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PALABRA DE ARTISTA
La Poesía del Soporte
Por César Aira
a galerista, en su papel de mediadora entre los artistas y los compradores, se
muestra preocupada por la displicencia de
los primeros en el uso de soportes atractivos
para los segundos. La oigo discutir con un joven
artista que se obstina en hacer sus dibujos en
hojas de papel corriente, el primero que le cae
en las manos; efectivamente, esos papeles ordinarios, blandos y frágiles, incómodos de manipular, tienen el inconveniente clave, para el
comprador potencial, de ser poco durables; en
un año van a estar amarillos, si es que no están
ajados o rotos --para evitar lo cual habrá que
pasar por un engorroso proceso de enmarcado.
El que compra arte compra eternidad, y a ésta
la quiere ya hecha, sin prolegómenos.
La posición del artista también es atendible. Rechaza con razón los buenos modales del arte
comercial, o del comercio del arte; su indiferencia a las convenciones del "packaging" es parte
de su actitud artística, y no quiere renunciar a
ella.
Un modo de conciliarlos sería reivindicar, o inventar, la "poesía del soporte", el aura propia
del soporte antes de que reciba la inscripción de
la obra de arte. Un antecedente muy persuasivo es Paul Klee. Todos saben que Klee daba
más importancia, y dedicaba más trabajo, al soporte que a la obra, fuera ésta pintura o dibujo.
Preparaba interminablemente la tela, cartón,
papel o madera sobre los que iba a pintar o dibujar, y lo hacía siempre de modo distinto. Hay
un libro que ha recopilado sus recetas; como un
niño haciendo "experimentos", probaba con
cualquier cosa que pudiera conseguir: colas,
aceites, pastas, polvos, tiza molida, lacas, harinas... a diferencia de los niños, anotaba meticulosamente los ingredientes y proporciones de
cada mezcla. Era más bien como un científico
casero o un sabio loco a la busca de las receta
L
insólita. También anotaba el procedimiento: con
la mezcla obtenida le daba una mano más o
menos cargada a la tela o el papel, lo dejaba secar una semana, o tres días, le daba una segunda mano con la misma mezcla o con otra, o con
la misma adelgazada o espesada, repetía el secado, etc. Había desarrollado una sensibilidad
especial para los resultados, es decir la superficie a obtener, más blanca o amarillenta, marfilina, lustrosa, opaca, granulada, lisa, resbalosa,
adherente...
Una vez que el soporte salía del laboratorio del
Doctor Klee, el artista Klee pintaba o dibujaba
sobre él, en unos minutos, "ya que estaba", casi como una excusa para justificar el trabajo anterior, en el que evidentemente estaba puesta
toda su libido creativa.
Supongo que el procedimiento tiene alguna
ventaja psicológica, en tanto despoja de su importancia el momento convencional de la creación. Pone cabeza abajo la historia tal como la
conocemos, y como todas las inversiones da
una ilusión de libertad --que puede ser sólo eso,
una ilusión, pero en este terreno todo está hecho de ilusiones. La ventaja creo que está en
que el compromiso con el objeto, con el resultado, se ha resuelto antes, y el trabajo artístico
propiamente dicho se realiza con esa utópica
gratuidad que da libre cauce a la ensoñación.
Y hay además un beneficio más práctico, de cara a la esquiva clientela de la galería. Porque los
que compran una obra de arte, compran un soporte, no una obra de arte. No podría ser de otro
modo, y el joven artista tendrá que reconocerlo,
y tendrá que reconocer que se equivoca al pretender que le compren directamente su obra.
Nadie se lleva una obra de arte a su casa, porque eso equivaldría a llevarse al artista, su trabajo y su vida. Sólo desdoblado en Sabio Loco,
en ingeniero secreto de soportes, el artista puede seguir siendo artista, y vender convenientemente sus obras. Así todos quedan contentos.
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