Legado del primer emperador chino sirve a la diplomacia

Anuncio
Guerreros de Xian en Colombia
Legado del primer emperador chino sirve a la diplomacia
Antonio Fernández Arce
Por supuesto que el "Hitler de la Antigua China", como se ha llegado a llamar a Qin
Shi Huang-di, jamás pudo imaginar que más de dos mil años después de su muerte,
su legado histórico serviría para expandir la influencia de su país en el mundo.
Convertida por los futurólogos políticos en "la potencia del siglo XXI", China está
sobrepasando fronteras políticas y económicas. El legado funerario del primer
emperador, cuyo descubrimiento asombró a la arqueología hace más de tres
décadas, está sirviendo para ese fin.
Millares de guerreros de terracota en tamaño natural y calesas enjoyadas -- haladas
por briosos caballos bellamente enjaezados con bronce-- que formaron el ejército
celador del reposo eterno del terrible emperador unificador de China, sepultado en su
inmensa tumba subterránea junto a un mar de mercurio, son el gran atractivo en
Xi´an, la antigua capital china. Mil años después también sería capital de la
esplendorosa dinastía Tang.
Para admirar ese portento de reliquias arqueológicas hay que ir al encuentro del
territorio central chino, bañado por el río Amarillo. Lo hacen decenas de millones de
turistas en los últimos años. Pero en América Latina, a los colombianos se les ofrece
el privilegio de verlos y admirarlos en casa.
Los guerreros de terracota y las calesas sirven ahora para estrechar vínculos
políticos y culturales entre China y Colombia y entre China y América Latina. Siete
guerreros de terracota, un carruaje con 4 caballos y otras 73 reliquias arqueológicas
serán exhibidos desde el 15 de junio en el Museo Nacional
Todas son hoy famosas piezas, desenterradas en la tumba del primer emperador,
Qin Shi Huang, en la histórica ciudad de Xi´an, siete veces capital china.
Los hombres del emperador
Los guerreros, de 1.80 metros de altura cada uno, son parte del ejército de terracota
de más de 8 mil soldados, descubierto en 1974 en la hasta entonces mítica tumba de
más de 56 km. cuadrados.
Monumental y gigantesco como todo en China, este verdadero Palacio Subterráneo
–ya detectado pero no desenterrado—requirió para su construcción el empleo
durante cuatro décadas de 700 mil prisioneros y esclavos.
Conocido como constructor de la Gran Muralla, Qin Shi Huang, hace 2.300 años
unificó siete reinos que andaban enfrentados en guerras por el dominio del entonces
territorio central de China. Ese fue el turbulento Período de los Reinos Combatientes.
Aunque se lo conoce como cruel, Qin Shi Huang liquidó el esclavismo e inició la era
feudal china, unificó territorio, idioma y cultura en la tumultuosa China de entones,
homogenizó el tamaño de la rueda y de las monedas, así como los caracteres del
alfabeto. Al mismo tiempo que ordenó quemar en público las Analectas de Confucio,
hizo preservar en las bibliotecas oficiales los originales y otros documentos del gran
maestro y filósofo de la antigüedad. Hizo la primera reforma agraria, pues parceló los
suelos cultivables e introdujo la propiedad privada de la tierra. Fomentó la cultura y el
arte y, con mano rígida, dominó el más gigantesco imperio de su tiempo, superior al
de Alejandro Magno.
Lo evocan como déspota y cruel, pero le reconocen el mérito de haber unificado
China y sentado las bases de la que hasta ahora es la civilización más continua e
ininterrumpida de la historia humana.
Sus inmortales guerreros
Para unificar China arrasó con su poderoso ejército a los otros seis reinos en épicas
jornadas, que un siglo después describiría quien hoy es reconocido como el mejor
historiador de la antigua China, Ssima Qian. Este ha relatado cómo Qin Tsi Huang
avanzaba arrollando y destruyendo todo “igual que un gusano de seda cuando
devora una hoja de morera”.
Su ejército fue el más poderoso del orbe entonces: más de un millón de combatientes
bien disciplinados y organizados. Los guerreros de terracota son su vívida imagen.
Su hallazgo ha confirmado antiguos registros históricos que ya hablaban de ese
portento de rígida estructura y feroz espíritu militares.
A 35 km. de la ciudad de Xian, capital de la provincia de Shaanxi, en el distrito de
Lintong, fue descubierto por azar el entorno de la legendaria tumba del emperador
Qin Shihuang. Más de 8 mil guerreros de terracota de tamaño natural y carrozas han
sido desenterrados junto a más de 50 mil reliquias. Aunque la tumba ya ubicada, aún
no es excavada, los tesoros hallados hasta ahora, entre ellos los guerreros de
terracota, son considerados como “la octava maravilla del mundo”. Junto con
funcionarios, sirvientes, doncellas y constructores de la tumba, enterrados vivos,
servirían al emperador en la otra vida.
Ese inmenso y subterráneo legado tumulario de Qin Tsi Huang fue descubierto por
campesinos que excavaban la tierra en busca de agua. Tras la aparición de la
primera estatua de un guerrero de terracota, surgieron miles y miles de esculturas
semejantes en diversas capas y explanadas de lo que, con asombro, se creyó que
era la mítica tumba del emperador que fundó China. En el 2003 recién ha sido
ubicada la real tumba mediante avanzados métodos científicos. Se la mantiene
intacta.
Por la opulencia y magnitud de sus reliquias, sus extraordinarias obras de arte y sus
legados históricos inapreciables, el Palacio subterráneo de Qin Tsi Huang, atrae a
estudiosos y turistas, 800 kilómetros al suroeste de Pekín, en la provincia de Shanxi.
Los insufribles Qin
En el estado Qin, miles y miles de personas vestían con orgullo el uniforme militar. No
sólo peleaban por su reino. Hacían lo único factible para salir de la pobreza y la baja
condición social y obtener riquezas y honores.
En la historia china, la cultura y el carácter del pueblo Qin no tenían rivales. Esos
rasgos tienen que ver con su historia antigua.
Hace 2.500 años, los Qin eran una tribu nómada en las praderas del noroeste de
China. Los estados asentados en las planicies centrales, altamente civilizados, los
consideraban bárbaros. Los Qin nunca aceptaron términos medios. Extremaban el
espíritu marcial y justificaban hacer guerras por sus intereses.
Han Fei fue un gran filósofo durante el periodo de los Reinos Combatientes. Vio que
cuando los Qin oían que era inminente una batalla, golpeaban fuertemente el suelo
con sus pies, ellos desnudos hasta la cintura. Demasiado impacientes para esperar,
no les importaba la vida o la muerte.
Un político famoso describió así a las tropas Qin en el campo de batalla: “Con la
cabeza descubierta y desnudos hasta la cintura, en su mano izquierda llevaban
cabezas decapitadas y prisioneros bajo su brazo derecho, mientras ferozmente
perseguían a las tropas enemigas. Las tropas Qin decían que sus rivales de los otros
seis estados eran como huevos estrellándose contra las piedras”.
Inscripciones en bambú dicen que las tropas Qin bebían mucho alcohol antes y
después de combatir.
Bebían en grandes tazones de licor para acelerar la circulación de la sangre y
vigorizar los nervios antes de recibir la orden de comenzar la batalla. Los soldados o
bien sacrificaban sus vidas en el campo de batalla o mataban soldados enemigos
para ascender en la sociedad.
¿Cómo se forjaba esta ferocidad? Los investigadores han descubierto que muchos
de los soldados Qin tenían estómagos abultados, quizá porque bebían durante
mucho tiempo. Estimulados por el licor, en las batallas hasta se enfrentaban entre
ellos para tener más cabezas degolladas de enemigos, pues sus reglamentos les
reconocían premios pecuniarios y mejor nivel social cuantas más cabezas de
adversarios presentaran.
La lucha por la vida y la mejor condición social ya era así en el mundo antiguo. Hoy
sólo parece haber cambiado de modalidad.
Descargar