René Favaloro: ?Hay que sentir al paciente?

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René Favaloro: ?Hay que sentir al paciente?
En 1996, Carina Maguregui entrevistó al reconocido cardiocirujano y científico argentino (Conversaciones sobre ética y
salud, Torres Agüero Editor y Centro Editor de la Fundación Favaloro, Buenos Aires). El respeto por el paciente, la
relación entre la medicina y las nuevas tecnologías, y el vínculo con la educación son algunos de los temas abordados en
esta conversación sin desperdicio.
?A veces nos preguntábamos cuáles eran las razones del éxito. A mi entender todo se debía a la
capacitación profesional y humanística que nos había dado la universidad y el Hospital Policlínico de
La Plata, merced a la cua, podíamos dedicarnos con abnegación y amor a nuestra tarea de médicos a la
que entregábamos todos nuestros esfuerzos. Entendíamos ?porque lo llevábamos en el alma? que el
acto médico debe estar rodeado de dignidad, caridad, igualdad, piedad, sacrificio, abnegación y
renunciamiento. Y por sobre todas las cosas habíamos procedido con honestidad (?) Estoy seguro, por
otra parte, de que ese ha sido y sigue siendo el derrotero por donde transita la inmensa mayoría de los
médicos rurales de mi país. Buscábamos obtener un sustento económico, pero lo hacíamos cobrando lo
justo, de acuerdo con la capacidad de cada uno de los pacientes. A toda hora nuestro esfuerzo personal
y la capacidad tecnológica de la clínica estaban al alcance de todos, poniendo en práctica aquello de
que la salud es un derecho inalienable que no tolera privilegios? (René G. Favaloro, Recuerdos de un
médico rural, Torres Agüero editor. Buenos Aires, 1992).
https://www.youtube.com/embed/FwfIRuGnGsI
Uno de los científicos humanistas más interesantes del siglo XX, Gregory Bateson, sostuvo que un
explorador no puede conocer nunca lo que está explorando hasta que lo ha explorado, y solo cuenta con
la experiencia de otros que lo precedieron en el camino. Comparto su opinión y por ello elegí a otro
humanista, el doctor René Favaloro, para que comparta con nosotros su experiencia y nos acompañe a
interrogarnos sobre la medicina y la ética.
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—¿Qué quiere decir medicina moderna en la Argentina y, sobre todo, cómo es posible definirla?
—Creo que para comenzar deberíamos clasificar el momento histórico que nos toca vivir como el de la
?era tecnológica?. El gran desarrollo de la tecnología ha alcanzado todos los campos y entre ellos, por
supuesto, el de la medicina. Pero antes de continuar, sería bueno esclarecer un desventurado
malentendido que confunde a la ciencia con sus derivaciones tecnológicas. Quienes tienen esta
confusión cometen el error insensato de juzgar lo que no admite juicio. La ciencia no es buena ni mala,
es la expresión de una necesidad propia del ser humano ligada a la capacidad de crear. Buenas o malas
pueden ser sus consecuencias prácticas, sus aplicaciones tecnológicas, el uso que se dé al conocimiento;
pero nunca el conocimiento mismo.
El buen o mal uso que se hace de lo descubierto dependerá de razones ajenas a la ciencia. Pero además
del compromiso intelectual, la ciencia ?en nuestro caso puntual la medicina? no puede dejar de lado sus
implicancias técnicas y morales.
El desarrollo científico ha alcanzado niveles que nos sorprenden día a día. En este desarrollo sin límites,
que lo invade todo, no podemos negar que los avances han permitido un cambio sustancial en la
sociedad de nuestro tiempo. También debemos confesar que estos adelantos tecnológicos, rápidos y
profundos, no marcharon a la par de la evolución social y que no toda innovación fue positiva. Las
víctimas de la talidomida y las de Chernobyl nos recuerdan que a veces el avance tecnológico tiene un
costo social y humano significativo.
La medicina vive también la etapa tecnológica; ya no es la medicina que yo hacía como médico rural
donde lo que más valía era el contacto directo con el paciente, el interrogatorio, la palpación, la
auscultación (?) La medicina moderna tiene una mayor complejidad porque el médico hoy cuenta con
infinidad de aparatos de diverso tipo. Esta ?complicación? genera beneficios, ya que un diagnóstico más
preciso permite también un tratamiento más eficaz.
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—¿La salud de una persona comprende solo el bienestar físico? En otras palabras, además de los
posibles daños en los órganos y los tejidos causados por cualquier enfermedad o accidente, ¿hay
algo menos evidente en términos físico-biológicos que pueda afectar la salud del paciente y a lo que
la medicina actual no adjudica el valor que le corresponde?
—No hay nada que pueda reemplazar a la vieja medicina clínica de ?sentir? al paciente, palparlo, tocarlo,
escucharlo. El problema, el ?síntoma? de la medicina moderna es, tal vez, un olvido. El paciente es una
persona y como tal tiene tres dimensiones de existencia: una comprende su fisiología, anatomía y
estructura; otra, sus sentimientos, emociones, afectos y pensamientos ?todo lo que hace a la psiquis en
forma general? y la tercera representa sus relaciones con los otros seres humanos y su posición dentro de
la red social. El paciente es la fusión indisoluble de estas tres dimensiones. Es antinatural pretender
separar la mente ?si se quiere, el alma? del cuerpo del paciente. Como todo está íntimamente
relacionado, una palabra, un acto, un gesto son capaces de cambiar, en cierto modo, nuestra fisiología.
Una frase o un abrazo pueden herir o reconfortar nuestra salud.
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Allí,
frente
a
nosotros,
está
sentado
él?: un ser humano, por supuesto, un ?universo? de miedos, afectos, dudas y proyectos. No es una
estadística más ni un muñeco para reparar, sino una persona.
Juntos, el médico y el paciente decidirán el tratamiento a seguir. ¿Cómo es eso? El médico debe
combinar el criterio científico de excelencia y la capacidad de escuchar ?las razones del corazón? del
paciente para elegir la terapéutica más adecuada. Si se trata de una persona con problemas coronarios
verá qué es lo más conveniente: seguir con el tratamiento médico, realizar una angioplastia o hacer la
operación. Pero en la determinación final jamás pueden intervenir preferencias personales ni influencias
económicas, tan solo la indicación responsable de base científica.
Insisto, tratamos a personas, de allí la importancia de la conversación, del interrogatorio que es el
instrumento que le permite al médico reconocer el problema físico y, sobre todo, escuchar el alma del
paciente.
Lo valioso es mantener en el tratamiento un equilibrio de estas tres dimensiones de la persona; al mismo
tiempo, eso es lo más difícil de enseñar. La tecnología constituye una ayuda invaluable, pero también
encandila. No hay que confundir adelanto tecnológico con automatismo. Los pacientes no llegan a
nosotros para cambiar ?repuestos?; ellos merecen respeto, comprensión y solidaridad. El camino
consiste en formar a los médicos jóvenes con un ?criterio integral?.
—¿El avance vertiginoso en el campo científico-tecnológico, y su aplicación particular a la
atención de la salud, se vio acompañado por una evolución en el campo de la sensibilidad y la ética
de la práctica médica?
—En este sentido no veo un equilibrio más o menos parejo de los dos campos: el de la aplicación
tecnológica a la medicina y el de la ética. Por eso estoy muy preocupado, ya que algunas veces, en
nuestra profesión, la tecnología se aplica al paciente pensando únicamente en el dinero que va a redituar.
Y digo esto con absoluta convicción de que es así, tanto en mi país como en otros lugares del mundo.
el
p
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Estamos frente a la punta del témpano. El problema de fondo abarca un terreno más amplio que el de la
práctica médica y está relacionado con lo que pasa dentro y fuera de la medicina. Vivimos una época
muy materialista, donde los valores que tradicionalmente fundaban lo social, como el respeto por el
prójimo considerado como un igual, están siendo reemplazados por los valores "de cambio" que
establece el mercado. Todo parece tener una etiqueta con el signo pesos. En medicina, lamentablemente,
muchas decisiones se toman con el bolsillo y no con criterio científico. Tenemos que recordar que
decidimos sobre personas con rostros, con sentimientos, con familias, y eso me preocupa mucho. Por
suerte, esta es una inquietud compartida por muchísimos médicos que aman la profesión y la vida.
—¿Usted cree que existe un verdadero humanismo médico? ¿Los estudiantes de medicina son
formados con esos principios éticos de los que hablamos?
—La formación humanística es indispensable. Pensemos un poco, ¿qué se pide tanto dentro como fuera
de la medicina? Que se proceda con honestidad y que esta vaya acompañada por responsabilidad y
solidaridad. Yo me conformaría con que el individuo fuera honesto, responsable y solidario. Eso bastaría
para que el ejercicio de la profesión estuviera edificado sobre la base de ese humanismo que todos
pretendemos.
Buen médico será aquel que tenga el suficiente criterio y responsabilidad para tomar decisiones cuando
sea necesario y humildad para pedir ayuda cuando lo crea conveniente, reconociendo la necesidad de
aprender de los demás.
https://www.youtube.com/embed/300J-OP63hw
El médico íntegro es el que siente sinceramente que lo más importante es el paciente, y que este es el
único privilegiado. La persona enferma merece respeto y no se le debe imponer ninguna terapéutica.
Todo lo concerniente a su estado tiene que analizarse y discutirse. Se le deben explicar los pros y los
contras de cada procedimiento. El paciente tiene que ser partícipe de la decisión final; al fin y al cabo se
trata de su salud y de su vida.
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—Su respeto por el paciente me conduce a preguntarle qué papel le asigna la medicina como
?ciencia de la vida? a la conciencia de esa persona que está enferma y sufre.
—Nosotros tuvimos la suerte, me refiero a mi generación, de tener maestros de medicina que nos
inculcaron que la conciencia del paciente era tan importante como su dolencia orgánica. Saber
interpretar el alma de la persona enferma ayuda en la decisión del tratamiento a seguir. Fuimos educados
en una facultad donde los profesores, de una calidad moral excepcional y una transparencia ejemplar,
conocían a sus estudiantes. Eran bellísimos seres humanos antes que médicos. Hombres completos,
todos ellos, que hablaban de una forma de vivir y, además, enseñaban medicina.
—¿Entonces es un mito aquello de que los médicos tienen que volverse insensibles o tomar
distancia del problema del paciente para no sufrir?
—Puedo contestar a esa pregunta con la última frase de una charla que ofrecí hace bastante tiempo,
cuando me nombraron miembro honorario de la Asociación Americana de Cirujanos de los Estados
Unidos: "El día en que el médico deje de sufrir con los pacientes es el momento de tirar el bisturí y no
operar más". Desgraciado es el médico que no sufre con su profesión. No digo que deba llorar por los
rincones todo el día; eso no tendría sentido porque debe mantenerse lúcido para continuar con el trabajo.
Pero insisto, el médico que ya no participa del sufrimiento de su paciente y que no experimenta dolor
por su muerte, no solo ha dejado de ser médico sino ha dejado de ser... humano.
* Esta entrevista forma parte del libro Conversaciones sobre ética y salud. René Favaloro / Abram
Moszenberg / José A. Mainetti / Gregorio Klimovsky / Héctor Ciocchini. Torres Agüero Editor y Centro
Editor de la Fundación Favaloro, Buenos Aires, 1996).
René G. Favaloro nació el 12 de julio de 1923 en La Plata, provincia de Buenos Aires. Fue doctor en
Medicina por la Universidad de La Plata. Desde 1962 hasta 1971 ejerció en la Cleveland Clinic, de los
Estados Unidos, donde desarrolló el trabajo fundamental de su carrera: el bypass o cirugía de
revascularización miocárdica. Fue fundador de la Fundación que lleva su nombre, una entidad sin fines
de lucro dedicada a la tarea asistencial, la docencia y la investigación científica. También fue miembro
activo de 24 sociedades médicas, y recibió innumerables distinciones internacionales. Fue autor de 348
trabajos científicos de su especialidad, y de libros como Recuerdos de un médico rural, De La Pampa a
los Estados Unidos, y Don Pedro y la Educación, entre otros textos. Se quitó la vida el 29 de julio de
2000.
Enlaces Externos
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