1 LOS ENVASES DE GAS LICUADO ¿Cosa mueble o “mueble

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LOS ENVASES DE GAS LICUADO
¿Cosa mueble o “mueble registrable”?
por Luis Moisset de Espanés y Luis Bernardo Cima
INTRODUCCIÓN
La comercialización del gas licuado se inició monopólicamente por Gas del Estado varias
décadas atrás y el mayor problema para los usuarios, como recordarán los memoriosos, era el
suministro domiciliario que solía padecer las pesadas trabas burocráticas de la empresa estatal, con
la consiguiente demora en la entrega al consumidor.
Con la aparición en el mercado del gas envasado en “garrafas” (envases de metal para 10,12,
15, 30 ó 45 kilos de gas), aquel problema se solucionó bastante pero aparecieron otros, que no
afectan directamente al consumidor sino a las plantas envasadoras o proveedoras de gas a domicilio.
Basta para muestra de la afirmación precedente la solicitada de la Cámara de Empresas
Argentinas de Gas Licuado (CEGLA), publicada en varios diarios del país, y la respuesta de la
Asociación de Fraccionadores de Gas (AF GAS) y de las cooperativas agrupadas en CADEGAS (La
Nación, 31 de agosto de 1999).
En el mercado del gas se ha desatado una “guerra” de las garrafas, ya que las empresas de
mayor poderío económico pretenden adjudicarse la propiedad de aquellos envases que llevan su
marca, característica que los hace responsables frente a los usuarios por los daños que pudiesen
provocar esos envases que ellos fabricaron o pusieron en circulación.
La necesidad de regular estos problemas ha
motivado numerosas resoluciones
administrativas de los organismos competentes y también pronunciamientos judiciales. Los
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tribunales, como no podía ser de otra manera, han dado supremacía a las normas del derecho común
por sobre los actos administrativos de carácter general, de dudosa constitucionalidad si con ellos se
pretende alterar el régimen de propiedad de las cosas muebles.
Concretando esta breve introducción, nuestro propósito es delimitar, a la luz de los principios
vigentes en nuestro ordenamiento jurídico, si los envases de gas licuado que se comercializan en
plaza son de propiedad de las fracionadoras que estamparon su nombre en el envase, o de sus
poseedores, en especial los usuarios que los adquieren y, en su caso, la naturaleza jurídica de esos
bienes. Podremos entonces adoptar una opinión sobre la legitimidad de las resoluciones
administrativas a las que luego nos referiremos o, por el contrario, si esas disposiciones de la
administración vulneran el régimen de propiedad de las cosas muebles consagrado por el Código
Civil.
1.- De las cosas.
Como es sabido Vélez Sársfield, en nota al Libro Tercero, de los Derechos Reales,
aclaró que siguiendo el método de Mackeldey se ocuparía primero de las cosas y de la posesión
porque ellos son los elementos de los derechos reales. Consecuente con la nota, el Título I fue
rotulado como “De las cosas consideradas en sí mismas o en relación a los derechos”.
Luego, a partir del art. 2311 del Código, se ocupa de definir lo que debe entenderse por
“cosa”1, diferenciándolas de los “objetos inmateriales susceptibles de valor”, a los que
denomina “bienes” y que, conjuntamente con las “cosas” conforman lo que constituye el
patrimonio de una persona.2, sea ésta una persona física o jurídica.
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. “... los objetos corporales susceptibles de tener un valor”.
2
. Art. 2312 Código civil.
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a) Muebles e inmuebles.
En el art. 2313 del Codificador distingue las cosas en dos categorías bien definidas,
nítidas: “Las cosas son muebles e inmuebles por su naturaleza o por accesión, o por carácter
representativo”.
Esta distinción en algún momento histórico ha sido la más importante clasificación de
las cosas y aún en nuestra época conserva gran jerarquía al punto de que casi todos los códigos
civiles vigentes se ocupan de ella como una de las categorías fundamentales, y lo mismo sucede
en el Proyecto de Código Civil para nuestro país, elaborado por una Comisión designada por
el Ministerio de Justicia, y elevado recientemente al Parlamento, que le dedica los artículos 216
a 2183.
La distinción entre muebles e inmuebles
atiende a la importancia económica
fundamental que en cierto momento tuvieron los inmuebles, ya que en una etapa de la
evolución de nuestra civilización occidental, la contraposición entre ambas categorías de cosas
era la más trascendente y existe un viejo aforismo que expresa: “res movilis res vilis”, dando a
entender que las cosas muebles no tenían relevancia o significación.
En el mundo occidental moderno la distinción entre cosas de mayor y de menor
importancia no se vincula tanto con las viejas categorías de muebles e inmuebles, sino que
parece encaminarse a distinguir las cosas atendiendo a otras características4
3
. Esas normas están ubicadas en el Libro Segundo Título III del mencionado proyecto
4
. Gert Kummerow, “Bienes y derechos reales”, 2a. ed., Universidad Central de
Venezuela, Caracas, 1969: “... la distinción ha perdido terreno. La necesidad de rodear de
3
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b) Bienes registrables y no registrables.
fórmulas de protección la transferencia y la constitución de derechos sobre ciertos bienes, ha
desplazado el interés hacia la organización registral comprensiva de tales operaciones” (p. 68).
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Sin duda continúa teniendo particular relevancia el valor de los bienes y su función
económica para establecer las distintas categorías5 y así vemos que desde hace algo más de
medio siglo la doctrina propone la distinción entre bienes registrables y bienes que no son
susceptibles de registro, como la categoría de más trascendencia en la actualidad, que por su
importancia creciente está destinada a desplazar del primer lugar a la distinción entre muebles
e inmuebles6. Lo vemos también en el Proyecto de Código Argentino, que le dedica el ar. 2157,
y en las reformas que una Comisión del Congreso peruano propone efectuar al Código vigente,
aunque en estos trabajos se habla de bienes “registrados y no registrados”.
Para determinar la inclusión de un bien en la categoría de registrable, no se atenderá a
la movilidad o inmovilidad de la cosa, sino a su importancia económica y a la posibilidad de
individualizar el bien que va a ser objeto de registración, a lo que debe sumarse la decisión del
legislador de someter esos bienes a un régimen jurídico especial, con relación a la constitución
de derechos que sobre ellos recaigan, o a su oponibilidad frente a terceros.
Es indispensable que el bien pueda ser determinado en su individualidad,
diferenciándolo de otros similares, lo que suele lograrse mediante una descripción precisa de
sus características individualizantes, como sucede con el pelaje, manchas, remolinos, etc., en el
caso de los caballos pura sangre de carrera y, cuando se trata de cosas que se producen en
5
. Juan Vallet de Goytisolo: “Estudios sobre garantías reales”, Montecorvo, Madrid,
1973, p. 230: “Han surgido nuevos bienes, como los de la propiedad intelectual o de la propiedad
industrial, los títulos valores -que llegan a constituir ingentes montañas de valor- los
automóviles, las aeronaves, las empresas mercantiles”
6
. Los autores españoles coinciden en señalar que, en su país, el primero en proponer esta
distinción fue el maestro Dn. Federico de Castro, en el Programa de Parte General de la
Universidad Complutense (ver Vallet de Goytisolo, obra citada, p. 244, nota 57; y Pascual Marín
Pérez, “Introducción al Derecho Registral”, Rev. de Der. Privado, Madrid, p. 43, nota 82).
7
. Proyecto de Código Civil para Argentina, art. 214: “Bienes registrables. Son bienes
registrables los que deben ser inscriptos en registros especiales para la oponibilidad o la
constitución de los derechos”.
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serie, como los automotores, por la numeración que se graba de manera indeleble en partes
estructurales del vehículo, como el motor y el chasis. Además, el Registro se encarga no
solamente de matricular el bien, describiéndolo, sino también de publicitar los otros elementos
de la relación jurídica de que es objeto, en especial establecer quien es su propietario, y tomar
razón de los cambios que se produzcan en las titularidades, para que esos derechos puedan ser
oponibles.
La registración tiene también importancia en vinculación con la responsabilidad civil
que puede atribuirse al propietario de una cosa, cuando con ella se producen efectos dañosos,
pero es menester recordar que la responsabilidad por daños no se atribuye solamente al
propietario de la cosa, sino que a veces recae sobre quien la fabricó, o la puso en circulación,
con total prescindencia del hecho de que ya no sea propietario de ella.
2.- Régimen jurídico de las garrafas: ¿cosas muebles, o cosas registrables?
Resulta de importancia determinar quién es el “propietario” de las garrafas de gas;
tanto desde el ángulo del derecho civil, cuanto en su proyección a otras esferas del derecho
positivo, según lo examinaremos luego.
a) Defensa del consumidor.
En primer término, y desde la óptica del “consumidor” a quien el Estado debe respetar
y hacer respetar por su condición de motor de la economía de un país, es menester aclarar que
la ley 24.420 tiene como principal objetivo “la defensa de los consumidores o usuarios que
contratan la adquisición de cosas muebles” (art. 1°), declarando el legislador que se trata de
una “ley de orden público” (art. 65), adelantándose en unos meses en la defensa, que luego
adquirió carácter constitucional al incorporarse en 1994 a nuestra Carta fundamental en el
actual art. 42.
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El mencionado precepto constitucional obliga a las autoridades a defender a usuarios y
consumidores frente a las estrategias monopólicas de las grandes empresas, e incorpora en su
párrafo tercero un precepto que contempla el problema con relación a los servicios públicos de
competencia nacional.
Es evidente que esta defensa no puede realizarse con eficacia y verdadero respeto a los
usuarios de gas envasado mientras no se acuerde participación a los consumidores, y la única
mira de las regulaciones adoptadas en sede administrativa queda centrada en lo que
podríamos denominar “guerra de las garrafas”, que enfrenta a grandes y pequeños
fraccionadores de gas, como si la obligación constitucional se hubiese previsto para los
proveedores, en lugar de tener en mira proteger a los destinatarios del consumo.
Las normativas que regulan el llenado de los envases -“garrafas” o “tubos”- que sin
duda alguna son de propiedad exclusiva de quien los ha adquirido, no toma en consideración
de manera alguna esta perspectiva constitucional, ni las previsiones de la ley 24.420 que,
precisamente imponen el deber de resguardar a esos consumidores de gas de las prácticas
monopólicas.
El precepto constitucional citado (art. 42) ha contemplado sabiamente estos aspectos,
indicando en su párrafo primero que los consumidores y usuarios tienen derecho “a la libertad
de elección”, agregando luego “que las autoridades proveerán a la protección de esos derechos,
a la defensa de la competencia contra toda forma de distorsión” (art. 42, párrafo segundo).
La Resolución de la Secretaría de Energía N° 414/99 que impide al usuario, propietario
del envase, la libre elección del proveedor al que puede acudir para llenarlo, vulnera normas
de jerarquía superior, tanto de rango legal como constitucional, al conferir de manera
indirecta a las “garrafas” o “cilindros” una suerte de carácter “registrable” que parece
sustraerle la propiedad a quien adquirió esas cosas muebles, para conferírsela con carácter
perpetuo a su “fabricante”, o a quien les colocó una “marca”8.
8
. El art. 5 de la Resolución de la Secretaría de Energía 414/99 ( que modifica el art. 8 de la
resolución conjunta de la ex – Secretaría de Comercio e Inversiones Nº 23 y secretaría de Energía Nº 23
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De esta manera genera un mercado cautivo, en el cual el consumidor no sólo es privado
de la posibilidad de ejercitar su libertad de elegir para llenar el envase que es de su propiedad,
sino que se encuentra constreñido a aceptar la organización de una especie de “clearing” de
garrafas, sin que tenga posibilidad alguna de escapar a los manejos de las empresas en la
distribución y adquisición del gas butano o propano.
Se establece así en los hechos un sistema monopólico, ya que el propietario de las
garrafas no puede acudir para llenarlas a una empresa distinta de aquella que estampó su
del 28-1-94 ) dispone:
“Sustitúyese el art. 8° de la Resolución conjunta ex-Secretaría de Comercio
Inversiones N° 23 y Secretaría de Energía N° 23, de fecha 28 de enero de 1994, por el
siguiente: “Art. 8.- Los centros de canje de envases, existentes o a crearse en el futuro, se
ajustarán estrictamente a lo dispuesto por el “Reglamento de Canje de envases con marcas
y/o leyendas registradas” y únicamente entregarán a las firmas participantes de los
mismos, envases para contener gas licuado, individualizado con marcas y/o leyendas (sobre
relieve o placa) inscriptas a su favor. Cuando no existiera cantidad suficiente de estos,
podrán también entregar a la planta solicitante envases individualizados con marcas y/o
leyendas (sobrerrelieve o placas) inscriptas a favor de otras, siempre que éstas cuenten con
el correspondiente convenio de autorización de llenado de envases con marcas y/o leyendas
de otras firmas a su favor y que las partes intervinientes en la realización de los mismos
hayan comunicado en forma fehaciente tal situación a esta autoridad de aplicación y al
Centro de Canje de envases correspondiente”.
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“marca” en el envase, pues se impide a cualquier empresa que llene los envases marcados por
otra, bajo apercibimiento de una sanción administrativa. En definitiva, el usuario que adquirió
una garrafa quedará ligado para siempre a una empresa, a la que deberá adquirirle
forzosamente el gas.
No se ha tenido en cuenta el sistema adoptado para el uso del GNC, en el cual el titular
del rodado que adquirió los tubos, también cosas muebles, puede llenarlos en el proveedor que
más le satisfaga, por razones económicas o de comodidad. La similitud fáctica entre ambos
supuestos es grande y -a nuestro criterio- lo correcto sería aplicar el mismo sistema a los
propietarios de garrafas de gas, estableciendo, sí, el adecuado control de seguridad (fecha de
vencimiento de los controles anuales y del plazo útil programado de uso sin necesidad de
pruebas complementarias); al mismo tiempo las regulaciones administrativas, para proteger
debidamente a los usuarios consumidores, deberían adoptar medidas que permitiesen verificar
la calidad y cantidad del producto que se les entrega cuando se llenan las garrafas.
b) Necesidad en este tipo de comercio de un "recipiente seguro".
Hemos deslizado ya que no existe duda alguna que, por su naturaleza, los envases para el llenado de gas
se encuentran en la categoría de las cosas muebles descriptas en el art. 2318 y reguladas por el art. 2412 del
C.C.
Para reforzar esta aseveración incuestionable, es preciso señalar que el primer usuario de gas
propano o butano, adquiere a su proveedor el contenido (el elemento gaseoso), y el continente
(envase de 10, 12,15, 30 ó 45 kilos).
El elemento gaseoso, que también encuadra en la categoría de las cosas muebles ( arts. 2318
C.C.) participa del carácter de “cosa consumible” al agotarse con la utilización que hace el poseedor
(art. 2325 C.C.) en su primer uso.
Por el contrario, el envase o continente del elemento gaseoso –la garrafa o el tubo– es una
cosa fungible (art. 2324 C.C.), no consumible, que su propietario continuará utilizando como
recipiente en sucesivas oportunidades para, por medio de su oportuno llenado, contar con el
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elemento gaseoso que necesita para el consumo.
Las características propias del gas hacen que el conjunto de contenido y continente sea una
cosa “riesgosa”, y tanto el fabricante del envase, como el fraccionador del gas, deben responder
frente al usuario o consumidor por la seguridad de ese conjunto de cosas suministradas..
Pero este “deber de seguridad” debido al usuario o consumidor, y la responsabilidad del
fabricante por el producto elaborado, en modo alguno deben llevarnos a confundir la categoría
jurídica en que se enmarcan tales cosas, que son ambas muebles, y se encuentran reguladas, en
cuanto al derecho de propiedad, por el art. 2412 del C.C.; no se trata de “cosas registrables”, y
menos aún de cosas cuya propiedad surja de la inscripción en un registro, ya que una regulación de
este tipo sólo podría establecerse por ley especial que les confiriese tal categoría9.
Como en nuestro régimen constitucional está vedada la delegación de poderes o facultades,
jamás el poder administrador puede establecer normas que, además de ignorar la tutela que
constitucionalmente se debe al consumidor (art. 42 C.N.), vulneran las disposiciones del derecho
común establecidas en el Código Civil.
Insistimos en que el usuario que adquiere la garrafa, se convierte en su propietario y,
como tal, puede usarla de diferentes maneras, ya que podrá recurrir a cualquier fraccionador
de gas para que se la “recargue”o podrá, a su arbitrio, trocar ese recipiente por otro que ya se
encuentra cargado.
Esas facultades que tiene, como propietario del recipiente ya adquirido no le pueden ser
restringidas sin coartar sus derechos de usuario. No olvidemos que, como bien dice Diez
Picazo, “El principio de seguridad jurídica comporta asimismo la seguridad de los derechos
subjetivos pertenecientes a los particulares. Es de justicia que se respete la titularidad
dominical o la titularidad de cualquier otro derecho perteneciente a una persona”10.
9
. Ver la remisión que hace el art. 2505 del Código civil a los “registros creados o a crearse”.
10
. Luis Diez Picazo, Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial, Vol. I, Introducción Teoría del Contrato, 5ª. ed., Civitas, Madrid, 1996, p. 53) .
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3. Incidencia en el campo del Derecho Penal.
Sostuvimos anteriormente que la cuestión de determinar si los envases de gas licuado deben
regirse por el régimen general de las cosas muebles o si, por el contrario, se trata de un régimen
especial de cosas muebles registrables –lo que debe descartarse por la ausencia de una legislación
especial que les confiera esa categoría– además de las cuestiones administrativas que suscitaba,
también podía tener un reflejo en el derecho penal.
En efecto: si la única autorizada a llenar con gas butano o propano “sus” garrafas es la
envasadora que ha estampado su marca en el envase y ello es considerado como el ofrecimiento de
un producto de tal calidad marcaria al consumidor, el llenado por otra firma de la competencia
significaría lisa y llanamente una burla a la buena fe del consumidor ( figura genérica de la estafa del
art. 172 o defraudación especial del art. 173 inc. 1º del C.P) a quien se le ofrece un producto de tal o
cual marca y se le entrega otro de distinta denominación registrada.
Pero además, significaría la configuración del delito descripto en abstracto por el art. 31 de la
ley 22362.
Esta cuestión es sumamente grave, ya que importaría violar los derechos del consumidor si
resulta que en la adquisición del elemento gaseoso el usuario tuvo en mira determinada marca o
calidad del producto.
Sin embargo, según nuestro punto de vista, como el dueño del envase es el usuario que lo
adquirió, entre las facultades inherentes a su derecho de propiedad sobre esa cosa mueble se
encuentra la de llenarlo a su voluntad, quedando en manos del Estado o del envasador vigilar el
cumplimiento de los deberes de seguridad, calidad y cantidad del gas suministrado al consumidor.
En un caso que a nuestro entender resuelve correctamente la cuestión, el Dr. Alfredo
Manuel RODRÍGUEZ, Juez Federal de Mendoza dispuso sobreseer al imputado de haber cometido
el delito descripto por el art. 31, inc. b) de la ley 22362 con argumentos irrebatibles, a saber:
“Que en orden a la resolución de la situación legal del indagado, a mi entender y tal como
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ya lo adelantara, el accionar desplegado por la firma OESTE GAS S.A., no constituye el uso de
una marca registrada perteneciente a un tercero – en este caso Y.P.F. GAS - sin su autorización,
ya que la actividad que desarrolla la empresa citada, consistente en la comercialización a nivel
minorista y mayorista de gas licuado el que indefectiblemente debe ser envasado en garrafas y en
cilindros de acuerdo a la cantidad que se necesite.
En tal sentido, lo que OESTE GAS S.A. y todas las distribuidoras del citado fluido comercializan, es el
contenido de los envases y no las envases mismos .”
Agregando mas adelante un fundamento visceral con relación al tema que venimos
desarrollando:
“Por último, resulta claro que cada adquirente de gas licuado por medio de envases, es
titular de la garrafa que compra por primera vez, y que tal vez debido a la cercanía con el
comercio donde la adquiere, o al precio que abona por el gas fluido, decide efectuar la
transacción en tal o cual lugar, sin interesarle la leyenda que figura en la parte exterior del
envase, ya que siempre debe existir – y conforme a las muestras fotográficas así sucede – sobre la
válvula de apertura se encuentra un precinto de seguridad o cubierta plástica adherido a la
misma, en el que se lee la razón social de la empresa fraccionadora, en este caso, OESTE GAS
S.R.L.”.
Observamos que, con alguna casuística, el Juzgado Federal mendocino, ha seguido por el
rumbo acertado, ya que indirectamente se acepta que tratándose de una cosa mueble, no es la
empresa envasadora quien goza de las clásicas facultades del “dómino”: jus utendi, jus fruendi y jus
abutendi, sino que el verdadero y único propietario del cilindro o la garrafa es el consumidor.
Por ello resuelve con acierto que no existe conducta penalmente reprochable si una envasadora llena
los cilindros o garrafas que llevan la “marca” de otra -–por mas resoluciones administrativas que
existan o se sucedan– y lo hace por un único y sencillo motivo: el propietario del envase es el
consumidor y puede adquirir el elemento gaseoso que le convenga, en el comercio de su preferencia
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y libre elección, ya que tratándose de una cosa mueble fungible puede ejercitar todas las facultades
inherentes al derecho de dominio ( arts. 2506, 2507, 2508 y 2513 del C. Civil ).
De lo anteriormente dicho colegimos que cualquier resolución administrativa que pretenda
cercenar este derecho de propiedad, o restringirlo en mayor o menor grado, resulta contraria a
principios constitucionales, de acuerdo al orden prioritario y escalonado de las normas jurídicas (art.
31 C.N.), pues las “restricciones y límites al dominio” sólo pueden responder a un interés público y
no al exclusivo de las empresas (art. 2611 C.C. ).
CONCLUSIONES:
1.- Los envases de gas licuado (garrafas o cilindros), son cosas muebles, fungibles, no
consumibles, y su propiedad queda regida por las reglas del art. 2412 del Código civil.
2) Los envases comercializados no pertenecen a la empresa que los fabricó o a la
envasadora que hizo estampar su sigla o marca, sino a quien los posee. No son cosas muebles
“registrables” ni gozan de un régimen jurídico distinto al de las restantes cosas muebles.
3) El propietario del envase (usuario o consumidor) tiene el derecho a recargarlo en la
empresa que le brinde mayores beneficios o goce de su preferencia, o bien permutarlo por otro
ya recargado.
4) El Estado debe garantizar el control de calidad del fluido gaseoso que se vende en el
mercado por las envasadoras, de acuerdo a la obligación constitucional establecida en el art. 42
de la C.N.
5) Debe además ejercitar los controles de seguridad necesarios para prevenir los daños
que pueda provocar la circulación de envases deteriorados, o por el agotamiento del tiempo de
vida útil para su empleo, sin perjuicio de la responsabilidad solidaria por el riesgo de la cosa
que pesa sobre el fabricante, envasador o distribuidor del gas envasado (arts. 13 y 40, ley
24420, texto según ley 24999).
6) Las resoluciones emanadas de organismos no legislativos carecen de eficacia para
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modificar el régimen jurídico establecido por el Código civil, resultando ajeno al propietario
de los envases las cuestiones de competencia comercial que se susciten entre las empresas
fraccionadoras que, en manera alguna pueden perjudicar su derecho a la libre elección en la
adquisición del gas licuado (art. 42 C.N.).
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