Tipos sociales y personas singulares: “Familias” y familia Alfredo Rodríguez Sedano Universidad de Navarra 1. Contexto social de la familia: la cuestión del método Al tratar sobre la familia, la primera cuestión que debiéramos plantearnos estriba en preguntarnos por las razones, argumentos y metodología que sostienen los planteamientos que se encuentran en la amplia literatura especializada. Una lectura transversal nos hace ver que ni razones antropológicas ni éticas sostienen esos discursos. Más bien habría que situarse en la Sociología como ciencia que legitima esos razonamientos y discursos por la posibilidad que conlleva de poder construir los modelos y las tipologías que en cada momento parecen más adecuados. Desde esa perspectiva sociológica sí pueden entenderse las diversas formulaciones que hoy día se hacen sobre la familia. Los estudios que sobre la familia se vienen haciendo ponen de manifiesto que “la evolución experimentada por la familia occidental se ha evidenciado en tres cambios sustanciales: el paso de la familia como unidad de producción a unidad de consumo, la reducción del número de miembros de la familia, por lo tanto, la desaparición de la función patriarcal –paso de la familia extensa a la familia nuclear–, la diversificación de la tipología familiar”1. Y esa diferente tipología hace que no se hable ya de familia sino de familias. De modo que lo que hoy día se entiende por familia no responde a la unión estable y permanente de dos personas de distinto sexo con un contrato y en orden a la procreación, sino que cabe dentro de la tipología que se establece: uniones de hecho; familias monoparentales; uniones de homosexuales con vida de pareja, etc. Precisamente por tratarse de una tipología se añade a esas formas que emergen como familias el carácter de estable y permanente que es propio del núcleo familiar. Desde esta perspectiva sociológica resulta muy difícil tratar de la familia como de una única realidad social. En este sentido, Palacios sostiene que a lo largo de las últimas décadas del siglo XX el concepto de familia tradicional ha cambiado de forma cualitativa. Por esa razón, ya no podemos hablar de familia sino que debemos hablar de familias2. La atención se centra no en el porqué de esos cambios sino en los procesos, relaciones, funciones y valores que sostienen esas nuevas tipologías. En los estudios que se hacen sobre la familia ya no interesa partir de lo que constituye el núcleo familiar y lo hace ser tal, sino que la atención se centra en lo que se denominan “aspectos intangibles” como por ejemplo, los propósitos, la intimidad, los proyectos y las metas compartidas3. De este modo la atención se centra en proceder más en función de este tipo de propósitos, proyectos y estilos de vida que de su composición. 1 Suares, M. Mediando en sistemas familiares, Paidós, Barcelona 2002, pp. 204-220. 2 M. J. Rodrigo-J. Palacios (coord), Familia y desarrollo humano, Alianza, Madrid 1998 3 Ibidem 1 Y esto porque cada tipo familiar conlleva una estructura, una jerarquización de sus miembros, unas reglas que regulan las relaciones entre los familiares y con el exterior 4. Conocer las reglas que lo rigen es la base para comprender la nueva configuración familiar y sentar las bases de cualquier tipo de intervención sobre ella5. En este objetivo se expresa bien el proceder sociológico como forma de explicar la configuración familiar. Obviamente, podríamos alargarnos en esta introducción, pero para el tema que nos ocupa baste lo señalado, pues la mayoría de los estudios existentes sobre la familia siguen el mismo proceder procesual. Un proceder en el que la sociología “cumple con su misión al investigar “parcialmente” su objeto desde la inevitable constricción epistemológica de su método”6. La intención de este capítulo se centra básicamente en desvelar los orígenes que sostienen ese modo de proceder y qué metodología es la que hace que esos autores, no sólo los mencionados, renuncien a razones antropológicas y éticas para explicar qué es la familia, quedándose en una mera consideración sociológica de lo que, por propia constitución, es lo único que es anterior a la sociedad y, por consiguiente, requiere de un tratamiento antropológico y ético que posteriormente sea recogido manifestativamente en su repercusión social. Este inicial reduccionismo de la familia a los tipos sociales es lo que ocupará la atención en los siguientes epígrafes. Comenzaremos por acudir a los orígenes teóricos que dan lugar a este proceder, para continuar en el modo en que se establecen y construyen los tipos ideales. Finalmente se tratará de ver si ese constructo es el más apropiado para entender cabalmente lo que significa ser y hacer familia. 2. Lo social como categoría suprema En ese discurso sociológico que sostiene la comprensión de las diversas formas familiares, la génesis hay que encontrarla en Comte para quien lo social es la categoría suprema donde todas las demás adquieren sentido y concreción. Categoría que se expresa en la solidaridad social, la Humanidad (Conviene tener presente que en ese periodo histórico hay una grave crisis antropológica y será la Sociología quien tome la iniciativa a la cuestión crucial de ¿qué es el hombre? Y, obviamente, todo lo que socialmente tenga que ver con la humanidad, como es el caso de la familia.) Nos situamos, por tanto, en un contexto teórico, que se extiende hasta nuestros días, donde el sentido de la acción social vendrá determinado por la misma sociedad como determinación previa a cualquier cuestión social. El constructivismo adquiere fuerza consolidándose como elemento conciliador de todo referente social: todo – acciones, relaciones, formas de relación– es legítimo si “se construye” socialmente. De ahí que al tratar sobre la familia el discurso sociológico recoja y haga suyas las diversas formas en que los individuos viven ese modo de configurarse socialmente, independientemente de la naturaleza de esa relación. No debe pasar desapercibido el sentido que ocupará la categoría comtiana. En referencia al planteamiento de Comte, señala Zubiri que “la humanidad es el Grand être, la versión positivista de lo que fue Dios para la teología y aún para la metafísica (…). El espíritu positivo inaugura definitivamente una forma de religión, la religión positiva: es la 4 Cfr. Bertalanffy, 1979. Véase también, Parsons, T. y Bales, R.F. Family Socialization and Interaction Process, Free Press, Nueva York 1955. 5 Cfr. Gimeno, A. La familia: el desafío de la diversidad. Ariel, Barcelona 1999. 6 Altarejos, F., Martínez, M., Buxarrais, Mª R. y Bernal, Familia, valores y educación, XXIII Seminario Interuniversitario de Teoría de la Educación, Santiago, 2004, p. 11 (http://aula.cesga.es/SITE04/document/Ponencias/ponencia_2.pdf). 2 religión de la Humanidad (…). El Grand être no es una realidad transcendente, sino que es un momento históricamente inmanente a la sociedad entera, con lo cual el universo físico no es sino el teatro del despliegue de la Humanidad. En definitiva, el orden en las ideas sociales y el progreso por la experiencia de la relatividad, son el gran motor y la forma suprema de saber: saber para prever y prever para proveer. Pero proveer el mejor desarrollo de cada cual en esta marcha progresiva hacia la Humanidad. La filosofía positiva es así la base racional de la sabiduría humana”7. Se asientan las bases, que delimitarán el proceder metodológico en las ciencias sociales, fundamentándolas en el positivismo y en el cientifismo. La pretensión de Comte parece clara: entender la filosofía –razón pública– como forma suprema de Sabiduría universal. Y de este modo, apunta Zubiri, “Comte se mantiene fiel al secreto motor de su pensamiento: la convivencia social. La filosofía no es sino la forma racional de un estado general del espíritu humano. Y llegado éste al estado positivo, la filosofía no es sino la razón social o pública de carácter positivo”8. De acuerdo con esa pretensión Comte tiene que justificar la filosofía positiva como razón pública y para ello ha de mostrar que es la única salida posible de la crisis que padece su época y es la única base de la moral. Para mostrar que es la única salida a la crisis que padece su época acude a tres objetivos: 1. La búsqueda de leyes invariantes del mundo social9. Cuatro son los métodos sociológicos básicos para llevar a cabo la investigación social: observación, experimentación, comparación e investigación histórica. 2. Para el logro de ese primer objetivo crea una serie de leyes. La más importante es la ley de los tres estadios. 3. Finalmente se requería que el positivismo atrajera todos los fenómenos sociales a su dominio. Para mostrar que es la única base de la moral, la filosofía positiva destaca, en primer lugar, cómo el buen sentido moral desarrolla, en primer lugar, el sentimiento social: es la génesis del sentimiento del altruismo y de la benevolencia,. En un segundo lugar se genera la solidaridad de todos los hombres. Lo interesante de este planteamiento es destacar que el hombre no es una realidad personal, sino partícipe de una solidaridad social. El sujeto de la moral pasa a ser el nosotros. “Y nosotros es también el sujeto de la filosofía positiva como razón pública, es la única base posible de la moral”10. La moral que genera ese sentimiento social tiene unos vínculos tan fuertes como los que generaban las relaciones personales. La historia depurará y sistematizará la experiencia moral que genera ese sentimiento social. “Y su resultado es la moral positiva”11. El positivismo ofrece una nueva perspectiva al hombre moderno en su comprensión de la sociedad y de los problemas que le acechan. Sin duda Comte asienta las bases del relativismo moral. Pero también establece los fundamentos para el posterior desarrollo de la conciencia colectiva, así como la fuerte 7 Zubiri, X. Cinco lecciones de filosofía, Alianza Editorial, Madrid 2002, pp. 148-149. 8 ZUBIRI, X., Cinco lecciones de filosofía, p. 144. 9 Comte, A., A General View of Positivism, Nueva York: R. Speller, 1851, pp. 8-9. 10 Zubiri, X., Cinco lecciones de filosofía, p. 147. 11 Zubiri, X., Cinco lecciones de filosofía, p. 148. 3 carga cognitivista que preside el discurso sociológico. Su influencia en la investigación sociológica está fuera de toda duda tanto en los sociólogos de la segunda generación – Durkheim, Weber, Pareto- como en la base que sustenta la investigación social en la sociología moderna. A modo de resumen, Ferrarotti destaca como aportación comtiana a la teoría sociológica: La fundamental interconexión de los fenómenos sociales, los cuales serán estudiados como un conjunto de realidad correlativa que está en la base de la estructura de la explicación sociológica. El criterio positivista como presupuesto fundamental de la investigación empírica, guiada por la teoría, pero en definitiva ligada, como test supremo de verdad, a los datos objetivos destacados a la luz de la indagación12. Detengámonos en esa perspectiva que ofrece el positivismo al hombre moderno en su comprensión de la sociedad. El sociologismo que impera en el discurso sociológico adquiere la forma de conciencia colectiva en la formulación y explicación múltiples fenómenos sociales. Exponente de este proceder es Durkheim. Su comprensión nos introducirá en una de las claves de los discursos actuales sobre la familia y, en concreto, a la consideración de los diversos modelos familiares. 3. El sociologismo clave para la comprensión social El planteamiento de Comte no pasará desapercibido para la teoría social en la comprensión de sus múltiples fenmómenos. Durkheim recoge el testigo de la filosofía positivista de Comte sobre la que desarrollará todo su quehacer sociológico13. El objetivo que se propone Durkheim radica en dotar a la Sociología de un estatuto que permita una explicación total y última de la realidad social. En otras palabras, la sociedad asume el estatuto de enclave último y originario que explica la realidad en la que ha de desenvolverse el individuo. Es, por consiguiente, el marco necesario para crear en el individuo el ser social14. De este modo, siguiendo a Tiryakian, habría que decir que “el sociologismo se identifica con Durkheim más que con ningún otro autor, pero hasta donde llega mi saber, en sus escritos no aparece el término ni su definición”15. Sin embargo, Durkheim no duda en reconocer su ateísmo positivo y su radical sociologismo cuando afirma que “antes de que las ciencias quedasen constituidas, la religión cumplía la misma misión; pues toda mitología consiste en una representación, ya muy elaborada, del hombre y del universo. Por demás, la ciencia ha sido la heredera de la 12 Ferrarotti, F., El pensamiento sociológico: de Augusto Comte a Marx Horkheimer, Península, Barcelona 1975, p. 277. 13 Para una mayor ampliación de las relaciones entre Durkheim y Comte, véase Múgica, F., Emile Durkheim. Civilización y división del trabajo (I). Ciencia social y reforma social, Cuaderno Anuario Filosófico n. 11, Pamplona 2004. Véase también del mismo autor y editorial, Emile Durkheim. Civilización y división del trabajo (II). La naturaleza moral del vinculo social. 14 “El hombre que la educación debe plasmar dentro de nosotros no es el hombre tal como la naturaleza lo ha creado, sino tal como la naturaleza quiere que sea”, Durkheim, E., “Pédagogie et sociologie” en Revue de Métaphysique et de Morale, 1903 (11), 37-54, reproducido en Educación y Sociología, Península, Barcelona, 1996, p. 104. 15 Tiryakian, E., Sociologismo y existencialismo. Dos enfoques sobre el individuo y la sociedad, Amorrortu Editores, Buenos Aires 1962, p. 25. 4 religión (ateísmo positivo). Y, precisamente, una religión es una institución social (radical sociologismo)16. El fundamento sobre el que se apoya el sociologismo de Durkheim hay que situarlo básicamente en tres ideas: a. Los hechos sociales son una realidad sui generis, diferente de lo puramente individual. Esto se aprecia con más claridad en la conciencia colectiva. La conciencia colectiva es sin duda una derivación de la voluntad general de Rousseau y del consenso de Comte. Tampoco cabe duda de que sus supuestos no son puramente cognitivos. El paso más importante que dio Durkheim más allá de sus predecesores fue, sin embargo, tratar de la solidaridad y con ella, presumiblemente, la conciencia colectiva no simplemente como entidades dadas, sino como entidades variables. De ahí la distinción entre solidaridad orgánica y mecánica. La conciencia colectiva se entiende así como el conjunto de creencias y sentimientos comunes al término medio de los miembros de una sociedad. No es la conciencia colectiva una idea platónica, sino algo que tiene realidad –entidad– propia, aunque no esté materializada. La permanencia de la sociedad la hace depender Durkheim de la existencia de ese tipo de conciencia17. b. La relación individuo-sociedad. Durkheim otorga primacía a la sociedad sobre el individuo: el individuo nace de la sociedad y no la sociedad de los individuos. Son muchos los textos de Durkheim donde aparece esta primacía de la sociedad sobre el individuo. A modo de ejemplo, veamos uno en el que señala cómo “el producto por excelencia de la actividad colectiva es ese conjunto de bienes intelectuales y morales que llamamos civilización; por este motivo August Comte hacía de la sociología la ciencia de la civilización. Pero, desde otro punto de vista, es la civilización la que hace al hombre; es la civilización la que lo distingue del animal. El hombre es solamente hombre en cuanto que es civil”18. c. La prioridad del todo sobre las partes. En esta prioridad observa que existe una irreductibilidad del todo social a la suma de sus elementos; por eso no se puede explicar el todo sólo a partir de sus partes. Esto le lleva a explicar los fenómenos individuales por el estado de la colectividad y no al revés. De ahí que, para explicar la diferenciación social no se puede comenzar desde las conciencias individuales; pues la conciencia individual “es una simple forma subordinada del tipo colectivo y sigue todos sus movimientos, del mismo modo que el objeto que es propiedad de un individuo sigue los de su dueño”19. Toda explicación de la realidad social debe establecerse desde la conciencia colectiva. Así pues, un hecho social sólo puede tener una causa social. Un texto de Durkheim despeja cualquier duda acerca de esta premisa: “la sociología individualista no hace más que aplicar sencillamente a la vida social el principio de la antigua metafísica materialista; en efecto, lo que pretende es explicar lo complejo mediante lo simple, lo superior mediante lo inferior, el todo mediante la parte, lo cual es de suyo contradictorio. Es verdad que el principio contrario no nos parece menos insostenible; no es posible derivar la parte del todo, como pretende la metafísica idealista y teológica, ya que el todo no es nada sin las partes que lo componen y no puede sacar de la 16 Durkheim, E., Educación y Sociología, p. 59. 17 Cfr. Durkheim, E., De la division du travail social, 4ª edición, P.U.F., Paris, 1996, p. 46. 18 Durkheim, E., “L’évolution pédagogique en France, Vol. II: De la Renaissance à nos jours”, recogido en Educación como socialización, Sígueme, Salamanca 1976, p. 37. 19 Durkheim, E., De la division du travail social, 4ª ed., P.U.F., Paris, 1996, p. 100. 5 nada aquello de lo que tiene necesidad para existir. Por consiguiente, es posible únicamente explicar los fenómenos que se producen en el todo sobre la base de las propiedades características del todo, lo complejo a partir de lo complejo, los hechos sociales a partir de la sociedad, los hechos vitales y mentales a partir de las combinaciones sui generis de las que resultan”,20. No obstante, a pesar del énfasis que hace Durkheim en afirmar la superioridad de lo colectivo sobre lo individual, no demuestra empíricamente dicha superioridad. Lo que está latente en ese planteamiento es, sencillamente, que lo más complejo es superior a lo que es menos complejo. Sin embargo, esta idea ha calado profusamente en la literatura social de tal modo que impregna el discurso sociológico de la familia. Este planteamiento es el que se encuentra en el trasfondo de los discursos que se instalan en los modelos de familia –modos particulares de las conciencias colectivas– para defender la autonomía individual como generadora de mayores espacios de libertad, en la medida en que cada individuo se adscribe a aquel modelo que le parece más apropiado. Esto es posible porque la superioridad de lo colectivo sobre lo individual hace referencia no sólo a la funcionalidad sino también a la moral, en la medida en que la moral “es una función social, o más bien un sistema de funciones que se fue desarrollando y consolidando poco a poco bajo la presión de las necesidades colectivas”21. El carácter funcional de la moral, según Durkheim, no vacía de contenido a la moral ni quita el protagonismo que el individuo tiene en la sociedad. Para actuar moralmente, “no basta, y sobre todo no basta ya, respetar la disciplina, estar adherido a un grupo; aún es necesario que, ya sea cediendo a la regla o dedicándonos a un ideal colectivo, tengamos conciencia, la conciencia más clara y completa posible, de las razones de nuestra conducta. Pues es esta conciencia la que otorga a nuestro acto la autonomía que la conciencia pública exige en adelante de todo ser verdadera y plenamente moral”22. Y aquí nos encontramos con una de las claves que desvelan el discurso acerca de la familia hoy día: la construcción de las diversas conciencias colectivas –modelos de familia- desde la negatividad. Puesto que no soy como éste otro, necesito que se me reconozca socialmente distinto a los demás. No se trata de explicar ni quién soy, ni qué soy, lo único que aparece como cierto es que no soy como los demás. Y así es como el sociologismo logra alcanzar la síntesis pretendida entre el individuo y la sociedad, conservando ésta la primacía pero dejando un cierto espacio al individualismo para el desarrollo de su propia autonomía desde la negatividad. El papel que juega la moral en todo este asunto es clave. Efectivamente, señala Durkheim que “a medida que las sociedades han aumentado de volumen, el vínculo que ha unido a los hombres entre sí ha dejado de ser personal”23. El reconocimiento moral es 20 Durkheim, E., “Representaciones individuales y representaciones colectivas” en Revue de Métaphysique et de Morale, VI (1898) 273-302, reproducido en Educación como socialización, Sígueme, Salamanca, 1976, pp. 77-78. 21 Durkheim, E., “La science positive de la morale en Allemagne”, en Revue Philosophique, XXIV, (1887), 46. Recogido en Tiryakian, E., Sociologismo y existencialismo. Dos enfoques sobre el individuo y la sociedad, Amorrortu Editores, Buenos Aires 1962, p. 44. 22 Durkheim, E., L’Education morale, prólogo de P. Fauconnet, Alcan, Paris, 1925, pp. 136-137. Traducción de Everret K. Wilson y Herman Schnurer, Moral education: a study in the theory and application of the sociology of education, con prólogo de Everret K. Wilson, Free Press of Glencoe, New York, 1961, p. 120. Existe una traducción castellana, La educación moral, Schapire, Buenos Aires, 1972, pp. 135-136. 23 Durkheim, E. “La science positive de la morale en Allemagne”, Revue Philosophique, XXIV, (1887), 123. Recogido en Múgica, F. Civilización y división del trabajo (II). La naturaleza moral del vínculo social, Clásicos de la sociología nº 12, Pamplona 2004, p. 46. 6 un reconocimiento intersubjetivo que progresivamente se establece en términos más universales y, por tanto igualitarios. Es un reconocimiento indiferenciado –en calidad de “sustratos de la conciencia colectiva”24- que reúne y congrega, al mismo tiempo que colma los abismos que separaban antaño al individuo y a las clases; así, dice Durkheim: “confundidos en el seno de la conciencia social que los contiene, los individuos y las clases ven colmarse poco a poco, como consecuencia de su propio acercamiento, los abismos que los separaban antaño”25. La autonomía individual que se adscribe a la conciencia colectiva, encuentra en la moral un tipo de vinculación más abstracta que reemplaza a la que se daba entre persona y persona. Ese nuevo sentimiento que provoca la conciencia colectiva –como un tipo concreto de vinculación- no es menos poderoso que la comunidad de la que se forma parte. Lo social como categoría suprema en Comte, encuentra en la conciencia colectiva de Durkheim el modo en que se concretan y expresan los diversos fenómenos sociales. Lo natural queda sustituido por lo convencional a través de la moral. Formulada una clave importante para la comprensión de los discursos sociológicos sobre la familia, es preciso que nos detengamos en otro aspecto relevante: la formación y fundamentación de los tipos ideales de conducta. Esta segunda clave nos permitirá entender el modo en el que el constructivismo adquiere fuerza, por su fuerte matiz cognitivista, para el desarrollo de los diversos fenómenos sociales. Desde otra perspectiva distinta a la formulada por Durkheim, Weber se fija más en el origen del medio social y en la posibilidad de modificarlo por medio de la conducta. La única causa de la acción humana es la decisión del actor. Sin embargo, como se verá, la acción, tal y como se presenta en el planteamiento weberiano, es más bien fruto de una deducción –modelos de conducta, a través de un conocimiento teórico de lo práctico– que de una deliberación. Y así, siguiendo los pasos de sus predecesores, al observar esta sustitución, quien realmente desaparece es la persona. 4. La formación de los tipos ideales La perspectiva cognitivista que tienen los tipos ideales weberianos para la comprensión de la realidad social tienen como fundamento la hermeneútica, ya que el tipo-ideal es una ficción útil que no existe como tal en la realidad. Lo expresa Weber cuando afirma que “toda interpretación persigue la evidencia. Pero ninguna interpretación de sentido, por evidente que sea, puede pretender, en méritos de ese carácter de evidencia, ser también la interpretación causal válida. En sí no es otra cosa que una hipótesis causal particularmente evidente”26. Y la razón de ese fundamento hay que verla en lo que Max Weber entiende por tipos ideales: “son imágenes en las que construimos relaciones, utilizando la categoría de posibilidad objetiva, relaciones que nuestra imaginación, formada y orientada según la realidad, juzga adecuadas”27. La finalidad de los tipos ideales la expresa Weber de modo claro en Economía y Sociedad, cuando afirma que “en todos los casos, racionales como irracionales, se 24 Ibidem 25 Durkheim, E. “La science positive de la morale en Allemagne”, Revue Philosophique, XXIV, (1887), 123. Recogido en Múgica, F. Civilización y división del trabajo (II). La naturaleza moral del vínculo social, Clásicos de la sociología nº 12, Pamplona 2004, p. 47. 26 Weber, M. Economía y Sociedad. Esbozo de una sociología comprensiva, p. 9. 27 Weber, M. Essais sur la théorie de la sciencie, traduits de l’allemand et introduits par Julien Freund, Plon, Paris, 1965, p. 185. 7 distancia de la realidad, sirviendo para el conocimiento de ésta en la medida en que, mediante la indicación del grado de aproximación de un fenómeno histórico a uno o varios de esos conceptos, quedan tales fenómenos ordenados conceptualmente”28. El tipo ideal es, por consiguiente, un concepto construido racionalmente con el que se trata de explicar los rasgos esenciales de un fenómeno frecuente. “Y este modo de proceder ha penetrado de tal modo en la subjetividad que son los tipos ideales la ventana a través de la cual se interpreta y conoce la realidad”29. El modo de proceder de los tipos ideales weberianos lo expresa, con otras palabras, Aron cuando señala que “la construcción de los tipos ideales es una expresión del esfuerzo de todas las disciplinas científicas para conferir inteligibilidad a la materia, deduciendo de la misma la racionalidad interna, y quizás aún construyendo esta racionalidad a partir de una materia a medias informe. Finalmente, el tipo ideal se relaciona también con la concepción analítica y parcial de la causalidad. En efecto, el tipo ideal permite aprender individuos históricos. Pero el tipo ideal es una aprenhensión parcial de un conjunto global. Mantiene el carácter parcial de toda relación causal, aun en aquellos casos en que, aparentemente, abarca a una sociedad entera”30. Así concebidos, los tipos ideales weberianos remiten a un problema muy actual: el problema del sentido, es decir, no se trata de saber qué sea la realidad en sí, sino qué sentido tiene ella para mí, para el hombre. La hermenéutica, de este modo, tiene un fuerte matiz relativista e historicista. Para un hermeneuta la verdad es histórica, algo que queda determinado por el contexto mediante una “cosmovisión de valores culturales”, en terminología weberiana. De ahí que la aproximación hermenéutica sólo es parcial. La interpretación es excesivamente compleja como para dar resultados seguros. La idea de contexto histórico es una mezcla de factores dispares, entre los cuales se privilegia electivamente a alguno injustificadamente. Ésta es justamente la tarea que lleva a cabo Weber en su aportación metodológica para la investigación en las ciencias sociales31. Dicha tarea puede sintetizarse resaltando que la asimilación entre la investigación y la acción humana reside en la elección de los valores y la diferencia en el modo como se lleva a cabo esa elección. Así como en el campo de la investigación la elección supone una adopción y, por consiguiente, una delimitación del campo a investigar, en la acción humana esa elección supone una decisión que es posible por una valoración práctica. La elección está manifestando la irreductibilidad de los valores, así como la lucha entre los mismos. De este modo, la referencia al mundo de los valores ya no ofrece a la acción humana una garantía de validez incondicionada; tal referencia, en efecto, implica siempre una elección. Es necesario para Weber, antes de efectuar una elección, hacerse cargo de la situación en la que uno se encuentra y elegir consistentemente el valor o valores más adecuados. La adecuación, a juicio de Weber, nos la proporcionará la crítica que sobre los medios para el logro de esos valores nos proporcione la técnica. De acuerdo con esa tarea la complejidad de la interpretación deja en suspenso la verdad que se busca. El mismo planteamiento hermeneútico es con frecuencia confuso y ofrece muchas variantes. Si no hay una verdad definitiva, tampoco la hermenéutica la tiene; no hay criterio para ello. La hermenéutica, desde esta perspectiva, no es un criterio firme de verdad, aunque nos aproxime a ella. 28 Weber, M. Economía y Sociedad, p. 17. 29 Rodríguez, A., Parra, C., Altarejos, F. Pensar la sociedad. Una iniciación a la Sociología, 2ª ed., Eunsa, Pamplona, 2003, p. 97. 30 Aron, R., Las etapas del pensamiento sociológico II, p. 262. 31 Cfr. Weber, M. Ensayos sobre metodología sociológica, Amorrortu, Buenos Aires, 1982. 8 La pretensión weberiana es acercarnos mediante los tipos ideales a una realidad compleja a través de una realidad simple, ordenando los fenómenos complejos en fenómenos simples excluyendo de su consideración aquellas variables que no son suficientemente explicativas de la realidad. Su proceder ha ser necesariamente analítico y deductivo. En el siguiente epígrafe veremos las condiciones de posibilidad que sirven de fundamento para la construcción de los tipos ideales. 5. Fundamentos de los tipos ideales Dos son las condiciones que sirven de fundamento para la construcción de los tipos ideales: 1. No se ha de recurrir a presupuestos que impliquen una toma de posición valorativa; 2. Las ciencias deben verificar sus propios asertos mediante el recurso a la explicación causal. El análisis de estas dos condiciones y su posible realización constituyen las líneas directrices de la metodología weberiana. Este análisis lo realiza primero en el ensayo La objetividad cognoscitiva de la ciencia social y de la política social, y posteriormente en Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de la cultura. El análisis de la primera condición es realizado con referencia a la distinción entre juicio de valor y relación de valor. Con el fin de que la investigación sea objetiva no han de formarse juicios de valor. La investigación se mueve en la existencia de hecho y no en la validez universal de los valores. Es decir, las ciencias disciernen lo que es, pero no lo que debe ser. “Una ciencia empírica no puede enseñar a nadie qué debe hacer sino únicamente qué puede hacer y, en ciertas circunstancias, qué quiere”32. De este modo, se establece la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor que tan bien han asimilado las ciencias sociales, llegando a penetrar en la conducta de los individuos. El fuerte matiz relativista que conlleva ese proceder tiene su origen en el análisis de esta primera condición. La relación de valor no pasa de ser una selección, pues los criterios que rigen la selección de entre una multiplicidad de datos no son universales y necesarios33 sino, a su vez, el fruto de una selección. Afirma Weber que “extraer una decisión de aquella ponderación –se refiere al papel de la crítica técnica en cuanto se sopesan entre sí fines y consecuencias de la acción– no constituye ya una tarea posible para la ciencia; es propia del hombre que quiere: este sopesa los valores en cuestión, y elige entre ellos, de acuerdo con su propia conciencia y su cosmovisión personal. La ciencia puede proporcionarle la conciencia de que toda acción implica una toma de posición en cuanto a determinados valores y por regla general en contra de otros. Pero practicar la selección es asunto suyo”34. Lo característico de la metodología weberiana es que la selección recae no sólo sobre los datos empíricos, sino sobre los criterios de valoración; es decir, «una cosmovisión de 32 Weber, M., “La objetividad cognoscitiva de la ciencia social y de la política social”, en Ensayos sobre metodología sociológica, p. 44. 33 “es imposible deducir de manera unívoca contenidos de cultura que sean obligatorios, y por cierto tanto menos cuanto más abarcadores sean los contenidos en cuestión”, Weber, M., ibid. p. 46. 34 Weber, M., ibid. p. 42. 9 valores culturales». De este modo la relación con los valores pasa a designar la particular dirección del interés cognoscitivo que mueve la investigación. La pretensión weberiana se centra en encontrar un marco conceptual teórico válido para cualquier momento y circunstancia, teniendo en cuenta las variaciones que el desarrollo histórico va proporcionando a la investigación científica35. El análisis de la segunda condición, viene determinado por la forma en que es entendida la primera. Dado que la explicación se restringe a una serie limitada de elementos, determinada en cada caso sobre la base de cierto punto de vista –la referencia a valores–, también existe una selección. El problema que se plantea es el de establecer qué determinadas relaciones causa-efecto explican claramente el fenómeno. La solución a esta cuestión pasa por la construcción de un proceso hipotético –diverso del proceso real por la exclusión preliminar de uno o de varios elementos– y la posterior comparación entre el proceso real y el proceso hipotéticamente construido. De este modo, si la exclusión de esos elementos conduce a la construcción de un proceso posible, habrá de inferirse su mayor o menor importancia causal en el proceso. La comparación entre el proceso hipotéticamente construido y el real, permiten establecer la importancia causal de dicho elemento con relación al fenómeno que pretende ser explicado. Pero nos encontramos que no son todas las causas del acontecimiento, sino las condiciones individualizadas que han sido previamente seleccionadas de acuerdo con la relación de valor que establece una directriz en la investigación. A su vez, el nexo de causalidad admite diversos grados, en función de la relación que esos elementos eliminados guardan con la proposición hipotética, que van desde la causación adecuada, es decir que es imprescindible en el conjunto de sus condiciones, a la causación accidental, es decir que su presencia o ausencia resultan indiferentes. Así se produce en la metodología weberiana el abandono del método clásico causal por el condicional. Para Weber la tarea central de la metodología es la reducción de fenómenos complejos a fenómenos simples. El criterio de unidad con el que se aborda la temática radica en el modelo. Consecuentemente Weber acentuará el análisis y la deducción en detrimento de la deliberación. Este modo de percibir la realidad social, a través de los tipos ideales, permite incidir en lo que anteriormente ya se había hecho notar: el problema que se suscita en la resolución de la complejidad de la realidad social es de tipo metodológico. Analizada la formación de los tipos ideales y su fundamento, nos centraremos en el siguiente epígrafe en el modo en el que el procedimiento metodológico permite enfrentarse con la comprensión de la sociedad. 6. Los tipos ideales y la comprensión social La pretensión weberiana es aunar dos conceptos –comprensión y explicación- como elementos esenciales de la sociología que trata de elaborar. Precisamente en Economía y Sociedad36 se recoge este intento weberiano. El punto de partida será hacer ver que la conducta pertinentemente sociológica es la acción social. De este modo, la comprensión del sentido de la conducta se convierte en una determinada relación social. 35 “En efecto, es y seguirá siendo cierto que una demostración científica metódicamente correcta en el ámbito de las ciencias sociales, si pretende haber alcanzado su fin, tiene que ser reconocida también como correcta por un chino”, Weber, M., ibid. p. 47. 36 Cfr. Weber, M. Economía y Sociedad, Fondo de Cultura Económica, México, 1944. 10 La sociología comprensiva se centra en la elaboración de tipos-ideales de conducta; dicho de otro modo, son formas de acción social que pueden ser discernidas en el comportamiento de los individuos. En la sociología comprensiva, “su objeto específico no lo constituye para nosotros un tipo cualquiera de estado interno o de comportamiento externo, sino la acción. Pero acción significa siempre, para nosotros, un comportamiento comprensible en relación con objetos, esto es, un comportamiento especificado por un sentido (subjetivo) poseído o mentado, no importa si de manera más o menos inadvertida”37. Centrémonos en el modo en que Weber lleva a cabo la pretensión y la tarea propia de la sociología. Fijémonos en el procedimiento weberiano para la comprensión de la sociedad. Distingue claramente Weber dos aspectos en la acción social: uno, interno, que constituye el plano de lo intencional y significativo; otro, externo, que manifiesta el proceso causal en el que se traduce la conducta humana. En virtud de esta distinción, los tres términos decisivos que hay que tener presentes son: comprensión (verstehen), es decir, el modo en el que se aprenden los significados de la acción social; interpretación (deuten), la posibilidad de organizar en conceptos el sentido subjetivo; explicación (elklären), es decir, el modo en que se destacan, lo que hace posible aprender los procesos causales, las regularidades de las formas de conducta social38. El punto fundamental de la metodología weberiana, que destaca Sahay, es que el análisis sociológico está en función de valores, individualidad y comprensión, y las cuatro formas del tipo ideal son los distintos medios de relacionar estos principios metodológicos, cada uno dependiente del tipo particular de material39. El procedimiento de Weber consiste en: Clarificar el valor inherente al proceso de acción por el significado o el sentido de la acción a ser analizada. La significación puede ser personal, psicológica, social o histórica, lo que se revelará por la interpretación de la acción que está dada por el actor o el participante. El segundo paso en la explicación sociológica de Weber es la construcción de la norma típico-ideal de comparación, con la cual la interpretación dada se compara, a fin de permitir que se atribuya una causa a los hechos correlacionados de la interpretación, ya sea interna o externamente. El tercer paso del análisis típico-ideal es la generalización a partir de tales atribuciones causales individuales. El paso final ha de ser totalmente, por lógica, la abstracción, que permite que se hagan predicciones condicionales sobre el cambio social. Este procedimiento es clave para la comprensión del marco en el que se van a desarrollar las ciencias sociales. La importancia de la sociología comprensiva weberiana no radica únicamente en el hecho de haber desarrollado una nueva teoría sobre el método en la investigación de las ciencias histórico-sociales; tampoco está en el modo que las diversas ciencias han de relacionarse entre sí; ni en el carácter autónomo que adquieren las diversas ciencias 37 Weber, M. “Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva”, en Ensayos sobre metodología sociológica, p. 177. 38 Aron, R., Las etapas del pensamiento sociológico. Durkheim-Pareto-Weber, Siglo Veinte, Buenos Aires, 1992, p. 286. 39 Cfr. Sahay, A., “La importancia de la metodología de Weber en la explicación sociológica”, en Max Weber y la sociología moderna, Paidos, Buenos Aires, 1974. 11 sociales. El planteamiento weberiano conlleva una ruptura entre la reflexión acerca del método y una teoría de los valores. Desde el momento en que la metodología weberiana se constituye como autónoma, excluye del discurso los valores y la relación entre los hombres y los valores. No niega los valores, pero evita darles una consideración científica. No cabe un tratamiento científico de los valores, como consecuencia de la negación de su carácter incondicionado. Se enfrenta Weber a una cuestión no fácil de solucionar: el modo en el que el hombre se relaciona con los valores, entendidos estos como una cosmovisión, una vez que han perdido su carácter absoluto. Es preciso determinar el significado que pudiera atribuirse a los valores en función de una selección. Vaya por delante que en Weber “los valores no están dados ni en lo sensible ni en lo trascendente. Son creados por decisiones humanas cuya naturaleza difiere de la que es propia de las actividades mediante las cuales el espíritu aprehende lo real y elabora la verdad. Es posible, y ciertos filósofos neokantianos lo han afirmado, que la verdad misma sea un valor. Pero en Max Weber hay una diferencia fundamental entre el orden de la ciencia y el orden de los valores. La esencia del primero es la sumisión de la conciencia a los hechos y a las pruebas, y la esencia del segundo la libre decisión y la libre afirmación. Nadie puede ser obligado mediante una demostración a reconocer un valor al que no adhiere”40. Para llevar a cabo esta tarea, Weber reexamina la distinción realizada entre investigación objetiva de las ciencias histórico-sociales y los juicios de valor. La solución que adopta es muy similar a la ya realizada en su ensayo La objetividad cognoscitiva de la ciencia social y de la política social. Sin embargo, el problema que se plantea tiene aún más enjundia: ¿tienen algo que decir las ciencias histórico-sociales respecto de los valores? Respecto a esta cuestión, es preciso señalar que, para Weber, las ciencias histórico-sociales no pueden pronunciarse acerca de la validez normativa de los valores, pero pueden establecer su existencia empírica y elucidar las condiciones y las consecuencias de su realización. Puesto que poner en acto cierto valor como fin implica cierto costo, es decir, el empleo de determinados medios y la aparición de ciertas consecuencias, una crítica técnica de los valores podrá establecer la coherencia de los medios con relación al fin, y la relación de este con las otras consecuencias. No niega Weber, por tanto, una crítica a los valores desde un plano empírico. Ahora bien, esa crítica no se hace respecto a los fines, sino a los medios, es decir a las condiciones de realización del valor adoptado como fin. No prejuzga la validez de un valor u otro, sino que establece que determinados medios son más apropiados que otros para el logro de determinados fines y la realización de cierto valor, es decir, la posibilidad o imposibilidad de la realización del valor seleccionado como tal. De este modo, Weber pone de manifiesto que la multiplicidad de los valores y la selección de los mismos es la que acaba por discernir el punto de vista desde el cual se va a efectuar la investigación. Pues bien, si en la orientación de la investigación tiene lugar una selección y elección de valores, a la hora de llevar a cabo determinadas conductas también tiene lugar ese proceso electivo de valores heterogéneos. La realización de una acción implica tomar postura frente a los valores, lo que conlleva al mismo tiempo su aceptación y el rechazo de otros valores incompatibles con ellos. De este modo, al tratar del carácter contingente de los valores en Weber, la relación necesaria entre el mundo de los valores trascendentes, estructurado de manera sistemática, y la acción humana, que no puede sino reconocer su carácter absoluto, es reemplazada por la relación entre criterios normativos que valen por su posibilidad de ser 40 Aron, R. Las etapas del pensamiento sociológico II, p. 269. 12 realizados y la acción humana que los constituye en su validez mediante la elección que efectúa. Lo que se pone de manifiesto es la posibilidad de tomar posición frente a los valores mediante una elección. “El problema de la elección de los valores nos introduce en la ética de la convicción (Gesinnungsethik). La moral de la convicción incita a cada uno de nosotros a actuar de acuerdo con sus sentimientos, sin referencia explícita o implícita a las consecuencias”41. Dicha posibilidad es lo que caracteriza la situación del hombre frente al mundo. Y esa situación es tomada como un dato por lo que la consistencia social, excluidos los juicios de valor, será lo que el modelo, en cada caso, pueda proporcionarnos. En el caso de las ciencias histórico-sociales, esta toma de posición, sobreviene de la adopción de determinados valores, mediante una elección a través de un juicio de valor, como criterios rectores de la investigación, delimitando así su campo de actuación. En el caso de la ciencia natural, que excluye por su estructura lógica las relaciones de valor, se realiza haciendo consciente al individuo de las relaciones medios-fines que son intrínsecos a su elaboración técnica; es decir, de hacer consciente al individuo de la validez de los medios en orden al logro del fin pretendido. En el caso de la acción humana, que asume las relaciones de valor, esa toma de posición se efectúa mediante la defensa de unos valores respecto de otros, bien sea desde una ética de la responsabilidad o desde una ética de la convicción. 7. Algunas consideraciones a la cuestión de los tipos Al margen de la genialidad weberiana, conviene hacer notar una dificultad que entraña este proceder. Si bien es cierto que la generalización que conllevan los tipos ideales ayuda enormemente a la comprensión de múltiples fenómenos sociales, no es menos cierto que el reduccionismo que supone la generalización no asume las individualidades de cada tipo de persona. Que cada persona sea un tipo y las relaciones se establezcan sobre tipos, no excluye que la persona no se reduzca a un determinado tipo. A diferencia del proceder weberiano, habría que decir que la persona es irreductible a los tipos gracias a los hábitos que le permiten destipificarse y seguir creciendo. Esto, en el caso de la familia, es de suma importancia. La familia es el ejemplo manifiesto de un ámbito que se desenvuelve según los tipos individuales que la componen, pero a los que no se reducen los miembros que la constituyen. Y esto porque la familia no es un tipo, sino que recoge las individualidades de cada tipo que lo constituye. Que la familia no sea un tipo quiere decir que el discurso funcionalista no es el más adecuado para comprender la realidad familiar, lo que no excluye la funcionalidad dentro de la familia, pero no en su génesis. Sin embargo, esto es lo que generalmente ocurre en los diversos discursos sociológicos sobre la familia cuando se la considera exclusivamente desde la sociedad. Que la sociología puede aportar y aporta mucho a la familia está fuera de toda duda. Pero no cabe duda que la consideración de la familia desde la sociedad, como anterioridad dada, empobrece y distorsiona su propia naturaleza. Desde una consideración meramente social de la familia, ¿cómo cabe sostener –como se sostiene porque la realidad lo manifiesta- que la familia es la célula básica de la sociedad? Baste que acudamos a un ejemplo suficientemente estudiado por sus repercusiones sociales: el paro que se registra en una sociedad. ¿Puede un gobierno sostener una tasa de paro del 20%, como ha tenido lugar hace unos años en España, si detrás no está la 41 Aron, R. Las etapas del pensamiento sociológico II, p. 274. 13 familia? Cualquier entendido en la materia se dará cuenta de que sin la familia, eso supone la quiebra institucional. Pero algo semejante ocurre con la productividad de un país. Si todos se dedicasen a trabajar y no hubiese una institución familiar que le respaldase, ¿realmente se podría llegar a los estándares de productividad que se exigen? Indudablemente no. La sociedad no me resuelve los problemas que la familia aborda. De ahí que una acción inteligente del gobernante, aunque sea por interés, radique en la protección familiar como núcleo básico de la sociedad, al margen de una consideración funcional. La realidad de aquellos países en los que la familia ha sido desprotegida han reclamado para esa institución una protección por lo que conlleva de desintegración social su desamparo. Pues bien, de acuerdo con lo señalado, habría que decir que no es suficiente un concepto de persona en sentido general –como sostienen los autores tratados- porque el ser personal en su radicalidad última, entendido como apertura, se abre a lo universal no a lo general. “Lo general es lo común a un género; y todo género tiene sustancia lógica, aunque no desligada de lo real concreto. Lo universal, como indica el propio término en su etimología, es la unidad que se realiza en la diversidad de la realidad (unum in diversis).”42. Y ¿qué ámbito recoge mejor esa apertura a lo universal que la familia? Mas bien habría que decir que la sociedad imita, en la medida que puede hacerlo, esa convivencia familiar y toma de ella múltiples aspectos que la benefician. Ésa es al menos la actitud que parece desprenderse ante el enfoque de múltiples fenómenos sociales nuevos. ¿Qué ocurre con la imigración? Considerar a una persona inmigrante es una forma de establecer una tipología en sentido general. ¿Cuál es la actitud de un gobierno y sobre todo de la ciudadanía ante esta nueva situación? Recalcar que un inmigrante es ante todo una persona y puede destipificarse convirtiéndose en un ciudadano más del país de acogida. Este esfuerzo por destipificar a las personas enriquece culturamente a un pueblo, a una nación. No se trata de establecer una nueva conciencia colectiva, sino de dar prioridad a la persona por encima de su tipificación. La realidad familiar desborda la conciencia colectiva, y la solidaridad que está detrás de esa destipificación es todo lo contrario a una conciencia colectiva, pues se apoya en el principio de no acepción de personas y, por consiguiente, se resalta su carácter de filiación por encima de la afiliación. Obviamente esto puede plantear problemas organizativos a una sociedad, pero su problematicidad exige abordarlos en la dirección marcada. Una familia peruana, ecuatoriana, marroquí o española tienen de común –unum- que son familia y tienen de diverso –in diversis- su procedencia geográfica y su cultura originaria. Esta diversa consideración de los tipos sí que facilita el diálogo social y el desarrollo de una sociedad. Sin esta consideración de los tipos, la consistencia social se torna problemática porque la convivencia social es un problema intrínsecamente ético y exclusivamente humano43. La razón de que sea exclusivamente humano estriba en que “el ser personal ni está finalizado por su especie biológica, ni la agota, por lo que existen otras muchas personas de la misma especie”44. El problema exclusivamente humano “estriba en la relación con sus semejantes”45. 42 Rodríguez, A., y Altarejos, F., “Identidad, coexistencia y familia”, Estudios sobre educación, Universidad de Navarra, 2004, nº 6, pp. 108-109. 43 Polo, L. Ética, pp. 72 y 78. 44 Mugica, F. “Introducción”, Existencia cristiana, p. 45. 45 Mugica, F. “Introducción”, Existencia cristiana, p. 45. 14 ¿Por qué es problemática esa relación con sus semejantes? Precisamente por “el reconocimiento del carácter personal de los demás (…) porque efectivamente eso es lo que le ocurre a una persona que no agota su especie: se encuentra conviviendo con otras personas de la misma especie (…) y dado que no estamos finalizados por ella, estamos en relación comunicativa con otros que también la tienen, lo cual es la sociedad humana”46. ¿Dónde radica la problematicidad del acto de reconocimiento? En darse cuenta de que, “el problema social tiene que ver con la consideración del otro como prójimo”47. Y esto es clave para poder entender la familia y las relaciones familiares. El problema social se agudiza cuando las diversas tipificaciones nos llevan a advertir que el prójimo –el inmigrante al que hacíamos alusión- no es tan persona como nosotros. Esto es posible por la objetivación que conllevan las tipificaciones –en el sentido weberiano- y, consiguientemente, la reducción de la persona a un reconocimiento parcial, que supone la tipificación. Un ejemplo puede ilustrar lo que se quiere decir: “el hombre es sapiens. Si trata al otro como si no lo fuera, es decir, si no reconoce su carácter personal, lo reduce a habilis, a animal. La esclavitud es la consideración puramente instrumental de un ser humano, basada en la negación de su carácter personal”48. La apelación a la noción de prójimo refuerza la consistencia social y familiar, evitando cualquier tipo de reduccionismo que conlleva la objetivación de los tipos. Ese reforzamiento a través de la noción de prójimo sólo es posible mediante las disposiciones interiores que permiten reconocer al prójimo en cualquier semejante. Y esa disposición procede de las virtudes. Pero entonces, las disposiciones interiores resaltan que la comprensión de la sociedad sólo es posible desde la subjetividad. Pero no de cualquier subjetividad –una “cosmovisión cultural de valores”, en términos weberianos- sino de la interioridad ética de la subjetividad que se presenta como “la condición fundamental”49 de la consistencia social. Esta condición resalta, a diferencia de Weber, el carácter anti-objetivista de la compresión sistémica de la sociedad. 8. Los tipos sociales y la familia “Sea considerado como sujeto o como persona –ésta no es sino la ampliación trascendental de aquél–, la consistencia de la familia resulta intrínsecamente compleja, y como tal debe ser abordada en su estudio”50. Y ese es precisamente el objetivo de los tipos: empezar a afrontar la complejidad humana. Sin embargo, la propuesta weberiana, por su carácter cognitivista, conlleva, como ya se hiciera notar, una reducción de los tipos humanos a los tipos sociales. Dicha reducción consiste precisamente en el carácter generalizante de los tipos sociales que no tienen en cuenta todos los aspectos o dimensiones del tipo individual. “Por eso, las soluciones organizativas sociales fundadas en la noción de tipo, precisamente porque son generales no consiguen un acuerdo entre los tipos humanos tomados en su sentido más propio ya que cada ser humano es un tipo”51 y, habría que añadir, no se reduce al tipo que representa sino que lo trasciende. 46 Polo, L. Ética, p. 73. 47 Polo, L. Ética, p. 78. 48 Polo, L. Ética, p. 79. 49 Polo, L. Quién es el hombre, p. 126. 50 Altarejos, F., Martínez, M., Buxarrais, Mª R. y Bernal, Familia, valores y educación, p. 11 51 Polo, L. Conocimiento del hombre desde una epagogé sistémica: los tipos humanos, pro manuscrito, p. 5. 15 La generalización de los tipos, desde una perspectiva exclusivamente sociológica, corre el peligro de desnaturalizar las organizaciones sociales precisamente en su afán de encontrar en el tipo la solución a las diversas formas organizativas. En dichas soluciones la diversidad queda subsumida en la generalidad, por la complejidad que conlleva afrontar las relaciones que se establecen cuando se observa que cada persona es un tipo. Respecto a la familia, la generalización de los tipos conlleva, cada vez en más casos y, consiguientemente, adoptando una forma de legitimación social y jurídica, la pérdida de la primera distinción que se observa en los tipos: ser hombre o ser mujer. La asimilación de uno a otro supone una masificación, generalización propia de los tipos sociales, porque no tiene ningún sentido querer o ser de otro tipo cuando se es de uno. Detrás de esta intención está la cuestión de la suplantación de la naturaleza por la cultura, mucho más fácilmente manejable por la metodología que sustenta la construcción de los diversos tipos, tal y como se ha mostrado. De este modo se logra la simplicidad buscada por los tipos, cuando el criterio de unidad es el modelo y no la persona, con el riesgo que señala Morin: “tomemos como ejemplo al hombre. El hombre es un ser evidentemente biológico. Es al mismo tiempo un ser cultural, meta-biológico y que vive en un universo de lenguaje, de ideas y de conciencia. Pero a esas dos realidades, la biológica y la cultural, el paradigma de simplificación nos obliga ya sea a desunirlas, ya sea a reducir la más compleja a la menos compleja”52. Ser varón o ser mujer corresponde a una diferencia tipológica que va mucho más allá de ser individuos de una misma especie: ser macho o ser hembra. Los tipos como cauce de manifestación derivan y se corresponden con la persona, aunque los tipos se den en un nivel inferior a ese carácter personal. Cuando alguien decide casarse no lo hace con una hembra o un macho, lo hace con fulanita o fulanito en cuanto que son personas y la advertencia de la diversidad tipológica facilita precisamente esa unión. La advertencia de que la unión va más allá de ser individuos de una misma especie, se aprecia precisamente en el carácter estable y permanente que tiene esa unión, a diferencia de la que se puede observar en los animales que no superan el umbral de la especie y su unión puntual es precisamente en cuanto que son machos o hembras. Aún existiendo diversidad tipológica en los animales, dicha diversidad no supera el umbral de la especie a la que pertenecen. La ausencia de carácter personal confiere a esa diferencia tipológica un carácter más determinista en la acción. Dicha ausencia de carácter personal impide que en la especie animal se pueda ser o querer de otro tipo distinto al que se es. No conviene olvidar que los tipos, visto desde la persona, son modos de manifestación. Y así, “el hombre no se manifiesta de una manera uniforme, sino que se manifiesta según los tipos y la manifestación de los tipos es ante todo personal, de manera que generalizar es una pérdida de caracteres típicos”53. Decir de alguien que es una mujer o un hombre y con eso ya está todo dicho es una generalización. Lo que se es, es una persona femenina o masculina. Ni lo femenino ni lo masculino agota la tipificidad, porque cada mujer tiene unos rasgos que son suyos y exclusivamente suyos que le hacen ser distinta a otra mujer, como ocurre en el caso del hombre. Ni el hombre ni la mujer agotan cada uno su propia especie. Tener en cuenta esta apreciación es clave para dar cauce a los diversos modos en los que un hombre o una mujer pueden manifestarse. Esta diversidad, tanto referida a la tipología que conecta con el carácter personal, como al 52 Morin, E. Introducción al pensamiento complejo. Gedisa, Barcelona 1997, p. 89. 53 Polo, L. Conocimiento del hombre desde una epagogé sistémica: los tipos humanos, pro manuscrito, p. 5. 16 hecho de que también existe diversidad en una misma tipología –ser mujer, ser hombrepor la conexión con el carácter personal, es precisamente lo que enriquece y da sentido a la convivencia familiar, enriqueciendo a su vez la convivencia social. Desde una perspectiva lógica, la diversidad tipológica a la que nos estamos refiriendo tiene que ver con un tipo de oposición que con frecuencia no se tiene muy presente. Nos referimos a la oposición relativa en la que distinguiéndose intelectual y realmente los extremos, no es menos cierto que ambos se complementan realmente54; oponiéndose netamente –ser mujer, ser hombre-, no por ello están en conflicto por la mutua necesidad e interdependencia. Esta íntima interdependencia de los tipos no puede llegar a apreciarse en la tipología social por su carácter generalizante. Exigir a la sociología que considere dentro de la tipología los diversos tipos individuales es exceder su propio método como ya ha quedado de manifiesto. Sólo cuando esos tipos están conectados con el carácter personal es cuando realmente podemos avanzar en la comprensión de la tipología y el enriquecimiento que conllevan las manisfestaciones humanas para el ámbito social. No cabe duda de que las diversas tipificaciones y las relaciones típicas que surgen de esas tipificaciones han sufrido cambios a lo largo de la historia. Ciertamente se han dado abusos y un mayor y mejor conocimiento de las personas ha posibilitado superar ciertas tipologías que empobrecen a las personas y a la sociedad. Un ejemplo claro lo tenemos en el esclavo. Ha sido ésta una tipología socialmente admitida durante muchos siglos. Cabía la posibilidad de considerar que existían personas libres y personas esclavas. La primacía de la dignidad humana y, consiguientemente, la conexión de los tipos al carácter personal hace ver que dicha tipología no obedece más que a un constructo social que poco o nada se corresponde con la realidad de la persona. De modo similar ha ocurrido con el tratamiento de la mujer en la familia. Reducida la persona a su tipo, la consideración familiar se ha quedado en una mera exposición funcional. La función parecía ser determinante de acuerdo con el tipo que se representaba y la relación familiar que se establecía. Esto ha conducido, entre otras cosas, a entender la institución familiar como un clan, no considerando a la familia una institución central y nuclear. “La mujer ante todo pertenece a un clan y el hombre a otro. Los clanes tienden a evitar la endogamia, la prohibición del incesto. El incesto se entiende cuando la organización se tipifica según clanes y se suele extender, es decir, no se trata ya de no casarse entre hermanos ni entre primos, sino que los clanes se corresponden con una concepción de la institución familiar que prohibe las relaciones que no sean de clan. Por tanto, el matrimonio es una relación extra clan, se casan las mujeres de un clan con los hombres de otro clan. Pero como la pertenencia al clan subsiste, puede ser más fuerte que la institución familiar y cuando se rompe significa que la mujer vuelve a ser miembro de ese clan. Pero como la pertenencia al clan subsiste, puede ser más fuerte que la institución familiar y cuando se rompe significa que la mujer vuelve a ser miembro de ese clan. La familia es lo que se suele llamar la gran familia”55. En cambio la institución familiar, nuclearmente considerada, destruye esa idea de clan que no deja de ser una tipificación. Desde la perspectiva que se está abordando la familia –los tipos- la institución familiar es una coordinación de tipos masculino y femenino de acuerdo con la individualidad. La familia monógama es quien recoge de la mejor forma los tipos humanos pues son el tipo de ella y de él, no los tipos sociales según el clan, quienes se vinculan. Lo típico no es tipificarse según un clan, sino ser cada uno su tipo. 54 Cfr. Sanguineti, J.J., Lógica, Eunsa, 5ª ed. Pamplona 2000, pp. 79-81. 55 Polo, L. Conocimiento del hombre desde una epagogé sistémica: los tipos humanos, pro manuscrito, p. 6. 17 De ahí que la relación familiar sea una relación de tipos humanos con sus individualidades y no meramente una relación sexual. Relacionarse con el tipo humano es poder entender esa relación amorosa, desde la perspectiva que da la aceptación y donación que conlleva toda relación y que precisa del concurso de las personas, no de los integrantes de un clan. Así la familia constituye una nueva célula, que apoyada en la individualidad de cada quien, contribuye de la mejor forma a la humanización de los tipos sociales. La adecuada coordinación de los tipos humanos en la institución familiar contribuye netamente a la mejor coordinación de los diversos tipos sociales. En la institución familiar el respeto al propio tipo y al tipo del otro es clave en la coordinación. Pero entonces no cabe una generalización, como se ha visto en la propuesta weberiana. La riqueza de la institución familiar radica precisamente en tener en cuenta todos los aspectos del tipo o todas las dimensiones del tipo individual. Hablar entonces de modelos de familia o de familias, es una vuelta a la consideración de clan. Una forma de tipificación social que subsume a la institución familiar y, como se ha tratado de mostrar, la familia supera la noción de clan. 9. Conclusión La convivencia social es encauzada según diversas formalidades que son los tipos. Si efectivamente la sociedad es el cauce y conexión de las diversas tipificaciones no se puede esquivar. En este sentido la acción humana existe como acción social o no existe. De este modo, para Weber la acción social se identifica con los tipos. Esto nos pone sobre la pista de una cuestión importante: el problema social se agudiza cuando las diversas tipificaciones nos llevan a suponer que el prójimo no es tan persona como nosotros. Esto es posible por la objetivación que conllevan las tipificaciones y, consiguientemente, la reducción de la persona a un reconocimiento parcial, que supone la tipificación. Esta perspectiva objetivista dificulta el tratamiento de la relaciones personales que se dan en el seno de la familia y serán objeto de tratamiento en otro capítulo. Dar primacía a la persona y entender que la acción no es autofundante facilita la consideración de los tipos y las relaciones entre los tipos –por el carácter antiobjetivista de la familia y de la sociedad-, suscitando la posibilidad de entender a la familia como un ámbito de crecimiento personal y mejorando desde la familia la consistencia social. 18