Resumen del pensamiento del autor La teoría de las ideas En su concepción de la realidad, Platón distingue dos mundos: el de las ideas, que es lo verdaderamente real, y el sensible, que está compuesto por las cosas que nos muestran los sentidos, que son copias de las ideas. Las ideas son, por tanto, el principio de la realidad, en el sentido de que sin ellas las cosas no tendrían realidad. Son, pues, los arquetipos, los modelos, a partir de los cuales el demiurgo construye el mundo sensible. De aquí se deduce que la existencia de las cosas sensibles se debe a que imitan las ideas. Estos dos mundos están compuestos por entidades con características contrapuestas: mientras que las ideas son únicas, eternas, inmutables e inmateriales, las cosas sensibles son, por el contrario, múltiples, perecederas, cambiantes y materiales. A partir de sus características se puede explicar la dependencia de las cosas con respecto a las ideas: a la multiplicidad y al cambio de las cosas del mundo sensible subyace una unidad y una permanencia que permiten que las cosas sean lo que son y que las conozcamos; esto es, la infinita variedad de personas que existen en la realidad sensible son personas y las conocemos como tales porque son copias, imitaciones, de la idea de persona, de ser humano, que es única y no cambia. La idea otorga a las cosas su ser, su esencia, y la posibilidad de que las conozcamos. Por otra parte, en el mundo de las ideas también existe una jerarquía: desde su nivel más bajo, constituido por las ideas matemáticas, pasando por ideas como las de belleza y justicia, este orden culmina en la idea de bien, que es el origen y el principio del mundo de las ideas. Platón la compara con el sol, que en el mundo sensible es el que da vida a las cosas materiales. Por tanto, el bien es el principio último de la realidad y el fundamento del conocimiento. Idea. En la teoría de la realidad, en la ortología platónica, las ¡deas son la auténtica realidad, mientras que las cosas materiales son aparentes. Sus principales características, como las del ser según Parménides, son la eternidad, la Inmutabilidad y la inmaterialidad, es decir, han existido, existen y existirán siempre, no cambian y carecen de componente material. Son, por tanto, lo contrario de las cosas sensibles. Entre ellas existe una jerarquía, y en su cúspide se encuentra la idea de bien, que es el fundamento de la realidad y del conocimiento. I m i t a c i ó n . La noción de Imitación, o participación, explica la relación entre las ideas y las cosas sensibles en la teoría platónica de la realidad. La existencia de las cosas materiales se explica en tanto que participan de la idea a la que corresponden, en el sentido de que las ideas son las realidades esenciales y superiores a las que las cosas imitan. Las cosas son copias, sombras, de un modelo que tratan de reproducir, aunque solo lo logran de una forma imperfecta. El conocimiento Platón cree que los sofistas defienden un conocimiento que es reflejo del falso saber de la mayoría, un conocimiento de las apariencias. Así, cuando queremos saber qué son las cosas, hemos de aplicar un método sistemático que nos lleve, a través de la dialéctica, al conocimiento de las ideas. Partiendo de este planteamiento y teniendo en cuenta la división entre el mundo de la ideas y el mundo sensible, Platón distingue dos tipos de conocimiento: la ciencia y la opinión. La ciencia tiene por objeto el conocimiento de las ideas y da lugar a la verdad, es decir, a un conocimiento absoluto e indudable, pues comparte las características de las ideas a las que conoce: es eterno e inmutable. La opinión, por el contrario, al referirse al ámbito de lo cambiante y perecedero es ella misma así, y su validez es, por tanto, variable y relativa. -•. D i a l é c t i c a . La noción de dialéctica puede interpretarse en la filosofía platónica en los dos sentidos que analizamos a continuación. Primero, como el camino de ascenso que lleva al ser humano desde el conocimiento solamente probable del mundo perecedero y cambiante de la realidad sensible al conocimiento verdadero del mundo eterno e Inmutable de las ideas. El esclavo encadenado se libera de sus ataduras y emprende el camino que le lleva fuera de la caverna (que es el mundo sensible) a la luz del sol (idea de bien). En segundo lugar, Platón también concibe la dialéctica como ciencia de las ¡deas, es decir, como el saber que nos permite conocer las ideas y establecer la jerarquía entre ellas. Plafón En el nivel de la ciencia también existen distintos grados, que responden a la estructura jerárquica del mundo de las ideas, desde el conocimiento de las ideas matemáticas, o pensamiento discursivo, que parte de hipótesis y se apoya en elementos materiales, hasta el conocimiento de las otras ideas, que culmina en la idea de bien, la dialéctica. También hay dos niveles de conocimiento de lo sensible —la conjetura y la creencia—, aunque ambos inseguros. Pero como el verdadero conocimiento es el de las ideas, Platón tiene que justificar cómo es posible si el hombre, como se narra en el «mito de la caverna», está inserto en el mundo sensible e ignora la existencia del inteligible. Para ello propone su teoría de la reminiscencia o anamnesis. Para explicarla es preciso entender primero su concepción del hombre. El hombre es una realidad dual en la que el mundo de las ideas y el mundo sensible confluyen: es la unidad accidental de cuerpo y alma. El cuerpo pertenece al mundo sensible y tiene sus características, mientras que el alma pertenece al mundo de las ideas (por tanto, es inmortal). Cuando el alma se encarna en el cuerpo, olvida incluso la existencia del mundo de las ideas y cae en la ignorancia. El cuerpo es la cárcel del alma. Pero el alma, por su carácter ideal, conoce las ideas, aunque las haya olvidado tras su unión con el cuerpo. Es necesario emprender un camino en el que, partiendo de la observación de las cosas sensibles (en las que se reflejan las ideas, pues son copias de ellas), el alma vaya recordando las ideas y culmine en la idea de bien. El conocimiento no consiste, por tanto, en aprender cosas nuevas, sino en recordar (reminiscencia) las que ya se conocían. Reminiscencia. El conocimiento verdadero, para Platón, no consiste en saber muchas cosas, sino, más bien, en reflexionar, en recordar las que ya se conocían. La verdad es el conocimiento de las ideas, pero el hombre se halla volcado sobre el mundo sensible y desconoce su existencia. Solo porque el alma es de naturaleza ideal y conocía las ¡deas antes de unirse al cuerpo y olvidarlas es posible el conocimiento, la ciencia. Esta consiste en recordar las ideas. Ética y política La ética y la política de Platón podemos explicarlas remitiéndolas al concepto de «justicia». Si el hombre es la unión de alma y cuerpo, en el alma podemos distinguir tres partes: la razón, el ánimo y el apetito. La justicia en el individuo consiste en el acuerdo de las tres partes del alma: la razón domina al apetito, fuente de las pasiones y de los placeres humanos, mediante la ayuda del ánimo, que es la fuerza que ayuda a la razón en su tarea de control. En el nivel del Estado, esta división de las partes del alma individual se transmite a las clases sociales: en los gobernantes predomina la razón; en los guardianes, el ánimo, y en los productores, el apetito. Cada clase cumple una función: los gobernantes son los filósofos, porque conocen la idea de bien; los guardianes defienden la ciudad y mantienen el orden, y los productores generan los bienes necesarios para la subsistencia. La justicia consiste en el acuerdo de las clases sociales; que cada una cumpla su función. La aristocracia, entendida como el gobierno de los sabios, es la forma perfecta dé Estado; su degeneración es la timocracia, o gobierno de la ambición, y la degeneración de esta, la oligarquía, o gobierno del patrimonio, que degenera, a su vez, en la democracia, por la excesiva libertad, que también degenera en tiranía, la cual elimina la libertad y la verdad. Justicia. En la concepción platónica, la justicia es la misma para el Estado que para el alma Individual. En efecto, la justicia en el individuo es el gobierno de la razón sobre el apetito con ayuda del ánimo, y en el Estado, el gobierno de los filósofos sobre los productores con ayuda de ¡os guardianes, y se realiza cuando cada grupo social desempeña la función que le corresponde, porque posee la virtud que le es propia: la prudencia, en el caso de los gobernantes, la valentía, en los guardianes, y la moderación (mantenimiento del orden social), en los productores. El texto y el autor La República es una obra de madurez y la más importante de la producción filosófica de Platón. La justicia ocupa el centro de su reflexión en este texto. Tras buscar una definición de la justicia en los primeros libros, Platón trata de establecer, en los siguientes, cómo es posible constituir un Estado en el que reine la justicia. Y solo es posible un Estado justo si gobiernan los filósofos, es decir, aquellos que han llegado a conocer la idea de bien. A continuación, Platón describe las cualidades que han de adornar a un filósofo, y señala el camino que se ha de seguir para que las desarrolle por medio de la e d u c a c i ó n . Estos son los temas que se recogen en los libros VI y VII, de los que se han extraído los fragmentos que comentamos. Por tanto, la educación de los filósofos es el tema central que vamos a tratar en nuestro comentario, aunque en los fragmentos seleccionados se p u e d e resumir prácticamente todo el pensamiento de Platón, tanto el problema del conocimiento como el de la realidad, según la naturaleza humana y su educación. Cuando abordemos el análisis de los textos, nos vamos a encontrar, en primer lugar, con la comparación del bien con el sol: el bien representa en el m u n d o de las ideas la misma función que el sol en el m u n d o sensible. Igual que en el m u n d o sensible el sol permite ver las cosas y es el responsable de su existencia, pues hace posible su crecimiento y nutrición, la idea de bien permite conocer mediante la razón las ideas, que son la auténtica realidad. Tras esta comparación, Platón presenta una imagen geométrica que nos permite entender la jerarquía de los modos de ser y de -los grados de conocer y la relación entre ellos. En su famoso símil de la línea, Platón traza la división entre la opinión, conocimiento cambiante e inseguro, y la ciencia, que proporciona un conocimiento absoluto y verdadero, pues nos descubre las ideas y, en último término, alcanza hasta la idea de bien. Esta distinción entre opinión y ciencia en el conocimiento se corresponde con la separación de la realidad en dos ámbitos: el m u n d o de las ideas y el mundo sensible. La opinión es cambiante porque trata de las cosas sensibles, que también los son, mientras que la ciencia es verdadera porque se ocupa de ideas, que son eternas e inmutables. Finalmente, ya en el libro VII, analizamos el «mito de la caverna», en el que Platón describe el camino (dialéctica) que ha de seguir el prisionero, que representa al hombre ocupado en el m u n d o sensible, desde la caverna, que es el m u n d o sensible, hasta contemplar la luz del sol. la idea de bien (el m u n d o inteligible). En este proceso consiste la educación. Una vez que el hombre conoce el bien, el prisionero, ya convertido en filósofo, vuelve a la caverna para liberar a sus compañeros de cautiverio. Es, por tanto, un deber del sabio —y si no quiere, se le debe obligar— gobernar sobre los hombres. Educación. Es el proceso por el que el hombre llega al conocimiento de la ¡dea de bien. Este es un camino largo y arduo, en el que el hombre recorre la senda que lleva desde el mundo sensible hasta las ¡deas (en el «mito de la caverna», que comentamos en los textos, se representa por ¡a salida del prisionero de la caverna a la luz del sol). Es un elemento decisivo en el pensamiento platónico, pues no solo se logra la culminación del conocimiento, sino que es el fundamento del buen gobierno de la ciudad: solo si los gobernantes conocen el bien puede reinar la justicia en el Estado. 7. Guia de lectura El título de la obra, República, traduce el término griego politeía, esto es, aquel saber que trata de los asuntos de la polis. El diálogo muestra a Sócrates narrando la conversación que mantuvo en El Pireo (puerto de Atenas), durante la fiesta en honor de la diosa Bendis, con Glaucón y Adimanto, hermanos de Platón, y otros personajes como Céfalo, Polemarco, seguidor de Sócrates, Trasímaco, un sofista, y Clitofante, seguidor de Trasímaco. En realidad, la obra sólo es dialogada en la forma, ya que es Sócrates quien expone una filosofía, y sus interlocutores se limitan a asentir, a recabar más información o a ponerlo en un aprieto. En el diálogo se van desgranando los temas relativos a la justicia, exponiendo cuáles son las clases sociales que componen la ciudad y cuáles las partes del alma humana, con sus correspondientes virtudes, resultando la justicia como armonía del conjunto social con el individuo. Se puede hacer hincapié en que Platón parte del egoísmo del ser humano, en especial, por lo que respecta a la familia y a la propiedad privada. La desigualdad natural del género humano ha de combatirse con la educación. Esta ha de procurar sabiduría a los gobernantes, autocontrol y moderación a los trabajadores y valor a los guardianes. La justicia como valor común y virtud de todos se resuelve en desempeñar cada uno su función social lo mejor que sabe, hacer lo mejor posible su trabajo y participar en las tareas comunes. Especial atención se dedica a la educación del gobernante, que ha de ser filósofo en un sentido eminente. El gobernante-filósofo, mediante la dialéctica, ha de alcanzar la idea del Bien, de manera que siendo la mejor forma de gobierno la ejercida por los más sabios, cualquier otra ha de ser degeneración de la forma ideal. Los ciudadanos tenemos también la obligación de elegir a los más sabios, para que éstos logren que todos lleguemos a ser justos y sabios. Por todo esto, el que más poder obtenga debe ser el más sabio, el que es capaz de imponer un gobierno basado en el conocimiento y no sólo en la ley. El fundamento de la obediencia a quien manda es considerar racionales sus mandatos. Un ser humano alcanza el estatuto de ciudadano cuando reprime sus pasiones y deseos inmoderados, y obra con criterios que tienden al bien común. La República consta de diez libros. El primero, redactado muchos años antes que el resto, trata sobre la justicia. A partir de la definición de justicia, entendida como dar a cada uno lo suyo, Polemarco propone que justicia es hacer bien al amigo y mal al enemigo,Trasímaco defiende el derecho del más fuerte, mientras que Sócrates entiende que la justicia ha de ser una virtud del alma. En los libros II-IV, se discute el mito del "anillo de Giges", que hacía invisible a su portador de manera que "quién dispusiese de tal impunidad, no violaría la ley en su beneficio". También se presenta la búsqueda por Sócrates de la justicia en el individuo como armonía perfecta entre las partes del alma, y en la ciudad como armonía entre las clases sociales. Así, el texto va explicando el nacimiento de la ciudad a partir de la división del trabajo, comenta la importancia de los guardianes y cuál ha de ser su educación (gimnasia y música). De entre los guardianes, los más expertos y sabios serán los gobernantes, según el mito que se hará creer a todos los ciudadanos, en el que se expone que los dioses han puesto oro en las almas de unos seres humanos (los guardianes gobernantes), en otros plata (los guardianes auxiliares), y bronce y hierro en los artesanos y campesinos. Explica luego las virtudes propias de cada clase social y de cada parte del alma, concluyendo que cuando cada clase social y cada parte del alma cumplan con las virtudes que les son propias, alcanzarán la perfección la ciudad y el individuo, respectivamente: sólo es posible un alma justa en una polis justa, y sólo será justa la polis cuando sus ciudadanos sean justos. El libro V expone la igualdad de hombres y mujeres, propone la comunidad de bienes y de familias para las clases superiores de la ciudad, de modo que gobiernen con vistas al bien común y no al interés propio o de los parientes, y termina presentando al filósofo como verdadero gobernante. Los males que asolan nuestras ciudades acabarán cuando los filósofos reinen o los reyes practiquen la filosofía. El libro VI distingue al falso filósofo del verdadero, en el sentido que este último tiene por objeto de estudio el Bien en sí. Se inicia entonces un acercamiento teórico a la idea de Bien. El libro VII comienza exponiendo el "mito de la caverna", y está dedicado a la educación del filósofo-gobernante. Los libros VIII y IX muestran las diversas formas de gobierno de la ciudad (aristocracia, timocracia, oligarquía, democracia y tiranía), su sucesión en forma cíclica y las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas. El último libro, el X, está dedicado al "mito de Er", que narra lo que espera al alma tras la muerte. En su conjunto, la República puede ser considerada como la obra que culmina la madurez filosófica de Platón, al alcanzarse una exposición completa tanto de la teoría de las ideas como del alma y de la polis. Estructura del texto objeto de comentario El texto de la República que se ha de comentar incluye la parte final del libro VI y el comienzo del VIL Su estructura es la siguiente: Libro VI: 1. El Bien como objeto del estudio supremo. 2. El "símil del Sol". 3. El Bien es causa de la verdad y de la ciencia. 4- El Bien proporciona el ser y la esencia a las demás ideas. 5. "Símil de la línea divida". Libro VII: 6. Elementos componentes del "mito de la caverna". 7. La educación, con especial referencia a la del filósofo. 8. El Estado y sus gobernantes. 1. El B i e n como objeto del estudio supremo Primer acercamiento a la naturaleza del Bien: la idea del Bien, que ha de ser el objeto supremo de estudio para el gobernante, no es el placer ni la inteligencia. 2. El "símil del Sol" El Sol con su luz permite al ojo la visión de las cosas. El Sol es para el ámbito visible y la vista lo mismo que el Bien para el ámbito inteligible y la inteligencia. 3. El Bien como causa de la verdad y de la ciencia El Bien es lo que produce la verdad en las cosas cognoscibles y el conocimiento (ciencia) en al alma, siendo él mismo también cognoscible y bello (verdadero). 4. La idea del Bien proporciona el ser y la esencia a las demás ideas Lo mismo que el Sol es causa del crecimiento y de la vida de todo lo que es visible, así también el Bien aporta el existir y la esencia a todo lo inteligible, elevándose, sin embargo, él mismo más allá de la esencia. 5. "Símil de la línea divida" EL CONOCER EL SER Lo visible Imágenes (la copia) Conjetura Animales y objetos fabricados (lo copiado) Creencia Supuestos Pensamiento discursivo (geometría y artes afines) Lo inteligible Ideas (principios) Opinión Inteligencia Dialéctica (inteligencia) 6. El "mito de la caverna" El "mito de la caverna" es un símil de la teoría de las ideas de Platón: TEORÍA DE LAS IDEAS MITO DE LA CAVERNA El prisionero alma humana encadenada de la caverna mundo sensible sólo ve sombras sombras/imágenes/apariencias que lo son de objetos fabricados. objetos del mundo sensible Proyectadas por un fuego. nuestro Sol que produce sombras Tras la liberación de las cadenas, el prisionero sale educación del alma mediante los distintos saberes al mundo de afuera, mundo de las ideas viendo, en primer lugar, los reflejos en las aguas de las cosas reales. objetos matemáticos (números y figuras geométricas) luego, a las cosas reales mismas las ideas y, por último, al mismo Sol en todo su esplendor. la idea del Bien /. La educación El texto define qué es la educación para Platón. Educar es enseñar a mirar correctamente hacia lo inteligible, frente a la educación sofista, que entiende educar como aprendizaje de conocimientos. 8. El E s t a d o y sus gobernantes La filosofía como política: los gobernantes han de ser filósofos que entiendan la tarea de gobernar como un deber, como el deber de realizar el Bien. La política tiene un fundamento cognoscitivo y racional, de lo contrario, se convierte en una pura lucha por el poder entre grupos, clases o partidos. De ahí la vigencia de la tesis platónica de que sólo los mejores deben gobernar. B l o q u e I: F i l o s o f í a a n t i g u a y m e d i e v a l Texto comentado República VI, 504e-511le — Pero ¿acaso —preguntó Adimanto— no son la justicia y lo demás que hemos descrito lo supremo, sino que hay algo todavía mayor? — Mayor, ciertamente —respondí—. Y de esas cosas 5 mismas no debemos contemplar, como hasta ahora, un bosquejo, sino no pararnos hasta tener un cuadro acabado. ¿No sería ridículo acaso que pusiésemos todos nues[504]e tros esfuerzos en otras cosas de escaso valor, de modo de alcanzar en ellas la mayor precisión y pureza posibles, y 10 que no consideráramos dignas de la máxima precisión justamente a las cosas supremas? — Efectivamente; pero en cuanto a lo que llamas «el estudio supremo» y en cuanto a lo que trata, ¿te parece que podemos dejar pasar sin preguntarte qué es? Comentario Una vez establecido que son los filósofos los que han de gobernar el Estado y expuestas la cualidades que deben desarrollar mediante la e d u c a d » (moderación, valentía, justicia, etc.), en el fragmento que hemos seleccionado. Adimanto le pregunta a Sócrates si ya han alcanzado el conocimiento de las «cosas supremas». Este le responde que no, ya que el objeto del «estudio supremo» es la idea de bien, que hace que todas las cosas se vuelvan útiles y valiosas. 15 —Por cierto que no, pero también tú puedes preguntar. Por lo demás, me has oído hablar de eso no pocas veces; y ahora, o bien no recuerdas, o bien te propones plantear 505a cuestiones para perturbarme. Es esto más bien lo que creo, porque con frecuencia me has escuchado decir que 20 la Idea del Bien es el objeto del estudio supremo, a partir de la cual las cosas justas y todas las demás se vuelven útiles y valiosas. Y bien sabes que estoy por hablar de ello y, además, que no lo conocemos suficientemente. Pero también sabes que, si no lo conocemos, por más que co25 nociéramos todas las demás cosas, sin aquello nada nos b sería de valor, así como si poseemos algo sin el Bien. ¿O crees que da ventaja poseer cualquier cosa si no es buena, y comprender todas las demás cosas sin el Bien y sin comprender nada bello y bueno? 30 — ¡Por Zeus que me parece que no! —En todo caso sabes que a la mayoría le parece que el Bien es el placer, mientras a los más exquisitos la inteligencia. —Sin duda. —Y además, querido mío, los que piensan esto último 35 no pueden mostrar qué clase de inteligencia, y se ven forzados a terminar por decir que es la inteligencia del bien. — Cierto, y resulta ridículo. c —Claro, sobre todo si nos reprochan que no conocemos el bien y hablan como si a su vez lo supiesen; pues dicen que es la inteligencia del bien, como si comprendié- Anotaciones Comerntario A continuación, Platón va a tratar de establecer la naturaleza del bien. Unos dicen que es el placer, pero se equivocan, pues hay placeres malos. Otros dicen que es la inteligencia, el conocimiento del bien, pero con eso n aclaran nada. Platón ramos qué quieren decir cuando pronuncian la palabra «bien». — Es muy verdad. — ¿Y los que definen el bien como el placer? ¿Acaso ¡n45 curren menos en error que los otros? ¿No se ven forzados a reconocer que hay placeres malos? — Es forzoso. — Pero en ese caso, pienso, les sucede que deben reconocer que las mismas cosas son buenas y malas. ¿No 50 es así? d -Sí. —También es manifiesto que hay muchas y grandes disputas en torno a esto. —Sin duda. 55 —Ahora bien, es patente que, respecto de las cosas justas y bellas, muchos se atienen a las apariencias y, aunque no sean justas ni bellas, actúan y las adquieren como si lo fueran; respecto de las cosas buenas, en cambio, nadie se conforma con poseer apariencias, sino que buscan 6o cosas reales y rechazan las que sólo parecen buenas. —Así es. —Veamos. Lo que toda alma persigue y por lo cual e hace todo, adivinando que existe, pero sumida en dificultades frente a eso y sin poder captar suficientemente qué 65 es, ni recurrir a una sólida creencia como sucede respecto de otras cosas —que es lo que hace perder lo que puede 506a haber en ellas de ventajoso—; algo de esta índole y magnitud, ¿diremos que debe permanecer en tinieblas para aquellos que son los mejores en el Estado y con los cua70 les hemos de llevar a cabo nuestros intentos? Comentario A pesar de la dificultad de conocerlo, el bien existe, y nadie se conforma con lo que solo es bueno aparentemente, sino que desea las cosas buenas. Además, solo un Estado gobernado por quienes conocen el bien puede estar bien organizado, puede reinar en él la justicia. — Ni en lo más mínimo. — Pienso, en todo caso, que, si se desconoce en qué sentido las cosas justas y bellas del Estado son buenas, no sirve de mucho tener un guardián que ignore esto en 75 ellas; y presiento que nadie conocerá adecuadamente las cosas justas y bellas antes de conocer en qué sentido son buenas. — Presientes bien. — Pues entonces nuestro Estado estará perfectamente organizado, si el guardián que lo vigila es alguien que posee el conocimiento de estas cosas. Anotaciones •• — Forzosamente. Pero tú, Sócrates, ¿qué dices que es el bien? ¿Ciencia, placer o alguna otra cosa? — ¡Hombre! Ya veo bien claro que no te contentarás 85 con lo que opinen otros acerca de eso. — Es que no me parece correcto, Sócrates, que haya que atenerse a las opiniones de otros y no a las de uno, c tras haberse ocupado tanto tiempo de esas cosas. Comentario Una vez que Sócrates ha rechazado algunas definiciones poco fundamentadas del bien, y destacada, no obstante, la importancia de saber qué es, Adimanto le pregunta directamente qué piensa él que es el bien, si «ciencia, placer o alguna otra cosa». — Pero ¿es que acaso te parece correcto decir acerca 90 de ellas, como si se supiese, algo que no se sabe? —Como si se supiera, de ningún modo, pero sí como quien está dispuesto a exponer, como su pensamiento, aquello que piensa. — Pues bien —dije—. ¿No percibes que las opiniones 95 sin ciencia son todas lamentables? En el mejor de los casos, ciegas. ¿O te parece que los ciegos que hacen correctamente su camino se diferencian en algo de los que tienen opiniones verdaderas sin inteligencia? — En nada. — ¿Quieres acaso contemplar cosas lamentables, cie100 d gas y tortuosas, en lugar de oírlas de otros claras y bellas? — ¡Por Zeus! —exclamó Glaucón —. No te retires, Sócrates, como si ya estuvieras al final. Pues nosotros estaremos satisfechos si, del modo en que discurriste acerca de la justicia, la moderación y lo demás, así discurres acer105 ca del bien. — Por mi parte, yo también estaré más que satisfecho. Pero me temo que no sea capaz y que, por entusiasmarme, me desacredite y haga el ridículo. Pero dejemos por ahora, dichosos amigos, lo que es en sí mismo el Bien; e pues me parece demasiado como para que el presente impulso permita en este momento alcanzar lo que juzgo de él. En cuanto a lo que parece un vastago del Bien y lo que más se le asemeja, en cambio, estoy dispuesto a hablar, si 115 os place a vosotros; si no, dejamos la cuestión. — Habla, entonces, y nos debes para otra oportunidad el relato acerca del padre. 507a —Ojalá que yo pueda pagarlo y vosotros recibirlo; y no sólo los intereses, como ahora; por ahora recibid esta cria120 tura y vastago del Bien en sí. Cuidaos que no os engañe involuntariamente de algún modo, rindiéndoos cuenta fraudulenta del interés. -Nos cuidaremos cuanto podamos; pero tú limítate a hablar. Anotaciones Comentario Pero Sócrates no quiere dar una opinión más sobre el bien, y no se siente capaz de definir qué es el bien en sí; no es capaz de definir la idea de bien. La idea de bien es el grado supremo del conocimiento y el fundamento de toda la realidad, y como tal es eterna e inmutable; por eso, sobre ella (y sobre todas las ideas en general) es posible tener un conocimiento científico, sin sombra de duda, verdadero. De las cosas sensibles, aparentes, cambiantes, solo es posible un conocimiento inseguro. Sócrates no se ve con fuerzas para abordar esa dificultad y propone hablar sobre su copia sensible (el «vástago del Bien»), el sol, como veremos más adelante. Platón 125 b —Para eso debo estar de acuerdo con vosotros y recordaros lo que he dicho antes y a menudo hemos hablado en otras oportunidades. —¿Sobre qué? —Que hay muchas cosas bellas, muchas buenas, y así, 130 con cada multiplicidad, decimos que existe y la distinguimos con el lenguaje. — Lo decimos, en efecto. —También afirmamos que hay algo Bello en sí y Bueno en sí y, análogamente, respecto de todas aquellas cosas 135 que postulábamos como múltiples; a la inversa, a su vez postulamos cada multiplicidad como siendo una unidad, de acuerdo con una Idea única, y denominamos a cada una «lo que es». —Así es. 14o —Y de aquellas cosas decimos que son vistas pero no pensadas, mientras que, por su parte, las Ideas son pensadas, mas no vistas. Comentario A continuación, Platón resume brevemente su teoría de las ideas: las cosas sensibles son múltiples (hay muchas cosas bellas, por ejemplo), pero, bajo esa aparente multiplicidad, todas ellas son copias de una idea (la idea de belleza), que es la que hace que sean «lo que son» (que sean bellas). En este sentido, las ideas son la esencia de las cosas sensibles. Y en su siguiente intervención, Sócrates añade que las cosas sensibles son conocidas mediante los sentidos («son vistas»), mientras que las ideas, mediante el pensamiento («son pensadas»). — Indudablemente. c —Ahora bien, ¿por medio de qué vemos las cosas visi145 bles? — Por medio de la vista. — En efecto, y por medio del oído las audibles, y por medio de las demás percepciones todas las cosas perceptibles. ¿No es así? 150 -Sí. — Pues bien, ¿has advertido que el artesano de las percepciones modeló mucho más perfectamente la facultad de ver y de ser visto? — En realidad, no. 155 — Examina lo siguiente: ¿hay algo de otro género que el oído necesita para oír y la voz para ser oída, de modo que, d si este tercer género no se hace presente, uno no oirá y la otra no se oirá? — No, nada. 160 —Tampoco necesitan de algo de esa índole muchos otros poderes, pienso, por no decir ninguno. ¿O puedes decir alguno? — No, por cierto. Anotaciones V7 — Pero al poder de ver y de ser visto, ¿no piensas que 165 le falta algo? — ¿Qué cosa? —Si la vista está presente en los ojos y lista para que se use de ella, y el color está presente en los objetos, pero e no se añade un tercer género que hay por naturaleza es170 pecíficamente para ello, bien sabes que la vista no verá nada y los colores serán invisibles. — ¿A qué te refieres? —A lo que tú llamas «luz». — Dices la verdad. 175 —Por consiguiente, el sentido de la vista y el poder de ser visto se hallan ligados por un vínculo de una especie 508a nada pequeña, de mayor estima que las demás ligazones de los sentidos, salvo que la luz no sea estimable. — Está muy lejos de no ser estimable. 180 — Pues bien, ¿a cuál de los dioses que hay en el cielo atribuyes la autoría de aquello por lo cual la luz hace que la vista vea y que las más hermosas cosas visibles sean vistas? —Al mismo que tú y que cualquiera de los demás, ya que es evidente que preguntas por el sol. 185 —Y la vista, ¿no es por naturaleza en relación a este dios lo siguiente? — ¿Cómo? — Ni la vista misma, ni aquello en lo cual se produce b —lo que llamamos «ojo»— son el sol. 190 —Claro que no. — Pero es el más afín al sol, pienso, de los órganos que conciernen a los sentidos. — Con mucho. —Y la facultad que posee, ¿no es algo así como un flui195 do que le es dispensado por el sol? — Ciertamente. — En tal caso, el sol no es la vista pero, al ser su causa, es visto por ella misma. —Así es. 200 —Entonces ya podéis decir qué entendía yo por el vástago del Bien, al que el Bien ha engendrado análogo a sí misc mo. De este modo, lo que en el ámbito inteligible es el Bien Anotaciones Comentario En la comparación del sol con el bien, igual que el sol permite que percibamos! mediante los sentidos, mediante la vista, las cosas del mundo sensible, al iluminarlas, el bien permite que conozcamos las ideas del mundo inteligible. En este sentido, Platón decía más arriba que lo que el sol («vastago del Bien») es para el mundo sensible el bien lo es para el mundo inteligible. Platón respecto de la inteligencia y de lo que se intelige, esto es el sol en el ámbito visible respecto de la vista y de lo que se ve. 205 —¿Cómo? Explícate. —Bien sabes que los ojos, cuando se los vuelve sobre objetos cuyos colores no están ya iluminados por la luz del día sino por el resplandor de la luna, ven débilmente, como si no tuvieran claridad en la vista. 210 d —Efectivamente. —Pero cuando el sol brilla sobre ellos, ven nítidamente, y parece como si estos mismos ojos tuvieran la claridad. — Sin duda. — Del mismo modo piensa así lo que corresponde al 215 alma: cuando fija su mirada en objetos sobre los cuales brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener inteligencia; pero cuando se vuelve hacia lo sumergido en la oscuridad, que nace y perece, entonces opina y percibe débilmente con opiniones que la hacen ir de aquí para allá, 220 y da la impresión de no tener inteligencia. — Eso parece, en efecto. — Entonces, lo que aporta la verdad a las cosas cognoscibles y otorga al que conoce el poder de conocer, puedes decir que es la Idea del Bien. Y por ser causa de la 225 ciencia y de la verdad, concíbela como cognoscible; y aun siendo bellos tanto el conocimiento como la verdad, si estimamos correctamente el asunto, tendremos a la Idea del Bien por algo distinto y más bello [que] ellas. Y así como 509a dijimos que era correcto tomar a la luz y a la vista por afi230 nes al sol pero que sería erróneo creer que son el sol, análogamente ahora es correcto pensar que ambas cosas, la verdad y la ciencia, son afines al Bien, pero sería equivocado creer que una u otra fueran el Bien, ya que la condición del Bien es mucho más digna de estima. 235 —Hablas de una belleza extraordinaria, puesto que produce la ciencia y la verdad, y además está por encima de ellas en cuanto a hermosura. Sin duda, no te refieres al placer. — ¡Dios nos libre! Más bien prosigue examinando nues24o tra comparación. •6 De qué modo? — Pienso que puedes decir que el sol no sólo aporta a lo que se ve la propiedad de ser visto, sino también la génesis, el crecimiento y la nutrición, sin ser él mismo génesis. Anotaciones CoComentario..--. : " • ' . " En este momento, Platón expone su teoría del conocimiento: cuando el hombre («el alma») conoce las ideas, alcanza la ciencia y la verdad, es decir, un conocimiento objetivo y seguro, pero cuando se vuelve sobre las cosas sensibles («lo sumergido en la oscuridad»), el hombre se queda en la mera opinión, que, como las cosas que conoce, es cambiante e insegura. Ahora bien, la fuente de la ciencia y de la verdad es la idea de bien, que no es como las demás ideas, sino que es «algo distinto y más bello que ellas». La idea de bien, que da lugar a la verdad y la ciencia, «es mucho más digna de estima». 245 — Claro que no. —Y así dirás que a las cosas cognoscibles les viene del Bien no sólo el ser conocidas, sino también de él les llega el existir y la esencia, aunque el Bien no sea esencia, sino algo que se eleva más allá de la esencia en cuanto a dig250 nidad y a potencia. c Y Glaucón se echó a reír: — ¡Apolo! —exclamó—. ¡Qué elevación demoníaca! —Tú eres culpable —repliqué—, pues me has forzado a decir lo que pensaba sobre ello. 255 Comentario Pero el bien no solo es el origen del conocimiento, sino también la causa de la existencia de las cosas y su esencia; es decir, las cosas sensibles, y también el resto de las ideas, existen porque existe la idea de bien y son lo que son porque la idea de bien hace que sean lo que son. aunque no se confunde con ellas. —Está bien; de ningún modo te detengas, sino prosigue explicando la similitud respecto del sol, si es que te queda algo por decir. — Bueno, es mucho lo que queda. — Entonces no dejes de lado ni lo más mínimo. 260 —Me temo que voy a dejar mucho de lado; no obstante, no omitiré lo que en este momento me sea posible. — No, por favor. d —Piensa entonces, como decíamos, cuáles son los dos que reinan: uno, el del género y ámbito inteligibles; 265 otro, el del visible, y no digo «el del cielo» para que no creas que hago juego de palabras. ¿Captas estas dos especies, la visible y la inteligible? — Las capto. 270 e 510a —Toma ahora una línea divida en dos partes desiguales; divide nuevamente cada sección según la misma proporción, la del género de lo que se ve y otra la del que se intelige, y tendrás distinta oscuridad y claridad relativas; así tenemos primeramente, en el género de lo que se ve, una sección de imágenes. Llamo «imágenes» en primer lugar a las sombras, luego a los reflejos en el agua y en todas las cosas que, por su constitución, son densas, lisas y brillantes, y a todo lo de esa índole. ¿Te das cuenta? — Me doy cuenta. — Pon ahora la otra sección de la que ésta ofrece imá280 genes, a la que corresponden los animales que viven en nuestro derredor, así como todo lo que crece, y también el género íntegro de cosas fabricadas por el hombre. — Pongámoslo. — ¿Estás dispuesto a declarar que la línea ha quedado 285 dividida, en cuanto a su verdad y no verdad, de modo tal Anotaciones Comentario A continuación, Platón expone su pensamiento en su famoso símil de la línea. Admitido que hay un mundo sensible y un mundo inteligible, si lo representamos en una línea y la dividimos por la mitad, uno queda en una parte, y el otro, en la otra, de tal modo que la verdad queda del lado del mundo de las ideas, y la opinión, del lado de las cosas sensibles. A su vez, en la opinión se pueden distinguir dos niveles ele conocimiento, la «conjetura» y la «creencia», pero ambos inseguros. Platón que lo opinable es a lo cognoscible como la copia es a aquello de lo que es copiado? b —Estoy muy dispuesto. —Ahora examina si no hay que dividir también la sec290 ción de lo inteligible. — ¿De qué modo? — De éste. Por un lado, en la primera parte de ella, el alma, sirviéndose de las cosas antes imitadas como si fueran imágenes, se ve forzada a indagar a partir de supuestos, marchando no hasta un principio sino hacia una con295 clusión. Por otro lado, en la segunda parte, avanza hasta un principio no supuesto, partiendo de un supuesto y sin recurrir a imágenes —a diferencia del otro caso — , efectuando el camino con Ideas mismas y por medio de Ideas. 300 — No he aprehendido suficientemente esto que dices. — Pues veamos nuevamente; será más fácil que entiendas si te digo esto antes. Creo que sabes que ios que se ocupan de geometría y de cálculo suponen lo impar y lo par, las figuras y tres clases de ángulos y cosas afines, se305 gún lo que investigan en cada caso. Como si las conocieran, las adoptan como supuestos, y de ahí en adelante no estiman que deban dar cuenta de ellas ni a sí mismos ni a otros, como si fueran evidentes a cualquiera; antes bien, partiendo de ellas atraviesan el resto de modo consecuente, para concluir en aquello que proponían al examen. 310 —Sí, esto lo sé. —Sabes, por consiguiente, que se sirven de figuras visibles y hacen discursos acerca de ellas, aunque no pensando en éstas sino en aquellas cosas a las cuales éstas 315 se parecen, discurriendo en vista al Cuadrado en sí y a la e Diagonal en sí, y no en vista de la que dibujan, y así con lo demás. De las cosas mismas que configuran y dibujan hay sombras e imágenes en el agua, y de estas cosas que dibujan se sirven como imágenes, buscando divisar aque511a llas cosas en sí que no podrían divisar de otro modo que con el pensamiento. — Dices verdad. —A esto me refería como la especie inteligible, Pero en esta su primera sección, el alma se ve forzada a servirse de supuestos en su búsqueda, sin avanzar hacia un principio, por no poder remontarse más allá de los supuestos. Y para eso usa como imágenes a los objetos que abajo eran imitados, y que habían sido conjeturados Anotaciones Comentario Del mismo modo que en el ámbito sensible se pueden distinguir dos niveles de conocimiento, en el ámbito inteligible también se pueden diferenciar dos grados: el «pensamiento discursivo», que se sirve de supuestos (las matemáticas parten de unas proposiciones que no se demuestran, los axiomas) y utiliza figuras sensibles (por ejemplo, las figuras geométricas), y la «dialéctica», o, propiamente, ciencia de las ideas. y estimados como claros respecto de los que eran sus 330 imitaciones. b —Comprendo que te refieres a la geometría y a las artes afines. — Comprende entonces la otra sección de lo inteligible, cuando afirmo que en ella la razón misma aprehende, por 335 medio de la facultad dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos, que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no supuesto, y, tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él dependen, desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas hasta concluir en Ideas. — Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir lo que de lo real e inteligible es estudiado por la ciencia 345 dialéctica, estableciendo que es más claro que lo estudiado por las llamadas «artes», para las cuales los supuestos son principios. Y los que los estudian se ven forzados a estudiarlos por medio del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles junto a un principio. Y creo que llamas «pensamiento discursivo» al estado mental de los geómetras y similares, pero no «inteligencia»; como si el «pensa355 miento discursivo» fuera algo intermedio entre la opinión y la inteligencia. — Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia y a la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad. -Entiendo, y estoy de acuerdo en ordenarlas como 365 dices. Anotaciones Comentario La dialéctica, a diferencia del pensamiento discursivo, de las matemáticas, no se limita a supuestos no demostrados, sino que se remonta hasta los principios, ni utiliza imágenes sensibles, sino que solo se sirve de ideas, y solo mediante ellas llega al conocimiento de las ideas, y, en último término, de la idea de bien, que, como hemos visto antes, es principio del conocimiento y de la existencia tanto d< las cosas como de las mismas ideas. Comentario Estos cuatro grados de conocimiento (la conjetura y la creencia dentro del ámbito de la opinión y el pensamiento discursivo y la dialéctica en el ámbito tí la ciencia) participan más de la verdad : medida que ascendemos de la conjetura a la dialéctica. Platón República VII, 514a-517c 514a —Después de eso —proseguí— compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que 5 tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar b en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz 10 de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos. 15 Comentario En este libro, Platón narra su famoso «mito de la caverna» en el que compendia toda su filosofía. La caverna representa el mundo sensible, y los prisioneros encadenados, a los hombres que solo conocen las cosas sensibles (opinión). La luz es la idea de bien, y los objetos que pasan por encima del tabique, las ideas. —Me lo imagino. — Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan c [hombres] que llevan toda clase de utensilios y figurillas 515a de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y 20 otros callan. — Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros. — Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, 25 otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí? b —Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas. — ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los 30 que pasan del otro lado del tabique? — Indudablemente. — Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven? 35 — Necesariamente. —Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de 40 ellos? — ¡Por Zeus que sí! Anotaciones Comentario Esta aparentemente extraña comparación muestra, según Platón, nuestro verdadero estado, en tanto que hombres que solo conocen sombras de la realidad, aunque las creen reales. Esas sombras son las cosas del mundo sensible, y los objetos que las proyectan, las ideas. c —¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados? — Es de toda necesidad. 45 50 d 55 6o —Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? Comentario Si se liberara a un prisionero y se le mostrara la luz, esto es, si se le enseñara; la idea de bien y las demás ideas, en un primer momento se sentiría confuso y pensaría que lo real son las sombras, las cosas sensibles. En este proceso de acomodación de la vista de la sombra a la luz, de conocimiento de la verdad superando la opinión, consiste la educación; por eso, Platón comenzaba este libro VII hablando de nuestra educación o nuestra falta de educación. — Mucho más verdaderas. e —Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que és65 tas son realmente más claras que las que se le muestran? —Así es. —Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz 5i6a del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, 70 tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos? — Por cierto, al menos inmediatamente. — Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar 75 las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la b luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol. —Sin duda. — Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extra- Anotaciones Comentario El conocimiento es un proceso que parte del conocimiento de las cosas sensibles (opinión) y asciende paulatinamente hasta el conocimiento de las ideas y, en último término, de la idea de bien («el sol») (dialéctica). Platón 85 ños, sino contemplarlo [como] es en sí y por sí, en su propio ámbito. — Necesariamente. — Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que goc bierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto. — Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones. —Y si se acordara de su primera morada, del tipo de 95 sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería? Comentario Finalmente, al llegar al mayor grado de conocimiento, el hombre reconocerá que el bien (el sol) es la causa de la existencia del mundo visible, como ya hemos comentado antes, y comprenderá que antes se encontraba en un error al considerar que lo sensible (las sombras de los objetos), la mera opinión, era la verdad. — Por cierto. 100 d 105 110 — Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su antenor modo de opinar y a aquella vida? —Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida. — Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por 115 las tinieblas, al llegar repentinamente del sol? —Sin duda. —Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conser120 vado en todo momento las cadenas, y viera confusamen517a te hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni si125 quiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo? Anotaciones Comentario Platón se defiende de las burlas y de los ataques que sufren los filósofos por parte de los ignorantes, pues solo aquellos conocen la auténtica realidad, que no es la del mundo sensible, sino la inteligible. —Seguramente. — Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el ca135 mino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del c 140 Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para 145 poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público. — Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible. (Trad/., Conrado Eggers Lan, Biblioteca Clásica Gredos, Gredos, Madrid, 1992) Comentario Tras finalizar la narración del mito de caverna, Platón hace un resumen, distinguiendo los mundos inteligible y sensible, y considerando la idea de bit la causa de toda la realidad, de todo 1< que existe, tanto las cosas sensibles como las ideas, como señala expresamente. En la última frase se afirma que el bien no solo nos permití conocer la verdad, sino también obrar adecuadamente, y es, por tanto, el origen del conocimiento y de la moral. Además, esta afirmación supone que solo los que conocen el bien, los filósofos, pueden gobernar («obrar con sabiduría... en lo público»), pues son únicos que conocen la verdad, el bien.