El 14 de agosto, una singular fiesta de Manises Coses que no

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El l4 de agosto, una singular fiesta de Manises
José María Moreno Royo (Cronista oficial de Manises)
(LAS PROVINCIAS 14 de agosto de 1987)
Desde aquel ya lejano 14 de agosto de 1751 hasta la fecha, año tras año, sigue
conmemorándose en Manises la inauguración del espléndido templo parroquial de San Juan
Bautista, con actos propios "de iglesia", más los profanos y populares, según las circunstancias
del momento lo han permitido. Lo importante es que ningún año pasa inadvertida la fiesta, y la
"trasladació", como decimos en vocablo popular manisero, está arraigada en el pueblo y sus
conmemoraciones extraordinarias fueron singulares, como las del primer centenario en 1851 y
las del segundo en 1951, con grandes actos festivos, adornos de calles, etc., en lo que tan
espléndido es nuestro pueblo y así lo ha demostrado cuando las ocasiones han sido propicias.
Estudiando tiempos pretéritos, nos hallamos con que ya en el siglo XVII era constante la
preocupación de aquellos maniseros por solucionar el problema del templo, dado que su
construcción procedía, con toda probabilidad, del siglo XIV y eran constantes los arreglos y la
construcción de refuerzos en paredes y "machos" para evitar el desplome de tejados y
campanario; así las cosas, determinaron solucionarlo de una vez por todas y acuerdan la
construcción de un nuevo templo parroquial, en lo que estaban muy interesados todos: los
reverendísimos visitadores pastorales, el señorío, el ayuntamiento y el vecindario en general.
Pero no se podía andar con prisas; y a pesar de que en la visita del año 1698 comienzan a
arbitrarse recursos, y en la de 1724 se insiste en lo mismo, y el muy ilustre señor visitador don
Juan Milán de Aragón da un plazo de dos años para comenzar las obras, lo cierto es que
primero había que conseguir el cobro de quienes adeudaban cantidades a la administración
parroquial, por arriendo de tierras, impuestos a favor de la iglesia cobrados, pero retenidos y
por tanto sin liquidar, y otros, todo lo cual alcanzaba la cifra de 1.900 libras, cantidad que se
estimaba suficiente para empezar, pero no era bastante y habían de comprometerse todos; y
así, el día 16 de julio de 1733 se celebra una junta general en el propio templo, a la que asisten
84 feligreses, convocados en debida forma, "confesando ser la mayor y más sana parte de
los parroquianos", y de forma voluntaria se comprometieron a aportar la cantidad que cada
uno se fijaba, en doce plazos, dentro de los seis años siguientes. Pero como aquí no pudieron
acudir todos, se hicieron otras dos juntas generales, una el 19 de julio y la otra el 25 del mismo
mes y año. En total asistieron 130 personas y su compromiso fue de 2.235 libras, que junto con
las deudas a cobrar, más lo que se fuese recogiendo en lo sucesivo, permitiría lanzarse a
comenzar, aun sin contar con constructor que se hiciese cargo de las obras. Pero aquella
gente, animosa por demás, pondrían una primera piedra y allí "empezaron las obras" como
consta en un azulejo a la puerta de la iglesia, en su interior.
Mas lo cierto es que entonces aún seguían buscando constructor y los pregones hechos para
la subasta no dieron resultado, pues nadie se presentó. Y fue el propio señor de Manises quien
hizo las diligencias necesarias ante el constructor que trabajaba para su casa, Félix Bochons,
vecino de Valencia, quien se hizo cargo de la construcción, sólo la mano de obra, por el precio
de 2.100 libras, todo lo cual se concertó mediante escritura pública del 26 de octubre del mismo
año 1734, cuyo largo contrato de la construcción es extenso en detalles, pues detalla
cimientos, explanación, paredes, tejados, cúpula, etc., y el único campanario que había de
hacerse, así como la fachada con "portalada de piedra a la romana" y el vano para el nicho
para poner la imagen del titular, etc.
Poco a poco, el templo iba quedando en condiciones, hasta que por fin el sábado día 14 de
agosto de 1.751 pudo inaugurarse el mismo, trasladando el Santísimo Sacramento del templo
viejo al nuevo. El viejo templo quedó cerrado al culto después que esa misma mañana el cura
don Silvestre Peyró celebrase una misa cantada por los difuntos, suponiéndose que la
procesión de traslado sería solemnísima por demás, después de tantos años, afanes y
sacrificios; y quedando aún contentos aquellos maniseros, aún continuaron celebrando la
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"traslación" con misas y fiestas que duraron una semana, justo hasta el otro domingo 22 de
agosto.
Y esto es lo que año tras año se ha venido celebrando, y afortunadamente sigue hasta el
momento actual.
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