Panel: El silencio no es salud

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La salud de las mujeres se extendió al Congreso de las Madres
Mesa de debate sobre Género, Salud y Derechos Humanos
En el marco del XI Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, que lleva como
consigna “El Silencio no es Salud”, se llevó a cabo, en una de las carpas desplegadas sobre las
inmediaciones de la Plaza San Martín, la mesa Debates y Perspectivas sobre la articulación Género,
Salud y Derechos Humanos. La actividad estuvo a cargo del Observatorio de Medios con
perspectiva de Género, perteneciente al Laboratorio de Comunicación y Género de la Facultad de
Periodismo de la UNLP.
El espacio fue moderado por Flavia Delmas, integrante de la Red De Monitoreo de Políticas
Públicas para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, y contó con la
participación de Néstor Artimaño, docente de la Facultad de Trabajo Social y especialista en la
temática de género; Estela Díaz, de la Secretaría Nacional de Género de CTA y fundadora de la
Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Libre, Seguro y Gratuito; y Nilda Galina, psicóloga,
médica y docente.
Las disertaciones abordaron distintas dimensiones, inquietudes y nudos problemáticos vinculados
a la cuestión de género, a partir de las respectivas experiencias y campos de implicancia de los/as
invitados/as. Nilda Galina abrió la discusión definiendo al género como “un hecho del lenguaje que
ha exportado la sexología al terreno de las Ciencias Sociales”.
Historizó el origen y desenvolvimiento de la familia nuclear patriarcal y la canonización de roles
sexuales. En este sentido, puso en diálogo las categorías de género y poder en la llamada
“industria del cuerpo femenino”, desandando los modos en que el mercado y la sociedad de
consumo actual, reproducen imágenes estereotipadas y estereotipantes que fijan modos de
subjetivación de “lo masculino” y “lo femenino”.
Estela Díaz resaltó la importancia de la acción colectiva de los movimientos sociales en la
conformación de una sociedad tendiente a la equiparación y concreción de derechos, y en
particular la del movimiento de mujeres.
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Mencionó la sanción de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva en el año 2003, sin embargo dejó en
evidencia la falta de un Programa que establezca sus líneas de ejecución. Resumió mediante el
atravesamiento exponencial entre los conceptos cuerpo/poder/política, de qué manera la
capacidad de gestación de las mujeres se ha convertido en un instrumento de la dominación
masculina: “La mujer puede dar vida o puede dar muerte; otorgarle ése poder de decisión es
subversivo ya que altera el orden de las relaciones sociales existentes”.
Por su parte, Néstor Artiñano introdujo la necesidad de desmantelar el paradigma de “La
Masculinidad”, y con ella, los mandatos que pesan sobre la población masculina dentro del
sistema patriarcal. Diagnosticó un resquebrajamiento y un movimiento de pluralización y
democratización hacia la concepción de “las masculinidades”. A través de estadísticas, reflejó las
distintas presiones sociales y situaciones de riesgo a las que se ven expuestos los varones con el fin
de reivindicar su condición ante otros varones: “al final, hay que revisar el término de sexo débil
asociado a la mujer”, enfatizó.
En conclusión, se acordó dar disputa en el espacio de las políticas públicas para el cumplimiento de
un estado pleno de derechos y soberanía para las mujeres, y de que ésta no sea una lucha
encarnada exclusivamente por ellas.
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