PROCESO DE DISCERNIMIENTO ¿Qué es el discernimiento? “Día tras día, amado Señor, tres cosas te ruego: Verte más claramente, amarte más y seguirte más de ceca” (Godspell) La palabra viene del latín “discernere” que significa separar, distinguir con exactitud un objeto de otro. El discernimiento es el proceso sistemático de tomar decisiones libres de compulsiones interiores, que correspondan lo más cerca posible a la realidad objetiva y que estén íntimamente en armonía con las convicciones de nuestra fe. Es lo que hacemos a diario. Por ejemplo, en un restaurante, elegiremos dependiendo de nuestra salud. Tengo que tomar el tiempo para decidir lo que puedo y debo comer…y eliminaré aquellas cosas que no me harán bien aunque me gusten. Toda persona humana toma decisiones y tiene todo lo necesario para tomar decisiones en la vida. Estas decisiones pueden estar equivocadas o motivadas por impulsos incontrolables, o pueden estar llenas de certeza y sabiduría. San Ignacio de Loyola ofreció un proceso de discernimiento para ayudar a las personas creyentes a tomar decisiones de acuerdo a lo que Dios desea y es su voluntad en nuestra vida, del fin para el cual fuimos creados por Dios y considerando que el pecado restó equilibrio a la libertad. Este proceso se lleva a cabo en un tiempo determinado y con nuestro intelecto y afectividad (cabeza y corazón) de acuerdo a los valores iluminados por la fe. La fe ilumina el intelecto (cabeza) y purifica la afectividad (corazón). Para la persona creyente discernir es elegir con Dios. El libro del Deuteronomio contribuye el principio final del discernimiento: decidir por la Vida en lugar de por la Muerte: “Hoy deben elegir qué prefieren. ¿Quieren que les vaya bien o que les vaya mal? ¿Quieren tener vida o prefieren la muerte?...El cielo y la tierra son testigos de que hoy les he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Yo les aconsejo, a ustedes y a sus descendientes, que elijan la vida y que amen a Dios y lo obedezcan siempre” (Deuteronomio 30:15-20). “El árbol bueno sólo produce frutos buenos y el árbol malo sólo produce frutos malos” (Mateo 7:17). El método de discernimiento se integra a todas las decisiones de nuestra vida y así escogemos la Vida y no la Muerte. TIEMPO Lo primero y más esencial en la toma de decisiones es el tiempo. Mientras más importantes las decisiones, más tiempo es necesario. HERRAMIENTAS: CABEZA Y CORAZÓN CABEZA. Reflexionamos sobre la situación, buscamos información; pesamos las ventajas y desventajas delas opciones disponibles; tratamos de prever las consecuencias; algunas veces consultamos a personas en quienes confiamos sobre la situación presente; analizamos y sintetizamos la información obtenida y objetivamente vemos la mejor forma de proceder. CORAZÓN Siempre hemos de consultar nuestro corazón para verificar si la solución posible nos atrae o no; en una palabra, nuestro corazón tiene algo que decir en nuestras investigaciones; con frecuencia la última palabra en la toma de decisiones. Discernimos con el corazón lo que descubrimos con la cabeza para así tomar una decisión que es nuestra y de la que podemos subjetivamente afirmar: “ha de ser nuestra decisión— de nadie más”. Es también cierto que podemos sentir la soledad en la toma de decisiones personales e importantes de nuestra vida. Nadie ni nada puede decidir por nosotros. Un componente importante en la toma de decisiones es la libertad interior. No puedo permitir que otras personas, amigos o expertos, influyan tanto en mi decisión que yo pierda mi libertad interior. III. PIEDRA ANGULAR: VALORES La piedra angular del proceso de discernimiento son Los valores. De ordinario, al tomar decisiones, las pesamos en relación a aquello que es importante para nosotros. En mi mente y mi corazón mantengo una meta durante todo el proceso que me prepara para tomar y finalizar mi decisión. La meta es tomar mi decisión a la luz de uno o varios valores. Podríamos resumir todo así: influenciados por nuestros valores, trabajamos con nuestra inteligencia y nuestra afectividad para determinar, a su debido tiempo, nuestra decisión. Ésta es la descripción de la estructura típica de cualquier decisión humana hecha seriamente. Esto es lo que llamamos discernimiento. Para la persona creyente, el discernimiento siempre implica Dios. Para nuestro propósito aquí, hablar de discernimiento significa un proceso sistemático de obrar al mismo tiempo con nuestra cabeza y nuestro corazón de acuerdo a los valores iluminados por la fe para cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida. La fe no cambia la estructura que hemos visto, ni niega los medios humanos para tomar una decisión de acuerdo a nuestra fe en Dios. Incluso la persona de fe ha de trabajar dentro de las limitaciones en un tiempo concreto y con su inteligencia y afectividad cuando desea descubrir la voluntad de Dios en su vida. FE Y VALORES ¿Qué aporta la creencia religiosa al discernimiento? Ofrece valores que no siempre son evidentes. Estos valores tienen el peso de nuestra conexión con la revelación de Dios en sí. Negarlos es algo más que un error o falta. Es pecado porque afecta nuestra relación con Dios. Por lo tanto la fe no cambia la estructura del discernimiento pero sí le da un significado adicional. Al ser parte del plan de Dios, los fieles cuyas acciones son coherentes con su creencia se sienten impulsados a profundizar su relación con Dios. Tratan de conocer más y más el mensaje divino y los valores del Reino. Esto se logra a través del estudio de la Sagrada Escritura, las tradiciones, teologías, costumbres, vida y escritos de auténticos testigos y en la oración. FE E INTELIGENCIA Es imposible concebir una contradicción entre el intelecto humano y la revelación de Dios, ya que es Dios mismo quien da ambos. La fe rescata nuestro intelecto de muchas trampas: el orgullo de la razón, que reclama ser el señor de toda la verdad; al igual que las mentiras de racionalización que reprimen los mensajes de los sentimientos. La fe denuncia la vanidad del dinero y del poder de por sí y muestra cómo utilizarlos para el servicio de la persona pobre y necesitada. La fe purifica y enriquece lo que inmediatamente aparece como atractivo y valioso para el intelecto. “No vivan ya como vive todo el mundo. Al contrario, cambien de manera de ser y de pensar. Así podrán saber qué es lo que Dios quiere, es decir, todo lo que es bueno, agradable y perfecto” (Romanos 12:2) FE Y AFECTIVIDAD La fe hace lo mismo con la afectividad. Si Dios nos ha dado un corazón, no es para ponerlo a un lado. Hemos de aprender que el amor no es romance, sino servicio. Es la dimensión adicional de la persona cristiana. Cuando amamos hacemos que Dios exista. Hacemos el amor presente en el mundo a través de nuestra propia carne. La fe purifica nuestra afectividad. La persona cristiana tiene fe en el poder del amor porque Dios es amor, Amor mismo. “La persona que no ama no conoce a Dios, porque Dios es Amor” (1 Juan 4:8). Sólo tenemos que darle al Espíritu de Dios toda la libertad posible en nuestro corazón para lograr decisiones, grandes o pequeñas, que siempre incluyan a Dios y lleven a la vida. IV.CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO La Vida impregnada por el espíritu de Ágape (comunión como los primeros cristianos que se reunían para celebrar el amor incondicional de Dios) es lo que estamos llamados a escoger en nuestras decisiones. “¿Acaso no saben que ustedes son un templo de Dios y que el Espíritu de Dios vive en ustedes?” (1 Corintios 3:16). A partir de los Evangelios, los criterios de Jesús nos ayudan a reconocer aquellas opciones con mayor posibilidad de vivir el Espíritu de amor. Los criterios de discernimiento son: aceptación de uno mismo, y de las demás personas, la realidad y el aquí y ahora; disposición generosa con lo que soy y tengo hacia las demás personas; apertura universal en todas las áreas de mi vida, a las corrientes de la sociedad y a las personas que me rodean; reconciliación y armonía consigo mismo y con el mundo al que pertenece; estar en comunión con las personas en su encuentro y compromiso en contra de toda discriminación y en respeto a las diferencias entre personas. En toda decisión hay que optar por la Vida a través de la opción que mejor integre estos cuatro criterios de discernimiento y ofrezca la mayor posibilidad de seguir y vivir el Espíritu de Ágape.