Números 11,25-29; Santiago 5,1-6 y Marcos 9,38-43.45.47-48 No es de los nuestros Juan, el joven discípulo de Jesús, aparece aquí como el prototipo del sectario: “¡No es de los nuestros!”; no es de nuestro grupo, de nuestro partido, de nuestra nación, de nuestra religión…Tal vez quería proteger el buen nombre de Jesús, o proteger su propia parcela todavía muy débil, o sintiera celos por el bien que otros realizan. El caso es que, desde el Evangelio, ni las ideas, ni la raza o nación, ni la religión, son los valores últimos que definen al ser humano. En el cristianismo el valor primero es que cada hombre y cada mujer son hijos de Dios y, por tanto, hermanos nuestros. Por debajo de esta realidad, no existe nada digno de Dios y del hombre. No se lo impidáis Frente al sectarismo de los discípulos o de Josué, aparecen Jesús y Moisés como personas para las que lo importante es que fluya el bien, la curación, la profecía, y no quién cura o quién profetiza… ¿Qué importa la procedencia del signo? “¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!” Pocas aportaciones tan importantes podríamos hacer los cristianos a la vida pública como prolongar al Señor en ese gesto grandioso. Lo verdaderamente importante para él no fue su vida, su prestigio, su grupo; lo único importante fue lo que él denominaba “reino de Dios”: la encarnación de Dios como base de la fraternidad humana. Que ese acercamiento de Dios al ser humano se produce dentro de la Iglesia…, pues ¡bendito sea Dios! Que se produce en otros estamentos…, pues ¡bendito sea Dios también! Para Dios no cuentan tanto los credos como la salvación; no tanto el grupo y sus siglas como el bien de la comunidad humana… ¿Quiénes somos para determinar dónde y a través de quién debe actuar Dios? Entrar en la vida Jesús se pone serio y exhorta a no poner impedimentos a que la salvación se actualice en el mundo, sea por el procedimiento que sea. Los impedimentos que ponemos a los demás nacen de nuestra voluntad de dominio y de nuestra ambición egoísta… No se trata de tomar al pie de la letra “cortar la mano” o “arrancar el ojo”. Lo que sí hay que tomar al pie de la letra es la preocupación del Señor de que tanto los pequeños, en el sentido más amplio de la palabra, como cada uno de nosotros “entremos en la vida”, en el Reino. No entrar o impedir que la gente entre, supone la ruina de la vida, el fracaso total de nuestra existencia. Es como si nos echaran “al basurero de Jerusalén”. ¡La última palabra la tiene Dios, y es en favor de los despojados, de los pobres! La intolerancia nunca ha estado alejada de nuestra puerta. En estos tiempos de crisis, se puede perder todo menos al hermano, al amigo, al necesitado. Las palabras de Santiago no dejan de ser esclarecedoras: “Habéis vivido en este mundo con lujo y os habéis cebado para el día de la matanza”. Os habéis dedicado a condenar al justo y Dios ha tomado partido por él. No olvidemos nunca la lección. Señor, que tu espíritu de amor nos humanice Propuesta.El Espíritu de Dios vive en todos sus elegidos. Con un corazón universal, abierto a todos nuestros hermanos, presentamos nuestras plegarias a Dios diciendo: “Señor, que tu espíritu de amor nos humanice”. 1. Por la Iglesia, por sus fieles y sus pastores: para que aprendamos a vivir sin miedo y sin complejos en medio de un mundo plural en sus creencias y opiniones; para que el Señor nos libre del espíritu sectario y nos ayude a acoger a todos nuestros hermanos. Oremos. 2. Para que escuchemos la voz de los profetas; para que no muera nunca la profecía en el mundo: la palabra que nos habla de Dios, de un reino de verdad, de justicia, de esperanza y de amor. Oremos. 3. Pedimos por los pobres de este mundo, por los refugiados, por todos aquellos que se sienten oprimidos y humillados de modos diversos: para que Dios nos ayude a estar siempre dispuestos a apoyarlos, defenderlos y amarlos. Oremos. 4. Para que nunca sirvamos de escándalo a los demás, sino que, por la coherencia y la alegría de nuestra vida, seamos testigos de la presencia y actividad de Dios en el mundo. Oremos. 5. Por los miembros de nuestra parroquia: para que los que nos hemos reunido en torno al altar en esta celebración seamos testigos creíbles por nuestras obras, y amemos más cada día a Jesucristo. Oremos. Oración.Escucha, Padre, nuestra oración y, porque eres compasivo y misericordioso, atiende las súplicas que humildemente te hemos presentamos. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.