La historia frente a otras disciplinas Guillermo Turner Rodríguez1 Introducción La historia ha sido clasificada como ciencia social, así como disciplina humanista. ¿Es posible encontrar nuevos caminos para ubicarla en otra área del conocimiento humano? Quizá sea útil ensayar en este sentido una nueva reflexión. Resulta difícil hablar de "historiadores en general", pues nuestra práctica nos enseña a plantear siempre preguntas como: ¿quiénes en particular? y ¿en qué momento específico? Sin embargo, a veces, en aras de una reflexión que pretende dar con elementos útiles, es necesario pensar en términos generales, así como comparativos. Sea válido, pues, este planteamiento con el propósito de destacar ciertas características del campo de la historia en la actualidad. Para ello, partiremos de algunas de las sugerentes observaciones y comparaciones que en un momento dado realizó el conocido historiador de las ciencias Thomas S. Kuhn2 en torno a las ciencias naturales. Con el fin de establecer un parangón más adecuado con las otras disciplinas, en la elaboración de este ensayo comparativo de la historia con aquéllas, vi la necesidad de esbozar dos ámbitos propios de la historia3 –que no parten de la distinción entre historia e historiografía–, los cuales se comportan de manera más o menos diferenciada. A estas dos áreas les llamaré –––––––––––––– 1 Profesor-investigador de la Dirección de Estudios Históricos, INAH. Sobre este autor norteamericano baste mencionar que antes de dedicarse a la historia se formó como físico y que, en 1962, publicó una influyente obra llamada La estructura de las revoluciones científicas, aparecida en México en 1971. Desde la edición de 1969 se incluyó el apartado "Posdata 1969" en el que hace varias aclaraciones y da respuesta a diversas críticas. Dicha publicación fue, según la llamó su autor, un "ensayo" sobre el desarrollo de las ciencias. Por otra parte, este estudioso ha publicado también diversos artículos, abordando varios aspectos, no sólo sobre la historia de la ciencia, sino sobre filosofía de las ciencias, así como de carácter sociológico, en torno a los perfiles de los científicos, comparando a las ciencias naturales con otras disciplinas. 3 Me parece muy importante tener en cuenta las peculiaridades y dinámicas de estas dos áreas que conforman el campo de la historia. 2 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 provisionalmente historia “del gran público” e historia “de los historiadores”.4 De momento, sobre estas dos áreas, sólo quiero señalar que para los que elaboran la historia “de los historiadores”, la historia “del gran público” sería un ámbito del conocimiento, si bien necesario, más o menos estereotipado, no puesto al día, ni suficientemente “problematizado”. No obstante, estos historiadores aceptan que esa historia puede ser objeto de estudio de la propia historia “de los historiadores”. Para ésta, el valor principal de la historia “del gran público” consistiría en que sus contenidos, muchas veces considerados míticos, pueden constituir nuevas fuentes de conocimiento en torno a diversos –viejos o nuevos– temas de interés. Por su parte, la historia “de los historiadores” sería para la “del gran público” muy crítica y tal vez demasiado analítica o especulativa. Una de las intenciones de este ensayo es contribuir a posteriores reflexiones sobre el quehacer de la historia. Pero vayamos al terreno de comparación de las diferentes disciplinas. I En uno de sus trabajos, Thomas Kuhn,5 con su enorme versatilidad de recursos, abordó el tema de la ciencia de manera tanto histórica como teórica, especialmente la ciencia básica, también llamada ciencia pura, dejando de lado la ciencia aplicada. En cuanto a las divergencias más conspicuas entre ciencia básica y ciencia aplicada, este estudioso ve dos características fundamentales que las distinguen. En el campo de la ciencia básica, los científicos son en buena medida libres de elegir los problemas con los que han de trabajar. Por otra parte, para el científico de la ciencia aplicada resulta conveniente una formación menos rígida y más amplia a la de aquél que se va a dedicar a la ciencia pura.6 Ahora bien, al igual que en las ciencias básicas, en el ámbito de la historia “de los historiadores” son los investigadores quienes determinan el tema de su interés y la forma de abordarlo. Para Kuhn, existen dos dinámicas que conforman la ciencia: la tradición y la innovación, y la tensión entre estos dos elementos sería la que de alguna –––––––––––––– 4 Estos dos ámbitos de la historia serían afines, de alguna manera, a la distinción que planteó Thomas S. Kuhn entre ciencia normal y ciencia extraordinaria en su famosa obra La estructura de las revoluciones científicas. 5 “La tensión esencial: tradición e innovación en la investigación científica”, en La tensión esencial, México, FCE/CONACYT, 1987, pp. 248-262. Este artículo fue originalmente publicado en la Universidad de Utah en 1959. 6 Kuhn, La tensión esencial..., p. 261. 52 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 manera le da consistencia a la disciplina científica. Sostiene que los científicos mantienen un “compromiso” total hacia las tradiciones al interior de ella,7 cuyo desconocimiento los llevaría a perder el tiempo en procurar resolver problemas donde existen pocas posibilidades de dar con una solución.8 Para el campo de las ciencias naturales, Kuhn considera que sólo a partir de una teoría9 existente se puede llegar al convencimiento de que con un despliegue de ingenio será posible encontrar con la solución de un problema científico.10 En cuanto a la historia, el papel de la creatividad en la historia “de los historiadores” es especialmente importante para dar con explicaciones viables sobre un determinado período o tema histórico. Existen ciertamente teorías de diversos tipos que orientan algunas soluciones o bien, con las que se debate para dar con ellas. Pero más que teorías en el más estricto sentido de la palabra, en el ámbito de la historia “de los historiadores” se cuenta, a manera de puntos de partida, con grupos o nebulosas de presupuestos y corrientes de pensamiento que recogen ciertos elementos y formas de vincularlos, surgidos de ejercicios historiográficos previos –en torno a temas y periodos afines o diversos. En este sentido, la historiografía, entendida como un cúmulo o acervo de soluciones y estudios históricos, suple la función crucial de las teorías al interior de las ciencias naturales. Teorías, revisiones y revoluciones Thomas Kuhn ha sostenido que en situaciones comunes el investigador de ciencias naturales no es realmente un “innovador”, sino un “solucionador de acertijos”, esto es, alguien que soluciona incógnitas o problemas.11 También señala que regularmente en las investigaciones científicas, aun en el caso de las de mejor calidad, y aun cuando sus practicantes hubieran llegado a cobrar alguna fama, el objetivo no es llegar a resultados de tipo revolucionario. Se trata de hacer investigaciones que solo eventualmente deriven en planteamientos con resultados revolucionarios. Solamente después de conocer la tradición científica de su época, el investigador tiene alguna posibilidad de –––––––––––––– 7 Ibid., p. 258. Un ejemplo sería dedicar tiempo de la investigación a tratar de esclarecer una simple “anomalía”, esto es, uno de los frecuentes desfases entre las teorías y las observaciones de las ciencias naturales. Ibid., p. 259. 9 Hay que aclarar que Kuhn habla en este artículo, como en otros, de teorías científicas y se refiere a ellas como una necesidad para el conocimiento del campo de las ciencias naturales. 10 Kuhn, La tensión esencial..., p. 259. 11 Ibid., p. 257. 8 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 53 romper con dicha escuela o corriente para proponer explicaciones más adecuadas, más precisas o de mayor alcance. En la historia “de los historiadores” conviven con cierta facilidad diversos puntos de vista sobre un mismo tema, los cuales, en general, tienden con el tiempo a irse modificando y afinando. También es cierto que en este ámbito de la historia hay de repente irrupciones de algún enfoque individual, adscrito o no a alguna escuela o corriente de explicación, que da lugar a rupturas o discontinuidades parciales. Sin embargo, creo que en pocas ocasiones se puede decir que esas revoluciones historiográficas destierran radicalmente concepciones y conceptos históricos previos, tal como en el caso de las ciencias naturales. Según la teoría de Kuhn, las innovaciones irrumpen en las ciencias naturales en forma de descubrimientos y nuevas teorías. Pero, a diferencia de lo que muchas veces se supone en dicho ámbito, los elementos novedosos no resultan ser meras “adiciones” al corpus de conocimientos científicos,12 sino que surgen estrechamente vinculados a una revisión de los antiguos presupuestos y resultados de las ciencias, muchas de las veces para ser – completa o parcialmente descartados.13 Es de esta manera que el descubrimiento y la invención tienen un carácter de suyo revolucionario.14 Resulta particularmente interesante el peso que este autor pone precisamente en el factor tiempo al hablar de las teorías nuevas y aún de los descubrimientos científicos. Estos elementos que renuevan la ciencia, apunta, “no ocurren independientemente del pasado”,15 sino que se generan de otros anteriores, de la matriz de las “creencias añejas” en torno al mundo.16 La dimensión temporal, y con ello el campo de la historia, forma parte esencial de la teoría de Kuhn sobre el desarrollo mismo de la ciencia. Pero además de este eje temporal, dicho estudioso de las ciencias naturales echa mano, de manera sorprendente, de las representaciones mentales, en este caso, de las de los propios científicos, lo que deviene en aspectos tan significativos para la historia, a partir de Febvre y Bloch y de la llamada escuela de los Annales. En la historia “de los historiadores”, en contra de la impresión que pueda dar la siempre constante incorporación de fuentes e información novedosas, el conocimiento histórico tiene no sólo un carácter acumulativo, sino también –––––––––––––– 12 Ibid., p. 249. Idem. 14 Ibid., pp. 249-50. 15 Ibid., p. 257. 16 Idem. 13 54 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 uno de ruptura o revolucionario, especialmente en cuanto a los enfoques y la interpretación de algunos fenómenos en determinados momentos, característica esta última, más conspicua que la que se da en las ciencias naturales. Sin embargo, en este ámbito de la historia, las revisiones propiamente de presupuestos y planteamientos resultan ser raras. Generalmente, las transformaciones de presupuestos en este tipo de historia surgen más bien de manera implícita y marginal en trabajos aislados. Esto es, en la historia “de los historiadores” buena parte de los cambios introducidos se van aceptando de manera más o menos gradual y constante en torno a una o varias de las temáticas trabajadas, por lo que en esta área difícilmente puede hablarse de revisiones (teóricas o filosóficas) realmente sistemáticas e integrales en el momento en que aparecen las innovaciones. Es después de dichas aportaciones, que algún historiador o bien, algún teórico recoge en un ensayo una o varias de las recientes contribuciones y examina sus implicaciones y mayores alcances de manera explícita, en términos teóricos y metodológicos, para su eventual divulgación. Los planteamientos más convencionales de la historia “del gran público” muchas veces pueden quedar asociados a alguna escuela, más que a un historiador en particular. Por su parte, las innovaciones introducidas por la historia “de los historiadores” –ya sea en cuanto a las fuentes utilizadas, los datos aportados, las aproximaciones y métodos empleados o bien, las propias explicaciones históricas de un tema o periodo–, o pasan de momento desapercibidas o no se conoce su introductor; o bien, llegan a relacionarse al ingenio personal de algún historiador-autor.17 El pensamiento En la caracterización que hizo Thomas S. Kuhn de la ciencia retomó de anteriores pensadores la idea de que era necesaria “la creatividad” o la “imaginación” en la elaboración de la ciencia, rechazando con ello viejas soluciones. Otros teóricos le habían llamado a estas características “pensamiento divergente”. Sin embargo, criticando el peso excesivo que se le había dado a la flexibilidad como característica central de la investigación, Kuhn situó la creatividad o imaginación también en el ámbito del pensamiento convergente de la ciencia. –––––––––––––– 17 En este caso, dicha historia se asemejaría al campo del arte. Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 55 Sobra mencionar que en el campo de la historia18 desde principios del siglo XX se ha reconocido la participación de la creatividad e imaginación, con sus propios alcances y dificultades. Sostiene Kuhn que para el avance de la ciencia son tan necesarios el “pensamiento divergente”, como el “convergente”. Éste último está fundamentado en el consenso que se da al interior de la ciencia, particularmente en una comunidad científica,19 considerando que lo mejor de su investigación surge de este pensamiento convergente.20 Es evidente que estas dos modalidades se mantienen de alguna manera en conflicto, por lo que existe una tensión necesaria entre ambas maneras de pensar y yo diría, de ver la propia ciencia. Dicho historiador de las ciencias agrega, en un plano diferente, que estos dos pensamientos se reconcilian, lo cual se evidencia en la flexibilidad propia de todo pensamiento convergente, que le permite al científico que realiza investigación de tipo normal convertirse en un innovador, esto es, en un pensador divergente.21 Hay que aclarar que Kuhn se refiere a grupos de científicos y no a individuos.22 En el campo general de la historia,23 independientemente de las adscripciones o influencias de las escuelas o corrientes historiográficas, los sujetos que hacen investigación suelen conformar grupos o ser individuos más o menos aislados. En esta disciplina24 no se da un verdadero contraste entre un pensamiento convergente y uno divergente. El hecho de que varios historiadores oscilen entre diversas escuelas no da lugar a un pensamiento convergente, y el alejarse de ellas tampoco genera un pensamiento divergente, ya que en historia25 pueden convivir diversas escuelas historiográficas, aunque los historiadores puedan no reconocerse como parte de alguna, o realmente no pertenezcan a ninguna. En el campo de la historia en su conjunto, ni las fuentes, ni la información, ni los temas o metodologías que sean novedosos, así como tampoco la mayor erudición, ni la agudeza analítica, conforman necesariamente un pensamiento divergente. Ahora bien, si la historia “de los historiadores” mantiene ciertas diferencias clave frente a la historia “del gran –––––––––––––– 18 Tanto en la “del gran público”, como en la “de los historiadores”. Kuhn, La tensión esencial..., p. 250. 20 Idem. 21 Ibid., p. 260. 22 Sólo en el caso de individuos, Kuhn habla de científicos “tradicionalistas” y de “iconoclastas”, rasgos que, reconoce, en realidad suelen aparecer mezclados. Ibid., p. 250, nota 2. 23 Tanto en la “del gran público”, como en la “de los historiadores”. 24 Idem. 25 Idem. 19 56 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 público” y aquélla se asemeja de alguna manera al pensamiento divergente del científico de la naturaleza, esa historia “de los historiadores” estaría vinculada a explicaciones novedosas (con respecto a otras planteadas anteriormente por otros historiadores –en un mismo tema o no–), explicaciones que resultarían más plausibles que las previas, en la medida en que se adecuan más al mundo contemporáneo conocido y a sus representaciones. Educación y libros Nuestro historiador de la ciencia está de acuerdo en que, en la educación en los Estados Unidos, a excepción de las artes y las ciencias sociales, se ha desalentado el desarrollo del pensamiento divergente.26 Sin embargo, considera que gracias a ello, en dicho país, la ciencia ha tenido un desarrollo notable. Estima que en general, el trabajo de investigación que se hace dentro de una tradición muy definida y arraigada se muestra más productiva en innovaciones que la que no parte de las normas propias de un pensamiento convergente.27 En este sentido, en el campo de la historia no se da ninguna situación análoga a las ciencias naturales, en la medida en que el pensamiento divergente puede fácilmente tomar parte en los trabajos de historia “del gran público”, además de estar presente en la “de los historiadores”. Sin embargo, en el ámbito de la historia “del gran público” sucedería algo similar a las ciencias naturales, en cuanto a una vinculación con una cierta tradición, o más bien, con diversas tradiciones. En este tipo de historia se requieren y se valoran los trabajos sólidos y rigurosos de corte convencional, los cuales son la base de los trabajos historiográfica y explicativamente novedosos. También es cierto que la enseñanza de la historia se da en general, al menos actualmente en México, dentro de una concepción “tradicional” de diversas corrientes o escuelas de historia. Lo más común es que no se dé una comunicación muy fluida y a veces, ninguna en lo absoluto entre las diversas corrientes o tendencias al interior de esta disciplina. Como prueba de la tesis sobre el desaliento del pensamiento divergente en la enseñanza de las ciencias naturales, Thomas Kuhn se remite al asunto de los libros de texto de este campo, los cuales juegan un papel crucial por lo que de ellos se deriva. En estos libros es notorio lo discontinuo del conocimiento: una cosa son los libros escritos para los estudiantes, esto es, los manuales, y otra muy diferente, las obras directamente producto de la investigación –––––––––––––– 26 27 Kuhn, La tensión esencial..., p. 251. Ibid., p. 257. Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 57 académica, donde se hace patente la comunicación entablada entre diversos investigadores. Destaca el historiador de la ciencia que en el campo de las ciencias naturales28 no existen “textos seleccionados” o antologías, ni se fomenta el que los estudiantes de ciencias lean a los clásicos de la historia de las ciencias naturales, cuyos autores encierran muy diversos tipos de razonamiento. Intención diferente aparece en los textos de ciencias sociales, donde es frecuente que aparezcan enfoques muy diversos sobre un mismo asunto. A pesar de sus variaciones de matiz, en los textos de ciencias naturales se mantiene siempre una constante en sus contenidos como en su “estructura conceptual”. En el amplio campo de la historia29 las antologías son un género muy socorrido para cada uno de sus públicos. En esta disciplina existe igualmente una gran distancia entre los manuales escolares por un lado y los textos resultados de la investigación, por otro. Los primeros son leídos generalmente tanto por estudiantes como por un público interesado en esta esfera del conocimiento y algún número de historiadores académicos. Por su parte, los productos directos de las investigaciones de los historiadores son leídos por otros historiadores-investigadores –especialistas o no– y por una gama restringida de público general. Algo importante para las ciencias naturales es que precisamente en los contenidos de los manuales con su fuerte carga normativa30 se aprende, a través de “paradigmas”,31 a resolver los problemas propios de la ciencia. Estos libros de texto tienen que ser reescritos y sustituidos inmediata y constantemente, después de los grandes “progresos” o revoluciones científicas.32 En el ámbito de la historia “del gran público” también se aprende a conectar los sucesos, y aún a analizarlos, explicarlos y a exponerlos narrativamente, a través de los textos.33 No obstante, los manuales utilizados no varían tan dinámica y radicalmente con respecto a los productos de los investigadores. Cuando surgen explicaciones de carácter novedoso o nuevas tendencias de pensamiento historiográfico, no se da ninguna verdadera –––––––––––––– 28 Idem. Tanto en la “del gran público”, como en la “de los historiadores”. 30 Kuhn, La tensión esencial..., p. 252. 31 Esta primer noción de paradigma posteriormente se modificó, ampliándose en la teoría de Thomas Kuhn, dada la comprensión de su público lector y no lector. 32 Kuhn, La tensión esencial..., pp. 253 y 254. 33 Ya sea al oír hablar de sus contenidos, al escuchar su lectura o al leerlos directamente. 29 58 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 urgencia para que inmediatamente se reescriban nuevos libros de historia –ya sean manuales o libros de texto u obras resultado de nuevas investigaciones. Los productos de las investigaciones novedosas conviven fácilmente con una amplia gama de preexistentes publicaciones de historia, conformando un universo de gran diversidad de enfoques y contenidos históricos. II En un artículo posterior, Thomas Kuhn34 plantea otra comparación: esta vez entre los campos de las ciencias y el arte, asumiendo que en la actualidad permanecen varios paralelismos entre los dos campos, como son los aspectos de innovación, las escuelas rivales y las tradiciones al interior de cada campo e incluso, que algunos elementos de sus propios trabajos se prestan a dicha comparación y contrastes. El interés y el reto para él fue, sin embargo, plantear con claridad cada una de las divergencias de fondo en las formas de proceder de dichas disciplinas, con las cuales eran capaces de alcanzar sus metas y productos particulares, sin recurrir a las respuestas convencionales basadas en las dicotomías como: “hecho” y “valor”, “objetividad” y “subjetividad” o “inducción” e “intuición”35 o bien, sin acudir a la respuesta formularia y errónea de que la ciencia, en cuanto a la obtención de conocimientos, es acumulativa y que el arte simplemente no lo es.36 Para establecer estas divergencias, Kuhn, haciendo gala de su experiencia en diversos ámbitos del conocimiento, recurre tanto a elementos intrínsecos o estructurales, así como a acuciosas observaciones empíricas. Fines y medios Así, afirma que en las ciencias duras el componente estético –que acepta que no se atrevería a definir–, puede estar presente, aunque sólo como instrumento, ya sea como un criterio para la elección de teorías37 afines, o bien, como “guía para la imaginación” en la búsqueda de soluciones a problemas científicos, siempre y cuando, claro está, el elemento estético no contradiga a la naturaleza. Por su parte, en el arte deben igualmente ser resueltos problemas técnicos, a fin de producir objetos estéticos. Sin embargo, asume Kuhn, en este campo la –––––––––––––– 34 “Comentarios sobre las relaciones de la ciencia con el arte” en Kuhn, La tensión esencial…, pp. 365-377. El artículo originalmente apareció en inglés en 1966. 35 Kuhn, “Comentarios sobre las relaciones...”, p. 365. 36 Ibid., p. 376. 37 En este artículo, posterior a su famoso libro, ya mencionado, Thomas Kuhn hace la aclaración que no son equiparables las teorías y los paradigmas. Ibid., p. 376. Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 59 estética es un objetivo.38 Es por ello que la resolución de problemas resulta ser en este caso un instrumento, mientras que para la ciencia, la resolución de los problemas técnicos es el objetivo prioritario. En palabras de este historiador: “lo que son fines para el artista son medios para el científico, y viceversa”.39 Ahora bien, en el campo general de la historia40 no aparece tan marcadamente separada la resolución de los problemas y el aspecto estético. Si, como lo han planteado varios estudiosos, el objetivo central de la historia es explicar los procesos del pasado, y si la explicación en este campo la vemos como equivalente a la solución de problemas, la cuestión estética sería, al menos en principio, un objetivo subsidiario. De esta manera, algunos historiadores sostendrían que resolver problemas específicos –ya sea planteados por la insuficiencia de información, por argumentos o conexiones inadecuados entre los acontecimientos-, sería algo más importante que los elementos estético-narrativos en la historia, mientras que, con premisas más vinculadas a las representaciones míticas y a los actos comunicativos, otros verían el componente estético-narrativo como intrínsecamente relacionado con las conexiones que participan en las explicaciones mismas de la historia. Por otra parte, Kuhn considera que en el arte usualmente pueden convivir muy bien varias soluciones a un mismo problema, no así en el campo científico.41 En este sentido, yo creo que la historia, especialmente la “de los historiadores”, se comportaría de manera parecida al arte, dando cabida, más allá de las polémicas individuales o entre escuelas, a varias respuestas a un mismo problema o asunto. Innovación Thomas Kuhn observa que en el caso de la ciencia, el triunfo o fracaso que conlleva una innovación suele darse en tiempos mucho más cortos que en el arte, quedando a partir de entonces, marginado el grupo no vencedor. A su vez, en este segundo campo, al evidenciarse el triunfo de uno de los contendientes, la tradición previa no se convierte en errónea, ni mucho menos es condenada a muerte, siendo esta disciplina, a diferencia de la ciencia, capaz de albergar tradiciones de escuelas antagónicas.42 En el campo general de la historia43 es difícil medir las innovaciones, en especial, las contribuciones de carácter explicativo. No obstante, en algunas ocasiones esta –––––––––––––– 38 Ibid., p. 367. Ibid., p. 368. El subrayado es mío. 40 Tanto la historia “del gran público, como la “de los historiadores”. 41 Kuhn, “Comentarios sobre las relaciones...”, p. 372. 42 Ibid., pp. 373-374. 43 Tanto la historia “del gran público”, como la “de los historiadores”. 39 60 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 disciplina puede comportarse de una manera inerte ante las innovaciones, tal como lo hace el arte, y en otros momentos, de forma brusca, tal como pueden hacerlo las ciencias naturales. Es decir, la historia44 logra muchas veces convivir con explicaciones previas de otros investigadores o escuelas; pero otras veces,45 se da el caso de que la innovación en la explicación desplace o sustituya –definitiva o provisionalmente– las soluciones dadas anteriormente por otros investigadores o escuelas. La diferencia más importante entre el arte y la ciencia se da con respecto al papel que juega la innovación al interior de cada campo.46 En el caso del arte, la innovación es en sí mismo un valor primario: los artistas buscan nuevas expresiones o nuevas formas para alcanzarlas. Para la ciencia en cambio, la innovación no es un valor principal, de hecho, en ésta –sostiene Kuhn–, la innovación por la innovación es algo que se condena. En este campo existe también, por supuesto, una “élite” y una “retaguardia”, pero definitivamente no ha existido nunca propiamente una vanguardia científica, pues el papel social de este tipo pondría en riesgo el pensamiento y el quehacer científico en su totalidad.47 La historia “de los historiadores” por su parte, no buscaría la innovación por la innovación misma; para este ámbito del conocimiento, la innovación no sería realmente un valor primario, siéndolo en cambio, la tarea de explicar en términos contemporáneos los procesos del pasado; ni siquiera historiar la innovación en las explicaciones planteadas en el pasado tendría un valor central en esta disciplina. No obstante, en un plano de valores subsidiarios del campo general de la historia, tiene su importancia la innovación en el uso de las fuentes, así como de información recabada y de las interpretaciones expuestas. Esto, como veremos más adelante, se encuentra más bien vinculado al “prestigio” que adquiere el historiador como autor de una obra. Crisis Kuhn señala como otra diferencia importante entre el arte y la ciencia natural: el hecho de que en el primer campo no se dan “crisis internas” de la magnitud de las que se dan en la ciencia. Éllas surgen, sostiene, cuando las incógnitas a resolver comienzan a comportarse de una forma distinta a como se hubiera esperado frente a los modelos aceptados. En las ciencias naturales, el que –––––––––––––– 44 Idem. Sobre todo, la historia “de los historiadores”. 46 Kuhn, “Comentarios sobre las relaciones...”, p. 376. 47 Ibid., p. 375. 45 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 61 después de un tiempo razonable, no se les encuentre solución a los problemas, da pie a la alteración de los propios fundamentos de la disciplina. Un caso curioso es el comportamiento de las matemáticas, pues éstas se asemejan más al arte que a las demás ciencias, en la medida en que en dicha disciplina son raras las crisis. Esto se explica porque son pocos los problemas matemáticos existentes sin quedar resueltos, por lo cual se acostumbra atribuir los fracasos a quienes pretenden resolverlos y no a los propios fundamentos de dicho campo.48 Por su parte, la historia “del gran público” tendría un comportamiento semejante al arte, así como a las matemáticas, por experimentar crisis sólo excepcionalmente. Es más bien al interior de la historia “de los historiadores” donde aparecen las crisis internas con relativa frecuencia. En las ciencias naturales, vemos que las crisis internas han sido capaces de desencadenar rápidas transformaciones, mientras que en el arte su mayor desarrollo lo han impulsado directamente las innovaciones. Sin embargo, ante la forma de irse transformando, la historia en su conjunto no se comporta ni como ciencia natural, ni como arte, pues ni las crisis internas, ni las innovaciones le han aportado hasta ahora su principal impulso. Es más bien el mayor alcance y precisión de una explicación histórica, junto con su efecto consecuente, la generación o profundización de la conciencia histórica de los lectores o el público interesado, lo que la han llevado a cambios profundos en su desarrollo como disciplina. Desplazamiento También respecto a los desplazamientos de los practicantes experimentados al interior de cada campo existen marcadas diferencias. Los artistas muchas veces manifiestan a lo largo de sus vidas cambios muy evidentes de estilo, generalmente a partir de los elementos que retoman de sus maestros hasta el momento de conformar un lenguaje propio, o bien, se trasladan de un ámbito a otro del campo artístico, por ejemplo de la pintura a la escultura. En el mundo científico estos giros, por ejemplo, de la química a la física, son menos frecuentes y se le imponen más bien al científico a partir de algún obstáculo al interior de la tradición en la que se encuentra ubicado o bien, ante alguna innovación aportada por otra área científica. En cualquier caso, sostiene Kuhn, estos cambios al interior de la ciencia suelen ser experimentados con cierta renuencia. –––––––––––––– 48 Idem. 62 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 En el ámbito de la historia “de los historiadores” es característico que convivan historiadores interesados en muy diversos temas y periodos. A pesar de la gran cantidad de especialidades, o tal vez también debido a ellas, dicha convivencia hace factible cambios frecuentes de tema o de periodo entre los investigadores, lo cual asemeja más la historia al comportamiento del arte. El público Si bien Thomas Kuhn considera que tanto el arte como la ciencia se apoyan en un público consumidor -ya sea directo o por medio de ciertas instituciones-, estima que sólo en el caso del arte existe un público que no pertenece al mismo ámbito de sus productores.49 Señala que, de manera diferente, el público de las ciencias naturales está formado también por científicos y que, aparte de los imperativos de la ciencia aplicada, son sólo sus propios juicios los que afectan el desarrollo posterior de la ciencia. Más aún, agrega que los científicos que intentan encontrar un público más amplio para sus investigaciones son, en principio, desaprobados por sus colegas. Por su parte, el arte, si bien es una actividad dirigida por profesionales, son muchas y muy diversas las personas que juzgan o critican el trabajo innovador de los artistas (en galerías o museos), siendo sólo un reducido grupo de colegas quienes le brindan al artista su apoyo frente a las eventuales críticas del público diverso y aun de un sector de los artistas. En cuanto a la historia, el público de los productos de la historia “de los historiadores” está conformado fundamentalmente, de manera análoga a la ciencia, por colegas, esto es, por otros historiadores, y en segundo lugar, por un grupo reducido de público general interesado en el tema. No obstante, acepta Kuhn, existe una convergencia entre las esferas del arte y la ciencia. En ninguna de las dos disciplinas existe un interés del público general por las soluciones dadas a los problemas planteados en cada una de ellas. De hecho, frente a estos aspectos, dicho público no suele reconocer ni los problemas enfrentados, ni las soluciones ensayadas o propuestas.50 De una manera similar, diríamos, se comportarían quienes se interesan en la historia “del gran público”, aunque no así los lectores o interesados en la historia “de los historiadores”. –––––––––––––– 49 50 Ibid., p. 369. Ibid., p. 372. Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 63 La relación con el pasado Otra disparidad aparece en la respuesta que acostumbran dar los artistas y los científicos ante las aportaciones u obras que cada disciplina ha realizado en el pasado.51 En el caso de los artistas, sus productos siguen formando parte de la escena artística. Es así, que las obras maestras elaboradas en épocas anteriores, más allá de la estética contemporánea, juegan un papel crucial en la formación de artistas y en la del gusto del público. En contraposición, los libros de texto de ciencias naturales que no están al día pierden generalmente todo interés para el público de la disciplina. Por su parte, sólo los historiadores, en particular los de la ciencia, leerían libros de texto científicos ya anacrónicos. Más aún, Kuhn asegura que la ciencia está acostumbrada a destruir su propio pasado. Los elementos personales, idiosincrásicos, estéticos y circunstanciales que en alguna medida participaron en el proceso de la solución de los problemas planteados y abordados por los científicos, pierden finalmente toda relevancia52 para hacer prevalecer la solución encontrada por encima de su propio proceso de investigación. Una nota más se da en cuanto a la institución de los museos: para el reconocido historiador de las ciencias, dichos espacios destinados a la apreciación estética o de objetos históricos son establecimientos que sobrellevan un desfase temporal respecto a las generaciones que los visitan. Observa que son muy pocos los científicos que de hecho acostumbren asistir a ellos. Habría que destacar aquí que es precisamente el quehacer histórico, a través del trabajo de investigación de los historiadores, de los instrumentos museográficos y de los recursos estéticos, lo que se encarga de rescatar, desplegar y poner a la vista y en primer plano la dimensión temporal de los objetos y temas de estudio de la ciencia, así como de cualquier ámbito. Palabras finales Hay una cosa en que los manuales de historia se parecen a los escritos –libros o artículos– publicados por los historiadores que hacen investigación y a su vez, a los manuales de las ciencias naturales: se omiten o disimulan las relaciones entabladas con quienes participaron “indirectamente” haciendo posible los resultados obtenidos. La comunidad, así como la colectividad en su conjunto desaparecen del panorama. Se diluyen las herencias, los vínculos establecidos –––––––––––––– 51 52 Ibid., p. 370. Ibid., p. 372. 64 Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 por los epígonos o bien, las experiencias fallidas de otros colegas, las cuales abrieron o apuntaron a nuevos caminos y soluciones. En el caso de la historia “de los historiadores”, este encubrimiento tal vez resulta más notorio, cuando los historiadores omitidos son de la misma generación o de otra más joven que de la del historiador que publica. No me parece que esta persistente exclusión sea intrínseca de la historia, sino que surge del carácter prestigioso de “autor” que adquieren los historiadores como individuos cuando investigan, escriben y publican. En la actualidad, la aportación del historiador-autor está asociada a la figura del individuo creador. En este sentido, la individual dimensión del autor juega un papel relevante, parecido, de alguna manera, al de la creación del artista. Su obra –especializada o no–, pertenece al universo de la llamada “alta cultura”, en la que hoy en día ni el anonimato, ni la colectividad tienen cabida. Si la historia ha sido muchas veces historia de los vencedores, en este sentido también ha sido la historia de los autores vencedores: los que han publicado y han logrado adquirir un nombre o fama, en ocasiones, apenas leídos y discutidos. Es posible que debido a este papel individual del historiador-autor, la labor de la crítica a los trabajos de historiadores muchas veces no sea realizada, ni captada, sólo como crítica a los contenidos y maneras de explicar, en aras del desarrollo y crecimiento de dicha disciplina en cuanto ciencia, sino que frecuentemente se convierta ésta en una crítica a las ideas del autor y por ende, al individuo que las suscribe. Sólo una aclaración final: la historia comparte características y semejanzas con dos campos del conocimiento, por lo cual ha sido acertadamente vista y clasificada como disciplina humanista, así como ciencia social. Pero igualmente hay que destacar que la historia es un espacio propio y característico del conocimiento humano que en su conjunto no puede reducirse a algunos procedimientos presentes o no en otros campos. Clío, 2003, Nueva Época, vol. 2, núm. 30 65