Evo, un demócrata satisfecho

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LATERCERA Domingo 28 de febrero de 2016
Opinión Pedro Cayuqueo
Evo, un demócrata satisfecho
E
Evo Morales tiene una muy mala
costumbre; cada vez que puede,
consulta al pueblo alguna medida
o idea que en otros tiempos simplemente se imponía desde Palacio Quemado por las armas. O
bien por el peso de la noche colonial. Lo hizo en 2006, cuando mediante una Asamblea Constituyente los bolivianos acordaron pasar de la Colonia a vivir en el siglo
XXI. Aquel pacto social no sólo
refundó un Estado blanco y racista en una república plurinacional y plurilingüe. También transformó en ciudadanos con derechos a la gran mayoría de la
población que lo compone, los indígenas.
El propio Evo Morales Ayma, uno
de ellos.
Desde entonces, Morales tuvo
otra mala costumbre: ganar todas
las elecciones a las cuales se presentó y por amplia mayoría. Es el
mandatario que más tiempo ha
gobernado en Bolivia. Su primera elección la ganó con el 54% de
los votos. Dos años después superó un referéndum revocatorio con
el 67% del apoyo. En 2009, tras reformar la Constitución, volvió a
ser elegido presidente con el 64%
de los sufragios y cinco años después, en octubre de 2014, hizo lo
propio con un 61%.
Previo a la consulta del fin de semana, la encuesta Ipsos cifró en
58% el respaldo de la población a
su gestión como gobernante. Una
cifra escandalosamente alta si la
comparamos con Michelle Bachelet en nuestro país. O con Maduro en Venezuela, el recurrente e
insólito punto de comparación de
sus opositores en todo el continente. Y es que la figura de Evo es sinónimo de estabilidad institucional, profundización democrática
y crecimiento económico sostenido. Todo lo contrario del delfín
de Chávez.
En 2015, un 4,8% creció la economía boliviana. Y 20 puntos cayó
la pobreza extrema. Hasta el Banco Mundial se rindió ante sus cifras macroeconómicas y la disciplina de su política fiscal. Hoy,
Bolivia, la misma que en los 80
enfrentó una severa hiperinflación, está entre los cinco países
con mejor percepción de su economía en la región. De postularse en 2019, Morales de seguro ganaría la elección. En ello coincidían todos los analistas bolivianos
hasta antes del domingo.
Pero el pueblo, sabiamente,
dijo no.
Después de un recuento que se
prolongó más de 48 horas, el
51,30% de los bolivianos rechazó
cambiar la Constitución para posibilitar su reelección en 2019.
Esta derrota, inusual para el mandatario, fue asumida, sin embargo, con mucha serenidad. No se
trató de una derrota aplastante.
Fue un triunfo del No con sabor a
empate técnico que Morales ha
preferido no polemizar.
Previo a la consulta ya lo había
adelantado a los medios: “Gane lo
que gane, se respeta”. Y cumplió
su palabra. “Quiero decirles, respetamos los resultados, es parte
de la democracia”, ratificó el pasado miércoles desde Palacio
Quemado.
Pablo Stefanoni, periodista y ex
director de la edición boliviana
de Le Monde Diplomatique, relató en la previa del referéndum un
revelador diálogo entre Morales y
el vicepresidente Alvaro García
Linera. “¿Cómo va a estar preocupado, amargado?, debemos estar
felices, contentos, hemos hecho
mucho. Aunque no aprueben
nuestra reelección, no importa,
hicimos historia gracias al pueblo
boliviano”, dijo a su fiel escude-
ro ante sus dudas del resultado. A
los egos políticos heridos, Morales lúcidamente anteponía el peso
de su legado.
También dudo que Morales buscase perpetuarse en el poder o batir el récord de Chávez o los hermanos Castro. Pocos saben que la
propuesta original del Movimiento al Socialismo (MAS), el partido
gobernante, era someter a consulta la “reelección indefinida”.
Fue Morales quien aceptó que sólo
fuese hasta 2025. Así lo aclaró el
propio mandatario en una extensa entrevista concedida a los corresponsales del Financial Times
y El País el pasado fin de semana.
Allí charló de todo, distendido,
bromista, lejos de la imagen contrariada o confrontacional con que
los medios latinoamericanos, especialmente los chilenos, gustan
retratarlo.
“Si pese a todos sus logros pierde este referéndum, ¿se sentiría
muy decepcionado?”, le preguntó Javier Lafuente, de El País. “No,
porque yo estoy preparado. Con
semejante récord me voy feliz y
contento a mi chaco. Jamás voy a
claudicar en mis principios. Me
quedaré apoyando desde abajo.
Me encantaría ser dirigente deportivo, me encanta el deporte”,
respondió Morales, recordando
sus inicios en Chimoré como futbolista amateur y líder sindical.
“¿De la FIFA?”, bromeó Lafuente.
“No, aunque se trabaja poco y se
gana más”, devolvió el mandatario entre risas.
Simón Bolívar, a quien de segu-
ro el Presidente Nicolás Maduro
lee muy poco, señaló en 1819 en
el Congreso de Angostura que
“nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo a un
mismo ciudadano en el poder. El
pueblo se acostumbra a obedecerlo y él se acostumbra a mandarlo”, añadiendo que “la continuación de la autoridad en un
mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos”.
Bolivia, el Estado que con su
nombre rinde homenaje al libertador de América, es hoy por hoy
la democracia más genuinamente bolivariana de la región. De allí
mi alegría por el triunfo del No en
el referéndum. Libera a Morales de
una responsabilidad que sospecho no buscó y que se origina en
la dificultad del recambio en las filas del MAS. Es cierto, García Linera o el canciller David Choquehuanca figuran como relevos
naturales para el 2019. Pero lejos
están ambos de su carisma y popularidad.
Así y todo, a cuatro años de la
próxima presidencial, el MAS tiene cosas mucho más urgentes de
las cuales preocuparse. La principal de ellas, cómo enfrentar la corrupción interna que –ya lo advertía Bolívar- ha permeado ministerios y diversas instituciones. El
saqueo del ya extinto Fondo Indígena, el escándalo más bullado.
Entre los más de 200 procesados
hay directivos de la entidad, dirigentes sindicales, ex autoridades
del Poder Ejecutivo y senadores
del oficialismo.
Otro tanto acontece con los gobiernos locales adscritos al MAS.
“Tenemos ejemplos de alcaldes
que si no están en la cárcel están
procesados”, reconoció el propio
Morales ante los corresponsales
extranjeros. “Estos temas de corrupción nos han afectado y debemos actuar”, agregó.
No cabe duda que tras 2019, Morales seguirá figurando como un
excepcional líder político regional. Tal vez lo veamos en la ONU
dada su condición de referente de
los pueblos indígenas a nivel
mundial. O, quizás, por qué no,
volviendo a Palacio Quemado en
el futuro. Recién habrá cumplido
los 60 años. Y currículum tiene de
sobra. Basta señalar que en una
década al frente del gobierno, Bolivia ha celebrado uno de los mayores cambios sociales y económicos de toda su historia. No es
poca cosa.R
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