Johannes Brahms Ein Deutsches Requiem ORQUESTA Y CORO DE LA UNIVERSIDAD DE MADRID CORAL MAESTRO BARBIERI (Dir. Fernando Rubio) Director: Enrique Muñoz Solistas: Inés Ballesteros, Soprano Axier Sánchez, barítono PROGRAMA Johannes Brahms (1833–1897) Ein deutsches requiem (Un Réquiem Alemán) I.- Selig sind, die da Leid tragen II.- Denn alles Fleisch III.- Herr, lehre doch mich IV.- Wie lieblich sind Deine Wohnungen V.- Ihr habt nun Traurigkeit VI.- Denn wir haben hie VII.- Selig sind die Toten Solistas: Inés Ballesteros, soprano Axier Sánchez, barítono Notas al programa: Requiem Alemán sobre textos de las Sagradas Escrituras op. 45 Romántico por la confesión de sus sentimientos y su intimismo musical, Johannes Brahms fue al mismo tiempo un compositor clásico por el sólido sentido del orden que imprimió a sus obras. Cultivó todas las formas musicales, con excepción de la ópera. Opuesto a la vanguardia de la <<del porvenir>> o Nueva Escuela Alemana, representada por Liszt y Wagner; etiquetado como tradicionalista, aunque fue un compositor inquieto, laborioso y crítico, pero acorde a su época. Nació en Hamburgo en 1833, ciudad que le negó desarrollar su vida como director, por ello, decidió irse a Viena, donde fue acogido y respetado como compositor hasta su muerte en abril de 1897. Siempre se ha considerado que este Requiem fue compuesto en memoria de su madre, fallecida en 1865. Aun pudiendo considerarse cierto, la idea de componer un Requiem viene de antes. De hecho, la motivación para esta obra surge con ocasión de la muerte de su gran amigo y protector Robert Schumann (1810-1856) diez años antes. Este le consideraba como el continuador de las tradiciones alemanas del romanticismo. Brahms empieza a trabajar en esta obra en 1865 y toma como uno de los puntos de partida un scherzo fúnebre (concebido en un inicio para el concierto op.15 en 1854), que finalmente se convierte en la conocida Marcha Fúnebre del segundo movimiento del Requiem. En 1866 concluye el conjunto de la obra, salvo el quinto número para coro y soprano incorporado en 1868 coincidiendo con su estreno. La primera interpretación de los seis movimientos entonces existentes fue ofrecida en la catedral de Bremen el Viernes Santo de 1868, con el compositor dirigiendo y Julius Stockhausen como barítono solista. La obra fue interpretada en su versión final de siete movimientos en Leipzig, el 18 de febrero de 1869, con Carl Reicnecke dirigiendo. La obra se divide en siete movimientos siendo el cuarto la parte central, en torno al cual se disponen -en equidistante correspondencia de valores expresivos y caracteres musicales- el resto de números. Se pueden percibir las afinidades entres los últimos compases de los movimientos primero y último; las analogías entre el segundo y el sexto episodio (el clima fúnebre del segundo, que se redime a través de la alegría; la incertidumbre del sexto, resulta en una doble fuga); y entre los movimientos tercero y quinto (similares los dos comienzos con la intervención de las voces solistas). I. Selig sind, die da Leid tragen (Benditos sean los que sufren, porque ellos serán consolados) Este primer movimiento está estructurado como un coral donde el coro comienza con una sonoridad de dolor pero muy dulce a través de sus melodías y timbres. Es de resaltar que en este movimiento prescinde del piccolo, de los clarinetes, de un par de trompas, de las trompetas y de la tuba, de los timbales y de los violines. II. Denn alles Fleisch, es ist wie gras (Porque toda carne es como hierba y toda gloria del hombre como las flores que hay en la hierba) Desde los primeros compases queda plasmada la Marcha Fúnebre introducida por los violines que había sobrevivido al temprano intento de su op.15. Se escuchan los timbales por primera vez, percutiendo sus tresillos insistentes a través de esta extraña fusión de marcha y danza en ¾. Dos veces alcanza la marcha fúnebre su gran clímax, anunciado por los trombones y donde el coro explota entre exultantes exclamaciones de alegría. III. Herr, lehre doch mich, dass ein Ende mit mir haben muss (Oh Señor, me enseñas que debe haber por último un lugar para mí y que mi vida tiene un término, inevitable) El tercer movimiento ofrece un solo de barítono, al que da respuesta sucesivamente el coro. También en este episodio la petición ansiosa y oscura de los primeros compases del barítono <<Oh Señor, muéstrame que mi vida tiene un fin>> halla una respuesta con el consuelo de una amplia fuga reconfortante en una conclusión plena de confianza. IV. Wie lieblich sind deine Wohnungen! (¡Oh, cuán amables son tus morada!) Lo que ocurre en este movimiento es totalmente opuesto al III. La tonalidad del coro, mi bemol mayor, esta a gran distancia del precedente de Re mayor, mientras el sonido de la orquesta se reduce casi del todo al ámbito de la música de cámara. Una vez más queda al descubierto una dimensión consoladora: la muerte entendida no como evento doloroso, sino como tránsito hacia la paz eterna. V. Ihr habt nun Traurigkeit (Vosotros estáis tristes ahora, pero yo regresaré de nuevo y vuestro corazón se regocijará, y nadie podrá frustrar vuestra alegría) El quinto movimiento, añadido después, es una pieza más mística y delicada, un auténtico Lied asignado a la voz de la soprano. Este episodio lo trata como el símbolo más noble y conmovedor de todos, mostrando el afectuoso consuelo que debe unir a los fallecidos y los vivos. VI. Denn wir haden hie keine bleibende Statt (Ya que no tenemos una morada estable, mejor busquemos nuestra morada fuera). La oscilación armónica entre tonalidad mayor y menor que caracteriza el sexto movimiento quiere expresar la inquietud del ánimo humano, que aspira a la paz celestial turbada a veces por mil dudas y angustias, -primero el barítono, después del coro-. A través de la explosión bárbara del coro, entre las llamadas de las trompas, pretende evocar el juicio universal. VII. Selig sind die Toten, die in dem Herren sterben (Benditos los muertos que mueren en la gracia del Señor) Llega entones el último movimiento, en el cual todo desemboca en una conclusión humilde, dócil, serena, sobre el famoso versículo del Apocalipsis << Felices quienes mueren en el Señor>>. Entonces, el fin y el principio se vuelven uno. El coro es el encargado de elevar la palabra, Benditos sean los muertos, en la tonalidad de Mi bemol asociada a la morada del Señor. Mientras los réquiem más notables de la tradición musical como son los de Cherubini, Mozart, Verdi o Beriloz, se basan en la liturgia católica romana y cuyo mensaje era una plegaria por las almas de los difuntos, amenazados por la llegada del Juicio Final, el Requiem Alemán de Brahms sigue la concepción luterana, ateniéndose a algunos versículos entresacados libremente de la Biblia alemana y de antiguos himnos eclesiásticos. Los contenidos de los textos seleccionados incluyen referencias muy variadas; por un lado pretende evitar una visión de la muerte como la puerta que conduce al mundo dual del premio o castigo eterno; o por el contrario, los textos presenta un sentido de la vida como un flujo incesante de tristeza y de regocijo, de sufrimiento y consuelo, de presente y trascendencia. Brahms ofrece una visión de la muerte como un hecho ciertamente inevitable que, sin embargo, lejos de ser un motivo de angustia permanente, es un acicate más para descubrir el valor de la propia vida. En este Requiem, la resignación de los afligidos y la paz de los difuntos vienen expresados a través de acentos de suma dulzura para subrayar que un círculo natural comprende la vida y la muerte, el dolor y la resignación, el inicio y el fin. El consuelo es, por tanto la esencia del Requiem brahmsiano María Casado Alonso Musicóloga/ Orquesta de la UAM