recurso inconstitucionalidad

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Recurso por Inconstitucionalidad
contra la Ley 603 que derogó
el Aborto terapéutico
Movimiento Autónomo de Mujeres de Nicaragua
Recurso elaborado por
Centro de Derechos Constitucionales
Equipo
Ada Esperanza Silva Pérez (Coordinadora)
Azahálea Solís Román
Gabriel Álvarez Argüello
Guadalupe Salinas Valle
© Campaña 28 de septiembre por la despenalización
del Aborto en América Latina y el Caribe
Movimiento Autónomo de Mujeres
Se autoriza la reproducción de este material citando la fuente.
Febrero 2007
Managua, Nicaragua
2
Presentación
E
n el año 2006, Nicaragua tenía 169 años de contemplar la figura del aborto
para atender razones terapéutica. En 1837 se aprobó el primer Código
Penal en el que se despenaliza el aborto por razones médicas. Para 18791 durante
los 30 años de gobiernos conservadores se establecía: “No incurrirá en pena
alguna el médico o cirujano, comadrón o partera que procure el aborto, cuando
no haya otro modo de salvar la vida de la mujer embarazada.” En el Código
Penal de 18912 se mantuvo una redacción similar, cambiando la frase final por
la siguiente: “…cuando haya ocurrido a él como el medio indicado por la
ciencia para salvar la vida de la mujer embarazada.”
En el Código Penal vigente se establecía en el Arto. 165: “El aborto
terapéutico será determinado científicamente, con la intervención de tres
facultativos por lo menos, y el consentimiento del cónyuge o pariente más
cercano a la mujer, para los fines legales”. Esta fue la figura que la Asamblea
Nacional aprobó derogar el 26 de octubre de 2006 con el voto de 52 diputados
y que el Presidente de la República promulgara el 14 de noviembre y publicara
en La Gaceta, Diario Oficial No. 224 del 17 de noviembre de 2006 con el
nombre de Ley 603, Ley de Derogación al Artículo 165 del Código Penal
Vigente. Ante esta ley, diversas organizaciones e individuos recurrieron con sendos
Recursos por Inconstitucionalidad.
La Campaña 28 de Septiembre por la Despenalización del Aborto en
América Latina y el Caribe y el Movimiento Autónomo de Mujeres con la
asesoría técnica-jurídica del Centro de Derechos Constitucionales promovió la
elaboración y presentación de un Recurso de Inconstitucionalidad contra la
referida ley. Finalmente se presentaron 32 recursos firmados por 165 personas
integrantes de muy diversas organizaciones, de distintas profesiones y
provenientes de muchos territorios del país.
1. Código Penal, Titulo VIII Delitos contra el orden de las familias y contra la moralidad
pública, Capítulo Primero Del Aborto, Artículo 360, segundo párrafo.
2. Código Penal, Título IX Delitos contra el orden de las familias y la moralidad pública,
Capítulo Primero Aborto, Artículo 399, segundo párrafo.
3
Introducción
E
l recurso se introdujo por la convicción de que Nicaragua por su propio
postulado constitucional es un Estado Social de Derecho que basa su
ordenamiento jurídico en el planteamiento del Principio de Legalidad
desarrollado en el siglo XX, que se entiende no sólo como la subordinación de
la administración a la ley bajo la supervisión de los tribunales de justicia, sino
y esto es lo fundamental la vinculación directa e inmediata de todos los órganos
del Estado, incluido el mismo legislador a la Constitución, lo que se denomina
como Principio de Constitucionalidad, exponente máximo del Estado de
Derecho en su concepción más avanzada: la supeditación de todas las
instituciones públicas sin excepción al ordenamiento jurídico.
El Estado de Derecho tiene como uno de sus fundamentos la voluntad de
limitar el alcance del poder político, ya que la arbitrariedad de éste repercute en
primer lugar sobre la libertad y la seguridad de las personas, y su objeto, es
precisamente, la garantía de esa libertad tanto frente al poder como frente a los
particulares, en la medida que constituye un presupuesto básico de todas las
demás libertades.
El Estado Social de Derecho está basado en enunciados de libertad, igualdad
y autonomía; respeto a la vida, a la integridad física y psíquica; a la capacidad
jurídica, a la no discriminación, a la laicidad y la libertad de ideas, cultos o
religiones. Supone una sociedad organizada en un Estado, en el que se reconoce
que la convivencia, el contrato social refrendado en la Constitución Política y
del cual deben ser garantes los poderes públicos, debe asentarse en el respeto
absoluto a los anteriores derechos y su evolución desde la doctrina de los
Derechos Humanos.
Sin embargo, al concretarse la reforma al Código Penal que ha eliminando
el Aborto Terapéutico de la legislación nacional, Nicaragua ha entrado no sólo
en la lista minoritaria de países que le cierran la puerta a la defensa de la vida de
las mujeres, sino que las autoridades que representan a la ciudadanía han
actuando lesionando el orden constitucional y afectando los derechos humanos.
4
Resumen del Recurso3
E
l Recurso señala el marco de referencia sobre el cual se desarrollan las
argumentaciones. Este marco de referencia se denomina bloque de
constitucionalidad, el cual constituye un límite al legislador. Este bloque está
compuesto por la Constitución Política y los Tratados Internacionales
incorporados en la misma.
La Constitución es una norma jurídica superior y todos y cada uno de sus
preceptos gozan igualmente de esa cualidad jerárquica de superioridad. Sin
embargo, como ha señalado cierta doctrina, no todos los preceptos producen
los mismos efectos jurídicos, para determinar éstos previamente se clasifican
los distintos tipos de normas constitucionales, en normas principales y normas
materiales.
Las normas principales tienen como función definir los Principios
Fundamentales del sistema político, así como los rasgos definitorios del mismo
o los fines generales que persigue. Poseen una eficacia jurídica informadora
determinante del sistema y su vulneración por cualquier acto o norma debe
conducir a su nulidad, previa impugnación por los cauces correspondientes.
Por su parte, las normas materiales son aquellas que reconocen verdaderos
derechos subjetivos o derechos completos y las que consagran garantías
institucionales, los destinatarios de las mismas, ciudadanía o poderes públicos,
deben actuar conforme a ellas y, además, pueden recabar judicialmente su
cumplimiento, bien exigiendo la realización de la conducta prescrita, bien
impugnando y provocando la anulación de las normas que contradigan su
contenido mediante el Recurso de Inconstitucionalidad de la Ley.
Con respecto a los Tratados Internacionales, la incorporación, en los
Artículos 46 y 71 de la Constitución Política, de ciertos instrumentos
internacionales referidos a los Derechos Humanos ha producido un fenómeno
de “constitucionalización” de dichos instrumentos en virtud del cual los derechos
que consagran gozan de un régimen jurídico similar al de los demás derechos
constitucionales. Por tanto, son también aplicables para proteger las
3. Los aspectos contemplados a continuación se refieren al Recurso por Inconstitucionalidad
interpuesto los días 15 y 16 de enero de 2006 y que contó con el apoyo técnico-jurídico
del Centro de Derechos Constitucionales.
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transgresiones contra los derechos contemplados en dichos instrumentos
internacionales: la Declaración Universal de los Derechos Humanos; la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre; el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones
Unidas; la Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización
de Estados Americanos; y la Convención Internacional de los Derechos del
Niño.
El Recurso por Inconstitucionalidad señala explícitamente que las normas
transgredidas se encuentran en los Artículos 2, 4, 5, 7, 14, 23, 25.1, 26.1, 27,
29, 36, 46, 48, 50, 52, 59, 69, 71, 105, 116, 124, 129, 130, 160, 165, 182 y
183 de la Constitución Política y para su comprensión divide la argumentación
en normas que violentan los Principios Constitucionales y normas que violentas
los Derechos Constitucionales.
Los Principios Constitucionales violentados son:
a. Principio del Estado Social de Derecho.
b. Principios de la Dignidad Humana, de la Libertad, de la Justicia
y de la Promoción del Desarrollo Humano.
c. Principio de Igualdad y de No Discriminación.
d. Principio del Estado Laico.
e. Principio de Aplicación Directa de los Derechos Humanos.
f. Principio de Democracia Participativa.
g. Principio de Supremacía Constitucional
Los Derechos Constitucionales violentados son:
a. Derecho a la vida
b. Derecho a la Privacidad Personal y Familiar
c. Derecho a la Integridad Personal y Proscripción de la Tortura
y Tratos Crueles, Inhumanos o Degradantes
d. Derecho a la Salud.
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El Principio de Estado de Derecho está regulado en el Artículo 130 Cn.,
está relacionado con los Artículos 105 y 129. Comprende dos conceptos: (1)
Estado Social y (2) Estado de Derecho. El primero se refiere a la asunción
constitucional de la igualdad; la regulación constitucional del proceso económico
y el reconocimiento y garantía de determinadas libertades de contenido
económico y social. Esto mandata al Estado nicaragüense, a diseñar, aprobar y
aplicar determinadas políticas públicas de salud en favor de la población, sobre
todo la más vulnerable.
Por su parte Estado de Derecho significa sometimiento al ordenamiento
jurídico en garantía de la seguridad y libertad de su población. Entre otros se
refiere a que el legislador en materia penal, tiene la prohibición de invadir de
manera desproporcionada e irracional los derechos constitucionales. La
penalización incondicionada de todo tipo de interrupción del embarazo,
incluyendo al aborto terapéutico, transgrede los límites impuestos al legislador
en virtud del principio de juridicidad, ya que sacrifica de manera
desproporcionada e irracional los derechos de las mujeres, tales como el derecho
a la salud (Artículo 59 Cn.), entre otros.
Los Principios de la Dignidad Humana, de la Libertad, de la Justicia y de
la Promoción del Desarrollo Humano, que se encuentran contemplados en los
Artículos 4 y 5 y que significa que en el sistema de valores de la Constitución
nicaragüense, la libertad, la dignidad, la justicia y el desarrollo humano son
precisamente la base última de la convivencia democrática; es decir, la democracia
constitucional nicaragüense no se estima viable si dichos principios no se adoptan
como criterios de orientación permanente.
El respeto a la dignidad de la persona humana implica que los poderes
públicos son un instrumento al servicio de los seres humanos y no al revés. Los
seres humanos no deben ser jamás tratados instrumentalmente respecto de los
fines y las políticas estatales.
La promoción del desarrollo humano implica sostener la obligación del
Estado no sólo de no interferir, excepto para salvaguardar los derechos similares
de los demás, sino también de proteger la libertad que cada persona tiene para
trazar por sí misma su propio proyecto vital. Se trata de la proclamación
constitucional de que siempre que se respeten los derechos de los demás, cada
ser humano es el mejor juez de sus propios intereses.
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El Principio de Igualdad y de No Discriminación tiene diferentes
dimensiones en la Constitución nicaragüense: como principio fundamental en
el sentido de no discriminación (Artículo 4 Cn.); como derecho subjetivo a la
igualdad formal (Artículo 27 Cn.); como directriz a los poderes públicos
procurando la igualdad material (Artículo 48 Cn.); y como principio rector de
la actuación del Poder Judicial (Artículo 165 Cn.). La igualdad se configura
como un principio fundamental que proyecta una eficacia trascendente, de
manera tal que toda situación de discriminación resulta incompatible con el
orden de valores que la Constitución nicaragüense establece.
La derogación del aborto terapéutico y, eventualmente, otras leyes
sancionadoras de ciertas intervenciones médicas que afectan exclusivamente a
las mujeres, constituye una violación, por razón de sexo, del principio
fundamental y derecho subjetivo de la igualdad, vulnerando con ello la obligación
constitucional del Estado nicaragüense de respetar el derecho de las mujeres a
no ser discriminadas.
El Estado Laico se refiere a que ninguna religión pueda tener carácter oficial,
el Estado no puede adherirse a ningún credo religioso y no debe existir confusión
alguna entre los fines religiosos y los fines estatales. En virtud del Artículo 14
constitucional, el Estado nicaragüense no puede utilizar valores o intereses
religiosos como parámetros para medir la legitimidad jurídica de las actuaciones
de los poderes públicos y –aún más importante–, el Estado no puede ni debe
diseñar sus políticas públicas, programas o proyectos, ni determinar el contenido
de sus normas o actos jurídicos en función de la realización de finalidades
religiosas o inspirados en creencias de tal naturaleza.
El constitucionalismo es inconcebible sin pleno respeto a las libertades
ideológica y religiosa. La importancia de este principio es tal que se encuentra
directamente conectado con el propio carácter democrático del Estado, uno de
cuyos principios fundamentales es el pluralismo político, social y étnico
plasmado en el Artículo 5 de la Constitución.
El Estado nicaragüense tiene prohibido constitucionalmente, en virtud de
su carácter laico y según dispone el Artículo 69 Cn. segundo párrafo, impedir
a otros el ejercicio de sus derechos por creencias religiosas, precisamente porque
el pluralismo reconoce el carácter diversificado de los intereses, las ideologías y
las creencias de los distintos sectores de la sociedad.
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Los derechos humanos encarnan valores o bienes jurídicos similares a los
que en el nivel interno protegen los derechos constitucionales. Más allá de los
usos lingüísticos, lo importante es que esos valores o bienes jurídicos de cuyo
respeto son acreedoras todas las personas, son protegidos principalmente por
normas y principios propios del Derecho Internacional. En sentido estricto,
tanto o más que genuinos derechos subjetivos, los derechos humanos contienen
obligaciones exigibles a los Estados.
En el caso nicaragüense, los Artículos 46 y 71 Cn. incorporan al derecho
interno todos los derechos consagrados en los instrumentos internacionales ahí
relacionados, como si de derechos constitucionales propiamente tales se tratara,
otorgándoles así la máxima jerarquía normativa y, por tanto, haciéndolos
aplicables de manera directa e inmediata por todos los operadores jurídicos.
Además, la norma constitucional se adhiere expresamente a los principios que
conforman el Derecho Internacional Americano (Artículo 5 in fine Cn).
Señala el fundamento del orden jurídico y político nicaragüense y constituye
un criterio interpretativo de alto valor jurídico. Además, dota de fuerza expansiva
a los derechos humanos, ya que el Estado no sólo se compromete a respetarlos
y protegerlos, sino también a promoverlos, es decir, a emprender acciones
positivas tendientes a la realización de los derechos.
El Estado nicaragüense se fundamenta en el principio político democrático
de la soberanía popular (Artículo 2 Cn.). La voluntad del pueblo es la fuente de
legitimidad del ejercicio del poder político; legitimidad que se expresa,
principalmente, a través del libre ejercicio del sufragio universal para elegir a las
autoridades encargadas de la dirección política de la sociedad. El Artículo 7
constitucional califica la democracia nicaragüense como “participativa y
representativa”.
En el Artículo 50 constitucional se establece: “Los ciudadanos tienen derecho
de participar en igualdad de condiciones en los asuntos públicos y en la gestión
estatal”. La participación en los asuntos públicos fue desarrollada por la Ley de
Participación Ciudadana, que dispone la obligación de que toda ley sea sometida
a consulta de la ciudadanía en general y de sectores sociales o individuos
interesados en particular (Artículos 9 y 15). Conviene subrayar que estamos
frente a un derecho fundamental y por tanto de rango constitucional, no un
derecho creado por el legislador ordinario. De tal manera que cualquier norma
o acto que contradiga la configuración legal del derecho constitucional estaría
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vaciando de contenido e impidiendo la plena efectividad de un mandato
constitucional.
El Principio de Supremacía Constitucional significa que los mandatos de
los Poderes del Estado no pueden contradecir los mandatos de la Constitución
que los crea y regula. Los Poderes del Estado derivan su legitimidad de la
Constitución que es la norma que los habilita para actuar. Si un Poder del
Estado actúa fuera de los límites fijados por la Constitución, su actuación no
puede considerarse legítima, pues carecerá de base o justificación en Derecho.
La noción anterior se encuentra recogida en el Artículo 182 de la Constitución
nicaragüense: “La Constitución Política es la carta fundamental de la República;
las demás leyes están subordinadas a ella. No tendrán valor alguno las leyes, tratados,
órdenes o disposiciones que se le opongan o alteren sus disposiciones”. Por lo tanto, la
Constitución se configura como norma suprema del ordenamiento jurídico.
La Constitución de Nicaragua plasma en su Artículo 23: “El derecho a la
vida es inviolable e inherente a la persona humana”. El bien jurídico protegido es
el carácter valioso de toda vida humana, es decir, la convicción de que toda vida
humana es digna de ser vivida. El derecho a la vida constituye el soporte físico
de todos los demás derechos fundamentales y en cuanto derecho subjetivo,
presenta la peculiaridad de que toda violación del mismo tiene carácter
irreversible porque implica la desaparición del titular del derecho.
La derogación del aborto terapéutico, so pretexto de proteger la vida del
nasciturus, implica una grave amenaza por parte del propio Estado al derecho a
la vida de las mujeres embarazadas en su caso.
La derogación del aborto terapéutico exige irracionalmente a la mujer
embarazada, el sacrificio consciente –y muchas veces inútil– de los derechos y
características más esenciales de la propia naturaleza humana: su libertad, su
privacidad, su salud, su posibilidad de desarrollo, su derecho a convivir con y
cuidar de su familia, e incluso hasta su propia vida. Ello supone desconocer
completamente su dignidad y reducirla a un mero receptáculo de la vida en
gestación, carente de derechos o de intereses constitucionalmente relevantes
que ameriten protección. Por eso, la Ley Nº 603 no sólo es inconstitucional,
sino también inhumana.
El Artículo 26 Numeral 1 de la Constitución Política señala que toda
persona tiene derecho a su vida privada y a la de su familia. El bien jurídico
protegido por este derecho es un ámbito propio y reservado cuya efectiva
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existencia es necesaria para alcanzar una calidad mínima de vida humana.
Consiste, esencialmente, en la facultad de excluir del conocimiento ajeno
cualesquiera hechos comprendidos dentro del mencionado ámbito propio y
reservado. Como mínimo, éste comprende los siguientes aspectos: la intimidad
corporal, referida a aquellas partes del cuerpo que, según las pautas sociales
imperantes en determinado momento y lugar, deben estar excluidas de la
observación ajena; las informaciones relativas a la salud y a las vicisitudes médicosanitaria, que no pueden ser divulgadas sin consentimiento de la persona afectada;
las preferencias y conductas sexuales; los hábitos, costumbres y comportamientos
no ilícitos que, individual o colectivamente, se suscitan dentro del seno familiar.
Lo que se pretende con este derecho es que la persona pueda controlar el
acceso a y la divulgación de información sobre su vida privada y la de su familia.
Aquí es indiferente que la imputación de un hecho sea veraz o no lo sea. El
derecho a la privacidad resulta vulnerado por la imputación de un hecho
susceptible de ser integrado en aquel ámbito privado y reservado de cada persona,
por muy veraz que sea. Es el consentimiento propio el elemento decisivo. Si
hay consentimiento para la obtención y/o divulgación de la información, no
hay violación. Si no hay consentimiento, en principio hay violación, aunque la
información se haya obtenido de manera legítima.
El Artículo 36 de la Carta Fundamental señala: “Toda persona tiene derecho
a que se respete su integridad física, psíquica y moral. Nadie será sometido a torturas,
procedimientos, penas ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes. La violación de
este derecho constituye delito y será penado por la ley.” El derecho a la integridad
física protege frente a las intervenciones sobre el cuerpo no consentidas por el
titular del derecho, independientemente de que la intervención tenga mayor o
menor intensidad y pueda o no suponer un riesgo para la vida o la salud del
individuo, pero sí debe suponer una lesión o menoscabo en el cuerpo, por
mínima que ésta sea. La integridad síquica y moral protege frente a actuaciones
que aunque no comporten lesiones o menoscabo en el cuerpo, constituyen
agresiones destinadas a humillar, envilecer, denigrar, atentar contra la dignidad
de las personas o convertir en inhumano el ejercicio del derecho a la vida.
Negar a la mujer embarazada su derecho a practicarse un aborto terapéutico,
implica obligarla, contra sus propias creencias, deseos y aspiraciones, a soportar
el menoscabo de su dignidad, de su libertad, del disfrute de su familia, con
riesgo de su salud, de su estabilidad psíquica y de su propia vida. Y si, cuando
se niega a soportar esa carga a todas luces excesiva e inhumana, el Estado la
11
persigue y la condena a sufrir cárcel, no puede llamarse de otra manera que
tortura, crueldad y degradación humana.
El Artículo 59 constitucional proclama: “Los nicaragüenses tienen derecho,
por igual, a la salud. El Estado establecerá las condiciones básicas para su promoción,
protección, recuperación y rehabilitación. Corresponde al Estado dirigir y organizar
los programas, servicios y acciones de salud y promover la participación popular en
defensa de la misma. Los ciudadanos tienen la obligación de acatar las medidas
sanitarias que se determinen.”
El ejercicio de este derecho implica, según el concepto de salud definido
por la Organización Mundial de la Salud, el disfrute del más alto nivel de
bienestar físico, psíquico y social, por lo cual la protección de la salud no se
limita sólo a aspectos exclusivamente médicos, sino que presenta una
multiplicidad de aspectos.
En consecuencia, la declaratoria de inconstitucionalidad de la referida Ley
Nº 603, constituye una urgente necesidad no sólo para las mujeres, sino para
todos los ciudadanos y para el propio Estado Social y Democrático de Derecho
nicaragüense.
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Excelentísima Corte Suprema de Justicia
Nosotras, PATRICIA AMANDA OROZCO ANDRADE, soltera,
Licenciada en Comunicación Social, identificada con Cédula de Identidad
número cero cero uno guión dos uno cero siete cinco siete guión cero cero
cinco cero letra D (001-210757-0050D); SOFIA ISABEL MONTENEGRO
ALARCON, soltera, periodista, identificada con Cédula de Identidad número
cuatro cuatro nueve guión uno cinco cero uno cinco cuatro guión cero cero
cero dos letra G (449-150154-0002G); ANA MARIA PIZARRO JIMENEZ,
soltera, Especialista en Ginecología y Obstetricia, identificada con Cédula de
Identidad número siete siete siete guión uno seis cero dos cinco uno guión cero
cero cero cero letra J (777-160251-0000J); ANA EVELYN OROZCO
ANDRADE, abogada, soltera, identificada con Cédula de Identidad número
cero cero uno guión cero tres cero cuatro cinco seis guión cero cero dos tres
letra V (001-030456-0023V); MARTHA YLLESCA ALTAMIRANO, soltera,
economista, identificada con Cédula de Identidad uno seis uno uno siete cero
uno seis cero guión cero cero cero cuatro letra W (161-170160-0004W), todas
del domicilio de Managua; y VIOLETA VANESSA DELGADO
SARMIENTO, casada, Licenciada en Matemáticas, del domicilio de Diriomo,
Departamento de Granada, de tránsito intencional por esta ciudad, identificada
con Cédula de Identidad número dos cero tres guión cero seis cero uno seis
nueve guión cero cero cero tres letra D (203-060169-0003D), todas mayores
de edad; ciudadanas nicaragüenses, en nuestro carácter personal y de
conformidad con el Artículo 187 de la Constitución Política de la República
de Nicaragua y el Artículo 6 de la Ley Nº 49, Ley de Amparo, publicada en La
Gaceta, Diario Oficial, Nº 241 del 20 de diciembre de 1988, que nos facultan
para interponer el presente Recurso, respetuosamente nos dirigimos a Vos,
comparecemos y exponemos:
I. Relación de los hechos
El Código Penal vigente, aprobado por Decreto Nº 297 de la Asamblea
Nacional Constituyente el 16 de enero de 1974; promulgado por el Poder
Ejecutivo el 1 de abril del mismo año; y publicado en La Gaceta, Diario Oficial
No. 96 del 3 de mayo de 1974, regulaba el aborto terapéutico en su Artículo
165.
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La modernización de la legislación penal en Nicaragua ha puesto a la luz
pública diversas posiciones ideológicas y religiosas en torno al tema del aborto
y del aborto terapéutico. En el mes de octubre de 2006, los jerarcas de la iglesia
católica y denominaciones evangélicas reclamaron que fuera eliminada la figura
del aborto terapéutico del Código Penal, buscando su penalización total.
La Junta Directiva de la Asamblea Nacional, haciendo suya esta propuesta,
presentó el 6 de octubre de 2006 ante la Primera Secretaría, la iniciativa de
“Ley de Reforma de los Artículos 162, 163, 164 y 165 del Código Penal” de la
República de Nicaragua.
Posteriormente la iniciativa de ley fue enviada a la Comisión de Justicia, la
que remitió Dictamen al Presidente de la Asamblea Nacional, indicando que
había estudiado con detenimiento el Proyecto de Ley en el que se pide una
reforma total al Capítulo V del Título I del Libro II del Código Penal vigente,
que regula el delito del aborto, para suprimir la figura del aborto terapéutico y
endurecer las penas. La Comisión de Justicia señaló que: “Aunque no es el mejor
momento en un período electoral discutir el tema del aborto, ya que despierta pasiones
e intereses de diversa índole, que son incompatibles con el abordaje científico y
desprovisto de pasiones que debe caracterizar la labor legislativa, sin embargo, es
nuestra responsabilidad honrar el compromiso asumido por la Junta Directiva de la
Asamblea Nacional y el consenso de las Bancadas Parlamentarias de que la iniciativa
de la Junta Directiva sea dictaminada y aprobada en la presente legislatura, para
que las elecciones se realicen en la mejor armonía.”
El Presidente de la República, por su parte, también envió otra iniciativa
de ley que en esencia recogía lo ya planteado, pero endureciendo aún más las
penas y solicitando fuera tramitada con carácter de urgencia.
La Comisión de Justicia en su dictamen no hace referencia específica a la
iniciativa del Presidente de la República, pero señala: ”Que la petición original
de los sectores que solicitaron la reforma al Código Penal Vigente fue para que se
eliminara la figura del Aborto Terapéutico, pero que a última hora introdujeron
otro elemento como el endurecimiento extremo de las penas, lo cual puede generar
más discusiones y contradicciones y no contribuye a que se apruebe el dictamen y la
reforma en los tiempos previstos, por tal razón la Comisión de Justicia resolvió en
aras de acelerar los tiempos de aprobación del proyecto de ley, concretándose ha suprimir
el Arto. 165, que es el que establece el aborto terapéutico…”.
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Fue así que el 19 de octubre de 2006, la Comisión de Justicia de la Asamblea
Nacional dictaminó de manera favorable el “Proyecto de Ley de Derogación
del Artículo 165 del Código Penal vigente” y solicitó al plenario su aprobación,
que fue realizada el día 26 de octubre de 2006.
La Asamblea Nacional ignoró los pronunciamientos de las organizaciones
defensoras de los Derechos Humanos, de las asociaciones de médicos y
trabajadores de la salud, el amplio rechazo internacional y las protestas de los
movimientos de mujeres feministas, quienes consideran que eliminar el aborto
terapéutico constituye una expresión de violencia extrema contra las mujeres,
ejercida por el Estado de Nicaragua, que retrocede ciento treinta años de
reconocimiento de los derechos humanos y que contradice la Constitución
Política y las convenciones y otros instrumentos internacionales suscritos y
ratificados por Nicaragua.
II. Norma objeto de control del presente recurso
por inconstitucionalidad y autoridad contra la que se dirige
La Asamblea Nacional de la República de Nicaragua aprobó el día 26 de
octubre de 2006, la Ley Nº 603 “Ley de Derogación al Artículo 165 del Código
Penal vigente”, que fue sancionada por el Presidente de la República el día 14
de noviembre de 2006 y publicada en La Gaceta, Diario Oficial, Nº 224 del
día 17 de noviembre de 2006, cuyo Artículo 1 dice textualmente: “Se deroga el
Arto. 165 del Código Penal vigente”. El ahora derogado Artículo 165 decía: “El
aborto terapéutico será determinado científicamente, con la intervención de tres
facultativos por lo menos, y el consentimiento del cónyuge o pariente más cercano a
la mujer, para los fines legales”.
Las ciudadanas firmantes de este escrito consideramos que la derogación
del Artículo 165 del Código Penal vigente implica innumerables violaciones a
la Constitución Política, específicamente a los Artículos 2, 4, 5, 7, 14, 23,
25.1, 26.1, 27, 29, 36, 46, 48, 50, 52, 59, 69, 71, 105, 116, 124, 129, 130,
160, 165, 182 y 183 de la Constitución Política.
La violación a las normas citadas nos ha motivado a impugnar la referida
Ley, a través del presente Recurso por Inconstitucionalidad contra la Ley Nº
603, “Ley de Derogación al Artículo 165 del Código Penal vigente”, dirigido
contra los titulares de los órganos que emitieron la referida Ley, siendo en este
caso el Presidente de la Asamblea Nacional, cargo ejercido al momento de su
15
aprobación, por el Ingeniero EDUARDO GÓMEZ LÓPEZ; y el Presidente
de la República, cargo ejercido al momento de su sanción, promulgación y
publicación, por el Ingeniero ENRIQUE BOLAÑOS GEYER.
Respecto a los perjuicios directos e indirectos que estas violaciones pudieran
causar tanto a nosotras como a toda la sociedad nicaragüense, nos abstenemos
de manifestarlos tomando en consideración la opinión emitida por la Corte
Suprema de Justicia en Sentencia Nº 110 de las 11:00 de la mañana del 2 de
octubre de 1991, en la que señala que la expresión de los mismos “... no es un
requisito esencial, pues la Constitución, Ley Fundamental y Suprema, señala como
único requisito... la calidad de ciudadano...”, calidad inherente a todas y cada
una de las personas que interponemos el presente Recurso por Inconstitucionalidad.
III. Normas parámetro de control del presente
Recurso por Inconstitucionalidad
Visualizar en toda su magnitud y determinar la ilegitimidad constitucional
de la Ley Nº 603 requiere confrontarla con algunas de las normas que constituyen
el llamado bloque de constitucionalidad. Es éste un concepto admitido
pacíficamente por la doctrina constitucionalista de muchos países cuyos
regímenes políticos constituyen verdaderos Estados Democráticos de Derecho.
En Nicaragua también se va introduciendo gradualmente, bien con el término
parámetro de constitucionalidad (Álvarez Arguello: La Ley en la Constitución
Nicaragüense, 1999), o bien con el término bloque de constitucionalidad
(Escobar Fornos: Interpretación e Integración Constitucional, 2002).
Los principios que rigen el funcionamiento del sistema jurídico nicaragüense
indican que para descubrir si las normas infraconstitucionales han respetado
los mandatos constitucionales, es necesario no sólo acudir a la Constitución
propiamente dicha, sino también a otros preceptos jurídicos. En el caso que
nos ocupa debemos confrontar la Ley Nº 603 con las siguientes normas: la
Constitución Política de Nicaragua y los instrumentos internacionales contenidos
en los Artículos 46 y 71 de la Carta Magna.
1. Constitución Política de Nicaragua. Al menos dos aspectos de la
Constitución Política como parámetro de control es necesario tomar en cuenta
para interpretar adecuadamente la argumentación jurídica del presente Recurso
y resolverlo en correspondencia. Por un lado, el marco conceptual en el que se
16
ubica la Constitución nicaragüense. En efecto, la tradición constitucional y
particularmente la Constitución de 1987, sobre todo desde las reformas de
1995, acogen claramente el concepto racional-normativo. A la luz de este
concepto, la Constitución es una elección ordenada y coherente de principios
fundamentales, basados en la razón, que ofrecen una justa posición a la función
del individuo y al poder organizado subordinado a aquélla. Afirma el concepto
de poder constituyente distinto de los poderes constituidos. El primero es la
expresión total de la soberanía, exento de condicionamientos; los segundos se
encuentran condicionados por la decisión inicial constituyente.
Dicho de otra manera, se trata de un concepto de Constitución como el
acto de autodeterminación fundamental de una comunidad plasmado por escrito
en un texto jurídico-normativo que ocupa la posición suprema dentro del
ordenamiento y cuyo contenido se ajusta a los principios de la ideología liberal.
(Santamaría Pastor: Fundamentos de Derecho Administrativo I, 1988). Lo
importante a destacar es que la Constitución nicaragüense se aparta de un
concepto positivista o formalista y más bien constituye y fundamenta un sistema
con un fuerte contenido valorativo que proyecta su virtualidad jurídica hacia el
resto del ordenamiento, tanto en su interpretación como en su aplicación.
Por otro lado, debe destacarse el pleno carácter normativo de la
Constitución. Toda ella es norma jurídica superior y todos y cada uno de sus
preceptos gozan igualmente de esa cualidad jerárquica de superioridad.
Sin embargo, como ha señalado cierta doctrina, no todos producen los
mismos efectos jurídicos (Nieto: Peculiaridades jurídicas de la norma
constitucional, 1983). Para determinar éstos es necesario previamente clasificar
los distintos tipos de normas constitucionales. En relación con el examen de
legitimidad de la Ley Nº 603, y siguiendo criterios clasificatorios de alguna
doctrina española (Rubio Llorente: La Constitución como fuente del Derecho,
1979), se debe atender a los siguientes tipos normativos contenidos en la
Constitución nicaragüense, sin perjuicio de otros que tienen menor relevancia
directa:
a. Las normas principales. Su función consiste en definir los Principios
Fundamentales del sistema político, así como los rasgos definitorios del mismo
o los fines generales que persigue. Estas normas poseen eficacia inmediata
interpretativa. Inmediata porque no requieren ninguna operación de desarrollo
ni concreción alguna para hacerse efectiva; ni siquiera son, por lo general,
susceptibles de ella. Interpretativa por su carácter de principios estructurales,
17
cuyo empleo casi siempre tiene lugar a propósito de la aplicación de cualquier
otra norma, constitucional o infraconstitucional, al objeto de justificar una
interpretación determinada de la misma. En este sentido, las normas principales
poseen una eficacia jurídica informadora realmente determinante del sistema y
su vulneración por cualquier acto o norma debe conducir a su nulidad, previa
impugnación por los cauces correspondientes.
b. Las normas materiales. A este concepto corresponden las normas que
reconocen verdaderos derechos subjetivos o derechos completos y las que
consagran garantías institucionales. Estas normas poseen una eficacia inmediata
aplicativa, es decir se trata de normas cuyo contenido puede y debe realizarse
directa y autónomamente, sin requerir operaciones de concreción normativa de
ningún tipo; los destinatarios de las mismas, ciudadanía o poderes públicos,
deben actuar conforme a ellas y, además, pueden recabar judicialmente su
cumplimiento, bien exigiendo la realización de la conducta prescrita, bien
impugnando y provocando la anulación de las normas que contradigan su
contenido mediante el Recurso de Inconstitucionalidad de la Ley. Si establecen
derechos son susceptibles de protección por medio del Recurso de Amparo.
2. Instrumentos internacionales. La incorporación, en los Artículos 46 y
71 de la Constitución Política, de ciertos instrumentos internacionales referidos
a los Derechos Humanos ha producido un fenómeno de “constitucionalización”
de dichos instrumentos en virtud del cual los derechos que consagran gozan de
un régimen jurídico similar al de los demás derechos constitucionales. Por tanto,
las técnicas y garantías de protección de las normas constitucionales que
consagran derechos subjetivos son también aplicables para proteger las
transgresiones contra los derechos contemplados en dichos instrumentos
internacionales, que son: la Declaración Universal de los Derechos Humanos;
la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre; el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones
Unidas; la Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización
de Estados Americanos; y la Convención Internacional de los Derechos del
Niño.
Lo relevante aquí es la noción mayoritaria en la doctrina constitucional
comparada, y aplicable también a Nicaragua y a otros sistemas políticos
construidos sobre las bases de la democracia constitucional (Jiménez Asensio:
El Constitucionalismo, 2001), de que el bloque de constitucionalidad constituye
también un límite a la libertad de configuración del legislador en materia penal.
18
En este sentido, vale la pena reproducir alguna jurisprudencia
latinoamericana que recoge dicha noción: “Si bien es cierto que el legislador goza
de un margen de configuración normativa al momento de definir qué comportamiento
social reviste tal grado de lesividad para determinado bien jurídico que merezca ser
erigido en tipo penal, decisión política adoptada con fundamento en el principio
democrático y que refleja los valores que rigen a una sociedad en un momento histórico
determinado, este margen de discrecionalidad no es ilimitado, por cuanto el bloque
de constitucionalidad constituye el límite axiológico al ejercicio del mismo, razón
por la cual la definición de tipos penales y de los procedimientos penales debe respetar
en un todo el ordenamiento superior en cuanto a los derechos y la dignidad de las
personas” (Sentencia C-205 de 2003 de la Corte Constitucional colombiana).
Igualmente importante es el hecho de que aunque la jurisprudencia de las
instancias internacionales encargadas de interpretar los tratados internacionales
plasmados en los Artículos 46 y 71 de la Constitución Política de Nicaragua no
forman parte directamente del bloque de constitucionalidad, sí constituyen un
valioso criterio hermenéutico no sólo para establecer el contenido de los derechos
plasmados en dichos instrumentos internacionales, sino también para establecer
el contenido de los derechos fundamentales consagrados en los propios preceptos
constitucionales.
De tal manera que la ilegitimidad constitucional de la Ley Nº 603 deviene
del hecho de que la derogación del aborto terapéutico contradice y violenta los
bienes o valores jurídicos integrados en los principios constitucionales, lesiona
o menoscaba el contenido de los derechos subjetivos consagrados en la
Constitución Política. Pero además, significa que contradice, transgrede u
obstaculiza el ejercicio del contenido esencial de los derechos humanos
consagrados en los instrumentos internacionales referidos en los Artículos 46 y
71 de nuestra Carta Magna, de conformidad con la interpretación jurisprudencial
que de ellos han realizado tanto los órganos nicaragüenses como los órganos
internacionales competentes.
Consecuentemente, no reconocer lo anterior implica incurrir en graves
distorsiones del significado de los principios, valores y derechos consagrados en
la Constitución Política y en los reiterados instrumentos internacionales
“constitucionalizados”, porque la Ley Nº 603 comete, al menos, las siguientes
violaciones constitucionales.
19
IV. Normas constitucionales transgredidas
1.Principios Constitucionales violados
a. Principio del Estado Social de Derecho. El Estado nicaragüense está
configurado constitucionalmente como un Estado Social y Democrático de
Derecho. Si bien esta caracterización se puede deducir de diversos preceptos, se
encuentra expresamente consagrada en el Artículo 130 de la Constitución Política
como Estado Social de Derecho. En este momento interesa destacar algunos de
los significados de su doble adjetivación: como Estado Social y como Estado
de Derecho. La relevancia de dichos significados para el presente Recurso, la
encontramos en la interpretación sistemática de los Artículos 105, 129 y 130
de la Constitución Política.
Algunos autores señalan que el significado constitucional de la cláusula
social del Estado se proyecta de distintas maneras (Garrorena Morales: El Estado
Español como Estado Social y Democrático de Derecho: 1991). Aplicando
esta doctrina al caso nicaragüense se puede afirmar que el carácter de Estado
Social tiene, en lo que interesa para el examen de la Ley Nº 603, las siguientes
dimensiones: asunción constitucional de la igualdad; regulación constitucional
del proceso económico; reconocimiento y garantía de determinadas libertades
de contenido económico y social: a la par de las clásicas libertades individuales,
el Estado Social constitucionaliza una amplia gama de derechos sociales de los
cuales se convierte en gestor y garante.
Entonces, el Estado Social implica la superación del carácter negativo de
los derechos fundamentales que dejan de ser considerados como autolimitación
del poder soberano del Estado, para convertirse en límites que el principio
democrático de la soberanía popular impone a los órganos que de ella dependen
y en instrumentos jurídicos de control de su actividad positiva. En consecuencia,
es necesario incluir en el sistema de los derechos fundamentales no sólo las
libertades clásicas, sino también los derechos económicos, sociales y culturales
como categorías accionables y no como meros postulados programáticos.
Siguiendo esta línea argumentativa, vale decir que el Estado nicaragüense
como Estado Social se ha convertido en el gestor de toda clase de prestaciones,
servicios y asistencias destinadas a asegurar las condiciones de la existencia
humana. Por eso, el Artículo 105 de la Constitución, en su parte conducente,
señala que “…Los servicios de… salud… son deberes indeclinables del Estado, que
está obligado a prestarlos sin exclusiones, a mejorarlos y ampliarlos… Se garantiza la
20
gratuidad de la salud para los sectores vulnerables de la población, priorizando el
cumplimiento de los programas materno-infantil. Los servicios estatales de salud…
deberán ser ampliados y fortalecidos…”.
Se refiere a un principio rector de la actuación pública que mandata al
Estado nicaragüense, en tanto Estado Social, a diseñar, aprobar y aplicar
determinadas políticas públicas de salud en favor de la población, sobre todo la
más vulnerable. Correlativamente, la Constitución establece en su Artículo 59
un verdadero derecho subjetivo a la salud: “Los nicaragüenses tienen derecho, por
igual, a la salud. El Estado establecerá las condiciones básicas para su promoción,
protección, recuperación y rehabilitación. Corresponde al Estado dirigir y organizar
los programas, servicios y acciones de salud y promover la participación popular en
defensa de la misma.”
Se trata de un derecho prestacional. El Estado está obligado a establecer las
instituciones y dictar las políticas públicas encaminadas a prestar a los
nicaragüenses, sin distingos de ningún tipo, el servicio público de salud. Ofrece
el fundamento jurídico suficiente para declarar la invalidez de las normas
ordinarias que ostensiblemente obstaculicen o dificulten el acceso al servicio de
salud. Y una vez establecido, el servicio es directamente exigible frente a
restricciones indebidas a su ejercicio. Constituye, por tanto, un límite al legislador
que, en todo caso, debe respetar el contenido esencial del derecho a la salud
(Haberle: La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales,
2003).
Resulta obvio que la derogación del aborto terapéutico, lejos de ampliar y
fortalecer los servicios estatales de salud, los debilitan y, más aún, simple y
llanamente le niega el derecho a esos servicios a grupos de mayor vulnerabilidad
social de la población nicaragüense, como las mujeres, las adolescentes y las
niñas de escasos recursos económicos.
Por su parte, Estado de Derecho significa sometimiento al ordenamiento
jurídico en garantía de la seguridad y libertad de su población. En Nicaragua se
encuentra plasmado, entre muchas otras disposiciones, en los Artículos 129 y
183 constitucional. No obstante, la cláusula “Estado de Derecho” no sólo hace
referencia a la vinculación del Estado por la norma jurídica, sino sobre todo a
ciertas convicciones, principios y creencias que dan todo su sentido a esta
limitación del Estado por el Derecho. Así pues, no toda subordinación del
Estado a la ley es Estado de Derecho. No lo es, por ejemplo, la que pueda
producirse en relación con una ley totalitaria, discriminatoria o arbitraria.
21
En este sentido debe destacarse el concepto de límites a la potestad de
configuración del legislador en materia penal, marcados en primer lugar por la
prohibición de invadir de manera desproporcionada e irracional los derechos
constitucionales.
Otra vez resulta fácilmente constatable que la penalización incondicionada
de todo tipo de interrupción del embarazo, incluyendo al aborto terapéutico,
con el propósito de proteger la vida del nasciturus, menoscaba los fundamentos
axiológicos del Estado constitucional nicaragüense y transgrede los límites
impuestos al legislador en virtud del principio de juridicidad, ya que sacrifica
de manera desproporcionada e irracional los derechos de las mujeres, tales como
el derecho a la salud (Artículo 59 Cn.), entre otros, como se explicará más
adelante.
b. Principios de la Dignidad Humana, de la Libertad, de la Justicia y de la
Promoción del Desarrollo Humano. La Constitución nicaragüense señala
expresamente en el Título I, Principios Fundamentales, que el Estado asume
“la tarea de promover el desarrollo humano de todos y cada uno de los nicaragüenses”
(Artículo 4 Cn.) y que la nación nicaragüense tiene como principio fundamental,
entre otros, “la libertad; la justicia; el respeto a la dignidad de la persona humana”
(Artículo 5 Cn.).
Esto quiere decir que en el sistema de valores de la Constitución
nicaragüense, la libertad, la dignidad, la justicia y el desarrollo humano son
precisamente la base última de la convivencia democrática; es decir, la democracia
constitucional nicaragüense no se estima viable si dichos principios no se adoptan
como criterios de orientación permanente.
El respeto a la dignidad de la persona humana implica que los poderes
públicos son un instrumento al servicio de los seres humanos y no al revés. Los
seres humanos no deben ser jamás tratados instrumentalmente respecto de los
fines y las políticas estatales. Late aquí una visión axiológica del Estado, propia
del concepto racional normativo de Constitución, en donde éste no es sólo un
conjunto de garantías procedimentales que protege a las personas de los poderes
públicos, sino que exige también de estos últimos una actitud de respeto hacia
el valor irrepetible de toda vida humana.
La promoción del desarrollo humano implica sostener la obligación del
Estado no sólo de no interferir, excepto para salvaguardar los derechos similares
de los demás, sino también de proteger la libertad que cada persona tiene para
22
trazar por sí misma su propio proyecto vital. Se trata de la proclamación
constitucional de que siempre que se respeten los derechos de los demás, cada
ser humano es el mejor juez de sus propios intereses. La principal virtualidad
jurídica de este principio consiste no solamente en permitir la entrada de nuevos
bienes o valores jurídicos, sino además y principalmente, en establecer una
auténtica cláusula general de libertad que preside el entero ordenamiento jurídico.
Este contenido se refuerza cuando la Constitución señala expresamente en su
Artículo 5 el principio de libertad.
La cláusula general de libertad (Artículos 4 y 5 Cn.) no sólo vincula a los
jueces en su labor interpretativa, sino que también impone límites al legislador.
Así, la Asamblea Nacional y el Presidente de la República no gozan de una
potestad omnímoda para restringir la libertad de las personas y, en ese sentido,
para restringir sus proyectos de vida y el modo en que los desarrollan. No se
trata sólo de la libertad personal del Artículo 25.1 Cn., que cubre la libertad
física, sino del principio fundamental de una genérica libertad humana como
base del orden político nicaragüense.
Podríamos entender que cuando el texto constitucional se refiere, en esta
última norma citada, a la libertad individual está utilizando el término en su
estricta acepción, o sea, en el sentido de la garantía de los ciudadanos de que no
serán detenidos o presos de forma arbitraria.
Sin embargo, la plasmación del derecho “a la libertad individual”,
diferenciado de las garantías frente a la detención arbitraria, que se establecen
en el Artículo 33, permite dar a esta acepción un sentido más amplio, como el
que emplea el Consejo Constitucional francés, ligado no sólo a la libertad de
“ir y venir”, sino también a la intimidad personal y familiar, lo que le ha permitido
exigir, en nombre de la libertad individual, garantías de la persona frente a las
intromisiones en su ámbito individual (Castillo Masís…et al: Comentarios a la
Constitución Política. Parte Dogmática. 1994).
Todo en aras de fundamentar precisamente la base del orden social y
garantizar su vigencia en favor de las generaciones futuras, para lo cual la
Constitución plantea como objetivo de la educación el desarrollo de la
personalidad y del sentido de la dignidad de los nicaragüenses (Arto. 116 Cn).
La derogación del aborto terapéutico vulnera los principios constitucionales
referidos, lo que implica, poner en grave riesgo la vida de las mujeres, en su
caso, y, por tanto, reducir su dignidad y su libertad a mera condición de
23
instrumentos de políticas estatales sobre reproducción humana u objetos carentes
de la mínima capacidad de decidir sobre su propio destino.
c. Principio de Igualdad y de No Discriminación. El significado constitucional
de la igualdad tiene diferentes dimensiones en la Constitución nicaragüense:
como principio fundamental en el sentido de no discriminación (Artículo 4
Cn.); como derecho subjetivo a la igualdad formal (Artículo 27 Cn.); como
directriz a los poderes públicos procurando la igualdad material (Artículo 48
Cn.); y como principio rector de la actuación del Poder Judicial (Artículo 165
Cn.). Así pues, la igualdad se configura como un principio fundamental que
proyecta una eficacia trascendente, de manera tal que toda situación de
discriminación resulta incompatible con el orden de valores que la Constitución
nicaragüense establece.
La igualdad no se entiende como simple resultado de la “generalidad” que
debe existir en la relación de los ciudadanos con la ley, ni como prohibición de
toda diferenciación jurídico-formal, sino como la prohibición de establecer
tratamientos diferenciados injustificados, arbitrarios o discriminatorios. Por
ende, el problema consiste en determinar el criterio que permite establecer
cuándo una diferenciación es o no es discriminatoria. Entonces, del principio
de igualdad se derivan los principios de racionalidad y proporcionalidad que
justifican la diversidad de trato, mediante la evaluación de la relación que existe
entre los fines perseguidos y los medios utilizados para alcanzarlos (Díez-Picazo:
Sistema de Derechos Fundamentales, 2003).
Ahora bien, si estos límites se predican en cuanto a la prohibición de
discriminación proscrita por el principio de igualdad, tienden a operar de manera
aún más rigurosa cuando se aplican en relación con criterios de diferenciación
expresamente vedados por la Constitución. En otras palabras, las
discriminaciones “por motivos de nacimiento, nacionalidad, credo político, raza,
sexo, idioma, religión, opinión, origen, posición económica o condición social” (Arto.
27 Cn.), exigen un análisis más exhaustivo por parte los operadores jurídicos
para alcanzar los fines y valores constitucionales.
La derogación del aborto terapéutico y, eventualmente, otras leyes
sancionadoras de ciertas intervenciones médicas que afectan exclusivamente a
las mujeres, constituye una violación, por razón de sexo, del principio
fundamental y derecho subjetivo de la igualdad, vulnerando con ello la obligación
constitucional del Estado nicaragüense de respetar el derecho de las mujeres a
no ser discriminadas.
24
En un Estado Social de Derecho como el nicaragüense no se puede entender
la igualdad sólo en un sentido jurídico formal (Artículo 27 Cn.), sino también
en relación con el Artículo 48 Cn., que compromete al Estado a orientar sus
actuaciones en el sentido más adecuado para convertir aquella igualdad formal
en una igualdad de hecho. Ello significa no sólo un complemento material del
principio de igualdad formal, sino que su alcance va mucho más allá en el
sentido de servir de criterio interpretativo sustancial de los demás contenidos
constitucionales y de todo el subsiguiente ordenamiento infraconstitucional.
Precisamente por eso la Constitución obliga a los órganos jurisdiccionales
a interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico procurando la igualdad material
de todos los nicaragüenses (Artículo 165 Cn.), es decir, de diferentes
interpretaciones jurídicas posibles sobre una norma determinada, la
interpretación constitucionalmente adecuada es aquélla que mejor realice la
igualdad real y efectiva de todos los nicaragüenses.
La Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer (CEDAW) define la discriminación contra la mujer como “toda
distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado
menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer,
independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la
mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política,
económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.” A partir de este criterio,
se debe afirmar categóricamente que la derogación del aborto terapéutico o, en
términos normativos, que la Ley Nº 603 viola el principio y el derecho a la
igualdad y a la no discriminación por razones de sexo, posición económica o
condición social. En efecto, la derogación del aborto terapéutico afecta
exclusivamente a las mujeres y, entre éstas, a las que cuentan con menos o
ningún recurso económico.
d. Principio del Estado Laico. Siguiendo la línea de pensamiento de alguna
doctrina española (Peces Barba: La Constitución Española de 1978: Balance
de sus 25 años, 2003) se puede afirmar que el Principio de Estado Laico se
encuentra consagrado en el Artículo 14 de la Constitución Política nicaragüense:
“El Estado no tiene religión oficial”. Que ninguna religión pueda tener carácter
oficial significa que el Estado no puede adherirse a ningún credo religioso y que
no debe existir confusión alguna entre los fines religiosos y los fines estatales.
En virtud del Artículo 14 constitucional, el Estado nicaragüense no puede
utilizar valores o intereses religiosos como parámetros para medir la legitimidad
25
jurídica de las actuaciones de los poderes públicos y –aún más importante para
el caso que nos ocupa–, que el Estado no puede ni debe diseñar sus políticas
públicas, programas o proyectos, ni determinar el contenido de sus normas o
actos jurídicos en función de la realización de finalidades religiosas o inspirados
en creencias de tal naturaleza.
Sin embargo, aunque obviamente se encuentran relacionados, la laicidad
del Estado debe distinguirse de las libertades ideológica y religiosa plasmadas
en los Artículos 29 y 69 primer párrafo de la Constitución nicaragüense,
respectivamente. Tan es así que, sin lugar a dudas, estas libertades ocupan un
indiscutido lugar central en la lógica de la democracia constitucional. El
constitucionalismo es inconcebible sin pleno respeto a las libertades ideológica
y religiosa, pero dista mucho de ser unánime en cuanto a las relaciones entre el
Estado y las confesiones religiosas. De hecho existen países de indudable
trayectoria democrática, como Inglaterra, en donde se respeta escrupulosamente
la libertad religiosa sin consagrar el principio del Estado Laico.
La importancia de este principio es tal que no se puede sobredimensionar,
si consideramos que se encuentra directamente conectado con el propio carácter
democrático del Estado, uno de cuyos principios fundamentales es el pluralismo
político, social y étnico plasmado en el Artículo 5 de la Constitución. El Estado
nicaragüense tiene prohibido constitucionalmente, en virtud de su carácter laico
y según dispone el Artículo 69 Cn. segundo párrafo, impedir a otros el ejercicio
de sus derechos por creencias religiosas, precisamente porque el pluralismo
reconoce el carácter diversificado de los intereses, las ideologías y las creencias
de los distintos sectores de la sociedad. Como señala una doctrina nicaragüense,
el carácter laico del Estado reconoce que existen distintas concepciones de la
vida, siendo por tanto imposible establecer un código bioético definitivo en el
ordenamiento jurídico nacional. El reconocimiento a la existencia de
discrepancias valorativas sobre la vida, por tanto, impide el establecimiento de
una norma que privilegie el derecho de una concepción de vida potencial, en
detrimento de otra ya existente que reclama la prevalencia de su derecho a vivir
(Salinas Valle: Inédito). Por ello, se ha llegado a afirmar que el Estado Laico
“supone uno de los mayores avances en la conquista de la libertad de los pueblos”
(Castillo Masís, et al: Comentarios a la Constitución Política. Parte Dogmática,
1994).
Otro elemento que no puede dejar de mencionarse es que una cualidad
específica de la democracia consiste en educar a los ciudadanos en el hábito del
respeto al pluralismo (Garrorena Morales: El Estado Español como Estado
26
Social y Democrático de Derecho, 1991). Recogiendo estas tesis, y en coherencia
con los caracteres democrático y laico del Estado y plural de la sociedad, la
Constitución nicaragüense en su Artículo 124 afirma que la educación es laica.
La derogación del aborto terapéutico en Nicaragua implica la positivación
de creencias religiosas porque, siguiendo una doctrina norteamericana, la
condena de la interrupción del embarazo en cualquier circunstancia sólo se
puede justificar en clave religiosa (Dworkin: Ética Privada e Igualitarismo
Político, 1993). De la Ley Nº 603 se pueden derivar políticas públicas claramente
motivadas por determinadas ideas religiosas, lo cual va en detrimento del carácter
pluralista de la sociedad, discrimina a quienes no sustentan aquellas ideas y
lejos de implicar la transmisión de valores laicos y democráticos, impone, so
pena de cárcel, prácticas y conductas humanas que pretenden cumplir con
preceptos religiosos, contradiciendo el carácter laico del Estado y de la educación.
e. Principio de Aplicación Directa de los Derechos Humanos. Los derechos
humanos encarnan valores o bienes jurídicos similares a los que en el nivel
interno protegen los derechos constitucionales. Más allá de los usos lingüísticos,
lo importante es que esos valores o bienes jurídicos de cuyo respeto son acreedoras
todas las personas, son protegidos principalmente por normas y principios
propios del Derecho Internacional. En sentido estricto, tanto o más que genuinos
derechos subjetivos, los derechos humanos contienen obligaciones exigibles a
los Estados.
En el caso nicaragüense, los Artículos 46 y 71 Cn. incorporan al derecho
interno todos los derechos consagrados en los instrumentos internacionales ahí
relacionados, como si de derechos constitucionales propiamente tales se tratara,
otorgándoles así la máxima jerarquía normativa y, por tanto, haciéndolos
aplicables de manera directa e inmediata por todos los operadores jurídicos.
Además, la norma constitucional se adhiere expresamente a los principios que
conforman el Derecho Internacional Americano (Artículo 5 in fine Cn).
La interpretación sistemática de los Artículos 5, 46 y 71 Cn. constituye
una suerte de cláusula general de cierre de todo el sistema de reconocimiento
constitucional de los derechos fundamentales y las libertades públicas, a los
que se les dota de una coherencia armónica. La importancia de esta declaración
general radica en conferir un sentido globalizador, de modo que todos y cada
uno de los diferentes derechos han de interpretarse teniendo en cuenta su mutua
interrelación, complementándolos y profundizándolos al inscribir el sistema
nicaragüense en el orden jurídico internacional. Señala el fundamento del orden
27
jurídico y político nicaragüense y constituye un criterio interpretativo de alto
valor jurídico. Además, dota de fuerza expansiva a los derechos humanos, ya
que el Estado no sólo se compromete a respetarlos y protegerlos, sino también
a promoverlos, es decir, a emprender acciones positivas tendientes a la realización
de los derechos (Castillo Masís…et al: Comentarios a la Constitución Política.
Parte Dogmática, 1994).
Siguiendo con la orientación general del constitucionalismo democrático
contemporáneo (Pérez Luño: Derechos Humanos. Estado de Derecho y
Constitución. 1999), la Constitución nicaragüense establece mecanismos de
tutela de los derechos y libertades consagrados constitucionalmente de manera
directa, o a través de los instrumentos internacionales. Especial importancia en
este tema cobran, dado que confieren el máximo grado de protección de los
derechos, las garantías jurisdiccionales dirigidas a asegurar una vigencia efectiva
de los mismos. La Carta Fundamental ha otorgado notorio relieve al papel
que corresponde a los órganos jurisdiccionales, encabezados por la Corte
Suprema de Justicia, en la salvaguarda de los derechos inherentes a la persona
humana. Precisamente por ello establece taxativamente que la administración
de justicia se rige, entre otros principios, por el de la protección y tutela de los
derechos humanos mediante la aplicación de la ley en los asuntos o procesos de
su competencia (Artículo 160 Cn.). De tal manera que todos los órganos
jurisdiccionales sin excepción se encuentran inexcusablemente vinculados por
mandato constitucional no sólo a aplicar directamente los derechos humanos,
sino también a inaplicar o declarar inconstitucional, en su caso, cualquier acto
o norma, como es el caso de la Ley Nº 603, que transgreda ostensiblemente el
contenido de los derechos positivados constitucionalmente o integrados en los
instrumentos internacionales de derechos humanos referidos en los Artículos
5, 46 y 71 Cn.
f. Principio de Democracia Participativa. El Estado nicaragüense se
fundamenta en el principio político democrático de la soberanía popular
(Artículo 2 Cn.). La voluntad del pueblo es la fuente de legitimidad del ejercicio
del poder político; legitimidad que se expresa, principalmente, a través del libre
ejercicio del sufragio universal para elegir a las autoridades encargadas de la
dirección política de la sociedad. Éste es el carácter representativo de la
democracia. El concepto y la técnica de la representación política aparecen así
como fundamentales para la misma posibilidad de un Estado constitucional
democrático. De hecho, la democracia representativa es hoy un elemento
característico de todos los Estados constitucionales.
28
La Constitución nicaragüense, sin embargo, posee un concepto de
democracia que no se agota con los caracteres del régimen representativo, sino
–todo lo contrario–, integra un sinnúmero de elementos que destacan, a la par
del modelo representativo, un cierto sesgo en favor de la democracia directa. El
mismo Artículo 2 constitucional señala, en su parte conducente: “…El poder
político lo ejerce le pueblo por medio de sus representantes libremente elegidos por
sufragio universal, igual, directo y secreto, sin que ninguna otra persona o reunión
de personas pueda arrogarse este poder o representación. También podrá ejercerlo de
manera directa por medio del referéndum y del plebiscito y otros procedimientos que
establezcan la presente Constitución y las leyes.” Coherente con esta disposición,
el Artículo 7 constitucional califica la democracia nicaragüense como
“participativa y representativa”.
A efecto de hacer viable el carácter democrático participativo del régimen político
nicaragüense, la Constitución consagra en diversos preceptos una amplía gama de
derechos de organización y participación de los nicaragüenses. Entre ellos cabe
destacar, para el caso de determinar la ilegitimidad de la Ley Nº 603, el derecho
consagrado en el Artículo 50 constitucional: “Los ciudadanos tienen derecho de
participar en igualdad de condiciones en los asuntos públicos y en la gestión estatal.”
El contenido del derecho de participación en los asuntos públicos fue
desarrollado por la Ley de Participación Ciudadana, que dispone la obligación
de que toda ley sea sometida a consulta de la ciudadanía en general y de sectores
sociales o individuos interesados en particular (Artículos 9 y 15). Se trata, pues,
el derecho contenido en el Artículo 50 Cn., de uno de los llamados
doctrinariamente derechos de configuración legal (Díez-Picazo: Sistema de
Derechos Fundamentales, 2003). Conviene subrayar que estamos frente a un
derecho fundamental y por tanto de rango constitucional, no un derecho creado
por el legislador ordinario. De tal manera que cualquier norma o acto que
contradiga la configuración legal del derecho constitucional estaría vaciando de
contenido e impidiendo la plena efectividad de un mandato constitucional.
Con la aprobación de la Ley Nº 603 se violó el principio democrático del
Estado nicaragüense en su vertiente participativa, no sólo porque no se consultó
dicha ley con los sectores más directamente involucrados con la misma, sino
porque se negó la petición de asociaciones de mujeres y profesionales de la
salud, que conforme el Artículo 52 Cn. expresamente solicitaron la no
aprobación de la referida Ley basados en argumentos científicos y datos
estadísticos que categóricamente demostraban los perjuicios que la derogación
del aborto terapéutico les causaría.
29
g. Principio de Supremacía Constitucional. El concepto racional-normativo
de Constitución supone, entre otras cosas, la ordenación de los Poderes del
Estado por ella misma y tiene como consecuencia que los mismos se encuentran
sometidos a los mandatos constitucionales. Esto significa que los mandatos de
los Poderes del Estado no pueden contradecir los mandatos de la Constitución
que los crea y regula. Los Poderes del Estado derivan su legitimidad de la
Constitución que es la norma que los habilita para actuar. Si un Poder del
Estado actúa fuera de los límites fijados por la Constitución, su actuación no
puede considerarse legítima, pues carecerá de base o justificación en Derecho
(López Guerra: Introducción al Derecho Constitucional, 1994). La noción
anterior se encuentra recogida en el Artículo 182 de la Constitución nicaragüense:
“La Constitución Política es la carta fundamental de la República; las demás leyes
están subordinadas a ella. No tendrán valor alguno las leyes, tratados, órdenes o
disposiciones que se le opongan o alteren sus disposiciones.” Por lo tanto, la
Constitución se configura como norma suprema del ordenamiento jurídico.
La supremacía constitucional se manifiesta, por un lado, en la determinación
formal de cómo deben crearse y funcionar los poderes públicos, que deberán
atenerse en sus procedimientos de actuación a los mandatos constitucionales.
Pero además, la supremacía constitucional es una supremacía material, es decir,
los poderes públicos no podrán actuar en contravención de los principios y
valores establecidos por la Constitución. Ésta, pues, se configura a la vez como
norma habilitadora de la actividad de los poderes públicos y como límite de su
actuación. La importancia práctica de esta supremacía se traduce en la posibilidad
de declarar inconstitucionales las normas y los actos que contradigan o lesionen
los principios, los valores, los derechos y los demás bienes jurídicos consagrados
constitucionalmente.
Así, pues, la violación de los principios y derechos constitucionales arriba
señalados y de los derechos constitucionales que a continuación se señalan que
comete la Ley Nº 603 implica, a su vez, la violación en sí mismo del principio
de supremacía constitucional plasmado en el Artículo 182 de la Carta Magna.
2. Derechos Constitucionales violados
a. Derecho a la vida. La Constitución de Nicaragua plasma en su Artículo
23: “El derecho a la vida es inviolable e inherente a la persona humana.” El bien
jurídico protegido es el carácter valioso de toda vida humana, es decir, la
convicción de que toda vida humana es digna de ser vivida. El derecho a la vida
constituye el soporte físico de todos los demás derechos fundamentales y en
30
cuanto derecho subjetivo, presenta la peculiaridad de que toda violación del
mismo tiene carácter irreversible porque implica la desaparición del titular del
derecho. Por ello, el derecho a la vida se traduce en la imposición de ciertos
deberes al Estado, entendido en su sentido amplio de conjunto de los poderes
públicos: el deber de no violar ni amenazar por sí mismo la vida humana y el
deber de protegerla efectivamente frente a agresiones de los particulares.
La derogación del aborto terapéutico, so pretexto de proteger la vida del
nasciturus, implica una grave amenaza por parte del propio Estado al derecho a
la vida de las mujeres embarazadas en su caso.
Diversos valores y principios constitucionales exigen que cuando el legislador
decide regular la interrupción del embarazo debe ponderar los intereses en juego,
que en determinados eventos pueden colisionar: por una parte la vida en
gestación, bien que goza de relevancia constitucional y en esa medida debe ser
objeto de protección; y por otra parte los derechos de la mujer embarazada. En
todo caso, la prohibición total del aborto resulta inconstitucional, porque bajo
ciertas circunstancias impone a la mujer encinta una carga inexigible que anula
sus derechos fundamentales. La penalización del aborto en todas las
circunstancias implica la completa preeminencia de uno de los bienes jurídicos
en juego, la vida del nasciturus, y el consiguiente sacrificio absoluto de todos los
derechos fundamentales de la mujer embarazada, lo que sin duda resulta a
todas luces inconstitucional.
En la Constitución nicaragüense coexisten distintos valores, principios y
derechos constitucionales, ninguno de los cuales posee carácter absoluto ni
preeminencia incondicional frente a los restantes. Y se hace necesario, mediante
un juicio de ponderación, la aplicación del principio de proporcionalidad como
instrumento para resolver las colisiones entre normas con estructura de principios
o derechos subjetivos. La derogación del aborto terapéutico exige irracionalmente
a la mujer embarazada, el sacrificio consciente –y muchas veces inútil– de los
derechos y características más esenciales de la propia naturaleza humana: su
libertad, su privacidad, su salud, su posibilidad de desarrollo, su derecho a
convivir con y cuidar de su familia, e incluso hasta su propia vida. Ello supone
desconocer completamente su dignidad y reducirla a un mero receptáculo de la
vida en gestación, carente de derechos o de intereses constitucionalmente
relevantes que ameriten protección. Por eso, la Ley Nº 603 no sólo es
inconstitucional, sino también inhumana.
31
La Ley Nº 603 viola también el Artículo 3 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos; el Artículo I de la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre; el Artículo 6.1 del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos de la Organización de las Naciones Unidas; el Artículo 4.1
de la Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización de
Estados Americanos; y el Artículo 6 Numerales 1 y 2 de la Convención
Internacional de los Derechos del Niño.
b. Derecho a la Privacidad Personal y Familiar. El Artículo 26 Numeral 1 de
la Constitución Política señala que toda persona tiene derecho a su vida privada
y a la de su familia. El bien jurídico protegido por este derecho es un ámbito
propio y reservado cuya efectiva existencia es necesaria para alcanzar una calidad
mínima de vida humana. Consiste, esencialmente, en la facultad de excluir del
conocimiento ajeno cualesquiera hechos comprendidos dentro del mencionado
ámbito propio y reservado. Como mínimo, éste comprende los siguientes
aspectos: la intimidad corporal, referida a aquellas partes del cuerpo que, según
las pautas sociales imperantes en determinado momento y lugar, deben estar
excluidas de la observación ajena; las informaciones relativas a la salud y a las
vicisitudes médico-sanitaria, que no pueden ser divulgadas sin consentimiento
de la persona afectada; las preferencias y conductas sexuales; los hábitos,
costumbres y comportamientos no ilícitos que, individual o colectivamente, se
suscitan dentro del seno familiar.
Lo que se pretende con este derecho es que la persona pueda controlar el
acceso a y la divulgación de información sobre su vida privada y la de su familia.
Aquí es indiferente que la imputación de un hecho sea veraz o no lo sea. El
derecho a la privacidad resulta vulnerado por la imputación de un hecho
susceptible de ser integrado en aquel ámbito privado y reservado de cada persona,
por muy veraz que sea. Es el consentimiento propio el elemento decisivo. Si
hay consentimiento para la obtención y/o divulgación de la información, no
hay violación. Si no hay consentimiento, en principio hay violación, aunque la
información se haya obtenido de manera legítima.
Si la derogación del aborto terapéutico en Nicaragua implica la penalización
de la interrupción del embarazo en cualquier circunstancia, significa también
la obligación del personal de las instituciones de salud de denunciar o, como
mínimo, la posibilidad de divulgar hechos o circunstancias que pertenecen
exclusivamente a la esfera privada de la mujer afectada y, en todo caso, de la
familia a la que pertenece. La Ley Nº 603, pues, constituye una intromisión
32
ilegítima en el derecho a la privacidad de la vida personal y familiar de la mujer
embarazada y, por tanto, una violación del Artículo 26 Numeral 1 Cn.
La Ley Nº 603 viola también el Artículo 12 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos; el Artículo V de la Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre; el Artículo 17.1 del Pacto de los Derechos Civiles y
Políticos de las Naciones Unidas; el Artículo 11.2 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos; y el Artículo 16.1 de la Convención Internacional
de los Derechos del Niño.
c. Derecho a la Integridad Personal y Proscripción de la Tortura y Tratos Crueles,
Inhumanos o Degradantes. El Artículo 36 de la Carta Fundamental señala: “Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral. Nadie
será sometido a torturas, procedimientos, penas ni a tratos crueles, inhumanos o
degradantes. La violación de este derecho constituye delito y será penado por la ley.”
El derecho a la integridad física protege frente a las intervenciones sobre el
cuerpo no consentidas por el titular del derecho, independientemente de que la
intervención tenga mayor o menor intensidad y pueda o no suponer un riesgo
para la vida o la salud del individuo, pero sí debe suponer una lesión o menoscabo
en el cuerpo, por mínima que ésta sea. La integridad síquica y moral protege
frente a actuaciones que aunque no comporten lesiones o menoscabo en el
cuerpo, constituyen agresiones destinadas a humillar, envilecer, denigrar, atentar
contra la dignidad de las personas o convertir en inhumano el ejercicio del
derecho a la vida.
Las torturas y las penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes son, en
su significado jurídico-constitucional, nociones graduales en una misma escala
que denotan causación, sean cuales fueran los motivos y fines, de padecimientos
físicos o psíquicos ilícitos y producidos de modo vejatorio con la intención de
doblegar la voluntad de la persona que los sufre o al margen de dicha voluntad.
Negar a la mujer embarazada su derecho a practicarse un aborto terapéutico,
implica obligarla, contra sus propias creencias, deseos y aspiraciones, a soportar
el menoscabo de su dignidad, de su libertad, del disfrute de su familia, con
riesgo de su salud, de su estabilidad psíquica y de su propia vida. Y si, cuando
se niega a soportar esa carga a todas luces excesiva e inhumana, el Estado la
persigue y la condena a sufrir cárcel, no puede llamarse de otra manera que
tortura, crueldad y degradación humana. La Ley Nº 603 viola el derecho
contenido en el Artículo 36 de la Constitución Política de Nicaragua.
33
La Ley Nº 603 viola también el Artículo 5 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos; el Artículo I La Declaración Americana de Derechos y
Deberes del Hombre; el Artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos de la Organización de las Naciones Unidas; y el Artículo 5.2 de la
Convención Americana de Derechos Humanos de la Organización de Estados
Americanos.
d. Derecho a la Salud. El Artículo 59 constitucional proclama: “Los
nicaragüenses tienen derecho, por igual, a la salud. El Estado establecerá las condiciones
básicas para su promoción, protección, recuperación y rehabilitación. Corresponde
al Estado dirigir y organizar los programas, servicios y acciones de salud y promover
la participación popular en defensa de la misma. Los ciudadanos tienen la obligación
de acatar las medidas sanitarias que se determinen.”
El ejercicio de este derecho implica, según el concepto de salud definido
por la Organización Mundial de la Salud, el disfrute del más alto nivel de
bienestar físico, psíquico y social, por lo cual la protección de la salud no se
limita sólo a aspectos exclusivamente médicos, sino que presenta una
multiplicidad de aspectos. En efecto, la salud tiene, al menos las siguientes
vertientes: Salud Pública. En este aspecto, el derecho a la salud aparece
íntimamente relacionado con la obligación del Estado de llevar a cabo una
política sanitaria que asegure el mayor nivel de salud colectiva posible. De acuerdo
con el principio interpretativo Pro Libertatis, la amplitud del concepto de salud
que ofrece la Organización Mundial de la Salud y la regulación constitucional
del Artículo 59, se integra sin la menor duda dentro del derecho a la salud, el
derecho a recibir los servicios adecuados de atención de la salud que permitan
los embarazos y partos sin riesgos y la oportunidad de tener hijos sanos (Flores
Mejía: Salud Sexual y Reproductiva en Ginecología y Obstetricia, 1997); y
Asistencia médica y sanitaria en caso de enfermedad. En este aspecto, el derecho
a la salud está fuertemente unido al establecimiento de un sistema de seguridad
social que proteja a los ciudadanos frente a la contingencia de enfermedad.
Como se señaló anteriormente, cuando se explicaban las violaciones al
principio del Estado Social de Derecho, se trata de un derecho prestacional,
pero con un importante valor jurídico normativo como parámetro de validez
de las normas ordinarias y como derecho subjetivo directamente alegable, una
vez que se establece el servicio público correspondiente.
La derogación del aborto terapéutico impide el acceso de la mujer
embarazada a los servicios sanitarios necesarios para proteger su salud y muchas
34
veces, incluso, para intentar preservar su derecho a la vida. Por tanto, viola el
Artículo 59 de la Constitución Política nicaragüense.
La Ley Nº 603 viola también el Artículo 25.1 de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos; Artículo XI de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre; el Artículo 12.1 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; y el Artículo 24 Numeral 1 de la
Convención Internacional de los Derechos del Niño.
V. Conclusiones
Las violaciones constitucionales en que incurre la Ley Nº 603, según se ha
dejado claramente expuesto, se agravan al considerar la función de los derechos
fundamentales en el constitucionalismo democrático contemporáneo. Todos
los derechos constitucionales violados por la Ley Nº 603, y los demás
consagrados en la Constitución Política, poseen una naturaleza multidimensional
definitivamente vertebradora de todo el régimen jurídico-político nicaragüense.
Constituyen verdaderos derechos subjetivos, tanto en su vertiente negativa de
derechos de defensa como en su vertiente positiva de derechos de prestación.
Pero también constituyen la expresión de un sistema de valores concretos que
cumple importantísimas funciones en el Estado constitucional democrático
(Aparicio Pérez: Derechos Constitucionales y Formas Políticas, 2001). En primer
lugar, legitiman al ordenamiento jurídico; en segundo lugar, proporcionan
criterios para la interpretación de todo el ordenamiento jurídico. Y finalmente,
se convierten en un elemento integrador de primer orden. Si la Constitución
reconoce el pluralismo social, los derechos afirman el carácter nacional de los
valores y fines que orientan el destino de los pueblos.
La Ley Nº 603 de derogación del aborto terapéutico, menoscaba o
transgrede tan básicos principios y elementales derechos subjetivos, que su sola
vigencia obstaculiza –incluso– la propia viabilidad del Estado nicaragüense,
conforme con los valores del constitucionalismo democrático contemporáneo
y de los principios del Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Como se dijo, del Artículo 46 de la Constitución nicaragüense resulta que
las disposiciones de los tratados citados forman parte de la legislación nacional,
puesto que se da un mandato que inscribe el sistema nicaragüense de protección
dentro del orden jurídico internacional. El incumplimiento de las normativas
internacionales se produce porque los gobiernos obligados a cumplirlas no
35
reconocen que los tratados de Derechos Humanos poseen particularidades que
los distinguen de los tradicionales. En éstos, sean multilaterales o bilaterales,
los Estados partes persiguen un intercambio recíproco de beneficios y ventajas
y buscan mantener una correlación entre los derechos y los deberes que asumirán,
procurando que exista un cierto equilibrio entre las partes contratantes. En las
convenciones relativas a los Derechos Humanos no puede considerarse que su
objeto y fin sea equilibrar recíprocamente intereses entre los Estados. Por el
contrario, persiguen el establecimiento de un orden público común a las partes
que no tiene por destinatario a los Estados, sino a los individuos (Silva Pérez:
Los Derechos de las Mujeres en Nicaragua… Tienen género?, Inédito).
La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que “... los
tratados concernientes a esta materia están orientados, más que a establecer un
equilibrio de intereses entre Estados, a garantizar el goce de derechos y libertades del
ser humano”, enfatizando que dichos instrumentos “... no son tratados multilaterales
del tipo tradicional concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos,
para el beneficio mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y fin son la protección
de los derechos fundamentales de los seres humanos independientemente de su
nacionalidad, tanto frente a su propio Estado como frente a los otros Estados
contratantes. Al aprobar estos tratados sobre derechos humanos, los Estados se someten
a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien común, asumen varias obligaciones,
no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos bajo su jurisdicción”
(Opinión Consultiva OC-1/81).
El principio de supremacía constitucional hace evidente que no es el mismo
efecto interno e internacional producido por la ratificación de un tratado
internacional general, que el de un tratado de protección de Derechos Humanos,
a los que los constituyentes se han preocupado por darle ese especial tratamiento.
Es precisamente esta naturaleza particular la que justifica la forma privativa
que diversas Constituciones le otorgan a los derechos internacionalmente
protegidos por tratados, entre las que se encuentra la nicaragüense de 1987
que, como se dejó plasmado, consagra en su Artículo 46 la tutela efectiva de los
derechos inherentes a la persona humana y de la vigencia de los instrumentos
internacionales que reconocen esos derechos.
En consecuencia, la declaratoria de inconstitucionalidad de la referida Ley
Nº 603, constituye una urgente necesidad no sólo para las mujeres, sino para
todos los ciudadanos y para el propio Estado Social y Democrático de Derecho
nicaragüense.
36
VI. Petición
Por todo lo anteriormente expuesto, y estando en tiempo, en nuestro carácter
de ciudadanas, con fundamento en el Artículo 187 de la Constitución Política
y en el Artículo 6 de la Ley de Amparo vigente, recurrimos ante Vos solicitando
que se DECLARE LA INCONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY No. 603
“LEY DE DEROGACIÓN AL ARTICULO 165 DEL CÓDIGO PENAL
VIGENTE” por considerarla violatoria de los Artículos 2, 4, 5, 7, 14, 23,
25.1, 26.1, 27, 29, 36, 46, 48, 50, 52, 59, 69, 71, 105, 116, 124, 129, 130,
160, 165, 182 y 183 de la Constitución Política, Recurso que interponemos
contra los titulares de los órganos que emitieron la referida Ley, siendo en este
caso el Presidente de la Asamblea Nacional, cargo ejercido al momento de su
aprobación, por el Ingeniero EDUARDO GÓMEZ LÓPEZ; y el Presidente
de la República, cargo ejercido al momento de su sanción, promulgación y
publicación, por el Ingeniero ENRIQUE BOLAÑOS GEYER.
Acompañamos las copias de ley necesarias para la tramitación del presente
Recurso e igual número de fotocopias de La Gaceta, Diario Oficial, No. 224
del 17 de noviembre del año 2006 en la que aparece publicada la Ley No. 603
señalada en esta petición. Solicitamos se sigan los trámites establecidos en la
Ley No. 49, Ley de Amparo.
Señalamos para oír notificaciones la sede del CENTRO DE DERECHOS
CONSTITUCIONALES “Carlos Núñez Téllez”, que sita en esta ciudad, del
Portón del Hospital “Alejandro Dávila Bolaños” 20 varas al suroeste.
Managua, doce de enero de dos mil siete.
Patricia Amanda Orozco Andrade
Sofía Isabel Montenegro Alarcón
Ana María Pizarro Jiménez
Ana Evelyn Orozco Andrade
Martha Yllesca Altamirano
Violeta Vanessa Delgado Sarmiento
37
Listado de personas que interpusieron
el Recurso por inconstitucionalidad contra la Ley 603
Personas
Abigail Figueroa Díaz
Ada Esperanza Silva Pérez
Adaly Elizabeth Ordóñez Urbina
Adolfo José Acevedo Vogl
Alba Nubia García Osorio
Albertina Urbina Zelaya
Ana Evelyn Orozco Andrade
Ana María Pizarro Jiménez
Ana Mercedes Obando Mairena
Ana Otilia Quirós Víquez
Antonia Chavarría Jarquín
Antonia del Socorro Reyes
Aquiles Antonio Parajón Loredo
Aracelly de Jesús Espinoza Martínez
Areli del Carmen Espinoza Mendoza
Arlena de Jesús Lugo Obando
Aymara Pineda Barahona
Balquiria Castillo Poveda
Bernardo José Zúniga
Bertha Inés Cabrales García
Bismarck Antonio Moraga Peña
Blanca Rosa Siézar
Blanca Zulema Cortez Robles
Byron Ticay Alvarado
Carolina Lisseth Mairena Nicaragua
Cecilia del Rosario Rivas Castillo
Cecilia del Socorro de Trinidad
Barbosa
38
Dareysa María Rothschu Dávila
Denis Humberto Meléndez Aguirre
Diedrich José Carrasco Flores
Domingo Ortiz Ruiz
Donald Ubaldo Méndez Quintana
Dora Odily Zeledón Zeledón
Dulce María Morán Castillo
Edel del Carmen Latino Vivas
Eduardo Javier Avilés Salmerón
Eduardo Ramón Castellón Vega
Elheanor Guadalupe Quinto
Castellón
Erick Raúl Blanco Rojas,
Erika Vessenia Castillo Zamora
Erwin Morales Ruiz
Esperanza del Socorro Núñez
Tenorio
Estebana del Socorro Ortega
Hurtado
Fátima Herenia Amaya Parrales
Guillermo Antonio Vega Sánchez
Haydee Isabel Castillo Flores
Hazel Dahel Bojorge Reyes
Helen María Hernández López
Hermógenes Leonel Treminio
Icskra Tamara Díaz Montano
Indiana Victoria Abarca Hernández
Irma Marlene Sánchez
Irma Ramona Gutiérrez Ponce
Iván García Marenco
James Campbell Jerez
Jamileth del Carmen Chavarría
Mendieta
Javier Alejandro Muñoz López
Jeimy Alejandra Campbell Cabrera
Jerónimo Israel Herrera Meza
Jessenia Ninoska González Morales
José Humberto Hernández Morán
José Tomás Vega Sánchez
Josefa Georgina Muñoz Pavón
Juan Benicio Jiménez Vásquez
Juan Carlos Martínez Vásquez
Juan Carlos Paguaga Martínez
Juana Antonia Jiménez Martínez
Juana del Socorro López García
Karla Liseth Altamirano García
Karla Rebeca Bermúdez Ulloa
Kenia Ninoska Ruiz Gallardo
kenia Regina Sánchez Vado
Keyla Yahosca Espinoza Pineda
Laura Baumeister De Montis
Leandra Francisca Pérez Villega
Leonor Araceli Zúniga Gutiérrez
Linda Yeazmina Sánchez Corea
Lindabeth Fátima Fariñas Corea
Luz Marina García Sequeira
Magda Mercedes Torres Castillo
Marcia del Socorro Castellón
Herrera
María Antonia Molina Cruz
María Bolt González
María del Carmen Castillo Meneses
María Elena De Montis Solís
María Eugenia Alonso De La Llana
María Eugenia González Espinoza
María Guadalupe Gómez Morales
María Inés Rivera Vílchez
María Justina Rivas Bravo
María Luisa Zeas López
María Mercedes Pérez Hernández,
Marina del Carmen Arias Flores
Mario José Gutiérrez Morales
Mario Yader Quintana Flores
Marlen Auxiliadora Chow Cruz
Marlene Ponce Espino
Marta Lucía Martínez Monje
Martha Dolores Avalos
Martha Esperanza Reynoso
Velásquez
Martha Estela López Sandoval
Martha Eugenia Munguía Alvarado
Martha Fabiola Reyes Soza
Martha Lorena Ambota López
Martha Lorena Cabrera Lainez
Martha Rosa Bonilla Zapata
Martha Yllesca Altamirano
Marvin Mayorga Norori
39
Mayra Sirias
Michelle Osiris Canales Rodriguez
Miriam Azucena Emes Ferrey
Modlyn Albertino West Centeno
Mónica del Carmen Zalaquett
Daher
Montserrat Fernandez Piñón
Natalia Yarigni Ruiz Orozco
Nelly María Miranda Miranda
Nidia del Socorro Loredo Pérez
Nígel Jairisinho Molina Vásquez
Nora del Carmen Meneses Mendoza
Norma Elena Chavarría Mendieta
Nubia Cristina Orozco Ríos
40
Rosario Adriana Dávila Morán
Rosario de los Ángeles Flores
Rossana Baumeister De Montis
Rubén Reyes Jirón
Sandra María Miranda
Sandra María Sevilla
Santos Espinoza Aguilar
Sergio José García Quintero
Shalom Eben Bello Díaz
Sheyla Reyes Aguilar
Silvio Enrique Prado Ortiz
Silvio Policarpo Gutiérrez Baca
Sofia Isabel Montenegro Alarcón
Olga María Méndez
Olimpia del Socorro Morales Cajina
Oscar Danilo Pérez
Oswaldo José Montoya Tellería
Tatiana del Socorro Sequeira
Teresita de Jesús Mayorga Rodríguez
Verónica Antonia Chavarría Baca
Violeta Mercedes Granera Padilla
Violeta Vanessa Delgado Sarmiento
Vladimir Ernesto Reyes García
Patricia Amanda Orozco Andrade
Wilber Antonio González Gutiérrez
Ramón de Jesús Meneses Martínez
Ramón Ezequiel Guido Romero
Reyna Isabel Rodríguez Palacios
Reyna Xiomara Luna Doña
Ricardo José Zambrana Godoy
Rodolfo José Navarrete Arias
Rosa Alpina Chavarría Mendieta
Rosa Emilia Ruiz Ruiz
Rosa María Mendoza Mendoza
Rosa Pérez Borges
Xiomara del Carmen Hernández
Vivas
Yalani Catarina Zamora Aguirre
Yamilet de la Concepción Mejía
Palma
Yamileth del Carmen Molina Flores
Yaoska Lucía López Aburto
Yovira Merlo Gómez
Organizaciones
Asociación de Hombres contra la
Violencia (AHCV)
Asociación de Mujeres Nicaragüense
Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE)
Casa de la Mujer de Bocana de
Paiwas
Centro de Derechos
Constitucionales
Red de Mujeres Chinandega
CISAS
Coordinadora Civil
CREA
Iniciativa por la Diversidad Sexual
FUNIC Mujer
Movimiento Autónomo de Mujeres
Movimiento Autónomo de Mujeres
Nueva Segovia
Red de Mujeres contra la Violencia
Red de Mujer Rivas
SI-Mujer
Profesiones
Trabajador social
Educador
Estudiantes
Contador
Licenciada en Derecho
Administrador de Empresas
Licenciada en Administración de
Empresas
Master en Administración y
Dirección de Empresas
Abogada
Médica
Dirección de Empresas
Enfermera
Licenciada en Estadística
Maestra de educación primaría
Oficinista
Licenciado en Relaciones
Internacionales
Licenciada en Psicología
Actor teatrista
Comerciante
Contadora
Ama de casa
Educadora en Salud
Contadora Pública
Bibliotecóloga
Licenciada en Pedagogía y Economía
Arquitecto
Economista
Licenciado en Educación
Licenciado en Ciencias Sociales
Chef Ejecutivo
Teólogo
Socióloga
Operadora de Microcomputadora
Publicista
Licenciada en Comunicación Social
Periodista
Especialista en Ginecología y
obtestricia
Licenciada en Matemáticas
Ingeniera Agrícola
Master en Salud Publicista
41
Docente
Filóloga
Secretaria Ejecutiva
Médica y cirujana
Mecánico
Técnico de mantenimiento
Conductor
Vigilante
Licenciada en Mercadeo
Mercadotecnista
Municipios, Departamentos
y Regiones
Managua
León
Chinandega
42
Bocana de Paiwas, RAAS
Rivas
Estelí
Jinotepe, Carazo
Ticuantepe, Managua
Masaya
Matagalpa
Mateares, Managua
Ocotal, Nueva Segovia
Juigalpa, Chontales
Ciudad Sandino, Managua
Tuma-La Dalia, Matagalpa
Jinotega
Granada
Ciudad Darío, Matagalpa
43
44
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