Paseo de las Esculturas del Museo Iconográfico del Quijote En 2011, el Museo Iconográfico del Quijote decidió abrir sus puertas y llevar a las calles de la ciudad de Guanajuato una magnífica colección de esculturas que pertenecen a la institución. Al llevar el museo a los espacios públicos por los que cotidianamente transitan tanto los guanajuatenses como los muchos visitantes, el museo logra un mayor acercamiento con la sociedad a la vez que refuerza el espíritu cervantino tan característico de esta ciudad, fortaleciendo la identidad como Capital Cervantina de América. Plazuela del Quijote Este paseo comienza con la pieza ubicada en la plazuela contigua al templo de San Diego, creada ex profeso en 2005 para conmemorar el título de Guanajuato como Capital Cervantina de América. En marzo de ese año, el Museo Iconográfico del Quijote donó al pueblo de Guanajuato la pieza Don Quijote, del autor español Santiago de Santiago, para ser colocada en esta plaza. Don Quijote (1985) Santiago de Santiago (Navaescurial, Ávila, España, 1925) Esta pieza muestra el torso completo del personaje; su rostro está dirigido al cielo, mientras que su mirada va al frente. Su aspecto de locura se acentúa con sus retorcidos y alargados mechones de barba y bigotes, que enmarcan una mirada y aspecto apacible. Porta una armadura incompleta; en la cabeza lleva la bacía de azófar; su brazo izquierdo cae sobre su costado, mientras que el derecho se levanta empuñando su lanza, en posición de ataque. La disposición corporal, la mirada y la dirección de la espada parecen indicar que el enemigo al que se enfrenta le duplica el tamaño. Cenotafio a Don Quijote (2010) Lorenzo Rafael (Oaxaca, 1939) El 6 de noviembre de 2010 la Fundación Cervantista Enrique y Alicia Ruelas y el Museo Iconográfico del Quijote decidieron hacer tangible la leyenda repetida entre los guanajuatenses. Esta leyenda narra el hecho de que don Quijote se encuentra sepultado en Guanajuato. Así, en honor al personaje literario, se realizó el increíble entierro de don Quijote de la Mancha, materializado en la Edición Guanajuato, realizada por el doctor Florencio Sevilla con el sello editorial del Museo Iconográfico del Quijote. La obra reposa sobre una escultura de bronce del artista Lorenzo Rafael; esta escultura tiene la forma de un libro abierto en el que aparece en la página izquierda una ilustración en relieve donde figuran el caballero andante, su fiel escudero y sus nobles cabalgaduras; bajo ésta, las primeras palabras de la novela. En la página derecha está depositada la Edición Guanajuato, marcada con los años en que apareció la primera edición de El Quijote y la fecha de creación de este cenotafio: 1605 y 2010. Al pie de la edición encuadrada se lee: Guanajuato, Capital Cervantina de América. Una placa sobre el cenotafio indica: En la base de su escultura, pero no a manera de sepultura, yace aquí la Edición Guanajuato de Don Quijote de la Mancha. Quien afirme que Don Quijote está en esta tierra enterrado, jamás mentirá. La Giganta (1991) José Luis Cuevas (Ciudad de México, 1934) Sólo a unos metros de la plazuela del Quijote, entre el templo de San Diego y el teatro Juárez se encuentra La Giganta: Dulcinea guanajuatense, escultura de cuatro metros de alto que es una pieza a escala de la original, la cual mide el doble; fue realizada en 1991 para ser la pieza icónica del Museo José Luis Cuevas. El maestro Cuevas realizó esta obra inspirado en el poema “La giganta”, incluido en Las flores del mal (1857) de Charles Baudelaire. Es una corpulenta imagen que juega con la feminidad y delicadeza del rostro y la masculinidad de la prominente musculatura. Al ser incluida en el Paseo de las Esculturas del Museo Iconográfico del Quijote, esta pieza ha renovado su significado y se ha quijotizado. Desde los ideales cervantinos, encontramos a esta giganta convertida en Dulcinea. Aldonza Lorenzo comparte con los gigantes su trato rústico y aspecto varonil, poseer pelo en pecho, estar fornida y tostada por el sol por el trabajo en el campo, según la describe Sancho (DQ, I, XXV); mientras que don Quijote ve en ella a Dulcinea, una princesa dotada de hermosura sobrehumana (DQ, I, XIII). De esta forma, entre lo real y lo ideal, La Giganta se apropia del modelo femenino de Alonso Quijano y se incorpora a este Paseo de las Esculturas, que continúa por la calle Manuel Doblado, con la pieza Don Quijote, del escultor Víctor Gutiérrez Guerra. Don Quijote (1992) Víctor Gutiérrez Guerra (Ciudad de México, 1950) Ubicada justo afuera del Museo Iconográfico del Quijote, esta escultura, muestra del academicismo del maestro Gutiérrez, está cargada de una estupenda expresión figurativa en el manejo del cuerpo, así como en la expresividad de su rostro; además de presentar una admirable mímesis con la descripción que hace el propio Cervantes de este personaje. Esta obra muestra un juego interesante con la escultura de Cervantes que existía previamente en la plaza. Miguel de Cervantes Saavedra (1972) Federico Canessi (Ciudad de México, 1905-1977) Esta escultura fue creada en el marco de la celebración del primer Festival Internacional Cervantino y develada en el acto inaugural del mismo. Inicialmente esta pieza se encontraba en la calle Alhóndiga, pero en 1987, con motivo de la inauguración del Museo Iconográfico del Quijote, la escultura fue trasladada a su ubicación actual en la plazuela de San Francisco, también llamada plaza Dr. Enrique J Romero. En esta escultura, Miguel de Cervantes es presentado por Canessi en una posición gallarda y recompuesto con el atavío caballeresco de la época, portando capa, ropilla con hombreras, calza entera y zapatos picados con medias. El nuevo paisaje urbano de esta plazuela se complementa con los ángeles que ahora resignifican el paisaje de esta calle. Estos ángeles recalcan lo sagrado del espacio, pues se encuentran en el atrio de la iglesia de San Juan Bautista construida en el siglo XVIII, posteriormente llamada de San Francisco, al ser tomada por la orden franciscana en 1828. Así, en este punto se funden lo moderno de estas esculturas con el estilo barroco estípite de la iglesia Ángel-Quijote (2005) José Sacal (Cuernavaca, Morelos, 1940) El Ángel-Quijote de José Sacal se encuentra del lado izquierdo de la fachada de la iglesia de San Francisco. Esta escultura en bronce de 2.30 metros de alto es una figura humana con proporciones alargadas y cortes angulosos en sus formas; el equilibrio de la pieza parece desafiar la gravedad, el cual se rompe en sus largas piernas que apenas se sostienen por las puntas de los pies, mientras que el tronco se contorsiona en un rudo y doloroso movimiento que desprende el costillar de la cintura, acentuando el impacto con dos pesadas alas formadas por afilados prismas triangulares: una emerge de la espalda de la escultura, mientras que la otra, en afilada punta, perfora la espalda y abre en dos el pecho. Esta escultura bien puede representar una lucha entre la corporeidad y la espiritualidad; escena en la que el ser angelical y los ideales quijotescos del bien y la justicia se ven quebrantados por la materialidad física. Ante su propia esencia, el cuerpo se ve una y otra vez derribado por los embates y la lucha física contra los enemigos, pero el espíritu se eleva sobre el cuerpo herido para seguir en esa quijotesca hazaña del caballero que va tras las utopías cervantinas. El segundo de estos ángeles que flanquean el templo de San Francisco fue realizado por Leonardo Nierman. Ángel (2005) Leonardo Nierman (Ciudad de México, 1932) En este Paseo de las Esculturas el maestro Nierman tiene presencia doble, pues en él se ha incluido la pieza Quijote 2000, con la que ya contaba el museo, y la pieza Ángel, que el mismo autor donó para este proyecto. En ambas esculturas, realizadas en acero inoxidable, sobresalen el movimiento, el dinamismo y el equilibrio que el maestro brinda al acero, con un acabado de espejo que da vida y textura al metal. La escultura titulada Ángel, ubicada a la izquierda de la fachada de la iglesia de San Francisco, con una altura de 2.30 metros, materializa el misticismo del espacio. En esta obra, lo sagrado y lo artístico se unen en un ligero y fresco movimiento que asciende de manera vertical. El tronco central de la pieza se abre en tres alas que se extienden en distinta dirección, lo cual le brinda a la escultura mayor dinamismo. El movimiento se recalca con ligeras estructuras que con sus distintos brillos crean un aura en torno al cuerpo principal. Quijote 2000 (2000) Leonardo Nierman (Ciudad de México, 1932) Unos metros más adelante, en la bifurcación que forman las calles de Manuel Doblado y Cantarranas, se encuentra la escultura Quijote 2000, la cual es un homenaje que el autor realizó en ese año al personaje literario. Una pieza igual a ésta se encuentra en el Paseo del Sardinero, en Santander. Es una escultura de 3.60 metros, cuyo movimiento tiene una sola dirección ascendente y porta una lanza como único atributo del personaje cervantino. El cuerpo de esta pieza lo constituye un tronco central que gira en una semiespiral, del cual surgen dos grandes alas que acentúan la direccionalidad y aparente ligereza de esta gran pieza. Toparse con ella mientras se accede en auto al centro de la ciudad refuerza no sólo el espíritu quijotesco de esta Capital Cervantina de América, sino que recalca el hecho de que Guanajuato es una ciudad antigua con un alma joven, llena de vida. Las dos piezas de Nierman tienen un estupendo empleo del volumen. Gracias al acabado de espejo del acero, el juego en el manejo de los planos se acentúa con la luz natural, pues los cuerpos reflejan la luminosidad desde sus propios puntos, logrando que las piezas se transformen, al igual que el espacio, a lo largo del día; esto es que la experiencia visual se modifica con la posición del sol, logrando que el disfrute sea placentero y diferente en cada momento del día. El Quijote (2000) Sebastián (Camargo, Chihuahua, 1947) El paseo continúa hacia el pasaje de El Campanero, allí se encuentra El Quijote, del artista Enrique Carbajal González, Sebastián. Ésta es la pieza más alta de todo el corredor, mide 4.62 metros, y fue realizada en acero y acabada en esmalte negro y poliuretano. Con figuras geométricas simples y puras, Sebastián logró representar a un caballero que porta un yelmo de celada con su cimera redondeada y una visera abierta, de la cual surge una serie de cuatro placas que comienzan formando una resumida gola, convirtiéndose en el peto y espaldar de la armadura y terminando en la falda de la loriga, de la cual sale una columna que va adelgazándose progresivamente hasta llegar al pedestal, casi tan esbelta como la base de la espada que acompaña paralelamente al cuerpo principal, pero la cual se afila en dirección contraria. La escultura se corona con un halo de curvas que bien podrían ser los brazos del caballero; el movimiento y ligereza con que se ondean dan una vitalidad contrastante con la posición firme y solemne del resto de la pieza. Así, esta obra de Sebastián se incorpora al Paseo de las Esculturas, parte ya del paisaje cotidiano de la localidad, que integra y renueva el paisaje urbano de nuestra ciudad.