Ápeiron. Estudios de filosofía N.º 2 — 2015

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Ápeiron. Estudios de filosofía
N.º 2 — 2015
ISSN 2386-5326
ANALOGÍA Y UNIVOCIDAD SEGÚN DUNS ESCOTO: LA DOBLE DESTRUCCIÓN
Olivier Boulnois
Traducción de Nicolás Silva Sepúlveda y Guillermo Fernández Vázquez *
_____________________
INTRODUCCIÓN
Nicolás Silva Sepúlveda
Asumiendo que el autor del texto no es excesivamente conocido fuera del círculo de las personas
que se han dedicado a la filosofía medieval, es de suponer que lo primero será presentarlo: Olivier
Boulnois es un profesor de filosofía francés, actualmente director École pratique des hautes études y
también profesor en el Institut catholique de Paris. Ganador el 2008 del Grand Prix de Philosophie que
entrega la academia francesa por su obra Au-delà de l'image1.
Este texto que traducimos es de los primeros de su producción y su publicación es
inmediatamente posterior a la traducción y edición de una selección de textos de Duns Escoto
titulada Duns Scot, Sur la connaissance de Dieu et l'univocité de l'étant 2, por lo que su elaboración
evidentemente se haya estrechamente ligada a la investigación que en ese momento llevaba a cabo
nuestro autor3.
Si he elegido traducir este texto, lo he hecho principalmente porque no solo juzgo que su
contenido es académicamente de un buen nivel, sino también por el hecho de que permite tomar
medida de la importancia, para la historia de la metafísica, de la figura de Duns Escoto, autor cuyo
conocimiento por lo general, salvo estudiosos y entusiastas, no es más que nominal, limitándose a
ciertos tópicos como: el filósofo franciscano que no estaba de acuerdo con Santo Tomás, que
defendía la univocidad del ente, que proponía la haeccitas como principium individuationis, etc. Pero
mi intención al traducir este texto no es solo dar a conocer de forma preliminar la lectura que
hace Boulnois sobre la metafísica de la obra de Duns Escoto, lectura que desarrolla en posteriores
artículos y en su monografía Duns Scot, la rigueur de la charité 4, sino mediante ella intentar también
alentar la lectura del Doctor Sutil, cuya perspicacia metafísica es reconocida incluso por alguien que
en principio pareciera estar en sus antípodas filosóficas como Gilles Deleuze, el cual dice de la
* Nicolás Silva Sepúlveda es licenciado en Filosofía y Máster en Estudios Avanzados de Filosofía por la UCM
[[email protected]] y Guillermo Fernández Vázquez es licenciado en Sociología y Filosofía por la UCM , y
Master en Philosophie et Sociologie por la ENS – Cachan [[email protected]]
1 Boulnois, O. (2008), Au-delà de l'image, Paris, Seuil.
2 Duns Scoto, J. (1988), Sur la connaissance de Dieu et l'univocité de l'étant, (intr., tr. y coment. O. Boulnois), Paris,
Presses Universitaires de France.
3Para
una
bibliografía
exhaustiva
de
sus
trabajos
puede
consultarse
aquí:
http://www.ephe.sorbonne.fr/images/stories/docs_ephe/Recherche/O-BOULNOIS-publications.pdf
4 Boulnois, O. (1998), Duns Scot, la rigueur de la charité, Paris, Cerf.
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TRADUCCIÓN DE NICOLÁS SILVA SEPÚLVEDA Y GUILLERMO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
obra del Doctor Sutil: «La historia de la filosofía determina tres momentos principales en la
elaboración de la univocidad del ser. El primero está representado por Duns Escoto. En el Opus
Oxoniense, el más grande libro de ontología pura [...]»5.
Presentados el autor y mis motivaciones, paso a esbozar de forma mínima ciertas
coordenadas que juzgo relevantes para entender el texto de Boulnois.
Primero, en el texto se maneja una distinción, cuyo origen remonta al Organon6. En él se
distinguen tres tipos de relaciones entre nombres comunes, las cosas y su significado: homonimia,
sinonimia y paronimia. Estas llegaron al castellano desde el latín por la traducción de Boecio, en los
siguientes términos: equívoco (aequivocus), unívoco (univocus) y denominativo (denominativus)7,
cuyas definiciones se pueden glosar así:

La homonimia se dice de las cosas que solo comparten el nombre, pero cuya definición de
acuerdo con el nombre es distinta.

La sinonimia se dice de las que tienen no solo el nombre en común, sino también la
definición.

La paronimia se dice de aquellas relaciones por la flexión de la palabra, esto es, que se
derivan de una raíz léxica común, por ejemplo, como ocurre en la declinación o en las familias de
palabras.
La explicación no es del todo baladí porque los primeros dos términos se manejan
constantemente en el texto y el autor salta de los términos griegos a los latinos, lo cual puede
llevar a cierta confusión sobre todo si se toma en cuenta que la sinonimia aquí definida no
corresponde con su significación habitual en castellano.
Por otro lado, la noción de univocidad que maneja el Doctor Sutil no es exactamente igual
que la que acabamos de dar, ya que la entiende de la siguiente manera: «Y para que no haya
disputa sobre el nombre de univocación, llamo unívoco a aquel concepto que es uno de tal
manera, que su unidad es suficiente para la contradicción, afirmándolo y negándolo del mismo
sujeto; es suficiente también para constituir un término medio en el silogismo, de suerte que se
pueda concluir que los extremos unidos en ese medio que se presenta tal unidad se identifican
entre sí»8.
Esto, que en principio no pareciera ser excesivamente importante, tiene grandes
consecuencias, ya que en la comprensión no escotista de la univocación el ser no podría ser un
término unívoco, puesto que no dice más que un nombre en común, multiplicándose en distintas
significaciones, entre ellas, las categorías; mientras que bajo la mirada del Sutil, el ser sí es apto de
5 «L´histoire de la philosophie détermine trois moments principaux dans l'élaboration de l'univocité de l'être. Le
premier est représenté par Duns Scot. Dans l' Opus Oxoniense, le plus grand livre de l'ontologie pure [...]». Deleuze,
G. (1968), Différence et répétition, Paris, Presses Universitaires de France, p. 57.
6 Aristóteles (2000), Categorías, 1a1-15, en: Tratados de lógica (Órganon). Vol. 1, Categorías, Tópicos, Sobre las refutaciones
sofísticas, (trad. Candel Sanmartín), Madrid, Gredos, 3ª reimpresión.
7 Boethius, In Categorias Aristotelis comentario 163B.
8 Ordinatio, I, d. 3, q 2. «Et ne fiat contentio de nomine univocationis, univocum conceptum dico, qui ita est unus quod
eius unitas sufficit ad contradictionem, affirmando et negando ipsum de eodem; sufficit etiam pro medio syllogistico, ut
extrema unita in medio sic uno sine fallacia aequivocationis concludantur inter se uniri».
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ser un concepto unívoco porque sí hay contradicción cuando se niega y se afirma de un mismo
sujeto que es.
Al entender el concepto de ser como unívoco, Duns Escoto defiende una forma de
entender el concepto de ser, que ya no lo hace atendiendo a las distintas realidades que hay, sino
que lo entiende remitiéndose a las condiciones de verdad y, en última instancia, al principio de nocontradicción, por lo tanto lo hace desde una perspectiva lógica. De cualquier manera, este no es
el lugar para desarrollar esto. Lo relevante es que teniendo claro esto, se verá la coherencia de la
posición de Escoto y el hilo argumental que intenta desarrollar Boulnois.
En segundo lugar, el texto maneja dos tesis para plantear su problema:
1. Boulnois no encuentra satisfactoria la forma como se ha leído y, por tanto, interpretado en la
historia de la filosofía la univocidad escotista desligándola de su contexto histórico, lo cual ha
implicado dejar de lado el hecho que el referente polémico de Escoto es Enrique de Gante, y
enfrentándola «especulativamente» con la analogía tomista.
2. El punto común que permite el diálogo entre los filósofos en cuestión y tomar la medida real de
las posiciones de cada uno, para Boulnois, se encuentra en la referencia a Aristóteles, más
concretamente en la problemática que subyace en el proyecto metafísico del Estagirita.
Esto implica que en el texto se intentará mostrar, por un lado, cuál es la problemática que
hay en Enrique de Gante y que Escoto considera fundamental pensar adecuadamente, si no se
quiere destruir la metafísica, o dicho de otra manera, si se quiere comenzarla; y que, por otro, las
dimensiones de las consecuencias del diálogo entre los dos teólogos no se limita a ser solo eso,
sino que el sentido de las consecuencias de la metafísica de Escoto no puede eludir una
confrontación con el proyecto metafísico aristotélico.
Tercero, paso a dar un breve resumen del contenido del texto, el cual se divide en cuatro
partes:
1. La destrucción de la analogía conceptual
2. La instauración de la univocidad conceptual
3. La estructura de la metafísica destruida
4. La metafísica instaurada
En la primera de ellas se muestra cómo en la conceptualización, que Enrique de Gante hace
de la analogía, se puede apreciar de manera ejemplar cómo esta destruye necesariamente la
metafísica.
Enrique en su comprensión del ente remite a Avicena, el cual entiende el ente como esse
essentiae, esto es, como un concepto que comporta un contenido inteligible independiente del
sujeto que lo piense o del objeto que lo actualice; la esencia, por tanto, tiene un modo de ser
propio, independiente de la existencia. El contenido inteligible del ser es su oposición a la nada, es
decir, ser es aquello cuya existencia no es contradictoria.
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Es en esta comprensión del ente se vuelve plantear el problema de la unidad del ser tanto
Avicena como para el Doctor Solemne. ¿Se podría decir que para ellos el ente es
irreductiblemente equívoco, que sus múltiples sentidos son independientes entre sí? Es claro que
no. El contenido inteligible del concepto de ser se atribuye a todo lo que es, en su oposición a la
nada que supone la contradicción. Toda la diversidad de los sentidos del ente tendría como
presupuesto esta oposición que constituye el concepto de ser. O para decirlo con palabras más
llanas, antes que ser algo determinado, se es algo diferente de la nada. En eso se encuentra la
unidad de todo lo que hay.
La diferencia de esta forma de entender el ser con la de Aristóteles es manifiesta, ya que
para el último el ser remite a una multiplicidad irreductible, aunque no caótica, de significados,
como se ve en la preeminencia que en su pensamiento tiene la substancia. Mas en Avicena y
Enrique la cuestión se aborda atendiendo al contenido inteligible de ser, por lo que la unidad de las
entidades tiene una base conceptual o lógica que desplaza a un segundo plano el carácter
irreductible de la multiplicidad del ser en la investigación metafísica.
Aunque hay que señalar que esta premisa no fue tomada radicalmente por ninguno de los
dos pensadores previamente aludidos, motivo por el cual, como señala oportunamente Boulnois,
esta unidad del ser fue traducida del árabe al latín con los términos análogo o ambiguo. Esta
traducción trasluce perfectamente un problema central: ¿Cómo se conjuga un concepto unitario
de ser con la distancia insalvable que hay entre las entidades, concretamente entre Dios y la
criatura? Resulta evidente que llamar ambiguo o análogo tiene su razón de ser: ¿Este concepto,
ser, puede predicarse tanto de Dios como de las criaturas? ¿Se dice de la misma manera de ambas
entidades o no? ¿Qué es lo que hay que poner al comienzo: una idea teológica, la absoluta
preeminencia de Dios como creador, o la unidad metafísica del concepto de ser?
En el caso concreto del Solemne, el cual no se termina de decidir resueltamente entre las
alternativas, se ve obligado a establecer una distinción un tanto ad hoc entre comunidad real y
nominal en el concepto de ser. Pero esto no hace más que presentar de una manera más diáfana el
problema, ya que no se resuelve la tensión entre el principio teológico y el metafísico, lo cual tiene
como consecuencia que el mismo concepto de ser tendría dos referencias distintas, volviéndolo
nuevamente equívoco.
Así, la disyuntiva es la siguiente: o hay dos conceptos de ser, o solo hay uno, aplicable tanto
al creador como a las criaturas. Es desde esta disyuntiva que comienza la problemática de Escoto.
En la segunda parte del texto se muestran los argumentos en contra de esta posición de Enrique y
cómo argumenta que la condición necesaria para el inicio de la metafísica es la univocidad del ser.
Esto tendrá como resultado una comprensión de la misma que ya no tendrá como base una
teología o una noción de Dios, sino todo lo contrario, a saber, la unidad de un concepto, el cual
abarca hasta al mismo Dios y lo hace un objeto específico de ella. Esto se verá mejor en la cuarta
parte del texto.
En la tercera sección Boulnois retoma en parte la lectura aporética que hace Pierre
Aubenque de la metafísica aristotélica y la lectura sobre su estructura katholou-protologica que
realiza Remi Brague, y lo hace con el fin de apuntar cuál es la estructura de la metafísica
aristotélica y así mostrar la especificidad del proyecto de Duns Escoto, ya que, como el título de
esta sección indica, el proyecto de Escoto necesita dejar de lado la problemática aristotélica.
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La metafísica del Estagirita, como ya me arriesgo a repetir un poco cansinamente, se
enfrenta al hecho de que la equivocidad del ser, su decirse de múltiples maneras irreductibles unas
a otras, impide un discurso científico, el cual por su propia condición es unívoco. El rompecabezas
Aristotélico, como Aubenque lo presenta, es el siguiente:
1.
2.
3.
Toda ciencia versa sobre un género determinado y unívoco
El ente no es unívoco, se dice de muchas maneras.
La metafísica es una ciencia del ente en cuanto ente.
El arreglo que realiza Aristóteles es matizar 2., dando lugar a la famosa unidad focal de
significación. Esto supone una reconducción del proyecto de la metafísica, como ciencia del ser en
cuanto ser, a centrar su mirada ya no en la basteza de las entidades, sino en la categoría
fundamental: la ousia. Es decir, se pasa de una ciencia del ser en cuanto ser, a una ousiología.
A esto se añade un segundo aspecto, a saber, el estudio de la metafísica no puede limitarse
a serlo de las entidades físicas sometidas al cambio, ya que es una exigencia aristotélica en aras de
la propia inteligibilidad de la realidad la preeminencia del acto sobre la potencia. Motivo por el cual
el ámbito de la física resultaría insuficiente para explicarse a sí mismo. Lo cual lleva, ateniéndose al
famoso pasaje sobre las tres ciencias teoréticas: física, matemática y teología, a hacer del acto
puro, Dios, el principio de inteligibilidad de la física, es decir, dar una base teológica a la realidad.
Los movimientos, para dejarlo más claro, serían dos: Ante la universalidad del ser y la
primera imposibilidad de su unidad, Aristóteles se preguntaría: ¿Qué categoría dice
eminentemente ser? La sustancia. Ante la diversidad de las entidades que son sustancias: ¿Qué
entidad de entre ellas lo es en sentido eminente? Dios. Es decir, la investigación metafísica daría
lugar, en su unidad reducida, a una ousiología, y esta encontraría su fundamento en una teología; o
lo que es igual, la ciencia buscada en su afán de universalidad termina apoyándose en lo que es
primero. Todo esto, como es claro, recoge los resultados de las investigaciones de Remi Brague
sobre la metafísica de Aristóteles.
Por otro lado, en la Edad Media la problemática, evidentemente, ya no es la misma que en
la pesquisa aristotélica, siendo el problema para ellos ya no el de la metafísica misma, sino la unidad
de su objeto, esto es, la metafísica no se tendría como algo por realizar, su existencia ya está
presupuesta de ante mano, el problema lo representaría la unidad de su objeto. Pese a todo lo
anterior, la metafísica medieval que surge de la lectura de los textos del Filósofo sigue moviéndose
en los problemáticos márgenes de la empresa del mismo, en su tensión entre la universalidad del
ser o la primacía del ser primero. Tensión que, como mencioné, queda bien recogida en la
caracterización del concepto de ser como ambiguo o análogo, por esto Boulnois ve en el
desarrollo de la analogía en la historia de la Metafísica antes un hecho coherente que un simple
error9.
La parte final del texto expone lo siguiente: La posición de Escoto será radicalizar aquella
comprensión del ser que se encontraba en Avicena y Enrique de Gante, es decir, implicará tratar
al ente como si poseyese una unidad trascendental, esto es, la diversidad real de las cosas no
9 Lo cual posiblemente sea una crítica a la lectura que hace Aubenque sobre este tema. Véase: Aubenque, P. (1978),
Les origines de la doctrine de l'analogie de l'être: Sur l'histoire d'un contresens, en Les Etudes Philosophiques, 1, pp. 3-12.
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afectará la unidad del concepto de ser; por lo que se realizará una reducción del ente real a su
concepto. Lo que viene a significar que todas las diferencias efectivas en las distintas entidades son
prescindibles de cara a comprender qué sea ser, ya que todas comparten la cualidad en cuestión:
ser. El contenido de este concepto permite dar una unidad a todo lo que hay, independientemente
de qué sea aquello que hay. Podríamos decir, en aras de atrapar el gesto del sutil, que con Escoto
se deja totalmente de lado la consideración física de la entidad, para concentrarse en su
consideración lógica y, por esto, la unidad lógica que expresa su comprensión es central, frente a
la multiplicidad de física de los entes. Gesto que, como ya resultará evidente, supondrá dejar de
lado a Aristóteles y dar un nuevo comienzo a la metafísica10.
Con todo lo dicho, espero que el lector pueda obtener provecho de la lectura de este
artículo, así como también pueda posicionarse críticamente con respecto a la propia
interpretación que propone en el autor, la cual maneja una serie de lecturas bastante fuertes y que
distan de ser definitivas, sobre todo a la hora de leer a Aristóteles, y que les son fundamentales
para poder mostrar su punto.
Para terminar, tengo que añadir las siguientes notas sobre la traducción.
El texto fue traducido de su publicación original: Olivier Boulnois, La double destruction.
Analogie et univocité selon Duns Scot, en Les Etudes philosophiques: L'analogie, 1989, pp.347-369.
Los textos latinos que el autor cita han sido traducidos desde la fuente latina, siempre y
cuando no se observe lo contrario. Así también, se ha intentado añadir, siempre cuando se pudo,
el texto latino en las ocasiones en que el autor solo entrega traducción del mismo. Estos textos
introducidos se pondrán entre corchetes. Para la traducción de los textos de Aristóteles citados
se ocuparon las traducciones de la Biblioteca de Clásicos Gredos.
Finalmente, me gustaría añadir, esperando que a otros también pueda ser útil, que estas
dos páginas me fueron particularmente útiles para encontrar los textos latinos de Duns Scoto y
Enrique de Gante:
http://www.logicmuseum.com/wiki/Authors/Duns_Scotus
https://philosophy.unca.edu/henry-ghent-series
10 Esta clave de lectura ha sido desarrollada fundamentalmente por Ludger Honnefelder en sus obras: Ens inquantum
ens. Der Begriff des Seienden als solchen als Gegenstand der Metaphysik nach der Lehre des Johannes Duns Scotus, Münster,
Aschendorff, 1979, 2. A. 1989; Scientia transcendens. Die formale Bestimmung der Seiendheit und Realität in der Metaphysik
des Mittelalters und der Neuzeit (Duns Scotus - Suárez - Wolff - Kant - Peirce), Hamburg, Meiner, 1990; La métaphysique
comme science transcendentale entre le Moyen Âge et les Temps Modernes, Paris, Presses Universitaire de France, 2002.
El mismo Boulnois le dedica una larga reseña a la segunda de las obras mencionadas, véase: Métaphysique: le tournant?,
en Les Études philosophiques, n.º 4, 1992.
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ANALOGÍA Y UNIVOCIDAD SEGÚN DUNS ESCOTO: LA DOBLE DESTRUCCIÓN
Olivier Boulnois
[Traducción de Nicolás Silva Sepúlveda y Guillermo Fernández Vázquez]
La analogía aplicada a la cuestión del ser moviliza toda la historia de la metafísica, desde las
primeras sistematizaciones neo-platónicas hasta el intento de síntesis de las Disputationes
Metaphysicae de Suárez, y, por tanto, en la medida en que la edad clásica se apoya sobre
compendiums de inspiración suareciana, [también] hasta el pensamiento moderno en su conjunto.
En este conflicto donde se juega la interpretación de la Metafísica de Aristóteles, Duns Escoto
ocupa un lugar eminente: su manera de afirmar claramente la univocidad del ente fue percibida
por los medievales como una línea de fractura en el campo continuo de la escolástica, e incluso
para los neo-escolásticos modernos como la ruina del edificio de la episteme medieval. Pero,
aunque todos concuerden en reconocer un corte, cada uno lo define en función de los principios
metafísicos que orientan su interpretación de la univocidad.
La escolástica tardía y la neo-escolástica construyeron este corte epistémico en términos
de disputa escolar: el enfrentamiento de dos rivales, defensores de tesis opuestas, irreconciliables,
definitivas, de dos campeones y teólogos oficiales de las grandes órdenes mendicantes, Tomás de
Aquino por los dominicos y Duns Escoto por los franciscanos. Sólidamente arraigado en las
instituciones11, este conflicto interminable entre «la analogía tomista» y «la univocidad escotista»,
en adelante constituidas en objetos teóricos, se prolonga al infinito en la controversia de escuelas,
sin progreso ni esperanza de solución. El duelo entre Cayetano y Trombetta, los manuales escolares
que construyeron un admirable paralelismo sobre cada cuestión entre Tomás y Escoto12 o las
invectivas recíprocas de los neo-tomistas y de los neo-escotistas a principio de siglo13 son
testimonios obstinados, flamígeros y estériles.
Esta interpretación tiene la ventaja de situar el debate sobre un plano especulativo, en el
corazón de la estructura metafísica, pero tiene el inconveniente de ocultar su origen y de disimular
su sentido verdadero. La gran aportación de los estudios histórico-críticos fue, en efecto, restituir
al debate su génesis y de corregir su alcance: es suficiente recorrer las notas de la edición vaticana
para percibir que el adversario íntimo de Duns Escoto con respecto al problema de la univocidad
no es Tomás de Aquino, sino Enrique de Gante. Sin embargo, ventajas e inconvenientes
intercambian aquí sus roles: si se pone fin al diálogo ficticio entre Escoto y Tomás de Aquino sin
dotar a la univocidad escotista de su marco y su problemática conceptual, entonces nos
arriesgamos a perder de vista su relación con la cuestión metafísica. La univocidad corre el riesgo
de convertirse en un puro hecho histórico, cuyo alcance filosófico no permite ni una comunidad de
11 Ciertas universidades reconocen de forma estatuaria tres cátedras, la tomista, la escotista y la nominalista. Veáse P.
Margalho, Escolios em ambas as logicas: a doutrina de S. Thomas, do subtil Duns Escoto e dos nominalistas. Reprodução
facsimilada da edição de Salamanca, 1520, trad. M. de Pinto de Meneses, introd. W. Risse, Lisboa, 1965.
12 Para una exposición de las divergencias: Macedo, Collationes doctrinae S. Thomae et Scoti, Padua, 1560; Jean de Rada,
Controversiae theologicae inter S. Thomam et Scotum, Venecia, 1598 (4 vol.); en sentido contrario, para una conciliación:
Constantin Sarnanus, Conciliatio dilucida omnium controversium quae in doctrina duorum summorum theologorum S. Thomae
et D. scoti passim leguntur, Roma, 1598 (reed. Roma, 1911).
13 A forma de muestra, R. de Courcerault, La ontología de Duns Escoto y el principio del panteísmo, Etudes
franciscaines, 24 (1910), 141-160; 423-440.
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pensamiento, ni un diálogo entre autores.
Por esta razón, cuando E. Gilson propone una introducción filosófica y no histórica a las
Positions fundamentales de Duns Escoto, se ve obligado a marcar desde el comienzo los límites de
su empresa. «Buscar comprender las posiciones fundamentales del Doctor Sutil no es de ninguna
manera situarlo en su tiempo. El interés del filósofo no puede no perjudicar aquí a la verdad de la
historia. Duns Escoto dialogó con muchos otros teólogos, entre los cuales se puede decir que
Enrique de Gante era su interlocutor predilecto. Para él, Enrique era más importante que Tomás,
para nosotros, y en sí, lo contrario es verdadero»14. Es posible que esta comprensión repose sobre
presupuestos que no escapan hoy a nuestra crítica. Se trata fundamentalmente de tres:

La historia, investigación basada en los textos, y la filosofía, investigación sobre el sentido, se
enfrentan hasta el punto de perjudicarse [mutuamente].

Para nosotros, filósofos y no historiadores, Tomás de Aquino tiene más importancia que
Enrique de Gante.

En sí misma, para la filosofía como colección a-histórica de sentido, el punto dos también
vale.
La interpretación tiene un corolario que toca precisamente la doctrina de la analogía y de la
univocidad. Hablando curiosamente de un «diálogo interior que Duns Escoto persigue con Tomás
de Aquino»15, E. Gilson añade: «lo que permite a los diálogos filosóficos continuar es que los
interlocutores no hablan la misma lengua, cada parte permanece contenta consigo misma, pero
sorprendida por la obstinación del adversario. La doctrina tomista de la analogía es ante todo una
doctrina del juicio de la analogía […] la analogía en que piensa Duns Escoto es más bien una
analogía del concepto»16. Las dos filosofías están condenadas a un diálogo de sordos, yuxtapuestas
en un simple disparate, sin relación entre ellas, y no tan solo una contradicción. Ninguna comunidad
lingüística permite pensarlas. «Sería perder su tiempo querer conciliar las dos doctrinas y, tanto
más, refutar la una por la otra. El origen de su divergencia es anterior al conflicto que los enfrenta
aquí»17.
Este método tiene el mérito de cerrar los debates escolares sin caer en el historicismo. Sin
embargo, corre el riesgo, como el mismo Gilson reconoce, de orientar los debates en un sentido
que «no puede no perjudicar aquí a la verdad de la historia» 18. – ¿Es, pues, posible que una lengua
común permita pensar la diversidad de las doctrinas de otra forma que como un diálogo de sordos
14 Jean Duns Scot, Introduction à ses positions fondamentales, p. 10. [Existe traducción castellana: GILSON, E. (2007), Juan
Duns Escoto: introducción a sus posiciones fundamentales, (trad. Pablo E. Corona), Pamplona, EUNSA, D.L.].
15 Interpretación que no se contenta con hacer abstracción de la historia, sino que va ciertamente contra sus datos.
Podemos, sin embargo, suponer que el cuerpo del texto ha sido escrito antes de la introducción, citada en la nota
cuatro, y, por tanto, antes de que el autor haya podido aprehender toda la importancia histórica de Enrique de Gante.
16 Id. p. 101. La definición de la analogía tomista es fuertemente discutible, pero no es este el lugar de tratarla (veáse,
sin embargo, más abajo algunas observaciones, nota 73).
17 Id. p. 102.
18 Id. p. 10, citado en nota 1. Así, el disparate enunciado permite igualmente, sin conciliación, ni refutación, afirmar gratuitamente, es verdad– la compatibilidad de las dos doctrinas; lo que reproduce bajo una figura histórico-crítica la
posición conciliadora de ciertos manuales escolares: «Es la opinión personal del autor que la doctrina de Santo Tomás
y de Duns Escoto son fundamentalmente compatibles» (A. B. Wolter, The trascendentals and their function in the
metaphysics of John Duns Scotus, New York, 1946, p.31, n. 2).
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o como una yuxtaposición factual? ¿Se puede estudiar el sentido de una doctrina sin restituir la
verdad de su historia? La cuestión de la analogía y de la univocidad permite aquí probarlo.
Sobre este punto, en efecto, el diálogo entre los filósofos se elabora y se edifica
indirectamente por una referencia común al problema fundamental de la metafísica después de
Aristóteles: la pluralidad de sentidos del ente. Esta supone que sean construidas y exploradas tres
cuestiones previas:
1. ¿Cómo se articulan los diferentes momentos de la empresa metafísica, en su comienzo
aristotélico?
2. ¿En qué medida la interpretación histórica y filosófica posterior (la sistematización escolar) está
fundada por pensar la unidad de estos diversos momentos bajo el título de analogía?
3. ¿Tenemos derecho a pensar el desarrollo histórico de la analogía (hasta la misma univocidad) como
el despliegue metafísico de sus múltiples dimensiones?
Obviamente, estas cuestiones no pueden ser consideradas aquí en su totalidad19. En cambio,
es posible presentar la relación de Escoto con cada una de estas cuestiones:
1. ¿Cómo la exigencia de un saber metafísico induce a la afirmación de la univocidad del ente?
(destrucción de la analogía e instauración de la univocidad).
2. ¿Permite la univocidad salir de la aporía en la cual se encuentra la metafísica aristotélica?
3. ¿La univocidad acarrea una remodelación de la metafísica en su estructura esencial?
I. - La destrucción de la analogía conceptual
La univocidad es para Duns Escoto la condición de la posibilidad de la metafísica en su esencia.
Contra sus adversarios que ven en la univocidad una destrucción de toda la filosofía 20, él afirma la
salud de la metafísica en y por su esencia unívoca: «digo que no destruyo la filosofía, sino que
aquellos que postulan lo contrario necesariamente destruyen la filosofía»21. La analogía se destruye
a sí misma, ella acarrea en su devastación la figura de la metafísica que le es solidaria, y deja un
espacio nítido para una refundación unívoca de la metafísica22.
¿Bajo qué figura la destruye? Aquí, solo una lectura atenta de la Summa quaestionum
ordinariarum de Enrique de Gante permite reconocer los términos de la destrucción. Enrique sitúa
19 Para la primera, sin embargo, veáse P. Aubenque, Le problème de l'être chez Aristote, 1962. Para la segunda, algunas
sucintas indicaciones en el artículo Analogie (O. Boulnois), Encyclopédie des concepts philosophiques, en publicación en
las Prensas universitarias de París. [La obra fue publicada: JACOB, A. (Dir.) Encyclopédie philosophique. vol. II Les
concepts, Presses universitaires de France, Paris, 1990.].
20 «Videtur enim quod hoc destruat totam philosophiam, ponere unicovationem entis ad omnia» (Lectura I, 3, ¶105;
XVI, 264). Las referencias en cifras romanas remiten a los tomos de la edición vaticana; cuando las referencias remiten
a la reedición de Vivès de la edición de Wadding, ellas son precedidas con estas iniciales: WV).
21 «Dico quod non destruo philosophiam, sed ponentes contrarium necessario destruunt philosophiam» (Id., ¶ 110,
XVI, 266).
22 Puesto que el ejercicio de la teología presupone la unidad de la metafísica, la univocidad funda igualmente la
teología, incluso la trinitaria. «Nisi ens importaret unam intentionem univocam, simpliciter periret theologia» (Id., ¶
112; XVI 266).
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TRADUCCIÓN DE NICOLÁS SILVA SEPÚLVEDA Y GUILLERMO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
de inmediato el problema del ens en la perspectiva aviceniana del esse essentiae. Para Avicena, la
esencia tiene un modo de ser propio, independiente de la existencia: ella no es ni una ni múltiple, ni
universal ni particular. Hay un ser propio de las esencias fuera de su existencia actual en las cosas o
en el intelecto que las contiene, es decir, fuera de un sujeto dado 23.
Avicena admite que hay una noción común en la cual todos los entes se encuentran y que
se la predica. «Pero no se puede atribuirles un sujeto común, para que las disposiciones y
accidentes de ellos sean comunes, más que [el de] ser. Pues, algunos son substancias, otros
cantidades y otros las otras categorías; las cuales no pueden tener una intención común con la que
se certifiquen, más que la intención de ser»24. Pero el ser no se predica de manera idéntica e
indiferente a todas las cosas: él no es unívoco. «El ser no se aplica a estas diez (categorías) de la
misma manera que la animalidad (se aplica) al hombre y al caballo (puesto que el uno no tiene más
animalidad que el otro), ni de la misma manera que la blancura a la nieve y al alcanfor (puesto que
una no tiene más blancura que la otra) –lo que conduciría al ser a la univocidad; en efecto, se
denomina unívoco a lo que se aplica a numerosas cosas, más a todas con el mismo sentido y sin
ninguna diferencia»25. El problema aristotélico ante la multiplicidad de sentidos del ser está una vez
más presente en Avicena. ¿Se podrá, sin embargo, decir que el ente es pura y simplemente
equívoco, como en Aristóteles? No, pues la intención del ente comporta un contenido inteligible, que
se atribuye a todo lo que es. No se da más, pues, una absoluta diversidad de los sentidos del ente,
como designando realidades totalmente diferentes, sino homónimas. Este contenido idéntico se
aplica a las diversas cosas que son según un orden de anterioridad y posterioridad. «Hay, sin
embargo, una intención en la cual se encuentran [las entidades] según la anterioridad y la
posterioridad; pero en primer lugar es para la quididad que está en la sustancia, luego a lo que
viene después de ella»26.
Como lo hacía ya remarcar Aristóteles, el ente significa en primer lugar la substancia, luego
en una relación de dependencia ulterior las otras categorías. Pero acá la cuestión está planteada en
términos de contenidos inteligibles, de intenciones o de conceptos27. Por ello, la razón de ente tiene
una unidad inferior a aquella de concepto unívoco, mas superior a la del término equívoco, el cual
sería incapaz de dar materia a un concepto común. Se dice por Avicena, siguiendo las traducciones
latinas, ambiguo o análogo. «Digo, pues, que aunque la prioridad y la posterioridad se digan de
múltiples modos, sin embargo quizá convienen en uno según la ambigüedad, puesto que es sabido
que la prioridad, por cuanto es primera, tiene algo que no tiene lo posterior, pero nada tiene lo
23 Avicena, Liber de philosophia prima, sive scientia divina IV, 2; ed. S. Van Riet, Louvain-Leiden, 1977 (I, 209, 83-85).
Veáse la introducción de G.. Verbeke.
24 «Sed non potest poni eis subjectum commune, ut illorum sint dispotitiones et accidentalia communia, nisi esse.
Quaedam enim sunt substantiae, et quaedam quantitates, et quaedam alia praedicamenta; quae non possunt habere
communem intentionem qua certificentur nisi intentionem essendi» (Liber de philosophia prima I, 2; I, 12, 14-18).
25 Le livre de la Science I, Logique, Métaphyisque, trad. M. Achena et H. Massé, Paris, 1965, p. 115. [La traducción
castellana se hizo sobre la francesa ocupada en el texto del autor. (N. de los T.)].
26 Liber de philosophia prima I, 5; p. 40, 47-49. [(...) tamen est intentio in qua conveniunt secundum prius et posterius;
primum autem est quidditati quae est in subsantia, deinde ei quod est post ipsam].
27 Los dos términos están en circulación, y provienen respectivamente de la traducción latina de Avicena y de la de
Algazel: cf. G. Verbeke, Introducción al Liber de philosophia prima, p. 136*, n. 42.
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posterior que no tenga aquello que es primero»28. El encuentro o la conveniencia de las diferentes
categorías en el concepto de ente se hace bajo la égida de una ambigüedad fundamental: no es bajo
el mismo título que las substancias y los accidentes se dicen del ente. Esta ambigüedad es
igualmente traducida (o interpretada) como una analogía aplicada al problema del ser: «Así ser se
aplica a estas categorías por grados de más o menos, bien que tenga siempre el mismo sentido; y a
este término se le llama análogo»29. — Bajo el nombre de analogía, el horizonte aristotélico de la
equivocidad es, pues, definitivamente abandonado, y la unidad de sentido del ente se afirma con el
nombre de un concepto idéntico del ente.
En esta perspectiva es precisamente en cuanto naturaleza definible, o razón posible de
esencia, que se considera al ente: en su esse essentiae. El ente es una noción absolutamente simple,
que abarca todo objeto del pensamiento, la forma trascendental de nuestra representación. Es el
objeto en general, el puro ser alguna cosa, cuyo contrario es la nada. «Es necesario saber que lo
más común de todo, que contiene todas las cosas en cierto ámbito análogo, es la cosa (res) o ser
algo (aliquid), considerado de tal manera como para que nada se le oponga, más que la pura nada
(nihil), […]»30.
El ente es pues la esencia más simple de todas, que se predica de toda cosa que es. Por esta
razón, ella se presenta inmediatamente a nuestro espíritu, en cuanto condición de posibilidad de
todos los otros conceptos. «Diremos, así, que la cosa (res) y ente (ens) y la necesidad (necesse) son
de tal manera que en seguida se imprimen en el alma por una primera impresión […]» 31. Y Enrique
de Gante añade: «Es necesario que todo lo que alcance a saber el hombre sea un ente, así es
necesario que la primera razón conocida sea la razón y la intención del ente, de acuerdo con lo
que dice Avicena»32. El ente no se adquiere ni se demuestra a partir de otras nociones más
conocidas que él, puesto que siempre es por relación a él que se las determina.
El problema de la analogía aplicada al ente se posiciona, tanto en Enrique como en Escoto,
en el orden del concepto intencional y no de una proposición articulada. Pues el concepto primero,
común, de ente «contiene todas las cosas en su extensión analógica». En efecto, es la unidad común
en la cual se encuentran todas las cosas existentes o pensables, Dios y la criatura, la substancia y el
28 «Dico igitur quod quamvis prioritas et posterioritas dicantur multis modis, tamen fortasse conveniunt in uno
secundum ambiguitatem, scilicet quia priori, inquantum est prius, aliquid est quod non est posteriori, sed nihil est
posteriori quod non habeat id quod est prius.» (Liber de philosophia prima IV, I; 184, 6-10). Con respecto del concepto
de ambigüedad, véase H.A. Wolfson, The amphibolous terms in Aristotle, arabic philosophy and Maimonides, Harvard
Theological Review, 31 (1938), 151 -173.
29 Le livre de la science I, p. 115-116, subrayo la segunda proposición. Cf. Metaphysices Compendium, trad. N. Carame,
Roma, 1926, I, tr. 3, cap. I, p. 25.
30 Enrique de Gante, Quodlibet VII, I, Paris, 1518, fº 268 B: «Sciendum quod omnium communissimum omnia continens
in quodam ambitu analogo est res sive aliquid, sic consideratum ut nihil sit ei oppositum nisi purum nihil, quod nec est,
nec natum est esse, neque in re extra intellectum, neque etiam in conceptu alicuius intellectus, quia nihil est natum
moveri intellectum nisi habens rationem alicuis realitatis».
31 «Dicemus igitur quod res et ens et necesse talia sunt quod statim imprimuntur in anima prima impressione, quae
non acquiritur ex aliis notioribus se» (Liber de philosophia prima I, 5; 31, l. I; 32, l. 4).
32 Summa, 3, I, 7, p. 68: «Quicquid contingit hominem scire, necesse est quod ens sit, ita quod prima ratio scita
oportet quod sit ratio et intentio entis, secundum quod dicit Avicenna». Es significativo que en este texto, Enrique (no
más que Tomás de Aquino en las Quaestiones de veritate I) no cite el concepto de necesario: si ens (que traduce el ente
como esencia) y res (que traduce al ente como existente) pueden tener un sentido puramente ontológico, lo mismo
no se puede decir del ser-necesario, que remite a la dimensión teológica de la metafísica. Duns Escoto repite esta
omisión, Ordinatio I, 3, ¶22; cf. Juan Duns Escoto, Sur le connaissance de Dieu et l'univocité de l'étant, 1988, trad. O.
Boulnois, p. 91.
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accidente. Pero la trascendencia de Dios no permite establecerlo bajo la misma medida que la
criatura: él debe permanecer radicalmente distinto de lo creado, sin comunidad real. «Es
absolutamente necesario decir que el ser no es algo común y real, mediante lo cual Dios se
comunique con la criatura: Y así, si ente o ser se dice de Dios y las criaturas, esta es únicamente en
comunidad nominal, de ninguna manera comunidad de cosa; y así [ser] no es unívoco, a causa de la
definición de los unívocos, así como tampoco puramente equívoco, de acuerdo a la definición de
los equívocos según el caso (a casu), sino de forma intermedia como análogo»33. La analogía del
concepto no implica una comunidad real entre Dios y la criatura, sino simplemente una comunidad
nominal, compartida desigualmente entre Dios, ente perfecto, y la criatura imperfecta, que lo imita
según semblanza del efecto a su causa.
La analogía del concepto de ente trata pues de responder a dos problemas simultáneos:
1. La significación de un concepto único que tiene una doble referencia. «El concepto real por el cual
cualquier cosa es concebida desde el momento en que se concibe el ser en sentido absoluto, o
bien es el concepto de la cosa que Dios es, o bien es el concepto de la cosa que la criatura es,
pero no el concepto de algo común a lo uno y a lo otro»34. El concepto común no es nada real,
el concepto real no es nada común.
2. La relación de dependencia de la criatura con respecto del creador, que es participada según
diversas razones imperfectas. «La conveniencia en una forma según múltiples razones diferentes,
que se llama conveniencia de imitación»35. El concepto propio de la criatura es realmente
distinto del concepto propio de Dios.
Pero la misma interferencia entre estas dos cuestiones vuelve ambivalente el concepto de
analogía. ¿Hay un solo concepto de ente común a todos los entes sea cual sea su modo de ser? - y
en este caso el problema de la significación es arrancado del debate sobre la referencia. O bien
¿hay dos conceptos de entes, que reproducen en el intelecto la disimetría creador/criatura? - y en
este caso el sentido de los conceptos de ente está asignado, entonces, a cada uno por su
referencia. La respuesta de Enrique de Gante cruza las dos determinaciones y manifiesta con fulgor
la aporía metafísica en la que se encuentra. Según él, el concepto análogo es, conforme a la
tradición de comentarios árabes, ambiguo: es a la vez uno y múltiple. «En efecto, la naturaleza del
intelecto no es capaz de distinguir cosas que son próximas, y de concebir como una a las que, sin
embargo, en la verdad de la de cosa, no hacen un solo concepto»36. Esta teoría de la acomodación
disimula mal sus dificultades más íntimas. ¿Cómo el concepto primero y más simple puede asir
adecuadamente dos objetos bajo razones diferentes? Enrique de Gante lo declara sin ambages: «Y
por este motivo, hay un vagabundeo (error) en este concepto»37. ¿Puede ser el vagabundeo aquí
otra cosa que un error? Y para salvar la metafísica ¿no arruina Enrique toda teoría del
33 Summa, 21,2 (I, 124 F): «Et immo absolute dicendum quod esse non est aliquid commune reale in quo Deus
communicet cum creatura: et ita si ens aut esse praedicatur de Deo et creaturis, hoc est sola nominis communitate,
nulla rei; et ita non univoce per definitionem univocorum, nec tamen pure aequivoque, secundum definitionem
aequivocorum a casu: sèd medio modo ut analogice».
34 Id., I, 124 G.
35 Ibid.
36 Id., I, 123 S.
37 Ibid.
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conocimiento en general?
Tal es, en todo caso, la objeción de Duns Escoto: «Y si tú dices que cada uno posee en su
intelecto dos conceptos cercanos y que, a causa de una proximidad de analogía, parece ser un solo
concepto – contra esto parece darse que entonces, a partir de esta escapatoria, toda vía para
probar la unidad unívoca de cualquier concepto parecería destruida: en efecto, si tú dices que el
hombre tiene en un concepto único a Sócrates y a Platón, entonces se te denegará aquel, y se dirá
que hay dos, pero que 'parecen uno' a causa de su gran semejanza» 38. El modelo empirista de un
saber construido por asimilaciones sucesivas no satisface las exigencias de la verdad: es incapaz de
fundar la relación de adecuación al objeto. Es necesario, entonces, a los ojos de Escoto, disociar el
problema de la concepción común del de la dependencia real entre la criatura y el creador. La
exigencia aviceniana debe ser preservada: el concepto de ente debe ser único, cierto y distinto.
Pues si el concepto de ente es obtenido por la confusión de dos conceptos anteriores,
confundidos y asociados en una relación de analogía, o bien se conoce la relación antes que sus
términos y no se conoce nada (una relación sin términos relativos no es nada), o bien se conoce
los términos distintos antes que la relación que les une y su distinción impide toda confusión39. La
prueba por absurdo establece bien la unidad absoluta e irrevocable del concepto de ente, como
tercer concepto común y anterior a Dios y a la criatura.
Es necesario por tanto ir más lejos que Enrique de Gante, y decir del concepto lo que este
decía de la palabra. «Pero por lo que es de la palabra (vox), el uno y el otro de los dos términos
tiene por naturaleza, indiferente, igual y simultáneamente, ser presentados en el significado de lo
que en el ser es (dicho)»40. Mientras que Enrique de Gante distingue con cuidado la vox (sonido
articulado) en la cual la unidad se aplica paralelamente a sus referentes sin desarrollar como tal un
contenido inteligible, y el concepto que conlleva un modo de intelección variable según si signifique
a Dios o a la criatura, Duns Escoto traslada la identidad unificada de la palabra sobre concepto: una
palabra no puede ser dicha común e idénticamente de sus diversos significados, más que si su
concepto es unívoco. El concepto de una vox única es unívoco.
La univocidad no designa el modo de predicación de una razón a sus referentes –lo cual
restringiría la univocidad conceptual al sujeto de atribución (con excepción de sus accidentes y de
sus propiedades, dichas denominativamente)–, sino que [designa] el contenido inteligible del predicado
en sí mismo: «la unidad de razón de lo que se predica» 41. «Y para que no haya disputa en lo que
toca a la palabra univocidad, llamo concepto unívoco a aquel concepto que es uno de tal manera
38 Ordinatio I, 3, ¶30; trad. fr. p. 96 [sed dicas quod quilibet habet duos conceptus in intellectu suo, propinquos, qui
propter propinquitatem analogiae videntur esse unus conceptus, - contra hoc videtur esse quod tunc ex ista evasione
videretur destructa omnis via probandi unitatem alicuius conceptus univocam: si enim dicis hominem habere unum
conceptum ad Socratem et Platonem, negabitur tibi, et dicetur quod sunt duo, sed 'videntur unus' propter magnam
similitudinem].
39 Id.,; trad. fr. p. 96.
40 Summa, 21, 2 ad (I, 124 O).
41 [unitate rationis eius quod praedicatur] Ordinatio I, 8, ¶89 (tr. fr. p. 234) : «Así lo unívoco es aquello en lo que la
razón es en sí una, o bien, aquella razón que sea la razón del sujeto o denomine al sujeto, que ella denomine al sujeto,
o bien, que ella se diga por accidente del sujeto.» [(…) sic univocum est cuius ratio est in se una, sive illa ratio sit
ratio subiecti sive denominet subiectum, sive per accidens dicatur de subiecto, aequivocum autem cuius ratio est alia,
quomodocumque illa ratio se habeat ad subiectum].
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que su unidad basta a la contradicción, cuando se afirma o niega de lo mismo»42. Tal es,
efectivamente, el caso del concepto de ente, común a Dios y a la criatura, contrariamente a lo
que afirmaba Enrique de Gante.
II. - La instauración de la univocidad conceptual
Los argumentos de Duns Escoto destinados a establecer la univocidad del concepto son
numerosos: él mismo nombra diez, que forman la trama sobre la cual se teje la cadena de
objeciones y respuestas43. Pero el primer y cuarto argumento eran a sus ojos los más notables: «Te
preocuparás solo de la primera y cuarta razón»44.
En su formulación más breve, el primer argumento suena así: «Todo intelecto, cierto de un
concepto y dudoso de múltiples, tiene un concepto del cual está cierto, diferente de los conceptos
sobres los que está dudoso; el sujeto incluye el predicado. Pero el intelecto del caminante puede
estar cierto con respecto que Dios sea un ente, mientras que dudoso sobre si es finito o infinito,
creado o increado; por lo tanto, el concepto de ente con respecto de Dios es distinto del
concepto de esto y aquello, y así [es] neutro por sí y se incluye en ambos de aquellos [conceptos
anteriores], por lo tanto [es] unívoco»45. El concepto de ente es cierto, puesto que vale para toda
cosa y se imprime en nuestro intelecto como una noción primitiva: de toda cosa, conocida o ignota
(incluido Dios en un concepto incierto), podemos decir que ella es. Incluso si no tenemos certeza
con respecto a la aplicación referencial del concepto (de Deo, de ente finito vel infinito, creato vel
increato), tenemos una certeza inmediata que alcanza al concepto de ente (conceptus entis). El
conceptus entis de Deo mantiene gramaticalmente distintas las dos problemáticas: la certeza
subyacente a todas las dudas (conceptus entis, en genitivo), la aplicación más o menos azarosa de
esta certeza a propósito de tal o cual referente (de ente finito vel infinito, en ablativo). El concepto de
ente es de entrada cierto, de una certeza fundadora y anterior a todas las dudas que podemos
tener al respecto de los conceptos que lo particularizan. Por esto, es necesario haber impulsado la
doctrina de la comunidad de ente más lejos que el mismo Enrique de Gante, hasta dar una
consistencia coherente a la naturaleza común de la esencia, independientemente de sus inferiores,
distinta de sus determinaciones, y, entonces, idéntica en sus diversas predicaciones, que es el
principal requisito de la univocidad. La naturaleza del ente es común, neutra e indiferente a la
criatura y al Creador. Ella permite la institución de un saber metafísico del ente en cuanto ente,
anterior a toda elaboración teológica: una ontología.
42 [Et ne fiat contentio de nomine univocationis, univocum conceptum dico, qui ita est unus quod eius unitas sufficit
ad contradictionem, affirmando et negando ipsum de eodem;] Id., I, 3, ¶26 Ver la anotación manuscrita de la Ordinatio
I, 3, ¶44 (tr. fr. o. 101-104).26 (tr. fr. p. 94-95).
43 Ver la anotación manuscrita de la Ordinatio I, 3, ¶44 (tr. fr. o. 101-104).
44 Ibid.; tr. fr. p. 103. Duns Escoto habla también en la distinción 8, ¶51, anotación manuscrita (tr. fr. p. 219) de «los
dos argumentos de la distinción 3». [Itaque de sola prima ratione et quarta cures].
45 Ordinatio I, 3, ¶27 (tr. fr. p. 95). [Et univocationem sic intellectam probo quintupliciter. Primo sic: omnis intellectus,
certus de uno conceptu et dubius de diversis, habet conceptum de quo est certus alium a conceptibus de quibus est
dubius; subiectum includit praedicatum. Sed intellectus viatoris potest esse certus de Deo quod sit ens, dubitando de
ente finito vel infinito, creato vel increato; ergo conceptus entis de Deo est alius a conceptu isto et illo, et ita neuter
ex se et in utroque illorum includitur; igitur univocus.] El argumento se justifica y desarrolla ¶ 28-34; Ordinatio I, 8,
¶56, 58, 60-67, 69.
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Este argumento retoma lo esencial de una observación de Avicena46: todos los hombres se
representan con certeza el concepto de ente, pero ignoran si aquello que merece este nombre de
ente debe ser agente o paciente. Aquí, la certeza en sentido moderno se funda en la discernibilidad
(certitudo) que distingue la noción de sus determinaciones posteriores. «Pero las cosas que son más
propicias para ser imaginadas por sí mismas son aquellas que son comunes para todas las cosas, tal
como cosa, ente y uno, etc. Y, ciertamente, de ninguna manera puede probarse algo de estas
mediante una prueba que no sea circular o por algo que sea más conocido que ellas. De tal manera,
quienquiera que haya querido discurrir sobre ellas, incide en aporía, tal como aquel que dijo que la
discernibilidad del ente es aquello que es o agente o paciente: aunque esta sea una división del
ente, sin embargo el ente es más conocido que ser agente o paciente. Así todos los hombres
imaginan la certeza del ente, pero ignoran si debe ser agente o paciente» 47. El concepto de ente es
cierto en la medida en que él es distinto, es decir, anterior a su división en agente o paciente, dos
determinaciones disyuntivas como lo son, para Escoto, la criatura y el Creador, la substancia y el
accidente48. – Mas el razonamiento de Escoto no es reducible a sus fuentes, puesto que ellas no
obtienen las últimas consecuencias, hasta la univocidad. El argumento «del concepto cierto y
dudoso»49 consagra el primado del concepto de ente sobre todo concepto ulterior, en particular el
de Dios. La ontología pasa al primer plano de la metafísica.
El segundo argumento se articula rigurosamente, aunque discretamente, con el precedente:
«O una cierta ʻperfección absolutaʼ tiene una razón común a Dios y a la criatura y se atiene a
nuestro propósito. O bien solamente tiene una razón propia a la criatura y, en ese caso, la razón de
ella no convendrá formalmente a Dios, lo cual es inconveniente [a la hipótesis]; o bien ella tiene
una razón enteramente propia a Dios y, entonces, se sigue que nada ha de atribuirse a Dios porque
es ʻperfección absolutaʼ. Pues esto no es sino otra manera de decir que puesto que la razón de
ella, por cuanto conviene a Dios, dice ʻperfección absolutaʼ, se pone ciertamente el mismo
46 Como lo remarca S.F. Brown, «Avicenna and the unity of the concept of being: the interpretations of Henry of
Ghent, Duns Scotus, Gerard of Bologna and Peter Aureoli» (Franciscan Studies, 25 (1965), 3. 127, n. 26).
47 Liber de philosophia prima I, 5; p. 33, l. 25-33: «Quae autem propotiora sunt ad imaginandum per seipsa, sunt ea quae
communia sunt omnibus rebus, sicut res et ens et unum, et cetera. Et ideo nullo modo potest manifestari aliquid
horum probatione quae non sit circularis, vel per aliquid quod sit notius illis. Unde quisquis voluerit discurrere de eis
incidet in involucrum, sicut ille qui dixit quod certitudo entis est quod vel est agens vel patiens: quamvis haec divisio sit
entis, sed tamen ens notius est quam agens vel patiens. Omnes enim homines imaginant certitudinem entis, sed
ignorant an debeat esse agens vel patiens».
48 Ciertos escotistas, tal como Guillermo de Vaurouillon (I Sent., d. 3, Venecia, 1496, fº I Orb, citado por S. D.
Dumont, The univocity of the concept of being in the fourteenth century: John Duns Scotus and William Alnwick, en Medieval
Studies, 49 (1987), p. 9, n, 19), se alegran al encontrar en Algazel el origen del argumento: «Si autem quaeritur an esse
dicatur de his decem univoce vel aequivoce, respondebimus quod nec univoce nec aequivoce, quamvis aliqui
putaverunt illud dici aequivoce […]. Sed hoc totum quod dicunt, falsum est […] quia intellectus iudicat quod de omni
vera est haec divisio, ''vel est, vel non est''. Si autem esse non continet nisi haec decem praedicamenta, tunc divisio non
comprehenderetur in duobus, nec intelligeretur hoc verbum, sed oporteret dici quod ens vel est substantia, vel
quantitas, et sic usque ad decem (praedicamenta), et sic divisio fieret in decem, non in duo; hoc autem manifestum est,
ex hoc quod diximus, scilicet quod quaestio ''an est'' qua quaeritur de esse, ali est ab ea qua quaeritur ''quid est''»
(Algazel, Metaphysics I, I, 4; edit. J.T. Munckle, Toronto, 1933, p. 24, l. 29, 25, l,23). Se sabe, sin embargo, que «no se
trata aquí más que de un resumen de Avicena», G. Verbeke, Introducción al Libert de philosophia prima, p. 136.
49 Ordinatio I, 3, ¶44, anotación marginal. [de conceptu certio et dubio].
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[atributo] en Dios; y entonces perecerá la doctrina» de las perfecciones absolutas 50. Este texto
pone aquí en cuestión la articulación de nuestro saber a propósito de Dios (teología) y de nuestro
concepto de ente (ontología) en el seno de una «investigación metafísica»51.
La teoría de la perfección absoluta es extraída de san Anselmo, Monologion, capítulo 15:
«Todo lo que es previo a sus relativos, o es de tal manera que él mismo es totalmente mejor que
lo que no es él, o bien es de tal manera que lo que no es él es mejor en algo que él. [...]
Ciertamente, algo es totalmente mejor que lo que no es él mismo, como ser sabio que el no ser
sabio, esto es: es mejor ser sabio que no serlo. [...] Solamente ella [la sustancia divina], pues, es la
cual absolutamente nada es mejor y la cual es mejor que todo los que no son lo que ella es» 52. En
virtud de esta doctrina, es una perfección absoluta y debe, por tanto, ser atribuida a Dios todo
aquello en lo cual en la naturaleza es superior a su negación. La «regla de Anselmo» es un principio
de afirmación absoluto de todo aquello que es positivo en la esencia divina, por la negación de toda
negación: revela al mismo tiempo aquello que es digno de ser atribuido a Dios, la perfección
absolutamente positiva.
Si se admite que no hay término medio entre un concepto propio (a un objeto) y un
concepto común (a muchos), no hay más que tres maneras de atribuir las perfecciones absolutas:
1/ La perfección absoluta se dice en un concepto común, neutro e idéntico a propósito de Dios y
de la criatura: la univocidad está, entonces, demostrada. 2/ La perfección se dice de la criatura en
un concepto propio y no de Dios: esta no es, por tanto, una verdadera perfección absoluta
atribuible a Dios, y la hipótesis es contradictoria. 3/ La perfección es propia a Dios y excluye a la
criatura: esto no nos permite atribuirla a Dios, sino que simplemente nos la torna inaccesible. –
Dialéctica sutil, mas inexorable: si no se admite la univocidad del concepto de ente, habrá que decir
que Dios es incognoscible y reconocer «la imposibilidad de alcanzar a Dios en el camino» 53.
El concepto unívoco de ente es el marco previo que vuelve posible todo conocimiento
ulterior de Dios. En un sentido positivo, el método de la investigación teológica puede ser definido
así: «Toda investigación metafísica a propósito de Dios procede así: considerando la razón formal
de algo y suprimiendo de esta razón formal la imperfección que tiene en las criaturas, reservando
esta razón formal y atribuyéndole totalmente la suma perfección, y así atribuyéndola a Dios» 54.
La univocidad del concepto de ente no destruye la metafísica, sino que la salva, en la medida
50 [aut aliqua 'perfectio simpliciter' habet rationem communem Deo et creaturae, et habetur propositum, aut non sed
tantum propriam creaturae, et tunc ratio eius non conveniet formaliter Deo, quod est inconveniens; aut habet
rationem omnino propriam Deo, et tunc sequitur quod nihil attribuendum est Deo, quia est 'perfectio simpliciter',
nam hoc nihil est aliud dicere nisi quod quia ratio eius ut convenit Deo dicit 'perfectionem simpliciter', ideo ipsum
ponitur in Deo; et ita peribit doctrina (...)] Ordinatio I, 3, ¶ 38. El argumento se justifica y defiende contras las
objeciones: ¶ 39-40; I, 8, 70-74, 77-79.
51 [inquisitio metaphysica] Id., ¶ 39.
52 Ed. Schmitt, I, 28-29. [quidquid est praeter relativa, aut tale est, ut ipsum omnino melius sit quam non ipsum, aut
tale ut non ipsum in aliquo melius sit quam ipsum. [...] Melius quidem est omnino aliquid quam non ipsum, ut sapiens
quam non ipsum sapiens, id est: melius est sapiens quam non sapiens. [...] Illa enim sola est qua penitus nihil est melius,
et quae melior est omnibus quae non sunt quod ipsa est].
53 Ordinatio I, 3, ¶ 44, anotación marginal. [De impossibilitate intelligendi Deum in via].
54 Id. ¶ 39. [Confirmatur etiam haec quarta ratio sic: omnis inquisitio metaphysica de Deo sic procedit, considerando
formalem rationem alicuius et auferendo ab illa ratione formali imperfectionem quam habet in creaturis, et reservando
illam rationem formalem et attribuendo sibi omnino summam perfectionem, et sic attribuendo illud Deo].
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en que vuelve posible su articulación ontoteológica*, y más exactamente por cuanto sostiene la
relación entre ontología y metafísica. Las dos razones esenciales en favor de la univocidad expresa,
en efecto, mediante la primera, la condición primordial de la unidad objetiva de la ontología,
mediante la segunda, la condición necesaria de toda predicación teológica. Duns Escoto las
distingue y las ubica en primer plano, puesto que su articulación dibuja la estructura de toda
investigación metafísica55.
La univocidad del concepto de ente tiene por función filosófica poner un tercer concepto
fundamental, anterior a los dos conceptos de la criatura y de Dios, que articula su diversidad y las
reúne en una unidad superior. Puesto que toda comparación y toda elevación de grado en una
realidad dada supone una medida común de los dos grados de perfección puestos en juego, la
atribución de una perfección a Dios supone una unidad fundamental de los dos términos, finito e
infinito56. Si «toda multiplicidad se remite a la unidad» 57, si todas las cosas distintas y numerables
suponen algo común58, el concepto no es una excepción: alcanzar la unidad metafísica fundamental,
es igualmente alcanzar el origen de lo pensable. Incluso es posible apoyar este razonamiento en
Aristóteles: la cosa que realiza en el más alto grado una esencia dada es aquella de la cual las otras
cosas de la misma razón sacan unívocamente su naturaleza59. La ontología es el fundamento que
articula el saber de nuestra finitud y [que fundamenta] la teología de lo infinito en el seno de una
metafísica.
Duns Escoto prolonga la interpretación aviceniana de la metafísica transgrediendo
totalmente uno de sus principios mayores: la ambigüedad analógica del concepto de ente. La
destrucción escotista de la metafísica anterior no es un puro y simple rechazo, sino que más bien
[es] un relevo, un retomar y una refundación de la diversidad (la de los conceptos confundidos en
un mismo respecto en Enrique de Gante) sobre el fundamento de una unidad previa (la del
concepto unívoco). El corazón de la argumentación de Escoto no es negar que el concepto de ente
pueda tener una unidad de analogía, sino rechazar que sea exclusivamente análoga. Es cierto que se
relaciona con la diversidad radical de los entes en diversos modos, pero no es menos necesario
otorgar una unidad superior. «Digo que Dios no es solamente concebido en un concepto análogo al
concepto de la criatura, es decir, un concepto que sea enteramente otro del que se dice de la
criatura, sino que también en un concepto de ente unívoco a él y a la criatura» 60. La identidad del
concepto de ente prescinde y autoriza la diversidad de sus aplicaciones reales. No excluye la
analogía, sino que la vuelve posible. La analogía de atribución es compatible con la unidad unívoca,
pues su unidad inferior reposa bajo la unidad superior del concepto primitivo61.
Esta instauración de la analogía sobre la univocidad era exigida por la coherencia del
* Quizá habría que añadir que el autor luego toma cierta distancia con respecto al uso de este concepto
heideggeriano. Véase: «Structure et diversité des métaphysiques: trois mòdeles», en Boulnois, O. (2013),
Métaphysiques rebelles, París, Preses Universitaires de France, pp. 113-161. (N. de los T.)
55 La univocidad es puesta en relación con el concepto de metafísica en Ordinatio I, 3, ¶ 17, 39, 77, 81, 82, 117, 118,
124, 153, 164, 174.
56 Ordinatio I, 8, ¶ 83.
57 [omnis multitudo reducitur ad unum.] Id., I, 3, ¶ 44.
58 Id., I, 8, ¶ 84.
59 Id., ¶ 79 (cf. I, 3, ¶ 108.); cf. Aristóteles, Metafísica α, I; 993b 23-28.
60 [(…) dico quod non tantum in conceptu analogo conceptui creaturae concipitur Deus, scilicet qui omnino sit alius
ab illo qui de creatura dicitur, sed in conceptu aliquo univoco sibi et creaturae.] Id., I, 3, ¶26; tr. fr. p. 94.
61 Id., ¶29; tr. fr. p. 95.
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TRADUCCIÓN DE NICOLÁS SILVA SEPÚLVEDA Y GUILLERMO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
pensamiento de Enrique de Gante. Ella era incluso algunas veces admitida, al menos de forma
tangencial, en este [autor]. Pues ciertos comentarios traicionan el hecho de que el concepto de
ente funcione ya en un sentido unívoco, pero sin que le sea posible elevar esto a conciencia,
probablemente bajo el peso de la doble prohibición de Aristóteles y de Avicena. «Así, una primera
especie inteligible es abstraída del fantasma, mediante la cual se conciben en primer lugar a través
del intelecto los primeros conceptos inteligibles, el de ente, uno, verdad y bondad, y de las otras
intenciones generales […] tal como se abstrae una naturaleza común en los unívocos»62.
III. – La estructura de la metafísica destruida
Pero la destrucción de la analogía metafísica, bajo la figura que se revestía en Enrique de Gante,
tiene un alcance superior a la que aspira la simple controversia entre los dos teólogos. En efecto,
con la aporía de la analogía de Enrique, también es la aporía central de la metafísica aristotélica lo
que Duns Escoto deja atrás. A la destrucción de la analogía está ligada una segunda destrucción, la de
la metafísica anterior en su conjunto.
Escoto se relaciona constantemente con la problemática central de la Metafísica aristotélica
como con el origen de todo concepto de una metafísica posible. Haciendo el recorrido, encuentra
la afirmación fundamental que la constituye en tanto que ciencia aparte, y le imprime su sesgo:
«Hay una ciencia que estudia lo que es, en tanto algo que es, y los atributos que, por sí mismo, le
pertenecen»63. Su objeto es «lo que es común a todos los entes, lo que es “por excelencia dicho de
la totalidad de los entes”, excluyendo los entes particulares y específicos»64*. El sujeto primero de
la metafísica, el ente en cuanto ente, es común, total y universal. – Pero precisamente, el carácter
absolutamente universal de esta ciencia la vuelve también totalmente indeterminada. Ella se
tropieza, pues, con un obstáculo mayor: no hay, en efecto, ciencia más que de aquello que es
definido, especificado, delimitado. Ahora bien, el ente y lo uno (que es una propiedad convertible
62 «Species enim prima intelligibilis ex phantasmate abstrahitur, qua per intellectum concipiuntur primo primi
conceptus intelligibiles, entis scilicet et unius, veri et boni, et aliorum generalium intentionum ut generales sunt, non
distinguendo in eis id quod est creatoris ab eo quod est creaturae (…) sicut etiam in univocis abstrahitur natura
communis » (Summa, 24, 7; I, 144, I). «Et hoc modo ens simpliciter tamquam universale quoddam creatum et
increatum. Nihil enim reale commune significat creato et increato, non tamen est pure aequivocum, sed partim
univocum et partim aequivocum. Et quoad hoc quod habet rationem univoci potest distribuire simul pro creato et increato»
(Id., 75, 6; II, 311, Z; mi cursiva). Estos textos han sido señalados, por primera vez a mi conocimiento, por S.D.
Dumont, art. cit. n. 38 (p.5, n.10).
63 Metafísica Γ, I, 1003 a 21 (cf. 3, 1005 a 29). Cf. Avicena, Libre de philosophia prima, I, 2, p. 12, 30-32: «Igitur
ostensum est tibi ex his omnius scientiis quod ens, inquantum est ens, est commune omnibus his et quod ipsum debet
poni subjectum hujus magisterii »; Metaphysices compendium, p. I. Sobre esta cuestión, cf. L. Honnefelder, Ens
inquantum ens, Aschendorff, Münster, 1979.
64 Respectivamente, Γ, 3, 1005 a 27-28; B, 3, 998 b 21; I, 2, 1053 b 20 (cf. K, 2, 1060 b 5); Γ, I, 1003 a 21 sq.
* La cita que da el autor en la nota 54 no coincide con la cita principal que da: Γ, 3, 1005 a 27-28: ὥστ᾽ ἐπεὶ δῆλον ὅτι
ᾗ ὄντα ὑπάρχει πᾶσι (τοῦτο γὰρ αὐτοῖς τὸ κοινόν), τοῦ περὶ τὸ ὂν ᾗ ὂν γνωρίζοντος καὶ περὶ τούτων ἐστὶν ἡ θεωρία.
La traducción castellana traduce: «Por consiguiente, y puesto que es obvio que tales principios pertencen a todas las
cosas, en tanto que cosas que son (esto, en efecto, es lo que tienen en común), su estudio corresponde también al
que se ocupa en esclarecer lo que es, en tanto que es». No hemos podido cotejar la referencia con la traducción, ya
que el autor no nos informa qué edición disponible utilizó, en caso de que haya utilizado alguna. El texto griego fue
extraído
de:
http://www.perseus.tufts.edu/hopper/text?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0051%3Abook%3D4%3Asection%3D1005
a (N. de los T.)
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ISSN 2386-5326
con el ente) no significan de una manera única, mas se dicen en múltiples sentidos65.
¿Cómo puede haber en adelante un saber o un discurso respecto al ente, así disperso en la
multiplicidad de sus significaciones? – «pues no significar algo determinado es no significar nada, y si
los nombres carecen de significado, se suprime el diálogo con los demás y, en verdad, aun consigo
mismo»66. La multiplicidad de los sentidos del ente nos obliga a considerar como vacío el nombre
que la significa, y como contradictoria la empresa metafísica que intenta pensarla. Si el intelecto no
conoce «nada bajo la razón de ente común», «la metafísica no es una ciencia para nuestro
intelecto», y «la metafísica no sería una ciencia trascendental mayor que la física»67.
La equivocidad del ente, a la que Aristóteles ha tomado la medida, vuelve imposible toda
redicación científica (que reposa sobre una sinonimia*) a su consideración. Así, la atribución del ser
a los entes no encuentra su fundamento en una universalidad objetiva: el ente en cuanto ente no es
una realidad común, está más allá de los géneros, de los últimos universales que pueden entrar en
el discurso. El ente no tiene una unidad que puede dar lugar al objeto de un saber único. La
existencia misma de una metafísica como ciencia está, pues, amenazada por la multiplicidad de los
sentidos del ente.
Nos tropezamos, por tanto, con una aporía fundamental en la constitución de la
metafísica68:



Toda ciencia versa sobre un género determinado y unívoco.
El ente no es un género: se dice en múltiples sentidos, de manera equívoca.
La metafísica es una ciencia del ente en cuanto ente.
Las tres proposiciones, en la sequedad de su enunciado, son verdaderas simultáneamente, y
compatibles a pares, pero no las tres en su conjunto. Mientras su contradicción no sea superada, la
metafísica, como «ontología», será también imposible a la vez que se muestra como necesaria.
Aristóteles recorre la aporía sin realmente superarla, pero reduciendo sus términos por un
juego de distinciones. En primer lugar, matiza la tesis (n.º 2) de la equivocidad del ente en un texto
esencial de la Metafísica: «La expresión ʻalgo que esʼ se dice en muchos sentidos, pero en relación
con una sola cosa y una sola naturaleza» 69. Es, en efecto, posible reducir estas diversas
significaciones a unidad subyacente, en la cual cada una se relaciona a su manera, y hacia la cual
todas convergen. La diversidad categorial se refiere a un término único, fundamental. Este término,
que Aristóteles llama la ousia (esencia, traducido en latín por substantia), será la primera categoría,
que ordena hacia la unidad las diversas significación del ente. Es lo que G. L. E. Owen llama con
65 Metafísica A, 9, 929 b 19; Γ, 2, 1003a3; E, 2, 1026 a 32 sq.; Z , I, 1028 a 10; H, 2, 1042 b 25-26; Θ, I, 1045 b 27;
Tópicos, I, 15, 106 a 9; 107 a 3-17; Eth. Nic. II, 5, 1106 b 31; Física I, 2, 158 a 20, b 5.
66 Metafísica Γ, 4, 4006 b 7-9.
67 Ordinatio, I, 3, ¶118 (tr. fr., p.133) [metaphysica non esset magis scientia transcendens quam physica]; ¶117 (p. 132133) [quia cognoscit aliquid sub ratione entis in communi, alioquin metaphysica nulla esset scientia intellectui nostro;
igitur etc.].
* El texto puede introducir una confusión debido a que sinonimia en castellano no posee el significado técnico que le
da Aristóteles y que acá reproduce Boulnois. La sinonimia aristotélica responde en su significado a lo que en castellano
ha llegado como univocidad. Véase la introducción. (N. de los T.)
68 Cf. P. Aubenque, Le problème de l'être chez Aristote, p. 222. [Hay traducción castellana: AUBENQUE, P. El problema
del ser en Aristóteles: ensayo sobre la problemática aristotélica; traducción de Vidal Peña; Madrid: Escolar y Mayo, 2008].
69 Metafísica Γ, 2, 1003 a 33-34.
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exactitud «unidad focal de significación»70, y que se introduce en la tradición latina de los
comentadores bajo el ambiguo título de «analogía de atribución»71.
Pero de este hecho, el conocimiento del ente, como objeto común inaccesible, se reduce al
de la esencia (substantia), como referencia cognoscible: el objeto de la metafísica se modifica en la
medida de la determinación de su cognoscibilidad. «Conque la cuestión que se está indagando
desde antiguo y ahora siempre, y que siempre resulta aporética, qué es lo “que es”, viene a
identificarse con esta: ¿qué es la entidad?» 72. Para salir de la de la aporía, en la que se encierran la
multiplicidad de sentidos de ente, la metafísica debe abandonar su proyecto de saber común del
ente, para reconducirse a un discurso sobre la esencia. – Siguiendo el acto de prefiguración de la
metafísica como ciencia, se vuelve una ousiología.
Es necesario, sin embargo, remarcar que la filosofía de Aristóteles no se encierra en una
descripción de esencias. Pues la ciencia de la esencia no podría ser ella misma una, a menos que si
todas las cosas pudieran reconducirse a una sola naturaleza. Pero, aparte de los entes móviles y no
separados de la materia, que son por esencia el objeto de la física, Aristóteles reconoce esencias
inmóviles y no separadas, de las cuales trata la matemática, y se puede, además, determinar la
existencia de una tercera ciencia, en la cual el objeto sería saber «si existe alguna realidad eterna,
inmóvil y capaz de existir separada»73, es decir, la existencia de una teología. Esta tripartición de la
filosofía especulativa dibuja la figura compleja de la ciencia que será reconocida más tarde bajo el
nombre de metafísica. En efecto, si la metafísica es la ciencia primera, resulta necesario que, de las
tres partes de la filosofía teorética, «habrá necesariamente una primera y una segunda» 74. Así, la
teología constituye la verdad última de la metafísica, articulada de manera compleja.
Duns Escoto no lo ignora, quien retoma esta determinación en favor de la cognoscibilidad
de Dios: «La metafísica es una teología a propósito de Dios y que concierne principalmente a las
realidades divinas»75. Mientras que el primado de la esencia le venía de su referencia
universalmente unificante, el carácter primero de la teología se debe a la eminente dignidad de su
objeto, pero no por su carácter universal: la esencia divina, aun cuando ella es la más excelente, no
es más que una esencia entre otras. Ella no da lugar a un saber universal, sino que a una
investigación particular. «Cabe plantearse la aporía de si la filosofía primera es acaso universal, o
bien se ocupa de un género determinado y de una sola naturaleza» 76. Cuando Aristóteles intenta
pensar la metafísica como universal porque eminente, se trata de una tentativa de conciliación
entre las dos exigencias fundamentales de la metafísica: ser universal y primera. «Si, por el
contrario, existe alguna entidad inmóvil, esta será anterior, y filosofía primera, y será universal de
este modo: por ser primera. Y le corresponderá estudiar lo que es, en cuanto algo que es, y qué-es,
y
los
atributos
que
le
70 Focal meaning: ver el ejemplo de la salud, Id., 1003 a 34 sq. Cf. G. L. E. Owen, Logic and Metaphysic in some earlier
works of Aristotle, Aristotle and Plato in the Mid-Fourth Century (Proceedings of the first symposium aristotelicum, Oxford
1957), Göteborg, 1960, p. 169.
71 Sobre el origen de este concepto en los comentadores árabes, ver nota 18, y el artículo de A. de Libera, en este
Cahier consagrado a la analogía.
72 Metafísica Z, I, 1028 b 2-4.
73 Id. E, I, 1026 a 10.
74 Id. Γ, 4, 1004 a 4.
75 [Contra: VI Metaphysicae: 'Metaphysica est theologia de Deo et circa divina principaliter'; ergo etc.]. Ordinatio I, 3,
¶5 (tr. fr. p. 84). Cf. Metafísica E, I, 1026 a 21-23.
76 Metafísica E, I, 1026 a 23-25.
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Ápeiron. Estudios de filosofía
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pertenecen en cuanto algo que es»77.
El recorrido de la aporía del sentido del ente, que permite prefigurar la metafísica en su
esbozo aristotélico, supone, pues, dos desplazamientos: del ente disperso en diversas categorías a la
esencia como foco de referencia, es decir, de la ontología a la ousiología. Después, de los múltiples
tipos de esencia a la unidad de la esencia divina, de la ousiología a la teología. La unidad de la
metafísica, como estructura katholou-protológica78, reposa, así, sobre una doble restricción, y sobre
su conciliación en una estructura a la vez diversa y una, ousiológica y teológica. La consideración
programática e imposible del ente en cuanto común a todas las cosas cede el paso al pensamiento
efectivo de la esencia y de lo divino. En este caso la aporía original no es superada en Aristóteles,
es simplemente recubierta por las articulaciones ulteriores, reconocidas por los comentadores
árabes como una ambigüedad.
Frente al proyecto inicial de una metafísica del ente en cuanto ente, la unidad problemática
de la ciencia buscada por Aristóteles aparece como una relación de dos relaciones. La unidad del
logos que trata del on está en re-asir desde atrás la doble orientación de los discursos que hablan
de la ousia y del théos. Para fundar la ontología como ciencia, es necesario constituir un saber
verdadero de esta doble relación. Por esto, la traducción de la «ambigüedad» del sentido del ente
en árabe por el concepto de analogía, que transcribe en latín la relación de relaciones, la
«proporción» de la lengua griega, no puede ser interpretada como un simple accidente histórico
desprovisto de significado. Permite pensar en un mismo concepto la ambivalencia de significaciones
del ente y las relaciones constitutivas de la metafísica. Pero, en adelante, la analogía cesa de medir
desde el exterior el incumplimiento de la metafísica. Ella pasa del metalenguaje reflexivo del
historiador al contenido mismo del pensamiento filosófico, del estatuto de interpretans al de
intrpretandum.
Mientras que la aporía aristotélica arrastraría el abandono del ideal de una ciencia del ente
como tal (tesis n.º 3), para acogerse al sentido primero de la esencia, la problemática medieval,
dotada de su empleo de la analogía, va a considerar esta exigencia como intangible, y, a partir de
esta certeza, a eliminar las dificultades que constituyen las otras tesis que construyen la aporía.
Cuando la metafísica se encorva bajo su propio pasado, ella restringe las exigencias de unidad
inherentes a la ciencia buscada, y se interroga bajo la unidad de su objeto. La cuestión principal se
vuelve, pues: «¿Qué es la unidad, si es verdadero que ella debe permitir al ente devenir el objeto
unificado de una solo ciencia?». – Se ve, en tal interpretación, que la metafísica ya no se tiene como
un programa, sino como una ciencia efectiva. Es, por el contrario, el estatuto de su objeto múltiple
lo que debe ser problematizado, si se quiere legitimar la existencia.
Aristóteles proporciona una definición notablemente equívoca de la unidad: «En fin, ciertas
cosas son uno numéricamente, otras específicamente, otras genéricamente y otras por analogía:
numéricamente lo son aquellas cosas cuya materia es una, específicamente aquellas cuya definición
es una, genéricamente aquellas cuya figura de predicación es la misma y, en fin, por analogía las que
guardan entre sí la misma proporción que guardan entre sí otras dos» 79. Hay, por tanto, cuatro
grados de unidad, que van disminuyendo a medida que su extensión va creciendo: sin embargo, los
77 Metafísica E, I, 1026 a 29-32.
78 El concepto es puesto en relieve por R. Brague, Aristote et la question du monde, París, 1988.
79 Metafísica Δ, 6, 1016 b 31-35.
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TRADUCCIÓN DE NICOLÁS SILVA SEPÚLVEDA Y GUILLERMO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
tres primeros, aquel del individuo, del eidos, de las categorías (entendidas aquí como los géneros
últimos) suponen una unidad real fundamental, mientras que la proporción se extiende
precisamente entre las naturalezas que no tienen el mismo modo de predicación en común. Así,
aunque el ente no sea un género, se puede tener sobre él un discurso que tiene una cierta unidad,
inferior a la de las categorías: un discurso cuya identidad es solamente la de la relación de los
términos entre ellos, según una igualdad de proporción.
Así es fácil considerar la unidad focal de significación de Metafísica Γ, 2 como un caso
particular de esta unidad analógica del discurso. Tomás de Aquino no lo duda al hacer que: «Y esto
ciertamente puede aceptarse de dos modos, o bien en el que dos cosas tienen diversas habitudes
hacia una; así como sano dicho de la orina significa un signo de salud, y de la medicina, puesto
quesignifica una habitud de causa respecto de lo mismo [referido a lo sano]»80.
La interpretación escolástica opera, pues, un desplazamiento en el seno de la problemática
aristotélica: más exactamente, ella efectúa en el seno de los textos aristotélicos el desplazamiento
que ya había sido teorizado por Aristóteles mismo, bajo el nombre griego de metáfora. En efecto,
«la metáfora es la aplicación de un nombre impropio, por desplazamiento, bien del género a la
especie, bien de la especie al género, bien de la especie a la especie, bien según una relación de
analogía»81. El discurso analógico permanece riguroso, incluso si es por la cientificidad más tenue y
según el grado cero de la unidad. Es él el que está regularmente funcionando en las clasificaciones
naturales: cuando se trata de clasificaciones de especies que no tienen unidad genérica ¿cómo
pensar una unidad superior, si no es por una analogía de estructura?82 – ¿Y aquello que funda la
anatomía comparada no podría fundar una metafísica como ciencia?
Duns Escoto choca con la misma interpretación cuando quiere establecer la univocidad del
ente: Aristóteles «quiere [decir] lo mismo también en Metafísica IV, al comienzo, cuando ente se
dice de los entes como ʻsano de saludʼ y la metafísica es una ciencia ʻunaʼ, no porque todo aquello
sobre lo que trata se diga ʻsegún unoʼ, sino ʻhacia unoʼ, esto es, no unívoca, sino analógicamente.
Por lo tanto, el sujeto de la metafísica no es unívoco, sino análogo»83. Incluso si el ente no es
sinónimo*, dicho en un sentido único, sino que homónimo, aunque dicho por referencia a la esencia,
puede ser objeto de un cierto discurso unificado por la analogía de atribución.
A partir de ahora es necesario hacer emerger una tercera afirmación, según la cual la
equivocidad de los sentidos del ente no es absoluta, sino que puede ser retomada a una unidad de
analogía. Esta parece necesaria a partir del momento en que Aristóteles afirma a la vez que hay una
unidad de referencias de los diversos sentidos del ser, y que la unidad del discurso que trasciende
80 In Metaphysicam V, 8, ¶879 (Marietti, p. 236b). [Et hoc quidem potest accipi duobus modis, vel in eo quod aliqua
duo habent diversas habitudines ad unum; sicut sanativum de urina dictum habitudinem significat signi sanitatis; de
medicina vero, quia significat habitudinem causae respectu eiusdem]. La analogía reviste, pues, dos sentidos, la
atribución aquí, y la proporción (en la sucesión del texto). No son de ninguna manera antagonistas, como lo suponen
ciertos comentadores, sino que al contrario se complementan y más exactamente se solapan cuando se trata de
pensar la unidad de los sentidos del ente.
81 Poética, cap. 21, 57 b 6.
82 Partes de los animales, cap. 4.
83 Ordinatio I, 3, ¶ 153 (tr. fr. p. 148) [Idem etiam in IV Metaphysicae, in principio, vult quod ens dicitur de entibus
sicut 'sanum de sanis', et quod metaphysica est 'una' scientia non quia omnia illa de quibus est dicantur 'secundum
unum', sed 'ad unum', scilicet non univoce sed analogice. Ergo subiectum metaphysicae non est univocum, sed est
analogum].
* Cf. supra nota de los traductores, p. 213.
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los géneros es la unidad tenue del discurso analógico. Bien que esta conclusión no sea presentada
en el texto de Aristóteles, ella parece exigida por la convergencia de dos doctrinas. A partir del
momento en que el intérprete busca privilegiar el nacimiento de la metafísica como ciencia, esta
conclusión parece necesaria: debe haber una unidad analógica, relativa, de los diferentes sentidos
del ser.
Resulta así que también Tomás de Aquino se cree autorizado para hablar de una «analogía
de atribución», para traducir la unidad de referencia por relación a un término único. Esta
interpretación, que no se puede autorizar por ningún texto de Aristóteles, puede sin embargo
resultar de una necesidad más fuerte que la precisión histórica: la de la constitución metafísica,
todavía imposible en Aristóteles. Tomás de Aquino puede así reinterpretar la aporía inicial a favor
del ente en cuanto ente: «Todas las cosas que reciben comúnmente la predicación de una unidad,
aunque no se predique unívocamente, sino analógicamente de estas, pertenecen a la consideración
de una ciencia: pero ente se predica de esta manera de todos los entes: en consecuencia, toda
entidad pertenece a la consideración de una ciencia, que considera al ente en cuanto es ente,
claramente tanto a las sustancias como a los accidentes»84.
Encontramos las tres tesis que construían la aporía aristotélica, reformuladas de acuerdo
con una perspectiva analógica:
1. Toda ciencia es ciencia de una cierta unidad.
2. El ente posee una unidad mínima: la de la analogía.
3. Existe una ciencia del ente en cuanto ente.
Pero, mientras que las tres tesis permanecerían incompatibles en Aristóteles, aunque la
tercera permaneciera indemostrada, su conjunto constituye en Tomás de Aquino un silogismo, es
decir, un verdadero saber científico, que demuestra la última tesis. La metafísica se vuelve posible
como ciencia.
Sin embargo, esta unidad todavía problemática se muestra todavía insuficiente a los ojos de
Escoto.
IV. – La instauración metafísica
En su perspectiva, la unidad inteligible del concepto de ente es incluso más fundamental que la
multiplicidad de relaciones reales que este envuelve. La predicación del ente es simple, absoluta e
indiferente: en ella misma, no incluye ninguna remisión del significado a otro significado. «Esse
significa para Escoto la realización en cada caso diferente de una esencia(lidad) determinada, pero
no constituye ningún nexo que relacione internamente a todo los entes en una unidad
84 In Metaphysicam IV, 1, ¶ 534 (Marietti, p. 151) [Quaecumque communiter unius recipiunt praedicationem, licet non
univoce, sed analogice de his praedicetur, pertinent ad unius scientiae considerationem: sed ens hoc modo praedicatur
de omnibus entibus: ergo omnia entia pertinent ad considerationem unius scientiae, quae considerat ens inquantum est
ens, scilicet tam substantias quam accidentia].
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trascendental»85.
La respuesta escotista a todas las dificultades de la metafísica de la analogía consiste en
tratar al ente como una unidad trascendental común a todos los géneros. Así, de la misma manera
que hay una atribución de la especie al género, sin que la unidad real de aquel sea comprendida, hay
una atribución de los géneros al ente, que permite concebir su unidad86. Y cuando Aristóteles
escribe «el género no es una unidad sin diferencias, aunque en ocasiones muchas no se
adviertan»87, nos da un modelo para pensar la unidad del ente, donde se oculta, sin embargo, una
equivocidad categorial. Tal como su equivocidad interna no impide mayormente la unidad de los
géneros, así la equivocidad de los sentidos del ente tampoco prohíbe una univocidad trascendental.
«Y no obstante el orden» de dependencia de las categorías las unas con las otras, «puede bien
haber univocación»88.
El requisito común de todos estos argumentos es la reducción del ente real a su concepto. Y
ello porque la diversidad de las categorías es interpretada por Duns Escoto como una inclusión
real de los géneros en la comunidad del ente (aunque no sea evidentemente dividido por las
diferencias que le son exteriores), y no como una dispersión inherente a la manera de la
significación. De este modo, la diversidad real de los géneros no atenta a la unidad del ente, pues
esta no alcanza a las cosas, sino simplemente al concepto. «Así, pues, todas las autoridades que se
encontrasen en Metafísica y Física, que tratasen de esta materia, pueden ser explicadas a causa de
la diversidad real de las cosas en las cuales hay atribución, con la cual se da, sin embargo, una unidad
del concepto abstraíble a partir de las cosas» 89.
La destrucción escotista ha desplazado, pues, la cuestión: de la diversidad de los sentidos del
ser a su unidad trascendental, de la realidad de las cosas a la inteligibilidad del concepto, es decir, de
la metafísica a la lógica. El físico y el metafísico consideran las cosas en su realidad, y el lógico no
tiene en consideración más que la significación del concepto. El concepto de cuerpo, por ejemplo,
no designa la misma realidad según se trate de un cuerpo celeste o de un cuerpo terrestre. El
lógico afirmará entonces que es una misma razón de cuerpo la que está realizada en los dos casos,
mientras que el metafísico o el físico, que no consideran más que la corporeidad efectiva de los dos
objetos, verán ahí una equivocidad90.
Estas observaciones aparentemente anodinas arrastran una conclusión que lo es menos.
Pues si la investigación metafísica, como la ha establecido Escoto, reposa sobre la univocidad del
85 «Esse bedeutet für Scotus die je verschiedene Verwirklichung einer bestimmten Wesenheit, es konstituirt aber kein
innerlich alle Seienden in eine transzendentale Einheit beziehendes Band» .G. Scheltens, Die tomistische Analogielehre un
die Univozitätlehre des J. Duns Scotus, p. 338.
86 Ordinatio I, 3, ¶ 162 (tr. fr. p. 152).
87 Física VII, 4, 249 a 22-23. Cf. Ordinatio I, 3, ¶ 163 (tr. fr. p. 152).
88 Ordinatio I, 3¶ 164 (tr. fr. p. 153) [Et non obstante ordine, potest bene esse univocatio].
89 Ordinatio I, 3, ¶ 163 (tr. fr. p. 152) [Ita igitur omnes auctoritates quae essent in Metaphysica et Physica, quae essent
de hac materia, possent exponi, propter diversitatem realem illorum in quibus est attributio, cum qua stat tamen
unitas conceptus abstrahibilis ab eis].
90 «Ad aliam rationem dicendum est quod Naturalis, et etiam metaphysicus ipsas res considerat. Logicus autem
considerat res rationis. Et ideo multa sunt univoca apud Logicum, quae dicuntur aequivocum apud Naturalem.
Naturalis enim diceret, quod corpus aequivoce dicitur de corpore superiori et inferiori. Sed Logicus diceret quod de
utroque diceretur univoce. Unde a quibuscumque potest logicus abstrahere unam rationem communem, dicuntur illa
in ratione communi uniri, vel univocari. […] dicendum quod, quia primus Philosophus considerat res secundum suas
quidditates, et in re est ita quod quaedam res ad invicem habent habitudinem, ideo dicit primus Philosophus quod ens
dicitur de substantia et de accidente analogice» (Super libros elenchorum, q. XV, WV, II, p. 22 b).
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Ápeiron. Estudios de filosofía
N.º 2 — 2015
ISSN 2386-5326
concepto, es necesario admitir que ella reposa sobre otro fundamento distinto a ella misma, puesto
que el ente es análogo para el filósofo real. La destrucción de la aporía metafísica se hace bajo una
fundación lógica y no metafísica: «Sin embargo no es una equivocación para el lógico […], sino que
para el filósofo real es una equivocidad, puesto que no hay allí unidad de naturaleza» 91. Para salir de
la aporía, le metafísica debe salir de ella misma y someterse a las leyes de la lógica. Con Escoto, la
metafísica se aparta hacia otra problemática: abandona el terreno de las relaciones reales,
concretas, entre la substancia y el accidente, Dios y la criatura. Ella se mantiene en el orden de la
lógica de los conceptos, cuya unidad funda el conocimiento de Dios como el de la sustancia.
La destrucción escotista no remite, pues, a la cuestión de la analogía como tal. Ella se limita,
al contrario, a refundarla bajo una unidad superior. La univocidad escotista no niega el trabajo de
construcción analógica del edificio metafísico, ella la retoma, la asume y le da una unidad superior.
Esta reanudación de la misma estructura bajo un nuevo fundamento es al mismo tiempo una
transformación radical. «Todos los maestros y teólogos parecen utilizar un concepto común a Dios
y las criaturas, aunque se contradicen de palabra cuando lo aplican, puesto que en este convienen
todos los que aceptan conceptos metafísicos y, removiendo aquello que hay de imperfección en las
criaturas, atribuyen a Dios aquello que hay de perfección, como belleza, verdad y sabiduría» 92. Las
discordancias verbales entre los filósofos y los teólogos no impiden un acuerdo de fondo sobre la
esencia de la metafísica. Incluso cuando los autores consideran la analogía para el conocimiento de
Dios, en realidad hacen uso de la univocidad, sin la cual ellos no conocerían nada. Pero más
radicalmente, estas son todas las tesis enunciadas en favor de la analogía, consideradas las de santo
Tomás, que son destruidas más que negadas, puesto que son salvaguardadas y refundadas en una
unidad superior.
Si hay compatibilidad entre la interpretación analógica y la comprensión unívoca de la
metafísica, es una compatibilidad en sentido único. Desde el punto de vista de Escoto, la unidad más
grande (unívoca) es compatible con una unidad menor (analógica), puesto que ella la sostiene. Pero
desde el punto de vista de la figura anterior de la metafísica, que admite solamente la unidad menor
de la analogía, una conciliación tal no tiene sentido. Consentirla correspondería a sucumbir, como
numerosos comentadores, a la trampa de la obertura: establecer la simple compatibilidad de dos
metafísicas no es situarse en el espacio neutro de un diálogo (fuese el de sordos), es ya endosar el
presupuesto escotista y la destrucción de la metafísica analógica que arrastra consigo. Más allá de
una pura yuxtaposición de interpretaciones incomunicables, la analogía y la univocidad del ente se
relacionan ambas con la cuestión del sentido del ente, la primera como su articulación diversificada,
la segunda como su unidad fundamental.
La univocidad escotista da, pues, lugar a una doble destrucción metafísica: en primer lugar, una
destrucción del concepto análogo, tal como es aplicado por Enrique de Gante para el
conocimiento de Dios; en segundo lugar, una destrucción de las teorías tradicionales de la
atribución y de la unidad proporcional de los géneros del ente. Esta segunda destrucción sobrepasa
el debate histórico entre Duns Escoto y Enrique de Gante, para enraizarse directamente en la
91 Ordinatio I, 3, ¶ 163 (tr. fr. p. 152) [Non tamen est aequivocatio quantum ad logicum, qui ponit diversos conceptus,
sed quantum ad realem philosophum, est aequivocatio, quia non est ibi unitas naturae].
92 Lectura I, 3, ¶ 29: «omnes magistri et theologi videntur uti conceptu communi Deo et creaturae, licet contradicant
verbo quando applicant, nam in hoc conveniunt omnes quod accipiunt conceptus metaphysicales et removendo illud
quod est imperfectionis in creaturis, attribuunt Deo quod est perfectionis, ut bonitatem, veritatem et sapientiam».
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TRADUCCIÓN DE NICOLÁS SILVA SEPÚLVEDA Y GUILLERMO FERNÁNDEZ VÁZQUEZ
aporía aristotélica de la metafísica. El predominio del concepto de ente en la especulación sobre
Dios y sobre la criatura, sobre la sustancia y el accidente, destruye esta «unidad menor» de la
metafísica anterior, en la cual el objeto no está unificado más que por la analogía, en beneficio de
una unidad superior, absolutamente simple y primordial. Para la metafísica anterior, bien sea la de
Tomás de Aquino o la de Enrique de Gante, la predicación del ente es siempre relativa: el ente
finito es inmediatamente puesto como participante del ser; la analogía hace surgir la relación íntima
de toda criatura con su creador: el ser de todo ente, él está dado por el ser como acto puro, el
ipsum esse subsistens. Pero para Duns Escoto el ser del ente se diversifica a igual título entre el ente
infinito y el ente finito: la determinación de los modos de ser no es más el reconocimiento de una
dependencia y de una participación esencial. La instauración de la univocidad del ente es, pues, el
gran giro de la metafísica: esta ciencia no es más, como en los comentadores árabes, Tomás de
Aquino o Enrique de Gante, la diversificación analógica de lo uno en lo múltiple, a la cual
corresponde un discurso todavía disperso; ella produce un concepto único, primero, fundamental,
que funda una ciencia trascendental, después llamada metaphysica generalis, y en la cual está incluido
un concepto determinado de Dios, objeto de la próxima metaphysica specialis.
La marcha de la univocidad no es, pues, un accidente de la historia de la metafísica, sino una
involución sobre su fundamento y sobre su unidad. La figura inacabada de la metafísica de la
analogía, todavía problemática y diversificada, aparece en adelante como inadecuada de cara a la
esencia unívoca de la metafísica. En el momento en que esta descubre la fuente de su verdad y el
fundamento sobre el cual ella podría constituirse, su discurso articulado puede identificarse con su
obra unificante. Es precisamente entonces cuando el suelo se viene abajo: la metafísica debe tener
confianza en el abismo de la lógica. El logro que la lleva a la perfección es también el momento en
que ella alcanza su límite.
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