Luis Monti a la luz de la Carta Apostólica “Porta Fidei”

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2012-2013
Luis Monti a la luz de la Carta
Apostólica “Porta Fidei”
Hno. Jorge Romero cfic
“Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su
vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez
evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad,
signos concretos de la espera del Señor que no
tarda en llegar.”
Papa emérito Benedicto XVI
Carta PORTA FIDEI Nº 13
©
Av. J.J. Paso n 3150Santa Fe Cap
0351 157 650 934
Reflexiones sobre la vida y obra del beato Luis Maria Monti, a la luz de la
Carta Apostólica “PORTA FIDEI”
Con motivo del Año de la Fe, el Papa emérito Benedicto XVl nos ha querido regalar
una Carta Apostólica llamada Porta Fidei, es decir, Puerta de la Fe. Y entorno a esta
carta he buscado redactar estas líneas, que puedan servirnos como pinceladas sueltas
para todos aquellos que buscamos transmitir y enseñar la fe a la luz del carisma inspirado por Dios al beato Luis María Monti. Hombre realmente iluminado por la fuerza del
Espíritu y gran evangelizador desde el mismo testimonio de vida.
Si evangelizar es dar testimonio de una vida nueva que ha sido transformada por
Dios, ésta la podemos encontrar en la vida del beato.
La vida de la fe quiere introducirnos en vida de comunión con Dios, es una puerta
que permanece siempre abierta para nosotros, es una noticia que nos llena de gozo.
El mismo Papa nos recuerda con mucha alegría que la Puerta de la Fe, siempre
permanece abierta para nosotros, como permaneció abierta para el beato Luis María
Monti, quien se animó a entrar por ella, viviendo en modo heroico la virtud de la fe, la
ejercitó y desarrolló cada día buscando en todo momento la gloria de Dios, preocupándose (haciéndose cargo) de transmitirla para la salvación de sus hermanos. Podemos
reconocerlo como un hombre que siempre “ ha recordado la exigencia de redescubrir el
camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo
renovado del encuentro con Cristo”1.
El Papa emérito Benedicto en su Carta nos dice, que la puerta de la Fe, se atraviesa cuando la Palabra de Dios se anuncia y cuando el corazón se deja plasmar por
ella. “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la
vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos
dejó”2. Así es cómo un joven llegó a Roma con el deseo de fundar una Congregación
religiosa, quién con erección canónica, bajo la sombra de la Sede de Pedro, en el Año
1857, comienza a caminar en la Iglesia con una característica muy particular; donde
sus “miembros viven en común la misma regla, con igualdad de derechos y deberes y
se llaman Hermanos”3. Un adelanto total a la mirada del Concilio Vaticano II que recién
se realizará en 1963, quién no sólo redefinió un camino para el Pueblo de Dios, camino
que se reconoce como una búsqueda de identidad. La respuesta a esta búsqueda de
identidad la encontró el Concilio en la apertura cordial al mundo moderno y en el retorno
a las fuentes. Fruto de esta nueva comprensión de la Iglesia fueron las dos grandes
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 2
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 6
3 Consituciones de Los Hijos de la Inmaculada Concepción, Nº3
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Constituciones: Lumen Gentium y Gaudium et Spes. Se vislumbra así, según expresión
de Pablo VI, “una nueva conciencia de Iglesia”.
Y también para la misma Vida Religiosa quien como fruto de esta búsqueda de
identidad, reflejada en estas dos grandes Constituciones, surgió el Decreto sobre “la
adecuada renovación de la Vida religiosa” (Perfectae Caritatis) que impulsó a las Órdenes y Congregaciones religiosas a la búsqueda de su propia identidad.
“La renovación adecuada de la vida religiosa abarca un tiempo; por una parte, la
vuelta a las fuentes de la vida cristiana y a la primitiva inspiración de los institutos, y,
por otra, una adaptación de los mismos a las diversas condiciones de los tiempos. Renovación que hay que promover bajo el impulso del Espíritu Santo y la dirección de la
Iglesia… “(PC 2).
Volviendo a la figura del Beato Luis, podemos afirmar que durante sus 75 años,
fue un vivo testimonio; pues su misma existencia hacia memoria de la Palabra de Dios,
como fuente, como agua viva, que por donde pasa, genera vida. "Debajo del umbral
del templo salía agua. (...) Allí donde penetra esta agua, lo sanea todo" (Ez 47, 1. 9).
La imagen del agua, que hace revivir todo, ilumina bien la existencia del beato Luis
María Monti, dedicado totalmente a sanar las llagas del cuerpo y del alma de los enfermos y de los huérfanos. Solía llamarlos los "pobrecitos de Cristo", y les servía animado
por una fe viva, sostenida por una intensa y constante oración.
En su entrega evangélica, se inspiró constantemente en el ejemplo de la Virgen
santísima, y puso la Congregación que fundó bajo el signo de María Inmaculada.”4
La misma vida del Beato Luis Monti, nos recuerda la paciencia del amor. Podemos
imaginarnos por sólo un instante la fuerza de este amor que movía al Hno. Luis, para
cuidar de los “Pobrecitos de Cristo”, todo obstáculo o impedimento que encontrara era
y será siempre posible superarlo por la fe. Una fe que actúa por amor; “sentía una
fuerza profunda en su corazón, capaz de hacer eco constante del “Caritas Christi urget
nos (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a
evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su
Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae
hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le
confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo.”5
Haciendo de vida un mismo eco de la Palabra de Dios, a modo de un proceso que
dura toda la vida, nos sigue enseñando el Papa emérito, que “en la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del
hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en
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JUAN PABLO II, Homilía Misa de Beatificación, Domingo 09 de Noviembre 2003
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 7
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un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre
(cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).”6
Aquí también podemos decir, que los comportamientos, y la mentalidad del beato
Luis Monti, fueron purificados, fueron por la fe madurados, creciendo en caridad. Pues
como vemos en su vida, desde sus inicios, quiso siempre ser santo. Así que con apenas
17 años de edad, el joven Luis, un 27 de febrero se propuso vivir aquella alianza de
santidad, "Oh mi Jesús, con tu gracia, quiero hacerme santo, y si a ti te agrada, un gran
santo".
Intentando avanzar un poco más en su enseñanza el Papa Benedicto menciona
que el creer no es suficiente, hacen falta que las palabras lleguen al corazón, “auténtico
sagrario de la persona”, y que éste debe estar abierto por la gracia, puesto que nos
permitirá tener bien abiertos nuestros ojos, para mirar en profundidad y comprender
que lo que se ha anunciado, con la propia vida, es la Palabra de Dios.7
Teniendo en cuenta este punto, podemos decir que el corazón de Luis Monti
fue un legitimo sagrario; dispuesto a recibir la visita constante de Jesús, en las en
las distintas situaciones de la vida, de él podemos decir que vivía por Dios, y servía al
prójimo por amor a Él, porque allí lo veía, su vida se resume un amor operativo, pues
siempre decía; “descansaremos en el paraíso”. Y como lo describen muchas personas
que lo conocieron “sus grandes pasiones eran la asistencia a los enfermos y la asistencia
a los huérfanos”8
Estas palabras, sobre las “pasiones” y quiero llamarlas así, a sus ideales hecho
vida, porque pasión viene de un verbo en latín, patior, que significa sufrir o sentir, es
una emoción definida como un sentimiento muy fuerte hacia una persona, tema, idea
u objeto. La pasión es una emoción intensa que engloba el entusiasmo o deseo por
algo, así podemos ver al Beato Luis Monti, como un hombre apasionado por Cristo,
esta misma pasión, es quien le han movido durante toda su vida, al mismo tiempo
podemos decir que fue un hombre verdaderamente humano, y por ello capaz de imitarlo, tomándolo como ejemplo para la vida cotidiana.
Un verdadero apasionado por Dios, que supo encontrar en la vida cotidiana, aquel
gustito por las cosas de Dios, enseñando a los mismos huérfanos a buscar siempre a
Dios.
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 6
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 10
8 ERASMO PERNIOLA, “Luis Monti Fundador de los Hijos de la Inmaculada Concepción”, Ed. Español.
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Luis Monti al igual que muchos hombres y mujeres, a lo largo de la historia, en
la iglesia “han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor
que no tarda en llegar” 9.
Al buscar iluminar la vida del beato Luis, con la carta que convoca al Año de la
Fe, puedo reconocer que es un ejemplo de creyente, un hombre que recibió la fe como
un don, que se trabaja, que “crece cuando se vive como experiencia de un amor que se
recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque
ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio prolífico: en efecto,
abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a
aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se
fortalecen creyendo».”10
Quiera el Señor, permitirnos recordar siempre estas palabras del Papa y que el
mismo Luis Monti nos ha mostrado como debemos creer, comprometiéndonos de esta
manera, para poder fortalecer y acrecentar nuestra fe.
Pidiendo para todo aquel que se detenga a leer estas líneas, que el Espíritu Santo
provoque en cada uno de nosotros la petición apostólica registrada en el Evangelio de
Lucas: “¡Señor, auméntanos la fe!” (Lc 17,5). Y haznos testigos de la Caridad, “la fe sin
la caridad no da frutos… gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro
amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis
hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son
una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor
con el que él cuida de nosotros.”11
Hno. Jorge Romero cfic
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BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 13
BENEDICTI XVI, Porta Fidei, Nº 7
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