Con la mirada fija en la misericordia

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Con la mirada fija en la misericordia
Queridos diocesanos:
Andamos a mitad del camino cuaresmal preparándonos para la gran fiesta
de Pascua, un camino en el que hemos de experimentar de modo especial la
misericordia de Dios. Tanto el camino cuaresmal como el Año Jubilar de la
misericordia –exhorta el Papa- forman parte de esos «momentos en los que de
un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la
misericordia para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del
Padre» (El rostro de la misericordia 3). Fijemos nuestra mirada en la
misericordia de Dios, dirigida también a la miseria del hermano. Así podremos
ser signos eficaces del obrar del Padre. Necesitamos levantar la mirada y acudir
a Dios para que él nos inspire.
Este tiempo de cuaresma es oportuno para que los creyentes, movidos por
la misericordia de Dios, nos convirtamos en servidores de los pobres. La Iglesia
nos invita a todos los cristianos, fieles y comunidades, a mostrarnos solidarios
con las personas necesitadas y a perseverar sin desmayo en la tarea ya
emprendida de ayudarles y acompañarles. La Iglesia ha sido desde su
nacimiento una comunidad que ha vivido el amor. En ella se ha amado y servido
a todos, especialmente a los más pobres a quienes ya los Santos Padres
consideraban el tesoro de la Iglesia. En la reciente instrucción pastoral de los
obispos españoles “Iglesia, servidora de los pobres”, encontramos una serie de
propuestas esperanzadoras que nacen desde la fe. Os invito a reflexionar sobre
ellas y acogerlas en esta cuaresma:
Promover una actitud de cambio del corazón. Si queremos ser hoy buena
noticia para los pobres y hacerles presente el Evangelio del amor compasivo y
misericordioso de Dios, tenemos que ponernos en actitud de conversión. Es
necesario. Y esta llamada a cambiar nos afecta a todos, personas e instituciones.
Cultivar una espiritualidad que sostenga nuestro compromiso social.
Nuestras instituciones de caridad y de compromiso social, como Cáritas y
Manos Unidas, otras asociaciones eclesiales, y nosotros mismos estamos
llamados a vivir una profunda espiritualidad, que hunda sus raíces en la entraña
de nuestro Dios, una espiritualidad encarnada y de ojos y oídos abiertos a los
pobres, una espiritualidad de la ternura y de la gracia, una espiritualidad
transformadora, pascual y eucarística.
Apoyarnos en la fuerza transformadora de la evangelización. La Iglesia
nos llama a un compromiso social que transforme las personas y las causas de
las pobrezas, que denuncie la injusticia, que alivie el dolor y el sufrimiento y sea
capaz también de ofrecer propuestas concretas que ayuden a poner en práctica el
mensaje renovador del Evangelio.
Defender la vida y la familia como bienes sociales. La familia ha sido la
gran valedora social en estos años de crisis. ¡Cuántos han podido subsistir ante
la crisis gracias al apoyo moral, afectivo y económico de la familia! Nos
preocupa la sociedad demográficamente envejecida, a la vez que empobrecida
en el orden moral, y cada vez más limitada para mantener determinados
servicios sociales. También son injustas las desigualdades que sufren las
mujeres en el ámbito familiar, laboral y social.
Fomentar una economía inclusiva y de comunión. Los obispos decimos
no a la economía de la exclusión, que olvida a tantas personas, que no se
interesa por los que menos tienen; no a la cultura del “descarte” de los ancianos,
de los niños, de los pobres; no a la indiferencia globalizada, que nos lleva a
perder la capacidad de sentir y sufrir con el otro.
Queridos amigos, la caridad es una dimensión esencial, constitutiva, de
nuestra vida cristiana y eclesial, que compete a cada uno en particular y a toda la
comunidad. Que ésta sea nuestra tarea cuaresmal. Mantengamos fijos los ojos en
la misericordia de Dios, para ser capaces de contemplar con amor y asistir con
diligencia la necesidad y la miseria del hermano.
Con mi bendición y afecto.
+ Jesús, Obispo de Ávila
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