quiero seguir tus caminos, señor

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1 Reyes 19,16b.19-21; Gálatas 5,1.13-18 y Lucas 9,51-62
¿En qué puedo ayudarte?
Un niño al que preguntaron si rezaba y contestó: Todos los días. Y a la pregunta: Y ¿qué le pides
a Dios?, contestó con naturalidad: Nada. Le digo si puedo ayudarle en algo. ¿Es que puede un
niño ayudar a Dios? ¿Es que necesita Dios nuestra ayuda?
El evangelio de hoy nos dice que sí, que ese Jesús, cuando llegaba la hora de la verdad, cuando
sabe que va a enfrentarse con los que le odian y que lo van a encarcelar y matar, va por el camino
diciendo a los que se encuentran: “Sígueme”, que es una contestación al si puedo ayudarte en
algo; porque si no le podemos ayudarle ¿para qué nos llama? “Sígueme”, te necesito para que
mi obra no se acabe conmigo, necesito que tú seas mis manos, mis pies, mi voz, porque a mí me
van a clavar en una cruz y voy a quedar para siempre…, silenciado. Sé, pues, mis manos, mis
pies y mi voz.
El niño no pedía nada, no se quejaba a Dios, no le lloraba. Este niño sabía que la religión es un
compromiso de dar y darse, de echarle una mano a Dios en su obra, de estar con él
incondicionalmente. Nuestras vidas también deberían caminar por aquí.
Juguemos el juego de la vida
Siempre he creído que la vida no vale la pena más que jugándosela a una sola carta, sin
restricciones, sin reservas. Jugarse la vida a una sola carta, a la carta de Dios. Si seguimos a Dios
porque eso puede influir en nuestras seguridades…, pues resulta que esas cartas no nos valen,
porque “el Hijo del hombre no tiene donde apoyar su cabeza”. O jugamos la carta irrevocable de
Dios o perdemos la partida.
Se nos pide un seguimiento al estilo de los santos, al estilo de Francisco de Asís; desnudo para
caminar al paso de Dios. ¿Alguien cree que Francisco de Asís no fue un hombre feliz? ¡Los
santos son las personas más felices del mundo! Porque Dios no abandona nunca a quien decide
seguirle.
El que pone la mano en el arado
Parece que según la primera lectura de hoy, hay que quemar las naves o las doce yuntas de bueyes
de Eliseo. Se despidió, pero quemando las naves de manera irrevocable. Ya no podía volver a
trabajar el campo, porque no tenía con qué.
El Señor parece más tajante aún: “El que pone la mano en el arado y echa la vista atrás no vale
para el Reino de los cielos”. Aunque la nota dominante en esta comparación sería: El que agarra
el volante de su coche y anda mirando hacia atrás se desgracia. Una vez sentado al volante y
puesto el cinturón de seguridad lo único razonable es mirar adelante y caminar en la dirección
exigida y con la velocidad adecuada.
Las añoranzas de otros tiempos, la nostalgia del pasado, nos llevan a quejarnos del Señor,
a exigirle que venga a arreglar las cosas que nosotros deberíamos mejorar.
Seguiremos, Señor, tus caminos
Propuesta.Unidos a todos aquellos que en el mundo comparten nuestra fe, impulsados por el ejemplo de
los mejores seguidores del Señor, oramos al Padre por Jesucristo, en el Espíritu. Decimos:
“Seguiremos, Señor, tus caminos”.
1. Por todos los cristianos que quieren seguir a Jesús pero sin que este seguimiento suponga un
esfuerzo especial; para que tomen la decisión de seguir al Señor con todas las consecuencias.
Oremos.
2. Por todos los que, convencidos de su religión, quisieran imponerla al mundo, y por todos los
que han sufrido en la historia esta imposición; para que nuestro amor a Dios no nazca de
imposiciones sino que sea fruto de la libertad del corazón Oremos.
3. Por todos los que interpretan el poder religioso como un poder de fuerza, de privilegio, de
excepción; para que comprendan que el poder de Jesús se traduce en una actitud de servicio.
Oremos.
4. Para que dé salud a los enfermos, para que instaure la justicia donde impera el miedo; para
que mueva nuestro corazón al seguimiento. Oremos.
5. Por nuestra parroquia, por todos y cada uno de nosotros, por nuestras familias; para que
seamos fieles a lo que Dios nos está pidiendo a cada uno. Oremos.
Oración.Dios Padre nuestro, tu Hijo decidió subir a Jerusalén, sabiendo que le esperaba la cruz; ayúdanos,
a los que queremos seguir a Jesús, a tomar la opción de dar nuestra vida día a día en el servicio
del Reino. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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