4. Crecimiento natural. Crecimiento vegetativo

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1.3 CRECIMIENTO NATURAL O VEGETATIVO
El Crecimiento Natural o Vegetativo es el resultado de restar la TBM a la TBN.
Se considera CV alto al que supera el 20‰ anual, intermedio al situado entre el 10 y el
19‰, y bajo al inferior al 10‰.
La evolución del CV en España obedece a la evolución de la TBM y la TBN.
Observamos que hasta 1900 tenemos un CV bajo, producto de una natalidad alta y
una alta mortalidad que, como ya hemos dicho, aún presenta períodos catastróficos.
El descenso de la mortalidad desde principios de siglo da lugar a un aumento
del CV, hasta la Guerra Civil que, como es lógico, presenta un bajísimo índice. La
posguerra, con sus penurias, la ausencia de los fallecidos..., ve un lento crecimiento
del CV, a pesar de la política natalista del régimen de Franco. El comienzo del
desarrollo económico es el marco en el que se dan las mayores tasas de CV, de 19561965 las cifras están por encima del 12‰, resultado de unas tasas de natalidad altas
(“baby boon”) y una mortalidad muy baja.
De 1966 a 1974 el suave descenso de la natalidad provoca un suave descenso
del CV, que entra en cifras bajas desde 1977, cuando comienza un brusco descenso
(como la natalidad), que nos conduce a cifras ínfimas en la década de los noventa.
Debemos pensar que en el año 1989 el promedio de CV en la CEE era del 5,4‰,
mientras España tenía un 2,15‰. Desde 2000 (0,2‰), no obstante, se observa un
nuevo relanzamiento de las cifras que, si bien permanecen aun en niveles muy bajos
(2,5‰, en 2006), no obstante manifiestan una clara tendencia al alza. Las causas no
son otras que las ya apuntadas y referidas al impacto de la llegada de la inmigración
extranjera y a un leve aumento de la natalidad de los españoles.
Por países, podemos presentar estos datos para 2005 y 2006:
Donde, observamos una tasa en torno al 0,6 ‰ para la UE-27. que es el
resultado de promediar tres bloques de países:
a/ La Europa báltica, central y balcánica
emisora de emigrantes (jóvenes en edad de
trabajar y procrear) presenta cifras negativas,
que van del -5,1‰ de Bulgaria hasta el
paupérrimo 0,1‰ de Polonia.
b/ Los países con TBN y TBM muy bajas, que
presentan cifras inferiores al 1‰. Son los
casos de Grecia, Eslovaquia, Eslovenia,
Portugal, etc.
c/ Los países que o bien están recibiendo
fuertes contingentes de inmigrantes jóvenes,
caso de España, o que tienen una TBN
relativamente alta y reciben inmigrantes,
aunque en menor cuantía, como Francia,
Dinamarca, etc.
Si analizamos la evolución de las TCN
europeas, observamos que de 1975 a 1995 se
dio una ligera disminución, siendo en toda la
etapa muy bajas. Desde esa fecha se está
dando un leve repunte. El caso español
presenta tendencias más acusadas: desde
1975 se observa un fortísimo descenso que
conduce a la confluencia con las cifras
europeas en torno a 1990. Desde ese
momento y hasta 2000, nuestras cifras son
muy similares o ligeramente inferiores a las de
la media de la UE. Es a partir de esa fecha
cuando nuestro crecimiento se realiza a mayor
ritmo que el del conjunto de países
desarrollados de la UE.
La distribución geográfica española de este CV pone de manifiesto que, como
ya hemos señalado para la TBM y la TBN, las provincias del litoral mediterráneo, que
son las que presentan un saldo migratorio más favorable, tienen una mayor población
joven y mayores tasas de crecimiento natural. Las acompañan Madrid y Guadalajara.
El resto de las provincias presentan TCN por debajo de la media española, aunque
destacan las cifras negativas del interior en su mitad norte, donde envejecimiento y
saldo migratorio reducido y con cifras negativas para los movimientos interiores se
asocian.
Si analizamos estas diferencias desde el punto de vista de la jerarquía urbana,
observamos que las zonas con mayor CV son las Áreas Metropolitanas,
fundamentalmente las áreas suburbanas, estas últimas con los índices más altos
desde 1980.
Otro problema, que ya estamos viviendo, es el del envejecimiento de la
población (la población de más de 65 años supera el 15% del total de la población),
originado por el descenso en la mortalidad, el aumento en la esperanza de vida, la
disminución de la natalidad y, en ocasiones, como resultado del éxodo rural (su
momento álgido fue de 1955 a 1975), que condujo a casi una tercera parte de
población, la que estaba en edad de trabajar, desde el ámbito rural, especialmente del
interior, hasta las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas, donde se localizaban
las actividades económicas y los empleos asociados con la modernización económica.
Las estructuras demográficas envejecidas son escasamente dinámicas y tienden al CV
cero o negativo, con cifras muy bajas de generaciones jóvenes, presentan escasas
expectativas de aumentar su natalidad. De tal forma, que hoy en día el CV depende
más de la llegada de inmigrantes extranjeros que del propio comportamiento
demográfico de los españoles.
El resultado es que la población española, exceptuando las provincias de los
archipiélagos, Almería, Murcia, Málaga, Sevilla, Huelva y Madrid, tienen una población
envejecida, destacando los casos de Lugo y Orense, Asturias, Extremadura y Castilla
y León (excepto Valladolid), junto con las del Sistema Ibérico que no se ven afectadas
por la deslocalización de la población desde Madrid. En general, el litoral mediterráneo
está mucho menos envejecido que el interior (salvo Madrid), especialmente el del
norte.
Desde un punto de vista económico los problemas de una población envejecida
son de todos conocidos: un aumento considerable de los gastos sanitarios (los
ancianos, como es lógico, necesitan más gasto que los jóvenes y adultos), el
incremento de los gastos en servicios sociales (residencias, servicios para la tercera
edad...) y la subida acelerada del coste del pago de las pensiones. Estos gastos son
pagados por la población activa, que en las sociedades envejecidas tiende a aumentar
su número, pero a reducir su porcentaje, ya que los mayores de 65 años cada vez
más.
Dos elementos más vienen a agudizar el problema. Por un lado, el enorme
desarrollo tecnológico del mundo actual obliga a la renovación generacional del
empleo (jubilaciones anticipadas de los trabajadores de más edad, para ser
substituidos por otros más jóvenes con una formación más actualizada), por lo que
aumenta el gasto social. Por otro lado, la población que vive de las pensiones tiende a
reducir su nivel de consumo, por lo que una población envejecida produce una
reducción del mercado interior, dando lugar a economías menos dinámicas.
Del análisis de los datos de la UE se saca la conclusión que la mayor parte de
los países tienen poblaciones envejecidas, exceptuando los que tienen unas tasas de
natalidad “anormalmente” altas (Turquía, Islandia, Chipre, Irlanda, por ejemplo) o las
han reducido recientemente (Polonia, Malta, por ejemplo) o los que tienen TBN
superior a la media y están recibiendo contingentes de inmigrantes (Luxemburgo,
Bélgica, Países Bajos, etc.)
Hasta hace unos años se mantenía la teoría de que la modernización
económica de los países llevaba asociada una transición demográfica desde el
llamado “ciclo demográfico antiguo” hasta el “ciclo demográfico moderno”. Esta
transición consistía en una readaptación: se pasaba de una etapa de una alta TBM
(además presentaba fuertes oscilaciones cíclicas) que requería para asegurar el
crecimiento una alta TBN, a otra etapa en la que una baja TBM implicaba el descenso
de TBN hasta cifras bajas, aunque suficientes para mantener el crecimiento
demográfico. El paso de una a otra etapa se realizaba en una serie de fases:
descenso de TBM y mantenimiento de TBN alto y descenso de TBN. Cuando se
formuló la teoría, los países más avanzados presentaban serios problemas de
crecimiento demográfico, ya que sus TBN eran muy bajas, en ocasiones inferiores a
las de mortalidad. La explicación que se daba era que se trataba de un problema de
inercias que se acabarían corrigiendo pasado el tiempo: el descenso de TBM había
ocasionado el descenso de de TBN para evitar un crecimiento “excesivo”, pero la
natalidad se había reducido en exceso y el reequilibrio se produciría de forma natural.
Los acontecimientos desmintieron estas hipótesis. Era cierto que la modernización
económica había supuesto un aumento de los recursos que llevaba consigo un
descenso en TBM y un fuerte aumento de la población, también lo era que
posteriormente las cifras de natalidad disminuían hasta poder ser consideradas bajas
o muy bajas, pero no lo era que se produjese un “reequilibrio natural”: la TBN
permanecía muy baja y muchos países presentaban situaciones que amenazaban con
el descenso poblacional a corto plazo. Era el caso de España, que con poco más de
un hijo por mujer (cifra además en descenso), presentaba un horizonte de regresión
demográfica en el plazo de una generación. La realidad no confirmó la teoría y ha
tenido que ser la llegada de inmigrantes, al amparo del ciclo económico expansivo y
de la población activa nacional, la que diese lugar a una tendencia de crecimiento en
TBN. El error de la teoría de la “transición demográfica”, formulada por Nottestein,
radicaba en que las causas del descenso de TBN no estaban exclusivamente en la
“búsqueda del equilibrio”, sino en un conjunto de factores más amplio.
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