Pablo González, que se había levantado contra Huerta junto con Jesús Carranza, Francisco Murguía y Antonio I. Villareal. Ellos lograron ocupar después Monterrey, Tampico y Saltillo. a) Francisco Villa. Francisco Villa, cuyo nombre auténtico era Doroteo Arango, nació en la hacienda de Río Grande, Durango, en 1878 y de muy joven trabajo en las labores del campo relacionándose con prestigiados hacendados como Abraham González. Conoció los abusos de los poderosos ante los cuales se sublevó, por lo que fue perseguido. Intuitivo desconfiado, valiente hasta la temeridad, conoció por sus correrías en tierras norteñas la pésima situación de los peones de las haciendas, la desesperación de los gañanes acostumbrados a vivir en libertad y a someterse, la angustia de los mineros explotados, de una sociedad indómita, rebelde y desesperada que anhelaba una situación social y económica mejor y que despreciaba la sujeción a toda administración, pues sabia que estaba en contubernio con los latifundistas, con los extranjeros que explotaban al país o que servían de esquiroles a los trabajadores mexicanos. Además de ese sentimiento de rebeldía, Villa y sus compañeros habían sido influidos por las predicas socialistas de los clubes liberales, que confirmaron en ello su repulsa a la organización socio-política del país. Villa era, la expresión más refinada de la sociedad norteña, nómada insumisa, valiente y decidida, que aspiraba a la libertad, al progreso, a la concordia y a un mayor bienestar social. Esos anhelos, ese recóndito deseo de justicia y bienestar social logrado a base de sacrificios y valor fue el que condujo a Villa a servir bajo las órdenes de Abraham González y a lanzarse a la revuelta el 17 de noviembre de 1910. Pronto se unió con los hombres que los seguían, admirados por su valor a las tropas de Pascual Orozco, con las que atacaron Ciudad Juárez. Al subir Madero a la Presidencia, Villa permaneció tranquilo pensando que había triunfado el movimiento; pero al rebelarse Orozco contra Madero, Villa se adhirió a la División del Norte mandada por Huerta, con quien pronto entro en dificultades, hasta el punto que Huerta ordenó se le remitiera preso a la ciudad de México, pero huyó al norte internándose a los Estados Unidos. 161 A la muerte de Madero y de su protector Abraham González, Villa volvió al país e inició en compañía de ocho valientes como él, la campaña en la cual cosecharía grandes triunfos. Algunas de sus acciones bélicas más importantes son las batallas de Tierra Blanca (24 de noviembre de 1913); segunda toma de Torreón (22 de marzo al 2 de abril de 1914); la de San Pedro de las Colonias (5 al 9 de abril de 1914); Paredón (20 de mayo de 1914) y la brillante toma de Zacatecas (23 de junio de 1914). Estratega nato, dotado de gran coraje, ejercía en sus subordinados una intensa sugestión que les compelía a realizar acciones bélicas. A fines de 1913 después de la batalla de Tierra Blanca, Villa regreso triunfante a Chihuahua, en donde los jefes de las brigadas de la División del Norte acordaron unánimemente designarlo gobernador provisional del estado. Este nombramiento le permitió separarse de su cargo varias ocasiones. La gubernatura del estado la desempeño con eficacia y honradez. Preocupándose por poner al alcance de las clases humildes víveres a precios módicos, castigando a los especuladores y a los comerciantes que habían apoyado a Huerta. Se ocupo de las comunicaciones; instalo una emisora inalámbrica y mejoro los telégrafos y los ferrocarriles. Emitió moneda metálica y en billete que tuvo bastante acogida. Mediante uno de sus decretos se estableció el Banco de Chihuahua en diciembre de 1913; apoyo la expedición de disposiciones agrarias y se empeño en fomentar la pequeña propiedad. El concepto de propiedad de la tierra que Villa tenía era diferente del de Zapata. Los campesinos del sur luchaban por la defensa del ejido, de las tierras de la comunidad que les habían sido arrebatadas. Villa deseba crear una sociedad de labradores propietarios de sus tierras, que debía constituir su patrimonio familiar. De acuerdo con esas ideas, se esforzó también por crear colonias para militares y sus familias, en las cuales trabajarían particularmente y en colaboración. Más tarde Villa deseando contar con el auxilio de Zapata y comprendiendo los alcances y finalidades de su programa, se adhirió a los principios del Plan de Ayala y aceptó la distribución de la tierra de los grandes latifundios entre los campesinos pobres, indemnizando a sus antiguos propietarios. Alternando el gobierno de Chihuahua con el general Manuel Chao, en quien tenía confianza. Villa se entrego de lleno a la actividad para la que tenía grandes dificultades, la bélica. Poco después de derrotar a las fuerzas de Orozco y Huerta, llegó a reunir un contingente de más de diez mil hombres, que integraron su famosa División del Norte. En marzo de 1914 se unió a Villa el general Felipe Ángeles, destacado militar y famoso artillero, quien dio a las tropas villistas extraordinaria dirección e impulso. Después de la segunda toma de Torreón, los triunfos de la División del Norte. Se sucedieron uno tras otro en Paredón y Saltillo población que se entrego a la columna de oriente que dirigía Pablo González, y de ahí avanzo hacia Zacatecas, población que tomó tras sangrienta lucha el 23 de junio de 1914. La acción contra Zacatecas disgustó a Carranza, por haber sido realizada sin su consentimiento y fue el inició de un mal entendimiento entre el Primer jefe y Villa. Carranza para evitar que Villa entrara primero a la ciudad de México, no le proveyó de combustible necesario y tampoco lo invitó a firmar los Tratados de Teloyucan, por los que se rendía y 162 debía disolverse el ejército federal huertista y entrar en la ciudad de México en orden y sin causar daño a la población, que estaba muy alarmada, el Ejercito Constitucionalista entró el 15 de julio de 1914, Huerta había renunciado ya y partido a estados Unidos, donde murió. El 20 de agosto llegó a la ciudad de México Venustiano Carranza, quien tomó el mando militar y político encargándose de la presidencia provisional. Advertidas las diferencias entre Villa y Carranza por varios generales que temieron se ahondaran perjudicando con ello la causa revolucionaria, convocaron a una conferencia en Torreón en la que se acordó que Carranza permanecería como Primer jefe gobernado en los asuntos civiles y diplomáticos; en lo militar la División del Norte tendría el mismo rango que la de Obregón y la de Pablo González; mandaría como jefe de todo el ejercito constitucionalista Felipe Ángeles y Carranza debería integrar una junta consultiva de gobierno, asumir interinamente la Presidencia y reunir una convención de delegados del Ejercito Constitucionalista que fijaría la fecha de las elecciones y elabora un programa de gobierno, Zapata, por su lado, instaba a que los constitucionalistas se adhirieran al Plan de Ayala. LA SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA Como las posiciones de cada grupo resultaban difíciles de poner de acuerdo, Carranza en su carácter de Primer Jefe, convocó a los gobernadores y a los generales con mando a una convención que debía elaborar un programa revolucionario que atendiera los requerimientos populares, la cual debía reunir en México el 1 de octubre de 1914. En tanto los colaboradores de Carranza , gestionaban que los estadounidenses desocuparan Veracruz, licenciaban a los restos del ejército federal que quedaban y hacían frente a las dificultades internas, como la revuelta del gobernador Maytorena en Sonora, disgustado con Plutarco Elías Calles, que era el jefe militar. La convención se reunió en la capital el primero de octubre, presidida por Luis Cabrera, sin que estuviera representada la División del Norte, no obstante los esfuerzos hechos por Obregón para convencer a Villa de que asistiera, ni tampoco el Ejército del Sur, ni el gobernador Maytorena. En la sesión del día 3, Carranza presentó un amplio programa de acción revolucionaria y su renuncia que no fue aceptada. También se acordó que la convención se reuniera en Aguascalientes para que pudieran intervenir los representantes de Villa y Zapata y que solo asistirían militares y no civiles. El 10 de octubre en el teatro Morelos de Aguascalientes se reanudaron las sesiones, presididas por Antonio I. Villarreal, José Isabel Robles, Pánfilo Natera y Mateo Almanza, Marciano González, Samuel N: Santos y Vito Alessio Robles. Los representantes de Villa fueron Felipe Ángeles, Eugenio Aguirre Benavides y Roque González Garza. Para lograr la unidad revolucionaria, Felipe Ángeles fue autorizado para invitar a Zapata, quien envió a Rafael Cal y Mayor, Samuel Fernández, Manuel Robles, Rodolfo Magaña y otros. Su representante personal fue Antonio Díaz Soto y Gama, convertido en el mentor de Zapata después de la desaparición de Otilio Montaño. En las sesiones el grupo zapatista se mostró intransigente, exigió la separación de Carranza como primer Jefe y la adopción integra de los principios del Plan de Ayala. Los villistas adoptaron a propuesta de Roque González Garza, dicho plan. Carranza no acudió a la convención por estimar que Aguascalientes estaba amenazada por Villa y temió ser detenido, y también por haberse dado cuenta de que el ánimo de los convencionistas era 163 contrario a él. Temiendo que aun en la ciudad de México pudiera ser sorprendido, marcho rumbo a Veracruz y en Córdoba publicó un manifiesto, desconociendo la Convención y sus acuerdos y justificando su actitud. En medio de un ambiente muy caldeado, los convencionistas aceptaron la renuncia de Carranza y el retiro de Villa del mando de su División. Para llenar el vació que dejaba Carranza, la Convención, a instancias de Obregón que se mostró muy conciliador, se nombró a Eulalio Gutiérrez. El 10 de noviembre Carranza, instalado ya en Veracruz, negó a la Convención el derecho de nombrar presidente y declaro que Eulalio Gutiérrez era un presidente ilegal. Varios grupos propusieron que se alejara a Carranza y a Villa del país, pero las opiniones no acordaron. El 13 de noviembre la Convención celebró en Aguascalientes su última reunión, dirigiéndose en seguida a la capital, donde entro con las fuerzas de Villa y Zapata. En rigor, la Convención no logró elaborar un programa de amplias reformas económicas y sociales al interés que en ello había. Las diferencias entre el grupo villista y carrancista, que se disputaban el poder y el derecho de gobernar a la nación, cada uno a través de sus propias concepciones, constituyendo la gran preocupación de la asamblea. Instalado Eulalio Gutiérrez en la ciudad de México, no pudo gobernar, dominado por las presiones de Villa y Zapata. Trato de ejercer su cometido relevando de sus mandos a esos dos generales, lo que provoco la cólera de ambos, por lo que prefirió dejar la Presidencia y marchar hacia San Luis Potosí. Se hizo cargo del gobierno convencionista del 17 de enero al 9 de junio de 1915. Roque González Garza, pero solo como delegado de la Convención que se arrogó el ejercicio de todos los poderes, jefe de las operaciones militares fue nombrado Villa. Carranza, entre tanto en Veracruz, se apresto a ejercer el gobierno promulgando leyes como la que autorizaba el divorcio, la Ley de Dotaciones y restituciones del 6 de enero de 1915, redactada por Luis Cabrera y que fue el inicio de una amplia reforma agraria que más tarde se concentraría en el artículo 27 Constitucional de 1917. Esta ley creo la Comisión Nacional Agraria. Carranza inició una evidente acción renovadora, al contrario de lo que pasaba con las otras fracciones. Villa partió hacia el norte y el occidente a batir a grupos Carrancistas. Ocupó Guadalajara el 13 de enero de 1915 y de ahí partió hacia Nuevo León y Tamaulipas. El gobierno convencionista paso de México a Cuernavaca el mes de enero, en donde se confirmó la alianza entre Villa y Zapata, aunque estos no auxiliaban suficientemente al norteño y manteníanse en defensa local. Fuerzas de Carranza ocuparon la capital dirigidas por Obregón, que se había decidido a apoyar a Carranza por considerar tenía un autentico plan de gobierno. La ciudad sufrió hambre, escasez de agua y alimentos, no circulo la moneda carrancista, se impusieron fuertes contribuciones y se inició una enojosa campaña anticlerical. El 9 de marzo Obregón abandonó la ciudad a la que entraron fuerzas zapatistas. El gobierno de la convención volvió de Cuernavaca a México el 11 de marzo, en donde estuvo dominado por el zapatismo. González Garza solicito a Villa su ayuda y éste le recomendó que se trasladara al norte. El 10 de junio, los elementos zapatistas que dominaban el gobierno convencionista depusieron a González Garza y nombraron al licenciado Francisco Lagos Cházaro. Éste cambio la cede a Toluca y se decidió a partir hacia 164 el norte, pues eran perseguidos por la gente de Carranza. En Zacatecas fue alcanzado y obligado a dispersarse, por lo que se dirigió a un puerto del Pacífico en donde embarco para Centroamérica. a) La campaña contra Villa. A Carranza le preocupo mucho más dominar a Villa que al gobierno convencionista. Rehechos sus cuadros con la reincorporación de los más prestigiados militares constitucionalistas, se aprestó a la lucha. Obregón, después de salir de México se dirigió hacia el centro y llegó a Querétaro. Villa concentro en torno a Celaya sus fuerzas y los encuentros entre sus grupos se iniciaron el 6 de abril. Después de un compás de espera, el 13 de abril se inició reñido combate que duro hasta el 15, habiendo las fuerzas de Obregón pasado de la defensiva a la ofensiva. Con una estrategia que descontrolo a los Villistas, Obregón logro imponerse y forzar la retirada de sus enemigos. Los constitucionalistas avanzaron hacia Silao y León en donde tuvieron lugar reñidos combates en los que la artillería logro importante papel. El 12 de mayo sin haber dejado de combatir sino reorganizándose mutuamente y recibiendo refuerzos, ambos contendientes intensificaron la lucha que se mantuvo con ligeras acciones hasta el 22 de junio. El primero de julio los villistas llevaron a cabo una fuerte ofensiva que logro ocupar Silao, Irapuato, la estación de Nápoles y rodear a Obregón en la Hacienda de Santa Anna del Conde. En un fuerte duelo de artillería, un proyectil alcanzó a destrozar el brazo de obregón, quien dejo el mando a Francisco Murguía. Este el 5 de ese mes tomó la ofensiva obligando a los villistas a retirarse. Estas batallas iniciadas cerca de Celaya y proseguidas en León y Silao representan el fin de la carrera gloriosa de armas que había tenido Villa. El más valiente y decidido militar de la Revolución resultaba vencido por las fuerzas carrancistas organizadas, al mando de Álvaro Obregón y Francisco Murguía. Villa trato de negociar una tregua con Carranza, pero este desconfiado de los caudillos militares, decidió acabar con él igual que con Zapata. En su persecución se lanzaron Murguía, Joaquín Amaro, Manuel M. Diéguez y Plutarco Elías Calles, y ante el acoso perdió en su retirada hacia el norte la mayor parte de sus efectivos, pues muchos defeccionaron y otros se pasaron al Ejercito Constitucionalista. Al conocer Villa que el gobierno de Carranza había sido reconocido por el gobierno de los Estados Unidos, sintió que ese país también se ponía en su contra y se volvió indignado contra él. Hizo asesinar a varios ingenieros estadounidenses en Santa Isabel y entro en incursión violenta al pueblo de Columbus en la madrugada del 9 al 10 de marzo de 1916, lo que provocó airada protesta de Washington y el envió de una columna de expedicionarios para perseguir a Villa, al mando de John J. Pershing, que entro en Chihuahua el 14 de marzo. Carranza ante este hecho que entorpecía sus relaciones con Estados Unidos, protesto y lanzó un manifiesto al pueblo de México, culpando a ese país de poner en peligro la paz. Primero Pershing y luego Charles T. Boyd, se enfrentaron a tropas mexicanas que los repelieron. Carranza exigió el retiro inmediato de la expedición punitiva y el presidente Wilson exigió seguridades en la frontera. Después de largas pláticas entre comisionados de Carranza y de Wilson, se aceptó que los 15 mil soldados yanquis salieran del país, lo que efectuaron en enero y febrero de 1917. Colocado con esas acciones fuera de la ley, Villa tuvo que esperar, hasta que habiendo sido lanzado el Plan de agua Prieta y desaparecido Carranza, el presidente interino Adolfo de la Huerta, estudiando los antecedentes revolucionarios de Villa y pensando que resultaba más 165 conveniente tenerlo en paz, celebro con él los Tratados de Sabinas en julio de 1920. Villa ofreció deponer las armas y consagrarse en unión de varios de sus compañeros a la agricultura y a la ganadería. El gobierno le concedió para ese fin la hacienda de canutillo en Durango, en donde Villa y sus hombres organizados en comunidad, se entregaron a las labores del campo. Entre 1920 y 1923, la colonia formada por Villa llegó a contar con cerca de 800 personas y prosperó. Al subir Obregón al poder, Villa se sintió amenazado. Recordaba como varias veces, impulsado por la ira, había ordenado fusilar al sonorense, que se había salvado por milagro. Para el presidente Obregón y para el general Calles, Villa seguía representando un grave peligro. Por ello se ordenó su muerte, que ocurrió en una emboscada en Hidalgo del Parral el 20 de julio de 1923. LA ADMINISTRACIÓN DE VENUSTIANO CARRANZA El gobierno de Carranza se inició con acierto, pese a las dificultades, y luego de que la ciudad de México fue tomada por las fuerzas constitucionalistas lanzo una convocatoria para elegir diputados que en calidad de constituyentes se reunieran en la ciudad de Querétaro para elaborar una nueva Constitución. Los nominados deberían congregarse en Querétaro, declarada capital de la República, el 20 de noviembre e iniciar sus labores el 1 de diciembre de 1916. En el mes de octubre de 1916 varios generales revolucionarios fundaron el Partido Liberal Constitucionalista, que propuso a Carranza como candidato presidencial. El constituyente, reunido en Querétaro en la fecha señalada una vez que reviso las credenciales de sus miembros, en una de las juntas preparatorias recibió al Primer Jefe, quien leyó importante documento que contenía su pensamiento político. En el proponía diversas reformas a la Constitución vigente de 1857, que consideraba adecuadas a las circunstancias en que vivía el país y con las cuales podría evolucionar pacíficamente. Este documento de Carranza no convenció a los constituyentes, cuyas ideas novedosas impulsaban a una transformación radical de la organización político social del país. El constituyente realizó sus sesiones del 1 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917, día en que se clausuro la asamblea. La Constitución elaborada en Querétaro fue promulgada por el propio Carranza el 5 de febrero de 1917. De acuerdo con la norma fundamental, al día siguiente se convoco a elecciones para presidente, diputados y senadores, las cuales se efectuaron el 11 de marzo, instalándose la XXVII Legislatura del congreso de la Unión. El 1 de mayo Carranza tomó el poder como Presidente constitucional. Posteriormente se efectuaron las elecciones para gobernadores. Para concretar, diremos que Venustiano Carranza rigió al país de la siguiente forma: 1 de febrero de 1913 al 13 de agosto de 1914, como primer Jefe del Ejercito Constitucionalista que combatió y derrocó a Huerta; 2.- Como encargado del Poder Ejecutivo del 20 de agosto de 1914 al 14 de abril de 1916, cuando volvió a la ciudad de México; 3.- Del 14 de abril de 1916 al 1 de mayo de 1917; 4.- del 1 de mayo de 1917 al 21 de mayo de 1920, fecha en que fue asesinado. Carranza integro su gabinete rodeándose de hombres prestigiosos y limpios. Pastor Rouaix en Fomento; Alberto J. Pani en Industria y Comercio; Ernesto García Pérez y Manuel Aguirre berlanga en Gobernación; Rafael Nieto en Hacienda; José Agustín Castro en Guerra y 166 Manuel Rodríguez en comunicación. Miguel Román, José Natividad Macias y César López de Lara estuvieron encargados del departamento de Justicia, Universitario y Salubridad. 167 a) El Congreso Constituyente de Querétaro. Venustiano Carranza, político arraigado en los principios liberales y fervoroso creyente en la necesidad de gobernar bajo el imperio del derecho, el respeto a las instituciones y el goce de las garantías individuales, al expedir el 14 de septiembre de 1916 el decreto que modifico algunos de los puntos del Plan de Guadalupe, reconoció que era indispensable para realizar las reformas sociales que el país exigía, “convocar a un Congreso Constituyente, por cuyo conducto la nación entera expresa de manera indubitable su soberana voluntad”. Ese congreso explicaba claramente el decreto que el “proyecto de la Constitución reformada” que le presentaría el Primer jefe, y debería realizarse en termino de dos meses, al final de los cuales se disolvería. Esas reformas, escribía en el mensaje que leyó ante el congreso el 1 de diciembre de 1916, son “reformas todas tendientes a asegurar las libertades públicas por medio del imperio de la ley, a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el funcionamiento de una justicia administrativa por hombre probos y aptos y a llamar al pueblo a participar, de cuantas maneras sea posible, en la gestión administrativa.” Carranza, que aun cuando había sido alto funcionario en la administración porfirista no era hombre de toga, se asesoró en el campo de la organización jurídico-política del país con ayuda de los abogados José Natividad Macias y Luis Manuel Rojas. Posteriormente admitió el auxilio de Félix F. Palvicini y Alfonso Cravioto. A base de su idea de mantener la organización jurídico-política de México consagrada por el legado de la Constitución Política de 1857, presentó al congreso el 1 de diciembre de 1916 su Proyecto de Constitución contenido en 132 artículos más 9 transitorios, en los cuales como el mismo expresaba: “Están contenidas todas las reformas políticas que la experiencia de varios años y una observación atenta y detenida, me han sugerido como indispensables para cimentar sobre bases sólidas, las instituciones, al amparo de las que deba y pueda la nación laborar últimamente por su prosperidad, encauzando su marcha hacia el progreso por la senda de la libertad y el derecho.” El constituyente estuvo preocupado primero por la admisión de sus miembros. Varios diputados que habían militado en las filas maderistas y que habían sido miembros del bloque renovador fueron admitidos pese la oposición de Obregón. Ya constituidos se formaron en el congreso dos bloques, uno de tendencia conservadora que apoyaba el proyecto de Carranza, otro de ideas avanzadas que pesaba había que innovar formulado una constitución que además de proteger las garantías individuales, debería contener y proteger otras de tipo social por las que clamaban los grupos más numerosos de la sociedad mexicana. Entre estos, que gravitaban bajo la influencia de Obregón se encontraban Francisco J. Mújica, Esteban B. Calderón, Heriberto Jara y Rafael Martínez de Escobar. Hubo también hombres de reconocida prudencia y saber como José Natividad Macias, Luis Manuel Rojas, Pastor Rouaix, Hilario Medina. Paulino Machorro y Narváez, José María Truchuelo y Enrique Colunga. El congreso designo el 6 de diciembre la Comisión de Constitución en la que estuvieron Francisco J. Mújica, que fue uno de los elementos mas valiosos por su recia formación obtenida en el seminario de Jacona; Enrique Colunga, Luis G. Monzón, Enrique Recio y Alberto Román, a las que se unieron posteriormente Paulino Machorro y Narváez, Hilario Medina, Arturo Méndez, Agustín Garza González y Heriberto Jara. 168 El congreso debatió el proyecto de Carranza y aprobó las reformas que contenía relativas a la organización política del país, que mantenía en esencia el esquema de la constitución de 1857. En algunos aspectos se inspiraron en las ideas de Emilio Rabasa, critico del porfirismo. Radicalizados varios de los constituyentes por la actitud de la Iglesia en la época de Huerta, al discutir los artículos 3 y 129 (que se integraron luego en el 130) concernientes a la libertad de enseñanza y materia religiosa, las discusiones tomaron un claro matiz anticlerical que prologaba las tenidas el pasado siglo por los reformistas de 1833 y 1857. Piedras de toque y origen de cambios profundos en la Constitución, a tal grado que de ello brotó un nuevo código fundamental, fueron las discusiones relativas a la propiedad de la tierra y los derechos de los trabajadores. Los constituyentes influidos por los reclamos de los campesinos, cada día más urgentes y agudos, que no se habían cumplido durante la Independencia y de Reforma, y también por las justícimas peticiones de los asalariados de las fábricas. Tomaron en consideración tanto los principios de los clubes y del Partido Liberal y los contenidos en las proclamas de los campesinos concentrados en el Plan de Ayala. Algunos diputados, preocupados más por el aspecto jurídico formal de la Constitución, creyeron que éste debía contener declaraciones amplias, generales, sin entrar ella misma a la descripción minuciosa del problema agrario y del laboral, lo cual debía aparecer en leyes secundarias. La opinión de los radicales, menos formal pero más realista, pensó que la Constitución debía contener en forma amplia las reformas a esos dos aspectos que encerraban ya no garantías de tipo individual, sino social, que trascendían al puro individuo , como eran las que se consignaban en los códigos liberales, y protegían a la sociedad entera, principalmente a aquellas fracciones que durante siglos habían sido explotados y olvidadas y a las que era indispensable defender en forma bien definida, sin dejar a la interpretación de los juristas ni a leyes de menor importancia los principios por los que más de 100 años se había luchado y por los cuales mucha sangre se había derramado. De una vez por todos los constituyentes de Querétaro quisieron asegurar, como principios fundamentales que cambiaran radicalmente el sentido de la Constitución las garantías sociales que el pueblo de México bebía gozar. Bajo estos lineamientos, al estudiar el artículo 5 del proyecto varios diputados se mostraron inconformes con su contenido y propusieron que dada la importancia de esa materia debería de tratarse por separado. Una comisión integrada por José Natividad Macias, Pastor Rouaix y de los Ríos, con asesoría de José inocente Lugo, director de Trabajo de la secretaria de Fomento, estudió concienzudamente el problema y presentó un proyecto bien fundamentado que al ser aprobado por el congreso se convirtió en el artículo 123. Respecto al artículo 27 referente a la propiedad de la tierra ocurrió algo semejante, Pastor Rouaix, José Natividad Macias, de los Ríos y José Inocente Lugo, asesorados por Andrés Molina Enríquez, quien en varias obras se había ocupado de los problemas del campo y en su Plan de Texcoco había propuesto una solución al problema, fueron los encargados de elaborar un proyecto, que tras cuidadosos estudios y varias discusiones, fue presentada el 24 de enero de 1917, y aprobada el 30. Amplias y acaloradas discusiones ocasionó también la redacción, discusión y aprobación del artículo 3 referente a la enseñanza. En el se consigno la obligatoriedad de la educación, que 169 debería proporcionar el Estado gratuitamente, el cual tenia derecho de vigilar a las instituciones particulares encargadas de impartirla. El estado se arrogaba el derecho, de impartir una educación que lo fortaleciera, que impusiera la unidad nacional y por ello él debería ser el que dictara las normas y el sentido de la enseñanza. La discusión de este artículo encendió viejas polémicas tenidas ya con el movimiento reformista y abrió otras nuevas, influidas por las ideas socio-políticas en boga, sostenidas éstas fundamentalmente por Mújica y Monzón. Discusión semejante produjo el estudio del artículo 130. En ella se esgrimió más un ambiente anticlerical que antirreligiosa y el estado quedo con el derecho de controlar legalmente a la Iglesia, de ejercer una vigilancia directa de sus propiedades, que se definieron como propiedad de la nación. El congreso discutió asimismo la postura relativa al sistema político a adoptar, el parlamentarismo por un lado y por otro el presidencialismo. El realismo político se impuso y México siguió unido al sistema presidencialista más acorde con la tradición y el desarrollo del país. Concluidas las deliberaciones el Constituyente se disolvió. b) Aspectos del gobierno de Venustiano Carranza. El día 11 de marzo de acuerdo con lo previsto, SE CELEBRARON LAS ELECCIONES GENERALES. Se instalo la XXVII Legislatura y la comisión respectiva declaró que era Presidente electo de la República, de esa fecha al 30 de noviembre de 1920, Venustiano Carranza, quien rindió protesta el 1 de mayo. Al ascender Carranza a la Presidencia, el panorama que se le presento no era nada halagüeño. En el sur, las fuerzas zapatistas representaban una continua amenaza. Para domínalos, se comisionó al general Pablo González, quien emprendió feroz lucha contra los zapatistas. Fue necesaria la traición de Jesús Guajardo para eliminara Emiliano zapata, asesinado en Chinameca el 10 de abril de 1919. En el norte, Francisco villa representó una pesadilla para la administración carrancista, tanto desde el punto de vista interno como por las dificultades que provocó en Estados Unidos. Los ataques relampagueantes sobre algunas ciudades, Parral y ciudad Juárez en abril y junio de 1919, hicieron ver al presidente que tenia en tierras norteñas a un enemigo de cuidado. En la zona Huasteca actuaba Manuel Peláez, agente de las compañías petroleras enseñoreadas de la región, quien mantenía constante agitación y fue uno de los hombres que motivaron el asesinato de Carranza en Tlaxcalantongo, zona que dominaba Peláez. Las continuas amenazas de rebelión de Félix Díaz, auspiciadas por porfiristas agazapados, significaban también un peligro, al igual que los diversos grupos armados sin bandera que inquietaban a la República. La política económica exterior. Venustiano carranza como Primer Jefe, tuvo que enfrentarse a las dificultades surgidas con los Estados Unidos. La intervención estadounidense y la ocupación de Veracruz, que fue rechazada unánimemente por el pueblo, lo fue también por parte de Huerta y de Carranza. 170 La postura de los comisionados de Carranza en la conferencia de Niagara Falls revela la tónica de su gobierno, consistente en no tolerar forma alguna de intervención en la política nacional. La posición que adopto también frente al envío de la expedición punitiva que pretendía castigar a Villa, confirma incluso su respeto y defensa de la soberanía nacional. El mes de septiembre de 1918, en su mensaje al congreso afirmó que “Todos los países son iguales y deben respetar mutua y escrupulosamente sus instituciones, sus leyes y su soberanía” y “ningún país debe intervenir en ninguna forma y por ningún motivo en los asuntos interiores de otro”, sometiéndose al principio de la no intervención. Como estrategia política, Carranza, aprovechando la grave situación provocada por la Primera Guerra Mundial (1914-1918), a la que entraría Estados Unidos y como medio de presionar este país, entablo negociaciones con Japón y Alemania para obtener armamento, y permitió realizar una campaña germanista en México, que ofrecía a nuestro país auxilio para recuperar el territorio perdido con motivo de la guerra de 1847 y otros beneficios más. Las indiscreciones de los germanistas fueron tan grandes que el gobierno del presidente Wilson se alarmó, y dio lugar al retiro de la expedición punitiva de Pershing y el reconocimiento oficial del gobierno carrancista. El problema económico. Después de varios años de lucha, la situación económica de México era difícil. Los grupos contendientes no habían podido aplicar una política congruente que permitiera organizar la economía, sanear la hacienda pública, estabilizar el crédito y la moneda e incrementar debidamente el desarrollo de la industria, de la agricultura y la ganadería. En aquel momento como ahora, el petróleo sirvió para estabilizar la economía. La situación bélica existente provocó gran demanda de combustible y esa coyuntura fue hábilmente aprovechada por el gobierno para arbitrarse fondos. Por otra parte, los constituyentes de 1917 habían refrenado un sano principio contenido en la legislatura española que asignaba el dominio directo de los depósitos del subsuelo a la nación, la cual debería fijar las condiciones de su explotación. El artículo 27 constitucional expresaba claramente que el subsuelo era propiedad de la nación y que solo esta podía hacer concesiones para su explotación a las personas físicas o morales constituidas conforme a las leyes mexicanas. Basado en esas disposiciones el gobierno puso fin a la exención de impuestos de que gozaban las compañías petroleras. El 13 de abril de 1917 creó un impuesto del timbre que gravó con 10% la producción petrolera, y el 19 de abril de 1918 estableció otro en calidad de regalía sobre terrenos adquiridos antes del 1 de mayo de 1917 y sostuvo que el petróleo del subsuelo pertenece a la nación, por lo cual las compañías deberían solicitar permiso para hacer perforaciones. Estas imposiciones y restricciones darían lugar a reclamaciones por parte de las compañías petroleras y gobierno de Washington. El gobierno por conducto de Luis Cabrera y de Alberto J. Pani encaminó sus finanzas racionalmente para solventar la deuda pública que llegaba a 607 millones de pesos en 19119, correspondiendo 189 al régimen de Huerta y 408 al de Carranza. La deuda interna ascendía a 115 millones. La administración se enfrento a varios problemas como fueron la escasez de moneda metálica, el alza del precio de la plata, la incautación de los bancos y la falta de fondos y 171 empréstitos. Se acuñaron monedas de cobre y las platas fueron de menor ley para evitar su ocultamiento y acaparamiento. Se acuñaron monedas de oro de varias denominaciones y el peso se estabilizo dos por un dólar. Se estudió la creación de un Banco Único de Emisión, que se fundaría posteriormente, aun cuando entonces se creo la Comisión Monetaria. En 1917 se realizó el primer Congreso Nacional de Industriales, en el que se discutieron y aprobaron las necesidades de levantar un censo industrial, la creación de un Banco de Industria y Comercio, y la protección arancelaria para proteger la naciente industria mexicana. Atención especial se presentó a la reconstrucción de las líneas férreas, tan maltratadas durante la revolución, la mejoría de la red telefónica y telegráfica, la apertura de algunas rutas y el mejoramiento de los puertos. Al consolidarse la moneda, el poder adquisitivo de la población aumentó. El movimiento obrero. Los obreros, que habían comenzado a organizarse en forma más sistemática desde principios de siglo, motivados por las doctrinas socio-liberales de los Flores Magón, de los clubes liberales y las ideas anarco sindicalista, y cuya lucha en pro de una mejor situación preludiaron la revolución, celebraron en Veracruz en 1916 un congreso en el que precisaron sus posiciones políticas. La entonces sustentada se inclinó por fortalecer su organización, manteniéndose independiente de la política gubernamental. Un segundo congreso se efectuó en Tampico en 1917, mostró que entre los obreros existían dos tendencias, una la anarco sindicalista independiente de la política oficial, y la otra, encabezada por el grupo que dirigía Luis N. Morones, que pensaba resultaba benéfico entenderse con el gobierno y con su apoyo obtener mejores beneficios. Del congreso efectuado en Saltillo en 1918 surgió la Confederación Regional Obrero Mexicana, CROM, que encabezó Morones durante largos años, y que sirvió de instrumento político al estado. Un grupo más radical, que no deseaba transacción alguna con el gobierno, creó posteriormente la Confederación General de Trabajadores. La situación política Aparte de los problemas que crearon los grupos enemigos de la revolución y de Carranza, la situación se fue normalizando, pero al transcurrir los años de 1917 a 1919 el horizonte se enturbió en vísperas de las elecciones que se efectuarían en 19120 para suceder a Carranza, a los gobernadores de los estados y al Congreso. Para ocupar la Presidencia sobresalían nuevamente Álvaro Obregón y Pablo González, quienes habían contenido con el Primer Jefe al celebrarse los comicios de 1917. Obregón, además de ser diestro militar era hábil político. Ágil e inteligente, miembro de una generación joven que advenía a la Revolución con nuevas ideas tenía prestigio en el ejército, sobre todo al estimarlo como vencedor de Villa. Jefe de una columna Victoriosa, pudo percatarse como los intereses políticos se imponían sobre las consideraciones militares y como era necesario un gobierno fuerte que contuviera las ambiciones de los caudillos. Cuando decidió seguir el camino del constitucionalismo, y no a Villa, optó por la legalidad y la concordia, pero cuando estuvo sujeto a la autoridad de Carranza, hombre lento y terco en ocasiones, empezó a sentir que el Presidente pertenecía a otra generación y que sus ideas y procedimientos no concordaban con los suyos. Eso lo llevo a renunciar a la Secretaria de Guerra que había 172 ocupado en el periodo constitucionalista y volverá su tierra natal, en donde vigiló atentamente los acontecimientos y fortaleció la amistad que tenía con militares prestigiados. En el año de 1916 se creo el Partido Liberal Constitucionalista al que se adhirieron importantes políticos; Basilio Badillo, Rafael Martínez Escobar, Luis León y Aurelio Manrique, quienes no se plegaron a la política de Carranza. En agosto de 1917 se fundó el Partido Nacional Cooperativista, que intentaba por medio del cooperativismo mejorar la economía del pueblo. Lideres de las organizaciones obreras, como morones crearon el Partido Laborista Mexicano, que se agrupo en torno de los presidentes en turno adhiriéndose a su política y manipulando a sus trabajadores. El Partido Laborista Mexicano cobró enorme fuerza durante los regimenes de Obregón y Calles, a los que sirvió eficazmente. El Partido Comunista Mexicano que se había creado antes, apareció oficialmente en 1919, para “derrocar al capitalismo, establecer la dictadura del proletariado. En junio de 1920 apareció el Partido Nacional Agrarista que agrupó antiguos zapatistas. En los estados surgieron a su vez diversos partidos de vida efímera, como el Partido Socialista del Sureste, el partido Socialista del Trabajo y otros que creando una conciencia firme en varias entidades. En 1919, ante la efervescencia política que se desató, Carranza exhortó a los partidos a aplazar a finales de ese año la campaña política. El general Obregón distanciado ya de Carranza, envió a éste, el 1 de junio, un telegrama en el que le informaba había lanzado un manifiesto a la ciudadanía postulándose como candidato a la presidencia, en el cual además de presentar su programa de gobierno, atacaba a la administración por su falta de honestidad y su incapacidad para imponer la paz a la nación. La candidatura de Obregón fue apoyada de inmediato por varios partidos. El 6 de agosto inició su campaña electoral en Sonora acompañado por Roque Estrada, el compañero de gira de Madero. Poco tiempo después el general Pablo González apoyado por el Partido Liberal Independiente, del estado de México y la Liga Democrática lanzo su candidatura. Las relaciones entre Carranza y los partidarios de Obregón se fueron haciendo más tirantes. En el Congreso, los obregonistas lograron que se retiraran al presidente las facultades extraordinarias en materia hacendaría y lograron remplazar en el Poder judicial a carrancistas, colocando a simpatizantes de Obregón. Ante esta situación carranza quiso imponer la candidatura de Ignacio Bonilla, hombre ignorado, sin antecedentes en la lucha revolucionaria, a quien se hizo regresar a México, pues ocupaba un puesto oficial en Washington. Carranza peso que Bonilla podía ser un hábil instrumento en sus manos, hasta que se consolidara el país, y por medio de Luis Manuel Rojas instrumento la creación del Partido Nacional Democrático, que postulo a Bonilla. La imposición de su candidatura disgustó a los simpatizantes de Obregón, que empezaron a sufrir ataques y agresiones. El Congreso, en el que existía libertad de expresión y pluralidad autentica de opiniones, atacó al Presidente. Carranza al tratar de imponer su autoridad, que veía mermada, tuvo dificultades con el gobierno de Sonora, que simpatizaba con Obregón. Decreto que las aguas de sus ríos eran federales y su uso debía autorizarlo el centro. Rechazo las negociaciones que Adolfo de la Huerta había celebrado con los Kakis y se disgusto cuando Plutarco Elías Calles, que era su secretario de Industria y Comercio, renunció a su puesto para marchar a Sonora, en donde 173 apoyo la candidatura obregonista. Para intimidar a los sonorenses, ordenó que el general Manuel M. Diéguez, quien tenía gran prestigio y ascendencia entre los militares, fuera a Sonora para dominar a los yaquis. El gobernador Adolfo de la Huerta, el 9 de abril de 1920, celoso de la soberanía de su Estado pero también coaligado con el grupo obregonista, exigió de carranza una explicación por ese ultimo hecho, la cual decía, sino era satisfactorio, provocaría una conflagración que sin duda envolvería a toda la República. Carranza replico airadamente que no estaba dispuesto a discutir con un gobernador la conveniencia o inconveniencia de los movimientos militares dictados dentro de sus facultades, y que si el gobernador De la Huerta creía que se violaba la soberanía de su estado, podía recurrir a la Suprema Corte. De la Huerta apoyado en el grupo obregonista, esperaba la respuesta airada de Carranza. Por ello nombro desde el mes de abril al general Calles jefe de operaciones. Álvaro Obregón entre tanto había ido a la ciudad de México para testimoniar en el juicio seguido contra el felicista Roberto Cejudo, logró ponerse de acuerdo con Pablo González para combatir a Carranza. Sin embargo cuando iba a ser detenido pudo escapar, ayudado por Margarito Ramírez, disfrazado de ferrocarrilero rumbo a Chilpancingo, en donde lanzo un manifiesto contra Carranza. Después siguió su viaje al norte. El 23 de abril de 1920, en Agua Prieta, lanzó un plan en el que acusaba a Carranza de haberse constituido en jefe de un partido político, de querer imponer a un presidente desdeñando el voto popular, de haber violado las garantías individuales y la soberanía de los estados, por lo cual se le desconocía cesándosele de sus cargo, y agregaba que “el gobernador constitucional de Sonora tomaría la jefatura suprema del Ejército Liberal Constitucionalista, el cual tendría además las facultades necesarias para la organización política y administrativa del movimiento.” El Plan de Agua Prieta fue inmediatamente secundado en toda la República, que contó ya con el apoyo de los gobernadores, ni de parte del Congreso, ni de la mayor parte de los militares, pensó que en tanto la lucha se desidia debería establecer su gobierno en Veracruz, al igual que lo había hecho con anterioridad y así decidió salir de la capital, lo que hizo el 7 de mayo. Nuevamente en un largo convoy ferroviario instaló a sus colaboradores y a su cuerpo secretarial custodiado por Francisco Murguía, Lucio Blanco, Pilar R. Sánchez, Agustín Milán, Juan Barragán, Francisco L. Urquizo y Francisco P. Mariel. El viaje de Carranza a Veracruz se convirtió en una tragedia que se inició cuando apenas salía de la ciudad de México, pues diversas partidas enemigas atacaron el convoy en la Villa de Guadalupe, Apizaco y Rinconada, Las vías del ferrocarril fueron levantadas y obstruidas. En Aljibes la situación se hizo desesperante, pues el resto del camino estaba ocupado por los contrario. Entonces, el Presidente dispuso que los cadetes que lo acompañaban regresaran a la capital y él junto con unos cuantos fieles, se interno a caballo por la sierra de Puebla, tratando de alcanzar el litoral veracruzano. En el transcurso del viaje, narrado épicamente por el general Urquizo, se encontró con Rodolfo herrero, que en la noche del 20 de mayo de 1920, sorprendió con varios hombres a la cansada expedición con descargas de fusilería dirigidas al sitio en donde descansaba el Presidente. Varios de sus acompañantes lograron salvarse y auxiliados por gente del pueblo condujeron el cadáver de Carranza a la ciudad de México el 23 de mayo; habiéndolo recibido 174 el cuerpo diplomático que lo respetaba y el pueblo de la capital. El cuerpo fue inhumado en panteón de Dolores y en la ceremonia estuvieron presentes sus fieles amigos. El mismo día de su sepelio, el Congreso, en parte atemorizado yen parte acomodaticio, expidió una convocatoria para celebrar elecciones y transmitir poderes el 30 de noviembre, y eligió, como presidente provisional a Adolfo de la Huerta. LA ADMINISTRACIÓN DE ADOLFO DE LA HUERTA Adolfo de la Huerta subió al poder en medio de una gran confusión. El grupo carrancista se había dividido, al igual que los partidarios de Zapata. Por lo menos esta escisión permitía al gobierno mayor estabilidad. Diversas partidas anti carrancistas merodeaban sin bandera y había que someterlas. Mas grave era la presencia de Villa en el norte y en el sur de erráticos partidarios de Félix Díaz. Con Villa pronto entro De la Huerta en arreglos y Félix Díaz se retiro del país. Pablo González fue acusado de preparar una revuelta, fue sometido a juicio y expulsado del país. Las gavillas en armas fueron dominadas poco a poco y varios generales inquietos y poco escrupulosos aceptaron los “cañonazos de cincuenta mil pesos” que Obregón empleaba para aplacarlos. De esta suerte la paz se fue consolidando durante la corta administración de Adolfo de la Huerta, hombre honesto y patriota, pero sin carácter ni energía. El allanó a su paisano Obregón, el camino para llegar a la presidencia. En efecto, al celebrarse las elecciones, en las que contendieron Obregón y el ingeniero Alfredo Robles Domínguez, Triunfo Obregón, quien tomo posesión como Presidente Constitucional el 1 de diciembre de 1920, cargo que abandonó el 30 de noviembre de 1924. 175 CUESTIONARIOS HISTORIA DE MÉXICO 1821-1920 I.- DEL PRIMER IMPERIO AL GOBIERNO DE JUÁREZ. A.- EL PRIMER IMPERIO MEXICANO 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) ¿Qué clases sociales prefería un régimen Republicano? ¿Qué clases sociales prefería un régimen Monárquico? ¿En que año las cortes españolas declararon nulo el Tratado de Córdova? ¿En que fecha fue aclamado emperador Agustín de Iturbide? ¿En que año Agustín de Iturbide ordena la disolución del Congreso? ¿Cuál era la concesión que Joel R. Poinsett le pedía a Agustín de Iturbide? ¿Cuáles fueron las causas por las cuales la crisis política del Imperio de Iturbide se agudizaron? 8) ¿En que acción militar aparece Antonio López de Santa Anna que Iturbide le niega reconocer? 9) ¿De que estado de la República fue gobernador Antonio López de Santa Anna? B.- ALTERNANCIA DE GOBIERNOS FEDERALISTAS Y CENTRALISTAS 1) ¿Quién formaba el gobierno provisional después de salir Iturbide del país? 2) ¿En que año se separo Chapas y Centroamérica de México? C.- CONSTITUCIÓN DE 1824. 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) ¿En que año se inauguró el Congreso Constituyente? ¿Quién encabeza los federalistas en el Congreso Constituyente? ¿Quien encabeza los Centralistas en el Congreso Constituyente? ¿En que fecha fue adoptada, la forma Republicana, representativa y Federal? ¿Cómo se integraron los estados de la República en 1824? ¿Cómo establecía el principio de división de poderes la Constitución de 1824? ¿Quién ocupo la presidencia y vicepresidencia de la República? D) EL GOBIERNO DE GUADALUPE VICTORIA. 1) 2) 3) 4) 5) ¿Cuál fue el periodo en años que gobernó Guadalupe Victoria? ¿Cuántas Logias Masónicas se instalaron en México en este periodo? ¿Quién y en que año se fundo la Logia del Rito Yorkino? ¿Desde que época se estableció en México la Logia del Rito Escocés? ¿Qué funcionario del gobierno de Guadalupe Victoria obtiene el primer préstamo y qué cantidad? 6) ¿Qué dirigente de la Logia Escocesa se revelo en contra de Guadalupe Victoria? 7) ¿Explique los intentos de España para reconquistar México? (Fraile Arenas) 176 E.- EL GOBIERNO DE VICENTE GUERRERO 1) ¿De qué manera llega al poder Vicente Guerrero? 2) ¿Quién impone a Vicente Guerrero en la presidencia de la República? 3) ¿El primer objetivo contra el federalismo fue la renuncia de? F.- PRESIDENCIA DE ANASTASIO BUSTAMANTE A SANTA ANNA. 1) 2) 3) 4) 5) ¿Cuál fue el objeto más importante de Alamán en contra de Anastasio Bustamante? ¿Por qué una de las preocupaciones de Alamán era Texas? ¿Quién impuso las ideas federalistas en el gobierno de Santa Anna? ¿En qué consistían la reformas de 1833? ¿En qué año los legisladores suprimen las reformas liberales y destituyen a Gómez Farías? 6) ¿Quién se revelo contra Santa Anna en Zacatecas y cuales fueron sus consecuencias? 7) ¿Cuáles fueron las características del gobierno centralista en 1835 y 1836? G.- GUERRA CON TEXAS 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) ¿En qué consistió la doctrina del destino manifiesto? ¿Cuáles fueron los territorios españoles de que se adueño Estados Unidos? ¿Qué ministro de Estados Unidos quería comprar Texas? ¿Cuál fue el informe dado por Manuel Mier y Terán sobre los límites fronterizos? ¿Quién dirigió los primeros brotes de rebelión en Texas? ¿Quién hizo prisionero a Santa Anna? ¿En qué consistían los Tratados de Velasco? ¿En qué consistió la guerra con Francia? (guerra de los pasteles). H.- LA SEGUNDA REPUBLICA CENTRALISTA Y LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA. 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) ¿En qué consistió el plan de Tacubaya? ¿Quién quedó como presidente provisional después del Plan de Tacubaya? Ante la negativa del congreso de someterse a las órdenes de Santa Anna éste decide… ¿Quién quedó como presidente interino ante la huida de Santa Anna a su hacienda? ¿Qué se constituyó después de disolverse el congreso en 1843? Al ser derrotado Santa Anna ¿quién ocupa la presidencia? ¿En qué consistió el movimiento separatista de Yucatán? ¿En qué consistió el intento de Lucas Alamán y el presidente para implantar la monarquía? 9) ¿En qué año se incorporó Texas a la nación estadounidense? 10) ¿Quién invadió Texas y construyó un fuerte cerca de Matamoros Tamaulipas? 11) ¿En qué año el gobierno mexicano le declaró la guerra a los Estados Unidos? 12) ¿Quién encabeza las protestas contra Santa Anna en 1847? 13) ¿En dónde enfrenta Santa Anna a las tropas norteamericanas encabezadas por Taylor? 14) ¿Qué medidas tomó Santa Anna al regresar a la capital y disolver la rebelión? 15) ¿A qué ciudad Santa Anna traslado los poderes presidenciales ante la entrada del ejército estadounidense? 16) Después de salir de la ciudad de México Santa Anna renuncia ¿quién lo sustituye? 17) ¿En qué consistieron los tratados de Guadalupe Hidalgo? 18) ¿Cuáles fueron las características del gobierno dictatorial de Santa Anna? 177 19) 20) 21) 22) 23) 24) 25) 26) ¿En qué consistió el problema de La Mesilla? ¿Qué poder y títulos aceptó Santa Anna? ¿Cuál era el lema del gobierno de Santa Anna? ¿Quién encabeza el Plan de Ayutla? ¿En qué fecha Florencio Villarreal proclama el Plan de Ayutla? ¿En qué fecha abandona Santa Anna el país? ¿A quién eligieron como presidente interino los partidarios del Plan de Ayutla? ¿A quiénes de la generación de los liberales convoco Juan Álvarez? I.-DEL GOBIERNO DE COMONFORT A LA GUERRA DE REFORMA. 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9) 10) 11) 12) 13) 14) 15) 16) ¿Cuál fue el periodo que gobernó el país Comonfort? ¿Cuáles fueron los logros del gobierno de Comonfort? ¿Qué decretos expidió Comonfort? ¿En qué consistía la Ley Lerdo? ¿En qué consistía la Ley Lafragua? ¿Cuál fue la actitud de Comonfort frente a la reforma? ¿Cuáles eran los puntos que postulaba el Plan de Tacubaya? ¿Quién sustituyó a Comonfort en la presidencia? ¿Cuáles fueron las proposiciones de Miramón que no fueron aceptadas por Juárez? ¿Cuáles son las características del proyecto político de nación de Degollado? ¿En qué consistían los tratados de McLane-Ocampo? ¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la democracia? ¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la constitución y leyes liberales? ¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la Religión? ¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la justicia social? ¿Cuál era el propósito de la autodeterminación y política internacional en el movimiento liberal? 17) Describa en forma breve la lucha de los tres años a partir del 17 de diciembre de 1857. J.- EL GOBIERNO DE JUÁREZ Y LA INTERVENCIÓN TRIPARTITA INTERNACIONAL. 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9) 10) ¿Cuáles leyes trato Juárez de aplicar al legar a la presidencia? ¿Como estuvo constituido el gobierno de Juárez al llegar a la presidencia? ¿Como ocurrieron las muertes de Ocampo y de Degollado? ¿Cuáles eran los orígenes de la deuda exterior de México en 1861? ¿En que consistió la doctrina del destino manifiesto? ¿Enumere las características del desarrollo de Estados Unidos y Francia? ¿Quien era el candidato a ocupar el trono de México? ¿En que fecha suspende le presidente Juárez el pago de la deuda exterior? ¿En que fecha fue firmada la convención de Londres? ¿Cuáles fueron las negociaciones de Doblado con los representantes de España, Inglaterra y Francia? 11) ¿En qué consistían los tratados de La Soledad? 12) ¿Qué ciudadanos debían crear el ambiente necesario para el establecimiento del trono? 178 K.- LA INTERVENCIÓN FRANCESA Y LA CONVENCIÓN DE MIRAMAR. 2) 3) 4) 5) 6) 7) 8) 9) 10) 11) 12) 13) 14) 15) 16) 17) 18) 19) 20) 21) ¿Qué general liberal fue nombrado jefe de las armas mexicanas? ¿Qué general francés encabeza la intervención francesa? ¿Qué general derrota en Puebla a los franceses? ¿En qué fecha los mexicanos derrotan al ejército francés en Puebla? ¿Cuál era el proyecto de Napoleón III después de conquistar México? ¿A cuántos hombres le autorizó el Congreso Francés a Napoleón III para enviar a México y al mando de qué general? ¿De qué epidemia murió Ignacio Zaragoza? ¿En qué consistían las instrucciones que Napoleón III dio a Forey y que marcaban la política a seguir? ¿Qué general sustituyó a Ignacio Zaragoza? Forey toma preso a González Ortega y ¿a dónde fueron remitidos los oficiales? ¿De qué mercancías para la guerra autorizó el gobierno de los Estados Unidos para su venta al ejército francés? ¿Qué pensaban los franceses acerca del clero? ¿Cuáles fueron los puntos que resolvieron para formar una Monarquía el Supremo Poder Ejecutivo? ¿Quiénes integraban el Supremo Poder Ejecutivo? ¿En qué fecha y quiénes celebraron la Convención de Miramar? ¿Cuáles fueron los compromisos de Napoleón en la Convención de Miramar? ¿En qué fecha se firmó el pacto de Miramar? ¿En qué fecha llegaron a Veracruz los emperadores Maximiliano y Carlota? ¿Cómo apoya Lincon a Juárez? ¿En qué consistieron los convenios entre José Ma. Carvajal y Daniel Woodhouse? L.- LIBERALES Y CONSERVADORES 22) 23) 24) 25) 26) 27) 28) 29) 30) 31) 32) 33) 34) 35) 36) 37) 38) 39) 40) ¿Cuáles liberales destacados invitó Maximiliano a su gabinete? ¿Cuáles fueron los obstáculos para formar el ejército imperial de Maximiliano? ¿Cuáles fueron las causas del destierro de Miramón y Márquez? ¿Cómo fueron las relaciones entre Maximiliano y la Santa Sede? ¿Cuáles fueron los puntos más sobresaliente entre el gobierno de Maximiliano y la Santa Sede? ¿Cuál era el contenido del Estatuto Provisional del Imperio? ¿Cómo fueron las presiones norteamericanas contra Francia en 1865? ¿En qué fecha Napoleón III anula el tratado de Miramar? ¿A quién le pidió ayuda Carlota para salvar el trono de Maximiliano? ¿En qué fecha captura Porfirio Díaz la Cd. De México? ¿En qué fecha fueron fusilados y dónde Maximiliano, Mejía y Márquez? ¿Cuál es la apotema de Juárez? ¿Cuáles fueron las acusaciones de Juárez contra González Ortega? ¿Cuál fue el error de Juárez al disolver el ejército? ¿Cuáles fueron las tareas educativas y quién las encabezó? ¿Quién encabezó El Plan de la Noria? ¿En qué fecha murió Juárez? ¿En qué periodo ocupó Lerdo la presidencia? ¿En qué consistía el Plan de Tuxtepec en 1876? 179 II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO. A.-EL PORFIRISMO Y SU DETERIORO SOCIAL 41) 42) 43) 44) 45) 46) 47) 48) 49) 50) 51) 52) 53) 54) 55) 56) 57) 58) 59) 60) 61) 62) 63) 64) 65) 66) 67) 68) 69) 70) 71) 72) 73) 74) 75) 76) 77) 78) 79) 80) 81) ¿Explique las dos fases del desarrollo de la economía y la sociedad del Porfiriato? ¿Cuál era el lema del dictador Porfirio Díaz? ¿Cuál era la filosofía persistente en el Porfiriato? ¿En qué fecha se hizo cargo del poder ejecutivo Porfirio Díaz? ¿Quiénes integraron el segundo gabinete del presidente Porfirio Díaz? ¿Cómo controló las rebeliones en contra de su gobierno Porfirio Díaz? ¿Quiénes fueron los candidatos a suceder a Porfirio Díaz en 1880? ¿Quién sucedió en la presidencia a Porfirio Díaz en 1880? ¿En qué fecha entrega Díaz el poder a Manuel González? ¿Cuáles eran las demandadas que exigía el gobierno de los Estados Unidos a Porfirio Díaz para su reconocimiento? ¿En qué fecha se otorga el reconocimiento de los Estados Unidos al gobierno de Díaz? ¿Qué cargo ocupo Porfirio Díaz en el gobierno de Manuel González? ¿En qué consistían las reforma al artículo 79? ¿En qué fecha inició Porfirio Díaz su segundo periodo presidencial? ¿En qué fecha se firma el contrato para el reconocimiento de la deuda inglesa? ¿En qué fecha se expidió el decreto sobre Deslinde y Colonización de terrenos baldíos? ¿Cuál es la rebelión más importante en el segundo periodo presidencial de P. Díaz? ¿Explique las dos fases del desarrollo económico del Porfiriato? ¿En qué consistía la Ley de Deslinde y Colonización de terrenos baldíos 1883? ¿Explique de manera general el desarrollo económico del Porfiriato desde el punto de vista de sus sectores económicos? ¿Cuáles eran las características de la hacienda porfiriana? ¿Quién encabezó al grupo de los científicos? ¿En qué consistió el Pacto de Monterrey? En el año de 1904 se crearon dos innovaciones a la Constitución para el presidente de la república, ¿cuáles fueron? ¿Cuáles eran los ideales del Partido Liberal Mexicano en el congreso liberal de 1901? ¿En qué consistían las ideas liberales sobre la cuestión agraria en 1901? ¿Cuál era la fecha de la insurrección magonista? ¿Cómo se llama el libro que publicó Francisco I. Madero? ¿A qué actividades económicas se dedicaba la familia Madero en Coahuila? ¿En qué consistió la entrevista Díaz-Creelman? ¿Cuáles fueron los asuntos que trató el presidente Díaz con el presidente Taft en Ciudad Juárez? ¿Cuál era la situación de la agricultura y la ganadería en 1910? ¿Cuál era la situación de la industria de transformación en 1910? ¿Cuáles son los aspectos financieros más importantes en la época del Porfiriato? Describe de manera breve el Comercio exterior durante el Porfiriato. ¿En qué consistió la llamada Ley de Ferrocarriles de Limantur? ¿Cómo se llamó el partido constituido por Alfonso Reyes? ¿A dónde mandó Díaz a Alfonso Reyes? ¿Quién encabezaba el partido anti reeleccionista? Madero es tomado preso en Monterrey y llevado a … ¿Qué ciudad se le dio por cárcel a Madero? 180 82) ¿Cuáles eran los puntos que destacaba el plan de San Luis? III.- LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EL TRIUNFO CARRANCISTA La sucesión presidencial y la campaña maderista 83) ¿Cuáles fueron los comentarios que hizo Porfirio Díaz en la histórica entrevista DíazCreelman? 84) ¿Cuál fue la iniciativa que aprobó el Congreso en 1903? 85) ¿Cómo se tituló el libro que publicó Madero en 1909? 86) ¿En qué fecha se constituyó el centro anti reeleccionista? 87) ¿Qué Estados de la República recorrió Francisco I. Madero en diciembre de 1909? 88) ¿A quién se eligió como candidato del Partido Nacional Anti reeleccionista? 89) ¿A qué lugares fueron remitidos Madero y Pino Suárez? 90) ¿A dónde huye Francisco I: Madero? 91) ¿En qué fecha fue firmado el Plan de San Luis? 92) ¿En qué fecha, de acuerdo con el Plan de San Luis, el pueblo debía levantarse en armas? 93) ¿Quién y cómo fueron acribillados los Hermanos Serdán en Puebla? 94) ¿En qué consistieron los tratados de Ciudad Juárez? 95) ¿En qué fecha entró Madero triunfante a la Ciudad de México? 96) ¿A quién comisionó Madero para sofocar el movimiento zapatista? La revuelta contra el régimen de Madero 97) Explique la más importante rebelión contra Madero encabezada por zapata. 98) Describa la actuación de Juvencio Robles y Felipe Ángeles contra Zapata. 99) ¿Quién creó la Ley del 6 de enero de 1915? a) El movimiento zapatista. 100) ¿En qué estado de la República tuvo influencia el Ejército Libertador del Sur? 101) ¿Qué Plan fue aceptado por los convencionistas en Aguascalientes en 1914? 102) ¿A que general comisiono Carranza para dominar a los zapatistas? 103) ¿Quién traiciona a Zapata y en qué lugar? 104) ¿En qué fecha murió Zapata? b) El Reyismo. 105) Bernardo Reyes se sublevó contra Madero. ¿En dónde fue encarcelado? 106) ¿De qué forma murió Bernardo Reyes? c) Pascual Orozco. 107) ¿Cómo se llamó el Plan de Pascual Orozco? 108) ¿Quién y en que lugar derrotan a Orozco? 109) ¿Quién lanza una campaña de desprestigio contra Madero? 110) ¿Cuáles eran las reclamaciones del embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson contra el gobierno de Madero? 111) ¿Qué organizaciones obreras se fundaron en 1912? 181 112) ¿Quiénes fundaron La Casa del Obrero Mundial? 113) ¿Qué pedía el Grupo Renovador en el memorial presentado el 23 de enero de 1913? d) La decena Trágica 114) ¿Qué escuela y cuartel se revelaron contra Madero el día 9 de febrero de 1913? 115) ¿Quién sustituyó a Lauro Villar que salió herido al ser atacado el Palacio Nacional? 116) ¿En qué consistió el Pacto de la Embajada? 117) ¿En qué fecha fue asesinado Madero y Pino Suárez? 118) ¿A qué congresistas hizo asesinar el general Huerta? 119) ¿En qué fecha disolvió Huerta el Congreso? 120) ¿En qué fecha renuncia Huerta a la Presidencia? e) Carranza y el Plan de Guadalupe 121) ¿En qué fecha se declara el Plan de Guadalupe? 122) ¿Cuáles son los puntos fundamentales del Plan de Guadalupe? 123) ¿Cuáles fueron las cuatro columnas militares que obligaron a Huerta a renunciar? f) El conflicto con Estados Unidos. 124) ¿En qué fecha el almirante F.F. Flecher ordenó ocupar el puerto de Veracruz? 125) ¿Cuál fue la posición de los carrancistas ante el Niagara Falls? 126) ¿Cuál fue la posición de Huerta en el Niagara Falls? 127) ¿Cuáles fueron las poblaciones tomadas por Obregón? 128) ¿Qué poblaciones tomó Jesús Carranza, Francisco Murguía y Antonio I. Villarreal. 129) ¿Cuál era el nombre real de Francisco Villa? 130) ¿A quién se unió Villa para atacar Ciudad Juárez? 131) ¿Cuáles son las acciones bélicas más importantes de Francisco Villa? 132) ¿Cuál era el concepto de propiedad que tenía Francisco Villa? 133) ¿En qué fecha tomo Zacatecas Francisco Villa? 134) ¿En qué fecha entró el Ejército Constitucionalista a la Ciudad de México? La soberana convención revolucionaria 135) ¿Quiénes se reunieron en la convención del 1 de octubre de 1914? 136) ¿Quiénes dominaron la convención de Aguascalientes? 137) ¿A quién se nombró Presidente de la República en la Convención de Aguascalientes? 138) ¿Quién se hizo cargo de la Presidencia al abandonarla Eulalio Gutiérrez? 139) ¿En qué consistía la ley del 6 de enero de 1915? a) La campaña contra Villa. 140) ¿Quién derrotó a Villa en Silao y León? 141) ¿En qué consistió la incursión de Villa en Columbus? 142) ¿Al mando de quién estuvo encabezada la persecución norteamericana contra Villa? 143) ¿Qué hacienda le concedió el gobierno a Villa a fin de que depusiera las armas? 144) ¿Qué partido lanza la candidatura de Venustiano Carranza? 145) ¿Quiénes integraron el gabinete de Carranza? 146) ¿En qué fecha Carranza presentó al Congreso su proyecto de constitución? 182 147) ¿Quiénes conformaron en el congreso la Comisión de Constitución? 148) ¿En qué consistían las reformas a loa artículos: 3, 27,123, 130? b) Aspectos del gobierno de Venustiano Carranza. 149) ¿En qué fecha rindió protesta como Presidente Carranza? 150) ¿Quién traicionó a Emiliano Zapata? 151) ¿En qué fecha fue asesinado Emiliano Zapata? 152) ¿En qué consistían los impuestos al petróleo en abril de 1917? 153) ¿A cuánto ascendió la deuda interna y externa en la época de Carranza? 154) ¿Quién fundó la CROM? 155) ¿Cuáles partidos políticos se crearon en la época de Carranza? 156) ¿Quién era al candidato de Carranza para la Presidencia de la República? 157) ¿Qué partido postulaba al candidato de Carranza? 158) ¿En qué consistía el Plan de Agua Prieta? 159) ¿En qué fecha fue asesinado Venustiano Carranza? 160) ¿En qué fecha tomó posesión como Presidente Álvaro Obregón? 183