Primer capítulo - Editorial Pre

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GEORGES DE LA TOUR
(Un ensayo sobre Bécquer)
Pascal Quignard
Traducción de
ABRAHAM GRAGERA y RUTH MIGUEL FRANCO
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extos
colección textos y pretextos
Título del original en lengua francesa:
Georges de la Tour
© EDITIONS GALILÉE, 2005
©
DE LA TRADUCCIÓN: ABRAHAM GRAGERA Y RUTH MIGUEL FRANCO
DE LA PRESENTE EDICIÓN:
PRE-TEXTOS, 2010
LUIS SANTÁNGEL, 10
46005 VALENCIA
www.pre-textos.com
IMPRESO EN ESPAÑA
ISBN: 978-84-92913-68-8 • DEPÓSITO LEGAL: V-3471-2010
DISEÑO GRÁFICO: PRE-TEXTOS (S.G.E.)
ILUSTRACIÓN DE LA CUBIERTA: RAMÓN GAYA
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CAPÍTULO I
ALLEMANT des Réaux cuenta que a Monsieur Duret se le
T
había metido en la cabeza que el fuego le perjudicaba.
Ordenaba que se echase agua en los hogares si veía rescoldos.
Temblaba ante las velas.
Así comienza el siglo XVII.
En 1600, en París, el médico de cabecera de Enrique IV no
soporta estar en la misma habitación que una llama o un
fuego encendido. En 1600, en Vic, un niño de siete años,
mientras permanece ante un horno de panadero, ignora que
va a consagrar su vida a eso: a poner al hombre frente a sí
mismo con la ayuda de una llama.
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CAPÍTULO II
N nuestra historia hubo dos grandes luminarias que coin-
E
cidieron en el tiempo: las lecciones de tinieblas de la música barroca y las velas de los lienzos de La Tour.
En Semana Santa, los Oficios de Tinieblas eran un rito
en el que se apagaban, una a una, durante el canto, las letras
hebreas que forman el nombre de Dios y, una a una, mediante
el soplo de un niño con hábito rojo y sobrepelliz, las velas que
las representaban en la oscuridad de la agonía. Se cantaban las Lamentaciones de Jeremías y los Suspiros de la Magdalena. Los versículos de las Lamentaciones estaban separados por armonías vocales que se modulaban sobre las letras
hebreas colocadas en acróstico:
Aleph: En tinieblas me condujo.
Sin luz me hizo caminar.
Beth: Ha consumido mi carne y mi piel.
Ha ceñido de fatigas mi cabeza.
En las tinieblas me hace habitar
con los que llevan muertos mucho tiempo.
Tomás Luis de Victoria, Thomas Tallis, Charpentier, Lambert, Delalande, Couperin, Jean Gilles compusieron bellísi15
mas Lecciones de Tinieblas. La primera mitad del siglo XVII
fue una prolongación del Renacimiento, pero también una
época marcada por la aparición de una inmensa ola de religiosidad que surge y se extiende desde el fin de las guerras de
Religión hasta la muerte de Luis XIII, es decir, de 1594 a 1643,
o incluso hasta la muerte de Mazarino, en 1661. Las imágenes de Georges de La Tour no pueden comprenderse sin Bérulle, sin Saint-Cyran, sin Esprit. Ellos creían en una idea: el
resurgimiento de la piedad verdadera de los orígenes, severa,
antigua, pura, majestuosa. Para la Contrarreforma, la idea de
la restauración del cristianismo primitivo estuvo siempre
mezclada con ensoñaciones sobre la antigua Roma.
De la noche hizo su reino.
Una noche interior: una casa humilde y cerrada donde hay
un cuerpo humano iluminado parcialmente por una pequeña
fuente de luz.
He ahí la unidad de la epifanía: 1. la noche, 2. el resplandor, 3. el silencio, 4. la casa cerrada, 5. el cuerpo humano.
Algunos colores vivos, vigorosos, al lado de los cuales Le
Nain parece frío, triste, verde, grisáceo. Los naranjas y los rojos
de La Tour arden más allá del tiempo, como brasas. Lo que
en los cuadros de Le Nain no es más que un reportaje se convierte en los de La Tour en una escena eterna. Una masa oscura, una llama color limón, un rojo limpio, un bermellón
intenso y mate, una grandeza triste. Pienso en el prefacio con
el que Racine encabeza Bérénice, fechado en 1670, donde dice
que todo debe experimentar esa “tristeza majestuosa” que
constituye el placer de la tragedia. Cuenta Louise Racine que
su padre, tras llevar un día a La Fontaine al Oficio de Tinie16
blas y ver que se aburría con los cánticos en la oscuridad, le
tendió una pequeña Biblia abierta por la página de la Oración de los judíos, de Baruch. En los días sucesivos paraba a
la gente por la calle y preguntaba: “¿Habéis leído a Baruch?
Era un verdadero genio”.
Eran como los griegos del siglo V y lo sabían.
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