Educando-a-nuestros - Editorial Progreso

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Educando a nuestros hijos sabiamente
Tristeza, amargura, odios, sentimientos de culpa, violencia intrafamiliar y otras sensaciones
negativas, es lo que ha ocasionado la malacrianza de los hijos, una de las más grandes
calamidades que ha azotado a las familias a través de los tiempos.
Esto me recuerda las palabras del salmista quien dijo: “Si son destruidos los
fundamentos, ¿qué puede hacer el justo?” (Sal. 11:3) ¡Fundamentos! ¡Qué palabra!
Quisiera, con brevedad, esbozar algunos fundamentos que al tenerlos en cuenta nos
ayudarán a criar hijos en el temor de Dios. Tomando prestada la idea del salmista
convendría preguntarnos: ¿Qué han de hacer los padres creyentes en Dios con respecto a la
crianza de sus hijos? ¿Cuál es la forma más apropiada?
Brindarles amor incondicional
Sólo esta relación amorosa puede garantizar el crecimiento de sus hijos hasta
alcanzar un desarrollo integral pleno. Esto significa querer al niño sin importar su aspecto
físico, sus debilidades, sus fortalezas, su manera de ser. Amor incondicional es aceptar a
nuestros hijos tal cual son, aunque no encuadren dentro de nuestros estándares de
inteligencia, emociones, belleza y fortaleza física.
Como predicador que soy me gusta mirar a cada persona a los ojos no sólo para
ganar su atención sino también para decirles con mi mirada que lo que estoy predicando es
para ellos, para cada uno en particular. La mirada directa es decisiva para conseguir un
buen contacto comunicativo. Igual hago cuando hablo con mis dos hijos, los miro fijamente
a los ojos y les expreso con ellos, mi cariño, aprobación, enojo, tristeza. Ellos saben cuando
los miro fijamente a los ojos que no estoy jugando, que el asunto es serio.
El contacto físico es también algo de suprema importancia. Crecí en un hogar donde
el único contacto físico que tenía, eran los puños violentos, los puntapiés, los garrotazos y
demás, que mi padre me propinaba ante la más leve falta que yo cometiera, sin contar las
obscenidades que me gritaba. Al ser cristiano y recibir de Dios el mandato de no exasperar
a mis hijos, una de las cosas que más deleite me produce es abrazar a mis hijos, poderlos
besar, acariciar, jugar con ellos. ¡Qué bendición poder hacer esto! Los padres no debieran
albergar sentimientos de culpa al hacer esto por causa de los pedófilos, machistas, y
prejuiciados. ¡NO! A través del contacto físico adecuado transmitimos a nuestros hijos
amor, seguridad, amistad, confianza.
En este punto conviene también decir que la disciplina con amor y con propósito es
muy necesaria para el desarrollo seguro de nuestros hijos y nunca debe pasarse por alto.
Debe administrarse un castigo apropiado. Normalmente al castigar a mis hijos, primero les
explico la razón por la cual los castigo y les dejo manifiesto que no es placentero para mí
hacerlo, pero por el bien de ellos lo tengo que hacer. Proverbios 13:24 dice: El que detiene
el castigo, a su hijo aborrece; mas el que lo ama, desde temprano lo corrige.
Ayudándolos espiritualmente
Es muy importante que los padres conozcan a Dios y mantengan una comunión
íntima con Él. Su cristianismo debe ser práctico si quieren afectar a sus hijos para esta vida
y para la eternidad. Debe ser un cristiano genuino. De otra forma, debo decirlo, sus
esfuerzos por criar bien a sus hijos serán muy limitados, si no vanos.
No es posible obligar a los hijos a que sean cristianos. En los asuntos espirituales es
necesario tratar con su hijo con seriedad y razón, con calma, de igual manera que lo hace
con otros asuntos. Tenga confianza en la Palabra de Dios. Lea la Biblia diariamente en su
presencia. Tome tiempo para orar con cada hijo individualmente y también en el Altar
Familiar (culto familiar cotidiano). Miguel Esteban, mi hijo de 13 años, ha leído la Biblia
ya por seis ocasiones y a mediados de este año termina su séptima lectura. Marcos Miguel,
el menor, de nueve años, ya la leyó una vez y va bien adelantado en la segunda lectura.
Ellos siempre han visto a sus padres leyendo la Biblia. Y los hijos imitan todo lo que ven. –
¿Qué están viendo sus hijos en usted?
Los padres cristianos deben ejercer toda la diplomacia y la sabiduría que Dios puede
darles para animar a los hijos a acercarse a esta decisión importante. Permita que la
convicción del pecado tenga su efecto completo. No hay que perder esta oportunidad.
¡Gánese a sus hijos para Cristo! (Dt 11:19-20)
No espere hasta que su hijo esté envuelto en un accidente y lo lleven al hospital. No
espere hasta que por un crimen lo lleven a la cárcel. Acuérdese del lamento amargo que
David hizo por Absalón. Es un lamento largo que le consumirá el corazón (2 S 18:33).
El secreto es comenzar temprano
Los niños en su tierna edad, pueden tener una experiencia espiritual. Los padres
deben tratar de que su hijo acepte a Cristo, haga una confesión pública, se bautice en agua,
participe de la Cena del Señor con regularidad, y se haga miembro de la iglesia. Esto debe
ser nuestro blanco y no se debe postergar hasta que sea un joven. Esto debe ser la meta de
todo padre tan pronto que el hijo llegue a la edad de responsabilidad.
Lucas, un médico que conocía de ataques y posesión satánica nos cuenta en su
evangelio de un padre desesperado que no podía seguir su trabajo viendo la manera en que
el pecado estaba destrozando a su hijo. Él dijo al Hijo de Dios: “Maestro, te ruego que veas
a mi hijo, pues es el único que tengo” (Lc 9:37-43). Este hombre pudo llevar a su hijo a
casa en su juicio cabal, y no sin aprender la lección de ayunar, orar y creer por la libertad de
su retoño.
¿Qué está haciendo usted padre por sus hijos? ¿Qué está haciendo usted madre en su
propia casa? Recuerde que si se pierden los fundamentos, no hay nada que hacer. ¡Dios los
asista en su labor de padres!
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