La izquierda en México

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LA IZQUIERDA EN MÉXICO
HONOR REVOLUCIONARIO
Charlotte, la hermana de Robespierre, que decide a éste a sentarse en la sesión inaugural de la Asamblea
Constituyente del 9 de julio de 1789 en el extremo opuesto donde lo hace Fouché, ante el enojo de su
presidente M. Bailly, quien exhorta a los diputados, agrupados a sus dos amigos, a no repetir esa separación y
coloca su sillón en medio del salón, el caso es que desde ese momento izquierda y derecha se establecen y
adquieren su significado político.
Frente al orden establecido, defendido por la derecha, representante de los intereses creados, la izquierda se
erige sobre la convicción de la validez universal delos valores que enarbola, impulsora del cambio y de la
transformación, nutrida de necesidades y objetivizada en valores; arraigada en la vida material, en las
carencias y desigualdades, se vuelve espíritu por los ideales que persigue para hacer realidad la plenitud
humana.
La izquierda no es monolítica, nunca lo a sido ni puede serlo, ésta hecha de la libertad de las ideas y los
rumbos del hombre señalados por la razón.
El afán de universalidad reivindicatoria de la dignidad humana, manteniendo el precio de remover el mundo
en sus cimientos y llevar, como Prometeo, el secreto que permita a los hombres elevarse sobre sí mismos para
cumplir su destino histórico y, es preciso, como el héroe mítico, padecer el tormento injusto.
La izquierda de la Revolución no persigue la cabeza de Luis XVI, ésta es solamente el símbolo de la opresión
y de la injusticia, lo que se propone es consagrar valores universales inherentes a la dignidad humana
mediante la primacía del derecho sobre el poder... la Declaración y la Constitución elevan la libertad y la
igualdad a categorías de principios normativos que garantizan razón y justicia, hechas ley, por obra de la
soberanía de la nación.
Izquierda y derecha siguen siendo determinaciones políticas y conservan su sentido y validez originales; la
primera recoge los movimientos de transformación revolucionarios y afirma la universalidad de valores que
los orientan, indica, siempre una dirección; la derecha en cambio, es permanencia, afirmación del statu quo y
los intereses creados; la izquierda es movimiento y acción, su contraria, estado y posesión, prevalecer de lo
particular privado sobre lo general público.
A la derecha le son ajenos la suerte de la mayoría y bienestar general, su atención se centra en la forma, los
medios de mantener los beneficios y privilegios de minorías, en conservar y, sobre todo, permanecer inclusive
para satisfacer sus aspiraciones de progreso, que necesidad tiene y alienta para no cambiar.
Soberano es el ciudadano que ha dejado de ser súbdito para asumir, por obra de la libertad, la responsabilidad
de su presente y su futuro.
La vaciedad de los medios permite la reducción de la libertad a apariencia, a imagen, a ideología y que ésta
sea tenida por la realidad misma, privada de sentido y carente de fines y proyectos personales y sociales, a ella
corresponden, la reducción del Estado, creado según fines y proyectos históricos; pero confundido con el
poder despótico y autoritario, la conclusión artificiosa de la historia y la inmersión permanente del hombre en
la instantaneidad desarticulada del presente, sin pasado ni futuro, como lo piensa el existencialismo más
angustiado; pero cuya vaciedad despertaría el horror del mismo Sartre.
La televisión es el mundo de los ídolos imperantes, por ello la identidad se reduce a imagen −a apariencia−
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que se cuida y proyecta, desligada de todo contenido material verdadero −si aún esto significa algo− para
crear un mundo metafísico que substituye y falsifica al real; convierte a sus personajes: locutores,
comentaristas, modelos, gerentes de empresa, cosmetólogos, publicistas, etc., en los sacerdotes oficiantes de la
mitología de la postmodernidad, que deciden sobre la vida total.
La televisión se ha convertido en la fuente principal del terrorismo institucional puesto al servicio de los
intereses económicos más poderosos y obscurantistas, ante la cual la izquierda, lejos de emprender la crítica
necesaria para que conduzca a su empleo racional, no sólo calla, sino que se vuelve cómplice y víctima.
HERÁCLITO VS. PARMÉNIDES
La aparición de izquierdas y derechas responde a esta necesidad del pensamiento político, la universalidad de
la izquierda expresa en la declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano recoge, cuando menos, tres
siglos de filosofía, que van del humanismo renacentista, a la Ilustración; la singularidad de la derecha, en el
empeño por mantener los privilegios de la nobleza, arraiga en la tradición teológica y filosófica del medioevo
que los funda en las doctrinas legitimas del poder.
Superar la nada, vencer el caos, el principio de donde emerge el Universo, es obra de la razón, por ello el
lógos da fundamento, unidad y sentido en su proceso de ordenación y trasformación, que es el nacer, porque
el primero es la transformación y después la identidad −en el devenir de la existencia−, así lo entiende la
dialéctica.
La razón pone orden y sentido, armoniza las contradicciones en su incesante llegar a ser, está a la izquierda −
en el principio− y siempre en ella, de ella emerge el cosmos de los griegos y el Universo de los modernos.
Parménides desacredita toda forma de teorización para someter el conocimiento −reducido a información por
acción de los medios− a los dictados de las organizaciones económico transnacionales; así, la derecha
convierte él dialogo en transacción y claudicación y a la razón en interés y el contenido de ambos en medio
que mantiene sus condiciones de permanencia.
Ha partir de aceptar que no hay alternativa al capitalismo, como insiste Anthony Giddens (el consejero
favorito de Tony Blair), quien añade a su incoherencia y a sus desatinos atribuirle a una tercera vía,
renovadora de la peor tradición social demócrata, además de la igualdad y la democracia individualista −que
ninguna derecha rechazaría oficialmente− entre sus valores fundamentales el conservadurismo filosófico
El mayor obstáculo presente para la izquierda se encuentra en ella misma, no en los factores sociales y el
monopolar de la derecha, ellos, por el contrario, la exigen cada vez con mayor premura, consiste en la
aceptación acrítica, dogmática, de la validez absoluta del neoliberalismo, basada en la no probada invalidez
político económica del socialismo −no solo del marxismo− o toda otra corriente histórica, que se traslada a la
epistemología y axiología para borrar de la historia no sólo al materialismo histórico, sino a toda dialéctica, al
racionalismo y toda forma de pensamiento teórico que no reconozca la validez del positivismo pragmático y
utilitarista, ni acepte la reducción del hombre a la dimensión economicista del orden neoliberal.
Las dimensiones macro y mega del ser absoluto y la construcción del sistema global Uno, inmutable e
inaprensible para la razón, no puede ocultar, a pesar de los empeños por convencer que el cambio es una
ilusión, la realidad trágica del hombre mínimo que ha producido el neoliberalismo.
Así como el neoliberalismo ha hecho desaparecer del lenguaje político palabras como soberanía, nación,
patria, pueblo, independencia, etc. −y ha dado paso a vocablos comerciales−, la hermenéutica eliminado del
lenguaje filosófico: razón, verdad, belleza, bondad, etc., −cuyo lugar es ocupado por expresiones como
fabular, descontruir, rememorar, develar, etc.− y el nihilismo axiológico jurídico ha dejado de permitirles
cabida en el lenguaje jurídico a términos como justicia, validez, deber, etc. −para ser substituidos por
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conflictos de intereses, negociación, precedente, etc.− y todo s se entrelazan en el lenguaje de la
mercadotecnia y la publicidad, nuevo dominio de la ideología y la demagogia, que reduce el mundo a su
dimensión económica y exalta el pragmatismo fragmentario que hace caer al hombre en un mundo donde la
imagen es al única realidad.
Las exigencias de permanencia de la derecha determinan los limites tolerables de la nueva izquierda, cuya
radicalidad no puede desbordar el supuesto de que la democracia no solo es compartible con el
neoliberalismo.
La democracia, que esta ha sido obra de la izquierda, a la que toca él deber de seguir luchando porque no sea
solo jurídicamente formal, sino que arraigue en las condiciones materiales de vida y cumpla con su contenido
de justicia y libertad, como lo reclama la extinta Revolución Mexicana y el socialismo.
La izquierda tiene por deber lo imposible, en él radica su única realidad verdadera, la que s siempre al llegar a
ser del deber ser.
IZQUIERDA VS. NUEVA IZQUIERDA
El viraje de la URSS y el camino de su destrucción, de manera semejante a como en México el resultado de
las elecciones del año 2000 culmina la condena de la Revolución Mexicana de 1910, iniciada en 1982, desde
la Presidencia de la Republica.
El caso de México demuestra que los enemigos contra quien se hace la revolución nunca fueron derrotados
por completo y permanecieron alojados en el centro mismo del poder hasta vuelven a tomar su control.
La Perestroika alcanza, como sucede en su versión mexicana, a los intelectuales que se les unen jubilosos en
nombre del Estado de derecho, −sea esto lo que ellos entiendan−, su reforma, −que también pueda ser lo que
se prefiera, incluido un simple cambio de régimen de gobierno−, la democracia, esta si entendida en la forma
mas simple y la defensa de los derechos humanos −sean estos los que sean y abarquen una, dos o sus tres
generaciones− y, final, pero especialmente, abarca a los medios de difusión −televisión a la cabeza−, reductos
acríticos e irracionales de derecha, inventores de prestigios −en México lo mismo que Clouthier o Colosio de
cualquier intelectual a modo− y desprestigios, sobre los cuales se erige una ética de la simulación al servicio
de una ideología invisible y perversa.
Antigua bandera de la derecha, que conduce, por una parte, a su privatización y, por la otra, al desprestigio de
las instituciones y la instauración de un orden contractual. Este fenómeno permite promover a las dirigencias
de los partido y los gobiernos a personajes de comedia y sainete, en México Zedillo y Fox, que significan él
transito de lo patético a lo grotesco y en Rusia al no menos lo uno ni lo otro, Yeltzin.
La privatización de la política desplaza los temas del Estado y la relación pueblo gobierno a los reclamos de la
sociedad civil, donde la diversidad desarticulada se convierte en el centro de atención y acción al cual
pretende circunscribir la esfera de los partidos políticos, ya superados −según el mismo criterio− por sus
organizaciones, entre las cuales destacan por sus relaciones e influjo económico y político nacionales e
internacionales las llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG), bastiones supremos de la derecha
neoliberal.
Podría pensarse, con sutileza maquiavélica, que la búsqueda empeñosa de los neoliberales de una izquierda
centro, así sea ficticia e imposible, es, en verdad, su tributo a la dialéctica.
La izquierda no sólo requiere ser aceptada por los centros del poder, nace contra ellos, nunca ha requerido de
un medio propicio, se da frente a la hostilidad, ella misma crea sus condiciones de posibilidad y de existencia,
teóricas y practicas, siempre corren los riesgos de la marginación, la persecución, precisamente, en ese no ser
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que es negado y aspira a ser.
El PRD por su incapacidad de conciliar revolución con democracia sacrificó −en el mejor de los casos−
aquella a esta, entendida de la más sencilla manera maderista: como sufragio efectivo y, sin ironía alguna: no
reelección. Son recurso teóricos, un profundo desconocimiento y desprecio por el derecho, aunados por el
descrédito de sus lideres por su inconsistencia moral, no puede pasar de representar algo más que una
izquierda colaboracionista y claudicante, incapaz de encabezar el movimiento reivindicatorio que el pueblo
demanda de la izquierda.
El desarrollo económico de mucho países de economía de mercado dependiente ha sido posible solo por el
cumplimiento de las demandas de la izquierda, igual que por el impulso proporcionado por esta a la
descolonización, a los movimientos de liberación nacional en América, Asia y África, por su lucha contra el
apartheid, la discriminación racial etc.; como si toda su tarea en la historia hubiera consistido en transformar
al mundo, demandar justicia y libertad y entregar su obra a la derecha, para que esta se la atribuya, reclame al
monopolio de su conservación y se arrogue al derecho de hacerla callar para siempre, de imponerle el deber
de jubilarse, retirarse a la vida privada y resignarse a ser contemplada y admirada como figura de museo y
hacer de cuenta que las revoluciones no han dejado causas pendientes para ser cumplidas en la historia.
El engaño que mantiene la ilusión neoliberal se encuentra en hacer creer que fuera de él ya nada es posible, en
hacer creer que es lo que no es y en éste su no ser, tan absoluto e inmóvil y así pertenecer.
La sociedad de imágenes configurada por el neoliberalismo, sociedad virtual que actualiza al mundo
metafísico y niega las limitaciones espacio temporales con su economía electrónica instantánea, que arrastra a
la política −todavía mecánica y regional− no puede negar, a pesar de toda la tecnología a su servicio, su
resultado final: irracional y humano, que finca la opulencia macroeconómica en la guerra, el hambre, la
destrucción, la miseria moral, la enajenación y la muerte.
De esa desarticulación surge la democracia neoliberal, que no es ni puede serlo, de la mayoría −desposeída,
enajenada, marginada y envilecida−, sino de la hegemonía de las minorías, que elimínale principio de unidad
fundamental −en razón del cual y conforme a la voluntad genera de Rousseau, el bienestar social no solo va
en contra de las minorías, sino que las incluye− para ser substituido por el derecho de estas, por el solo hecho
de ser minorías, mantenerse dispersas y a condiciones de permanecer siendo lo que son.
La izquierda nace y se expresa como derecho y pone de relieve la relación estrecha entre derecho y política,
desde la Revolución Francesa o la Mexicana −y a pesar del marxismo, la soviética− hasta la fecha, ya sea en
la transición democrática de España al salir de la dictadura franquista, o en las demandas de injusticia
insatisfecha, que a pesar del avasallamiento del imperio neoliberal que globaliza la negociación de los valores
universales, han resonado desde la sierra de Chiapas por el mundo, para recordar que la utopía sigue viva y
también puede, con los beneficios de la razón, valerse de ciencia y la tecnología y penetrar el enemigo en sus
entrañas.
La izquierda existe, es indudable, y en los años próximos se manifestara de manera evidente y decidida; pero
aún amorfa, si se quiere, ya esta en marcha; el hambre el dominio bárbaro, las nuevas formas de colonización
y los peligros bélicos que entrañan, la reducción infraética del neoliberalismo, los mismos avances de la
ciencia y la tecnología y los empeños de quienes la han declarado muerta, la alientan todos los días; sólo la
ceguera y el afán de no querer aceptar la verdad puede negarlo; la humanidad no puede guiarse por un solo ojo
sin perder la tridimensionalidad del mundo, ni seguir su camino a saltos en un solo pie; si su brazo izquierdo
eleva nuevamente la balanza, como Diké, la justicia, es porque su pensamiento despierta ya de la parálisis de
la inmadurez positiva y se rebela contra el mundo que le niega la más íntima dignidad y la condena a la
infraexistencia, rodeada del esplendor de la riqueza estéril y la inteligencia privada de razón.
LA IZQUIERDA EN MÉXICO
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La izquierda no puede pensar que su fundamento es valorativo, tampoco puede desligarse de una concepción
del hombre y el sentido de la vida, que antes que programas políticos o formas de organización económicas
proporciona siempre una explicación racional del desarrollo humano y enfrenta, por necesidad, la enajenación
y la injusticia como imperativo ético y jurídico.
El mundo de imágenes que desplaza y hace innecesaria la realidad material, universo virtual proyectado desde
las gerencias privadas, mucho más poderosas, rígidas y peligrosas que las instancias políticas donde la
sociedad civil del neoliberalismo localiza los obstáculos para la libertad y la felicidad a que aspira, exige por
necesidad la reducción del pensamiento y su sujeción a las reglas que el sistema determina.
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