1. LA FINCA GÜELL, RESIDENCIA DE VERANO DE LA FAMILIA La

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1. LA FINCA GÜELL, RESIDENCIA DE VERANO DE LA FAMILIA
La finca Güell estaba destinada a ser la residencia de verano de una de
las familias paradigmáticas de la burguesía catalana: los Güell. La estrecha
relación de esta familia con el arquitecto Antoni Gaudí encuentra en esta obra
una de las primeras muestras de este fructífero vínculo.
El industrial catalán Joan Güell i Ferrer (1800-1873) adquirió dos fincas
situadas entre Les Corts y Sarrià: Can Feliu y Torre Baldiró. Se trataba de una
zona de veraneo, en un momento en que la avenida Diagonal (contemplada en
el Plan Cerdà) aún no había llegado a esta zona. El arquitecto Joan Martorell
Montells (1833-1906) diseñó los planos de los principales edificios en la línea
estilística del eclecticismo histórico que imperaba en la época.
Eusebio Güell Bacigalupi (1846-1918), hijo de Joan Güell, compró en
1883 dos grandes fincas colindantes a las anteriores: Can Cuyàs y Can Basas.
Será Eusebio Güell el que encargue al año siguiente una intervención al joven
Antoni Gaudí Cornet (1852-1926), que no alterará lo edificado por su
antecesor, sino que se centrará en la construcción de una entrada flanqueada
por dos pabellones (la casa del portero y las caballerizas) y tres puertas más.
El acceso principal que Gaudí diseñó para la finca Güell está orientado
hacia el norte y se situaba al final del paseo privado que discurría por la actual
calle Manuel Girona. La familia Güell, que tenía su residencia habitual en el
centro de la ciudad, accedía a la finca por este camino. La referencia al vínculo
de la familia con la industria textil queda patente en la cornisa de la puerta de
entrada, donde aparecen flores de algodón esculpidas en piedra.
El estilo del conjunto es difícilmente clasificable, aunque se han
apuntado referencias a la arquitectura islámica: la reiteración de motivos
decorativos no figurativos, el uso del ladrillo evocando formas parecidas a las
de los mocárabes o la combinación de materiales, entre los cuales destaca la
cerámica, son muestras de ello.
La complejidad del proyecto de Gaudí se manifiesta en dos ámbitos
principalmente: el constructivo, a través de la aplicación de originales recursos
arquitectónicos, y el iconográfico, planteando toda una interpretación de la finca
Güell como un nuevo jardín de las Hespérides, uno de los escenarios de la
historia mitológica de los trabajos de Hércules.
2. EL
SELLO
ARQUITECTÓNICO
DE
GAUDÍ
(ASPECTOS
CONSTRUCTIVOS)
La función de los dos pabellones diseñados por Gaudí carece de sentido
al margen de la función general de la finca Güell, que constituía un amplísimo
terreno, cubierto de árboles, que no sólo debía satisfacer la necesidad de
residencia, sino también de entretenimiento de la familia.
Las caballerizas (situadas a la derecha de la espectacular puerta de forja
que representa un gran dragón) garantizaban el cuidado de los caballos a
través de sus dos principales espacios: la cuadra y el picadero.
La cuadra es un espacio de planta rectangular que aún conserva los
restos de los pesebres en la parte inferior (aunque se han añadido estanterías
posteriormente) y cuya cubierta está solucionada a través de una sucesión de
arcos parabólicos, recurrentes en la obra de Gaudí, que sostienen una bóveda
resuelta a base de numerosas curvas, que es posible gracias al uso de un
recurso autóctono: la bóveda catalana o rosellonesa. La generosa iluminación
natural procede de las ventanas, que se sitúan por parejas, una a cada lado del
tramo comprendido entre los arcos, adaptándose a la forma de la cubierta.
El picadero (al que se accede a través de la puerta situada en el extremo
de la cuadra) presenta una planta cuadrada concebida como una estructura
centralizada. El suelo, compuesto a base de ladrillos, es una muestra de ello, al
organizarse en forma de círculos concéntricos, que van estrechándose hasta
llegar al centro, donde se encuentra la pieza circular del desagüe que contiene
una gran letra G (inicial del apellido de la familia propietaria). También en este
caso la cubierta es responsable tanto del sentido decorativo como del
funcional: se trata del clásico recurso de la cúpula con linterna que combina la
función de cubrir con la de iluminar. La polea que aún se conserva en el interior
de la linterna recuerda la función del espacio, que permitía atar a los caballos.
La misma división interna que puede apreciarse en el interior de la
cuadra y el picadero se traduce en la diferencia que presentan sus cubiertas
desde el exterior. En las caballerizas se suceden los volúmenes ondulantes de
la bóveda mientras que, en el picadero, se eleva la cúpula que, visible a pie de
calle, está cubierta con la técnica del trencadís (compuesto a base de piezas
de cerámica rotas que se adaptan al soporte).
La casa del portero se ubica en el pabellón situado a la izquierda del
acceso principal a la finca. La presencia de tres cúpulas exteriores (que no
aportan luz al interior pero sí ventilación) permite entender la distribución de los
espacios interiores: dos cúpulas cubren dos habitaciones del piso superior (que
se corresponden con otras dos estancias en el piso inferior) y otra cúpula de
mayor diámetro cubre el espacio del comedor, que ocupa la altura de dos
plantas. La iluminación de la estancia no es cenital, sino que se soluciona a
través de ventanas situadas en las paredes. Las tres cúpulas de la casa del
portero son también apreciables a pie de calle, por lo que aparecen
profusamente decoradas a través del recurso del trencadís con una solución
única para cada una de ellas.
3. LA FINCA GÜELL COMO NUEVO JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES
(ICONOGRAFÍA)
Los pabellones Gaudí de la finca Güell cuentan con numerosas
referencias iconográficas al relato mitológico del jardín de las Hespérides, un
emplazamiento idílico situado en la Atlántida al que Hércules acudió para robar
los codiciados frutos del naranjo, custodiado por un temible dragón y por las
ninfas Hespérides, cuyo número varía según la versión, pero que son, al
menos, tres: Eglé (‘brillante’), Aretusa (‘rojiza’) y Eritia (‘poniente’), nombres que
se refieren a los colores del cielo cuando se pone el sol.
La elección de este tema no es casual, ya que, en 1876, Jacint
Verdaguer (1845-1902) terminaba el poema épico de la Atlàntida, que recibió
un premio especial en los Juegos Florales, el mítico certamen de poesía de La
Renaixença. El vínculo de Verdaguer con la familia Güell era estrecho, ya que
el poeta era el capellán particular de Antonio López y López, marqués de
Comillas, que era el suegro de Eusebio Güell. Gaudí contaba, además, con un
ejemplar del poema de la Atlàntida. La tríada Güell-Gaudí-Verdaguer queda
sellada en un bloque de piedra situado a la entrada del recinto, justo en el lugar
donde se fija la gran puerta del dragón: una línea sinuosa traza una clara letra
G, cuya particular conformación permite apreciar también la V, que haría
referencia al poeta. Esto se refuerza con la presencia de la flor de jazmín, que
era uno de los premios de los mencionados Juegos Florales, con el que
acababan de premiar al poeta.
En el canto segundo del poema, Verdaguer narra el viaje de Hércules de
Barcelona a Cádiz, durante el cual el pastor Gerión le habla de la Atlántida y de
la reina Hesperis, cuyo amor conquistaría entregándole una rama de naranjo.
Éste se encuentra representado justo encima del bloque de piedra, apoyado en
él, y sobresale visiblemente a los ojos del visitante, justo a la entrada del
recinto.
El dragón encargado de custodiar los valiosos frutos goza de un papel
preponderante. Esta enorme escultura, que hace las funciones de puerta, fue
forjada en los talleres Vallet i Piquer y representa al dragón en un momento
final de la lucha con Hércules: encadenado pero aún rabioso, como muestran el
agarrotamiento de las patas y las fauces abiertas. Otras versiones del mito
explican cómo Hércules lanzó el dragón al cielo, con tal fuerza que éste llegó a
convertirse en la constelación del dragón, que precisamente se sitúa, en los
meses de primavera, en el Norte, frente a la puerta de entrada.
¿Dónde encontramos, en este relato, a las Hespérides? Como castigo a
su incompetencia, las ninfas fueron transformadas en árboles (en sauce, álamo
y olmo), por lo que éstas se encontraban repartidas por todo el terreno
ajardinado, consiguiendo así una bella síntesis iconográfica entre la
arquitectura y la naturaleza.
(DLR)
BIBLIOGRAFÍA
BASSEGODA NONELL, Juan. «La finca Güell». En: El gran Gaudí. Sabadell: ed.
Ausa, 1989, pp. 255-279.
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