>> [mercado] mercado / opinión / Escándalos financieros > Los autores sostienen que la gradual desaparición de culturas empresariales fuertes es quizás el factor más directamente asociado a comportamientos poco éticos. ¿Qué subyace tras los recientes escándalos financieros? Los casos de grandes empresas que falsearon sus estados contables, eludieron facilitar información relevante al mercado, pagaron desmesuradas remuneraciones a sus directivos y perjudicaron a sus accionistas han acaparado en este último tiempo una buena parte de los titulares de la prensa económica. La circunstancia de que cada nuevo escándalo supere al anterior, que estos se sucedan sin solución de continuidad y que tengan como protagonistas a unas compañías reconocidas -en algún momento- como paradigmas de éxito y ejemplos a imitar han añadido dramatismo a una situación, de por sí, ya muy preocupante. A tal punto que incluso algunos expertos han llegado a cuestionar la bondad del actual sistema económico. Altina Sebastián González, Doctora en Negocios y Dirección de Empresas Sergio R. Torassa, Economista K im Clark, decano de la Harvard Business School, aborda el tema a través de la metáfora de la cesta y las manzanas. Ante los recientes escándalos financieros hay quienes atribuyen toda la culpa a unos directivos ambiciosos y corruptos -esto es, las manzanas podridas- y hay quienes opinan que el verdadero problema reside en la estructura misma de los mercados, o sea, en la cesta. Si las manzanas se han podrido es porque la cesta no reunía las condiciones debidas. Desde la perspectiva de las soluciones, mientras que los primeros ponen el énfasis en la efectiva persecución y castigo de los responsables, los segundos exigen una transformación más profunda, que incluye modificar los sistemas de gobierno en su totalidad, aplicando mayores dosis de regulación. Medido en términos de crecimiento, aumento de la productividad e innovación tecnológica la eficacia del modelo económico de mercados es irrebatible. Estos constituyen un motor de progreso y desarrollo de extraordinario potencial, que -en las últimas décadas- ha permitido mejorar las condiciones de vida en casi todos los países del planeta. Una primera aproximación permitiría concluir, entonces, que estaríamos ante el caso de unas pocas -aunque notorias- "manzanas podridas". No obstante, un análisis más amplio permite constatar también la existencia de algunas disfunciones en "la 58 BOLSA DE MADRID MARZO 2004 > Escándalos financieros / opinión / mercado cesta", esto es, ciertas asimetrías entre el nivel de desarrollo alcanzado por los mercados y el marco institucional vigente. MURALLAS CHINAS El funcionamiento de los mercados se asienta sobre dos pilares básicos: Confianza y transparencia. En este contexto, transparencia no solo se refiere a la posibilidad de disponer de información contable que refleje la situación real de la compañía que se trate, sino también que la necesaria segregación de roles entre gestores, accionistas, auditores, banqueros, agencias de rating, asesores financieros y reguladores funcione correctamente. La existencia de conflictos de intereses no adecuadamente resueltos entre algunos de estos protagonistas o entre diferentes unidades de negocio de alguno de ellos, puede romper muy fácilmente el delicado equilibrio que requieren los mercados de capitales modernos para mantener su estabilidad. El caso de los departamentos de finanzas corporativas y de análisis de valores constituye un buen ejemplo del alcance de una problemática que, solo en los Estados Unidos y durante el pasado año, dio lugar a la imposición de multas por valor de 1.400 millones de dólares. A principios de la década de los noventa, los analistas eran uno de los colectivos profesionales más respetados en el ámbito de la banca de inversiones, ya que los inversores valoraban mucho la calidad de la investigación y la independencia de sus recomendaciones. De hecho, este era uno de los factores claves al momento de decidir con qué firma trabajar y con cual no. Sus opiniones incluían no solamente cuando un valor debía comprarse sino también cuando debía venderse. A medida que la información comenzó a estar disponible con mayor rapidez y facilidad, la situación cambió: Por un lado, los inversores comenzaron a no estar dispuestos a pagar por estos informes y, por otro, los analistas fueron presionados a añadir más valor a las firmas que les empleaban. Surgió así la idea de que, al igual que en un equipo de marketing de alto nivel, los analistas debían ayudar a los banqueros de inversión a mejorar el perfil de los negocios con sus clientes. En consonancia, poco tiempo después una entidad de New York implementó -con carácter reservado- un sistema de compensación salarial que vinculaba la retribución de los analistas a la cantidad de negocios que aportaban las compañías cubiertas por estos. Bien pronto este esquema fue seguido, más o menos en secreto, por el resto de casas de Wall Street. Los clientes corporativos tomaron rápidamente nota de las nuevas reglas de juego. Las empresas, bajo la amenaza de una demanda en los tribunales o la simple pérdida de la operación en la que estaban trabajando, "ajustaban las tuercas" a los analistas que se atrevieran a realizar comentarios negativos o poner de manifiesto actuaciones controvertidas por parte de la alta dirección. Al contrario, unas buenas relaciones con el cliente otorgaba al analista claras ventajas: Por un lado, la empresa podía facilitarle cierta información relevante de manera selectiva, en detrimento del resto del colectivo o del público en general. Por otro, los "amigos" también recibían información antes de la emisión de anuncios públicos, de manera que sus informes fueran recogiendo con semanas de antelación las buenas noticias, lo que los permitiría anticipar con mayor precisión los incrementos de resultados trimestrales que se confirmarían tiempo después. En síntesis, se había creado un círculo virtuoso de acierto sistemático, aumento de credibilidad -y por ende, de la capacidad para inducir decisiones a terceros-, incentivo a dar altas valoraciones para mantener el "clima" con el cliente y vuelta a empezar… Así, según una encuesta de First Call Corp, en 1998, casi dos tercios de las recomendaciones de los Departamentos de Research de los principales bancos de inversión eran de "compra" o "fuerte compra", un tercio eran de "mantener" y sólo el 1% eran de "venta". OPV’s La "exuberancia irracional" de las dot.com exacerbó esta dinámica. Si pseudo genios de menos de treinta años podían ganar fortunas colocando en el mercado acciones de empresas que nunca habían ganado dinero ¿porqué no tomar una parte del "pastel"? Solo se trataba de valorar a las compañías que iban a ser objeto de una OPV con unos parámetros superiores a los que utilizarían normalmente y preparar unos informes atractivos, quizás un tanto optimistas, justificados en la falta de adecuación de los métodos tradicionales para el ámbito de las nuevas tecnologías. Solo restaba esperar que las cotizaciones se dispararan. Los ejemplos de empresas que salían a bolsa y cuya cotización subió como la espuma se repitieron a ambos lados del Atlántico: Sólo en el primer día de negociación, Netscape pasó de 28 a 71 dólares. Godsoox, en unas pocas ho- > ras, subió de 21 a 74 dólares, generando USD 180 millones de beneficio a los "afortunados" que recibieron acciones, y así multitud de casos. Debido al vínculo entre su retribución e ingresos generados para el banco, los analistas ganaban primas multimillonarios, sin apenas correr riesgos. En 2002, periodistas del New York Times y del Wall Street Journal consiguieron que -a condición de permanecer en el anonimato- varios analistas admitieran su rol "de apoyo al marketing" en colocaciones de títulos y otras operaciones corporativa y que sus salarios oscilaban entre el 1% y el 3% de las ganancias que el banco obtuviese en cada operación o un 8,5% de los ingresos donde "su participación fuese evidente". CULTURAS EMPRESARIALES HONESTAS En un entorno hipercompetitivo, la presión por generar resultados puede inducir a algunos ejecutivos a no respetar las "reglas de juego" propias de las economías de mercado. Si a ello se añaden unas estructuras organizativas inadecuadas, combinadas con unos sistemas de remuneración agresivos, la mezcla es explosiva. Pero ganar más dinero no es la única razón que subyace tras estos sucesos. Un examen más profundo de los hechos pone en evidencia otros catalizadores del desastre, como por ejemplo, una excesiva visión cortoplacista por parte de la alta dirección de las compañías involucradas, la inexistencia de best practices asociadas al tratamiento contable de operaciones complejas, unos consejos de administración complacientes, etc.. No obstante, la gradual desaparición de culturas empresariales fuertes es quizás el factor más directamente asociado a comportamientos poco éticos. En una organización con valores corporativos profundamente arraigados, son sus propios miembros -desde el presidente hasta el administrativo de nivel más bajoquienes vigilan e impiden la aparición de conductas "extrañas". Esta, más que cualquier otra formalidad, es la "última línea de defensa" para prevenir abusos: Enron era mencionada con frecuencia -y de hecho, obtuvo varios premios- por la excelencia de su normativa de gobierno corporativo y sus manuales de control de riesgos. Como quedó de manifiesto, la realidad iba por otros derroteros. Preservar y estimular una cultura de empresa que condene sin excepciones comportamientos poco éticos, junto a una -condición nece- > MARZO 2004 BOLSA DE MADRID 59 > mercado / opinión / Escándalos financieros > > saria pero no suficiente- legislación efectiva en materia de responsabilidad profesional, constituyen los puntales básicos para preservar la imprescindible confianza con la que han de contar los mercados financieros. PAUTAS DE ACTUACIÓN DE LOS INVERSORES Ahora bien, ello no es óbice para que los inversores hagan dejación de una de sus obligaciones fundamentales, cual es la de velar en interés propio. Año tras año, cada vez más personas se convierten en inversores. Hoy, la amplia mayoría de ciudadanos que habita en el mundo desarrollado tiene una parte muy significativa de su patrimonio vinculado a productos que cotizan o se negocian en mercados financieros. Estudios empíricos demuestran que de este inmenso colectivo, muy pocas personas pueden responder a preguntas básicas como las actividades a las que se dedica la firma donde han invertido sus ahorros, quiénes son sus clientes y cómo ganan dinero. Menos aún han leído con detalle los informes trimestrales de las compañías cuyas acciones compraron. Hacerlo quizás no fuera indispensable durante la década de los noventa. Casi cualquiera que acudía a la bolsa por ese entonces ganaba dinero. Eran los tiempos donde el devenir de los mercados era -a modo de talk showcentro de animadas discusiones televisivas, con personajes populares como la estrella del tenis Ana Kournikova, actuando como anfitriona de debates sobre que acciones serían las próximas en multiplicar su valor. Como constató el profesor de Harvard Andrei Schleifer, varios años de fuertes y constantes subidas crearon en los inversores un cierto sentimiento de "euforia irracional. Pronto comenzó a establecerse una relación directa entre la reputación de las compañías, la calidad de su management y la performance de sus títulos en los mercados. El cumplimiento de unas expectativas trimestrales de crecimiento de beneficios y actividad cada vez más ambiciosos eran requisito esencial para el éxito de un consejero delegado que se preciase. En consonancia, los paquetes retributivos que incluían pagos en opciones se generalizaron, creciendo desde el 8% en 1990 hasta el 66% a finales del 2001. Cuando esta espiral se hizo insostenible, algunos encontraron su "tabla de salvación" en la contabilidad. Así, al amparo de vacíos normativos o mediante ardides diversos, consiguieron manipular las cifras de balances y resultados hasta niveles insospechables. Las explicaciones recogidas por las notas que necesariamente les acompañan eran redactadas en el lenguaje más esotérico y engorroso posible. Varios escándalos recientes son el reflejo de este modus operandi: Empresas que parecen sólidas, quiebran o suspenden pagos poco después de presentar unos estados financieros auditados a priori consistentes. En este sentido, Warren Buffet manifestó en una entrevista reciente que "cuando leo la Memoria Anual de una compañía, si no la comprendo, es porque no quieren que la entienda. No me interesa invertir en ellas". Si una compañía no puede explicar sus números de una manera clara, no vale la pena invertir en ella. Es más, la regulación debe facilitar que los profesionales tomen posiciones en su contra: El mejor modo de impedir que aparezcan prácticas extrañas o burbujas especula- yoría de empresas envueltas en los recientes escándalos es evidente. En el caso Parmalat, la única agencia que le calificaba no advirtió de ningún riesgo especial en el pago de su deuda hasta el 9 de diciembre pasado, solo 10 días antes de su colapso definitivo. Este escaso margen de anticipación no constituye un hecho aislado. Dos agencias reiteraron las calificaciones de máxima solvencia a Orange County a lo largo de diciembre de 1994. Un par de semanas después el organismo público gestionado por el pintoresco Robert Citron presentaba expediente de quiebra. En 1997, los múltiples problemas que registraban las economías del este de Asia fueron detectados cuando ya lo irremediable había sucedido. Los casos Enron, Dynegy, WorldCom, etc. ilustran situaciones similares. Desde principios de la década de los setenta los organismos reguladores en casi todo el mundo vinculan una mejor calidad crediticia con un mejor tratamiento legislativo. La escala de calificación va desde AAA hasta D, siendo BBB una línea divisoria importantísima, que marca el llamado Investment Grade. Por ejemplo, es usual que ciertos fondos de inversión no puedan invertir en títulos con rating por debajo de BBB o que los coeficientes que han de satisfacer algunas compañías de seguros tengan ponderaciones diferentes según la calificación de los activos que adquieran. Los excelentes ratings del condado de Orange eran una fuente de confianza tanto para sus habitantes como para los inversores que adquirían sus bonos. Grandes gestores de activos, como Alliance Capital, Franklin Advisors o Putnam Management, compraron cantidades muy sustanciales de bonos del County para sus fondos de bajo riesgo. Las reducciones de ratings llegaron demasiado tarde. Poco podían hacer ya. Como se preguntaba uno de los altos ejecutivos de Van Kampen Merritt, "Si las agencias de calificación no son capaces de evaluar a uno de los mayores condados de los Estados Unidos ¿Para qué sirven las calificaciones que otorgan?…" La Comisión Europea, por su parte, está estudiando una serie de reformas para mejorar prácticas contables, auditoría y gobierno corporativo. Entre otras, las medidas contemplan la responsabilidad del auditor por las cuentas consolidadas del grupo empresarial -no lo era En una organización con valores corporativos profundamente arraigados, son sus propios miembros -desde el presidente hasta el administrativo de nivel más bajo- quienes vigilan e impiden la aparición de conductas “extrañas”. Esta, más que cualquier otra formalidad, es la “última línea de defensa” para prevenir abusos 60 BOLSA DE MADRID MARZO 2004 tivas es permitir que pueda "apostarse" contra quienes las impulsan. La existencia de unos mercados de derivados líquidos y profundos, junto a una normativa flexible en materia de ventas en descubierto constituyen excelentes medios para hacerlo. AUDITORES Y AGENCIAS DE RATING Los acontecimientos de los últimos años parecen poner de manifiesto también serias limitaciones en el trabajo de auditores y agencias de rating. Errores tremendos llevaron a la desaparición de Arthur Andersen, paradigma de la industria contable. El pobre desempeño de las agencias de rating para predecir quiebras o sensibles deterioros de la capacidad para atender sus compromisos por parte de la ma- > Escándalos financieros / opinión / mercado en Parmalat-, rotación periódica de la firma auditora, extensión de los comités de auditoría independientes a todas las empresas que cotizan en bolsa y la exigencia de responsabilidad colectiva por parte de todos los miembros del consejo de administración respecto a las cuentas presentadas. La necesidad y urgencia de una iniciativa de esta naturaleza es evidente. Sin embargo, algunas disposiciones como la obligada rotación de auditores ha demostrado su escasa efectividad en el caso italiano -es un requisito legal desde hace tiempo- o en los Estados Unidos, donde se pudo establecer una cierta correlación entre cambios de revisor y fraudes contables. Dos elementos si parecen, en cambio, muy relevantes: Por una parte, regular claramente el proceso de elección del auditor por parte del comité de auditoría independiente. Por otra, las compañías auditoras han de limitarse exclusivamente a la revisión de cuentas, no prestando ningún tipo de servicio adicional que pueda poner en riesgo su independencia. Auditoría y evaluación crediticia constituyen sectores sujetos a relativamente poca competencia. La caída de Andersen solo consiguió hacer más valiosa la franquicia de las 4 firmas restantes. En el caso de las agencias de rating, solo 3 cuentan con aprobación reguladora en los Estados Unidos. Desde una perspectiva estratégica, la prestación de ambos servicios tienen unas barreras de entradas tan grandes que es casi imposible que surja un nuevo proveedor alternativo de ámbito global a corto/medio plazo. Altísimos niveles de calidad y ética irreprochable son el mínimo aceptable para un oligopolio de estas características, cuya importancia para el desarrollo de los mercados es superlativa. Con carácter urgente, ambos colectivos han de revisar sus procedimientos internos y standares profesionales, fijándolos en consonancia con el status de privilegio del que gozan. REGULACIÓN Muchos organismos reguladores en todo el mundo ejercen sus funciones a través de unas reglas y circulares estrictas, que establecen >< realidad económica propia de los participantes en los mercados. Por ejemplo, una norma referida a la transparencia habría de prohibir que las compañías revelen información contraria a la realidad económica, aún cuando una regla técnica contable así lo permitiese. El cacareado Manual de Gestión de Riesgos de Enron especificaba lo siguiente: "Las ganancias informadas han de seguir las normas y principios contables. Los resultados no siempre crean medidas que reflejan las condiciones económicas subyacentes. No obstante, el desempeño de la gerencia corporativa suele medirse por los ingresos contables, no por la realidad económica subyacente. Por lo tanto, las estrategias de gestión de riesgos han de apuntar al desempeño contable más que al económico". Es decir, que la compañía alentaba a sus ejecutivos a centrarse más en el efecto contable que en el impacto real de sus decisiones, en una materia -el riesgo financiero- donde la lógica apunta justamente a lo contrario. EL ROL DE LA JUSTICIA que puede hacerse y que no, fijando condiciones, porcentajes, plazos y modo de reportar los diferentes hechos económicos que se suceden en el devenir de las empresas. Esta metodología tiene claras ventajas en términos de sencillez y claridad de aplicación. Pero también tiene algunos inconvenientes, de progresiva importancia: En primer lugar, a través de la ingeniería financiera y la deslocalización geográfica es posible diseñar productos u operaciones que permiten soslayar muchas de las reglas vigentes. En segundo término, la velocidad a la que evoluciona el entorno económico supera algunas veces al ritmo con el que es posible redactar y promulgar reglas concretas. La realidad puede ir por delante del marco legislativo, tornando la regulación en obsoletas casi al momento de su publicación. Finalmente, como tales reglas especifican claramente que cosas incluyen y cuales no, en si mismas proporcionan un "refugio seguro" para cualquiera que desee iniciar algún tipo de práctica abusiva no explícitamente recogida en ella. Una regulación basada en normas lo más amplias posibles, que impulsen una cultura de honestidad profesional constituiría una solución práctica para los problemas apuntados. En el límite, el mix ideal debería combinar reglas específicas con normas generales orientadas a preservar y reflejar en todo momento la En general, las personas no dejan de perpetrar acciones penales a menos que las consideren moralmente erróneas o perciban que los costos -incluyendo la posibilidad de ir a la cárcelsuperan las ganancias. Por ejemplo, si los beneficios que se obtienen alterando las cuentas contables es sustancial y la probabilidad de ser castigado casi nula, parecería una decisión racional la de maquillar los libros. Aplicar multas y sanciones más fuertes -en si mismos- no producen ningún resultado, al contrario, solo contribuyen a aumentar el tamaño de la manipulación. En 2002 el Congreso de los Estados Unidos duplicó la condena a prisión por fraude financiero a 20 años. Esta pena se ha aplicado en un pequeñísimo número de casos, por lo que apenas si ha tenido efecto disuasorio alguno. Parece que al contrario, cuanto más complejo es el ardid utilizado, menor es la probabilidad de que sus perpetradores sean castigados. Una regulación instrumentada a través de reglas específicas complica la actuación de los fiscales, ya que, mediante su estricto cumplimiento, los responsables de "montajes" que aprovechan su inadecuación a una realidad concreta permanecen impunes, justificándose en que no tuvieron intención de defraudar. A menos que aumente la probabilidad de castigo para quienes violan el marco legal vigente, el número de casos escandalosos no disminuirá. MARZO 2004 BOLSA DE MADRID 61