Congreso Roma Metaf`sica / 5 - 8 de septiembre de 2000/ Javier

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El principio genético de relación de Fernando Rielo,
piedra maestra del nuevo quehacer metafísico
Javier Rico Aldave
I/ Preliminares: Quo vadis, metaphysica?
¿Cabe hoy preguntarse, en el alba de este nuevo milenio, sobre el paradero de la
metafísica, la vieja disciplina del saber humano que subió al trono de la razón humana ya en la
antigua Grecia y que se llamó a sí misma o más bien la llamaron ”philosophia perennis”, por
no decir inmortal? Lo cierto es que con el exordio de las ciencias experimentales en la época
moderna entró en crisis, de tal manera que la mayoría de los científicos han firmado sin más
ambages su acta de defunción y poco a poco ha quedado arrinconada en los estantes
polvorientos de nuestras bibliotecas pœblicas.
¿Delenda est metaphysica, o quizás llamada a renacer como la ”avis phoenix” de la
antigua mitología griega?
Y yendo a otro campo de preguntas: ¿Es que no podremos salvar a la metafísica
descubriendo quizás desde concretos textos evangélicos que existe una metafísica típicamente
cristiana, y más que cristiana, propia de la razón humana? Lo que hay que reconocer que la
metafísica cristiana ha vivido hasta el presente como si fuese una filosofía prestada. En efecto,
desde el alborear del ser, cantado por los autores presocráticos, escudriñadas y fragmentadas
sus entrañas por los colosales filósofos Platón y Aristóteles, todo este patrimonio universal del
saber filosófico fue apresado por los autores de la escolástica de la baja edad media (Alcuino,
S. Anselmo y muchos otros) llegando cándidamente, como agua cristalina y pura, al pozo
intelectual sin fondo de Aquinate.
Este sabio y santo dominico aprovechó el momento maravillosamente para verter en
moldes cristianos toda una concepción del ser paganizante prestada, venida principalmente
del Estagirita y construyendo, cual verdadera catedral gótica, un sistema esplendoroso tomista,
cuyos contrafuertes intelectuales apoyaban magistralmente todo el depósito revelado de la
iglesia católica.
Pero aun reconociendo el valor inmenso de la filosofía tomista, no podemos dejar de
preguntarnos una vez más: ¿No existe en el evangelio trazos claros, verdades anunciadas por
Cristo, indicadoras ciertamente de lo que encierra como origen y estructura del pensar humano
a nivel de metafísica?
Mi modesta contribución científica quisiera demostrar en parte que nos encontramos
en un momento histórico importante para cimentar juntos una seria singladura en el campo de
la metafísica como ciencia.
Todo el esfuerzo intelectual como filósofo del pensador español, Fernando Rielo va
encaminado a mostrar con claridad que la metafísica tiene que descubrir sus propias raíces
desde el evangelio y con ellas el desarrollo de las ciencias. Es lo que este autor, creador de la
”Escuela Idente” se propone hacer con el denominado ”Principio genético de relación”. Toda
una vida dedicada a mostrar cómo la metafísica no hay más que una, y cómo su concepto de
ser + rompe la concepción del ”ser es ser”; esto es de un ser identitático e indeterminado,
resultado de un seudoprincipio de identidad
II/ El principio genético de relación: Más que una hipótesis de trabajo, un dato revelado
propuesto a la razón humana.
II.a ¿En qué consiste el ”principio genético de relación?
La historia de la filosofía pone de manifiesto que en el devenir histórico del
pensamiento humano se han dado importantes corrientes de pensamiento tales como el
idealismo, racionalismo, pragmatismo, historicismo, evolucionismo, existencialismo al frente
de los cuales han descollado autores importantes: Platón, Aristóteles, Santo Tomás, S.
Buenaventura, Bacon, Descartes, Fichte, Hegel; y en el transcurrido siglo renombrados
filósofos como Sastre, Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, Ricoeur, Gadamer, Habermas, KŸlpe,
Tugendhat, Poppe, Wittgenstein y otros muchos. Estos autores han pretendido convertirse en
centinelas del ser en función de su propio sistema de pensamiento. De esta forma vemos que
cada escuela de pensamiento autocrea su propia metafísica al servicio de la idea que el filósofo
han construido de antemano en su mente. En el fondo se da en toda corriente de pensamiento
filosófico un apriorismo trascendental en función del requerido sistema de pensamiento,
viendo en ello la fundamentación œltima del ser.
Ahora bien, cuando afirmamos que ”el principio genético de relación” es un dato
revelado propuesto a la razón humano, estamos sosteniendo que ”metafísica como concepción
del ser no hay más que una”1 y que es anterior e independiente a todo sistema filosófico. La
elevación a absoluto de un principio no es la absolutación simpliciter de cualquier noción ni la
elevación por abstracción. Hay œnica noción absoluta (...) obteniéndose la aniquilación a
priori de la identidad, quedando establecida así la concepción genética del principio de
relación2. Para el filósofo Fernando Rielo el ser no existe clausurado en sí, sino que es
relación. El ”unum metaphysicum” se sitœa en congénita relación con un más, al que el autor
denomina ”gene”. Es decir que el ser solo, clausurado en si mismo no existe. El ser es relación
con algo, con alguien, y de esta forma se destruye, obviamente, el seudoprincipio de identidad,
el tautologismo del ser en cuanto ser. Es así que la identidad es sustituida por la congenitud
intrínseca del ser, y es precisamente esa congenitud la que estructura el ser. La sustitución de
la identidad por la congenitud requiere dos términos en inmanente complementariedad
genética [P1=P2] que constituyen una œnica concepción genética de la sustancia.
Brevemente expuesto: ¿En qué consiste el ”principio de relación”?
En dos seres personales en inmanente complementariedad
intrínseca, cuya fórmula podría ser [P1=P2]
Se da, por tanto, una forma de esta sustancia o congenitud absoluta, que consiste en la
posesión absoluta del carácter hereditario o geneticidad de [P1] por [P2].
II.b. ¿Qué se propone hacer el autor con este principio?
Este principio no es un paradigma que valide un sistema metafísico cualquiera, es decir
un axioma que el autor haya inventado o hallado en un momento de feliz inspiración, sino que
es más bien principio que fundamenta o vertebra la metafísica misma en su mismo origen. El
autor Fernando Rielo expresa con claridad esto en la obra mencionada: ”El concepto de
1
FERNANDO RIELO: Un diálogo a tres voces, ed. F. Rielo, Madrid, 1995. Dice el autor:
“Metafísica no hay más que una, que tiene como objeto la concepción auténtica del ser.
Filosofías hay muchas. Aunque la metafísica está en crisis, es una. Las filosofías tienen, de
alguna manera, vocación a ser la metafísica. Este metafísico carácter incoativo en los
pensadores se debe a la elevación a absoluto de una noción o concepto que les sirva de axioma
en orden a dar explicación a la realidad” (o. c. 124)
2
F. Rielo: o. c. pag. 125.
congenitud sustituye al concepto histórico de sustancia”3 (...) En la metafísica genética no
existe substancia ”a secas” -podríamos afirmar- sino una concepción genética de la sustancia.
La sustitución de la identidad por la congenitud requiere dos términos en inmanente
complementariedad genética [P1=P2] que constituyen œnica concepción genética de la
sustancia.
Creemos que la genialidad que encierra el ”principio genético de relación” le viene de
su misma simplicidad. ¿Le bastó al autor Fernando Rielo una diáfana intuición intelectual,
fruto de muchos años de meditar sobre el ser? Nos dice el autor que fue más bien un don
recibido, un encuentro matinal con el Padre Celestial en la ciudad de Madrid en el Parque del
Oeste, revestido aquel amanecer de plateada claridad. Este don se le presentaba al autor como
dardo encendido en un corazón ebrio por conocer algo de la verdad de Dios, apasionado amor
de un hijo por su Padre celestial que busca la verdad divina en el ser, en el actuar y en el
pensar. ”Yo soy más que el ser...”4, resonó en el interior del autor, percibiendo místicamente
la voz interior de Dios Padre. El ser, aquí Trinidad santa, no tiene vocación de enclaustrarse
en su propio existir, sino que está constituido por una vida en comunión con el ser humano,
pura y rebosante gratuidad, por parte de Dios, y al mismo tiempo esmerada respuesta a la
gracia, por parte del hombre. Se produce así una verdadera confluencia de bienes - ”magnum
commercium”- entre Dios mismo y la persona humana. Esta relación constituye la raíz del ser
humano, ”radix essendi”, potenciando así todo ente y toda vida en devenir constante.
La historia de la filosofía nos depara un muestrario de verdades, valiosísimas obras de
museo, algunas de gran valor, pero que han respondido a un período hístórico determinado de
la historia de la humanidad. El modelo genético de Fernando Rielo se nos presenta como
atemporal, como atípico, no comparable con ningœn otro. Viene de un mundo que rebasa el
presente, y al mismo tiempo lo canaliza conduciéndolo hacia la visión de las verdades
propuestas a nuestro espíritu. Es por lo que decimos que es ”un dato revelado propuesto a la
razón humana”. El autor esclarece el alcance de este principio diciendo que él mismo da
”respuesta a dos dimensiones: por el ámbito intelectual del axioma, a todas las culturas; por el
ámbito revelado del mismo axioma, al cristianismo5. En otro pasaje de esta obra nos dirá que
su concepción genética de la metafísica tiene: dentro del ámbito racional [P1=P2], valor
ecuménico; dentro del ámbito revelado [P1=P2=P3], la pertenencia exclusiva a la fe cristiana6
III/ El principio genético de relación, verdadero catalizador de la interdisciplinariedad
dialogante de las ciencias modernas.
¿Cuál sería el alcance del modelo genético del principio de relación? Todas las
ciencias, principalmente las ciencias humanas se sirven, se pueden servir de él, y él no se sirve
de ninguna de ellas. Es anterior a toda ciencia constituida por la exigencia de una validez
científica. El principio de relación de Fernando Rielo está cargado de profetismo en un
3
F. Rielo: o. c. pag. 132.
4
F. Rielo: o. c. pag. 127.
5
F. Rielo: o. c. pag. 132
6
F. Rielo: o. c. 135
momento histórico de las ciencias, principalmente de la filosofía, en el que se hace sentir la
necesidad de una verdad-soporte donde descanse el progreso fehaciente de un cœmulo de
verdades fragmentarias, como sucede con muchas de las ciencias modernas, aun cuando éstas
sean necesarias para responder a las necesidades vitales del ser humano en la actualidad.
Fernando Rielo se hace eco de esta realidad en su obra: Diálogo a tres voces, cuando dice:
”Si mi metafísica es la concepción genética del principio de relación, éste será el
paradigma que, haciendo posible las ciencias humanas, las hace, a su vez, comunicables
con la metafísica; si con la metafísica, también entre sí. Esta comunicabilidad es la forma
de apertura que tiene por supuesto la concepción genética del principio de relación” 7. En
el ”principio genético de relación” descubrimos un verdadero potencial de comunicabilidad
entre las ciencias que les viene no sólo por la vía de presentar lo que cada una de ellas tiene de
específico, sino que existe más bien un vínculo interno, un entrelazado entre las mismas
ciencias, principalmente las denominadas ”ciencias humanas”, debido a que existe una
capacidad ingénita en la estructura de la razón humana que vehiculiza el diálogo entre esas
mismas ciencias. El principio genético de relación es como la aorta que va a vivificar, merced
a la estructuración interna del ser con su gene (+), el fluir dialogante de las ciencias y la
comunicación interna entre ellas.
El filósofo y presidente de la Escuela Idente, Dr. José María López Sevillano ha sabido
con lucidez descubrir este hecho en el principio genético de relación de Fernando Rielo en su
reciente artículo que él titula: ”Apuntes para una concepción estética desde el modelo
genético de Fernando Rielo”8. Dice este experto interpretador del modelo genético de
Fernando Rielo que ”las ciencias del espíritu poseen, de este modo, carácter ontológico o
místico. Las tres ciencias primordiales son las que F. Rielo estableciera ya de antiguo: la
metafísica, la ontología o mística y la gnoseología. Todas las demás ciencias las suponen
hallando su función en ellas.Todas las demás ciencias, incluidas también la ontología o
mística y la gnoseología, se remiten, pues, a la metafísica por constituir ésta la primacía
absoluta. La metafísica, por œltimo, proporciona el soporte transcendental a las ciencias
de la naturaleza” 9.
Podemos afimar que el modelo genético del principio de relación se presenta en los
albores de este nuevo milenio como un modelo resolutivo de la metafísica y como factor
dialogante de las ciencias. En primer lugar recuerda a todos los científicos la perentoria
necesidad de apertura en un diálogo abierto con las otras ciencias. Es al mismo verdadero
catalizador de una unidad por encima de propio coto científico al que esta condenado todo
quehacer parcial de la ciencia humana y experimental. El modelo genético es verdadero
centinela que obliga a todo saber humano a preguntarde de dónde procede el insaciable afán
por desentrañar todo misterio del existir del hombre y al mismo tiempo proyecta haces de luz
en el futuro de una humanidad que busca en todo momento una base apaciguadora donde
poder asentar una verdad-principio que dé razón de todo pensar, existir y operar de la persona
humana. La carga profética del principio genético de relación de Fernando Rielo posee una
extraordinaria capacidad de establecer un diálogo permamente entre las ciencias.
La realidad interdisciplinante del saber humano se presenta hoy como en incesante
bœsqueda de encontrar un asidero cierto y convincente donde amarrar la indómita barca del
7
F. Rielo: o. c. pag. 145.
8
J. M. López Sevillano: o. c. Nueva York, marzo 2000 (trabajo inédito).
9
J. M. López Sevillano: o. c. pag. 4.
conocer contemporáneo. En pareja consonancia con esta verdad podemos valorar lo que
recientemente un purpurado del Vaticano expresaba en la Basílica del Vaticano delante de
varios miles de científicos.
El Cardenal Paul Poupard, Presidente del Pontificio Consejo para la cultura en el
Vaticano, con motivo de la Alocución que dirigiera el 25 de mayo en la Basílica de S. Pedro a
los científicos, recordaba con penetrante claridad que ”la modestia y la gratitud en el ámbito
de la ciencia y de la investigación fortalece y orienta el progreso científico. (...) Esta
verdad proporciona al hombre de ciencia, que es siempre buscador y investigador, una
nueva luz, una más profunda inspiración, una más clara conciencia y grandeza de
vocación. Son hombres, que penetrados de la sabiduría de Dios y que estando iluminados
de la fuerza interior, van más allá de las fronteras de la ciencia; fundamentan la ”fuerza
del espíritu”, y ven y comprenden lo que está escondido: El científico lleva en sí mismo
ALGO PROFETICO. El hombre científico, que realiza su tarea con amor, recibe un
carisma profético para el próximo milenio”10
En complementariedad intrínseca con esta vocación profética que toda persona
científica posee, queremos aludir brevemente a otra realidad que el filósofo Fernando Rielo
ha dejado asentada en su propio sistema metafísico. El autor defiende la constitutividad
deitática de todo ser humano, y éste viene definido por la divina presencia constitutiva,
haciendo de él un ser místico. Este constitución divina del ser humano es anterior a todo
comportamiento religioso y a toda manifestación artística de la persona humana.
Esta divina presencia constitutiva del ser humano desde el primer momento de su
concepción le hace ser deidad, dotado de una conciencia dialogante, le dota de una dignidad y
valor transcendental y eterno. Pues bien el primer fruto y consecuencia directa de esta
indecible realidad mística es a nivel racional y existencial el denominado ”modelo genético de
relación”, donde está precintada la base de toda construcción científica, literaria y, en general,
cultural. El principio genetico de relación es, segœn Fernando Rielo, binidad en un discurso
racional [P1=P2] y trinidad en una aprehensiva visión de revelación cristiana [P1=P2=P3].
IV/ Notas de esperanza en el porvenir de la metafísica
En el diálogo que Cristo establece en el brocal del pozo con una mujer de Samaria
marcará el límite de un proceso para el ser humano en la bœsqueda y el encuentro del
verdadero adorador -el hombre con su espíritu y su razón- ”en espíritu y en verdad” de lo que
es Dios. El mismo Cristo indica y es el sendero al mismo tiempo, para llegar al corazón de un
Padre santo que envuelve en su santidad a toda creatura humana. ”Ha llegado la hora en que
adoraréis al Padre en espíritu y en verdad...” confiesa Cristo a la Samaritana11.
Si queremos salvar a la metafísica, pienso que quizás ha llegado el momento de asentar
las bases de un método serio, genuino, original y científico en el campo de esta ciencia que
responda a las necesidades del momento presente. El principio genético de relación del
filósofo Fernando Rielo podría ofrecer a los estudiosos en el quehacer metafísico las líneas
maestras de una forma viable, exigente y científica de redescubrir, recordando a S. Pablo, lo
que de tesoro encondido en sabiduría y ciencia, encierra la persona y mensaje de Cristo12. El es
10
Card. Poupard:Alocución a los científicos, Osservatore Romano, 16.Junio.2000
11
Jn 4, 23
12
Col 2,3
el metafísico y pedadogo por excelencia y en él debe confluir toda la verdad del ser humano,
en las ciencias, en el pensamiento y en arte.
Me gustaría terminar estas breves ideas recordando la fuerza profética que encierran
las palabras y la imagen empleada por el conocido filósofo austríaco Karl Popper en su
acertada ”teoría focal o de proyección” (Scheinwerfer-Theorie)13. Este filósofo nos asegura
que sólo encontramos en la realidad lo que nuestro faro de luz recoge de la oscuridad.
Probablemente este autor apunta, por una parte, a la riqueza interna de creación y valoración
crítica de la inteligencia humana, y por otra parte, al mundo y naturaleza que nos circunda,
siempre bajo el signo de la precariedad y caducidad de lo creado. Sirviéndonos de esta bella
imagen podríamos interrogarnos: ¿Quién nos ha proporcionado este foco o proyector para que
lo manejemos rastreando la verdad a nuestro alrededor? ¿Quién nos insta o mueve a dirigir
este utensilio cargado de luz descubriendo en nosotros mismos los infinitos resortes de nuestra
inteligencia y espíritu? ¿Quién nos asegura que buscar la verdad tiene un sentido y significado
perenne para nosotros?
Sin un Alguien que no impele a buscarle a El mismo en su misterio y en su acción, no
podríamos responder a estas preguntas cuyo planteamiento forma parte de la quintaesencia de
la metafísica como ciencia. El es el que ha fijado en nuestro espíritu las reglas de una
codificación genética precisa, cuya matriz es, supuesta la divina presencia constitutiva en todo
ser humano, el ”principio genético de relación”.
Colonia/Neuss, 6 de agosto de 2000
Javier Rico Aldave M.Id.
Texto citado por Willi …elmŸller en la obra ”Metaphysik heute”, ed. Schenigh, Padeborn,
1987, pg. 96.
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