PAGINA 34 | PALABRA DE ARTISTA La Poesía del Soporte Por César Aira a galerista, en su papel de mediadora entre los artistas y los compradores, se muestra preocupada por la displicencia de los primeros en el uso de soportes atractivos para los segundos. La oigo discutir con un joven artista que se obstina en hacer sus dibujos en hojas de papel corriente, el primero que le cae en las manos; efectivamente, esos papeles ordinarios, blandos y frágiles, incómodos de manipular, tienen el inconveniente clave, para el comprador potencial, de ser poco durables; en un año van a estar amarillos, si es que no están ajados o rotos --para evitar lo cual habrá que pasar por un engorroso proceso de enmarcado. El que compra arte compra eternidad, y a ésta la quiere ya hecha, sin prolegómenos. La posición del artista también es atendible. Rechaza con razón los buenos modales del arte comercial, o del comercio del arte; su indiferencia a las convenciones del "packaging" es parte de su actitud artística, y no quiere renunciar a ella. Un modo de conciliarlos sería reivindicar, o inventar, la "poesía del soporte", el aura propia del soporte antes de que reciba la inscripción de la obra de arte. Un antecedente muy persuasivo es Paul Klee. Todos saben que Klee daba más importancia, y dedicaba más trabajo, al soporte que a la obra, fuera ésta pintura o dibujo. Preparaba interminablemente la tela, cartón, papel o madera sobre los que iba a pintar o dibujar, y lo hacía siempre de modo distinto. Hay un libro que ha recopilado sus recetas; como un niño haciendo "experimentos", probaba con cualquier cosa que pudiera conseguir: colas, aceites, pastas, polvos, tiza molida, lacas, harinas... a diferencia de los niños, anotaba meticulosamente los ingredientes y proporciones de cada mezcla. Era más bien como un científico casero o un sabio loco a la busca de las receta L insólita. También anotaba el procedimiento: con la mezcla obtenida le daba una mano más o menos cargada a la tela o el papel, lo dejaba secar una semana, o tres días, le daba una segunda mano con la misma mezcla o con otra, o con la misma adelgazada o espesada, repetía el secado, etc. Había desarrollado una sensibilidad especial para los resultados, es decir la superficie a obtener, más blanca o amarillenta, marfilina, lustrosa, opaca, granulada, lisa, resbalosa, adherente... Una vez que el soporte salía del laboratorio del Doctor Klee, el artista Klee pintaba o dibujaba sobre él, en unos minutos, "ya que estaba", casi como una excusa para justificar el trabajo anterior, en el que evidentemente estaba puesta toda su libido creativa. Supongo que el procedimiento tiene alguna ventaja psicológica, en tanto despoja de su importancia el momento convencional de la creación. Pone cabeza abajo la historia tal como la conocemos, y como todas las inversiones da una ilusión de libertad --que puede ser sólo eso, una ilusión, pero en este terreno todo está hecho de ilusiones. La ventaja creo que está en que el compromiso con el objeto, con el resultado, se ha resuelto antes, y el trabajo artístico propiamente dicho se realiza con esa utópica gratuidad que da libre cauce a la ensoñación. Y hay además un beneficio más práctico, de cara a la esquiva clientela de la galería. Porque los que compran una obra de arte, compran un soporte, no una obra de arte. No podría ser de otro modo, y el joven artista tendrá que reconocerlo, y tendrá que reconocer que se equivoca al pretender que le compren directamente su obra. Nadie se lleva una obra de arte a su casa, porque eso equivaldría a llevarse al artista, su trabajo y su vida. Sólo desdoblado en Sabio Loco, en ingeniero secreto de soportes, el artista puede seguir siendo artista, y vender convenientemente sus obras. Así todos quedan contentos.