historia de méxico independiente 1821-1920

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D.R. © UNIVERSIDAD ABIERTA, Jiménez No. 315, Barrio El Montecillo. San Luis Potosí, S.L.P., México
Primera edición: Junio de 2006
HISTORIA DE MÉXICO INDEPENDIENTE
1821-1920
Jorge Javier Hernández Gallardo
ÍNDICE
I.- DEL PRIMER IMPERIO AL GOBIERNO DE JUÁREZ.
A.- El Primer Imperio Mexicano
B.- Alternancia entre Gobierno Centralista y Federalista
C.- Constitución de 1824
D.- El Gobierno de Guadalupe Victoria
E.- El Gobierno de Vicente Guerrero
F.- Del Gobierno de Anastasio Bustamante a Santa Anna
G.- Guerra con Texas
H.- La Segunda República Centralista y la Revolución de Ayutla
I.- El Gobierno de Comonfort a la Guerra de Reforma
J.-El Gobierno de Juárez y la Intervención Tripartita
K.- La Intervención Francesa y la Convención de Miramar
L.- Liberales y Conservadores
II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO
El porifirismo y su deterioro social
III.- LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EL TRIUNFO CARRANCISTA
La sucesión presidencial y la campaña maderista
La revuelta contra el régimen de madero
El movimiento Zapatista
a) El reyismo
b) Pascual Orozco
c) La decena Trágica
EL GOBIERNO DE VICTORIANO HUERTA
a) Carranza y el plan de Guadalupe
b) El conflicto con estados Unidos
EL TRIUNFO DEL CONSTITUCIONALISMO
LA SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
a) La campaña contra Villa
b) Aspectos del gobierno de Carranza
OBJETIVO: Al término del curso el alumno. Comprenderá los hechos históricos que
comprenden desde el México independiente hasta la consumación de la revolución
mexicana. Las circunstancias teórico-practicas nos demostrarán que los alumnos adquirirán el
conocimiento suficiente para divulgar los hechos históricos describirlos y comprender la
formación del Estado Nacional y su consolidación.
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HISTORIA DE MÉXICO DE 1821 a 1920
Gobiernos independientes: 1821-1855
Primer Imperio Mexicano
La proclamación de la independencia mexicana se había logrado con el firme apoyo que las
clases sociales económicamente fuertes confirieron a Iturbide, y con la aceptación de
O'Donoju, un enviado de España muy poco convencido de la causa realista. El cambio de
gobierno colonial al independiente era solamente externo; se rompían las ataduras con la
metrópoli, pero se mantenían intactas las internas. La estructura socioeconómica y también la
política permanecían inalterables y, en consecuencia, habrían de agudizarse los conflictos al no
tener ya la aristocracia peninsular el freno que le imponía el gobierno español, sino que ahora,
respaldada por el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba, aumento la presión sobre los criollos
americanos y el campesinado.
De las tres garantías ofrecidas por Iturbide, la unión era la única imposible de alcanzar en
esos mementos, pues la forma en que se realizo la independencia acentúo la división de
clases, ante las diversas expectativas que cada facción tenia sobre el futuro. Los grupos
menos favorecidos compuestos por los criollos americanos y la clase trabajadora, aspiraban,
cada uno a su manera, a que se pudieran establecer las reformas económicas y sociales
contenidas en los programas de Hidalgo y de Morelos, e incluso algunos ansiaban se diera el
paso a un régimen republicano de gobierno. Por el contrario, los integrantes de la clase
acomodada, terratenientes, comerciantes y funcionarios peninsulares, esperaban que
Femando VII o algún otro miembro de la dinastía borbónica aceptara el trono mexicano, a fin de
asegurar la conservación de sus privilegios.
En medio de esta situación, Iturbide, como presidente de la Junta Gobernativa y de la
Regencia, se dedico a organizar la estructura política de la nueva monarquía, que aun
carecía de monarca. De acuerdo con la orientación constitucional del gobierno propuesto por
el Plan de Iguala, se creo electoralmente un Congreso integrado por diputados que
representaban a cada una de las provincias del país, aunque a fin de cuentas, al quedar
integrado por eclesiásticos, jefes militares y magistrados del antiguo régimen, se convirtió en
órgano representativo de los intereses de la aristocracia. Además, pronto se hicieron
presentes las luchas de partido tanto en la Junta como en el Congreso, debido a la existencia
de facciones contrarias; borbonistas, iturbidistas y republicanos buscaban la manera de
organizar el gobierno y redactar leyes que se adecuaran a sus intereses particulares, y esta
división provoco series enfrentamientos entre Iturbide y sus oponentes borbonistas que eran
mayoría en el Congreso.
Cuando llego la noticia de que en febrero de 1822 las Cortes españolas habían declarado nulo
e ilegitimo el Tratado de Córdoba, y por consiguiente se negaban a reconocer la
independencia de México, se hizo manifiesto el odio contra los peninsulares y, por supuesto,
contra los borbonistas; entonces, los iturbidistas creyeron propicia la ocasión para exaltar los
ánimos del pueblo en favor de la elección de un monarca mexicano surgido del mismo
movimiento de independencia, capaz de vengar la ofensa que el rechazo del mismo
Femando VII había inferido al pueblo mexicano. En aquel momento, para la nueva nación no
había héroe más grande que Iturbide.
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La noche del 18 de mayo de 1822 Agustín de Iturbide fue aclamado emperador por un
regimiento procedente de un ejército de 35 mil hombres, que el mismo había obligado al
Congreso a proporcionarle. Al día siguiente, el Congreso voto con el resultado de 67 votos en
favor de la proclamación de Iturbide como emperador, contra 15 que deseaban consultar con
las provincias. El pueblo mexicano, al menos los habitantes de la capital y de las provincias
más cercanas y políticamente importantes, recibió con alegría la noticia y respaldo la
proclamación de Iturbide como emperador de un enorme territorio que, con la unión
voluntaria de Centroamérica, que había aceptado durante la Regencia la invitación de
Iturbide para Independizarse y anexarse a México, comprendía desde California (hoy
Estados Unidos de América) hasta el Istmo de Panamá.
Para estar a tono con las monarquías europeas, el emperador fundo la Orden de Caballeros de
Guadalupe, reminiscencia feudal, y de alguna manera eco del criollismo nacionalista, con la que
se pretendía crear una nobleza mexicana que honrara a aquellos militares que habían
'colaborado en la independencia iturbidista. Y tanto para cimentar a la nación en un pasado
glorioso como para hacer patente el rechazo a lo español, se adoptaron insignias que
pretendían ser aztecas, en las banderas y escudos del nuevo imperio que ya había tornado el
nombre de mexicano.
Pero en medio de la euforia despertada por la inauguración de una monarquía más
nacionalista que la propuesta inicialmente, pocos se daban cuenta de que la proclamación de
Iturbide habría de anular por complete la tercera garantía del Plan de Iguala. La unión que,
como ya se dijo, era la menos real de las garantías, se rompería definitivamente al
establecerse el imperio mexicano de una manera tan apresurada y artificial, y si durante la
Regencia el Congreso e Iturbide manifestaron serias discrepancias, el descontento de los
diputados no podía terminar con la entronización de Iturbide. Muy por el contrario, pronto
empezaron a correr rumores acerca de una conspiración auspiciada por los diputados de la
facción republicana, y el emperador mando apresar a varios congresistas, acusándolos de
rebeldía. A fines de octubre de 1822, Iturbide decreto la disolución del congreso para formar
una Junta Instituyente que se integro con personas adictas al emperador y quedo encargada
de redactar una constitución, que Iturbide planeaba poner en manos de un nuevo congreso
para su aprobación. Pero ese nuevo congreso no llegaría a formarse; las medidas represivas
del gobierno, aunadas a la incapacidad de Iturbide, y de muchos de sus colaboradores, para
dar solución a los problemas más apremiantes del país fueron deteriorando la imagen del
gobierno en tanto que la oposición política seiba fortaleciendo gradualmente. Los antiguos
insurgentes, que habían visto frustrada la confianza depositada en Iturbide cuando aceptaron
el Plan de Iguala, esperaban la oportunidad que les permitiera cambiar a la monarquía por un
gobierno republicano. Además, este grupo era apoyado por Joel R. Poinsett, enviado por las
autoridades de Estados Unidos en calidad de “observador”, y quien no había podido obtener
de Iturbide la cesión del territorio tejano que su gobierno le había encomendado negociar.
Al tiempo que la crisis política se agudizaba, la situación económica del país, de por sí
catastrófica, se acrecentó debido a los gastos excesivos con que se mantenía la ostentosa
corte imperial, y a las equivocadas medidas económicas que el gobierno tomo tratando de
encontrar nuevas fuentes de ingreso; Exigió contribuciones y prestamos forzosos, prohibió la
salida de capitales al extranjero (fuga que se había iniciado por que el odio fomentado en el
pueblo contra los españoles obligo a muchos de ellos a huir con sus riquezas); confisco
grandes sumas de dinero a comerciantes españoles y comenzó a emitir papel moneda.
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En el aspecto social, existía gran desilusión éntrelas masas trabajadoras y las clases medias, ya
que en más de un año de vida independiente, no se había efectuado transformación alguna
en la estructura socioeconómica y, por el contrario, se conservaban casi inalterables los grandes
latifundios característicos del régimen colonial, aunque muchas haciendas de españoles
habían pasado a manos de propietarios criollos; se conservaba asimismo la explotación del
régimen de servidumbre, y en algunas regiones incluso se continuaba con la esclavitud, puesto
que los decretos de Hidalgo y Morelos obviamente no fueron observados. La población indígena
seguía siendo objeto de discriminación y de un trato cruel que en muchos casos dio lugar a
sublevaciones.
Ante esas circunstancias, sólo faltaba que se diera el golpe de Estado. La acción
antigubernamental habría de proceder de uno de aquellos jóvenes militares formados en la
reciente lucha de independencia, un veracruzano de reconocido prestigio militar en su región, e
incluso gobernador de la misma; acababa de tomar en San Juan de Ulúa el ultimo baluarte
español, y por ello se creía merecedor de un reconocimiento que Iturbide se negó a
otorgarle. La proclama en favor de la República me efectuada en Veracruz por ese militar, cuya
figura habría de cubrir, para bien unas veces y para mal muchas otras, una extensa y conflictiva
pagina de la historia mexicana: Antonio López de Santa Anna.
Este personaje, cuyo significativo papel en la vida política del México independiente fue —y
sigue siendo— motivo de grandes controversias, nació en el año de 1797 en Jalapa, actual
capital del estado de Veracruz, hijo de padres criollos de posición acomodada, ambos
nacidos en el puerto de Veracruz, el mas importante de la Nueva España por sus intensas
actividades comerciales. En aquel ambiente costeño se desarrollo la vida de Antonio de
Padua Maria Severino López de Santa Anna, quien desde su niñez dio muestras de una
personalidad inquieta e inclinada a las aventuras. Aunque su padre se empeñaba en que se
dedicara al comercio, Antonio logro, con el apoyo de su madre, se le permitiera ingresar a los 14
años de edad al servicio de las armas como “caballero cadete”, precisamente en el tiempo que las
tropas virreinales combatían a los insurgentes; por tanto, esta situación de guerra permitió al
joven cadete adquirir pronta experiencia en el manejo de las armas y en la aplicación de
estrategias militares, lo cual marcaría para siempre el carácter de quien habrá de ser en su vida
futura mas militar que político.
Además, en aquellos años de lucha armada, López de Santa Anna revelo cualidades de
hombre de empresa y administrador, al fundar varios pueblos en la costa veracruzana,
organizando el gobierno y las actividades agrícolas. Pero el viraje de los acontecimientos que
incline a los criollos europeos en favor de la independencia, llevarían a Santa Anna por
nuevos nimbos en aras de satisfacer su espíritu inquieto y sus ambiciones por alcanzar fama y
poder. File el quien recibió a Juan O'Donojú y lo condujo a entrevistarse con Iturbide. De ahí en
adelante, la vida del incansable veracruzano estaría ligada por más de treinta años a la vida
militar y política de la nación.
Alternancia de gobiernos federalistas y centralistas.
Crisis interna y graves conflictos con el exterior
GOBIERNO PROVISIONAL
Poco más de tres meses después de que Santa Anna iniciara en Veracruz la rebelión
republicana contra Iturbide, este abdico al trono y salió del país. El Congreso reanudo sus
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actividades e instituyo un gobierno provisional entregando el poder ejecutivo a un triunvirato
formado por los generales republicanos Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y Celestino
Negrete, quienes se harían cargo del gobierno mientras se organizaban las bases del nuevo
Estado.
A la caída de Iturbide, el territorio que había integrado el imperio mexicano estuvo a punto de
fragmentarse en pequeños países, porque los jefes de algunas provincias se negaban a
obedecer al ejecutivo nombrado por el Congreso. La carencia de una Constitución nacional
provocaba que en las provincias se temiera la aparición de una nueva tiranía; Guadalajara,
Zacatecas, Oaxaca y Puebla llegaron a desconocer al Congreso, mientras que las provincias del
Bajío se reunían para deliberar. Centroamérica se separo y Chiapas hizo lo mismo, aunque
esta ultima se reintegro a México el año siguiente, en 1824.
La única medida para evitar la desintegración del país parecía ser la adopción del sistema
federal que Yucatán, otro de los estados separatistas, puso como condición para mantenerse
unido a México. Sin embargo, esta opción provoco que los viejos antagonismos resurgieran bajo
nuevas banderas. En favor del federalismo (reunión de Estados libres y autónomos unidos
conforme a los principios de una Constitución general) estaban aquellas personas de tendencia
liberal radical que buscaban eliminar por completo el viejo orden social, y consideraban
llegado el momento de instituir la democracia. Por el contrario, los elementos tenían que el
federalismo resultara un cambio demasiado brusco y de graves consecuencias para un país
como México, regido hasta entonces por un gobierno central. Estas personas veían la
institución de una republica centralista como un paso lógico y necesario. En cada una de las
dos posiciones contrarias había además un ala moderada que trataba de mediar entre ambos
extremos, pero la necesidad que en aquel momento existía para unificar el país ante la amenaza
apremiante de los estados separatistas inclinó la decisión del Congreso en favor de la solución
que ofrecía el federalismo.
3.- CONSTITUCIÓN DE 1824.
PRIMERA REPUBLICA FEDERAL
El siete de noviembre de 1823 se inauguro el Congreso Constituyente integrado en su
mayoría por federalistas, encabezados por Ramos Arizpe, quienes lograron imponerse sobre los
diputados centralistas, cuyo líder era fray Servando Teresa de Mier. El 31 de enero de 1824
fue aprobada la primera Acta Constitutiva de la Nación Mexicana, que adoptaba la forma de
republica, representativa, popular y federal. El cinco de octubre del mismo año se publico la
Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, la cual, aparte de su semejanza en
el nombre, establecía una forma de gobierno similar al de la confederación de Estados
anglosajones entonces situados al oriente del territorio mexicano.
Los estados de la República mexicana se integraban de la siguiente manera: con las
Provincias de Sonora y Sinaloa, el estado Interno de Occidente; con las de Coahuila, Nuevo
León y Texas, el estado Interno de Oriente; con las de Durango, Nuevo México y Chihuahua, el
estado Interno del Norte; convertía en territorios alas dos Californias y al Partido de
Colima, y sustituía el nombre de Guadalajara por el de Jalisco y el de Santander por
Tamaulipas. La ciudad de México fue declarada residencia de los poderes de la nación y
convertida en Distrito Federal.
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La Constitución de 1824 consagraba el principio de la soberanía nacional y establecía la
división de poderes señalando las facultades de cada uno. El poder legislativo se depositaba
en una Cámara de Diputados y un Senado: los primeros serian designados mediante
elecciones indirectas, en tanto que los senadores serian dos por cada estado, elegidos por
las legislaturas locales. A semejanza también de la forma de gobierno estadounidense, el
ejecutivo quedaba constituido por un Presidente y un Vicepresidente, elegidos por las
legislaturas de los Estados y que durarían en su cargo cuatro años, prohibiendo la reelección
del presidente en el periodo inmediato; Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo ocuparon los
cargos respectivos, en el mismo mes de octubre en que fue promulgada la Constitución. Esta
ordenaba además que el gobierno de cada estado se dividiera en los mismos tres poderes
que en el nivel federal, dejando su organización a las leyes locales. Se confería el poder
judicial federal a una Corte Suprema de Justicia, y el de los estados a Tribunales de Justicia
locales.
Sin embargo, la Constitución de 1824 no rompía del todo con el pasado, pues continuaba
con la intolerancia religiosa y permitía que se conservaran los fueros militar y eclesiástico.
Además, no establecía garantías individuales; los indígenas eran incorporados dentro del
derecho común, adquiriendo ante la ley una igualdad meramente teórica respecto a los otros
sectores de población, pues al convertirse en ciudadanos, aunque se suprimieron los tributos
que pesaban sobre ellos, se verían ahora obligados a pagar impuestos y prestar el servicio
militar, en tanto que las ventajas y derechos otorgados por la Constitución eran letra muerta
para los indígenas, porque al ser analfabetas, carecían de capacidad para disfrutarlos.
Pero la transformación que México necesitaba entonces no residía en un cambio meramente
formal de leyes y decretos, que además eran incongruentes con la realidad. La
transformación debía ser sustancial, pues mientras persistieran en el orden interno las
caducas estructuras semifeudales, era inútil que se intentara adoptar un sistema legislativo y
una forma de gobierno originados en países que, como Inglaterra, Francia, Estados Unidos e
incluso España, se habían desarrollado como resultado de procesos históricos
señaladamente distintos al de México. Por el contrario, la pretendida alianza entre los grupos
de poder: las oligarquías regionales —que con el federalismo lograron la autonomía
política—, y las corporaciones eclesiástica y militar —que conservaban sus fueros y
privilegios—, constituyo una fuerte contradicción que hizo imposible una estabilidad política
duradera.
4.- GOBIERNO DE GUADALUPE VICTORIA
El primer periodo presidencial en la historia de la República mexicana, entre 1824 y 1829,
estuvo gobernado por un militar insurgente, Félix Fernández, quien había cambiado su
nombre por el de Guadalupe Victoria. Este habría de ser por cierto el único periodo
gubernamental que en aquella turbulenta época llegara a su complete termino sin
interrupción alguna, no obstante la efervescente situación política que se vivía en el país.
Tras de haberse promulgado la Constitución federalista y una vez establecido el nuevo
Estado al menos en el aspecto jurídico, se hizo mas profunda la división entre federalistas y
centralistas, como efecto de las confrontaciones entre las oligarquías y las corporaciones,
cuyos intereses encontrados dominaron el país en aquellos momentos iniciales de vida
independiente. Las primeras formas políticas de agrupamiento de tales intereses fueron las
logias masónicas, 15 órganos del liberalismo extranjero que se instalaron en México y
ahondaron la ya existente división ideológica entre las facciones políticas representantes de
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intereses ajenos, que habría de ser de funestos resultados para el desarrollo de la joven
nación mexicana.
La masonería se había introducido con anterioridad a la independencia, por medio de los
liberales españoles que pertenecían al rito escocés. Al instituirse la República este era el
único grupo político organizado, por lo que los llamados “políticos provinciales” fundaron la logia
del rito yorkino, con el apoyo, no exento de interés, de Joel R. Poinsett, representante
diplomático estadounidense a partir de julio de 1825, quien pronto imprimió a esta logia una
manifiesta y agresiva tendencia anti hispanista, muy acorde con la Doctrina Monroe, 16 cuyo
autor, el presidente James Monroe de Estados Unidos, se oponía a la influencia que ejercían los
españoles en la vida política de México, y sobre todo a los intentos de España por
reconquistar sus antiguas colonias americanas, porque esto constituía un obstáculo para los
propósitos expansionistas de su país.
En el lado opuesto, la logia escocesa defendía los intereses de los antiguos grupos de
propietarios y comerciantes que, junto con las alias jerarquías eclesiásticas y militares,
habían impulsado la independencia en 1821, y estaban ahora en favor de una reorganización
política centralista que les permitiera restaurar su antiguo poder, aunque obviamente esto no
significaba para ellos una vuelta al pasado colonial, sino la aplicación de un proyecto
destinado a recuperar el control de la economía, manejando desde la ciudad de México las redes
comerciales del país, como lo habían hecho antes de las reformas borbónicas. Hacia 1824 era
ya clara en México la identificación de los españoles y criollos europeos con las logias
escocesas, por medio de las cuales estas personas pretendían recuperar el terreno perdido
ante la promulgación de la constitución federalista creada por las oligarquías regionales.
Ambas logias fueron la base sobre la que años mas tarde se formarían los partidos
conservador (escocés) y liberal (yorkino).
La presión del grupo integrante de la logia escocesa que pretendía mantener sus antiguos
privilegios, avivo el resentimiento de los estratos medios de población, a quienes molestaba
la permanencia de la antigua jerarquía económica, burocrática y militar, por consideraría
como la principal beneficiaria del nuevo orden, situación contraria a las expectativas de
ascenso social que aparentemente había ofrecido la independencia. Esto influyo para que los
grupos medios se aliaran a las oligarquías regionales e ingresaran a las logias yorkinas.
El gobierno de Guadalupe Victoria tenía grandes proyectos para instituir el liberalismo y
obtener capital a fin de iniciar el proceso de industrialización, pero dadas las circunstancias
parecía imposible alcanzar aquellos propósitos, pues además de la crisis política, la situación
económica era muy difícil. Lucas Alamán, nombrado ministro del Interior y de Asuntos
extranjeros, se propuso obtener ayuda financiera del exterior para lo cual busco un
acercamiento con Inglaterra y, además de conseguir que el gobierno británico reconociera a
México Como nación independiente, pudo lograr dos empréstitos por un valor total de 32
millones de pesos. La búsqueda de créditos en Inglaterra y no con Estados Unidos se puede
explicar en virtud de que Alamán temía, no sin razón, comprometer a México con este país,
cuyas ambiciones expansionistas eran demostradas abiertamente por los enviados de su
gobierno.
Lucas Alamán fue una figura de singular relevancia en aquella primera época de vida
independiente de México; hijo de una familia minera mexicana que había adquirido un titulo
nobleza español, acababa de llegar al país después de una larga estancia en Europa, y su
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orientación ideológica coincidía con la de los criollos europeos, en favor del centralismo y en
contra del expansionismo estadounidense. Su cargo ministerial en el gobierno federalista de
Guadalupe Victoria obedecía a que este presidente intento mantener en su gabinete un
equilibrio entre ambas facciones contrarias. Sin embargo, Poinsett utilizo su influencia sobre los
yorkinos en el poder, a fin de provocarla caída de Alamán, quien se vio obligado a
renunciar al cargo.
El antagonismo entre ambas facciones provoco continuos levantamientos, uno de los cuales
estuvo encabezado por el general Nicolás Bravo, vicepresidente y al mismo tiempo dirigente
de la logia escocesa, quien se pronuncio en contra de Guadalupe Victoria mediante un plan
en el que pedía la disolución de toda clase de reuniones sea estas, la expulsión de Poinsett y
el cumplimiento de la Constitución. Como parte de su ofensiva, los centralistas 'vengaron la
destitución de Alamán con una campana en contra de Poinsett en la que hicieron resaltar el
hecho de que por ser protestante, el ministro estadounidense estaba ejerciendo una
influencia nociva en contra del catolicismo del pueblo mexicano. Aunque la sublevación del
general Bravo fracaso, constituyo una clara señal de la profunda división política que existía
en el país.
En medio de aquella inestabilidad política y quizás buscando sacar provecho de ella, España
intentaba conquistar con repetidas amenazas e incluso bombardeo Veracruz; en el mes de
enero de 1827 se descubrió una conspiración encabezada por un fraile de nombre Joaquín
Arenas, quien pretendía devolver México a Femando VII mediante el establecimiento de una
regencia provisional integrada por miembros del clero. Esta conspiración, que en realidad no
constituía un peligro serio por el casi nulo apoyo que tema el padre Arenas, recrudeció la fobia
hacia los españoles, que los yorkinos se encargaron de alentar, y desencadeno una serie de
ataques contra los españoles y sus propiedades. En mayo de 1827, el Congreso expidió un
decreto que prohibía a todos los españoles, incluidos los del clero regular y secular, tener
puesto alguno en la administración pública, civil o militar, hasta que España reconociera la
independencia. También en ese año se aprobó la primera ley de expulsión de los españoles, la
cual no obstante respetaba sus propiedades.
5.- GOBIERNO DE VICENTE GUERRERO
Al término del periodo presidencial de Guadalupe Victoria, se puso en evidencia que también
existía división dentro del propio partido yorkino, manifestándose una separación entre
federalistas moderados y radicales. Las elecciones se realizaron con dos candidatos de este
grupo político, los generales Manuel Gómez Pedraza y Vicente Guerrero, pero aun cuando
los votos favorecieron al primero de ellos, los radicales partidarios del segundo, inconformes
con la elección, decidieron imponerse por la fuerza mediante una rebelión que, encabezada
por Santa Anna, derroco al presidente electo y coloco a Guerrero en la presidencia en abril
de 1829. Este era el primero de una serie de golpes de Estado que posteriormente habría de
ser, más que el camino electoral, la vía de acceso al poder ejecutivo durante un lapso
continuo de casi 30 años.
Guerrero tampoco solucionaría los problemas, los cuales por el contrario se agudizaron
durante el breve lapso que ocupo la presidencia, iniciada en condiciones adversas. El
problema más agudo era el financiero, pues la situación había hecho crisis a causa de la
quiebra de la casa británica donde México guardaba sus reservas de capital. La economía
estaba en bancarrota y no pudieron salvaría las drásticas medidas tomadas por el ministro de
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Hacienda, el líder yorkino Lorenzo de Zavala, pues ante el continuo estado de guerra civil que
se vivía en México, los países extranjeros suspendieron el envío de mercancías y en
consecuencia el comercio se paralizo, interrumpiéndose los ingresos por concepto de
impuestos aduaneros. Además, el gobierno tenía una deuda de millón y medio de pesos por
concepto de sueldos atrasados a los miembros del ejército y, por si fuera poco, se veía en la
necesidad de organizar la defensa del país ante la inminente llegada de un contingente
armado procedente de España con el propósito de lograr la reconquista.
Tal defensa estuvo a cargo del general Santa Anna, quien, al lograr el triunfo contra el
invasor en septiembre de 1829, agregaba un acto heroico a su carrera militar, caracterizada
principalmente hasta entonces por encabezar rebeliones en apoyo de personas contrarias a
los gobiernos constituidos. Con este triunfo, Antonio López de Santa Anna, proclamado
“Benemérito de la Patria” por el Congreso nacional, iniciaba su propio ascenso hacia el poder
político, al ganarse la admiración del pueblo que le aclamaba como el vencedor de los
españoles. Sin embargo, el presidente Guerrero no pareció contagiarse de aquel entusiasmo
y no respondió a las expectativas de Santa Anna que aspiraba al Ministerio de Guerra.
Pero la euforia por el triunfo contra el intento de reconquista fue breve pues, al desaparecer la
amenaza de la reconquista española, el grupo centralista renovó su campana contra el
federalismo en el poder. El primer objetivo de tal ofensiva estaba encaminado a lograr la
renuncia de Zavala y la expulsión de Poinsett, propósito que los centralistas alcanzaron a
fines del mismo año de 1829, tras ejercer una muerte presión sobre el gobierno de Guerrero,
quien al poco tiempo se vio obligado a renunciar a la presidencia, siendo esta ocupada por el
vicepresidente Bustamante, respaldado por el grupo centralista.
5.- PRESIDENCIA DE ANASTASIO BUSTAMANTE
A diferencia de los gobiernos anteriores, que habían tratado de mantener un equilibrio entre
las facciones contrarias, el nuevo gobierno fue abiertamente centralista y se propuso
salvaguardar los derechos de propiedad y los privilegios de la Iglesia. Lucas Alamán ocupo
otra vez el puesto clave de ministro del Interior y de Asuntos exteriores, dedicándose a la
tarea de mejorar las condiciones económicas del país y a organizar la administración publica,
aunque para iniciar tal empresa hubo de recurrir a la represión con objeto de imponer el
orden. Por primera vez desde la caída de Iturbide, el gobierno central busco controlar al de
los estados, sobre todo en aquellos donde se manifestaban nuevas ideas liberales.
Los objetivos más importantes de Alamán fueron industrializar el país y atraer el capital
extranjero para impulsar la minería y revitalizar la agricultura. Tenía grandes proyectos para
realizar esos objetivos, y propuso la creación de un banco de fomento a la industria, un
Banco de Avio cuyas funciones consistieron en captar capital y dedicarlo a estimular la
producción de telas baratas de algodón, lana y lino. Logro además aumentar los ingresos y
reducir los gastos, así como renegociar la deuda con Inglaterra, todo lo cual le permitió ganar
la confianza de importantes sectores de la población. Sin embargo, el proyecto económico
alamanista no pudo desarrollarse plenamente, en parte porque Bustamante no logro
mantenerse por mucho tiempo en el poder, pero también porque sus medidas económicas
afectaban los intereses de quienes no compartían sus ideas sobre el progreso industrial.
Otro asunto que preocupaba a Alamán era la situación en Texas, territorio mexicano en su
mayoría poblado por familias procedentes de la Unión Americana, que habían obtenido
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permiso de colonización con anterioridad a la independencia. El gobierno novo hispano
primero, y el mexicano después, se habían ocupado muy poco de aquellas tierras tan
alejadas de los núcleos de concentración demográfica, y que en la tercera década del siglo XIX
estaban a punto de ser presa del expansionismo estadounidense. El Congreso
centralista, aconsejado por Alamán, aprobó una ley de colonización con familias mexicanas que
prohibía la entrada de más estadounidenses a Texas. Pero estas medidas, además de no haber
tenido gran acogida, llegaban demasiado tarde.
El gobierno de Bustamante file hasta cierto punto acertado en sus políticas económicas, pero las
medidas represivas con que había impuesto el orden crearon gran descontento y
propiciaron una nueva rebelión, esta vez de origen federalista que, iniciada en Veracruz por el ya
inevitable Santa Anna, fue secundado por personas de algunos estados de la República que antes
habían amenazado con separarse, entre ellos Texas.
En aquellos momentos, Santa Anna gozaba de gran prestigio como defensor de la integridad
nacional, y su imagen de prócer de la patria pesaba considerablemente en la opinión pública.
Habiendo intervenido antes para instalar a Guerrero en el poder haciendo a un lado a Gómez
Pedraza, ahora restituía a este último de manera interina al frente del ejecutivo, mientras se
convocaba de nuevo a unas elecciones que llevarían por primera vez a Santa Anna a la
presidencia, con Valentín Gómez Farías como vicepresidente, bajo la bandera del
federalismo.
PRIMER GOBIERNO DE SANTA ANNA Y REFORMA LIBERAL
Al poco tiempo de asumir el poder presidencial, S anta Anna se retiro a su hacienda en
Veracruz pretextando enfermedad y cansancio, como habría de hacerlo repetidas veces en el
futuro. Valentín Gómez Farías ocupo el cargo de presidente sustituto, y aprovecho la ocasión para
poner en practica los ideales federalistas por medio de una reforma eclesiástica y militar que, de
hecho, ya se aplicaba en algunos estados de la República, y que tenia precedente en las reformas
borbónicas del siglo XVII.
Las reformas de 1833 estaban fundamentadas en el liberalismo mexicano, y en términos
generales pretendían incautar los bienes de la Iglesia, suprimir los fueros militar y
eclesiástico, instaurar la enseñanza laica arrebatándola al control del clero, establecer la
libertad de expresión, reformar las ordenes monásticas y dar al gobierno la facultad de
distribuir los cargos eclesiásticos. Estas medidas liberales constituían un primer intento
formal de transformación socioeconómica que pretendía suprimir las caducas estructuras
semifeudales heredadas del régimen colonial, para encaminar al país hacia el progreso
económico por vía del liberalismo.
La reacción no se hizo esperar; los decretos anticlericales del gobierno de Gómez Farías
eran demasiado drásticos para que fueran aceptados, en primera instancia porque los
centralistas se habían encargado de divulgar entre la población la idea de vincular al
federalismo con la influencia estadounidense y la religión protestante, mientras se resaltaba
con insistencia la relación entre nacionalismo y catolicismo. En consecuencia, surgieron
brotes de rebelión popular por diversas regiones del país y Santa Anna decidió abandonar su
retiro voluntario para acudir al llamado de personas de diferentes facciones —incluso del
mismo vicepresidente— que lo consideraban como la única persona capaz de restaurar el
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orden en el país; asumió la autoridad presidencial en abril de 1834 y poco después convoco a
elecciones para formar un nuevo Congreso. A principios del año siguiente los nuevos
legisladores suprimieron las reformas liberales, y destituyeron a Gómez Farías. Con esto
parecía demostrarse el fracaso del federalismo, que algunos políticos atribuían al hecho de
constituir una copia del sistema de Estados Unidos, ajeno a la realidad mexicana, pero que
además se debía a la presión de las corporaciones militar y eclesiástica, que se negaban a
renunciar a sus privilegios.
Ante el fracaso del sistema federal, el centralismo gano terreno y el Congreso aprobó una
propuesta para modificar la Constitución de 1824, a fin de establecer una republica
centralista. También juzgó conveniente limitar el poder de los estados, reduciendo el número
de sus tropas militares. Esto provoco una rebelión que surgió en Zacatecas, donde el propio
gobernador, Francisco García Salinas, encabezo un ejército de cuatro mil hombres en contra
del gobierno. Santa Anna en persona se dirigió a combatirlo, dejando como encargado de la
Presidencia al general Miguel Barragán; las fuerzas de García Salinas fueron derrotadas en
mayo de 1835, y en castigo por su rebeldía, el estado de Zacatecas fue obligado a renunciar
a una parte de su territorio, con la que se formo el estado de Aguascalientes. Mientras tanto,
el centralismo sirvió de pretexto a los tejanos para iniciar el camino hacia la independencia.
CONSTITUCIÓN CENTRALISTA
Entre 1835 y 1836 el Congreso centralista elaboro una nueva constitución que se conocería
como las Siete Leyes, de marcada tendencia conservadora; establecía los derechos y
obligaciones del mexicano, reservando la ciudadanía para las personas que gozaran de una
renta anual superior a los 100 pesos, o que tuvieran privilegios especiales conferidos por el
Congreso. Se creaba un nuevo poder, el Supremo Poder Conservador, encargado de vigilar
a los otros tres poderes gubernamentales. Respecto a estos, se establecía un Legislativo
bicameral, el Ejecutivo estaría ahora en un presidente, elegido mediante el voto popular e
indirecto, extendiéndose el periodo presidencial a ocho años, y el poder Judicial se
depositaba en una Corte Suprema de Justicia. Se convertía a los estados en
“Departamentos” cuyos gobernadores, nombrados por el gobierno central, serian asistidos
por “juntas departamentales”, pues se eliminaba el poder legislativo estatal.
La nueva constitución fue promulgada por el presidente interino José Justo Corro el 30 de
diciembre de 1836, en momentos que, mientras se buscaba una solución para lograr el orden
interno, en el norte la separación de Texas era ya una realidad que los mexicanos no
estaban dispuestos a aceptar.
GUERRA DE TEXAS. ANTECEDENTES
La separación de Texas y su posterior anexión a Estados Unidos, es uno de los hechos mas
controvertidos de la historia de México, debido al trauma que represento la perdida de la gran
extensión septentrional, que paso a manos del poderoso vecino del norte, cuya ambición
expansionista, justificada por el destino manifiesto, apunto primero al territorio tejano,
sistemática y astutamente colonizado por estadounidenses desde que México estaba bajo
dominio español, utilizando luego la defensa de la independencia de Texas como un pretexto
para iniciar una desigual guerra en la que un México vencido se vio obligado a ceder al
invasor la mitad de su territorio.
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Las controversias acerca de aquellos sucesos giran en tomo a la responsabilidad de Santa
Anna, el entonces imprescindible defensor de la integridad nacional, que impulsivamente se
apresuraba empuñar las armas en cuanto la veía amenazada, o a ocupar la presidencia
cuando federalistas o centralistas, según fuera el caso, recurrían a su carismática figura para
dominar al bando contrario. Sin embargo, el caso de la separación del territorio tejano es un
problema de complejidad tal que no debe atribuirse a la acción, equivocada o no, de un solo
hombre, por más influyente que haya sido el papel de este.
La perdida del territorio septentrional mexicano constituye un fenómeno propio de la política
internacional del siglo XIX, cuando se gestaban algunos ajustes o acomodos en la relación
entre los países europeos y la emergente nación de Estados Unidos. La hegemonía colonial
europea iba siendo desplazada por los habitantes del joven país quienes, habiendo heredado
las ambiciones colonialistas de sus padres anglosajones, vislumbraron en los vastos
territorios de América un campo fértil para extender sus dominios, al amparo de una
ideología religiosa que postula la creencia en la elección y la predestinación. Así lo explica la
doctrina calvinista del destino manifiesto, sostenedora de la idea de que los triunfadores —en
los negocios y en las lides políticas— demuestran de esa manera su predestinación como
elegidos de Dios.
En esta ideología religiosa protestante seguía vigente de algún modo la “leyenda negra”
contra la España católica “destructora de las Indias”, originada durante el siglo XVI en el
marco de la lucha política entre los países anglosajones protestantes los países latinos
católicos que habían obtenido —España particularmente— una mayor tajada en el reparto
del continente americano, mientras que Inglaterra sólo pudo ejercer dominio sobre los
territorios septentrionales y algunos otros de los que se apoderó mediante acciones de
piratería.
Cuando en 1776 Gran Bretaña estableció las fronteras de sus 13 colonias independizadas, el
territorio de Estados Unidos resulto colindante con dos grandes poderes navales europeos: al
sur y oeste con España (Nueva España), al norte y noroeste con Gran Bretaña (Canadá). El
gobierno español tomo conciencia del peligro que constituía la nueva nación para sus
posesiones americanas, y procedió a tratar de estimular el poblamiento en la porción norte
del territorio novo hispano, así como establecer presidios y reforzar las fronteras. Pero los
acontecimientos se tomaron en contra de España a partir de 1789, cuando la conmoción
intencional creada por la Revolución francesa y el posterior surgimiento del imperio
napoleónico agravo la crisis interna por la que atravesaba España, y coloco sus colonias
americanas en la mira de las ambiciones expansionistas de sus enemigos europeos. Gran
Bretaña y Francia. Así tuvo que ceder a los ingleses derechos en la costa norte de California
y devolver a Francia el territorio de Luisiana, que luego (1803) Napoleón Bonaparte cedió en
venta a Estados Unidos.
Una vez adquirida Luisiana, el gobierno estadounidense empezó a reclamar Texas como
parte de ese territorio, así como el de las Floridas, por lo que se hacia necesario aclarar el
asunto de las fronteras. En 1815, tras recuperar el trono Fernando VII, comisiono a Luis de
Onis para que tratara ese problema ante el gobierno de Estados Unidos, y después de varios
años de negociaciones, en febrero de 1819 se firmo un Tratado Transcontinental entre Onis y
John Quincy Adams, representante estadounidense. España decidió sacrificar las Floridas
—territorio que de hecho ya consideraba perdido pues estaba ocupado por pobladores
estadounidenses e indígenas orillados por estos a invadir la región— a cambio de establecer
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una frontera claramente definida que respetara el territorio de Texas. Tal frontera partía de la
desembocadura del río Sabinas, siguiendo el curso del no Rojo y del Arkansas, para
continuar en línea recta hasta el paralelo 42°, esto es, el limite norte hasta el océano Pacifico.
Al vender las Floridas, el gobierno español tomo en cuenta la situación de los antiguos
súbditos que las habitaban, los cuales habían quedado expuestos alas violentas incursiones de
las tribus indígenas; por ello, autorizo el traslado de las personas interesadas en
establecerse en otras regiones de la Nueva España, otorgándoles concesiones para el
asentamiento de sus familias e incluso sus esclavos, en guerras que el gobierno ofreció de forma
gratuita. Como condiciones a cambio de aquella generosa oferta, se requería que el
solicitante: tuviese un modo honesto de vivir; Fuese católico, apostólico, romano; y jurase
obediencia al rey y a la Constitución española.
Uno de los beneficiados con aquella concesión fue Moses Austin, en su calidad de antiguo
súbdito del imperio español, a quien se le permitió trasladarse a Texas con 300 familias y sus
respectivos esclavos, otorgando 640 acres a cada familia; se les concedió además la
exención de impuestos por un periodo de siete años, y el permiso para importar libremente todas
sus pertenencias. Moses murió antes de poder establecerse en Texas, y su hijo Stephen
(Esteban) decidió aprovechar la concesión, precisamente en el momento en que México había
declarado su independencia, en virtud de lo cual se traslado a la capital del nuevo imperio para
ratificar el permiso.
El gobierno de Iturbide fue tan generoso como el de la antigua metrópoli, aunque aumento
otras condiciones para la colonización, especificando que los inmigrantes de origen
extranjero debían ser católicos (esto obviamente era difícil de cumplir tratándose de
anglosajones) y no debían establecerse en las costas o cerca de las fronteras, lo cual
permite inferir que las autoridades mexicanas estaban conscientes del peligro que implicaba
aquella colonización. Además, aunque el gobierno permitía el ingreso de esclavos, prohibía
meran vendidos dentro del país y declaraba libres a los hijos de esclavos que nacieran en
territorio mexicano. Al establecerse la República Federal en 1823, la administración del
proceso de colonización paso a manos de los estados; el gobierno de Coahuila y Texas (que
entonces era uno solo) multiplico las concesiones de tierras y esto atrajo a decenas de
empresarios y especuladores, la mayoría estadounidenses, que hicieron grandes negocios al
vender los permisos que obtenían de manera gratuita del gobierno mexicano.
Esta situación provoco gran preocupación entre los medios políticos en México, en especial
porque la prensa estadounidense se refería abiertamente a las ambiciones expansionistas de
su país sobre Texas, y también porque Poinsett y Butler, subsecuentes ministros enviados
por el gobierno de Estados Unidos, hacían ante el gobierno mexicano constantes
insinuaciones o proposiciones para la compra de ese territorio. En 1827 fue comisionado
Manuel Mier y Terán para estudiar el problema de los limites fronterizos y la situación de
Texas; Al cabo de dos años entrego un informe verdaderamente alarmante en el que se
aseguraba que Estados Unidos preparaba un ejercito de 50 mil hombres para invadir el
territorio tejano. Mier aconsejo entonces se establecieran presidios que representaran la
autoridad mexicana, colonizar la región con nacionales y europeos, y establecer aduanas
para el cobro de impuestos, puesto que ya había vencido el plazo de las primeras
concesiones de exención. Esto condujo a formular una ley de colonización que promulgo
Lucas Alamán en 1830, en un esfuerzo por contrarrestar la invasión de colonos
estadounidenses en territorio tejano; sin embargo, el remedio llegaba demasiado tarde, pues
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por esas fechas se preparaba la segunda fase del movimiento tejano destinada a convertir el
vasto territorio de Texas —que entonces contaba con 24 mil 700 habitantes de los cuales
apenas tres mil 400 eran mexicanos— en un estado separado del de Coahuila.
Con este propósito viajo Esteban Austin a la ciudad de México, pero Santa Anna, entonces
presidente (1834), rechazo la propuesta en virtud de que Texas aun no contaba con el
número suficiente de habitantes para constituirse en estado. Ante esa negativa, los tejanos
decidieron tomar acciones más drásticas; al deseo de separación se agregaba el
descontento contra las autoridades mexicanas, debido a que la ley federal de 1824 declaraba
libres a todos los esclavos introducidos al país y prohibía en adelante la entrada de personas
en condiciones de esclavitud; además, otra ley, decretada en 1835 para evitar la
especulación, prohibió a los colonos la venta de tierras otorgadas por concesión. Por ultimo, el
establecimiento del centralismo, que ocasiono levantamientos armados en otros estados de la
República como Zacatecas, sirvió de pretexto para que los tejanos hicieran lo mismo, al tiempo
que se decidían a declarar la independencia.
CAMPAÑAS DE TEXAS
Los primeros brotes importantes de rebelión tejana estuvieron dirigidos por William B. Travis,
que se apodero del presidio de Anáhuac (Galveston), y Samuel Houston, amigo del
presidente Jackson de Estados Unidos y quien, desplazando a Austin, se había convertido
en la figura dominante del movimiento. En diciembre de 1835, cayó Bejar (San Antonio), la
ciudad más importante de Texas, en manos de los separatistas. Estos hechos motivaron que
Santa Anna tomara la decisión de someter a los tejanos por la fuerza de las arnas, como lo
había hecho contra los rebeldes de Zacatecas. El ejercito de seis mil hombres que en
diciembre de 1835 encabezó Santa Anna, formado en su mayoría mediante el procedimiento
de leva, y financiado con un préstamo que obtuvo de los agiotistas, carecía del equipo
adecuado para una expedición de casi dos mil kilómetros, bajo condiciones invernales.
Aquel ejército emprendió la penosa marcha al norte y, en marzo de 1836, pudo reconquistar
tras vencer a los rebeldes refugiados en El Álamo, antigua misión franciscana. El triunfo de
las tropas de Santa Anna en este sitio, y la decisión de ejecutar a los prisioneros, basada en
un decreto mexicano que declaraba fuera de la ley y consideraba como pirata a todo
extranjero que se adentrara al país con armas, constituye uno de esas acciones bélicas de
interpretación histórica diversa, ya que responden a los intereses contrarios de los bandos
involucrados en el conflicto. Es interesante observar comparativamente ambas versiones, la
de los tejanos, que como es obvio suponer al final resultaron vencedores, sobre la “bárbara
masacre realizada a sangre fría por las huestes de Santa Anna”, presentando cifras muy
distintas a las registradas en la versión mexicana, y consagrando para la historia oficial —de
Texas en ese momento y después en general de Estados Unidos— la frase Remember the
Álamo, como un medio de enaltecer el nacionalismo y justificar las diversas incursiones
bélicas que en el futuro protagonizarían los gobiernos estadounidenses.
Por otra parte, desde el punto de vista de los mexicanos, el objetivo de la expedición
organizada por Santa Anna contra los tejanos constituía el cumplimiento de un deber legítimo
para someter a los rebeldes y defender el territorio nacional frente a la amenaza
expansionista de Estados Unidos, que apoyaba a los rebeldes con armas, dinero y
voluntarios. Ante el trauma de la derrota y la posterior separación de Texas, recayó sobre
Santa Anna toda la culpa, y así que daría para la historia oficial, porque mas tarde otros
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vencedores, compatriotas suyos en esa ocasión, se encargarían de escribir nuevas paginas de
la historia en las que sólo presentaban los fracasos y abusos de poder del personaje, sin hacer
mención de sus acciones en defensa de la patria.
Al triunfo en El Álamo el día seis de marzo se sumo días después la toma de dos sitios más,
Goliad y Encinal del Perdido. Estas victorias dieron a Santa Anna una confianza que resulto muy
perjudicial pues al enfrentarse al ejercito tejano en un lugar cercano al no San Jacinto, descuido
la vigilancia y fue sorprendido por las tropas de Houston, que lograron vencerlo y hacerlo
prisionero. Conducido a Galveston, dos meses después Santa Anna fue obligado, bajo
amenaza de muerte, a firmar los Tratados de Velasco (que no serian reconocidos por el gobierno
mexicano), en los cuales se comprometía a retirar las tropas mexicanas al otro lado del Rió
Grande del Norte (Bravo), y a no proseguir la guerra. En un texto secreto de los mismos
tratados, Santa Anna se comprometió además a lograr ante el gobierno mexicano el
reconocimiento de la independencia de Texas, ya declarada por los tejanos el dos de marzo de
1836, para después constituiría en República, con David G. Bumett como presidente, y el
federalista yucateco Lorenzo de Zavala como vicepresidente.
Después de siete meses de penoso cautiverio, Santa Anna pudo lograr que se le permitiera
viajar a Washington para entrevistarse con el presidente Jackson, quien ya sin disimulo
demostraba haber apoyado a los tejanos. En el desarrollo de la entrevista, el general
mexicano se negó a tratar asuntos de la política interna de México y cuando se le hablo de ceder
Texas a cambio de una suma de dinero, Santa Anna rechazo la simple mención del tema.
Liberado al fin, partió rumbo a México y desembarco en Veracruz en febrero de 1837, donde se
dirigió a su hacienda de Manga de Clavo.
GUERRA CON FRANCIA
La derrota en la campana de Texas me un duro golpe para los mexicanos, que no se
resignaban a perder ese territorio y a mi tenían esperanzas de recuperarlo. También la culpa de
aquel fracaso recayó en Santa Anna y esto parecía indicar que su carrera política y militar había
terminado. Sin embargo, volvió a empuñar las armas en defensa de la soberanía nacional
cuando sobrevino un nuevo ataque extranjero en Veracruz, esta vez proveniente de Francia,
cuyo gobierno decidió cobrarse con las armas Una deuda financiera. El monto de tal deuda,
exagerado por los franceses, incluía las reclamaciones de un pastelero de esa nacionalidad
avecindado en México, quien supuestamente había perdido su negocio a causa de las guerras
civiles. Impulsivo como siempre, Santa Anna fallo en su estrategia de ataque y fue herido en una
pierna de tal gravedad que fue necesario amputarla. La defensa no pudo continuar y el gobierno
mexicano tuvo que ceder ante las exigencias francesas y reconocer la deuda, con lo cual termino
la guerra. Este acto de heroísmo, agrandado por el sacrificio de su pierna, dio a Santa Anna una
magnifica oportunidad de reivindicarse ante la opinión publica, que nuevamente le considero
“benemérito de la patria”.
SEGUNDA REPUBLICA CENTRALISTA
El régimen fundamentado en las Siete Leyes derrocado en 1841 por el Plan de Tacubaya,
proclamado por el general Mariano Paredes Arrillaga. Al renunciar Bustamante, Santa Anna
file nombrado presidente provisional y se Eligio otro Congreso, también centralista, que al
crear una nueva Constitución, intento imprimirle una tendencia liberal, permitiéndola libertad
de cultos y de imprenta. El presidente Santa Anna, disgustado con la actitud de los
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congresistas que se negaban a someterse a su poder, pidió licencia y se retiro a su hacienda
en Veracruz, dejando a Nicolás Bravo como presidente interino. Se disolvió entonces el
Congreso y en su lugar se nombro una Junta Nacional Legislativa que en 1843 elaboro un
nuevo código, conocido como las Bases Orgánicas. Mediante estas Bases fue instituida la
segunda republica centralista, que anulaba el Supremo Poder Conservador creado por las
Siete Leyes, y otorgaba mayores facultades al ejecutivo, dándole un poder casi dictatorial.
Pero este gobierno centralista tampoco pudo lograr el orden interno; por el contrario, la
situación del país era católica, con múltiples y constantes cambios de presidentes quienes, por
ser además militares, abandonaban el cargo para comandar el ejército en contra de
enemigos nacionales o extranjeros, y luego regresaban a ocupar la presidencia en medio de gran
efervescencia política. En varias ocasiones Santa Anna dejó el poder supremo en manos de
diferentes personas, para retirarse a su hacienda en Veracruz pretextando alguna enfermedad, o
bien para dirigir el ejercito contra alguna sublevación interna. Esta situación de inestabilidad en la
administración pública agravo los problemas financieros del gobierno, por lo que se aumentaron
los impuestos, se decretaron préstamos forzosos y se vendieron bienes del clero. A fines de
1844, Santa Anna fue derrocado por una rebelión y desterrado; la presidencia fue ocupada por
José Joaquín Herrera, quien solo pudo mantenerse un año en el poder, cuando fue obligado a
renunciar por un golpe de Estado dirigido por el general Paredes Arrillaga, un católico
conservador.
MOVIMIENTO SEPARATISTA DE YUCATÁN
Mientras ocurrían esos cambios en el gobierno central, en otra región del país, en Yucatán,
se llevaba a cabo un movimiento separatista, iniciado en mayo de 1839 como protesta contra
la derogación del sistema federal y la imposición del gobierno centralista que anulaba su
soberanía y limitaba sus actividades comerciales. En 1840, Yucatán declaro rotas las
relaciones con México y al año siguiente presento un proyecto para decretar la total
independencia. La situación era en extreme peligrosa, porque los tejanos y particularmente
Lorenzo de Zavala, su vicepresidente (que como se recordara era yucateco de nacimiento),
alentaban a los separatistas, ofreciéndoles un tratado comercial y ayuda naval, mientras que el
gobierno estadounidense buscaba la oportunidad para anexarse la península, como estaba
a punto de hacerlo con Texas. Al fin, después de muchas negociaciones, el conflicto termino en
enero de 1844, al aceptar el gobierno de Yucatán las Bases Orgánicas de la República
Mexicana y reincorporarse al país en calidad de departamento.
FALLIDOS INTENTOS MONARQUIÍTAS Y SEGUNDA REPÚBLICA FEDERAL
Cuando Paredes ocupo la presidencia, la inestabilidad política era tal, que algunos políticos
conservadores, encabezados por Lucas Alamán y secundados por el propio presidente,
revivieron la idea central del Plan de Iguala de implantar una monarquía con un príncipe
europeo en el trono. Se suponía que ese sistema de gobierno, además de garantizar la
estabilidad y el logro de la paz, podría constituir una barrera frente al expansionismo
estadounidense. Sin embargo, la propuesta monárquica no encontró respaldo popular sino
que, por el contrario, proporciono a los federalistas la oportunidad de volver al poder. Un
movimiento estallo en Guadalajara pidiendo el restablecimiento del federalismo y el regreso
de Santa Anna y Gómez Farías, con la idea de que estos dos personajes, cuyo rechazo
hacia Estados Unidos era bien conocido, podrían ser mas eficaces que Paredes quien, no
obstante compartir tal sentimiento, había mostrado una simpatía con los monarquitas
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inaceptable ante la opinión publica. En agosto de 1846, después de 11 años de desaciertos
centralistas, se establecía de nuevo la republica federal y se restauraba la Constitución de
1824; mientras tanto, Estados Unidos había declarado la guerra, aprovechando la crítica
situación de la política mexicana.
GUERRA CON ESTADOS UNIDOS
Esta injusta y desigual guerra internacional tuvo como antecedente la independencia de
Texas, cuya supuesta defensa frente al deseo de los mexicanos por recuperar el territorio
tejano, sirvió de excusa al gobierno de Estados Unidos para provocar la guerra, después de que
en 1845 se había efectuado oficialmente la incorporación de Texas a la nación
estadounidense.
En aquel entonces era presidente James K. Polk, cuyas ambiciones expansionistas no se
limitaban a la adquisición de Texas, sino que también buscaba anexar los territorios de
California y Nuevo México. Para lograr esos propósitos, Polk recurrió primero a medidas
políticas, y propuso al gobierno de México que reconociese como limite de Texas al rió
Bravo, en vez del río Nueces situado más al norte, ofreciendo cinco millones de pesos por
Nuevo México y 25 por la Alta California. Pero ante el rechazo enérgico del gobierno
mexicano, a principios de 1846 Polk se decidió a tomar el camino de la guerra.
Para justificar la agresión, ordeno al general Zachary Taylor provocar un encuentro con los
mexicanos a fin de que fueran estos quienes rompieran las hostilidades. Para ello, Taylor
debía avanzar con sus tropas hasta territorio tejano, mas al sur del río Nueces cerca de la
ribera del Bravo, a donde llego en el mes de marzo y construyo de inmediato un fuerte cerca
de la población de Matamoros. Como era de esperarse, las fuerzas mexicanas respondieron
ante la invasión del territorio y al no obtener respuesta a un ultimátum que conminaba a los
estadounidenses a retirarse a la frontera, el 25 de abril dispararon contra ellos; el incidente
había ocurrido de acuerdo con lo planeado por James Polk. Días después este justificaba la
guerra ante el Congreso de su nación, diciendo que “los mexicanos debían ser castigados
por los insultos y agravios que habían perpetrado contra los ciudadanos de Estados Unidos”;
en tono dramático Polk agregó la frase: “sangre norteamericana ha sido derramada en suelo
norteamericano”. No obstante que en el Congreso estadounidense había un grupo de
legisladores que se oponía a la guerra, en realidad Polk no tuvo problemas para lograr la
aprobación del reclutamiento de voluntarios y el financiamiento de la invasión a México.
A partir de ese momento, el ejército estadounidense ataco el territorio mexicano por diversos
puntos; a parte de la invasión que provoco el rompimiento de hostilidades, el gobierno de
Estados Unidos ordeno el bloqueo de Veracruz y por el noroeste el ataque a los puertos
californianos de Monterrey y San Francisco. Aquellas estrategias de ataque demostraban
que se trataba de una guerra de conquista, más que un medio de vengar agravios o cobrar
deudas. El gobierno mexicano se vio obligado a declarar la guerra el siete de julio de 1846.
En el mes de agosto de 1846, Gómez Farías entraba a la ciudad de México, mientras Santa
Anna preparaba el regreso de su exilio en La Habana, para lo cual debía atravesar el
bloqueo impuesto a Veracruz por el enemigo. Para ello, entro en negociaciones secretas con
un agente enviado de Polk, pues el presidente estadounidense sondeaba la posibilidad de
conseguir la colaboración de Santa Anna para abreviar la guerra con el fin de ahorrar costos;
es muy posible que el general mexicano, muy a su manera, haya aceptado solo para abrirse
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paso rumbo a México, pues su conducta posterior, que nuevamente le lleva a empuñar las
armas contra el invasor, no confirma traición alguna y así en cambio puede explicar el
posterior resentimiento de los estadounidenses hacia su persona. Sin embargo, el hecho de que
se le hubiera autorizado el paso, fue causa de sospechas para los mexicanos, y dio a sus
detractores un motive mas para emitir acusaciones en su contra.
Una vez que el Congreso nombra a Santa Anna presidente y a Gómez Farías vicepresidente,
volvió a darse la misma situación en que el primero deja el poder en manos del segundo;
más en esta ocasión, Santa Anna no se retiraba a Manga de Clavo, sino se ponía al frente
del ejercito para combatir al invasor. Otra circunstancia que se repetía es la de que Gómez
Farías aprovecho nuevamente la situación para vender propiedades del clero que, por otra
parte, era la única forma de obtener recursos a fin de costear los gastos de guerra. De nueva
cuenta, esto dio como resultado que el clero patrocinara un levantamiento de protesta, que
estallo en la capital en febrero de 1847, al tiempo que las tropas estadounidenses
preparaban la ocupación de Veracruz, y Santa Anna enfrentaba a las tropas de Taylor en La
Angostura, cerca de Saltillo, a donde había avanzado este tras ocupar Monterrey en el
estado de Nuevo León.
En medio de aquellos problemas, el papel doble de Santa Anna como presidente y como
cabeza del ejército invasor, le obligaba a tratar de resolver todos los problemas al mismo
tiempo. La batalla de La Angostura resulto en un fracaso, pues a pesar de llevar ventaja en
un momento dado, Santa Anna ordeno el retiro de las tropas porque, según explico, carecían
de alimentos y el ejército se encontraba fatigado y hambriento. Después, Santa Anna regreso
a la ciudad de México y domino la rebelión con su sola presencia, procediendo luego a
destituir a Gómez Farías y a derogar la ley que amparaba la venta de los bienes
eclesiásticos.
En marzo, las tropas estadounidenses, al mando del general Winfield Scott, tomaban
Veracruz e iniciaban el avance hacia la ciudad de México. Santa Anna dejo el poder en
manos de Pedro Maria Anaya para volverse a poner al frente del ejercito; el 18 de abril las
fuerzas mexicanas fueron derrotadas en un sitio cercano a Jalapa y un mes mas tarde, el
ejercito enemigo tomo la ciudad de Puebla, donde permaneció hasta agosto, mientras se
efectuaban negociaciones entre los dos gobiernos a fin de acelerar la solución al conflicto,
pues el Congreso estadounidense se negaba a proporcionar mas recursos para una guerra que
era impopular en su propio país.
Las fuerzas comandadas por Scott entraron a la capital en agosto y esta se convirtió en el
punto de resistencia nacional, alentada esta por Santa Anna, que visitaba los cuarteles para
exaltar el patriotismo de los soldados y era aclamado por el pueblo que le pedía no
retroceder ante las exigencias de los estadounidenses. En las batallas de Churubusco,
Molino del Rey y Chapultepec, los mexicanos lucharon heroicamente por evitar el desastre, pero
inevitablemente la capital cayo en poder del enemigo, aunque no asilos poderes, pues
previamente Santa Anna había ordenado el traslado de los mismos a Querétaro. La mañana del
16 de septiembre, irónicamente en la conmemoración de la Independencia, la bandera de las
barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional.
Después de salir de la ciudad de México, Santa Anna renunció a la presidencia, siendo
sustituido por Manuel de la Peña y Peña, quien después alterno el cargo con Pedro Maria
Anaya. Santa Anna mantuvo por un tiempo el mando del ejército, con la esperanza de
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contraatacar a los invasores, pero fracaso en su intento; obligado a renunciar al mando del
ejército y dolido por las acusaciones de quienes cargaban sobre toda la culpa de la derrota,
abandono el país en un exilio voluntario que duraría cinco años.
Mientras tanto. Las negociaciones de paz no acababan de resolver se debido a que el
gobierno mexicano trataba de salvarla mayor cantidad posible de territorio ante las excesivas
demandas de Nicolás Trist, negociador enviado por James Polk, que exigía el
reconocimiento del rió Bravo como limite de Texas, la venta de Nuevo México y las
Californias (Alta y Baja), y derecho al transito por el istmo de Tehuantepec. El dos de febrero
de 1848 se firmo el Tratado de Guadalupe Hidalgo. El gobierno mexicano logro evitar la
cesión de Sonora, Chihuahua y Baja California, pero tuvo que aceptar el rió Bravo como
frontera, y ceder a Estados Unidos los territorios de Nuevo México y Alta California, por los
cuales recibiría 15 millones de pesos; además, la línea divisoria establecida afecto a los
estados de Tamaulipas y Sonora, y el territorio de Baja California. El gobierno
estadounidense se comprometía a pagar las indemnizaciones que sus ciudadanos
reclamaban al gobierno mexicano, y se comprometía además a no exigir compensación
alguna por los gastos de guerra.
Los términos del Tratado causaron disgusto a Polk, quien desde enero se había anexado
Nuevo México y la Alta California, y deseaba la Baja California, el transito por Tehuantepec y el
puerto de Tampico. Sin embargo, debido a que había dado comienzo en su país el
proceso para las elecciones, envió el documento al Senado, que estuvo a punto de
rechazarlo pero al fin lo ratifico el 10 de marzo, y el Congreso mexicano hizo lo mismo en
Querétaro el 24 de mayo. Una vez que el ejercito estadounidense se retiro, volvieron a la
capital los poderes federales, el 15 de junio de 1848.
Como consecuencia de aquella guerra injusta y desigual, México quedaba reducido a la
mitad de su territorio original, y esto provoco un trauma que los mexicanos no pudieron
superar entonces, ni han podido borrar del todo en los años transcurridos hasta ahora; sin
embargo, el hecho de que el país sobreviviera a una guerra en la que todo iba en su contra,
constituye un hecho sorprendente en el que el patriotismo de los defensores debió jugar un
papel muy importante. Además, puede decirse que de aquella derrota, y sobre todo de
aquella perdida territorial, a la postre surgiría un México mas unificado en la defensa de la
soberanía nacional. Sin embargo, en los años inmediatamente posteriores a esa guerra, el
país vivió una grave crisis, no solo de índole política, sino económica y sociocultural.
El país estuvo a punto de desintegrarse; los estados de la federación amenazaban
continuamente con separarse, como lo había hecho Yucatán en los años de 1837 a 1843. Se
produjeron además múltiples insurrecciones indígenas, principalmente en Yucatán, Chiapas
y la Huasteca, y los cambios de presidente fueron tan frecuentes como lo habían sido en la
República centralista. En medio de aquel caos era imposible que la economía se
desarrollara; cada región del país, inclusive cada hacienda agrícola, llegaron a producir
apenas lo necesario para el consumo local, tanto por la baja productividad que no permitía
hubiera excedentes como por lo rudimentario de los transportes, y las gravosas alcabalas.
Fue en aquellos momentos cuando comenzó a notarse con mayor claridad la división entre
“liberales” y los conservadores”. Estos últimos adquirieron nueva fuerza en 1853 y
propusieron el retomo al centralismo, recurriendo al caudillo que, aunque desprestigiado por
sus pasados fracases militares y políticos, todavía era considerado por ellos como el único
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capaz de encarnar el papel de dictador que la católica situación parecía reclamar: Antonio
López de Santa Anna.
DICTADURA DE SANTA ANNA
El gobierno dictatorial de Santa Anna, iniciado en 1853 y que habría de ser la undécima y
última intervención del inquieto general en la presidencia, acabo de agravar la situación.
Tuvo el carácter absolutista que el mismo Santa Anna había criticado años atrás en el
gobierno monárquico de Iturbide, con similares despliegues de fastuosidad y de imitación de las
cortes europeas.
Se creo una nobleza constituida por los altos jefes militares y los altos jerarcas del grupo
conservador y de la Iglesia; se dio a Santa Anna el tratamiento de “Alteza Serenísima”, y se puso
bajo su mando un ejército uniformado a la manera de los europeos. Se organizaban
espectaculares fiestas, en las que se rendían honores al presidente como si fuera un
monarca del periodo absolutista, y para sostener aquel aparato cortesano se gravo con
excesivos impuestos hasta los artículos más necesarios. Es de esperarse que para
establecer un gobierno con tales características se tuvo que recurrir a la represión,
principalmente sobre los miembros del partido liberal, muchos de los cuales fueron
encarcelados o desterrados.
Además de aquella equivocada política de la dictadura centralista bajo el mando de Santa
Anna, el país enfrento un nuevo problema con Estados Unidos. El gobierno de Nuevo México
ocupo el territorio de La Mesilla, declarando que pertenecía a Estados Unidos. Cuando
México reclamo esta agresión ante el gobierno en Washington, el representante
estadounidense apoyo al gobernador de Nuevo México y dio a entender que también
deseaba adquirir los seis estados fronterizos de la República Mexicana. El gobierno de Santa
Anna se niego a la última pretensión, pero no pudo evitar ceder La Mesilla ante el temor de un
nuevo enfrentamiento.
La férrea dictadura de Santa Anna y su incapacidad para lograr la tan deseada unificació n
nacional, pronto causaron descontento en todos los sectores de la población, incluso en el
grupo que lo había llevado al poder. Para 1854 había ya múltiples brotes de rebelión, y uno de
ellos, originado en el estado de Guerrero, habría de ser definitivo, no sólo contra Santa Anna
sino contra el conservadurismo que representaba. Aquel movimiento sureño parecía un conflicto
más entre caudillos militares en la lucha por el poder, sin embargo, habría de ser aprovechado
por una nueva generación de mexicanos, que marcaría el comienzo de otra etapa en la
historia del país.
Ese habría de ser el final de un largo periodo durante el cual Santa Anna ganaría un sitio
relevante en la vida política del país (seria presidente en once ocasiones, en un lapso de
veintidós años). Al hacer un balance de Santa Anna—cuyo papel protagónico corresponde al
contexto caudillista de la política en aquel momento histérico, no sólo en México, sino en
varios países de América Latina—, es necesario actuar con imparcialidad y reconocer no solo
sus errores, como ha sido la tendencia heredada de la historiografía tradicional del siglo
diecinueve, sino reconocer también sus actos de entrega a la patria. En una obra de
actualidad, Enrique Krauze dice:
La paradoja mayor de la vida de Santa Anna fue vivir lo suficiente para pisotear su propio
mito. Su operístico final le arrojo una sombra grotesca sobre una biografía rica en reflejos
21
sociales y realmente complejos. Por lo demás, el cargo de traidor aplicado a Santa Anna es
discutible: Santa Anna traiciono innumerables veces a los partidos progresistas y
retrogrades, pero no a su patria. Por ella lucho, bien y mal, al mando de unos cuantos miles
de hombres en un país de siete millones. Además, muchos de quienes le pusieron el
sambenito se habían cruzado de brazos durante la invasión norteamericana. Se diría que al
concentrar la responsabilidad de la derrota nacional en un solo hombre, en un solo acto de
“traición”, descargaban con facilidad la culpa ante su propia pasividad en 1847.
10.- LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA Y EL FIN DEL SANTANNISMO
La segunda republica federal va del 22 de agosto de 1846 al 20 de abril de 1853, periodo en que
surge la figura de Santa Anna en medio de la anarquía, la desesperación y el derrumbe del país,
sostenido tan sólo por la paciencia y el sacrificio permanente del pueblo y por la decisión de los
grupos selectos liberales, moderados y conservadores que deseaban dar a la nación una
orientación que les permitiera sobrevivir. Pero este sistema tuvo que ser substituido por el
gobierno constitucional centralista (1853-1855), regido en un principio por los conservadores con
Lucas Alamán como cabeza dirigente, y estuvo a la muerte de éste, en 1853 dominado por el
grupo militar adicto servilmente a Santa Anna, cuya desorganización mental llegaba al
máximo.
En efecto, Santa Anna aceptó el poder ilimitado, la facultad de elegir a sus sucesores y el
titulo de “Alteza Serenísima” y acentuó la persecución contra sus opositores políticos a
quienes acosó. La demencia de Santa Anna y sus militares incondicionales plasmó como
lema de su gobierno las palabras “o encierro o destierro o entierro, lema que repiten de
continuo muchas administraciones funestas en todo el mundo. Lo único perdurable de este
periodo fue la creación del Himno Nacional.
Al malestar político surgido de la administración santannista habría que sumarse otros
factores que contribuirían a la lucha contra el dictador. No fueron tan solo las
deshonestidades administrativas, los excesos de fuerza contra sus oponentes, la
perpetuación de un poder incontrolado e incontrolable lo que determino el surgimiento de una
oposición apoyada por la mayor parte del país, sino principalmente la existencia de fallas
sociales y económicas que no habían sido superadas, como era el problema de la mala
distribución de la tierra; el mantenimiento de grupos oligárquicos en diversas regiones del
país apoyados por el dictador, que cerraban el paso a grupos más amplios, renovadores y
activos; la falta de capitales que permitieran explotar racionalmente los amplios recursos de
México; la carencia de instituciones culturales y educativas que difundieran la ilustración en
todos los confines del país y a todos sus sectores, sin las cuales el pueblo se mantendría en
atraso y la ignorancia.
La guerra con Estados Unidos habría producido terrible conmoción, mas no habría logrado
plasmar aún en forma definitiva en la conciencia nacional. Solo contados grupos admitían que
de no constituirse un país fuerte, impregnado de autenticas esencias nacionales, moderno
y progresista a semejanza de los europeos o del estadounidense, México sería victima
propicia de toda las apetencias y ambiciones exteriores.
La experiencia de la guerra sostenida contra Estados Unidos había mostrado la necesidad de
unificar el país, de transformarlo, de realizar en él autenticas reformas, una reforma no solo
de las estructuras políticas, sino también de las sociales, económicas y de la conciencia. La
22
guerra de 1847 hirió profundamente a México, lesionó su integridad, pero provocó que en
toda su extensión se tuviera una idea más clara de que los problemas que atravesaba no
importaban sólo a una provincia, sino a todas, que la acción conjunta era indispensable para
subsistir y que esa acción tenía que ser encaminada a transformar a México en una autentica
República, en un Estado moderno que pudiera ofrecer a sus miembros posibilidades de
libertad y prosperidad conjugadas, de progreso y uso reflexivo y prudente de su soberanía,
de estabilidad social dentro de su organización política en la que todos participaran.
Si bien algunos grupos conservadores sospechaban que las formas republicanas y el
ejercicio democrático incontrolado había provocado la anarquía en que se vivía y desearon
implantar formas monárquicas, esta opción no era vista favorablemente por la mayoría del
pueblo que ansiaba la paz y la seguridad. Grupos extremistas liberales, que aplicaban en su
particular beneficio ciertos principios como el federalismo a ultranza, contribuían con sus
desafueros a mantener la inquietud. Era preciso unificar criterios y voluntades dentro de los
principios liberales, que aparecían como los únicos capaces de remediar una situación que era
ya crónica, y para ello había que eliminar al hombre que, instrumento de todos los partidos
y a su vez motor de todos ellos, representaba el caos, el desorden y concentraba en sí todas las
antipatías y odios.
A generaciones jóvenes y a hombres de mediana edad, discípulos de las reformas de 1833,
de Mora y de Gómez Farías, correspondió llevar la dirección del cambio. De tendencia
política desigual, pues los había moderados y puros, como se denomino a los radicales,
procedentes de la clase media burguesa, excepto Juárez y algunos otros, letrados, surgidos
de los seminarios eclesiásticos y de los nuevos colegios; con experiencia política detenida,
por no plegarse a los caprichos santannistas y preteridos por ellos mismos y hasta
encarcelados, o expulsados de sus provincias o del país. Todos ellos estaban ansiosos no
solo de una más amplia movilidad política, sino fundamentalmente de un cambio. Anhelaba
esta generación una ruptura total con todo lo que representaba el viejo régimen y las
conexiones históricas con el pasado; un cambio hacia la modernidad en su más amplio
sentido, con sistemas políticos republicanos en los que rigen las normas liberales que
garantizaran los derechos de los individuos; la creación de un sistema democrático que
aparara más al individuo que a la colectividad y una consagración de derechos absolutos
como eran los de propiedad, de trabajo y de empresa. Querían que a base de estas
garantías se contara con libertad para consagrarse al trabajo, industria y comercio que más
beneficiase. Prevíase un sistema y una organización educativa que posibilitase la instrucción
del pueblo y su capacitación en las artes mecánicas y liberales.
Aun cuando todavía no se adaptaba una filosofía pedagógica en bloque, es indudable que las
corrientes liberales que empujaban al positivismo tenían este sentido y que un
sentimiento educacionzota exagerado regia las mentalidades de la época. Muchos de los
principios de una reforma cultural apuntados a partir de 1821 actuarían en forma decisiva, se
reforzarían y llevarían al grupo de liberales a integrar un programa de renovación cultural y
educativa de gran significación y de profundos alcances, al extremo que a un siglo de
distancia aún nos beneficiamos con él.
Ansiaba el grupo reformista, como algo esencial, la separación de la Iglesia del Estado,
mejor dicho, la supeditación del poder de la Iglesia al del Estado. El aprovechamiento de los
bienes de la Iglesia, tendía a suplir la falta de capitales y el estancamiento de la riqueza y de
la propiedad territorial; pero también deseábase que la Iglesia se concretara al cumplimiento
23
exacto de su misión espiritual, a la aplicación de normas de pobreza como en los tiempos
evangélicos y en los años de labor misional.
Con estos antecedentes y teniendo en cuenta el descontento general del pueblo, el grupo
reformista -apoyado en un luchador liberal de gran influencia en la tierra caliente, Juan
Álvarez, también rival poderoso de Santa Anna- preparó en la hacienda de Álvarez, La
Providencia, un programa de acción suscrito por éste, Ignacio Comonfort, Tomás Moreno,
Diego Álvarez y Eligio Romero, el llamado Plan de Ayutla, proclamado por Florencio Villarreal
el 1 de marzo de 1854, que modificado por Ignacio Comonfort en Acapulco el 11 de marzo,
desconocía a Santa Anna y a todos los funcionarios que lo apoyaran; el ejército
revolucionario se daría un jefe que elegiría Presidente interino; se convocaría a un congreso
que constituiría a la nación como República representativa popular regida por instituciones
liberales.
Dirigida por Álvarez y Comonfort, aquél de mayor influencia política que Comonfort, y éste
más hábil militar por lo que llevó el peso de la guerra, la revolución de Ayutla, que contó bien
pronto con seguidores en el norte y en el centro del país, provocó que el 9 de agosto de 1855
Santa Anna, en uno de tantos momentos de decaimiento moral y de voluntad que tuvo,
abandonase definitivamente el país, al cual solo volvería derrotado agobiado por la edad,
pobre y abandonado de todos muchos años después. Aun cuando el había deseado que a su
salida quedase México gobernado por un triunvirato, sus designios no se cumplieron; se
embarcó el día 16 de agosto de 1855 en Veracruz, y los partidarios del Plan de Ayutla
eligieron como presidente interino a Juan Álvarez el 4 de octubre de ese mismo año.
Es preciso advertir que la revolución de Ayutla, autentica revolución nacional que con todo
rigor fue llamada por Guillermo Prieto la primera revolución ideológica de México, forma parte
del vasto movimiento reformista que se materializo primero con ella, prosiguió con la guerra
de reforma y concluyó con la guerra de liberación nacional de 1862 a 1867 contra los
ejércitos intervencionistas de Francia. Este movimiento tuvo como últimas consecuencias
confirmar el principio de la soberanía nacional, transformar el país convirtiéndolo en un
Estado Moderno, mantener la integridad del territorio y finalmente consolidar la nacionalidad,
lo cual se logró gracias a una toma de conciencia basada en los conceptos de libertad,
república y progreso, frente al imperio, la sujeción, el clericalismo y la reacción.
No resultaba extraño que Juan Álvarez, de avanzada edad -había actuado en política desde la
época de la independencia y ejerció gran influencia en Guerrero como cacique patriarcal entre
indios negros y mestizos-, llamara a colaborar a hombres jóvenes o de mediana edad, instruidos,
miembros de la generación que dirigía intelectualmente la revolución y bastante radicales en sus
ideas: Melchor Ocampo, Ponciano Arriaga, Benito Juárez, Guillermo Prieto, Santos Degollado e
Ignacio Comonfort. Álvarez, quien se avino con sus miembros a las exigencias que se le
imponían de gobernar desde la capital y enfrentarse con una situación compleja y difícil para lo
cual no tenía capacidad, renunció el 11 de diciembre dejando la presidencia a Ignacio
Comonfort.
11.- EL GOBIERNO DE COMONFORT
Producto de este efímero gobierno de Álvarez fueron dos disposiciones, la primera debida a
Melchor Ocampo, quien en la convocatoria del Constituyente del 16 de octubre, en el artículo
9, fracción VI, privó del derecho de voto a los miembros del clero secular y regular; y la
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segunda preparada por el ministro de Justicia, por la cual suprimía de una pluma los fueros
civiles y militares en los negocios civiles. Era evidente que ambas disposiciones lesionaban los
intereses de dos de las corporaciones más fuertes y conservadoras del país y produjeron una
reacción contraria intensa.
Comonfort gobernó el país del 11 de diciembre de 1855 al 30 de noviembre de 1857. Militar
valiente y muy poderoso, hombre paciente y de espíritu conciliador, inició su gestión bajo el
lema de “Orden y Libertad”, palabras que se avenían bien con su carácter y las necesidades
del país. En efecto, logró durante su corta administración estabilizar la situación política
dominando excesos de federalistas exaltados, que como Santiago Vidaurri en el norte, bajo
el pretexto de federación querían hacer prevalecer sus intereses caciquiles. Dio tranquilidad
al país al reprimir a bandas de forajidos. Impulso las obras materiales, como la construcción
del ferrocarril México-Veracruz, cuyo primer tramo, México-Guadalupe se inauguró; introdujo
el alumbrado de gas en la metrópoli. Propició el desarrollo de la instrucción pública al
decretar la creación de la Biblioteca Nacional, al apoyar seriamente a la Escuela Nacional de
Agricultura, crear la Escuela de Comercio y Corredores, la Escuela de Artes y Oficios y
colegios para pobres. Vio con simpatía el fomento de la pesca y la minería y de la
colonización por extranjeros. Fundo la Dirección General de Pesas y Medidas adoptando el
sistema decimal. Se ocupó de la organización del ejército y de la pacificación de zonas
conflictivas donde las rebeliones de los aborígenes eran frecuentes, como en el norte, en
donde pensó restablecer las antiguas misiones que coadyuvaban a la tranquilidad a la
asimilación y educación de amplios sectores indígenas.
Obra material y recta administración política intentó ejecutar Comonfort. Auxiliares en su
administración fueron José María Lafragua, ministro de gobernación, más tarde sustituido por
Ignacio de la Llave, Ezequiel Montes y luego José María Iglesias en Justicia, Negocios
Eclesiásticos e Instrucción Pública; Fomento y Colonización Manuel Siliceo, Hacienda y
Crédito Público, Manuel Payno y Miguel Lerdo de Tejada; Relaciones, Luis de la Rosa y
Ezequiel Montes; y Guerra y Marina, sucesivamente los generales José María Yáñez y Juan
Soto. Fungía como presidente de la Suprema Corte de Justicia benito Juárez, quien por
ministerio de ley debía sustituir al Presidente en caso de que éste faltara.
De acuerdo con el Plan de Ayutla, Juan Álvarez convocó a un Congreso extraordinario que
debería constituir a la nación bajo la forma de República representativa y popular. Este
congreso laboró del 14 de febrero de 1856 al 5 de febrero de 1857. Sus sesiones, iniciadas
con sesenta y ocho diputados, estuvieron dominadas por el grupo de los puros, esto es, por
Ponciano Arriaga, José María Mata, Melchor Ocampo, Ignacio Ramírez, Francisco Zarco,
Isidoro Olvera y otros. Antes de que se redactara una constitución cuya conclusión no sería
rápida, el gobierno creyó necesario que el Congreso elaborase un Estatuto Orgánico
Provisional que fijase la organización provisoria del gobierno general y de los locales, y que
atendiese todo lo relativo a los derechos y obligaciones de los mexicanos.
El estatuto obra en buena parte de los moderados, se inspiro en la constitución de 1824 y en
las bases Orgánicas de 1843, habiéndose incorporado “ideas de mejora y progreso de
acuerdo con el programa del gobierno”. Sus autores de acuerdo con la experiencia de la
anarquía pasada, cuidaron de consignar en ella de manera expresa las garantías
individuales. Por ello establecieron: La libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad están
suficientemente garantizadas, y los ciudadanos pueden vivir tranquilos bajo la égida de la ley,
imponiendo reglas al poder supremo, asegura a la sociedad contra los avances del
25
despotismo y pone freno a las pasiones, que muchas veces visten con su poderosa librea los
actos que deben ser únicamente fruto de la razón y de la justicia. En esta sección (la quinta, de
las garantías individuales) se proclama la abolición de la esclavitud, se establecen bases para el
servicio personal, se declara la libertad de enseñanza, se prohíben todos los monopolios,
las distinciones, los privilegios perjudiciales, las penas degradantes y los prestamos
forzosos; se restringe la pena de muerte…, se establecen las penitenciarias, se respeta la
propiedad y en suma se hacen realidad los principios de libertad, orden, progreso, justicia y
moralidad que el gobierno proclama.
El estatuto se promulgó el 15 de mayo de 1856, mas el congreso prosiguió sus labores para
poderse dar una constitución definitiva que finalmente se terminó el 5 de febrero de 1857.
Fue suscrita entre otros por Valentín Gómez Farías viejo patriarca de la Reforma y emblema
de los liberales puros, Francisco Zarco, José María del Castillo Velasco, Guillermo Prieto,
Ignacio Mariscal, Ponciano Arriaga, Isidoro Olvera, Juan de Dios Arias, Ignacio Luis Vallarta,
Ignacio Ramírez, Santos Degollado y otros distinguidos liberales. Promulgada por el
secretario de gobernación Ignacio de la Llave, no fue suscrita por Melchor Ocampo, Benito
Juárez, Lerdo de Tejada y José María Iglesias, que ocupaban otros puestos en el gobierno.
En tanto el constituyente laboraba, el gobierno de Comonfort expidió el 26 de abril de 1856
un decreto por el cual se suprimía la coacción civil en los votos religiosos, y el 5 de junio, tras
acalorados debates, se declaro extinguida la Compañía de Jesús, luego de una violenta
requisitoria en contra de ella lanzada por el entonces apasionado Ignacio Luis Vallarta. El 25
de Junio Miguel Lerdo de Tejada, ministro de Hacienda, logró que se aprobara, fundada
exclusivamente en razones económicas, pues con habilidad evadió toda explicación política,
la Ley Lerdo o de desamortización, que consideraba que uno de los mayores obstáculos para
la prosperidad y engrandecimiento de la nación es la falta de movimiento o libre circulación
de una gran parte de la propiedad raíz, base fundamental de la riqueza pública por lo que
autorizaba se adjudicasen en propiedad a los que las tienen arrendadas por el valor
correspondiente a la renta que en la actualidad pagan, calculada con rédito al seis por ciento
anual, todas las fincas rusticas y urbanas propiedad de las corporaciones civiles y
eclesiásticas. Las que no estuvieran arrendadas se rematarían en
almoneda pública. Se
prohibía en lo futuro a las corporaciones civiles y eclesiásticas la capacidad para adquirir en
propiedad o administrar por sí bienes y raíces, excepto lo destinados directa o
inmediatamente al servicio u objeto de la institución de las corporaciones.
Esta ley, que afectaría principalmente a la Iglesia, heriría en forma lamentable, por entonces no
prevista, los bienes de la comunidades indígenas, ambicionados por los criollos y
mestizos, con lo cual se agravó en vez de remediarse el problema de la propiedad de la
tierra. Tierras comunales que los grupos aborígenes habían conservado con dificultades
desde la época colonial, pasaron a manos no de los labradores de mediana fortuna sino de ricos
hacendados, de latifundistas ávidos de engrandecer sus propiedades. José maría Iglesias, a
su vez, haciéndose eco de lejanas y reiteradas reclamaciones, al proponer la ley que se dio el 11
de abril de 1857, prohibió el cobro de derechos y obvenciones parroquiales en la administración
de sacramentos a los pobres.
Otras disposiciones como la Ley Lafragua del 28 de diciembre de 1855 que regulaba la
libertad de prensa, sumada a las anteriores, produjo un ambiente de agitación muy violento.
Los grupos conservadores afectados en sus intereses apoyáronse de inmediato en el clero,
de quien se proclamaron poderosos defensores. Nuevos macabeos dispuestos a ofrendar su
vida por dios y su religión, muchos de ellos no perseguían sino muy mezquinos y materiales i
intereses. Por otro lado, los extremistas, los bota fuego de toda revolución no perdían la
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oportunidad de zaherir a sus enemigos, de burlarse de los sentimientos religiosos del pueblo, de
calumniar sin disimulo a todos los eclesiásticos. Por insignificancias se provocaban
ardientes declaraciones y protestas airadas. La prudencia y mensurado juicio de algunas
autoridades eclesiásticas, como Murguía, no se avenía con la impaciencia de curas y de
religiosos, nuevos savonarolas que veían mal y perdición en todos lados.
Encendidos los ánimos, no faltaban errores de una y otra parte que dieran lugar a graves y
penosos incidentes, como la aprehensión del arzobispo y los canónicos de México, incidente que
sirvió a Aguilar y Marocho, uno de los periodistas conservadores más connotados, a escribir
su batalla de Jueves Santo y a criticar el despojo de los bienes de la Iglesia con el celebre
epigrama relativo al edificio de la calle de Donceles, en donde se instalaron los tribunales, y
el cual reza:
“Con soberana estulticia
y en marco sobredorado
hay un letrero que dice,
Palacio de la Justicia,
Y el edificio es robado.”
Más no todo se redujo a protestas, discursos y epigramas. Caldeados los ánimos y de
acuerdo con una vieja costumbre, los mexicanos descontentos lanzáronse a la lucha armada
contra el gobierno de Comonfort. Con el lema de Religión y fueros produjéronse cuatro
levantamientos en Tolimán, Guanajuato, Zacpoaxtla e Iguala. En el primero actuaron Tomás
Mejía valeroso indígena de arraigadas convicciones conservadoras por las que ofrendaría su
vida, y el general López Uraga. Manuel Doblado, en Guanajuato, de criterio poco firme, ataco a los
que querían romper el único vínculo de la nación el religioso.
El plan de Zacapoaxtla, iniciado primero por un cura, y más tarde por el general Guitian, el
coronel Osillo y otros militares fue el que tuvo mayor fuerza pues logro concentrar a gran
número de partidarios dirigidos por los citados, por Antonio Haro y por el general Severo del
Castillo. Los sublevados tomaron Puebla fortificándose en ella inútilmente, pues Comonfort con
grandes efectivos los venció y castigó severamente. Duras penas impuso tanto a los militares
como al clero poblano, sobre quien se hizo recaer la culpa. En Iguala secundó ese movimiento el
coronel Diego Castrejón.
Si bien la mayor parte de estos movimientos fue reprimida, estos continuaron
manifestándose bajo el sistema de guerrillas que, iniciado desde la guerra de Independencia,
cobro fuerza contra Estados Unidos y se fortalecería de ahí en adelante hasta constituir un
medio de lucha de parte del pueblo, eficaz y bien organizado durante los años de guerra
contra las tropas francesas invasoras (1862-1867).
Otros movimientos surgidos de otras causas, entreveradas algunas de ellas con la política
reformista o tomándola como pretexto, fueron los provocados por Santiago Vidaurri y por
Manuel Lozada, el famoso Tigre de Alicia, aborigen nayarita de gran ascendiente entre los
naturales de Jalisco, Nayarit y Zacatecas; éste poseía un sentimiento autentico de defensor de
las tierras de los indígenas contra todo tipo de invasores, pero carecía de convicciones
políticas firmes, como lo demostró de continuo. El país sufrió en este periodo al igual que en los
años anteriores una invasión filibustera encabezada por Enrique A. Crabb, quien con más de cien
hombres fue vencido en Caborca en abril de 1857.
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En este estado de agitación, el gobierno promulgó una constitución republicana, federalista,
democrática, de clara inspiración liberal, la cual si bien reconocía en sus primeros artículos
los derechos del hombre, base y objeto de las instituciones sociales, incorporaba en ella el
Juicio de Amparo que tan tenazmente habían defendido Crecencio Rejón y Mariano Otero,
en ella no se tuvieron en cuenta las sabias y prudentes proposiciones de Ponciano Arriaga,
Isidoro Olvera y José María del Castillo Velasco para defender la pequeña propiedad como
base para una más justa distribución de la tierra; también se desestimaron las
preocupaciones de Ignacio Ramírez por el bienestar de los trabajadores, y por intermedio del
propio Vallarta, que trataba de aliviar la miseria de obreros y jornaleros, declaraba que no
había que poner trabas a la industria, con lo cual los dejaban sin defensa.
La constitución, en cuya elaboración distinguiéronse tanto los reformistas jóvenes, tuvo que ser
suavizada por la mayoría moderada. Aún así, ella representaba el triunfo de los nuevos ideales
impregnados de una ideología individualista, protectora de formas liberales económicas
y sociales y por tanto no aptas para la solución de graves problemas sociales que afectaban al
país.
Estos problemas lejos de remediarse, fueron recrudeciéndose al aplicarse medidas que si en
teoría eran benéficas, en la práctica resultaron perjudiciales, pues atendían más al interés
individual que al colectivo. En su propósito de igualar ante la ley a todos los individuos,
dejaban sin protección a los más desposeídos, a los más ignorantes y pobres, victimas de las
ambiciones y del poder de los fuertes. Nobles aspiraciones de reforma total se vieron
frustradas con varias de las disposiciones dadas. La posibilidad de una reforma social
autentica no se obtendría en ese momento. Si un cambio político muy importantes había
alcanzado, era necesario esperar más de media centuria para lograr un cambio
socioeconómico profundo.
LA GUERRA DE REFORMA
Al iniciar Comonfort su gestión como Presidente constitucional, el panorama que se le
presentaba no era grato. El país se debatía en una aguda crisis de difícil solución. La
promulgación de las leyes reformistas, y principalmente la Constitución y las figuras de
Juárez Lerdo y Lafragua representaban las causas de esos males. Para los conservadores la
solución ideal era la desaparición de esas leyes y del nuevo código. Los liberales, que no
pensaban así, no tenían a ese respecto un pensamiento unificado. Un grupo el de los
exaltados, el de los “puros” -como los llamara el pueblo-, en el que militaban Santos
Degollado, Epitacio Huerta, Guillermo Prieto, Juárez, Ocampo, Parrodi y otros, deseaba
mantener a todo trance la vigencia de las nuevas leyes, pues esperaba a través de su
aplicación la transformación total del país.
Los moderados, entre los que se contaban Payno y Siliceo, alarmados ante las angustiosas
perspectivas que su temor o su interés de clase preveían, deseaban la supresión de aquellas
leyes. Un tercer grupo de hombres conciliadores, entre los cuales militaban el propio
Comonfort y Manuel Doblado, no consideraba prudente volver atrás, mas tampoco seguir por un
camino que, según pensaban, llevaba de nuevo a la guerra civil y a la anarquía; por ello
aconsejaban que se hicieran, por las vías legales que la propia constitución señalaba, las
modificaciones que reclamaban sus opositores.
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La primera solución la encontró Comonfort impracticable, pues se daba cuenta de que pese a la
bondad intrínseca de las leyes, los obstáculos que le ponían y le seguían oponiendo los
afectados por ella conducirían al país a una nueva ola de revoluciones. Las reacciones del
espíritu anti reformista, hacia por el momento impracticable una serie de principios políticos y
jurídicos que garantizaban a la persona humana sus derechos y, sobre todo, impedía la
reforma de la estructura social y económica de la nación, que de realizarse detendrían con ríos
de sangre y con todos sus recursos las clases afectadas.
Presionados por los reaccionarios, al desconocimiento que los moderados sugerían no
estaba de acuerdo con los principios y conducta de Comonfort, el soldado de Ayutla, quien
entre todos los hombres de este movimiento era quien había desplegado más valor,
constancia, actividad y energía para alcanzar el triunfo. Por ello fue que la tercera vía, la
señalada por Manuel Doblado, su íntimo amigo, le pareció la más adecuada. Decidido por las
reformas, en el mes de noviembre de 1857 presentó en el Congreso iniciativas de reformas
constitucionales que fueron acogidas por el cuerpo legislativo para su estudio. Sin embargo
el carácter de Comonfort, no era firme, sino vacilante e indeciso, blando a la sugestión en
casos difíciles.
Melchor Ocampo lo pintó con la severidad de sus juicios con las siguientes frases: “Hace
más de un año que todos los que tuvimos la necesidad de estudiar al actual Presidente,
personaje que antes conocimos superficialmente, pudimos ver su falta absoluta de carácter,
grande de convicciones y más que mediana de instrucción. No me sorprende, pues, que el
actual gobierno tenga miedo y siembre miedo a todo y de todo. ¿De dónde había de venirle
el impulso interior si faltan convicciones, organización fisiológica, y aun el instinto de las
grandes cosas? Es triste, sin embargo, por más que este previsto, que las bellas
oportunidades que sin cesar a presentado México se hayan desvirtuado en manos tan
incapaces.”
Manuel Payno, quien lo conoció a fondo y a quien se debe su suicidio político, nos ha dejado
un excelente retrato del carácter de ese personaje: “Comonfort -escribe-, como si fuese una
viva personificación del carácter mexicano, es incapaz de resistir a las súplicas y a las
buenas palabras: su falta de energía para negar frente a frente lo que no puede conceder, lo
ha hecho aparecer falso; pero en medio de todo, en su gobierno se manejo con una completa
independencia, llevando adelante sus sistema propio de ir introduciendo poco a poco las
innovaciones; de tolerar ciertos abusos para evitar males mayores; de transigir en los
negocios cuando no era posible llevarlos adelante; de no excluir ni desairar eternamente a
los de los partidos exaltados dando tregua a sus exigencias; de no dar el dominio del partido
moderado, de olvidar las injurias y aún pagar a sus enemigos con favores los agravios y, de
no perseguir, sin una necesidad absoluta, a los que Lafragua bautizó con el nombre de
reaccionarios, y de sostener a veces contra viento y marea sus determinaciones,
formándolas cuestiones de amor propio. Conjunto de debilidad y de energía, de docilidad y
de capricho, de benevolencia y de rigor, en pocas ocasiones, ninguno de sus ministros puede
decir con verdad que la dominó, ni ninguno de sus amigos que influyo en su carácter de una
manera absoluta y decisiva.”
Fue justamente ese carácter el que llevó a Comonfort a no mantenerse en la vía de la
legalidad que doblado le señalara, para obtener mediante los votos del Congreso y de las
legislaturas de los estados, que componían el poder constituyente permanente, las reformas
constitucionales necesarias.
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Comonfort deseó, a través de su propia autoridad, de su prestigio y de la fuerza que creía
tener, conciliar lo que era inconciliable y hacer compatible lo que era totalmente contrario y
diferente. Su ambición suprema era la paz y él trató de darla al país por un acto de su propia
voluntad. Este deseo fue adivinado por sus consejeros Payno y Siliceo, entre los moderados,
quienes trabajaron en su espíritu para convencerlo de que él representaba la unión y la
garantía mayor de orden, y que era menester se convirtiera en el hombre fuerte que calmara
la agitación reinante. En torno de estas ideas, en las que participaban también algunos
exaltados como Juan José Baz, quien deseaba salvar mediante la dictadura de un liberal los
principios de la Reforma que creían amenazados, comenzase a formar una opinión que
creció día tras día difundiéndose por todos los ámbitos hasta tornarse del dominio público.
Vicente García Torres, liberal también, desde el Monitor Republicano proclamó la necesidad
de un golpe de Estado, que inútilmente trataron de contener personajes tan sobresalientes
como Francisco Zarco, quien en las paginas de El Siglo XIX advirtió los peligros que esa
medida representaba y exhortó a Comonfort a mantenerse en el terreno de la ley y no
manchar su prestigio y su honor.
Varios fueron asimismo los esfuerzos que diversos prohombres hicieron para que Comonfort
desistiera de sus propósitos. No le inmutó la denuncia que en pleno Congreso se hizo del
complot, ni la interpelación pública y reiterada hecha a su ministro Payno, a quien se
señalaba como culpable, para que se presentase a justificar su conducta, exigencia que
Payno desconoció cínicamente.
La denuncia ante el Congreso precipitó los acontecimientos. Los puros, entre ellos Juárez,
fueron llamados a colaborar con Comonfort, habiéndose negado a seguirlo por el camino de
la violencia y la ilegalidad, pero sin que renunciaran a sus altos cargos. Ante esa negativa,
viendo los conservadores de la capital, dirigidos por Félix Zuloaga, que Comonfort dudaba,
prepararon un plan breve y claro, en cuya brevedad y brevedad se encerraba la negativa al
progreso, la condena a la Reforma y la continuidad de una añosa tradición de levantamientos
y cuartelazos que mantenían en una situación estáticamente desequilibrada a la sociedad
mexicana.
El Plan de Tacubaya postulaba los siguientes puntos: 1)
Cesar de regir la Constitución
porque no satisface las aspiraciones del país; 2) Don Ignacio Comonfort continuará
encargado del mando supremo con facultades absolutas; 3) A los res meses se convocará a un
Congreso extraordinario para formar una Constitución que sea conforme con la voluntad
nacional y garantice los verdaderos intereses del pueblo; 4) Se promulgara una ley para la
elección de Presidente Constitucional; 5) En tanto, habrá un consejo de gobierno. Este plan,
junto con una proclama redactada con la intervención de los conservadores, en la que se
enjuiciaba a la Constitución por haber sido discutida -se decía- no con las armas de los
principios sino de las pasiones; por consignar como derechos del hombre principios
disolventes; por agitar las conciencias y turbar la tranquilidad de las familias; acompaño el plan
elaborado por Baz y por Zuloaga.
La mañana del 17, después de contar con el asentimiento de Comonfort obtenido por Payno,
quien tuvo que escuchar de labios del Presidente las siguientes palabras: “Acabo en este
momento de cambiar mis títulos legales de Presidente por los de un miserable
revolucionario”, Zuloaga, puesto de acuerdo con los conservadores, sublevó a la guarnición
que le estaba confiada y con ella se dirigió desde su cuartel de Tacubaya a la capital, en la
30
que se le unieron las fuerzas de la ciudadela, que despertaron a la capital con las salvas de
artillería disparadas en señal de júbilo, y de ahí al Palacio Nacional.
Al conocer la noticia, el ayuntamiento se disolvió: renunciaron los ministros Ruiz y la Fuente así
como Guillermo Prieto, que era el administrador de correos, Manuel Romero Rubio,
secretario del Gobierno del Distrito y el general Trías. A prisión fueron conducidos Juárez,
presidente de la Suprema Corte, el presidente del Congreso Isidoro Olvera y los diputados
Garza, Melo y Banuet.
El día 19 Comonfort publicó un extenso manifiesto en el que se adhería al Plan de Tacubaya
por estimar que no era “el eco de una fracción, ni proclama el triunfo exclusivo de ningún
partido”. En ese documento señalaba Comonfort que “la nación repudia la nueva carta y las
tropas no han hecho otra cosa que ceder a la voluntad nacional”, que las violaciones a la
misma carta fundamental ya eran continuas y que la perpetua lucha que el gobierno realizara
en armar ejércitos, gastar sumas cuantiosas y en combatir en todas direcciones, no había
podido destruir “el carácter de aquella oposición”. Con ello confesaba Comonfort que la lucha
emprendida por los liberales desde Ayutla no había tenido solo por objeto desalojara a Santa
Anna del poder, sino modificar la estructura social y económica de la nación, a la que se
oponían muy fuertes y arraigados intereses. Ahí mismo hacia un llamado a colaborar en su
gobierno a personas de todos los partidos, pues “en todas ellas se dan las capacidades de
honradez, los conocimientos y el celo por el bien público”. Reafirmaba su credo libera, que
aseguraba, era el que convenía “al carácter suave y costumbres sencillas de nuestro pueblo”
y prometía “no dictar medida alguna que atacara la conciencia y las creencias de los
ciudadanos”. Conciliando sus principios religiosos con su criterio liberal, construía un lema en
el cual cifraba el existo de su programa: “Libertad y religión son los dos principios que forman
la felicidad de las naciones”.
La esperanza de Comonfort de que sería seguido por la mayor parte de los estados y por el
grueso de los liberales pronto se desvaneció. Diose cuenta de que su actitud solo había
servido para reforzar a los conservadores, quienes de inmediato trataron de obtener de él la
derogación de las disposiciones reformistas y hasta una amnistía para Santa Anna, a lo que
Comonfort se opuso. Convencido de su error ante los consejos de Doblado, que buscaba
una transacción con tal de salvar a su amigo, intentó en vano volver al orden constitucional,
sin ser escuchado ya por los liberales que con toda razón desconfiaban de él.
Mientras que Comonfort se confundía cada vez más y perdía prestigio ante los partidos, un
grupo decidido de liberales abandonó la ciudad de México y se refugio primero en Querétaro,
gobernado por un general de buena cepa revolucionaria, José María Arteaga, y
posteriormente en Guanajuato. Antes de abandonar la ciudad y el mismo día del
pronunciamiento de Zuloaga, los miembros del Congreso, en un manifiesto que se imprimió
en Querétaro una semana después, condenaron la conducta de Comonfort, quien “ha
cambiado los honrosos títulos de jefe constitucional de un pueblo libre por los menguados de
un faccioso vulgar”. Analizaron los diputados en ese manifiesto su conducta ante el jefe del
Ejecutivo contra el cual “nunca ejercieron un solo acto de oposición”, otorgándole en cambio
“la suma de poder extraordinario que les pudiera”, esperando sus iniciativas de reforma y
“guardándoles sus fueros, respetando su personal y el poder de que era depositario” y
protestaron contra todo acto arbitrario cometido, de los cuales el único responsable sería el
jefe del Estado. Para finalizar excitaron a “los gobernadores y legislaturas para que fieles a
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sus promesas y en bien de la nación rechacen el plan atentatorio proclamado en Tacubaya, y
apresten las fuerzas de los estados para sostener el orden constitucional”.
Esta excitativa encontró eco en los gobernadores liberales de los estados de Querétaro,
Michoacán, y Jalisco. Doblado que gobernaba Guanajuato y deseba una conciliación de
intereses, no se puso de inmediato del lado de la coalición. Figura prestigiada y hábil político
al caer Comonfort muchos pensaron en él para sucederle en la Presidencia. Las simpatías
que tenía eran por el momento mucho mayores que las de cualquier otro personaje, mayores
aun que las que tenía el presidente de la Suprema Corte, Benito Juárez, quien por ministerio
de la ley debería ocupar en caso de ausencia o incapacidad del Presidente, su puesto; mas
como el número de estados contrarios al golpe de estado crecía y los clamores de sus
amigos eran cada vez más insistentes, Doblado se sumo a la coalición. En el manifiesto que
suscribió en Guanajuato el 25 de diciembre declaro que se oponía al motín militar de
Tacubaya, “resultado de las maquinaciones de las clases privilegiadas, lastimadas en abusos
e intereses”.
Aceptó que la Constitución estaba lejos de ser perfecta, mas convino en que ella misma daba
las vías para su reforma, vías legales dejadas a un lado por haberse preferido “el camino de
la violencia siempre injusto y peligroso”. El plan de Zuloaga -afirmó- no es pues, como se ha
dicho, el remedio para hacer desaparecer los males que causa la Constitución, porque los
defectos de un código no se han corregido nunca con la sedición. El vació de la ley sólo lo
llena la pluma del legislador; la espada del soldado destruye, pero ni reforma ni convence.
Después de analizar las consecuencias de esa situación que podía llegar hasta provocar la
perdida de la nacionalidad, lamento la defección de Comonfort, “hombre que era la
personificación de la libertad y del orden hermanados por la gloria” y terminó asegurando que la
lucha que emprendían produciría al país “los anhelos frutos de paz, libertad y mejoras
sociales”.
a) El desarrollo político
A partir del momento en que la voluntad de Comonfort comenzó a flaquear y se decidió a no
mantener la Constitución sino a suprimirla, se observa un desarrollo político digno de ser
consignado no solo por ser altamente revelador de la conducta de los hombres que lo
hicieron posible, sino porque significa el índice más adecuado para conocer el estado de la
opinión pública y la fuerza y resonancia que produjo la en todos los ordenes la Reforma. A
parte del conflicto espiritual de Comonfort y de sus tremendas repercusiones para la vida
mexicana, y alejados también de los fallidos intentos de reconciliación, en las últimas
semanas de su gestión presidencial, con el grupo que lo había exaltado, se percibe en esos
primeros momentos en que se requerían grandes decisiones, la actitud conciliadora de
Manuel Doblado, tendiente a evitar, además de la caída de Comonfort, la guerra civil.
Doblado, que conoció a fondo los proyectos de Comonfort y de sus consejeros, intervino en
varias pláticas; fue consultado, aconsejó y, más aún, propuso una serie de reformas
constitucionales al Presidente que éste acogió aparentemente convencido. Al ocurrir el golpe
de estado, Doblado trato de salvar la situación. Diplomático sagaz, deseó una transacción
entre los diversos grupos y permaneció callado ante los primeros llamados que los liberales
decididos como Arteaga, Degollado y otros le hicieron para formar un frente que oponer a los
conjurados. Sabedor de que las puertas de la presidencia se le abrían con esa oportunidad,
por ser la figura política más respetable y considerada, más conociendo también las
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amenazas que sobre la patria se cernían dentro y fuera de las propias fronteras sí el país
recaía nuevamente en la era de los pronunciamientos y la anarquía, después de un periodo
de vacilación durante el cual mantuvo en suspenso la atención de amigos y enemigos que le
llamaban a tomar partido, opto por el único camino honesto que le quedaba, el de la
legalidad.
Habiendo decidido no tocar “sus hermosos títulos por los de lacayo del más despreciable de los
facciosos”, como dijera Prieto, Doblado se inclinó, después de una angustiosa espera, por la liga
de Estados. Su declaratoria trajo a los coaligados, que ya desesperaban, nuevas fuerzas,
abrió a los liberales nuevos horizontes y significo para su causa la unidad en el mando,
prenda segura de victoria. La coalición de Estados auspiciada por destacados liberales
como José María Arteaga, Anastasio Parrodi y Epitacio Huerta, a la que más tarde se unieron
Manuel Doblado, Jesús González Ortega, Santiago Vidaurri y otros posteriormente, así
como Manuel Gutiérrez Zamora, cuando se despronunció Veracruz, representó un frente
poderoso decidido a defender a todo trance los principios reformistas y a no aceptar las
proposiciones falaces de Zuloaga de crear “una dictadura que de por resultado la pacificación del
país, la tranquilidad de los ciudadanos, el progreso de todas las mejoras materiales y por último,
el establecimiento de una Constitución en la cual se tenga presente la historia, las tradiciones y
las costumbres de nuestro pueblo.”
Los gobernadores que rechazaron con violencia el golpe de Estado diéronse cuenta que no
conducía a “otra cosa que encender más la guerra, echando por tierra las conquistas de la
revolución de Ayutla, única que después de la Independencia se ha operado en el país
contando con la voluntad de la mayoría de los habitantes de la nación”, por la cual decidieron
“sostener con las armas en la mano las instituciones democráticas”, como afirmaba y
cumpliera José María Arteaga el mismo día en que ocurrió el pronunciamiento de la brigada
Zuloaga. Esta declaratoria, similar a las de algunos de los gobernadores de los restantes
estados de tendencia liberal, significo en la política el mantenimiento de la Constitución, la
aplicación de las leyes reformistas, la aceptación del principio de legalidad que llevo a Juárez a la
Presidencia de la República y la obligación de contribuir militar y económicamente a la defensa
de esos principios. Pero, más que eso, represento un sentimiento de cohesión,
anteriormente muy débil, de estados federales soberanos en torno de principios de
trascendencia nacional y de la propia unidad, cohesión que se empezó a patentizar a partir de
1857 y que alcanzó su mayor vigor en la guerra intervencionista de 1862 a 1867. La única ruptura
sufrida en torno a este ideal de unidad fue provocada por Santiago Vidaurri y felizmente
detenida por Degollado en plena campaña.
Habiéndose desatado la guerra, que fue larga y cruel pese a los anhelos humanitarios de
algunos jefes, el desarrollo político estuvo sujeto a las pasiones exaltadas por la lucha
misma, a sus fatigas, a su desesperanza, a sus desfallecimientos, a sus privaciones y
dolores. Los jefes militares que veían la desnudes de sus hombres, que sentían la misma
sed, cansancio y hambre, que padecían frió, calor, la lluvia y el polvo, tuvieron un concepto
claro de esa dura realidad. A ellos tocaba mantener la disciplina y honestidad en sus filas,
vestirlas, alimentarlas, dirigirlas, planear batallas y apresuradas marchas, obtener recursos y
armas o en su caso fabricarlas, llevar la dirección política, dentro de los territorios de su
mando; en fin, sostener una dura y complicada carga que a veces llego a pesar demasiado.
El gobierno constitucional en Guanajuato, Guadalajara, Colima y Veracruz tenía la
responsabilidad de lo que pasaba en la República. La dirección política de todo el
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movimiento estaba a su cargo así como todos los esfuerzos para mantener la unidad
deseada, resistir las presiones extranjeras cada vez más feroces conciliarlas con los
intereses nacionales y los principios por los que se luchaba. Los clamores del ejército federal
llegaban hasta ellos y en ocasiones las granadas y balas del ejército que los sitiaba. Los
hombres de Veracruz representaban el cerebro y el alma del movimiento, los jefes militares el
corazón y el brazo ejecutor. En algunos casos los corazones y los brazos estuvieron tan
fatigados que flaquearon y esas flaquezas representaron en esta contienda decisiones
políticas que es conveniente precisar.
El primer descalabro en la cohesión política y militar ocurrió en la batalla de Salamanca, que
obligo a Parrodi a capitular y a retirarse del escenario político; pero más grave que esa
derrota militar, que fue solo eso y que hizo exclamar a Juárez: “Guillermo -hablando con
Prieto-, nuestro gallo a perdido una pluma”, más grave, repetimos, fue la capitulación de
Doblado en Romita, por la cual las fuerzas que ese jefe tenía a su mando pasaron a formar
parte del ejército conservador. Esta actitud considerada como defección por Degollado, alejo
a Doblado de la lucha por algún tiempo de la lucha, disminuyéndose de esa suerte los
contingentes federales. Su incorporación posterior al movimiento significó su rehabilitación en
las filas liberales.
Santos Degollado, “el santo de la reforma”, “el héroe de las derrotas”, fue el sostenedor de la
guerra. Sobre su magra humanidad, su figura casi ascética, más de catedrático que de
guerrero, recayó la inmensa responsabilidad de casi todas las campañas. Degollado que veía
a diario diezmadas sus filas, deseó para ellas y para el país la paz y la tranquilidad. Ese
anhelo, común en todos los jefes, conservadores y liberales, fue el que se llevó en noviembre
de 1859, en vísperas de su derrota en la Estancia de las Vacas, a entrevistarse con Miramón
en los ranchos de la Calera y del Rayo con el fin de llegar a un acuerdo para evitar que
continuara el derramamiento de sangre. Degollado propuso esa vez a Miramón que aceptara
el orden constitucional. No logro un resultado satisfactorio, más pudo comprobar en esa
ocasión que “Miramón es caballero y de que a su modo y con sus errores desea el termino
de la guerra que, confiesa no puede concluir sino con el triunfo de las ideas liberales”.
Sin acarrear tampoco ninguna consecuencia política, pero reveladoras de los deseos de paz
que tenían los jefes militares, fueron los propósitos hechos por Miramón durante el segundo
sitio de Veracruz al gobierno constitucional. Estas proposiciones se debieron a la
intervención inglesa y se originaron por una nota de la cancillería británica dirigida al ministro
de aquel país en México, George B. Matheus, en la cual se le decía que sus despachos del
mes de noviembre “presentaban en colores aún más fuertes que los anteriores, una pintura
de la completa desorganización política y social en que México a caído”, y se agregaba: “El
gobierno de S. M. no puede llegar a creer que haya alguna cosa en el carácter mexicano, o
en las instituciones mexicanas, que haga imposible el respeto propio, o el de su gobierno, o
que los varios jefes mexicanos que tan notables se han hecho por sus ultrajes a los
extranjeros, hayan sido tan inconsiderados con los derechos de otros, y tan descuidados de
la buena fama y de la de su país, a menos que se encuentren bajo la influencia de pasiones
furiosas rudamente excitadas por los inmorales efectos de una prologada guerra civil. Sin
pretender caracterizar, en lenguaje demasiado fuerte, una serie de actos, y una continuidad
del desorden que casi a reducido a la barbarie a un país al que la naturaleza ha concedido
algunas de sus mejores dotes, debe decir que la conducta de ambos gobiernos ahora
establecidos en México, es inconsistente con la justicia y el respeto a los tratados, como
también con el temor general de la ley internacional.”
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Esta nota transmitida a Miramón, a quien se informó igualmente de la decisión del gobierno
de Washington de reconocer a Juárez, movió al caudillo conservador a hacer a los
constitucionalistas las proposiciones siguientes: a) celebración de un armisticio y por lo tanto
cesación de hostilidades para convenir la manera de restablecer la paz de la República; b)
intervención en las platicas con, como mediadores amigables, de los representantes de
Inglaterra, Francia, España, Prusia y Estados Unidos; c) ninguno de los partidos podrá
celebrar tratado alguno como potencias extrañas sin la intervención y el consentimiento del
otro; d) una asamblea compuesta por los funcionarios que hayan desempeñado en la
República los puestos públicos de alta jerarquía, desde el año de 1822 hasta el de 1853,
elegirá Presidente provisional de la República, fijara las bases que deba observar la
administración provisional de la República, fijara las bases las bases que deba observar la
administración provisional y quedara encargada de formar la Constitución, la cual no deberá
regir hasta que sea aprobada por la mayoría de los ciudadanos mexicanos.
Estas proposiciones, discutidas por Isidoro Díaz y Manuel Robles Pezuela, representantes de
Miramón, y por Santos Degollado y José de Emparan, comisionado de Juárez, no fueron
aceptadas por el gobierno constitucional, el cual en su respuesta de 16 de marzo firmada por
Degollado, quien fungía por entonces como ministro de Relaciones, explicó con amplitud las
razones que le asistían para ello. Consideró el gobierno constitucional que el Partido
Conservador era el responsable de “haber encendido la guerra civil en todo el país; y es
todavía mayor esa responsabilidad por el aspecto de religiosa que se le ha dado a la guerra
intestina y por el carácter de crueldad con que se ha hecho.” Hizo también un detallado
análisis del desarrollo de la lucha haciendo hincapié en que grandes núcleos de población
sostenían los principios reformistas, los cuales no podían ser ya desconocidos ni detenidos
por el propio gobierno de Veracruz u que aún si Juárez, movido “por el deseo de alcanzar los
goces de una vida pacifica y tranquila, cometiese la ingratitud de abandonar a los defensores
de la constitución y, aun cuando conviniese en un armisticio basado en la perdida de las
libertades civiles y religiosas y en la supresión del sistema representativo bajo el cual esta
constituida la República, esta complacencia no servirá para poner termino a la guerra civil,
sino para desnaturalizar las tendencias civilizadoras y humanitarias del Partido Liberal,
perfectamente unido hasta ahora bajo la bandera constitucional”.
Declaraban los constitucionalistas a través de Degollado que “no creían sincero el deseo que
manifiesta el señor Miramón de poner un pronto termino a la guerra civil que devora el país. Y si
bien es verdad que tratándose del partido de una minoría opresora, esta guerra no puede
concluirse por la fuerza de las armas, como lo ha reconocido el señor Miramón desde mucho
tiempo atrás, en manos de este se halla el remedio de tantas calamidades, porque él y su partido
son los agresores y los que se oponen al establecimiento de la tolerancia civil y religiosa, a las
reformas que exigen la marcha del siglo, al ejemplo de las naciones civilizadas, y a la
elección inmediata de un Congreso Nacional que arreglara como árbitro y único juez competente
las diferencias de los partidos democrático y clerical y que expresa la verdadera voluntad del
país.”
Confirmaban esa creencia discutiendo una por una las proposiciones de Miramón dirigidas a
obtener ventajas que no ha alcanzado con la fuerza de las armas, como son la posesión de
dos puertos en el golfo, Alvarado y La antigua; la participación en las aduanas marítimas, que
se hallan en poder del gobierno constitucionalista; la privación para éste de los recursos
pecuniarios que pueda producirle su tratado con el gobierno de la República de los Estados
Unidos del Norte; la intervención de los representantes de cinco potencias extranjeras,
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siendo cuatro de ellas jueces parciales que han externado su opinión y perdido su
neutralidad; la reunión de los comisionados para el armisticio general en un punto inmediato
a la capital de la República, cercado de tropas reaccionarias y muy distante de la protección
del gobierno constitucionalista; y la privación para los ciudadanos mexicanos de su derecho
inalienable del sufragio para elegir Presidente de la República y Asamblea nacional,
queriendo con insistencia los comisionados del señor Miramón que esta se componga de
personas sin misión popular. Todo esto viene en confirmación del juicio que tenía formado S.
E., el señor Juárez, de que el señor Miramón en nada cede a las pretensiones que se
formularon en el Plan de Tacubaya, y de que no quiere que la nación resuelva sobre las
cuestiones políticas que causan la guerra civil.”
Meses más tarde, durante el sitio de Guadalajara a la que atacaba González Ortega y
defendía Severo del Castillo, aquél dirigió a éste el 22 de septiembre una carta en la que le
proponía la “celebración de una conferencia a fin de ver si podemos evitar la efusión de
sangre. Tal vez, señor general.-decía el jefe zacatecano-, de esa conferencia resultara la
pacificación de la República, bien preferente a que debe aspirar en las actuales
circunstancias, todo hombre honrado y que tenga amor a la patria.” Severo del Castillo
propuso en esa oportunidad, “que las exigencias de su partido quedarían obsequiadas con la
reforma de la constitución y con la eliminación del excelentísimo señor Presidente don Benito
Juárez”.
González Ortega, en el informe que acerca de estas conferencias diera a su gobierno,
expone cual fue su actitud: “Como entendí -que estas pretensiones- podían conciliarse con
el principio constitucional, manifesté mi conformidad, siempre que las reformas fuesen
decretadas por el soberano Congreso, quien debiera hacerlas en un termino perentorio, con
entera libertad y sin clase alguna de restricciones”. Respecto a la eliminación de Juárez de la
escena política, el propio González Ortega, basado en consideraciones de principios,
declaró: “El excelentísimo señor don Benito Juárez, estoy íntimamente convencido que
abriga, con profunda convicción, estos mismos sentimientos, estos mismos sentimientos, y
no creo por lo mismo que habría yo podido presentarme ante él como digno servidor de su
gobierno y como buen ciudadano, si no hubiera protestado a su nombre que voluntariamente
dejaría el poder, con tal que con este acto no fuese violado el principio constitucional. Accedí,
pues, a la petición del señor general Castillo y nuestro ilustre presidente don Benito Juárez,
habría voluntariamente, estoy seguro de ello, desapareciendo de la escena política para
dejar el poder según mi oferta, a quien perteneciera, con arreglo al llamamiento
constitucional.”
González Ortega al afirmar que la constitución representaba el único vínculo que unía al
Partido Liberal, coincidía con las declaraciones de otros jefes que habían dicho luchaban por
principios y no por personas, y aun con la declaratoria del gobierno de Veracruz suscrita por
su ministro de Relaciones Exteriores. Ciudadano de convicciones firmes, González Ortega
había escrito a Doblado cuando éste le proponía buscar un advenimiento con Vidaurri, que
siempre había deseado no romper el principio de legalidad, porque ésta y nada más que
ésta, es mi bandera”y añadía siempre en su estilo claro y no exento de cierta perfección: “Yo,
mi amigo, estoy resuelto a presentar siempre a la nación una frente pura, esto es, que mi
conducta no lleve otra norma que el triunfo de la causa de la libertad, ni más exigencia, ni
más aspiración que esta, ¡Hombre de principios, jamás me ocupo de las personas¡ “
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Este hombre, al entrar en conversación de avenencia con uno de los jefes más acreditados
entre los conservadores, lo hizo sin el deseo de quebrantar los preceptos constitucionales y
con el animo de que cualquier reforma que se intentara fuera realizada “no por una
corporación extraña, elegida caprichosamente, o por una junta que no hubiera recibido
poderes de la soberanía nacional, sino por un congreso ya conocido, electo popularmente.”
Respecto a la separación del Presidente, indicaba que había aceptado esa proposición por
estar acorde con los principios que sostenían no sólo él sino los gobernadores de los estados
de Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Zacatecas. “Todas estas personas-afirmabaprofesaban intima adhesión al señor Juárez, muchos son intransigibles cuando se trata de
conservar el principio constitucional y ninguno de ellos, incluso los jefes de las fuerzas del
ejercito, han dejado de ver en las proposiciones que hice un medio aceptable por todos los de su
partido para terminar la revolución, quedando conformes las pretensiones a que han aspirado
desde que tomaron las armas en defensa de la Constitución.”
En la misma época en que González Ortega conferenciaba con Severo del Castillo para
encontrar un arreglo que diera la paz a la República, Santos Degollado, movido por los
mismos propósitos, fatigado por la lucha que ya sentía larga e interminable y a la cual en
algunos momentos de graves crisis personales habría pensado en renunciar dejando a otro
el puesto, así se lo manifestó a Pedro Ogazón en su carta del 19 de agosto de 1860, en la
que decía al comentar los ataques de que había sido victima, por liberar a un dignatario
eclesiástico: “Si no fuera por el escándalo y por el mal que sufriera nuestra causa, yo me
alegraría de tal desconocimiento -el propuesto por Valle- que colmaría mis deseos, que no
han cesado de ser los de separarme de un puesto que he renunciado con instancias de
cuatro veces, sin haber podido lograr mi exoneración. Yo bendeciría la hora en que mandé poner
libre al obispo Espinosa, si por esto me viniera el relevo que tanto apetezco.”
Convencido también él, aguerrido y valiente en la lucha, “de que si ésta podía terminarse sin
la intervención de las armas, los combates se convirtieron en una injustificable carnicería por
lo que tendría que dar estrecha cuenta a la nación” -como lo decía González Ortega-, y
conocedor de los anhelos de paz de sus enemigos, no dudó en elaborar un proyecto de
pacificación en el que se revela la fatiga, el ofuscamiento por la paz anhelada y la conciencia
que él tenía de que las partes combatientes no podrían por si solas entenderse entre ellas y
llegar a acuerdo alguno, que solo podría presentarse con la destrucción total de una de
ellas, destrucción que afectaría al país por la prolongación de la contienda. Por ello fue que
en el mismo hacía intervenir a una potencia extraña como mediadora en la paz a obtener.
En efecto, en una carta que el 21 de septiembre dirigió desde Lagos encargado de negocios de S.
M. británica, George W. Mathew, le indicaba: “La guerra que dura hace tanto tiempo entre los
dos partidos políticos que nos dividen en una guerra de principios, cualesquiera que hayan sido
los errores de una y otra parte; y como su resultado no sólo importa al porvenir de los hijos de
este suelo, sino también a todos los residentes extranjeros y al comercio e intereses de
otras naciones, creo que es mi deber, desde ahora manifestar confidencialmente
a usted, como el representante de una de las primeras potencias del mundo con las que
México tiene simpatías y buenas relaciones, cuales son mis deseos, mis propósitos y mi
resolución en la parte que me toca actualmente representar, como caudillo liberal y jefe del
ejército constitucional.
“He creído que se debía resistir con las armas al pronunciamiento del partido reaccionario
que desde hace tres años pretende sojuzgar al país, dominarlo y tiranizarlo por la fuerza en
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provecho de algunas clases privilegiadas y de algunos intereses particulares. Pero la misma
guerra que he sostenido durante tres años me ha hecho conocer que no se alcanzara la
pacificación por la sola fuerza de las armas, y estoy pronto a prescindir de la forma de las
personas con tal de que queden asegurados y perfectamente a salvo los principios que
sostiene el Partido Liberal.
“Esta razón es la que me impele manifestar a usted, para que en todo tiempo lo pueda hacer
constar, que por mí parte y tanto con carácter público como con el de particular, estoy
dispuesto a proponer a mi gobierno y a mis compañeros de armas la admisión de las
siguientes bases o condiciones para la pacificación de la República:
1) Que se instale una junta compuesta de los miembros del Cuerpo Diplomático residentes
en México, incluso el E. S. ministro de los Estados Unidos, y de un representante
nombrado por cada gobierno, declarando solamente que son bases de la Constitución de
la Nación Mexicana:
Primera.- La representación nacional en un Congreso Liberalmente electo.
Segunda.- La libertad religiosa.
Tercera.- La supremacía del poder civil.
Cuarta.- La nacionalización de los bienes llamados del clero.
Quinta.- Los principios contenidos en las leyes de Reforma.
2) La junta provisional de que trata el artículo anterior nombrará un Presidente provisional de
la República, que será reconocido por todos, y éste funcionara desde el día de su
nombramiento hasta que se reúna el Congreso de la Unión.
3) El Congreso deberá convocarse inmediatamente conforme a la última Ley Electoral y se
instalará precisamente a los tres meses de publicada la convocatoria.
4) El primer acto del Congreso será el nombramiento de un Presidente interino de la
República Mexicana, y la declaración de ser bases de la Constitución del país las
contiendas en el artículo primero.
5) El Congreso decretará libremente la Constitución mexicana en el preciso término de tres
meses contados desde su instalación.
“Tal es mi propósito: mi resolución en caso de que lo que pretende no sea aceptado por
ninguno de los dos partidos, es la de retirarme completamente de la escena política de mi
país.
En el caso de que mi gobierno y mis compañeros de armas y subordinados estén conformes
con las proposiciones indicadas, y que solamente las repelan y resistan los jefes del partido
reaccionario, me esforzaré porque se siga la guerra con todo el vigor y energía posibles,
declarando fuera de la ley común a los perturbadores del orden y haciendo que todo el rigor
de las leyes vigentes en el sistema constitucional se apliquen sin remisión a los culpables.”
Copias de esta comunicación trasmitió a sus compañeros de armas y al gobierno de
Veracruz, acompañadas de una nota aclaratoria en la cual expresaba cuales eran sus
propósitos: “hacer ver que pertenecemos a un pueblo civilizado que pelea por principios y no
por personas ni por intereses mezquinos; y es indispensable acreditar a los pueblos cultos
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del mundo y a los representantes de las naciones amigas, residentes en México, que solo
aspiramos a la felicidad de nuestra patria, encaminándola por la vía del progreso”,
indicándoles además que redactaba este proyecto, “cuando estamos fuertes y con toda la
posibilidad de triunfo”, y manifestándoles que en caso de inconformidad “deben prepararse para
elegir un caudillo que me remplace, porque mi deber y mi conciencia me prohíben continuar
de otro modo.”
Sus amigos y el gobierno las recibieron alarmados, no por el deseo de pacificación mostrado,
sino por la intervención que propuso de las potencias extranjeras en la formación del
gobierno nacional, lo cual equivalía a aceptar a aceptar el intervencionismo de los países
fuertes, en los asuntos de los débiles, hecho que se había vuelto abusivo y contra el cual
México se hubo de oponer enérgicamente. Al protestar contra ese principio la República
dejaba bien sentada su política de no intervención que con tanto vigor ha sostenido.
Las respuestas a la comunicación de Degollado no se hicieron esperar. Todos sus amigos
condenaron ese proyecto. Gonzáles Ortega lo califico como extravió; Prieto en una carta
llena de incertidumbre y desesperación, considero que ese proyecto representaba la
esterilización de uno de los hombres más eminentes; Doblado lo estimo como su suicidio
político y el reproche más amargo que tuvo que sufrir fue el que vino de Vallarta, su amigo que
tanto estimaba, quien recordando los días pasados por Degollado al lado de un
eclesiástico, le hirió en sus convicciones diciéndole “sacristán fuiste y sacristán serás”. Los
oficiales convocados por González Ortega para conocer ese proyecto en San Pedro
Tlaquepaque, entre quienes se contaban sus más leales subordinados, reprobaron por
unanimidad la proposición de Degollado, y el gobierno constitucional lo separó del mando y le
ordenó presentarse ante él para responder de su conducta.
El proyecto que costo a degollado su carrera militar no fu en el transcurso de esta guerra el
último intentado. Miramón casi al término de la misma, presentó un nuevo plan, que fue
sometido a la consulta del embajador Pacheco y McLane. Con esas bases Pacheco preparó
uno nuevo que presento a Miguel Lerdo de Tejada, quien se dispuso a pasar a México para
concertar la paz con la autorización de Juárez. Lerdo había recibido instrucciones para
conferenciar con el representante de Miramón acerca de la cesación de los dos gobiernos,
las personas que lo substituirían, la amnistía a conceder y la declaración “de que el
constituyente habría de ser absolutamente soberano sin limitación alguna”; con ello quedan
reconocidos los principios por los que tanto se había luchado. Esta nueva proposición de paz,
hecha en vísperas de las grandes batallas que llevaron al ejército liberal, dirigido por
González Ortega a obtener el triunfo total sin concesiones de ninguna clase, muestra los
claros anhelos de quienes durante tres años mantuvieron una contienda dura y amarga por el
triunfo de sus ideales.
En el aspecto legislativo hay que consignar que el Partido Conservador, al tomar el poder
después del alzamiento de Tacubaya, derogó en enero de 1858, por medio de las llamadas
“cinco leyes”, la Ley Lerdo, La ley Iglesias, La ley Juárez y las restantes disposiciones que
afectaban tanto a sus principios como a sus miembros. Los liberales por su parte, en plena
guerra promulgaron otras leyes en las cuales, más que en la constitución de 1857
abundaban los principios del liberalismo. Si la constitución fue obra de los moderados las
leyes dictadas en Veracruz en 1859 y 1860 fueron obra de los puros, principalmente de
Ocampo, quien con el apoyo de Degollado logro vencer las resistencias que dentro de su
partido detenían su promulgación. La ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos del
39
12 de julio de 1859; la del matrimonio civil del 23 de julio, recibida con gran entusiasmo por Juan
José Baz; la del registro civil del 28 del mismo mes; la de secularización de cementerios del día 31;
la que fijaba el calendario festivo y suprimía la asistencia de las autoridades a las ceremonias
religiosas, del 11 de agosto; y la libertad de cultos del 4 de diciembre de 1860, así como otras
disposiciones más, representan la decisión de los liberales de llevar su movimiento hacia
sus últimas consecuencias y de cumplir por entero su programa. No dejaban así las reformas
de México a medias, como con sobrada experiencia aconsejara el doctor José María Luis Mora.
En el campo de los compromisos internacionales, si los liberales llegaron a firmar en un
momento de desesperación el tratado de McLane-Ocampo el 1 de diciembre de 1859, que
comprometía al país, los conservadores pidieron a Francia en 1858 su intervención “para
enderezar la situación política de México” y posteriormente realizaron gestiones con el fin de
conseguir un empréstito de veinte millones de pesos garantizados con los bienes del clero, para
hacer frente a la guerra y a las dificultades económicas.
México luchaba aún intensamente para resolver sus problemas internos, los cuales eran de tal
naturaleza que uno y otro partido desesperaron en ocasiones de poder hacerlo con sus
propias fuerzas. La guerra del 47 mostró a los mexicanos el camino de la unidad y la
intervención francesa lo confirmó en ese principio que ha salvado a la República en otras
ocasiones. Cuando la unidad ha amenazado con romperse, la agresión extranjera ha estado
pronta a aprovecharse de nuestras escisiones. Cuando el pueblo entero y el gobierno
marchan con él como un solo hombre, el país puede repeler con fe cierta de triunfo al ataque
exterior. Para aprender esto, México necesitó perder la mitad de su territorio y sostener dos
penosas luchas una interna y otra con extraños, más a partir de aquel instante este principio ha
quedado establecido de manera indubitable.
La Guerra de Reforma no fue una lucha por las personas sino por las ideas y bien se
encargaron sus dirigentes de definirlas, propalarlas y tratar de que llegaran a convertirse en
plena y precisa realidad.
Si con el triunfo de la revolución de Ayutla y la promulgación de la Constitución quedaron los
principios liberales concretados en un programa que comenzaba poco a poco a realizarse,
pero que se frustró por el golpe de Estado, la Guerra de tres años no solo fecundó el
pensamiento y fortaleció la voluntad de todos los que en ella participaron, sino que les
impuso la convicción de que era urgente e inaplazable realizar en ese momento en su
integridad y llevar a sus más extremas consecuencias las reformas que el país requería y
que la indecisión de Gómez Farías y de Comonfort habían detenido en dos ocasiones
mejorables.
La tenacidad y el alto espíritu de sacrificio de Degollado, el pensamiento incorruptible de
Ocampo, la inteligente superioridad de Lerdo, el brío torrencial de Prieto, el valor y heroísmo
de Zaragoza, de Valle, de González Ortega, pero sobre todo la implacables perseverancia de
Juárez que hizo suyas las palabras de Foción tan caras a Ocampo: “No es lícito al ciudadano
desesperar de la salvación de la patria”, representaron las virtudes que dieron a la causa
liberal el triunfo.
Ellos comprendieron que la pelea que hacían con la pluma, las espaldas, los cañones y las
ideas no era una revolución, en la que se jugaba su destino y la felicidad o la desgracia de
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sus ciudadanos. Las mediadas que tendían a aplicar, las transformaciones que con ellas
preveían y la necesidad de mantenerse inflexibles impusieron a los hombres de la Reforma
grandes sacrificios y el dilema de vencer o morir. Dotas de una conciencia histórica
perfectamente definida, diéronse cuenta de que el país requería de un cambio total y que ese
cambio no podía dejarse a medias como otras veces había ocurrido.
Las palabras sentenciosas del doctor Mora acerca de la urgencia inaplazable de la
transformación del país, de los métodos a seguir para obtenerla totalmente, así como de las
cualidades que debían reunir los reformadores no escaparon a los hombres que rodearon a
Juárez. Ocampo, el ideólogo por excelencia, el consejero constante, el político de
pensamiento firme, mantuvo inalterable esa idea apoyada por sus compañeros. Juárez, el
indio ciudadano, representó no solo el brazo ejecutor, sino el alma callada, la fe
inconmovible, la esperanza perpetua de aquel ideal. Convencidos de la razón y de la justicia de
su causa mantuviéronse erguidos, pese a los desfallecimientos de algunos de sus
compañeros. En ocasiones fueron intransigentes con algunos amigos que llegaron a dudar, pues
sentían y creían firmemente que sobre la amistad y los efectos del corazón se
encontraban los más altos intereses de la patria. Sin traicionar principios que les llevaron a la
lucha, no claudicaron ni dudaron de su bandera.
La victoria que ellos alcanzaron de debió a la lealtad que a su revolución tuvieron. Se dieron
cuenta de sus consecuencias y nada los arredró: ni los intereses lastimados, ni la oposición
sangrienta, ni las lamentaciones de los conocidos, ni el egoísmo personal. Manejaron los
caudales más ricos de México y ninguno se enriqueció con ellos. Su honestidad y desinterés
fueron reconocidos por todos y debido al cultivo en óptimo grado de esas virtudes obtuvieron
el triunfo sin dar un paso atrás, sin ceder, sin transigir, pues esa es la única forma como se
puede hacer una revolución y alcanzar la transformación de un país. Las revoluciones son
siempre destructoras, mas cuando se tornan necesarias hay que hacerlas totales, sin
temores ni treguas. Eso fue lo que trataron de hacer en la Reforma los hombres que en torno
a Juárez se agruparon.
De todas las cualidades que ellos tuvieron, cada una plenamente valiosa, desprenden
reflexiones afines, ideas semejantes en torno a la libertad humana, a los defectos nacionales y
vicios de las personas, reflexiones e ideas emanadas al calor de la lucha y que son el reflejo
fiel de una mentalidad y una circunstancia determinadas.
b) El ideario reformista.
Este ideario como resulta más conveniente designarlo, lo hemos agrupado en torno a los
temas centrales de las polémicas que se establecen durante tres años de contienda,
polémica que gano el grupo reformista sin negar por ello el alto valor que tiene la pluma del mejor
defensor de los conservadores, Clemente de Jesús Murguía, quien espera hacer tiempo un
estudio que pueda aquilatar sus enormes méritos.
Algunos temas centrales de su ideario formado a base de sus escritos, proclamas,
manifiestos, cartas, etc., aparecidos en aquella época son los siguientes, los cuales no
representan sino una pequeña parte de sus diversas preocupaciones.
Democracia
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La democracia era para los liberales principios básicos. No concebían la patria como
pertenencia de una facción, ni como sujeción de los ciudadanos al capricho de un hombre;
por ello Juárez afirmaba en su manifiesto del 15 de enero de 1858: “Los destinos de los
mexicanos no dependerán ya del arbitro de un hombre solo ni de la voluntad caprichosa de
las naciones, cualesquiera que sean los antecedentes de quienes las formen.” En
Guadalajara, al contemplar la intervención de todas las clases populares a favor de la
reforma, escribió: En los momentos de supremo conflicto, borrando las distinciones con que
pretenden dividirnos los privilegiados, realizando y haciendo patente los deseos de los
demócratas de corazón habéis combatido juntos, y hecho visible al soldado del pueblo, al
pueblo del ejército, a las clases todas confundiéndose y fraternizando en una aspiración de la
libertad, popularizando el heroísmo, vulgarizando el sentido de gloria, llorando las desgracias
del hermano extraviado, reviviendo escenas que están iluminadas con los nombres de los
caudillos de 1810.”
Degollado, en su circular del 26 de marzo de 1858, confiesa que Juárez y ellos luchan “por
mantener el deposito de la autoridad suprema de la República y por el sostenimiento de los
principios democráticos y por la incolumidad de la las instituciones bajo las cuales quiso
constituirse la nación.”
CONSTITUCIÓN Y LEYES.
La constitución representaba la cristalización de todas las sus aspiraciones; de ellas; de ellas
provenía la felicidad de los individuos, el progreso y adelanto de la patria. Si el pueblo a
través del legislador la había forjado, solo el por los propios medios podía reformarla. Así lo
reconocía Doblado al afirmar: “Desde el momento en que el Poder Ejecutivo y los jefes
militares se arrojan la facultad de declarar por sí y ante sí la conveniencia o inconveniencia
de una Constitución, esto no existe más que de nombre, y el país no hará otra cosa que dar
vueltas en el circulo vicioso de las revoluciones, sin poder recobrar jamás el hilo de la
legitimidad, porque fuera de la ley ningún principio puede salvarse, y obrando contra la ley no
hay absurdo y atentado que pueda santificarse.” “El plan de Zuloaga no es, pues, como se ha
dicho, el remedio para hacer desaparecer los males que causa la constitución, porque los
defectos de un código no se han corregido nunca con la sedición. El vicio de la ley solo lo
llena la pluma del legislador, la espada del soldado destruye, pero ni reforma ni con vence.”
“Si la causa de la legitimidad no triunfa, las consecuencias de este último pronunciamiento
del ejército serán la escisión, la anarquía y la perdida de la nacionalidad”.
Degollado en sus proclamas, exhortaba a sus soldados diciéndoles: “Compañeros de armas;
aquellos de vosotros que no tengan fe la santa causa de la democracia; aquellos que no
sintáis latir un corazón patriota y desinteresado…..aquellos de vosotros que no sintáis
humillación ni vergüenza hincando la rodilla delante del poder tiránico, de las preocupaciones
y de los abusos, apartaos; salid de entre los hombres libres….” y Juárez, portaestandarte de
la legalidad, en el manifiesto del 29 de diciembre del 58 dado en Veracruz, excitaba a la
nación aconsejándole: “Redoblar nuestros esfuerzos para restablecer el imperio de la
legalidad, única garantía de una paz duradera en nuestro país, único valladar que se puede
oponer a las ambiciones bastardas de los que han fundado sus bienes en el abuso y elegido
la escala de los motines, para ascender a los altos puestos de la República. Fuera de la
constitución que la nación a dado el voto libre y espontáneo de sus representantes, todo es
desorden. Cualquier plan que se adopte, cualquier promesa que se haga saliéndose de la ley
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fundamental nos conducirá indefectiblemente a la anarquía y a la perdida de la patria, sea
cuales fuera los antecedentes y la posición de los hombres que la ofrezcan.”
Y en esta ocasión declaraba: “La voluntad general expresada en la Constitución y en las
leyes que la nación se ha dado por medio de sus legítimos representantes es la única regla a
la que deben sujetarse los mexicanos para labrar su felicidad a la sombra benéfica de la
paz.”
Zarco en las paginas de El Siglo XIX, escribió: “Nosotros repetimos que no queremos nada
ilegal, nada revolucionario, y deseamos ardientemente el orden constitucional, porque él
establecerá la paz y la tranquilidad, porque en el caben todos los partidos; y porque una vez
planteado, pueden hacerse las reformas a la voluntad general, a los intereses de la mayoría y no
como imponga una facción, una camarilla o un usurpador.”
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RELIGIÓN
En la mente de la mayoría de los liberales, los conceptos de religión, de iglesia y de clero
están bien definidos. No puede negarse que hubo espíritus exaltados que de esos conceptos
hicieron uno solo, al cual aplicaron desacertados epítetos, más también hay que reconocer
que muchos de ellos eran profundos creyentes, que se percataban de la alta y noble finalidad
de la religión y de la no menos elevada misión de la Iglesia, ocupada durante mucho tiempo
en transitorios intereses, y sus ministros. Por ello trataba que la iglesia ocupada durante
mucho tiempo en transitorios intereses, ligada en ocasiones a causas anti populares e
injustas, recuperara su nobilísima función espiritual a que por su naturaleza debía atender
perfectamente.
La mención que los hombres de la Reforma hacen de continuo de Dios, de la providencia y de su
auxilio no era mero pretexto, como muchos aseguran, para atraer al pueblo a su causa, sin algo
surgido del fondo de su conciencia, de sus convicciones y de su práctica. Por otra parte, ellos,
como los héroes de la Independencia, sentían que el nombre de Dios no es monopolio de
unos cuantos que se consideran privilegiados para mencionarlo, sino de toda criatura viva que
reconoce en Él al Supremo Hacedor. Salvo en casos excepcionalísimos, ese concepto fue
empleado por los reformistas con despreocupación. Iglesia y clero, adversarios en la lucha,
si recibieron ataques bastante severos.
Comonfort, en el manifiesto por el que acogió el Plan de Tacubaya, hace al final del mismo una
sincera innovación religiosa al decir: “Si la providencia, que rige los destinos de los pueblos,
protege las sanas intenciones de que me hallo animado, yo espero que los actos de la
administración provisional justificaran más que mis palabras mi conducta, que la urgencia de las
circunstancias me ha obligado a adoptar para salvar la República de su ruina y a la sociedad
de su disolución.”
Manuel Doblado en su manifiesto de Guanajuato, invoca a la providencia, así como Juárez
en el 15 de enero de 1858, y en el de Guadalajara de 16 de marzo, en el cual considera que
el cumplimiento de los deberes ciudadanos representa el cumplimiento de un deber impuesto
por Dios. En ese mismo documento llega a decir en un alarde optimista: “Por lo demás,
cúmplase la voluntad de Dios que bien manifiesta se halla a favor de las ideas democráticas”.
Dos días después manifiesto afirmó: “La esperanza inmortal nos promete la victoria definitiva
del pueblo, a despecho de unos cuantos infelices, porque Dios es el caudillo de las
conquistas de la civilización”, y en el manifiesto de Veracruz del 31 de octubre exclama: “Dios
salve a la República de México y haga que los corazones todos de sus hijos, vueltos a
templar por la presencia del peligro, conjuren unidos la amenaza de una nueva
dependencia.”
Aun Ocampo al mencionar a Dios lo hizo con respeto y lo invocó en los momentos difíciles. En su
discurso de Veracruz, al ocuparse de la patria en peligro reconoce la prodigalidad divina
hacia México y la fe que el mexicano debe tener, unida a su propio esfuerzo, para salvara a la
nación. “Todo te lo dio Dios -dijo-, y casi todos hemos sabido desaprovecharlo, calma señora el
extravió febril que te consume y hazte el ánimo de entrar en la senda de la justicia, del trabajo,
de la economía. Pocas posibilidades te quedan ya de salvarte, pero si Dios te ayuda y ye
ayudas a ti misma, siguiendo a las guías que te dio en la razón y la conciencia, aún puedes
levantarte. “
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Ignacio Mariscal, en un discurso pronunciado en Veracruz exclamo: “Nosotros vemos en la
religión un fruto espontáneo de la conciencia, que si la libertad es un fantasma funesto, la
vemos como el óleo santo que fortifica nuestras almas y confirma nuestros corazones en los
grandes sentimientos, jamás como el aceite impuro con que se unge a los tiranos.”
Las prácticas religiosas eran para las libertades altamente respetables y muchos de estos
concurrían a ellas, máxime cuando se trataba de prácticas sacramentales. En Varios cuerpos
del ejército federal existían capellanes castrenses, aun en los de González Ortega, como se
comprueba con varias cartas cruzadas, entre ese jefe y Degollado, más ninguno de ellos
podía admitir que so pretexto de diferencias políticas se negara a ninguno de sus hombres
auxilio espiritual de los sacramentos, como sucedió en varias ocasiones. De ahí que se
dictaran enérgicas disposiciones en contra de eclesiásticos que no cumplían su deber
apostólico.
El clero, que tuvo activa participación contra la Reforma, mereció de parte de los partidarios
de ese movimiento diferentes tratamientos. No escapo a Degollado el hecho de que buena
parte del clero apoyaba a los enemigos con sus bienes, y por ello en la circulación del 20 de
mayo expedida en Colima, explicaba las debilidades del ejercito federal ante el de los
conservadores; “Porque los recursos pecuniarios del país estaban en manos de los
reaccionarios. La riqueza del alto clero y de los grandes propietarios sirve hace tiempo al
sostén de los privilegiados con el proyecto envejecido de establecer un gobierno de opresión
y retroceso. Seguir apelando a los medios ordinarios de extracción forzosa, al tiempo mismo
en que hay que combinar planes militares, es tanto como exponer el éxito, distrayendo la
atención de los jefes con la cuestión financiera que también exigía dedicación exclusiva.
Cuando hay que ocuparse cada día en solicitarse para el siguiente el pan del soldado, no es
posible tener calma ni sangre fría para escoger los medios para vencer a los adversarios,
fuertes por su dinero, por sus sistema de temor, por la cooperación eficaz de sus pulpitos y
confesionarios, y por el móvil del propio interés y de conveniencia individual.”
El gobierno constitucional en Veracruz tuvo igualmente que reconocer que la mayor
resistencia a la Reforma estaba apoyada “únicamente en la decidida protección del alto clero y en
la fuerza de las bayonetas”. Un exaltado Juan José Baz, “botaguego lanzado por todas las
revoluciones para vivir su momento efímero”, como lo califico con tanto acierto Roedor, y contra
el cual chocaron los sacramentos, que Aguilar y Marocho en su celebre batalla del jueves
Santo; Baz en La Bandera Roja escribió del clero: “El clero avaro, ese clero que ha puesto su
corazón en la riqueza, desdeñando la pobreza que les prescribió el Evangelio y que con su
ejemplo le enseño el Divino Maestro; ese clero sin fe que desconfía de Dios hasta tal punto que
cree que perdiendo los tesoros no subsistirá la religión; ese clero ingrato que imagina que una
nación generosa que lo enriqueció no proveerá en lo de adelante en su subsistencia; ese
clero sanguinario que ha gastado el dinero de los pobres en encender y alentar guerras
fraticidas para sostener sus odios privilegiados, sus riquezas y su poder, ve hoy abierto a sus
pies un hondo abismo.”
La libertad que Degollado dispuso se diera al obispo Espinosa y que él fundamenta con tanto
tino, pese a los ataques de sus compañeros, es una demostración más de respeto que
muchos de los liberales tenían hacia las personas investidas con algún carácter eclesiástico.
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JUSTICIA SOCIAL
Se ha discutido, muchas veces con pasión, si los reformistas tenían un programa social. Los
ejemplos que vamos a entresacar servían en esa polémica, la cual hay que adecuar a sus
justos términos teniendo en cuenta las circunstancias sociales, económicas, políticas y
culturales en las que se movían. No se puede aplicar a sus juicios otro rasero que el de su
propia circunstancia que limitaba sus probabilidades. De toda suerte es necesario un examen
detenido de sus principales escritos y un conocimiento idóneo de las ideas imperantes en su
época para poder apreciar las influencias que en el orden ideológico recibieron los hombres
del 57.
Manuel Doblado, en su manifiesto del 25 de diciembre, al señalar los fines de la lucha que
van a emprender, que buscan la paz, la libertad y mejoras sociales, y Juárez, desde
Guanajuato se refiere al hecho de que muchos de los que combatían la Constitución lo
hacían porque, repugna aceptar las reformas sociales que aquel código establece para honor
de México. El manifiesto de Guadalajara del 16 de Marzo, el gobierno constitucional excita al
pueblo a levantarse en armas contra los conservadores pronunciados diciéndole: Levantaos
y la explotación infame de los muchos para beneficio de unos cuantos quedara destruida.
Santos Degollado, en quien se personifica el ideario liberal burgués de su época, hace en su
proclama del 30 de marzo de 1858 un resumen claro de lo móviles económico sociales que
México tenía en esa lucha: “Los pueblos en su mayor parte son favorables a la causa del
orden constitucional, porque no quieren volver al estanco del tabaco, a las levas, a los
sorteos, a las contribuciones sobre la luz, a las extorsiones sobre los pasaportes, licencias de
armas y otras, a la supresión de la imprenta, a la exorbitación de los derechos parroquiales, a
la tiranía de las alcabalas y de las leyes fiscales, ni al sistema de opresión y de violencia
universal, que nunca omite ni aun modifica el partido del retroceso.” En la primera proclama
afirma como un deber esencial: “Protejamos a las clases ínfimas del pueblo y a las
desgraciados indígenas en cuanto tengan de justo sus reclamaciones”. El concepto de
propiedad individual, tan apegado al criterio liberal, se presenta con toda nitidez en Degollado
cuando dice: “Sostengamos por todas partes a los propietarios y a los padres de familia”,
concepto que por entonces ya chocaba contra la justicia existente en la distribución de la
propiedad y con ideas sociales más avanzadas.
Juárez cuando examina la situación social del país, señala sus avances y la compara con la
que guardaban otras naciones, no hace otra cosa sino reconocer que un movimiento de esta
naturaleza representa un esfuerzo continuo que hay que mantener a todo trance: “Pues
¿Nacen perfectos por ventura los pueblos y los individuos? ¿Y aun lo que más han
adelantado en la civilización y han procurado un cierto bienestar para determinadas clases,
han llegado por viejos que sean a la perfección social? La Inglaterra tan justamente
celebrada por la sabia libertad que ha sabido dar a la mayor parte de sus hijos, ¿no esta
mirada hoy todavía, después de tantos siglos de civilización y creciente prosperidad, por sus
millones de pobres, por sus dificultades en Irlanda y sus insurrecciones en la India?”
El gobierno constitucional confirma en el manifiesto dado en Veracruz en julio 7 de 1859 el
carácter de reforma social que sostenía y hace una declaración tajante en torno de la
distribución del agro mexicano, distribución que va a hacer de buena fe, de acuerdo con los
principios liberales que sustentaba, los cuales tuvieron en su aplicación que chocar con
algunas formas tradicionales de propiedad comunal, produciendo consecuencias contrarias a
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las que se perseguía. En este aspecto de la perspectiva de los reformistas fue vencida por una
realidad que, en su afán igualitario, no supieron comprender.
EDUCACIÓN Y ENSEÑANZA
Una de las causas fundamentales del atraso de México radica en su falta de educación, no
solo de instrucción. Los reformistas, esos hombres que deseaban el bien de la patria y
hacían cuanto les fuera posible para obtenerlo, tuvieron una clara conciencia de esa falla.
Buena parte del discurso de Ocampo, en Veracruz, está consagrado a analizar la carencia y
defectos educativos que los mexicanos tenían. “Porque se ha descuidado nuestra educación
civil -exclamaba- no somos ni justos, ni consecuentes, ni laboriosos”; “nos han educado en la
adoración del yo y héchonos creer que el yo es el todo y que el prójimo es el simple medio,
de alcanzar tal o cual satisfacción, tal o cual ventaja”; “aun es peor, se ha producido que en
el concepto de muchísimos el no interesarse en las cosas de la patria, y esto aun cuando
viven del tesoro público, sin tener como una especie de virtud….¿ Virtud del egoísmo?´
“Estamos mal educados…… ¡Por yo no se que interpretación de un pasaje bíblico tenemos
por maldito el trabajo¡ El trabajo la fuente de la independencia personal, de la acumulación
de la riqueza, de la prosperidad y del poderío de las naciones. El trabajo arbitro único para
dominar la naturaleza por medio del arte, y de continuar y mejorar la creación… Y concluía:
“Es ejecutivo, preeminente, que demos a nuestros hijos una buena educación civil, honorosa
y productoras ocupaciones; que consideramos los distintos públicos; que consideramos los
distintos públicos como cargo de conciencia y de temporal desempeño y no como
patrimonios explotables; que por estrictas economías y justas distribuciones, gastemos
menos de lo que ganamos para ir cubriendo nuestras deudas.”
Y finalmente en el manifiesto de Veracruz de 7 de julio, que condensa su programa de
acción, el gobierno liberal declaraba: “En materia de instrucción pública, el gobierno
procurará con el mayor empeño que se aumenten los establecimientos de enseñanza
primaria gratuita, y que todos ellos sean dirigidos por personas que reúnan la instrucción y
moralidad que se requieren para desempeñar con acierto el cargo de perceptores de la
juventud, porque tienen el convencimiento de que la instrucción es la primera base de la
prosperidad de un pueblo a la vez que el medio más seguro de hacer imposible los abusos
del poder.”
AUTODETERMINACIÓN Y POLÍTICA INTERNACIONAL
El mantenimiento de una actitud elevada y la defensa de la soberanía de la nación frente a
exigencias internacionales fue una de las preocupaciones más agudas de los liberales.
Atacados por los propios y presionados fuertemente por los extraños, en algún momento, para
no perder todo, tuvieron que sacrificar ese principio, como es el caso de los tratados de
McLane-Ocampo, más aun en ese tratado la prudencia de sus dirigentes fue tal que, en un estira
y afloja con los estadounidenses, obtuvieron que el tiempo transcurriera sin que fuera aprobado
ni reflejara sus consecuencias sobre la nación.
Fuera de este caso explicable y que tiene su contrapartida en un tratado obtenido por los
conservadores, los reformistas estuvieron preocupados por mantener el decoro nacional.
Conocida es la conducta de Degollado en el caso Barrón, que abona su criterio. Nunca creyó
el que las potencias extrañas debieran mediar en la vida interna del país, salvo en el caso
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que tuvieran que interponer su influencia conciliadora en una grave disputa. Rechazaban el
intervencionismo y se oponían a un tratamiento violento por parte de los poderosos.
No significan otra cosa las palabras siguientes que encontramos en el manifiesto del
gobierno dado en octubre en Veracruz: “La República conoce los verdaderos antecedentes
que han procedido a la situación en que se encuentra respecto de España. Algunos hijos de
ésta, que ya no dominadores, se creen explotadores natos de sus rentas y riqueza, han
alumbrado las malas pasiones de mexicanos degradados; que insensiblemente han dado
cuerpo, regimentado y fortificado las preocupaciones religiosas de muchos, las simpatías de
algunos por la antigua metrópoli, los recuerdos de no pocos que aun suspiran por un rey y el
desaliento de los pacatos que creen que México no puede regirse pos si mismo.”
Estos conceptos en los que se reafirma el propósito de la autodeterminación, se completa
con el siguiente en el que se rechaza la violencia: “¿Qué satisfacción puede darse cuando se
exige en actitud hostil? ¿Entonces a los amagos de la fuerza debe contestarse con la fuerza,
porque no queda otro arbitrio que salve el decoro nacional?” Y en una reflexión que apoya
ese principio concluía ese documento: “El modo de ser es accesorio y aun accidental al ser, y
como de que sucumbamos en la guerra con España dejaremos de ser, y no porque esta
vuelva a dominarnos, sino porque nos destruiremos y dividiremos nosotros mismos, el único
deber de todo mexicano que se sienta tal es combatir al enemigo común. Rechazado nos
ocuparemos de arreglar por vías pacificas y legales nuestras cuestiones domesticas”, y
termina: “Alerta, pueblo; Dios, que no nos desampara, nos brinda con la mejor de las
oportunidades para asegurar por siempre nuestra independencia y justificar que no era una
aspiración vana el pretender el titulo de nación, sin que sabéis formarla y sostenerla.”
MILITARISMO
Uno de los propósitos fundamentales de los reformistas, a partir de Mora, consistió en
eliminar los derechos excesivos que se había arrogado el ejército, derechos que fueron cada vez
mayores a partir de la independencia, hasta hacerse abusivos. Aquellos de entre los
reformistas que empuñaron la espada sin pertenecer a la casta militar diéronse mejor cuenta de
este estado de cosas y trataron de dar a los soldados el puesto que en realidad merecían, pero
sometiéndolos a una estricta disciplina y al cumplimiento de sus deberes como guardianes
de las instituciones y garantía de la paz nacional y no como una clase privilegiada,
madrastra ingrata de la patria.
Los esfuerzos y palabras de Degollado son en este caso clarísimos pues nadie más que él
luchó por disciplinar sus tropas y someterla a la obediencia, y lo propio puede decirse de
Jesús González Ortega. La declaratoria firmada por Zarco condensa el pensamiento de sus
partidarios en este sentido: “ha querido sostenerse que el gobierno constitucional es el
enemigo sistemático de la institución del ejército permanente, dando este nombre a las
hordas un tanto disciplinadas que a las ordenes de forajidos famosos han destruido las
libertades públicas y llevado a todas partes la desolación y el exterminio. El gobierno
reconoce la necesidad de que haya ejército permanente, pero proclama que la fuerza
armada es para el país y no el país para la fuerza armada. De aquí deduce que el ejército en
cuanto a número debe limitarse a las necesidades y a los recursos de la República, y por lo
demás, para darle moralidad y disciplina y hacerlo el defensor de la independencia y el apoyo
de las libertades públicas, es menester no reclutarlo por medio de la leva, no admitir en el
gentes perdidas, no recompensar con despachos de espionaje la denuncia y otros servicios
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más infames todavía, no prodigar asensos a los héroes de antesala, y sobre todo dar
educación, tanto en lo facultativo como en lo civil a los que han de ser jefes y oficiales. Con este
fin se establecer el Colegio Militar, y solo los jóvenes que hayan hecho sus estudios con
aprovechamiento, podrán seguir como oficiales la carrera de las armas.
c) LA LUCHA ARMADA
Los repetidos cañonazos que el 17 de diciembre de 1857 despertaron a la ciudad de México,
anunciándole el pronunciamiento de la brigada Zuloaga, marca el inicio de la guerra. La
capital y sus alrededores fueron los primeros campos de batalla. Los combates contra los
soldados de la guarnición en Tlalpan y los habitados entre los cuarteles, iglesias y conventos
-Palacio Nacional, la Ciudadela, la Santísima, San Francisco y Santo Domingo-, dominada
por constitucionalistas y conservadores, son los primeros en esta larga lucha de tres años.
Los estados que rechazaron el Plan de Tacubaya y decidieron mantener el orden legal se
aprestaron a enfrentarse contra los pronunciados. El congreso de Jalisco propuso el 23 de
diciembre la integración de un ejército coaligado que mantuviera la Constitución, defendiera el
gobierno de ella emanado y batiera a sus enemigos. La formación de este ejército debiera
realizarse por la contribución y contingentes que prestaran los siguientes estados: Zacatecas y
Guanajuato, cada uno con mil infantes, cuatrocientos jinetes, cien artilleros, y cuatro o seis piezas
de artillería, San Luis y Michoacán con ochocientos infantes, trescientos jinetes y cincuenta
artilleros con tres piezas de artillería; Aguascalientes y Querétaro, con quinientos infantes,
doscientos jinetes y veinticinco artilleros con dos o tres cañones y Jalisco con diez mil hombres
de todas armas y catorce cañones. Cada entidad cooperara al sostenimiento del ejército federal.
Los restantes estados partidarios deberían reunir otras fuerzas y todos juntos reconocer a Juárez
como Presidente interino. La decisión de Manuel Doblado para actuar a favor de la Constitución
reforzó los trabajos de Parrodi, a quien correspondió el difícil puesto de general en jefe del
Ejercito Federal o constitucionalista.
Parrodi, al frente de sus tropas que iban a engrosarse en su paso hacia la metrópoli, salió de
Guadalajara el 18 de enero. Zuloaga, por su parte formó el “Ejército Restaurador de las
Garantías”, que puso bajo el mando del joven general Luis González Osollo auxiliado por
Miguel Miramón, de veintisiete años, así como por Francisco Díaz Casanova y Tomas Mejía,
quienes dirigieron tropas veteranas y bien entrenadas y disciplinadas. Osillo se posesionó de
Querétaro y Parrodi lo espero en las riveras del río La Laja entre Celaya y Apasco. Hacia el 7
de marzo las tropas de la coalición, mayores en número que las conservadoras, se
enfrentaron a éstas junto a Salamanca, habiendo en el encuentro del día 10 resultado
vencido el ejército federal, cuyos restos replegáronse hacia Guadalajara. El día 11 Doblado,
después de proponer a Parrodi entrase en arreglos con Osillo, a lo que se negó aquel,
capitulo con los conservadores en Romita, desilusionando así a sus partidarios, entre ellos
Degollado que ocupaba el puesto de ministro de Gobernación en el gabinete de Juárez. El 23
Osollo recibió de Parrodi su capitulación en San Pedro Tlaquepaque, hecho que abrió a las
fuerzas conservadoras las puertas de Guadalajara. Los convenios de Tlaquepaque
representaron la continuación del éxodo de Juárez y sus hombres y el fin de la brillante
carrera política militar de Anastasio Parrodi.
Obligado Juárez a marchar hacia Colima en donde sentó las bases de acción de su gobierno
y ante la desaparición de Parrodi, nombró a Santos Degollado general en jefe del Ejército
Federal y ministro de la Guerra. Degollado, que carecía de preparación militar profesional y
49
que no obstante había actuado brillantemente en varias campañas militares hasta alcanzar la
banda de general de brigada, tenía un extraordinario poder de organización. El Colmenero”,
como lo llamaban sus soldados por su infatigable actividad, al aceptar en estas criticas
circunstancias el puesto más difícil del momento, lo hizo sabedor de que el gobierno legitimo
del país, a quien servía, esta dispuesto a aguantar todas las dificultades y a hacer todos los
sacrificios para salvar las leyes, los derechos de los ciudadanos y el buen nombre de la
República, que no puede retroceder en la senda de la civilización, y del progreso por donde
se ha propuesto marchar a pesar de las rémoras que le ponen las preocupaciones y los
intereses bastardos. Al agradecer días después a Ocampo su designación, afirmó que había
aceptado por haberme propuesto defender a mi patria en clase de soldado del pueblo y en
circunstancias de peligro……, esperando de la bondad del Presidente, me permita volver a la
condición de simple ciudadano luego que se restablezca la paz o luego que se vuelva inútil
mi sacrificio.
Días después, en la primera proclama que como general en jefe dirigió a sus subordinados el
30 de marzo, en la brillan diversas consideraciones acerca de los conceptos de patria, de
libertad y de democracia, excitó a sus compañeros de armas a sostener al gobierno legitimo
depositario de las leyes, y al cumplimiento de sus compromisos como soldados con lealtad y
decisión, así como no volver la espalda al peligro y pensar en la prolongación de la vida,
cuando vivir en esclavitud es morir y desmerecer la estimación pública es la peor de todas
las muertes. Este alto sentido del deber, su entusiasmo y abnegación llevaron a Santos
Degollado a convertirse en el defensor más abnegado y eficaz de la libertad en la Guerra de
los tres años.
Auxiliado por Pedro Ogazón, gobernador de Jalisco, Degollado reunió y disciplinó nuevas
fuerzas y atrajo a los hombres que habían escapado del desastre de Salamanca y a los que
no habían querido sumarse a la capitulación de Parrodi. En tanto Degollado en el sur de
Jalisco y Michoacán se reorganizaba, Santiago Vidaurri, gobernador de Nuevo León y
Coahuila se acerco a San Luis Potosí amenazándolo. Miramón quien había marchado en esa
dirección se encontró con los norteños liberales en Puerto de Carretas, donde fue vencido
por Juan de Zuazúa, quien se posesionó de Zacatecas el 27 de abril y el 30 de junio, días
después de haber muerto de tifoidea en esa ciudad -el 18 de ese mes- el general Osollo.
A partir de mayo, Degollado comenzó a moverse hacia Guadalajara y la guerra se volvió
cruel. L fusilamiento de oficiales conservadores en Zacatecas y siguieron el asesinato de
liberales como Herrera y Cairo en Ahualulco y las continuas represalias en uno y otro partido,
represalias que trato de contener Degollado con su alto espíritu humanitario.
Degollado concentró sus tropas en dirección de Guadalajara y con el apoyo de los norteños
al mando del licenciado Miguel Blanco se presentó ante esta ciudad, defendida por el general
Casanova, a fines de mayo. El 3 de junio intimó a Casanova la rendición, la cual rechazo
este manifiesto que no reconocía más gobierno legítimo que el de Zuloaga “que
representaba los sagrados principios de la religión, del orden y de la libertad bien entendida”.
A esto añadía: “Esto es lo que reconocen también en aquel personaje todas las clases
respetables de la sociedad, con excepción de esa gavilla de facciosos que a la sombra de
una mentida libertad, llevan por delante la mentira y el asesinato, con mengua de la nación
mexicana y con alto descrédito de hombres horrados que, como usted están a la cabeza de
ellas.”
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La amenaza que representaban los indios de Manuel Lozada y la proximidad en que se
encontraban las tropas de Miramón, que venia de San Luis, hizo a Degollado levantar el sitio
de Guadalajara a partir del 21 de junio cuando ya había conseguido varias victorias y la
ciudad estaba próxima a rendirse. Miramón, decidió apoderarse de los apoderarse de los
jefes liberales, dedicose a perseguir a Degollado parapetado en la barranca de Atenquique, y
sin haber logrado su propósito, se retiró a Guadalajara donde acrecentó sus fuerzas con la
leva y sus recursos con los prestamos forzosos obtenidos de la Iglesia, cuyos tesoros
artísticos fueron en esta época diezmados por obra de conservadores y de liberales.
El 12 de julio de 1858 presentose en escena el general Leonardo Márquez, a quien los
conservadores dieron el cargo de gobernador de Michoacán y general en jefe de la División del
Poniente. A partir de ese momento y ante la muerte de Osillo, las figuras centrales de los
reaccionarios van a ser Miramón y Márquez. El 21 de septiembre los liberales, comandados por
Rocha y Núñez, derrotaron en Techaluta a sus enemigos y se abrieron paso hacia
Guadalajara, defendida por el general José María Blancarte.
Para el día 25 de octubre el ejército federal enocontrábase en Tlaquepaque y después de un
penoso sitio tomo Guadalajara. Ahí trato con profundas muestras de humanismo a los
vencidos. Para distraer la atención de los conservadores preocupados en diversos frentes, el
general Miguel Blanco avanzo en octubre hasta Chapultepec, vecino a la ciudad de México.
Miramón dirigió sus fuerzas en contra de los fronterizos liberales posesionados de San Luis
Potosí y Zacatecas, como dijimos anteriormente, habiéndose encontrado Vidaurri y Miramón
frente a frente en Ahualulco de Pinos, S.L.P., el 29 de octubre. El jefe norteño salio
destrozado de ese encuentro, debilitándose con ello las tropas federales. Miramón alarmado con
la maniobra de Blanco sobre México, dejo a Márquez a la cabeza de sus ejército y partió hacia la
capital, que había desechado la amenaza de Blanco.
Degollado después de la captura de Guadalajara reforzó sus tropas, reunió en su derredor a los
hombres de Blanco, Arteaga y Pinzón, así como los remitidos por el gobernador de
Zacatecas, general Jesús González ortega, esperó a Márquez, que había tomado Zacatecas y se
encontraba el 6 de noviembre en Tepatitlán. Miramón encontró a Márquez el mes de
diciembre y tomó el mando de su ejército, habiendo derrotado a las tropas de Rocha y
Coronado. El 23 de diciembre dentro de las filas conservadoras provocose una división en
virtud del Plan de Navidad que en Ayotla expidiera el general Echegaray en unión de Manuel
Robles Pezuela, en el cual desconocía al gobierno de Zuloaga y promovía la creación de una
administración provisional encargada de designar a una persona que ejercitase el poder y
convocase a la nación a constituirse libremente. Este plan, al que se invito a Miramón a
adherirse, fue calificado por éste como “viles aspiraciones de unos cuantos hombres que no
abrigan otras ideas que sus propias conveniencias he intereses.”
El año de 1859 sorprendió a los conservadores tratando de imponer sus sistemas en los
territorios que ocupaban. Miramón al conocer el Plan de Navidad, partió hacia México
dejando a Márquez el encargo de atender el gobierno político y militar de Jalisco. En México
repuso a Zuloaga en el mando de Presidente interino y él recibió el puesto de presidente
sustituto.
Los constitucionalistas desde Morelia se preparaban para continuar las campañas. Reunidos
en esa ciudad encontrábanse en enero Degollado, Ogazón, Vallarta, Contreras Medellín,
51
Rocha, Iniestra, Cruz Ahedo, Pinzón, Gómez Farías, Valle, Nicolás Regules, Traconis,
Chessman, Menocal y García de León, siempre en torno del primero que era su defensor. En
febrero Miramón fue designado Presidente, organizó su gabinete con adictos a él, y se
preparo para lanzarse sobre Veracruz, sede y bastión de los liberales, hacia donde salio con un
nutrido ejército y la más brillante oficialidad con que contaba.
En marzo inicio el asedio de Veracruz, defendida por Ramón Iglesias, pedro Ampudia e
Ignacio de la Llave, sitió que suspendió al saber que Degollado con nutridas tropas se
acercaba a la ciudad de México en unión de sus jefes más prestigiados: J. Justo Álvarez,
José María Arteaga, Pueblito, Zaragoza, Berriozábal, Iniestra y Pinzón. Márquez al conocer
la marcha de los liberales hacia la capital, dejo Guadalajara confiada al coronel Luis Tapia y
con un cuerpo regular de tropas corrió a la defensa de México, ya sitiada por el ejército
federal. Junto con Márquez iban a combatir Tomás Mejía, Francisco Vélez, Quintanilla y
Briguela.
El 10 de abril Márquez y sus hombres salieron hacia Tacubaya a batir a los liberales, a los que
derrotaron el día 11 tras heroica defensa. Cuando ya Miramón también se encontraba en la
ciudad, en un despliegue inútil de crueldad que caracteriza a Márquez, éste por órdenes de
Miramón, ordenó el fusilamiento de 17 personas, médicos y otros civiles que nada tenían que ver
con la contienda y que auxiliaban compasivamente a los heridos.
Tras atroces hechos que la República aún no olvida, dieron lugar a un escrito violento de
Francisco Zarco, quien con enorme virilidad y resistiendo grandes peligros tuvo el valor de
denunciarlos. En su obra llamó a esos crímenes “cacería de hombres para exterminarlos en
castigo a sus simples opiniones” y conjuró con el Génesis a los verdugos: “Malditos seáis en
la tierra que abrió su boca para recibir la sangre de vuestros hermanos cobardemente por
vosotros”. Los extranjeros residentes en México no pudieron por su parte eximirse de
condenar las ordenes de Márquez a las que calificaron de “actos atroces y inhumanos”,
atrocidad sin ejemplo entre las naciones civilizadas, habiendo perdido a sus representantes
en México protestase contra esos hechos en los cuales habían perecido súbditos británicos.
Después del revés sufrido en Tacubaya, Degollado retirose al interior, comisionando a
Ignacio Zaragoza para ir a Guanajuato; él tomó por su parte rumbo a Morelia a donde le
siguió Márquez, por lo cual tuvo que abandonar esa ciudad y partir hacia Jalisco y Colima
cuyas costas casi siempre estuvieron en sus manos.
En mayo de 1859 Degollado designó al joven general Leandro Valle, como jefe de la
segunda brigada de la División de Jalisco y apareció en Ciudad Guzmán el Boletín de la
Primera División del Ejército Liberal. Ese mismo mes Degollado decidió ir a Veracruz a
informar al gobierno de Juárez de la situación del país, a solicitarle armas y recursos y
apoyara a Ocampo en su decisión de promulgar las Leyes de Reforma. Márquez, después de
desalojar a Epitacio Huerta de Morelia, ciudad que a su salida volvió a ocupar ese jefe liberal,
se dirigió a Guadalajara en donde fue recibido con solemne Te deum, se le corono y otorgo
un bastón de “puño de oro cincelado, con un cerco de brillantes y un topacio en el centro”. La
ciudad fue obligada a recibirle con muestras de regocijo pues “los comisarios y demás
agentes de policía formarían una lista de los individuos que se hagan notable sobre ese
particular, con la que se darán cuenta para las mediadas consiguientes”.
52
Para junio de 1859, comenta uno de los más verídicos seguidores de esa lucha Manuel
Cambre: “Llevaba dieciocho meses la guerra civil, grandes batallas e infinitos combates se
habían librado y seguían verificándose encuentros sangrientos entre liberales y
conservadores sin que después de tanto batallar, resultaran probabilidades de triunfo
definitivo a favor de alguno de los contendientes, que día por día depuraban sus opuestas
exigencias de principios políticos.
El gobierno constitucional, fuerte en Veracruz, reconocida su autoridad y sostenido por los
habitantes de tres o cuatro quintas partes del territorio nacional, era dueño de los estados de
la República situados al norte, de los del golfo de México y el Pacífico, excepto una porción
de Jalisco, y de todos los puertos en ambos litorales, salvo el puerto de San Blas. El gobierno
reaccionario, en posesión constante de tres o cuatro de las ciudades más populosas y con
alternativa de otras, ubicadas en el interior, subsistía por la fuerza de las armas del antiguo y
bien organizado ejército permanente, estacionado en líneas militares que partían del centro,
la ciudad de México, se extendían por oriente hasta Puebla, hacia el norte hasta San Luis
Potosí, y para occidente por Guadalajara, a terminar en Tepic; sus plazas las guardaban
competentes guarniciones, teniendo además muy numerosas columnas, expedicionarias de
ese mismo ejército siempre en movimiento, triunfante hasta entonces en la mayor parte de
las grandes acciones de guerra, pero sin haber podido sostener sus conquistas.
Los elementos de las fuerzas del gobierno constitucional y del gobierno reaccionario se
equilibraban constantemente; la pérdida sufrida por el uno bien pronto quedaba
contrabalanceada con las ventajas obtenidas por el otro, y la contienda intestina se
prolongaba indefinidamente, de suerte que parecía imposible se restableciera la paz por
medio de las armas.
Entre tanto la nación empobrecía, todas sus fuentes de riqueza se paralizaban y cegaban, y
por otra parte, a pretexto de bandería, pululaban innumerables gavillas de bandoleros
viviendo de la devastación y del robo; tal era el estado del país al entrar el mes de junio.”
En julio de 1858, una vez expedidas las Leyes de Reforma, y reconocido el gobierno de
Juárez por los Estados Unidos. Degollado volvió al teatro de la guerra y estableció en San Luis
Potosí su cuartel general. Si González Ortega se había ya perfilado en Zacatecas como caudillo
disciplinado y fervoroso partidario de la Reforma, Santiago Vidaurri optó por desconocer al
gobierno de Juárez y la autoridad de Degollado. Sus ambiciones separatistas obligaron a éste a
destituirlo en septiembre, habiendo representado este hecho una amenaza para la cohesión del
grupo liberal.
Los conservadores, al igual que los liberales se encontraron a menudo sin fondos en
poblaciones demasiado oprimidas, recurrieron por mano de Márquez a tomar de una
conducta confiada a su cuidado seiscientos mil pesos. El enojo de Miramón por este hecho dio
lugar a un extrañamiento dirigido a Márquez, en el que le ordeno devolviera esos caudales
de inmediato, abriéndole además un juicio.
Degollado diestro en formar de la nada ejércitos, presentó en el mes de noviembre un cuerpo
armado de más de seis mil hombres y los generales José Justo Álvarez, Miguel Blanco, José
María Arteaga, Santiago Tapia y Manuel Doblado, quien se había incorporado a los
constitucionalistas afirmando: “Quiero servir al partido liberal, aunque se me coloque en la
53
clase del último soldado, con tal de que no se me dispute el derecho que creo tener adquirido de
contarme en el número de sus más sinceros y celosos defensores.”
Miramón enfrentole tropas de Vélez, Mejía, Woll y Márquez y salió de México a colocarse en
el lugar de mando. Degollado antes de entrar en contacto con las tropas conservadoras
propuso a Miramón una entrevista con el fin de evitar la continuación de la guerra, sin haber
obtenido resultado alguno. El 13 de noviembre ambos ejércitos chocaron en la Estancia de
las Vacas, Querétaro, habiendo sido derrotados los dirigentes por Degollado. Miramón actuó
con clemencia con los prisioneros, conducta que el general en jefe de los liberales alabó y
procuró se impusiera dentro de sus filas. Así acabó el año de 1859 para los liberales que,
entreverando triunfos y reveses formaban un núcleo extraordinario de soldados como Valle,
cuyas acciones en Jalisco y en Colima lo habían distinguido, y como Ignacio Zaragoza y
González Ortega, que se definían como los futuros defensores de la patria amenazada.
Veracruz representa para Miramón la mayor pesadilla. Tomada esa ciudad y capturado
Juárez y sus amigos se pondría poner fin a la guerra, pensaba el “joven Macabeo”. Con ese fin
en febrero de 1860 Salió con 7000 hombre a Veracruz, a la cual sitió a partir del 3 de marzo.
En la Habana hizo armar dos naves, el “Miramón y el “Marqués de la Habana” destinada a
asediar la ciudad por mar. Fuerzas navales estadounidenses detuvieron en Antón Lizardo
esos buques.
Fracasado el bloqueo marítimo, Miramón levanto el sitio el 21 de marzo. En tanto Veracruz
era atacada, el ejército federal se rehacía en San Luis Potosí, Zacatecas, Aguascalientes,
Jalisco y Sinaloa. Ogazón dominaba Jalisco y Colima; Placido Vega Sinaloa y José López
Uraga San Luis Potosí. Para el mes de abril Ogazon y Vega planeaban la captura de
Guadalajara y el benemérito López Uraga, con fuerzas de Carvajal, Régules y Antillón
enfrentábase en Loma alta a Rómulo Díaz de la Vega, a quien venció, habiéndose mostrado
con los derrotados generoso y clemente. “Al hacer prisioneros -exhortó López Uraga a sus
soldados-. Tan valientes debéis ser con el bravo como magnánimos con el rendido.” En el
mes de mayo Ogazón situase en San Pedro Tlaquepaque en espera de las fuerzas de
Uraga. Guadalajara estaba defendida por las fuerzas de Woll. Miramón al conocer los
intentos de los liberales, organizo un cuerpo militar de 6000 soldados, hizo prisionero a
Zuloaga y a los militares adictos a éste, de quienes desconfiaba querían arrebatarle el poder
y partió rumbo a León. Por su parte, López Uraga habíase reconcentrado en Tlaquepaque
con Ogazón y el día 24 intimaba a Woll la rendición de la plaza, cuya defensa fue ardua y
penosa. En el ataque López Uraga fue herido y hecho prisionero. La resistencia encontrada
en Guadalajara y la proximidad de las fuerzas de Miramón obligó al ejército federal a levantar
el sitio, retirándose en perfecto orden. En Zacoalco, Ogazón fue designado general en jefe de
dos divisiones -del Centro y de Jalisco-, en substitución de López Uraga.
Miramón entro en Guadalajara a festejar Corpus Christi y de ahí decidió regresar a México.
Su partida alarmó a todos aquellos que se habían mostrado fervientes partidarios de los
conservadores, los cuales abandonaron la ciudad; entre ellos iba el obispo Espinosa, quien
fue hecho prisionero por los liberales. Muchos grupos pidieron que se le sometiera ajuicio y
se le castigara por sus adhesiones abiertas a contrarreforma, peticiones que Degollado
desoyó poniéndolo en libertad en “virtud de la política de lenidad y dulzura que adoptó desde
un principio este cuartel general, y que ésta produciendo los más felices resultados en la
opinión pública en el interior y en el extranjero, pues ya nadie duda que entre nosotros es
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donde se encuentran los principios de justicia y de la humanidad de que damos fuertes
pruebas.”
En agosto, Ogazón, Zaragoza y Vega acordaron auxiliar a González Ortega quien había
formado un compacto y disciplinado grupo de tropas, para que se enfrentaran a Miramón que
por entonces estaba en el centro del país, Distrajeron para ello la atención de Seyero del
Castillo, que defendía Guadalajara, simulando un ataque hacia esa plaza, y Zaragoza con la
División del Centro en rápida y audaz marcha fue a reunirse con el general zacatecano en
Lagos de Moreno. Miramón en León, preocupado por la fuga de su prisionero Zuloaga, hizo
frente al ejército constitucionalista en las Lomas de las Ánimas, vecinas a Silao, donde fue
totalmente derrotado.
El ejército federal cambia de estrella. Jesús González Ortega, apoyado en la actividad y valor de
Zaragoza iba, a partir de ese 10 de agosto de 1860, a obtener victoria tras victoria. La artillería
liberal, convenientemente manejada, representó en esta ocasión un factor decisivo. Miramón
logro en Silao escapar en medio del mayor desorden. González Ortega en un alarde de
magnanimidad y benevolencia, y “en honor de la bandera de progreso y civilización que
defendemos…” Y haciendo “más a favor de sus enemigos que lo que puede exigir de él el
derecho de gentes y los principios de civilización”, decreto la libertad de los oficiales
detenidos. Degollado procedió a los pocos días a organizar el ejército federal. Formo dos
cuerpos del ejército. El del centro que puso bajo la dirección de Doblado, al que auxiliaban
Antillón, Pueblito, Régules, Aranda, Huerta, Berriozábal, Ramírez y Perrusquía; y el del norte, que
coloco bajo la dirección de González Ortega, quien tenía como subordinados a Alatorre,
Zaragoza, Lamadrid, Castro y Gómez Llata.
Miramón en la capital recibió el cargo de presidente interino, organizó su ministerio, libero a
Márquez del juicio a que le había sometido, obtuvo la plata de las iglesias con la autorización
del arzobispo Garza y Ballesteros y de los obispos Munguía, Madrid, Espinosa y Barajas y se
dispuso a contener al ejército constitucionalista, en marcha hacia México. En Querétaro las
fuerzas federales se detuvieron, dejaron en calidad de avanzada a los generales Felipe
Berriozábal y Benito Quijano y marcharon hacia atrás contra Guadalajara, el único bastión
conservador a sus espaldas del cual querían posesionarse para no tener que atender dos
frentes.
El ejército federal, aunque vencedor, en estos momentos se encontraba sin recursos. En
muchas ocasiones tuvo que obtener préstamos de partidarios o exigirlos de los enemigos
antes de entrar en batalla, para satisfacer los haberes de los soldados que no habían
percibido durante semanas remuneración alguna. Ante estas circunstancias Manuel Doblado,
que supo que una conducta de caudales procedentes de San Luis, Zacatecas y Guanajuato
se hallaba en San Luis, propuso a Degollado su ocupación, tal como había hecho Márquez.
Al recibir Degollado la comunicación de Doblado, él era ejemplo de honestidad y desinterés y
había dado a la lucha un tono elevado y lleno de justicia, sufrió en su interior tremenda
angustia que se refleja en un manifiesto en el que expuso las causas que motivaron la
ocupación de los caudales.
Degollado se dio cuenta de la gravedad de esa medida, de la responsabilidad que él adquiría
al autorizarla, de la perdida de sus principios; pero también peso la gravedad de la situación
por la que atravesaba que podía provocar la continuación de la guerra civil, mayores
sacrificios y más sangre derramada. Entre estas dos razones escogió perder su prestigio,
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sacrificándose en lo personal para salvar del desastre a los hombres a su cargo. Autorizó a
Doblado apoderarse de los caudales que iban a Tampico, eximio a su subordinado de toda
responsabilidad y cargó con una culpa que sus mismos partidarios habían de reprocharle
después.
El ejército federal llegó a León el 11 de septiembre y a Tlaquepaque el 22. González Ortega a la
cabeza de ese ejército, organizo a sus tropas para atacar la ciudad e intimó a Severo del Castillo,
que la defendía, su rendición. “Nuestra patria señor general -le escribió-. Nuestra desgraciada
patria sufre ya demasiado. La humanidad reclama el termino de una guerra que ha causado
males gravísimos y comprometido en seria reclamaciones a la nación: y como nada de esto
puede ocultarse ala penetración de usted, y me supongo que esta animado de sentimientos
patrióticos, me ha parecido conveniente invitarlo de una manera amistosa para que por usted
mismo, o por medio de la persona que comisione, tengamos una conferencia a fin de ver si
podemos evitar la efusión de sangre. Tal vez, señor general, de esa conferencia resultara la
pacificación de la República.”
Severo del Castillo acepto la entrevista pensando dar tiempo a que llegara algún auxilio, mas
previno a González Ortega que cualquier acuerdo a que se llegara tendría que ser aprobado
por el gobierno de México. Sin haber llegado a acuerdo alguno se celebro la reunión en la
garita de San Pedro, en la cual Del Castillo propuso a González Ortega la reforma de la
Constitución y la eliminación de Juárez de la presidencia. Después de esta reunión del día
23, el 25 se iniciaron las hostilidades. El 28 llegó a conocimiento del ejército federal el plan
de pacificación que Degollado presentara. Conocido por González Ortega, Doblado, Ogazón,
Huerta, Zaragoza, Valle, Aramberri y otros jefes fue desechado unánimemente no sin
sorpresa de los ahí reunidos, quienes no podían concebir como del paladín del liberalismo
podía emanar ese plan que echaba por tierra todas las conquistas alcanzadas, nulificando
los esfuerzos y sacrificios hechos y hacia intervenir en la lucha nacional que estaba por
ganarse a elementos extraños. Ese plan fue considerado por todos ellos reprobable.
Las respuestas que Degollado recibió de sus amigos, acres unas, compasivas otras, le
hicieron comprender que su ocaso en la escena política y militar había llegado. Separado del
poder y consignado a juicio, deposito el mando supremo a González Ortega y el quedo
alejado del centro de las operaciones y casi en calidad de reo. El reproche que por ese
hecho recibió alcanzo también a González Ortega por sus propósitos de llegar a un
advenimiento con Severo del Castillo, mas ese reproche no se traslució por aquel momento
sino en diversos ataques periodísticos, como los que lanzara La Bandera Roja, quien le dijo:
“La política, permitamos al señor González Ortega decírselo se hace con la cabeza y no con
el corazón. Es necesario saber a tiempo sacrificar los sentimientos personales de
generosidad a las necesidades de la causa pública a las necesidades de la causa pública, y
si alguna vez los movimientos de la carne se revelan contra el espíritu, es necesario
igualmente saber retirarse de la lucha antes de comprometer con un paso en falso la
seguridad de los intereses que se tenía misión vigilar.” El Boletín de la Primera División del
Ejército Liberal lanzó también severos ataques a González Ortega. Juárez conservo en su
fuero interno una oculta desconfianza hacia el nuevo general en jefe de sus ejércitos.
La batalla por la captura de Guadalajara fue heroica. Defensores y sitiados dieron muestra de
valor y de sacrificio. La metralla, el hambre y la enfermedad, afligieron por igual a ambos
combatientes. A principios de octubre González Ortega Cayó enfermo. Ignacio Zaragoza,
uno de los más ameritados y pudorosos militares le sustituyo en el mando, y Ogazón quedo
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como segundo jefe. Como González Ortega continuara a causa de sus males fuera de
servicio, el 17 de octubre una junta de guerra confirmó a Zaragoza por su osadía y capacidad
militar, en el puesto de jefe de operaciones. Valle quien dio muestras continuas de arrojo y
valor, fue nombrado cuartel maestre y el sitio de la ciudad prosiguió. Márquez con un cuerpo
escogido de tropas encaminose hacia Jalisco.
El 29 de octubre los liberales intentaron el asalto final de la plaza y el 30 los sitiados
solicitaron un armisticio que les fue concedido. González Ortega seriamente enfermo fue
llevado a Teúl para restablecerse. Las tropas liberales salieron a batir a Márquez quien en
Zapotlanejo pidió a Zaragoza un armisticio que éste rehusó diciéndole a sus comisionados:
“Nada quiero ni nada tengo que ver con el asesino de Tacubaya. Si el cuerpo del ejército se
rinde a discreción, concederé a sus oficiales la garantía de vida, pero a Márquez lo más que
puedo hacer con él es mandarlo al gobierno para que lo juzgue.” El 1 de noviembre las
fuerzas de Márquez fueron derrotadas. Con varios de sus oficiales, Márquez logró huir.
Una vez desaparecido el peligro que representaba Márquez, los constitucionalistas
dirigiéronse a Guadalajara. Los conservadores que esperaban de Márquez la salvación, se
dieron a la fuga y otros se unieron a las fuerzas federales. Zaragoza el día 4 comunicaba al
pueblo de México, en una proclama inflamada de patriotismo y grandilocuente, la derrota de la
reacción y prometíale para una fecha próxima la caída de la capital. Después de la toma de
Guadalajara el ejército liberal compuesto de 30 000 soldados, 180 cañones y morteros de gran
calibre comenzose a mover a mediados de noviembre sobre la capital.
González Ortega restablecido, retorno de Teúl a Guadalajara el 25 de noviembre,
cuando el ejército liberal al mando de Zaragoza y Leandro Valle encaminábanse en dirección de
México. El 4 de diciembre González Ortega tomó el mando de su ejército. Delante del mismo
marchaba Berriozábal, quien conducía a Degollado y a su leal e inseparable compañero
Valentín Gómez Farías. En Toluca por imprevisiones de Berriozábal, fueron capturados por
fuerzas de Miramón y conducidos a México. Miramón que había formado con toda rapidez y ante
la gravedad de la situación un nuevo contingente auxiliándose con los fondos ingleses de la
representación, de los cuales se apodero por la fuerza, salió el 19 hacia Cuautitlán, en tanto que
los liberales entraron en Arroyo Zarco.
El día 21 avistáronse los dos ejércitos. González Ortega, firmemente auxiliado por Zaragoza,
Valle, Álvarez y otros jefes, reconoció el terreno, trazo el plan de ataque, formó en las lomas
de San Miguel Capulalpan a sus fuerzas y espero a los soldados de Miramón, que se
situaron en línea paralela. La mañana del sábado 22 de diciembre de 1860 marcó la señal de
ataque, tras la cual ambos ejércitos chocaron, maniobraron y rompieron el fuego en toda la
línea. Álvarez, Zaragoza y Régules se batieron en denuedo. Aramberri avanzo con valor,
Alatorre, Antillón y Valle rodearon al enemigo y solo un hombre Mena flaqueó en la batalla y
expuso a sus compañeros en la derrota. González Ortega siempre vigilante, al advertirlo se
adelantó, organizo la columna que cedía y a la cabeza de las divisiones Zacatecas y
Guanajuato, a paso veloz y con el arma empuñada, sorprendió al enemigo por la retaguardia
le arrollo y venció.
Cuatro mil prisioneros fueron tomados con sus víveres y pertrechos de guerra, Miramón,
Vélez, Negrete, Ayestarán, Cobos y otros oficiales reaccionarios huyeron confundidos.
González Ortega concluida la batalla, comunico su triunfo al Ministerio de la Guerra en una
parte lacónico, preciso, en donde nada falta, y pidió a Juárez su vuelta a la capital. El 25 de
57
ese mes González Ortega arribó a la ciudad de México y el 1 de enero de 1861 el ejército
liberal hizo su entrada a la capital, que se volcó en vítores y a alabanzas para los liberales.
González Ortega fue recibido triunfalmente y sin egoísmos compartió el triunfo con Zaragoza,
Valle y Berriozábal y también con degollado y Ocampo, Mata y Llave que le esperaban con ansia
en México.
El 10 de enero, el gobierno constitucional, instalado en la capital, lanzó por orden del
presidente Benito Juárez una proclama en la que dio cuenta del triunfo de las armas
liberales, felicito a los “guerreros del pueblo y sus insignes jefes” y en un tono emocionado y
profundo proclamó “ante la faz del mundo el orgullo que me cabe de tener por patria un
pueblo tan grande en el primer siglo de los pueblos”. “En adelante -advirtió el patricio en su
misma proclama- no será posible mirar con desdén a la República Mexicana, porque
tampoco será posible que haya muchos pueblos superiores a ella, ni en amor y decisión por la
libertad, ni en el desenvolvimiento de sus hermosos principios, ni en la realización de la
confraternidad con los hombre de todos los pueblos y de todos los cultos”. Obtenido el triunfo la
lucha continuó. Gavillas reaccionarias merodeaban en el ancho territorio nacional.
Anhelantes de venganza y heridas en su orgullo, traicionaron la palabra empeñada y
derramaron sangre de hermanos durante mucho tiempo.
En emboscadas cayeron uno a uno Ocampo, Degollado, Valle y otros jefes más. Incapaces de
un duelo franco y abierto, promovieron al poco tiempo la intervención extraña que volvió a
sembrar de abuses y metralla los campos mexicanos. Los soldados de la República estaban para
entonces bien fogueados en la guerra y pudieron en penosos y dolorosos años resistir el empuje
de las milicias europeas.
EL GOBIERNO DE JUÁREZ 1861-1872.
La derrota de los ejércitos conservadores y la entrada triunfal de Jesús González Ortega, y
posteriormente de Juárez y sus ministros a la capital, significó el triunfo de la República
Liberal. Juárez comprendió que era necesario volver al orden constitucional, roto por el golpe de
Estado de Tacubaya y proseguir la labor reformista para hacerla una realidad. Convocó a
elecciones para integrar el Congreso y elegir a las personar que deberían ocupar la
Presidencia. Realizadas ambas elecciones, el nuevo congreso, integrado en su mayoría por
reformistas jóvenes fue instalado el 9 de mayo.
El pueblo que veía en Juárez, mejor que en ninguno de sus ministros Miguel Lerdo de Tejada o
Melchor Ocampo, al paladín de la Reforma, al símbolo corporeizado de la patria, que
advertía que tras una mascara de impasibilidad se escondía un alma de temple nada común,
capaz de todo sacrificio y de toda prueba, como lo demostraría en los años venideros, le
ungió con el voto y Juárez tomó posesión como presidente electo el 15 de junio.
El discurso que pronunció el mes de mayo ante el Congreso reafirmó su fe ante la causa
reformista que él sentía llegaba a su culminación. Así decía:
“Al desencadenarse la guerra con todas sus calamidades en toda la extensión de la
República, causó males profundos, hondas heridas que aún no pueden cicatrizarse. Pero en
el mismo ardor de la contienda, el pueblo sintió la imperiosa necesidad de no limitarse a
defender sus legitimas instituciones, sino de mejorarlas, de conquistar nuevos principios de
libertad, para que el día que fueran vencidos sus enemigos no volviese al punto de partida de
1857, sin que hubiere dado grandes pasos en la senda del progreso y afianzado radicales
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reformas que hicieran imposible el derrumbe de sus instituciones. El gobierno comprendió
que era su deber ponerse al frente de ese sentimiento nacional y desplegar una bandera que
significase a un tiempo la extirpación de los abusos del pasado y la esperanza de extirpar los
del porvenir. De aquí nacieron las Leyes de Reforma, la nacionalización de los bienes de
manos muertas, la libertad de cultos, la independencia absoluta de la potestad civil y
espiritual, la secularización, por decirlo así, de la sociedad cuya marcha estaba determinada
por una bastarda alianza en que se profanaba el nombre de Dios y se ultrajaba la dignidad
humana.”
Efectivamente. Juárez trató de aplicar las disposiciones reformistas, tanto las dadas en 18551856, como era la Ley Lafragua, la Ley Lerdo, La Ley Iglesias y los decretos del
constituyente que suprimieron la coacción civil sobre los votos religiosos y el que suprimió a
la Compañía de Jesús, la Constitución de 1857, y aquellas otras expedidas por el gobierno
liberal en Veracruz: La ley de Nacionalización de los Bienes del Clero Secular y Regular del
12 de julio de 1859; la Ley del Registro Civil del 28 de julio de ese mismo año así como
también otras promulgadas una vez que el gobierno liberal se instauró en la capital de la
república, como fueron las Leyes sobre la Libertad de Cultos de 4 de diciembre de 1860 y la
Ley de secularización de Hospitales y Establecimientos de Beneficencia de 2 de febrero de
1861.
Sin pensar en detenerse, pues esas cuantas mencionadas no son sino parte de las 174 leyes
reformistas que de 1855 a 1872, año del fallecimiento del presidente Juárez se dieron, éste trato
de realizar sin tregua ni descanso el ideario que el y sus compañeros, Ocampo, Miguel y
Sebastián Lerdo de Tejada, Iglesias, Ruiz y Degollado habían madurado en medio de
combates destierros y persecuciones.
A base de un gabinete integrado por aquellos liberales que más se habían distinguido en los
pasados años, como era Francisco Zarco en Relaciones y Gobernación; Guillermo Prieto en
Hacienda; Ignacio Ramírez en Justicia e Instrucción Pública; Jesús González Ortega en
Guerra, Juárez se enfrento a la dura realidad que la República presentaba.
En efecto el panorama nacional no era nada apacible. Desde el ángulo político y militar la
situación era confusa. Los grupos conservadores, rehechos después de Capulalpan, bajo el
mano nominal de Félix Zuloaga que ostentaba el cargo de Presidente y encabezada por los
generales Márquez, Mejía, Vicario, Cobos, Vélez, Gálvez, Chacón y Lozada asechaban al
gobierno constitucionalista en el centro, en el sur y en el occidente y amenazaban aun la
capital. Tropas bien fogueadas, al mano de González Ortega y Porfirio Díaz, vencieron a
importantes fuerzas de Márquez en Jalatlaco; otras, dirigidas por Nicolás Régules derrotaron
gruesos contingentes reaccionarios en Cuautla y Santiago Tapia triunfó de sus enemigos en
Pachuca. Lozada fue vencido en tres ocasiones y alejado. Gavillas de asaltantes contribuían
a sembrar la inquietud de todas partes, y los secuestros, el asalto a las poblaciones,
haciendas o ranchos indefensos menudeaban inquietando los ánimos. Las venganzas entre
los grupos rivales aumentaban el odio y las desconfianzas por doquier.
La sed de venganza y el odio de las facciones provocaron una serie de represalias que
diezmaron las filas más selectas del grupo liberal. Melchor Ocampo, quien había dejado el
ministerio para consagrarse en su finca agrícola Pomoca, cual nuevo Cincinato, a las labores
del campo y el estudio, fue sorprendido por Lindoro Casigas y entregado a las fuerzas de
Márquez, quien ordeno fusilarlo cerca de Tepeji del Río el 3 de junio de 1861. La muerte de
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Ocampo guía espiritual de la Reforma, indignó a la nación entera, y la llenó de luto.
Dispuestos a vengar la muerte de su compañero y maestro en un rasgo de heroica devoción
y justa ira, Santos degollado el héroe de las derrotas, caballero intachable, de rectitud y
temple excepcional, salió a combatir a las tropas reaccionarias. Cerca de la ciudad de
México, en los llanos de Salazar fue muerto el 15 de junio y días después (23 de junio) en el
Valle de Monte de las Cruces, el joven Leandro Valle también perdía la vida por la misma
causa.
La oposición que el clero realizo en contra de las leyes reformistas caldeó los espíritus, y a
través de clubes revolucionarios se pidió su enjuiciamiento y con digno castigo, lo cual
hubiera provocado, de haberse ejecutado, una mayor agitación. Para evitarla, tranquilizar los
ánimos y esperar que la normalidad se restableciera, el gobierno decidió y esa fue la opinión de
Ocampo, de Zarco y de Juárez, alejar del país a los dignatarios eclesiásticos, empezando por el
delegado apostólico Clementi, el arzobispo Garza y los obispos Munguía, Espinosa, Barajas y
Madrid. Solidarizándose con sus compañeros en el destierro el obispo de Linares, señor Vera.
Esta medida y la orden de pasar por las armas a los jefes conservadores que se aprehendieron,
provocó una crisis ministerial el 21 de enero.
El gobierno tuvo que tomar mediadas enérgicas y pedir su retiro en el mes de enero de 1861 de
los embajadores de España, Ecuador y Guatemala, Joaquín Francisco Pacheco, Pastor y Barrio,
respectivamente, que habían tenido amplias consideraciones son el gobierno
conservador.
Si graves eran esos problemas, más graves por inmediato y apremiante era el estado
económico de la República. Prieto al frente del Ministerio de Hacienda trato de encontrar una
solución a la bancarrota a que se enfrentaba el gobierno, pues frente a los egresos reales
que implicaba el sostenimiento del ejército y de la administración, no había ingreso alguno
que se pudiera utilizar, pues los internos procedentes de los Estados, con el pretexto de vivir
bajo un régimen federal no llegaban al centro, y los que producían las mercaderías
procedentes del exterior estaban ya en las aduanas del golfo de México y del Pacífico
comprometidos a agiotistas o al pago de deudas contraídas con diversas potencias.
Un expediente favorable tuvo el gobierno en sus manos, aprovechar los productos de la
venta de los bienes eclesiásticos desamortizados y nacionalizados, calculados en más de
veinticinco millones, pero los cuales no produjeron sino escaso dinero que no bastó a
satisfacer las exigencias del presupuesto siempre en déficit. El propósito de Prieto al
reorganizar el ministerio y establecer una economía de ahorro, al refundir los reglamentos de
desamortización y nacionalización bajo la idea de que los bienes de la Iglesia habrían sido
fundamentalmente y siempre de la nación y a ella volvían para que los utilizara en lo que
fuese necesario, no se pudo cumplir. En sus afanes le sucedió Mata, quien tampoco logró
estabilizar la hacienda pública.
A más de tener que enfrentarse el gobierno liberal a esos difíciles problemas internos, uno
más grave, de naturaleza exterior pero también económico, agravaba la situación; era el
provocado por la expedición de la ley del 17 de julio de 1861, que señalaba que “todo el
producto liquido de las rentas federales recaudadoras fuera percibido por el gobierno de la
unión; que quedaran suspendidos por el termino de dos años todos los pagos, incluso el de
las asignaciones destinadas para la deuda contraída con Londres y para las convenciones
extranjeras.” Esta suspensión en el pago de la deuda exterior, necesaria para hacer frente a
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los problemas internos, provocó entre las potencias acreedoras, un fuerte disgusto, y en la
prensa numerosas críticas.
Juárez advirtió la gravedad de esa medida que tendía a reparar la efectividad de su gobierno
e imponer el orden al escribir: “Hemos recurrido a la suspensión de la deuda exterior, hemos
impuesto prestamos forzosos y hasta hemos aprisionado a muchos de nuestros propietarios
para obligarlos a la exhibición de las cuotas que se les han señalado, y aunque estas
medidas violentas nos han dado de que sistematice la persecución del enemigo, no
podíamos seguir manteniendo nuestras fuerzas usando de los medios violentos de la fuerza,
y no podíamos suspender la guerra sin entregar la sociedad al robo y al saqueo y a una
disolución completa. Noe hemos visto en la situación triste pero inevitable, de suspender
todos nuestros pagos, incluso los de las convenciones y de la deuda contraída en Londres.
Mientras hemos podido hacer frente a nuestros gastos, aún durante la lucha de tres años,
nos hemos abstenido de recurrir a este medio; pero hoy nos es imposible vivir. Salvar a la
sociedad y reorganizar nuestra hacienda para poder satisfacer más adelante nuestros
compromisos con la debida religiosidad es el objeto que nos ha guiado a decretar la
suspensión”.
La deuda exterior que México tenía hasta 1861 era una deuda que se había originado desde
1823, al adquirir México un empréstito con la casa Barclay, Herring, Richardson y Co., por
dieciséis millones cada uno, de los cuales tan solo se recibió pequeña parte. Esos treinta y
dos millones habían causado intereses por 19 208 250 pesos. Otros créditos más, algunos
como el saldo de los fondos por Degollado en Laguna seca y los tomados por Miramón y
Márquez en México, se sumaban a esas cantidades dando un total de 69 994 544 con
Inglaterra.
A Francia se le endeudaban 1 374 928.63, resultado de una convención de julio de
1853 y de la cual solo restaba pagarle en julio de 1861 190 854.03. A esa cantidad se añade
1 491 328.39 que a cuenta de 15 millones de pesos había prestado la casa Jecker a la
administración de Miramón, reteniendo Jecker los bonos correspondientes. En realidad la
deuda con Francia ascendía tan sólo a 2 999 000 pesos, a pesar de lo cual dicho país
reclamaba de sus ministros Saligny, primero 75 millones de francos y más tarde solo 50. Esta
deuda, que representaba tal cual era reclamada era un autentico atraco, era exigida al
gobierno mexicano por presión del duque de Morny, amigo de Jecker y hermano de
Napoleón III.
La deuda con España ascendía a 9 460 986.29.
El total de la deuda exterior era, de acuerdo con los cómputos del hacendista Manuel Payno, de
82 325 447.29.
Pero si el gobierno de Juárez se mostraba en la mejor disposición de reiniciar los pagos tan
pronto se estabilizase la situación interior, los gobiernos acreedores, instigados muchas
veces por nefastos representantes como Dubois de Saligny, Mathew y Wyke y también
Pacheco, no estaban ya dispuestos a esperar más. Por otra parte, ese aspecto de la deuda
exterior se había complicado con el desarrollo de una política internacional agresiva por parte de
varias potencias.
61
LA INTERVENCIÓN TRIPARTITA INTERNACIONAL
La deuda exterior mexicana, que no era tan grande y que además siempre represento un
pretexto de los países acreedores para exigir de México franquicias y derechos
excepcionales, pudo haber esperado varios años más a su cobro si no hubiera ocurrido una
doble circunstancia de carácter internacional que radicalizó las posiciones y determinó la
intervención europea. La primera de está constituida por la expansión imperialista de Estados
Unidos, que desde la época de Jefferson había a empezado a evidenciarse y que tuvo como
epígonos principales a Polk, Buchanan, Roosevelt y Wilson, sostenedores tanto de la teoría
del “destino manifiesto” (América para los Americanos) como de la “política del Garrote”.
En efecto, Estados Unidos en la primera mitad del siglo XIX se había desarrollado territorial,
demográfica y económicamente en forma extraordinaria. Su extensión territorial se había
ampliado, pues con la anexión de las tierras quitadas a México por la guerra de 1847, a las 1
777 000 millas cuadradas que se comprendía en 1793 y 1803, se añadieron 1200 000. Su
población que en los días de Washington era de 4 000 000, había crecido a más de 23 000
000, según el censo de 1850. Las líneas férreas que se dirigían al oeste, al norte y al sur,
sumaban cerca de 25 000 millas. La marina mercante navega va ya por todos los mares del
mundo y en 1853 sobrepasaba en 15 por ciento en tonelaje a la Gran Bretaña. Solo
California producía a media centuria, debido a la explotación aurífera que atrajo abundante
población a la Costa del Pacífico, más de 50 000 000 de dólares en oro al año. La agricultura
era de una prosperidad increíble; el trigo se recogía por cientos de millones de fanegas y el
enorme excedente que tenía se lo disputaban varios países europeos. El algodón producido
en el sur valía por cosecha anual más de 100 000 000 de dólares, la mitad del cual era
exportado para la industria textil inglesa y francesa. Se calculaba la riqueza nacional en más
de 7 000 000 000 de dólares, los cuales se acumulaban anualmente.
Estos hechos habían producido un optimismo exagerado y un sentimiento expansioncita que
se manifestó en múltiples ocasiones. A partir de 1835 México comenzó a ser victima de la
política imperial, al iniciar la guerra con Texas que desembocaría en la guerra de 1847 y los
oprobiosos tratados de Guadalupe Hidalgo de 1848 por los que perdimos la mitad del
territorio. En los mismos días de ese hombre tan notable que fue Jefferson, los
expansionistas norteamericanos pidieron a España les vendiera Cuba, proposición que más
tarde reiteró Polk ofreciendo por ella 100 000 000 de dólares, propuesta que España
consideró insultante. Sin embargo los sureños siguieron pensando en anexarse Cuba y
organizaron expediciones de filibusteros con este fin.
Más afrentosas fueron las condiciones a que se trató de someter a España en 1854 por el
ministro de Estados Unidos en Madrid, el esclavista Pierre Soulé, quien en el manifiesto de
Ostende avalado con la firma de Buchanan y de Mason, a la sazón ministros de Inglaterra y
Francia, amenazaba al gobierno español diciéndole que si “movido solo por el orgullo y por
un falso sentimiento de honor” rehusaba vender Cuba, Estados Unidos estaría “justificado
por la ley divina y humana” en arrebatarle la isla a la fuerza. Fueron tan violentas como
excesivas las pretensiones de Soulé que el secretario de Estado desautorizó el manifiesto y
lo destituyó.
Sin embargo, Estados Unidos estaba dispuesto a toda costa a ampliar no sólo su ámbito
territorial sino los limites defensivos que este requería. Las patrioteras exclamaciones de que
Estados Unidos debería dominar todo el continente desde Alaska hasta el Cabo de Hornos,
62
así como las pretenciosas afirmaciones de algunos funcionarios de que “los dominios de la casa
de Habsburgo eran como un mal parche sobre la faz de la tierra” en comparación con el poderío
norteamericano, estaban en alguna manera apoyadas por una política expansionista. Esa política
se manifestaría en forma descarada varias décadas más tarde, una vez que Estados Unidos
superó la crisis que planteo la guerra de Secesión. Efectivamente, poco tiempo después
ampliaron sus fronteras defensivas anexionándose Hawai, Filipinas y otras islas más en el
Pacífico, despojando al imperio español de sus últimas posesiones en ese mar y arrebatándole
no solo Cuba, sino también Puerto Rico.
Esta política explica también por qué el gobierno liberal fue presionado para celebrar tratados
con Estados Unidos concediéndole libre paso por el territorio y otras concesiones muy
gravosas, como se estipula en los tratados de McLane-Ocampo, y cómo en el año de 1859 el
presidente Buchanan solicitaba al Congreso expidiera una ley que le autorizara para emplear
la fuerza armada con el fin de asegurar que México cumpliera sus obligaciones de
indemnización y garantizara las personas e intereses de los ciudadanos de su país en
México.
Esta actitud, que tendía a establecer la supremacía estadounidense en América, tuvo que ser
vista con disgusto y desconfianza por las potencias europeas, que se veían desplazados de
toda clase de beneficios e influencias que el Nuevo Mundo les deparara, lo cual constituye la
otra circunstancia que mencionamos. Desde la guerra con Texas, tanto Francia como
Inglaterra, pensaron en la creación de una gran nación independiente entre México y Estados
Unidos para que contuviera los avances de esa República hacia el sur. Su intervención
ineficaz en ese caso, revivió veinticinco años más tarde con otro sentido. Pero si España, en
medio de terribles convulsiones políticas y económicas era incapaz de oponerse a la
potencia que trataba de despojarla de sus últimas pertenencias, Inglaterra también podía en
ese momento enfrentarse en forma decisiva a sus viejas colonias, preocupada como estaba
por fortalecer su influencia en Europa y consolidar su imperio en el Oriente.
A mediados del siglo pasado Francia constituía una pujante y avasalladora monarquía,
gobernada por un sobrino de Napoleón Bonaparte, Luis Napoleón, hijo de la reina Hortensia, que
gobernaba bajo el titulo de Napoleón III. Inteligente, preparado, educado en los más
sobresalientes medios cortesanos en los cuales la intriga sobrepasaba una política más
racional y lógica. Napoleón III, casado con Eugenia de Montijo, mujer temperamental,
extremadamente católica y conservadora, al adoptar el titulo imperial trató de exaltar a su país
al grado de poder y esplendor que su tío le había dado.
Conducida su política exterior por ministros hábiles y expertos en los problemas diplomáticos,
Francia ansiaba convertirse no solo en un enorme imperio que superara el establecido por el
Gran Corzo, imperio que dirigiera los destinos europeos y por ende los mundiales. Francia
postulaba los ideales de la revolución y deseba la constitución de un bloque o conjunto de
naciones con igualdad de historia, tradición, lengua y religión y apoyaba la configuración de
un grupo de naciones latinas, Francia, Italia y España-, que tuvieran una finalidad, la de
hacer privar los valores que por vocación y destino tenían, para oponerse a la hegemonía de
otros grupos -los sajones, los germanos y aun los eslavos- postulaban a su vez. Pero es
indudable que Francia también veía la oportunidad de fortalecerse política y económicamente
aprovechando en Europa no sólo su posición rectora, sino obteniendo en otras latitudes
vastas posesiones territoriales, amplios beneficios económicos y una influencia considerable.
63
En efecto, Francia, al igual que Inglaterra y Rusia más tarde, quiso ejercer influencia y
obtener beneficios del Oriente. A partir de 1842-1843, Francia logró arrancar de China un
tratado mediante el cual obtendría para la navegación y el comercio francés las mismas
ventajas que Inglaterra, ventajas que se ceñirían a un tratado de comercio que Francia
preparaba. Más tarde, a partir de 1859, pero con mayor precisión de 1861-1863, Francia
decidió poner en Indochina las bases de un imperio asiático semejante al que había
establecido Inglaterra y Rusia. En África, concretamente en Argelia, la posición de Francia era
completamente imperial.
Francia requería ejercer su influencia y obtener beneficios de las antiguas colonias
españolas, pero también necesitaba el algodón que su industria textil consumía y que se
recogía en territorios sureños de la Unión Americana, producción que peligraba con motivo del
conflicto entre los estados esclavistas del sur y los abolicionistas del norte. Además de ello
ambicionaba, movida por los intereses de Jecker y Morny, asegurarse la riqueza aurífera de
México, principalmente en Sonora y California, zonas vecinas a los ricos placeres
descubiertos en la Alta California. Un fraccionamiento total de Sonora habían ideado como base
de sus especulaciones, que contaban con el favor imperial. Por todo ello era necesario lograr que
en México se consolidase la paz y la tranquilidad mediante un gobierno fuerte que protegiera su
estabilidad política y económica.
Francia por sí sola, y también otros estados europeos, España e Inglaterra, habían pensado
repetidas veces en apoyar el establecimiento de gobiernos monárquicos constitucionales en
América que dieran fin a las inquietudes y ambiciones del poder. En varias ocasiones, desde
1823 alentada por Chateaubriand y luego en 1827,1846, 1853, 1856, 1858 y 1859 se pensó
en construir en México una monarquía. En 1855 Francia e Inglaterra estuvieron acordes en la
creación de un reino en México con el duque de Aumale como monarca. Dos años más tarde
España se unió a esa idea. Estas intenciones fueron convirtiéndose en una realidad debido a
una larga y machacona insistencia de grupos de recalcitrantes conservadores mexicanos,
desesperados algunos por la permanente anarquía reinante, otros deslumbrados por el
esplendor de los reinos europeos, cuya paz y estabilidad les fascinaba, y otros más
deseosos de recobrar viejas posiciones y beneficiar sus particulares intereses; ellos pidieron
a diversas cortes europeas el envío de un miembro de esa casa reinante, para que impusiera
la paz en México.
Muchas casas reales fueron sugeridas para instituir una rama de su dinastía en México. Hay que
mencionar que ya en los años del gobierno de Santa Anna, éste había encomendado a José
María Gutiérrez de Estrada hombre probo y desinteresado pero irredento monarquista, hacer
gestiones entre las familias reinantes del Viejo Mundo en ese sentido Gutiérrez de Estrada
trabajo largos años en los medios palaciegos para obtener simpatía y acogida a sus anhelos.
Más tarde se le unieron José Manuel Hidalgo hombre ducho en la intriga diplomática,
menos recto que Gutiérrez de Estrada, quien había logrado ser escuchado y atendido por la
mente soñadora de la emperatriz Eugenia. Juan Nepomuceno Almonte, hijo natural de Morelos,
hombre de inteligencia nada común, que había prestado notable servicio a México, que había
militado en las filas de liberales exaltados pero que se sentía frustrado y amargado y gozaba aún
de influencia en México, fue el alma de la intriga monárquica en este periodo, apoyado por el
obispo Labastida, el padre Francisco Miranda y un grupo considerable de conservadores
a ultranza.
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A este grupo de expatriados no pudo escapar que el gobierno de Napoleón III era el único que
podía apoyar sus anhelos. El poderío y el respeto que el segundo Imperio Francés había
adquirido, les aseguraba que de contar con el asentimiento de Napoleón III sus proyectos
triunfarían. ¿Acaso no era éste el defensor de la Iglesia, y Francia la hija preferida de ella? ¿No
había apoyado el emperador el establecimiento de misiones en Oriente y en otras regiones
mediante el envío de fuerzas armadas? ¿No había defendido el poderío temporal del pontífice
aun en contra de los intereses de la unidad Italiana? Por estas razones, este grupo que entre
otros argumentos afirmaba que en México se perseguía a la iglesia y se le arrebataban los
bienes que la piedad del pueblo le había otorgado, tuvo que ampararse en la paternal tutela del
cristianismo monarca.
Napoleón III que tras estas razones religiosas y espirituales tenía más concretos y materiales
intereses, vio con simpatía la proposición de los monarquistas mexicanos que podían
encubrir sus designios y se apresto a apoyarlos. El candidato que en ese momento agrado a
todos fue el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, hermano menor del emperador
Francisco José; él había gobernado la Lombardía y el Veneto con acierto, significándose por
sus “ideas de progreso y tendencias”, lo que le había acarreado notables simpatías.
Napoleón que deseaba recuperar la amistad austriaca deteriorada por su política italiana
favoreció la idea, hizo que los monarquistas sondearan la opinión del archiduque, la cual fue
positiva, pero condicionada a contar con el voto de la mayoría del pueblo mexicano, la
aprobación de su hermano Francisco José y de su suegro el rey Leopoldo de Bélgica y que
Francia lo apoyase con su ejercito y su marina para consolidar el trono.
Tal era el panorama político internacional existente al suspender el gobierno del presidente
Juárez el 17 de julio de 1861 el pago de la deuda exterior.
a) LA CONVENCIÓN DE LONDRES
Conociendo la potencias acreedoras la imposibilidad en que estaba el gobierno federal para
cubrir sus adeudos, Inglaterra y Francia convinieron a principios de 1861 en presionar a la
administración juarista, mediante el envió de una flota que ocupara las aduanas marítimas
para asegurar el pago de sus reclamaciones.
Ante esos hechos las potencias decidieron celebrar en Londres una convención que
precisara el sentido y propósito de su intervención. Dicha convención, que recoge más las
ideas de lord Russell que las de sus colegas franceses y español, fue firmada en Londres el 31
de octubre de 1861.
Como, pese a la convención, las potencias signatarias tenían ambiciones y finalidades
diversas, la unidad de acción no prosperó y cada uno obró de acuerdo con sus particulares
intereses. Efectivamente las instrucciones de los comisionados fueron diversas, el monto de
sus efectivos militares y la fecha de arribo a las costas de México diferentes y su actuación
distinta. Las fuerzas españolas fueron dirigidas al principio por Gasset y Mercader y después
por el general Juan Prim, conde de Reus, liberal de gran experiencia; el había actuado como
gobernador de Puerto Rico, estaba casado con una dama mexicana sobrina del secretario de
hacienda juarista, González Echeverría, y ejercía gran influencia en la política española. Las
tropas españolas llegaron a Antón Lizardo el 8 de diciembre de 1861 en número de 6 200
hombres y tomaron el 15 de ese mes el castillo de San Juan de Ulúa y la ciudad de Veracruz.
Los ingleses, 800 hombres al mando del comodoro Huigh Dulop y de sir Charles Wyke, quien
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era el comisionado, fondearon entre el 6 y el 8 de enero de 1862 al igual que tres mil
franceses dirigidos por el contralmirante
E. Jurien de la Graviere, que tenía como
comisionado al nefasto conde Dubois de Saligny. Las fuerzas francesas fueron reforzadas
poco después por más de 4 000 hombres.
Como el primer efectivo español llegados a Veracruz al mando del comandante Manuel
Gasset y Mercader emprendieron operaciones contra guerrillas mexicanas, los dirigentes
británicos protestaron reafirmando su posición de que “las fuerzas aleadas de ninguna
manera podían ser empleadas en privar a los mexicanos de su derecho incontestable para
escoger la forma de gobierno que más le convenga”.
Para el 10 de enero, una vez en México Prim y los restantes comisionados, todos de acuerdo
redactaron una proclama inspirada por Prim y con la que estuvo conforme Wyke; en ella
señalaban al pueblo mexicano que la causa de su presencia en nuestro territorio se debía a
“la fe de los tratados quebrantada por diversos gobiernos que se han sucedido entre
vosotros; la seguridad individual de nuestros compatriotas amenazada de continuo” y
añadían: “Tres naciones que aceptaron con lealtad y reconocieron vuestra independencia
tienen derecho a que se les crea animadas, no ya de pensamientos bastardos, sino de otros
más nobles elevados y generosos. Las tres naciones que venimos representando, y cuyo
primer interés parece ser la satisfacción por los agravios que se les han inferido, tienen un
interés más alto y de más generales y provechosas consecuencias: vienen a tender una
mano amiga al pueblo al que la providencia prodigó todos sus dones y a quien ven con dolor
ir gastando sus fuerzas y extinguiendo su vitalidad al impulso violento de guerras civiles y de
perpetuas convulsiones.”
El día 14 una nota colectiva fue dirigida al gobierno mexicano. El presidente había designado
como ministro de Relaciones a don Manuel Doblado, inteligente, fino diplomático, sagaz,
escurridizo, pero de firmes convicciones liberales que no le impedían celebrar tratados con
sus más recalcitrantes opositores ideológicos. Doblado respondió a la nota colectiva
afirmando que México tenía un gobierno constitucional legalmente establecido y como
consecuencia de la voluntad general que conquisto la reforma por medio de la revolución, el
cual estaba dispuesto a escuchar y entrar en arreglos con las naciones aliadas, puesto que
tenia voluntad y medios de satisfacer cumplidamente sus justas exigencias, “pero indicaba
que esto lo haría hasta en tanto se reembarcasen las tropas extranjeras y se efectuaran
platicas en Orizaba.”
Como las tropas aliadas comenzaban a sufrir bajas por el clima mal sano de la costa y
deseaban fortalecer su estancia en el país, ordenaron el avance de las mismas. A la nota de
los comisionados seguiría una respuesta de Doblado que señalaba: “Como ignora el
gobierno de la República cual puede ser la misión que trae a México a los comisionarios de
las potencias aliadas, tanto más cuanto que hasta ahora no han dado más que seguridades
amistosas, pero vagas, cuyo objeto verdadero no se hace conocer, no puede permitir que
avancen las fuerzas invasoras, a menos de que establezcan de un modo claro y preciso las
bases generales que hagan conocer las intenciones de los aliados, después del cual pueden
tener lugar negociaciones ulteriores, con la garantía debida a los importantes asuntos que
deben discutirse.” Señalaba Doblado que era necesario que los aliados enviasen en un
comisionado para discutir sus proposiciones y sentar las bases de un arreglo, y una vez
establecidos dichos preliminares, podría el gobierno, sin comprometer la independencia
nacional, conceder un permiso que ahora se miraría como una traición.
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Con gran habilidad, Doblado, que era bien visto y gozaba de la consideración del comisario
británico, y gozaría también de la de Prim, comprometía a los aliados, cuya sinceridad él
decía aceptar, a la celebración de un convenio, cuya ruptura por parte de ellos sería tomada
como prueba de mala fe. Invitables además a retirarse hacia la costa como garantía de
validez de los tratados.
b) LOS TRATADOS DE LA SOLEDAD
Habiendo aceptado los aliados entrar en conversaciones con el gobierno mexicano, se
entrevistaron en el poblado de La Soledad, el ministro Manuel Doblado y el general Juan
Prim, quien el 19 de febrero de 1862 signaron los llamados preliminares de La Soledad, los
cuales dicen:
“1. Supuesto que el gobierno constitucional que actualmente rige en la República Mexicana ha
manifestado a los comisarios de las potencias aliadas que no necesita del auxilio que tan
benevolentemente han ofrecido al pueblo mexicano, pues tienen en si mismos los elementos de
fuerza y de opinión para conservarse contra cualquier fuerza intestina, los aliados entran desde
luego al terreno de los tratados para formalizar todas las reclamaciones que tienen que hacer
en nombre de sus respectivas naciones;
2. Al efecto, y protestando como protestan los representantes de las potencias aliadas, que nada
intentan contra la independencia, soberanía e integridad del territorio de la República, se abrirán
las negociaciones en Orizaba, a cuya ciudad concurrirán los tres comisionados y dos de los
señores ministros, salvo el caso en que, de común acuerdo, se convenga en nombrar
representantes delegados por ambas partes;
3. Durante las negociaciones, las fuerzas de las potencias aliadas ocuparan las tres
poblaciones de Córdoba, Orizaba y Tehuacan, con sus radios naturales;
4. Para que ni remotamente pueda creerse que los aliados han firmado estos preliminares
para procurarse el paso de las posiciones fortificadas que guarnece el ejército mexicano, se
estipula que, en el evento desgraciado que se rompiesen las negociaciones, las fuerzas de
los aliados desocuparán las poblaciones antes dichas y volverán a colocarse en la línea que
esta delante de dichas fortificaciones en rumbo a Veracruz, designándose como puntos
extremos principales el de Paso Ancho, en el camino de Córdoba, y Paso de Ovejas, en el de
Jalapa;
5. Si llegase el caso desgraciado de romperse las negociaciones y retirarse las tropas aliadas de
la línea indicada en el artículo precedente, los hospitales que tuvieron los aliados quedaran
bajo la salvaguardia de la nación mexicana;
6. El día en que las tropas aliadas emprendan su marcha para ocupar los puntos señalados en el
artículo 3, se enarbolara el pabellón mexicano en la ciudad de Veracruz y en el castillo de san
Juan de Ulúa.”
Este documento representó un gran triunfo diplomático de México, Doblado, cuya habilidad
política no tuvo rival en esos años difíciles de México que tuvieron los de la guerra de Ayutla,
la Reforma y la Intervención, se anotaba un triunfo más. Supo aprovechar muy felizmente el
espíritu liberal, amplio y ambicioso de Prim, quien veía en los planes suscritos por su reina
una falla fundamental surgida de un capricho que ponía en entredicho la política española.
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Advirtió también el estadista guanajuatense que podía contar con el apoyo del grupo inglés
que veía con antipatía y recelo las exageradas y fluctuantes pretensiones del comisionado
francés Saligny, y desconfiaba de las autenticas intenciones de Napoleón III. Esto coadyuvó
a que a través del acuerdo pactado en La Soledad, el gobierno liberal haya sido reconocido
como el único constituido y el único valedero; se confirmaba además la soberanía mexicana
íntegramente, al aceptar que ondeara el pabellón mexicano en Ulúa y Veracruz, como signo
inequívoco de que si la República había permitido el paso de los ejércitos extranjeros era un
acto de liberalidad que les evitaría ser víctimas de las enfermedades de las tierras calidas.
Los aliados por conducto de Prim, reconocían, además de la presencia de un gobierno
estable, el que no perseguían otro propósito que obtener satisfacción a sus reclamaciones,
con lo cual contradecían lo que asentaron sus plenipotenciarios en la Convención de
Londres.
Que lo convenido en La Soledad representó el sentir de Inglaterra y de España se
confirmaba con las comunicaciones de Wyke y de Prim a sus gobiernos respectivos. El
primero afirmaba que el gobierno del señor Juárez representaba “el mejor criterio de la
opinión pública en el país y esperaba que en un breve plazo, dados los inmensos recursos del
país, pudiera cumplir todas sus obligaciones”. El conde de Reus, por su parte, admitía que la
administración liberal contaba con elementos suficientes para pacificar el país y consolidarse,
y aseguraba que el partido reaccionario estaba casi aniquilado y que en el país no había sino un
insignificante grupo de tendencia monárquica.
Si los comisionados ingleses y español trataban de llegar a un entendimiento, el francés,
Dubois de Saligny, no estaba de acuerdo con su colega Jurien de la Graviére, sobre cuyas
opiniones pasaría, pues Jurien actuaba con honestidad y pudor militar y Saligny a través de
ocultas disposiciones que envenenaba con su mala fe y perfidia, lo cual hizo imposible todo
entendimiento. Su negativa procedía de que Napoleón III, si bien se comprometió con la
convención de Londres a no intervenir en la formación de un gobierno en México, lo hizo
falsamente, pues en su animo y en sus planes políticos entraba el establecimiento de una
monarquía en México con el archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo a la cabeza,
monarquía que contaría con todo su apoyo.
Para organizar esa monarquía requería que los mismos mexicanos que veían en ella la
salvación se organizasen. Si el grupo de monarquistas mexicanos era insignificante, aun
cuando hubiese en él algunos talentosos y honorables como Francisco de p. Arrangoiz y
Rafael Rafael, no cabe duda que los exiliados (como el padre Francisco Miranda inquieto e
intrigante, ultramontano violento y apasionado, José María Hidalgo, untuoso y palaciego,
principalmente el que tenía mayor representación por su trayectoria política, Juan
Nepomuceno Almonte) eran los que bebían crear el ambiente necesario para el
establecimiento del trono, unificar a las fuerzas conservadoras algunos de cuyos jefes no
eran monarquistas y servir de punta de lanza en la labor que Francia realizaría. Por ello una
vez salidas las fuerzas expedicionarias, se auspició el regreso a México del general Almonte,
quien se ostentaba como representante de las tres potencias para establecer la monarquía
según afirmo ante Prim y Dulop quien traía instrucciones directas de Luis Napoleón. Llegado
a fines de febrero, fue reconocido como jefe por todos los monarquistas, aun por el padre
Miranda arribado el mes de enero. Amparado por las fuerzas francesas ascendió con ellas al
altiplano, lo que motivo una protesta del gobierno y una orden para perseguir y castigar a los
conspiradores.
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Otros lideres conservadores como Haro y Tamariz ingresaron al país y lo mismo intento
hacer el general Miramón, habiéndoselo impedido los ingleses que lo reembarcaron hacia La
Habana. Hay que mencionar que en esos momentos hizo acto de presencia en México, no se
sabe si aconsejado o no por su amigo leal Gutiérrez de Estrada, Antonio López de Santa
Anna, a quien no aceptaron ni los intervencionistas ni el gobierno de Juárez, a quien ofreció sus
servicios inútilmente.
El 6 de marzo arribo a Veracruz al mando de una brigada de 4474 hombres y más de 600
caballos el general Lorencez, a quien dio Napoleón III la dirección militar de la expedición
asesorado por Saligny. La nota de Doblado exigía el reembarque de Almonte, quien no había visto
muy clara la situación de los monarquistas, y sí bien consolidado el gobierno de Juárez, pensó
regresar, lo impidió Saligny, quien convenció de la necesidad de proseguir la misión, lo cual
provocó hondas diferencias entre los comisionados.
Habiendo declarado los franceses que ellos protegerían a Almonte y que avanzarían hasta la
capital, los comisionados resolvieron en Orizaba que cada uno actuaría en forma diferente e
independiente y notificaría al gobierno juarista la ruptura de la alianza tripartita. Comunicaron
ingleses y españoles que reembarcarían sus tropas, lo que hicieron conjuntamente. El día 20
de abril Prim abandonó Orizaba habiendo sostenido que Francia rompía con lo convenido en
Londres y en La Soledad. La partida de las fuerzas españolas e inglesas dio fin a la
Convención de Londres y a la Alianza Tripartita. Los ejércitos franceses que ascendían con
pesadez al altiplano, apoyados por las fuerzas reaccionarias, abrían una página nueva en la
historia mexicana, la de la Intervención Francesa y el establecimiento del imperio de
Maximiliano.
LA INTERVENCIÓN FRANCESA
Destruida la alianza formada en Londres entre Inglaterra, España y Francia, y puesto que esta
última potencia tenía planes ulteriores: intervenir en la política mexicana imponiendo un gobierno
extraño, aprovechando su influencia y apoyo en la obtención de amplios beneficios,
principalmente económicos, los comisionados franceses auxiliados por monarquistas y
conservadores mexicanos que se aprestaron a actuar. En vez de retirarse hasta Paso Ancho,
como se habían comprometido por los preliminares de La Soledad, se quedaron en Córdova;
pretextaron que el gobierno juarista era de una minoría opresiva, que trataba a base de un
sistema de terror sin ejemplo impedir a la mayoría de la nación darse el régimen que
anhelaban. También señalaban que no se retirarían pues tenían que proteger a sus soldados
enfermos que se hallaban en varios hospitales y a los cuales se había comprometido a
prestar auxilio y a otorgarles toda suerte de protección el general Ignacio Zaragoza, que había
sido nombrado jefe de las armas mexicanas.
Lorencez, aconsejado por Salingny y Almonte y de acuerdo con las órdenes del emperador
surgidas de falsas informaciones, trataba a toda costa de subir con sus tropas a la meseta,
tanto para preservarlas de las fiebres tropicales como para impresionar a la población, a
través de un avance fácil y victorioso. Creía además que ese hecho obligaría a la población
moderada a decidirse a desconocer la administración juarista y a darse una forma de
gobierno diferente, eligiendo también a un jefe que podía ser el general Almonte y ya no a
Doblado, destacado liberal en quien se había pensado en vísperas de los preliminares de La
Soledad.
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Confiado en esos planes, el día 19 de abril de 1862 a las tres de la tarde marchó hacia el
altiplano Lorencez acompañado de Saligny y de Almonte, quien en un manifiesto lanzado en
Córdoba el día 17 de ese mes declaraba que “no ambiciono otra cosa sino la de reconciliar a mis
hermanos enemigos, a quienes insto a confiar en la política del emperador de los franceses
que ansía que los mexicanos establezcan por ellos mismos un gobierno de orden y moralidad que
garantice por siempre la independencia, la nacionalidad y la integridad del pueblo mexicano.”
A este plan, que contradecía su conducta, acompañose una proclama de sus seguidores por la
que se le reconocía como Jefe Supremo de la Nación, autorizado a tratar con las potencias
aliadas y a convocar a un congreso que decidiera la forma de gobierno que el país requería.
Con el contingente de 6 000 soldados bien dispuestos, Lorencez avanzó hacia Orizaba
llegando a Fortín a media tarde. Los franceses rompieron los tratados y reiniciaron las
hostilidades. Zaragoza, que estaba en Orizaba con cuatro mil hombres y ocho cañones, se
retiro hacia las cumbres, paso obligado hacia el altiplano. En Orizaba, Lorencez recibió
nuevos refuerzos dirigidos por los coroneles L´Herillier y Gambier, quienes llevaron el peso
de la primera fase de la campaña, y se aprestó a iniciar el ascenso hacia las grandes
ciudades, Puebla y México. El 27 de abril por la mañana, acompañado por Saligny y por
Almonte inició su marcha sobre Puebla. La víspera escribía lleno de soberbio optimismo al
ministro de la Guerra párrafos reveladores del complejo de superioridad de todos los
europeos:
“Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y
elevación de sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a partir de este momento y
a la cabeza de seis mil soldados, soy el amo de México”. Y añadía: “….estoy convencido de
que la monarquía, como yo lo he escrito, es el único gobierno que conviene a México”.
Trasponer las Cumbres de Acultzingo representó la primera etapa. Zaragoza se dispuso a
hacerle frente, después de haber desviado fuerzas reaccionarias de Zuloaga y otros jefes
que venían a auxiliar a los franceses. Con cuatro mil hombres de los cuales solo la mitad
actuó, divididos en cinco brigadas de infantería, tres baterías de montaña de seis piezas y
doscientos soldados de caballería, auxiliado por el coronel Escobedo, y los generales
Negrete y Díaz trataban de impedir el avance del enemigo. Los batallones de cazadores
(infantería), compañías de zuavos e infantería de marina lograron ampararse en varias
alturas tras duros ataques de bayoneta y desalojar las fuerzas mexicanas que se replegaron
a San agustín del Palmar. Los invasores penetraron hasta la cañada de Ixtapan. El primero
de mayo, reunidos todos los contingentes y eufóricos ante la promesa de Saligny respecto a
que Puebla los recibiría con lluvia de flores, los invasores marcharon hacia la ciudad de los
Ángeles.
Zaragoza había reunido en Puebla a sus tropas, ordenó que se levantaran barricadas en las
calles, y planeó la defensa amparándose en tres eminencias geográficas que rodeaban la
ciudad y en las que existían fortificaciones de importancia, las de los cerros de San Juan,
Guadalupe y Loreto. Sus tropas, cercanas a los dos mil hombres debido a los refuerzos
recibidos, estaban dirigidos por los generales Negrete, Berriozábal, Díaz, Lamadrid, Tapia,
Álvarez, Carvajal y O´Horan. Negrete, con 1200 soldados, dos baterías de campaña y
montaña defendían las alturas y fue quien llevo el peso de la batalla y a quien se debió el
triunfo, auxiliado heroicamente por todos sus compañeros, dirigidos acertadamente por el
general Ignacio Zaragoza.
70
De Amozoc, en donde pernoctaron, las fuerzas invasoras saliendo en la madrugada hacia
Puebla. Lorencez pensó que atacar y vencer a las tropas mexicanas posesionadas de las
alturas les permitiría posesionarse de Puebla, cuya caída sería un triunfo espectacular para su
causa. A las once de la mañana los franceses iniciaron el ataque al fuerte de Guadalupe con dos
compañías de zuavos y diez piezas de artillería. La infantería de marina, los fusileros y la artillería
de montaña defendían a los atacantes de los embates de la caballería mexicana situada en la
planicie poblana. Al ser atacadas las tropas de Negrete, acudió en su ayuda la brigada de
Berriozábal, Zaragoza personalmente, apoyado a la izquierda por la brigada de Lamadrid,
hacia la izquierda por la división de Díaz a cuyo extremo situó el resto de la caballería,
auxiliaba la acción.
Después de una hora y cuarto de ataque, los franceses habían agotado sin resultado
favorable alguno la mitad de sus municiones, por lo cual Lorencez ordenó un ataque general.
Hizo avanzar cuatro batallones de cazadores para reforzar a zuavos y marinos, los cuales no
lograron adelantar gran cosa debido al fuego graneado que los mexicanos les enviaban
desde Guadalupe y Loreto. La caballería mexicana rodeó a los cazadores que habían
quedado de reserva en la planicie, los cuales se defendieron hábil y valientemente.
Cuando dos nuevas compañías de zuavos iban a apoyar a sus compañeros en difícil
situación, una fuerte tormenta acompañada de una granizada copiosa complico el avance de
los franceses, que rodaban por las pendientes resbaladizas soportando una lluvia de fuego y
de agua, lo que obligo al general Lorencez a ordenar la retirada, habiendo perdido 476
soldados y recogido 345 heridos. El ejército mexicano tuvo 83 muertos, 132 heridos y 12
desaparecidos.
La derrota del ejército francés en Puebla el 5 de mayo de 1862 fue para los invasores un
golpe terrible, pero para el pueblo mexicano, dividido, desesperanzado, temeroso de perder la
nacionalidad, la libertad y el territorio represento un triunfo de incalculable importancia, el
comienzo de un nuevo día, el resurgimiento del optimismo y de la confianza.
México con ejército desprovisto de armamento moderno, casi improvisado, pero dirigido por
jóvenes y hombres de mediana edad como Zaragoza, Díaz, Berriozábal, Escobedo, O´Horan
y Negrete vencían a los primeros soldados del mundo. Zaragoza con la serenidad de un
héroe clásico, envió al presidente Juárez el siguiente comunicado: “Las armas mexicanas se
han cubierto de gloria” y sin minimizar a sus adversarios añadiría. “La armada francesa se
batió con enorme valor, su general en jefe demostró torpeza en el ataque”. Si las palabras
que aportaron las noticias de esa victoria fueron breves, sencillas, la resonancia de la victoria
de México sobre las tropas napoleónicas hizo vibrar los ámbitos totales de la patria.
Lorencez retrocedo hacia Orizaba lentamente, seguido de cerca por fuerzas mexicanas que
aumentaban con las tropas que González Ortega traía. Por su parte los invasores recibieron los
contingentes del general Márquez con más de 2500 jinetes y también se les unió el general
Douay con refuerzos acabados de llegar de Francia.
Dispuestos los mexicanos a derrotar a los invasores o forzarlos a reembarcarse, los ejércitos
nacionales, con Zaragoza Y González Ortega, se adueñaron del cerro del Borrego, del cual
fueron desalojados por errores tácticos. Zaragoza regreso al altiplano en tanto Lorencez
esperaba pacientemente rehacerse y nuevos contingentes con que proseguir la guerra. La
estrategia napoleónica, consiste en dominar con rapidez a México para apoyar al movimiento
71
surista de Estados Unidos y vencer al norte, se desbarataba. En tanto, su general en jefe,
abrumado por la derrota que le impidió convertirse en el amo de México, decepcionado de las
intrigas de Saligny y de Almonte escribía algo que su propia experiencia le dictaba:
“Nuestra impopularidad parece que aumento con el descalabro de los liberales en Orizaba.
Ahora más que nunca debemos convencernos de que aquí no tenemos a nadie de nuestra
parte. El partido moderado no existe, el reaccionario se reduce a nada y es odioso. Los
liberales se han distribuido los bienes del clero, los cuales constituyen la mayor parte de
México. Es fácil deducir de ello que hay gran número de personas interesadas en que el
partido liberal no se levante. Nadie desde la monarquía, ni siquiera los reaccionarios. Todos
los mexicanos están orgullosos de las ideas liberales más extremas y estrechas. Serán
absorbidos por los americanos y aceptarán ese destino prefiriéndolo a la monarquía.” Y días
después continuaba sus dolorosas experiencias, indicando que solo una larga acción podría
hacer que la monarquía triunfara y también podría lograrse no contando ni con Almonte ni
con Saligny.
La derrota de 5 de mayo fue recibida en Europa como una turbonada. Napoleón tubo que
pedir al congreso le autorizara a emplear crecidas sumas para enviar un cuerpo
expedicionario de 30 000 hombres al mando del general Forey. Esas tropas empezaron a
llegar el 23 de agosto y su jefe el 21 de septiembre. Y el 24 de octubre se encontraron en
Orizaba y el 10 de noviembre Lorencez partía adolorido rumbo a Francia.
En tanto eso ocurría, Ignacio Zaragoza “un héroe de la antigüedad”, como acertadamente lo
llamó José María Iglesias, moría el 8 de septiembre víctima de tifo. La patria que le aclamaba
como su salvador enluto y le convirtió en un personaje de leyenda. Una muerte propicia
escribió Justo Sierra, se encargo en eternizar el laurel de la victoria; verde y lozando aún.”
Juárez se enfrentaba en la capital a graves problemas. Si la marcha contra los invasores
había dejado a militares como Zaragoza y González Ortega, que le sucedió en la dirección del
ejército de Oriente, él tenía, apoyado en los hombres que siempre podía confiar, como
Vidaurri, que aseguraba en el norte de ataques enemigos; limpiar el centro auxiliado por
Doblado, que salio del Ministerio de Relaciones como el avezado diplomático fuerte,
encomendado a Doblado, que salió del Ministerio de Relaciones que debía atacar a
enemigos como Lozada y aplacar gavillas de asaltantes y bandidos. También el Presidente
insistía los embates de un Congreso adverso que termino concentrado de poderes
extraordinarios en el efectivo Francisco Zarco y Zamacona, leales amigos seres de
convicción firme defendieron al Presidente en su labor.
Forey traía un ejército compuesto de dos divisiones de infantería y una brigada de caballería,
más para sitio, reservas de artillería y los servicios necesarios. La primera división la
mandaba el general Aquiles Bazaine; la segunda, ante el retiro de Lorencez fue puesta al
mano del general Douay, infantes de marina, compañía de ingenieros y voluntarios antillanos
apoyaban esas fuerzas, que sumaban el 1 de enero de 1863, 28 126 hombres, con 5 845
caballos y 549 mulas, más un crecido número de carruajes, abundante artillería.
Firmada en Fontainebleau el 3 de julio de 1862 Napoleón dio a Forey unas instrucciones que
marcaban claramente la política a seguir y le imponían una línea de conducta. Entre sus
puntos más importantes están los siguientes:
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1. Lanzar al llegar a México una proclama cuyas ideas esenciales le serían indicadas; 2.
Acoger con la mayor simpatía al general Al general Almonte y a todos los mexicanos que se le
uniesen; 3. No adoptar las querellas de ningún partido; declarar que todo cuanto se hace es
provisional en tanto que la nación mexicana no se pronuncie por algo definitivo. Mostrar gran
deferencia hacia la religión para dar seguridades al mismo tiempo a todos los adquirientes
de bienes nacionalizados; 4. Alimentar, pagar y armar, de acuerdo con los recursos, a las
tropas mexicanas auxiliares a quienes se dará una mayor participación en los combates; 5.
Mantener en las tropas francesas así como en las auxiliares mexicanas la más severa disciplina;
reprimir enérgicamente todo acto o expresión que hiriera a los mexicanos, “pues no hay que
olvidar su carácter orgulloso. Interesa para un mayor éxito de la empresa conciliarse el espíritu
de la población.”
Se le recomendaba a Forey en estas instrucciones, que muestran una doble y torpe política
pues repugnaban a liberales y a conservadores, que al llegar a México, el general Almonte y
las personas notables convocasen de acuerdo con las leyes mexicanas a una asamblea que
decidiría la forma de gobierno y el destino de México. Debería también Forey, una vez
establecido el gobierno, introducir en su administración, principalmente la financiera, orden y
regularidad a semejanza de la administración francesa, para lo cual se enviara al personal
especializado. Se reiteraba al general en jefe que el fin que se deseaba no consistía en
imponer a los mexicanos una forma de gobierno que no le simpatizara, sino secundar sus
esfuerzos para que estableciesen uno que tuviera posibilidades de estabilizarse y el cual
garantizara a Francia se atendieran sus reclamaciones y quejas. Si los mexicanos optasen
por una monarquía, se les señalaría que el candidato de Francia era el archiduque
Maximiliano.
Parte importantísima de este documento es el párrafo que sigue, en el cual se esclarecen en
forma indubitable los propósitos de la política internacional de Napoleón III, su sentido de
expansión imperial rival de los estadounidenses. Este párrafo, se decía a Forey, contenía las
respuestas a innumerables preguntas que se le dirigiría en el sentido de porque Francia
sacrificaba hombres y dinero para colocar a un príncipe austriaco en el trono de México. Su
texto dice:
“Si las instrucciones indicaban que a Almonte se le acogiera favorablemente, eso no detuvo a
Forey para desautorizarlo cuando aquél nombro un ministerio, se titulo jefe supremo de la nación
y aún trato de expedir unos decretos. Tampoco lograron las fuerzas de ocupación concitarse
la simpatía del pueblo que veía sus campos invadidos, sus casas destruidas y a sus hijos
perseguidos con saña. El retiro de la población de muchos lugares su negativa a
proporcionales los abastecimientos que requería un ejército numeroso, y la aparición de
innumerables guerrillas por todas partes, revelaban no simpatía sino desprecio, odio
profundo hacia los invasores. Con la ayuda de los generales Berties y Bazaine trató de
pacificar la costa y gracias al auxilio de Juriese logró ocupar Tampico el 23 de noviembre. Para
combatir a las guerrillas se creó unos cuerpos contraguerrillero que se puso al mando del coronel
Dupin, cuyas crueldades y abusos fueron innumerables.
El avance hacia las mesetas, a los valles de Puebla y México se inició el primero de
diciembre. Dirigían los efectivos el general Douay y el coronel L´Heriller, quienes ocuparon San
Agustín del Palmar, San Andrés Chalchicomula y Tehuacan. Bazaine, a su vez, avanzó hacia
Jalapa y Perote y fue a unirse al grupo de Douay y a Forey en Quecholac en donde se estableció
el cuartel general para atacar Puebla.
73
Al morir Ignacio Zaragoza, fue nombrado jefe del ejército mexicano el general Jesús
González Ortega, distinguido en la guerra de Reforma, y a él tocó realizar la defensa de la
Angelópolis. Sabedor que los franceses no atacarían de nuevo los fuertes, convirtió a la
ciudad en inmensa fortaleza. Aprovechó las recias estructuras de sus innumerables iglesias y
conventos en bastiones, en los que campeó el patriótico ardor de proteger la patria
amenazada y los cuales fueron defendidos palmo a palmo con una heroicidad sin límite.
González Ortega como comandante en jefe, tenía a sus ordenes 22 000 hombres. Jefe del
estado mayor era el general Mendoza. La artillería estaba dirigida por el general Paz, la
caballería por O´Horan. La infantería, organizada en cinco divisiones, tenía como jefes a los
generales Berriozábal, Negrete, Antillón, Alatorre, y La Llave, Supeditados a ellos estaban los
generales García, Prieto, Gayosso, Porfirio Díaz, Escobedo, Ghilardi, Ignacio Mejía,
Lamadrid, Carvajal, Aureliano Rivera, Pinzón y Patoni, lo mejor del ejército mexicano en
aquellos años.
Al conocer el avance de las fuerzas francesas, el presidente Juárez fue a Puebla, pasó
revista a las tropas exhortándolas al triunfo y confirmó a Ignacio Comonfort que había vuelto a
México y ofreció a Juárez su concurso el mando de un cuerpo de cerca de tres mil hombres que
protegería México y auxiliaría al ejército mexicano encerrado en Puebla.
El 10 de marzo González Ortega declaro a esa ciudad en estado de sitio; el 14 de ese mes hizo
salir de ella a los no combatientes y a los franceses que ahí residían. El día 16 Douay se
estableció en la hacienda de Manzanilla, vecina a los fuertes, y Bazaine entre el cerro de
Amalucan y la hacienda de Álamos, e iniciaron el sitio Forey lanzaba -algo que se convirtió en
obsesión proclama tras proclama para convencer a los mexicanos de sus errores y a los propios
soldados franceses de la justicia de su misión.
El sitio de Puebla se inició el 16 de marzo y termino con la rendición de la plaza el 17 de
mayo. Durante dos largos meses la ciudad resistió con heroicidad sin límites los ataques del
enemigo, superior en táctica, armamento y contingentes. Calle por calle, casa por casa,
dinamitando edificios enteros, el ejército francés penetraba lentamente y los sitiados, sin
alimento ni municiones, reconquistaban las posesiones de que habían sido despojados. Las
fuerzas auxiliares comandadas por Comonfort fueron dispersadas y toda posibilidad de
auxilio terminó.
Destruidos y tomados los fuertes de San Javier el 27 de marzo y el de Santa Inés el 25 de
abril y vencidos los refuerzos auxiliares en San Pablo del Monte y en San Lorenzo el 5 y el 8
de mayo, los sitiados se encontraban sin posibilidad de romper el cerco o de recibir auxilio.
Lo desesperado de la situación obligó a González Ortega, apoyado por el voto unánime de
sus compañeros a emitir el 17 de mayo por la madrugada una orden del día en la cual se
indico que entre las cuatro y cinco de la mañana, todo el armamento se destruyera de
manera que no pudiera ser utilizado por el enemigo. “La patria exige ese sacrificio”, se decía,
y agregaba que dejaba a todos sus subordinados en la libertad absoluta, exhortándolos a
continuar posteriormente la defensa de su suelo natal y del pabellón nacional.
Todos los oficiales se entregaron al jefe del ejército francés como prisioneros de guerra. En
una carta dirigida ese día a Forey, González Ortega le indicaba que tomaba esas medidas
por no poder seguir luchando y le pedía ocupar la ciudad sin tomar medidas de fuerza inútil
ya.
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El 19 Forey, quien ordenó que el pabellón francés ondease junto al mexicano en la torre de la
catedral, entró a Puebla, habiendo sido recibido por el clero a las puertas de esa iglesia.
Los prisioneros mexicanos, excluyendo numerosos oficiales que alcanzaron a huir, fueron 26
generales con González Ortega a la cabeza, 303 oficiales superiores, 1 179 oficiales
subalternos y entre 9 000 y 11 000 suboficiales y soldados y 150 cañones que no se
alcanzaron a destruir. Considerados todos ellos como peligrosos Forey decidió ante la
dificultad de vigilarlos, remitir a Francia a los oficiales, 5 000 soldados fueron incorporados a las
fuerzas del general Márquez, y a los más remisos se les envió a trabajar en las obras del
ferrocarril que se trazaba de Veracruz a México.
En el trayecto de Puebla a Veracruz, gran número de oficiales, así como González Ortega, La
Llave, Patoni, García, Prieto, Escobedo, Berriozábal, Antillón, Porfirio Díaz, Ghilardi y
Negrete lograron escapar e incorporarse a los núcleos republicanos mantuvieron en sus
provincias, como confiesa el general Woll, el fuego de las ideas liberales y contribuyeron a
prologar la guerra. Los 530 prisioneros, entre ellos 13 generales y 110 oficiales superiores
fueron remitidos a Francia y dispersados en varias ciudades, sin aceptar, salvo un corto
número, compromiso alguno de no combatir por su patria. Los amplios archivos del ministerio de
la Guerra en Vincennes, revelan las angustias y la resistencia de la mayor parte de estos
mexicanos forzados a vivir en un territorio enemigo.
La toma de Puebla, que en Europa fue recibida jubilosamente, en México provoco desaliento, pero
no doblego a los grupos liberales que luchaban ya no impulsados por diferencias políticas,
sino por un deber indeclinable de proteger a la patria, defender su territorio amenazado, su
libertad e independencia. Se iniciaba la segunda guerra que México tuvo que sostener con una
potencia extranjera y esa guerra tendría como consecuencias más importantes consolidar
las instituciones republicanas una vez por todas y forjar y consolidar un sentimiento único de
nacionalidad, de formar un pueblo hermanado por una tradición, unos ideales y una misma
vocación.
Desde su marcha de Córdoba a Puebla los intervencionistas recibieron el apoyo de núcleos
de tropas conservadoras dirigidas por Cobos, Vicario, Márquez, Mejía, Herrán, Tovar, Lozada
y Echeagaray. El más importante contingente fue el de Márquez y posteriormente el de
Mejía. A la toma de puebla llegaron contingentes de grupos conservadores y aun liberales
que se adhirieron a los partidos del imperio, como los generales Prieto, Parrodi, Miranda,
Aramberri y Ampudía. El general Miguel Miramón, que había logrado volver a México, se
incorporo también, convirtiéndose en uno de los defensores más leales del emperador junto
con Mejía y Márquez.
Por su parte, los liberales con Juárez a la cabeza, después de tratar de aplicar aun con
violencia las leyes reformistas y de arbitrarse recursos, consideraron prudente abandonar la
cuidad de México y establecer los poderes en el norte y centro del país. El 31 de mayo de
1863 se traslado la capital de la República a San Luis Potosí, en donde estuvo del 9 de junio
al 22 de diciembre. Paso de ahí a Saltillo, donde estuvo del 9 de enero al 3 de abril, fecha en
que marcho a Monterrey pese a la defección y amenaza de Vidaurri, que se declaró por el
imperio. Del 3 de abril al 15 de agosto radicó en Monterrey el gobierno, cada vez más
diezmado por la persecución de sus enemigos, por el abandono de muchos de sus
partidarios desesperanzados y titubeantes ante una situación que veían con escepticismo, y
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por la muerte de de varios de sus más enérgicos defensores, como Comonfort y La Llave,
asesinado éste último el 19 de junio y aquél el 14 de noviembre de 1863.
Ante el empuje de las tropas invasoras y la reconstitución del ejército conservador, las
fuerzas leales replegadas al norte se encontraban sin auxilio de ninguna clase. Al gobierno
de los Estados Unidos había acudido solicitándole un préstamo y permiso para comprar
armas, lo que le negó la administración de Lincoln, así como la posibilidad de reclutar
voluntarios. En contrapartida, el gobierno estadounidense autorizó la venta de carros y mulas
de Texas a los franceses. Los problemas políticos internos a que se enfrentaron la
administración de Lincoln y de Jonson impidieron que Estados Unidos mantuviera una actitud
única y leal ante el gobierno liberal mexicano. Seward, secretario de estado, puso en práctica
una política doble hacia él, de oportunismo ante la diplomacia europea y finalmente, cuando
ya no había peligro de parte de los confederados ni de los ejércitos europeos, de apoyo al
gobierno juarista, que con su heroica resistencia ante el invasor extranjero, no solo defendía
la propia integridad nacional sino la seguridad del propio Estados Unidos.
Después de Puebla, los ejércitos intervencionistas y sus auxiliares mexicanos ocuparon una
tras otra las ciudades más importantes del centro del país. La ciudad de México los recibió el
10 de junio y a finales de este mes Pachuca, Toluca y Tulancingo; Cuernavaca el mes de
julio, Tampico y alrededores en agosto. El 12 de junio en otras tantas proclamas, Forey, con
petulante soberbia y orgullo señalaba a los mexicanos que de las finalidades que el
emperador le había confiado una estaba cumplida, la de hacer sentir a los pretendidos
vencedores del 5 de mayo, que se jactaban de haber tenido una gran victoria sin serlo, el
autentico peso de las armas francesas; y que la segunda, la de ayudar a este pueblo a darse
un autentico gobierno lo iba a realizar en seguida. Añadía, entre diversas consideraciones
políticas, dos reveladoras de lo equivoco de su política, pues si la intervención era apoyada
por los conservadores, él proponía o defendía medidas que chocaban con las de aquéllos,
como era respetar los derechos de los bienes nacionalizados a quienes no se le molestaría
en nada, y la promesa de proclamar la libertad de cultos, ese gran principio de las
sociedades modernas, en un ambiente que anhelaba mantener a toda costa la exclusividad
del catolicismo.
Es evidente que la Francia de Napoleón III, era una nación liberal que había superado viejas
concepciones. La mentalidad, salvo de pequeños grupos era liberal; las relaciones entre la
Iglesia y el Estado muy distintas a las mexicanas, y aun la mentalidad eclesiástica francesa era
totalmente diferente a la mexicana, que había heredado viejas concepciones del clero español
al que se consideraba prototipo de la Iglesia retardataria.
Una constante que hallamos en las opiniones de los generales en jefe del ejército francés y
de los altos oficiales del mismo, es su extrañeza frente a la ideología y forma de ser del clero
mexicano. Los informes políticos de Lorencez, Forey, Bazaine, Douay, etc., están llenos de
finas observaciones en torno de la política clerical, de su actuación, así como de los grupos
conservadores. Los retratos que de los dirigentes mexicanos, civiles y eclesiásticos,
recogemos de sus informes, revelan una pésima idea de la mayor parte de ellos. Descontado
el espíritu de superioridad o la mala fe en algunos de ellos, las semblanzas de los
intervencionistas y también de muchos liberales que en los informes políticos hallamos, son
justas y atinadas, penetrantes en cuanto revelan actitudes nuevas para ellos, maneras de ser
muy diversas que tratan de ser explicadas. La visión de México y de los mexicanos que los
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testimonios franceses aportan es digna de atención, por expresar muchas veces con
inteligencia, nuestra realidad a mediados del siglo XIX.
Tras ese problema, Forey aconsejado por Saligny y ante la imposibilidad de convocar a un
autentico congreso, constituyó una Junta Superior de Gobierno con 35 individuos, los cuales
deberían primero, elegir a 215 personas consideradas como notables, que decidieran sobre
la forma de gobierno a adoptar y en segundo termino nombrar un Supremo Poder Ejecutivo
Provisional. Reunidos los notables el 10 de julio, después de considerar que las formas
republicanas, tanto federales como centralistas habían sido las fuentes de los males sufridos
por la patria, que la monarquía, que combinaba el orden con la libertad y la fuerza con la
justicia era la única que podía vencer a la anarquía y refrenar a la demagogia, y que entre los
mexicanos aunque había hombres eminentes, no existía uno que tuviese las cualidades
esenciales que no se improvisan para formar un monarca, resolvieron: “1) La nación
mexicana adopta por forma de gobierno la monarquía moderada, hereditaria como un
príncipe católico; 2) El soberano tendrá el titulo de emperador de México; 3) La corona
imperial de México a S.A.I. y R. el príncipe, el archiduque Fernando Maximiliano para si y sus
descendientes; 4) En el caso de que, por circunstancias imposibles de prever el archiduque
Fernando Maximiliano no llegase a tomar posesión del trono que se le ofrece, la nación
mexicana se remite a la benevolencia de S.M. Napoleón III, emperador de los franceses, para
que le indique otro príncipe católico a quien ofrecer la corona.”
Respecto al nombramiento del Supremo Poder Ejecutivo provisional, éste fue hecho el 23 de
junio, habiendo sido designados como propietarios el general Juan Nepomuceno Almonte, el
arzobispo de México Pelagio Antonio de Labastida, tan inteligente como intransigente, y el
general José María de Salas. Suplentes fueron el obispo de Tulancingo Juan E. Ormaechea,
quien actuó durante la ausencia de Labastida como propietario, y el licenciado Ignacio
Pavón. Dos días después quedo instalado el ejecutivo, quien el 11 de julio adoptó el título de
Regencia y gobernó el territorio ocupado por los intervencionistas del 11 de julio de 1863 al
20 de mayo de 1864.
Los notables designarían más tarde al grupo de emisarios que fueron, el 3 de octubre de
1863, encabezados por José María Gutiérrez de Estrada a ofrecer en Miramar el trono de
México. La regencia por su parte, tuvo como misión “la de pacificar a la nación, reorganizar la
administración publica y ajustarla al nuevo orden de cosas”. La pacificación quedo a cargo del
jefe de armas francés, Forey primero, Bazaine después; la reorganización de la
administración pública a la manera francesa se confió a funcionarios franceses, un comisario de
Hacienda, Budin primero, y luego, durante el gobierno de Maximiliano a hacendistas de
prestigio escogidos por el ministro de Finanzas de Francia M. Fould, como Corta, Bonnefons y
Langlais, consejero de Estado.
La Regencia cuidó de no aumentar las contribuciones y de no recurrir a los préstamos
forzosos como era costumbre. En cuanto a la tercera de sus misiones, esto es, el ajuste de
su gobierno a una política más liberal que imponía el gobierno francés, la Regencia tuvo que
chocar con el jefe del cuerpo expedicionario, que en realidad era la autoridad suprema,
principalmente por asuntos relativos a los bienes de la iglesia que se habían nacionalizado.
Esas dificultades dieron lugar a la destitución del arzobispo Labastida, quien no se plegó a
los designios franceses, como tampoco al supremo tribunal, a quien despidió en masa a
principios de 1864.
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Como la actuación militar de Forey se había considerado lenta y comprometedora, el
gobierno francés acordó, una vez tomado Puebla, retirarle el mando de las fuerzas
expedicionarias, elevándolo como consolación al grado de mariscal. Forey entregó, como se
le ordenó, al jefatura al general Aquiles Bazaine, quien la recibió el primero de octubre de
1863 y la mantuvo hasta el retiro de los efectivos franceses en 1867. Forey embarcó el 21 de
octubre en Veracruz. Obligado también a retirarse de México el ministro Dubois de Saligny,
quien había ejercitado tanta y tan funesta influencia en nuestro país partió, días más tarde,
presionado por Bazaine, a quien se ordenó lo embarcara en el primer barco que zarpase.
Era evidente que el intermediario del duque de Morny, cuyas reacciones opiniones
envenenaron la política franco-mexicana, representaba, por las conexiones que tenía, un
obstáculo al nuevo estado de cosas y a las tendencias que Napoleón III mostraba hacia su
empresa mexicana. Saligny, a quien tanto se había escuchado en las Tullerías, había
mostrado una torpeza enorme en sus opiniones políticas. Sus prejuicios de toda clase habían
llevado al ejército francés a duros y peligrosos desastres y a comprometer la política
internacional de Francia. En su lugar fue designado el señor Montholon, ministro
plenipotenciario de México.
Al tomar el general Bazaine el mando de las fuerzas expedicionarias éstas sumaban 34 144
hombres, provistos de 274 carros mexicanos, de 30 adquiridos en Estados Unidos y de gran
número de caballos y mulas. A más de ellos deberá de contarse un batallón de soldados
egipcios de 400 hombres que guarecían las tierras calientes y más de 200 de las guerrillas de
Dupin. Pronto se unieron nuevos refuerzos enviados de Francia con armas y municiones
abundantes. El total de sus tropas; incluidos los efectivos mexicanos que eran casi 13 000,
sumaban 47 667 soldados.
Cuando al archiduque Maximiliano se le ofreció por primera vez la corona de México, una de
las condiciones que puso fue la de contar con la opinión favorable del pueblo mexicano. Para
cumplimentarla Forey convocó a un plebiscito que comprendía en un principio la ciudad de
México y otras poblaciones vecinas. Éste se hizo bajo la vigilancia de y presión del ejército
ocupante. Más tarde se exigiría que la nación entera se manifestase, lo cual tuvo que
realizarse a medida que avanzaba la ocupación militar del país. Al recibir a los notables en
Miramar el 3 de octubre, Maximiliano reafirmo que su aceptación al trono dependería en
primer lugar del resultado de los votos de la generalidad del país, luego del asentimiento que
su hermano el emperador le mostrara y del auxilio de Dios. En seguida indicaba a los
monarquistas cual era su ideario y programa político al establecer en México al afirmar:
“Si la providencia me llama a cumplir la alta misión civilizadora que esa corona conlleva, os
declaro desde ahora la firme resolución de seguir el saludable ejemplo de mi hermano el
emperador, abriendo al país por un régimen constitucional, la larga vía del progreso basada en el
orden y la moralidad, y de sellar por mi juramento, tan pronto su vasto territorio sea
pacificado, un pacto fundamental con la nación. No es así que se podría instaurar una
política verdaderamente nacional, debido a la cual, los diversos partidos, olvidando sus
antiguos resentimientos, trabajen en común para colocar a México en el sitio preferente que le
esta destinado entre todos los pueblos, bajo un gobierno que tenga por principio hacer
prevalecer la equidad en la justicia.”
Cuando en septiembre de 1861 Maximiliano recibió al ministro de Negocios Extranjeros en
Austria, conde De Rechberg, a quien comisiono José María Gutiérrez de Estrada para
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ofrecerle en nombre de los monarquistas mexicanos el trono de México, Maximiliano exigió
además del voto de los mexicanos, que su gobierno fuera apoyado por Francia, Inglaterra y
España. Al disolverse la triple alianza esa condición resultaba imposible. Por ello, cuando la
comisión de notables se presento a recoger la respuesta definitiva del príncipe el 9 de abril de
1864, Maximiliano no impuso ya esa condición, en virtud de los problemas que tenía
pendientes, como era su posible ascensión al trono austriaco que había sido resulto
mediante una renuncia que no le satisfizo, a al de otro país, Maximiliano aceptó el 10 de abril la
corona que se le ofreció.
Napoleón III había presionado a Maximiliano para que aceptara el trono de México como
parte de su política imperial, pero se había dado cuenta de que la instauración de la
monarquía en nuestro país no era una empresa fácil ni sencilla como en un principio creyó,
engañado por los monarquistas mexicanos y por Saligny. Advertía ya que era costosa,
porque la expedición militar agravaba fuertemente el erario francés, y el Congreso en el que
figuraban muchos opositores suyos, no estaban dispuestos a votar sumas adicionales para
sostener un ejército en México, cuyas finalidades no se veían muy claras y sí bastante
peligrosas dados los cambios que se operaban en la política europea. Napoleón III al
prometer su apoyo a Maximiliano lo hizo a través de un convenio, et tratado de Miramar,
firmado en ese lugar el 10 de abril de 1864. Mediante el se comprometía a prestar a
Maximiliano ayuda militar hasta 1867, fecha en que, se suponía, el Imperio Mexicano debería
tener un ejército propio debidamente organizado. En ese momento se retirarían las tropas
francesas, que deberían ser pagadas por México desde el momento de su salida de Europa.
Esto quiere decir que el apoyo militar francés a los conservadores para que estableciesen un
sistema monárquico en nuestro país tenía que ser cubierto con crecientes intereses por la
monarquía recién instaurada, hecho que gravaría extraordinariamente la rehabilitación
económica de México.
LA CONVENCIÓN DE MIRAMAR Y SUS CONSECUENCIAS
El 10 de abril de 1864 se celebró en Miramar, entre el ministro Velázquez de León,
plenipotenciario del imperio, y el señor Charles Herbert, representante plenipotenciario
autorizado de Napoleón III, la llamada Convención de Miramar, mediante la cual el
emperador de los franceses aseguraba por medio de solemne compromiso, cuya
responsabilidad total recaía en México, el reintegro acrecentado de la ayuda prestada al
establecimiento de Fernando Maximiliano de Habsburgo en el trono mexicano.
Muchos fueron los objetivos que Napoleón quiso alcanzar al intervenir en los asuntos de
México. Los hay de políticas internas e internacionales, también esencialmente económicas,
muy amplias y variadas, y hasta hay algunos culturales, ideológicos y aun idealistas. En toda
esa gama de razones justas o no, justificadas o no, pero nunca justificables, no hay duda que
las económicas, sin forzar en nada el materialismo histórico, fueron las más vigorosas e
importantes. Bien pudo tener Napoleón altas e ideales miras, más su realización siempre
estuvo bien meditada y planeada y, sobre todo, sujeta a una inteligente política económica.
Bien enterados estaban los liberales de cuantos compromisos y componendas acordaban los
partidarios de la intervención y del imperio en Europa. De ahí que la celebración de una
convención de esa naturaleza no podía pasar por alto a su poderosa percepción. Tal vez
algunos otros acuerdos fueron más espectaculares, como el llamamiento de los notables y la
aceptación del archiduque, así como algunas declaraciones de tipo político, y generalmente
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estas son más conocidas y estudiadas; pero la convención de Miramar representa la parte
esencial del posible establecimiento de la monarquía en México, de la instauración de un
príncipe europeo en el trono de Moctezuma, del triunfo de las ideas reaccionarias e
intervencionistas y de la participación de Francia, la tierra de las libertades, en una temeraria
empresa, de la que salió perdidosa y desprestigiada.
Este documento como otros, y también el desarrollo total de la intervención, fue conocido y
comentado por uno de los liberales más inteligentes y perspicaces de México, el periodista
Francisco Zarco. Con su extraordinaria lucidez, inteligencia e información, tan escasa en
muchos de los congéneres de esa época y con una honestidad y amplios conocimientos de
política, la economía y aun las acciones bélicas, Zarco, en un sobresaliente escrito que titulo La
Convención Franco-Austriaca de Miramar, hace, el análisis más perfecto y riguroso de aquel
instrumento de dominación.
En torno de esa organización podemos separar algunos puntos sobresalientes, el primero de los
cuales es el relativo al desarrollo político de México. Francisco Zarco advierte que los males
de México no se remediarían mediante el establecimiento de una monarquía, ni mucho menos
cuando llega acompañada de una intervención militar que pretende imponer un príncipe
extraño. La monarquía si bien no era una solución autentica no pasaba de ser la aspiraciones
de unos cuantos ilusos, no planteaba problema alguno al país en tanto no se tratara de
imponerla. Con sus imposición violenta y el arribo del aspirante al trono, las cosas cambiarían
dando lugar a una lucha de principios. Entre la República y monarquía. Ésta última
resultaba -decía Zarco exótica e imposible de instaurar, en la tierra clásica de la democracia
y de la Reforma.
Trazando así una línea política consecuente y continua, Zarco penetra en el fondo social que
debe sustentar tal forma política, y advierte que los partidarios de la intervención imperial,
principalmente sus eternos sostenedores, pretender reducir por fantásticas, inicuas e injustas
razones el valor de la sociedad Mexicana, la consideración humana de diversos grupos,
principalmente del mayor y original, el indígena, dentro del cual quedan comprendidos muy
diversos matices. Efectivamente, al analizar los términos de la construcción del gobierno
monárquico, encuentro que en ella se señala la ausencia de “un pueblo que gobernar”, como
si los diferentes grupos raciales y sociales que integran México no fuera por si un pueblo.
MAXIMILIANO EN MÉXICO
El pacto de Miramar se firmó el 10 de abril de 1864, y entrañaba no poco peligro para la
estabilidad del imperio, por la sujeción de este a Napoleón III. Algunos días más tarde,
Maximiliano y su esposa Carlota Amalia, hija del Rey de Bélgica, hija del Rey de Bélgica,
visitaron en Roma al Papa Pío IX, quien instó a respetar los derechos de la iglesia y a
trabajar por el bien temporal y espiritual de sus súbditos.
La pareja real se embarcó en la fragata “Novara”, en la cual llego a Veracruz. El 28 de mayo de
1864 desembarcaron los Emperadores, y la recepción de que se les hizo objeto fue fría, pero las
muestras de adhesión subieron de punto, en cambio, en las poblaciones del interior, a través del
camino que siguieron, por Córdoba, Orizaba, y sobre todo Puebla y México, con gran entusiasmo
en esta última.
80
APOYO NORTEAMERICANO A JUÁREZ.
Las armas republicanas seguían padeciendo derrotas.
Don Tomás Mejía, con su división mexicana y con auxiliares franceses, derroto a don Manuel
Doblado en Matehuala, otro tanto hizo con los juaristas cerca de Tampico, pese a que estos
tuvieron el apoyo de 200 soldados negros norteamericanos.
De hecho el campo de acción de los republicanos se reducía al norte, algunos puntos del sur en
donde actuaba el general Porfirio Díaz, y al occidente.
El gobierno de Lincoln decidió a favor de Juárez, le proporcionó ayuda militar y política, pero
menor de los que hubiera sido posible, debido a que en los Estados Unidos estaba a punto
de estallar la guerra civil, y cuando esta se presentó, el auxilio norteamericano tampoco pudo
ser considerable. Sin embargo les llegaron a los norteamericanos 7,000 rifles y municiones,
sin contar con piezas de artillería que en otras ocasiones les fueron entregadas. Un agente
secreto del imperio comunicó desde Nueva Cork que se reclutaba gente norteamericana para
auxiliar a Juárez. En julio de 1864, el ejército del general Sheridan avanzó hacia la frontera
mexicana con 30 o 40 mil hombres -según carta de don Sebastián Lerdo de Tejada a
Pesqueira- y adoptó una actitud amenazante que causo expectación en Francia. En fin, entre
otros muchos papeles y datos que revelan la estrecha unión del gobierno republicano con el
de los Estados Unidos, hay un documento en el Archivo de la Pennsylvania Historical
Society, escrito por Juárez el 12 de noviembre de 1865 al general James Carleton, que
parece ser era el oficial de enlace entre aquel y el gobierno yanqui, y a quien decía:
“Mi querido señor: mañana marcho para la ciudad de Chihuahua, lo que participo a usted, para
que allá me libre sus ordenes, que cumpliré con muy buena voluntad…”
Consta así mismo, que en mayo de 1865, un agente del gobierno republicano de Juárez, don
José María Carvajal, celebró un convenio con el norteamericano Daniel Woodhouse, por
virtud del cual concedía a la compañía de este, 250 leguas cuadradas de tierras baldías en
Tamaulipas y 250 en San Luis Potosí, y 2136 minas en ambos estados, así como la
autorización para tender líneas ferroviarias y para llevar a cabo una colonización con
individuos blancos procedentes de los Estados Unidos. El mismo Carvajal -quien era
gobernador de las entidades citadas-, varios meses más tarde celebró otro convenio con
John W. Colies para obtener un préstamo de 30 millones de pesos mediante “la hipoteca de los
estados de Tamaulipas y San Luis Potosí”, aunque a la postre nada se obtuvo. En el mismo
sentido conviene citar el hecho de que en 1865, cuando terminó la guerra civil en los Estados
Unidos , el gobierno juarista gestionó que llegará a México un ejército auxiliar de 60, 000 soldados
norteamericanos de los que iban a ser licenciados en su país: si se llegara a un acuerdo completo
con las autoridades norteamericanas, se premiara a los soldados y oficiales con tierras,”y a
los jefes superiores, informa don Justo Sierra, con recompensas en número de cien mil pesos
para el que mandase la expedición, de treinta mil para cada uno de los generales de división y
de veinte mil para cada uno de los de brigada. Quedaría a elección de los expedicionarios
adquirir la nacionalidad mexicana o conservar la propia si el gobierno de su patria le daba
permiso para venir”.
Todos los soldados norteamericanos no llegaron porque el gobierno de los Estados Unidos no
quiso.
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Analizando todas estas situaciones puede uno preguntarse: ¿qué significa esa doble relación
mexicana, de búsqueda de apoyos en el extranjero: una, la imperialista, respecto de Francia, y la
otra, la juarista, respecto de Estrados Unidos?
Significaba que los mexicanos habían perdido la confianza en ellos mismos para encontrar sus
propios caminos, y creían que la salvación solo podía venir de la ayuda ajena.
LIBERALES Y CONSERVADORES
Cuando Maximiliano se hizo cargo del poder formó un gabinete inicial en el que junto a pocos
conservadores, aparecieron varios liberales destacados, entre los cuales estaban don José
Fernando Ramírez, don Juan de Dios Peza y otros. Esto de dar preferencia a los liberales
frente a los conservadores, no fue bien visto, y peor todavía cuando se supo que Maximiliano
tenía, además una especie de gabinete particular formado por extranjeros que no conocían
suficientemente el país, pero a quien se concedió un poder político amplio.
El emperador quiso formar, asimismo, el ejército imperial mexicano -cosa a la que lo
obligaban tanto su seguridad política como el Tratado de Miramar-, utilizando al efecto las
fuerzas nacionales existentes, con el apoyo francés; sin embargo, este propósito suyo se vio
trastornado por la hostilidad del mariscal Bazaine, que estorbó todo su proyecto, rehusó
armas a los pueblos que las pedían y no permitió que hubiera guarniciones permanentes en los
poblados, sino columnas volantes francesas, que en muchas ocasiones tuvieron una
conducta reprobable contra los habitantes de aquéllas.
Puede afirmarse que la situación del país y el curso de la guerra pudieron ser mejor
aprovechados, ya que don Santiago Vidaurri, José López Uraga, Juan N. Cortina, Julián
Quiroga y otros jefes republicanos, se pasaron a las filas imperiales. Y Maximiliano si hubiese
contado con más energía, habría podido aprovechar los distintos elementos que tenía a su
disposición, para fortalecer su gobierno en lo político, en lo militar y en lo económico, sobre
bases más mexicanas, pero no lo hizo o no pudo hacerlo.
Así continuó la campaña contra los republicanos, sin un plan bien pensado, ni con acierto
bélico. En el curso de ella, Bazaine, con buena cantidad de material guerrero, actuó en el sur,
capturó Oaxaca, derrotó al general Díaz, lo aprehendió y éste volvió a fugarse.
DESTIERRO DE MIRAMÓN Y MÁRQUEZ.
La oposición de Bazaine contra los conservadores más notables, unida a la debilidad de
Maximiliano, y a las inclinaciones liberales de éste, hicieron que uno de los hombres que
pudo salvar militarmente el Imperio, que era Miramón, fuese prácticamente desterrado al
enviársele a Berlín para que estudiara las técnicas de artillería prusiana….. Y más tarde,
Márquez, a su vez, fue enviado a Tierra Santa, con presentes para el sultán de Turquía.
Muchos prominentes conservadores, en vista del rumbo que tomaban las cosas, y
disgustados ya de tiempo atrás por las ideas políticas del nuevo gobierno, presentaron sus
renuncias, o se sintieron desilusionados por el curso de la política.
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CRISIS EN LA IGLESIA
La cuestión religiosa era la más grave en el Imperio.
Los conservadores tenían la esperanza de que una vez que llegase el Nuncio de Su
Santidad, Monseñor Pedro Francisco Meglia, sería posible llegar a un entendimiento que
fuera satisfactorio tanto para la iglesia cuanto para el Imperio. El nuncio llegó, en efecto, a
principios de diciembre de 1864, pero no tardo en presentarse la crisis.
Maximiliano, en un memorial que le presentó le dijo que para que hubiera Concordato, esto es,
relaciones formales entre México y la Santa Sede, con un trato conveniente, era
indispensable que se estableciera lo siguiente:
1) Libertad de cultos, aunque con protección especial al catolicismo.
2) Los sacerdotes no cobraran por sus servicios, ni recibirán diezmos ni primicias, sino que
el gobierno los sostendrá como si fueran empleados suyos.
3) Desaparecerá el fuero eclesiástico.
4) Las rentas provenientes de los bienes de la Iglesia nacionalizadas pasarían a manos del
gobierno.
5) El Emperador y sus sucesores tendrán los mismos derechos que habían tenido los Reyes
de España sobre la Iglesia.
6) No podría haber nuevas novicias en las órdenes religiosas femeninas, mientras el santo
padre no dijera qué órdenes se establecerían y cómo actuarían.
Otros puntos del memorial se referían a materias semejantes a las Leyes de Reforma en
cuestión de registro civil y secularización de cementerios.
No se llegó a ningún acuerdo, y aún más, el gobierno confirmó las operaciones de
desamortizaciones y nacionalización de los bienes de la Iglesia, y dispuso que hubiera
libertad de cultos.
El cardenal Antonelli, secretario de Estado de la Santa Sede, protestó, y protestaron
igualmente los obispos mexicanos.
En cambio, algunos representantes masónicos le ofrecieron al Emperador -que era masónla
presidencia del Supremo Consejo de las logias, que él declinó, pero acepto el titulo de
“protector de la Orden” y nombro representantes suyos a dos individuos que inmediatamente
recibieron el grado 33.
EL ESTATUTO DEL IMPERIO
El 10 de abril de 1865 se dio a conocer el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, especie de
Constitución provisional, que establecía la forma monárquica de gobierno. La autoridad
máxima la tendría el Emperador, unido al cual estarían sus ministros y un Consejo de Estado al
que debía oír para dictar leyes y reglamentos.
83
El país quedo dividido en departamentos.
Sin embargo, el estatuto no satisfizo ni a los liberales ni a los conservadores.
Algún tiempo después, Maximiliano ordenó que se presionara a los nietos de Iturbide, y se
constituyo en tutor del primero de ellos, Agustín, aunque no ordenó expresamente que
tuviera éste el carácter de príncipe heredero.
PRESIÓN NORTEAMERICANA.
Los Estados Unidos, habían puesto fin a la Guerra de Secesión, en abril de 1865. El gobierno
norteamericano había visto con simpatía la causa republicana aunque la había ayudado poco
materialmente, quizá por razones de conflicto interno. Sin embargo, no quería nuevas
adquisiciones de tierras mexicanas porque acaso temía que con éstas se formaran nuevas
entidades sudistas en los Estados Unidos, que darían fuerza a los recientemente vencidos
esclavistas, y por eso prefirió ayudar a trasmano. Esto explica porque el secretario de
Estado, Mr. Seward, le indicó a don Matías Romero, agente republicano de Juárez en los
Estados Unidos, que no contara soldados norteamericanos, porque de entrar estos en gran
cantidad a México, ya no saldrían.
En cambio en el terreno diplomático, los norteamericanos comenzaron a presionar a Francia: era
importante que los Estados Unidos no perdieran su dominio sobre el continente, y aunque
estaban seguros de que los franceses no podrían estar indefinidamente en México, quisieron
forzar su salida. Por esto el 1 de agosto de 1865, John Bigellow, nuevo secretario del
Departamento de Estado, le envío una nota a su embajador en París con esta
recomendación: “El infrascrito esta cargado de declarar francamente que las simpatías del
pueblo americano hacia los republicanos de México son muy vivas y que vera con
impaciencia la continuación de la intervención francesa en aquel país”.
LA EMPERATRIZ RUMBO A EUROPA.
La economía del Imperio nunca fue estable.
La administración de Maximiliano vivió, casi siempre de los préstamos franceses, no siempre
manejados con tino y prudencia; no se quiso o no se pudo emprender la reorganización de una
hacienda propia y equilibrada; el estado de guerra lo trastorno todo.
El 31 de mayo de 1866, Napoleón III le escribió a Maximiliano que sus consejos no habían sido
seguidos, que el Tratado de Miramar quedaba nulo, y que desde ese año comenzarían a retirarse
los franceses.
En el fondo, Napoleón temía la hostilidad norteamericana, lo mismo que el creciente poderío de
Prusia y no quiso verse atrapado por uno y por otro.
Maximiliano, viendo el derrumbe del trono, pensó en abdicar, pero Carlota lo persuadió a que
esperase un arreglo que ella intentaría hacer ante Napoleón III y ante el Papa. Se embarcó
con tal motivo el 8 de julio de 1866 y llegó a Francia. Le indicó al Emperador francés que
estaba faltando a su palabra, que la economía del Impero estaba quebrada por la mala
administración de sus encargados, que eran franceses, que no se había organizado
suficientemente el ejército mexicano, porque Bazaine lo había estorbado continuamente, y
84
que este había permanecido inactivo, dando lugar a que los republicanos avanzaran sin
encontrar suficiente resistencia.
La primera entrevista fue muy tensa, y otra más, violenta por parte de la emperatriz; pero
Napoleón se mantenía inflexible.
A fines del mes, Carlota se entrevistó con el Papa, pero ya dio muestras allí de su trastorno
mental, que se convirtió en franca locura después. Su hermano, el conde de Flandes, la llevó a
Bélgica, donde, siempre demente, -salvo algunos periodos de lucidez- sobrevivió largos años
hasta morir el 19 de enero de 1927, a los 86 años de edad.
En octubre, Maximiliano, agotado por su pena conyugal y por su desencanto político, dejo la
capital y se marchó a Orizaba, presumiblemente para abandonar el país después de su
abdicación. Ya para entonces había comenzado a deshacerse de sus colaboradores
liberales, en tanto los franceses lo abandonaban, quiso rectificar su política y llamo a los
conservadores.
A la postre, y con hombría que le honra, decidió quedarse.
El 14 de enero de 1867 hubo una junta durante la cual Bazaine -cuya conducta en la
posterior guerra franco-prusiana fue de deslealtad a su patria- insistió que el Emperador
abdicara y se mostró injusto con los mexicanos, por lo que un prominente participante de la
junta, don Alejandro Arango y Escandón, le contesto con gran dignidad, dirigiéndole las
mismas palabras que Paulo IV le dirigió al duque de Guisa en el siglo XVI: “Idos: nada
importa. Habéis hecho muy poco por vuestro soberano: menos aún por la iglesia; nada,
absolutamente nada, por vuestra honra.”
EPÍLOGO DEL IMPERIO.
Por esos días llegaron Márquez y Miramón, mientras los franceses se retiraban, dejando
desguarnecidas las plazas que iban cayendo en manos de los republicanos, con su cortejo de
represalias.
Desde julio de 1866 había comenzado el avance de los republicanos, que en total tendrían
unos 16,000 hombres, no pocos de ellos con algunos recursos militares norteamericanos,
divididos en varios cuerpos: el Ejército del Norte, mandado por el general Mariano Escobedo,
el de Occidente, dirigido por el general Ramón Corona; el del Centro, dirigido por los
generales Régules y Riva Palacio, y el del Sur dirigido, por el general Porfirio Díaz.
Bazaine cometió actos indignos, pues declaró desertores a los franceses que se quisieron
incorporara a las tropas de Maximiliano, vendió un convoy al republicano Aureliano Rivera, y
destruyó armas para que los imperialistas no las utilizaran.
Para octubre, la situación era completamente favorable a los juaristas. Estos ocupaban ya casi
todo el norte; y en occidente obtuvieron victorias o simplemente ocuparon poblaciones, hasta
llegar a Guadalajara. A su vez importantes triunfos obtuvo el general Díaz, en Miahuatlán,
La Carbonera y Jalatlaco, y recupero a Oaxaca.
Como medida última, ciertamente extemporánea, en diciembre de 1866 se decretó la
formación del Ejército Imperial Mexicano, en la que se alistaron también algunos franceses,
85
austriacos y belgas, aunque en lo fundamental estaba formado por mexicanos y cuyos
principales jefes fueron los generales Miramón, Márquez, Mejía y Méndez.
Los republicanos avanzaron hacia el sur, Miramón los ataco infructuosamente; pudo
vencerlos en Zacatecas, pero fue vencido en San Jacinto.
Al fin, los imperiales se concentraron en Querétaro, no para encerrarse allí sino para tener esta
ciudad como centro de operaciones, pero las lentas disposiciones del emperador
permitieron que los republicanos se concentraran y los imperiales se vieran sitiados. Mientras
tanto Márquez se encamino a México para obtener refuerzos, pero queriendo ayudar a
Puebla, atacada por el general Díaz, fue derrotado por éste, que entro previamente a ella el 2 de
abril de 1867 y luego venció al jefe imperialista.
El general Porfirio Díaz puso sitio y capturo la ciudad de México el 21 de junio, y el 15 de julio llegó
Juárez, restableciéndose la republica.
Querétaro, valientemente defendido por Miramón, tuvo que rendirse al precipitarse los
acontecimientos por la traición del coronel Miguel López, que facilito la entrada a los
republicanos mandados por el general Escobedo. Y los ocupantes fueron hechos prisioneros. Un
consejo de guerra presidido por Platón Sánchez juzgo al emperador y a los generales
Miramón y Mejía, de acuerdo con la ley del 25 de enero de 1862, que declaraba culpables de
traición a todos los seguidores del Imperio.
Se dictó contra ellos pena de muerte y fueron fusilados el 19 de junio de 1867.
Los restos del Emperador se encuentran actualmente en la iglesia de los padres capuchinos en
Viena; los de Miramón en la catedral de Puebla; y los de Mejía, en el panteón de San
Fernando, en México.
ADMINISTRACIÓN DE JUÁREZ Y LERDO
Al caer el Imperio, don Benito Juárez pudo regresar a la ciudad de México, ocupada y
pacificada, poco antes, por el general Porfirio Díaz.
Una vez establecido en ella, el presidente dio a conocer un manifiesto en el que dijo que era
deber de su gobierno unir “las exigencias de justicia” con “las consideraciones de la
benignidad”, y quiso recordar que era necesario que tanto el pueblo” como “el gobierno”,
respetasen “los derechos de todos”.
En este documento pareció su famoso apotema, según el cual, “entre los individuos como
entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz”, muy repetido desde entonces,
aunque Juárez no siempre quiso cumplirlo. El manifiesto que se menciona anunciaba, en fin, que
“terminada ya la lucha”, se convocaría “desde luego al pueblo” para elegir al Presidente en quien
quisiera “confiar sus destinos”.
No se convocó a elecciones en seguida, no obstante la anterior promesa, quizá porque el
tenso ambiente político del país aún no lo permitía, por lo que de hecho Juárez siguió
ocupando la Presidencia de la República, como la había ocupado en el bando liberal desde
enero de 1858. En casi todo ese tiempo, que se prologo hasta su muerte en 1872 (algo más
de catorce años en total), Juárez en general gobernó, no de acuerdo con la Constitución
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propiamente dicha, sino a base de las llamadas facultades extraordinarias, que usó de modo
continuo. Algunos años antes, cuando se disolvió la lucha contra el imperio, en 1865, y para
no verse estorbado en sus tareas de jefe de la cusa republicana, permitió la aprehensión del
general González Ortega, cuando este, como jefe de la Suprema Corte, quiso suceder a
Juárez en la presidencia de la República, al llegar a su fin uno de los periodos administrativos
de éste. González Ortega fue declarado “delincuente” porque siendo general había
permanecido fuera del país y del ejército sin autorización, y aunque esto último era cierto,
algunos colaboradores de Juárez vieron en todo esto una maniobra de este para continuar en la
Presidencia. Otros, en cambio, lo apoyaron, visita la situación política y militar que había en
la pugna contra el Imperio.
Durante la época de la restauración, el gobierno juarista quiso aligerar a su administración de la
gran carga que representaba un ejército muy numeroso y comenzó a disolverlo, a fin de no contar
sino con un grupo más reducido y más dócil al gobierno; hizo cambios en la dirección del
ejército, pero cometió el desacierto de enviar al general Porfirio Díaz -que era el más notable
de los generales republicanos y el que más había trabajado por su causa- a una población de
tercera categoría, como si fuera un castigo, mientras otros, con menos méritos, quiso
encumbrarlos.
LA CUESTIÓN EDUCATIVA.
A esta época corresponde un nuevo esfuerzo juarista orientado hacia la educación.
En efecto contando con un equipo de personajes destacados que encabezaba el ministro de
Justicia e instrucción Pública, don Antonio Martínez de Castro, el gobierno se dispuso a
atender la cuestión educativa y expidió una ley de instrucción pública en 1867, que consagró
el principio de que la educación que impartiera el Estado sería obligatoria y “gratuita para los
pobres”. A esto conviene agregar que, como en las escuelas oficiales se suprimió la
enseñanza religiosa -salvo en lo que se refería a los sordomudos, a quien debía hacerse
aprender el “catecismo” y los “principios religiosos”-, la educación oficial resulto ser laica
igualmente.
Uno de los colaboradores principales, o el principal de ellos, en la tarea de la instrucción
pública, fue el doctor Gabino Barreda, discípulo de Augusto Comte. Gracias a él se
emprendió una importantísima reforma desde las escuelas elementales hasta las
profesionales, incluyendo la preparatoria que entonces se fundó-, de acuerdo con el
pensamiento positivista que sustentaba. Este pensamiento, prácticamente irreligioso, fue
dominante en lo sucesivo, a pesar de que la constitución establecía en su artículo 3, que la
enseñanza debería ser libre.
La ley de 1867 previó el establecimiento de diversos planteles de instrucción media superior, así
como un observatorio astronómico, un jardín botánico y una Academia Nacional de
Ciencias y Literatura.
OPOSICIÓN VIOLENTA CONTRA JUÁREZ.
El año de 1867 pretendió Juárez llevar a cabo algunas reformas a la Constitución.
Según ellas, quería que hubiera en el Congreso una Cámara de senadores, a más de la
Cámara Diputados ya existente; que el Presidente de la República tuviera veto contra las
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leyes aprobadas por el Congreso; que hubiera sesiones extraordinarias de éste; y que se
estableciera un procedimiento nuevo para los casos de sustitución presidencial.
Quiso Juárez, sin embargo, que tales reformas se hicieran mediante plebiscito, esto es,
mediante una votación general entre el pueblo, y no de acuerdo con la Constitución señalaba para
cuando debía ser reformada.
Pero todo ello, lo mismo que algunas modificaciones que pretendió se hiciera a la ley
electoral, incluso permitiendo que los sacerdotes tuvieran en forma completa derechos
políticos nuevamente .lo que quizá entrañaba el hábil propósito de controlar a los
conservadores a cambio de unos cuantos curules, aunque estos ya no formaban un
partidomotivaron una gran agitación entre los liberales contra el Presidente, por lo cual las
reformas no pudieron llevarse adelante.
La oposición a Juárez por parte de sus mismos correligionarios liberales ocasiono continuas
rebeliones contra él, quien a pesar de todo, siempre triunfaba en las elecciones que el mismo
manejaba. Pocos escritores se han mostrado tan severamente críticos contra Juárez, como
los liberales Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez y otros, que pertenecían a su
partido. Ramírez escribió a propósito de la perpetuación presidencial de Juárez, y con cierta
ligereza lo siguiente: “El poder ejecutivo es tan fácil de desempeñarse, que en las
monarquías se concede a las mujeres o a los niños, nosotros lo hemos confiado a un bárbaro de la
Mixteca”.
Desde la caída del imperio se repitieron continuamente las revueltas promovidas casi
siempre por los jefes liberales. Hubo insurrecciones contra Juárez en el norte, en el oriente y
en el sur, bajo la dirección de los generales Juan N. Méndez, Miguel Negrete y otros; pero la
que llegó a ser más violenta fue la del Plan de la Noria en noviembre de 1871, dirigida por el
general Porfirio Díaz como protesta contra “la reelección indefinida, violenta y forzosa del
ejecutivo federal”, ya que, efectivamente las elecciones juaristas de ese año fueron ejemplo
de arbitrariedades y de fraudes. Todas las anteriores rebeliones, sin embargo, fueron
sofocadas por el duro y violento general Sóstenes Rocha, que siempre se mostró decidido
partidario del Presidente.
No concluía la revolución de La Noria, cuando Juárez murió la noche del 18 de julio de 1872, sin
que haya pruebas ciertas, como se llego a decir, de que hubiera sido envenenado. El informe
médico dijo que murió de angina de pecho.
A su muerte fue sustituido por quien era presidente de la Suprema Corte de Justicia, el
licenciado Sebastián Lerdo de Tejada; y una vez hechas después las elecciones
correspondientes, Lerdo quedo como Presidente Constitucional.
LA ADMINISTRACIÓN LERDISTA
Ocupó Lerdo la Presidencia del 19 de julio de 1872 al 20 de noviembre de 1876.
Dos disposiciones del nuevo Presidente parecieron bastante acertadas, y fueron: de una
parte, la de haber concedido la amnistía a todos los sublevados, a fin de que se alcanzara la paz,
y de otra, la de haber procedido a la construcción del ferrocarril que unió a México con Veracruz,
que muchos vieron como el principio de una bonanza económica.
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Ya en el curso de su gestión, se estableció la Cámara de Senadores como parte del
Congreso de la Unión y se incorporaron las Leyes de Reforma -el 25 de septiembre de 1873a la Constitución Federal que entonces regia. Estas leyes, cuando fueron expedidas,
carecían de validez porque fueron dictadas en 1859 por Juárez, quien no tenía derecho para ello:
las leyes debieron haber sido aprobadas por el Congreso y no por el Presidente, como ocurrió; y
debido a eso, Lerdo quiso arreglar la falta y dispuso que las Leyes de Reforma quedaran
como parte de la Constitución, ahora ya con aprobación de los legisladores. El embajador
norteamericano se apresuró a comunicar este acontecimiento a su gobierno, el cual decidió
enviar sus “congratulaciones a Lerdo, por considerar que esta constituía un gran paso
especialmente para una república”.
En esta coincidencia con lo anterior, el Presidente puso en marcha un movimiento político que
tenía por objeto someter todavía más a la iglesia a manos del Estado.
Con este último motivo fue reformada la Constitución para que quedaran prohibidas las
órdenes religiosas; y aplicó con todo su rigor las disposiciones legales de espíritu anticlerical,
hasta el punto de que expulso a los Jesuitas y a otros sacerdotes extranjeros, después de
una intensa campaña periodística, en octubre de 1873. Expulso también a las Hermanas de
la Caridad -a quien el mismo Juárez respeto-, no obstante que de las 410 que había 355
eran mexicanas, que atendían a cerca de 15 mil personas en sus hospitales, asilos y
escuelas.
En cambio se
norteamericano.
favoreció
oficialmente
la
difusión
del
protestantismo,
con
apoyo
En el mismo año de 1873 se prohibió que hubiera fuera de los templos cualquier
manifestación o acto religioso; y por tal razón, los arzobispos de México, Michoacán y
Guadalajara exhortaron a los fieles a guardar valor cristiano y evitar desordenes; y los
prelados elevaron en general sus protestas en forma pacifica y respetuosa, contra las
medidas anti eclesiásticas del gobierno. Solo hubo un brote rebelde en Michoacán, que fue
prontamente sofocado.
A esto se unió la circunstancia de que Lerdo fue perdiendo popularidad cada vez más. Era
hombre inteligente, pero sus enemigos lo consideraban orgulloso, perezoso y poco cordial. Un
autor liberal, pero anti lerdista, Justo Sierra, decía de el que: “no creía necesitar de
consejo, no deliberaba, se informaba negligentemente y decía sin elementos suficientes
muchas veces”. Se apartaron de él muchos liberales, y tuvo, al mismo tiempo, la oposición de los
conservadores.
En una palabra, el Presidente Lerdo se encontró en un momento dado, sin gran fuerza
política y aislado.
LA REBELIÓN DE TUXTEPEC.
Lerdo, hábil en las maniobras, había hecho ganar a su partido las elecciones de 1872-1876,
pero al igual que Juárez, resintieron continuas insurrecciones en su contra. Importante entre
estas últimas fue la del cacique indio de Nayarit, Manuel Lozada antiguo imperialista, que al
final fue vencido y fusilado; otras rebeliones se produjeron, así mismo, en Guanajuato y
Jalisco; pero la que llego a ser de mayor importancia fue la revolución de 1876 promovida por
el general Porfirio Díaz, quien hizo suyo el plan de Tuxtepec, el cual era un documento en el
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que se desconocía a Lerdo como Presidente y se proclamaba a Díaz como jefe de la
revolución. Poco más tarde el plan fue reformado en Palo Blanco.
La revuelta se extendió desde Oaxaca hasta el norte. El general Días fue vencido por las
tropas lerdistas en varias ocasiones, como sucedió en Icamole, pero al fin unió sus soldados con
las fuerzas del general Juan N. Méndez y con las del general Manuel González, y obtuvo una
victoria sobre los gobiernistas.
Mientras se efectuaba la rebelión del Plan de Tuxtepec, Lerdo, tuvo de pronto, otro rival en don
José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, quien en vista del fraude
electoral de 1876, declaró nulas las elecciones y se hizo proclamar presidente de la República,
pero en vista de la derrota militar sufrida por los gobiernistas, Lerdo abandono el país y se
marchó a los Estados Unidos, en donde murió en 1889. Iglesias por su parte, no pudo llegar a
un acuerdo con el general Díaz y salió también de la nación.
La revolución de Tuxtepec estaba triunfante, y con ella el general Porfirio Díaz.
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II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO
A.- LA ETAPA DEL PORFIRIATO Y SU DETERIORO SOCIAL
LA ETAPA conocida como “el porfiriato” abarca un extenso lapso que comienza en abril de 1877,
con el ascenso del general Porfirio Díaz al poder ejecutiva y culmina con su renuncia a la
presidencia de la nación, en mayo de 1911.
Ese periodo entraña una gran transformación en la economía y en la sociedad mexicanas,
presentando características que permiten dividir lo en dos fases: la primera, de 1877 a 1896,
corresponde al inicio y consolidación del régimen porfirista; comprende el primer periodo,
presidencial de Porfirio Díaz (1877-1880), el del general Manuel González (1880-1884), el,
segundo periodo de Díaz (1884-1888), el tercer gobierno presidencial, correspondiente a la
primera reelección de Díaz (1888-1892)y el cuatrienio 1892-1896 en el que gobierno después de
anular el principio de no reelección.
La segunda fase, de 1896 a 1910, corresponde a la época en que el llamado grupo de los,
“científicos” domino la escena política bajo el amparo del dictador, y que culminaría con la
crisis, en la que entra el régimen a fines de la primera década del siglo XX.
En esta segunda fase, el general Díaz ocupo la presidencia durante tres periodos
consecutivos: De 1896 a 1900, de 1900 a 1904, y el ultimo, de 1904 a 1910, lapso en el que el
periodo presidencial se extendió a seis años.
Al término de este sexenio, Díaz volvió a reelegirse, pero aquel octavo mandato
presidencial seria truncado por la revolución maderista que estallo en noviembre de 1910, y que
obligaría a Porfirio Díaz a renunciar seis meses después.
La etapa porfirista representa, en lo político, la era de un dictador decidido a imponer el orden y a
mantenerse en el poder a costa de lo que fuera. Su lema “poca política y mucha
administración”, significo en la práctica hacer a un lado la legalidad. En más de una forma
suprimió las garantías individuales defendidas por la Reforma (que tampoco habían podido
poner totalmente en practica los gobiernos de Juárez y Lerdo de Tejada), desdeñando
además el principio de no reelección, que el mismo Díaz había constitucionalizado al
comienzo de su larga permanencia a cargo del poder ejecutivo. En el aspecto económico, el
porfiriato representa el inicio del Capitalismo dependiente en México, pero a la vez, el
comienzo de la industrialización, tan ansiada por todos los gobiernos mexicanos desde los años
inmediatamente posteriores a la separación de España.
En el plano social, el porfiriato presenta agudos contrastes. Por un lado, el surgimiento de
una clase media nacional, que nace y se desarrolla al margen de los cuantiosos beneficios
que obtenía el capitalista extranjero a cambio de invertir su dinero en la extracción de
recursos naturales del suelo mexicano, y al margen también del enriquecimiento de un
pequeño grupo de mexicanos privilegiados del régimen, los llamados “científicos”,
sustentadores del poder político y pilares del sistema en la segunda fase de la era porfirista.
Por otro lado, y en marcado contraste, estaba la clase trabajadora, la cual, en su mayoría era
todavía campesina, despojada de su propiedad territorial y obligada a trabajar en las
haciendas en condiciones de servidumbre y severa explotación mientras el sector obrero,
91
que creció con la industrialización, no gozaba de mejores condiciones de trabajo en las
fabricas y minas.
El aspecto cultural del periodo muestra, en el renglón educativo, la persistencia del
positivismo como filosofía al servicio de la industrialización, exigiendo el requisito del orden para
alcanzar el progreso. Destacan en este aspecto las figuras de algunos educadores que
respaldan la ideología del régimen y crean instituciones educativas que no alcanzan niveles
nacionales y se concretan aun reducido sector de la población en edad escolar,
correspondiente a las capas superiores de la sociedad de la época.
Se ha señalado al porfiriato como una etapa en la que predomina un “afrancesamiento de la
cultura” en detrimento de los valores nacionales. Sin embargo, es de marcada importancia lo que
durante el régimen se hace por el estudio del pasado prehispánico, que despierta el interés de
investigadores nacionales y extranjeros.
La característica afrancesada de la cultura en el porfiriato, más que una tendencia del
régimen, fue una moda de la época que influyo en las costumbres de varios países del
mundo.
Tal moda matizó el estilo artístico del México de entonces en la arquitectura, en la pintura, en el
arte en general, y presenta un interesante sincretismo en el que se denotan, los matices
nacionales.
El porfiriato es, pues, una etapa de transformación y un arranque hacia la modernidad, a
pesar de sus fallas y no obstante que el envejecimiento del sistema y la prolonga de
permanencia del dictador, dejaron grietas muy profundas y obstáculos sumamente difíciles
de vencer.
La Política del Porfiriato. Primera Fase
Primer periodo presidencial de Porfirio Díaz
Formación del gabinete presidencial. El general Porfirio Díaz se hizo cargo del poder
ejecutivo, en abril de 1877, después de triunfar en las elecciones a las que había convocado Juan
N. Méndez como presidente interino.
En esta primera gestión administrativa, Díaz procure apegarse a las normas legales y al
principio de no reelección que lo había llevado al poder y que fue incluido en la Constitución. El
artículo 78 constitucional quedo así: “El presidente entrara a ejercer su encargo el lo. De
diciembre y durara en el cuatro anos, no pudiendo ser reelecto nuevamente hasta que haya
pasado igual periodo, después de haber cesado en sus funciones”.
Otra medida inmediata me la convocatoria para elegir al Senado, convocatoria que había
omitido Juan N. Méndez cuando llamo al pueblo a votar para elegir presidente. Las
elecciones para senadores se verificaron en abril de 1877, y para septiembre del mismo año
había quedado constituido el Senado.
Cuando Porfirio Díaz comenzó el ejercicio de su cargo como presidente, la situación del país
no podía considerarse buena; todavía existían las marcadas rivalidades políticas que habían
perturbado la paz durante la República Restaurada, y a ellas se habían sumado las facciones
92
lerdistas e iglesistas contra las que había luchado la revolución de Tuxtepec. Podía
observarse además una rivalidad de orden generacional entre los viejos liberales de la etapa
anterior y los jóvenes de ideas nuevas que deseaban desplazarlos.
La unión de aquellos elementos desiguales era imprescindible para el presidente Díaz, si
quería alcanzar la ansiada estabilidad política del país, condición necesaria para llevar a
cabo la reforma económica, planeada pero no lograda por los gobiernos de Juárez y de
Lerdo de Tejada.
Sin embargo, Díaz formó un gabinete que, aunque heterogéneo, no satisfizo a la opinión
pública; el denominador común de sus integrantes era no ser lerdista, pero se dudaba de su
capacidad política y de que fueran de ideología liberal. Además, no se consideraba aceptable
tal gabinete formado por un jefe rebelde que, como Díaz, carecía de experiencia política.
Las presiones fueron tantas, que Díaz se vio obligado a formar otro gabinete; los miembros del
primero que se quedaron para integrar el segundo, Fueron principalmente aquellos más hábiles
y ambiciosos, entre los que destacaban Justo Benítez, Protasio Tagle e Ignacio Vallarta.
Benítez, hábil político de actuaciones destacadas a favor del liberalismo republicano,
amigo y compañero del general Díaz, habría de ejercer sobre el una fuerte influencia en esta
primera presidencia. Aconsejando al presidente y dominando casi la escena política con
miras al futuro, Benítez prepare su camino al poder. Formo un grupo de adeptos e intervino en
las elecciones de diputados, senadores y gobernadores, favoreciendo a quienes estaban de su
parte.
Ante estas intrigas políticas, Díaz manejó hábilmente un doble juego; mantuvo una abierta
autonomía del Congreso, mientras dejaba que Benítez y los suyos se hicieran de enemigos
políticos por discusiones acaloradas que les fueron restando popularidad. Y así crecía la
figura del presidente, a la vez que iba atrayendo a su lado a personas que antes lo habían
combatido.
Conflictos internos. Pero había otros conflictos que requerían soluciones más drásticas: las
rebeliones de lerdista, que apoyaban a su líder para que recuperara el poder; las gavillas de
bandoleros que asolaban los caminos; Pronunciamientos contra gobiernos locales;
rebeliones campesinas; ataques de indios apaches provenientes de Estados Unidos, que
causaban graves perjuicios a las poblaciones norteñas, y levantamientos indígenas, sobre
todo de yaquis y mayos.
Pacificación. Esta caótica situación orilló a Díaz a dictar medidas represivas y a tomar la
decisión de no licenciar a los soldados que habían combatido en la revolución de Tuxtepec.
Utilizó a los treinta mil hombres del ejército, dedicando una parte a combatir las
sublevaciones de carácter político, mientras que otro sector de la tropa se dedicaba a
someter a los indios rebeldes y a los asaltantes de caminos.
La pacificación se fue logrando aunque las medidas en muchos casos fueron extremas, y las
tropas abusaron de su fuerza contra gente inocente. La paz porfiriana iba haciéndose sentir.
Una anécdota sobresale de aquella campana de pacificación: las palabras supuestamente
expresadas por Díaz en un telegrama enviado como respuesta a la pregunta del gobernador
de Veracruz sobre lo que debía hacer con nueve comerciantes acusados de conspirar en
favor de Lerdo. La respuesta de Díaz seria: “Mátalos en caliente”. No hay seguridad de que
el presidente en verdad dirigiera al gobernador Terán tales palabras; incluso, algunos
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historiadores hablan de una equivocada interpretación cablegráfica, pero cierto o no, ese
suceso que ocurriría en el año de 1879, quedo en la historia como el símbolo de la represión
porfirista, practicada desde su primer mandato presidencial.
Caciquismo. El caciquismo tiene su origen en los primeros tiempos del virreinato, cuando las
autoridades españolas acordaron que los pueblos indígenas en los que hubiera alguna forma de
gobierno organizado, siguieran conservando dicho gobierno, el cual seria encabezado por el
cacique o Tatoani que había ejercido el mando antes de la conquista, o por alguno de sus
descendientes. A partir de entonces el cacique llego a tener una influencia excesiva en el
comportamiento sociopolítico de los habitantes de un pueblo o de una región, generalmente en
el medio rural; en el siglo XIX se mantuvo aquella tradición con la desventaja de que, ante la falta
de estabilidad política nacional, el cacique era casi libre de manejar a su antojo y en provecho
propio la poderosa influencia que gozaba en su región.
Al llegar Porfirio Díaz a la presidencia, se propuso conjurar el peligro que representan los
caciques para el control del país, mediante una política de conciliación con aquellas personas que
en muchos casos eran a los mismos tiempos gobernadores de los estados. Así pues, las
ambiciones personales de eso caciques fueron utilizadas por Díaz en beneficio del gobierno
central, pues mientras en apariencia aceptaba la autonomía de los estados, obtenía la
fidelidad de los gobernadores al permitirles que satisficieran sus ambiciones personales de
riqueza poder político. De esta manera, conseguía un equilibrio de fuerzas en todo el país e iba
logrando la estabilidad política y el orden interno.
Sucesión presidencial en 1880. Al acercarse el final del periodo presidencial de Porfirio
Díaz volvió a manifestarse la agitación política. Protasio Tagle y Justo Benítez (sobre todo este
último) habían estado realizando una serie de maniobras para colocar en el Congreso
seguidores suyos, pues ambos aspiraban a suceder a Díaz en el poder.
Pero aquellas maniobras les resultaron contraproducentes, pues las personas que había
introducido al Congreso -benitistas en su mayoría- carecían de prestigio personal y era
además muy ambiciosa; Pronto demostraron su ineptitud y su codicia, y provocaron el
rechazo de la opinión pública y el descrédito para sus protectores.
De esta manera, Benítez, que era considerado como candidato oficial para ocupar la
presidencia en 1880, fue labrando su propio desprestigio por su excesiva y notoria ambición de
poder, mientras que se acrecentaba la imagen de Porfirio Díaz, a grado tal, que algunos de sus
seguidores creyeron conveniente proponer que se permitiera por una sola vez la excepción
al postulado de no reelección.
El presidente rechazo tal propuesta al declarar que jamás admitiría ser reelecto, pues eso iría,
en contra del espíritu que hizo triunfar a la revolución de Tuxtepec. Dicha negativa fue una
decisión acertada en aquel momento y favoreció al prestigio de Díaz, tanto dentro como fuera del
país.
La negativa de Díaz a aceptar la reelección dejo el camino abierto para los aspirantes a la
presidencia. El primero en declararse candidato fue Trinidad García de la Cadena, un genera
que había sido gobernador de Zacatecas y tenia gran influencia en ese estado; siguieron
Justo Benítez, Juan N. Méndez (ex presidente provisional), Manuel Maria Zamacona, Ignacio
Mejía -un general apoyado por lerdistas-, Ignacio Vallarta, quien había renunciado al
Ministerio de Relaciones, y el general Manuel González, amigo del presidente y su más
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cercano colaborador en la revolución de Tuxtepec. Benítez era el candidato más fuerte
debido a la influencia que ejercía sobre Díaz, pero también el más desacreditado por sus
intrigas políticas. Respecto de los otros candidatos, había gran incertidumbre y ninguno
parecía llenar por completo los requisitos para ser el sucesor de Porfirio Díaz, y este no
demostraba estar en favor de alguno de los candidatos.
No obstante, dejaba crecer la impopularidad de Benítez, mientras que disimuladamente
apoyaba a Manuel González, y cuando estuvo seguro de que la animadversión contra
Benítez hacía imposible el apoyo a su candidatura, comunico de forma discreta, pero clara, que
su gobierno “protegía” la candidatura del general Manuel González.
La declaración ocasiono que llovieran adhesiones a favor de Manuel González, incluso de
parte de algunos antiguos benitista, y en septiembre de 1880 se le declare electo al haber
ganado las elecciones por mayoría absoluta.
Por primera vez en un cuarto de siglo, la transmisión del mando ocurría sin que se perturbara el
orden. El general Díaz entrego el poder al nuevo presidente el lo. de diciembre de 1880; sin
embargo, ese mismo día, la actitud asumida por algunos ministros del gabinete gonzalista dejaba
entrever que Porfirio Díaz seguiría siendo la figura central.
Política exterior. En lo que se refiere a relaciones exteriores, Díaz enfrento serios problemas al
comienzo de su gobierno. Desde la restauración de la República, México había roto
relaciones con Francia, España e Inglaterra, y con las naciones que reconocieron al Imperio de
Maximiliano. Esa ruptura persistía en 1877, y formaba parte del cúmulo de problemas que Díaz
heredaba de sus predecesores.
Pero la cuestión más delicada en política exterior se derivaba del hecho de que los Estados
Unidos habían suspendido las relaciones diplomáticas con México al caer Lerdo y ascender
Díaz al poder, lo cual significaba que el gobierno estadounidense no reconocía al nuevo
presidente mexicano.
El reconocimiento de Estados Unidos resultaba imprescindible, no solo porque era la única
potencia occidental con la que la República Mexicana había mantenido relaciones después
del Imperio, sino porque el vecino del norte seguía amenazando con la invasión e incluso la
anexión territorial si México no saldaba sus cuentas pendientes o no satisfacía sus
demandas.
Aprovechándose de la necesidad que Porfirio Díaz tenia de su reconocimiento, el gobierno
estadounidense lo condiciono a las siguientes demandas: a) el pago puntual de las
reclamaciones dictaminadas por una comisión de los dos gobiernos, enjulio de 1868, según
la cual México aceptaba pagar las sanciones impuestas por Estados Unidos “por danos
causados por las autoridades de la República Mexicana” (no se incluían las reclamaciones
hechas al gobierno imperial); b) el pago de los danos y perjuicios causados en las personas y
en los bienes de sus nacionales radicados en México durante las revueltas de La Noria Y
Tuxtepec; c) la promesa de que no se obligaría a los ciudadanos estadounidense radicados
en México a conceder prestamos forzosos; d) la derogación de las leyes que impedían a los
estadounidenses adquirir bienes raíces en la zona fronteriza; e) la abolición de la zona libre
entre los estados de una y otra nación, por la que se introducía contrabando europeo a los
Estados Unidos; f) la pacificación de la frontera, es decir, acabar con las incursiones de los
indios “bárbaros” y erradicar el abigeato y el bandolerismo en aquella región.
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Esta ultima demanda era la más alarmante, pues el gobierno estadounidense se obstinaba en
que solo su ejercito podía pacificar la zona, y propuso al gobierno de México que permitiera
a sus tropas adentrarse en su territorio para castigar a los apaches y a los bandoleros que,
huyendo de la ley, se refugiaban en tierras mexicanas. Sin esperar a que el gobierno aceptara la
propuesta, en múltiples ocasiones las tropas estadounidenses cruzaban la línea fronteriza y
perseguían a los maleantes.
Estas acciones se consideraban sumamente amenazadoras para la soberanía nacional,
porque corrían rumores de que Rutherford Hayes, el presidente estadounidense, estaba
interesado en anexarse territorio mexicano, y de que buscaba un pretexto para declarar la
guerra a México. Esos rumores llegaron a creerse porque solo así se explicaba el hecho de
que Hayes impusiera tan duras condiciones para otorgar a Díaz su reconocimiento.
Por si fueran ciertos aquellos rumores, Porfirio Díaz actúo con prudencia ante la arrogante
actitud del presidente, y tuvo sumo cuidado de no darle a Estados Unidos pretexto para una
intervención. Entrego puntualmente el abono de la deuda, hizo notar al gobierno
estadounidense que el suyo era el resultado de una elección democrática, e intensifico las
medidas pacificadoras en la zona fronteriza. Se valió además del recurso diplomático, y
mientras Ignacio Vallarta, ministro de Relaciones de Díaz, entablaba negociaciones con John
Foster, ministro estadounidense en México, envió a Washington, como agente confidencial, a
Manuel Maria Zamacona, un hábil y talentoso político.
Como resultado de esas medidas, en abril de 1878 Hayes otorgo el reconocimiento al
gobierno de Díaz, pero la amenaza de invasión continuó latente.
Zamacona visito algunas ciudades de la Unión Americana, con la misión de fortalecer los
lazos de amistad entre las dos naciones, sobre todo en el aspecto comercial; invito en
Chicago a los hombres de empresa a visitar la República Mexicana, a fin de que conocieran de
cerca la abundancia de recursos naturales y la posibilidad de encontrar mercado para sus
productos, y en especial para que comprobaran que el gobierno de México no estaba
constituido por una partida de asesinos, como les habían hecho creer sus autoridades. La
invitación surtió efecto y a principios de 1879 llegaba a México una expedición compuesta por
ochenta empresarios y comerciantes, que aceptaron venir a pesar de la desconfianza del
gobierno estadounidense, y no obstante los rumores, que este había hecho circular sobre la falta
de seguridad en el país -acosados por constantes revoluciones- y sobre la supuesta
animadversión que había en México hacia los estadounidenses.
Los visitantes llegaron a la ciudad de México desde Veracruz, donde habían desembarcado, y se
entrevistaron con Porfirio Díaz en un ambiente de cordial hospitalidad. Sin embargo, los tratos
comerciales no habrían de comenzar mientras el país, y sobre todo la zona fronteriza, no
estuvieran en completa paz. En el mismo año de 1870 se produjeron varias sublevaciones
dirigidas por Lerdo de Tejada, quien aprovechaba el problema de Díaz con Estados Unidos para
conspirar en su contra ante el gobierno estadounidense.
Porfirio Díaz sometió a los lerdistas y la zona norte se me pacificando con las medidas
aplicadas por el presidente, y a principios de 1880 empezaron las negociaciones para la
construcción de los ferrocarriles internacionales. Los estadounidenses se habían convencido al
fin de que la mejor base de sus relaciones con México era reconocer su soberanía e invadir
solamente su mercado.
96
En ese año, Vallarta logro también reanudar las relaciones oficiales con Bélgica, Alemania, Italia,
Francia, España e Inglaterra.
Presidencia de Manuel González
Político interna. González inicio con éxito su gestión administrativa, sin que se desataran
rebeliones contra su gobierno y sin que hubiera oposición organizada en la prensa, que
asumió la actitud de conceder tiempo al nuevo gobernante para que demostrara sus
aptitudes políticas.
Al comienzo de su gobierno, el presidente González había declarado públicamente que
actuaría bajo la supervisión de Porfirio Díaz y. de hecho, su fidelidad a el habría de
mantenerse por todo el cuatrienio. Pero en los primeros meses de ese periodo la influencia
de Díaz fue demasiado notoria. González le había otorgado el cargo de Secretario de
Fomento, y su presencia en el gabinete presidencial hacia tan obvia su intención de
manipular al presidente, que se llego a comentar que quería permanecer en el gabinete de
González para desprestigiarlo, convertirse en el hombre indispensable y sucederlo en la
presidencia.
La influencia de Díaz sobre González hacia recordar los recientes problemas ocasionados por
la injerencia de Benítez en el gobierno anterior, y las duras criticas contra la presencia de Díaz en
el ministerio lo obligaron a renunciar a su cargo y a aceptar la gubernatura de Oaxaca que
se le ofrecía.
En ese cargo estatal estuvo Díaz algún tiempo; llevo a cabo obras públicas de importancia, y en
1883 se retire a la vida privada. Pero habría de regresar a la capital cuando se acercara el tiempo
de la sucesión presidencial.
A pesar de la influencia de Díaz en el gobierno de González durante los primeros meses,
este había empezado a adquirir características propias, aunque siempre dentro de la línea
marcada por su antecesor. Continuo la política dictatorial que anulaba, sin decirlo, a la
democracia; el Congreso se le mostró favorable y los gobernadores estatales siguieron
aceptando y aun respaldando aquel centralismo con apariencia de federalismo que Díaz
había inaugurado. En este ultimo aspecto, valiéndose del fraude electoral o la represión
violenta, González se encargo de que los gobernadores fueran personas totalmente sumisas
al gobierno.
Su política interna fue conciliatoria, y logro reincorporar al ejército a algunos viejos
militares que aunque habían luchado en contra de la revolución de Tuxtepec, eran
reconocidos públicamente por sus hazañas en defensa de la República. El grupo católico
también estaba dispuesto a admitir que el gobierno de González era mas tolerante que los
anteriores, incluido el de Díaz, y hasta llego a concebir la esperanza de que la Constitución fuera
reformada a favor de la Iglesia.
Con González, el país logro una mayor estabilidad y tuvo menos problemas que Díaz con el
gabinete ministerial, bien porque supiera manejar hábilmente los problemas que se
presentaron, o porque se había empezado a saborear la paz y no se deseaba renunciar a
ella.
97
La paz era un logro del que el gobierno de González se enorgullecía en tanto que con ella se
habría un enorme campo al trabajo y al deseo de desarrollo personal. Por otra parte, esa paz
estaba ya afianzada en el progreso material, porque es durante la administración gonzalista
cuando se reinicia y aun se incrementa de forma considerable la construcción de
ferrocarriles, símbolo del progreso en aquel entonces. México comenzaba a proyectar su
imagen en el extranjero y la actividad progresista acrecentaba el optimismo.
La obra gonzalista. No obstante que Manuel González había iniciado su gobierno bajo la
tutela de Porfirio Díaz, algunos meses después declaraba haberse emancipado de este, y para
probarlo hizo algunas reformas y tomo varias medidas de su propia iniciativa.
En lo político se introdujeron reformas a algunos preceptos de la Constitución. Una de esas
modificaciones afecto al artículo 79, y le retiró al presidente de la Suprema Corte de Justicia la
función vicepresidencial de sustituir al presidente de la República en casos de faltas
temporales o absolutas; dicha función pasaba al presidente del Senado o al presidente de la
Comisión Permanente. Esta reforma, que fue aprobada el 3 de octubre de 1882, se había
propuesto seis anos antes, por considerar que el poder judicial es independiente del ejecutivo y no
tiene por que ser nombrado por este. Además, tal situación limitaba las funciones del sustituto
en casos de ausencia del presidente.
También fue reformado el artículo 7o. en el sentido de que los delitos cometidos por medio de la
imprenta serian en adelante juzgados por tribunales federales o estatales, y no por tribunales
especiales como establecía originalmente la Constitución. Esta reforma, aprobada el 15 de mayo
de 18 83, tenia por objetivo reprimir ala oposición política que mediante la prensa venia
manifestándose en la segunda mitad del periodo gonzalista.
Elecciones en 1884. El panorama político en este año no ofrecía perspectivas satisfactorias
respecto de la sucesión presidencial. De los candidatos que habían figurado en las
elecciones celebradas cuatro años antes, no quedaba uno solo que hubiera mantenido su
prestigio político o que conservara sus aspiraciones a la presidencia, y aquellos que habían
estado cerca de González durante su gobierno, carecían de personalidad propia. Esta falta de
figuras presidenciables llevo a algunos gonzalista a plantear la reelección, pero no parece que
González hubiera considerado esa posibilidad; además, por su carácter
anticonstitucional, la reelección hubiera provocado entonces la abierta oposición de Díaz y
quizás un nuevo conflicto armado.
Ante tales circunstancias, el candidato viable era Porfirio Díaz, considerado por muchos
como el hombre indicado para que el país avanzara hacia el progreso; por lo tanto, fue el
único candidato en aquellas elecciones, y aunque hubo oposición, esta fue débil e
independiente de los partidos políticos; estos aceptaron a Díaz pues, según manifestaron,
representaba la salvación de la sociedad. “Su nombre” -decía un periódico de la época- “esta en
todos los labios y en todos los corazones”.
El 25 de septiembre la cámara de diputados declaro que Porfirio Díaz había excedido con
mucho la mayoría absoluta exigida por la Constitución al alcanzar el 85% de los votos.
Conviene aclarar que dicha elección no era violatoria del principio de la revolución de
Tuxtepec ni de la Constitución, ya que esta disponía que un presidente no pudiera ser
reelecto nuevamente “hasta que haya pasado igual periodo, después de haber cesado en
sus funciones”.
98
El 1º de diciembre de 1884, Porfirio Díaz iniciaba su segundo mandato presidencial.
En la política exterior, González enfrentó un serio problema con Guatemala, iniciado a causa de
que Justo Rufino Barrios, entonces presidente dictatorial de ese país, reclamaba a México,
la devolución de las provincias de Chiapas y Soconusco, con base en una interpretación
dolosa de la historia de las relaciones entre México y Guatemala. Barrios se había propuesto
formar una confederación de los países centroamericanos gobernada por el, en la que pretendía
incluir a los territorios mencionados, territorios que en realidad pertenecían a México
desde 1824, cuando voluntariamente los habitantes de Chiapas y Soconusco se habían
anexado a la República Mexicana.
En el fondo, las pretensiones de Barrios iban encaminadas a desviar la atención de su
pueblo, que se hallaba descontento con su forma de gobernar.
La situación se hizo muy tensa entre los dos países -que estuvieron a punto de declararse la
guerra, y ante tal perspectiva, Barrios pidió a Estados Unidos que intervinieran en su favor. A
cambio ofrecía cederle los terrenos en disputa y aceptar un protectorado estadounidense. El
Secretario de Estado de los Estados Unidos vio en el conflicto entre Guatemala y México una
buena oportunidad para extender la influencia de su país hacia Centroamérica, e intercede ante
el gobierno mexicano en favor de Barrios. Pero el presidente González rechazo firmemente
la intromisión del gobierno estadounidense, declarando que estaba dispuesto a luchar para no
perder los territorios que Guatemala pretendía arrebatarle.
La firmeza de Manuel González logro que el conflicto fuera resuelto sin ceder un solo pedazo de
tierra y sin tener que ir a la guerra; Barrios renunció a sus pretensiones y el Secretario
estadounidense dejo de intervenir en los asuntos de Centroamérica.
En el aspecto económico fue donde el gobierno de González logró los mayores éxitos, al
menos en los dos primeros anos, llegando a superarlo realizado por su antecesor. Al finalizar el
primer ano fiscal, la tesorera gonzalista dejo un excedente de un millón de pesos,
disponibles para efectuar obras públicas.
El pueblo en general veía con optimismo estos síntomas de progreso esperados durante
tanto tiempo, y aun que había quienes protestaban por la penetración del capital
estadounidense, la euforia progresista logro mantenerse por dos años, pero empezó a
esfumarse cuando el costo de la vida comenzó a subir a consecuencia de la deserción de
campesinos, que abandonaban las tareas agrícolas atraídos por las empresas ferrocarrileras.
Y así como fueron grandes los éxitos en el renglón económico durante los dos primeros años de la
administración gonzalista, también en este campo se dieron los más graves problemas, los
cuales tuvieron serias repercusiones sociales y desprestigiaron a González, favoreciendo el
regreso de Porfirio Díaz.
Uno de estos problemas fue el causado por la moneda de níquel. A fines de 1882 una severa
crisis financiera, ocasionada por las subvenciones que el gobierno pagaba a las empresas
ferrocarrileras-y también por la depreciación de la plata en los mercados mundiales-, provoco la
escasez de moneda fraccionaria, y el gobierno ordeno la circulación forzada de monedas
acunadas en níquel, un metal nuevo que se utilizaba desde tiempo atrás en Estados Unidos y en
algunos países europeos.
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Esta medida provoco el descontento general, principalmente porque chocaba con la
tradición, conservada hasta entonces en México, de que el valor intrínseco de una moneda había
de ser igual e incluso superior a su valor nominal. La ruptura de esa tradición manifestaba
que las políticas económicas de González no eran acertadas, y esto provoco una gran
desconfianza, porque además el gobierno hacia forzosa la circulación de las monedas de
níquel y las vendía a los especuladores.
El rechazo me unánime y tomó sesgos graves cuando los trabajadores se vieron afectados,
pues al ser pagados exclusivamente con aquellas monedas perdían la mitad de su jornal en
tanto los comerciantes exigían que los comestibles se les pagaran mitad en plata y mitad en
níquel.
La situación provoco tumultos callejeros y amenazas directas al presidente González, quien se
vio obligado a retirar de la circulación las citadas monedas. El otro problema me originado
también por la crisis financiera que sufrió el gobierno de González, sobre todo en la segunda
mitad del cuatrienio.
La apremiante necesidad de conseguir crédito en una país extranjero que no fuera Estados
Unidos (se pretendía disminuir la intervención del capital estadounidense), condujo a
González a recurrir a los bancos ingleses para conseguir un empréstito por 30 millones de
pesos.
Sin embargo, para obtener dicho empréstito era necesario reanudar las relaciones
diplomáticas con Inglaterra, suspendidas desde la intervención de la Alianza Tripartita.
Además, la relación entre los dos países se agravaba por el hecho de que México tenía con
Inglaterra una deuda pendiente desde la conversión efectuada en 1850.
Para reanudar relaciones con México, el gobierno ingles había puesto como condición que
fueran reconocidos los créditos de dicha conversión de 1850 con carácter de deuda
intencional y si las negociaciones al respecto no se había realizado, era en gran parte porque los
mexicanos se negaban a aceptar las condiciones impuestas por Inglaterra, puesto que
consideraban que al ser México el país ofendido, había sufrido ya los danos de la
intervención europea, sin haber recibido indemnización alguna.
En 1884, la critica situación de las finanzas públicas orillaron a Manuel González a aceptar las
exigencias inglesas en esas condiciones tan desventajosas para México, mientras que a los
ingleses les resultaba sumamente atractiva la idea de reanudar las relaciones en un
momento en que los capitales estadounidenses habían logrado grandes concesiones para
construir los ferrocarriles, y estaban inundando el mercado mexicano. La competencia con el
creciente poderío estadounidense fue motivo de gran interés para una Inglaterra que iba
siendo desplazada como líder del imperialismo.
Por todo ello, Inglaterra acepto la oportunidad que le brindaba la mala situación financiera de
México, y la aprovecho ventajosamente. El 10 de junio de 1884 se firmó el contrato para el
reconocimiento y conversión de la deuda inglesa, que se fijó en 17 millones de libras
esterlinas, y ya con los recargos y cambio en oro, alcanzo la cifra de 20 617 627 libras
esterlinas equivalente a 86 millones de pesos.
El pueblo mexicano reacciono de forma violenta al enterarse por la prensa de estos hechos
que el gobierno en vano pretendía ocultar, y cuando en el mes de noviembre se presento en
100
el Congreso el proyecto de reconocimiento de la deuda inglesa, los debates fueron
acalorados y el pueblo -sobre todo los estudiantes que se encontraban en las galenas de la Sala
del Congreso- inicio un enérgica protesta que se convirtió en un nuevo tumulto callejero, que en
esta ocasión fue reprimido por la fuerzas del gobierno.
Finalmente, González tuvo que dar marcha atrás, como la había hecho con la moneda de
níquel, y suspendió el contrato para dejar la solución del problema al siguiente gobierno que
estaba por iniciarse. El general Díaz era para entonces presidente electo y regresaba como tabla
de salvación, tanto para el país como para el propio González.
En el aspecto social, Manuel González trato de solucionar algunos problemas sociales que
había dejado pendientes la administración de Porfirio Díaz. Uno de ellos era el descontento
de la opinión pública porque el gobierno aun utilizaba la leva como forma de reclutamiento
militar. Fueron tantas las quejas que el gobierno ofreció estudiar la aplicación de una manera
menos violenta de reclutar gente para el ejercito, pero aunque González envió al Congreso
un proyecto de ley para encontrar el modo de corregir aquella situación, no se dio con ningún
medio realmente efectivo que sustituyera al sistema anterior, y el presidente tuvo que retirar
su iniciativa de ley, en parte porque también consideraba a la leva como un drenaje social,
con el que se limpiaban las calles y los caminos de “léperos”, viciosos y delincuentes.
González también trato de introducir reformas en la administración de la justicia, y para ello
nombro un inspector general encargado de vigilar a los tribunales y erradicar la corrupción, pero
los magistrados acusaron al ejecutivo de interferir anticonstitucionalmente en un asunto que no
era de su competencia, de manera que González tuvo que acudir a la amenaza de despedir a
los inconformes, e insistió en disciplinar a los tribunales.
Otro problema que Díaz había dejado sin solucionar, y mas grave aun, era la reforma agraria,
problema ligado a los de la leva y al abuso de los tribunales. La situación de los campesinos se
hacia cada vez mas opresiva, sobre todo en las comunidades indígenas; en dos ocasiones
durante el gobierno de González hubo sublevaciones en los estados de Hidalgo y San Luis
Potosí. Los indígenas reclamaban sus derechos a la tierra y protestaban contra el trato injusto de
los hacendados. La amenaza de una nueva revolución de origen social -sobre todo cuando
apenas se vislumbraba el progreso material- condujo al gobierno a sofocar por la fuerza a
aquellas rebeliones, sin escuchar siquiera a las demandas indígenas. Fue durante el gobierno de
González que, en aras del progreso, hubo de lesionarse más gravemente alas comunidades
indígenas, con el decreto sobre Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos, expedido el 15 de
diciembre de 1885.
Segundo periodo presidencial de Porfirio Díaz
La segunda administración de Díaz se inicio en mementos difíciles, no solo desde el punto de vista
económico, sino también en el aspecto político. El gobierno de Manuel González había
alcanzado tal desprestigio que Díaz no se atrevió a mencionar la obra de su antecesor en su
discurso de toma de posesión.
La situación política se hizo más grave aun. A los pocos días de iniciado el nuevo gobierno
llovieron las acusaciones en contra de Manuel González; en primer lugar por el desorden de
las finanzas públicas durante su administración, y en segundo -cargo aun más severo- se le
acusaba de haber aprovechado su investidura para hacer lucrativos negocios en beneficio
101
propio y de algunos miembros de su gobierno. La opinión pública había llegado al extremo de
llamarle “ladrón” y de exigir que fuera juzgado por aquellos delitos.
En el fondo de tales acusaciones existía un móvil político relacionado con el compromiso de
amistad que ligaba a Díaz con González. Se suponía que pasado el nuevo periodo del
primero, González aspiraría otra vez a la presidencia y que los dos continuaban turnándose
indefinidamente el poder, por lo que los enemigos políticos de ambos promovieron las
acusaciones y el juicio contra el ex presidente, juicio que Díaz tuvo que aceptar, en gran parte
para desligarse de la responsabilidad.
No obstante, González supo defenderse y logro salir absuelto de los cargos, pasando luego a
ocupar por segunda vez la gubernatura del estado de Guanajuato.
Político de conciliación. En esta segunda gestión administrativa de Díaz es cuando destaca la
llamada política de conciliación, que consistía en conceder cargos ministeriales a
miembros sobresalientes de los diferentes grupos políticos, con el objeto de comprometer a sus
adversarios a colaborar con el, y consolidar así su poder. Díaz integro su gabinete con lerdistas,
iglesistas, gonzalistas e incluso uno que otro conservador.
La política de conciliación se entendió también como una tendencia de Díaz a complacer a sus
adversarias antes que a sus amigos; constituyo la piedra angular de su ciencia de
gobierno y fue también la base de la unidad nacional y de la paz social que el dictador
requería para llevar a cabo sus planes.
Cabe destacar que en el gabinete de Porfirio Díaz ocupo un lugar relevante Manuel Romero
Rubio, antiguo lerdista que hacia poco tiempo se había convertido en suegro del presidente.
Aspiraba a suceder a Díaz al término del cuatrienio y este alentaba sus esperanzas, con el
propósito de que su suegro le ayudara con su notable influencia en el logro del control
político.
Al avanzar el periodo, Díaz poco a poco habría de hacer a un lado la figura de Romero
Rubio.
La política de conciliación favoreció también al clero, que no obstante no participar
directamente en los asuntos políticos, colaboro con Díaz por medio de un concordato
informal que comprendía concesiones mutuas y se basaba en una interpretación flexible de
las Leyes de Reforma. El propósito de este acuerdo con la Iglesia era el mismo que animaba
a la política de conciliación: el mantenimiento de Porfirio Díaz en el poder y la salvación del
orden interno.
Problemas económicos. La grave situación que Díaz había heredado de la administración
gonzalista exigía soluciones inmediatas y drásticas. A los seis meses de iniciado el gobierno,
Manuel Dublan, ministro de Hacienda, decreto varias medidas desesperadas: la suspensión
del pago de la deuda interna, la rebaja de los sueldos de los empleados públicos y la
suspensión de las subvenciones a las compañías ferrocarrileras, aun cuando esto afectara a
las empresas extranjeras, que consideraron la medida como un mal necesario y pasajero.
Pero además de estas medidas, el gobierno consideraba indispensable restablecer el crédito
exterior, con objeto de recuperar la confianza de los países extranjeros, y esto obligo a Díaz
a tomar otra decisión drástica: el reconocimiento de la deuda inglesa, que tantas protestas
102
ocasionara en contra de la administración anterior. Para tal efecto, el ministro Dublan hizo un
nuevo arreglo sobre la deuda publica, por el cual quedo incluida en esta la deuda inglesa,
con el objeto de darle un carácter nacional y evitar así que se constituyera en deuda
internacional, como la que anos atrás había provocado la intervención de la Triple Alianza
europea.
La conversión de la deuda propuesta por Dublan mejoraba la del gobierno anterior y era la más
completa .que se había hecho hasta entonces. Sin embargo, también en esta ocasión el
reconocimiento de la deuda inglesa provoco protestas de parte de la prensa y
manifestaciones callejeras a las que el gobierno respondió con violencia.
Y así, por decreto presidencial y en contra de la opinión publica, en febrero de 1886 se hizo
oficial el reconocimiento de la deuda inglesa, con lo cual el gobierno perseguía dos objetivos; uno
inmediato: obtener un empréstito con la banca inglesa, y otro que consistía en atraer el capital
ingles para que sirviera de contrapeso a la creciente influencia de los Estados Unidos sobre la
economía mexicana,
La prensa considero arbitrarias las medidas económicas del gobierno y critico con dureza al
presidente, y este, en respuesta, hizo aplicación inmediata de la reforma al artículo 7o.
constitucional efectuada por González. Desato una severa persecución contra la prensa y
encarcelo a los periodistas bajo el cargo de “incitar a la sedición y ultrajar a las autoridades”;
a muchos de ellos se les confinó en la terrible cárcel de Belén, donde tuvieron que sufrir por
varios días y algunos hasta varios meses las condiciones infrahumanas de aquel lugar de
castigo. Pacificación. Para la preservación de la paz interna, esta segunda administración
porfirista se valió de las medidas violentas que había utilizado en la primera.
La grave situación económica y las políticas de Díaz generaban el descontento y
propiciaban la delincuencia y la rebeldía en contra del gobierno, que tomo medidas drásticas:
proclamo la ley marcial para los asaltantes de caminos, impuso la pena de muerte a los que
atentaran contra las vías de comunicación y decreto la suspensión de las garantías
individuales; la policía rural intensifico las persecuciones contra los bandoleros que atacaban las
haciendas, y en los lugares remotos, donde esta policía no podía llegar, los mismos
propietarios de las haciendas eran quienes se encargaban de perseguir a los delincuentes con
el permiso no oficial de las autoridades.
Uno de los mas importantes actos de rebeldía contra el gobierno fue el de la alianza de
Heracleo Bernal, bandolero revolucionario de Sinaloa, y el general Trinidad García De la.
Cadena, antiguo compañero de armas de Díaz, ex gobernador de Zacatecas y candidato a la
presidencia en 1880. Opuestos ambos a la política porfirista, se declararon en abierta
rebelión para derrocar al gobierno, pero la policía rural atrapo al general, y en octubre de
1886 se le aplicó la ley fuga. Poco después Bernal abandono la causa y un año más tarde
también fue muerto por la policía rural.
Las condiciones de la muerte del general García De la Cadena inquietaron a los amigos de,
Porfirio Díaz, porque se percataban de que la amistad no seria obstáculo para que eliminara a
cuanta persona se pusiera en su contra; incluso Romero Rubio comprendió la conveniencia de no
interponerse en el camino de su yerno.
Fin del segundo periodo. Al comenzar el año 1887, la situación económica del país cambio
favorablemente. Se dio una marcada mejoría en el comercio, debido en gran parte al
103
establecimiento de la confianza del extranjero hacia México, causado por el reconocimiento de la
deuda inglesa.
La recuperación económica, aunque lenta, significo una mejoría en la seguridad interna, la que
permitió revocar la ley contra el bandolerismo y restituir las garantías individuales.
Por otra parte, al gobierno estadounidense le satisfacía la forma en que se desarrollaban los
acontecimientos en México, y que se hubieran cumplido algunas de las condiciones
impuestas para reconocer al gobierno de Porfirio Díaz. John W. Foster, ministro de Estados
Unidos en México, presento a su gobierno un informe en el que elogiaba a Díaz por la obra
realizada. La seguridad de la propiedad privada era ya un hecho, y también era la estabilidad del
gobierno, además de que con el reconocimiento de la deuda inglesa se había logrado el
restablecimiento del crédito internacional.
Esta nueva situación era favorable al prestigio de Díaz y preparaba el camino para la
reelección, porque el progreso material apenas se había iniciado y era necesario que
transcurriera algún tiempo -otro cuatrienio, según decían los porfiristas- para que el general
dejara consolidado el progreso de la nación.
El optimismo que trajo consigo el favorable cambio en la economía y el buen funcionamiento de la
política de conciliación, opaco las voces que se oponían a la decisión del Congreso para
autorizar la reelección “tan solo por una vez más”“.
La tercera elección de Porfirio Díaz, al igual que en ocasiones anteriores, lo llevo al poder por una
inmensa mayoría; aunque en esta oportunidad también fue candidato único y hubo algunas
votaciones, muy pocas, que favorecieron a otras personas.
Tercer periodo presidencial de Porfirio Díaz
Poco político y mucha administración. En este periodo Díaz consolido su poder con base en los
éxitos alcanzados en el segundo: la conservación de la paz y la conquista de la
prosperidad.
Pero el factor que justificaba ese tercer mandato de Díaz era el de haber logrado el crédito
externo; conquista a la que se sumaban la cohesión del país, la confianza de la opinión
publica y la complacencia de la mayoría de los periódicos. La oposición política quedo
reducida a una minoría insignificante que representaba ideologías extremas: la derecha
reaccionaria y la izquierda del liberalismo dogmático, en tanto que el Congreso se lleno de
incondicionales del presidente, aunque se conservara, al menos en teoría, la forma
republicana y democrática de gobierno.
Las metas de Porfirio Díaz, el orden y el progreso, que se habían fijado desde su ascenso al
poder en 1877, y quo para la fecha en que comenzó su tercera presidencia parecían ya
cercanas, determinaron los medios de su gobierno, resumidos por el mismo Díaz en la
formula poca política y mucha administración, que aplicaba con la seguridad de haberse
vuelto indispensable y de haber consolidado su poder.
Por administración se entendía el mantenimiento de la paz pública y el fomento a las vías de
desarrollo económico. Estos eran los proyectos prioritarios para Díaz, porque pensaba que
104
antes de que el pueblo mexicano pudiera hacer política, requería de la estabilidad y la unidad que
provienen del progreso económico.
De esta manera se buscaba justificar aquella primera reelección y se pretendería justificar poca
más tarde la reelección indefinida que, sometida en 1890 a un plebiscite popular organizado
por los gobernadores de los estados, tuvo una aceptación unánime y contó con el beneplácito de
los países extranjeros inversionistas, satisfechos de asegurar la prosperidad de sus empresas al
amparo de la paz porfiriana.
Sin embargo, en los dos últimos años del cuatrienio 1888-1892, la popularidad del
presidente se vio amenazada por una crisis financiera que puso en peligro a la tan
ponderada prosperidad. La crisis, iniciada en 1891, fue provocada por dos factores: la
perdida general de las cosechas, ocasionada por terribles sequías, y la depreciación de la
plata en los mercados mundiales, factores que su vez generaron la devaluación del peso
mexicano.
A la gravedad de la crisis financiera se sumo la perturbación de la paz en ambos extremes de la
frontera norte; en el noroeste los indios yaquis se sublevaron contra el régimen debido a los
abuses de que eran victimas, y en el noreste un aventurero, de nombre Catarino Garza,
intentaba armar una rebelión que, aunque no tuvo gran trascendencia interna, logro inquietar a
los estadounidenses tanto como para que un periódico de Nueva York enviara a México un
agente especial a entrevistar al presidente Díaz, para que le informara de la situación. El
periodista regreso a su país convencido de que el conato de rebelión de Catarino Garza no
perturbaría la paz de la nación mexicana.
Estos problemas, sobre todo el primero, amenazaron con sacudir la estructura de la
administración porfirista, cimentada precisamente en la prosperidad y en la paz interna; por ello,
al acercarse las elecciones de 1892, la oposición recobro parte de la fuerza que había perdido, y
se lanzo contra la reelección.
Para contrarrestara la oposición se formo el Partido Unión Liberal, integrado por porfiristas
eminentes, que organizo una convención para preparar la candidatura de Porfirio Díaz y
formular un programa de gobierno para el periodo de 1892-1896.
No obstante, la prensa continúo agitando y criticando todas las medidas tendientes a
favorecer la reelección. En mayo de 1892 estudiantes y obreros se lanzaron a las calles de la
ciudad de México para manifestar su descontento, y fueron reprimidos con violencia por
órdenes del regente, quien después de este suceso prohibió las manifestaciones callejeras de
carácter político.
Mas aquellas agitaciones no lograron desquiciar al régimen ni al proceso electoral por
celebrarse; así, las votaciones se realizaron con los consabidos resultados Porfirio Díaz fue
reelecto por segunda vez consecutiva.
Cuarto periodo presidencial de Porfirio Díaz
El problema económico. El cuarto periodo de Díaz, producto de su segunda reelección, se
inicio en condiciones de aguda crisis económica, que afectaba directamente a lo social y
repercutía en el ámbito político.
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La pérdida de las cosechas no solo afectaba la producción agrícola en si misma, sino que
suma en la miseria y en el hambre a la gran mayoría de la población campesina, y a la gente
pobre de las ciudades.
La depreciación de la plata paralizó la producción de este metal y produjo la devaluación del
peso mexicano, lo que a su vez fue desastroso para las actividades comerciales del país,
tanto externas como internas. Muchas empresas extranjeras se retiraron, y mientras la plata
ya extraída permanecía inactiva, los banqueros esperaban ansiosamente que mejorara la
situación.
El mismo ano que estallo la crisis murió Manuel Dublán, el ministro de Hacienda. Fue
sustituido por Matías Romero, quien trato de aliviar al país de la crisis, suspendiendo las
subvenciones a los ferrocarriles y a cualquier otra obra o empresa. Consiguió, además, un
empréstito en Europa en condiciones favorables, pero sus medidas no tuvieron resultados
efectivos en contra de la crisis, y en cambio provocaron duras críticas de parte de la
oposición.
Al no poder soportar las presiones, renuncio al ministerio dejando el problema en manos del
Oficial Mayor de Hacienda, José Ives Limantour, quien ocupo el puesto de Secretario de
Hacienda en medio de una gran desconfianza de parte de los economistas.
Recién iniciadas las gestiones de Limantour, la situación era tan desesperada que la prensa
propuso se suspendiera el pago de la deuda externa, a pesar de la amarga experiencia de
1861. Tal propuesta estuvo a punto de aceptarse, ya que el presidente y su gabinete no
veían otra salida a la grave situación financiera del país. Pero Limantour pidió se le
concediera tiempo para decidirse a dar un paso tan arriesgado.
Entonces comenzó la tarea con la que Limantour habría de pasar a la historia como el
hacedor de la gran hazaña de salvar la economía mexicana en un momento en que parecía
inevitable que sucumbiera.
Las medidas que Limantour utilizo fueron radicales, pero apoyadas en una ciencia de la
economía que pudo dar resultados prácticos. Al finalizar 1894 había nivelado el presupuesto, y
para el año siguiente se produjo hasta un pequeño excedente; para 1896 quedaba vencida la
crisis y, con este triunfo, Limantour se gano la confianza del presidente, del país y de la banca
extranjera.
Al superar la crisis, el gobierno recupero sus fuerzas y el dictador su prestigio, pero había
sido-don Limantour el autor de la proeza y sus habilidades como financiero hicieron crecer su
importancia como político. La misma prensa opositora no tuvo más remedio que elogiar la obra
del ministro de Hacienda, y no pudo ya contar con armas efectivas en contra del régimen
porfirista, que garantizaba su permanencia en el poder gracias a que había resultado
vencedor de la crisis económica.
Convención del Partido Unión Liberal. Propuestas políticas. En un esfuerzo por colocar a
la política por encima de la administración, la convención del partido porfirista Unión Liberal
propuso algunas reformas, entre las que destacaban proyecto de ley destinado a asegurar la
independencia del poder judicial mediante la inamovilidad de los magistrados. El proyecto fue
sometido al Congreso en diciembre de 1893, y aprobado de forma unánime por la cámara de
diputados, pero al llegar al senado se interpuso el presidente Díaz y retiro la iniciativa,
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explicando que debía intervenir en contra de los miembros del Tribunal de Justicia en los
casos en que lesionaran los intereses de las empresas extranjeras.
Otras propuestas de la convención fueron las de crear la vicepresidencia y además formar un
partido que en el futuro hiciera posible un proceso electoral democrático. El presidente Díaz
rechaza también estas dos propuestas porque temía -aunque no lo expresa claramente- que la
convención pudiera limitar su autoridad.
La reelección indefinida. Con la solución de la crisis económica, Porfirio Díaz recupero en gran
parte la solidez de su poder político. En 1896, la reelección indefinida ya no se
cuestionaba; el pueblo tema otra vez pan, no se había roto el orden interno y la figura de Díaz
era respetada en el extranjero.
El periodo que comenzaba en 1896 marco el inicio de la segunda fase del porfiriato; un
periodo de auge económico para el país, pero también de decadencia para el dictador, que se
preocupo mas por administrar que por hacer política.
La economía durante el porfiriato. Primera fase
Introducción
Inicio del capitalismo dependiente. Con el porfirismo la economía mexicana entro en la fase
capitalista; sus diferentes tareas de producción fueron incorporadas, en mayor o menor medida,
al sistema económico de los países industrializados.
Sin embargo, debido al particular proceso histórico de México, diferente en sumo grado del de
los países desarrollados, tuvo que depender de estos para integrarse al proceso capitalista
de producción.
Dicha dependencia se baso en la inversión de capital y tecnología que los empresarios
extranjeros -estadounidenses, ingleses, alemanes y franceses- hicieron en México, con el
propósito, ventajoso para ellos, de obtener en este país los recursos naturales y la mano de obra
barata de que carecían en sus respectivas naciones.
Más había otro interés que impulsaba a las potencias industrializadas a invertir en países
como México, ricos en recursos naturales pero pobres en dinero y tecnología. Ese móvil era de
carácter político y obedecía a la competencia imperialista que se daba entre las potencias por el
dominio del mundo.
Por lo tanto, la inversión de capitales y tecnología en México resultaba en provecho de la
economía de los países que en el siglo XIX competían entre si por controlar el mercado
mundial de la producción industrializada. Y si antes no se habían interesado en México, era
porque la inestabilidad política del país no garantizaba la seguridad que exigían para sus
capitales y las vidas de sus hombres.
Debido a la condición de dependencia con la que la economía mexicana entro al sistema
capitalista, todas las ramas de la producción que se desarrollaron en el periodo porfirista
estuvieron sujetas a las necesidades del mercado externo. Por esa razón, se trata de un
crecimiento hacia afuera en el cual los sectores de producción que alcanzaron el más alto
desarrollo fueron aquellos que, como la industria de extracción y la agricultura de productos
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tropicales, proveían de materia prima a la industria extranjera, y de bienes de consume al
comercio exterior, mientras quedaba relegado el sector dedicado al consumo interno.
De cualquier manera, el hecho indiscutible es que durante el porfiriato se produjo en México un
notable crecimiento económico, una considerable expansión de las vías de comunicación y de
los centros urbanos, y una imagen de solidez en el extranjero que el país no había logrado
obtener hasta entonces; crecimiento que se dio a costa de sacrificar el desarrollo político y, le
que es mas lamentable, a costa de sacrificar la justicia social, pero que introdujo a México en la
modernidad.
En el proceso económico, como en el político, se distinguen dos fases: la primera, iniciada
alrededor de 1880 y concluida en 1895, se caracterizó por los esfuerzos gubernamentales
tendientes a equilibrar las finanzas, modificando el sistema de impuestos para captar más
ingresos, reduciendo al mismo tiempo los gastos presupuéstales y pudiendo llegar así a un
arreglo de la deuda publica interna y externa, y a la solución de la crisis financiera que
azotara el país entre 1891 y 1893.Esta primera fase sentó las bases para que en la
segunda(1896-1910) se lograra el equilibrio del presupuesto federal y la obtención de
superávit por primera vez en la historia de México.
1. Se utiliza aquí el termino desarrollo cono sinónimo de crecimiento, pero es pertinente
aclarar que ambos tienen significado diferente si se emplean en sentido estricto, como
conceptos teóricos de Economía: se había de crecimiento cuando en un país determinado
aumenta de un año el Producto Interno Bruto (PIB), y, en cambio, el desarrollo implica un
aumento del nivel de vida de todos los habitantes del país; es decir, el crecimiento es
condición necesaria para que se de el desarrollo.
Los diversos sectores de la economía en la primera fase del porfiriato La
agricultura
Políticas agrarias. Con el propósito de promover el desarrollo de la agricultura, a partir de
1883 el gobierno promulgo una serie de leyes por medio de las cuales poma a disposición de
compradores privados, y a precios muy bajos, las tierras consideradas como baldías.
Este proceso, por el cual fueron expropiadas tierras que en realidad no eran baldías, esta
indisolublemente ligado a la Ley Lerdo que, expedida en 1856, tuvo como consecuencia la
formación del latifundismo laico y el despojo de las tierras pertenecientes a comunidades
indígenas, con los consiguientes problemas sociales ya señalados.
La ley que amparo la expropiación de tierra, y que entre 1884 y 1907 afecto alrededor de 49
millones de hectáreas, me la llamada Ley de Deslinde y Colonización de Terrenos Baldíos,
promulgada en 1883. Numerosísimas tierras declaradas “baldías” eran propiedad de
comunidades indígenas, y fueron incorporadas a las zonas deslindadas sin que sus
auténticos dueños; pudieran hacer valer sus derechos, pues muchos carecían de titulo de
propiedad, y en los casos en que tal documento existiera, no correspondía a las normas
vigentes, desconocidas por la: mayoría de los indígenas, cuya ignorancia al respecto era
aprovechada por los especuladores para invalidar los títulos de propiedad.
La ley de 188 3 sobre las tierras supuestamente baldías autorizaba a los colonos, ya fueran
extranjeros o mexicanos, a denunciar las tierras inactivas y a constituir compañías
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deslindadoras, con las que el gobierno establecía contratos. Los colonos o las compañías
recibían como pago un tercio de las tierras deslindadas, y se les concedía además el
derecho de adquirir los otros dos tercios con tarifas preferenciales.
La misma ley fijaba como extensión máxima para cada concesión de tierras “baldías” el límite de
2 500 hectáreas, con lo cual se pretendía crear propiedades privadas modernas que
pudieran ser adquiridas por pequeños y medianos agricultores; esta cláusula nunca se
respeto y fue abolida anos mas tarde.
Hubo algunos casos en que se deslindaron terrenos verdaderamente baldíos, como en los
estados del norte de la República, poco poblados y mal comunicados, en donde tales tierras
pasaron a ser propiedad de compañías y de particulares extranjeros, principalmente
estadounidenses e ingleses. Sin embargo, también en el norte hubo despojo de tierras
comunales indígenas como las de los yaquis y mayos en Sonora, grupos étnicos que
padecieron una terrible guerra de exterminio debido a su resistencia.
En el sur y sureste, los estados en los que se dio en mayor grado el deslinde de tierras, con el
consecuente daño para las comunidades indígenas, fueron: Chiapas, con tres millones de
hectáreas, el 40% de la superficie total del estado; la costa de Oaxaca, donde mas de 300 mil
hectáreas pasaron a manos de particulares; la costa de Quintana Roo, con 40 mil
hectáreas; en Tabasco fue deslindado cerca del 50% del territorio; en Veracruz poco mas de 100
mil hectáreas, y en Tamaulipas 350 mil. En cambio, en la zona del centro del país el deslinde
solo alcanzó el 1.27% de su superficie.
No se dio el mismo proceso en el Centro, donde la gran mayoría de las tierras útiles estaba ya
ocupada por las grandes haciendas existentes desde periodos anteriores, que si lograron hacer
respetar sus derechos de propiedad.
El sistema de colonización y deslinde de tierras no tuvo los resultados esperados, pues en
vez de lograr la creación de la pequeña propiedad que se proponía el gobierno, el proceso
origino la formación de enormes latifundios en manos de extranjeros y mexicanos, latifundios
que tomaron muchas de las características del sistema de haciendas heredado de la época
colonial.
La producción agropecuaria
Mercado nacional. Dadas las características de la economía porfiriana, la producción
agrícola estuvo encaminada más a satisfacer la demanda de materia prima y bienes de
consumo del mercado exterior, que a cubrir las necesidades del mercado interno. No
obstante, en la segunda mitad del porfiriato, la agricultura destinada al mercado nacional tuvo un
relativo crecimiento debido a la construcción de la red ferroviaria que mejoro las
comunicaciones, y al aumento de la población tanto en los centro urbanos como en las zonas de
producción para el mercado externo.
Pero durante la primera fase del periodo porfirista, cuando prevalecían las condiciones de
atraso heredadas del virreinato, la producción agrícola no se desarrollo, e incluso decreció,
debido a la sequía que entre 1891 y 1893 provocó la perdida de las cosechas.
Alimentos y bebidas. En primer lugar figura el maíz (que fue el único que logro mantenerse
en una producción más o menos estable en épocas difíciles), el trigo, el fríjol, el Chile, el
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arroz, la cebada, que junto con la avena y el centeno se uso como forraje en aquel tiempo.
También ocupo un lugar relevante la producción de bebidas alcohólicas, que aunque existían
a nivel domestico antes del periodo, se habían empezado a elaborar a escala comercial
debido al alcoholismo, que se incremento durante el porfiriato. La producción de mezcal,
tequila y pulque a nivel comercial se desarrollo dentro del sector agrícola entre 1877 y 1895.
Materias primas. Para consumo interno, las principales materias primas fueron: cana de
azúcar, vid, algodón y otras fibras textiles; tabaco, cacao, oleaginosas, cortezas y raíces
curtientes, y el añil para teñir telas.
La ganadería. En los primeros tiempos del porfiriato no se había integrado a una economía de
mercado; prevalecía el pastoreo nómada de ganado menor en las comunidades
indígenas, en tanto que el ganado mayor se criaba en las grandes haciendas especializadas,
aunque se hacia de manera descuidada y sin técnicas especificas para la reproducción. La
carne y la leche se obtenían de forma rudimentaria y sin preocupación por lograr un mejor
rendimiento; en cambio, la cría de ganado de tiro y de carga, destinado a la propia
agricultura, el transporte, el ejército o como fuerza motriz, era objeto de un mayor cuidado y de
un comercio de relativa consideración.
En este renglón también se considera de cierta importancia la producción de lana, pieles y
cueros, pues estaba destinada una actividad artesanal de gran tradición en todo el país.
El mercado exterior. Cabe destacar que la etapa porfirista coincide con el momento de
expansión mundial del intercambio comercial, tanto de productos básicos de consumo como de
materias primas, agropecuarias y forestales, dentro del sector agrícola. Tal expansión
obedecía al crecimiento demográfico y al desarrollo industrial en las potencias
políticoeconómicas, y hacia crecer la demanda de tales producto en las potencias europeas y en
los Estados Unidos de América.
Las medidas para alcanzar el desarrollo económico propuesto por el régimen de Díaz iban
encaminadas a aprovechar el interés de las economías imperialistas por explotar los
recursos humanos y naturales de México, y cubrir la creciente demanda de los productos que
necesitaban, cuyas características físicas limitaba la explotación de muchos de ellos a las
zonas de clima tropical y semitropical.
Por ello, las regiones de México que tenían esas características, desde los primeros (tempos,
del porfiriato fueron obligadas a aumentar considerablemente la producción de cultivos que
hasta entonces se habían explotado en estado silvestre, e incluso a introducir nuevos
cultivos.
Los productos agrícolas de exportación. Entre las materias primas para la exportación, el
producto agrícola de mayor significación fue el henequén. Esta fibra, que se extraía de una
clase especifica de agave cultivada en la región noroeste de la península de Yucatán, se
había usado tradicionalmente para fines domésticos y semi industriales, pero en la nueva
situación de la economía en el porfiriato, la gran resistencia y flexibilidad del henequén lo
convirtieron en el producto ideal para satisfacer la gran demanda de fibras duras que
requerían los países industrializados en la fabricación de hilos y cordeles para engavillar.
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El henequén pudo explotarse de forma mas efectiva gracias a la invención de una maquina
para desfibrar las pencas del agave, que pronto convirtió a Yucatán en el único productor
mundial de la fibra, e inicio el auge henequenero que se desarrollo a lo largo del porfiriato.
Tal auge estuvo sostenido por los hacendados yucatecos que monopolizaban la explotación
del henequén (única rama de la producción para el mercado externo que estuvo en manos
de mexicanos), por un consorcio estadounidense que monopolizaba la demanda y por el
trabajo casi esclavista de gran parte de la población maya y de los indígenas de otras
regiones que, como los yaquis, fueron llevados por la fuerza a trabajar en la región
henequenera.
Otras materias primas importantes después del henequén fueron las resinas, principalmente
el hule, el caucho y el chicle. En un principio la explotación de estas resinas se realizaba
como actividad extractiva forestal, aprovechando las selvas tropicales donde se daban de
forma silvestre, fundamentalmente en los bosques de Chiapas, Tabasco, Campeche,
Quintana Roo, y en las costas de Colima y Oaxaca. Pero cuando aumento la demanda de las
mencionadas resinas, algunas compañías, extranjeras en su mayoría, se dedicaron al cultivo
de las especies mas productivas, alentadas además por la fácil obtención de concesiones
sobre enormes terrenos a precios muy bajos, y por los subsidies que otorgaba el gobierno.
Aparte de las materias primas ya mencionadas, se dedicaron al mercado de exportación el
algodón, el ixtle y otras fibras, plantas tintóreas y algunas medicinales.
Entre los artículos de consumo para el exterior destaca el café, cuyo cultivo a gran escala se inicio
en esta etapa, manteniendo una demanda mundial creciente a lo largo del porfiriato. El mercado
más importante fue el estadounidense, aunque también se exportaba café a España,
Francia, Alemania e Inglaterra.
Hacia 1880, el estado de Veracruz producía las dos terceras partes de la cosecha nacional;
le seguía Colima con un sexto, y el resto provenía de Chiapas, Guerrero, Michoacán, Oaxaca
y Tabasco. Diez años después, el café se cultivaba también en Jalisco, Tamaulipas y
Durango.
Otros productos de consumo que se dedicaban al exterior fueron el garbanzo, la vainilla, el
tabaco, la cana de azúcar, etcétera.
Los productores pecuarios fueron también introducidos al mercado de exportación
principalmente a los Estados Unidos, gracias a la cercanía con las vastas regiones
ganaderas del norte de México. Se exportaba el ganado bovino en pie, pero sobre todo los
subproductos como cueros y pieles, que tuvieron bastante aceptación en aquella época. La
exportación de estos productos, como la de muchos otros, era controlada por extranjeros que se
habían organizado en compañías o formaban familias rurales.
Las inversiones extranjeras. En lo que se refiere al capital extranjero invirtiendo en el
sector agropecuario y forestal, su penetración estuvo relacionada con las facilidades y
concesiones que otorgo el gobierno mexicano para adquirir tierras y explotarlas.
Los países de los que procedieron esas inversiones fueron: Estados Unidos, cuyo capital
habría de aumentar aceleradamente durante el porfiriato, hasta llegar a convertirse en
importante poseedor de latifundios, y cuya penetración se extendió a casi todos los estados
111
de la República Mexicana; Francia, dedicada a la inversión bancaria para el crédito agrícola; Gran
Bretaña, que se inclino marcadamente por la inversión especulaba y, por ultimo, Alemania,
centrada en la producción de café en Chiapas.
La minería
Factores del crecimiento. Esta rama de la producción tuvo gran importancia durante el
porfiriato, porque además de que se mantuvo la tradición de México como productor de plata,
fue en este periodo cuando se dio un notable aumento de la producción de metales y
sustancias minerales para uso industrial (antimonio, cobre, zinc, hierro), y de la producción
de combustibles (carbón, grafito, petróleo), que se incrementaron en la segunda fase de la
época porfirista.
Como sucediera en otros sectores productivos, el crecimiento de la minería obedeció
principalmente a las inversiones extranjeras de capital, dentro de las condiciones del
mercado mundial, vigentes a fines del siglo XIX; pero también influyeron las políticas
económicas del gobierno porfirista que, por medio de una nueva legislación minera, impulso la
explotación de los recursos minero-metalúrgicos.
Tales leyes, promulgadas a partir de 1884, concedían facilidades para que todo habitante de
la República, extranjero o mexicano que quisiera dedicarse a la minería, pudiera adquirir
derechos de propiedad y ciertas libertades para la explotación de las mismas. La actitud
favorable del gobierno atrajo a inversionistas extranjeros -ingleses, estadounidenses y
franceses-, quienes desde finales de la administración de Manuel González empezaron a
explotar los recursos mineros de México.
Hubo además otros factores que contribuyeron al crecimiento de la producción minera, como
el desarrollo de las comunicaciones, ferroviarias y marítimas, y la introducción de nuevos
sistemas tecnológicos, en especial el aprovechamiento de la energía eléctrica, que empecé a
utilizarse hacia finales de la década de 1880, lo que represento un gran avance en este
sector productivo. Hacia 1890 se comenzaron a introducir en la minera mexicana
métodos innovadores en el beneficio de minerales, como el de cianuración y lixiviación,
avances tecnológicos que aceleraron el crecimiento de la minería en la segunda fase del
porfiriato.
Producción y comercialización. Antes de 1892 solo se produjeron metales preciosos (oro y
plata), y fue en este ano cuando se inicio la producción de minerales industriales, dentro de los
cuales los no ferrosos (cobre, plomo, antimonio, mercurio y zinc) tuvieron él más alto volumen
de producción respecto de los combustibles.
La comercialización de los minerales estuvo supeditada al comportamiento del mercado
externo, y basada fundamentalmente en la exportación de plata; esta situación expuso a la
minería mexicana a sufrir las altas y bajas del mercado internacional. Por eso mismo las
grandes crisis económicas mundiales afectaron profundamente la explotación minera en
México, y en menor grado resintió esta el impacto de otros hechos externos, como el
descubrimiento en 1879 de importantes existencias de oro en la India, y el abandono del
patrón monetario bimetalito (de oro y plata) por la adopción del patrón oro en la economía
capitalista mundial.
112
El consume final de los productos mineros en el interior del país estuvo determinado por su
empleo en la acumulación de la moneda fraccionaria de níquel y bronce, en cuya
composición se empleo el cobre, el estaño y el zinc. Otra aplicación de los metales en el país se
dio en el campo de las artes y en la industria, aunque en mucho menor grado que en la
acuñación de monedas.
Por lo tanto, el destino principal de la producción minera, tanto beneficiada (metales) como
sin beneficiar (minerales), fue el mercado exterior, siendo los metales preciosos, y
principalmente la plata, el renglón más importante del comercio de exportación en aquella
época.
Por tal razón, cuando se produjo la depreciación de la plata en el mercado internacional, en
México se vio afectada la explotación minera y, en general, todo el sistema económico,
aunque algunos sectores no fueron tan perjudicados, por ejemplo, el de los productos
agrícolas de exportación que eran pagados en oro, o el sector industrial impulsado a fabricar los
artículos que se había hecho incosteable importar.
Las industrias de transformación
El sector industrial ocupo el segundo lugar, después de la minería, en lo que se refiere al
crecimiento económico durante el porfiriato.
Sin embargo, el desarrollo de la industria no tuvo un arranque acelerado. Durante la primera
administración porfirista no hubo cambios sustanciales y persistieron las características
tradicionales de una producción fundamentalmente artesanal.
En el aspecto del crecimiento industrial, en la primera fase del porfiriato, solo habrían de
tomar forma las precondiciones que permitirían el desarrollo de la industria en México, en el
periodo de 1896-1910. Tales condiciones fueron:
• El proteccionismo de tipo fiscal y monetario que brindo el gobierno a los empresarios.
• La presencia de una administración publica eficiente que adopto medidas adecuadas para el
cobro de las tarifas aduanales, de las cuales dependían los ingresos del Estado.
• La expansión de la red ferroviaria que fue unificando el mercado nacional.
• La devaluación progresiva de la plata, con la consecuente devaluación del peso mexicano, que al
encarecer los productos extranjeros, estimulo la industria.
• La introducción de la energía eléctrica.
• El aumento de la producción de materias primas agrícolas para la industria, como el
algodón, la cana de azúcar y el tabaco.
• El auge de las exportaciones de productos primarios, minerales y agrícolas, que ampliaba la
capacidad del país para importar bienes de capital y pagarlos con las di visas que producía el
comercio exterior.
• En el piano financiero, la reforma al Código de Comercio, que alentó la formación de
sociedades anónimas por acciones, lo cual redundó en una organización empresarial más
eficiente. Al mismo tiempo, el surgimiento de una red bancaria, que para 1895 habría de
poner los créditos a disposición de los industriales.
• La inversión de los capitalistas franceses, que tuvo gran importancia en el sector industrial a partir
de 1889.
• La mano de obra barata.
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Todos estos factores habrían de conjugarse para iniciar la etapa de máxima expansión en el
sector de industrias de transformación en el porfiriato, durante la década 1896-1906.
Aspectos financieros y monetarios
La banca en México. En la primera fase del porfiriato no hubo grandes cambios en la
situación de la banca mexicana, ya que su transformación habría de iniciarse con el
despegue del desarrollo económico en el ano 1896.
Antes de esta fecha, se habían venido estableciendo bancos en la capital y en algunos
estados, sin que hubiera legislación expresa para ellos. En 1864 se instalo en la ciudad de
México la sucursal de un banco ingles, que tomo el nombre de Banco de Londres, México y
Sudamérica (antecesor del Banco de Londres y México), regido por su propio estatuto
interno.
Existían además otras instituciones de crédito: el Banco Mercantil Mexicano, el Banco
Internacional Hipotecario y el Banco de Empleados, también regulados por estatutos
particulares.
Las únicas instituciones de crédito que tenían concesiones oficiales eran tres bancos en
Chihuahua, autorizados por la legislatura local de comercio; el Banco Nacional Mexicano en
la capital, con una concesión otorgada por el gobierno de Manuel González, y los permisos
otorgados al Monte de Piedad, institución dedicada a los prestamos pignoraticios (de
empeño) desde tiempos coloniales.
No fue sino hasta 1884, año en que se expidió un Código de Comercio, cuando se inicio la
legislatura bancaria en México, fuertemente combatido por los banqueros, ya que sus
estipulaciones lesionaban derechos adquiridos con anterioridad. El Código hubo de ser
derogado en 1889, sin que los dueños de los bancos hubieran observado su cumplimiento. Tal
situación anárquica continúo hasta que Limantour estuvo al frente de la Secretaria de
Hacienda y organizo el sistema bancario, a través de la Ley General de Instituciones de
Crédito, expedida en marzo de 1897.
Finanzas públicas. Durante los primeros años de su existencia, el régimen porfirista hubo de
padecer un constante déficit hacendario, originado por los problemas económicos y la
deficiente organización administrativa de los gobiernos anteriores. Por lo tanto, una de las
primeras tareas consistió en organizar el sistema de captación de ingresos.
Ingresos. A partir del ano fiscal 1881-1882, el presupuesto se dividió en tres grandes grupos:
1) Contribuciones sobre importaciones y exportaciones; 2) contribuciones interiores; 3)
contribuciones por servicios, aprovechamiento y ramos menores. Otros ingresos, que se
consideraban extraordinarios, se derivaban de préstamos tanto internos como externos, y de los
recursos provenientes de ciertas operaciones imprevistas que se efectuaban a través del Banco
Nacional.
Además, desde 1884 se empezaron a realizar algunos cambios en la Ley de Ingresos, con
objeto de crear nuevas contribuciones que permitieran aumentar los gastos de la federación,
y reducir al mismo tiempo las facultades que tenían los estados de crear sus propios
impuestos.
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Se intentaba, además, dar mayor autonomía a los ingresos federales respecto alas
variaciones del mercado mundial, porque el hecho de que más de la mitad de tales ingresos
dependieran de los impuestos a las exportaciones y derechos de importación exponía en
sumo grado la situación financiera del Estado.
En 1896, un nuevo decreto suprimió las alcabalas, cumpliendo lo ya establecido por la
Constitución, medida que se hizo necesaria porque aunque tales impuestos constituían una
importante fuente de ingresos, obstaculizaban el desarrollo del comercio al aumentar el
precio de las mercancías en cada localidad que tuvieran que cruzar. Otra medida
indispensable para aumentar los ingresos estatales fue la consolidación de la deuda pública
externa, con el reconocimiento de la deuda inglesa en 1885.
Egresos. El presupuesto general de egresos estaba mejor organizado que el de ingresos;
comprendía todos los gastos de la administración publica y los servicios y obligaciones de la
deuda publica, correspondientes a un ano fiscal. Se dividía en nueve partidas, tres para cada uno
de los poderes de la Federación, y las seis restantes para cada una de las secretarias de Estado,
que con anterioridad a 1890 fueron: la de Relaciones Exteriores; la de Hacienda; la de Guerra y
Marina; la de Fomento; la de Gobernación, Justicia e Instrucción Publica, a las que en 1891 se
agrego la de Comunicaciones y Obras Publicas.
Las secretarias que en mayor proporción absorbían el gasto publico durante la primera fase
del porfiriato fueron: Hacienda (con cerca del 35%), Guerra y Marina (con el 31.5%), fomento
(con el 13.8%) y Gobernación (con el 8.1%). Dentro de estos gastos se cuentan las fuertes
cantidades de subsidio a las empresas constructoras, el pago de la deuda publica, el
mejoramiento de las comunicaciones, los servicios educativos y otras obras de interés social.
Deuda publica. La situación del déficit permanente que prevaleció en México desde la
Independencia había obligado a los gobiernos a recurrir al crédito externo en varias
ocasiones, sobre todo cuando las guerras internas y las invasiones extranjeras agravaban la
situación económica. Al iniciarse el porfiriato, el problema de la deuda pública exigía urgente
solución, pues la gran mayoría de los ingresos que recibía el Estado se destinaba al pago de la
deuda y, en consecuencia, México no era considerado como sujeto de crédito para la banca
internacional.
Por lo tanto, se hacia necesario cumplir con los compromisos contraídos en anos anteriores, si es
que se quería recobrar el crédito; por ello se tuvieron que aceptar las condiciones que imponía
Inglaterra para reanudar las relaciones diplomáticas con México y conceder empréstitos.
El reconocimiento de la deuda inglesa permitió que se recobrara el crédito en el extranjero y que
se pudieran concertar nuevos préstamos, como el que se negocio con la casa alemana
Bleichroeder, cuando se trataba de solucionar los graves conflictos creados por la crisis
económica que comenzara en 1891.
Las negociaciones para obtener prestamos del exterior se habrían de reducir en gran medida
cuando la Hacienda publica supero el déficit en 1895, pero en 1893 la gran deuda nacional total
ascendía a 222132 361 pesos, de los cuales 153016640 correspondían a la deuda externa,
y los 69 115 721 restantes a la deuda interna, integrada esta en su mayor parte por los
compromisos contraídos recientemente en virtud de los numerosos subsidies otorgados a los
ferrocarriles, y debido a los deficits de años anteriores.
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Aspecto monetario. En cuestión monetaria, lo más relevante del periodo 1877-1896 me la
devaluación del peso mexicano, ocasionada por la depreciación de la plata en el mercado
internacional, puesto que según se decía, “el peso mexicano no tiene valor por el sello de su
acuñación, no se exporta en tanto que moneda, sino como simple mercancía, vale y ha
valido tanto como la plata que contiene”.
El peso mexicano se deprecio rápidamente respecto a su intercambio con otras monedas. En
1870, el dólar y el peso se intercambiaban prácticamente a la par; en 1890, la relación era de un
peso por 83 centavos de dólar, en 1894, un peso se intercambiaba por 51 centavos de dólar.
Tales devaluaciones provocaron graves desajustes en muchas de las transacciones
económicas. Pero no todo fue negativo: algunos productores, nacionales y extranjeros,
resultaron beneficiados, porque la devaluación alentó la inversión de capitales del exterior,
además de que sirvió de estimulo a las actividades de los exportadores que no estaban
directamente ligados a la producción y comercio de la plata.
La acuñación de monedas de plata fue muy superior a la de todas las demás, y le seguía la de
oro, en cuanto al número de piezas acuñadas. En el sistema monetario se incluía la emisión
de billetes, aunque su importancia fue muchísimo menor que la de la acuñación de moneda
metálica.
En el lapso comprendido entre 1881 y 1890, las exportaciones de plata acunada
representaron el 55.39% y el 80.72% del total de exportación de plata de México, y la
importancia del peso mexicano en el extranjero se basaba en el alto contenido de metal puro,
superior a cualquiera de las monedas existentes entonces en el mundo. Es por eso que,
cuando en el mercado internacional se adopto el patrón oro eliminando ala plata, se agravo la
situación de la moneda mexicana, ya afectada por la depreciación de la plata.
La crisis económica se hizo mas aguda durante los anos 1891-1894 y, a partir de 1895,
comenzó a solucionarse con las medidas adoptadas por el nuevo ministro de Finanzas, José
Ives Limantour, quien habría de colaborar, en gran parte, para alcanzar los superavits y el
desarrollo que caracterizaron a la economía mexicana en la segunda fase del porfiriato.
Las primeras medidas que Limantour aplico fueron:
• La creación de nuevos impuestos que gravaban los ramos de la producción que no habían sido
afectados por la crisis.
• La reducción de los gastos y servicios públicos.
• El arreglo con los acreedores, consiguiendo que se disminuyera la cantidad que Hacienda les
asignaba.
• La reducción de sueldos a toda clase de empleados y funcionarios públicos.
• Rescatar de manos de particulares las casas de moneda para devolver al erario los
recursos que eran captados por estos.
• La búsqueda de nuevas fuentes de ingresos.
• La regularización de la percepción de impuestos existentes, por medio de una vigilancia activa
y sistemática sobre empleados y contribuyentes.
• El perfeccionamiento de las cuentas del erario, suprimiendo del presupuesto de egresos, las
partidas abiertas o sin cantidad determinada.
• El arreglo de la deuda publica mediante la ley de mayo de 1893.
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Al final del ano fiscal de 1895, Limantour había logrado un superávit de más de dos millones de
pesos, por primera vez en la historia de México.
Transportes. Entre 1877 y 1895 se inicia el proceso de formación de la infraestructura
moderna de transportes, que permitió el desarrollo del comercio-interno y exterior- en la
segunda fase del porfiriato.
Tal proceso consistió en: a) la construcción de una red ferroviaria nacional; b) la realización
de mejoras en los puertos; c) el establecimiento de un sistema financiero y bancario más
efectivo; d) la creación de nuevas leyes para estimular el comercio; e) la ampliación de las
comunicaciones telegráficas y telefónicas;/) la supresión definitiva de las aduanas internas y
las alcabalas.
Expansión de los ferrocarriles. La expansión de la red ferroviaria fue el factor más importante del
desarrollo comercial; entre 1880 y 1910 se tendieron 18 206 kilómetros de vías, cifra
considerablemente mayor que la de 1 074 kilómetros construidos durante los gobiernos de la
República Restaurada; pero fue entre 1880 y 1885 cuando se dio el más acelerado ritmo de
crecimiento ferroviario.
En la construcción de las vías férreas nacionales se invirtieron básicamente capitales
extranjeros, aunque también hubo aportaciones menores de empresarios mexicanos. La
colaboración del gobierno se limito en un principio a otorgar subsidios y franquicias a las
compañías constructoras, pero ya en 1890 intervino además en la programación y
reglamentación de la red ferroviaria.
Las líneas de mayor longitud fueron las que comunicaron a la capital con las principales
ciudades de la frontera norte. Se tendieron asimismo vías férreas que conectaban los centros de
explotación agrícola y minera con los grandes mercados potenciales
Factores de expansión ferroviaria. Entre los elementos que contribuyeron al crecimiento
acelerado del sistema ferroviario en México, destacan los siguientes: a) una mayor
estabilidad política interna que pudo ofrecer seguridad tanto a los inversionistas como a los
usuarios; b) la necesidad de transporte en gran escala; c) la llegada a la frontera mexicana de los
grandes sistemas ferroviarios estadounidenses.
Comercio exterior. Las importaciones. Durante el porfiriato se incrementaron de manera
considerable las importaciones, sobre todo las de insumos básicos que requería el desarrollo
industrial, así como las de bienes de consume inmediato y de alimentos.
El comercio. El crecimiento del sistema ferroviario influyo directamente en el crecimiento del
sector comercial, y aunque al principio sirvió de estimulo a la producción y circulación de
mercancías para el mercado nacional, a medida que se extendían las líneas férreas, el
gobierno favorecía mas al sector exportador y a los grandes productores nacionales,
otorgándoles tarifas preferenciales, mientras cobraba tarifas mas altas a los productores que
usaban menos el servicio, perjudicando a los proveedores internos y a los pequeños y
medianos productores.
Las exportaciones. Dadas las características del mercado mexicano durante el periodo de
formación del capitalismo dependiente, hubo un significativo ascenso en el renglón de
exportaciones, aunque es necesario destacar que el ritmo de crecimiento no se dio de la
117
misma forma para todos los productos, pues debido a las demandas de los artículos
requeridos por las nuevas circunstancias del mercado internacional, como el henequén,
cobre, caucho, las exportaciones de esos artículos aumentaron mucho mas rápidamente que las
de otros como el oro y la plata, tradicionales en épocas anteriores. Sin embargo, la plata continuó
ocupando el primer lugar en relación con el total de las exportaciones.
En el segundo lugar estaba el henequén, y después de este destacaba el cobre, las fibras
duras, la garbanza, el Chile, el plomo, las pieles sin curtir, las maderas finas, el caucho, los
animales de tiro y las maderas de construcción.
Una característica significativa del comportamiento del sector exportador en aquellos anos file
que hubo un descenso del precio mundial de los productos exportados, y un aumento en la
cantidad de las exportaciones. Este rasgo me común a todos los bienes primarios
comerciados en el mundo en aquella época y, sin embargo, tal tendencia se manifestó de
forma diferente según fueran los productos.
Relaciones comerciales con el exterior. Los principales países con los que México sostuvo
relaciones comerciales en la época porfirista, fueron Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia,
Alemania y España. También hubo tratos comerciales con otros países europeos, asiáticos y
americanos, pero tales relaciones fueron relativamente escasas.
En este aspecto, es de gran importancia el hecho de que el comercio exterior de México se
file integrando al mercado estadounidense cada vez en mayor proporción. Esta circunstancia
ya había empezado a manifestarse desde la independencia mexicana, pero tal integración se
intensifico a partir de 18 80, cuando el sistema ferroviario quedo ligado al de Estados Unidos.
Por esta situación fueron siendo desplazados los mercados europeos, sobre todo Inglaterra y
Francia, al grado de que sus transacciones con México se redujeron a la mitad; no así en el caso
de Alemania, que incluso habría de aumentar su comercio con México.
También en lo que respecta al tipo de productos que se intercambiaron con otros países,
Estados Unidos desempeño un papel preponderante, pues de este país se importo la mayor
cantidad de bienes de consumo. Muchos de esos productos también eran traídos de Europa, así
se creo una fuerte competencia, de la cual salieron vencedores los estadounidenses, sobre
todo en lo que se refiere a materias primas para la industria, maquinaria, armas y diversos
productos metálicos.
Comercio interior. El mercado nacional estuvo mejor articulado que en periodos anteriores, y
se amplio considerablemente debido a la actividad que se renovó en algunos sectores
productivos nacionales; a la supresión de las alcabalas; al establecimiento de un sistema
unificado de impuesto; ala construcción de los ferrocarriles y al surgimiento -que en la
primera fase del porfiriato empieza apenas apercibirse- de una gran cantidad de trabajadores
con poder compra, sumada a una población urbana que demandaba bienes de consumo.
Sin embargo, el aumento del grado de integración del comercio interno no fue total;
persistieron, y aun se reafirmaron, los grandes mercados regionales y locales, y las áreas de
autoconsumo como las haciendas, donde continuaron existiendo formas comerciales
arcaicas, entre las que destaco la “tienda de raya”.
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Por otra parte, el sector comercial interno me relegado a segundo piano, para favorecer de forma
prioritaria al comercio exterior. Tal circunstancia refleja el panorama mundial de las relaciones
comerciales a fines del siglo XIX cuando los países europeos industrializados estaban siendo
desplazados del lugar de predominio económico mundial del que gozaban desde fines del siglo
XVII, por el creciente poderío de los Estados Unidos.
Refleja asimismo la transformación que experimenta el sistema capitalista en la época, con la
aparición de empresas monopolícas y el traslado masivo de capitales fuera de los países
altamente industrializados o centrales. Tal movimiento de capitales permitió a estos países
ejercer un mayor control sobre la producción de insumos básicos necesarios para su
industria, obtener materia prima y mano de obra a precios mas favorables, conseguir
mercado para sus productos, y obtener altas tasas de ganancia en sus inversiones.
En tales circunstancias internacionales, el crecimiento económico de México no podía
haberse producido de otro forma, dadas las características de su proceso histórico y las
peculiaridades de sus recursos naturales y humanos para constituirse en país periférico
dentro del sistema económico mundial.
Sociedad y cultura
Introducción
Las transformaciones que se dieron en la estructura social durante el porfiriato empiezan a
manifestarse, de forma incipiente, desde la primera fase de ese periodo. Tales
transformaciones fueron el resultado de las medidas impuestas por la administración
porfirista desde el primer cuatrienio, y fueron intensificándose conforme se iba implantando el
nuevo sistema económico.
Las primeras medidas del gobierno que afectaron a lo social, fueron aquellas encaminadas a
lograr y mantener la paz interna; medidas que consistieron en la utilización de la fuerza
militar que Hubiera de sofocar cualquier manifestación antigubernamental y todo acto de
bandolerismo. El aparato represivo se extendió después a los sectores laborales, con miras a
asegurar la productividad por medio del trabajo forzado.
En cuanto a los cambios estructurales, estos comenzaron a manifestarse cuando los
primeros signos de la producción capitalista exigieron una mayor demanda de mano de obra
en los sectores agrícola, minero, industrial y profesional. Esto no quiere decir que se haya
producido un aumento brusco en los diferentes niveles de la estructura de clases sociales;
durante todo el lapso 1877-1895, persistieron las condiciones de etapas anteriores,
superando en gran medida a las nuevas circunstancias del orden socioeconómico en
formación. Habría de ser hasta la segunda fase del régimen porfirista cuando los cambios se
hicieran evidentes, aunque no es posible hablar de una total modificación de la estructura
social existente en la etapa anterior al porfiriato.
La sociedad en el sector agrícola
Durante el periodo de 1877-1895, persistió la economía de hacienda, con las características
heredadas del periodo colonial en cuanto a la forma de las relaciones sociales de producción, pero
se fueron agregando algunas innovaciones, que obedecían alas necesidades del mercado
de exportación.
119
La hacienda del siglo XIX que precedió al porfiriato, se basaba, como en la etapa virreinal, en la
explotación agrícola tradicional destinada al autoconsumo y al mercado local. La Reforma
liberal, que destruyo el latifundismo eclesiástico e inicio el despojo de tierras a las
comunidades indígenas, origino la formación de grandes haciendas que quedaron en manos de
particulares, las cuales no mejoraron -y aun empeoraron- las condiciones económicas y sociales
de la explotación agrícola anterior.
Dichas condiciones, que el porfirismo heredo de la Reforma, eran las siguientes: Existían
formas de trabajo fijo, fundamentalmente no asalariado, efectuado por los peones ligados a la
hacienda, o acasillados; otra modalidad consistía en el trabajo eventual asalariado,
realizado por los peones libres, generalmente indígenas de las comunidades cercanas a las
haciendas, algunos de ellos antiguos propietarios en pequeño quienes, al no disponer de
tierra suficiente, se alquilaban como trabajadores asalariados. Existía además un mecanismo de
arrendamiento que se establecía entre el hacendado y los trabajadores agrícolas que
rentaban las tierras de la hacienda mediante contratos no escritos, por los cuales el
trabajador se obligaba apagar en especie, con jornadas laborales que lo mantenían ligado al
dueño de las tierras en una relación casi de servidumbre.
En tales condiciones, la producción agrícola representaba una renta segura para el
hacendado que este empleaba en inversiones y negocios ajenos al sector rural, y en la vida
de lujo que llevaba en las ciudades donde permanecía la mayor parte del tiempo, mientras
quedaba en la hacienda un administrador encargado de cuidar los intereses del propietario.
El hacendado no se preocupaba por incrementar la producción ni por modificar el sistema de
explotación de las tierras; ni siquiera se interesaba en aprovecharlas en toda su extensión, pues
tan solo se cultivaba una pequeña parte de la superficie total.
Tal situación habría de cambiar con el impulse del desarrollo económico a finales del siglo.
La política agraria porfirista se inicio con la aplicación de la Ley de Deslinde y colonización de
Terrenos Baldíos, con base en la cual se formaron nuevos latifundios -esta vez con la
intención de que fueran productivos- en manos de nacionales y extranjeros que expropiaron las
tierras que aun estaban en poder de las comunidades indígenas, obligando a estos a
convertirse en peones, acasillados o libres, que en muchas ocasiones trabajaron en las
mismas tierras que les habían pertenecido.
La hacienda del porfiriato se caracterizo por estar subordinada a las necesidades del
mercado internacional y estuvo, en consecuencia, forzada a producir los artículos que tal
mercado demandara, en cantidades cada vez mayores.
Por ello, la necesidad de aumentar la productividad agrícola condujo al empleo de mayor
cantidad de trabajadores, pero además las relaciones de trabajo fueron modificadas en gran
parte en perjuicio del campesino, porque los propietarios se vieron impulsados a ejercer
mayor control sobre sus haciendas y a tomar medidas coercitivas sobre los trabajadores.
Quienes sufrieron en mayor grado tales medidas fueron los peones acasillados, porque no
obstante que en teoría eran considerados como obreros agrícolas asalariados, en la practica
el salario les era pagado con mucha frecuencia en especie, con productos agrícolas.
Además, el peón acasillado era obligado a prestar ciertos servicios que no le eran
120
remunerados, a cambio de tener su vivienda en las tierras del hacendado; la familia del
trabajador estaba obligada, por lo mismo a realizar gratuitamente las tareas domesticas.
Por si fuera poco, el salario en especie que recibía el trabajador era ficticio, ya que se diluía
automáticamente en la llamada tienda de raya - uno de los elementos que subsistía de
épocas pasadas-, que era un almacén de aprovisionamiento situado en el interior de la
hacienda y en el que se vendían las mercancías de primera necesidad a precios elevados, a
cambio de los vales que se entregaban a los peones como pago a su trabajo. Como esos
vales eran insuficientes para cubrir el costo de las mercancías de primera necesidad que
adquiría el peón, este quedaba definitivamente ligado a la hacienda debido a la imposibilidad
de pagar las deudas, que aumentaban constantemente, pues estaba prohibido abandonar el
lugar de trabajo sin haberlas saldado. Dicha prohibición estaba sancionada con penas de
encarcelamiento. De esta manera, el peón se convertía en un verdadero siervo, aunque
legalmente fuera un asalariado; además, las deudas adquiridas por los peones se transmitían
de padres a hijos, y con ello el hacendado aseguraba la fuerza de trabajo de una generación
a otra, pudiendo así recuperar, directa e inmediatamente, una parte de los salaries que
pagaba en especie al trabajador.
Trabajo minero y fabril
En los sectores sociales de la industria extractiva y de transformación, tampoco hubo
cambios sustanciales en el periodo de 1877 a 1895, aparte de una cierta movilidad que
empieza manifestarse en esta primera fase del porfiriato al ir aumentando la demanda de
mano de obra en la minería, en la industria fabril y en el sector de comunicaciones, como
resultado de la construcción de la red ferroviaria y de los caminos carreteros.
Sin embargo, en estos sectores de empleo aparecieron también aspectos negativos con
referencia al trato que se le daba al trabajador en la minas y en las fabricas, donde se lo
sometía a largas jornadas de trabajo, el bajo salario pagado en muchos casos mediante el
sistema de tiendas de raya, y se abusaba también de los niños y la mujeres, a quienes se hacia
trabajar mucho y se les pagaba menos que a los varones adultos.
Tal situación genero el descontento de la clase obrera, expresado en varias ocasiones por
medio de huelgas, que estallaron desde los primeros anos del porfiriato, sin que se lograra
modificar el sistema opresivo de las relaciones laborales.
Políticas de colonización
El proyecto de colonizar las tierras despobladas del país se había venido planteando casi
desde la Independencia; los gobiernos habían hecho esfuerzos por atraer la atención de los
extranjeros, sobre todo europeos, a quienes se consideraba con mayor espíritu de empresa que
los estadounidenses u otras nacionalidades, para que vinieran a poblar las tierras
mexicanas todavía no productivas. Tales proyectos no habían tenido éxito debido a que el país
no estaba en condiciones de ofrecer seguridad a los inmigrantes, a raíz de mantenerse
en constante guerra civil.
Con la paz porfiriana se abrían nuevas perspectivas a los extranjeros, porque además de
ofrecerles seguridad se les brindaba trato preferencial y protección, tanto a los inversionistas
como a todos aquellos que quisieran venir a trabajar en la República Mexicana.
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Se esperaba que los interesados en colonizar tierras mexicanas fueran ingleses y franceses,
porque además de ser considerados eficientes y emprendedores, no representaban para
México el peligro de una inmigración numerosa de estadounidenses, que podría reavivar las
ambiciones expansionistas del vecino país.
Mas la política de población del gobierno porfiriano no rindió los frutos esperados, los
inmigrantes no fueron muchos y la mayoría de ellos procedía de los Estados Unidos. Vinieron
además algunos asiáticos, y los pocos europeos que llegaron, ingleses y españoles, no se
interesaron por integrarse al país o por asimilar las costumbres; en muchos casos solo
utilizaban a México como un medio transitorio para entrar en los Estados Unidos.
Cabe destacar, no obstante, que muchos de los extranjeros que vinieron jugaron un papel
importante en la vida social mexicana de esta época, al ocupar puestos de privilegio en los
sectores de producción para el mercado externo, y formaron uno de los grupos sociales
característicos del porfiriato.
La formación de los sectores medios de población
La transformación económica ocurrida en el país durante el periodo 1877-1895, favoreció la
consolidación de “capas medias” de la población que empezaron a emerger desde entonces.
El crecimiento de la industria, de la minería, de la infraestructura de transportes, las nuevas
formas de comunicación como el telégrafo, el teléfono, y las primeras instalaciones
eléctricas, permitieron que hacia 1890 se diera un incremento considerable en la demanda
de trabajadores y técnicos especializados y de servicios. Además, la tendencia administrativa
del régimen porfirista dio lugar a un aumento de empleados públicos que fueron
constituyendo el aparato burocrático, así como el incremento del número de maestros de
escuela y profesionistas que se prepararon gracias a las políticas educativas del porfiriato.
Este sector, compuesto por empleados, burócratas, maestros y profesionistas, incremento la
población urbana de ciudades como México, Monterrey, Guadalajara y Puebla, que
constituían los centros administrativos e industriales del país, y me creciendo a la par de otro
sector medio de población nacional cuyos ingresos eran relativamente superiores, integrado por
comerciantes e industriales en pequeño, y por los nuevos hacendados que adquirieron algunas
de las tierras deslindadas y que combinaron las actividades de la agricultura moderna con
el comercio y la industria.
Así entonces, hacia finales de la segunda fase del porfiriato, empezaban a destacar las
capas medias de la población, ubicadas en dos niveles, no muy alejados uno de otro, en la
estructura socioeconómica del país. Su existencia constituía el punto medio entre las dos
clases opuestas; por un lado la oligarquía terrateniente compuesta por los propietarios de la
hacienda tradicional, ligada a la elite porfirista, u por otro, la numerosa masa de trabajadores
agrícolas, mineros y obreros fabriles.
Instrucción publica
El primer Secretario de Justicia e Instrucción Publica del porfiriato Protasio Tagle, quien
ocupo el cargo desde mayo de 1877 hasta noviembre de 1879. Tagle continúo la labor ya
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iniciada en la etapa juarista y se conserve dentro de la misma línea liberal positivista, en
contra del dogmatismo religioso y en favor de la enseñanza objetiva.
En el año 1879, Tagle reformo el Reglamento de Instrucción Publica, bajo el principio de
“utilidad” en la enseñanza; introdujo nuevas asignaturas con objeto de que el estudio de las
ciencias físicas y la historia natural tuvieran aplicaciones prácticas para los niños en edad
escolar. Se preocupo por la preparación de maestros que se encargaran de la enseñanza
primaria; ordeno la construcción de escuelas primarias y de algunas regionales de
agricultura, e hizo depender del Estado a las escuelas que hasta entonces había sido
atendida por sociedades de beneficencia.
En los dos primeros años del gobierno de Manuel González el Ministerio de Instrucción
Publica fue ocupado por Ezequiel Montes, un liberal opuesto al positivismo que elimino tal
doctrina de las políticas educativas porque, según su opinión, se ponía en peligro la libertad en
aras del desarrollo económico.
Para comienzos de 1882 se habían logrado notables avances en lo que toca al número de
escuelas a nivel elemental y superior, y en cuanto al aumento del número de profesores
preparados. En ese mismo año se organizo un Congreso en la ciudad de México con el fin de
establecer los lineamientos generales, tanto en los aspectos pedagógicos como en lo
concerniente a las condiciones de higiene en los edificios escolares.
Ezequiel Montes fue sustituido por Joaquín Baranda, quien ocupo el cargo de Ministro de
Justicia e Instrucción Publica en 1882, y habría de permanecer en el por los siguientes
dieciocho años. Baranda retomo el positivismo que su antecesor había eliminado, pero trato
de minimizar los defectos que este había señalado, procurando aplicar aquella ideología
cientificista de tal manera que no se relegara el aspecto humanístico. El papel de Baranda
fue muy importante en el porfiriato, y le imprimió el enfoque que en materia educativa había
de caracterizar a esta etapa. Celebro varios congresos de instrucción publica, entre los que
destaca el de 1889-1890, organizado con el propósito de discutir los problemas mas
importantes del país en este aspecto y de plantear las soluciones mas adecuadas para tales
problemas.
En el citado congreso se pretendía que la enseñanza primaria elemental llegara a toda la
población infantil del país, incluyendo el área rural, aunque por razones obvias, tendría que
comenzar por los centres urbanos. Se propusieron además algunos planes educativos para
el área rural, como la creación de escuelas en las haciendas y rancheras, la organización de
un servicio de maestros ambulantes que fueran a los poblados pequeños, y el
establecimiento de colonias infantiles, que funcionarían con base en contratos establecidos
entre empresas particulares y el presidente de la República o los gobernadores.
Sin embargo, el programa de educación para las zonas rurales no funciono, debido en gran parte
a la oposición de los caciques locales, a quienes no convenía que los habitantes de sus zonas de
influencia fueran instruidos. Existían, además, otros obstáculos, tales como la falta de buenas
vías de comunicación, la escasez de presupuesto, la ineficiencia de la autoridades locales o su
complicidad con los hacendados, y la necesidad de los trabajadores de ocupar a sus hijos en las
tareas agrícolas.
Como novedades importantes, el Congreso de 1889 estableció la instrucción primaria
superior, que seria el enlace entre la enseñanza elemental y la preparatoria, y se preocupo
123
por reconocer los servicios profesionales de los maestros, al estimularlos otorgándoles
premios.
El Congreso tuvo un gran éxito y se propuso luego la conveniencia de que se reuniera
periódicamente, pero solo hubo un segundo Congreso Nacional de Educación, entre 18901891, que continuaría las tareas del primero y en el que se delinearon resoluciones respecto a la
enseñanza elemental obligatoria, a la instrucción primaria superior, alas escuelas normales
y a las de enseñanza preparatoria.
En marzo de 1891 se promulgo la Ley Reglamentaria de Instrucción Obligatoria en el Distrito
Federal y en los territorios de Tepic y Baja California, que establecía de forma definitiva la
facultad del Estado para intervenir en la educación publica, aunque solo tenia influencia en
esas regiones. Tal reglamentación, puesta en vigor en 1892, disponía la obligatoriedad de la
instrucción primaria elemental, y su carácter laico y gratuito en las escuelas oficiales y
decretaba la formación de comités de vigilancia para cuidar el cumplimiento de la obligación
de padres y tutores de enviar a los niños en edad escolar a los planteles educativos.
El reglamento permitida que funcionaran las escuelas particulares con la condición de que
adoptaran los programas oficiales, pues solo así se reconocían como validos los estudios
impartidos en esos planteles privados; confinaba los derechos de los profesores a recibir una
justa retribución y a obtener su jubilación después de treinta anos de servicios.
La obra educativa de Joaquín Baranda permitió el mejoramiento de la instrucción primaria a nivel
nacional, mediante el enfoque técnico y social que imprimió al positivismo. Pudo también
reorganizar la enseñanza normal, aunque estos logros beneficiaron solamente a los centres
urbanos, y sobre todo a la capital de la República.
CIENCIA ECONOMIZA Y DETERIORO SOCIAL La
política Interna
LA SEGUNDA fase del porfiriato se caracterizo por tender hacia la decadencia en lo político,
debido tanto al envejecimiento natural del dictador y los ministros que junto con él
mantuvieron la inmovilidad del régimen, como por ser en este periodo cuando surge y se
desarrolla la oligarquía financiera que, con Limantour a la cabeza, dirigió la economía del país
e influyo sobre las decisiones gubernamentales, lo que dañó el prestigio de Díaz, ya de por sí
menguado con la reelección indefinida.
Quinto periodo de gobierno
Los científicos. A partir de 1896 fue notable la influencia de José Ives Limantour en la
política, gracias al prestigio que adquiriera al salvar al país, y obviamente al gobierno de
Díaz, de la terrible crisis financiera en que se encontraba. De allí en adelante, el presidente
deposito toda su confianza en el ministro de Hacienda y en el grupo de intelectuales que junto
con el se habían introducido en los medios políticos con el propósito de, según decían, “abogar
por la dirección científica del gobierno y el desarrollo científico del país”. Tal declaración del
grupo limantourista dio lugar al apodo de “científicos”, que entonces les aplico irónicamente la voz
popular, y que quedaría registrada en la historia.
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El grupo de los científicos fue el que organizo en 1892 la Convención Electoral para reelegir
a Díaz, y pretendió además, sin lograrlo, dar un giro democrático al gobierno. Y si con
aquella acción se ganaron la desconfianza del dictador, supieron retomar el camino y enfocar
sus aspiraciones de hacer ciencia hacia el campo de lo económico, para recuperar así la
confianza que Díaz les otorgaba mientras no traspasaran los límites de su poder. Sin
embargo, la influencia política de los científicos, aun cuando no fuera directa, sí fue
significativa para un tipo de gobierno que como el de Porfirio Díaz, era fundamentalmente
administrativo.
Los científicos formaron un circulo financiero alrededor de Limantour, representaban al
gobierno ante los bancos en calidad de consejeros, daban asesoría sobre problemas
fiscales, redactaban decretos sobre finanzas, patrocinaban ciertas empresas, e incluso
Servían de, intermediarios entre el gobierno y los capitalista extranjeros.
Con tales funciones, científicos fueron cobrando fama y fueron haciéndose cada vez mis,
influyentes, al grado de integrar una oligarquía que disfrutaba de grandes privilegios, pero
que por eso mismo se gano la envidia de otros grupos que formaban el cuerpo político. Con
su altiva postura de aristócratas y con los privilegios que les otorgaba el presidente, los
científicos se atrajeron la antipatía de la opinión pública, que llego a acusarlos de estar al
servicio de los intereses extranjeros, cuando en realidad sólo teman el papel de apoderados
ante las empresas foráneas. Limantour y el resto de los científicos fueron cimentando su
poder al amparo del presidente, dispuestos a esperar el desenlace final que, dada su
avanzada edad, les brindaría la oportunidad de sucederle en el gobierno de la nación.
La elite porfirista dividida. A medida que Porfirio Díaz envejecía, se planteaba con más,
urgencia el problema de la sucesión, y los científicos no eran los únicos interesados en el
poder.
La elite porfirista se había fragmentado en varios grupos, que se preparaban a ocupar el
poder ejecutivo cuando el dictador muriera o cuando la enfermedad lo hiciera renunciar. Pero
la vitalidad de Díaz continuaba inquebrantable y el viejo dictador no tema intenciones de
abandonar el poder, por el contrario, aprovecha la división que se manifestaba entre sus,
seguidores y prepare otra de sus características, maquinaciones políticas, con la intención de
que los aspirantes a sucederlo se envolvieran en las redes de su propia ambición.
A principios de 1899, Díaz comunicó a Limantour su decisión de no reelegirse para el,
siguiente periodo presidencial, y su deseo de apoyarlo para que fuera, quien ocupara la
presidencia. Le pidió que consultara al general Bernardo Reyes, entonces gobernador de,
Nuevo León, para que respaldara el proyecto, argumentando que tal respaldo era
indispensable porque dicho militar contaba con una gran reputación en él ejercito.
El prestigio del general Reyes no era sólo militar; había logrado con gran éxito el desarrollo
económico, de la entidad que gobernaba, y había convertido a Monterrey en una progresista,
ciudad industrial que enorgulleció al presidente y le sirvió de modelo para otras regiones,
todavía no desarrolladas. Tal eficacia en el desempeño político de Reyes hizo exclamar a
Díaz en ocasión de una visita que hizo a Monterrey, en 1898: “General Reyes, así se
gobierna; así se corresponde el soberano mandato del pueblo”. Con tal exclamación publica, el
dictador alentó las aspiraciones de Reyes y, al día siguiente de haber sido expresada, la prensa
regiomontana consideraba al general como presidenciable.
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En marzo de 1899 se celebro entre Limantour y Reyes el llamado Pacto de Monterrey, por el cual
el primero se comprometía a aceptar que el segundo ocupara el Ministerio de Guerra en su futuro
gabinete, a cambio de que Reyes lo respaldara en la candidatura presidencial. Al mes
siguiente, Limantour salió hacia Europa para renegociar la deuda externa, y durante su
ausencia, el ministro de Justicia e Instrucción Publica, Joaquín Baranda, hizo ver al
presidente que la candidatura de Limantour no satisfacía los requisitos constitucionales, ya que
era de padre francés, y tal situación planteaba la duda sobre si era necesario que un candidato
a la presidencia de la República tuviera que ser mexicano de nacimiento, y además de
padres mexicanos.
Basto aquella duda para que Díaz, que en muchos otros aspectos no se preocupaba por,
cumplir con la Constitución, decidiera posponer el plan de llevar a Limantour a la presidencia
hasta haber estudiado bien el caso. Ante tal circunstancia, Díaz “tuvo que aceptar” la
reelección para el periodo 1900-1904, encargando la campana al Circulo Nacional Porfirista,
integrado por incondicionales suyos.
La nueva reelección ocurría cuando el candidato perpetuo tema ya sesenta y nueve años,
pero a pesar de ese inconveniente, que preocupaba a la opinión publica y a los mismos
porfiristas, Díaz tema todavía a su favor la carta de triunfo de la paz y el progreso. El
cuatrienio que estaba por terminar había sido el mas prospero y tranquilo, situación que
manifestaba el cumplimiento de las promesas tantas veces hechas por Díaz en el pasado. La
brillante administración de Limantour al frente de la Secretaria de Hacienda, los excedentes
en las finanzas públicas, el constante incremento del PNB y, sobre todo, el despertar del
espíritu de empresa en los mexicanos, eran muestras palpables de que se habían alcanzado
las metas propuestas, y justificaban como nunca antes la continuidad del régimen.
Sexto mandato presidencial: 1900-1904
Al comenzar Porfirio Díaz su sexto periodo de gobierno, crecía la preocupación de la opinión
pública ante el problema que acarreaban al país el carácter personalista del presidente y su
resistencia a preparar un sucesor. Por eso, el dictador continuó con su proyecto del
cuatrienio anterior, en el sentido de manifestar su apoyo a Limantour, pero dejando abierta la
oportunidad a Bernardo Reyes, a quien nombro Secretario de Guerra. De esta manera
acallaba las preocupaciones sobre la sucesión presidencial y aparentaba preparar a su
heredero.
Díaz había prometido a Limantour, cuando le comunica su nueva reelección en 1899, que una
vez reelecto permanecería cuatro meses en el cargo, y luego pediría al Congreso una licencia
por tiempo indefinido, dejándolo a el en calidad de presidente sustituto, y respaldado por Reyes.
Pero pasaron cuatro meses, y habrían de pasar los cuatro anos, sin que Díaz cumpliera su
palabra, mientras la competencia entre los dos favoritos llegaba a convertirse en una lucha
abierta por eliminarse uno al otro.
Bernardo Reyes me tan eficiente en la Secretaria de Guerra como Limantour en Hacienda.
Representaba a una nueva generación de militares, que buscaba desplazar a los viejos
caudillos veteranos de la Guerra de Intervención Francesa, porque consideraba que estos
podían organizar un levantamiento armado en contra del gobierno. Reyes se dedico a la
tarea de descaudillar al ejército federal; logro también mejorar el salario de sus miembros,
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emprendió una reforma a fondo, organizando una milicia civil a la que llamo la Segunda
Reserva, la que agregada al ejercito regular, tenia como misión defender a la nación en caso
de guerra con otro país, de sublevación interna o de cualquier disturbio que amenazara la
paz.
Estas medidas fortalecieron políticamente a Reyes, y su popularidad alarmo al presidente e
intranquilizo también al primer favorito, pero habría de ser Díaz quien aprovechara la
rivalidad entre Limantour y Reyes. A finales de 1902, Porfirio Díaz comunicó al Partido
Nacional Porfirista su decisión de no presentarse a las elecciones de 1904, y de favorecer la
candidatura de José I. Limantour a la presidencia. Pero agregaba que si se levantaba una
“ola de agitación” contra Limantour, se vena obligado a reconsiderar su retire de la
presidencia.
Los porfiristas interpretaron las palabras del dictador como este quena que se interpretaran, y se
dedicaron a provocar la “ola de agitación” contra de la candidatura presidencial del ministro
de Hacienda.
El argumento fundamental que se manejo a través de la prensa en contra de la candidatura de
Limantour, fue el de su origen francos, pero uno de los periódicos -cuyos editores eran amigos
de Rodolfo Reyes, hijo del Secretario de Guerra- llevó mas lejos sus criticas y acuso de
corrupción al ministro de Hacienda y a los científicos mas allegados a este. Con esta
acusación, la ruptura entre reyistas y limantouristas me completa.
Los científicos presionaron a Limantour para que denunciara al general Reyes como director de
la campana de desprestigio en su contra, y presentaron ante Díaz el artículo original de
Rodolfo Reyes, con notas al margen escritas por el padre de este.
Ante esa prueba irrefutable, el presidente pidió al general Reyes su renuncia al Ministerio de
Guerra, aunque lo restituyo en su cargo como gobernador de Nuevo León.
Bernardo Reyes había sido eliminado de la contienda, pero la “ola de agitación” tuvo efectos
contra Limantour y el grupo de los científicos, cuyo apodo se convirtió en sinónimo de
corrupción. Pero también quedaba desprestigiado el dictador frente a la opinión publica, que
lo considero cómplice de la corrupción administrativa en Hacienda, mientras que, de paso,
quedaba comprobado una vez mas que Díaz aniquilaría a toda persona que se propusiera
sucederlo.
Preparativos para la quinta reelección. Ante la falta de un sucesor digno de Porfirio Díaz para
el siguiente periodo, los grupos porfiristas que rivalizaban entre si se conciliaron con el fin de
preparar una nueva reelección en 1904. El antagonismo político se daba no solamente entre
los grupos rivales surgidos de la contienda entre Reyes y Limantour, sino incluso entre los
grupos más cercanos al presidente, que se disputaban el privilegio de organizar la
reelección. Esos grupos eran el Círculo de Amigos del General Díaz por una parte, y los
miembros de la Convención Nacional Liberal por otra. Este último grupo era manejado por
los científicos, y se apresuraron a ganar terreno proponiendo a Díaz dos innovaciones para el
nuevo periodo presidencial, que comenzaba en 1904. Esas innovaciones eran: 1) la creación
de la vicepresidencia; 2) la prolongación del periodo presidencial a seis años.
Respecto a la creación de la vicepresidencia, y aunque Díaz se había opuesto a ella en el,
pasado, la aceptaba ahora porque los científicos lo convencieron de la necesidad de
127
institucionalizar la sucesión, y porque obtenla a cambio la prolongación de su mandato por dos
años mas, lo que para los científicos representaba, en cambio, la probabilidad de que Díaz
muriese antes de concluirlo. Además, ganarían otra jugada al obtener que fuera Ramón Corral el
elegido para la vicepresidencia, en tanto era una persona a la que podrían manipular
fácilmente.
Al iniciarse la Convención Nacional Liberal fue designado Francisco Bulnes, uno de los más
destacados científicos, para que presentara la candidatura reeleccioncita de Porfirio Díaz. El
discurso que Bulnes pronunció ofrecía un análisis de la situación política y económica del país
y destacaba las circunstancias que conducían a una nueva reelección. Los propósitos aparentes
del discurso eran los de examinar la candidatura de Díaz y justificar la quinta reelección, pero
llevaban oculta la intención de urgir al dictador, y a todo el país, a resolver el problema de la
sucesión en 1910 cuando concluyera el siguiente periodo presidencial, que debía ser el ultimo
para Díaz, ya que para entonces tendría ochenta anos.
Las criticas de Bulnes fueron severas; proponía la reelección, pero a su vez expresaba que era
aterrador el argumento a su favor, pues si se decía que el mantenimiento del general Díaz en
el poder era esencial para la preservación de la paz, del crédito y del progreso material, esto
significaba, dijo Bulnes, “anunciar al mundo que, después del general Díaz, caeremos en el
insondable abismo de donde hemos salido, y entonces, ¿como esperar que los banqueros
extranjeros nos concedan crédito cuando el limite de nuestra civilización es el limite de la
existencia del general Díaz?”
Al terminar su discurso, Bulnes concluía que la reelección debía servir “para que el general Díaz
complete su obra y cumpla con un sagrado deber, organizando nuestras instituciones con el
objeto de que la sociedad, en lo sucesivo y para siempre, dependa de sus leyes y no de sus
hombres”.
Periodo 1904-1910
Porfirio Díaz no supo o no quiso cumplir el deber señalado por Bulnes en su discurso, más bien
parece que el dictador lo tomó como un apoyo critico y no como una advertencia. En el periodo
1904-1910 se intensificaron los conflictos políticos a causa de la obstinada permanencia
de Díaz en el poder y de la persistente actitud personalista de su gobierno. Ocurrieron
también los más graves conflictos sociales de la segunda mitad del porfiriato, debido al alto
costo que el régimen tenia que pagar al haber sacrificado la justicia social en aras del progreso
material.
Oposición política
Influencia ideológica. Los conflictos del sexenio 1904-1910 se manifestaron en una oposición
abierta en contra de la dictadura, oposición que provenía del crecimiento de las nuevas
clases sociales -burguesía, clase media y proletariado-, y que se sustentaba en las
ideologías surgidas en Europa desde mediados del siglo XIX. Tales ideologías se formaron
como consecuencia de la acelerada expansión del desarrollo industrial, y se diversificaron en
una gama de grados que iban desde la moderada posición de la doctrina social de la Iglesia,
expresada por el Papa León XIII en su encíclica Rerum Novarum (1891), hasta el más radical
anarquismo, pasando por los socialismos utópicos y marxistas. Todas aquellas corrientes de
pensamiento tenían en común la búsqueda de soluciones a los graves problemas sociales
que se derivaron del acelerado proceso de industrialización en los países desarrollados,
128
problemas que en los países atrasados como México fueron aun más severos, tanto porque el
cambio fue más brusco como por los efectos negativos de la dependencia.
Por ello, muchos de los nuevos liberales pertenecientes a la clase media, ya no sólo se
preocupaban por tratar de cambiar a la dictadura por un gobierno democrático; les interesaba
también, como a los creadores del socialismo utópico en Europa, mejorar las condiciones de vida
de los trabajadores y corregir las fallas que tenia el proceso de industrialización en el aspecto
social. Algunos miembros de esta clase media intelectual entraron en contacto con las
tendencias anarquistas que se infiltraron en México a principios de siglo, y con algunas ideas
socialistas que ya se habían introducido entre ciertos sectores de la clase trabajadora, en las
décadas de 1870 y 1890, ideas que luego revivieron como consecuencia de la externa opresión a
que había llegado la dictadura porfirista.
Por otra parte, las ideologías europeas de corte socialista y anarquista tuvieron aceptación y
cabida entre los intelectuales mexicanos de principios del siglo XX, que trataban de
desplazar al positivismo por estar vinculado con las clases altas y con los grupos cercanos al
presidente Díaz. Los católicos de ideas avanzadas se fundamentaron en la encíclica Rerum
Novarum y empezaron a cuestionar las marcadas desigualdades sociales, y a proponer
reformas que consideraban necesarias par evitar una solución violenta a los problemas que ya
se manifestaban en el descontento popular.
La encíclica Rerum Novarum tuvo repercusiones significativas entre los grupos católicos de
México. En esencia, la encíclica rechazaba tanto al liberalismo capitalista como al socialismo
marxista; al primero lo acusaba de egoísta por buscar la ganancia material olvidando los
derechos de los trabajadores, y se oponía al marxismo porque este pretendía abolir la
propiedad privada, que era un derecho natural del hombre, y porque incitaba a la lucha
violenta, enfrentando a las clases sociales como si fueran enemigos naturales. León XVII
proclamaba el derecho de los trabajadores a la justa retribución de su esfuerzo, y a gozar de otras
compensaciones materiales y espirituales. Señalaba que las clases sociales se necesitaban
mutuamente, y opinaba que lo indicado era buscar la armonía entre ellas a través del amor
cristiano y el respeto.
Organizaciones católicas. Motivados por las doctrinas de la encíclica, algunos católicos
mexicanos organizaron congresos agrícolas y círculos de obreros, formaron grupos de auxilio y
cajas de ahorro. Planeaban, además, la protección de la niñez. La forma de disminuir la
miseria de los campesinos, la jornada de trabajo y el papel del Estado en lo social,
aumentarlos salaries y mejorar la situación de los indígenas.
Sin embargo, no se logro dar verdadera solución a los conflictos sociales porque las
organizaciones católicas se concretaban a exponer sus críticas y a insistir en la necesidad de
resolver los problemas de la clase trabajadora por vía legal; se oponían a la rebelión armada
como medio de cambio social, y confiaban todavía en que Porfirio Díaz realizara tal
transformación. Por tal motivo, el grupo católico brindo su apoyo a la reelección en 1904,
sobre todo cuando fue Corral y no Reyes a quien repudiaban por ser masón- el que quedo
como vicepresidente. No obstante, la preocupación del grupo católico, por la situación de los
obreros, se hizo patente en la formación de la Unión Católica Obrera, que para 1910 llegó a
contar con 53 centros en todo el país.
129
El Partido Liberal Mexicano. A principios del ano 1901 se reunieron en San Luis Potosí los
representantes de los clubes liberales que había entonces en la República, en un Primer
Congreso Liberal al que asistieron además representantes de la prensa oposicionista.
Encontrábanse los hermanos Flores Magón, quienes dirigían al periódico Regeneración, y
cuya labor en pro de la causa social seria de gran significación histórica. En tal Congreso se
pretendía hacer resurgir al Partido Liberal y, en consecuencia, a los principios de la Reforma que
el régimen porfiriano había relegado. No obstante que el Congreso se fundamentaba en la
tradición del liberalismo puro de la era juarista, incluía elementos del nuevo liberalismo en la
presencia de un grupo de jóvenes que habían entrado en contacto con las ideas de
tendencias socialista y anarquista, como Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia y otros no tan
jóvenes como Camilo Arriaga y Librado Rivera.
Los liberales congresistas se oponían radicalmente a la reelección de Porfirio Díaz, y se
negaban además a que fuera sucedido en la presidencia por Reyes o por Limantour, pues
consideraban que estos teman participación en los vicios del sistema y eran, por lo tanto,
incapaces de promover cambio alguno, ni político ni social. Los liberales dejaban muy en claro
su deseo de que la presidencia fuera ocupada por un autentico liberal.
Pronto se dio cuenta Díaz del peligro que representaba para su gobierno aquel Congreso
Liberal, y trato de desintegrarlo con sus acostumbradas artimañas políticas, que en este caso
no le dieron resultado debido a la autenticidad del movimiento. Recurrió entonces a medidas
coercitivas, confinando en prisión a los más aguerridos activistas. La dura represión contra
los liberales dio resultados favorables al gobierno; redujo considerablemente el número de
clubes de esta tendencia ideológica y obligo a cerrar a los periódicos que la defendían. Sin
embargo, el efecto contrario fue que la represión imprimió mayor estimulo a la oposición
liberal; desde la cárcel continuaron sus criticas al sistema los redactores de la prensa liberal
y, cuando salieron libres, después de casi un ano de confinamiento, siguieron reuniéndose
clandestinamente, para después huir al extranjero y planear desde allá la insurrección.
En 1904 los opositores liberales se exiliaron en Laredo, Texas, y luego se trasladaron mas al
norte al ser perseguidos por los agentes de Díaz, en complicidad con las autoridades
estadounidenses. Ya en San Antonio, Texas, reiniciaron la publicación del periódico
Regeneración, dirigido por Ricardo y Enrique Flores Magón y por Juan Sarabia, y la
continuaron luego en San Luis Missouri. A través del mencionado periódico difusor del
magonismo se llevó a cabo la reorganización de los clubes liberales que había dentro y fuera
de México, y se estableció comunicación con los simpatizantes del movimiento para que
aportaran sus ideas, con el fin de planear soluciones a los problemas nacionales. Tales
aportaciones sirvieron de base para que la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano,
instaurada en San Luis Missouri, en septiembre de 1905, y presidida por Ricardo Flores
Magón, elaborara un Programa que fue publicado en aquella ciudad estadounidense en julio
de 1906.
En resumen, el Programa del Partido Liberal Mexicano proponía un sistema de gobierno
verdaderamente democrático, que se practicara con autenticidad y fuera vigilado por el
pueblo. Consideraba ilegales todas las reformas efectuadas por el gobierno de Díaz a la
Constitución de 1857, que suprimían la reelección para el presidente y los gobernadores de
los estados. Eliminaba el servicio militar obligatorio y las restricciones impuestas a la prensa.
Ponía especial énfasis en el mejoramiento y fomento de la educación, que debía ser
completamente laica, para lo cual consideraba urgente la sustitución de las escuelas del
130
clero por escuelas estatales, y también por escuelas privadas, siempre que estas se
ajustaran estrictamente a los programas oficiales
El Programa exigía el cumplimiento de la Constitución en el sentido de que debía darse
preferencia al mexicano sobre el extranjero, precepto que Díaz había relegado por completo.
Respecto a las relaciones Iglesia-Estado, el Programa ordenaba al clero que renunciara a
sus pretensiones de gobernar al país, y se consagrara a sus oficios religiosos procurando
hacer de los católicos buenos ciudadanos. Pedía además que se nacionalizaran los bienes
raíces que el clero tenia en poder de prestanombres. En cuanto al trabajo obrero, se
proponía el establecimiento de la jornada de ocho horas y un salario mínimo general de un
peso, y de una cantidad mayor en las regiones donde la vida fuera más cara; prohibía en lo
absoluto el empleo de niños menores de catorce anos. Otros puntos sobre la reglamentación
para el trabajo eran: higiene en fabricas, talleres, alojamientos y otros lugares en que los
empleados tuvieran que permanecer por un tiempo prolongado; garantías a la vida del
trabajador, descanso dominical; indemnización por accidentes y pensión a los obreros
retirados; prohibición de multas y descuentos; obligación de pagar con dinero efectivo;
anulación de la deuda de los jornaleros; medidas para evitar abusos en el trabajo a destajo.
En la cuestión agraria, el Programa estipulaba que los dueños de las tierras estaban
obligados a hacer productivas todas las que poseyeran, y especificaba que aquellas que
quedaran improductivas habrían de ser tomadas por el Estado; además este daría tierras a toda
persona que las solicitara, sin más condición que dedicarlas a la producción agrícola y no
venderlas. Además se crearía un Banco Agrícola para otorgar préstamos a los
agricultores pobres. En lo relativo a impuestos, se proponía la abolición de los que se
consideraban abusivos, pero no entraba en detalles al respecto.
Por último, el Programa anunciaba que se confiscarían los bienes de los funcionarios que se
enriquecieron durante la dictadura porfirista.
La insurrección magonista. En 1906 el movimiento magonista enfrentaba serias dificultades. Sus
tres dirigentes -los hermanos Flores Magón y Juan Sarabia- tuvieron que refugiarse en Canadá
debido a que las autoridades estadounidenses les seguían un juicio por difamación, mientras
que el resto de los miembros de la Junta Organizadora permanecían en San Luis Missouri,
preparaba secretamente los planes para la insurrección contra Díaz y trataba de conseguir
recursos económicos. A pesar de esas dificultades, a las que se sumaba la desorganización
en que se encontraban los clubes liberales en el interior de México, se fijo la fecha del
levantamiento para octubre de 1906. Se contaba con que los exiliados políticos ubicados al
sur de los Estados Unidos se introdujeran a territorio mexicano, y llegaran simultáneamente
a los puntos estratégicos de la zona fronteriza, con el fin de sorprender al ejercito federal y
obligarlo a dispersarse.
Mas la insurrección magonista habría de fracasar. El gobierno de Díaz se enteró de los
planes debido a que la correspondencia de los liberales fue interceptada por las autoridades
postales de Estados Unidos, y debido también a que se habían infiltrado entre los insurrectos
algunos agentes del gobierno porfirista. Al conocerse los detalles del proyecto revolucionario,
se desato una severa persecución en contra de los rebeldes, tanto en México como en
Estados Unidos. Los magonistas fueron derrotados en combates que se libraron en Coahuila,
Veracruz y Chihuahua, y sus dirigentes apresados en Los Ángeles, California, cuando
planeaban un segundo intento de insurrección, que también se malogró. Después de este
131
segundo fracaso se dispersó el movimiento magonista, pero habría de tomar nueva fuerza con
las grandes movilizaciones armadas de la revolución maderista, entre 1910 y 1911.
Oposición maderista. A finales de 1908 apareció una publicación de tema político, escrita por un
miembro de aquella clase media que Díaz tanto se ufanaba de haber creado. El libro se titulaba
La sucesión presidencial en 1910. El Partido Democrático, y su autor, Francisco I. Madero,
pertenecía a una de las familias más prosperas del norte del país, cuya fortuna, acrecentada
en el porfiriato, se debía al genio emprendedor de Evaristo Madero, abuelo de Francisco, quien
desde mediados del siglo XIX había adquirido dos haciendas en el estado de Coahuila, con las
ganancias producidas por sus actividades en el transporte de mercancías entre Saltillo y
San Antonio, Texas. Aquellas haciendas fueron dedicadas especialmente al cultivo del
algodón, de la vid, del trigo y del guayule, materias primas con las que Evaristo Madero formo un
importante complejo industrial que habría de crecer con la prosperidad económica del país en los
últimos anos del siglo XIX.
La prosperidad de la familia Madero estaba además respaldada por las buenas relaciones
que don Evaristo tenia con sus trabajadores, a quienes proporcionaba un trato justo y les
facilitaba escuelas y hospitales para sus familias. Tal conducta, aunque en el fondo tuviera el
propósito desmejorar la capacidad productiva de las personas a su servicio, hablaba muya
favor de Evaristo Madero, en una época en que la gran mayoría de los empresarios no se
preocupaban por el bienestar de sus trabajadores. Evaristo Madero no salo se ocupo del
manejo de sus negocios, sino que se interese también en la política y me gobernador de
Coahuila; su personalidad tuvo una fuerte influencia sobre su nieto Francisco, a quien envió
como a otros miembros varones de su familia, a estudiar al extranjero. Francisco Ignacio
estudio comercio en Francia, y luego se traslado a los Estados Unidos para obtener
conocimientos sobre técnicas agrícolas modernas, que habría de emplear mas tarde en las
haciendas de su familia. En su estancia en el extranjero, Francisco I. Madero no sólo adquirió
conocimientos técnicos. Una muy especial inclinación por cuestiones filosóficas lo había
acercado a las ideas liberal-demócratas en Europa y en Estados Unidos, y se decidió a
adoptar aquella ideología como la única vía posible para solucionar los males de México.
Desde su regreso se propuso luchar por restituir el orden constitucional perdido por la
prolongada estancia de Díaz en el poder, aunque rechazaba la idea de lograr tales
propósitos mediante la lucha armada, pues consideraba a esta muy peligrosa para el
progreso material de México, e incapaz de garantizar un cambio efectivo.
La sucesión presidencial en 1910 fue escrito a la luz de las anteriores consideraciones.
Empezaba Madero con un elogio a la obra de Díaz indicando que este había prestado dos
servicios a la patria; uno era el de haber acabado con el militarismo, y el otro consistió en
borrar los odios que dividan a los mexicanos por medio de su política de conciliación.
Reconocía además otro merito en el dictador, que parecía ser el de mayor importancia para
Madero: “Haber ayudado para que el país entre de lleno al progreso material”. Después de los
elogios, Madero criticaba a Porfirio Díaz por haber provocado que, en aras del
crecimiento económico, las personas hubieran dejado de hacer política para dedicarse
egoístamente al propio enriquecimiento.
Juzgaba Madero que aunque Díaz tenía a su favor el gran desarrollo alcanzado por el país,
era un error atribuirle todo el progreso, puesto que otras naciones en igual tiempo habían
alcanzado un desarrollo mucho mayor. “Si en vez de gobierno absoluto -decía- lo hubiéramos
tenido democrático, quizá nuestro progreso material hubiera sido superior”. Hacia Madero un
132
llamado a la organización de partidos, para elegir en 1910 un vicepresidente que sucediera a
Porfirio Díaz cuanto este faltara, lo que haría posible el cambio político sin violencia. Creía que,
como había dicho Díaz a Creelman, el pueblo mexicano estaba ya apto para la
democracia.
Madero consideraba a José I. Limantour como la persona mas adecuada para ocupar la
vicepresidencia; opinaba que Ramón Corral profesa todos los vicios del sistema, y rechazaba a
Bernardo Reyes por considerar que con él se daría un regreso al militarismo.
El libro de Francisco I. Madero habría de constituir una de las causas principales que
provocaron la Revolución en 1910, aunque en el momento de ser escrito no llevara la
intención de encender la mecha de un conflicto armado contra el régimen porfirista. De sus
paginas se deduce que Madero no buscaba una transformación radical, sino una corrección
de las fallas del sistema; aceptaba como positivo el progreso material del país, y para el lo
único que hacia falta era el establecimiento de un verdadero régimen democrático que
enmendara los males ocasionados por la prolongada dictadura y continuara consolidando el
desarrollo económico.
La publicación de La sucesión presidencial en 1910 no fue la única actividad política de
Madero en los anos anteriores al inicio de la Revolución. Estuvo seguramente interesado en
los sucesos ocurridos alrededor del Congreso Liberal, mantuvo correspondencia con Ricardo
Flores Magón, y llego a proporcionar ayuda financiera a la causa del Partido Liberal
Mexicano, pero se distancio del magonismo cuando este movimiento opto por la lucha
armada. A partir de la publicación de su libro, Madero aumento considerablemente sus
actividades políticas; en enero de 1909, comenzó a organizar en Coahuila un partido
independiente fundamentado en el principio de no reelección. Al mes siguiente se traslado a la
ciudad de México con el propósito de dar a su partido difusión nacional. La dictadura
porfirista se acercaba al comienzo del fin.
La política externa
La político exterior y la entrevista Díaz-Creelman. Para la segunda mitad del sexenio, la
situación política de México preocupaba en gran medida a las potencias extranjeras que
tenían inversiones en el país, principalmente a los Estados Unidos. Los gobiernos de esas
potencias estaban conscientes de que se avecinaba inevitablemente un cambio de gobierno,
debido a la avanzada edad del dictador, y temían que perjudicara sus intereses.
Por otra parte, las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y México se habían enfriado
debido a dos razones fundamentales: la primera era el hecho de que el gobierno porfirista
había estado tratando de disminuir la influencia estadounidense en la economía mexicana, por
un lado al atraer a los capitalistas alemanes y japoneses (competidores imperialistas de los
estadounidenses), y al nacionalizar las empresas ferrocarrileras, por otro.
La segunda razón del distanciamiento entre México y los Estados Unidos era que la violencia
popular había empezado a manifestarse peligrosamente en contra de los ciudadanos de ese
país, a causa del creciente descontento de la clase trabajadora frente al trato preferencial que
el régimen porfirista otorgaba a los extranjeros.
Tras los sucesos de Cananea y Rió Blanco, que se comentan en otra sección de esta unidad,
empezaron a circular rumores acerca de que en México se preparaba un movimiento anti
133
estadounidense, y en los medios financieros interacciónales se llego a temer el estallido de una
revolución en todo el país.
Por todo ello, una revista estadounidense, Pearson 's Magazine, recogió las inquietudes de
los políticos y empresarios de su país y envió a México a un reportero, James Creelman,
para que entrevistara al presidente Díaz acerca del futuro político de la nación. El reportaje,
que en México fue publicado a principios de marzo de 1908, habría de tener una
trascendencia histórica muy probablemente no sospechada por Creelman o por Díaz. Las
palabras que el presidente mexicano expreso al reportero habrían de fundamentar en buena
parte la revolución que los extranjeros temían, y sobrevino poco menos de dos anos después de
la entrevista. Por otra parte, el hecho mismo de que aquella estallara, manifestaba
claramente los síntomas de decadencia de la prolongada dictadura.
En síntesis las declaraciones de Porfirio Díaz ante Creelman exaltaban la democracia como “el
único principio de gobierno justo y verdadero, aunque en la practica solo sea posible para los
pueblos suficientemente desarrollados”. Reconocía Díaz que durante su larga
permanencia en el poder había adoptado una política patriarcal, restringiendo las tendencia
populares “con una fe completa en que una paz forzada permitiría la educación, y a la
industria y al comercio desarrollar elementos de estabilidad y unidad en un pueblo que por
naturaleza era inteligente y sensible”. Confiesa haber sido muy duro, algunas veces hasta
llegar a la crueldad, pero que había sido necesario, para la vida y progreso de la nación. “Si hubo
crueldades, -dijo- los resultados las han justificado”.
Aseguraba el dictador haber esperado pacientemente el día en que el pueblo estuviera
preparado para cambiar su gobierno, sin peligro de revoluciones armadas y sin daño para el
crédito y el progreso de la nación, y dijo creer que ese día había llegado. Hacia estas
declaraciones después de haber señalado que en varias ocasiones había tratado de dejar la
presidencia para retirarse a la vida privada, pero que se había visto forzado a permanecer en el
poder por el bien de la nación, que depositaba en el su confianza, y se desestabilizaba cuando
el presidente se separaba de su cargo, aunque fuera temporalmente.
Se enorgullecía Díaz de lo que su administración había logrado, de haber permitido la
formación de una clase media que el país no tema antes; afirmaba que la clase media es
elemento activo de toda sociedad, y que el desarrollo de la democracia dependería en
México de esa clase media “activa, trabajadora, amante del adelanto”. Prometió firmemente
ante Creelman retirarse del poder al termino del periodo gubernamental en 1910,
cualesquiera que fueran las opiniones de sus amigos y partidarios. “Daré la bienvenida -dijoa un partido de oposición. Si aparece, lo veré como una bendición, no como un mal, y si
puede desarrollar poder, no para explotar sino para gobernar, estaré a su lado. Lo ayudare,
lo aconsejare y me olvidare de mi mismo en la feliz inauguración de un gobierno
completamente democrático en mi patria”. Estas ultimas palabras habían de tener notable
trascendencia en la política nacional, pues alentaban a la clase media a formar partidos de
oposición, con la confianza de que el dictador habría de permitir ya el libre juego de la
democracia en las elecciones de 1910, y cuando tal confianza fue traicionada, la misma clase
media exigió con las armas el retiro que Díaz no había querido realizar voluntariamente.
Relaciones con el gobierno de los Estados Unidos al acercarse el año de 1910. Para el final
de la primera década del siglo XX se habían deteriorado las relaciones del régimen porfirista
con el gobierno estadounidense, y eran varias las causas de tal deterioro. Los graves
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problemas sociales que aquejaban a México se habían traducido en un violento rechazo a los
ciudadanos estadounidenses residentes en el país, sobre todo después de la huelga de
Cananea, Sonora, en la que los rangers intervinieron contra los trabajadores mexicanos. Los
brotes populares que atacaban a los ciudadanos, e incluso acusaban al gobierno de los
Estados Unidos, dieron ocasión a que la prensa de ese país organizara una campana de
rumores, asegurando que los trabajadores mexicanos se proponían destruir todas las
propiedades de los estadounidenses en México. Tales rumores, fundados o no, comenzaron a
preocupar seriamente al gobierno de Washington.
Había otros dos aspectos importantes que motivaron el enfriamiento de las relaciones
diplomáticas entre ambos países, uno de carácter económico, y el otro relacionado con la
diferente posición de los dos gobiernos en la política internacional. El primer problema surgió
por las muestras de independencia económica que dio el gobierno mexicano con la
nacionalización de los ferrocarriles en 1908, medida que provoco el resentimiento de los
estadounidenses, aun cuando las operaciones de nacionalización se efectuaron de acuerdo
con la ley y en ella participaron varios bancos de Estado Unidos. Más grave aun para el
gobierno estadounidense, dentro del aspecto económico, era el hecho de que el gobierno
mexicano tratara de disminuir la influencia del capital de ese país, invitando a Japón y a
Alemania a que también invirtieran en México; es precise recordar que en aquel tiempo se
estaba gestando la lucha de estos países por la competencia imperialista.
El problema de política internacional entre México y los Estado Unidos estaba vinculado con
los conflictos entre el gobierno de este y el de Nicaragua, surgidos porque el gobernante de
esa nación, José Santos Zelaya, había convocado una reunión de países centroamericanos.
Tal acción había provocado el disgusto del gobierno de Washington contra Zelaya, y contra
los países que apoyaran su iniciativa. Díaz guardaba buenas relaciones con Zelaya, pero fue
cauteloso y le aconsejo que renunciara pacíficamente al poder antes de provocar una
intervención militar estadounidense. Cuando Zelaya renuncio, Porfirio Díaz le ofreció asilo en
un barco de guerra mexicano, y esto basto para atraerse el disgusto del gobierno de Estados
Unidos.
A pesar de esas discrepancias -o quizá debido a ellas-, se celebro en octubre de 1909 el
primer encuentro entre los presidentes de México y de Estados Unidos, en tierra mexicana.
El encuentro Díaz-Taft tuvo lugar en Ciudad Juárez y estuvo revestido de todo el aparato
diplomático de rigor, y en un ambiente de aparente cordialidad. Sin embargo, las relaciones
habrían de hacerse todavía más tensas en los siguientes dos años, con motivo de varios
asuntos:
• La negación definitiva de México, en 1910. a seguir facilitando al gobierno estadounidense
el use de Bahía Magdalena, en Baja California, para practicas y abastecimiento de su
armada.
• Los intentos del gobierno mexicano por la vía diplomática, para que Estados Unidos
devolviera El Chamizal, porción del territorio mexicano situado entre Ciudad Juárez y la
margen sur del no Bravo, el cual, debido a un desplazamiento del no hacia el sur en el año
de 1864, había quedado del lado estadounidense. (Una comisión de arbitraje fallo a favor de
México en junio de 1911 -ya depuesto Díaz pero habría de ser hasta 1962 cuando el gobierno
de los Estados Unidos reconociera el fallo.)
• La campana de desprestigio contra el sistema judicial mexicano, por haber decidido en
contra de los intereses estadounidenses y en favor de los agricultores mexicanos de la
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Comarca Lagunera, que habían sido privados del agua necesaria por la Compañía Agrícola e
Industrial de Tlahualillo, perteneciente a empresarios estadounidenses e ingleses.
• Las críticas provenientes de los Estados Unidos dirigidas a los procedimientos judiciales y
las medidas administrativas mexicanas, en contra de la U.S. Banking Co., Único banco
estadounidense en México, con fuertes intereses anglocanadienses, cuyas prácticas
fraudulentas fueron comprobadas.
• El apoyo que el gobierno de Díaz otorgo a la compañía petrolera inglesa Pearson and Son,
al darle grandes concesiones de tierras para exploraciones y explotación de yacimientos
petrolíferos, con el propósito de evitar el control de Estados Unidos en esa importante y
estratégica área productiva.
Por estas razones puede explicarse el enfriamiento de la relaciones entre México y Estados
Unidos, y también es posible entender por que el gobierno porfirista no pudo contar con la
colaboración de Washington ante el empuje de la revolución maderista.
La Economía
Agricultura y ganadería
Las características esenciales de la producción agrícola quedaron establecidas desde la
primera fase del periodo porfiriano, y en la segunda no hay cambios sustanciales. Si hay algo
que distingue a las políticas agrarias en los anos 1895 a 1910, fueron principalmente las
medidas del ministro de Hacienda, José I. Limantour, quien en 1908 otorgo una concesión a
los bancos Nacional de México, de Londres y México y central Mexicano de Comercio e
Industria, para que establecieran una Caja de Prestamos destinados a obras de irrigación y
fomento de la agricultura. Pero resulto que tal Caja de Prestamos, en lugar de ayudar a los
pequeños terratenientes -que eran los más necesitados-, repartió la mayor parte del capital
entre personas que en muchas ocasiones lo destinaron a negocios ajenos a la agricultura.
En cuanto a lo que propiamente fue la producción, se incremento la de algunos cultivos, sobre
todo de aquellos destinados a la exportación, como el henequén, el ixtle, la caña de azúcar, el
café, el tabaco, siendo el henequén el que superara los niveles de crecimiento respecto de los
productos del sector agrícola de exportación. También hubo crecimiento en las materias primas
para el interior, sobre todo después de la devaluación del peso, cuando se logro sustituir la
importación de materias primas. En cambio, la producción de bienes de consumo para el interior
manifestó una tendencia a la baja.
Explotación forestal. La producción de maderas finas -la caoba, el cedro, el ébano- se
incremento notablemente entre 1897 y 1907, y llego a las 718 mil toneladas en el último de esos
años. La producción de maderas corrientes -encino, mezquite, ocote, oyamel, pino, roble- tuvo
también un incremento en el periodo señalado, aunque no tan elevado como el de las maderas finas.
La ganadería. Este renglón productivo, que en los primeros anos del porfiriato se exploto de
manera irracional, alcanzo una gran importancia comercial con el avance económico del país
y el crecimiento demográfico, y la explotación de la ganadería se dio tanto en su forma
directa como en los productos derivados. El ganado bovino fue el más importante y buena
parte de d se destinaba al mercado estadounidense; se criaba en las grandes haciendas de
Chihuahua, Sonora, Jalisco, Tamaulipas y Zacatecas. Los ganados ovino y caprino seguían
136
en importancia y su crianza se había venido practicando desde hacia tiempo en forma de
pastoreo en los estados de Oaxaca, Guerrero y Puebla. Durante el porfiriato, la cría de este
ganado paso a las grandes fincas del noreste y la mesa central. También aumento la
producción de ganado caballar, en su mayoría localizado en las zonas Norte, Golfo, Centro y
Pacifico Norte.
Para 1910, en el conjunto de la economía mexicana, el sector agropecuario representaba
aproximadamente un tercio del PIB.* es decir, mucho más que cualquier otro sector tornado de
manera aislada, y la población dedicada a las actividades agropecuarias y forestales paso del
58.38% al 64.34% de la PEA** nacional entre los anos de 1895 y 1910.
La minería
La producción minera registra un incremento notable en el periodo 1895-1910, destacando el
más rápido crecimiento de los minerales industriales, cuya exportación se inicia en 1892 y
alcanza para 1910 un incremento del 507% de la producción minera, en comparación con la
de metales preciosos. Que solo aumenta el 197%. El notable crecimiento en ambos sectores
de la minería se puede explicar por el mejor aprovechamiento de los factores de producción;
en primer lugar, se mejoro la eficacia del trabajo minero, gracias a la experiencia acumulada
y el aumento de conocimientos técnicos; en segundo término, se mejoraron las técnicas de
exploración y explotación de materias primas. En tercer lugar, se introdujeron innovaciones
tecnológicas que permitieron un mayor rendimiento de los recursos. Lo anterior se refleja en
el aumento considerable de la productividad en los últimos quince anos del porfiriato: de casi
18 mil kilogramos producidos en promedio por trabajador en 1897, se llego a cerca de 48 mil
en 1907.
En cuanto al capital, hay que recordar que fueron las inversiones extranjeras las que,
alentadas por las leyes mexicanas, constituyeron el factor más importante del incremento en la
producción minera. Un calculo hecho en 1911 sobre el monto de tales inversiones revela que el
total de la inversión extrajera en el sector minero ascendía a 817 199 140 pesos. Dicha suma
se dividió por países, de la siguiente forma:
Naciones
Pesos mexicanos
Porcentaje del total
Estados
Unidos
Francia
Inglaterra
Otros países
499 000 000
61.7
179 500 000
116 887 140
21 760 000
21.8
14.1
2.4
* Producto Interno Bruto
** Población Económica Activa
Un factor importante en el crecimiento de la producción minera me la tecnología, sobre todo con
la introducción de la fuerza hidroeléctrica, que comenzó a desarrollarse en México a partir de
1890, y que proporciono grandes ventajas a la minería al reducir los gastos y lograr que la
mecanización se extendiera rápidamente.
137
En general, fue muy importante el crecimiento del sector minero durante todo el porfiriato,
pero desafortunadamente hubo de destinarse casi en su totalidad a la exportación. La
legislación sobre minerales, que buscaba intensificar la producción, acabo por enajenar al
extranjero la propiedad de las minas. Por otra parte, dadas las características de
dependencia, los precios de los metales mexicanos de exportación estuvieron ligados a las
fluctuaciones del mercado internacional, y registraron en conjunto una tendencia a la baja
debido básicamente a la depreciación de la plata.
Industria de transformación
La industria de transformación registra un notable avance entre 1890 y 1910, cuando se
amplió la inversión extranjera en este sector e hicieron su aparición las grandes sociedades
anónimas del exterior, además de que se inicio la participación del capital mexicano, con el
establecimiento de fábricas mecanizadas con tecnología moderna. Tales fabricas se
dedicaron a muy diversas actividades: textiles, papelería, calzado, azúcar y piloncillo, pastas y
conservas alimenticias, destilería y vitivinícolas, cervecerías, cigarros y puros, papel,
imprenta, productos químicos, explosivos, aceites, jabones, loza y vidrio, cemento y
siderurgia. Esta ultima constituyo la gran novedad del sector industrial a finales del porfiriato,
pues se estableció la primera planta en América Latina; la industria siderurgia llego a tener un
incremento muy alto entré 1904 y 1911.
Las nuevas fábricas se establecieron principalmente en las grandes ciudades donde se
concentraba el mayor número de consumidores, como México, Guadalajara y Puebla o bien
en los puntos importantes que tocaban las líneas ferroviarias, como es el caso de Monterrey
y Orizaba.
Junto al crecimiento notable de la moderna industria, sostenida básicamente por el capital
exterior, persistía la pequeña industria, débil y desorganizada, dedicada a la manufactura de
productos tradicionales para el mercado interno, en talleres donde operaba un pequeño
número de obreros. Naturalmente, tales industrias se encontraban en desventaja respecto de las
modernas industrias, y estaban expuestas a sucumbir en casos de crisis financieras como la que
ocurrió en 1907. En cambio, en las fábricas modernas creció considerablemente el número de
trabajadores y empezó a formarse el moderno proletariado industrial mexicano. Entre 1895 y
1910 hubo un incremento de 52 mil empleos que requirió de la demanda de obreros
calificados, y aunque tal demanda se satisfacía en muchos casos con trabajadores extranjeros,
cabe destacar como el trabajador mexicano, que al principio solo conocía técnicas
artesanales, fue asimilando las técnicas modernas y adaptándose a los complejos procesos
avanzados de manufactura.
Los capitales. Las primeras inversiones extranjeras provinieron inicialmente de extranjeros
residentes en México, franceses y sobre todo españoles, que aquí habían hecho sus
capitales, en gran parte gracias a sus actividades comerciales, y que invirtieron en la
industria textil a partir de 1889. Un poco mas tarde, entrarían en el país los capitales del
exterior y habrían de colaborar a la expansión de la industria en ramas diversas.
En el sector textil encontraron incentive los capitales ingleses, que se dedicaron a la
manufactura de tejidos de yute. La industria tabacalera estaba principalmente financiada por
capitales franceses y españoles, aunque también había algunas fábricas pequeñas,
propiedad de inversionistas alemanes. La industria cervecera se desarrollo de forma notable
138
en esta época, y fueron fundamentalmente capitales alemanes, además de algunos
españoles y mexicanos, los que se invirtieron en la producción de cerveza, en modernas
fábricas que se instalaron en varias regiones del país. La industria química me financiada en
parte por capitales alemanes. Los capitales estadounidenses prefirieron invertir en la
industria extractiva: la minería, el petróleo, la industria azucarera; aunque también lo hicieron en
la construcción de los ferrocarriles.
La inversión extranjera en la industria de transformación alcanzaba, a finales del porfiriato, la cifra
de 131 millones de pesos, desglosada de la siguiente manera:
Naciones
Francia
Alemania
Estados Unidos
Inglaterra
Millones de pesos
Porcentaje del total
72
27
21
55.2
20.5
16.1
11
8.2
No obstante el gran peso que tema el capital extranjero en la industria mexicana de
transformación, los inversionistas mexicanos participaron de forma considerable en el
desarrollo de este sector económico. En la obra dirigida por Daniel Cosió Villegas, Femando
Rosenzweig afirma que el 71 % del capital invertido entre 1886 y 1910 en las nuevas
industrias fue aportado por mexicanos, y el 29% por extranjeros.
Muchos mexicanos fueron accionistas en las compañías textiles, en las fábricas de calzado, en
las empresas tabacaleras y en las cervecerías, como es el caso de la Cervecería
Cuauhtémoc, de Monterrey. La industria azucarera permaneció en su mayor parte en manos de
nacionales, dedicados a ella desde tiempo atrás. También en la naciente e importante
industria siderurgia, los inversionistas mexicanos participaron en la Fundadora de Fiero y
Acero de Monterrey, que empezó a trabajar en 1902 con capitales estadounidense, francés y
español, además del que invirtieron los mexicanos.
En síntesis, entre 1889 y 1905 se dio el crecimiento que, acelerado a partir de 1896, sena
decisiva en la formación de una infraestructura industrial moderna con capitales abundantes,
nacionales y extranjeros, importación de tecnología, reducción del sistema artesanal y
surgimiento de la industria pesada.
En 1906, el crecimiento de la industria se detiene y entra en una rase depresiva en algunas de
sus ramas, agravada por el pánico producido por la crisis financiera que estallo en Nueva York en
octubre de 1907, la cual tendría en México serias repercusiones e intensificaría los problemas
sociales que para entonces habían empezado a manifestarse.
Aspectos financieros
Sistema bancario. José I. Limantour ocupo el cargo de ministro de Hacienda en medio de
una crítica situación financiera. Una de sus mas importantes medidas fue expedir la Ley
General de Instituciones de Crédito, en 1897, con el propósito de reorganizar los bancos con
un criterio de especialización que consideraba únicamente tres tipos de instituciones: bancos
de emisión, autorizados para fabricar moneda en metálico y en billetes; bancos
139
refaccionarios, que otorgarían créditos para fomentar las actividades industriales y
comerciales, y bancos hipotecarios, que habrían de efectuar operaciones de hipoteca sobre
fincas urbanas y rurales. Con tal especialización bancaria se pretendía configurar un sistema
nacional de crédito que fuera ordenado y efectivo, bajo la vigilancia de la Secretaria de
Hacienda.
Como resultado de tal medida, comenzó a crecer el número de bancos, principalmente de los de
emisión, que se instalaron en casi todos los estados de la República; en cambio, los otros dos
tipos apenas mostraron desarrollo. La Ley General de Instituciones de Crédito no dio el resultado
esperado, porque las autoridades siguieron concediendo privilegios a un reducido número de
personas y, en general, la ley no file acatada. La situación bancaria no se resolvió y las
deficiencias del sistema, sobre todo la falta de liquidez de la mayoría de los bancos, se hicieron
manifiestas al producirse la crisis económica de 1907.
Deuda externa. La renegociación de la deuda externa era un asunto de singular importancia
para Limantour, porque aproximadamente el 80% de los ingresos públicos -que en aquel
entonces proveían en gran medida de los impuestos al comercio exterior- eran absorbidos
por el pago anual obligado en razón de los compromisos contraídos con los países
acreedores. En 1899 Limantour acepto la proposición ofrecida por un consorcio de bancos
alemanes e ingleses, según la cual se podría reconvertir las distintas deudas con el exterior
en un solo empréstito global. Dicho empréstito consistió en 23 millones de libras esterlinas al
5.62%, amortizables en 25 anos.
Pero aquella solución fue momentánea, pues la crisis económica de los Estados Unidos en
1900, repercutió en México a través de una nueva depreciación de la plata, con la
consecuente devaluación del peso y, obviamente, el aumento de la deuda externa. Esta
nueva situación de crisis económica obliga al gobierno mexicano -como siempre que se
hacían sentir los efectos de los ciclos depresivos de la plata- a recurrir a la desventajosa
solución de obtener nuevos empréstitos del exterior. Para 1909, la deuda pública nacional
llegaba a los 450 millones de pesos, que el gobierno se obligaba a pagar con una cantidad
de 42 millones de pesos anuales, que equivalían al 30% de los ingresos públicos.
La reforma monetaria de 1905. La inestabilidad monetaria provocada por las continuas
fluctuaciones del precio de la plata obligo al gobierno porfirista a llevar a cabo, en 1905, una
reforma monetaria consistente en la adopción del patrón oro, estableciendo una relación
bimetálica de una cantidad de oro por 32 de plata, con lo que prácticamente se aceptaba la
devaluación del peso mexicano en un 50%.
Los propósitos de la reforma fueron: 1) equilibrar la relación cambiaria con el exterior, 2)
nivelar la circulación interna; 3) promover una política antiinflacionario; 4) fomentar el
desarrollo industrial, agrícola y minero del país.
Sin embargo, ninguno de estos objetivos se cumplió. En cambio, se dejo de acunar plata en
la Casa de Moneda, y este metal fue desapareciendo del sistema monetario mexicano, lo
que provoco una fuerte contracción de la circulación interna. Se tuvo entonces que recurrir a
la emisión de moneda en casas estadounidenses, que acuñaron pesos-plata y moneda
fraccionaria mexicanos. Durante el ano fiscal 1906-1907 se puso en circulación la cantidad
más grande de monedas en la historia, con objeto de restablecer el equilibrio del circulante,
140
pero en octubre de 1907 una nueva crisis económica estallo en Estados Unidos, la cual
habría de ser la más grave de todas las que sufrió el porfiriato.
Consecuencias socioeconómicas de la oligarquía financiera. Una característica socio
económica del periodo 1985-1910 consistió en la formación y desarrollo de un sector
oligárquico, que surgió como resultado del crecimiento económico y de los privilegios que el
sistema porfirista otorgo al grupo de los científicos quienes, con el pretexto de sus
conocimientos en ciencia económica, manejaron el cerdito abusando de su posición como
jefes de las finanzas.
Al concentrarse el poder financiero en aquella elite, que era a la vez industrial, terrateniente y
comercial, ese grupo privilegiado manejo en su propio provecho los depósitos de dinero que
hacían las personas particulares a los bancos; llego a darse el caso de que el capital de los
bancos desaparecía en poco tiempo, debido a los cuantiosos prestamos que hacían a sus
propios funcionarios. Tal situación ocasiono una desastrosa contracción del crédito, que
acabo de agravarse con la crisis de 1907; cuando Limantour quiso remediaría era demasiado
tarde, y se habían conjugado otros problemas de índole sociopolítica que el decadente
régimen porfirista ya no podía resolver.
Comercio y transporte
Comercio exterior. Durante los anos transcurridos entre 1877 y 1889, las importaciones
habían sido superiores a las exportaciones; en cambio, en anos posteriores y sobre todo
entre 1893 y 1900, las facilidades creadas en la primera etapa del porfiriato hicieron posible un
considerable aumento de las exportaciones, favorecido también por la progresiva
devaluación del peso mexicano. Esta situación permitió no solo alcanzar el equilibrio en la
balanza comercial, sino incluso lograr el superávit, cuyo promedio anual entre 1893 y 1900 fue
de 25.3 millones de pesos.
Sin embargo, cuando sobrevino la crisis del comercio mundial en 1901, y después la de
1907, se contrajo la demanda externa y cayeron los precios internacionales, con el resultado
negativo para México de que se redujeran las exportaciones en mayor medida que las
importaciones, de manera que la balanza comercial tuvo un saldo adverso, en los años 1903,
1907 y 1908.
Comercio interior. En la segunda fase del porfiriato, el comercio interior se vio desarrollado como
consecuencia de la estabilidad política, y sobre todo a raíz de la construcción de
ferrocarriles troncales que, además de mejorar la comunicación, permitió proporcionar
ocupación fija y mejor remunerada a una parte de la población, que gracias a ello pudo gozar de
una mas alta capacidad de compra. Tal aumento en el nivel de vida y la favorable decisión
gubernamental de suprimir las alcabalas, despertaron en mucha gente el interés por
acrecentar las actividades comerciales.
El consumo de materias primas, alimentos y bebidas, creció constantemente entre 1897 y
1907, aun cuando hubo anos de malas cosechas en los que el crecimiento fue menor. Las
materias primas que se consumían en mayor volumen eran de origen agropecuario, que
entre 1892 y 1900 llegaron a sobrepasar a las de origen minero o industrial. Fue a partir de 1901
cuando dio comienzo una baja en el consumo de productos agropecuarios, en relación con los
mineros e industriales.
141
Respecto de la distribución geográfica del comercio interior, los grandes centros de consumo
fueron la zona central -en donde se concentraba un poco mas de la mitad del comercio al
menudeo-, y la zona norte, con una quinta parte del total. En estas zonas, los lugares de
consumo mas elevado fueron las concentraciones urbanas como México, Veracruz, Puebla,
Guadalajara y Monterrey. Las capitales de los estados fueron también los centros motores del
comercio, tanto al mayoreo como al menudeo.
La importancia comercial de los centros urbanos obedeció a tres factores: su densidad de
población, el grado de desarrollo productivo y los recursos naturales de cada estado.
Además de otros factores de índole sociocultural, la variedad de climas y la topografía del
territorio mexicano, hizo posible la formación de “zonas” o regiones geoeconómicas, que
comparten características similares dentro de una cierta homogeneidad, lo cual permite un
desarrollo armónico a cada una de ellas.
Por eso las actividades económicas observan un comportamiento homogéneo por zona y, en
cambio, mantienen diferencias respecto del resto del país. La agricultura, considerada como
actividad primaria durante el porfiriato, era generalmente practicada en todo el territorio de la
República, en tanto que tendió a ubicarse en las zonas Norte, Centro y Pacifico Norte,
contribuyendo a la rápida comercialización de esas regiones, ya que sus productos eran
vendidos dentro y fuera del territorio mexicano, y con el producto de esas ventas se
compraban en distintas zonas los artículos derivados de otros sectores productivos. La
minería me un estimulo constante al intercambio comercial, mientras que la industria, todavía
incipiente, influía muy poco en el comercio y servia mas bien a los intereses de los centros
urbanos de población que se desarrollaron en las zonas Central y Norte.
El transporte. Los ferrocarriles. En 1898, Limantour se propuso regular el sistema de
concesiones a las compañías ferrocarrileras sobre las líneas que habrían de construirse a
partir de 1900. El interés de Limantour en tal regulación obedecía fundamentalmente a la
necesidad de resolver la duda que se planteaba respecto de si las empresas teman derecho de
propiedad absoluta sobre las vías, material rodante y edificios, o si gozaban únicamente del
usufructo de los mismos.
Con base en lo anterior, la Secretaria de Hacienda expidió en el mismo año la primera Ley
General de Ferrocarriles, donde establecía que las concesiones serian menos generosas, y que
solo se otorgarían cuando se tratara de tender líneas férreas destinadas a satisfacer las
necesidades económicas del país, y que sirvieran para unir el interior de la República con los
puertos mas importantes. De acuerdo con la citada ley, a partir de 1900 las empresas
ferrocarrileras deberían:
• Sujetar sus tarifas a la aprobación gubernamental.
• Aceptar que los interventores e inspectores del gobierno observaran las obras y el manejo de los
ferrocarriles.
• Transportar gratuitamente toda clase de correspondencia y carga postal.
• Permitir al gobierno el libre uso de sus líneas telegráficas.
142
• Aceptar la disposición de que ninguna concesión se hiciera por un plazo mayor de 99 años, al
cabo de los cuales la empresa pasaría a ser del dominio de la nación con todas sus vías, equipos e
instalaciones.
Años más tarde, en 1908, se formalizo un convenio entre el gobierno mexicano y las
empresas extranjeras que consolidaba las propiedades ferrocarrileras de estas en una sola
empresa constituida y ubicada en México. Así quedo establecida la Compaña de los
Ferrocarriles Nacionales de México, en la que el Estado mexicano obtuvo una participación
mayoritaria, basada en las siguientes consideraciones:
“Las empresas del ferrocarril Central Mexicano y el Nacional de México serian fusionadas
para eliminar la competencia entre ellas y reducir los gastos de explotación; el dominio de l
Estado se aseguraría sin pago alguno en efectivo, ni títulos de deuda u otra clase de valores; las
deudas de las empresas también serian consolidadas mediante un convenio que evitase
cualquier intervención de los acreedores, quienes serian amparados con garantías
gubernamentales; se crearía un fondo especial para construir mas líneas ferroviarias, y se
nacionalizaban todas las propiedades de los ferrocarriles incluidos en el convenio con los
accionistas extranjeros.”
La nacionalización abarcó aproximadamente el 58% de la red ferroviaria de entonces. La
estructura social
En la segunda fase de la etapa porfirista (1895 a 1910), la sociedad mexicana presentaba una
problemática surgida como consecuencia de la manera en que fuera incorporada al proceso
productivo industrial en un país que, como México, había sufrido una prolongada etapa de
luchas internas encaminadas a erradicar las estructuras obsoletas heredadas del colonialismo
español; sociedad que en esa misma borrascosa etapa había sido presa, primero, de las
ambiciones expansionistas de la avasalladora nación vecina, y luego de los sueños imperialistas
de Napoleón en de Francia.
Durante el porfiriato, el orden y el progreso -receta del utilitarismo ingles-, habían dado sus
frutos: México había entrado en la revolución industrial. Pero si en los países históricamente
avanzados esta se había desarrollado con un costo social muy alto, el precio seria mas
elevado donde el progreso hubo de ser precedido por la imposición de un orden como fue la
llamada paz porfiriana, aunado a las condiciones de dependencia, que obligaron al gobierno a
conceder trato preferencial a los extranjeros, en detrimento de los nacionales.
La estructura socio-profesional. Las características sociales del periodo se muestran
cuantitativamente en tres de los censos de población que se levantaron en el porfiriato, y que son
considerados como los más confiables de la época. Tales censos corresponden a los años
1895, 1900 y 1910; en ellos se puede observar como estaba formada la estructura de clases
sociales existentes en México, durante el lapso en que se diera el mayor auge económico
del régimen porfirista, al que luego siguió la decadencia del mismo.
A nivel nacional, los censos de referencia manifiestan un crecimiento de la PEA respecto de la
población total.
Se puede observar el comportamiento predominante del sector agropecuario en la estructura
productiva del país, a pesar de haberse iniciado ya el proceso de industrialización,
143
destacándose el contraste entre la minoría propietaria de la tierra y el número de los que se
ocupaban en las faenas agrícolas.
La tercera categoría muestra un leve crecimiento en toda la etapa; no obstante, de manera
específica, la subcategoría “propietarios” se reduce considerablemente para 1900, con una
ligera recuperación para 1910. Esto podría explicarse, en parte, porque la propiedad no
agrícola tendió a concentrarse en menor número de personas debido a la introducción de la
nueva tecnología minera e industrial que, al ser cara y poco accesible, solo podía ser
adquirida por personas con grandes recursos económicos. El crecimiento de las otras tres
subcategorías indica el grado de comercialización de la economía mexicana de entonces.
Se refieren al trabajo industrial tanto de extracción
(principalmente minera) como de
transformación; en el primer caso, el cuadro indica una reducción en el crecimiento del sector
minero entre 1900 y 1910, que se explica en relación con la crisis de la plata. Asimismo, la
tercer subcategoría sufrió una declinación en esos anos, mientras que la segunda, que
corresponde al sector mas industrializado de la minería, tuvo un gran crecimiento en el
periodo, debido al desarrollo de la industria de bienes de capital y de bienes intermedios.
En la quinta categoría se nota un incremento total en los primeros cinco años para caer, en 1910,
a niveles semejantes a los de 1895. A este respecto, la fuente consultada ofrece dos
explicaciones principales:
1) En el sector industrial de transformación, la mecanización desemboco en el desempleo de
muchos artesanos, insuficientemente compensado por la lenta expansión de empleos
industriales de tipo fabril.
2) La disminución progresiva del ritmo de construcción de vías férreas impuso la merma de
trabajadores ferrocarrileros, los cuales fueron censados en esta categoría.
De forma especifica, la segunda subcategoría, correspondiente a los obreros industriales,
tuvo un incremento muy importante hacia 1910, lo cual refleja sin lugar a dudas el avance de la
industria en la primera década del siglo XX.
La minería y la industria de transformación fueron los sectores en los que hubo cambios más
radicales y de ellos surgió lo que puede considerarse como un esbozo de proletariado
moderno. Estos sectores presentan una marcada distinción en cuanto a la estructura de
clases, y estaban constituidos por:
• El bloque de obreros nacionales que efectuaban los trabajos más pesados y recibían los
salarios más bajos.
• El pequeño número de trabajadores extranjeros con un alto grado de calificación y
especialización, quienes recibían trato preferencial y mayor salario, y eran mas codiciados por los
empresarios.
• Los propietarios y accionistas de empresas, nacionales y extranjeras, que constituyeron la
naciente burguesía urbana surgida como consecuencia del crecimiento industrial.
Por otra parte, el sector terciario estaba compuesto por la oligarquía financiera; cuyo número
contrastaba con la mayoría integrada por los empleados públicos y privados, los que, dado el
carácter de sus actividades, podían disfrutar de mayores ventajas en comparación con los
trabajadores del campo, de las minas o de las fábricas.
144
Condiciones de vida y de trabajo. La gran mayoría de los trabajadores mexicanos de la
época porfiriana vivieron y desempeñaron su labor en condiciones deplorables; el salario real se
mantuvo constante a todo lo largo del periodo, no obstante el crecimiento de la
productividad.
Entre 1880 y 1910 los salaries fluctuaron de niveles ínfimos, de alrededor de 17 centavos
diarios como salario mínimo, a niveles tope que en promedio no pasaron de 2.50 pesos como
salario máximo. Con demasiada frecuencia el pago se hacia en especie y no en efectivo, tal era
el caso del pago del salario total o parcial en forma de vales. La finalidad de este tipo de pago era
que el trabajador, agrícola o industrial, se viera obligado a canjearlos por artículos de primera
necesidad en las tiendas de raya que eran propiedad de los dueños de las haciendas o de
las fabricas. Por canjear los vales, la tienda cobraba un 10% o un 15% sobre el valor real de los
artículos, lo cual reducía aun más el poder de compra del trabajador y lo obligaba a adquirir
mercancías caras y de mala calidad. El trabajador no tenia mas remedio que solicitar prestamos
que lo mantenían atado por deudas que no podía pagar; además, dichos prestamos eran
disfrazados con una apariencia de benevolente paternalismo por los propietarios, que así
velaban aquellos injustos procedimientos.
Movimientos sociales. Las condiciones en que vivía el trabajador de la era porfiriana
condujeron en varias ocasiones a la protesta abierta o a la huelga. Durante todo el porfiriato
se registraron 250 huelgas, la mayoría de las cuales ocurrieron en los últimos diez anos de la
dictadura. En este lapso cobro fuerza el movimiento obrero, en primer lugar a raíz del
cansancio y desesperación a que había conducido la explotación de que eran objeto los
trabajadores, agudizada por la crisis económica de esa década; y en segundo lugar a causa
de la influencia ideológica de los grupos anarcosindicalistas y liberales, provenientes del
movimiento obrero de los Estados Unidos. Los mas connotados focos de agitación obrera se
dieron en la industria ferrocarrilera, en la minería y en la industria textil, empresas de fuerte”
participación extranjera en las que se discriminaba a los trabajadores mexicanos.
Entre las muchas huelgas en estos sectores industriales fueron dos las mas espectaculares:
la de Cananea, Sonora, ocurrida a fines de 1906, y la de Rió Blanco, Veracruz, a principios
de 1907. En el primer caso, los mineros de Cananea se pronunciaron en contra de los
abusos de la tienda de raya y contra las desigualdades que existían -tanto en salario como
en relaciones laborales- entre los trabajadores extranjeros y los mexicanos; pedían que se
nivelaran los salaries y que cesara la discriminación y el despotismo con que los trataban los
patrones y empleados extranjeros. Los administradores se negaron a escuchar las peticiones
y respondieron con agresión y así provocaron que estallara la violencia: los huelguistas
quemaron parte de las instalaciones de la empresa y mataron a dos administradores
estadounidenses. El conflicto se agravo ante la intervención del gobernador de Sonora, quien
permitió la entrada al estado-y obviamente al territorio nacional-de una fuerza militar
compuesta por voluntarios estadounidenses del estado de Arizona, que veían con el
propósito de reprimir a los obreros sublevados. Esta invasión del territorio mexicano fue
duramente criticada por la opinión pública nacional, pero el gobernador sonorense no recibió
castigo alguno por su acción.
En Rió Blanco, la huelga se origino por motives muy parecidos a los que provocaron la de
Cananea. Los operarios textiles arremetieron contra las tiendas de raya y contra las casas de
empeño y las cárceles, pero además repudiaban un nuevo reglamento de trabajo elaborado
por una agrupación de propietarios de fábricas, en el que se establecían multas y
145
prohibiciones que lesionaban gravemente a los trabajadores. El presidente Díaz intervino en el
conflicto, tratando de mediar entre patrones y trabajadores, pero no consiguió ningún
arreglo definitivo: los patrones no querían ceder y los obreros habían llegado a la
exasperación. El motín estallo y la violencia se extendió a otros lugares cercanos a Rió
Blanco. También en este caso, las autoridades emplearon la represión armada para someter a
los huelguistas.
Fueron estos dos enfrentamientos laborales los que trascendieron a nivel nacional e incluso
internacional, pero ese tipo de conflicto, aunque quizá en menor escala, era cosa de todos los
días y siempre obedecía a las mismas causas: los bajos salaries, los abusos de la tienda de raya,
la rígida discriminación étnica; problemas constantes que en el llamado “ano de las huelgas”
(1906-1907) se habían agravado a causa de la crisis económica externa que hizo impacto en la
economía mexicana.
Hubo también, por supuesto, conflictos agrarios y rebeliones campesinas, pero antes de
1910 estas no pasaron de ser levantamientos esporádicos desorganizados, porque las
haciendas tenían un control mas estricto y efectivo sobre los trabajadores, cuyas
manifestaciones de descontento eran aplastadas por la policía rural que, aparte del castigo
corporal, utilizaba el recurso de deportar a los sublevados a otras zonas del país,
principalmente a la región henequenera.
Sin embargo, hubo importantes movimientos campesinos promovidos por algunos grupos
indígenas: los yanquis y mayos de Sonora y Sinaloa, los coras y huicholes de Nayarit, los
tarahumaras de Chihuahua, los mayas de Yucatán. Con anterioridad al porfiriato, todos estos
pueblos habían podido mantenerse como naciones independientes desde tiempos de la
Colonia y habían luchado por conservar su autonomía y defender sus tierras. Para 1910,
esos pueblos indígenas tenían sobradas razones para seguir en pie de lucha contra los
hacendados, los caciques, las autoridades federales, e incluso contra algunos sacerdotes
católicos que abusaban de ellos. Surgieron algunos líderes que, como Manuel Lozada años
atrás, se pusieron al frente de campesinos sin tierra y sin trabajo, y se dedicaron al
bandolerismo, asaltando haciendas, caminos y comercios.
Los problemas sociales se conjugaban con los políticos y se agravaban con los económicos, en
un momento crucial en el que el dictador rompía la promesa hecha a Creelman y al pueblo
de México, de retirarse al terminar su periodo en 1910. Una nueva reelección del anciano
general, que ya no podía garantizar el progreso, rompió con el orden que se había impuesto a
muy alto precio.
El proceso electoral de 1910
En el mismo año de la entrevista Díaz-Creelman se desato la efervescencia política
encaminada a preparar el proceso electoral de 1910. En los años anteriores a las elecciones
habrían de formarse los partidos políticos de oposición que Díaz esperaba ver aparecer,
según dijo a Creelman, “como una bendición”. Pero el juego electoral lo iniciaron los
miembros del Circulo Nacional Porfirista (el sector no científico del porfirismo), quienes en
noviembre de 1908 postularon como candidato a Porfirio Díaz, sin que este estuviera de
acuerdo -o al menos así lo hicieron creer-, y sin postular candidato a la vicepresidencia, con
lo cual dejaban abierta la posibilidad de una lucha política para obtener dicho cargo.
146
Un mes más tarde y en respuesta a la invitación de Díaz, se formaba el primer partido
oposicionista, el llamado Partido Democrático, integrado en su mayoría por simpatizantes de
Bernardo Reyes. Este partido no llego a postular al general Reyes para la presidencia y se
concreto a elaborar un programa en el que, además de atacar, la política hacendaría de
Limantour, señalaba la necesidad de proteger al obrero y mejorar la educación. Proponían
además que el sufragio estuviera limitado alas personas adineradas y capaces de leer y
escribir.
El reyismo habría de cobrar fuerza popular por medio de otras organizaciones que, sin estar
constituidas como partidos políticos, propusieron al general Reyes para la vicepresidencia y
postularon a Díaz para la presidencia.
El crecimiento de la popularidad de Reyes podría explicarse por el hecho de que este no
pertenecía al grupo de los científicos, tan odiado entre el pueblo, y también por la avanzada
legislación laboral que había establecido cuando fue gobernador de Nuevo León. Pero tal
popularidad inquiete al dictador, incapaz de soportar el hecho de verse opacado por alguien,
y rechazo la candidatura de Reyes para favorecer nuevamente a Ramón Corral como su
compañero de formula. Reyes no se opuso a la decisión de Díaz y rehusó obedientemente
su candidatura, pero este no basto para el dictador; nombro comandante militar de la zona
que incluía a Nuevo León a Jerónimo Treviño, un viejo enemigo de Reyes, y envió a este a
Europa con el pretexto de que estudiara allá los sistemas de reclutamiento militar. De esta
manera, termino con la campana de los reyistas para las elecciones de 1910.
Por otra parte, los científicos se habían estado movilizando para evitar que Reyes llegara a
figurar como candidato a la vicepresidencia, agitando en contra del Partido Democrático a
través de la prensa. Organizaron el Partido Reeleccionista y proclamaron la formula
DíazCorral, decisión a la que hubo de adherirse el Circulo Nacional Porfirista, el cual, aunque no
estaba de acuerdo con aceptar a Corral, se vio en la necesidad de unirse a los científicos para
contrarrestar al reyismo.
Organización del movimiento maderista
En mayo de 1909, el partido anti reeleccionista organizó un Centro Político en la ciudad de
México. Estaba presidido por el licenciado Emilio Vázquez Gómez y tenia como
vicepresidente a Francisco I. Madero, quien se había trasladado a la capital para dedicarse de
lleno a las actividades políticas, que habían adquirido carácter nacional gracias a la difusión
de su libro.
La sucesión presidencial en 1910, cuyas ideas servían de fundamento al Centro Anti
reeleccionista. Estas actividades políticas se desarrollaron en el marco de la ley, como
Madero había postulado, y se apoyaban en los principios de sufragio efectivo y no reelección.
La difusión de tales principios se realizo mediante las giras que algunos miembros del Centro
hicieron por diversas regiones de la República, llevando su mensaje en contra de la dictadura
y proponiendo un gobierno de hombres aptos y dignos, que dieran satisfacción “a las
ardientes aspiraciones de los mexicanos que quieren estar gobernados por la ley y no por un
hombre”.
No obstante que las actividades de los anti reeleccionistas se mantenían dentro del orden
legal, fueron objeto de represiones por parte del gobierno y su periódico difusor clausurado
147
bajo la acusación de trastornar el orden publico y de injuriar al presidente y, aunque los anti
reeleccionistas se sintieron defraudados porque habían confiado en las promesas de Díaz de
permitir la contienda democrática, en su mayoría se mantuvieron firmes y continuaron los
preparativos para las elecciones.
En abril de 1910 se efectuó la Convención del Centro Anti reeleccionista, donde se aprobó la
candidatura de Francisco I. Madero para la presidencia y la del doctor Francisco Vázquez
Gómez para la vicepresidencia. Por esas fechas se realizo una entrevista entre Díaz y
Madero, en un intento de este último por convencer al dictador de permitir el libre juego
político, pero no se llego a ningún acuerdo. Díaz subestimaba a Madero y al peligro que
podía representar para el en las elecciones. Toda vía hizo Madero un ultimo intento por
convencer a Díaz de que respetara el voto, al enviarle una carta en la que lo hacia
responsable de lo que pudiera suceder en caso de negarse, y le pedía que “desligara su
personalidad como gobernante y como candidato, a fin de que el primero sea imperturbable
guardián de la ley y no se deje influir por el segundo”. Pero aquella petición tampoco fue
atendida; las persecuciones contra los oposicionistas continuaron hasta afectar al propio
Madero quien, mientras realizaba una gira por el norte de la República, fue aprehendido en
Monterrey con el pretexto de que encubría a Roque Estrada, un anti reeleccionista que lo
acompañaba en la gira y era acusado de haber difamado al presidente Díaz. Estrada y
Madero fueron apresados y conducidos a la ciudad de San Luis Potosí, en donde luego -y
por gestiones de la familia Madero-, se les permitió andar libremente, con la condición de que
no abandonaran la ciudad.
Mientras el candidato anti reeleccionista quedaba confinado en San Luis Potosí, se
efectuaron las elecciones primarias el 26 de junio, y las secundarias el 10 del mes siguiente,
en las que resulto reelecto el presidente Díaz. El fraude fue evidente, sobre todo porque se
acallo con lujo de fuerza a la oposición que Díaz había prometido “ver con beneplácito”. Tal
acción del gobierno contrastaba con la legalidad, dentro de la que operaban los anti
reeleccionistas, y dio fundamento a Madero, para decidirse a tomar el camino revolucionario
que había tratado de evitar; junto con Estrada planeo el levantamiento armado y decidió que
se iniciara después de terminados los festejos conmemorativos del Centenario de la
Independencia.
Con motivo de celebrar este primer centenario, el gobierno porfiriano había preparado
grandes festejos, a los que invito a diplomáticos de todos los países con los que México tenia
relaciones, con el propósito de mostrar al mundo el orden y el progreso alcanzado por el país,
gracias a su hábil gobierno. Tal ocasión no permitía manifestación alguna de
discrepancia entre pueblo y gobierno, y por ello era imprescindible mantener callada a la
oposición y aparentar ante los visitantes que esta no existía.
Las festividades no se limitaron a la capital, aunque ahí fueron más ostentosas; todo el país
se dedicó a celebrar el Centenario de la Independencia, olvidando por el momento los graves
problemas que padecía. En San Luis Potosí la vigilancia sobre Madero y Estrada había
disminuido en parte por la euforia de las fiestas y en parte porque los prisioneros
aparentaban tener una conducta normal. El 5 de octubre, un día antes de la clausura de las
fiestas del centenario, Madero ya no regresó de su acostumbrado paseo por los alrededores
de la ciudad potosina; disfrazado como peón se escapa en un tren que iba al norte y cruzó
por Laredo la frontera con Estados Unidos para establecerse en San Antonio, Texas. En
aquella ciudad, con un grupo de anti reeleccionistas, se dedico a elaborar el Plan de la
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insurrección, que ya había esbozado durante su forzada estancia en San Luis Potosí. El Plan
recibió el nombre de esta ciudad, con objeto de aparentar que había sido elaborado en
México y no en los Estados Unidos, para evitar la violación a los estatutos de neutralidad de
este país.
Plan de San Luis Potosí
El Plan de San Luis Potosí, fechado el 5 de octubre y del cual se imprimieron cuarenta mil
ejemplares, convoca al pueblo mexicano a iniciar una rebelión armada el 20 de noviembre a
las seis de la tarde, con los puntos siguientes: 1) Declaraba nulas las elecciones celebradas
en junio y julio anteriores; 2) desconocía el gobierno del general Díaz, estableciendo que
Madero asumiría la presidencia provisional y convocaría después a elecciones; 3) por
considerar que se había abusado de la Ley de Baldíos, declaraba sujetas a revisión las
disposiciones y fallos que se hicieron bajo esa ley, a fin de restituir a los antiguos
poseedores, en su mayoría indígenas, las tierras de las que habían sido despojados
arbitrariamente; 4) se declaraba el principio de no reelección como ley suprema de la
República, para presidentes, vicepresidente, gobernadores de los estados y presidentes
municipales.
El Plan de San Luis Potosí era solamente un plan político y no contemplaba reformas
sociales o económicas; estaba encaminado a organizar la rebelión contra la dictadura, de
manera que tuviera un rápido éxito sin provocar una lucha prolongada o demasiado cruenta.
Buscaba la restauración del orden legal sin que fueran sacrificadas las actividades
económicas con cuyo desarrollo estaba de acuerdo.
Madero y los anti reeleccionistas calculaban que podrían derrotar en poco tiempo al gobierno
porfirista, pues contaban con personas adeptas dentro del ejercito federal. Confiaban en que
la insurrección se extendería rápidamente por todo el país, y en que esta situación les
permitiría llevar a cabo la acción central del plan de ataque, que consistía en asestar golpes
decisivos en algunas de las ciudades mas importantes, mientras que en el campo y poblados
menores la gente se uniría a la fuerza armada encabezada por el propio Madero. Sin
embargo, las cosas no sucedieron como estaban planeadas; el gobierno descubrid el
movimiento y aprehendió a los organizadores en la capital. Además, enteradas del Plan de
San Luis Potosí, las autoridades mexicanas solicitaron al gobierno estadounidense la
aprehensión de Madero, por supuesta violación a los estatutos de neutralidad.
En el centro del país, las averiguaciones policíacas condujeron a la casa de los hermanos
Serdán, en la ciudad de Puebla, quienes dirigían una conspiración antigubernamental. La
policía encontró a los Serdán en el momento en que repartían armas entre la gente dispuesta
a responder al llamado de Madero. Se efectuó un enfrentamiento a tiros en el que intervino el
ejército federal y en el cual resultaron muertos casi todos los ocupantes de la casa de los
Serdán. Esta acción, ocurrida el 18 de noviembre, fue la que propiamente desencadeno la
Revolución, porque aun cuando constituyo un duro golpe para el movimiento, sirvió de
difusión para el mismo al convertir a los hermanos Serdán en sus primeros héroes.
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LA REVOLUCIÓN MEXICANA
LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y LA CAMPAÑA MADERISTA
Después de continuas reelecciones de Porfirio Díaz como presidente de México, fatigado el
régimen y presionando tanto del interior como del exterior el general Díaz decidió haciéndolo,
declarando públicamente en la entrevista que concedió al periodista Creelman, habría las
compuertas del ejercito democrático. Como todo régimen que se anquilosa en el poder tuvo
miedo de abrirlas por completo temiendo que su ímpetu arrasara instituciones e intereses y
volviera a traer la anarquía en la que durante más de medio siglo estuvo unidad en la
republica. Por ello ya desde finales de 1903 el congreso aprobó una iniciativa para crear la
vicepresidencia de la republica y ampliar de cuatro a seis años el periodo de gobierno, pues se
considero necesario colocar al lado del presidente un vicepresidente identificado con aquel,
que adquiriera experiencia y en algún caso sustituir al titular.
Ramón Corral, instrumento del grupo de los científicos fue designado para ese puesto dentro del
partido gubernamental, dos hombres ambicionaban el poder y contaban con un gran número
de simpatizantes: el ministro de hacienda José Ives Limantur que encabezaba a científicos y
el general Bernardo reyes quien en Nuevo León había desempeñado una notable labor
renovadora. Eliminados los dos por decisión de Díaz quedo Corral como su compañero de
plantilla para las próximas elecciones.
Francisco I. Madero, descendiente de acomodada familia Coahuilense idealista y a la vez
hombre de acción, al publicar en febrero de 1909 su libro la Sucesión Presidencial en 1910.
El partido democrático e iniciar una activa campaña política logro coaccionar a importantes
opositores al régimen porfirista y crear el centro anti reeleccionista, que se constituyo el 22
de mayo de 1909, en el que figuraron Emilio Vázquez Gómez Toribio Esquivel Obregón, José
Vascoselos, Roque Estrada, Luis Cabrera, Filomeno Mata, y otros mas. La participación del
pueblo en el gobierno, exhortándolo a tomar parte en la campaña electoral, fue uno de los
postulados fundamentales del programa del centro anti reeleccionista y para motivarlo el
propio madero acompañado de un orador inicio una intensa campaña por varios estados a
partir de junio de 1909.
El mes de diciembre de ese mismo año recorrió Querétaro, Jalisco, Colima, Sinaloa, Sonora
y Chihuahua despertando las conciencias y allegándose partidarios. Resultando de esta
segunda gira que le proporciono mayor experiencia política y conocimiento de la situación
general del país fue su pequeña obra el Partido Nacional Anti reeleccionista y la próxima
lucha electoral que dio la pauta para que sus partidarios decidieran reunirse en una
convención que se efectuó el 15 de abril de 1910, la cual elaboro un programa que si bien
contenía principios políticos que respondían al momento que se vivía, como la efectividad del
sufragio la no reelección y la autentica autonomía municipal, también propugnaba por la
expedición de leyes protectoras de los trabajadores de la ciudad y del campo y amplio un
programa que fortaleciera los ramos de la economía nacional: agricultura, industria y
comercio.
La convención eligió como candidatos a la presidencia al propio madero y como su
vicepresidente a Francisco Vázquez Gómez. Ya como candidato del Partido Nacional Anti
reeleccionista, Madero logro entrevistarse con el general Díaz y del cambio de opiniones que
150
tuvieron derivo su idea de que era necesaria una revolución para derrocar al anciano
presidente, bien arraigado al poder.
Otras dos giras, cada vez más entusiastas realizó madero y en el mes de junio de 1910 fue
aprendido en Monterrey en unión de Roque Estrada.
Efectuadas las elecciones en el mes de Junio que dieron el triunfo al mandatario Madero,
junto con Estrada habían sido remitidos presos de monterrey a San Luis Potosí, pero logro
escapar de la prisión y huir a Estados Unidos en donde con su compañero de cautiverio se
estableció en San Antonio, desde allí establecieron conexiones con todos los descontentos
del régimen, en San Antonio, Madero se apresuro a encabezar la propuesta popular, para lo
cual elaboro el llamado Plan de San Luis que fue firmado el 5 de octubre de 1910 y en el se
declaraba que el pueblo mexicano, apto para el ejercicio democrático y sediento de libertad,
al ver que el gobierno no acataba la voluntad nacional desidia declarar ilegales las elecciones
y arrojar del poder a los audaces usurpadores que por todo titulo de legalidad ostentaban un
fraude escandaloso e inmoral. Por ello, afirmaba Madero, asumiría provisionalmente la
presidencia de la republica, mientras que la nación designaba conforme a la ley a sus
gobernantes. Para finalizar convocaba al pueblo a lanzarse a la revolución del 20 de
noviembre. Madero prometía que una vez triunfante la revolución convocaría a nuevas
elecciones.
EL INICIO DE LA REVOLUCIÓN
El llamado de Madero a la rebelión pronto encontró eco. Algunos barruntos de ella ya habían
estallado, como la rebelión de Valladolid en Yucatán, provocada por los abusos de los
terratenientes y jefes políticos; la de Tlaxcala de Juan Cuamatzi en mayo de 1910; y la de
Gabriel Leyva el mes de junio en Sinaloa. En Puebla el alma de la oposición era Aquiles
Serdán, quien había trabajado largos años entre los obreros organizados, defendiéndolos de
las vejaciones de que eran objeto y creando en ellos madura conciencia cívica. Su casa
convertida en centro de activistas, fue denunciada por el gobernador Mauricio Martínez,
quien ordeno fuera cateada y detenida sus ocupantes. El jefe de la policía, Miguel Cabrera, al
presentarse a cumplimentar la orden fue recibida a tiros y muerto, lo que origino que el
ejercito rodeara la casa y batiera a sus defensores 11 hombres y 3 mujeres entre otras
Carmen Serdán hermana de Aquiles este fue acribillado al ser descubierto con lo que por el
momento puso fin a las inquietudes en esa ciudad en el norte de la republica donde los
clubes liberales y la propaganda de los hermanos Flores Magón habían creado conciencia de
un cambio radical, surgieron pronto grupos de rebeldes que si en un principio fueron pocos y
sin conexiones pronto llegarían a convertirse en semilleros de aguerridos ejércitos y de
bravos dirigentes. En Chihuahua, a instigaciones del influyente hacendado Abraham
González, se sublevaron Pascual Orozco, Marcelo Caraveo y José de la Luz Blanco. En
otros estados Veracruz, San Luis Potosí, Durango, Coahuila, Zacatecas, Guerrero, Morelos e
Hidalgo brotaron jefes que apoyaban el ideario de Madero, así como las antiguas inquietudes
de justicia social y bienestar común. El gobierno un tanto indeciso ante la situación destaco
fuerzas para combatir a los rebeldes, pero estas fueron vencidas en las batallas de Los
pedernales y Mal Paso.
Los rebeldes trataban a toda costa de posesionarse de un punto fronterizo donde debían
proveerse de armas e instalar un gobierno provisional. El presidente Díaz envió diversas
comisiones para conferenciar con Madero y llegar a un acuerdo pacifico que le permitiera
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seguir en el poder, proposiciones que rehusaron los revolucionarios. El 8 de mayo, un ataque
sorpresivo de Pascual Orozco, francisco Villa, José de la Luz Blanco y otros jefes a Ciudad
Juárez suspendieron las negociaciones. El día 10 la ciudad era tomada y Madero instalo en ella
el gobierno titulándose presidente provisional y formando su propio gabinete.
En ciudad Juárez se pacto que renunciaran Díaz y Corral, a sus puestos de presidente y
vicepresidente; que Madero también renunciaría a la presidencia provisional y se nombraría
interinamente a Francisco León de la Barra quien debería convocar a elecciones generales.
Los acuerdos proveían el licenciamiento de fuerzas revolucionarias y marginaban las
reivindicaciones sociales y económicas que habían servido de bandera a diversos grupos,
entre otros los de Morelos y Puebla encabezados por Zapata. Estos últimos hechos
provocaron descontento entre los mismos revolucionarios que pensaron que Madero y la
revolución se entregaban en manos del antiguo ejército federal de formación porfirista y se
sujetaban a las presiones de viejos políticos que no querían perder posiciones que tenían en
el gobierno.
El general Díaz partió rumbo a Europa el 26 de Mayo, tras haber enviado su renuncia al
congreso el día 25, en el que declaraba “el encargo de presidente constitucional de la
republica con el que lo había honrado el pueblo nacional; y lo ago con tanta más razón
cuanto que para retenerlo seria necesario seguir derramando sangre mexicana abatiendo el
crédito de la nación derrochando sus riquezas segando sus fuentes y exponiendo su política
a conflictos internacionales” y agregaba “espero señores diputados, que calmadas las
pasiones que acompañan a toda la revolución un estudio más concienzudo y comprobado haga
surgir en la conciencia nacional un juicio correcto que me permita morir llevando en el fondo de
mi alma una justa correspondencia de la estimación que en toda mi vida he consagrado y
consagrare a mis compatriotas”.
El 7 de julio de 1911, Madero entro triunfalmente a la ciudad de México. Allí tuvo que
enfrentarse tanto a las indecisiones de León de la Barra como a las divisiones surgidas entre sus
partidarios por su actitud consecuente con el gobierno de transacción y el incumplimiento de sus
promesas sobre todo las contenidas en el plan de San Luis y a las inquietudes sociales que
irrumpían con violencia por todos lados.
Uno de los mayores obstáculos para la pacificación del país fue el que presento el grupo de
campesinos que se agrupo en torno de Zapata y que reclamaba la vieja e incumplida
promesa de devolverle a los pueblos las tierras y aguas de que habían sido despojados, y a la
solicitud de un correcto reparto de las tierras y someter a los labradores a un duro sistema de
explotación. Madero acepto en principio que este levantamiento fuera sometido y comisiono
al general Victoriano Huerta para que realizara ese trabajo. Pronto comprendería Madero que no
era posible dominar a un grupo que representaba el clamor de la población rural del país y tuvo
que dar marcha atrás pero tardíamente.
El país se encontraba perturbado gravemente. En Puebla Y Morelos el movimiento zapatista
cundía y se infiltraba en los estados vecinos: Guerrero, México, Veracruz y más allá,
apoyando el programa del Plan de Ayala, cuyo lema era tierra, libertad, justicia y ley cuyos
artículos seis y nueve exigían la restitución dotación, y nacionalización de tierras montes y
aguas. En el norte Pascual Orozco se mostraba descontento por la actitud del presidente y
pronto algunos políticos como los Vázquez Gómez, promovían revueltas. En la capital fuertes
152
núcleos de porfiristas aprovechaban toda oportunidad para derrocar al presidente al que
sentían bondadoso y débil.
Bernardo Reyes que había vuelto a México, trataba de recuperar la popularidad que había
tenido antes de 1910 y pretendía el poder. El grupo revolucionario integrado por los
hermanos Flores Magón, Librado Rivera y Anselmo Figueroa, y que se habían convertido en un
grupo de clara ideología anarquista rompió con Madero a fines de 1911.
En medio de esas dificultades Madero lucho por su gobierno y por resolver problemas que
afectaban a la nación. Formo su gabinete con personas de merito y adictas y se dispuso a
poner en ejecución medidas que reclamaba el pueblo, como el deslinde y ocupación de los
ejidos de los pueblos, la medición y fraccionamiento de terrenos nacionales para facilitarlos a los
pueblos lo que se inició en Veracruz, Tabasco, Chiapas y San Luis Potosí; se otorgaron licencias
para colonización proporcionando cincuenta hectáreas a cada jefe de familia se trato de llegar
a acuerdos con rebeldes de Morelos y los de la zona del Yaki y el Mayo. Se impulso la creación
de escuelas rurales y se creo el departamento de trabajo, que promovió una convención de
trabajadores y empresarios que elaboro un reglamento de trabajo y una tarifa salarial que mejoro
los ingresos de los trabajadores. Madero fijaba su atención en las necesidades del pueblo, que
lo seguía con simpatía y pensaba que la realización de todas las medidas debería de hacerse
dentro de la ley.
Los ideales de la renovación, de toda la administración no se pudieron cristalizar de
inmediato. En el poder judicial continuaron los magistrados porfiristas encabezados por su
presidente, Francisco S. Carvajal. El ministro de justicia, Manuel Calero logro moralizar un
tanto la administración, pero sin ir más allá, y como no simpatizaba con Pino Suárez,
renunció y fue a ocupar un puesto diplomático en Washington. En el congreso la labor de
Madero fue obstaculizada, pues buena parte de sus integrantes eran porfiristas. Las
elecciones del 30 de junio de 1912 permitieron acceso a un grupo de diputados que se
agruparon entorno al bloque renovador entre los que había hombres de talento como Luis
Cabrera, Serapio Rendón, Roque González, Jesús Huerta y Enrique Bordes Mangel,
Francisco escudero y otros, quienes tuvieron que sostener dura polémica con el famoso
“cuadrilátero” formado por fogosos y destructivos oradores como Francisco M. Olaguíbel,
Nemesio García Naranjo, Querido Moheno y José María Lozano, quienes desacreditaban la
acción del gobernante y difundían noticias alarmistas sobre la situación general del país. En el
senado, la acción de hombres como Belisario Domínguez, Fernando Iglesias Calderón, Juan
Sarabia y Manuel Bonilla, eran contrarrestadas por muchos porfiristas que veían con
desconfianza y mala fe la obra de Madero y sus grupos.
LA REVUELTA CONTRA EL RÉGIMEN DE MADERO
La más importante rebelión por su contenido político y social fue la que encabezo en el sur
Emiliano Zapata (1883-1919). Nacido en un ambiente campesino y designado por su
comunidad para proteger sus tierras, conocía a fondo el problema del despojo agrario que
empobrecía a los auténticos labradores y les impedía mejorar sus condiciones de vida. Con
el auxilio de Pablo Torres Burgos, el profesor Otilio Montaño y después Antonio Díaz Soto y
Gama maduró sus ideas y formuló un programa eminentemente social contenido en el Plan
de Ayala. El grupo Zapatista se adhirió en un principio al movimiento zapatista, pero al ver
que Madero no cumplía con rapidez con las promesas del Plan de San Luis combatía contra
ellos, procedió a desconocerlo como Presidente y jefe de la Revolución, proponiendo para
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substituirlo a Pascual Orozco y en caso de que este no aceptara se reconocería como jefe de la
revolución a Emiliano Zapata.
El 30 de abril de 1912 efectuaron los zapatistas el primer reparto agrario en Ixcamilpa,
Puebla. En Chihuahua habían adoptado el Plan de Zapata, José Inés Salazar, Braulio
Hernández y Otros, complementándolo con un ofrecimiento de reparto de tierras expropiadas por
causas de utilidad publica, que constituía parte de su Plan de Santa Rosa. En San Luis Potosí
los hermanos Cedillo se afilaron al zapatismo y extendieron la revuelta por las huastecas,
en donde tenían valimiento.
El movimiento campesino encabezado por Zapata hacia suyos anhelos y necesidades
apremiantes de los trabajadores del campo y por ello fue que cundió por todo el país. Como
llegaron los contingentes zapatistas a poblaciones vecinas a México como Xochimilco,
Tlalpan y Milpa Alta, amenazando la estabilidad del gobierno. Madero decidió proseguir la
campaña contra ellos y envió al general Juvencio Robles, quien realizo violenta lucha durante seis
meses, que fue resistida con heroísmo. Felipe Ángeles, notable militar, sucedió a Robles,
pero su campaña se estrelló ante una estrategia de las fuerzas sureñas basadas en la sorpresa,
que no fueron sometidas. Luis Cabrera una de las mentes más lucidas de la Revolución quien
vio claro el problema zapatista, pensó que combatirlo debía resolverse y por ello presento al
congreso una iniciativa de ley en diciembre de 1912, la cual no pudo cuajar dada la violencia
de los acontecimientos que se sucedieron. Esa iniciativa preludia su pensamiento de la ley del 6
de enero de 1915.
a) El movimiento de Emiliano Zapata.
El zapatismo, cuyo desarrollo adelantaremos para no cortar su entendimiento, prosiguió su
lucha. Desaparecido Madero, el Ejército Libertador del Sur mantuvo su acción en Puebla,
Morelos y Guerrero, y ocupó poblaciones importantes Cuautla y Cuernavaca. A la caída de
Huerta, Zapata de adhirió al movimiento constitucionalista encabezado por Carranza, pero
con reservas, pues pretendía que este suscribiera los principios del Plan de Ayala que se
habían radicalizado con la presencia de anarco-sindicalismo en las filas sureñas.
Aún cuando el núcleo zapatista plasmaba un anhelo del elemento campesino del país, el más
antiguo y el más urgente, el de una reforma socio-económica a fondo, este grupo no tuvo una
visión política amplia, un proyecto nacional que estableciera instituciones consagradas a
resolver no solo los problemas del campo, sino los de los trabajadores en general, el desarrollo
de la economía, la organización de la hacienda publica, la cultura y las relaciones
internacionales.
Al reunirse en octubre de 1914 la Convención Revolucionaria de Aguascalientes, a la que
asistieron delegados de todos los grupos en pugna, los representantes zapatistas lograron
que los convencionistas aceptaran como postulados de la revolución los que se
mencionaban en el Plan de Ayala. Al venir la escisión de la Convención, el grupo que dirigía
Francisco Villa se alió con el de Zapata a través del Pacto de Xochimilco y juntos entraron
triunfantes en la ciudad de México provocando la consternación de los metropolitanos.
Al dividirse irreconciliablemente Carranza y Villa, los líderes más fuertes de la Revolución el
peso de la guerra se orientó hacia esa lucha. Durante ese breve periodo y hasta la derrota
que sufrió Villa en junio de 1915, el zapatismo realizo en el sur cambios importantes:
organizó la vida civil y reinició el trabajo de las haciendas azucareras, las más ricas del país,
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creo consejos locales, reforzó la vida municipal y apresuró el reparto agrario. Los zapatistas
conocedores del terreno, surgidos de la población campesina y amparados por ella,
potadores de la indumentaria tradicional tenían sobre las fuerzas enemigas grandes ventajas. Sin
embargo, al decidirse Carranza a combatir ese foco insurreccional que no se plegaba a los
dictados gubernamentales hechos desde arriba, y que exigía la rápida solución a sus
demandas, la suerte cambió.
Pablo González uno de los más destacados generales y hombre de confianza del primer jefe
fue el encargado de combatirlos. Empleo el mismo procedimiento que Huerta, la destrucción
total la dureza. Ambos contendientes lucharon con fiereza. González con sus 30,000
hombres, no logro dominar a un pueblo que luchaba desesperadamente por un ideal. Así se
llego a 1919, después de que el país se había dado una nueva constitución y Carranza
accedió a la Presidencia. La lucha contra zapata se reinicia y Zapata atrincherado en su
cuartel general de Tlaltizapán, se defiende con heroísmo.
Gildardo Magaña, nombrado jefe del Ejercito Revolucionario del Sur, trato de entenderse con
Carranza, sobre todo porque advirtió que en la constitución se habían incorporado elementos que
formaban parte de su programa esencial. Carranza hombre de una mentalidad política ajena a
muchos aspectos sociales se negó a toda colaboración. Desdeño a los zapatistas a quienes los
considero bandidos, y con acierto señala John Womark en su magnifico estudio sobre Zapata
porque siente que Zapata representa un desafió moral a su autoridad. Para acabar con el
zapatismo había que acabar con el hombre que lo encarnaba y no en batalla triunfal sino a
traición. El judas que lo entregó se llamaba Jesús Guajardo, quien a las ordenes de Pablo
González tendió en la hacienda de Chinameca un a celada a Zapata en la que este murió un 10
de abril de 1919. El gobierno de Carranza se deshizo de un enemigo virtual y premio a González
y a Guajardo. Zapata, embargo, se convirtió en el símbolo de toda reivindicación agraria, de
todo movimiento popular.
b) El reyismo.
Al volver de Europa, Bernardo Reyes aspiró nuevamente a la presidencia. Al llegar lanza un plan
en el que desconocía a Madero y se reveló, habiendo sido sometido en Linares, Nuevo León.
Fue llevado a México y encarcelado en Santiago Tlatelolco, de donde salió en 20 de febrero de
1913 liberado por los acontecimientos de la Decena Trágica. Creyendo tener ascendiente en
el ejército se dirigió hacia Palacio Nacional intimando a su guarnición. El general Lauro Villar
encargado de la defensa del Palacio ordenó a Reyes detenerse y, al no obedecer, fue muerto por
los defensores.
c) Pascual Orozco
El levantamiento de Veracruz de Félix Díaz, sobrino de Don Porfirio, en octubre de 1912, que
fue dominado fácilmente, fue otro trastorno grave que preocupo mucho a Madero, pero el
movimiento más importante fue el que inició Emilio Vázquez Gómez y prosiguió Pascual
Orozco, hijo en el norte. Vázquez Gómez, quien había actuado en la oposición contra Díaz y
que figuro prominentemente en los círculos políticos formados a la salida de éste, vio con
celo y resentimiento el ascenso de Madero. Expatriado junto con su hermano en Texas,
desde ahí promovía rebeliones en contra de Madero, lanzaba proclamas en las que proponía
reformas políticas y sociales más avanzadas y se llego a proclamar presidente provisional de
México. Algunos simpatizantes lo secundaron en Chihuahua, Durango y Coahuila.
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Pascual Orozco uno de los primeros hombres que se lanzo a la revolución maderista y buen
dirigente pretendió la gubernatura de Chihuahua que no se le otorgo, nombrándole tan solo jefe
de las fuerzas rurales. Este hecho le resintió contra Madero, resentimiento que
acrecentaron los ricos hacendados de su estado, Terrazas y Creel, para atraerlo. También
trataron de utilizarlo maderistas conservadores como Oscar Braniff y Toribio Esquivel
Obregón. Con esas influencias, Orozco se reveló el mes de marzo de 1912. El 25 de ese
mismo mes suscribía el Plan de la Empacadora, en el cual disfrazaba El Plan de San Luis y el
Plan de Ayala, suprimía la vicepresidencia y promovía reconocer a los campesinos las tierras
que hubiera ocupado pacíficamente durante más de veinte años, reivindicaba para ellos las
tierras de las que hubieren sido despojados, el reparto de tierras baldías y las
pertenecientes a los grandes latifundios, previo avaluó. Prometía además la supresión de las
tierras de raya, el pago en efectivo, la fijación de una jornada de trabajo moderada y la
prohibición de que los menores trabajaran.
Para dominar la rebelión de Orozco, Madero envió al secretario de Guerra, José González
Salas, quien fracasó, habiéndose suicidado por ello. Para sustituido se nombro a Victoriano
Huerta, quien venció en Bachimba a las fuerzas orozquistas, con lo que sofocó ese
movimiento.
Además de esta grave perturbación de la paz, el gobierno de Madero tuvo que enfrentarse a una
campaña de descrédito que instrumentaban sus enemigos a través de la prensa; ésta a lo igual
que lo había hecho en otras ocasiones como en la época de Lerdo de Tejada burlábase en
forma ignominia de Madero, de su familia y de sus colaboradores, debilitando su autoridad y el
prestigio del gobierno.
A esta campaña se unió la política estadounidense que no sintió ninguna simpatía por
Madero y su gobierno y cuyo embajador, Henry Lane Wilson, se hacia eco de las
reclamaciones extranjeras contra la administración Maderista por supuestos daños sufridos
durante la revolución. Madero pidió al presidente Woodrow Wilson el retiro de su embajador,
petición que aumento la enemistad de Lane Wilson y su animadversión contra Madero.
Pronto entraría en contacto el embajador con los enemigos del Presidente e influiría en gran
medida para derrocarlo.
En medio de estas dificultades, Francisco I. Madero, hombre bondadoso que no mancho mus
manos con sangre de sus enemigos, tolero con paciencia los ataques de su enemigos, creía
en los lazos de lealtad de sus colaboradores, pensaba que todos ellos actuaban en beneficio
de la causa revolucionaria y pretendía atraerse a todos los grupos para consolidar la armonía
y la paz, se esforzó por gobernar con rectitud a la República. Buena parte de sus secretarios
colaboraron leal y eficazmente en la reconstrucción del país. Se reanudaron las obras
públicas, se arreglaron las vías férreas destruidas, se crearon estaciones agrícolas
experimentales y se dictaron disposiciones legales en beneficio de los trabajadores del
campo y de la ciudad.
En este periodo se crearon dos organizaciones de carácter social destinadas a favorecer a
los trabajadores. La primera inspirada en la doctrina social de la Iglesia, principalmente la
contenida en la encíclica de León XIII Rerum Novarum, se fundó en febrero de 1912, con el
nombre de Confederación de Círculos Obreros Católicos y realizó asambleas consagradas a
estudiar los problemas sociales y proponer soluciones. La más importante fue la que se
celebro en Zamora, Michoacán, en donde expusieron principios esenciales del derecho
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laboral: Fijación del salario mínimo, seguro obrero, patrimonio familiar inalienable,
establecimiento de juntas de arbitraje, y bases para el reparto de utilidades de las empresas a los
trabajadores.
La segunda organización fue la Casa del Obrero Mundial, fundada en julio de 1912 y de
tendencia anarco-sindicalista. En ella actuaron el anarquista Juan Francisco Moncaleano,
Luis Méndez, Rosendo Salazar, Antonio Díaz Soto y Gama, Lázaro Gutiérrez de Lara,
Manuel Sarabia y Rafael Pérez Taylor. De acuerdo con sus lineamientos postularon la lucha de
clases, la organización sindical confederada y la destrucción del régimen capitalista.
Exigieron que la jornada de trabajo no excediera de ocho horas, que se fijara un salario
mínimo y el descanso dominical obligatorio. Esta organización influida por antiguos miembros del
partido liberal y también por floresmagonistas sería aprovechada por gobiernos
posteriores para dividir a la clase trabajadora.
El hermano del Presidente, Gustavo A. Madero, quien tenía mayor habilidad política que
aquél, llevó, auxiliado por el senador Serapio Rendón, el control político. Apoyaron con
valentía y decisión sus diputados renovadores de la XXVI Legislatura encabezados por Luis
Cabrera, Félix F. Palavicini, José Inés Novelo, Luis Manuel Rojas, Alfonso Cravioto y otros,
quienes percibieron que la bondad e inexperiencia del Presiente estaba amenazada tanto por
la perfidia de sus enemigos poderosos que formaban parte de la administración, como por el
secretario de Guerra Victoriano Huerta, cuanto por el descontento de amplios núcleos de
campesinos y obreros que exigían transformaciones rápidas y enérgicas de su situación.
Ante esa situación el Grupo Renovador presentó el 23 de enero de 1913 al Presidente un
memorial en el que resumía sus preocupaciones y las inquietudes del país. Señalaron al
Presidente que la revolución surgió como un movimiento civil, liberal, democrático y
progresista de acuerdo con los postulados del Plan de San Luis, pero que esos postulados no se
habían cumplido e instaban al gobierno a ponerlos en práctica para evitar el descontento
y una contrarrevolución. Pedían también que Madero separara enérgicamente de la
administración a todos los enemigos de la Revolución y que se gobernara de a cuerdo con los
principios reformadores que la habían hecho surgir. Llamábasele también la atención acerca de
algunos de sus colaboradores más cercanos.
El Presidente respondió al memorial afirmando que todos sus colaboradores actuaban
conforme a la ley y que no había que tener ningún acto fuera de ella.
La ingenuidad y natural bondad de Madero no advirtió como actuaban los grupos
conservadores y ambiciosos y cómo en la política mexicana intervenía la mano del
embajador Wilson, que a toda costa luchaba por el derrocamiento de la administración
Maderista, instando a su gobierno, para que tomara medidas militares para amedrentar el
régimen de Madero. Alma de la conspiración que se urdía contra Madero fueron Rodolfo
Reyes, hijo de Bernardo, que a toda costa deseaba ver a su padre en el poder, Manuel
Mondragón, hábil artillero muy ligado a Félix Díaz, el general Gregorio Ruiz y Cecilio Ocón.
Victoriano Huerta, jefe militar de la ciudad, manteníase a la expectativa.
d) La Decena Trágica
Se llama así a la etapa del 9 al 19 de febrero en la cual el grupo contrarrevolucionario inició
una revuelta en contra del gobierno legalmente establecido. El día 9 los conspiradores
lograron que los alumnos de la Escuela de Aspirantes de Tlalpan y los soldados del cuartel
157
de Tacubaya se sublevaran; unos se dirigieron rumbo a Santiago Tlatelolco para liberar al
general Reyes y otros hacia la penitenciaria, para dejar libres a varios presos políticos. Reyes
como dijimos intento tomar palacio, fue muerto en el intento. Sus seguidores se refugiaron en
la ciudadela. Al ser atacado el palacio, resulto herido el general Lauro Villar que lo defendía.
Para substituirlo se nombró por considerarlo buen militar al general Victoriano Huerta.
Madero, que se encontraba en Chapultepec, marchó acompañado de una escolta de cadetes del
Colegio Militar hacia palacio, victoreado en el camino por el pueblo que lo quería y que le era fiel.
El gobierno solicito la concentración de tropas para abatir a los conjurados y fue a esperar en
Cuernavaca los refuerzos de Felipe Ángeles, en tanto que llegaban los del general Rancel y
los de Rubio Navarrete.
Félix Díaz logró que Victoriano Huerta se adhiriera a su movimiento, lo que fue puesto en
conocimiento de Madero, quien no lo quiso creer. Las tropas leales atacaron a la ciudadela
defendida por Díaz, Mondragón y Blanquet. Wilson inicio presiones para exigir la renuncia de
Madero y el día 18, en su propia embajada los conjurados, con Huerta a la cabeza firmaran
un pacto el llamado de la ciudadela o de la embajada por que en ella se fraguó, por el Huerta
se comprometía a aprender a Madero y exigir su renuncia y la de Pino Suárez, para que
después fuera el nombrado presidente. Digna de toda alabanza fue la actitud del embajador
de Cuba, Manuel Márquez Esterlin, quien se esforzó por evitar la intervención de Estados
Unidos, sin lograrlo; después trato de salvar la vida del presidente, de su familia y de Pino
Suárez.
Huerta, que había dispuesto el asesinato de Gustavo A. Madero se propuso a detener al
ejecutivo en palacio y Madero y Pino Suárez fueron obligados a renunciar, que el congreso
acepto nombrando al secretario de relaciones Pedro Lascurain presidente. Este mantuvo el
poder solos cuarenta y cinco minutos, y designó a Huerta como secretario de gobernación.
Inmediatamente después Lascurain renunció con lo que subió automáticamente Huerta a la
presidencia. Este hombre buen militar pero ambicioso sanguinario y alcohólico
ensoberbecido en el poder, trato de destruir a todos los partidarios de Madero, detuvo en el
Palacio al presidente y a Pino Suárez y el día 22 ordeno que se les trasladara a la
penitenciaria, pero en realidad para que fueran acecinados en el camino como sucedió. De
esta suerte, victima de una traición desparecía el Presidente idealista, aquel que había sido
exaltado por el pueblo que vio en el una esperanza cierta de renovación.
EL GOBIERNO DE VICTORIANO HUERTA
Huerta tomo el poder el 22 de febrero. Llamó para integrar su gabinete a hombres
pertenecientes al grupo de Bernardo Reyes Y Félix Díaz, a los cuales elimino poco a poco para
quedarse con solo incondicionales entre otros a Aurelio Blanquet, quien había dado la orden de
acecinar a Madero. Algunos habían sido figuras destacadas que equivocadamente le sirvieron
creyendo beneficiar al país, como Federico Gamboa, Toribio Esquivel Obregón y Nemesio
García Naranjo, otros fueron comodines como Manuel Garza Aldape y aun personas de
mente perturbada como el hábil medico Aurelio Urrutia.
Huerta manejó hábilmente al senado a excepción de hombres valientes como Belisario
Domínguez, y en el congreso el famoso cuadrilátero trato de controlar a todos los diputados,
pero no contó con que varios de ellos lo atacaron vilmente, pese a las amenazas recibidas.
De los congresistas Huerta Hizo acecinar a Edmundo Pastelón, Serapio Rendón, Manuel
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Origel y Néstor Monrroy y, por fin, cansado de ellos disolvió el congreso e hizo encarcelar a
ochenta diputados el 10 de octubre de 1913. El poder judicial no tuvo tan poco el valor ni el
coraje de enfrentarse a la dictadura. El presidente de la Corte Francisco S. Carvajal, Manuel
Olivera del Toro, felicitaron a Huerta por haber accedido a la presidencia y haber disuelto el
congreso. Destituyo a varios gobernadores entre otros a los de Morelos Y Querétaro.
Fue el régimen de Huerta un régimen de terror que ensangrentó al país. Las elecciones
ofrecidas por Huerta para elegir a un presidente definitivo se anunciaron para el 26 de
octubre y a ellas se presentaron varios candidatos postulados por varios partidos; entre ellos
figuraban Félix Díaz, Francisco León de la Barra, francisco Vázquez Gómez y otros más.
Huerta eliminó de una manera muy hábil a Félix Díaz y a León de la Barra. Otros candidatos
de partidos independientes se abstuvieron como Luis Cabrera y Flores Magón. De esa suerte
al ocurrir las elecciones el congreso declaró que debería continuar Huerta en el poder con
facultades extraordinarias. Este gobernó México desde febrero de 1913 hasta julio de 1914,
fecha en que renunció obligado por opositores a su régimen y por haber pedido además el
apoyo de Estados Unidos.
A Huerta se sometió en el norte Pascual Orozco, a quien derroto Villa poco después cuando este
rehacía su ejército. En el sur Zapata mantuvo con altivez su bandera y no se sometió al usurpador
en diversos lugares surgieron movimientos contra Huerta, habiendo sido los mas importantes
solo los encabezados por Villa que logró tomar Torreón en el mes de octubre, cuando Huerta
tomaba posesión de la presidencia. Villa logro apoderarse de Cd. Juárez y dominar todo el
estado de Chihuahua.
a) Carranza y el Plan de Guadalupe.
Al comunicar Huerta en febrero de 1913 su designación como presidente a los gobernadores el
de Coahuila, Venustiano Carranza, hombre de carácter de convicciones firmes y
acostumbrado al mando que había ejercido durante años no acepto someterse a un hombre que
violando todas las leyes y la amistad se había apoderado del pode. Bien relacionado en su
estado y en otros vecinos, invito a diversos gobernadores a oponerse a Huerta, habiendo
suscrito el 26 de marzo de 1913 en la hacienda de Guadalupe el plan que lleva ese nombre y
cuyos puntos fundamentales fueron los siguientes:
1. Se desconoce al general Victoriano Huerta como presidente de la República; 2. Se
desconocen también los poderes legislativo y judicial de la federación; 3. Se desconocen a
los gobiernos de los estados que reconozcan a los poderes federales que forman la actual
administración; 4. Para la organización del ejercito encargado de hacer cumplir nuestros
propósitos nombramos como primer jefe del ejército al ciudadano Venustiano Carranza
gobernador constitucional del estado de Coahuila; 5. Al ocupar el ejército constitucionalista la
ciudad de México se encargara interinamente del poder ejecutivo a Carranza; 6. El
presidente interino de la República convocara a elecciones generales tan luego como se
haya consolidado la paz entregando el poder sin dudarlo al ciudadano que resultara electo; 7.
El ciudadano que funja como jefe del ejercito Constitucionalista en los estados cuyos
gobiernos hubieren reconocido al de Huerta asumirá el cargo de gobernador provisional y
convocara a elecciones locales y tomaran posición de de sus cargos los ciudadanos que
sean electos para desempeñar altos poderes de la federación. De febrero de 1913 a julio de
1914 diversos grupos cada vez más numerosos combatieron a Huerta obligándolo a
159
renunciar y abandonar el país. Cuatro columnas militares avanzaron hacia la capital al
mando de Álvaro Obregón, Francisco Villa, Pablo González y Emiliano Zapata.
b) El conflicto con Estados Unidos.
En tanto la revolución constitucionalista triunfaba, el gobierno de Huerta atravesaba ciertas
dificultades internacionales. La administración de Woodrow Wilson que no accedió a
reconocerlo, retiró como embajador a Henry Lane Wilson y envió a diversos agentes para
observar la situación reinante y aun para mediar en el conflicto. Temiendo por sus
conacionales, el presidente Wilson ordeno a la flota situarse frente a los puertos principales del
Golfo de México: Veracruz y Tampico.
El 9 de abril varias unidades navales anclaron en Tampico y de una de ellas, del acorazado
“Delphin”, descendieron al puerto varios marinos estadounidenses, que fueron detenidos por
órdenes del general Morelos Zaragoza. Al aclararse su situación, se ordeno liberarlos
pidiendo las disculpas al admirante H. mayo por el error cometido. El almirante no se
conformo con las disculpas y arguyó que se había ofendido al gobierno de su país; exigiendo
una disculpa oficial y que se rindieran honores a su bandera. Comunicado el incidente al
gobierno de Huerta, éste accedió a rendir los honores si se hacía otro tanto con la bandera
mexicana. Como no se definiera cuál debía honrarse primero y pasaron los días, Wilson,
impaciente, facultado por el Congreso de su país, ordenó movilizar su armada contra México.
El contralmirante F.F. Flecher, con el pretexto de evitar que un navío Alemán desembarcara
armas en Veracruz, ordeno el 21 de abril de 1914 ocupar el puerto, bombardeando las
posiciones mexicanas.
Este hecho basto para que se despertara el sentimiento nacional. Los alumnos de la Escuela
Naval de Veracruz se aprestaron a la defensa, así como el pueblo, habiendo sido
sacrificados en los combates que se sucedieron muchos cadetes y vecinos, entre ellos,
Virgilio Uribe, José Azueta, José Gómez Palacio y Cristóbal Martínez. En la República se
levanto una ola de protestas y jóvenes de diversas escuelas marcharon a la defensa de
Veracruz en donde los invasores decretaron la ley marcial, ocuparon la aduana e
intervinieron los servicios públicos. Carranza se negó a participar junto con las tropas
huertistas para reprimir a los invasores y no aceptó tampoco negociar con los Estados
Unidos para terminar con la administración de Huerta, mal vista ya por Washington.
Para remediar la difícil situación causada por la intemperancia de los marinos de Estados
Unidos, los gobiernos de Argentina Brasil y Chile ofrecieron realizar negociaciones con los
bandos contendientes, el constitucionalista y el de Huerta. Para ello organizaron en
Washington varias conferencias amparadas con las siglas ABC y reunieron a los
representantes de Huerta: Emilio Rabasa, Agustín Rodríguez y Luis Elguero, a los de
Carranza: José Vasconcelos, Luis Cabrera y Fernando Iglesias Calderón; al magistrado de la
Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos Joseph R. Lamar y a Federico W Lehman,
del Departamento de Estado. En Canadá el sito conocido como Niagara Falls, se iniciaron el
20 de mayo de 1914 esas conferencias. El grupo de Carranza, de acuerdo con su arraigada
convicción, negó el derecho de los países extranjeros a intervenir en los problemas
domésticos y solicito que se discutiera la actitud intervensionista de los Estados Unidos.
Huerta a su vez se manifestó dispuesto a renunciar si eso aseguraba la paz; Wilson deseaba
que Huerta renunciara, se constituyera un gobierno neutral y se convocara a elecciones
libres. Sin poder llegar a ningún acuerdo, las conversaciones terminaron el 15 de julio, el
160
mismo día en que Victoriano huerta renunciaba a la presidencia. Las fuerzas de ocupación
Yankis permanecieron en Veracruz hasta el día 14 de noviembre de 1914, cuando los
constitucionalistas estaban ya en la capital de la República.
Este incidente, que puso nuevamente en peligro la paz de la nación, sirvió para enardecer el
patriotismo de los mexicanos y para mostrar cómo el gobierno constitucionalista estaba
dispuesto a seguir una vía recta, apegada al derecho nacional como internacional.
EL TRIUNFO DEL CONSTITUCIONALISMO
Con jefes militares valientes, de alta capacidad como estrategas y políticos como fueron
Álvaro Obregón, Francisco Villa y Pablo González, las fuerzas constitucionalistas tuvieron
asegurado el triunfo. Obregón que tomó por asalto Nogales el 13 de marzo de 1913, pronto
ocupó Cananea, Naco y Agua Prieta, y fue a sitiar Guaymas. Ascendido a general Brigadier
por Carranza, fue nombrado general en jefe del Cuerpo del Ejército del Noreste. Avanzó
sobre Culiacán, Guaymas y Mazatlán; marcho hacia Guadalajara, que tomó el 8 de julio y de
ahí siguió hacia Querétaro para encontrar al ejército del Noreste comandado por Pablo
González, que se había levantado contra Huerta junto con Jesús Carranza, Francisco
Murguía y Antonio I. Villareal. Ellos lograron ocupar después Monterrey, Tampico y Saltillo.
a) Francisco Villa.
Francisco Villa, cuyo nombre auténtico era Doroteo Arango, nació en la hacienda de Río
Grande, Durango, en 1878 y de muy joven trabajo en las labores del campo relacionándose
con prestigiados hacendados como Abraham González. Conoció los abusos de los
poderosos ante los cuales se sublevó, por lo que fue perseguido. Intuitivo desconfiado,
valiente hasta la temeridad, conoció por sus correrías en tierras norteñas la pésima situación
de los peones de las haciendas, la desesperación de los gañanes acostumbrados a vivir en
libertad y a someterse, la angustia de los mineros explotados, de una sociedad indómita,
rebelde y desesperada que anhelaba una situación social y económica mejor y que
despreciaba la sujeción a toda administración, pues sabia que estaba en contubernio con los
latifundistas, con los extranjeros que explotaban al país o que servían de esquiroles a los
trabajadores mexicanos.
Además de ese sentimiento de rebeldía, Villa y sus compañeros habían sido influidos por las
predicas socialistas de los clubes liberales, que confirmaron en ello su repulsa a la
organización socio-política del país. Villa era, la expresión más refinada de la sociedad
norteña, nómada insumisa, valiente y decidida, que aspiraba a la libertad, al progreso, a la
concordia y a un mayor bienestar social.
Esos anhelos, ese recóndito deseo de justicia y bienestar social logrado a base de sacrificios
y valor fue el que condujo a Villa a servir bajo las órdenes de Abraham González y a lanzarse
a la revuelta el 17 de noviembre de 1910. Pronto se unió con los hombres que los seguían,
admirados por su valor a las tropas de Pascual Orozco, con las que atacaron Ciudad Juárez.
Al subir Madero a la Presidencia, Villa permaneció tranquilo pensando que había triunfado el
movimiento; pero al rebelarse Orozco contra Madero, Villa se adhirió a la División del Norte
mandada por Huerta, con quien pronto entro en dificultades, hasta el punto que Huerta
ordenó se le remitiera preso a la ciudad de México, pero huyó al norte internándose a los
Estados Unidos.
161
A la muerte de Madero y de su protector Abraham González, Villa volvió al país e inició en
compañía de ocho valientes como él, la campaña en la cual cosecharía grandes triunfos.
Algunas de sus acciones bélicas más importantes son las batallas de Tierra Blanca (24 de
noviembre de 1913); segunda toma de Torreón (22 de marzo al 2 de abril de 1914); la de
San Pedro de las Colonias (5 al 9 de abril de 1914); Paredón (20 de mayo de 1914) y la
brillante toma de Zacatecas (23 de junio de 1914). Estratega nato, dotado de gran coraje,
ejercía en sus subordinados una intensa sugestión que les compelía a realizar acciones
bélicas.
A fines de 1913 después de la batalla de Tierra Blanca, Villa regreso triunfante a Chihuahua, en
donde los jefes de las brigadas de la División del Norte acordaron unánimemente
designarlo gobernador provisional del estado. Este nombramiento le permitió separarse de su
cargo varias ocasiones.
La gubernatura del estado la desempeño con eficacia y honradez. Preocupándose por poner al
alcance de las clases humildes víveres a precios módicos, castigando a los especuladores y a los
comerciantes que habían apoyado a Huerta. Se ocupo de las comunicaciones; instalo una
emisora inalámbrica y mejoro los telégrafos y los ferrocarriles. Emitió moneda metálica y en billete
que tuvo bastante acogida. Mediante uno de sus decretos se estableció el Banco de Chihuahua
en diciembre de 1913; apoyo la expedición de disposiciones agrarias y se empeño en
fomentar la pequeña propiedad.
El concepto de propiedad de la tierra que Villa tenía era diferente del de Zapata. Los
campesinos del sur luchaban por la defensa del ejido, de las tierras de la comunidad que les
habían sido arrebatadas. Villa deseba crear una sociedad de labradores propietarios de sus
tierras, que debía constituir su patrimonio familiar. De acuerdo con esas ideas, se esforzó
también por crear colonias para militares y sus familias, en las cuales trabajarían
particularmente y en colaboración.
Más tarde Villa deseando contar con el auxilio de Zapata y comprendiendo los alcances y
finalidades de su programa, se adhirió a los principios del Plan de Ayala y aceptó la
distribución de la tierra de los grandes latifundios entre los campesinos pobres, indemnizando a
sus antiguos propietarios.
Alternando el gobierno de Chihuahua con el general Manuel Chao, en quien tenía confianza. Villa
se entrego de lleno a la actividad para la que tenía grandes dificultades, la bélica. Poco después
de derrotar a las fuerzas de Orozco y Huerta, llegó a reunir un contingente de más de diez mil
hombres, que integraron su famosa División del Norte. En marzo de 1914 se unió a Villa el
general Felipe Ángeles, destacado militar y famoso artillero, quien dio a las tropas villistas
extraordinaria dirección e impulso.
Después de la segunda toma de Torreón, los triunfos de la División del Norte. Se sucedieron uno
tras otro en Paredón y Saltillo población que se entrego a la columna de oriente que dirigía
Pablo González, y de ahí avanzo hacia Zacatecas, población que tomó tras sangrienta lucha el 23
de junio de 1914.
La acción contra Zacatecas disgustó a Carranza, por haber sido realizada sin su
consentimiento y fue el inició de un mal entendimiento entre el Primer jefe y Villa. Carranza
para evitar que Villa entrara primero a la ciudad de México, no le proveyó de combustible
necesario y tampoco lo invitó a firmar los Tratados de Teloyucan, por los que se rendía y
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debía disolverse el ejército federal huertista y entrar en la ciudad de México en orden y sin
causar daño a la población, que estaba muy alarmada, el Ejercito Constitucionalista entró el
15 de julio de 1914, Huerta había renunciado ya y partido a estados Unidos, donde murió.
El 20 de agosto llegó a la ciudad de México Venustiano Carranza, quien tomó el mando
militar y político encargándose de la presidencia provisional.
Advertidas las diferencias entre Villa y Carranza por varios generales que temieron se
ahondaran perjudicando con ello la causa revolucionaria, convocaron a una conferencia en
Torreón en la que se acordó que Carranza permanecería como Primer jefe gobernado en los
asuntos civiles y diplomáticos; en lo militar la División del Norte tendría el mismo rango que la
de Obregón y la de Pablo González; mandaría como jefe de todo el ejercito constitucionalista
Felipe Ángeles y Carranza debería integrar una junta consultiva de gobierno, asumir
interinamente la Presidencia y reunir una convención de delegados del Ejercito
Constitucionalista que fijaría la fecha de las elecciones y elabora un programa de gobierno,
Zapata, por su lado, instaba a que los constitucionalistas se adhirieran al Plan de Ayala.
LA SOBERANA CONVENCIÓN REVOLUCIONARIA
Como las posiciones de cada grupo resultaban difíciles de poner de acuerdo, Carranza en su
carácter de Primer Jefe, convocó a los gobernadores y a los generales con mando a una
convención que debía elaborar un programa revolucionario que atendiera los requerimientos
populares, la cual debía reunir en México el 1 de octubre de 1914. En tanto los colaboradores
de Carranza , gestionaban que los estadounidenses desocuparan Veracruz, licenciaban a los
restos del ejército federal que quedaban y hacían frente a las dificultades internas, como la
revuelta del gobernador Maytorena en Sonora, disgustado con Plutarco Elías Calles, que era
el jefe militar.
La convención se reunió en la capital el primero de octubre, presidida por Luis Cabrera, sin que
estuviera representada la División del Norte, no obstante los esfuerzos hechos por Obregón
para convencer a Villa de que asistiera, ni tampoco el Ejército del Sur, ni el gobernador
Maytorena. En la sesión del día 3, Carranza presentó un amplio programa de acción
revolucionaria y su renuncia que no fue aceptada. También se acordó que la convención
se reuniera en Aguascalientes para que pudieran intervenir los representantes de Villa y Zapata y
que solo asistirían militares y no civiles.
El 10 de octubre en el teatro Morelos de Aguascalientes se reanudaron las sesiones,
presididas por Antonio I. Villarreal, José Isabel Robles, Pánfilo Natera y Mateo Almanza,
Marciano González, Samuel N: Santos y Vito Alessio Robles. Los representantes de Villa
fueron Felipe Ángeles, Eugenio Aguirre Benavides y Roque González Garza. Para lograr la
unidad revolucionaria, Felipe Ángeles fue autorizado para invitar a Zapata, quien envió a
Rafael Cal y Mayor, Samuel Fernández, Manuel Robles, Rodolfo Magaña y otros. Su
representante personal fue Antonio Díaz Soto y Gama, convertido en el mentor de Zapata
después de la desaparición de Otilio Montaño.
En las sesiones el grupo zapatista se mostró intransigente, exigió la separación de Carranza
como primer Jefe y la adopción integra de los principios del Plan de Ayala. Los villistas
adoptaron a propuesta de Roque González Garza, dicho plan. Carranza no acudió a la
convención por estimar que Aguascalientes estaba amenazada por Villa y temió ser
detenido, y también por haberse dado cuenta de que el ánimo de los convencionistas era
163
contrario a él. Temiendo que aun en la ciudad de México pudiera ser sorprendido, marcho
rumbo a Veracruz y en Córdoba publicó un manifiesto, desconociendo la Convención y sus
acuerdos y justificando su actitud. En medio de un ambiente muy caldeado, los
convencionistas aceptaron la renuncia de Carranza y el retiro de Villa del mando de su
División.
Para llenar el vació que dejaba Carranza, la Convención, a instancias de Obregón que se
mostró muy conciliador, se nombró a Eulalio Gutiérrez. El 10 de noviembre Carranza,
instalado ya en Veracruz, negó a la Convención el derecho de nombrar presidente y declaro
que Eulalio Gutiérrez era un presidente ilegal. Varios grupos propusieron que se alejara a
Carranza y a Villa del país, pero las opiniones no acordaron. El 13 de noviembre la
Convención celebró en Aguascalientes su última reunión, dirigiéndose en seguida a la
capital, donde entro con las fuerzas de Villa y Zapata.
En rigor, la Convención no logró elaborar un programa de amplias reformas económicas y
sociales al interés que en ello había. Las diferencias entre el grupo villista y carrancista, que
se disputaban el poder y el derecho de gobernar a la nación, cada uno a través de sus
propias concepciones, constituyendo la gran preocupación de la asamblea. Instalado Eulalio
Gutiérrez en la ciudad de México, no pudo gobernar, dominado por las presiones de Villa y
Zapata. Trato de ejercer su cometido relevando de sus mandos a esos dos generales, lo que
provoco la cólera de ambos, por lo que prefirió dejar la Presidencia y marchar hacia San Luis
Potosí. Se hizo cargo del gobierno convencionista del 17 de enero al 9 de junio de 1915.
Roque González Garza, pero solo como delegado de la Convención que se arrogó el
ejercicio de todos los poderes, jefe de las operaciones militares fue nombrado Villa.
Carranza, entre tanto en Veracruz, se apresto a ejercer el gobierno promulgando leyes como
la que autorizaba el divorcio, la Ley de Dotaciones y restituciones del 6 de enero de 1915,
redactada por Luis Cabrera y que fue el inicio de una amplia reforma agraria que más tarde
se concentraría en el artículo 27 Constitucional de 1917. Esta ley creo la Comisión Nacional
Agraria.
Carranza inició una evidente acción renovadora, al contrario de lo que pasaba con las otras
fracciones. Villa partió hacia el norte y el occidente a batir a grupos Carrancistas. Ocupó
Guadalajara el 13 de enero de 1915 y de ahí partió hacia Nuevo León y Tamaulipas. El
gobierno convencionista paso de México a Cuernavaca el mes de enero, en donde se
confirmó la alianza entre Villa y Zapata, aunque estos no auxiliaban suficientemente al
norteño y manteníanse en defensa local.
Fuerzas de Carranza ocuparon la capital dirigidas por Obregón, que se había decidido a
apoyar a Carranza por considerar tenía un autentico plan de gobierno. La ciudad sufrió
hambre, escasez de agua y alimentos, no circulo la moneda carrancista, se impusieron
fuertes contribuciones y se inició una enojosa campaña anticlerical. El 9 de marzo Obregón
abandonó la ciudad a la que entraron fuerzas zapatistas.
El gobierno de la convención volvió de Cuernavaca a México el 11 de marzo, en donde
estuvo dominado por el zapatismo. González Garza solicito a Villa su ayuda y éste le
recomendó que se trasladara al norte. El 10 de junio, los elementos zapatistas que
dominaban el gobierno convencionista depusieron a González Garza y nombraron al
licenciado Francisco Lagos Cházaro. Éste cambio la cede a Toluca y se decidió a partir hacia
164
el norte, pues eran perseguidos por la gente de Carranza. En Zacatecas fue alcanzado y
obligado a dispersarse, por lo que se dirigió a un puerto del Pacífico en donde embarco para
Centroamérica.
a) La campaña contra Villa.
A Carranza le preocupo mucho más dominar a Villa que al gobierno convencionista.
Rehechos sus cuadros con la reincorporación de los más prestigiados militares
constitucionalistas, se aprestó a la lucha. Obregón, después de salir de México se dirigió
hacia el centro y llegó a Querétaro. Villa concentro en torno a Celaya sus fuerzas y los
encuentros entre sus grupos se iniciaron el 6 de abril. Después de un compás de espera, el 13 de
abril se inició reñido combate que duro hasta el 15, habiendo las fuerzas de Obregón pasado de
la defensiva a la ofensiva. Con una estrategia que descontrolo a los Villistas, Obregón logro
imponerse y forzar la retirada de sus enemigos.
Los constitucionalistas avanzaron hacia Silao y León en donde tuvieron lugar reñidos
combates en los que la artillería logro importante papel. El 12 de mayo sin haber dejado de
combatir sino reorganizándose mutuamente y recibiendo refuerzos, ambos contendientes
intensificaron la lucha que se mantuvo con ligeras acciones hasta el 22 de junio. El primero
de julio los villistas llevaron a cabo una fuerte ofensiva que logro ocupar Silao, Irapuato, la
estación de Nápoles y rodear a Obregón en la Hacienda de Santa Anna del Conde. En un
fuerte duelo de artillería, un proyectil alcanzó a destrozar el brazo de obregón, quien dejo el
mando a Francisco Murguía. Este el 5 de ese mes tomó la ofensiva obligando a los villistas a
retirarse. Estas batallas iniciadas cerca de Celaya y proseguidas en León y Silao representan
el fin de la carrera gloriosa de armas que había tenido Villa. El más valiente y decidido militar
de la Revolución resultaba vencido por las fuerzas carrancistas organizadas, al mando de
Álvaro Obregón y Francisco Murguía. Villa trato de negociar una tregua con Carranza, pero
este desconfiado de los caudillos militares, decidió acabar con él igual que con Zapata. En su
persecución se lanzaron Murguía, Joaquín Amaro, Manuel M. Diéguez y Plutarco Elías
Calles, y ante el acoso perdió en su retirada hacia el norte la mayor parte de sus efectivos,
pues muchos defeccionaron y otros se pasaron al Ejercito Constitucionalista.
Al conocer Villa que el gobierno de Carranza había sido reconocido por el gobierno de los
Estados Unidos, sintió que ese país también se ponía en su contra y se volvió indignado
contra él. Hizo asesinar a varios ingenieros estadounidenses en Santa Isabel y entro en
incursión violenta al pueblo de Columbus en la madrugada del 9 al 10 de marzo de 1916, lo que
provocó airada protesta de Washington y el envió de una columna de expedicionarios para
perseguir a Villa, al mando de John J. Pershing, que entro en Chihuahua el 14 de marzo.
Carranza ante este hecho que entorpecía sus relaciones con Estados Unidos, protesto y
lanzó un manifiesto al pueblo de México, culpando a ese país de poner en peligro la paz. Primero
Pershing y luego Charles T. Boyd, se enfrentaron a tropas mexicanas que los repelieron. Carranza
exigió el retiro inmediato de la expedición punitiva y el presidente Wilson exigió seguridades en
la frontera. Después de largas pláticas entre comisionados de Carranza y de Wilson, se
aceptó que los 15 mil soldados yanquis salieran del país, lo que efectuaron en enero y febrero
de 1917.
Colocado con esas acciones fuera de la ley, Villa tuvo que esperar, hasta que habiendo sido
lanzado el Plan de agua Prieta y desaparecido Carranza, el presidente interino Adolfo de la
Huerta, estudiando los antecedentes revolucionarios de Villa y pensando que resultaba más
165
conveniente tenerlo en paz, celebro con él los Tratados de Sabinas en julio de 1920. Villa
ofreció deponer las armas y consagrarse en unión de varios de sus compañeros a la
agricultura y a la ganadería. El gobierno le concedió para ese fin la hacienda de canutillo en
Durango, en donde Villa y sus hombres organizados en comunidad, se entregaron a las
labores del campo.
Entre 1920 y 1923, la colonia formada por Villa llegó a contar con cerca de 800 personas y
prosperó. Al subir Obregón al poder, Villa se sintió amenazado. Recordaba como varias
veces, impulsado por la ira, había ordenado fusilar al sonorense, que se había salvado por
milagro. Para el presidente Obregón y para el general Calles, Villa seguía representando un
grave peligro. Por ello se ordenó su muerte, que ocurrió en una emboscada en Hidalgo del Parral
el 20 de julio de 1923.
LA ADMINISTRACIÓN DE VENUSTIANO CARRANZA
El gobierno de Carranza se inició con acierto, pese a las dificultades, y luego de que la
ciudad de México fue tomada por las fuerzas constitucionalistas lanzo una convocatoria para
elegir diputados que en calidad de constituyentes se reunieran en la ciudad de Querétaro
para elaborar una nueva Constitución. Los nominados deberían congregarse en Querétaro,
declarada capital de la República, el 20 de noviembre e iniciar sus labores el 1 de diciembre
de 1916.
En el mes de octubre de 1916 varios generales revolucionarios fundaron el Partido Liberal
Constitucionalista, que propuso a Carranza como candidato presidencial.
El constituyente, reunido en Querétaro en la fecha señalada una vez que reviso las
credenciales de sus miembros, en una de las juntas preparatorias recibió al Primer Jefe,
quien leyó importante documento que contenía su pensamiento político. En el proponía
diversas reformas a la Constitución vigente de 1857, que consideraba adecuadas a las
circunstancias en que vivía el país y con las cuales podría evolucionar pacíficamente. Este
documento de Carranza no convenció a los constituyentes, cuyas ideas novedosas
impulsaban a una transformación radical de la organización político social del país.
El constituyente realizó sus sesiones del 1 de diciembre de 1916 al 31 de enero de 1917, día
en que se clausuro la asamblea. La Constitución elaborada en Querétaro fue promulgada por
el propio Carranza el 5 de febrero de 1917. De acuerdo con la norma fundamental, al día
siguiente se convoco a elecciones para presidente, diputados y senadores, las cuales se
efectuaron el 11 de marzo, instalándose la XXVII Legislatura del congreso de la Unión. El 1
de mayo Carranza tomó el poder como Presidente constitucional. Posteriormente se
efectuaron las elecciones para gobernadores. Para concretar, diremos que Venustiano
Carranza rigió al país de la siguiente forma: 1 de febrero de 1913 al 13 de agosto de 1914,
como primer Jefe del Ejercito Constitucionalista que combatió y derrocó a Huerta; 2.- Como
encargado del Poder Ejecutivo del 20 de agosto de 1914 al 14 de abril de 1916, cuando
volvió a la ciudad de México; 3.- Del 14 de abril de 1916 al 1 de mayo de 1917; 4.- del 1 de
mayo de 1917 al 21 de mayo de 1920, fecha en que fue asesinado.
Carranza integro su gabinete rodeándose de hombres prestigiosos y limpios. Pastor Rouaix
en Fomento; Alberto J. Pani en Industria y Comercio; Ernesto García Pérez y Manuel Aguirre
berlanga en Gobernación; Rafael Nieto en Hacienda; José Agustín Castro en Guerra y
166
Manuel Rodríguez en comunicación. Miguel Román, José Natividad Macias y César López de
Lara estuvieron encargados del departamento de Justicia, Universitario y Salubridad.
167
a) El Congreso Constituyente de Querétaro.
Venustiano Carranza, político arraigado en los principios liberales y fervoroso creyente en la
necesidad de gobernar bajo el imperio del derecho, el respeto a las instituciones y el goce de
las garantías individuales, al expedir el 14 de septiembre de 1916 el decreto que modifico
algunos de los puntos del Plan de Guadalupe, reconoció que era indispensable para realizar
las reformas sociales que el país exigía, “convocar a un Congreso Constituyente, por cuyo
conducto la nación entera expresa de manera indubitable su soberana voluntad”. Ese
congreso explicaba claramente el decreto que el “proyecto de la Constitución reformada” que
le presentaría el Primer jefe, y debería realizarse en termino de dos meses, al final de los
cuales se disolvería. Esas reformas, escribía en el mensaje que leyó ante el congreso el 1 de
diciembre de 1916, son “reformas todas tendientes a asegurar las libertades públicas por
medio del imperio de la ley, a garantizar los derechos de todos los mexicanos por el
funcionamiento de una justicia administrativa por hombre probos y aptos y a llamar al pueblo
a participar, de cuantas maneras sea posible, en la gestión administrativa.”
Carranza, que aun cuando había sido alto funcionario en la administración porfirista no era
hombre de toga, se asesoró en el campo de la organización jurídico-política del país con
ayuda de los abogados José Natividad Macias y Luis Manuel Rojas. Posteriormente admitió
el auxilio de Félix F. Palvicini y Alfonso Cravioto. A base de su idea de mantener la
organización jurídico-política de México consagrada por el legado de la Constitución Política
de 1857, presentó al congreso el 1 de diciembre de 1916 su Proyecto de Constitución
contenido en 132 artículos más 9 transitorios, en los cuales como el mismo expresaba:
“Están contenidas todas las reformas políticas que la experiencia de varios años y una
observación atenta y detenida, me han sugerido como indispensables para cimentar sobre
bases sólidas, las instituciones, al amparo de las que deba y pueda la nación laborar
últimamente por su prosperidad, encauzando su marcha hacia el progreso por la senda de la
libertad y el derecho.”
El constituyente estuvo preocupado primero por la admisión de sus miembros. Varios
diputados que habían militado en las filas maderistas y que habían sido miembros del bloque
renovador fueron admitidos pese la oposición de Obregón. Ya constituidos se formaron en el
congreso dos bloques, uno de tendencia conservadora que apoyaba el proyecto de
Carranza, otro de ideas avanzadas que pesaba había que innovar formulado una
constitución que además de proteger las garantías individuales, debería contener y proteger
otras de tipo social por las que clamaban los grupos más numerosos de la sociedad
mexicana. Entre estos, que gravitaban bajo la influencia de Obregón se encontraban
Francisco J. Mújica, Esteban B. Calderón, Heriberto Jara y Rafael Martínez de Escobar.
Hubo también hombres de reconocida prudencia y saber como José Natividad Macias, Luis
Manuel Rojas, Pastor Rouaix, Hilario Medina. Paulino Machorro y Narváez, José María
Truchuelo y Enrique Colunga. El congreso designo el 6 de diciembre la Comisión de
Constitución en la que estuvieron Francisco J. Mújica, que fue uno de los elementos mas
valiosos por su recia formación obtenida en el seminario de Jacona; Enrique Colunga, Luis
G. Monzón, Enrique Recio y Alberto Román, a las que se unieron posteriormente Paulino
Machorro y Narváez, Hilario Medina, Arturo Méndez, Agustín Garza González y Heriberto
Jara.
168
El congreso debatió el proyecto de Carranza y aprobó las reformas que contenía relativas a
la organización política del país, que mantenía en esencia el esquema de la constitución de
1857.
En algunos aspectos se inspiraron en las ideas de Emilio Rabasa, critico del porfirismo.
Radicalizados varios de los constituyentes por la actitud de la Iglesia en la época de Huerta, al
discutir los artículos 3 y 129 (que se integraron luego en el 130) concernientes a la libertad de
enseñanza y materia religiosa, las discusiones tomaron un claro matiz anticlerical que
prologaba las tenidas el pasado siglo por los reformistas de 1833 y 1857.
Piedras de toque y origen de cambios profundos en la Constitución, a tal grado que de ello
brotó un nuevo código fundamental, fueron las discusiones relativas a la propiedad de la
tierra y los derechos de los trabajadores. Los constituyentes influidos por los reclamos de los
campesinos, cada día más urgentes y agudos, que no se habían cumplido durante la
Independencia y de Reforma, y también por las justícimas peticiones de los asalariados de
las fábricas. Tomaron en consideración tanto los principios de los clubes y del Partido Liberal
y los contenidos en las proclamas de los campesinos concentrados en el Plan de Ayala.
Algunos diputados, preocupados más por el aspecto jurídico formal de la Constitución,
creyeron que éste debía contener declaraciones amplias, generales, sin entrar ella misma a
la descripción minuciosa del problema agrario y del laboral, lo cual debía aparecer en leyes
secundarias. La opinión de los radicales, menos formal pero más realista, pensó que la
Constitución debía contener en forma amplia las reformas a esos dos aspectos que
encerraban ya no garantías de tipo individual, sino social, que trascendían al puro individuo ,
como eran las que se consignaban en los códigos liberales, y protegían a la sociedad entera,
principalmente a aquellas fracciones que durante siglos habían sido explotados y olvidadas y
a las que era indispensable defender en forma bien definida, sin dejar a la interpretación de
los juristas ni a leyes de menor importancia los principios por los que más de 100 años se
había luchado y por los cuales mucha sangre se había derramado. De una vez por todos los
constituyentes de Querétaro quisieron asegurar, como principios fundamentales que
cambiaran radicalmente el sentido de la Constitución las garantías sociales que el pueblo de
México bebía gozar.
Bajo estos lineamientos, al estudiar el artículo 5 del proyecto varios diputados se mostraron
inconformes con su contenido y propusieron que dada la importancia de esa materia debería de
tratarse por separado. Una comisión integrada por José Natividad Macias, Pastor Rouaix y de
los Ríos, con asesoría de José inocente Lugo, director de Trabajo de la secretaria de Fomento,
estudió concienzudamente el problema y presentó un proyecto bien fundamentado que al ser
aprobado por el congreso se convirtió en el artículo 123.
Respecto al artículo 27 referente a la propiedad de la tierra ocurrió algo semejante, Pastor
Rouaix, José Natividad Macias, de los Ríos y José Inocente Lugo, asesorados por Andrés
Molina Enríquez, quien en varias obras se había ocupado de los problemas del campo y en su
Plan de Texcoco había propuesto una solución al problema, fueron los encargados de
elaborar un proyecto, que tras cuidadosos estudios y varias discusiones, fue presentada el 24 de
enero de 1917, y aprobada el 30.
Amplias y acaloradas discusiones ocasionó también la redacción, discusión y aprobación del
artículo 3 referente a la enseñanza. En el se consigno la obligatoriedad de la educación, que
169
debería proporcionar el Estado gratuitamente, el cual tenia derecho de vigilar a las
instituciones particulares encargadas de impartirla. El estado se arrogaba el derecho, de
impartir una educación que lo fortaleciera, que impusiera la unidad nacional y por ello él
debería ser el que dictara las normas y el sentido de la enseñanza. La discusión de este
artículo encendió viejas polémicas tenidas ya con el movimiento reformista y abrió otras
nuevas, influidas por las ideas socio-políticas en boga, sostenidas éstas fundamentalmente por
Mújica y Monzón.
Discusión semejante produjo el estudio del artículo 130. En ella se esgrimió más un ambiente
anticlerical que antirreligiosa y el estado quedo con el derecho de controlar legalmente a la
Iglesia, de ejercer una vigilancia directa de sus propiedades, que se definieron como
propiedad de la nación.
El congreso discutió asimismo la postura relativa al sistema político a adoptar, el
parlamentarismo por un lado y por otro el presidencialismo. El realismo político se impuso y
México siguió unido al sistema presidencialista más acorde con la tradición y el desarrollo del
país.
Concluidas las deliberaciones el Constituyente se disolvió.
b) Aspectos del gobierno de Venustiano Carranza.
El día 11 de marzo de acuerdo con lo previsto, SE CELEBRARON LAS ELECCIONES
GENERALES. Se instalo la XXVII Legislatura y la comisión respectiva declaró que era
Presidente electo de la República, de esa fecha al 30 de noviembre de 1920, Venustiano
Carranza, quien rindió protesta el 1 de mayo.
Al ascender Carranza a la Presidencia, el panorama que se le presento no era nada
halagüeño. En el sur, las fuerzas zapatistas representaban una continua amenaza. Para
domínalos, se comisionó al general Pablo González, quien emprendió feroz lucha contra los
zapatistas. Fue necesaria la traición de Jesús Guajardo para eliminara Emiliano zapata,
asesinado en Chinameca el 10 de abril de 1919.
En el norte, Francisco villa representó una pesadilla para la administración carrancista, tanto
desde el punto de vista interno como por las dificultades que provocó en Estados Unidos. Los
ataques relampagueantes sobre algunas ciudades, Parral y ciudad Juárez en abril y junio de
1919, hicieron ver al presidente que tenia en tierras norteñas a un enemigo de cuidado. En la
zona Huasteca actuaba Manuel Peláez, agente de las compañías petroleras enseñoreadas de la
región, quien mantenía constante agitación y fue uno de los hombres que motivaron el asesinato
de Carranza en Tlaxcalantongo, zona que dominaba Peláez.
Las continuas amenazas de rebelión de Félix Díaz, auspiciadas por porfiristas agazapados,
significaban también un peligro, al igual que los diversos grupos armados sin bandera que
inquietaban a la República.
La política económica exterior.
Venustiano carranza como Primer Jefe, tuvo que enfrentarse a las dificultades surgidas con
los Estados Unidos. La intervención estadounidense y la ocupación de Veracruz, que fue
rechazada unánimemente por el pueblo, lo fue también por parte de Huerta y de Carranza.
170
La postura de los comisionados de Carranza en la conferencia de Niagara Falls revela la
tónica de su gobierno, consistente en no tolerar forma alguna de intervención en la política
nacional. La posición que adopto también frente al envío de la expedición punitiva que
pretendía castigar a Villa, confirma incluso su respeto y defensa de la soberanía nacional. El
mes de septiembre de 1918, en su mensaje al congreso afirmó que “Todos los países son
iguales y deben respetar mutua y escrupulosamente sus instituciones, sus leyes y su
soberanía” y “ningún país debe intervenir en ninguna forma y por ningún motivo en los
asuntos interiores de otro”, sometiéndose al principio de la no intervención.
Como estrategia política, Carranza, aprovechando la grave situación provocada por la
Primera Guerra Mundial (1914-1918), a la que entraría Estados Unidos y como medio de
presionar este país, entablo negociaciones con Japón y Alemania para obtener armamento, y
permitió realizar una campaña germanista en México, que ofrecía a nuestro país auxilio para
recuperar el territorio perdido con motivo de la guerra de 1847 y otros beneficios más. Las
indiscreciones de los germanistas fueron tan grandes que el gobierno del presidente Wilson se
alarmó, y dio lugar al retiro de la expedición punitiva de Pershing y el reconocimiento oficial
del gobierno carrancista.
El problema económico.
Después de varios años de lucha, la situación económica de México era difícil. Los grupos
contendientes no habían podido aplicar una política congruente que permitiera organizar la
economía, sanear la hacienda pública, estabilizar el crédito y la moneda e incrementar
debidamente el desarrollo de la industria, de la agricultura y la ganadería. En aquel momento
como ahora, el petróleo sirvió para estabilizar la economía. La situación bélica existente
provocó gran demanda de combustible y esa coyuntura fue hábilmente aprovechada por el
gobierno para arbitrarse fondos.
Por otra parte, los constituyentes de 1917 habían refrenado un sano principio contenido en la
legislatura española que asignaba el dominio directo de los depósitos del subsuelo a la
nación, la cual debería fijar las condiciones de su explotación. El artículo 27 constitucional
expresaba claramente que el subsuelo era propiedad de la nación y que solo esta podía
hacer concesiones para su explotación a las personas físicas o morales constituidas
conforme a las leyes mexicanas. Basado en esas disposiciones el gobierno puso fin a la
exención de impuestos de que gozaban las compañías petroleras. El 13 de abril de 1917
creó un impuesto del timbre que gravó con 10% la producción petrolera, y el 19 de abril de
1918 estableció otro en calidad de regalía sobre terrenos adquiridos antes del 1 de mayo de
1917 y sostuvo que el petróleo del subsuelo pertenece a la nación, por lo cual las compañías
deberían solicitar permiso para hacer perforaciones. Estas imposiciones y restricciones
darían lugar a reclamaciones por parte de las compañías petroleras y gobierno de
Washington.
El gobierno por conducto de Luis Cabrera y de Alberto J. Pani encaminó sus finanzas
racionalmente para solventar la deuda pública que llegaba a 607 millones de pesos en
19119, correspondiendo 189 al régimen de Huerta y 408 al de Carranza. La deuda interna
ascendía a 115 millones.
La administración se enfrento a varios problemas como fueron la escasez de moneda
metálica, el alza del precio de la plata, la incautación de los bancos y la falta de fondos y
171
empréstitos. Se acuñaron monedas de cobre y las platas fueron de menor ley para evitar su
ocultamiento y acaparamiento. Se acuñaron monedas de oro de varias denominaciones y el
peso se estabilizo dos por un dólar. Se estudió la creación de un Banco Único de Emisión,
que se fundaría posteriormente, aun cuando entonces se creo la Comisión Monetaria.
En 1917 se realizó el primer Congreso Nacional de Industriales, en el que se discutieron y
aprobaron las necesidades de levantar un censo industrial, la creación de un Banco de
Industria y Comercio, y la protección arancelaria para proteger la naciente industria
mexicana.
Atención especial se presentó a la reconstrucción de las líneas férreas, tan maltratadas
durante la revolución, la mejoría de la red telefónica y telegráfica, la apertura de algunas rutas
y el mejoramiento de los puertos. Al consolidarse la moneda, el poder adquisitivo de la población
aumentó.
El movimiento obrero.
Los obreros, que habían comenzado a organizarse en forma más sistemática desde
principios de siglo, motivados por las doctrinas socio-liberales de los Flores Magón, de los
clubes liberales y las ideas anarco sindicalista, y cuya lucha en pro de una mejor situación
preludiaron la revolución, celebraron en Veracruz en 1916 un congreso en el que precisaron
sus posiciones políticas. La entonces sustentada se inclinó por fortalecer su organización,
manteniéndose independiente de la política gubernamental. Un segundo congreso se efectuó
en Tampico en 1917, mostró que entre los obreros existían dos tendencias, una la anarco sindicalista independiente de la política oficial, y la otra, encabezada por el grupo que dirigía
Luis N. Morones, que pensaba resultaba benéfico entenderse con el gobierno y con su apoyo
obtener mejores beneficios. Del congreso efectuado en Saltillo en 1918 surgió la
Confederación Regional Obrero Mexicana, CROM, que encabezó Morones durante largos
años, y que sirvió de instrumento político al estado. Un grupo más radical, que no deseaba
transacción alguna con el gobierno, creó posteriormente la Confederación General de
Trabajadores.
La situación política
Aparte de los problemas que crearon los grupos enemigos de la revolución y de Carranza, la
situación se fue normalizando, pero al transcurrir los años de 1917 a 1919 el horizonte se
enturbió en vísperas de las elecciones que se efectuarían en 19120 para suceder a
Carranza, a los gobernadores de los estados y al Congreso.
Para ocupar la Presidencia sobresalían nuevamente Álvaro Obregón y Pablo González,
quienes habían contenido con el Primer Jefe al celebrarse los comicios de 1917. Obregón,
además de ser diestro militar era hábil político. Ágil e inteligente, miembro de una generación
joven que advenía a la Revolución con nuevas ideas tenía prestigio en el ejército, sobre todo
al estimarlo como vencedor de Villa. Jefe de una columna Victoriosa, pudo percatarse como
los intereses políticos se imponían sobre las consideraciones militares y como era necesario
un gobierno fuerte que contuviera las ambiciones de los caudillos. Cuando decidió seguir el
camino del constitucionalismo, y no a Villa, optó por la legalidad y la concordia, pero cuando
estuvo sujeto a la autoridad de Carranza, hombre lento y terco en ocasiones, empezó a sentir
que el Presidente pertenecía a otra generación y que sus ideas y procedimientos no
concordaban con los suyos. Eso lo llevo a renunciar a la Secretaria de Guerra que había
172
ocupado en el periodo constitucionalista y volverá su tierra natal, en donde vigiló atentamente los
acontecimientos y fortaleció la amistad que tenía con militares prestigiados.
En el año de 1916 se creo el Partido Liberal Constitucionalista al que se adhirieron
importantes políticos; Basilio Badillo, Rafael Martínez Escobar, Luis León y Aurelio Manrique,
quienes no se plegaron a la política de Carranza. En agosto de 1917 se fundó el Partido
Nacional Cooperativista, que intentaba por medio del cooperativismo mejorar la economía del
pueblo. Lideres de las organizaciones obreras, como morones crearon el Partido Laborista
Mexicano, que se agrupo en torno de los presidentes en turno adhiriéndose a su política y
manipulando a sus trabajadores. El Partido Laborista Mexicano cobró enorme fuerza durante
los regimenes de Obregón y Calles, a los que sirvió eficazmente. El Partido Comunista
Mexicano que se había creado antes, apareció oficialmente en 1919, para “derrocar al
capitalismo, establecer la dictadura del proletariado. En junio de 1920 apareció el Partido
Nacional Agrarista que agrupó antiguos zapatistas. En los estados surgieron a su vez
diversos partidos de vida efímera, como el Partido Socialista del Sureste, el partido Socialista
del Trabajo y otros que creando una conciencia firme en varias entidades.
En 1919, ante la efervescencia política que se desató, Carranza exhortó a los partidos a
aplazar a finales de ese año la campaña política. El general Obregón distanciado ya de
Carranza, envió a éste, el 1 de junio, un telegrama en el que le informaba había lanzado un
manifiesto a la ciudadanía postulándose como candidato a la presidencia, en el cual además de
presentar su programa de gobierno, atacaba a la administración por su falta de
honestidad y su incapacidad para imponer la paz a la nación.
La candidatura de Obregón fue apoyada de inmediato por varios partidos. El 6 de
agosto inició su campaña electoral en Sonora acompañado por Roque Estrada, el
compañero de gira de Madero. Poco tiempo después el general Pablo González apoyado por
el Partido Liberal Independiente, del estado de México y la Liga Democrática lanzo su
candidatura.
Las relaciones entre Carranza y los partidarios de Obregón se fueron haciendo más tirantes. En
el Congreso, los obregonistas lograron que se retiraran al presidente las facultades
extraordinarias en materia hacendaría y lograron remplazar en el Poder judicial a
carrancistas, colocando a simpatizantes de Obregón.
Ante esta situación carranza quiso imponer la candidatura de Ignacio Bonilla, hombre
ignorado, sin antecedentes en la lucha revolucionaria, a quien se hizo regresar a México, pues
ocupaba un puesto oficial en Washington. Carranza peso que Bonilla podía ser un hábil
instrumento en sus manos, hasta que se consolidara el país, y por medio de Luis Manuel
Rojas instrumento la creación del Partido Nacional Democrático, que postulo a Bonilla. La
imposición de su candidatura disgustó a los simpatizantes de Obregón, que empezaron a
sufrir ataques y agresiones. El Congreso, en el que existía libertad de expresión y pluralidad
autentica de opiniones, atacó al Presidente.
Carranza al tratar de imponer su autoridad, que veía mermada, tuvo dificultades con el
gobierno de Sonora, que simpatizaba con Obregón. Decreto que las aguas de sus ríos eran
federales y su uso debía autorizarlo el centro. Rechazo las negociaciones que Adolfo de la
Huerta había celebrado con los Kakis y se disgusto cuando Plutarco Elías Calles, que era su
secretario de Industria y Comercio, renunció a su puesto para marchar a Sonora, en donde
173
apoyo la candidatura obregonista. Para intimidar a los sonorenses, ordenó que el general
Manuel M. Diéguez, quien tenía gran prestigio y ascendencia entre los militares, fuera a
Sonora para dominar a los yaquis. El gobernador Adolfo de la Huerta, el 9 de abril de 1920,
celoso de la soberanía de su Estado pero también coaligado con el grupo obregonista, exigió
de carranza una explicación por ese ultimo hecho, la cual decía, sino era satisfactorio,
provocaría una conflagración que sin duda envolvería a toda la República. Carranza replico
airadamente que no estaba dispuesto a discutir con un gobernador la conveniencia o
inconveniencia de los movimientos militares dictados dentro de sus facultades, y que si el
gobernador De la Huerta creía que se violaba la soberanía de su estado, podía recurrir a la
Suprema Corte.
De la Huerta apoyado en el grupo obregonista, esperaba la respuesta airada de Carranza. Por
ello nombro desde el mes de abril al general Calles jefe de operaciones. Álvaro Obregón entre
tanto había ido a la ciudad de México para testimoniar en el juicio seguido contra el felicista
Roberto Cejudo, logró ponerse de acuerdo con Pablo González para combatir a Carranza.
Sin embargo cuando iba a ser detenido pudo escapar, ayudado por Margarito Ramírez,
disfrazado de ferrocarrilero rumbo a Chilpancingo, en donde lanzo un manifiesto contra
Carranza. Después siguió su viaje al norte.
El 23 de abril de 1920, en Agua Prieta, lanzó un plan en el que acusaba a Carranza de
haberse constituido en jefe de un partido político, de querer imponer a un presidente
desdeñando el voto popular, de haber violado las garantías individuales y la soberanía de los
estados, por lo cual se le desconocía cesándosele de sus cargo, y agregaba que “el
gobernador constitucional de Sonora tomaría la jefatura suprema del Ejército Liberal
Constitucionalista, el cual tendría además las facultades necesarias para la organización
política y administrativa del movimiento.”
El Plan de Agua Prieta fue inmediatamente secundado en toda la República, que contó ya con
el apoyo de los gobernadores, ni de parte del Congreso, ni de la mayor parte de los militares,
pensó que en tanto la lucha se desidia debería establecer su gobierno en Veracruz, al igual que lo
había hecho con anterioridad y así decidió salir de la capital, lo que hizo el 7 de mayo.
Nuevamente en un largo convoy ferroviario instaló a sus colaboradores y a su cuerpo
secretarial custodiado por Francisco Murguía, Lucio Blanco, Pilar R. Sánchez, Agustín
Milán, Juan Barragán, Francisco L. Urquizo y Francisco P. Mariel.
El viaje de Carranza a Veracruz se convirtió en una tragedia que se inició cuando apenas salía
de la ciudad de México, pues diversas partidas enemigas atacaron el convoy en la Villa de
Guadalupe, Apizaco y Rinconada, Las vías del ferrocarril fueron levantadas y obstruidas. En
Aljibes la situación se hizo desesperante, pues el resto del camino estaba ocupado por los
contrario. Entonces, el Presidente dispuso que los cadetes que lo acompañaban regresaran
a la capital y él junto con unos cuantos fieles, se interno a caballo por la sierra de Puebla, tratando
de alcanzar el litoral veracruzano.
En el transcurso del viaje, narrado épicamente por el general Urquizo, se encontró con
Rodolfo herrero, que en la noche del 20 de mayo de 1920, sorprendió con varios hombres a
la cansada expedición con descargas de fusilería dirigidas al sitio en donde descansaba el
Presidente. Varios de sus acompañantes lograron salvarse y auxiliados por gente del pueblo
condujeron el cadáver de Carranza a la ciudad de México el 23 de mayo; habiéndolo recibido
174
el cuerpo diplomático que lo respetaba y el pueblo de la capital. El cuerpo fue inhumado en
panteón de Dolores y en la ceremonia estuvieron presentes sus fieles amigos.
El mismo día de su sepelio, el Congreso, en parte atemorizado yen parte acomodaticio,
expidió una convocatoria para celebrar elecciones y transmitir poderes el 30 de noviembre, y
eligió, como presidente provisional a Adolfo de la Huerta.
LA ADMINISTRACIÓN DE ADOLFO DE LA HUERTA
Adolfo de la Huerta subió al poder en medio de una gran confusión. El grupo carrancista se
había dividido, al igual que los partidarios de Zapata. Por lo menos esta escisión permitía al
gobierno mayor estabilidad. Diversas partidas anti carrancistas merodeaban sin bandera y
había que someterlas. Mas grave era la presencia de Villa en el norte y en el sur de erráticos
partidarios de Félix Díaz. Con Villa pronto entro De la Huerta en arreglos y Félix Díaz se
retiro del país.
Pablo González fue acusado de preparar una revuelta, fue sometido a juicio y expulsado del
país. Las gavillas en armas fueron dominadas poco a poco y varios generales inquietos y
poco escrupulosos aceptaron los “cañonazos de cincuenta mil pesos” que Obregón
empleaba para aplacarlos. De esta suerte la paz se fue consolidando durante la corta
administración de Adolfo de la Huerta, hombre honesto y patriota, pero sin carácter ni
energía. El allanó a su paisano Obregón, el camino para llegar a la presidencia.
En efecto, al celebrarse las elecciones, en las que contendieron Obregón y el ingeniero
Alfredo Robles Domínguez, Triunfo Obregón, quien tomo posesión como Presidente
Constitucional el 1 de diciembre de 1920, cargo que abandonó el 30 de noviembre de 1924.
175
CUESTIONARIOS
HISTORIA DE MÉXICO 1821-1920
I.- DEL PRIMER IMPERIO AL GOBIERNO DE JUÁREZ.
A.- EL PRIMER IMPERIO MEXICANO
1)
2)
3)
4)
5)
6)
7)
¿Qué clases sociales prefería un régimen Republicano?
¿Qué clases sociales prefería un régimen Monárquico?
¿En que año las cortes españolas declararon nulo el Tratado de Córdova?
¿En que fecha fue aclamado emperador Agustín de Iturbide?
¿En que año Agustín de Iturbide ordena la disolución del Congreso?
¿Cuál era la concesión que Joel R. Poinsett le pedía a Agustín de Iturbide?
¿Cuáles fueron las causas por las cuales la crisis política del Imperio de Iturbide se
agudizaron?
8) ¿En que acción militar aparece Antonio López de Santa Anna que Iturbide le niega
reconocer?
9) ¿De que estado de la República fue gobernador Antonio López de Santa Anna?
B.- ALTERNANCIA DE GOBIERNOS FEDERALISTAS Y CENTRALISTAS
1) ¿Quién formaba el gobierno provisional después de salir Iturbide del país?
2) ¿En que año se separo Chapas y Centroamérica de México?
C.- CONSTITUCIÓN DE 1824.
1)
2)
3)
4)
5)
6)
7)
¿En que año se inauguró el Congreso Constituyente?
¿Quién encabeza los federalistas en el Congreso Constituyente?
¿Quien encabeza los Centralistas en el Congreso Constituyente?
¿En que fecha fue adoptada, la forma Republicana, representativa y Federal?
¿Cómo se integraron los estados de la República en 1824?
¿Cómo establecía el principio de división de poderes la Constitución de 1824?
¿Quién ocupo la presidencia y vicepresidencia de la República?
D) EL GOBIERNO DE GUADALUPE VICTORIA.
1)
2)
3)
4)
5)
¿Cuál fue el periodo en años que gobernó Guadalupe Victoria?
¿Cuántas Logias Masónicas se instalaron en México en este periodo?
¿Quién y en que año se fundo la Logia del Rito Yorkino?
¿Desde que época se estableció en México la Logia del Rito Escocés?
¿Qué funcionario del gobierno de Guadalupe Victoria obtiene el primer préstamo y qué
cantidad?
6) ¿Qué dirigente de la Logia Escocesa se revelo en contra de Guadalupe Victoria?
7) ¿Explique los intentos de España para reconquistar México? (Fraile Arenas)
176
E.- EL GOBIERNO DE VICENTE GUERRERO
1) ¿De qué manera llega al poder Vicente Guerrero?
2) ¿Quién impone a Vicente Guerrero en la presidencia de la República?
3) ¿El primer objetivo contra el federalismo fue la renuncia de?
F.- PRESIDENCIA DE ANASTASIO BUSTAMANTE A SANTA ANNA.
1)
2)
3)
4)
5)
¿Cuál fue el objeto más importante de Alamán en contra de Anastasio Bustamante?
¿Por qué una de las preocupaciones de Alamán era Texas?
¿Quién impuso las ideas federalistas en el gobierno de Santa Anna?
¿En qué consistían la reformas de 1833?
¿En qué año los legisladores suprimen las reformas liberales y destituyen a Gómez
Farías?
6) ¿Quién se revelo contra Santa Anna en Zacatecas y cuales fueron sus consecuencias?
7) ¿Cuáles fueron las características del gobierno centralista en 1835 y 1836?
G.- GUERRA CON TEXAS
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¿En qué consistió la doctrina del destino manifiesto?
¿Cuáles fueron los territorios españoles de que se adueño Estados Unidos?
¿Qué ministro de Estados Unidos quería comprar Texas?
¿Cuál fue el informe dado por Manuel Mier y Terán sobre los límites fronterizos?
¿Quién dirigió los primeros brotes de rebelión en Texas?
¿Quién hizo prisionero a Santa Anna?
¿En qué consistían los Tratados de Velasco?
¿En qué consistió la guerra con Francia? (guerra de los pasteles).
H.- LA SEGUNDA REPUBLICA CENTRALISTA Y LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA.
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¿En qué consistió el plan de Tacubaya?
¿Quién quedó como presidente provisional después del Plan de Tacubaya?
Ante la negativa del congreso de someterse a las órdenes de Santa Anna éste decide…
¿Quién quedó como presidente interino ante la huida de Santa Anna a su hacienda?
¿Qué se constituyó después de disolverse el congreso en 1843?
Al ser derrotado Santa Anna ¿quién ocupa la presidencia?
¿En qué consistió el movimiento separatista de Yucatán?
¿En qué consistió el intento de Lucas Alamán y el presidente para implantar la
monarquía?
9) ¿En qué año se incorporó Texas a la nación estadounidense?
10) ¿Quién invadió Texas y construyó un fuerte cerca de Matamoros Tamaulipas?
11) ¿En qué año el gobierno mexicano le declaró la guerra a los Estados Unidos?
12) ¿Quién encabeza las protestas contra Santa Anna en 1847?
13) ¿En dónde enfrenta Santa Anna a las tropas norteamericanas encabezadas por Taylor?
14) ¿Qué medidas tomó Santa Anna al regresar a la capital y disolver la rebelión?
15) ¿A qué ciudad Santa Anna traslado los poderes presidenciales ante la entrada del
ejército estadounidense?
16) Después de salir de la ciudad de México Santa Anna renuncia ¿quién lo sustituye? 17)
¿En qué consistieron los tratados de Guadalupe Hidalgo?
18) ¿Cuáles fueron las características del gobierno dictatorial de Santa Anna?
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¿En qué consistió el problema de La Mesilla?
¿Qué poder y títulos aceptó Santa Anna?
¿Cuál era el lema del gobierno de Santa Anna?
¿Quién encabeza el Plan de Ayutla?
¿En qué fecha Florencio Villarreal proclama el Plan de Ayutla?
¿En qué fecha abandona Santa Anna el país?
¿A quién eligieron como presidente interino los partidarios del Plan de Ayutla?
¿A quiénes de la generación de los liberales convoco Juan Álvarez?
I.-DEL GOBIERNO DE COMONFORT A LA GUERRA DE REFORMA.
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¿Cuál fue el periodo que gobernó el país Comonfort?
¿Cuáles fueron los logros del gobierno de Comonfort?
¿Qué decretos expidió Comonfort?
¿En qué consistía la Ley Lerdo?
¿En qué consistía la Ley Lafragua?
¿Cuál fue la actitud de Comonfort frente a la reforma?
¿Cuáles eran los puntos que postulaba el Plan de Tacubaya?
¿Quién sustituyó a Comonfort en la presidencia?
¿Cuáles fueron las proposiciones de Miramón que no fueron aceptadas por Juárez?
¿Cuáles son las características del proyecto político de nación de Degollado?
¿En qué consistían los tratados de McLane-Ocampo?
¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la democracia?
¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la constitución y leyes liberales?
¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la Religión?
¿Cuál era la posición de los liberales respecto a la justicia social?
¿Cuál era el propósito de la autodeterminación y política internacional en el movimiento
liberal?
17) Describa en forma breve la lucha de los tres años a partir del 17 de diciembre de 1857.
J.- EL GOBIERNO DE JUÁREZ Y LA INTERVENCIÓN TRIPARTITA INTERNACIONAL.
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¿Cuáles leyes trato Juárez de aplicar al legar a la presidencia?
¿Como estuvo constituido el gobierno de Juárez al llegar a la presidencia?
¿Como ocurrieron las muertes de Ocampo y de Degollado?
¿Cuáles eran los orígenes de la deuda exterior de México en 1861?
¿En que consistió la doctrina del destino manifiesto?
¿Enumere las características del desarrollo de Estados Unidos y Francia?
¿Quien era el candidato a ocupar el trono de México?
¿En que fecha suspende le presidente Juárez el pago de la deuda exterior?
¿En que fecha fue firmada la convención de Londres?
¿Cuáles fueron las negociaciones de Doblado con los representantes de España,
Inglaterra y Francia?
11) ¿En qué consistían los tratados de La Soledad?
12) ¿Qué ciudadanos debían crear el ambiente necesario para el establecimiento del trono?
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K.- LA INTERVENCIÓN FRANCESA Y LA CONVENCIÓN DE MIRAMAR.
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¿Qué general liberal fue nombrado jefe de las armas mexicanas?
¿Qué general francés encabeza la intervención francesa?
¿Qué general derrota en Puebla a los franceses?
¿En qué fecha los mexicanos derrotan al ejército francés en Puebla?
¿Cuál era el proyecto de Napoleón III después de conquistar México?
¿A cuántos hombres le autorizó el Congreso Francés a Napoleón III para enviar a
México y al mando de qué general?
¿De qué epidemia murió Ignacio Zaragoza?
¿En qué consistían las instrucciones que Napoleón III dio a Forey y que marcaban la
política a seguir?
¿Qué general sustituyó a Ignacio Zaragoza?
Forey toma preso a González Ortega y ¿a dónde fueron remitidos los oficiales?
¿De qué mercancías para la guerra autorizó el gobierno de los Estados Unidos para su
venta al ejército francés?
¿Qué pensaban los franceses acerca del clero?
¿Cuáles fueron los puntos que resolvieron para formar una Monarquía el Supremo
Poder Ejecutivo?
¿Quiénes integraban el Supremo Poder Ejecutivo?
¿En qué fecha y quiénes celebraron la Convención de Miramar?
¿Cuáles fueron los compromisos de Napoleón en la Convención de Miramar?
¿En qué fecha se firmó el pacto de Miramar?
¿En qué fecha llegaron a Veracruz los emperadores Maximiliano y Carlota?
¿Cómo apoya Lincon a Juárez?
¿En qué consistieron los convenios entre José Ma. Carvajal y Daniel Woodhouse?
L.- LIBERALES Y CONSERVADORES
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¿Cuáles liberales destacados invitó Maximiliano a su gabinete?
¿Cuáles fueron los obstáculos para formar el ejército imperial de Maximiliano?
¿Cuáles fueron las causas del destierro de Miramón y Márquez?
¿Cómo fueron las relaciones entre Maximiliano y la Santa Sede?
¿Cuáles fueron los puntos más sobresaliente entre el gobierno de Maximiliano y la
Santa Sede?
¿Cuál era el contenido del Estatuto Provisional del Imperio?
¿Cómo fueron las presiones norteamericanas contra Francia en 1865?
¿En qué fecha Napoleón III anula el tratado de Miramar?
¿A quién le pidió ayuda Carlota para salvar el trono de Maximiliano?
¿En qué fecha captura Porfirio Díaz la Cd. De México?
¿En qué fecha fueron fusilados y dónde Maximiliano, Mejía y Márquez?
¿Cuál es la apotema de Juárez?
¿Cuáles fueron las acusaciones de Juárez contra González Ortega?
¿Cuál fue el error de Juárez al disolver el ejército?
¿Cuáles fueron las tareas educativas y quién las encabezó?
¿Quién encabezó El Plan de la Noria?
¿En qué fecha murió Juárez?
¿En qué periodo ocupó Lerdo la presidencia?
¿En qué consistía el Plan de Tuxtepec en 1876?
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II.- EL MÉXICO DEL ORDEN Y EL PROGRESO.
A.-EL PORFIRISMO Y SU DETERIORO SOCIAL
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¿Explique las dos fases del desarrollo de la economía y la sociedad del Porfiriato?
¿Cuál era el lema del dictador Porfirio Díaz?
¿Cuál era la filosofía persistente en el Porfiriato?
¿En qué fecha se hizo cargo del poder ejecutivo Porfirio Díaz?
¿Quiénes integraron el segundo gabinete del presidente Porfirio Díaz?
¿Cómo controló las rebeliones en contra de su gobierno Porfirio Díaz?
¿Quiénes fueron los candidatos a suceder a Porfirio Díaz en 1880?
¿Quién sucedió en la presidencia a Porfirio Díaz en 1880?
¿En qué fecha entrega Díaz el poder a Manuel González?
¿Cuáles eran las demandadas que exigía el gobierno de los Estados Unidos a Porfirio
Díaz para su reconocimiento?
¿En qué fecha se otorga el reconocimiento de los Estados Unidos al gobierno de Díaz?
¿Qué cargo ocupo Porfirio Díaz en el gobierno de Manuel González?
¿En qué consistían las reforma al artículo 79?
¿En qué fecha inició Porfirio Díaz su segundo periodo presidencial?
¿En qué fecha se firma el contrato para el reconocimiento de la deuda inglesa?
¿En qué fecha se expidió el decreto sobre Deslinde y Colonización de terrenos baldíos?
¿Cuál es la rebelión más importante en el segundo periodo presidencial de P. Díaz?
¿Explique las dos fases del desarrollo económico del Porfiriato?
¿En qué consistía la Ley de Deslinde y Colonización de terrenos baldíos 1883?
¿Explique de manera general el desarrollo económico del Porfiriato desde el punto de
vista de sus sectores económicos?
¿Cuáles eran las características de la hacienda porfiriana?
¿Quién encabezó al grupo de los científicos?
¿En qué consistió el Pacto de Monterrey?
En el año de 1904 se crearon dos innovaciones a la Constitución para el presidente de
la república, ¿cuáles fueron?
¿Cuáles eran los ideales del Partido Liberal Mexicano en el congreso liberal de 1901?
¿En qué consistían las ideas liberales sobre la cuestión agraria en 1901?
¿Cuál era la fecha de la insurrección magonista?
¿Cómo se llama el libro que publicó Francisco I. Madero?
¿A qué actividades económicas se dedicaba la familia Madero en Coahuila?
¿En qué consistió la entrevista Díaz-Creelman?
¿Cuáles fueron los asuntos que trató el presidente Díaz con el presidente Taft en
Ciudad Juárez?
¿Cuál era la situación de la agricultura y la ganadería en 1910?
¿Cuál era la situación de la industria de transformación en 1910?
¿Cuáles son los aspectos financieros más importantes en la época del Porfiriato?
Describe de manera breve el Comercio exterior durante el Porfiriato.
¿En qué consistió la llamada Ley de Ferrocarriles de Limantur?
¿Cómo se llamó el partido constituido por Alfonso Reyes?
¿A dónde mandó Díaz a Alfonso Reyes?
¿Quién encabezaba el partido anti reeleccionista?
Madero es tomado preso en Monterrey y llevado a …
¿Qué ciudad se le dio por cárcel a Madero?
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82) ¿Cuáles eran los puntos que destacaba el plan de San Luis?
III.- LA REVOLUCIÓN MEXICANA Y EL TRIUNFO CARRANCISTA
La sucesión presidencial y la campaña maderista
83) ¿Cuáles fueron los comentarios que hizo Porfirio Díaz en la histórica entrevista DíazCreelman?
84) ¿Cuál fue la iniciativa que aprobó el Congreso en 1903?
85) ¿Cómo se tituló el libro que publicó Madero en 1909?
86) ¿En qué fecha se constituyó el centro anti reeleccionista?
87) ¿Qué Estados de la República recorrió Francisco I. Madero en diciembre de 1909?
88) ¿A quién se eligió como candidato del Partido Nacional Anti reeleccionista?
89) ¿A qué lugares fueron remitidos Madero y Pino Suárez?
90) ¿A dónde huye Francisco I: Madero?
91) ¿En qué fecha fue firmado el Plan de San Luis?
92) ¿En qué fecha, de acuerdo con el Plan de San Luis, el pueblo debía levantarse en
armas?
93) ¿Quién y cómo fueron acribillados los Hermanos Serdán en Puebla?
94) ¿En qué consistieron los tratados de Ciudad Juárez?
95) ¿En qué fecha entró Madero triunfante a la Ciudad de México?
96) ¿A quién comisionó Madero para sofocar el movimiento zapatista?
La revuelta contra el régimen de Madero
97) Explique la más importante rebelión contra Madero encabezada por zapata. 98)
Describa la actuación de Juvencio Robles y Felipe Ángeles contra Zapata. 99)
¿Quién creó la Ley del 6 de enero de 1915?
a) El movimiento zapatista.
100) ¿En qué estado de la República tuvo influencia el Ejército Libertador del Sur? 101)
¿Qué Plan fue aceptado por los convencionistas en Aguascalientes en 1914? 102) ¿A
que general comisiono Carranza para dominar a los zapatistas?
103) ¿Quién traiciona a Zapata y en qué lugar?
104) ¿En qué fecha murió Zapata?
b) El Reyismo.
105) Bernardo Reyes se sublevó contra Madero. ¿En dónde fue encarcelado?
106) ¿De qué forma murió Bernardo Reyes?
c) Pascual Orozco.
107) ¿Cómo se llamó el Plan de Pascual Orozco?
108) ¿Quién y en que lugar derrotan a Orozco?
109) ¿Quién lanza una campaña de desprestigio contra Madero?
110) ¿Cuáles eran las reclamaciones del embajador de Estados Unidos Henry Lane Wilson
contra el gobierno de Madero?
111) ¿Qué organizaciones obreras se fundaron en 1912?
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112) ¿Quiénes fundaron La Casa del Obrero Mundial?
113) ¿Qué pedía el Grupo Renovador en el memorial presentado el 23 de enero de 1913?
d) La decena Trágica
114) ¿Qué escuela y cuartel se revelaron contra Madero el día 9 de febrero de 1913?
115) ¿Quién sustituyó a Lauro Villar que salió herido al ser atacado el Palacio Nacional? 116)
¿En qué consistió el Pacto de la Embajada?
117) ¿En qué fecha fue asesinado Madero y Pino Suárez?
118) ¿A qué congresistas hizo asesinar el general Huerta?
119) ¿En qué fecha disolvió Huerta el Congreso?
120) ¿En qué fecha renuncia Huerta a la Presidencia?
e) Carranza y el Plan de Guadalupe
121) ¿En qué fecha se declara el Plan de Guadalupe?
122) ¿Cuáles son los puntos fundamentales del Plan de Guadalupe?
123) ¿Cuáles fueron las cuatro columnas militares que obligaron a Huerta a renunciar?
f) El conflicto con Estados Unidos.
124) ¿En qué fecha el almirante F.F. Flecher ordenó ocupar el puerto de Veracruz?
125) ¿Cuál fue la posición de los carrancistas ante el Niagara Falls?
126) ¿Cuál fue la posición de Huerta en el Niagara Falls?
127) ¿Cuáles fueron las poblaciones tomadas por Obregón?
128) ¿Qué poblaciones tomó Jesús Carranza, Francisco Murguía y Antonio I. Villarreal.
129) ¿Cuál era el nombre real de Francisco Villa?
130) ¿A quién se unió Villa para atacar Ciudad Juárez?
131) ¿Cuáles son las acciones bélicas más importantes de Francisco Villa?
132) ¿Cuál era el concepto de propiedad que tenía Francisco Villa?
133) ¿En qué fecha tomo Zacatecas Francisco Villa?
134) ¿En qué fecha entró el Ejército Constitucionalista a la Ciudad de México?
La soberana convención revolucionaria
135) ¿Quiénes se reunieron en la convención del 1 de octubre de 1914? 136)
¿Quiénes dominaron la convención de Aguascalientes?
137) ¿A quién se nombró Presidente de la República en la Convención de Aguascalientes?
138) ¿Quién se hizo cargo de la Presidencia al abandonarla Eulalio Gutiérrez?
139) ¿En qué consistía la ley del 6 de enero de 1915?
a) La campaña contra Villa.
140) ¿Quién derrotó a Villa en Silao y León?
141) ¿En qué consistió la incursión de Villa en Columbus?
142) ¿Al mando de quién estuvo encabezada la persecución norteamericana contra Villa?
143) ¿Qué hacienda le concedió el gobierno a Villa a fin de que depusiera las armas? 144)
¿Qué partido lanza la candidatura de Venustiano Carranza?
145) ¿Quiénes integraron el gabinete de Carranza?
146) ¿En qué fecha Carranza presentó al Congreso su proyecto de constitución?
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147) ¿Quiénes conformaron en el congreso la Comisión de Constitución?
148) ¿En qué consistían las reformas a loa artículos: 3, 27,123, 130?
b) Aspectos del gobierno de Venustiano Carranza.
149) ¿En qué fecha rindió protesta como Presidente Carranza?
150) ¿Quién traicionó a Emiliano Zapata?
151) ¿En qué fecha fue asesinado Emiliano Zapata?
152) ¿En qué consistían los impuestos al petróleo en abril de 1917?
153) ¿A cuánto ascendió la deuda interna y externa en la época de Carranza?
154) ¿Quién fundó la CROM?
155) ¿Cuáles partidos políticos se crearon en la época de Carranza?
156) ¿Quién era al candidato de Carranza para la Presidencia de la República?
157) ¿Qué partido postulaba al candidato de Carranza?
158) ¿En qué consistía el Plan de Agua Prieta?
159) ¿En qué fecha fue asesinado Venustiano Carranza?
160) ¿En qué fecha tomó posesión como Presidente Álvaro Obregón?
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