Al desafiar el patriarcado actual somos leales a las generaciones futuras, y a la vida y al planeta. Maria Mies La experiencia de las mujeres con la opresión y el abuso, así como su experiencia de maternidad, puede hacerlas más sensibles a la opresión y abuso de la naturaleza, así como situadas mejor para remediarlo. A.Collard Si en nuestra cultura se diera legitimación a las experiencias vividas por las mujeres, ello proporcionaría una base social "viva" inmediata para una conciencia alternativa. A.Salleh El dualismo cartesiano entre la naturaleza y la humanidad La lógica de dominación de las mujeres y de la naturaleza Este dualismo disyuntivo y jerarquizante representa en sí una cultura de dominación sobre todo en Occidente, y basada en una división polar, antagónica y excluyente que evita así las posibles relaciones de complementariedad, cooperación y de inclusión. Estos dualismos introducen numerosas jerarquías de valor en la vida social bajo la forma de metáforas verticales y dicotómicas muy frecuentes, y que afectan prácticamente a todos los campos sociales, de conocimiento, culturales, morales. Estos dualismos constituyen modos de relación masculinos que disocian y devalúan el mundo de las mujeres y el mundo natural. Se autoconstruyen como modos de relación basados en la separación, la distancia y la autonomía del polo superior en relación con el polo inferior de la jerarquía y división del dualismo. Algunos de estos dualismos reduccionistas y simplificadores como son: Razón-emoción, mente-cuerpo, cultura-naturaleza, mujer-hombre…, se aplican a favor de lógicas de dominación y contra objetos y sujetos muy diversos, funcionando a modo de arquetipos profundos de la cultura dotados de fuertes sistemas de creencias, valores y actitudes que ayudan a justificar y reproducir. El dualismo cartesiano entre la humanidad y la cultura divide las categorías del pensamiento y de la vida dando prioridad el pensamiento y razón humana sobre la vida y el mundo físico. Se basa en una hiper-separación o exclusión radical del medio material. El dualismo propio de la cultura patriarcal (hombremujer, masculino-femenino) afirma la relación jerárquica y subordinada de las mujeres en relación a los hombres en las sociedades patriarcales perpetuando las relaciones de dominación de las mujeres. Las tareas de cualquier feminismo comprometido o del ecologismo, el compromiso con una nueva ética y política medioambiental habrá de revelar y transgredir las ideas y prácticas que sustentan estos dualismos excluyentes y opresivos. En la filosofía griega, Platón representa una radical expresión de esta separación de las ideas y razón humana en relación a la propia existencia humana, y particularmente en relación la corporeidad (entendida como subsistencia y como sexualidad). Para Platón el mundo de las ideas y el orden mediante la Razón o Logos está separado de la esfera inferior de la materia y es superior a ella. El Logos ordena el mundo, y el cuerpo humano y la materialidad son vistos esencialmente caóticos e inferiores. El logos (mundo-alma) es considerado superior porque ha de mantener el orden del mundo. Ya en la cultura griega las mujeres estaban asociadas a la esfera de la pura subsistencia, la producción doméstica y la sexualidad carnal (opuesta a la sexualidad idealizada del efebo). Supone una concepción hiper-separada de lo humano que se hace la base rectora de la cultura occidental destacando como valores superiores la racionalidad, la libertad, la voluntad y la trascendencia de la naturaleza. Masculinidad es la dimensión oculta de la definición occidental de lo humano. Este tipo de pensamiento ha llevado al "desarraigo existencial" del pensamiento occidental, que padece una visión enajenada de la identidad de los seres humanos como apartados o fuera de la naturaleza, y que por tanto son vistos como carentes de verdadero hogar o lealtad hacia ella. El cristianismo recoge los elementos platónicos de la dualidad alma-naturaleza, y a pesar de que el mundo de la materialidad sin embargo está siempre con nosotros, ha de ser reprimido constantemente por el Logos. Este dualismo entre la razón y la naturaleza será también re-elaborado por el racionalismo de la modernidad occidental. Esta demencia cultural empeora con la modernidad que prescinde de otros mundos trascendentes antiguos, como el del fundamento exterior divino. Ya no hay padre y mundo trascendente en el cielo, desechadas estas ilusiones del pasado por el desencanto moderno occidental. Pero esta modernidad no ha proporcionado una nueva identidad terrena que integre y acepte la muerte física y natural como afirmadora a la vez de vida y como parte de la condición humana. Necesitamos un nuevo reconocimiento de nuestros vínculos e identidad humanas que no se base en la enajenación sino en la conexión con el mundo natural. Pero por el contrario, la cultura masculina maquinística sigue ganando control sobre la naturaleza y el cuerpo mediante la ciencia y la tecnología (bajo las retóricas proclamadas y engañosas de los fines y utilidades humanas), aunque al tiempo continúa negando la materialidad de la existencia humana bajo el rebajamiento y dominio prometeico sobre la naturaleza, y con efectos hoy catastróficos dispersados por todo el planeta. Otra figura clave representativa del dualismo occidental en la filosofía moderna es René Descartes (1586-1650). Si Platón se centró en el "otro mundo" del alma-Logos, Descartes se interesará por en conocimiento humano y el control del mundo natural. Lo distintivo de la humanidad para Descartes era la MENTE, entendida esta como conciencia o capacidad de pensar y razonar. Luego el mundo natural, el cuerpo humano y resto de vida animada, es visto como objeto inerte, controlable y manipulable. El cuerpo es concebido como sin mente, una máquina o autómata, lo que significa un despellejar la pura conciencia humana y el desencarnado "YO" autónomo de la subjetividad humana exclusivamente centrada en su inmaterialidad y trascendencia. En este dualismo cartesiano se expresan los supuestos básicos de la destructividad y violencia implícita en el pensamiento occidental, ya que la conciencia es vista como la gran divisoria y separadora del resto del Universo y del mundo vivo infra-humano. Separar el ser pensante humano de la naturaleza concebida sin mente, esta ha sido la operación cultural del dualismo, que se convierte en la división entre conciencia y máquina (naturaleza muerta y manipulable). Se esfumó ya lo teológico y lo orgánico de la explicación de una naturaleza, esta es vista ahora como ajena y exterior a una mente humana confinada a la razón y el conocimiento. Estos supuestos distorsionados de la objetividad masculina separan no sólo del cuerpo "femenino" del masculino, sino de todas las demás formas de vida animada, incluyendo el propio cuerpo de la mente humana. Esta imaginaria identidad masculina construida sobre la definición de lo humano y rectora del dualismo antropocéntrico y androcéntrico abarca y se aplica otras formas dominación. Según la cultura que apareció con los griegos pero sobre patrones preexistentes de dominación social de las élites esclavistas que niegan la dependencia de los otros que se mantienen en la subyugación, y se niegan a la vez las condiciones de la propia existencia, careciendo así de sensibilidad para con los límites y el sentido de la existencia terrena. Este poder y control rector ha evolucionado de la colonización y dominación a situaciones donde las mujeres son vistas como "diligentes y protectoras" cuando se trata de luchas por identidades y no por relaciones materiales. El gran impacto ecológico de la lógica de colonización está en el control rector de la naturaleza por parte del patriarcado occidental y a través de sus sistemas de conocimiento e instituciones dominadas por hombres. Mujeres y hombres son cómplices y activos en reconocer y adoptar esta identidad y de dominio rector de la cultura, en nosotros mismos, en las instituciones y discursos. Los marcos alternativos y posibles (cuidado, amor, democracia, amistad, cooperación, reciprocidad) de acción política y personal no se limitan por tanto sólo a las mujeres, y también pueden incluir a los hombres. El concepto griego e ilustrado de humanidad ha de ser desafiado al haber sido construido dentro de este marco masculino y abstracto de exclusión, negación y denigración de las esferas femeninas, de la esfera natural, y de la asociada con la subsistencia. No se trata de dar respuestas mediante inversiones acríticas sobre lo humano celebrando ingenuamente "lo femenino" como arma arrojadiza, algo que no sería más que una distorsión de la dualidad masculino-femenino y de la dualidad humanidad-naturaleza: la idea de feminidad creada por la desigualdad y su lógica cultural rectora. El cuerpo y la naturaleza se asocia a lo femenino y también se suele asociar a los grupos oprimidos como "los primitivos", "los animales", "los esclavos" , sometidos como están a esta identidad rectora hiper-separada y des-insertada , tal y como se nos presenta en la filosofía de occidente. No sólo representa los ideales masculinos sobre las mujeres y la naturaleza, sino que se extiende y aplica también, como un gran y profundo arquetipo imaginario protagonista de los valores y la historia de occidente, a otras formas de dominación como son la clase social, la raza, las especies,…….. Al marco destructivo y la violencia de la religión y de la cultura judeocristiana se añade el del racionalismo occidental. La revolución científica de los siglos XVI XVII constituyó un giro final que ha desencadenado todo el potencial destructivo de la cultura patriarcal occidental. Anteriormente, la explotación del mundo natural había sido restringida gracias a una visión orgánica de una naturaleza entendida como viva y femenina. Era reverenciada como "Madre Tierra", nutricia y temida al mismo tiempo por sus poderes salvajes, y representada por el "principio femenino" que permeabiliza todo el cosmos y el mundo físico, y que actúa mediante la interdependencia entre las partes y mediante su subordinación a objetivos holísticos y comunitarios. Las mujeres perseguidas como brujas en la época medieval representaban el aspecto caótico e indomable de la naturaleza, tal y como se percibía en la sexualidad y cuerpo femenino. El desencantamiento laico que acompañó a la revolución científica y la modernidad occidental trajo consigo una nueva imagen mecanicista del mundo, en la que el mundo vivo aparecía como muerto y pasivo. Si la visión orgánica antigua había frenado en pasado los afanes de saqueo natural poniendo límites a la explotación de la naturaleza con algún tipo de autoconsciencia y vínculo humano con ella, la visión mecanicista cartesiana y newtoniana del mundo natural da vía libre a la inventiva y autocreación humanas, y conduce a la muerte de la naturaleza" como idea, como valor y como práctica. La lógica de la dominación arriba-abajo, aunque se rodea de autoexplicaciones y legitimidades retóricas basadas en la Razón como gran valor supremo usado en la modernidad, no sólo atraviesa el conocimiento científico sino que también ordena las creencias humanas y el sentido común cotidiano (también basado ocultamente en un tipo de ideas y pensamiento jerárquico y dual que prioriza los valores verticales de arriba en relación a los valores disyuntivos y antagónicos de abajo). En este modelo dualista de cultura, los valores considerados superiores y más altos mitifican la separación y la discontinuidad humana con la naturaleza, y están del lado de la Razón, la mente, lo masculino, la fuerza, lo mecánico, lo analítico, la autonomía, la libertad, el control y la conquista, la objetividad desde ninguna parte en el conocimiento y en la ciencia. Por tanto, niegan una ontología compleja sobre el mundo real que tenga en cuenta los lazos y afinidades materiales y naturales de lo social, lo cultural y la subjetividad humana, y en el contexto de los fenómenos naturales, de las conexiones y la co-evolución entre las sociedades humanas y la naturaleza, y en sus relaciones holísticas, singulares y contingentes. Ante las opresiones que utilizan los marcos simbólicos duales, la tarea de erradicar el sexismo del orden patriarcal obligará a localizar las conexiones y separaciones negadas. Las mismas formas de violencia cultural y simbólica que se utilizan como marcos de sentido y de dominación de género, raza, etnia, clase,… también son trasladadas y usadas para el dominio del mundo natural. La naturalización de las víctimas de otras formas de opresión se da también mediante el uso de estos marcos culturales duales comunes en el patriarcado moderno en el que las mujeres son identificadas con el cuerpo y la naturaleza, al tiempo que los hombres son identificados con lo mental y lo humano. Si la naturaleza es vista como inferior y debajo de lo mental y lo humano, las mujeres en tanto que naturaleza también son concebidas como inferiores y al lado del mundo natural en la sociedad patriarcal. Luego los análisis feministas han de incluir también a otras formas de dominación, entre ellas las de la naturaleza, y con ello hacer posible también el establecimiento de conexiones y solidaridades entre las diferentes dominaciones, integrando así las separaciones y objetivaciones extremas. La vida humana y de las sociedades son en muchos aspectos una continuación de la vida natural, aunque los aspectos culturales y sociales no están sometidos a los dictados y determinismos de absolutos de la naturaleza y las leyes del mundo físico, ya que están mediados social e históricamente. Pero tampoco se puede reducir la acción y el conocimiento humano a los factores exclusivamente cognitivos y culturales olvidando los factores físicos y ecosistémicos. La ontología de los humanos y sus sociedades es a la vez material, social y cultural. Los humanos no pueden ser homogenizados e indiferenciados dentro de la naturaleza ya que también constituyen una parte bien singular de la misma y en la que no son separables la naturaleza externa ecosistémica de la naturaleza interna de la propia corporeidad humana. El construir histórico de los humanos y sus relaciones materiales, sociales, culturales e individuales, se da en procesos complejos y abiertos de relaciones no lineales ni monocausales. El científico moderno es el hombre que presuntamente crea la naturaleza y se crea a sí mismo con el poder de su mente. El es el nuevo dios, héroe de la cultura de la civilización europea. M a r i a M i e s La ciencia reduccionista moderna igual que el desarrollo es un producto patriarcal, ha excluido a las mujeres como especialistas y simultaneamente ha excluido las formas ecológicas y holísticas de conocimiento que comprenden y respetan los procesos de la naturaleza y la interconectividad como ciencia. ¿Tienen las mujeres algún privilegio epistémico en el conocer las relaciones entre la humanidad y la naturaleza?. Los planteamientos ecofeministas parten del cuestionamiento radical de la división y jerarquía cartesiana que estable la cultura occidental entre humanidad y naturaleza que explica en muchos aspectos la actual crisis medioambiental de las sociedades contemporáneas. La óptica ecológica en general y las ecofeministas en particular, cuestionan la idea de una identidad humana como algo "externo y separado de la naturaleza". El pensamiento del ecofeminismo sobre las mujeres como puente y punto de vista privilegiado oscila y engloba a dos enfoques diferenciados: 1. La idea de que la "experiencia de las mujeres" refleja algo esencial de su corporeidad y diferenciado de la experiencia de los hombres. 2) La idea de que la "experiencia de las mujeres" las posiciona singularmente e históricamente, pero no esencialmente por razón de su propio cuerpo, sino mediante formas más variables, construidas, históricas, sociales, culturales y contextuales. Estos dos enfoques en general consideran EPISTEMOLÓGICAMENTE PRIVILEGIADA la posición de las mujeres en relación con su intercambio, trato y mediación específica con el mundo natural, y como agentes sociales y políticos efectivos que tienen más posibilidades de confrontar la crisis de supervivencia social y ecológica en la que están atrapadas las sociedades modernas. Pero estos enfoques del punto de vista están confrontados con el feminismo post-moderno y dentro del campo de disputa interna dentro de la propia teoría feminista. El feminismo postmoderno está en contra de la supuesta existencia de alguna roca sólida o alguna base que pueda fundamentar un punto de vista epistémico privilegiado para las mujeres y fruto de su propia experiencia y condiciones singulares de opresión patriarcal. También desde la perspectiva del feminismo cultural de la diferencia, el afirmar un punto de vista epistémicamente privilegiado para las mujeres en el marco de las relaciones de dominación patriarcal contra la naturaleza, supondría el peligro de NEGAR LAS DIFERENCIAS y diversidad existente entre las propias mujeres, ya que estas no son reducibles a una única y clara posición. Ya que no existe una única voz y experiencia única y común del colectivo de mujeres, para este feminismo de la diferencia supondría una esencialización y universalización reduccionista, por intentar priorizar arbitrariamente un punto de vista y la experiencia específica de un grupo de oprimidos en relación a otros posibles puntos de vista de otros grupos de oprimidos con una propia y particular experiencia de subyugación. EL PUNTO DE VISTA EPISTEMOLÓGICO: La visión desde abajo (La supervivencia ecológica está con quienes son supervivencia) expertos en La totalidad de la interacción humana con la naturaleza está socialmente mediada y contruida, y modela tanto a los seres humanos como a sus posibilidades de conocimiento. Si la división sexo-género en el trabajo significa que la vida de las mujeres difiere sistemática y estructuralmente de la de los hombres, también esto tendrá expresión en una singular experiencia fruto de sus posiciones desiguales y desventajosas que ocupan las mujeres en una sociedad patriarcal. Una comprensión matrialista libra a las mujeres de la trampa de ser vistas exclusivamente como naturales o exclusivamente como sociales, y las construye y concibe como "seres humanos encarnados inextricablemente en condiciones naturales y sociales". Aunque desde las ciencias sociales y desde la lucha feminista desde hace más de dos siglos, se ha dado más atención estratégica a los aspectos sociales de sus vidas, ahora urge incorporar como base política radical el anudamiento de la división del sexo-género a la base material y real de todos los seres humanos concretos. Las mujeres viven experiencias de vínculos singulares con el mundo natural y físico dentro de la cultura y los campo de relaciones sociales que se dan en la sociedad patriarcal. Son mediadoras y guardadoras de saberes basados en el cuidado del otro exterior y conectado que reconocen otros valores y lazos de dependencia y de cuidado mutuo ligados a la responsabilidad con la Tierra y el mundo vivo, o ligados a otras culturas indígenas subyugadas. La consideración del papel de las mujeres como "mediadoras" del mundo natural en sus papeles sociales e históricos de la división social sexo-género, y entre los hombres y la naturaleza, aporta una base epistemológica para un materialismo histórico que incorpore el reconocimiento del doble papel de las mujeres en los espacios de producción y de reproducción. Lo que significa que las mujeres también tienen una experiencia y comprensión más amplia y materialista de una gran gama de actividades humanas muy alejadas del mundo de los hombres y de cultura propia de "la masculinidad abstracta" que se autoconsidera como rasgos universales de la excelencia humana. Este ideal masculino de humanidad descarnada del mundo vivo y físico se opone y niega los mundos de la vida cotidiana y real de mujeres y de hombres concretos, y que necesariamente también se desenvuelven dentro de los parámetros y determinismos físicos de la necesidad, de la vida cotidiana, y del hogar. Es decir, los "mundos feminizados" del cuidado y de la supervivencia del que salen los hombres cuando entran en los mundos masculinos de la vida social. A pesar de la posición de las mujeres como dominadas en la jerarquía del sexo-género debido a su supuesta desventaja y diferencia natural en relación a los hombres, los Ecofeminismos reclaman un privilegio epistémico en el terreno del conocimiento de las conexiones con el mundo vivo al que pertenecemos, y a modo de cuasi "afinidad natural" y socialmente construida entre mujeres y naturaleza. Es decir, las identidades femeninas construidas social e históricamente podrían usarse conscientemente como "posición ventajosa" para la creación de una nueva sabiduría, cultura y políticas alternativas a las del antropocentrismo masculino. Y a la vez podrían integrar las devaluadas formas INTUITIVAS, ESPIRITUALES Y RACIONALES devaluadas por el conocimiento abstracto masculino, y con ello ayudar a realizar cambios en las falsas y anacrónicas distinciones occidentales entre la naturaleza y la cultura humana. El conocimiento orientado hacia la naturaleza podemos encontrarlo presente aún en las mujeres particulares que guardan y conservan vínculos y aprendizajes directos con el mundo natural. Las mujeres son conocedoras y expertas en supervivencia mediante el trabajo cotidiano de SUPERVIVENCIA: productor de vida y mejorador de vida. La experiencia de subordinación de las mujeres en sociedades patriarcales capitalistas se realiza desde una posición contradictoria entre la cultura femenina y la masculina, ya que están a la vez dentro y fuera, (y por ello quizás pueden estar mejor situadas para defender a los seres vivientes). Las mujeres que producen supervivencia nos muestran que la naturaleza es la verdadera base y matriz de la vida económica y social. No se trata de que sea su cuerpo y diferencia anatómica como hembras lo que las sitúa en una posición política y estratégica de cambio, sino se debe a sus lugares y relaciones sociales bajo los que viven la opresión de los sistemas patriarcales. Esta experiencia de subyugación puede convertirse en un privilegio de conocimiento y sabiduría ecológicas de nuestra inserción en el mundo. Desde su experiencia material encarnada en los espacios sociales de división y dominación patriarcal, les posibilita el "actuar temporalmente como agentes activos y creativos" desde su lugar específico como: perjudicadas y oprimidas; como madres nutricias dadoras de vida y nutricias; y desde "la experiencia vivida". Lo que no puede decirse, es que las mujeres nos inclinamos a la ecología simplemente porque somos hembras. Para ecofeministas culturales el patriarcado emerge de la socialización y no de un supuesto compromiso masculino inherente y transhistórico hacia la opresión, y por lo tanto, consideran que es posible la re-socialización de todos los seres humanos para abrazar el "cuerpo de la Tierra" en base a una nueva espiritualidad y éticas basadas en el cuidado y preservación planetaria, y sustentada en la inmanencia o cualidad de la Tierra de estar viva. La interconexión es una de las formas de expresión de la inmanencia y la comunidad humana y natural, y es el objetivo de nueva forma de convivencia con el mundo natural Una de las críticas más comunes de la teoría del punto de vista privilegiado de una opresión específica está en que esencializa, totaliza y universaliza desde una única visión específica y desde una posición particular, lo cual puede oscurecer las diferencias y diversidades entre las propias mujeres. También el enfoque del punto de vista privilegiado tiene el siguiente peligro: de que mujeres que no sufren directamente una forma particular de opresión busquen hablar en nombre de las oprimidas. Además habría que evitar la tentación de idealizar la experiencia de la subyugación creyendo que de seguro aporta necesariamente una responsabilidad o una visión y conocimiento superior. Esto sería sólo invertir pero no trascender las jerarquías del conocimiento androcéntrico y antropocéntrico. Las críticas ecofeministas a los feminismos postmodernos, insisten en que estos tienden a ver el cuerpo sólo como un puro constructo cultural y social, como una interfaz de fuerzas simbólicas y materiales, y por ello los ecofeminismos defienden la perspectiva del punto de vista que puede ampliarse, pero a la vez sin adoptar una perspectiva totalizadora y violentadora que supere el punto de partida situado y limitado de "la experiencia de las mujeres". Si entendemos la epistemología del punto de vista privilegiado de las mujeres y no como fenómeno subjetivo ni como fenómeno único y abstracto, sino como una relación material e histórica, se avanza hacia una epistemología ecofeminista situacionista (que tiene en cuenta el contexto y la diversidad) junto a la localización social y ecológica. La situacionalidad encarnada no relaciona sólo con los hechos, los datos o la experiencia bruta, no prioriza ninguna situación o localización particular sin remitir a las relaciones e interconexión material con los demás y con el mundo. El hecho material de la desigualdad es el punto de partida. El truco de verlo todo desde ninguna parte como si fuera Dios". D. Haraway. La eliminación de las hipótesis animistas y orgánicas del cosmos constituyó la muerte de la naturaleza: el efecto de más largo alcance de la revolución científica. C. Merchant LA CRÍTICA ECOFEMINISTA DE LA CIENCIA MASCULINA La crítica a la objetividad trascendente y sin substrato físico de la ciencia dominada por hombres. La naturaleza es concebida desde la ciencia mecanicista masculina como descomponible, muerta, conquistable, objetivable, controlable en oposición a un modelo de naturaleza sustentadora, viva, nutriente e interconectada. Los enfoques ecofeministas plantean la necesidad de nueva reflexividad y objetividad corporeizadas, como parte del mundo natural pero nunca capaces de captar y conocer completamente el todo del mundo real, y dadas las limitaciones que implica la inmanencia situada de la humanidad. La objetividad de la trascendencia típica de la ciencia masculina opera con la pérdida de la historia de las mediaciones, es una objetividad descorporeizada, abstracta, inubicable, y por lo tanto irresponsable. Por el contrario, la objetividad corporeizada representa el conocimiento que puede prever de las conexiones de alcance global, es un saber encarnado, ubicable y responsable. Cualquier posibilidad de conocimiento racional y responsable de poder situarse en esta red de conocimiento interconectado. El argumento para adoptar el punto de vista de los oprimidos partiendo de que tienen menores posibilidades de ser irresponsables y no situados si se basa en la trascendencia, y se trata por tanto de un proceso de desapego más del mundo físico que nos constituye. Sólo tendría sentido el privilegio epistémico del punto de vista privilegiado si lo subordinado y lo supra-ordenado están estructuralmente y materialmente relacionados. Los puntos de vista privilegiados no serían por tanto sólo anécdotas o perspectivas, sino aspectos diferentes de una relación material. Es la relación material lo que constituye el objeto del conocimiento, no la perspectiva particular de las personas concretas. En cambio, las propuestas epistemológicas postmodernas que señalan críticas epistemológicas que devienen en cuestiones ontológicas sobre la existencia humana y el mundo, ya que entienden la conciencia bajo la pura forma de estructuras simbólicas y como lo determinante del ser. Pero el hecho de que tengamos dificultades para entender simbólicamente el medio natural no significa que no exista, aunque los errores invadan nuestras representaciones con falacias que socializan, distorsionan, culturalizan y sobresocializan lo natural. El locus de la fuerza real en el mundo es físico, no mental (E.Fox Keller), y puede que los sistemas formales de acumular conocimientos científicos no sean la mejor manera de comprender nuestras interacciones humanas con la naturaleza, y tampoco el reunir y sumar perspectivas parciales puede que tenga demasiado sentido, si no se parte sobre la existencia de un todo o realidad externa que captar. Esta realidad que sobrepasa la conciencia y mente humanas, es para el ecofeminismo el conjunto de relaciones que rodean a la inmanencia humana y "crean" la trascendencia. Además de señalar y luchar contra la exclusión y marginación de las mujeres en la propia ciencia y campos de enseñanza e investigación, es necesario buscar la contribución oculta que pueden haber hecho, resaltar sus experiencias y perspectivas distintivas en medio de unas prácticas científicas dominadas por hombres. La crítica ecofeminista cuestiona la legitimidad del modelo científico masculino en el que han sido entrenadas, y muy particular su pretensión de producir un conocimiento neutral y descorporizado, separado del ser, impersonal y trascendente. Este desapego está vinculado al dualismo general de la cultura occidental platónica y cartesiana, y supone una masculinización de la ciencia como fruto de las socializaciones y prácticas sociales diferenciales de género. Seguramente las mujeres, dada su diferencial y asignada socialización de género enfocan los mismos estudios científicos del mundo natural con otra actitud de menos despego y sobre la base de sentimientos y conocimientos construidos desde la escucha, la empatía o el tener un sentimiento sobre lo natural o el organismo estudiado. En contraste, la mirada masculina desapegada de la ciencia desea ser capaz de hacer una teoría copia de la realidad, esto es objetiva y objetivizante. La idea de ciencia como espejo de la naturaleza es pura metáfora mítica y delirante del propio orden cultural masculino que conlleva muchos de los supuestos jerárquicos prevalecientes en la cultura occidental. Es decir, es falsa la idea de que los humanos somos los descubridores e intérpretes de un mundo natural subordinado y exterior. Si además se relaciona el conocimiento científico con sus vertientes prácticas, aplicaciones y consecuencias socio-naturales, también puede valorarse el histórico impacto destructivo de la ciencia moderna masculina. Un ejemplo de los usos destructivos de la ciencia moderna de occidente se puede ver en la llamada "revolución verde" aplicada a economías agrícolas. Fueron en realidad unas cosechas de diseño en laboratorios occidentales pero a la vez desencarnadas e ignorantes por su apenas comprensión real sobre las condiciones ambientales, sociales y económicas del Sur. Con la variedades de semillas "de alto rendimiento" de arroz y de trigo, se mostraron también los peligros y riesgos que ocultamente comportan: necesitaban unas bastas cantidades de agua agotando por ello los recursos locales renovables de aguas subterráneas y contaminando y salinizando las tierras debido a la alta evaporación propia de climas cálidos. Los cultivos intensivos de la agricultura científica, química e industrial de la revolución verde, en realidad constituían formas humanas de maldesarrollo que erosionaban el suelo y las cosechas de monocultivo, al tiempo que eran mucho más afectadas por plagas y enfermedades. Además excluía y empobrecían socialmente, ya que sólo los terratenientes ricos podían costear los fertilizantes y pesticidas necesarios para poder mantenerse en la rueda destructiva de esta modernización agrícola y comercial. La crítica de Vandana Shiva a la agricultura "científica" de los expertos agrónomos y a los programas de maldesarrollo occidentales insiste en que proyectan y colonizan con un conocimiento supuestamente universal, racional, libre de valores y objetivo, y al tiempo desplazan y niegan otros sistemas de creencias y de conocimientos más sustentables ecológicamente. La violencia de la ciencia opera mediante un reduccionismo epistemológico ya que fragmenta el conocimiento y lo somete a reglas concretas de método y de evidencia empírica, al tiempo que acepta como conocedores solamente a los científicos occidentales. Es un reduccionismo epistemológico también de carácter ontológico, ya que ve el mundo natural como si en realidad fuera un mundo roto, fragmentado, inerte, desconectado de la humanidad y sometido a leyes mecánicas universales. En última instancia la ciencia es autodestructiva al reforzar el "monocultivo de la mente" porque violenta el conocimiento mismo reclamando el control universal y la superioridad de la ciencia occidental, además de la violencia práctica que infringe a la naturaleza al destruir su integridad mediante este reduccionismo. El proceso de colonización cultural de occidente es responsable del maldesarrollo del Sur y Norte rico, ya que los aparentes procesos de creación de riqueza generan a la vez más pobreza, y los procesos de creación de conocimiento simultaneamente generan ignorancia y destrucción del mudo natural. La violencia de la ciencia occidental hacia la naturaleza representa la necesidad del hombre occidental de establecerse por separado y por encima de su corporeidad. La negación de su simbiosis con el cuerpo vivo del planeta y su propio cuerpo, la negación de la naturaleza y de su madre humana, es el marco y fondo central desde el que se han creado los modelos de emancipación y de liberación humana en sus diferentes tradiciones liberales o socialistas, y es también la base del capitalismo occidental globalizado. Esta operación d violencia patriarcal contra las mujeres y la naturaleza, parte de una purificación fantasmagórica de los hechos NATURALES a priori: que somos concebidos por mujeres, y que como seres vivos y carnales habremos vivir en nuestra casa terrestre y habremos de morir. En coherencia, todas las formas corporeizadas de conocer se rechazan por este androcentrismo cultural: el conocimiento sensual, de la experiencia, los sentimientos, la empatía, la imaginación, la intuición. Tres enfoques dentro de la crítica feminista a la ciencia y a su epistemologia masculinizada: • • • El empirismo que busca corregir los defectos de la mala ciencia masculina contaminada por la cultura, prejuicios e intereses de los hombres desde el proyecto de la Ilustración occidental que la han dominado, pero no hay ningún problema básico en la idea de ciencia Epistemología del Punto de vista privilegiado que busca producir una ciencia sucesora a partir de la objetividad que se da desde la constextualización y posicionamiento del conocimiento. Ciencia sucesora. La epistemología postmoderna con los supuestos básicos constructivistas y situacionistas de todo saber y acción humana cuestionan la idea de sujeto, razón y conocimiento de la modernidad ilustrada que sustenta el modelo científico dominante. Si la verdad y las pretensiones de conocimiento siempre se hayan situadas social e históricamente, los grupos, las personas y los científicos tienen las secuelas de sus posiciones en sus propios sistemas de creencias y saberes. ¿Pueden las mujeres no sólo establecer una mayor cercanía con la naturaleza, sino un alejamiento mayor de muchos aspectos de la cultura y sociedades humanas dominadas por los hombres? Desde el ecofeminismo se reconoce que el mundo real es también la naturaleza no humana que tiene una existencia propia y concreta. Se señala la mortalidad y el limitado control humano sobre la corporeidad humana y de la Tierra ecosistémica. La Naturaleza no es concebida cómo sólo un recurso natural a explotar, ni tampoco es interpretable en el sentido objetivista y positivista. La humanidad no puede conocer la naturaleza ya que su intervención y complejas dinámicas activas y metabólicas quedan fuera de nuestro alcance humano. El mundo natural es como un animal juguetón e independiente con el que la humanidad ha de aprender a conversar, y su conocimiento no es un descubrimiento abstracto desde ninguna parte, lugar o conexión, sino que es parte de un mundo vivo con su propia dinámica y capacidad de acción que engloba a la humanidad. El conocimiento humano representa una verdad de las relaciones e interdependencias entre la humanidad y la naturaleza, y desde su eficacia y fines en esta convivencia hay que situarlo como fenómeno constreñido social, cultural e históricamente. Por tanto, ni relativismo social nihilista postmoderno (el conocimiento es sólo un artefacto cultural construido y limitado), ni el objetivismo "espejo o copia de la naturaleza" del objetivismo ilustrado del conocimiento y la ciencia. Mara Cabrejas Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universitat de València. [email protected]