Bibliografía 161 Por lo demás, la obra aparece puleramente editada, tal como nos tiene acostumbrados la Editora Nacional, siendo realmente escasas las erratas que hemos podido encontrar. Por todo ello es preciso reconocer que nos encontramos ante una importante aportación acerca de una de las más detacadas figuras del pensamiento ilustrado. A. GINzO GoNZÁLEz ALVAREZ, Angel: Juan Pablo II y el humanismo cristiano. Fundación Universitaria Española, Madrid, 1982, págs. 367. Este último libro del catedrático Angel González Alvarez sintetiza nítidamente muchas de sus ideas que ya en sus múltiples y reconocidos trabajos anteriores había expresado sobre el humanismo y sus diversas manifestaciones. La persona y los escritos del Papa actual, Juan Pablo II, son el motivo, y en no pocos momentos el camino, para una amplia exposición de los diversos humanismos y más concretamente para la defensa del humanismo cristiano. Los títulos de los diversos capítulos, que componen el libro, ya reflejan claramente el contenido de los mismos: El problema del humanismo; Antecedentes hebreos del humanismo cristiano; El Papa Wojtyla y el misterio de la creación del hombre; La configuración paulina del hombre cristiano; Humanismo familiar; El humanismo social; El humanismo del trabajo; Teoría-praxis: Un tema humano y cristiano; El humanismo del amor. Acertadamente escribe Pedro Sainz Rodríguez, que prologa esta obra, que «a través de las páginas de este trabajo hallamos un estudio sistemático del problema del humanismo cristiano en nuestros días, fundamentado en la doctrina de la iglesia, que impulsa nuestro actual Pontífice Juan Pablo II. Así, después de una exposición filosófica del tema, busca las raíces bíblicas del auténtico humanismo, que es apertura de la persona a la totalidad cósmica y a su Creador». En la exposición del humanismo cristiano el autor del libro constantemente hace referencia a los humanismos no cristianos, y más concretamente al humanismo ateo, a los que en todo momento trata de rebasar como humanismos insuficientes e incapaces de ofrece una explicación convincente de la realidad enteriza del hombre concreto. En la demarcación entre un humanismo ateo y un humanismo teísta «no se trata de una mera ausencia de religión en el primero ni de una presencia efectiva de religiosidad en el segundo. Es algo más sencillo. El humanismo teísta concibe al hombre abierto a lo trascendente y con facultad para encontrarse con Dios en cualquier parte. El humanismo ateo se conforma alejando al hombre en el mundo y en el tiempo. El humanismo teísta busca más alta morada y exige perennidad» (págs. 9-10). Sin embargo, el humanismo teísta aquí defendido es el humanismo cristiano que tiene sus raíces fundacionales en la biblia, su plenitud en el mensaje de Jesucristo y su concreclon operativa dentro de la iglesia de los creyentes en Jesús de Nazaret. Don Angel subraya reiter~damente que el humanismo cristiano, tal y como Se encuentra en la biblia, en la iglesia, en el Concilio Vaticano II y en el Papa actual, es profundamente dinámico y tiene su máxima expresión en la relación con el otro, con la comunidad, en el matrimonio y en el trabajo. Y todo se resumiría en el humanismo del amor.-«Si tenemos en cuenta que el hombre 162 Bibliografía como ser creado y redimido no es sólo lo que es, sino también anhelo de lo que tiene que ser, se clarificará el inapreciable servicio del amor en la edificación de la plenitud humana que merece el hombre de humanismo» (pág. 363). El humanismo así entendido crearía eso que Pablo VI llamó «la civilización del amor» y tendría su repercusión inmediata en lo social y cultural, en lo económico y en lo político. De este modo, el mundo se haría más humano y más habitable. Si el hombre del humanismo cristiano es un ser abierto a la inmanencia y a la trascendencia será un humanismo de la esperanza al estilo como lo encarna en nuestro tiempo el Papa actual. De este modo se integran en el libro del profesor Angel González Alvarez lo doctrinal y lo vivencial, la teoría y la praxis. El humanismo descrito en estas páginas está muy lejos de ser un humanismo vergonzante que desmiente con los hechos las proclamas de los propósitos. Este trabajo nos lleva a un humanismo inacabado y como tal fecundo. José Antonio MERINO MÉNDEZ, José Maria: Valores éticos. Estudios de Axiología. Madrid, 1978, 623 págInas. La especulación en torno a los valores, aunque en un sentido amplio del término «valor» pueda considerarse inherente a todo tipo de reflexión filosófica, ha debido esperar hasta los tiempos modernos, como es sabido, para terminar de adquirir la solidez formal y la consistencia que son propias de una disciplina autónoma. Esa relativa juventud de la axiología hace que sea todavía ésta, á juicio de no pocos intérpretes, un campo abierto a los tratamientos originales, a las tomas de posición, a las aclaraciones conceptuales o a los intentos de sistematícidad. Actividades todas para las que la presencia de muy ilustres precedentes ——Erentano, Scheler, Hartmann— no puede en rigor servir nunca de obstáculo; sino justamente de acicate para el investigador. Un acicate que se verá sin duda potenciado desde el momento en que la peculiar situación que ocupa la ciencia mencionada dentro del plural espectro filosófico obliga a mezclar en el estudio de aquélla cuestiones de ética, teología, ontología, epistemología e incluso sociología, que sólo un riguroso esfuerzo de construcción logrará reducir a una síntesis homogénea. Valgan estas apreciaciones como introducción genérica a la obra de un autor que ha querido enfrentarse, en las apretadas páginas de un escrito voluminoso, con la mayoría de estas dimensiones que apuntamos. Tal amplitud de miras, por lo demás, no supone en modo alguno un olvido de lo concreto. Y así, buena parte de las reflexiones de nuestro tratadista se dedican al análisis porrnenorizado de una particular clase de valores, los valores a los que en el título mismo del libro se alude como «éticos» —y a los que Méndez, más directamente, y partiendo de una equívoca actitud «trascendentalista» o religiosa de pensar prefiere referirse como ‘<obligatorios»—: la «solidaridad» (o «justicia general», págs. 531 y ssj, la «equidad» (o «justicia particular», págs. 549 y Ss.), la «templaza» (págs. 565 y Ss), la «sobriedad» (págs. 577 y ss), la paz (o «respeto a la persona», págs. 509 y ss3, la «fisiodulia» (o «respeto a la naturaleza», págs. 491 y ss.). Pero este amplio divagar por los reinos del deber-ser no se nos presenta, ciertamente, sino como coronación o complemento de un periplo anterior a