Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. EDITORIALES Edad y función sexual masculina 68.136 José M. Pomerol Monseny Fundació Puigvert. Barcelona. España. La función sexual masculina, integrada por el deseo sexual, la erección, la eyaculación y el orgasmo, es de una altísima complejidad y todavía en la actualidad muchos de sus aspectos restan por conocer. Aparte de los mecanismos fisiológicos en los que intervienen diferentes sistemas y órganos (endocrinológico, vascular, neurológico y otros), la función sexual está altamente controlada por el cerebro y depende de factores educacionales, culturales, sociales, religiosos y muchos otros que condicionan las diferencias interindividuales. Esta variabilidad convierte la función sexual en un campo de un gran interés científico y social en el que es difícil objetivar y generalizar. La dependencia de factores físicos, psíquicos y sociales explica la facilidad con que pueden presentarse las alteraciones de esta función en el transcurso de los años. El deseo sexual depende fundamentalmente de factores psicógenos y endocrinológicos (testosterona). La erección se activa por estímulos, ya sean relacionados con el pensamiento, la imaginación, la vista, el oído o el tacto, que condicionan la liberación de neurotransmisores (óxido nítrico) en los nervios no adrenérgicos no colinérgicos y del endotelio peneano. La célula muscular lisa del tejido cavernoso sufre una serie de reacciones en cadena que producen como resultado final su relajación y la entrada de sangre en los cuerpos cavernosos. Aparte de estos factores cerebrales, neurológicos y vasculares, la erección también depende de una adecuada concentración de testosterona. La eyaculación se halla íntimamente relacionada con factores cerebrales y neurológicos que actúan en la vía seminal, el cuello vesical, el esfínter externo uretral y los músculos isquio y bulbocavernosos. El orgasmo como sensación placentera ligado a la eyaculación tiene su expresión fundamental en el cerebro. A pesar de que puede haber manifestaciones de la sexualidad en etapas tempranas de la vida, es a partir de la pubertad cuando empieza a evidenciarse. Las primeras experiencias sexuales pueden condicionar al individuo, tanto de forma positiva como negativa. El nuevo estilo de vida favorece un inicio más temprano de las relaciones sexuales, y cada día es más evidente la necesidad de una correcta educación sexual por parte de los progenitores y los educadores con el fin de desmitificar la sexualidad y evitar los factores condicionantes de disfunciones, tanto en varones como en mujeres. Las disfunciones sexuales que el varón puede presentar durante su vida afectan tanto al que las padece como a su pareja, y pueden dar lugar a la pérdida de la autoestima y otros trastornos psicológicos que repercuten en la relación del individuo con la pareja y con su medio laboral y social. No es infrecuente que estos varones desarrollen cuadros de ansiedad e incluso depresión. Correspondencia: Dr. J.M. Pomerol. Fundació Puigvert. Cartagena, 340. 08025 Barcelona. España. Recibido el 24-5-2004; aceptado para su publicación el 22-9-2004. 27 Una de las disfunciones sexuales más frecuentes en el varón, que se presenta principalmente al inicio de la actividad sexual, es la eyaculación prematura (EP) o rápida. Se considera que la sufre entre el 20 y el 40% de los varones. Se define como la incapacidad persistente o recurrente de ejercer un control voluntario adecuado, produciéndose la eyaculación de manera refleja e incontrolable antes, durante o después de la penetración. La EP puede ser primaria (la más frecuente), ligada a un mal aprendizaje del control eyaculatorio o a factores psicógenos (inseguridad, temor al embarazo y otros) o secundaria, ya sea por trastornos psicógenos u orgánicos (diabetes, arteriosclerosis, neuropatías, traumatismos pélvicos, cirugías pélvicas, patología inflamatoria/irritativa de genitales). Determinados fármacos o compuestos (p. ej., efedrina, seudoefedrina, trifluoperazina, fenilpropanololamina, anfetaminas o cocaína) pueden aumentar la actividad simpática y ser causa de EP. Los tratamientos más aplicados en la actualidad para resolver este problema son la psicoterapia, los fármacos de aplicación local para disminuir la sensibilidad peneana y los fármacos inhibidores de la recaptación de serotonina. Con el mismo mecanismo de acción de estos últimos, se están iniciando ensayos clínicos con fármacos específicos para la EP. Un trastorno que se presenta de forma infrecuente, también al inicio de la actividad sexual, es la aneyaculación primaria, generalmente de origen psicógeno. La disfunción eréctil (DE) se define como la incapacidad persistente o recurrente para conseguir o mantener la suficiente rigidez del pene que permita una relación sexual satisfactoria. Afecta al 10-50% de los varones, según estudios epidemiológicos efectuados en distintos países, y tiene una mayor prevalencia en las últimas décadas de la vida. Sin embargo, su incidencia está aumentando en los varones más jóvenes, debido a la presencia de trastornos fundamentalmente psicógenos relacionados con el actual estilo de vida. Se calcula que en el año 2025 habrá 300 millones de varones con DE, el doble de la cifra actual1. En el estudio EDEM, realizado en España, se constató que el 12% de los varones entre 25 y 70 años de edad presentaba algún grado de DE (el 8% entre los 25 y 39 años, el 15% entre los 40 y 49, el 25% entre los 50 y 59, y el 48% entre los 60 y 70)2. En líneas generales, las causas de la DE pueden ser psicógenas (depresión, psicosis, mala relación de pareja, pérdida del interés sexual por la pareja y pérdida de autoestima, entre otras), orgánicas (vasculares, neurológicas, endocrinológicas, farmacológicas) o mixtas. La edad avanzada comporta una mayor incidencia de los factores de riesgo de la DE, como las enfermedades cardiocirculatorias, la diabetes, la hipercolesterolemia y las patologías prostáticas, así como los tratamientos médicos y quirúrgicos que se aplican para resolverlas. Está bien demostrado que la DE puede ser un síntoma centinela de enfermedades cardiocirculatorias3. Los tratamientos actuales de la DE pueden ser etiológicos (psicoterapia, hormonoterapia, cirugía vascular), sintomáticos o paliativos (implante de prótesis peneana). Los sintomáticos son los indicados más frecuentemente y se aplican Med Clin (Barc). 2005;124(5):179-80 179 Documento descargado de http://www.elsevier.es el 17/11/2016. Copia para uso personal, se prohíbe la transmisión de este documento por cualquier medio o formato. POMEROL MONSENY JM. EDAD Y FUNCIÓN SEXUAL MASCULINA sólo cuando se desea la actividad sexual. Los inhibidores de la 5 fosfodiesterasa, administrados por vía oral, son altamente eficaces, tolerables y seguros, por lo que constituyen la primera línea de tratamiento. La segunda línea está relacionada con los fármacos vasodilatadores (prostaglandina E1) inyectados intracavernosamente y los sistemas de erección por vacío. Las alteraciones del deseo sexual se pueden presentar a cualquier edad, asociadas o no a otros trastornos de la esfera sexual. Tienen una mayor incidencia a partir de la quinta década de la vida y su etiología más frecuente es la psicógena (pérdida de interés por el sexo o por la pareja, mecanismo de defensa frente a una DE y otros) seguida de la endocrinológica (hipotesteronemia e hiperprolactinemia). Con el paso de los años no es infrecuente que el varón presente también una mayor dificultad para conseguir la eyaculación y disminuya la intensidad del orgasmo. Todos estos trastornos de la esfera sexual en el varón pueden ser la consecuencia del simple envejecimiento por los cambios que se producen en los genitales y sistemas de los que depende la función sexual o la consecuencia de enfermedades o factores constitucionales, psicológicos y socioculturales. En la actualidad, hay un interesante debate sobre el hipogonadismo que puede presentarse a partir de los 50 años de edad. Ciertas terminologías, como «andropausia» o «climaterio masculino», son imprecisas, dado que no pueden aplicarse a la totalidad de los varones. En ningún momento finaliza la capacidad reproductiva o sexual del varón. La International Society for the Study of the Aging Male ha definido esta situación como un síndrome clínico y bioquímico asociado con la edad avanzada y caracterizado por una deficiencia en las concentraciones de andrógenos, con o sin disminución de la sensibilidad genómica a éstos. Puede dar lugar a alteraciones significativas en la calidad de vida y afectar negativamente a la función de múltiples sistemas orgánicos. Este síndrome puede variar respecto del inicio, la velocidad y el grado de afección. Según diferentes estudios, la testosterona total y la testosterona ligada a la albúmina desciende cada año aproximadamente un 1-2%, la globulina transportadora de hormonas sexuales esteroideas aumenta un 1-2% y la testosterona libre disminuye un 23%4,5. Como dato curioso, cabe apuntar que el 15% de los 180 Med Clin (Barc). 2005;124(5):179-80 varones mayores de 80 años tiene unos valores normales de testosterona6,7. Aparte de los posibles cambios de las hormonas sexuales, también con la edad pueden producirse alteraciones de otras hormonas (hormona del crecimiento, dehidroepiandrosterona, melatonina, tiroxina y leptina). Todas estas alteraciones endocrinológicas pueden contribuir a las alteraciones previamente mencionadas de la función sexual y ser también la causa de una sintomatología psíquica (depresión, ansiedad, insomnio...), neurológica (pérdida de memoria, dificultad para la concentración, fatiga...), vasomotora (sofoco, sudación, taquicardia, cefalea...), locomotora (disminución de la fuerza muscular y densidad mineral ósea, degeneración artrítica...) y constitucional (envejecimiento prematuro, aumento de la grasa visceral y corporal, ginecomastia...). El recientemente comercializado gel de testosterona constituye el mejor tratamiento para el hipogonadismo, al mantener en sangre los valores fisiológicos de esta hormona. No obstante, este tratamiento debe indicarse con precaución y controlarse de manera adecuada dado sus peligros potenciales, fundamentalmente prostáticos. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Ayta IA, McKinlay JB, Krane RJ. The likely worldwide increase in erectile dysfunction between 1995 and 2025 and some possible policy consequences. BJU Int. 1999;84:50-6. 2. Martín- Morales A, Sánchez-Cruz JJ, Sáenz de Tejada I, Rodríguez Vela L, Jiménez Cruz F, Burgos Rodríguez R. Prevalence and independent risk factors for erectile dysfunction in Spain: results of the Epidemiología de la Disfunción Eréctil Masculina study. J Urol. 2001;166:569-74. 3. Montorsi F, Briganti A, Salonia A, Rigatti P, Margonato A, Macchi A, et al. Erectile dysfunction prevalence, time of onset and association with risk factors in 300 consecutive patients with acute chest pain and angiographically documented coronary artery disease. Eur Urol. 2003;44:360-5. 4. Harman SM, Metter EJ, Tobin JD, Pearson J, Blackman MR. Baltimore longitudinal study of aging. Longitudinal effects of aging on serum total and free testosterona levels in healthy men. J Clin Endocrinol Metab. 2001;86:724-31. 5. Feldman HA, Goldstein I, Hatzichristou DG, Krane RJ, McKinlay JB. Impotente and its medical and psychosocial correlates: results of the Massachussets Male Aging Study. J Urol. 1994;151:54-61. 6. Vermeulen A, Kaufman JM. Aging of the hypothalamo-pituitary-testicular axis in men. Horm Res. 1995;43:25-8. 7. Morley JE, Charlton E, Patrick P, Kaiser FE, Cadeau P, McCready D, Perry HM 3rd. Validation of a screening questionnaire for androgen deficiency in aging males. Metabolism. 2000;49:1239-42. 28