Ante la crisis económica, ¿podemos exigir judicialmente una

Anuncio
Circular nº5 _
_
enero 2015 __
_
_
Página 1/3
Ante la crisis económica, ¿podemos exigir judicialmente una modificación de las
condiciones en los contratos de larga duración?.
Es indudable que los contratos son ley entre las
partes, y que debe cumplirse lo pactado (“pacta
sunt servanda”). También es indiscutible que
quien negocia un contrato, debe ser lo
suficientemente diligente como para calcular
antes de suscribirlo, si podrá cumplir con aquello
a lo que se va a comprometer, teniendo en cuenta
por ejemplo el carácter cíclico de la economía.
No obstante lo anterior, no deja de ser cierto que
la actual crisis presenta unas características y
consecuencias distintas a las vividas en otras
épocas, que ni siquiera las autoridades
económicas han sido capaces de prever.
Esta crisis ha supuesto que las circunstancias que
se tuvieron en cuenta al suscribir muchos
contratos de larga duración, hayan experimentado
tales cambios que ha convertido en misión
imposible cumplir con esos contratos. Y por esa
razón, la parte deudora de esos contratos reclama
que igual que el escenario económico se ha
modificado, también se modifiquen las
condiciones pactadas en el contrato.
Es en este contexto cuando vuelve a estar de
actualidad un vieja figura: la cláusula “rebus sic
stantibus” (“estando así las cosas”), que se
considera implícita en los contratos bilaterales
con prestaciones recíprocas (salvo que se haya
excluido), en virtud de la cual la subsistencia de
la relación contractual depende de la subsistencia
de las circunstancias existentes en el momento de
la conclusión del contrato y cuya variación no era
previsible ni esperable, haciendo posible la
resolución o modificación del contrato si resulta
sobrevenidamente falta de sentido, de fin o de
objeto.
Aplicación restrictiva de la cláusula
Tradicionalmente, la jurisprudencia ha sido
claramente restrictiva al aplicar esta figura, al
considerarla como "peligrosa" y de "cautelosa"
admisión,
interpretando
rígidamente
los
requisitos para su aplicación:
a) alteración
extraordinaria
de
las
circunstancias en el momento de cumplir el
contrato en relación con las concurrentes al
tiempo de su celebración;
b) una desproporción exorbitante, fuera de
todo cálculo, entre las prestaciones de las partes
contratantes que verdaderamente derrumben el
contrato por aniquilación del equilibrio de las
prestaciones;
c) que todo ello acontezca por las
circunstancias
sobrevenidas
radicalmente
imprevisibles. Todo ello implicaba que desde un
Circular nº5 _
_
enero 2015 __
punto de vista práctico, esta figura apenas tenía
relevancia.
Aplicación prudencial de la cláusula
Sin embargo, en los últimos años se ha venido
produciendo un cambio progresivo de la
concepción tradicional de esta figura, que debe
ser aplicada prudentemente aunque se la deje de
considerar “peligrosa”, en función de cada caso,
siempre que se acredite que el cambio del “estado
de las cosas” o situación era imprevisible en el
contrato, que ha supuesto la ruptura de la base
económica del mismo, y que ha generado una
excesiva onerosidad para la parte contractual
afectada. Esta nueva concepción ha tenido reflejo
tanto en la doctrina científica como en la
jurisprudencial, y encuentra fundamento en
diferentes textos de armonización y actualización
en materia de interpretación y eficacia de los
contratos.
El Tribunal Supremo, en dos sentencias de 2013
(de 17 y 18 de enero) declaró que la actual crisis
económica, de efectos profundos y prolongados
de recesión económica, puede ser considerada
abiertamente como un fenómeno de la economía
capaz de generar un grave trastorno o mutación
de las circunstancias. Con posterioridad, en
sentencia de 30 de junio de 2014, acogió una
nueva concepción de la cláusula rebus sic
stantibus, declarando que debe abandonarse la
antigua fundamentación de esta figura (según
reglas "de equidad y justicia") en pro de una
_
_
Página 2/3
progresiva objetivación de su fundamento técnico
de aplicación. Señaló que la aplicación de la
cláusula no supone una ruptura a la palabra dada,
ni tampoco de la estabilidad o mantenimiento de
los contratos, sino que su aplicación se
fundamenta en criterios o reglas que también
pueden definirse como claves de nuestro
Derecho: la regla de la conmutatividad del
comercio jurídico y del principio de buena fe. Esa
relación entre el principio de buena fe y la
cláusula rebus sic stantibus viene siendo
reconocida por el Tribunal Supremo desde 2009.
En sentencia de 15 de octubre de 2014, el
Tribunal Supremo ha vuelto a aplicar esta figura,
en ese caso respecto de un contrato de
arrendamiento de un edificio destinado a
actividad hotelera, suscrito el 25 de febrero de
1999 con una duración de veinticinco años,
respecto del que la parte arrendataria demandó se
declarara judicialmente que debía entenderse
modificado para restablecer el equilibrio de las
recíprocas prestaciones, quedando reducida la
renta anual en unos porcentajes que resultaban de
un dictamen pericial aportado. La sentencia
estimó que concurrían los dos siguientes
requisitos: las notas de imprevisibilidad del riesgo
y la excesiva onerosidad resultante respecto de la
prestación debida.
a) En cuanto a la imprevisibilidad del riesgo,
advierte el Alto Tribunal que hay que estar a la
"razonabilidad" de su previsión en el momento de
la celebración del contrato, sin que la nota de
Circular nº5 _
_
enero 2015 __
imprevisibilidad deba apreciarse respecto de una
abstracta posibilidad de producción de la
alteración, porque la crisis económica es una
circunstancia cíclica que hay que prever siempre,
con
independencia
de
las
peculiares
características y alcance de la misma en el
contexto económico y negocial en el que incide.
En ese caso, el Tribunal Supremo consideró que
con independencia de las expectativas de
explotación del negocio, de claro riesgo asignado
para la parte arrendataria, el contexto económico
del momento de la celebración y puesta en
ejecución del contrato (periodo del 1999 a 2004),
de inusitado crecimiento y expansión de la
demanda, acompañado además de una relevante
promoción urbanística de la zona de ubicación de
los hoteles, formó parte de la base económica del
negocio que informó la configuración del
contrato de arrendamiento suscrito por las partes.
b) Y respecto a la excesiva onerosidad como
exponente de la ruptura de la relación de
equivalencia de las contraprestaciones de las
partes (principio de conmutabilidad del contrato),
indicó que se trata de un requisito particularmente
referenciado en aquellos supuestos en donde la
actividad económica comporta un resultado
reiterado de pérdidas (inviabilidad económica) o
la completa desaparición de cualquier margen de
beneficio (falta de carácter retributivo de la
prestación), por el cambio operado de las
circunstancias; y así sucedía en el caso
enjuiciado, en el que los hoteles presentaban unas
pérdidas acumuladas cercana a los tres millones
_
_
Página 3/3
de euros en el periodo 2005-2009, frente al
balance positivo de la empresa arrendadora, en
torno a los 750.000 euros para el mismo periodo
objeto de valoración. Pero como decimos, debe
analizarse cada caso para determinar si procede o
no su aplicación. El propio Tribunal Supremo, en
una reciente sentencia de 11 de diciembre de
2014, ha declarado que “El problema de la crisis
financiera es un suceso que ocurre en el círculo
de sus actividades empresariales, que no puede
considerarse,
imprevisible
o
inevitable”,
considerando que no concurre una desproporción
exorbitante en la prestación, ni un aumento
extraordinario de la onerosidad, respecto de una
promoción inmobiliaria que no cumplió los
plazos previstos.
En cuanto a los efectos de la aplicación de esta
cláusula, a priori caben dos: bien que se
modifique el contrato o bien que se dé por
resuelto. Atendiendo al principio de conservación
de los contratos, la jurisprudencia del Tribunal
Supremo opta por que, de manera general, sea
preferente conceder a la cláusula rebus sic
stantibus un alcance meramente modificativo, por
corresponderse además mejor con la naturaleza y
características de contratos de larga duración
como algunos arrendamientos. Así pues, en
algunos contratos de larga duración, sí cabrá
exigir judicialmente una modificación de las
condiciones contractuales, siempre por supuesto
que no se haya conseguido convencer a la otra
parte extrajudicialmente.
Descargar