saltos de canguro

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SALTOS DE CANGURO
Jorge Humberto Botero
Durante el largo periodo comprendido entre 1950 y 1999, la economía creció, año tras año, a
una tasa superior a la de la población, lo cual significa que a lo largo de casi cincuenta años el
ingreso promedio de los colombianos tuvo una mejora persistente. Al mismo tiempo, la
proporción de pobres sobre la población total, medida en términos de ingreso monetario, se
redujo de modo continuo; las cifras son aún mejores si se tienen en cuenta indicadores de
bienestar tales como las expectativas de vida al nacer, el acceso al agua potable o a la
educación, lo cual dice bien de los impactos progresivos del gasto social. Esto hizo menos
intolerable la mala distribución de la riqueza y el ingreso que es una de las características
lamentables de América Latina, excepción hecha de Costa Rica y Uruguay.
En el último de los años mencionados se presentó una grave recesión -el producto se contrajo
el 4.5%- y el ingreso per-cápita cayó casi el 7%. Si las proyecciones se cumplen, y la
economía crece al menos el 3% este año, habremos empezado a recuperar el terreno perdido.
La tarea más que larga es difícil. Se requiere que el producto se incremente a la tasa del 4%
para que hacia el 2007 tengamos en promedio el ingreso que teníamos en 1998. En el corto
plazo una reactivación de la demanda agregada puede jalonar la actividad económica, pero
para que una mayor dinámica sea sostenible se requiere un incremento sustantivo de la tasa
de inversión.
En la actualidad invertimos algo así como el 15% del PIB, pero se requerirían al menos 6
puntos más -22% de inversión sobre PIB- para que pudiéramos aumentar el ritmo de
crecimiento a la tasa objetivo del 4% anual. ¿De dónde saldrán los recursos necesarios? Cabe
esperar que la política de seguridad democrática, que sin duda ha comenzado a tener éxito, y
los esfuerzos encaminados a generar seguridad jurídica, tengan un impacto positivo, no
obstante lo cual debe señalarse que el ahorro doméstico como proporción del producto para un
período largo, el comprendido entre 1960 y 2001, apenas fue del 19%.
La porción restante -3 puntos porcentuales- para llegar a la tasa de inversión mínima que
requerimos para salir del hueco tendría, entonces, que provenir de la inversión extranjera. ¿Es
esto posible? A mediados de la década pasada casi doblábamos la cifra, pero las
proyecciones de DNP para los próximos años no son positivas. Si ellas se cumplen, Colombia
se vería abocada a una restricción de crecimiento por déficit de inversión. Esta es la primera
preocupación que hoy quiero compartir con ustedes.
La otra tiene que ver con la senda esperada de las exportaciones. La reactivación económica
que requiere Colombia para mejorar el ingreso, elevar los indicadores de bienestar social y
reducir el desempleo por debajo del 10% de la población económicamente activa –hoy supera
el 14%- hace indispensable que las importaciones totales suban de US$12.000 millones a
US$18.000 entre este año y el 2010. De lo contrario, tendríamos una segunda dificultad para
superar el ciclo de bajo crecimiento de estos últimos años derivado de la escasez de las divisas
requeridas para adquirir bienes de capital y materias primas que el aparato productivo requiere,
o los bienes de consumo que están asociados al bienestar general.
El problema en este campo consiste en que las proyecciones de exportaciones de petróleo, de
un lado, y las de manufacturas a dos mercados tan importantes como Venezuela y Ecuador, no
son promisorias. En el primer caso, por la declinación de la producción exportable y la eventual
pérdida de la autosuficiencia en combustibles; y en el segundo, por la incertidumbre
generalizada sobre su desempeño económico en los años venideros.
Para resolver nuestras necesidades de inversión y crecimiento de las exportaciones, la
celebración de acuerdos de libre comercio con países que nos garanticen acceso a mercados
de tamaño adecuado, y demandantes de los bienes que producimos, es un objetivo estratégico
incuestionable. Lo prueba la experiencia de México. La inversión extranjera y las exportaciones
se multiplicaron por dos en los años inmediatamente posteriores a la celebración del Nafta con
Estados Unidos y Canadá. Son los saltos de canguro que Colombia necesita.
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