Características de la especulación en el nuevo catecismo

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Características de la especulación
en el nuevo catecismo
CARLOS MOREDA DE LECEA
1. El término especulación en el
catecismo
El Catecismo de la Iglesia Católica,
cuando analiza el séptimo mandamiento de
la ley de Dios, aborda el tema de la
especulación en el número 2409 1 Este
número junto con seis números más, está
englobado en un apartado que se titula: El
respeto de los bienes ajenos. El número
anterior, 2408, trata explícitamente del
robo; el siguiente, el 2410, se ocupa de los
contratos.
El número 2409 estudia aquellas
situaciones en que se toma o retiene
injustamente el bien ajeno sin contradecir
las disposiciones de la ley civil. Entre varios
casos,
cita
en
dos
ocasiones
la
especulación. La primera vez con estas
palabras: "elevar los precios especulan-do con la
ignorancia o la necesidad ajenas (cfr. Am 8, 4-6)
". La segunda vez, en un pasaje escrito con
letra pequeña: "Son también moralmente
ilícitos, la especulación mediante la cual se
pretende hacer variar artificialmente la valoración
de los bienes con el fin de obtener un beneficio en
detrimento ajeno". A continuación cita varios
casos concretos: la corrupción, el uso
privado de los bienes sociales, los trabajos
mal hechos, el fraude fiscal, la falsificación
de cheques y facturas, los gastos excesivos
y el despilfarro.
2. Especular con la ignorancia
El Catecismo de la Iglesia Católica
relaciona la especulación con la ignorancia
cuando
dice:
"elevar
los
precios
especulando con la
ignorancia".2 Entendemos como ignorancia
"la falta de ciencia, letras y noticias, general o
particular".3 Habitualmente se considera como ignorancia la falta de ciencia debida en un
sujeto capaz. Consideramos que esta falta de
ciencia se presenta en el mercado bajo tres
formas: desigualdad de información, incapacidad del sujeto y ocultamiento en la
compra-venta.
a) Desigualdad de información
Se plantea la desigualdad de información
de los participantes en el mercado cuando un
comprador considera, por su experiencia, que
en estas circunstancias el precio de un bien
va a subir. Su ciencia es fruto del trabajo
acumulado en forma de experiencia; esta
ciencia está al alcance de los demás siempre
que empleen el tiempo necesario para adquirirla. No hay igualdad de información pero si
igualdad de posibilidades de acceso a la información, aunque ésta requiere tiempo, medios, estudio, etc. Siempre que un mercado
tenga un mínimo de libre concurrencia, y por
tanto un vendedor prudente pueda tantear
otras ofertas, esta desigualdad no es injusta.
Es el caso estudiado por Santo Tomás de
Aquino: el vendedor de trigo que lleva el grano
a un lugar donde hay mucha carestía y sabe
que en su seguimiento van otros con más
trigo, lo cual, si fuera conocido por los
compradores, darían al vendedor un precio
más bajo. Concluye opinando que "no parece
quebrantar la justicia el vendedor que vende
una cosa en el precio corriente sin manifestar
17
lo que va a suceder después".4 En
definitiva, el vendedor no tiene la obligación
de informar sobre la competencia.
La prudencia del que acude al mercado
le llevará a prever las consecuencias de su
acción. Lógicamente, antes de ofertar un
bien, pedirá consejo, solicitará un peritaje,
etc., para conocer el verdadero valor de lo
que vende y evitar la ignorancia o el
despiste en la transacción.
b) Incapacidad del sujeto
Puede haber ocasiones en que la
ignorancia de una de las partes de la
transacción es similar a la del menor que,
por ser menor, no es capaz para firmar un
contrato. No sabe el valor que tiene lo que
vende, y está incapacitado, por lo menos
durante un período notable de tiempo, a
conocer el valor en el merca-do de ese bien.
Tal sucedía, por ejemplo, en el comercio
que hacían los colonizadores con los
pueblos primitivos. Pero en nuestro tiempo
también puede ocurrir con habitantes de
países subdesarrollados que, como dice
Juan Pablo II, "no tienen posibilidad de
adquirir los conocimientos básicos que les
ayuden a expresar su creatividad y
desarrollar sus capacidades".5
Proponer una compra-venta a un sujeto
que padece una incapacidad para conocer
el precio del mercado y el valor de las
mercan-cías supone un abuso. Juan Pablo
II se refiere a esta situación cuando escribe
sobre los hombres que "no consiguen
entrar en la red de conocimientos y de
intercomunicaciones que les permitirá ver
apreciadas y utilizadas sus cualidades (...).
No se les reconoce, de hecho, su
dignidad".6 El beneficio económico obtenido
a costa de la incapacidad práctica de la
otra parte no es justo. La otra parte tiene
derecho a más de lo que recibe, pero ocurre
que, por la dificultad de salir de esta
ignorancia, no lo sabe. Esta situación la explica así Sto. Tomás: "A veces ocurre que el
vendedor cree que la especie de su cosa es
menos valiosa de lo que realmente es; como
si, por ejemplo, alguien vende oro por oropel: el comprador en este caso, si se da
cuenta, compra injustamente y está
obligado a la restitución".7
18
Por tanto, ese beneficio económico, no beneficia humanamente al que lo logra. Se alcanza un resultado económico, quizá cuantioso, pero a costa de unos medios que, probablemente siendo legales, no son justos. No
se reconoce, en la práctica, todo el carácter
personal del otro, al no reconocer que tiene
derecho a recibir un precio más elevado del
que ha recibido. Se puede pretender justificar
esa conducta diciendo que la otra parte no ha
exigido el precio más elevado. Pero si no lo ha
exigido no es porque no haya podido, sino
porque lo desconoce, no por negligencia, sino
por incapacidad de la que muy difícilmente
puede salir. En consecuencia, por el principio
de que no quieras para otro lo que no quieras
para ti, no parece que se pueda juzgar como
justa esa ganancia ni ese contrato porque no
procede "de haber pagado el justo precio,
establecido de común acuerdo después de
una libre negociación".! El precio en realidad
no es justo porque, aunque haya común
acuerdo, de hecho no hay libertad de
negociación 8. Tan acusada ignorancia impide
en la práctica tomar una decisión fruto del
ejercicio de una verdadera libertad.
c) Ocultamiento en la compra venta
La virtud de la veracidad obliga a decir toda la verdad a quien tiene derecho a ella y en
el momento oportuno. En una compra venta,
la transacción tiene que ser veraz para que
sea justa; por tanto, exige que cada parte dé a
conocer todas las circunstancias que afectan
esencialmente a una mercancía o servicio objeto de la transacción. Ocultar alguna de las
características que afectan esencialmente a la
transacción sería engañar o mentir a la otra
parte, por tanto faltar a la veracidad y por ello
a la justicia. En definitiva, anularía el
contrato.
d) Conclusión:
Las tres formas en que hemos estudiado la
ignorancia en una transacción vician moralmente una operación especulativa, no por ser
especulativa, sino por faltar a la justicia. No
son intrínsecas a la especulación sino externas a ella, a la cual pueden adherirse. Esas
operaciones viciadas por esas formas, a
veces tienen solo la apariencia de
especulación, cuando en realidad no lo son
porque, por esos abusos injustos, carecen
de riesgo.
Sin embargo, cada vez es más frecuente
que
las
relaciones
económicas,
especialmente las financieras presenten
unos productos muy sofisticados con una
decisión rápida, cuando una de las partes
carece de la capacidad técnica para medir
todas las consecuencias de la elección.
Estas situaciones, a veces muy complejas,
participan de alguna manera, de los tres
aspectos estudiados sobre la ignorancia en
la especulación: no se está suficientemente
informado, aunque con estudio se podría
estar, de hecho se cree estar informa-do,
aunque en la práctica es muy difícil hoy y
ahora recabar toda la información y prever
con acierto las consecuencias. En esos momentos, a veces mezclados con necesidades
apremiantes o deseos de aprovechar una
oportunidad que probablemente no volverá
a presentarse, es muy fácil firmar contratos
en que una parte se aprovecha de la falta de
información de la otra parte, que cree estar
informada.
3. Especular con la necesidad ajena
El Catecismo de la Iglesia Católica
emplea también el término especulación en
la forma que hemos titulado este párrafo:
"elevar los precios especulando (...) con la
necesidad ajena". Nos parece que es una
forma de redacción no suficientemente
matizada, pues expresaría mejor la idea que
se quiere transmitir si especular hubiese
sido sustituido por maniobrar, abusar o
aprovechar. Es decir, nos parece más
correcto
decir:
"elevar
los
precios
maniobrando, abusando o aprovechándose
de la necesidad ajena".
¿Qué entendemos por situación de
necesidad? Todo en el hombre puede tener
carácter de necesidad, y de muchos modos
puede ser satisfecha cada una de las
necesidades. En este caso, nos referimos no
a la simple carencia de algo, sino a las
conocidas como necesidades primarias. Es
decir, aquellas que, por su carácter
perentorio y la situación angustiosa en que
se padecen, ante el temor de dañar
gravemente la propia vida o el propio patrimonio, exigen ser satisfechas de modo más
urgente. Por tanto, nos referimos a necesidades calificadas como apremiantes e indispensables.
Se plantean así situaciones en que, bajo
determinadas circunstancias, mi necesidad
reduce mi libertad. Entonces, puedo ser víctima de abusos en las transacciones, pagando
precios excesivos, forzado por el apremio de
la necesidad. Estamos así en los contratos relacionados con la usura en los que una parte
se aprovecha de la situación de necesidad de
la otra parte. "Quien paga la usura no lo hace
simplemente de modo voluntario, sino impulsado por cierta necesidad"' decía el Aquinate.9
El precio así cobrado es un precio abusivo,
en el sentido de excesivo respecto al precio
justo, ya que es cobrado aprovechándose de
la indigencia de la otra parte, y de la posición
monopolística que se goza. Siempre la Iglesia
ha condenado con duras palabras a los que
"explotan odiosamente la miseria del hombre,
de las personas en particular y de los
pueblos en provecho propio y personal y acaso para enriquecerse con ilícitas especulaciones".10
Como señala Juan Pablo II, el precio justo
es "establecido de común acuerdo después
de una libre negociación11 Entraña por tanto
una conformidad mutua en la que participan, en idéntica situación, las distintas partes, ajustando libremente el convenio o contrato. Aparece la libertad como condición del
contrato en que se establece un precio, calificado como justo. Esta libertad puede estar
muy condicionada e incluso prácticamente
desaparecer en la medida que una de las
partes padezca una grave necesidad de
carácter perentorio y vital. La grave
necesidad obliga a ajustar el convenio de
modo forzado y a dar una conformidad que,
en circunstancias ordinarias, no se hubiera
aceptado. Pablo VI decía: "el consentimiento
de las partes, si están en situaciones
demasiado desiguales, no basta para
garantizar la justicia de un contrato".12 La
sabiduría popular lo recoge en el refrán
inglés: Necessity never made a good bargain (la
necesidad nunca hizo buen trato) que de otra
manera la expresa un personaje de Sha-
19
kespeare: "Mi pobreza, no mi voluntad, consiente".13
Este precio excesivo, es abusivo, y por
tanto injusto aunque sea el precio de un
mercado. Pero ese mercado no reúne las
características de un libre mercado en que
sin llegar a una teórica competencia
perfecta hay una cierta fluidez en la
concurrencia de la oferta y la demanda. Y
ese precio de mercado es precio de
equilibrio, pero no es justo, pues no hay
una equivalencia entre el precio y el valor
económico. Si los precios son el reflejo de la
actividad económica, un precio abusivo,
injusto, es reflejo de un mercado y de una
actividad económica abusiva e injusta.
De aquí la obligación del estado de suprimir las situaciones de monopolio privado y
reducir los estatales, que producen
ganancias desproporcionadas con precios
excesivos. Los propietarios de estos
negocios no solo lesionan la justicia social,
por atentar al bien común, sino también la
justicia
conmutativa
por
faltar
equitativamente entre el precio de la
mercancía con su valor económico.
Dentro de este tipo pueden situarse los
precios abusivos en un bien de primera
necesidad como es la vivienda. En los
países del Primer Mundo, el paso de una
civilización rural a una urbana ha
favorecido la extensión de las ciudades.
Como el suelo es un bien limitado, y puede
estar en pocas manos, se ha producido un
proceso especulativo muy importante.
Recuérdese que en el sector inmobiliario es
donde han tenido lugar las mayo-res
plusvalías, muchas de las cuales han generado importantes cantidades de dinero negro. Por este motivo, parece importante que
el estado, como garante del bien común, intervenga, sobre todo para proteger a los
más necesitados que son los que más
sufren
las
consecuencias
de
esa
especulación.
4. Variación artificial de los precios
El Catecismo de la Iglesia Católica dice
también: "la especulación mediante la cual
se pretende hacer variar artificialmente la
valoración de los bienes con el fin de
obtener un beneficio en detrimento ajeno".14
La variación artificial de los precios supone
una varia-
20
ción no espontánea o natural, que excluye un
mínimo de libre concurrencia. Este hecho es
conocido en la moral económica y el derecho
penal económico bajo el nombre de mercado
forzado.
El sistema de libre mercado, llamado también sistema de precios, fija el precio de un
bien por la concurrencia de la oferta y la demanda del bien. Este precio se denomina de
equilibrio porque la cantidad ofrecida y demandada son iguales. Se puede decir que al
precio de equilibrio se "vacía" el mercado (to
clear the market), en el sentido de que oferentes y demandantes venden y compran la cantidad que desean.15
Cuando los sujetos que acuden al mercado
pueden influir sustancialmente en la formación del precio, el mercado se denomina forzado. El empleo de este término connota la
idea de fuerza o violencia, física o moral, para conseguir un fin que no debe ser conseguido de esta manera.16 No nos referimos solo a
la influencia que se tiene sobre el mercado
del bien en cuestión, porque de modo indirecto, repercute en el precio de un bien el
precio de los bienes sustitutivos y complementarios. Cuando se influye en la formación del precio de un bien, con frecuencia, se
influye también en la formación del precio de
otros bienes relacionados con aquel.
Un mercado forzado adopta múltiples figuras según el número de compradores y vendedores, desde el monopolio bilateral al oligopsonio (pocos compradores), oligopolio
(pocos vendedores) y oligopolio bilateral; entre las formas extremas del oligopolio se encuentran el cártel en que los oferentes acuerdan entre sí evitar la competencia y regular la
producción, venta y precios en un sector comercial o industrial.
a) El acaparamiento
Dentro de los monopolios, tiene singular
importancia el acaparamiento. Consiste en
un monopolio artificial en un mercado cerrado a la libre concurrencia. Tiene lugar por la
acumulación y retención de un bien para
convertirse en un único vendedor y así dar la
ley del mercado; al reducir las ventas se produce la escasez del bien en el mercado y se
provoca la subida desproporcionada de su
precio. De esta manera, el beneficio
obtenido se debe, en parte, a la creación de
una escasez artificial por la restricción
maniobrera de la oferta en el mercado. Al
menos produce un doble daño a la
sociedad: el público puede consumir
menos cantidad de bienes, y lo hace a un
precio superior.17 En sentido estricto, el
acaparamiento tiene lugar sobre aquellos
bienes de demanda constante, que por ser
de primera necesidad, no se puede prescindir de ellos ni sustituir con facilidad. El
acaparamiento
es
injusto
porque
subordina el suministro y servicio normal
a los compradores al propio lucro
económico.
Este tipo de monopolio generalmente se
efectúa en una economía elemental, con
canales
de
distribución
fácilmente
controlables, o en naciones cuya oferta no
es
elástica
por
determinadas
circunstancias: guerra, catástrofes, etc.
Fue relativamente frecuente en las
economías antiguas hasta el siglo XVIII.18
Hay
una
diferencia
de
matiz,
importante, entre la especulación y el
acaparamiento. El especulador y el
acaparador esperan una subida de precio,
pero mientras el especulador predice esa
subida porque espera una futura escasez,
el acaparador provoca una subida del
precio porque origina una futura escasez.
b ) La ma q u in a c ió n
"Maquinar significa engaño, intriga,
astucia,
acechanza,
fraude
o
manipulación"19 in-tentando alterar los
precios de la libre competencia del
mercado. Tiene lugar cuando se difunden
noticias falsas o tendenciosas, empleando
violencias o amenazas o engaños con la
intención de provocar, en beneficio propio
o ajeno, una alteración artificial de los
precios.
La difusión de una noticia puede tener
importantes repercusiones económicas.
Como escribía Knight "no reaccionamos
ante lo que percibimos sino ante lo que
inferimos".20 A través de noticias falsas o
incompletas
sobre
inventos,
descubrimientos, respaldos financieros,
marcha esperada del ejercicio, etc., se
pueden provocar falsas expectativas que
modifiquen las tendencias de los precios y
beneficien al maquinador; o también, ante
la ex
pectativa de un suceso se pueden difundir informaciones que induzcan la opinión del público llegando a forzar artificialmente la generación del suceso. Incluso se puede llegar a
crear un clima de efervescencia informativa en
que el maquinador se beneficie de las
continuas fluctuaciones de los precios. Parece conveniente que las noticias que puedan
influir favorablemente en la cotización de una
empresa deben ir con el nombre y cargo de la
persona que la emite.
Cuando un valor es muy líquido no es muy
posible difundir noticias manipuladoras verosímiles sin que sean inmediatamente desmentidas; pero si se puede impresionar a alguien
capaz de producir una maniobra bursátil, como una fuerte orden de venta que influya en
la cotización. Por ejemplo, la estafa hecha a la
empresa
Dominick
and
Dominick
al
14.XI.1960 sobre las acciones Polaroid.21
El especulador puede abusar y beneficiarse
de la inducción al engaño provocada por la
posición. Muchas veces, las operaciones de
compra venta en el mercado se hacen, más
que por racionalidad económica, siguiendo la
conducta de otra persona a la que consideramos experta o bien informada en el mercado. El profesional puede inducir a engaño a
los demás cuando toma una iniciativa de
compra venta, a veces carente de lógica económica, que va a ser seguida por los aficionados. Cuando el precio del bien se ha modificado por el incremento de la oferta o de la
demanda, puede, en el momento oportuno,
dar una orden contraria a la anterior y conseguir un importante beneficio a costa de la
"minúscula ingenuidad" de los inexpertos.
Existen numerosos modos de manipular la
cotización de los valores en la bolsa; quizá los
más conocidos, además de rumores y noticias
falsas, son los de venta convenida en que dos
personas se ponen de acuerdo previamente
para dar órdenes simultáneas de compra y de
venta; y la llamada ventas de lavadora en que
la misma persona da una orden de venta por
un agente y una de compra por un agente
distinto. Una variante de ésta última es el
"parking" en que para deshacerse temporalmente de un activo, por ejemplo para una
auditoria, etc., es vendido con el acuerdo de
que pasado un plazo convenido será de nue-
21
vo comprado a un precio también convenido. Dígase lo mismo de operaciones para
colocar la autocartera a través de
participación recíproca con otras empresas;
hinchar las cotizaciones y canjear las
acciones por una sociedad mejor; o bien,
diluir el valor de las acciones mediante la
emisión de nuevos títulos, colocándolos
después en las carteras de compañías
filiales o sociedades de cartera subsidiarias.
Pedir créditos con la garantía de valores
aguados que luego los prestamistas, a la
hora del impago, se ven obligados a colocar
entre el público a fuerza de comisiones.
Operaciones de netting en los mercados
financieros: entrar en el mercado con una
opción de compra y simultáneamente
vender privada-mente un futuro, de forma
que cuanto más baje el precio más se gana.
Las operaciones anteriores no sólo
provocan un enriquecimiento indebido, que
exige restitución, sino que atentan al
interés general de la sociedad, ya que
provocan
una
desconfianza
en
el
funcionamiento del mercado y por tanto un
retraimiento de la inversión.
En este sentido son recientes en la
mayoría de los países occidentales la
modernización de los ordenamientos
jurídicos que protegen a los inversores en
bolsa velando por la transparencia de los
mercados y la correcta formación de los
precios.22 Dentro del mercado de valores, el
establecimiento del mercado continuo con
la continua información relevante para los
precios de las acciones, y la existencia de
múltiples precios durante una sesión de
contratación continua —frente al precio
único que tenía lugar en el sistema de
caja—facilita la formación de un mercado
más eficiente. Sin embargo, no puede
hablarse de eficiencia total porque "las
posiciones relativas al cierre permiten
anticipar cual va a ser el signo de la
apertura en la sesión siguiente".23 Y así se
habla de "maquillar" los precios cuando se
tiende a favorecer el cierre de la sesión con
una imagen optimista, presentan-
22
do un precio de cierre más cercano del máximo que del mínimo, con objeto de influir en
la aparición de demandas en la siguiente sesión de contratación.
Notas
Catecismo de la Iglesia Católica: Asociación de Editores del Catecismo, Madrid 1992. Parte tercera, segunda edición, artículo primero.
' Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2409.
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española,
20° edición, tomo II, vos Ignorancia.
' Aquino, Tomás de, Suma Teológica, II-II q 77, a 3, ad 4.
3Juan Pablo II, Centesimus Annus 33.
Ibidem.
Aquino, Tomás de, Suma Teológica, II-II, q 77, a 2, ad c.
' Juan Pablo II, Centesimus Annus, 32.
' Suma Teológica II-II, q 77, a 1, ad secundum.
'° Pío XII, AAS 38 (1946) 168, radio mensaje 4.IV.1946. Hay
muchos ejemplos recientes: Andrés Aberasturi, en Diario de
Navarra 17.VII.92, daba la noticia de que en las aglomeraciones de emigrantes marroquíes en Algeciras para pasar el estrecho de Gibraltar, se llega a vender la botella de 1 litro de
agua a 300 pts. cfr. también Pommerene, B. S. "De l'equite
du marche" Journal des Economistes et des Estudes Humaines vol 2, n 4, Decembre 1991, pp. 449-463, en que estudia
algunos casos de abuso de la necesidad ajena.
Centesimus Annus, 32.
Populorum Progressio, 59.
Romeo y Julieta, Act. V, i6: My poverty, but not my will consents.
" Catecismo de la Iglesia Católica, n 2419.
Cfr. Argandoña, A., Voz "Mercado" en GER, tomo XV, Rialp,
Madrid 1981.
'' Cfr. Diccionario de la Lengua Española, voz forzar.
" Cfr. Wonnacott, P. - Wonnacott, R., Economía, Mc Grawhill
Madrid 1988, p. 514.
y
" Cfr. Bernard, D. Y. - Colli, J. C., Diccionario económico financiero. APD 1978, p. 4.
Sentencia del Tribunal Supremo de 21 de octubre de 1988.
Ponente: Sr. Ruiz Vadillo. Cfr. García Gil, F. J., Código Penal
yJurisprudencia. José María Bosch editor 1990.
Knight, F. H., Riesgo, incertidumbre y beneficios, Aguilar, Madrid 1947, p. 181.
2' Arroyo, A., La manipulación de las cotizaciones de la bolsa, Madrid, 1979, pp. 136-138.
" En España, por ejemplo, la ley 24/1988 del 28 de julio, del
Mercado de Valores, Código General de conducta de los
Mercados de Valores, en el Real Decreto 6291/1993, de 3 de
mayo, B.O.E. n. 121, 21-V-1993.
" Cordero Molina, J. Estudio sobre la concurrencia de delito de
maquinación para alterar el precio de las cosas en el "maquillaje" de
precios en las acciones bancarias. Actualidad del Mercado Financiero, Noviembre 1993, p. 9.
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