Taller de Actualización sobre los Programas de Estudio 2006 Formación Cívica y Ética II Antología Reforma de la Educación Secundaria 1 Índice Presentación …………………………………………………………………….. Introducción ……………………………………………………………………… Principales tendencias en educación moral Josep María Puig Rovira ………………………………………………………. El desarrollo moral Juan Delval ……………………………………………………………………… La educación para la ciudadanía hoy: motivos y razones Antonio Bolívar …………………………………………………………………. ¿Qué quiere decir enseñar ciudadanía? Carlos Cullen ………………………..…………………………………………. Los pasos de un proyecto y su puesta en marcha en el aula Frida Díaz Barriga Arceo ……………………………………………………… El qué de los proyectos Cecilia Bixio …………………………………………………………………….. El valor de la educación y el papel de las tecnologías de la información y la comunicación Angela McFarlane ……………………………………………………………… La evolución del papel de los medios: del liberalismo democrático a la sociedad mediática global José Carreño Carlón …………………………………………………………… Los derechos informativos de los mexicanos: frente al sistema político y frente al sistema mediático José Carreño Carlón …………………………………………………………… El trabajo sobre valores Gustavo Santiago ……………………………………………………………… La evaluación: ¿Por qué se debe evaluar? Aclaraciones previas en torno a la evaluación Antoni Zabala Vidiella ………………………………………………………… Las rúbricas Frida Díaz Barriga Arceo ……………………………………………………... El proceso de elaboración de los portafolios Charlotte Danielson y Leslye Abrutyn ……………………………………… 2 Introducción La educación básica tiene entre sus tareas favorecer la adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades, así como a la construcción de valores y actitudes que favorezcan en los alumnos su formación integral y como ciudadanos democráticos. En este sentido, la asignatura de Formación Cívica y Ética contribuye al desarrollo de capacidades personales y sociales de los alumnos para favorecer en ellos la conformación de una personalidad responsable y autónoma que les permita hacerse cargo de sus propias decisiones, a participar en distintos contextos conforme a principios y valores democráticos, con apego a los derechos humanos y participando de manera responsable en asuntos de interés común. En la presente Antología, las lecturas seleccionadas tienen como finalidad apoyar el acercamiento de los profesores a los contenidos que conforman la asignatura de Formación Cívica y Ética de Tercer grado, a favorecer el análisis de temáticas que contribuyen al desarrollo de competencias cívicas y éticas en los adolescente, así como a mejorar los procesos de enseñanza y de aprendizaje en la escuela secundaria. Los primeros dos textos, uno de J. Ma. Puig Rovira: “Principales tendencias en educación moral”, y el otro de Juan Delval: “El desarrollo moral”, abordan de manera sintética los aportes teóricos más importantes de diversos autores para la comprensión del desarrollo moral, asimismo orientan la reflexión sobre los requerimientos e intereses de los adolescentes que cursan la escuela secundaria. El tercero y cuarto texto presentan escritos de Antonio Bolivar y de Carlos Cullen referidos a la formación ciudadana como un componente esencial de la formación ética, sus argumentos abogan a favor de darles a estas temáticas el lugar que exige su importancia, pues de lo que se trata es de asumirse como ciudadanos capaces de la comprensión y la identificación de problemas sociales que condicionan la vida y su desarrollo personal, reflexión que permite a los jóvenes vincular una serie de conocimientos relacionados con geografía e historia. Los textos de Díaz Barriga y Bixio favorecen la reflexión sobre el trabajo por proyectos, brindando a maestros y alumnos la oportunidad de utilizar elementos del contexto espacial y temporal para analizar procesos de diferente magnitud relativos a la 3 convivencia, así como la posibilidad de adoptar una perspectiva personal sobre los mismos e identificar compromisos éticos que les competen como adolescentes. En cuanto a los textos de Angela McFarlane y de José Carreño Carlon aluden a la importancia de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación en la sociedad actual, así como contribuyen reflexionar sobre el papel que juegan en la sociedad y el derecho ciudadano de acceso a la información, asimismo orientan sobre como dotar de herramientas a los jóvenes para enfrentar una sociedad dinámica y compleja. El texto de Gustavo Santiago, “El trabajo sobre valores”, nos explica como es que esta postura concibe el trabajo sobre los valores, poniendo especial atención al potencial didáctico en el trabajo de conformar una comunidad de investigación y de discusión; el asunto es que los alumnos avancen de manera paulatina, gradual y articulada en el análisis y la comprensión de la sociedad en que viven. Finalmente, los textos, de Danielson, Antoni Zabala y Frida Díaz Barriga son un referente para entender que la evaluación en formación cívica y éticas puede ser una actividad que permite a los profesores un uso diversificado y flexible de distintos recursos que contribuyen a desarrollar el potencial de los alumnos en vez de limitarlo. 4 1 Principales tendencias en educación moral Josep María Puig Rovira En este capítulo nos proponemos desarrollar tres direcciones de trabajo: primero, se hará una aproximación a la naturaleza de lo moral y a la delimitación conceptual de la educación moral; el núcleo del capítulo se dedicará a presentar los paradigmas de educación moral más representativos -la educación moral como socialización, como clarificación de valores, como desarrollo y como formación de hábitos virtuosos- y, finalmente, dedicaremos el último apartado a esbozar la idea de educación moral que se fundamentará a lo largo de esta obra: la educación moral como construcción de la personalidad moral. Aquí nos aproximaremos a la educación moral en tanto que proceso de construcción o reconstrucción de conocimientos, de valores y de destrezas morales. En cierta medida será tomar conciencia de que la formación moral es un proceso complejo que incluye diversos niveles formativos, desde la adquisición de convenciones sociales a la configuración de la conciencia moral autónoma; que pone en funcionamiento varios dinamismos morales, desde el juicio y la reflexión a los sentimientos y los comportamientos; y que se vehicula a través de variados mecanismos de enseñanza que impulsan tanto el desarrollo personal como la transmisión social de contenidos morales. En definitiva, intentaremos mostrar que la educación moral es un proceso mediante el cual cada sujeto se implica en la construcción sociocultural de su personalidad moral. 1. Génesis de lo moral ¿A qué nos referimos al hablar de ese aspecto de la formación humana que llamamos “educación moral”? En cierto modo se nos presenta como un tipo especial de educación: la educación de lo moral o de la moralidad. En este sentido sería un elemento más de la idea de educación integral. Un aspecto que debería adherirse a las demás dimensiones formativas: la educación corporal, la educación intelectual, la educación afectiva, la educación artística, por citar sólo algunas de las variadas facetas de la formación humana. Pero En La construcción de la personalidad moral, España, Paidós, 1996, pp. 13-73. 5 también vemos que, pese a ser una modalidad educativa entre otras, resulta ser una modalidad esencial en el proceso completo de formación humana. Más que un espacio educativo colindante con otros espacios educativos, es una dimensión formativa que atraviesa todos los demás ámbitos de la educación y de la personalidad. De este modo, la educación moral se convierte en el nervio central de la educación porque quiere dar dirección y sentido al ser humano en su conjunto. La educación moral, entendida como uno de los aspectos particulares de la educación o entendida como eje transversal de todo el proceso educativo, es un aspecto clave de la formación humana. 1.1 Sobre el concepto de educación Antes de entrar en la exposición del concepto de educación moral vamos a esbozar muy brevemente lo que entendemos por educación y, sobre todo, vamos a señalar las circunstancias que provocan la aparición en los humanos de lo moral. Solemos entender la educación como un proceso de adquisición de información que se convierte en conocimiento, en valores, en destrezas y en modos de comprensión del mundo. Se trata de un proceso de adquisición de información que da forma humana a hombres y mujeres. Esa forma humana es el resultado de los dinamismos adaptativos que regulan la vida, pero también es aquello que permite la adaptación de cada sujeto a la complejidad del medio en que se encuentra. Así, pues, la educación construye la forma humana que permite adaptarse al medio.1 Pero la educación no busca una adaptación fija, sino una adaptación siempre inacabada: una adaptación optimizante, crítica y evolutiva. Es decir, la adaptación que buscan los procesos educativos no limita las posibilidades de cambio, sino que compromete a los sujetos humanos en un proceso de cambios continuos regidos por la voluntad de mejorar la adaptación lograda en cada etapa anterior. La educación será, pues, un proceso siempre inacabado de adaptación al medio: un proceso de adaptación crítica. 1 Puig, J., Teoría de la Educación. Una aproximación sistémico-cibernética, Barcelona, PPU, 1986. 6 Conviene advertir, por otra parte, que cuando hablamos de adaptación al medio no estamos pensando en una adaptación en bloque, sino en múltiples procesos de adaptación crítica a aspectos diversos del medio. Estamos, pues, ante una adaptación múltiple o ante una adaptación a la multiplicidad del medio. En tal sentido podemos decir que la educación como adaptación crítica se juega al menos en relación al medio natural y artificial en que viven los humanos, pero también en relación al medio social e institucional en que están insertos, y finalmente en relación a sí mismo en tanto que medio interno con el cual se mantiene una relación compleja que busca la adaptación a sí mismo. La educación se dilucida por lo tanto en esos niveles interconectados del medio: lo natural y artificial, lo social e institucional y lo personal o íntimo. La educación tiene que ver con la adaptación crítica a todos ellos. Pero, volvamos de nuevo al concepto de adaptación crítica. ¿Qué queremos significar con esa expresión? Ante todo, y como ya se ha dicho, es entender la adaptación como un proceso optimizante; es decir, como un proceso que puede perfeccionarse progresivamente y por pasos. Pero esta explicación no define suficientemente el concepto de adaptación crítica. La optimización es, sin duda, un momento de la adaptación crítica, pero no el único momento ni el único modo de comprenderla. Exclusivizar este momento nos llevaría a entender la adaptación como la aproximación progresiva y cada vez más perfecta a una meta existente de antemano: a una meta preprogramada o programada al margen de cada uno de los sujetos. La adaptación crítica no sólo se refiere a eso. La adaptación crítica es también un proceso abierto, creativo y evolutivo. Es decir, un proceso en el que no está decidida de antemano ni la dirección ni la forma como se llevará a cabo la adaptación: no están decididas las finalidades que perseguirán los dinamismos adaptativos, ni el modo como se alcanzarán tales finalidades. Estamos, pues, ante la necesidad de decidir cómo será la adaptación humana al medio: cómo queremos vivir en relación al espacio natural y a las creaciones humanas, cómo queremos vivir en relación a los demás y a las instituciones sociales, y cómo queremos vivir en relación a nosotros mismos. La adaptación crítica supone, pues, conocer tal posibilidad de decisión y usarla de modo consciente, libre y responsable. Podemos vivir de muchas maneras, pero realmente hemos 7 de querer vivir de la manera como elegimos hacerlo. La adaptación crítica requiere pensar autónomamente el modo de vivir. 1.2 La indeterminación humana El origen de lo moral se sitúa precisamente en la indeterminación o abertura antropológica que se detecta al conceptualizar la educación.2 Si los humanos estuviésemos programados como lo está la vida de las complejas comunidades de insectos no podríamos hablar de moralidad. Tampoco lo podríamos hacer si nuestra programación, pese a admitir espacio para una gama de aprendizajes no totalmente previstos, no contase con la capacidad de referirse reflexivamente a tales aprendizajes. La indeterminación antropológica de que hablamos no se define por la posibilidad de aprender, sino por la capacidad de dirigir conscientemente ese proceso de aprendizaje. Dicho de otra forma, la indeterminación se refiere, primero, al inacabamiento o no programación de los humanos y, segundo, a la necesidad de que sean ellos mismos quienes determinen cómo han de concluir el proceso de su formación. Es decir, los seres humanos están obligados a decidir qué aprender, por qué hacerlo y, finalmente, qué sentido dar a aquello que se aprende. Cuando aparece la necesidad de decidir cómo ha de ser la adaptación al medio, cómo se quiere vivir, cómo se quieren resolver los conflictos vitales que siempre presenta la existencia, estamos ante el germen de lo moral. Ante un juego que conjuga el inacabamiento y la indeterminación humana con la posibilidad de decidir reflexivamente qué hacer con tal abertura. Un juego que obliga a construir el modo como se quiere ser y el modo como se quiere vivir. Ahí reside la génesis de lo moral y, de acuerdo con ello, la educación moral apuntará a la construcción de una forma personal que permita vivir consciente, libre y responsablemente. 1.3. Individuo y colectividad ¿Quién es el protagonista de este proceso? En principio la respuesta es sencilla: el protagonista es el sujeto individual en tanto que sujeto consciente y autónomo. Sin embargo, cabe advertir que ese individuo moral no piensa ni Fullat, 0., “Presupuestos antropológicos de la educación moral” en Jordan, J. A. y Santolaria, F. (edición a cargo de), La educación moral, hoy, Barcelona, PPU, 1987, págs. 23-58. 2 8 actúa en solitario; en realidad estamos siempre ante la necesidad de dilucidar moralmente (de decidir cómo se quiere vivir) en situación de interrelación y lo hacemos para vivir en colectividad. Es decir, la vida humana es ineludiblemente social y la decisión moral la toma siempre un “sujeto individual junto a otros sujetos”. Por tanto, la construcción moral se juega “entre”: es a la vez del todo individual y del todo atravesada por la relación con los demás. La decisión sobre cómo vivir es personal y social. Dilucidar moralmente una cuestión requiere la participación de un sujeto consciente, libre y responsable. Un sujeto que está atravesado por ciertas necesidades personales, que puede tener creencias bien asentadas, y que experimenta impulsos y deseos. Lo moral tiene, pues, un polo personal inalienable. Pero este polo es la cara de una moneda que por la otra ofrece una perspectiva distinta. Dilucidar un problema moral, pensar sobre cómo es deseable vivir, es también algo que necesariamente está inmerso en una situación social. Lo está porque nadie escapa de sus orígenes y de su realidad sociocultural. Y lo está también porque decidir la forma de vida o dilucidar un conflicto concreto supone siempre o casi siempre estar concernido e implicado con otras personas. En síntesis, la reflexión moral es una tarea personal y social que tiene como finalidad hacerse con un modo de ser y de vida que necesariamente ha de permitir a cada cual formar parte de su colectividad. La educación moral tiene que ver con la tarea de enseñar a cada uno de los sujetos y a los distintos grupos humanos a vivir en relación: a vivir en el seno de una comunidad. 1.4. La tensión hacia lo óptimo La educación moral tiene que ver con la formación de una personalidad consciente, libre y responsable capaz de enfrentarse a la indeterminación humana, y capaz de moverse equilibradamente en los planos personal y colectivo para asegurar la creación de formas de vida viables, personalmente deseables y colectivamente justas y libres. Este tipo de afirmaciones sobre “lo que debe ser” apuntan con claridad a una tercera cuestión presente en la idea de lo moral: la tensión hacia el bien, hacia lo recto, hacia los valores o hacia aquello que en cada caso se considere óptimo. No se trata simplemente de 9 decidir cómo se quiere vivir en el seno de una comunidad, sino de decidir una buena manera de vivir la propia vida en el seno de una colectividad. La pretensión moral de vivir una vida buena en el interior de una sociedad correcta encierra tres notas que quisiéramos destacar. La primera, como ya se ha indicado, se refiere a la direccionalidad o tensión hacia lo óptimo. La segunda y tercera tienen que ver con este desiderátum. A saber, con el logro simultáneo de una vida individual que merezca la pena ser vivida y una vida colectiva justa. No entendemos, pues, lo moral únicamente como la búsqueda de una vida feliz, ni únicamente como la organización de una sociedad justa, sino como la persecución simultánea de ambas finalidades. 1.5. El conflicto como dato de lo moral Al hablar de lo moral nos hemos referido a aspectos como la indeterminación humana, el juego entre lo individual y lo colectivo, y la tensión hacia lo óptimo. Tales notas desembocan finalmente en el reconocimiento de que lo moral supone de modo necesario enfrentarse a hechos y acontecimientos que preocupan, inquietan y cuestionan: hechos que provocan conflicto entre valores en alguna medida deseables. Cuando un individuo o un colectivo se siente afectado por un hecho concreto suele ser porque hay necesidades percibidas como muy importantes o valores muy arraigados que se ponen en cuestión. Los temas que suelen preocupar no son temas cerrados o solucionados, sino hechos o circunstancias que reflejan un enfrentamiento de valores. En muchos casos el conflicto surge a raíz de necesidades, intereses y puntos de vista distintos, o también debido a situaciones de injusticia que atraviesan la convivencia humana. Sabemos cómo, pese al reconocimiento general del derecho de cada sujeto a la felicidad, las situaciones de manipulación, agresión, injusticia, exceso de poder y desigualdad son frecuentes. En otros casos, sin embargo, la controversia de valores aparece a propósito de los deseos contradictorios y las esperanzas contrapuestas que confluyen en el interior de cada persona. La complejidad de la naturaleza del ser humano y de los deseos que conviven simultáneamente con las propias limitaciones es una fuente constante de conflictividad. 10 Debido, en unos casos, a conflictos de naturaleza interpersonal o social y, en otros casos, debido a conflictos intrapersonales o individuales, lo moral no está exento de cierto desgarro y tensión que cada sujeto y cada colectividad debe, en la medida en que le sea posible, resolver adoptando criterios y formas de vida que considere adecuados. Tales productos cristalizan en tanto que creaciones culturales que se transmiten de una generación a la siguiente, pero también cristalizan en tanto que posiciones personales que se adoptan tras procesos de deliberación y acción moral. Procesos a veces críticos con las propuestas que ofrece la colectividad y a veces simplemente complementarios. La educación moral deberá transmitir aquellos recursos morales que puedan ser de utilidad en la resolución de los conflictos de valor, y asimismo deberá ayudar a desarrollar las capacidades morales que han de permitir a cada sujeto enfrentarse crítica y creativamente a dichos conflictos de valor. Sin embargo, la importancia concedida a cada una de estas tareas, el contenido de los recursos y capacidades morales, así como la manera de operativizarlas, ha variado mucho y ha dado pie a la existencia de diversas tendencias en educación moral. 2. La educación moral como socialización Los autores que de un modo u otro puede vincularse a las posiciones sociologistas entienden que la educación moral debe insertar o ajustar a los individuos en la colectividad a la cual pertenecen. Describen la formación moral como un proceso mediante el cual los sujetos reciben de la sociedad el sistema vigente de valoraciones y normas. Valoraciones y normas que se les imponen con una fuerza ajena a su conciencia y a su voluntad. Se les imponen con la autoridad que emana de una entidad social superior a los individuos, que además ejerce influencia y presión sobre ellos. En síntesis, puede decirse que la educación moral como socialización se basa en mecanismos de adaptación heterónoma a las normas sociales. Desde esta perspectiva, las normas morales se definen como una obra colectiva que recibimos y adoptamos en mayor medida que no contribuimos a elaborar. Y, por lo tanto, la responsabilidad del sujeto que se está formando queda muy limitada; no tiene más tarea que hacer suyas las influencias que desde el exterior se le imponen, sin que su conciencia y voluntad tengan papel 11 alguno en la aceptación, rechazo o modificación de las prescripciones morales que recibe. En todo caso, la única tarea que corresponde a cada uno de los sujetos en formación es averiguar la naturaleza y la necesidad de las normas sociales; es decir, llegar a conocer su razón de ser. Es a partir de este momento, una vez descubierta la realidad de las normas sociales, cuando el conformismo adaptativo dejará de ser presión o imposición y se convertirá en reconocimiento y aceptación de la necesidad de las normas sociales. La heteronomía comprendida se habrá transformado en cierto modo en autonomía. 2.1. La sociedad como absoluto moral Los distintos modelos educativos basados en una concepción absoluta de los valores son una solución heterónoma a las dificultades que provoca la convivencia. Según esta perspectiva existen una serie de valores y normas de conducta que deben ser transmitidos de una generación a la siguiente de forma inapelable. Dichos modelos y normas se plantean como incuestionables y, por lo tanto, ajenos a cualquier modificación o replanteamiento. Son modelos con clara tendencia a regular de forma minuciosa todos los aspectos de la vida personal y social, a la vez que insisten en las conductas y acciones que debe o no debe adoptar el sujeto. La imposición de los valores y normas considerados como incuestionables se lleva a cabo, generalmente, a partir de alguna autoridad reconocida como tal, que a veces se apoya en un poder que se ejerce autoritariamente. El individuo reconoce esa autoridad como superior y digna de ser obedecida. En este tipo de modelos y de prácticas, los conflictos vividos por el sujeto se sitúan siempre en relación a la coherencia entre su vida y las pautas de conducta dictadas desde el exterior. El conflicto moral interno, así como la responsabilidad personal para resolver conflictos no tienen una relevancia considerable, ya que siempre está claro qué se considera como correcto. El problema radica, pues, en la aceptación de los códigos y en la capacidad del individuo para actuar de acuerdo con ellos. Estos modelos implican, pues, la firme creencia en algún elemento de carácter absoluto que de manera heterónoma aporta soluciones a los diversos conflictos de valor que los sujetos pueden experimentar en su vida. 12 Durante mucho tiempo la religión asumió en el terreno educativo una pedagogía de los valores absolutos. Sin embargo, los modelos de valores absolutos basados en motivos religiosos perdieron fuerza en la medida en que se produjo una creciente racionalización de la cultura y la sociedad occidentales, que obligó a replantearse el tipo de soluciones que se daba a los problemas morales. Paralelamente a ese proceso de laicización de la vida se produce un surgimiento de otras líneas de pensamiento que, pese a distanciarse claramente de los temas y creencias religiosas, adoptan un modelo moral de características muy parecidas al religioso: en realidad se hallan todavía en un modelo de valores absolutos donde el núcleo de autoridad ha pasado de la religión al devenir de la historia o a la sociedad. Podemos incluir en esta perspectiva algunas aportaciones basadas en posiciones historicistas. Tales propuestas partían del supuesto de que es posible determinar leyes inexorables de la historia y que, por lo tanto, es posible anticipar el futuro. Si tal posición fuese correcta, resulta obviamente muy conveniente adoptar de forma acrítica aquellos valores que previsiblemente iban a ser dominantes en el futuro. Tanto en un caso como en otro, estamos ante una concepción heterónoma de la educación moral; concepción que negaba, de forma explícita o implícita, la autonomía de la conciencia personal. Guardando cierta semejanza estructural con las creencias religiosas y las posiciones historicistas surge un paradigma distinto pero que, sin embargo, mantiene una misma orientación moral: nos estamos refiriendo al sociologismo. Dicha tendencia designa aquellas concepciones que entienden los hechos morales como fenómenos determinados exclusivamente por factores sociales. Todos los fenómenos morales pueden entenderse como generados por condiciones sociales y son consecuencia de sanciones sociales sobre la conducta. En su intento de huir de los valores impuestos por la religión, Durkheim cae a su vez en una nueva autoridad externa o heterónoma: la sociedad. La sociedad es definida como entidad general esencialmente supraindividual y superior a todos los grupos que la componen. Es la sociedad la que, una vez abandonadas las creencias religiosas, se constituye en elemento decisivo al que debe someterse la voluntad y la conducta de las 13 personas. Nos encontramos de nuevo con una conciencia moral heterónoma. El individuo continúa sometido a un elemento externo que deberá reconocer como poder superior y digno de ser obedecido y respetado. Una vez más el sujeto no es libre para tomar decisiones según su conciencia, sino que éstas deberán adaptarse a aquello que viene impuesto por las normas y los valores sociales. Los dilemas morales siguen entendiéndose como conflictos de normas y roles más que como conflictos internos de la propia conciencia. La cultura, la socialización y la estructura social agotan las fuentes de la moralidad, invitando a prescindir del diálogo interno. El conflicto moral interno sigue estableciéndose en la capacidad del individuo para adaptarse a lo que se le exige desde fuera. 2.2. Dinamismos sociales de la moral en la obra de É. Durkheim3 La primera intención de Durkheim al escribir su obra La educación moral4 fue trazar las líneas de una educación moral laica, que no tomara prestado nada de la religión, sino que se apoyara en criterios justificables racionalmente. En consecuencia, además de retirar las explicaciones religiosas de lo moral, se esforzó por descubrir los dinamismos sociales y humanos que convierten al hombre en un ser moral. Tales elementos esenciales de la moralidad son: el espíritu de disciplina, la adhesión a los grupos sociales y la autonomía de la voluntad. Las acciones morales responden siempre a un sistema de reglas preestablecidas. Conducirse moralmente es actuar conforme a ciertas normas que la sociedad tiene establecidas. Por lo tanto, la moral es el conjunto de reglas previamente definidas que determinan imperativamente la conducta de los hombres. Esto significa, ante todo, que una vida moral es una vida regularizada en la que se han substituido los elementos de arbitrariedad, indecisión o azar por normas sociales que se imponen a los sujetos. Sin embargo, en las reglas morales impuestas desde el exterior hay algo más que predictibilidad y regularidad de las conductas; para que las normas sociales se obedezcan es necesario que haya también un componente de autoridad. Es 3 El contenido de este apartado se basa en una publicación anterior: Puig, J. y Martínez, M., Educación moral y democracia, Barcelona, Laertes, 1989, págs. 51-54. 4 Durkheim, E., La educación moral, Buenos Aires, Losada, 1947. 14 decir, la eficacia de la regla moral supone la influencia o ascendiente de un poder moral que se reconoce como superior. La regla moral ha de contener en sí misma una fuerza que todos los individuos entiendan que es superior a ellos y la acaten. Tal fuerza, si no tiene su origen en creencias religiosas, en opinión de Durkheim únicamente puede proceder de una entidad empírica superior a los individuos: de la sociedad. En síntesis, el respeto por la autoridad y el sentido de regularidad son los dos componentes del espíritu de disciplina que todo individuo debe adquirir para cumplir las normas morales por deber y no por miedo a las consecuencias desagradables que su infracción pudiera acarrear. La adhesión a los grupos sociales es el segundo elemento de la moralidad. Este dinamismo moral permite explicar cómo se acepta y reconoce la autoridad que emana de la sociedad y convierte en obligatorias las normas sociales. Ante todo, según Durkheim, se debe distinguir entre actos personales y actos impersonales. Los primeros tienen como fin sostener o desarrollar la propia existencia de quien los realiza y, por tanto, no son actos morales. En cambio, en los actos impersonales el fin concierne a otra entidad distinta al propio individuo que los realiza, aunque puedan tener también algún interés para él mismo. Éstos son los actos propiamente morales. Sin embargo, como resulta imposible hacer algo por todos los demás tomados individualmente, el objeto de los actos morales deben ser los grupos o sociedades humanas en su conjunto. En definitiva, los fines morales serán aquellos cuyo objeto es la sociedad, y obrar moralmente será obrar por un interés colectivo. Es decir, el comportamiento moral supone la adhesión, solidaridad y vinculación al grupo social. Pero corresponsabilizarse de fines que superan a cada sujeto particular no es una carga que pesa sobre los individuos sino todo lo contrario. Es así, y los sujetos se adhieren a la sociedad, en primer lugar, porque la sociedad es una entidad que es más que la suma de los individuos que la componen; porque posee una naturaleza propia, una personalidad distinta y superior a la de sus miembros. La sociedad constituye, pues, una entidad que sobrepasa y es superior a cualquiera de los individuos que la constituyen. La sociedad es algo que siendo empírico y no espiritual trasciende la existencia individual de cada hombre. Pero además los hombres tienen un interés en unirse a la 15 sociedad porque en ella reconocen una entidad más variada, eminente y rica que su propia individualidad concreta, y sólo uniéndose a ella consiguen realizar plenamente todas las posibilidades de su naturaleza. Como ya se indicó, reconocer la superioridad de la sociedad y la adhesión a la colectividad que ello provoca es un elemento indisociablemente unido al espíritu de disciplina. La autoridad que regula y normativiza la vida emana de la superioridad que los individuos reconocen a la sociedad y que permite a ésta dictar normas y hacerlas cumplir. No obstante, cada vez es más conveniente que la moral no se base tan sólo en la disciplina y la adhesión al grupo, sino que las reglas sean también respetadas desde la conciencia moral de cada persona, desde la autonomía de su voluntad. ¿De qué modo es posible conciliar la moral entendida como algo exterior que se impone a la voluntad y la moral como libertad autónoma? Durkheim halla la solución en una comparación con las ciencias naturales. El único modo de ser libres ante la naturaleza es conocer sus leyes y utilizarlas sin intentar forzarlas sino respetándolas. De igual manera, la sociedad posee un conjunto de regularidades morales cuya certidumbre se nos impone como las leyes naturales, y ante las cuales sólo es posible ser libres reconociendo las razones por las que se imponen, aceptándolas por ello como racionales, y actuando conforme a lo que dictan. La autonomía moral es el reconocimiento personal de la necesidad de las normas morales de la sociedad, y por tanto el paso de lo que era exterior al interior de la conciencia individual. Si pudiésemos reducir la educación moral a la adquisición de las normas sociales imperantes, sería suficiente hablar de educación moral como socialización. Si pudiésemos, por otra parte, concebir la autonomía como reconocimiento de la necesidad de las prescripciones morales que impone la sociedad, también sería suficiente hablar de educación moral como socialización. Sin embargo, en la medida que la educación moral supone necesariamente aprender a conducirse autónomamente por entre las formas sociales establecidas o adaptarse críticamente a la colectividad, resulta obvio que la educación moral como socialización no muestra más que una parte de los procesos de moralización. Se olvida de la formación de la conciencia moral autónoma. 16 2.3. La intervención educativa entendida como proceso de socialización Concluido el análisis de los elementos de la moralidad, Durkheim traza un plan para construirlos en la personalidad de los jóvenes. Primero para formar el espíritu de disciplina y luego para lograr la adhesión a los grupos sociales. Durkheim entiende que el aula escolar constituye una pequeña sociedad en donde el niño debe aprender a respetar las reglas, y debe adquirir los hábitos de contención y dominio que más tarde le serán necesarios para ser un buen ciudadano. Para ello es imprescindible la existencia y el uso de una disciplina firme a la vez que equilibrada. Una disciplina mediante la cual los jóvenes aprendan no sólo a conocer y respetar los deberes que se les impone, sino también a apreciarlos y a percibir la importancia de tales deberes y normas. Sin embargo, las posibilidades que tiene la disciplina escolar pueden quedar limitadas por el uso abusivo de la reglamentación, así como por un modelo incorrecto de la figura de autoridad moral que debe asumir el educador. Respecto al uso abusivo de la disciplina escolar, Durkheim señala la importancia de establecer ciertos límites, de forma que se eviten peligros debido a su exacerbación. Si una normativa clara y unas grandes líneas de conducta son necesarias para educar a los alumnos, no es necesario que la normativa contemple ni descienda a todos los aspectos concretos y situaciones variadas que pueden darse en la clase. El exceso de normativa provocará en los educandos un efecto contrario al que se persigue: no entenderán el porqué de una disciplina tan severa, estricta e intransigente. Si ello ocurre será muy difícil despertar en los alumnos el aprecio por las normas y por la función que éstas ejercen. Será mucho más probable que entiendan las normas como una carga en lugar de como una riqueza, y acabarán rechazando todo cuanto se derive de ellas. Por el contrario, una disciplina equilibrada, que respete espacios de decisión personal y que no oprima al sujeto continuamente, generará en los educandos el gusto por el orden y la regulación de la vida a la vez que les permitirá entender el sentido de la misma. Durkheim advierte asimismo de la importancia del rol que asume el educador ante el grupo, ya que este es el medio concreto utilizado para revelar la regla colectiva a los educandos. solo el adulto que cree y siente lo que comunica, y que es capaz de constituirse en autoridad moral, podrá ayudar a los educandos 17 a adquirir los elementos básicos de la nueva educación moral. Sin embargo, constituirse en autoridad moral no implica sembrar el miedo en los alumnos, o potenciar el temor al castigo. El respeto a la autoridad no reside en el poder del maestro para castigar sino en su misma persona. El convencimiento en lo que transmite, así como su capacidad para hacer comprender a los niños la importancia de las reglas sociales y de la colectividad es lo que le permitirá ser un buen medio de educación moral. Por último, una correcta disciplina escolar debe contemplar el tema de las sanciones en tanto que elemento que ayuda a que se cumplan las reglas. Durkheim establece una clara relación entre la idea de regla y la idea de sanción, y considera asimismo que esta relación debe quedar clara a los escolares. Sin embargo, la defensa que hace de los castigos es muy matizada, y tan solo propone su utilización bajo determinadas condiciones muy precisas. En principio, las sanciones deben estar orientadas a salvaguardar las reglas y solo desde esta intención se justifican. Para ello el educador deberá velar para que los jóvenes entiendan la función del castigo, así como la función de la regla que no han respetado. Si la sanción es desproporcionada a la falta cometida, difícilmente será percibida como justa y provocara sentimientos de rebeldía y de venganza, alejándole del aprecio por la disciplina que se quiere cultivar. Asimismo el adulto deberá procurar que el castigo impuesto ayude a reparar en lo posible la falta cometida. En la medida en que los jóvenes perciban que la sanción que se les exige compensa de alguna manera el error, tendrán más posibilidades de comprender el sentido de los castigos y también la función y el valor de las normas. Por ultimo, se debe ayudar al niño a despersonalizar la sanción que el adulto le impone. La sanción no debe ser percibida como resultado del enfado, sino como medida que intenta hacer justicia con el colectivo o las personas a las que se ha molestado. Solo respetando estos criterios serán las sanciones un elemento más para educar la moral del sujeto. Por el contrario, cuando los castigos son arbitrarios, no tienen una vinculación directa con las normas establecidas, o bien son fruto de los enfados y estados de animo del educador, las sanciones solo sirven para despertar en el sujeto el rechazo por la disciplina. 18 Para fomentar en los jóvenes el segundo elemento de la moralidad, la adhesión a los grupos sociales, Durkheim insiste en la influencia que tiene el medio escolar para conseguirlo. Parte de la tendencia altruista que se alberga en el interior de cada ser humano y en la necesidad de desarrollarla con el fin de superar los sentimientos y conductas egoístas que caracterizan los primeros años de la infancia. El desarrollo de esa tendencia al altruismo se inicia ya en el ámbito familiar y en las relaciones que se establecen con el grupo de amigos. Sin embargo, la adhesión a los grupos sociales que propone Durkheim tiene como objetivo la adhesión del individuo a la sociedad política en general, sociedad en la que sus miembros no están unidos por el parentesco ni por la amistad. Para potenciar y trabajar en el niño la adhesión a la sociedad en sentido amplio, Durkheim propone el ámbito escolar, en tanto que asociación mas extensa que la familia y las pequeñas sociedades de amigos, y en el que se da una aproximación fortuita e inevitable entre sujetos de la misma edad. Las condiciones en las que los jóvenes establecen vínculos en el ámbito escolar tienen, por todo ello, elementos muy comunes a las relaciones que se establecen en la sociedad. A su vez, la escuela facilita en el niño la adquisición progresiva del habito de la vida colectiva, ya que si bien tiene grandes similitudes con la sociedad, es lo bastante limitada como para que se pueda abarcar con el pensamiento y la acción. El gusto que el ciudadano moral tiene por la vida en común debe despertarse en los jóvenes desde el momento en que se incorporan a la escuela, suscitando el aprecio y la necesidad de una vida colectiva más extensa e impersonal. Para que ello ocurra será necesario que el maestro favorezca situaciones en las que se trabaje el habito de actuar y pensar en común. Impedir que se desarrollen los malos sentimientos, reforzar los sentimientos positivos, así como aprovechar cualquier incidente en la vida escolar para crear vínculos de unión serán algunas de las actividades que deberá potenciar el educador. La creación de vínculos intensos y el sentimiento de pertenencia a un colectivo es una tarea continua que no se improvisa en un momento reducido de sesiones. Es la experiencia vivida en la cotidianidad la que hará posible establecer vínculos de solidaridad con los otros miembros y adherirse al grupo. Durkheim subraya la importancia de elaborar pequeños códigos de preceptos y 19 normas que recojan no únicamente la visión del educador, sino también la visión de los jóvenes respecto a sus experiencias colectivas. La construcción de la historia del grupo y el cuidado por crear tradiciones compartidas harán elementos que refuercen de manera muy intensa el espíritu de la colectividad. Otro elemento que ofrece el medio escolar para fomentar la adhesión del individuo a los grupos sociales es el empleo discreto y razonado de las penas y recompensas colectivas. El uso de estos procedimientos ayuda al grupo a tomar conciencia de la responsabilidad que tiene en la moralidad de sus miembros, así como a preocuparse por cada uno de ellos. Las sanciones colectivas deberían tener un lugar importante en la vida de la clase con el fin de ayudar a los niños a descubrir que los actos que realizan tienen unas causas y consecuencias que sobrepasan la esfera de su propia personalidad. Para ello será interesante crear en el grupo el habitó de revisiones periódicas sobre el comportamiento colectivo, y sobre los avances que el grupo realiza como tal. Estas sesiones de revisión pueden concluir con una recompensa colectiva o con la privación de una actividad deseada, de tal forma que cada sujeto asuma las consecuencias del comportamiento general y se implique en la mejora del mismo. Por último, Durkheim advierte del peligro que conlleva reducir el trabajo al aula escolar, a saber: la ausencia de vínculos entre generaciones distintas. Ello supondría ignorar que el grupo clase forma parte a su vez de un grupo más amplio que es la escuela, que a su vez forma parte de un grupo social mas extenso. Para evitar este peligro Durkheim propone dos medidas concretas. En primer lugar, transmitir a cada generación una síntesis de la historia de la escuela en la que se recojan los aspectos más relevantes de la misma, así como información respecto a las actividades llevadas a cabo por promociones anteriores. En segundo lugar, Durkheim advierte de la importancia que tiene el hecho de que la escuela desarrolle fuera de su horario académico algunas actividades destinadas a acompañar a los jóvenes en sus primeros momentos de integración en la sociedad y en sus primeras experiencias como ciudadanos. Para conseguir este objetivo las escuelas deberían promocionar recursos educativos tales como las sociedades de antiguos alumnos, las actividades postescolares, o bien momentos de convivencia entre antiguos 20 alumnos ya adultos y alumnos en curso. Todo ello potenciaría la integración progresiva y paulatina del educando en la sociedad, a la vez que le facilitaría el contacto con otras generaciones. La propuesta de Durkheim respecto a la educación moral nos parece solo en parte acertada. La insistencia en la aceptación de los valores y normas sociales vigentes sitúan la moral simplemente como adaptación heterónoma. A pesar de los esfuerzos de Durkheim por integrar el papel de la autonomía individual y el de la libertad personal en sus planteamientos, estas siempre aparecen como elementos subordinados a la necesidad y a la presión social. La conquista de la autonomía moral consiste en comprender las leyes que la sociedad nos impone y que no somos libres de no aceptar; y la libertad personal radica en desear y estimar lo que la sociedad establece como deseable u optimo. En ningún momento a lo largo de su discurso se plantea Durkheim la posibilidad de la disidencia, la rebelión o el inconformismo con el sistema establecido. Su educaciOn moral queda limitada a un proceso de socialización que garantice al individuo una convivencia positiva y agradable con los demás, y que a su vez asegure el desarrollo y la evolución de la sociedad. Para lograrlo programa una educación moral basada en métodos donde la autoridad de los adultos es imprescindible para llegar a la libertad interior de la conciencia. Pensamos que si bien Durkheim desarrollo ampliamente todo un programa de socialización, aspecto a ser tenido en cuenta, también es cierto que ignoró la vertiente creativa y transformadora de la educación moral, aquella que limita el papel de la adaptación en beneficio de crear y construir nuevas formas de vida más justas. El respeto por la autonomía real de la conciencia personal nos parece que no está contemplado en la propuesta de Durkheim.5 3. La educación moral como clarificación de valores Cuando los modelos educativos basados en valores absolutos entran en crisis, suelen imponerse posturas que de una forma u otra apelan a una idea de educación moral basada en una concepción relativista de los valores. Estos modelos suponen que los conflictos de valor solo pueden solucionarse apelando a algún tipo de decisión subjetiva del individuo implicado en ellos. Se acepta la existencia subjetiva y objetiva de conflictos de valor, pero no se 5 Piaget, J., El criterio moral en el Ilion, Barcelona, Martínez Roca, 1984, págs. 296-311. 21 acepta la posibilidad de hallar soluciones generalizables a los problemas morales. Sin embargo, aceptar la existencia de conflictos de valor reales y reconocer la imposibilidad de encontrar soluciones universalmente aceptables no significa adoptar una postura de pasividad ante las controversias morales. Significa únicamente que los conflictos morales deben resolverse mediante decisiones subjetivas, más o menos ilustradas, de los individuos afectados. Desde un punto de vista pedagógico, la clarificación de valores se basa en la acción consciente y sistemática del educador que tiene por objeto estimular procesos de valoración en los alumnos que les lleven a darse cuenta de cuales son realmente sus valores, y puedan sentirse responsables y comprometidos con ellos. Para estimular este proceso, el educador debe proporcionar programas y experiencias que favorezcan el autoconocimiento consciente en torno a los valores preferidos, evitando todo adoctrinamiento o inculcamiento. Dado que la decisión es individual, los motivos no son siempre fáciles de explicitar y nada hay que pueda enseñarse, la tarea de educar moralmente queda necesariamente limitada a un proceso de esclarecimiento personal. En consecuencia, se trata de usar diversos métodos de autoanálisis que sensibilicen a los educandos sobre sus propios valores. Un proyecto de educación moral de estas características, aunque defienda una cierta concepción de la autonomía personal, conduce de modo casi inevitable a la aceptación escasamente crítica de los valores sociales imperantes. 3.1. Relativismo y tolerancia en el ámbito de los valores La educación moral entendida como clarificación de valores tiene importantes conexiones y coincidencias con los modelos de educación moral basados en una concepción relativista de los valores. Estas posturas parten de la idea de que el acuerdo y el consenso en temas de valores es una mera casualidad, dado que no hay opciones de valores superiores a otras. Valorar supone siempre tomar decisiones en función de criterios totalmente subjetivos. Estos criterios estarán determinados por las circunstancias personales, las presiones contextuales o los sentimientos y emociones del individuo que toma la decisión, sin que haya ningún otro tipo de elemento o criterio que permita establecer la corrección de una opción. 22 Sin embargo, el hecho de que no haya opciones de valor mejores que otras no niega la existencia de conflictos de valor y la importancia de encontrar soluciones. Desde estas concepciones se reconoce la existencia subjetiva y objetiva de los conflictos de valor, se reconoce asimismo la conveniencia de hallar soluciones a los mismos y, por último, se insiste en la imposibilidad o la enorme dificultad de hallar soluciones generalizables a los problemas morales. En relación a los conflictos de valor de orden personal y privado se entiende que estos deberán solucionarse mediante decisiones estrictamente personales. Los criterios subjetivos y emotivos del protagonista serán los que decidirán la solución al conflicto. En el caso de aquellos conflictos de valor de orden público y social, los avances y las aportaciones científicas y técnicas han de ser los elementos determinantes en la solución del conflicto. Podríamos decir que en último termino la ciencia y la técnica se constituyen en los valores absolutos que orientan las soluciones en conflictos de valor. La postura de la clarificación de valores insiste en la responsabilidad de cada sujeto en la- construcción de su propia vida. Sin embargo, esta visión acertada de la independencia básica de cada individuo deja muy poco espacio para la interdependencia, y corresponde a una visión muy individualista del lugar que cada persona ocupa en la sociedad. Actuar como una persona moralmente adulta implica asumir la responsabilidad personal sin esperar de los demás respuestas ni soluciones a los propios conflictos de valor. De alguna manera se considera que el aislamiento o la soledad es en el fondo el destino del ser humano y que no debe esperarse de las relaciones sociales y de la convivencia con los demás algo que no pueden aportar. Dado que no existe un marco mas amplio que justifique y fundamente los valores comunes, lo único que puede pedirse a los demás es que comuniquen sus necesidades de forma clara y explicita, y que permitan presentar también las propias necesidades y deseos. Pese a la insistencia de no optar a priori por contenidos valorativos concretos, las posturas que consideran la educación moral como un proceso de clarificación personal parten del valor de la tolerancia y del respeto a las opciones distintas. Junto al valor de la realización personal, que implica un profundo conocimiento de si mismo, nos encontramos con la necesidad de una actitud tolerante hacia aquello que no se comparte. De no ser así el proceso de 23 clarificación personal en sociedades plurales seria imposible. Sin embargo, el valor de la tolerancia en último extremo roza con el contravalor de la indiferencia. Todo se respeta porque nadie se considera legitimado para inmiscuirse en los asuntos y problemas de los demás y también porque nadie se siente aludido por aquello que le sucede al otro. 3.2. Proceso de clarificación de valores según L.E. Raths, M. Harmin y S.B. Simon Probablemente sea en la obra de Raths, Harmin y Simon donde de forma mas explicita quede recogida la propuesta pedagógica propia de la clarificación de valores.6 Estos autores parten de las dificultades detectadas en numerosos alumnos y alumnas para establecer su propia escala de valores, así como también parten de la confusión que muestran respecto a la relación que mantienen con la sociedad en que se encuentran. Si bien es cierto que tomar decisiones y definir valores ha sido siempre una tarea compleja, parece como si en la actualidad se hubiera complicado todavía en mayor medida. Mientras que en épocas anteriores «lo bueno», «lo correcto», digno» o «lo justo» parecía estar claramente definido, las sociedades plurales, abiertas y democráticas ponen en cuestión el contenido de estos conceptos. La abundancia de alternativas, oportunidades y puntos de vista que aparece en las sociedades modernas, ofrece un extenso abanico de posibilidades, amplia la riqueza y variedad en cuanto a costumbres, hábitos, opciones, maneras de entender el mundo y formas de relacionarse con los demás, pero a su vez aumenta el problema de la confusión en el terreno de los valores. Cada vez con mas frecuencia los educandos se encuentran ante múltiples y diferentes alternativas y modos de vida sin tener criterios que les permitan valorarlas, cuestionarlas o juzgarlas. La admisión de que «todo es igualmente bueno» y de que no hay opciones de valor superiores o mejores que otras, ha generado una renuncia muy generalizada en los ámbitos educativos a tomar postura por opciones concretas, así como a identificarse y representar opciones de valor determinadas. Elio ha supuesto el abandono y la desaparición de la educación 6 Raths, L., Harmin, M. y Simon, S., El sentido de los valores y la enseñanza, México, Uthea, 1967. Pascual, A., Clarificación de valores y desarrollo humano, Madrid, Narcea, I 988. Howe, L. y Howe, M., Cómo personalizar la educación, Madrid, Santillana, 1977. Simon, S., Howe, L. y Kirschenbaum, H., Values Clarification. Nueva York, Dood, 1978. 24 en valores morales, éticos y estéticos de los programas de estudio. No hay nada que enseñar sobre valores porque todo es igualmente correcto. Sin embargo, esta actitud de respeto por la pluralidad y de tolerancia hacia la manera de pensar y vivir de cada sujeto o grupo social ha tenido consecuencias educativas no siempre positivas. Y una de ellas es el caos en el que numerosos escolares se encuentran en relación a los valores y al sentido que estos tienen en sus vidas. Algunas dificultades que a veces sufren los jóvenes para dar sentido a los valores se identifican con frecuencia a partir de ciertos patrones especiales de conducta, tales como la apatía, la volubilidad, la exagerada inseguridad o inconsistencia, la falta de dirección, el excesivo conformismo, y el exceso de rebeldía. Todas estas manifestaciones tienen en común la confusión y el desconocimiento de los propios valores. La constatación de esta realidad educativa, marcada por el desconcierto en el terreno de los valores, junto con la existencia de un mundo continuamente en cambio, pone en evidencia la necesidad de intervenir con la finalidad de ayudar a los alumnos y alumnas a poner orden en la situación de confusión en que se encuentran. Ello no significa volver a enfoques tradicionales ya superados, tales como la persuasión, la limitación de alternativas, la imposición del adulto, el moldeamiento de la conducta del educando, o la utilización de dogmas, sino idear nuevos procedimientos que respeten la autonomía individual y la pluralidad de opciones pero que no generen confusión en el individuo. Para ello la clarificación de valores parte de la idea de valor en tanto que proceso. Los valores no se entienden aquí como resultados, como realidades estáticas que deben adquirirse y posteriormente conservarse. Los valores, por el contrario, se transforman y maduran en función de las experiencias que continuamente vive cada sujeto. Los valores no son, pues, una posesión ni una conquista, sino un proceso inacabable. Esta naturaleza cambiante y no estática de los valores es la que justifica la importancia del valor en tanto que proceso; es decir, la que justifica la necesidad de ayudar a los educandos a desarrollar su proceso personal de valoración. El proceso de clarificación de valores es un proceso complejo que requiere algo más que una simple elección. La valoración se define a partir de siete pasos o fases que obedecen a procesos de selección, estimación y 25 actuación. El proceso de valoración se inicia con una selección de aquellos valores que el sujeto juzga como más adecuados. Ello supone tres condiciones. Una, poder elegir libremente los propios valores, ya que de no ser así no se está llevando a cabo un proceso de clarificación personal, sino un ejercicio de adopción de valores externos, no siempre deseados por el sujeto. Dos, que exista un cierto número de alternativas entre las que elegir. En la medida en que el número de alternativas se amplié, se aumentaran las posibilidades del individuo para poder identificarse de manera más plena con alguna de ellas. Y tres, la libre elección supone la consideración de las consecuencias que se derivan de la adopción de cada una de las posibles alternativas. Una vez realizada la selección, se lleva a cabo un proceso de aprecio y estima de los valores elegidos. Este proceso conlleva, en cuarto lugar, querer los valores elegidos y considerarlos una parte importante de la propia existencia; y en quinto lugar aprender a afirmarlos y defenderlos públicamente. Los procesos de selección y apreciación desembocan en una actuación coherente con los valores elegidos. Esto supone, en sexto lugar, conseguir que la conducta sea el reflejo de los valores adoptados y, finalmente, en séptimo lugar, que tales conductas se apliquen de forma repetida y constante en situaciones y circunstancias diferentes. Únicamente cuando el individuo ha pasado las distintas etapas del proceso de valoración se puede considerar que la selección es un valor arraigado en su persona. Centrándonos ahora en el papel que tiene el adulto en el proceso de valoración de sus alumnos y alumnas, desde la clarificación de valores se defiende una intervención educativa orientada a alimentar en cada uno de los educandos el proceso de valoración, con el fin de ayudarles a aclarar por si mismos que es lo que tiene y no tiene valor para ellos. Por este motivo el adulto deberá renunciar a cualquier intento de convencer a los jóvenes para que adopten un conjunto predeterminado de valores. Si los valores dependen directamente del medio ambiente en el que crece el individuo y de las experiencias que va acumulando -tal como se afirma desde la clarificación de valores- el educador no puede fijar o transmitir un determinado tipo de valores, ni tampoco potenciar una opción de valor por encima de otra. Los valores son estrictamente personales y la imposición de algunos de ellos en una sociedad plural como la sociedad 26 moderna únicamente serviría para retrasar o impedir el proceso de valoración personal que cada individuo debe realizar. Las teorías sobre la clarificación de valores han aportado aspectos muy interesantes y novedosos a la educación moral, pero también han dejado al margen elementos que no deberían ser olvidados. El reconocimiento que se hace de la persona como ser libre y autónomo con capacidad para decidir lo que en cada momento considere mejor puede derivar en una defensa del individualismo más puro sin tener en cuenta la perspectiva social. Podemos decir que si llevamos los principios de esta corriente al último extremo nos encontraríamos ante una propuesta de educación moral que podría fácilmente justificar posturas excesivamente interesadas e insolidarias. Cuando se supone que no hay ninguna opción de valor preferible a las demás, se hace muy difícil la reflexión y el dialogo en busca de la mejor solución. En realidad valorar se convierte en una decisión escasamente reflexiva, eminentemente espontánea, y muy inspirada en los criterios subjetivos, emotivos o utilitaristas de quien ha de resolver el conflicto. Socialmente estamos ante situaciones de coexistencia de valores, pero lejos de un intercambio o convivencia constructiva de valores. 4. La educación moral como desarrollo Distanciándose de la educación moral como socialización y de la educación moral como clarificación de valores se ha ido formulando en sucesivas etapas una propuesta de educación moral cognitiva y evolutiva basada en el desarrollo del juicio moral. Desde esta perspectiva se entiende que el dominio progresivo de las formas del pensamiento es en sí mismo un valor deseable que a su vez nos acerca a juicios cada vez más óptimos y valiosos. Los representantes más destacados de esta tendencia son Dewey, Piaget y Kohlberg.7 Podríamos decir que las aportaciones de estos autores parten de tres principios básicos y comunes. El primero considera la educación moral como un proceso de desarrollo que se basa en la estimulación del pensamiento sobre cuestiones morales y cuya finalidad es facilitar la evolución de la persona a través de 7 Dewey, J., Moral Principles in Education, Loncires y Amsterdam, Leifer & Simons, 1975. Piaget, J., El criterio moral en el niño, Barcelona, Martínez Roca, 1987, Kohlberg, L., Psicología del desarrollo moral, Bilbao, Desclee de Brouwer, 1992, Kohlberg, L., Essays on moral development. Volume 1. The Philosophy of Moral Development, San Francisco, Harper and Row, 1981. 27 distintas etapas. El segundo supuesto, derivado del anterior, defiende la posibilidad de formular fases o estadios en el desarrollo del juicio moral por los que va pasando el individuo. El tercer principio común a los tres autores consiste en afirmar que los estadios o fases superiores son desde el punto de vista moral mejores y más deseables que los anteriores. Si bien estos principios o consideraciones son comunes en la teoría de Dewey, Piaget y Kohlberg, cada uno de ellos insiste o explicita más ampliamente un aspecto concreto u otro. 4.1. Principios teóricos de la educación moral como desarrollo Respecto a la concepción de la educación moral como desarrollo, Dewey fue el primero en formular de manera clara las tesis básicas del enfoque cognitivoevolutivo. Lo hizo, por ejemplo, con afirmaciones como la siguiente: “El objetivo de la educación es el crecimiento o desarrollo, tanto intelectual como moral. Los principios éticos y psicológicos pueden ayudar a la escuela en la más grande de todas las construcciones: la edificación de un carácter libre y fuerte. Solo el conocimiento del orden y relación que existe entre los estadios del desarrollo psicológico puede asegurar esto. La educación consiste en proporcionar las condiciones que permitirán madurar a las funciones psicológicas del modo mas completo y libre”.8 Mas completa, sin embargo, fue la aportación de Piaget. En su opinión la educación moral tiene como objetivo prioritario construir personalidades autónomas. Es por ello que la intervención educativa debe centrarse en el paso de la moral heterónoma a la moral autónoma. Para conseguirlo se deben proporcionar experiencias que favorezcan el abandono de la moral autoritaria y que, por el contrario, inviten a valorar y adoptar la moral del respeto mutuo y la autonomía.9 Por su parte, Kohlberg coincide con Dewey y Piaget al considerar que la finalidad básica de la educación moral es facilitar al alumno aquellas condiciones que estimulen el 8 Dewey, J. (1964), What Psychology can do for the teacher'', en Reginald Archambault (comp.), John Dewey on Education: Selected Writings, Nueva York, Random House. Hemos obtenido esta cita del libro de Jordan, J. A. y Santolaria, F. (comps.) (1987): La educación moral, hoy. Cuestiones y perspectivas, Barcelona, PPU, pág. 86. 9 Piaget, J., Los procedimientos de la educación moral , en Piaget, J., Petersen, P., " " Wodehouse, H. y Santullano, L., La nueva educación moral, Buenos Aires, Losada, 1967. 28 desarrollo del juicio moral.10 Desarrollo que entiende como progresión continúa de las formas de razonamiento moral. Progresión de carácter universal y no condicionada por los valores concretos de las distintas culturas. A partir de la idea de educación moral entendida como desarrollo, cada autor formula una propuesta concreta en torno a la trayectoria que el sujeto debe recorrer para al alcanzar dicho desarrollo moral. Son propuestas que no se pueden considerar del todo independientes ya que en algún caso el autor parte de las anteriores aportaciones. Podemos decir, en este sentido, que la teoría iniciada por Dewey sobre el desarrollo moral culmina en la definición de los seis estadios del desarrollo del juicio moral que formula Kohlberg. Dewey estableció tres niveles de desarrollo moral: el nivel premoral o preconvencional, el nivel convencional y el nivel autónomo. El primer nivel se caracterizaría por una conducta guiada por impulsos sociales y biológicos. En el segundo nivel se incluirían las personas cuya conducta esta determinada por los modelos establecidos en el grupo al que pertenecen. En este nivel los sujetos aceptan sumisamente la norma sin someterla a un proceso de reflexión critica. En el último nivel o nivel autónomo el individuo actúa de acuerdo a su pensamiento y establece juicios en relación con los modelos establecidos.11 Piaget, como veremos mas adelante con mayor detalle, considera que el primer nivel es el nivel premoral en el que no existe sentido de obligación respectó de las reglas; el segundo, nivel heterónomo, se define por la obediencia a la norma y por una relación de obligación sumisa a la autoridad y a las consecuencias que de ella puedan derivarse. En último lugar se encuentra el nivel autónomo, donde el individuo tiene en cuenta el papel y las consecuencias de las normas o leyes, pero la obligación se basa en relaciones de reciprocidad. En la propuesta de Piaget, los niveles propiamente morales serian los dos últimos: el nivel heterónomo y el nivel autónomo. Entre ambos se da una relación de sucesión, por la cual el niño pasa de la moral heterónomo a la moral autónoma.12 10 Kohlberg, L., “Development as the Aim of Education: The Dewey View with RocheIler Mayer'', en Kohlberg, L., Essays on moral development. Volume I. The Philosophy of moral Development, San Francisco, Harper and Row, 1981. 11 Dewey, J., Moral Principles in Education, Londres y Amsterdam, Leifer & Simons, 1975. 12 Piaget, J., El criterio moral en el niño, Barcelona, Martínez Roca, 1984. 29 Kohlberg inicia sus investigaciones en el ámbito del desarrollo moral redefiniendo a través de estudios longitudinales y transculturales los niveles y estadios establecidos por Dewey y Piaget. En su formulación final Kohlberg establece seis estadios en el desarrollo del juicio moral que se agrupan en tres niveles distintos: el nivel preconvencional, el nivel convencional y el nivel posconvencional. La aportación más interesante de Kohlberg ha sido posiblemente la secuenciación y definición minuciosa de los seis estadios, así como la reflexión hecha en torno a la conveniencia de impulsar a los sujetos hacia los estadios superiores. Indicábamos al inicio de este apartado que el tercer aspecto coman a los tres autores era considerar los últimos niveles o estadios como moralmente mas deseables que los primeros estadios. Si bien es una idea que se desprende de las tres aportaciones, fue Kohlberg quien la tematizó de forma mas amplia. Para Kohlberg los estadios superiores son más maduros que los estadios inferiores por cuanto suponen un crecimiento y un mayor equilibrio en la estructura formal de razonamiento de cada individuo. Este crecimiento o desarrollo es doble. Por un lado se da el “crecimiento de la diferenciación, que consiste en un aumento de la sensibilidad respecto a la diferencia entre el criterio que prima y el que debería ser tenido en cuenta. Mientras que la moral heterónoma únicamente percibe lo que “es”, la moral autónoma percibe lo que “es” y lo que “debería ser”; es decir, es capaz de diferenciar el juicio o conducta real de la conducta correcta o deseada. Por otra parte, hay también un “crecimiento de universalidad o integración” que se refiere a la medida en que el criterio moral utilizado sirve para cualquier tiempo, persona o situación. Los criterios empleados en los estadios superiores son más universales que los utilizados en los estadios inferiores. Además de la madurez o complejidad estructural de los estadios superiores respecto de los inferiores, Kohlberg señala otra serie de motivos que justifican la conveniencia de asumir los últimos estadios. Considera que solo en los estadios mas elevados se da una forma de juicio propiamente moral, ya que el elemento moral aparece cuando la persona explica por que actúa de esa determinada manera y en que circunstancias justifica su conducta. También considera que hay valores y modos de sopesar derechos o exigencias mejores que otros. El principio de la 30 justicia se contempla como superior a cualquier otra consideración moral y su presencia es más intensa y clara en los estadios posconvencionales que en los anteriores. Por último, el hecho de usar un principio moral y no reglas conductuales concretas permite una mayor flexibilidad y tolerancia en el ámbito de la acción moral.13 A pesar de que las teorías que entienden la educación moral como desarrollo han contribuido en gran medida a fundamentar y operativizar un modo de entenderla coherente con los supuestos de las sociedades plurales y democráticas, es necesario mencionar también las duras criticas y polémicas que han desencadenado. Sin entrar en su explicación detallada, veamos algunas de las objeciones que se han hecho a las aportaciones de Piaget y Kohlberg. En primer lugar, cabe señalar las criticas dirigidas al excesivo énfasis dado a los factores cognitivos en detrimento de los factores motivación tales y conductuales; o las objeciones lanzadas contra la omisión de los efectos positivos que puede producir la enseñanza explicita y directa de la moral en el criterio ético de los alumnos; o bien la escasa atención que se presta a las diferencias individuales en el ritmo del desarrollo moral (diferencias motivadas por la clase social, la familia, el modo de convivencia, etc.). Asimismo, se les ha criticado el limitado reconocimiento del papel educativo de las formas sociales y de los productos culturales valiosos que la humanidad ha ido acumulación. En la misma dirección se ha hablado de la imposibilidad de entender desde la perspectiva cognitivo-evolutiva la complejidad de las situaciones reales. El sujeto enjuicia moralmente desde una situación de laboratorio, muy alejado de las realidades contextuales sobre las que pretende pensar. Otra línea critica distinta surgió en el ámbito de los enfoques neoconductistas. Fue especialmente Bandura quien dudó de la concepción que entiende el desarrollo cognitivo y moral como algo unidireccional e irreversible. Este autor mostró en sus investigaciones que la imitación es un elemento cave en la formación moral de los individuos. De acuerdo con esta afirmación es posible una gran variabilidad en el momento de alcanzar la madurez moral y en el conjunto del proceso de formación moral de los sujetos. 13 Kohlberg, L., "Education for Justice: A Modern Statement of the Socratic View " y "From Is to Ought., en Kohlberg. L., Essays on moral development, Volume I. The Philosophy of moral Development, San Francisco, Harper and Row, 1981, págs. 29-48 y 1 0 1-189. 31 4.2. De la Heteronomía a la autonomía moral en la obra de J. Piaget La obra El criterio moral en el niño, principal aportación de Piaget al estudio del desarrollo moral, fue publicada en 1932. En el momento de su aparición constituyo una aportación pionera por su tratamiento empírico de los temas morales, así como por las tesis que ahí se defienden. En la actualidad sigue siendo una obra fundamental, a pesar del notable incremento de trabajos que sobre este ámbito de conocimiento se van editado. Eclosión de estudios que en muchos casos deben la inspiración y el impulso a las ideas y metodología del propio Piaget. El método clínico, empleado por el autor en el resto de sus trabajos, fue también aquí el principal instrumento para descubrir fenómenos y contrastar hipótesis. Piaget preguntaba a los niños y dialogaba con ellos a propósito de breves narraciones relevantes para el tema que le interesaba estudiar. Del análisis de estos diálogos extrajo las consecuencias que mas adelante presentaremos. En opinión de Piaget, existe un acuerdo muy generalizado entre los pensadores que afirman que la moral esta constituida por un sistema de reglas que los individuos deben llegar a respetar. Tal unanimidad suele romperse cuando el interés se centra en el modo como la conciencia individual llega a respetar esas reglas, y en el modo como se establecen dichas reglas. En buena medida Piaget responde a estos interrogantes manteniendo una controversia con las tesis de Durkheim. Como ya vimos, Durkheim no supo justificar el desarrollo de una moral autónoma, quedando anclado en los aspectos exteriores y heterónimos que conlleva toda moralidad. Piaget, como analizaremos a continuación, critica por unilateral esta postura y afirma que en circunstancias normales los jóvenes experimentan un desarrollo que les lleva desde una moral basada en la presión adulta a una moral de la cooperación y la autonomía. A demostrar tal hipótesis dedicó la mayoría de sus investigaciones en este campo. Piaget entiende que ninguna realidad moral es completamente innata, sino que resulta del desarrollo cognitivo y sobre todo de las relaciones sociales que el niño establece con los adultos y con sus iguales. Las relaciones interpersonales son en último término el principal factor en la elaboración de los criterios de juicio moral. Pero como las relaciones sociales pueden ser de 32 diferente naturaleza, así ocurrido también con la moral: nos encontraremos sucesivamente con una moral heterónoma basada en relaciones sociales de coerción y una moral autónoma basada en relaciones sociales de cooperación.14 Las relaciones de presión mantenidas con los adultos favorecen la moral heterónoma. En ella se da una relación de respeto unilateral basado en la desigualdad entre el adulto y el niño que conduce al sentimiento del deber y de la obligación. Un deber esencialmente heterónimo porque resulta de la coacción adulta sobre el niños. Las reglas son impuestas por los adultos mediante órdenes y prescripciones obligatorias, y los niños las aceptan únicamente por el sentimiento de afecto y de temor que sienten hacia el adulto. Sin embargo, no las viven como propias porque no son reconocidas como necesarias. Las sanciones son el medio más corriente para grabar las reglas exteriores en la conciencia de los sujetos. Además del tipo de relaciones que el niño mantiene con el adulto, el estado de contracción en que se encuentra en estas edades tempranas le impide situarse en una moral autónoma. La percepción egocéntrica de cuanto le rodea dificulta entender puntos de vista distintos a los suyos. Esta situación de contracción facilita las relaciones de presión y coacción. A su vez este tipo de relaciones refuerzan la aparición o consolidación de la moral heterónoma. Las relaciones de colaboración entre iguales generan, por el contrario, la moral autónoma. Esta etapa moral se construye a partir de una relación con los compañeros basada en el respeto mutuo que surge del hecho de considerarse iguales y de respetarse recíprocamente. Frente al sentimiento del deber característico de la moral heterónoma, en esta etapa se da un sentimiento del bien y de responsabilidad que tiende a la plena autonomía. Las reglas surgen de la elaboración cooperativa y del intercambio basado en el diálogo y la colaboración. A su vez, son obedecidas por respeto a los demás y no por obligación. Es en esta etapa de la moral autónoma cuando se da una comprensión y acatamiento real de las normas en tanto que se las reconoce y acepta como buenas. El sentimiento de afecto y de temor a perder la buena Piaget, J., “Procedimientos de la educación moral'', en Piaget, J. Petersen, P., Wodehouse, H. y Santullano, L., La nueva educación moral, Buenos Aires, Losada, 1967. 14 33 consideración que se tiene ante el grupo favorece su cumplimiento. Junto a este tipo de relaciones, la moral autónoma surge a partir de la superación del egocentrismo y la aparición de conductas cooperativas. La capacidad para comprender el punto de vista ajeno y argumentar las propias opiniones es necesaria para evolucionar de un juicio moral heterónimo a un juicio moral autónomo. La caracterización de ambos tipos de moral fue realizada por Piaget a partir de las investigaciones empíricas llevadas a cabo con niños menores de doce años. Tales investigaciones giran en torno a tres temas fundamentales: las reglas de juego, las normas morales de origen adulto y el desarrollo de la noción de justicia.15 Para estudiar las reglas de juego, Piaget eligió el juego de las canicas. Realizo dos investigaciones en relación al mismo tema. La primera estudiaba “la práctica de las reglas”, es decir, la forma en que los niños aplican las reglas en el juego. La segunda investigación se centraba en «la conciencia de la regla” o manera en que los niños de diferentes edades se representan el carácter de las reglas utilizadas en sus juegos. A partir de las dos investigaciones, Piaget estudio las relaciones entre la práctica y la conciencia de las reglas. Respecto a la práctica de las reglas, Piaget distingue cuatro estadios sucesivos. Uno, el estadio “motor e individuales (niños menores de dos años) en el que la práctica del juego se caracteriza por la inexistencia de reglas de juego y por una actividad puramente manipulativa e individual. Dos, el estadio “egocéntrico” (se inicia en niños entre los dos y los cinco años), en el que los niños, si bien juegan a la vez, no comparten ni tienen la actitud de compartir las reglas de juego. Se limitan a imitar a los adultos, haciendo un uso individual de los ejemplos recibidos. Tres, el estadio de la cooperación naciente (aparece hacia los siete u ocho años) en el que los niños intentan dominar a sus compañeros de juego mostrándose preocupados por el control mutuo, e iniciando el uso titubeante de reglas colectivas. Y, cuatro, el estadio de codificación de las reglas (se inicia hacia los once o doce años ) en el que se manifiestan plenamente las aptitudes para codificar y discutir las reglas que se aplican en el juego. En este estadio las partidas de “canicas” quedan 15 15. Piaget, J., El criterio moral en el niño, Barcelona, Martínez Roca, 1987. 34 minuciosamente reguladas y el código es respetado sin vacilaciones por los participantes. En relación a la conciencia de la regla, y a partir de los resultados de sus investigaciones, Piaget establece tres estadios. En el primero de ellos no hay conciencia de la regla porque no hay reglas de juego propiamente dichas. En el segundo estadio (que se inicia durante el periodo del egocentrismo y acaba en el de la cooperación) las reglas son consideradas por los niños como sagradas, eternas y de origen adulto, y cualquier modificación de las mismas es interpretada siempre como una trasgresión. En el tercer y último estadio de la conciencia de las reglas, estas tienen un carácter racional y autónomo y son consideradas como leyes surgidas por acuerdo mutuo, y por tanto, abiertas a modificaciones y variaciones admitidas por el grupo. El segundo tipo de investigaciones llevadas a cabo por Piaget estudiaban las normas morales de origen adulto, es decir, las consecuencias que la presión adulta ejerce en la conciencia moral infantil. En ellas se intentaba conocer las opiniones y juicios de los niños a propósito de las mentiras, las torpezas y los robos. También en este ámbito constata Piaget la sucesión de dos etapas; a saber: la transición de una etapa de “realismo moral”, a otra de juicio autónomo. El realismo moral se caracteriza fundamentalmente por el carácter heterónomo del deber; el sentido literal y absoluto del criterio que considera como bueno exclusivamente la obediencia a las normas del adulto; y superior concepción objetiva de la responsabilidad, en donde la conducta se valora en función de su grado de fidelidad a la norma prescindiendo de las intenciones que la inspiran. Respecto al estudio sobre las torpezas y el robo, realizado a partir de breves historias que Piaget planteaba a los niños, el autor comprueba asimismo la existencia de dos tipos de responsabilidad. La responsabilidad objetiva, que juzga la conducta en función de sus resultados, responsabilidad que se manifiesta predominantemente hasta los siete años y que disminuye posteriormente; y la responsabilidad subjetiva, que aparece hacia los nueve años y que juzga los actos por la intención y motivaciones del autor. En relación a las mentiras encontró igualmente los dos tipos de responsabilidad. 35 Piaget llevó a cabo el estudio sobre la noción de justicia mediante distintas investigaciones relativas a aspectos tales como la solidaridad infantil y sus conflictos con la autoridad adulta en el caso de denuncias; la responsabilidad colectiva; los juicios de los niños sobre las sanciones; la justicia inminente; la justicia distributiva; la relación entre igualdad y autoridad, y otros. A partir de los resultados obtenidos, Piaget llega a la conclusión de que el pleno desarrollo del sentido de la justicia depende fundamentalmente del respeto mutuo y la solidaridad entre los niños. Las influencias de los adultos y de las normas pueden reforzar o dificultar tal desarrollo, pero son las relaciones de cooperación entre iguales las que influyen de forma decisiva en el desarrollo de la noción de justicia. En relación al tema de las sanciones, los niños más pequeños se manifiestan a favor de las sanciones severas e independientes del acto: la sanción expiatoria. Los mayores consideran más justa y más eficaz la sanción que requiere la reparación del daño, o soportar las consecuencias del acto: la sanción por reciprocidad. Las investigaciones que estudiaron el conflicto entre justicia retributiva (sanción) y justicia distributiva (igualdad) demostraron asimismo como los pequeñitos se manifestaban a favor de los castigos mientras que los niños mayores sugerían otro tipo de alternativas basadas en criterios de igualdad o equidad para solucionar los problemas Partiendo de estas investigaciones Piaget formuló tres períodos en relación al desarrollo de la noción de justicia. Primer periodo, la justicia entendida como obediencia (niños de seis a ocho años), en ella se asocia deber con justicia y desobediencia con injusticia. La justicia es en esta etapa equivalente al contenido de las normas impuestas por los adultos. Segundo período, la justicia entendida como igualdad (niños de ocho a once años): el igualitarismo se impone como criterio de justicia por encima de la autoridad adulta; lo justo es un trato igual para todos sin tener presente las circunstancias personales de cada sujeto. Tercer período, la justicia como equidad, en donde se supera el igualitarismo en favor de una igualdad sensible a las situaciones particulares y al trato que cada una de ellas merece. Como podemos ver a partir de estos tres periodos o etapas en el desarrollo de la noción de justicia, también aquí se da 36 la existencia de dos morales o modelos de juicio moral: el juicio moral heterónomo y el juicio moral autónomo. Apoyándose en estos tres tipos de investigación y en los resultados que se obtuvieron, Piaget propone como fin de la educación moral la construcción de personalidades autónomas aptas para la cooperación. Dado que el desarrollo cognitivo y las experiencias de cooperación entre iguales aparecieron como elementos importantes de desarrollo moral en las distintas investigaciones, entendemos que la educación moral debe potenciar el desarrollo intelectual del individuo a la vez que facilitarle una vida social intensa. Animar a los niños a manifestar sus opiniones y actitudes de iniciativa y curiosidad; no abusar del criterio de autoridad para imponerles valores que pueden descubrir por ellos mismos, y crearles un medio favorecedor de experiencias sociomorales, son seguramente algunas de las funciones que le corresponden al educador, dentro del modelo de educación moral propuesto por Piaget. 4.3. El juicio moral preconvencional, convencional y posconvencional en la obra de L. Kohlberg Si bien los trabajos realizados por Piaget respecto al desarrollo moral supusieron una aportación importante y novedosa en el ámbito de la Psicología moral, es Lawrence Kohlberg quien elaboró con mayor precisión una teoría del desarrollo del juicio moral. Las investigaciones de Kohlberg parten, por tanto, de los trabajos realizados por Piaget y de las tesis defendidas por este en su obra. Los descubrimientos realizados por Piaget sobre la existencia de distintas etapas de desarrollo moral, etapas «universales y regulares» y con base formal-cognitiva son el punto de arranque de los estudios llevados a cabo por Kohlberg. En su tesis doctoral defendida en 1958, «El desarrollo de los modos de pensamiento y opción moral entre los diez y los dieciséis años», se encuentran ya plasmadas las ideas principales que en trabajos posteriores serán ampliamente comprobadas y estudiadas. En ella Kohlberg trata, desde la perspectiva del desarrollo cognitivo, las sucesivas manifestaciones del juicio moral. Su idea fundamental es que existe un desarrollo «natural» en el pensamiento moral que se sucede a través de seis estadios sucesivos y universales. Si bien su aportación se puede entender como una continuación de las principales ideas señaladas por Piaget, entre ambos autores se dan una 37 serie de discrepancias en relación a distintos aspectos. En primer lugar, Kohlberg utiliza el concepto de «estadio» para definir el proceso de maduración moral, mientras que Piaget se limita a hablar de etapas, pues considera que el concepto de estadio tal y como el lo entiende no es aplicable al ámbito moral. En segundo lugar, Piaget señala dos etapas de desarrollo moral: la heterónoma y la autónoma y considera que esta Ultima puede culminar hacia los doce años. Kohlberg, sin embargo, establece seis estadios en el desarrollo del juicio moral y considera que el sexto estadio culmina, en el mejor de los casos, hacia los veinte años. Por último, ambos autores discrepan en la relación existente entre juicio y acción moral. Mientras que para Piaget la acción precede al juicio moral, siendo este una toma de conciencia retardada respecto de la acción moral. Kohlberg considera que el juicio es anterior a la acción y da sentido a esta. Pese a estas discrepancias, podemos considerar que el enfoque, metodología y objetivos generales de ambos autores coinciden. Los estudios e investigaciones de Kohlberg se centran en el desarrollo del juicio moral; es decir, en la capacidad del sujeto para razonar respecto a temas morales. Sin embargo, el desarrollo del juicio moral requiere una serie de capacidades psíquicas sin las cuales no es posible el paso de un estadio moral al siguiente. Al hablar de juicio moral Kohlberg se refiere a una capacidad cognitiva del sujeto que le permite diferenciar lo que esta bien de lo que esta mal. Capacidad cognitiva estrechamente vinculada a la idea de justicia en tanto que igualdad y equidad. Los factores que posibilitan el desarrollo del juicio moral así entendido son fundamentalmente dos: el desarrollo cognitivo o intelectual y la perspectiva social. El nivel de desarrollo cognitivo condiciona y delimita no solo el estadio de juicio moral, sino también el grado de empatía o la capacidad para asumir roles. La perspectiva social o capacidad para asumir el rol de otro es una habilidad social que se desarrolla gradualmente desde la edad de seis anos y que es un factor decisivo en el crecimiento del juicio moral. Estos elementos son necesarios pero no suficientes para que se de el desarrollo del juicio moral. Es decir, la inmadurez de alguno de ellos impedirá avanzar de un estadio moral a otro, pero su existencia no garantiza el desarrollo del razonamiento moral. 38 Al definir la maduración del juicio moral como evolución progresiva a lo largo de seis estadios, Kohlberg se identifica y opta por el concepto de estadio utilizado desde la perspectiva del desarrollo cognitivo.16 Por lo que se refiere al contenido que se estructura en cada uno de los seis estadios o modos de pensamiento, cabe señalar que es un contenido cognitivo, formal y universal. Es cognitivo en la medida en que los conflictos morales son planteados desde el punto de vista racional. La existencia de sentimientos o preferencias no invalida el supuesto de que los juicios morales deben ser defendidos mediante razones. Es un contenido formal por cuanto la optimización o desarrollo del juicio moral hace referencia al tipo de razonamiento y no al contenido concreto del razonamiento. Los estadios no se ocupan de normas concretas sino de principios generales y criterios de razonamiento. Estos principios generales quieren ejercer una función de gula para que cada persona o colectivo pueda derivar a partir de ellos aquellas normas que considere más oportunas y validas ante una situación determinada. Podemos considerarlo un contenido universal porque según Kohlberg en todas las culturas pueden encontrarse los mismos valores morales básicos y los mismos estadios hacia una madurez moral. A pesar de que los diferentes ambientes produzcan directamente distintas creencias especificas, no por ello generan distintos principios morales básicos. Una vez presentados algunos de los rasgos más característicos de la aportación de Kohlberg pasamos a explicar su propuesta concreta del desarrollo del juicio moral a lo largo de seis estadios. Kohlberg establece tres niveles básicos de razonamiento moral, cada uno de los cuales agrupa dos estadios cuya forma de razonamiento es similar, si bien hay una diferenciación debida a la optimización de los argumentos. Mientras que los niveles definen enfoques en la revolución de los problemas morales, los estadios definen los criterios por los que el sujeto ejercita su juicio moral. Cada nivel de juicio moral implica básicamente tres aspectos. Uno, los modos generales de definir lo que es bueno y de valorar las situaciones; dos, el tipo de razones que se utilizan para defender la percepción de “lo bueno”; y tres, la perspectiva social del 16 Kohlberg, L., "El enfoque cognitivo-evolutivo de la educación moral», en Jordán, J. A. y Santolaria, F. (comps.), La educación moral, hay. Cuestiones y perspectivas, Barcelona, PPU, 1987, pag. 87. Kohlberg, L., «Estadio y secuencia: vía cognitivo-evolutiva a la socialización», en Kohlberg, L., Psicología del desarrollo moral, Bilbao, Desclee de Brouwer, 1992, pags. 5558. 39 estadio. Los niveles son: el preconvencional, el convencional y el posconvencional.17 En el nivel preconvencional todavía no se da en el sujeto una comprensión o apreciación de las reglas sociales y de la autoridad. Las cuestiones morales son planteadas teniendo en cuenta únicamente los intereses de las personas implicadas. En el nivel convencional el individuo emite juicios tomando como única referencia las reglas y las expectativas que el grupo tiene sobre él. Los temas morales se plantean desde la perspectiva que da el sentirse miembro de un grupo social. En el nivel posconvencional, el individuo entiende las reglas de la sociedad pero no queda limitado a ellas. El pensamiento se rige aquí por principios y no por reglas sociales. Estas serán aceptadas en la medida que se fundamenten en principios y valores generales. Los temas morales se enfocan desde una perspectiva superior a la sociedad. A continuación describiremos los estadios morales definidos por Kohlberg.18 Estadio 1. Moralidad heterónoma. El primer estadio del nivel preconvencional suele cubrir aproximadamente de los cinco a los ocho años, y aun en caso de prolongarse difícilmente rebasa la primera adolescencia. Durante esta etapa se considera que las consecuencias físicas de la acción determinan su bondad o maldad, independientemente del significado o de los valores que expresa tanto la acción como sus consecuencias. Los deseos u órdenes expresados por la figura de autoridad se convierten en reglas que el niño intenta cumplir por miedo a ser castigado en caso que no hacerlo. Los sujetos que se encuentran en esta etapa tienden a establecer una relación de causa-efecto entre la desobediencia y el castigo. Por todo ello, el niño considera que lo que esta bien es no violar normas respaldadas por castigos, obedecer por obedecer, y evitar cambios físicos a personas o propiedades. Estadio 2. Moral instrumental e individualista. Habitualmente se encuentran en el segundo estadio los jóvenes de edades comprendidas entre los ocho y los catorce años. Para los sujetos que se encuentran en el estadio instrumental lo correcto y justo es actuar de modo que se satisfagan las propias necesidades Kohlberg, L., “Estadios morales y moralización: la vía cognitivoevolutiva, en Kohlberg, L., Psicología del desarrollo moral, Bilbao, Desclee de Brouwer, 1992, pags. 185-193. 18 Kohlberg, L., Estadios morales y moralización: la vía cognitivoevolutiva., en Kohlberg, L., Psicóloga del desarrollo moral, Bilbao, Desclee de Brouwer, 1992, págs. 185-214. 17 40 y, si se llega- a un acuerdo de intercambio de beneficios, actuar de modo que se satisfagan también las necesidades de los demás. Sin embargo, el beneficio que pueden obtener los demás no es el resultado de la lealtad o la solidaridad, sino el producto de un calculo de reciprocidad mercantil: me procuras este beneficio y yo te colmaré esta necesidad. De acuerdo con ello, las reglas deben seguirse cuando resultan de interés inmediato para alguien. La razón moral que justifica llevar a cabo una determinada conducta es satisfacer las propias necesidades y reconocer si cabe que las demás personas tienen también sus propios intereses y necesidades. Estadio 3. Moral normativa interpersonal. El primer estadio del nivel convencional en términos generales suele aparecer en la preadolescencia o la adolescencia, pudiéndose prolongar en ciertos casos durante toda la vida. Las personas que se encuentran en este estadio consideran que el comportamiento correcto es aquel que complace y ayuda a los demás, y que por lo tanto acaba recibiendo su aprobación. Lo correcto para los sujetos que están en este estadio es vivir en coherencia con las expectativas que las personas próximas a ellos proyectan sobre su conducta. La ayuda a los demás, la lealtad al grupo y la asunción de las reglas que en el se dan, son los elementos cave que se de ben tener en cuenta. Las razones para actuar de forma justa son la necesidad de ser “una buena persona”, entendiendo tal concepto como la obtención de aprobación por parte de las personas más allegadas y apreciadas. El sujeto se esfuerza para que su conducta coincida con lo esperado en las distintas relaciones o roles sociales que juega (hermano, amigo, hijo, estudiante, etc.). En relación al concepto de justicia, se pasa del intercambio a la reciprocidad. Aparece la idea de equidad, por la cual se favorece al más débil, de modo que las relaciones interpersonales no se guían solo por el criterio del estricto intercambio. Estadio 4. Moral del sistema social. Este estadio suele iniciarse hacia la mitad de la adolescencia y en muchos casos se prolonga durante toda la vida. Si en el tercer estadio se tiene un concepto limitado de justicia, por cuanto esta se circunscribe a un grupo concreto de relaciones interpersonales, el cuarto estadio supera esta limitación y la justicia es definida en función de toda la comunidad. La autoridad que surge de la sociedad se 41 impone al ascendiente o autoridad personal característica del estadio anterior. Se vuelve, pues, a considerar la autoridad como gula del deber, aunque ya no es una autoridad personal sino la autoridad que emana de toda la sociedad y de sus normas. En consecuencia, durante este periodo se produce una orientación hacia la ley que esta respaldada por la autoridad, hacia las normas fijas y hacia el mantenimiento del orden social. El comportamiento correcto consiste en cumplir con el propio deber, que no es sino cumplir con los compromisos adquiridos, respetar con tal comportamiento a la autoridad establecida y mantener el orden social imperante porque nos parece valioso en Si mismo. Salvaguardar la institución en su conjunto y evitar la descomposición del sistema social son las principales razones para actuar de forma correcta. Estadio 4,5. Nivel transicional. Pese a que Kohlberg estableció seis estadios en el desarrollo del juicio moral, también apunto la posibilidad de un estadio intermedio entre el cuarto y el quinto. El estadio cuatro y medio se incluiría ya en el nivel posconvencional, pero todavía no estaría basado en una moral de principios. Aparece entrada la adolescencia y, como el anterior estadio, puede perdurar durante toda la vida. Su necesidad para el sujeto surge cuando los criterios del anterior estadio, que estaban pensados para salvaguardar las normas morales del sistema social, entran en contacto con principios y comportamientos distintos de los refrendados por tal sistema. Si la ley es siempre algo fijo y definitivo, no es correcto dar ninguna beligerancia a comportamientos desviados, y ello por el simple hecho de que ponen en peligro la misma ley. Sin embargo, tal razonamiento imposibilita aceptar a toda persona que, por cualquier criterio, se apartara de la norma establecida. Asimismo, es difícil integrar en el pensamiento del estadio cuarto las distintas formas de vida de los miembros de otras civilizaciones. Ante tales dificultades hay dos soluciones que suelen adoptarse sucesivamente: construirse una moral relativista que permita asimilar cualquier diferencia, dado que el bien y el mal solo dependen de una opción personal. Esta seria la posición del estadio cuatro y medio. La otra alternativa es elaborar racionalmente algunos principios que permitan tomar decisiones morales y justificarlas con razones: es la postura del quinto estadio. 42 En este estadio la corrección moral es considerada por el sujeto como una cuestión únicamente personal y subjetiva. Se reconoce la relatividad de los diferentes criterios sociales; es decir, la posible validez de cualquier criterio, al menos para quien lo sustenta. Por tanto, el sujeto se orienta hacia valores que elige de acuerdo con opciones subjetivas y personales. Tales opciones suelen estar basadas en criterios hedonistas o emotivos, o bien en los roles y normas interiorizadas del estadio cuarto. Pero, sea como fuere, desafían una moral arbitraria y relativa, en la que cada cual elige sus opciones por motivos enteramente subjetivos. Tal postura da carta de ciudadanía a la diversidad de opciones morales, pero no puede dilucidar los conflictos morales mediante criterios racionales pues cualquier opción es igualmente buena. Estadio 5. Moral del con trato y de los derechos humanos. Este estadio surge, como muy pronto, en los últimos años de la adolescencia. El comportamiento justo debe tener presentes los derechos humanos individuales así como las normas que han sido elaboradas y aceptadas por toda la sociedad. Cuando las reglas sociales entran en conflicto con los derechos básicos de las personas, estas deberán modificarse en beneficio de los derechos humanos. El consenso y el dialogó como procedimiento de organización social se imponen por encima de las normas concretas. Para los individuos que se hallen en el, el comportamiento concepto deberá tener presentes tanto los derechos humanos individuales y generales que están por encima de cualquier otra consideración, como las normas que se han elaborado críticamente y han sido aceptadas por toda la sociedad. Cuando las segundas entran en conflicto con los primeros, el pacto que las fundamenta deberá modificarse a fin de conseguir un adecuado cumplimiento de los derechos humanos fundamentales. Por lo tanto, el procedimiento consensual que se aplica para fundamentar las normas sociales comunes, actúa como elemento racional que acerca y complementa la variedad de valores y opiniones que los miembros de la sociedad defienden, y por ello se convierte en un valor superior a las normas concretas. En cierto modo, eso significa que, pese al carácter relativo de la mayoría de normas y reglas sociales, existen algunos valores o derechos no relativos, como la vida y la libertad, que deben ser defendidos y respetados en todas las culturas y sociedades. Los sujetos 43 que están en el estadio quinto se sienten con la obligación de obedecer la ley porque la han acordado mediante contrato social, y porque responde a valores universalmente deseables. Se da, pues, una preocupación porque las leyes y los deberes sociales estén basados en cálculos racionales de utilidad general: o el mayor bien para el mayor número de personas». El concepto clave de este estadio es el contrato social de acuerdo a valores. Estadio 6. Moral de principios éticos universales. Según Kohlberg a este estadio llega un número muy reducido de personas y nunca lo hacen antes de los veinte años. A menudo coexisten los criterios propios del quinto estadio con las características del sexto. Lo correcto para un individuo que haya alcanzado esta etapa será proceder según la decisión de su conciencia y de acuerdo con principios éticos de carácter universal y general que ella misma elige. Es imposible llegar a este estadio sin dominar las operaciones formales, y sin haber adquirido en el orden social la perspectiva del punto de vista moral. Tal perspectiva permite derivar acuerdos sociales a partir de una posición moral previa y directriz. Se requiere por tanto reconocer que en primer término hay algún criterio de naturaleza moral que debe regir la vida colectiva. Este criterio, formulado de modo muy general, se refiere al respeto debido a las personas y a su condición de fines y no de medios. Dicha perspectiva supone orientarse por principios éticos autoescogidos, considerar justas las leyes sociales en la medida en que se apoyan en tales principios, y cambiarlas en caso contrario. Como ya se ha indicado, los principios éticos que se alcanzan al final del desarrollo del juicio moral, se refieren contenido universal de la justicia: la igualdad entre los seres humanos, y el respeto a su dignidad, libertad y autonomía. Tales principios de justicia han sido formalizados de distinta manera por varios filósofos, como por ejemplo Rawls y Habermas, aunque lo común a todos ellos es el emperió pot- justificar que la justicia requiere considerar en todos sus extremos el punto de vista de todas las personas implicadas en una situación y equilibrar tales perspectivas. Solo así estamos ante una acción justa y correcta, y únicamente de este modo cumplimos plenamente en cada situación distinta con la necesidad moral del respeto pleno por los demás. Por lo tanto, para el sujeto que se encuentra en este estadio, actuar correctamente implica seguir el dictamen de su conciencia y guiarse por 44 unos principios éticos autoescogidos de carácter universal. Dado que tales principios no son valores concretos sino principios formales, la persona los utilizará para producir decisiones adaptadas a contextos particulares. Las razones para actuar con justicia son la creencia como persona racional en la validez de unos principios morales universales y el sentimiento de compromiso personal con estos valores. Las preocupaciones de Kohlberg no se limitaron a la descripción de los estadios morales, sino que, del resultado de estos trabajos, serán importantes indicaciones que han servido para orientar la educación moral. Sus ideas sobre la intervención educativa en este ámbito toman pleno sentido después de considerar su postura sobre el fin de la educación moral. En su opinión, y de acuerdo con Dewey, el principal fin de la educación moral es propiciar el desarrollo del educando en esta faceta de su personalidad. Entendiendo que el desarrollo no es un mero cambio comportamental, sino el paso de un modo de adaptación al medio social y a si mismo menos adecuado a otro mas adecuado. Suponiendo además que la adaptación no pretende únicamente el ajuste, sino la optimización de las formas de vida humana. Por tanto, la educación moral como desarrollo requiere la promoción desde los estadios inferiores de juicio moral a los superiores. Propuesta que no implica un reduccionismo psicologiota porque, tal como Kohlberg y otros autores han justificado, cada nuevo estadio moral muestra un modo de ser mas adecuado, hasta llegar al sexto estadio que implica un juicio basado en principios, propuesta igualmente defendida desde la filosofía. Como síntesis de todo ello, puede afirmarse que el propósito de la educación, mas que transmitir información moral, es estimular al educando hacia el siguiente estadio de desarrollo del juicio moral. 5. La educación moral como formación de hábitos virtuosos Bajo este epígrafe incluimos un conjunto de propuestas de educación moral que tienen una larga tradición que se remonta al menos hasta Aristóteles, pero que de nuevo hoy se están revitalizando. Impulsadas por factores sociales, culturales y filosóficos de muy distinta índole, y manteniendo un dialogo critico con las posiciones cognitivo evolutivas del desarrollo moral, tales posturas han tornado un renovado protagonismo en los debates sobre educación moral. Nos 45 estamos refiriendo a propuestas de educación moral que la entienden como adquisición de virtudes, formación del carácter, o construcción de hábitos. Estas posturas y posiblemente otras tienen numerosos puntos en común que permiten exponerlas en el mismo apartado.19 Aquello que mejor caracteriza este paradigma moral es la convicción de que una persona no es moral si únicamente conoce intelectualmente el bien. Para considerar moral a un sujeto es preciso que mantenga una línea de conducta virtuosa: que realice actos virtuosos y que los realice habitualmente. Sin la formación de hábitos y la configuración del carácter no hay personalidad moral. Pero tampoco la habrá si dichos hábitos no son virtuosos; es decir, si no apuntan en dirección al bien y a la felicidad para la que cada hombre esta dispuesto y que cada colectividad necesita para reproducir sus tradiciones valiosas. Implícita o explícitamente en esta postura hay una clara orientación finalista o teleología. Una orientación que supone la existencia de algo que permite establecer desde siempre aquello que sea virtuoso o bueno para cada sujeto. En unos casos se habla de una ley universal propia de la naturaleza humana que cada sujeto puede conocer de modo casi inmediato y de acuerdo a la cual debe regular su conducta. En otros casos la moralidad que debe impregnar a cada sujeto se define de acuerdo a las normas y valores culturales e institucionales. Bajo esta perspectiva, una persona moral es aquella que se ha adherido a las tradiciones y valores sociales y que los ha convertido en un conjunto de virtudes personales. Se trata de una perspectiva moral que concede mayor énfasis a la cultura y a las tradiciones de la comunidad, y ello en la medida que tales formas sociales expresan y facilitan el acercamiento al bien humano. La convicción de que la civilización ha acumulado un amplio conjunto de formas valiosas que deben conservarse y transmitirse vigorosamente a las jóvenes generaciones es lo que ha dado una gran trascendencia al papel de la escuela y de los educadores. En tal sentido la 19 Peters, R. S., Desarrollo moral y educación moral, México, FCE, 1984. Nucci, L. P. (comp.), Moral Development and character education, Berkeley, McCutrham Publishing Corporation, 1989. Brezinka, W. (1987), "La habilidad (moral) como objetivo de la educación., y M, R. (1987), "Reflexiones sobre educación moral., ambos en Jordán, J. A. y . Santolaria, F. (comps.), La educación moral, hoy. Cuestiones y perspectivas, Barcelona, PPU, pags. 269-287 y 183-206. 46 educación para las virtudes y para la formación del carácter es más directiva y da a los educadores un papel mas activo en el proceso de educación moral que el otorgado por el resto de orientaciones. Asimismo la educación moral como formación de hábitos esta fuertemente comprometida con el correcto funcionamiento de la vida colectiva de la escuela, especialmente en la medida que ha de proporcionar a todos los alumnos un positivo y penetrante ambiente que contribuya a la formación de cada uno de ellos. En este contexto, como ya se ha apuntado„ el educador debe ser una autoridad respetada. La actividad educativa que infundirá forma humana y moral a los educandos se lleva a cabo en dos fases: la primera se destina a reconocer los principios morales esenciales y a derivar de ellos sus concreciones; en la segunda se trata ya de activar las posibilidades de cada sujeto para que realice repetidamente actos que vayan configurando los hábitos morales y el carácter personal de acuerdo a los principios y valores morales previamente reconocidos. Culminar estas dos etapas de manera exitosa requiere una fuerte presencia y compromiso por parte del educador. Una actividad educativa que se plasmará en la exposición a modelos personales dignos de ser imitados; en la explicación clara y minuciosa de lo que es una conducta moral; en la exhortación o persuasión de los educandos en favor de determinadas formas morales; en la exigencia, el control y la evaluación; en el diseño de entornos institucionales densos en prácticas virtuosas de manera que impregnen a todas las personas que los frecuentan; y en la consideración del valor de las experiencias sociales de toda índole. Como en otros casos, el valor que atesora esta perspectiva moral tiende a diluirse cuando se exclusiviza. Si bien señala aspectos esenciales en la formación de la personalidad moral —tales como la importancia dada a los hábitos, al reconocimiento de valores culturalmente cristalizados y merecedores de ser transmitidos a los alumnos, al papel de los educadores como colaboradores activos y comprometidos en el proceso educativo de sus alumnos--, también entendemos que nada permite asegurar que sea posible establecer sin dudas y de manera completa un conjunto de hábitos y virtudes suficientes para orientar el presente y el futuro de la vida de los alumnos de nuestras escuelas. 47 5.1. Finalidad, virtud y comunidad Al iniciar este apartado decíamos que la educación moral entendida como formación de hábitos agrupa propuestas muy distintas. Pero probablemente en lo que más convergen las posiciones que aquí englobamos es en sus críticas al proyecto ilustrado y, en concreto, a la pretensión de imparcialidad que se defiende en las teorías éticas. Tales aportaciones filosóficas se articulan a partir de los interrogantes que se dirigen a dicha pretensión de neutralidad y a la posibilidad de formular propuestas éticas vacías de contenidos valorativos. En concreto, las posturas filosóficas neoaristotélicas y comunitaristas critican el programa racionalista, universalista y liberal de las éticas y de la política de la modernidad. Desde su punto de vista, la modernidad ha perdido la moda de virtud, la noción de una manera adecuada de ser: el sujeto justo y prudente. Y además ha olvidado la manera adecuada de llegar a ser de esa forma: el proceso de adquisición laboriosa de hábitos virtuosos. No es nuestro objetivo aquí describir las distintas posturas filosóficas surgidas como respuesta al «fracaso modernista». Intentaremos, sin embargo, recoger aquellos elementos que permiten entender, justificar y fundamentar estas propuestas pedagógicas. Visión teleología de la naturaleza humana La primera nota a destacar en las aportaciones filosóficas que aquí incluimos es su marcado acento aristotélico. Con mayor o menor intensidad se explicita la necesidad de retornar a un enfoque que preste atención a la acción en tanto que objetivo educativo. No se trata de desarrollar prioritariamente el pensamiento ni tampoco favorecer la especulación, sino desarrollar virtudes, conseguir personalidades morales “buenas”. Para ello será necesario establecer que finalidad se debe perseguir. Será necesario conocer el para que de la acción educativa. Estas cuestiones están ya contestadas por Aristóteles, quien entendía que el fin de la educación es la felicidad y la vida buena. En este sentido, los filósofos neoaristotelicos y comunitaristas consideran que la ética debe atreverse a plantear unas metas y unas finalidades concretas que permitan .orientar el proceso educativo. Lo que permite juzgar algo como bueno o malo es el conocimiento del fin al que tiende. Si se pierde o se ignora la finalidad no tiene sentido, a juicio de estas propuestas, hablar de moralidad. 48 Junto a una concepción finalista y teleológica de lo moral, nos encontramos también con la vinculación que se establece entre virtud y sometimiento. Pese a entender que la moralidad no queda reducida a la obediencia ciega a unas reglas, se insiste en que la adquisición de la virtud no resulta ser tanto un producto de la autonomía moral como de cierta forma de sometimiento. La virtud supone, desde estas posiciones, aceptar criterios no creados por uno mismo y obligarse al ejercicio y la practica de esos criterios externos. En este sentido, se reclama el dominio de la voluntad sobre los deseos. Actuar virtuosamente no es actuar contra la inclinación, sino actuar desde una inclinación formada por el cultivo de las virtudes. Es decir, desde una inclinación formada a partir de los hábitos que la voluntad ha ido configurando. Solo en este sentido se puede entender la educación moral como educación de la libertad. Los contenidos morales que se desprenden de la tradición Formar hábitos morales adecuados hace necesaria la transmiten de un contenido moral que pueda dar forma al carácter. La vida moral consiste en “hacer lo que debe ser hecho”; o sea, ejercitarse en actos morales a través de los cuales se logren virtudes. En la medida que aumentan los hábitos virtuosos están aumentando también las posibilidades del sujeto para actuar libremente, pero es un actuar libremente de acuerdo a unos fines que se han hecho propios, fines acordes con la tradición y que están al servicio de la comunidad a la que se pertenece. En este sentido y a diferencia del relativismo ético, la idea de comunidad debe apoyarse en una teoría “fuerte” del bien. Debe partir de la existencia de un bien común colectivo, alcanzable por la razón humana y que no dependa de la opinión o preferencia de cada sujeto. La tradición proporciona un marco de referencia para juzgar y actuar. Es asimismo un marco creado a partir de la sabiduría acumulada por el propio pasado y del cual ninguna cultura ni sociedad puede desprenderse. En consecuencia, para formar el carácter moral se debe enseñar de la forma mas explicita posible los rasgos del carácter que se admiran, para lo cual resulta imprescindible el conocimiento de contenidos morales que se desprendan de relatos y personajes que han tenido lugar en la propia comunidad y que enseñan aquello hacia lo que se tiende, y muestran de forma clara y contundente el ideal que debe conseguirse y hacia 49 el cual se debe orientar la vida. El contenido a transmitir desde la educación moral debe ser un contenido claro y explicitó en cuya formularia no aparecen fisuras ni interpretaciones diversas. 5.2. Moral de principios y moral convencional en la obra de R.S. Peters En opinión de Peters la educación moral debe entenderse simultáneamente como implantación de principios morales y como transmisión de hábitos. 20 En las primeras edades, hábitos convencionales, pero posteriormente también hábitos coherentes con los principios morales. Su propuesta no puede interpretarse, pues, como un rechazo total de las aportaciones llevadas a cabo en el marco de las tendencias cognitivo-evolutivas. Sin embargo, sus escritos aportan elementos claramente distintivos que de ningún modo pueden incluirse en el marco de la educación moral coma desarrollo. Es más exacto considerar sus ideas como aportaciones complementarias respecto de las perspectivas cognitivitas y no como una alternativa radical a ellas. No obstante, es muy probable que la aportación de R.S. Peters sea una de las formulaciones mas explicitas a favor de una educación moral que contemple desde los primeros años de la infancia la formación de hábitos virtuosos en los educandos. Aunque ello no debe entenderse como la negación a la autonomía del sujeto o la limitación en el uso de la razón. Para Peters la formación de hábitos virtuosos no es incompatible con estos elementos, aun cuando la relación entre ellos sea un tanto confusa y no quede definido en que momento o a partir de que experiencias la educación moral deja de reproducir aquello que la tradición cultural considera valioso para dar paso a la autonomía del sujeto. Peters parte de la dificultad que tienen los niños y niñas de edades tempranas para llevar a cabo procesos de razonamiento complejos. Según el autor, esta limitación para entender el porque y el cómo de las reglas y normativas vigentes, justifica y hace necesaria una intervención explicita y directa orientada a transmitir a los educandos aquellas reglas morales que la comunidad haya priorizado y considere reglas básicas de convivencia. El dilema pedagógico no esta o no debería plantearse, según Peters, en decidir si es licito o no transmitir reglas básicas a niños y niñas de corta edad, dilema que 20 Peters, R. S., Desarrollo moral y educación moral, México, FCE, 1984. 50 el autor ya tiene resuelto de manera afirmativa, sino en decidir que reglas deberían transmitirse y cómo se llevara a cabo la transmisión. Por otra parte, Peters afirma que su propuesta de educación moral intenta compatibilizar dos líneas distintas de la educación moral. La primera, centrada en aspectos como la formación de hábitos, la tradición y la buena crianza. La segunda, más atenta al adiestramiento intelectual, al desarrollo del pensamiento y a la elección critica. Pese a tales afirmaciones los escritos de Peters parecen insistir y ofrecer más sugerencias prácticas a la educación moral como formación de hábitos que a la educación moral como desarrollo del pensamiento. Es con esta voluntad de compatibilizar ambas posiciones que Peters fija el objetivo de la educación moral en el desarrollo de un tipo de carácter autónomo que observe las reglas de una forma racional. Y ello porque considera que el educando no sólo debe llegar a conocer lo que en general esta bien o mal, sino que también debe entender el porque las reglas son correctas o incorrectas. Sólo si los educadores enseñan a los niños y niñas desde los primeros años de sus vidas las reglas básicas de su comunidad y los principios superiores que las rigen, podrán posteriormente entender y juzgar las reglas. Aparentemente, la constatación de esta limitación infantil es el motivo que lleva a Peters a centrar buena parte de la educación moral en la adquisición de hábitos virtuosos dejando en segundo piano el desarrollo del razonamiento moral y la construcción autónoma de la personalidad. Y ello porque entiende que es necesaria una moral convencional como etapa para llegar a la moral de principios. Piensa que desde la moral convencional heterónoma se puede facilitar el desarrollo del individuo hacia la moral de principios, a partir de hábitos, normas y virtudes coherentes con los principios fundamentales que deberá adquirir en la etapa siguiente del desarrollo moral. Virtudes referidas a la preocupación por los demás, a la igualdad o la sinceridad reforzaran posteriormente los principios compartidos. Normas como no robar o ser sincero, pueden ser defendidas por cuanto apelan a los principios universales considerados imprescindibles para la vida social. Sin embargo, las principales aportaciones del autor se centran en el tema de los hábitos y en la construcción del carácter moral. Al hablar de ello Peters 51 clarifica que “los hábitos no forman parte del mobiliario de la mente”, sino que el termino “habito” se refiere a las acciones de los individuos, y a la tendencia a actuar de una forma determinada. No se trata de garantizar comportamientos “buenos” pero aislados, sino de conseguir que el educando actúe correctamente “de forma automática”. O dicho de forma más suave, se puede facilitar la conducta correcta a fuerza de la repetición y del ejercicio. Si se expone a los educandos a ejercicios constantes de conductas virtuosas, se favorecerá en ellos una “manera de hacer” correcta y buena. Y estas prácticas están formando ya personalidades morales, aun cuando los educandos no hayan “elegido” esa manera de actuar, o no comprendan el por qué de las reglas que están interiorizando. Según Peters el hecho de practicarlas y de ejercitarse en hábitos virtuosos es un elemento que les servía posteriormente en el desarrollo de su autonomía y en el uso de la razón para entender los motivos que justifican aquello que los adultos de su comunidad les han transmitido. Otro aspecto interesante de la obra de Peters es la manera de entender la vida moral del sujeto, manera que debería ser conocida por los educadores a fin de ayudar a los educandos en la construcción de una personalidad moral compleja que abarque las distintas dimensiones que en ella convergen. En concreto son cinco los aspectos que Peters distingue en la vida moral. El primero de ellos esta muy vinculado con los conceptos de “bueno”, “deseable” y “valioso”, y hace referencia a aquellas actividades que la comunidad considera de suma importancia y que por lo tanto se deberá iniciar a los niños en ellas. Son actividades conectadas no solo a ocupaciones o profesiones sociales sino también a posibles vocaciones e ideales de vida. El segundo aspecto se relaciona con los conceptos de “obligación” y “deber”. Peters entiende que gran parte de la vida moral de un sujeto esta ocupada por los papeles sociales que desempeña, por su posición y por lo que los demás esperan de 61. Cada sujeto debe dar respuesta a las expectativas que se Forman en torno a su persona y a los roles que desempeña (como padre, esposo, ciudadano, o profesional). El tercer aspecto hace referencia a aquellos deberes y obligaciones que, sin estar concretados en ningún papel social, deben ser atendidos por todos los miembros de una sociedad. Son obligaciones que se derivan de las reglas o 52 normativas generales y que afectan a las relaciones del individuo con las instituciones y con el resto de personas. En cuarto lugar, Peters advierte de la existencia de algunas metas de carácter general y que se personalizan bajo la forma de motivaciones. Se trata aquí de propósitos que no surgen a partir de actividades específicas y que llegan a constituirse en rasgos de carácter: la ambición, la benevolencia o la gratitud serian algunos ejemplos. Por Peters entiende que en la vida moral del ser humano se dan algunos rasgos generales de carácter que no se relacionan con las reglas que obedece sino con la forma en que lo hace. Son rasgos referidos a la “voluntad” del individuo y Peters señala algunos como la persistencia, la conciencia, la determinación o la integridad. En esta descripción que hace Peters de los aspectos fundamentales de la vida moral de los sujetos vemos el peso que tienen los hábitos, los rasgos de carácter y la tradición cultural en comparación con elementos más vinculados a la autonomía del sujeto. A partir de estas dimensiones y con la voluntad de dar respuesta y formar todas ellas se diseñan métodos y actividades educativas para llevar a cabo con los educandos. Por lo dicho hasta ahora podemos deducir que la instrucción, así como la exposición a modelos, o el adiestramiento, serán metodologías fomentadas y utilizadas desde las posturas afines a la educación moral como formación de hábitos, especialmente para trabajar en las primeras etapas de la infancia. En síntesis, entendemos que Peters considera que la formación moral debe ir encaminada a que cada sujeto descubra y asuma una serie de principios basados en la reflexión racional. Se trata de principios fundamentales pero no arbitrarios, de naturaleza procesual por cuanto no indican con precisión qué reglas deben cumplirse ni proporcionan mandatos morales predeterminados, sino que por el contrario establecen tan solo directrices generales sobre que procedimientos se deben seguir para tornar decisiones morales. Estos principios, de niñero limitado, son según Peters: la imparcialidad, la consideración de los intereses en litigio, la libertad, el respeto a las personas y la veracidad. Recurrir a ellos no garantiza un contenido uniforme de la moralidad pero ayudara a estructurar la forma de pensar en términos de principios compartidos. 53 Si bien Peters considera el uso de la razón como un elemento básico en la educación moral, se cuestiona cómo formarla en los primeros arlos de la vida de los educandos, cuando su capacidad para razonar es todavía muy limitada. A diferencia de otros autores, Peters defiende la creación y transmisión de hábitos en los niños pequeños como un elemento que ayuda al desarrollo moral. El uso de la inteligencia y la formación de hábitos no son elementos opuestos y contradictorios sino complementarios. En relación a este aspecto, Peters insiste en la importancia de una moral convencional como etapa necesaria para llegar a la moral de principios. Piensa que desde la moral convencional y heterónoma se puede facilitar el desarrollo del individuo hacia la moral de principios. A partir de hábitos, normas y virtudes coherentes con los principios fundamentales que deberá adquirir en la etapa siguiente de la formación moral se ponen las bases para que en su momento sea posible una moral autónoma verdaderamente basada en principios racionales. Virtudes referidas a la preocupación por los demás, a la igualdad o a la sinceridad reforzaran posteriormente los principios morales compartidos. Normas como no robar o ser sincero pueden ser defendidas por cuanto apelan a los principios universales considerados imprescindibles para la vida social. Por eso Peters se muestra a favor de un aprendizaje temprano en el tema de los hábitos, normas y virtudes referidos al aspecto moral de la personalidad humana. La exposición a modelos de conducta, así como cierta cantidad de instrucción moral, pueden ser los métodos adecuados para trabajar en las primeras etapas de la infancia. 6. La educación moral como construcción de la personalidad moral Antes de presentar con mayor detalle lo que entendemos por educación moral como construcción de la personalidad moral» vamos a resumir algunos de sus principales rasgos y a compararlos con los demás paradigmas morales que acabamos de explicar. Luego nos extenderemos algo mas viendo a que nos referimos cuando hablamos de construcción de la personalidad moral y también describiendo los procesos formativos mediante los cuales se adquiere. 6.1. Paradigmas morales y educación moral como construcción Entendemos que la educación moral como construcción parte, en tanto que primer principio, de la convicción de que la moral no es algo dado de antemano, presupuesto, o que simplemente se decide o elige, sino que la 54 moral debe hacerse mediante un esfuerzo complejo de elaboración o reelaboración de las formas de vida y de los valores que se consideran correctos y adecuados para cada situación. La moral es, pues, un producto cultural cuya creación depende de cada sujeto y del conjunto de todos ellos. Si la educación moral como construcción dialógica de la personalidad moral se entiende del modo como acabamos de describir, resulta conveniente repasar de nuevo los demás paradigmas de educación moral para situarse en relación a ellos. En cierto modo veremos cómo todos tienen una parte de verdad, pero una parte de verdad que pierden al absolutizarla y considerar que la tienen toda. Pese a ello, no pretendemos formular una posición meramente ecléctica, sino una posición que reconozca lo positivo que hay en las demás, pero sobre todo que se estructure de acuerdo a los principios morales y educativos mas apropiados. Entender la educación moral como socialización significa en muchos casos reducirla a procesos sociales de adaptación. Procesos que señalan correctamente que la moral tiene que ver con el cumplimiento de las normas sociales, pero que no perciben que tales normas pueden también criticarse, cambiarse y, en definitiva, construirse creativamente. Por otra parte, la educación moral como socialización reconoce también de modo correcto la vinculación a la colectividad que suponen las prácticas morales. Pero solo da cuenta de tal vinculación en tanto que adhesión incondicional a una realidad superior que se nos impone unilateralmente. En cambio, le resulta difícil percibir los procesos de participación y de cooperación, que son los que construyen y reconstruyen la colectividad y permiten la formación de un sentimiento de pertenencia social activo y crítico. Finalmente, la moral requiere autonomía de la personalidad, pero no solo como descubrimiento y acatamiento de las regularidades sociales. La autonomía supone consciencia personal y creatividad moral. La educación moral como construcción reconoce el momento o el contenido socializador que siempre tiene la educación moral, pero considera imprescindible subrayar la vertiente critica, creativa y aut6noma de la moralidad. La educación como clarificación de valores pretende un reconocimiento o toma de conciencia de los valores que el sujeto posee ya como de antemano. Tal 55 reconocimiento es lo que permitirá guiar la conducta personal de modo mas ajustado a los propios deseos y valoraciones. Transparencia y coherencia son sus objetivos y, en opinión de los representantes de este paradigma, son también la base de la felicidad personal. Sin duda esta tendencia aporta el reconocimiento de una cierta imagen de la autonomía moral. Pero se trata de una autonomía moral individualista y electiva. Los problemas morales son colectivos, pero solo se escucha, al menos en teoría, la voz aislada de cada sujeto moral. Por otra parte, esta voz no sirve para dialogar, no tiene con quien hacerlo, sino únicamente para elegir el valor que considere más idóneo. Pero idoneidad es aquí solo deseabilidad personal; no hay, cuanto menos explícitamente, ningún otro criterio de orientación moral. Reconocer ese momento eminentemente personal que deben tener los procesos de reflexión y construcción moral no significa quedar anclados en 61. La educación moral no puede olvidar sus elementos históricos, culturales y sociales, ni tampoco puede pasar por alto la tarea constructiva que de modo ínter psicológico y dialógico deben llevar a cabo todos los afectados por los problemas o controversias morales. La educación moral como desarrollo entiende que el dominio progresivo de las formas de pensamiento moral es en sí mismo un valor deseable, y sin ninguna duda el principal objetivo de la formación moral. Debe ser así en la medida que nos aproxima a razonamientos más equilibrados y amplios: a razonamientos más justos. La importancia de esta posición ha sido glosada ampliamente en las páginas anteriores y no vamos a insistir en ella. Sin embargo, merece la pena que destaquemos, al menos, su capacidad para fundamentar una idea de autonomía basada en la reflexión y no en la elección, así como su eficacia para fundamentar la educación moral más allá de creencias concretas. Por tanto, resulta una propuesta moral muy útil en sociedades abiertas, plurales y democráticas. Pero sus muchos logros de índole filosófica, psicológica y pedagógica no pueden velar sus limitaciones, incluso sus limitaciones como sistema de formación moral democrática. La educación moral como desarrollo no aporta demasiada luz cuando se trata de considerar problemas morales contextualizados y concretos; tampoco logra ubicar correctamente las adquisiciones morales de las anteriores generaciones que parece lógico 56 conservar y transmitir, ni se siente cómoda ante elementos de la personalidad moral tales como los sentimientos y las emociones, o incluso ante la necesidad de explicar la misma conducta moral. Ciertamente resultará difícil responder a todas esas exigencias, y sin duda la educación moral como construcción hoy por hoy no puede hacerlo, pero lo que no es posible es seguir orillando dichos temas. Sea como fuere, la educación moral como construcción quiere entrelazar las líneas naturales y las líneas culturales de desarrollo, y quiere hacerlo entendiendo que el producto final no es algo meramente natural y casi preprogramado, sino un resultado cultural que no alcanzamos, por otra parte, si no es con la ayuda de los adultos mas experimentados. Finalmente, la educación moral democrática y pluralista quizás logre mejor sus objetivos si junto a los aspectos más universales de la moral es también sensible a las diferencias y a los valores culturales de todos los grupos sociales. La educación moral como formación de hábitos virtuosos se orienta prioritariamente, aunque no exclusivamente, hacia las vertientes comportamentales de lo moral. Se trata de propiciar la adquisición de disposiciones conductuales que puedan ser consideradas como virtuosas. Es decir, que expresen valores socialmente arraigados y propios de una comunidad humana, o bien que expresen los valores que conducen hacia la felicidad que puede esperar cada ser humano. Es por tanto un paradigma receloso de la educación moral como clarificación y como desarrollo, y ello en la medida que esas posturas no intentan transmitir formas morales en si mismas valiosas, ni convertirlas en conductas. En esta dirección, dichas posturas realizan sus mejores aportaciones: ver lo moral como algo fundamentalmente relacionado con hábitos virtuosos; con formas de ser y comportarse. Sin embargo, entendemos que ofrecen sus puntos más débiles al dar por establecidos y claros los contenidos de tales hábitos virtuosos. Tales contenidos son difíciles de fijar cuando nos encontramos en sociedades plurales en las que conviven proyectos de vida distintos. En estos casos el contenido de los hábitos no puede estar prefijado, sino que debe construirse en relación a las propias expectativas personales, a las situaciones de vida con las que cada cual se encuentra, y en función de la gama de problemas que cada sujeto debe solucionar. 57 6.2. Construcción de la personalidad moral Quizás antes de adentrarnos en la cuestión que plantea el título de este apartado, debamos insistir de nuevo en la idea de que la educación moral supone una tarea constructiva. Como ha recordado José Rubio Carracedo, la ética no se descubre, sino que se construye.21 En la medida que la moral no sea una imposición heterónoma, una deducción lógica realizada desde posiciones teóricas establecidas, un hallazgo mas o menos azaroso, o una decisión casi del todo espontánea, podemos decir que solo nos cabe una alternativa: entenderla como una tarea de construcción o reconstrucción personal y colectiva de formas morales valiosas. La moral ni esta dada de antemano, ni tampoco se descubre o elige casualmente; la moral exige un trabajo de elaboración personal, social y cultural. Por consiguiente, no se trata de una construcción en solitario, ni tampoco desprovista de pasado y al margen de todo contexto histórico. Todo lo contrario: es una tarea influida socialmente, que además cuenta con precedentes y con elementos culturales de valor que sin duda contribuyen a configurar sus resultados. Pero en cualquier caso es una construcción que depende de cada sujeto. Entender la educación moral como un proceso de construcción significa superar algunas posiciones educativas que consideramos insuficientes. Los procesos de construcción moral no pueden basarse exclusivamente en un conocimiento informativo sobre problemáticas sociales y situaciones controvertidas. Es necesario partir de datos, hechos y situaciones, pero no es posible centrar en exclusiva la educación moral en su conocimiento. Se deben superar y mejorar los planteamientos prioritariamente informativos. Pero la educación moral como construcción tampoco se limita al desarrollo de los procedimientos de deliberación y acción moral. Es evidente que se precisan ciertas herramientas morales, pero la educación moral no puede contentarse tan sólo alcanzando este objetivo, so pena de caer en una educación excesivamente abstracta y formal. Por último, la educación moral como 21 Rubio Carracedo, J., "Constructivismo y objetividad moral", en El hombre y la aka, Barcelona, Anthropos, 1987, pags. 291-314. Rubio Carracedo, J., "La objetividad moral. Por una metodología constructivo dialógica» y "Constructivismo y democracia», en Ética constructiva y autonomía personal, Madrid, Tecnos, 1992, pdgs. 168-218 y 248-291. Nino, S., El constructivismo &icy, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1989. Los trabajos de A. Cortina sobre el concepto de socialismo procedimental son también muy útiles para nuestro propósito. Cortina, A., Erica aplicada y democracia radical, Madrid, Tecnos, 1993, pdgs. 60-86. 58 construcción tampoco se puede centrar en la adquisición de valores. No contextualizar ni trabajar los conceptos de valor en situaciones concretas puede hacernos caer en una educación verbalista e idealista que no deseamos. Sin duda la educación moral como construcción debe considerar los valores y las formas morales valiosas, pero debe hacerlo en el seno de un proceso de trabajo moral más completo. La educación moral como construcción pretende trabajar con los pequeños y grandes problemas morales que nos plantea la experiencia, y quiere hacerlo entrando en ellos mediante los procedimientos de deliberación y dirección moral que cada individuo va adquiriendo a lo largo de su desarrollo. Pero entrar en ellos orientado por guías de valor que ayudan a considerar los conflictos, aunque no aporten soluciones acabadas. Analizar personal y colectivamente los problemas morales nos ayuda a entenderlos mejor, y a veces a controlarlos o resolverlos. Pero, además, ese mismo trabajo es el que forma los procedimientos de deliberación y dirección moral, y reconstruye para cada individuo y cada comunidad el sentido de los valores. 6.3. Elementos en la construcción de la personalidad moral La educación moral como construcción de la personalidad quiere reconocer y entrelazar aquellos aspectos de las anteriores posturas que considera positivos, aunque en cualquier caso lo quiere hacer priorizando los elementos que valora como cave. Por tanto, la construcción de la personalidad moral supone elaborar y encajar los elementos o componentes que a continuación enumeramos. La construcción de la personalidad moral parte de un doble proceso de adaptación a la sociedad y a si mismo. Por tanto, en un primer momento vemos la educación moral como socialización o adquisición de las pautas sociales básicas de convivencia. Y la vemos también como un proceso de adaptación así mismo o de reconocimiento de aquellos puntos de vista, deseos, posiciones o criterios que personalmente se valoran. Pese a la importancia de estos aspectos, la construcción de la personalidad moral no puede tener en las pautas sociales establecidas y en las preferencias personales su último horizonte normativo. 59 El segundo momento de la construcción de la personalidad moral se caracteriza por la transmisión de aquellos elementos culturales y de valor que, pese a no estar completamente enraizados en la trama social, consideramos que son horizontes normativos deseables. En este sentido nadie, o casi nadie, quiere prescindir de la guía de valores como la justicia, la libertad, la igualdad o la solidaridad; ni tampoco queremos abandonar el espíritu y las formas democráticas con las que deseamos organizar la convivencia; asimismo nos resistimos a olvidar propuestas morales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Elementos culturales de esta naturaleza son la base de creencias y hábitos morales deseables que recogemos en el segundo momento de la educación moral. Sin embargo, la construcción de la personalidad moral no puede quedar sin un conjunto de adquisiciones procedimentales. Nos referimos a la formación de aquellas capacidades personales de juicio, comprensión y autorregulación que han de permitir enfrentarse autónomamente a los conflictos de valor y a las controversias no resueltas que atraviesan la vida de las personas y de los grupos en las sociedades abiertas, plurales y democráticas. Se trata, pues, de formar la conciencia moral autónoma de cada sujeto, y de hacerlo en tanto que espacio de sensibilidad moral, de racionalidad y de dialogo para que sea realmente el último criterio de la vida moral. Finalmente, la construcción de la personalidad moral concluye con la construcción de la propia biografía en tanto que cristalización dinámica de valores, y en tanto que espacio de diferenciación y creatividad moral. Estamos en el momento de la multiplicidad de opciones morales legítimas que resultan del esfuerzo de cada sujeto por elaborar formas de vida satisfactorias. En definitiva, se trata de edificar una vida que merezca la pena ser vivida y que produzca felicidad a quien la vive. Estamos, pues, en el nivel mas concreto e individual de la construcción de la personalidad moral. Más adelante veremos con mayor detenimiento de que modo entrelazamos estos momentos y entenderemos la personalidad moral como aquello que resulta de la síntesis de la identidad moral procedimental, constituida por la conciencia autónoma y sus instrumentos de deliberación y acción, y la identidad moral sustantiva, constituida a su vez por el conjunto de guías de 60 valor culturalmente establecidas y por las formas de vida que cada sujeto elabora para si mismo. Del entramado de esos elementos surge el modo de ser moral de cada individuo: su obra o construcción moral. 61 18. El desarrollo moral Juan Delval Cada sociedad posee una serie de normas acerca de las conductas deseables e indeseables que pueden realizar los individuos. Hay acciones que se consideran buenas y valiosas mientras que otras son consideradas como malas y deben evitarse. Las nociones de bueno y malo están profundamente arraigadas en los individuos, y la sociedad presta una gran atención a que la gente adecue sus conductas a las normas compartidas. Ninguna sociedad carece de esas normas que constituyen lo que se denomina la moral o la ética. Etimológicamente la palabra “moral” deriva del latín mos-moris, que significa costumbre, manera, uso o práctica, mientras que “ética” deriva del griego “ethos”. Aquí las utilizaremos indistintamente para referirnos al estudio de normas o reglas que regulan la conducta humana hacia los otros en sus aspectos más generales. Las normas morales no son las únicas que regulan la conducta humana; hay también reglas sobre los usos sociales, normas jurídicas, mandatos, etc. (Para una discusión de las normas y sus tipos véase Von Wright, 1963.) Las reglas morales Podría decirse que la moral está formada por el conjunto de las normas más generales que regulan la conducta entre los individuos. Dado que los individuos viven en sociedad y tienen intereses que pueden no coincidir con los de otros individuos, es fácil que se produzcan conflictos y es necesario entonces establecer regulaciones para organizar la convivencia. La moral se hace especialmente necesaria porque los seres humanos, como todos los mamíferos sociales, viven en un sistema social jerarquizado en el cual hay unos individuos que ocupan posiciones preeminentes respecto a los otros, y tratan de mejorar sus posiciones. Los animales sociales establecen un sistema de jerarquías que clan acceso diferenciado a los recursos escasos. Los individuos que ocupan las posiciones dominantes tienen un acceso prioritario a los recursos escasos, ya se trate de la comida, los mejores lugares para el En El desarrollo humano, México, Siglo XXI, 2002, pp. 438-457. 62 descanso o, en el caso de los machos, del acceso a las hembras. Pero para evitar los conflictos existe un sistema de regulaciones innatas sobre cómo relacionarse con los otros y los miembros de una misma especie compiten y luchan por alcanzar lugares preeminentes, pero la lucha tiene unas reglas y en muchos aspectos un carácter simbólico. El individuo que se ve derrotado suele retirarse de la contienda y realizar conductas de apaciguamiento hacia el vencedor que son indicativas de sumisión y que llevan a que el individuo dominante detenga la agresión, con lo cual las contiendas generalmente no producen daños irreparables en el vencido y raramente terminan con la muerte. Existen pues unas reglas en el establecimiento de la dominancia que, al mismo tiempo que la determinan, preservan la integridad de los individuos del mismo grupo. Los hombres conservan tendencias innatas muy básicas, pero la cultura les ha dado formas de manifestarse mucho más variadas que en otros animales y ha hecho que las regulaciones innatas pierdan su efectividad. Los hombres son también más capaces de representarse su propia acción y de anticiparla, así como de elaborar planes complejos para alcanzar sus objetivos. Gracias a ello tienen más posibilidades de elegir, incluso conductas que les pueden provocar perjuicios, es lo que entendemos por libertad. Las reglas establecen hasta dónde puede llegarse y qué es lo que no debe hacerse respecto a los otros. Los hombres se han ido dotando de sistemas de reglas muy complejos que sirven para preservar la existencia del grupo y también la del individuo dentro de él. Generalmente la moral establece conductas positivas hacia otros hombres, pero en muchas sociedades hay unas reglas distintas hacia los miembros del propio grupo, que deben ser tratados de una forma positiva, y hacia los miembros de otros grupos que pueden ser considerados como enemigos y que pueden ser más fácilmente aniquilados. Los hombres han establecido formas de agresión social, como la guerra, que tienden a destruir el poder o a someter a los miembros de otros grupos. Pero incluso en la guerra se han dotado de algunas normas, que a veces han sido plasmadas en convenciones, que tienden a evitar la crueldad innecesaria con los vencidos. Lo que sucede es que muchas veces esas reglas no son respetadas. Un ejemplo de esas normas es que los prisioneros deben 63 recibir un trato humanitario y no deben ser exterminados ni sometidos a torturas. La moral tiene entonces en su base componentes innatos no despreciables pero que han sido moldeados por la cultura y por la forma de la sociedad. El hecho de que los asuntos morales susciten fuertes reacciones emocionales puede ser un argumento a favor de la existencia de esos componentes innatos pues lo emocional es algo bastante primitivo que tiende a facilitar la acción. Como hemos visto anteriormente, el aprendizaje de las reglas comienza desde muy pronto ya que los adultos que tratan de socializar al niño ponen una gran insistencia en el respeto a las normas, que es lo que hace posible la convivencia social. Al principio, esas normas son implantadas por los otros para ser poco a poco interiorizadas por el propio sujeto. Dentro de la teoría psicoanalítica, Freud introdujo la noción de superyó, que se formaría a lo largo de un proceso de interiorización de la imagen del padre, a través del cual se incorporarían los modelos sociales, las exigencias que la sociedad plantea al individuo, y el respeto a las normas que cuando no se cumplen va acompañado de remordimientos. De esta manera las normas se van interiorizando progresivamente y, finalmente, no es necesario que exista una presión exterior para su cumplimiento. Las normas sociales pertenecen a tres categorías básicas, aunque esto no las agota. Las normas convencionales regulan usos sociales como las formas de vestir, el saludo, practicas como el cuidado de los niños, costumbres, etc. y presentan bastantes variaciones de unas sociedades a otras o entre grupos sociales de una misma sociedad. Las normas morales, como ya hemos dicho, se refieren a aspectos más generales de las relaciones con los otros y tratan de la justicia, la integridad de los otros, el respeto a sus derechos. Ni las normas convencionales, ni las morales están explícitamente codificadas pero casi todos los individuos las comparten y las van adquiriendo a lo largo del desarrollo. Finalmente, las normas jurídicas están explícitamente codificadas y se caracterizan por un poder que se ocupa de imponer sanciones en caso de violación, que también están formuladas de una manera explícita. Pero, como puede imaginarse, los límites entre estos tres tipos de normas son borrosos, y varían de una sociedad a otra. Algunas sociedades son muy estrictas en el 64 respeto a las normas y se preocupan mucho por la uniformidad de las conductas, mientras que otras son más tolerantes y abiertas. Las normas morales impregnan en mayor o menor medida las otras, y por ejemplo el derecho tiende a apoyarse en normas morales no codificadas. Aunque los miembros de todas las sociedades humanas poseen entonces normas de carácter moral que sirven para regular las relaciones entre los individuos, muchas veces estos no son conscientes de forma explícita de la existencia de esas regulaciones que, sin embargo, son compartidas por todos y los que no las respetan son excluidos del grupo o sancionados. Históricamente en la mayoría de las sociedades las normas han estado asociadas con la religión que servía para situar fuera de la sociedad el origen y la validez de las normas. En este caso las normas sí que aparecían de una manera explícita en los códigos morales religiosos. Se atribuía entonces a Dios el origen de esas normas y el no respetarlas conllevaba sanciones en esta vida, en la otra, o en ambas. De esta manera las sociedades hacían más indiscutibles esas normas atribuyéndolas a una fuente superior y externa, lo que podía facilitar el que los individuos las respetaran y no las discutieran. En esos códigos religiosos se mezclan regulaciones de tipo social con otras de tipo médico o sanitario, higiénico, que tienden a preservar la salud del grupo. La reflexión explícita sobre las normas aparece en la antigua Grecia, y como se ha señalado surge precisamente en un momento en que la sociedad griega está cambiando rápidamente. Esa reflexión plantea como uno de sus problemas principales el origen de las normas, de dónde proviene su validez y la necesidad de que sean respetadas. Diversas posiciones que se han defendido a lo largo de la historia atribuyen a las normas orígenes diferentes. Por una parte están las concepciones de tipo religioso que atribuyen a Dios el origen de las normas; otras son las concepciones naturalistas según las cuales las normas derivan de la naturaleza humana; las utilitaristas sostienen que las normas sirven sobre todo para preservar la convivencia de los individuos y su fuerza radica en que sean útiles para conseguir ese objetivo. La posición convencionalista, que podría considerarse como una variante de ésta, establece que los individuos mediante la costumbre van estableciendo normas que se justifican por el acuerdo entre ellos mismos. Algunos 65 consideran, siguiendo las ideas formuladas inicialmente por Rousseau, que los individuos que viven en sociedad tienen que establecer un contrato social en el cual ceden una parte de su libertad para preservarse de las amenazas de otros individuos. Esta posición es la que se ha llamado también contractualista y tiene una importancia considerable en la actualidad a partir de los trabajos del filósofo moral norteamericano Rawls (1971). A la moral se le han atribuido a veces fundamentos filosóficos y los filósofos se han dedicado a reflexionar sobre la naturaleza de las normas morales de tal manera que la ética constituye una rama importante de la filosofía. A veces se ha tratado de derivar las normas morales de principios muy generales que deberían ser admitidos por todos. Frente a esto una posición más sociológica ha defendido que existen morales diferentes en las distintas sociedades, que es difícil establecer principios universales, y que lo que hay que hacer es estudiar la moral como un fenómeno sociológico, algo que se da cuando los hombres viven en sociedad. La tarea del sociólogo sería entonces estudiar los distintos tipos de moralidad ligados a cada sociedad. Por ello el antropólogo francés Lévy-Bruhl (1903) estableció una contraposición entre la moral y la ciencia de las costumbres: la primera se ocuparía de los fundamentos filosóficos de la moral, mientras que la segunda estudiaría las prácticas morales reales que existen en las distintas sociedades. La génesis de la moral Teniendo en cuenta la importancia que las normas morales tienen en la conducta de los individuos los psicólogos se han planteado cómo se va adquiriendo la moralidad a lo largo del desarrollo. Respecto a la moral es muy portante establecer una distinción entre la conciencia y el conocimiento moral, por un lado, y la conducta moral, por otro. Un individuo puede haber recibido una serie de normas morales, e incluso estar de acuerdo con ellas, pero luego en la práctica no respetarlas consciente o inconscientemente . Es frecuente que en la práctica lo que un individuo hace no esté de acuerdo con las normas que, sin embargo, considera importantes. Los primeros estudios de los psicólogos que se ocuparon de los fenómenos morales trataron de ver cómo van adquiriendo los individuos las características morales que se consideran valiosas, que a veces se denominan virtudes, tales 66 como la honestidad, el altruismo, la generosidad, el autocontrol, etc. Esto es lo que se plantearon, por ejemplo, Hartshorne y May (1928-1930) realizando un estudio sobre miles de niños entre 8 y 15 años, pero sus resultados mostraron que había una gran cantidad de variaciones de unos individuos a otros y también que su conducta moral dependía mucho de las circunstancias en las que se encontraran, por lo que difícilmente podían establecerse conclusiones claras. En 1932 Piaget realizó una investigación, que constituye el núcleo de su libro El juicio moral en el niño, que cambió la orientación de los estudios sobre la génesis de la moral. Su originalidad radica en que en vez de centrarse sobre las valoraciones morales que hacen los individuos o sobre la conducta moral se orientó hacia el estudio del razonamiento moral, es decir, de los criterios con que los sujetos juzgan las conductas morales y cómo razonan acerca de ellas. El centro de su interés se desplazó de los contenidos morales a la estructura del razonamiento moral. Piaget consideró que las normas a las cuales se adecua la conducta de los individuos pueden ser impuestas por otros —en el caso de los niños por los adultos— o que las normas pueden interiorizarse y el sujeto las hace suyas. Buscando normas que el sujeto considera como suyas Piaget encontró un terreno en el que existían reglas propiamente infantiles: en el ámbito de los juegos. Como hemos visto en el capítulo 13, durante un largo periodo de su desarrollo los niños practican juegos de reglas, que son juegos de carácter propiamente social, y que precisamente para poder llevarse a cabo necesitan de unas reglas explícitas acerca de cómo desarrollar el juego. Como vimos también, Piaget, estudiando juegos como las canicas, encontró una serie de etapas tanto en lo que llamó la práctica de las reglas, como en la conciencia de las reglas. A partir de ahí Piaget se adentró en el estudio de problemas más propiamente morales, como las intenciones en las acciones, la mentira, la responsabilidad y la noción de justicia, que es un concepto esencial del conocimiento moral. Para llevar a cabo su estudio Piaget se sirvió de diversas historias que contaba a los niños y que éstos tenían que evaluar de acuerdo con su grado de bondad o maldad. Por ejemplo, en una de las historias sobre la responsabilidad y la 67 intención se cuenta que un niño al entrar en una habitación abre una puerta detrás de la cual hay unas tazas, cosa que el niño ignoraba. Como resultado de su acción se rompen quince tazas. En otra historia el niño, aprovechando que su madre está ausente, intenta agarrar un frasco de mermelada que está guardado en un armario y, aunque no consigue alcanzarlo, al bajarse se engancha con una taza y la rompe. Lo que se pide al niño es que compare estas dos historias y que diga si los dos niños son igual de culpables o uno es más culpable que otro. Curiosamente los niños antes de los siete años suelen decir que el niño que rompió 15 tazas es más culpable que el otro, porque rompió 15 tazas mientras que el otro sólo rompió una. Estos niños estarían entonces valorando la acción no por las intenciones sino por los resultados objetivos. Tener en cuenta las intenciones es probablemente más complicado que tener en cuenta únicamente los resultados. En otro de los estudios se pedía la evaluación de una mentira. Una de las historias señalaba que un niño que va paseando por la calle se encuentra con un perro muy grande que le asusta, entonces le cuenta a su madre que ha visto un perro tan grande como una vaca. En la otra historia el niño al volver de la escuela cuenta que la maestra le ha puesto muy buenas notas, cosa que no es cierta ya que la maestra no le ha puesto notas, ni buenas ni malas. Cuando se pide a los niños que evalúen estas dos historias, los más pequeños, hasta los siete años, señalan frecuentemente que la mentira más grave es la referente al perro ya que los perros no pueden ser tan grandes como una vaca mientras que es verosímil que al niño le pongan buenas notas en la escuela. De nuevo es la responsabilidad objetiva, es decir, el contenido de la mentira en este caso, lo que la convierte en más grave para los pequeños que no tienen en cuenta la intención o la responsabilidad subjetiva. En otra parte de su estudio Piaget explora las ideas acerca de la justicia en relación, por ejemplo, con las sanciones que deben imponerse cuando un niño ha cometido un acto reprobable. De nuevo emplea unas historias de las cuales puede constituir un ejemplo la siguiente: un niño ha roto un juguete que pertenecía a su hermano más pequeño, ¿qué debe hacer en ese caso?: 1. darle uno de sus propios juguetes y quedarse sin el, 68 2. arreglar con su dinero el que rompió o comprarle otro nuevo, 3. quedarse una semana privado de otros juguetes. Nuevamente se encuentra una evolución en las respuestas que, en este caso, van de lo que podemos llamar las sanciones expiatorias a sanciones por reciprocidad. Las primeras suponen recibir un castigo que constituiría una expiación del acto cometido, mientras que las segundas van dirigidas a reparar las consecuencias del acto. Por ejemplo, los más pequeños consideran que el castigo más justo es el 3, aunque éste no tenga ningún efecto para resolver la situación sino que sea simplemente una penalización o expiación por lo que se ha hecho. En cambio, en los niños de más de siete años aparecen respuestas de sanciones por reciprocidad, como las soluciones 1 ó 2, según se muestra en el cuadro 18.1. Cuadro 18.1. Evolución de las sanciones por reciprocidad (en porcentaje de respuestas) Edad 6-7 años 8-10 años 11-12 años Estudio A 30 44 78 Estudio B 28 49 82 Resultados de dos estudios sobre las sanciones más adecuadas a actos cometidos por niños. Las sanciones por reciprocidad, que sirven para reparar el daño, van aumentando con la edad, mientras disminuyen las sanciones expiatorias (tomado de Piaget, 1932, p. 177). Piaget se plantea también estudiar si los niños creen en la existencia de una justicia inmanente, es decir, si se producen sanciones por la propia naturaleza de las cosas. Para ello utiliza la siguiente historia: “Había una vez dos niños que robaban manzanas en un manzano. De pronto llegó un guarda y los dos salieron corriendo, pero cogió a uno. El otro, al volver a casa por otro camino, cruzó el río por un puente en mal estado y cayó al agua”. La pregunta que se le hace al niño es si cree que de no haber robado las manzanas el niño también se hubiera caído al pasar por el puente viejo. 69 Las respuestas a favor de la existencia de una justicia inmanente van disminuyendo con la edad como se muestra en el cuadro 18.2. Parecería que los niños creen en la existencia de sanciones en la propia naturaleza y también que la justicia es perfecta y siempre se aplica. A esto va unido la existencia de una justicia basada en la sanción que postula que siempre se debe castigar al culpable. Otro problema estudiado es el de la justicia distributiva y retributiva. La justicia retributiva es aquella en la que el individuo es premiado en función de su esfuerzo y de sus méritos mientras que la justicia distributiva es aquella en la que se distribuye el bien favoreciendo a todos los sujetos por igual. Se cuenta la siguiente historia: “Una mama tenía dos hijas, una obediente y la otra desobediente. La mama quería más a la que le obedecía y le daba trozos de pastel más grandes”. Se le pregunta al niño si le parece justo este trato. Cuadro 18.2. Porcentaje de creencias en una justicia inmanente Edad Porcentaje 6 años 7-8 años 9-10 años 11-12 años 86 73 54 34 Las respuestas que expresan la creencia en una justicia inmanente van disminuyendo con la edad y los mayores piensan que el hecho de que el niño caiga al agua no depende de que hubiera robado las manzanas (tomado de Piaget, 1932, p. 212). El 70% de los niños de 6 a 9 años aprueba el comportamiento de la madre, es decir, una justicia retributiva mientras que los niños entre 10 y 13 años sólo lo aprueban en un 40%. Esto supondría que los niños van pasando de una justicia predominantemente retributiva a una distributiva. El problema anterior se refería a la justicia en las relaciones entre adultos y niños y Piaget estudió también el problema de la justicia en las relaciones entre los niños, de la misma o de distinta edad. La siguiente historia se refiere a niños desiguales: “En una escuela había un chico grande que golpeaba a otro que era más pequeño, éste no podía contestarle porque era más débil. 70 Entonces un día, en el recreo, escondió el pan y la manzana del mayor en un armario”. Se pregunta si le parece justa la conducta del pequeño. Los resultados indican que con la edad van aumentando las respuestas que defienden la reciprocidad y por ello la conducta del pequeño va siendo más aprobada, como muestran los porcentajes que se recogen en el cuadro 18.3. Los pequeños no consideran deseable la conducta recíproca porque está prohibida por los adultos, y posiblemente también porque aceptan que el mayor tiene más autoridad. Cuadro 18.3. La justicia entre niños. El abuso por parte de un mayor Edad 6 años Porcentaje 19 7 años 33 8 años 65 9 años 10 11 12 años años años 87 91 95 72 Un niño mayor abusa de uno pequeño y este se defiende. Las respuestas que aprueban la conducta del pequeño van aumentando con la edad (tomado de Piaget, 1932, p. 250). El estudio de éstos y otros problemas que Piaget se plantea en su libro le conducen a sostener que para los niños pequeños el valor de las normas está ligado a las personas que las dictan, es decir, a los adultos. Por lo tanto hay que cumplir las normas porque lo determina una autoridad. Esto es lo que se denomina moral heterónoma ya que la fuerza de la norma depende de otro. Desde esa posición se va pasando poco a poco a una moral autónoma, desde la cual el niño empieza a ser capaz de juzgar las normas en función de su bondad o maldad, e independizándose de quien las dicte. La posición heterónoma produce una estructura bastante sistemática, de carácter preoperatorio que Piaget denomina realismo moral, según la cual las obligaciones y los valores están determinados por la norma independientemente del contexto y de las intenciones. El realismo moral sería el causante de esa creencia en una responsabilidad objetiva, como la historia 71 del niño que rompía las tazas o la historia de la mentira, que cuanto más exagerada y absurda sea peor se juzga. La autonomía sucede a la heteronomía y ésta se basa en el respeto mutuo entre los individuos y en la reciprocidad. El sujeto va interiorizando las normas y va siendo capaz de reflexionar sobre ellas y de discutirlas, pudiendo no estar de acuerdo con los adultos. En todo ello se va viendo también que el niño es capaz de considerar simultáneamente un número mayor de factores y de tener en cuenta situaciones más complejas, adquiriendo una independencia superior en su juicio. En resumen, el realismo moral, que impone un respeto absoluto respecto a la norma, se caracteriza por tres rasgos: 1. la heteronomía que lleva a no plantearse el valor de las normas morales, ya que éstas son valiosas en sí mismas porque provienen de los adultos, 2. tomar las normas en su sentido más literal sin tener en cuenta las condiciones en las cuales deben aplicarse, y 3. la responsabilidad objetiva, es decir, que la acción es mejor o peor en función del daño que se ha producido y no de la intención. Este realismo moral es semejante al realismo en otros terrenos del que ya hemos hablado en el capítulo 15. Resumiendo, diremos que Piaget encuentra que hasta los siete u ocho años el niño subordina la justicia a la autoridad adulta; entre los ocho y los once años va adquiriendo un igualitarismo progresivo, y generalmente a partir de los once o doce años las ideas igualitarias se van convirtiendo en apoyos a la noción de equidad o de justicia racional. La moralidad sólo se desarrolla en el intercambio de unos individuos y otros en el grupo de los iguales. Las relaciones cooperativas entre iguales, que están basadas en el respeto mutuo y en la reciprocidad, son las que van a que el sujeto pueda llegar a razonar moralmente. Los estadios del razonamiento moral Piaget llevó a cabo un trabajo exploratorio sobre las ideas morales de los niños enormemente original y cuyo enfoque permitía superar las limitaciones de los 72 planteamientos basados en el estudio de los contenidos morales. La idea que se desprende de los trabajos de Piaget es que el niño realiza sus progresos morales en relación con su desarrollo intelectual y con el establecimiento de relaciones menos egocéntricas y más cooperativas con sus compañeros. La moral, a medida que las relaciones con los compañeros se van haciendo más intensas, resulta algo necesario, no un lujo. En la medida en que el niño es pequeño y depende del adulto puede creer que las normas morales vienen de éste al que considera una figura de autoridad. Pero para establecer relaciones cooperativas con los otros, lo cual, como hemos visto, supone poder situarse en el punto de vista de otro y superar el egocentrismo, hay que elaborar una noción de reciprocidad y de justicia. Sin embargo, el trabajo de Piaget tenía una naturaleza exploratoria, sin que hubiera llegado a analizar los problemas completamente. Sólo había establecido dos niveles basados en la heteronomía y la autonomía y una etapa intermedia entre los dos. Lo que se propuso el psicólogo norteamericano Lawrence Kohlberg (1927-1987) fue realizar estudios mucho más detallados siguiendo técnicas parecidas a las empleadas por Piaget, pero perfeccionándolas y estandarizándolas. Kohlberg dedicó prácticamente toda su vida al estudio del razonamiento moral intentado formular estadios que fueran lo más precisos posible y también realizar estudios transculturales para determinar el valor de esas ideas morales en diferentes culturas. Kohlberg llegó a la conclusión de que el desarrollo moral pasa por tres niveles generales que denominó preconvencional, convencional y posconvencional o de principios, cada uno de los cuales podía a su vez ser dividido en otros dos, lo cual permitía entonces distinguir seis estadios que son los que están recogidos en el cuadro 18.4. Para el niño preconvencional la moral está determinada por las normas externas que dictan los adultos. Cuando una acción puede merecer un castigo entonces es mala, lo importante es portarse bien. En el nivel convencional, que también puede denominarse conformista, el niño acepta las normas sociales porque sirven para mantener el orden y considera, por ello, que éstas no deben ser violadas pues eso traería consecuencias peores. En el nivel 73 posconvencional la moralidad está determinada por principios y valores universales que permiten examinar las reglas y discutirlas críticamente. Cuadro 18.4. Niveles morales, según Kohlberg Niveles Estadios Descripción Preconvencional 1. Orientación El niño tiene dificultad para La moralidad está hacia el castigo y considerar dos puntos de vista en un asunto moral, al tener gobernada por reglas la obediencia dificultad para concebir las externas: lo que puede diferencias de intereses. suponer un castigo es Acepta la perspectiva de la malo. autoridad y considera las consecuencias físicas de la acción, sin tener en cuenta la intención. 2. Orientación Aparece la conciencia de que hedonística pueden existir distintos puntos ingenua de vista. La acción correcta es la que satisface las propias necesidades y ocasionalmente las de los otros, pero desde un punto de vista físico y pragmático. Aparece también una reciprocidad pragmática y concreta de que si hago algo por otro, el otro lo hará por mí. Convencional La base de la moralidad es la conformidad con las normas sociales y mantener el orden social es algo importante 3. Orientación hacia el “buen chico”, “buena chica”, o la moralidad de la concordancia interpersonal La buena conducta es la que agrada o ayuda a los otros y es probada por ellos. Orientación hacia la conducta “normal”, la conducta estereotipada. Las buenas intenciones son muy importantes y se busca la aprobación de los demás, tratando de ser una “buena persona”, leal, respetable, colaborador y agradable. 4. Orientación hacia el mantenimiento del orden social El sujeto es capaz de tener en cuenta no sólo la perspectiva de dos personas, sino la de las leyes sociales. La conducta 74 correcta consiste en realizar el propio deber, mostrando respeto por la autoridad y el orden social establecido para nuestro bien. La moralidad sobrepasa los lazos personales y se relaciona con las leyes, que no deben desobedecerse, para poder mantener el orden social. Posconvencional La moralidad se determina mediante principios y valores universales, que permiten examinar críticamente la moral de la sociedad propia. 5. Orientación hacia el “contrato social”. La orientación legalista La acción correcta tiende a definirse en términos de derechos generales, sobre los que está de acuerdo la sociedad en su conjunto. Hay un énfasis en el punto de vista legal, pero las leyes no son eternas, sino instrumentos flexibles para profundizar en los valores morales, que pueden y deben cambiarse para mejorarlas. El contrato social supone la participación voluntaria en un sistema social aceptado, porque es mejor para uno mismo y los demás que su carencia. 6. Orientación La acción correcta se basa en hacia el principio principios éticos elegidos por ético universal uno mismo que son comprensivos, racionales y universalmente aplicables. Son principios morales abstractos que trascienden las leyes, como la igualdad de los seres humanos y el respeto por la dignidad de cada persona, no son normas concretas, como los “diez mandamientos”. Aparece una forma abstracta de considerar las perspectivas de todas las partes y de tratar de organizarlas con principios generales. Basado en Kohlberg 75 Para realizar sus estudios Kohlberg utilizó una serie de dilemas en los cuales el sujeto tiene que juzgar si una conducta es adecuada o inadecuada; tiene que optar entre dos conductas, cada una de las cuales entra en contradicción con determinados valores. Uno de los más conocidos de esos dilemas es el llamado “dilema de Heinz” (véase cuadro 18.5). Se trata de la historia de un individuo que tiene a su mujer enferma y existe una medicina con la que se puede salvar pero no tiene dinero para comprarla. Al no querer dársela el fabricante por el dinero que tiene, decide robarla y lo que se plantea es si Heinz ha obrado bien o mal. En este caso el conflicto se plantea entre robar, y violar así una norma establecida social y jurídicamente, y el valor de la vida humana, que constituiría un principio universal. Cuadro 18.5. El dilema de Heinz Kohlberg estudia el desarrollo moral a través de una serie de dilemas en los que el sujeto tiene que tomar decisiones sobre la conducta deseable. El más conocido es el “dilema de Heinz”: En Europa una mujer está próxima a la muerte por causa de un tipo muy especial de cáncer. Hay una medicina que los médicos piensan que podría salvarla. Es una forma de radio que ha descubierto recientemente un farmacéutico en la misma ciudad. La medicina es cara de fabricar, pero el fabricante la cobra diez veces más de lo que le cuesta. Paga 200$ por el radio y cobra 2 000$ por una pequeña dosis de la medicina. Heinz, el marido de la enferma, pide dinero prestado a todos sus conocidos, pero sólo logra conseguir unos 1 000$, la mitad de lo que cuesta. Le dice al farmacéutico que su mujer se está muriendo y le pide que se la venda más barata o que le deje pagar más tarde. Pero el farmacéutico le dice: “No, he descubierto la medicina y quiero ganar dinero con ella”. Heinz, desesperado, entre en la tienda y roba la medicina para su mujer. ¿Debería Heinz haber hecho esto? ¿Por qué? Lo importante en el análisis de las respuestas a estos dilemas no es si la respuesta es positiva o negativa, si el sujeto dice que Heinz debía haber robado o que no debía hacerlo, sino las razones por las cuales justifica la respuesta. Por eso en el cuadro 18.6 se señalan como ejemplos varias respuestas al dilema correspondientes al nivel 1, al 3 y al 6, unas a favor del robo y otra en contra. Respecto al valor de la vida humana se podrían encontrar seis estadios que se definen del siguiente modo: 76 1. El valor de la vida humana se confunde con el valor de los objetos físicos y se basa en el estatus social o en los atributos físicos de su poseedor. 2. El valor de la vida humana se ve como instrumental para la satisfacción de las necesidades de su poseedor o de otras personas. 3. El valor de la vida humana se basa en la empatía y el afecto de los miembros de la familia y otras personas hacia su poseedor. 4. La vida se concibe como sagrada en términos de su lugar en una moral categórica o un orden religioso de derechos y deberes. 5. La vida se valora tanto en términos de su relación con el bienestar de la comunidad, como en términos de que es un derecho universal humano. 6. Creencia en el carácter sagrado de la vida humana como representativo de un valor humano universal de respeto por el individuo (Kohlber, 1968, p. 307). Cuadro 18.6. Ejemplos de respuestas al dilema de Heinz de distintos niveles 1. Antirrobo. Uno no debe robar la droga porque te cogerán y te mandarán a la cárcel si lo haces. Si uno huye la conciencia le molestará pensando que policía le puede coger en cualquier momento. 1. Prorrobo. Roba la medicina porque quiere a su mujer y no quiere que se muera. La “echaría de menos”. También respuestas como: “si su mujer se muere se quedaría solo y no tendría quien le atendiera”. 3. Prorrobo. Nadie pensará que eres malo si robas la medicina, pero tu familia pensará que eres un marido inhumano si no lo haces. Si dejas que tu mujer se muera, nunca podrás volver a mirar a nadie a la cara. 6. Prorrobo. Si Heinz no hace todo lo posible por salvar a su mujer, entonces está colocando algún valor por encima del valor de la vida. No tiene sentido colocar el respeto por la propiedad por encima del respeto por la vida misma. Los hombres pueden vivir juntos sin propiedad privada. El respeto por la vida humana y la personalidad es absoluto y de acuerdo con ello los hombres tienen la obligación mutua de salvarse los unos a los otros de morir. 77 Kohlberg considera que se trata realmente de estadios porque existe una secuencia de desarrollo invariable, es decir, que los estadios se suceden siempre en el mismo orden y no se saltan etapas. Un individuo puede detenerse en alguno de los estadios, sin seguir adelante, pero nunca se invierte el orden de éstos. Además Kohlberg encuentra que la mayor parte de la gente tiende a responder con contestaciones del mismo nivel aunque se trate de problemas diferentes. Pero, naturalmente, no todas las respuestas a los distintos dilemas se sitúan siempre en el mismo nivel de una manera exacta, por lo que Kohlberg habla de un estadio dominante, en el que se sitúan, al menos, el 50% de los juicios emitidos, mientras que el resto de las respuestas suelen pertenecer al estadio anterior y/o posterior. El hecho de que algunos de los estudios de Kohlberg hayan sido longitudinales, es decir, siguiendo a los mismos sujetos en diferentes edades, da más fuerza a sus conclusiones. Kohlberg se interesó por estudiar si las respuestas de sujetos de otras culturas se adecuan a esos niveles y para ello adaptó sus dilemas al medio que estudiaba. En un caso estudió una aldea “atayal” de aborígenes malayos. En otro investigó en aldeas de Taiwan. La historia trataba de un hombre cuya esposa estaba muriéndose de hambre y no tenía dinero para comprar comida por lo que decide robarla. Algunos chicos contestaron que debía robar la comida para su esposa porque si se muere tendría que pagar por el funeral y eso le costaría mucho. En cambio, en la aldea atayal, donde los funerales no son tan importantes, los chicos contestaban que debía robar la comida porque necesita que su esposa cocinara para él. En ambos casos se trata de respuestas que Kohlberg clasifica en el estadio 2 y, aunque tienen contenidos distintos, ambas responden a la concepción hedonista ingenua que según Kohlberg caracteriza este estadio. 78 Figura 18.7. Estadios de desarrollo social en chicos de clase media urbana en Estados Unidos, Taiwan y México. A la edad de 10 años los estadios se usan según su orden de dificultad. A los 13, el estadio 3 es el más usado en los tres grupos. A los 16 años los chicos estadounidenses han invertido el orden de los estadios respecto a los 10 años (con excepción del 6). En Taiwan y México a la edad de 16 años predominan los estadios convencionales (3 y 4) y el estadio 5 se usa un poco (tomada de Kohlberg, 1968) Aunque los sujetos de distintas culturas produzcan explicaciones basadas en contenidos diferentes, su forma de razonar es la misma, lo cual establecería la universalidad de los estadios. Sin embargo, los sujetos pueden pasar más deprisa o más despacio por un estadio y los porcentajes no tienen por qué coincidir en una cultura y en otra. En la figura 18.7 se muestran los resultad de distintos estudios de acuerdo con el porcentaje de enunciados morales pertenecientes a cada estadio con sujetos de 10, 13 y 16 años en EE UU, Taiwan, y México. Kohlberg sostiene que la secuencia es independiente de la clase social, del medio o de la religión, encontrando que no hay diferencias importantes entre católicos y protestantes, judíos, musulmanes, budistas o ateos. Los estadios que han dado lugar a más dudas y polémicas han sido el 5y el 6, en los que se encuentra siempre a pocos sujetos. En los trabajos de Turiel en Turquía no aparecieron sujetos del nivel 6 lo cual llevó a Kohlberg a dudar la 79 universalidad de ese estadio. Esto supondría que en definitiva el sexto estadio es sólo una forma avanzada del estadio 5, que podría ser minoritaria y exclusivamente occidental. También se planteó dudas acerca de que el estadio 5 y estadio 6 sigan siempre ese orden, en algún momento pensó que son alternativos y los sujetos pueden estar en uno u otro, según la naturaleza del problema. Kohlberg cree que existe una coherencia bastante grande entre la conducta moral y el razonamiento moral, y sus estudios con jóvenes y adultos delincuentes, a quienes entrevistó en torno a algunos de sus dilemas morales, dan apoyo a esta idea pues encuentra que estos sujetos se mantienen en el estadio uno o dos. La teoría de Kohlberg ha dado lugar a una considerable cantidad de investigaciones, que en algunos casos han confirmado sus resultados y en otros han encontrado algunas diferencias, pero, en general buena parte de sus postulados son bastante aceptados. El razonamiento prosocial La comprensión de los distintos aspectos de las normas sociales que va alcanzando el sujeto a lo largo de su desarrollo parece estar determinada en una medida considerable por su nivel de desarrollo cognitivo, pero quizás dependa también del tipo de problema con el que se enfrenta. Piaget había planteado a los niños problemas de su propio mundo social que hacían intervenir relaciones entre niños y del niño con los adultos, preguntando por situaciones que se refieren a normas usuales en las prácticas de crianza de los niños occidentales, y en todo caso que no están reguladas por leyes. En cambio, los dilemas de Kohlberg tratan más bien del ámbito de aplicación de principios morales muy generales cuando entran en conflicto con otras normas, como sucede en el dilema de Heinz. En este caso se provoca un conflicto claro entre una norma moral, como es el respeto a la vida humana, y una norma regulada jurídicamente, como es que no se debe robar y que hay que respetar la propiedad. Como se ve, hay un cambio de problemática que se origina en la necesidad de plantear dilemas que puedan ser utilizados con sujetos mayores, incluidos los adultos, mientras que Piaget detenía su estudio hacia los doce 80 años. Pero, naturalmente, esos conflictos de Kohlberg no ocurren en todos los ámbitos de problemas morales y sociales. Algunos autores se han planteado el estudio de otros problemas relacionados con la moralidad. Un ámbito de estas conductas es lo que se denomina la conducta y el razonamiento moral prosocial que ha sido estudiado sobre todo por Nancy Eisenberg. La conducta moral prosocial es la que se refiere a conductas como ayudar, consolar, o compartir. Muchas de esas conductas podrían tener que ver con lo que se suele denominar altruismo, es decir, acciones que benefician a otro sin que uno obtenga ningún beneficio de ellas. Pero incluso en algunos casos puede suceder que esas acciones tengan un costo considerable para el que las realiza, como en el caso de un individuo que trata de salvar a otro de morir ahogado, arriesgando su propia vida. La conducta hacia los otros puede caracterizarse en sus extremos como prosocial o antisocial. La conducta prosocial ha sido descrita de la siguiente manera: La conducta prosocial se refiere a las acciones que tratan de ayudar o beneficiar a otra persona o grupo de gente sin que el actor anticipe recompensas externas. Tales acciones implican a menudo algún costo, autosacrificio o riesgo por parte del actor. Bajo ese rótulo se comprenden una amplia variedad de conductas, que incluyen la generosidad, el altruismo, la simpatía, ayudar a la gente en apuros proporcionándoles apoyo material o psicológico, compartir posesiones donando caritativamente y participando en actividades destinadas a mejorar el bienestar general reduciendo las injusticias sociales, las desigualdades y la brutalidad [Mussen y Eisenberg-Berg, 1977, pp. 3-4]. Para estudiar estos problemas Eisenberg se ha servido también de dilemas, en este caso prosociales. Se trata de situaciones “en las que el individuo debe elegir entre satisfacer sus propios deseos, necesidades y/o valores y los de otros, particularmente en contextos en los que las leyes, castigos y obligaciones formales son irrelevantes o tienen poca importancia” (Eisenberg, 1976, p. 552). Un ejemplo de los dilemas prosociales que utiliza trata de los habitantes de una aldea que tienen que elegir entre compartir su comida con los de otra aldea próxima que han sido victimas de una desgracia natural o guardarla para ellos; pero el hecho de compartir la comida les llevaría a ellos mismos a pasar hambre y necesidades. Otro dilema trata de la conducta de un 81 individuo que tiene que elegir entre ayudar a una mujer que ha sido asaltada o protegerse el mismo. Otros dilemas están pensados más explícitamente para estudiar a niños pequeños. Uno de ellos trata de una niña que va a una fiesta de cumpleaños y se encuentra a otra que se ha hecho daño y le pide que avise a sus padres. Pero si lo hace llegará tarde a la fiesta de cumpleaños y se perderá la mayor parte de la fiesta. ¿Qué debe hacer en ese caso la niña? (véase el cuadro 18.8). Cuadro 18.8. El razonamiento prosocial, según Eisenberg Eisenberg estudia el razonamiento prosocial de los niños y jóvenes mediante dilemas (como hacia Kohlberg) en los cuales el niño tiene que decidir lo que haría y justificarlo. Un ejemplo de dilema para niños pequeños es el siguiente: Un día una niña(niño) llamada(o) Mary (Eric) iba a la fiesta de cumpleaños de un amigo. En el camino vio a una niña(o) que se había caído y hecho daño en una pierna. La niña pedió a Mary que fuera a la casa de la niña y avisara a sus padres para que vinieran y pudieran llevarla al médico. Pero si Mary va a casa de los padres de la niña llegará tarde a la fiesta de cumpleaños y se perderá el helado, el pastel y todos los juegos. ¿Qué debe hacer Mary? ¿Por qué? En cada dilema (generalmente se usan cuatro) los deseos de un niño entran en conflicto con los de otro u otros. Los sujetos tienen entre 4y 18 años. Eisenberg y colaboradores han recogido datos mediante estudios transversales y longitudinales en diversas culturas. Han estudiado niños americanos, alemanes y de Nueva Guinea. Los datos se codifican de acuerdo con unas categorías y definen cinco niveles de razonamiento prosocial. Encuentran una gran semejanza en las respuestas de los sujetos en todas las culturas, aunque también hay diferencias y por ejemplo los niños de Nueva Guinea (maisin) dan predominantemente respuestas de nivel 1. Eisenberg y sus colaboradores han estudiado mediante estos dilemas el razonamiento prosocial a través de estudios transversales y longitudinales en diversas culturas. Para analizar los datos los han clasificado en cinco estadios. El primero es el caracterizado como orientación hedonista y pragmática en la que el sujeto se preocupa más por las consecuencias que la acción tendrá para el propio actor que por las necesidades del otro. En el segundo nivel el sujeto 82 se preocupa ya por las necesidades de los otros pero parecería que sin pensar mucho en los conflictos que le plantea. En el tercer nivel el sujeto preocupa por la aprobación estereotipada que pueda recibir de los otros, que tienden a valorar las conductas prosociales. En el cuarto nivel existe una empatía hacia las necesidades del otro y el sujeto es capaz de ponerse en su lugar, de adoptar su perspectiva. En el quinto nivel el razonamiento se realiza basándose en valores interiorizados y en la creencia en la dignidad, derechos e igualdad de todos los individuos. En el cuadro 18.9 se recogen las características y las edades de estos cinco estadios. Cuadro 18.9. Niveles de razonamiento prosocial Nivel Edades aproximadas Descripción 1. Orientación Preescolar y El sujeto se preocupa por las hedonística y comienzo de la consecuencias para él mismo más que pragmática escuela por consideraciones morales. Las primaria razones para ayudar a otro se refieren a beneficios para él mismo, reciprocidad futura o interés por el otro porque se le necesita o quiere. Ejemplo: “No le ayudaría porque tengo hambre”. 2. Orientación Preescolar hacia las escuela “necesidades de primaria los otros” y El sujeto se preocupa por las necesidades físicas, materiales o psicológicas de los otros, aunque piense que entran en conflicto con las propias. Esa preocupación se expresa en los términos más simples. Ejemplo: “él lo necesita”. 3. Orientación centrada en la aprobación y/o orientación estereotipada Escuela primaria escuela secundaria Las imágenes estereotipadas de las y personas buena y malas y las consideraciones de la aceptación y aprobación de los otros se usan para justificar conductas prosociales o su ausencia. Ejemplo: “a él le gustaría más que ayudara”. 4. Orientación Final de empática escuela primaria escuela secundaria la El razonamiento refleja un énfasis en la adopción de perspectivas y sentimiento y empático por la otra persona. Ejemplo, “me siento mal si no le ayudo porque sufre”. 83 5. Orientación Una minoría de Las justificaciones para la elección moral hacia valores final de escuela se basan en valores interiorizados, interiorizados secundaría normas o responsabilidades, el deseo de mantener obligaciones contractuales individuales, y la creencia en la dignidad, derechos e igualdad de todos los individuos. Ejemplo: “Me sentiría mal si no te ayudara porque vería que no vivo de la acuerdo con mis valores”. Basado en Eisenberg, 1982 y Eisenberg, 1989. Esto estadios vienen a corresponder en líneas generales con los cinco primeros niveles que distingue Kohlberg, pero sin que se establezca esa distinción entre el quinto y el sexto nivel que, como veíamos, resulta relativamente problemática. Las normas convencionales Buena parte de las normas sociales están constituidas por lo que puede denominarse normas o reglas convencionales, que son aquellas que regulan muchas de las relaciones entre los individuos en la vida cotidiana y que se refieren a usos y costumbres que pueden variar mucho de una sociedad a otra. Las convenciones sociales se refieren a asuntos tales como la forma de vestirse, las formulas de cortesía, los modos de saludarse, las prácticas en la mesa, etcétera. Elliot Turiel (1983) ha estudiado este tipo de convenciones sociales tratando de mostrar que constituyen un dominio diferente del de la moralidad y que se desarrollan en estadios también distintos. Los problemas que se suelen plantear a los sujetos les hacen comparar la gravedad que tiene violar algunas reglas como las que se refieren a golpear a otro, mentir o robar —que serían reglas morales—, y acciones gobernadas por reglas convencionales, como dirigirse al profesor por su nombre de pila, cuando en la escuela se ha indicado que debe llamarle por su apellido, que un chico entre en el baño de niñas o comer la comida con los dedos en vez de con el tenedor. Desde pequeños los niños consideran las violaciones morales como más graves porque causan daño a los otros, mientras que las violaciones de las 84 normas convencionales se en con mayor indulgencia. Cuando se pregunta a los sujetos si se podrían cambiar normas morales (si podría haber un país en el cual no estuviera mal robar o golpear a otro) los sujetos desde muy pequeños tienden a señalar que eso no sería posible y que no se podría cambiar, mientras que aceptan mucho más fácilmente la modificación de normas convencionales. A partir de aquí Turiel concluye que las reglas morales y las reglas convencionales se ven como distintas desde el principio y que el sujeto puede distinguirlas claramente desde muy temprano. Esto parece bastante obvio y no tendría mayor importancia si no fuera porque contradiría uno de los puntos de partida de la investigación piagetiana, posiblemente compartido también por Kohlberg, y es que el sujeto comienza estableciendo su respeto a las normas basándose en que han sido dictadas por otro. Si las normas morales y las normas convencionales son transmitidas por los adultos, los sujetos deberían prestarles la misma atención y atribuir la misma importancia a ambas, con independencia de su naturaleza. Sin embargo parece que esto no es así. Pero parece bastante razonable que los niños distingan entre las normas morales y las normas convencionales desde temprano, por las razones que ya habíamos apuntado en el capítulo anterior, cuando hablábamos de los trabajos de J. Dunn. Parece evidente que los adultos ponen mucho más énfasis en las violaciones de carácter moral que en las que se producen respecto a las convenciones sociales. En el trabajo de Dunn (1988) se examina precisamente cómo los sujetos van explorando las reglas que los adultos imponen y hasta qué punto deben ser respetadas. Piaget estudió las normas morales sobre todo en las relaciones entre compañeros, pero no se ocupó de las reglas de tipo convencional. Lo que encontró es que en los pequeños hay una tendencia a poner el valor de la norma en la persona que la ha dictado. Pero eso no quiere decir que el sujeto no sea capaz de concebir diferencias entre las normas y que las considere a todas con la misma importancia. Por ello el estudio de Turiel parece razonable y probablemente en distintos dominios del conocimiento se van produciendo evoluciones diferentes que tienen en cuenta no sólo el desarrollo intelectual del sujeto sino también la naturaleza del problema, y hay problemas que son más complejos que otros. 85 Bibliografía Dunn, J. (1988). The beginnings of social understanding, Oxford, Blackwell. Eisenberg-(Berg), N. (1976). The relationship of political attitudes to constraint and prosocial moral reasoning. Developmental Psychology, 12, 552-553. Hartshorne, H. y May, M.A. (1928-1930). Studies in the nature of character, vol. I, Studies in the deceil; vol. II, Studies in self-control; vol. III, Studies in the organization of character. Nueva York, Macmillan. Kohlberg, L. (1968). The child as a moral philosopher. Psychology Today, septiembre. Trad. cast. de J. Delval, El niño como filósofo moral. En J. Delval (Comp.). (1978). Lecturas de psicología del niño, vol. 2. Madrid: Alianza. 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Trad. cast. de P. García Ferrero: Norma y acción. Una investigación lógica, Madrid, Tecnos, 1970. 86 1 La educación para la ciudadanía hoy: motivos y razones Antonio Bolívar La educación para la ciudadanía, junto al desarrollo de conocimientos y de la personalidad de los alumnos en otras dimensiones, constituye una de las grandes finalidades de la educación pública; es decir, promover el crecimiento conjunto de los alumnos y alumnas como personas responsables y como ciudadanos activos. Se trata, junto a los conocimientos y valores que le permitan crecer como persona, de potenciar las virtudes cívicas mediante la participación activa en la sociedad democrática. Al fin y al cabo, como subrayaremos posteriormente, crear o construir ciudadanos fue, desde sus inicios, en el mejor imaginario liberal, el objetivo de la educación pública, aun cuando actualmente precise ser reformulado de modo inclusivo para integrar la diversidad cultural. Continúa siendo un imperativo educar para una vida que permita -por una parte- la realización individual y responsable o, como decía Giner de los Ríos, “en la capacidad de cada uno de dirigir su propia vida”; al tiempo que para poder participar activamente en los distintos ámbitos de la vida (económico, político, social y familiar, relaciones interpersonales públicas y privadas o desarrollo personal), colaborando en la construcción de una sociedad democrática. Una racionalidad autónoma como capacidad para disponer ser actores de su propia vida, contando con los otros y poniéndose en su lugar, desde la modernidad ilustrada en que surge la educación pública, es el objetivo máximo de la educación. En este sentido, el informe Delors propone una educación para la ciudadanía que debe “dar a cada persona la capacidad de participar activamente, durante toda la vida en un proyecto de sociedad”. El objetivo de la educación es cultivar la humanidad, como dice Nussbaum (1999), es decir, dotar al ciudadano de las capacidades que le permitan una elección autónoma de su modo de vida. En Educación para la ciudadanía: algo más que una asignatura, España, Graó, 2007, pp. 1523. 87 La educación pública ha tenido entre sus propósitos fundamentales la creación de una ciudadanía, por decirlo con las palabras del libro de Callan (1997), conformada por un conjunto de conocimientos, valores y narrativas compartidas. Por eso, formar a una ciudadanía capaz de convivir en el espacio público significaba hacerlo en una escuela y con un currículo común. Junto a lo anterior, la educación pública, hija del proceso de formación de los Estados nacionales modernos, ha tenido como misión fundamental la integración y socialización política de los individuos en una comunidad de ciudadanos. Si bien este proyecto imaginario nunca llegó a realizarse (la escuela, de hecho, no llegó a igualar a la ciudadanía, siendo un medio de reproducción social), además, se ve necesitado de reformulación para integrar las reivindicaciones identitarias y las demandas de reconocimiento cultural. Integrar lo común con lo diverso es también uno de los propósitos de redefinición de la ciudadanía en la escuela pública en el actual momento, donde el principio de igualdad ha de ser compensado con el derecho a la diferencia y lo común conjugado con lo diverso. La educación pública se configuró, por eso, sobre la base de subordinar las identidades históricas y culturales particulares al proyecto de creación de la ciudadanía nacional. Como dice Castells (1997), el Estado hacía la nación, y no a la inversa. La crisis de los estados-nación, de la familia patriarcal (que transmitía eficazmente los códigos culturales) y de la primera modernidad, hacen difícil (cuando no lo torna imposible) volver a reafirmar dicho papel. De ahí la necesidad sentida de su reconstrucción, sin saber, empero, claramente por dónde haya que ir. Además, el mundo globalizado ha invalidado el discurso basado en las fronteras, como también lo ha sido el de la ciudadanía nacional. De ahí la necesidad de reformular el papel de la escuela en la educación de la ciudadanía, como plantearemos posteriormente, una vez que el Estado-nación pierde sus límites modernos con la globalización e inmigración. Educación para ¿qué ciudadanía?: modos de entender “ciudadanía” Cabe entender la ciudadanía como una conjunción de tres elementos constitutivos: la posesión de ciertos derechos, así como la obligación de cumplir ciertos deberes en una sociedad específica; pertenencia a una comunidad política determinada (normalmente el Estado), que se ha 88 vinculado en general a la nacionalidad; y la oportunidad de contribuir a la vida pública de esa comunidad a través de la participación. (García y Lukes, 1999, p. 1) El concepto de ciudadanía, como el de democracia o civismo, es complejo y contextualizado sociohistóricamente por distintas significaciones, y puede ser interpretado de diferentes formas. El primer carácter, que señala el texto anterior, es el jurídico que, por una parte, garantiza derechos y deberes pero, por otra, es excluyente, dado que se define frente a aquellos (singularmente inmigrantes) que no tienen reconocidos legalmente sus derechos como ciudadanos. El segundo es el político, que viene a igualarlo a nacionalidad; mientras que el tercero, más potente, es el que lo liga a la participación en la vida pública. En sentido general, la ciudadanía se conforma por un conjunto de derechos y deberes que hace que los individuos sean iguales en una comunidad política. Mas allá de un estatus legal que suele ser, sin embargo, la primera condición, el ciudadano se caracteriza por un conjunto de conocimiento y actitudes que están en la base de sus virtudes cívicas, que se ejercita como actividad mediante la participación en los asuntos comunes. La ciudadanía, como vínculo entre el ciudadano y una comunidad política, recuerda Cortina (1997, p. 43), tiene una doble raíz -la griega y la romanaque origina a su vez dos tradiciones: “la republicana, según la cual, la vida política es el ámbito en el que los hombres buscan conjuntamente su bien, y la liberal, que considera la política como un medio para poder realizar en la vida privada los propios ideales de felicidad”. Esto da lugar a dos concepciones de ciudadanía: 1. Una interpretación minimalista, que la entiende en términos formales (estatus legal o jurídico: quién es poseedor del estatus civil y derechos de ciudadano en un país). El ciudadano tiene un estatuto jurídico (que puede ser extendido a minorías), asentado en un conjunto de derechos (y deberes). Es miembro reconocido de una colectividad, lo que implica la pertenencia a una comunidad política, que es justo la que aporta un sentido de pertenencia y el sentimiento de su propia identidad. 89 En este marco, propio de una concepción tradicional, la educación cívica se limita a unos contenidos curriculares: dar información de los derechos y deberes, pretendiendo una socialización acrítica en los valores convencionales, como respeto pasivo de lo establecido, en lugar de un ejercicio activo de los derechos políticos. Este tipo de educación (llamada “cívica” o “para la convivencia”) se ha cifrado en conocer aspectos institucionales, estructurales, leyes o temas de la justicia. Finalmente, lo que se pretende conseguir es la ciudadanía-como-unresultado: individuo responsable que cumple sus deberes o, en una perspectiva más amplia, que participa en las instituciones. 2. Una concepción amplia, por la que lógicamente abogamos aquí, la entiende en términos culturales y políticos como un ejercicio activo más que una condición estática. Un ciudadano es consciente de ser miembro de una comunidad humana (no limitada a un país), comparte un conjunto de valores y comportamientos, obligaciones y responsabilidades, y participa activamente en todos los asuntos de su comunidad. Todas ellas pueden quedar recogidas en el “civismo”, como conjunto de virtudes públicas que posibilitan la convivencia. Más allá de un mero estatus legal, entendemos la ciudadanía como práctica de una actividad moralmente deseable para una revitalización de la democracia. Esto implica educar en un conjunto de competencias cívicas, en tanto que ciudadano, con una metodología de debate y deliberación sobre los asuntos comunes. Más allá de limitarse a una materia del currículo, promueve explícitamente, en la actividad escolar y fuera de ella, procesos dialógicos de deliberación compartida, participación, toma de decisiones y formación de juicio. Por eso, en este enfoque la ciudadanía es una práctica, un proceso -más que un resultado- de ejercicio de los valores democráticos, como consecuencia de la participación en los diversos espacios sociales, sin quedar confinada a una materia y al espacio escolar. Como tal, el aprendizaje de una ciudadanía democrática es un proceso de aprendizaje social en el espacio público. La ciudadanía es, por eso, la capacidad real para participar en la cosa pública. Además de responsabilidad y capacidad para tomar decisiones, exige la existencia de un espacio público donde los individuos puedan tomar decisiones 90 comunes. Educar para la ciudadanía implica, por tanto, promover oportunidades de participación en los diversos ámbitos de la propia vida escolar, capacitando para reflexionar de modo autónomo sobre la democracia, la justicia social o la mejora de la estructura social establecida. Mediando entre el liberalismo y los comunitarismos, la actual reivindicación del republicanismo cívico puede proporcionar una buena base para dicha reformulación. El ideal republicano de libertad como no dominación (en lugar del liberal de no interferencia), plasmado en un ordenamiento jurídico, precisa “el sostén de las normas cívicas -necesitan el sostén de una virtud ciudadana ampliamente difundida, de una civilidad ampliamente difundida-, si se quiere que sean mínimamente efectivas. La república legal necesita convertirse en una realidad cívica” (Pettit, 1999, p. 361). Cuando hablamos de educación para la ciudadanía (EpC) no nos referimos descriptivamente a la educación de los ciudadanos, sino que -más proactivamente- abogamos por una ciudadanía activa, es decir, que -alejados de una posición “minimalista” de la ciudadanía- participa en la amplia esfera de lo público e institucional y, como tal, puede ser un antídoto contra la creciente desafección política. El lenguaje de los derechos ciudadanos, que ha dominado en el mundo occidental, tiene que complementarse con los deberes de implicarse y participar en los asuntos de la comunidad. Por eso, en las democracias occidentales estamos preocupados sobre el mejor modo en que la educación puede contribuir a desarrollar el “capital social” (compromiso cívico, conocimientos, actitudes, relaciones sociales) de los jóvenes. Como señala Pedro (2003): La educación cívica es, además del eje de una determinada concepción republicana de la educación escolar, un conjunto de prácticas escolares que contribuyen eficazmente a consolidar los valores que cimentan una sociedad democrática. (p. 236). Cabe preguntarse qué tipo de ciudadano se pretende con la educación para la ciudadanía. Westheimer y Kahne (2004) distinguen tres tipos de ciudadano que, normalmente, están subyaciendo en los programas educativos: un ciudadano responsable personalmente, que cumple con los deberes normalmente estipulados en su comunidad; un tipo de ciudadano participativo, 91 implicado activamente en los asuntos cívicos y sociales de su comunidad; y un ciudadano orientado a la justicia, que, además, juzga críticamente las realidades sociales insatisfactorias y lucha por su transformación. Es preciso, pues, desde una educación crítica plantearse, conjuntamente, a qué tipo de ciudadanía responden las relaciones sociales y educativas que se están dando en el centro. Giroux (1993, p. 11), haciéndose eco de esta problemática, en un libro sobre el tema, ha abogado por “dar expresión a un concepto crítico de ciudadanía por medio de un modelo radical de educación ciudadana”. Recuperar y apropiarse de la educación para la ciudadanía permite desarrollar una educación crítica y emancipatoria. En este sentido apuesta por que los educadores legitimen a las escuelas “como esferas públicas democráticas, como lugares que proporcionan un servicio público esencial para la formación de ciudadanos activos, con el objeto de defender a éstos del hecho de que desempeñen un papel central en el mantenimiento de una sociedad democrática y de una ciudadanía crítica” (p. 59). De este modo, se propugna entender las escuelas como esferas públicas democráticas, que permitan vivenciar la democracia en sentido fuerte. La escuela como espacio público es un contexto y lugar donde las personas pueden hablar, dialogar, compartir narrativas y esforzarse por unas relaciones que abren el ejercicio de una ciudadanía activa. Desde una dimensión más descriptiva, un informe de Eurydice (2005) sobre la educación para la ciudadanía en los países europeos la define como: [...] la educación que los jóvenes reciben en el ámbito escolar, cuyo fin es garantizar que se conviertan en ciudadanos activos y responsables, capaces de contribuir al desarrollo y al bienestar de la sociedad en la que viven. Aunque sus objetivos y contenido son sumamente variados, tres son los temas clave que tienen un interés especial. Por lo general, la educación para la ciudadanía pretende orientar a los alumnos hacia a) la cultura política, b) el pensamiento crítico y el desarrollo de ciertas actitudes y valores, y c) la participación activa. (p.10) Desde esta perspectiva, en último extremo, una educación para la ciudadanía se orienta a contribuir a formar ciudadanos más competentes cívicamente y comprometidos en las responsabilidades que entraña pensar y actuar teniendo 92 presente las perspectivas de los otros (actuales o futuras). En ese sentido una educación moral se conjunta, como quería Freinet, con una educación cívica: cómo se ha de vivir en un mundo compartido con otros. El objetivo de toda educación cívica es capacitar a los sujetos con la “habilidad para ver cosas no sólo desde el punto de vista personal sino también según la perspectiva de todos los que están presentes” (Arendt, 1996, p. 233). Como dicen Camps y Giner (1998, pp. 8-9), “el civismo viene a ser aquella ética mínima que debería suscribir cualquier ciudadano liberal y democrático. Mínima para que pueda ser aceptada por todos, sea cual fuere su religión, procedencia o ideología. Ética, porque sin normas morales es imposible convivir en paz y respetar la libertad de todos”. Situar la educación para la ciudadanía hoy La idea de ciudadanía no debe ir ligada exclusivamente a los derechos individuales -sean éstos civiles, políticos o sociales-, sino incluir al mismo tiempo aquellos vínculos capaces de unir a los ciudadanos con la comunidad: obligaciones o deberes cívicos, que constituirán lo que podríamos llamar la “estructura moral de la democracia”. (Camps, 1998, p. 14) Se suele contraponer, desde Benjamín Constant, la libertad de los antiguos, entendida como participación en asuntos comunes, a la libertad de los modernos, entendida como independencia. El modelo de la polis griega o de las ciudades-estado italianas del Renacimiento era un modelo comunitario, mientras desde el liberalismo ilustrado se valora la independencia personal. ¿Cómo conjugar ambas en el ejercicio de la ciudadanía? La tradición liberal, con su acento individualista en el ejercicio de los derechos, se nos ha mostrado insuficiente, aparte de haber dado lugar a una concepción de la democracia como mercado, con unos ciudadanos pasivos y escasos deberes con lo común. Con su diferenciación de esferas entre lo público y lo privado, la perspectiva liberal tiene problemas para resolver el dilema entre la defensa de la autonomía y libertad personal de un lado, y valores cívicos y comportamientos ciudadanos de otro, dado que la defensa de determinados principios (neutralidad y no injerencia) para que una institución pública como la escuela pueda interferir en los valores individuales. El Estado debe mantener 93 una neutralidad, al menos formal, entre las diversas concepciones de vida buena, siendo su tarea principal proteger los intereses y valores individuales. En estos casos, la educación cívica se reduce a su expresión mínima, conjugada con el pluralismo y la tolerancia. Por último, su hincapié en el procedimiento, más que en los contenidos, aboca a unos ciudadanos pasivos e individualistas. La insatisfacción con esta herencia moderna ha provocado, desde distintos frentes (movimiento “comunitarista” y, desde otros presupuestos, “republicanismo cívico”), reivindicar la educación para una ciudadanía distinta, más cercana a la “libertad de los antiguos”: la ciudadana republicana, donde los individuos se sientan (“identidad cívica”) miembros de una comunidad, vinculados por un conjunto de deberes cívicos y no sólo derechos individuales, en la que, por lo tanto, participan en todas sus dimensiones (véase cuadro 1). Desde un concepto de sociedad política, que el posterior triunfo del liberalismo oscureció, se piensa que no bastan leyes o instituciones si no se cuenta con el entramado de las virtudes cívicas de sus ciudadanos, abogando por una ciudadanía activa en la vida pública (que no se identifica con la política). Cuadro 1. Tradiciones en filosofía, moral y política Liberalismo Ciudadanía como Comunitarismo un Ciudadanía estatus: derechos. sentimiento Republicanismo cívico como Ciudadanía como una de práctica: civismo. pertenencia. Individualismo. Multiculturalismo. Identidad cívica. Ciudadanos pasivos. Reconocimiento. Participación. Tolerancia y pluralismo Identidad cultural. Deberes y virtudes cívicas. “Minimalismo cívico”. Ciudadanía “fragmentada” Noción “robusta” de o ciudadanía. 94 “diferenciada”. Desde el ángulo comunitarista, acorde con la reivindicación multiculturalista, se propone un reconocimiento de la identidad cultural que puede abocar a una ciudadanía “fragmentada” o “diferenciada”, que quiebra el principio de igualdad moderno (Taylor, 1997). Frente al estatus o posición como sujeto de derechos, el ciudadano se define por un sentimiento de pertenencia a su comunidad, siendo la identidad la base para reivindicar derechos propios. Dice Giner (1998): El liberalismo fragmenta. El comunitarismo aísla. El republicanismo, en cambio, relaciona. El primero nos concibe como voluntades soberanas y egoístas; el segundo, como seres tribales. Sólo el tercero, sin rechazar la autonomía del individuo ni el fuero de cada comunidad, hace hincapié sobre la naturaleza esencialmente interactiva de la vida social. (p. 171) Por eso, desde el lado republicano, se apuesta por una ciudadanía, políticamente activa, poseedora de unas virtudes cívicas promovidas tanto por la educación como por las instituciones que favorecen la participación. La res publica concierne a toda la ciudadanía, por lo que la (pre)ocupación por los asuntos públicos concierne a todos los ciudadanos. La participación tiene un valor intrínseco y no sólo instrumental (como en el liberalismo). Por eso actualmente la tradición de filosofía moral y política que puede apoyar mejor una noción robusta de ciudadanía es el llamado “republicanismo cívico”, frente al liberalismo y al comunitarismo, por situarnos en las tres grandes corrientes de pensamiento. Como comenta Velasco (2004, pp.199-200): Mediante la generalización del status de ciudadano busca configurar una identidad colectiva basada en la participación activa y responsable de los individuos en los asuntos públicos. [...] El ideal republicano esta indisolublemente ligado al ejercicio real de la democracia y, particularmente, a prácticas reales tales como la participación en las deliberaciones públicas, la 95 exigencia de publicidad y transparencia en los procedimientos y el ejercicio colectivo de los controles sobre las autoridades. Los derechos individuales de cada ciudadano (tradición liberal) se ven condicionados por la solidaridad cívica que deben tener con aquellos principios compartidos en una comunidad política. Además, viene a ser una buena alternativa a las propuestas comunitaristas, por asentarse en una identidad cívica y no étnica o cultural, configurada en valores y principios que posibilitan la vida en común. Como señala uno de los reconocidos teóricos (Pettit, 1999, p. 318), las leyes políticas “deben estar encauzadas o incrustadas en una red de normas cívicas, sostenidas por hábitos de virtud cívica y buena ciudadanía -por hábitos, dígase así, de civilidad-, si quieren tener alguna oportunidad de prosperar. [...] Uno de los temas recurrentes en la tradición es que la república requiere una base de civilidad generalizada; no puede nutrirse sólo de leyes”. Nos encontramos, pues, ante una fuerte reivindicación de una dimensión comunitaria de la vida. Es preciso, entonces, la formación de los ciudadanos en aquel conjunto de virtudes y carácter (hábitos) que hacen agradable (además de posible) la vida en común. Se entiende que la educación de los futuros ciudadanos debe tener como objetivo prioritario capacitarlos, conjuntamente, tanto para ser individuos autónomos (“aprender a ser”) en la esfera pública (herencia liberal ilustrada) como para vivir con aquellas virtudes cívicas necesarias para asumir y profundizar la democracia (aprender a vivir juntos), como señalaba el informe Delors. Una capacidad propia de juicio debe conjugarse con unos marcos comunes, propios de la identidad comunitaria, que conduzcan a solidarizarse, compartir y colaborar. Se trata, conjuntamente, de fomentar de modo no neutral los valores liberales, pero también de promover un bien común compartido (del que forma parte el individualismo) que pueda aportar la necesaria cohesión e identidad social. El civismo de los ciudadanos comprende todo aquello que hace posible una convivencia en el espacio público. Como comentan Camps y Giner (1998, pp. 115 y 154), “la democracia es la expresión política del civismo [...], asumir e interiorizar los valores democráticos o cívicos es la condición de la ciudadanía. [...] El civismo, de hecho, es el nombre de una ética laica, una ética de mínimos 96 compartible por cualquier persona que quiera participar en la vida colectiva”. Como la condición de “ciudadanía” el civismo incluye -por una parte- el conjunto de comportamientos propios de una “buena” educación, y -por otrotodos aquellos modos y valores (cultura o êthos) que conforman una cultura pública de convivencia, al mismo tiempo que son expresión de unos determinados valores morales (laicos), sin los que no es posible la vida en común. Si bien no es la instancia única, y sola no puede llegar muy lejos, la educación escolar tiene un papel cave en la enseñanza de lo que Fernando Barcena (1997) ha llamado “el oficio de ciudadano”. La cuestión se plantea, en nuestro contexto actual y futuro, como qué tipo de cultura será deseable política y éticamente. La oferta de un nuevo currículo tiene que partir -como cuestión prioritaria- de a qué tipo de formación de la ciudadanía aspiramos en esta sociedad del conocimiento, de la globalización o de la reivindicación identitaria. Al menos, será preciso, entre otros, mantener estos principios: abogar por una universalidad que haga posible la convivencia y la igualdad, pero, al mismo tiempo, será preciso respetar y reconocer la pluralidad cultural y diversidad/singularidad de cada persona, todo ello en un mundo globalizado que anula la diversidad y provoca uniformidad o mestizaje. Conjugar el reconocimiento diferenciado de las culturas (y diversidad individual) con la cultura común, que ya no es el proyecto de escuela pública de fines del siglo XIX. Bibliografía Arendt, H. (1996). “La crisis de la educación”, en Arent. A. Entre el pasado y el futuro. 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Enseñar ciudadanía es algo diferente de adaptar autoritariamente a un orden dado, pero es también algo diferente de desadaptar anárquicamente de cualquier orden. 1. La ciudadanía como categoría codisciplinar Guy Palmade define lo "codisciplinar" como el "conjunto de las concepciones que permiten unificar el conocimiento de las diferentes disciplinas, manteniendo la originalidad de cada una de ellas" (Palmade, 1978). Un paso importante en esta línea es lo que el mismo autor llama, en las huellas de G. Bachelard (1979), conceptos "transespecíficos". Me parece importante, para la educación ciudadana, que aclaremos esta idea, para no cometer el deslizamiento de las compactaciones conceptuales ideológicas, que, en realidad, sólo se ponen al servicio del mantenimiento del status quo, sin profundizar en la necesidad de una crítica. Que la ciudadanía es una categoría codisciplinar quiere decir que es necesario mantener su potencial teórico-crítico, para designar una normatividad en relación con la convivencia social, y no depotenciar este sentido por un deslizamiento ideológico, que le quita historicidad, referencia a marcos de En Autonomía moral, participación democrática y cuidado del otro: bases para un currículo de formación ética y ciudadana, Argentina, Novedades Educativas, 1999, pp. 37-43. 99 teorías políticas, sociológicas, lingüísticas, y, por supuesto, de fundamentación ética. De aquí la importancia de enseñar la ciudadanía desde saberes éticopolíticos y desde las complejas perspectivas de las ciencias sociales. Cuando se pretende, por ejemplo, compactar el sentido jurídico de la expresión ciudadanía, sujeto con derechos y deberes constitucionales, con sus sentidos políticos o éticos o sociológicos o lingüísticos o históricos, simplemente se comete una falacia ideológica. En este sentido, defendemos que la ciudadanía debe ser enseñada racionalmente, es decir, críticamente, y no como una cuestión de inculcar una determinada ideología. El único camino posible, creemos, es tomarla como un típico ejemplo de categoría transespecífica o bien como abriendo un campo teórico codisciplinar. En este sentido, enseñar ciudadanía es enseñar saberes específicos que permitan contar con principios racionales y fundados, para la construcción de una participación democrática en el orden social y para la crítica racional de los modos históricos-sociales, que obstaculizan o impiden concretamente esta participación. Esto implica algunos supuestos que conviene explicitar aquí. La ciudadanía no se identifica sin más con la socialización o mera convivencia, cualquiera sea su forma. La ciudadanía es la crítica de las socializaciones posibles, de la misma manera que la ética es una critica de las morales posibles. Es necesario distinguir esta manera de plantear la ciudadanía como categoría racional "codisciplinar" de, por lo menos, dos posturas, que suelen pensarla de manera diferente: una, la que tiende a leer la categoría en términos "formales" (normalmente jurídicos), como si la ciudadanía se redujera únicamente a un enunciado de derechos y deberes, más o menos formalizados por las leyes escritas y las constituciones. En este caso, se corre el riesgo de divorciar el "estado de derecho" de las cuestiones del poder y de la justicia, y sus avatares históricos. La otra tiende a ver la ciudadanía como una mera cuestión de "sentimiento patriótico", de incorporación a una unidad cultural -la nación- como forma de integración de un todo social, supuestamente homogéneo. En este caso, se 100 corre el riesgo de divorciar la "cultura nacional" de la historia concreta de las desigualdades sociales y de las exigencias del estado de derecho. En ambos casos, la categoría es deshistorizada, pierde su sentido de crítica social, y se la considera o abstractamente incuestionable, por su formalidad y axiomaticidad, o concretamente incuestionable, por su irracionalidad e intimidad. Frente a estas posturas, que reducirían la ciudadanía al formalismo jurídico o al sentimentalismo patriótico, a una fundamentación de tipo lógico-coercitivo, o de tipo decisionista-sugestivo, hay también quienes descreen escépticamente de la posibilidad de fundamentar la ciudadanía racionalmente (o afectivamente), y simplemente ven como la única forma posible de posicionamiento "racional" la postura anárquica, es decir, el descreimiento de toda posibilidad de organización social, que no responda a los intereses de una clase en detrimento de otras, de unos individuos en detrimento de otros. Para esta postura, es necesario mostrar cómo es ilusoria toda forma de ciudadanía o de organización social, y que sólo la crítica permanente del orden estatuido puede generar alguna forma de convivencia razonable, a través de una asociación más o menos espontánea, ni normada ni organizada. Frente a estas posturas, que en el fondo se reparten el campo entre el dogmatismo de las formas sociales o de los sentimientos nacionales, y el escepticismo de una negación de la racionalidad social, es necesario afirmar enfáticamente, como supuestos de un currículum de formación ética y ciudadana, lo siguiente: 1. Es posible fundar racionalmente, en forma codisciplinar, los principios de la ciudadanía, como forma critica de socialización y de construcción de un ordenamiento social. 2. Es posible fundamentar racional y argumentativamente la viabilidad de la participación política y de la responsabilidad social, que especifican la ciudadanía como democrática. Lo que se quiere decir es que enseñar ciudadanía, no es legitimar un orden social dado, ni es tampoco descreer escépticamente de su posible transformación. Es enseñar la participación democrática como modo de 101 construir una ciudadanía responsable y solidaria, es decir: una convivencia justa. En realidad, se trata de enseñar la convivencia como problema de ciudadanía, es decir, de pertenencia a un orden público común, la ciudad, que exige el respeto de normas y leyes y que cada uno de nosotros lo constituye como sujeto público. Pero esta ciudadanía ha de ser democrática, como forma de garantizar una convivencia justa. Es decir, se trata de hacer una reflexión "política" y una " jurídica", pero en el contexto de una reflexión "ética" de la política e "histórico-social" del derecho. La ciudadanía es necesariamente una categoría codisciplinar, y su enseñabilidad depende de mantener el campo, sin reducirlo a la mera fundamentación jurídica o a la mera apelación de los sentimientos de pertenencia cultural. No se trata ni de "republicanismo" puramente abstracto, ni de un "patrioterismo" puramente irracional. Se trata de una participación democrática ciudadana. Un tema fundamental, en este punto, es no confundir educación ciudadana con adoctrinamiento político partidario o corporativo. Se trata de dar elementos para la vida en común, desde lo común y para lo común. Se trata, en definitiva, de enseñar a fundamentar racionalmente la convivencia, donde confluyen -sin compactarse ni deslizarse ideológicamente- reflexiones especificas de la ética, la política, el derecho, la historia, la sociología, la economía, la antropología, las teorías del lenguaje, etcétera. Es de los campos codisciplinares más necesarios y al mismo tiempo más fecundos. 2. Participación democrática y pluralismo En este sentido es necesario interpretar la demanda social en términos de una ciudadanía democrática participativa, equipada lo suficiente con principios y saberes, como para hacerse cargo responsablemente del estado de derecho, no reduciendo la participación únicamente a la elección de representantes para el gobierno, sino también buscando formas de organización social y de control ciudadano de las decisiones públicas, que permitan poner en vigencia, real y efectiva, los principios del orden democrático: la igualdad ante la ley y de oportunidades reales, la división de poderes, la publicidad (y por lo mismo, la 102 critica) de las acciones de gobierno, la vigencia plena de los derechos humanos civiles y sociales. La formación de una ciudadanía democrática participativa es también la formación de un sujeto social pluralista, es decir, capaz de respetar las diferencias, de dirimir los conflictos en el marco de la ley y de la justicia, de dialogar con razones, buscando consensos, y respetando los disensos fundados. El pluralismo es, por un lado, condición de posibilidad de la participación democrática, pero, por el otro, él mismo es producto del ejercicio de la ciudadanía como participación democrática. El pluralismo no es "mera tolerancia", es posibilidad de compartir proyectos comunes con quienes piensan o sienten diferente, acordando reglas de juego y formas de resolver los disensos. De aquí dos nuevas opciones como bases para un currículum de educación ética y ciudadana: 7. Es posible enseñar saberes que permitan una construcción democrática del propio poder para participar y una reconstrucción crítica del poder, diseminado en la sociedad, y de las normas jurídicas, que rigen la vida social. 8. Es posible entonces aprender a resolver democráticamente, y con argumentación de derechos y obligaciones, los conflictos de poder y de normas, es posible aprender a participar democráticamente en las decisiones, y es posible aprender la convivencia pluralista, como algo más que la mera tolerancia del diferente. En este sentido es posible interpretar la demanda social en términos de formación de un ciudadano democrático, participativo y solidario. 3. Pensamiento crítico y solidaridad social Esto implica atender especialmente al pensamiento crítico, a los vínculos sociales, en tanto relaciones de poder, y a las posibilidades de descubrir y desarrollar el cuidado solidario del otro. 103 Porque la participación democrática implica una ciudadanía activa y responsable, y no meramente el ser sujeto de derechos y obligaciones. En la convivencia social estamos comprometidos de todas formas. Lo que importa, en la enseñanza de la ciudadanía, es decir, de la participación democrática, es comprender críticamente las formas de la organización social, y desarrollar el sentido de la solidaridad, no sólo como obligación moral (parte del cuidado del otro), sino como responsabilidad ciudadana misma. El pensamiento crítico necesita de un trabajo escolar continuo. No sólo en sus formas lógicas y argumentativas, sino también en la capacidad de interpretación, critica y fundada, de los sentidos históricos y sus construcciones legitimadoras. Un ciudadano que no tenga pensamiento crítico, difícilmente será pluralista y podrá entender la participación democrática. En este sentido, nos parece que la educación ciudadana necesita basarse en la trabajosa educación del saber pensar críticamente. Por otro lado, en la "buena ciudadanía", no sólo hay que contar con la participación democrática y el pluralismo, sino que se debe enseñar a solidarizarse socialmente. Esto tiene que ver con la educación del sentido de la relación simpática con el otro, y capaz de ponerse en su lugar. Las perspectivas sociales, como lo han mostrado los cognitivistas, implica un trabajo sobre esta posibilidad de intercambiar roles, ponerse en el lugar del otro generalizado y encontrar la madurez del juicio en las reglas del grupo y del pacto social (Kohlberg, 1973, y las interesantes criticas de C. Gilligan, 1985, y de Turiel, 1984). Pero es necesario completar esta visión de la ciudadanía participativa, pluralista y solidaria con el tema de la capacidad de leer los signos de la injusticia, del desfavorecimiento, de las minorías perseguidas, de las necesidades insatisfechas. En este sentido, la educación ciudadana tiene que trabajar a fondo los derechos humanos, que dan normatividad a la solidaridad social. De todos modos, y como lo mostraremos más adelante; la ciudadanía no es sólo garantizar igualdad de oportunidades para que cada uno realice su proyecto personal de vida, atendiendo solidariamente a los más necesitados. 104 Es también plantear la necesidad de proyectos comunes, y no solo por razones ecológicas, sino simplemente por razones de mayor realización de todos. Entonces se hace necesario completar los principios básicos de un currículum de formación ética y ciudadana, afirmando como opciones didácticas (teóricas e institucionales) que: 9. Es posible enseñar saberes relacionados con el pensamiento crítico y con la capacidad de dialogar y de construir proyectos comunes. 10. Es posible, entonces, que en la escuela se aprendan formas democráticas de ejercicio del poder y de resolución de los conflictos sociales, así como modos de compromiso solidario con proyectos comunes. Bibliografía Bachelard, G. (1978). El racionalismo aplicado, Buenos Aires, Paidós. Gilligan, C. (1985). La moral y la teoría psicológica del desarrollo femenino, México, FCE. Kohlberg, L. (1973). Collected papers on moral deveopment: moralstages and practice, Cambridge (Mass.), Harvard Graduate School of Education. Palmade, G. (1979). Interdisciplinariedad e ideologías, Barcelona, Narcea. Turiel, E. (1984). El desarrollo del conocimiento social. Moralidad y convención, Madrid, Debate. 105 Los pasos de un proyecto y su puesta en marcha en el aula Frida Díaz Barriga Arceo En la sección precedente reconocimos variantes en lo que se consideran las fases de la metodología de enseñanza mediante proyectos, así como en relación con las posibles prácticas y estrategias docentes que se asocian a dicha enseñanza. No obstante, en este apartado recuperaremos algunas propuestas coincidentes con los postulados asumidos en este capítulo que pueden resultar de gran utilidad en el diseño de entornos de aprendizaje basados en el método de proyectos, ya sea que éstos sean el punto focal de las experiencias educativas o bien se integren a otras estrategias de enseñanza-aprendizaje. En todo caso, lo que no debemos perder de vista es que el trabajo con proyectos se orienta a plantear a los alumnos desafíos abordables y a motivarlos en la dirección de la construcción conjunta del conocimiento y del aprendizaje significativo. La meta con la que entra el docente al aula es que sus estudiantes desarrollen un fuerte sentido de pertenencia y control sobre su propio aprendizaje en un ambiente centrado en el alumno y en el trabajo cooperativo. Una posible primera inquietud del lector es la del tipo de experiencias y producciones que entren en la categoría de proyectos. Es evidente que pueden existir diferencias en función de los autores y sus perspectivas; por ello, y solo a manera de ilustración, en el cuadro 2.3 se presenta una síntesis y adaptación de los ejemplos de posibles proyectos que resultan relevantes en entornos escolares de nivel básico y medio, de acuerdo con Wasserman (1994). No constituyen un recuento exhaustivo de posibles proyectos, tan sólo arrojan luz sobre el particular. Vale la pena observar que estos ejemplos pueden variar considerablemente en la manera de llevarlos a la práctica y en el nivel de "situatividad" o autenticidad de las prácticas educativas y sociales que propician. Ahora bien, en el caso de los proyectos que se generan en la educación universitaria y tecnológica, el tipo y complejidad de los mismos están En Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida, México, McGraw-Hill, 2006, pp. 4051. 106 por lo general en estrecha relación con las capacidades y saberes que definen el ejercicio social de la profesión en cuestión. Cuadro 2.3 Ejemplos de posibles proyectos escolares (basado en Wasserman, 1994). o Presentaciones (transparencias, carteles, audiovisuales, multimedia, etc.) donde se examinen ideas, temas o problemas específicos relacionados con una o varías materias o con contenidos no disciplinarios y transversales. o Entrevistas u obtención de informe a partir de narraciones personales, anécdotas, historias orales, etc., como formas de comprender determinados actores, comunidades, acontecimientos, periodos o sucesos. o Estudios sobre deteninados grupos, organizaciones, empresas, etc., con un análisis de los aspectos sociales, culturales, políticos o económicos, trazando su desarrollo histórico, su situación presente, sus planes futuros. o Análisis de casos: construcción de narrativas que arrojen luz acerca de cuestiones complejas en determinadas situaciones problema. o Representaciones o historias que permitan demostrar la comprensión de un acontecimiento, grupo o sistema mediante la escritura de un libreto o historia acerca del mismo. o Trabajo artístico, escultura, modelado, inventos, historietas, etc., que permitan crear y comunicar ideas o temas a través de medios visuales, audiovisuales, hipertextuales o multimedia. o Libros, periódicos, revistas, folletos, carteles, que .permitan la creación literaria de eventos específicos a través de narrativas, biografías, artículos, etcétera. o Proyectos por computadora o con apoyo en diversas tecnologías informáticas, de muy diversa índole y propósitos (p. ej., artísticos, científicos, de diseño, planes con diversos propósitos, paquetes de información). o Creación y animación de videos o filmes que caractericen un acontecimiento, asunto o tema de gran importancia. o Creación y/o interpretación de música y letra que represente la identidad, los valores y el clima social o político de un periodo, grupo o cultura. o Diseño y conducción tutelada de experimentos científicos. o Diseño y conducción tutelada de propuestas de intervención social y apoyo o mejoramiento del bienestar de su comunidad. 107 También es importante hacer notar que, para algunos autores, el análisis de casos o aprendizaje basado en casos, así como el aprendizaje basado en problemas (ABP), forman parte o se desprenden del enfoque de aprendizaje basado en proyectos, cuyo carácter es más amplio e inclusivo, pero tienen una serie de rasgos particulares que conviene reconocer. Por ello es que en este libro se incluyen sendos capítulos sobre el ABP y el análisis de casos, así como sobre el aprendizaje en el servicio, también conocido como modelo "aprender sirviendo". A continuación se revisaran tres propuestas de enseñanza a través del desarrollo de proyectos; la primera se ubica en la educación básica y en el ámbito de la enseñanza de las ciencias, la segunda es pertinente al diseño de proyectos sociales y culturales en el nivel profesional, mientras que la tercera se denomina método de proyectos en la industria y se enfoca a la enseñanza de la tecnología en las escuelas de nivel medio. Con esto hemos querido ilustrar las posibilidades del trabajo mediante proyectos, así como contrastar niveles educativos y campos de conocimiento y aplicación. Nuestra intención no es prescribir, y mucho menos de forma rígida, como conducir proyectos en el aula, sino ofrecer al lector interesado algunas pautas e instrumentos que le permitan, por un lado, reflexionar sobre la manera de enseñar con base en proyectos, y, por otro, derivar elementos que le permitan enriquecer este tipo de trabajo en el contexto de su aula. La primera propuesta, a nuestro juicio interesante y asequible para la aplicación de proyectos en la educación básica (primaria y secundaria), y en concreto en la enseñanza de contenidos científicos, es la que plantea el diseño de proyectos para la realización de una feria de las ciencias (Science Fair Project), que ha desembocado en diversos modelos y propuestas en escuelas estadounidenses y canadienses, y que en la actualidad cuenta con el apoyo de diversas organizaciones educativas y de sitios y dispositivos informáticos muy variados (véase los protocolos y recursos que ofrecen a través de Internet organizaciones como Canada Wide Science Fair, ScienceStuff.com y Cyber Fair, entre otros). Los proyectos se vinculan al currículo escolar en sus diferentes niveles y se inscriben en materias del área científica (química, física, biología, etc.), aunque 108 el espectro de aprendizajes buscados resulta siempre más amplio que la sola adquisición de conceptos y principios de las ciencias en cuestión, por lo que el abordaje resulta al final interdisciplinario. Una cuestión central, apuntada ya desde la filosofía progresista, era la importancia de conducir verdaderos experimentos científicos, por más sencillos que sean, por medio de los cuales los estudiantes construyan un modelo o realicen una demostración, pero siempre en torno a la idea de resolver un problema planteado en la forma de una pregunta susceptible de indagación empírica. De esta manera, los pasos para la realización del proyecto son los propios del método científico experimental, que se reconoce como la forma valida de apoyar con bases una idea o una teoría en el campo de las ciencias naturales: o Observación y documentación (libros, revistas, Internet, personas, organizaciones) de un asunto o tópico de interés. o Definición de una pregunta que lleve a una situación problema por resolver. o Planteamiento de una hipótesis o conjetura susceptible de ponerse a prueba. o Delimitación de un método de experimentación conciso y pertinente a la pregunta. o Obtención y análisis de observaciones y resultados a través de la conducción de un experimento controlado. o Redacción de conclusiones. o Elaboración de un reporte del proyecto (escrito, audiovisual, multimedia). o Presentación y socialización del proyecto y de los productos generados en él. Los alumnos pueden estar interesados en el funcionamiento de las máquinas, en los animales, las plantas, música, cocina, deportes, etc. Es a partir de esos intereses que pueden seleccionar con la ayuda del docente el asunto de su interés y definir la pregunta de investigación que guiara el proyecto. Los aprendizajes buscados son múltiples: la búsqueda manual y electrónica y la lectura estratégica de material disponible y apropiado a la edad de los alumnos 109 sobre el tema de interés; la visita a escenarios de interés o las entrevistas con informantes clave; la adquisición de habilidades para el diálogo y la argumentación oral y escrita de sus ideas; la aplicación situada de procedimientos matemáticos o estadísticos en el análisis de los datos; el despliegue de habilidades manuales o técnicas en la construcción de sus modelos, prototipos o carteles para la exposición; el manejo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como herramientas cognitivas al servido del proyecto. No menos importantes son la motivación intrínseca y la inventiva o la creación artística y el gusto estético que el alumno desarrolla en torno a lo que hace, individual y colectivamente. Con el interés de ilustrar lo anterior, en la figura 2.2 se muestra un ejemplo de formato para la exposición de un proyecto pertinente al modelo de la feria de las ciencias que recién comentamos (tomado de www.rossarts.org, 2004). Nos parece importante que el lector reflexione sobre los aprendizajes logrados por los alumnos en una actividad experiencial como ésta, en contraste a quedarse sólo con la lectura "teórica" de los principios propios del fenómeno científico estudiado. También es importante considerar que un proyecto como el que se ejemplifica puede realizarse con distintos grados de complejidad y extensión, dependiendo no sólo de la edad y grado escolar de los alumnos en cuestión, sino de la intención y facilidades que proporcione el ambiente de aprendizaje mismo. Sin embargo, en la realización del proyecto -y en su evaluación- no sólo se toma en cuenta el producto o prototipo final elaborado, o su exposición. Igual importancia revisten el proceso de planeación y la asesoría o supervisión del desarrollo o nivel de avance de dicho proyecto. Como parte del modelo de proyecto para la feria de las ciencias mencionado, se solicita al alumno o grupo de alumnos que elaboren antes un plan inicial o propuesta del proyecto. Dicha plantación se acompaña de una "carta compromiso" o "contrato" firmado por los alumnos y el docente, y en ocasiones por los padres de familia, donde se estipulan los compromisos contraídos, las "reglas del juego", los productos y los plazos de entrega. Más tarde se supervisa el avance y productos parciales del proyecto en varios momentos, con la participación no sólo del profesor, sino de los propios padres. La evaluación no se circunscribe a "calificar el producto"; 110 desde el inicio se establecen con claridad y se dan a conocer los criterios e indicadores o estándares esperados, y los alumnos saben qué se espera del proyecto y de ellos mismos. Así, tienen clara su meta y están en posibilidades de identificar cuándo están generando un buen trabajo y cuándo no. En el capítulo 5 volveremos sobre este punto en relación con la evaluación auténtica centrada en el desempeño; por el momento, sólo para ilustrar anterior, se incluyen el formato de planeación de un proyecto para la feria de las ciencias y un instrumento con los criterios para su evaluación (véase los cuadros 2.4 y 2.5) a partir de versiones adaptadas de las propuestas para educación básica de www. rossarts.org y www.ScienceStuff.com, ambas de 2004. Cuadro 2.4 Planeación y supervisión de un proyecto pare la feria de las ciencias. Sección A. Plan de trabajo Nombre del alumno(s)______________________ Edad_____ Grado_____ Profesor(a)_____________________________________________________ Escriban el título y propósito de su proyecto y lo que planean hacer. Incluyan los materiales y recursos que necesitarán para complementarlo. Título del proyecto:______________________________________________ El propósito de este proyecto es:___________________________________ El problema es:_________________________________________________ El experimento que pensamos realizar consiste en:____________________ Las referencias y autores en que nos apoyamos son:__________________ Los materiales necesarios son:____________________________________ Cómo vamos a registrar y comunicar los resultados:___________________ Imaginen cómo se verá su proyecto una vez terminado. En una hoja en blanco dibujen su proyecto lo más detalladamente posible, sin olvidar las partes y los materiales. Me comprometo a realizar este proyecto aportando lo mejor de mi conocimiento y esfuerzo, así como a trabajar de manera responsable y cooperativa con mis compañeros de equipo. Fecha_____ Nombre y firmas (alumnos, profesor, padres de familia, tutores). Sección B. Reporte de avance núm. _____ 111 Título del proyecto____________________________ Fecha___________ Describan lo avanzado a la fecha en relación con su proyecto:_____________ Lo que les falta realizar para concluir el proyecto es:_____________________ Las dudas que tienen o el apoyo que requieren para continuar consiste en :______________________________________________________________ Qué tan satisfechos se encuentran en relación con la responsabilidad y trabajo realizados por cada participante del equipo:______________________ Nombres y firmas (alumnos, profesor, padres de familia, tutores). Cuadro 2.5 Formato pare la evaluación de proyectos de la feria de las ciencias. Puntuación Creatividad ¿El estudiante mostró curiosidad? ¿El proyecto y la presentación muestran ingenio en diseño y desarrollo? ¿El estudiante/grupo mostró creatividad en el diseño de la exposición? Pensamiento científico ¿El problema o tópico son apropiados para conducir una investigación científica? ¿El problema está planteado claramente? ¿El problema está bien delimitado? ¿El método de investigación es apropiado para el problema? ¿Se eliminaron las variables extrañas, se incluyeron controles y se revisaron los resultados? ¿Los datos recabados justifican las conclusiones? Rigurosidad ¿El proyecto es resultado de una planeación cuidadosa? ¿El proyecto indica una comprensión a fondo del tópico seleccionado? ¿La información es precisa? ¿El cuaderno o carpeta de notas documenta con suficiencia el trabajo realizado por el alumno/grupo? ¿Se recopilaron suficientes datos? ¿La exposición o presentación representa un todo o historia completa? Habilidad ¿El proyecto refleja el trabajo propio de cada estudiante? ¿El proyecto es sólido y está bien construido? 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 4 4 4 3 3 3 3 2 2 2 2 1 1 1 1 0 0 0 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 112 ¿Todo el equipo empleado se ubica dentro del nivel de comprensión y experiencia de los alumnos? ¿El proyecto cumple normas de seguridad? Claridad ¿El proyecto se explica por si mismo?, ¿puede entenderlo una persona ajena a él? ¿Los caracteres, señales y diagramas son limpios, ordenados, precisos? ¿Los caracteres, señales y diagramas se emplean apropiadamente, evitan el desorden y la confusión? 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 4 3 2 1 0 Escala de evaluación: Excelente = 4; Bueno = 3; Parcial = 2; Hizo un intento = 1; Ausente = 0 En cuanto a la aplicación del método de proyectos en la educación media y superior, podemos decir que se conservan la filosofía educativa y los principios básicos, pero la estrategia de trabajo se complica y asume particularidades en función de la situación concreta que se afronta. En el caso de la educación superior, el cometido es la formación de profesionales capaces de intervenir en escenarios reales para solucionar problemas relevantes de su injerencia. Para el caso de la educación superior y la formación de profesionales, ejemplificaremos el desarrollo de proyectos sociales con base en la propuesta de dos autores latinoamericanos. Ander-Egg y Aguilar (1998) ofrecen una propuesta para el diseño de proyectos de intervención social y cultural que se justifican por la existencia de una situación problema prevaleciente en una comunidad o escenario real que se quiere modificar o solucionar. Los autores ponen el acento en una planificación acuciosa, y su propuesta ha tenido gran éxito y difusión en el medio latinoamericano tanto en el ámbito de la intervención socioeducativa como en la enseñanza práctica de diversas carreras universitarias del área social. En particular, nos parece relevante su estrategia para el diseño del proyecto que parte de la respuesta a 10 preguntas centrales (el qué, por qué, cómo...), que desembocan ulteriormente en los apartados formales de dicho proyecto. La idea es que los estudiantes o las personas que van a desarrollar el proyecto realicen una primera aproximación al mismo con las respuestas a las preguntas que se indican, y que permiten aclarar el sentido, alcances y estrategia de 113 intervención. Para estos autores es central que todo proyecto proponga un curso de acción concreto y bien definido, y que al mismo tiempo tenga claros los productos y resultados a los que pretende arribar. Hay que observar que los elementos esenciales corresponden a los de un abordaje científico y técnico pertinente al ámbito de las ciencias sociales. En el cuadro 2.6 hemos integrado las preguntas y los elementos esenciales de un proyecto de acuerdo con esta propuesta. Otro modelo interesante de enseñanza basada en proyectos es el de las escuelas francesas de nivel medio: el método de proyectos industriales (Ginestié, 2002). En el contexto de la educación tecnológica, la idea central es proporcionar a los profesores una forma de enseñar a los alumnos cómo generar proyectos industriales viables y competitivos en el mercado. El método se enfoca al diseño o rediseño de un producto industrial, con dos tipos de funciones: su uso (por qué existe el objeto o producto) y lo que simboliza (por qué deseo comprar este producto y no otro). La elaboración del proyecto abarca el ciclo entero de vida del producto en cuestión, tal y como ocurre en la vida real, es decir, en las industrias, por lo cual abarca desde la idea o concepción inicial hasta su reciclaje, y consta de diez pasos: 1. Un análisis de necesidades en términos del usuario. 2. Un estudio de viabilidad. 3. La fase de diseño de las soluciones técnicas. 4. La definición de las propiedades finales del producto. 5. La industrialización o definición del proceso de manufactura del producto. 6. La aprobación del producto en términos del cumplimiento de normas oficiales o criterios de normalización y estandarización. 7. La producción o elaboración del producto. 8. La comercialización, incluso distribución, ventas, mercadotecnia. 9. Uso y operación real del producto, mantenimiento. 10. Reciclado: previsión del final de vida útil del producto. 114 Cuadro 2.6 Preguntas y elementos esenciales en un proyecto social y cultural (basado en Ander-Egg y Aguilar, 1998). Preguntas Elementos del proyecto 1. ¿Qué se Naturaleza del proyecto: quiere hacer? Definición y caracterización de la idea central de lo que se pretende realizar; ámbito que abarca, contexto en que se ubica. 2. ¿Por qué se Origen y fundamentación: quiere hacer? Hay que explicar la prioridad y urgencia del problema para el que se busca solución, justificar par que el proyecto es la propuesta mas adecuada o viable para resolver ese problema. 3. ¿Para qué Objetivos, propósitos: se quiere Indicar el destino del proyecto o los efectos que se pretenden hacer? alcanzar en términos de logros definidos. 4. ¿Cuánto se Metas: quiere hacer? Son una traducción operativa de los objetivos, donde se indica cuánto se quiere hacer, qué servicios se prestarán, qué necesidades concretas se cubrirán, etcétera. 5. ¿Dónde se Ubicación en el espacio: quiere hacer? Localización física o cobertura especial que tendrán las actividades previstas en el proyecto. 6. ¿Cómo se Procedimiento: va a hacer? Métodos y técnicas; actividades y tareas contempladas. 7. ¿Cuándo se Ubicación en el tiempo: va a hacer? Calendarización o cronograma previsto. 8. ¿A quiénes Destinatarios, beneficiarios: se dirige? Identificar el grupo-meta directamente favorecido con la realización del proyecto y definir los beneficios concretos que recibirá una vez solucionado el problema en cuestión o satisfecha su necesidad concreta. 9. ¿Quiénes lo Recursos humanos: van a hacer? En proyectos escolares, usualmente hace referencia al equipo de alumnos responsables y a su profesor-tutor, pero 115 es posible el apoyo o asesoría de otros actores, e inclusive la coparticipación de los mismos beneficiarios, de sus familias o de su comunidad. 10. ¿Con qué Recursos materiales y financieros: se va a hacer/ Es importante que los alumnos aprendan a anticipar y cotizar costear? el material, equipo, papelería, fotocopias, servicios, etc., para la realización de su proyecto. El modelo plantea que cada paso constituye en sí mismo una colección de problemas específicos, y que cada solución es el input o insumo de los nuevos problemas en el siguiente paso. En esta lógica de solución de problemas y en el contexto de la producción industrial, el alumno tiene que adquirir y articular diversos saberes, y en concreto, técnicas y métodos muy específicos, incluso lo relativo a la gestión del proyecto. Desde el punto de vista pedagógico, el método requiere la integración de distintas dimensiones: económica, tecnológica, técnica, social y cultural. Para apoyar la enseñanza en las escuelas se han desarrollado diversos materiales y apoyos didácticos, como un libro de texto para la educación media, La démarche de Project industriel, que en opinión de Ginestié (2002) es un claro ejemplo de transposición didáctica en la educación tecnológica, es decir, muestra cómo un conocimiento socialmente compilado logra descontextualizarse, secuenciarse y reconstruirse para convertirse en conocimiento para enseñar. A diferencia de otras propuestas psicopedagógicas, ésta ha sido objeto de investigación educativa, lo que nos permite valorar su uso real en las aulas. En uno de estos estudios, conducido por el propio Ginestié (op. cit.) se entrevistó y observó en clase a 78 profesores de la zona de Marsella que enseñaban educación tecnológica a alumnos de 12 años en promedio, de muy distintos niveles sociales y suburbios. Todos ellos enseñaban con base en el método de proyectos industriales. Se observó que el portafolios del alumno era el indicador más importante para evaluar el éxito de la educación tecnológica ofrecida; la estructura del portafolios era similar a la manera en que el profesor organizaba la enseñanza y correspondía en mayor o menor medida a los diez pasos del método, ya descritos. No obstante, los pasos de producción, comercialización y análisis de necesidades recibieron, en ese orden, más 116 atención y tiempo por parte de profesores y alumnos. De particular interés resultaron los dominios electrónico, mecánico, administración de negocios, ciencias de la computación y automatización, como partes importantes de los portafolios y, por consiguiente, de los aprendizajes esperados. Otro hallazgo importante se relaciona con los modelos de enseñanza adoptados por los profesores. En este estudio, la actuación de los docentes se ubicó en tres modalidades: a) Acción guiada por el profesor, donde éste instruye paso a paso a los alumnos; priva la lógica del profesor sobre la de los alumnos. b) Solución de problemas a partir de una tarea auténtica, donde el alumno asume la posición del experto y delimita la lógica de la tarea. c) Provisión de insumos teóricos y asignación de tareas: el profesor iniciaba con una explicación teórica y después planteaba a los alumnos tareas de aplicación. Es interesante notar que más de la mitad de los docentes adoptó el tercer enfoque en la enseñanza como el más frecuente, aunque también se reveló que el enfoque cambiaba en función de la fase de la metodología que se trabajaba con los alumnos. Por ejemplo, la acción guiada fue muy frecuente en las fases de producción e industrialización, mientras que el enfoque de solución de problemas alcanzó su frecuencia más alta en las fases de análisis de necesidades y diseño. Una conclusión del estudio que conviene resaltar es que una cantidad considerable de profesores ponía el acento en la búsqueda de soluciones a priori, en el aprendizaje de los pasos de la metodología o en las prácticas por realizar más que en el conocimiento elaborado a partir de lo anterior. En pocos casos se ofrecieron elementos para desestabilizar las preconcepciones de los alumnos o para cambiar los procesos de solución de problemas con los que estaban familiarizados. Por último, el autor considera que aunque hay logros importantes en la aplicación del modelo, persiste una diferencia considerable entre las actividades industriales y las actividades escolares en la enseñanza tecnológica. Esta conclusión la podemos interpretar, al menos en parte, como una necesidad de zanjar esta brecha reforzando una enseñanza más auténtica, en este caso de la educación tecnológica, que 117 resulte acorde a los postulados de la enseñanza situada que hemos venido revisando. Por otro lado, los resultados del estudio anterior también son un llamado de atención a la importancia de la actuación pedagógica del profesor. Ya en el capítulo anterior se plantearon diversos recursos docentes en torno al concepto de mediación del aprendizaje, que desde las perspectivas sociocultural y de la enseñanza reflexiva resultan básicos en los procesos de construcción del conocimiento y formación en la práctica. Sólo a manera de recapitulación y como cierre de esta sección los traemos de nuevo a cuenta: o Tutoría y supervisión periódica del plan y desarrollo del proyecto, incluso los procesos y producciones generadas por los alumnos, así como las formas de organización y trabajo conjunto de éstos. o Observación de procesos y agentes que permita entablar diálogos reflexivos con los alumnos en y sobre lo que se está realizando en la práctica, de manera que ellos mismos puedan regular y evaluar su desempeño. o Promoción de una interacción conjunta profesor-alumnos, alumnosalumnos que permita la construcción conjunta, o coconstrucción, del conocimiento, sin sobreimponer la lógica del profesor ni privar de apoyo a los alumnos. o Ajuste de la ayuda pedagógica, en el sentido de diversificar los apoyos requeridos por los distintos alumnos o equipos de trabajo en la concepción y desarrollo de sus proyectos. o Cesión gradual de la responsabilidad y el control de los aprendizajes buscados por parte del profesor hacia los alumnos, en el sentido de fomentar en ellos la autonomía, la responsabilidad y la toma de decisiones, lo cual de ninguna manera significa "dejarlos solos" o plantearles desafíos inabordables. Bibliografía 118 Ander-Egg, E. y Aguilar M.J. (1998). Cómo elaborar un proyecto. Guía para diseñar proyectos sociales y culturales, Buenos Aires, Lumen/Humanitas. Ginestié, J. (2002). “The industrial project method in french industry and in french schools” en International Journal of Technology and Design Education, 12 (2), pp. 99-122. Wasserman, S. (1994). Introduction to Case Method Teaching, Nueva York, Teachers College Press. 119 El qué de los proyectos Cecilia Bixio Hemos dicho que todo proyecto se inicia con un problema. Esto significa que debemos ser capaces de transformar el tema del proyecto en un problema. El objetivo de dicha transformación es poder visualizar claramente la cuestión, problematizándola. Por ejemplo: queremos trabajar con los alumnos sobre la construcción de un diario para la escuela. Este puede ser un proyecto de aula interesante. Pero: ¿Por qué hemos elegido la construcción de un diario? Cuando podamos problematizar la cuestión habremos iniciado el proyecto. Al tomar como referencia para la elaboración del proyecto, un problema, nos encontramos con que necesariamente estos proyectos pueden atravesar a las diferentes áreas, y pueden apoyar el trabajo de los llamados contenidos transversales: Educación para la Salud, Educación para la Paz, Educación Ambiental, Educación Vial, etc. (Cf. Boggino.1995). Podemos elaborar proyectos integrados22 que abordan una determinada problemática y la analizan desde diferentes ángulos y con aportes de diferentes áreas. La magnitud o alcance de la integración a la que estos proyectos hagan referencia, deberá adecuarse a las edades de los alumnos, dado que sabemos, por las investigaciones psicogenéticas, cuáles son las posibilidades cognoscitivas en el denominado período de las operaciones concretas, y las consecuentes dificultades que tiene el niño para atender simultáneamente a todas las variables que pueden estar poniéndose en juego en relación a un problema determinado. Problema que asume otras connotaciones cuando trabajamos con adolescentes, como es el caso del Polimodal. Por otra parte, dado que los proyectos son parte de la planificación anual del docente (o de un grupo de docentes que se organiza para trabajar conjuntamente uno o más proyectos), no sólo han de estar articulados con las áreas curriculares, sino que, además, es importante que se articulen con la planificación anual institucional. En Cómo construir proyectos en la E.G.B., Argentina, Novedades Educativas, 1999, pp. XVIIXXXI. 22 Preferimos no hablar de proyectos interdisciplinarios, por la complejidad que implica la interdisciplina. Ver el Capítulo III: Los proyectos integrados. 120 Es conveniente que los proyectos se orienten también por los problemas señalados en las diferentes dimensiones de dicha planificación institucional. (Ver el capítulo: La Planificación Institucional) Por ejemplo, en la dimensión comunitaria se advierte escasa participación de los padres, entonces se puede: Elaborar un proyecto que tome este problema como fuente: La participación de los padres en la escuela, y se diseña proyecto cuyo objetivo es analizar y modificar esta situación. Tomar este problema como una referencia, y sea cuál sea el eje del proyecto, se realizan actividades en las que se prevea la participación de los padres, ya sea pidiéndoles información, opiniones o compartiendo con ellos las decisiones de ciertos puntos del proyecto. En este caso, no indagamos las causas de la escasa participación ni intentamos modificarla globalmente, sino que, a partir de un proyecto "x", abrimos espacios de participación para los padres. La selección del problema: Finalmente, llegado el momento de la selección del problema a trabajar, conviene tener presente que debe reunir algunas condiciones: Significatividad psicológica del problema: La temática seleccionada ha de resultar interesante para los niños; sin embargo, es importante aclarar que no basta con esto. Además, ha de ser una problemática significativa desde el punto de vista cognoscitivo; esto es, que el niño pueda comprenderla y abordarla porque está al alcance de sus posibilidades cognoscitivas. Por lo tanto, que sea significativa desde el punto de vista cognoscitivo y afectivo. Significatividad institucional de la problemática: Como ya se señalara, es posible que la institución haya advertido determinados problemas en una o varias de las dimensiones contempladas en la planificación institucional anual. Estos problemas pueden ser fuentes de proyectos que, a la vez que resulten interesantes y significativos para los niños, puede ayudar a mejorar la calidad de la educación que se brinda, dado que ayuda a la resolución de los problemas de la propia institución.23 23 Este aspecto corresponde a los proyectos generales: sin embargo, dadas las diferencias particulares de las escuelas, incluimos este aspecto como una posibilidad también para los proyectos de aula. En sentido estricto, la clasificación es la siguiente: Los proyectos generales: Surgen del análisis de los problemas advertidos en las diferentes dimensiones, y se señalan en la planificación institucional anual. Son proyectos que abarcan a toda la escuela, y se secuencian por año o por ciclo. Los proyectos de aula: Surgen del análisis de los problemas del aula o de temas de interés de los alumnos en relación a los contenidos curriculares o a problemas de actualidad. Son proyectos elaborados por uno o más docentes y forman parte de la planificación anual del grado o curso. 121 Significación social de la problemática: Es importante atender a este aspecto, de manera tal que el problema que se seleccione tenga algún valor social destacado, esto es, que permita la construcción de conocimientos socialmente significativos. Actualidad y repercusión del problema: Cuando hay una determinada situación social, política, religiosa, económica, etc. que por diferentes motivos produce un gran impacto en la comunidad, puede ser utilizada como fuente de un problema para comenzar a construir un proyecto, cuyo valor estar dado, entre otros motivos, por la actualidad del problema. Dificultades advertidas en el aula: En este caso el proyecto toma como problema la dificultad observada; por ejemplo, desinterés de los alumnos por la lectura, o serias dificultades para la escritura, y los proyectos que se diseñan tendrán como objetivo atender a esa problemática puntual. Para ello se puede proponer la organización, por ejemplo, de una Feria de Libros escritos por los niños; una biblioteca ambulante construida con textos aportados por todos; una revista de la escuela, etc. Posibilidades de articulación con otras áreas: Como ya se señalara, los problemas generalmente no pueden remitirse a un área, sino que comprometen a varias áreas curriculares. Al realizar la selección del problema a trabajar en el proyecto, es importante que tengamos en cuenta qué posibilidades nos da el problema elegido para realizar articulaciones, y cuáles son las ventajas que con tal articulación podemos lograr, en el sentido de enriquecer el proyecto con diferentes miradas. Este aspecto nos remite al problema del trabajo interdisciplinario. (Ver el Capítulo III: Los proyectos integrados). El cuándo de los proyectos La oportunidad para comenzar a implementar un proyecto es difícil de prever. Podemos sin embargo señalar algunos indicadores: - Cuando sucede algún hecho particular en el aula o en la escuela: Diariamente suceden decenas de situaciones que pueden dar lugar a debates y discusiones con los alumnos, que pueden generar la elaboración de proyectos. Desde pequeñas discusiones entre compañeros, hasta dificultades en la resolución de algún ejercicio en clase. En este caso son proyectos cuyo contenido se justifica por las dificultades advertidas en el aula; o por la significatividad institucional de la problemática. - Cuando los niños lo demandan, porque se han interesado por un tema: Podemos iniciar un proyecto, cuando el grupo de alumnos demuestre un interés particular por algún tema que se este trabajando en una de las áreas. A partir de este interés, se puede comenzar el debate y la discusión sobre el 122 tema, con lo que tenemos un posible inicio de un proyecto. En este caso, son proyectos cuyo contenido se justifica por la significatividad psicológica del problema - Cuando los medios masivos de comunicación informan acerca de algún hecho o problema: En este momento podemos tener la seguridad de que la mayoría de los niños tienen la información. Podemos utilizar ese momento para interesar al grupo por el tema, comenzar a debatir y discutirlo, con lo que ya estaríamos en la primera etapa de planteo del problema. Es importante, en estos casos, encontrar los aspectos del tema que permitan transformar el interés circunstancial en contenido sustantivo. Son proyectos cuyo contenido se justifica por la actualidad y resonancia del problema. Cuando se conmemora una fecha especial: Hay ciertas fechas que pueden ser un buen disparador para iniciar un debate de donde surja un proyecto. Por ejemplo: el Día Internacional de la Mujer, de los Derechos del Niño, el Día de la Constitución Nacional, el Día del Medio Ambiente, etc. En este caso son proyectos cuyo contenido se justifica por la significación social de la momento para iniciarlo o proponerlo, no necesariamente debe esperarse que llegue esta fecha. Hay otros recursos a los que el docente puede acudir. La fecha se señala como un momento posible, a modo de ejemplo. Cuando se realiza la reunión de personal: Otro momento en el que suelen surgir ideas para posibles futuros proyectos es la reunión de personal. Este momento no sólo puede ser fructífero para que cada docente piense o descubra problemas interesantes para trabajar con sus alumnos, sino que incluso puede ser la ocasión para comenzar un proyecto articulado con otro u otros docentes. En este caso son proyectos cuyo contenido se justifica por las posibilidades de articulación con otras áreas. El cómo de los proyectos Para la realización de un proyecto, tenemos que partir de un diseño del mismo. Luego tendremos que tener en cuenta una serie de aspectos de índole metodológica para su implementación. La metodología a utilizar, variará de acuerdo a cómo sea la participación de los alumnos en el proyecto: a) En la elaboración del diseño y en la ejecución del proyecto. b) En la ejecución de un proyecto diseñado por la o el docente sin participación de los alumnos. Para ello tenemos que aclarar qué entendemos por participación, dado que por participación pueden entenderse cosas diferentes.24 24 (5) - Ver en la Primera Parte, en el Capítulo 6, "El proceso de participación." 123 a) La que se define corno un proceso de información; b) La que se define como un proceso de consulta; c) La que implica un poder compartido: ¿Qué parte del poder le toca a los alumnos? ¿Cómo se distribuye el poder de decisión? ¿Con qué medios institucionales legales o reglamentarios cuentan los alumnos para manifestar su opinión? ¿Qué significado vamos a otorgarle a la frase "participar en las decisiones"? Y por otra parte ¿quién y cómo decide que los alumnos y alumnas participen? a) La participación espontánea o voluntaria: En este caso serían los mismos alumnos quienes toman la iniciativa de proponer temas para trabajar. b) La participación inducida: En este caso, la participación corresponde a una estrategia del docente, que la promueve, preguntando, sugiriendo. c) La participación obligatoria: En este caso, es la o el docente quien imponen la participación, indicando por ejemplo que todos deben traer propuestas de temas o problemas para trabajar en los proyectos de aula. El diseño: Elaborar un proyecto no es una tarea difícil, pero si lo que queremos hacer es un trabajo serio, y que implique reales desafíos y significativos aprendizajes para los niños deberemos atender cuidadosamente a: El problema , Antecedentes del problema Amplitud del mismo Relevancia Pertinencia en relación a las características del grupo de alumnos 124 Los objetivos del proyecto Que nos proponemos en términos de aprendizajes a lograr y de aplicaciones a realizar Los contenidos: Red articulada de contenidos conceptuales: A partir de los cuales vamos a trabajar A los cuales vamos a arribar La bibliografía de consulta Que seleccionaremos para los alumnos Que utilizaremos los docentes Las estrategias, en tanto, contenidos procedimentales: De abordaje documental De abordaje empírico con las que se trabajará Los recursos Materiales, humanos y servicios El tiempo de desarrollo del proyecto El tiempo de desarrollo del proyecto del que podemos disponer Estrategias a partir de las cuales se van a Del docente lograr los objetivos: De los alumnos Cada estrategia tiene: Objetivos Tiempo previsto para su realización insumos (servicio y recursos humanos y materiales) La distribución de tareas Dentro y fuera de la escuela Dentro y fuera del horario Los criterios y modalidades que utilizaremos De seguimiento De evaluación 125 La participación Que tendrá cada uno de los sujetos involucrados en el proyecto El impacto que esperamos obtener en términos de: Procesos Resultados La metodología Pasos a seguir para la implementación de los proyectos: Recorte del problema: El problema que se tome debe estar debidamente acotado. Si no se lo acota y recorta lo suficiente, puede luego ser un inconveniente que obstaculice la concreción del proyecto. Es frecuente entusiasmarse con una problemática y comenzar a trabajar con los alumnos sin definirla con claridad. La magnitud del problema nos suele desbordar y el proyecto fracasa con la consecuente frustración para alumnos y docentes. Por ejemplo, si deseamos realizar un proyecto sobre Los derechos de la mujer, en cuanto comencemos a trabajar veremos que la bibliografía es extensa, como así también los problemas que abarca. Tendremos entonces que recortar el problema y enfocar un aspecto particular, por ejemplo: Los derechos de la mujer en política. Podemos trabajar con los niños los antecedentes del voto femenino, la incorporación de la mujer en los cargos de gobierno, hasta la nueva reglamentación de la incorporación de la mujer en el 30% de las listas para candidatos a diputados y senadores; las mujeres que se han destacado en política en la historia nacional o americana, etc. Si se pretende un proyecto que indague en profundidad, debe tenerse en cuenta que, a mayor recorte, mayor, profundidad Planteo del problema: En este primer punto se escribe lo que se sabe a priori sobre el problema. Las teorías previas que los alumnos tienen sobre el particular. Las hipótesis con las que se va a comenzar el proyecto. Es un paso fundamental dado que nos ida un panorama general de los conocimientos, prejuicios e ideas previas del grupo sobre el problema seleccionado. Fundamentación del problema: En este punto se dan los argumentos que, a criterio de los autores del proyecto, fundamentan la importancia del problema, la relevan a favor de la realización del mismo. En los casos de proyectos que tengan alguna renta, este es un punto fundamental, dado que el financiamiento para los mismos suele estar en 126 estrecha relación con la calidad de los argumentos que seamos capaces de dar (si bien no es el único aspecto que se considera) para justificar tal inversión.25 Los objetivos: La definición de los objetivos que nos proponemos con el proyecto deben estar claramente formulados. No se espera una larga lista, sino uno o dos objetivos que se espera cumplir. Por ejemplo, si el tema es los derechos de la mujer en política puede que nuestro propósito sea que los alumnos revisen sus prejuicios acerca de la mujer y su lugar en relación a un lugar que ha sido tradicionalmente ocupado por hombres. Otro ejemplo podría ser La participación de los padres en la escuela, en cuyo caso, el objetivo puede ser alentar la participación de los padres en la escuela, establecer nuevos canales de comunicación y participación de los padres, y/o elaborar un diagnóstico de las causas de la baja o escasa participación de los padres en la escuela. En cualquier caso, los objetivos habrán de estar formulados en términos de resultados a los que se espera llegar, y de procesos que se deberán realizar para su cumplimiento. Contenidos conceptuales comprendidos: En este paso debemos llegar a la construcción de una red articulada de conceptos que nos servirán de guía y apoyo para trabajar. Implica la lectura de bibliografía especializada, discusión, y realización de síntesis, cuadros sinápticos, hasta la construcción final de redes o ma.pas conceptuales. Equivale a un marco o encuadre conceptual del problema. No debemos olvidar señalar la bibliografía que utilizaremos para informarnos adecuadamente sobre el problema a trabajar. Actividades a realizar: Las actividades variaran de acuerdo al problema seleccionado. En el cuadro de "Diseño" se señalan estrategias de abordaje empírico y de abordaje documental. Esto significa que las actividades serán organizadas según se trate de una problemática que puede trabajarse en los dos niveles o solo en uno. Es importante señalar que estas estrategias implican contenidos procedimentales,26 y que por tanto, significan procesos de aprendizaje significativos. Por ejemplo, queremos elaborar un proyecto de Feria de Ciencias o de Libros escritos por los alumnos. Esto significa que, entre las actividades a realizar, contemplaremos estrategias de abordaje documental, buscando información en documentos elaborados para otras ferias, y otras de tipo empírico en las que realizaremos entrevistas con personas 25 26 Ver en el Anexo: Pautas para la Evaluación de Proyectos del MCEN Ver el Capitulo IV de esta Segunda Parte: Los proyectos de investigación en el aula. 127 que han participado u organizados ferias. A más de las que corresponden a la realización del proyecto: preparación de las experiencias, maquinas o procedimientos que se presentarán; escritura de los libros, clasificación de los mismos, armados de los stands, carteles, publicidad, etc. Hacemos esta diferencia dado que, generalmente, los proyectos en las escuelas reservan para los alumnos las tareas de ejecución, y las de búsqueda documental o información por medio de entrevistas (u observaciones por ejemplo en la Feria del Libro que se realiza en la ciudad o en una ciudad vecina si no la hubiera en el lugar) se reservan a los docentes, que son quienes la buscan y la entregan a los alumnos. Todo el trabajo de búsqueda de información para la realización del trabajo, entendido como contenido procedimental, es un momento rico de aprendizaje que se pierde como tal. En este sentido, el proyecto abarca contenidos conceptuales, actitudinales y procedimentales: el aprendizaje de un método de conocimiento, el estimulo de una actividad investigativa. Por eso, el proceso de búsqueda de información es, también, un contenido de enseñanza. En cada estrategia tenemos que contemplar: - Objetivos particulares: Para qué la realizamos: Para qué la realizamos: por ejemplo, un viaje a la Feria del Libro que se realiza en xxx localidad. - Recursos: Son los recursos materiales, humanos y servicios que necesitaremos utilizar para la realización de esa actividad. En servicios pondremos por ejemplo el colectivo de la escuela (si lo tuviera) para la realización del viaje, y su costo en nafta y en honorarios del chofer. De lo contrario, en recursos materiales señalaremos la cantidad de pasajes de colectivo que necesitamos y su costo. En recursos humanos señalaremos las personas que viajarán. - Tiempo: Debemos prever el tiempo que nos demandara la actividad. Si el viaje será de una mañana, un día completo o más de un día. Cronograma: En el que señalaremos el tiempo total de duración del proyecto y en qué momento del año realizaremos cada actividad. Cierre del proyecto: Es conveniente que todo proyecto tenga como cierre una actividad que sea síntesis de las diferentes actividades que se realizaron en su transcurso. Esto es, un momento en el que los alumnos puedan advertir su trabajo como un todo que se traduce en un producto concreto. A su vez, cabe aclarar que este cierre ha de ser una actividad con alta significatividad social, de manera tal de poder compartirlo y vivenciar las 128 actividades escolares como significativas. De lo contrario, la escuela suele quedarse en un como si y los alumnos no le reconocen valor a las tareas que allí se desarrollan. Así, por ejemplo, el proyecto del libro puede concluir en una Feria de Libros, el proyecto sobre Los derechos de la mujer en política en un proyecto para implementar los Consejos de Aula en el que se incluyan las propuestas elaboradas al concluir el trabajo. O si el proyecto que se trabajo con los alumnos versaba, por ejemplo, sobre la preservación del medio ambiente: Consecuencias de la tala de árboles en el centro de la ciudad, el proyecto puede finalizar en una presentación de propuestas ante el Concejo Deliberante de la ciudad. Nuevos problemas y preguntas que se abren: Este punto permite enlazar unos proyectos a otros, daré continuidad al problema que se trabaje, en una secuencia que puede abarcar diferentes arios, a la vez que abrir el proyecto hacia otras aéreas o especializarlo en un aspecto particular. 129 2. El valor de la educación y el papel de las tecnologías de la información y la comunicación Angela McFarlane ¿En qué consiste el valor educativo? Los valores de una escuela determinan lo que se enseña y cómo se enseña. Con frecuencia, estos valores vienen señalados en gran medida desde fuera del propio sistema escolar, es decir, por la política educativa, sea a nivel autonómico o nacional. El currículum escolar oficial identifica un determinado corpus de conocimiento que se considera más “valioso” que cualquier otro, y define el éxito en función de la habilidad que se muestre utilizando estos conocimientos para obtener calificaciones altas en las pruebas de evaluación. El éxito de los estudiantes y también de los profesores y de toda la escuela se mide de este modo. En el Reino Unido, esto ha motivado que tanto el qué como el cómo enseña el profesor está en gran parte determinado por los requisitos y los resultados de las evaluaciones formales, presentados en forma de clasificación.27 Los últimos quince años de política educativa en el Reino Unido han mostrado claramente que este sistema de evaluaciones es la palanca más poderosa para promover cambios en el currículum escolar, incluso más que el propio diseño curricular oficial. Aquello que no se incluye en los exámenes tiene un estatus inferior; en consecuencia, en la escuela primaria se concede menos importancia a las asignaturas que no sean Matemáticas, Ciencias y Lengua, de forma que la Educación Personal, Social y para la Salud no tiene la misma relevancia y queda relegada en el horario escolar. Las inspecciones escolares siguen muy de cerca en importancia a las evaluaciones, que han conseguido que incluso aspectos no obligatorios en el Currículum Nacional (por ejemplo, las Estrategias Nacionales de Lectura y En El aprendizaje y las tecnologías de la información: experiencias, promesas, posibilidades, México, SEP/Santillana, 2003, pp. 31-41. 27 N. del T.: en el sistema de evaluación nacional, los alumnos deben pasar un examen oficial al término de los cursos correspondientes a los niveles 6-7 años, 10-11 años y 13-14 años. Los resultados de estos exámenes se publican a nivel nacional, organizados en una tabla de clasificación de las escuelas según el rendimiento de sus estudiantes. 130 Escritura y la Estrategia Nacional de Matemáticas) se adopten de modo general. La política de “señalar y avergonzar”,28 implementada mediante las tablas de calificaciones y las inspecciones, ha transformado la escuela pública de hoy en día y la experiencia de cada uno de sus profesores y alumnos. Si las tecnologías de la información han de enraizarse en las escuelas, primero deberán encontrar un sitio dentro del actual marco de evaluación e inspección, o bien ese marco tendrá que ajustarse para reconocer el valor de la competencia digital y sus habilidades asociadas como productos educativos acreditados. Perspectivas sobre las tecnologías de la información y la comunicación Las tecnologías de la información, definidas aquí como las herramientas necesarias para acceder y manipular datos digitales y como los procesos involucrados en tales operaciones, se contemplan en la actualidad de tres maneras distintas por parte de las instancias políticas: Las tecnologías de la información como un conjunto de habilidades/competencias. Las tecnologías de la información como un conjunto de herramientas o vías para hacer lo mismo de siempre, pero de un modo mejor y más económico. Las tecnologías de la información como un agente de cambio con un impacto revolucionario. Cada visión tiene consecuencias muy diferentes con respecto a su implementación en el currículum y su validez en la evaluación. La primera de ellas defiende el tratamiento de las tecnologías de la información como materia de estudio, lo que conduciría a un mayor logro de conocimientos y habilidades en tales tecnologías. Sin embargo, no se puede esperar que estos logros se reflejen automáticamente del mismo modo en otras áreas del currículum (Bonnett et al., 1999). A pesar de que el tercer aspecto, el de las tecnologías de la información como agente de cambio, aparece mencionado en los documentos de la Estrategia 28 N. del T: en inglés, name and shame. 131 para una Red Nacional de Aprendizaje29, en el Reino Unido no se encuentran muchos ejemplos de esta perspectiva en la práctica, como demuestra su ausencia en decretos oficiales como las Estrategias Nacionales de Lectura y _ Escritura, y de Matemáticas, o el Currículum Nacional 2000. El énfasis en el currículum aparece relacionado con el segundo aspecto, a saber, las tecnologías informáticas como herramienta para hacer lo que se ha hecho siempre, y que ha dado forma al enfoque del diseño, la investigación y la programación curricular en el Reino Unido durante veinte años. Es cierto que la política educativa se ha mostrado ambivalente en este aspecto, puesto que el uso de las tecnologías de la información en la enseñanza de las asignaturas ha adquirido sólo muy recientemente una presencia generalizada en el Currículum Nacional 2000, y las Estrategias Nacionales apenas nombran estas tecnologías. Además, los materiales de orientación sobre el uso de las tecnologías de la información como apoyo didáctico fueron publicados con seis meses de retraso. Esta ambivalencia de las políticas con respecto a las tecnologías de la información no está limitada al Reino Unido. La creencia de que las tecnologías informáticas tienen un potencial revolucionario en el aula está muy extendida; sin embargo, es difícil encontrarla implementada en el mundo desarrollado. El planteamiento consistente en añadir un elemento de tecnología informática a una tarea de aprendizaje para alcanzar mejor los objetivos existentes se encuentra caracterizado en el Modelo de Impacto Directo (véase figura 1). El énfasis recae sobre el estudiante como usuario, y la forma de medir los resultados es la misma que la que se usa para tareas que se realizan sin el ordenador. El modelo prevé un impacto sobre el logro de objetivos tal y como lo miden los sistemas de evaluación estandarizados. Es justo aquí donde se han buscado las pruebas para justificar la estrategia de la Red Nacional de Aprendizaje y su enorme inversión (Avis, 2001). De hecho, este es el cometido del estudio Impact 2 (financiado por el Ministerio británico de Educación y Empleo)30, una investigación de tres años de duración sobre la relación entre el uso de tecnologías de la información y el rendimiento en las pruebas SAT y 29 30 N. del T.: en inglés, Nacional Gris for Learnig (NGfL). N. del T.: en inglés, Department for Education and Employment (DfEE). 132 GSCE31, y que es el mayor proyecto de investigación sobre tecnologías informáticas y logros educativos que se está realizando actualmente en el Reino Unido. Como muestra la literatura (McFarlane et al., 2000; Mumtaz, 2000), este modelo también ha sustentado la mayoría de las investigaciones sobre la repercusión de las tecnologías informáticas en el aula. Figura 1. El Modelo de Impacto Directo de las Tecnologías de la Información sobre los Logros (tomado de la investigación preliminar del estudio Impact 2, McFarlane et al., 2000). Sin embargo, el Modelo de Impacto Directo deja mucho que desear. En primer lugar, ignora el uso de las tecnologías informáticas por parte de los profesores, ya sea como herramienta didáctica o como instrumento para almacenar datos y 31 N. del T.: Standard Assessment Tasks y General Certificate of Secondary Education, respectivamente. 133 administrarlos, lo que les permitiría a su vez un mayor aprovechamiento de la información que se tiene sobre el rendimiento de los alumnos y les posibilitaría así una mejor gestión de la enseñanza-aprendizaje. Algunos profesores están utilizando de hecho las tecnologías de la información de este modo, pero la investigación sobre estos modelos es bastante escasa y hay muy poco material de orientación o ayuda comparado con el volumen de material disponible acerca del uso de estas tecnologías por parte de los alumnos. En segundo lugar, la implementación de las tecnologías de la información está muy poco descrita y no existen distinciones teóricas entre sus diferentes aplicaciones o sus distintos modelos de uso. Por ejemplo, podríamos encontrar un estudio que analizara la utilidad de los cuentos hablados por ordenador o de los procesadores de texto con relación a la lectoescritura, pero sin llegar a plantearse los aspectos de estos recursos informáticos que podrían tener un impacto relevante sobre el aprendizaje, o los modelos de enseñanza que podrían explotar estas teorías. No sorprende comprobar la exagerada facilidad con que podemos encontrar dos estudios que usan el mismo recurso informático y que, sin embargo, presentan resultados muy diferentes. Esto nos indica claramente que los recursos no son neutrales y que el efecto que tienen depende tanto de cómo se utilizan como de si se hace uso de ellos o no. En tercer y último lugar, la medición del impacto casi siempre se realiza mediante algún tipo de prueba estandarizada, lo que significa que, aunque se produzcan resultados deseables, como, por ejemplo, la capacidad de trabajar en equipo, de hacer preguntas adecuadas o de tomar decisiones, no se ven reflejados en la evaluación final. Por tanto, los intentos de hacer un balance general del impacto de las tecnologías de la información sobre los logros educativos (McFarlane et al., 2000; Mumtaz, 2000) suelen concluir que el efecto global es, en el mejor de los casos, moderadamente positivo. Por este motivo, el modelo de investigación que está inspirando el estudio Impact 2 es más complejo. Este modelo se caracteriza por tener en cuenta el contexto social del impacto (véase figura 2, p. 6). Por ejemplo, considera la experiencia con las nuevas tecnologías que podrían tener los estudiantes fuera del contexto institucional de aprendizaje. Incluso tiene en cuenta la influencia que puede ejercer esta actividad independiente sobre la autonomía del alumno. 134 Si los estudiantes tienen un acceso propio a fuentes de información potentes y fiables, y a las herramientas que permiten manipular estas fuentes para construir su propio conocimiento, ¿cómo afectará este hecho a su visión del currículum escolar? Siempre ha existido una separación entre los conocimientos adquiridos en el mundo extra-escolar y aquellos adquiridos en la escuela; los conocimientos pertenecientes al mundo escolar pueden representarse como un cuerpo de información al que se le adjudica de un modo arbitrario un valor superior a otros conocimientos, debido en gran parte a que la familiaridad con él determinará el resultado del proceso de evaluación. Figura 2. El Modelo de Impacto sobre el Aprendizaje en un Contexto Social (tomado de la investigación preliminar del estudio Impact 2, McFarlane, et al., 2000). 135 No se conocerán los resultados del estudio Impact 2 hasta dentro de por lo menos un año, pero sí hay otras investigaciones que sugieren que el nivel de descontento entre los estudiantes está creciendo. Esto viene acompañado de un descenso en los estándares de conducta en las escuelas secundarias del Reino Unido (OFSTED, 2000 y 2001). Existen indicios de que dicho descontento no se limita ya sólo a los estudiantes de menor nivel, sino que los estudiantes que siempre habían obtenido buenas calificaciones comienzan a rechazar la cultura del aprendizaje escolar al considerarla restrictiva, falta de imaginación y basada más en un modelo de consumo que en un modelo en el que el estudiante es agente activo de su propio aprendizaje. Éste es un tema que requiere una mayor investigación, ya que si estos primeros hallazgos son indicativos de una tendencia subyacente más extendida, tendremos que reconocer la presencia en nuestras escuelas secundarias de una bomba de relojería. No se ha probado el papel que desempeñan las tecnologías de la información en alimentar este descontento, pero no es difícil imaginar que un niño que tiene libre acceso a una red digital y a programas informáticos en casa se sienta frustrado al no poder disponer de estas herramientas en la escuela. Sin embargo, incluso si el acceso a estas tecnologías fuera de la escuela no está creando descontento, facilitar su uso dentro de la escuela podría utilizarse como medio para regenerar la motivación, la satisfacción y el interés por aprender. En un proyecto de investigación que la autora está llevando a cabo, se ha comprobado que el 74% de los estudiantes con edades comprendidas entre los 14 y los 16 años tienen acceso a Internet en casa, y que se conectan un promedio de una vez por semana como recurso para la realización de sus deberes, aunque esto no forme parte de la tarea en sí. Es más, estos estudiantes muestran una actitud crítica sólida y bien fundamentada con respecto a los materiales online de los que disponen en la escuela. Consideran que estos materiales necesitan ser más interactivos y que deben ajustarse mejor a las características de los jóvenes, para quienes supuestamente están diseñados. Esta reacción es muy diferente a la que muestran hacia proyectos en los que los estudiantes producen el contenido digital ellos mismos, sobre todo si pueden trabajar con la mente puesta en un 136 público receptor específico (Bonnet et al., 1999). Actualmente, este tipo de proyectos son habituales en centros de aprendizaje de tecnologías de la información como, por ejemplo, el centro Hackney High Wire32, que es ejemplar en este campo. Sin embargo, los boletines estadísticos del Ministerio de Educación británico sobre el uso de tecnologías informáticas en la escuela muestran que estas iniciativas continúan siendo excepcionales en las escuelas del Reino Unido (DfEE 1999, 2000). El descontento expresado por los estudiantes con respecto a su experiencia con estas nuevas tecnologías en las escuelas es, no obstante, un fenómeno internacional, como demuestra un estudio de la OCDE sobre las experiencias de los jóvenes en varios países. Llegados a este punto surge la siguiente pregunta: incluso si los modelos actuales de uso de las tecnologías de la información pueden conducir a mejorar el logro de objetivos, tal como se refleja en las pruebas de evaluación estandarizadas, ¿es esto suficiente? Y si no lo es, ¿cuáles son las alternativas? Bibliografía Avis, P. (2001). Primary Schools of the future –Achieving Today. A report to the DfEE by BECTA, Coventry, BECTA. Bonnett, M.; McFarlane, A.E.; Williams, J. (1999). “ICT in Subject Teaching –an apportunity for curriculum renewal?”, The Curriculum Journal, 10 (3). DfEE (1999). Survey of Information and Communications Technology in Schools 1999, Londres, HMSO. DfEE (2000). Survey of Information and Communications Technology in Schools 2000, Londres, HMSO. McFarlane, A.E.; Bonnett, M.; Williams, J. (2000). “Assessment and Multimedia Authoring –a technology for externalizing understanding and recognizing achievement”, Journal of Computer Assisted Learning, 16, pp. 201-212. 32 En el momento de la publicación de este libro, existe una abundante información en Internet sobre las actividades de este centro, que puede consultarse en la dirección: http://www. learninglive.co.uk/data/data/services/data/clc.htm. 137 Mumtaz, S. (2000). Using ICT in schools: a review of the literature on learning, teaching and software evaluation, Warwick: Centre for New Technologies Research in Education, University of Warwick. OFSTED (2000). The Annual Report of Her Majesty´s Chief Inspector of Schools, Londres, HMSO. OFSTED (2001). The Annual Report of Her Majesty´s Chief Inspector of Schools, Londres, HMSO. 138 2. La evolución del papel de los medios: del liberalismo democrático a la sociedad mediática global José Carreño Carlón En este capítulo se analiza la evolución del papel de los medios desde la aparición de los primeros impresos de la época moderna -como expresiones tendientes a cuestionar, combatir, vigilar y controlar los poderes establecidos y a abrirle paso a nuevos proyectos políticos y sociales- hasta la tendencia del sistema de medios a erigirse en un nuevo sistema de poder, con sus resistencias a asumir las responsabilidades derivadas del ejercicio de ese poder. 2.1 La esfera pública: el público y lo público La esfera pública (Habermas, 1989, 2000, 2004) es el espacio conceptual en que los particulares debaten los asuntos públicos y donde se forma la opinión pública. Colinda con la esfera privada, cuyos asuntos no atañen al debate público; y colinda también con el espacio de las organizaciones y los poderes institucionales, cuyo comportamiento suele ser objeto central de los debates, la vigilancia y las exigencias de rendición de cuentas de la esfera pública. Los medios de comunicación son considerados las expresiones y las instituciones clave de dicha esfera pública (McQuail, 2005). El énfasis en este ángulo del concepto de Jürgen Habermas es fundamental en sociedades como la mexicana, con arraigadas tradiciones de apego a las concepciones estatales de la vida social, en donde lo público suele identificarse con los ámbitos de acción gubernamentales y del Estado. A esta confusión contribuyen expresiones como "organismo público", "sector publico" o "función pública", referidas al ámbito de lo estatal. Incluso suelen llamarse "medios públicos" a las estaciones de radio y televisión propiedad de organismos del Estado, ya sean del ámbito federal o estatal, central o descentralizados. En Los medios de comunicación, China, Nostra, 2007, pp. 13-30. 139 Pero en su connotación más decididamente influenciada por la teoría democrática, el público, como nombre o sustantivo, se refiere al cuerpo de personas libres que pueblan una sociedad democrática. Por su parte lo público, como adjetivo, tiende a calificar los espacios en que los particulares ejercen y disfrutan de sus derechos y libertades, y donde se hacen valer los intereses asociados a los miembros de las sociedades democráticas. Es aquí donde se ubican las llamadas "libertades públicas" de asociación, conversación, organización y expresión, a través de las cuales se construyen, entre otras, las nociones de "interés público", de "opinión pública" y también de aquel concepto antes mencionado de "esfera pública". La definición de la esfera pública incluye ese espacio habitado por los particulares, ubicado entre el muro de la vida privada -que debe quedar a salvo del debate propio del espacio público- y el muro que lo separa de las instituciones, organizaciones, corporaciones del poder (en manos del Estado o en manos de intereses privados), con sus programas, metas y comportamientos. Éstos repercuten, a su vez, en la esfera pública y constituyen por lo tanto un objeto central del debate público. En la esfera o el espacio públicos se abren las posibilidades de formar asociaciones y de realizar debates dirigidos tanto a la formación de la opinión pública como a la organización de movimientos y partidos políticos capaces de mantener bajo vigilancia, controlar y exigir rendición de cuentas a los exponentes de los poderes estatales y de otros poderes cuyas decisiones afectan la esfera pública. Fue en ese espacio público donde surgieron los primeros medios (los impresos, en un primer momento) como vehículos de expresión de las primeras asociaciones políticas y los primeros debates pertenecientes propiamente al concepto de esfera pública. Y fueron esos medios los espacios en los cuales se ventilaron lo mismo la actuación de las instituciones establecidas, que los proyectos alternativos o revolucionarios surgidos de los grupos sociales emergentes en las sociedades de los siglos XVIII y XIX, tanto en Europa como en América. Este es el caso de los textos que imprimían y distribuían los clubes revolucionarios en los albores de la Revolución francesa, o los grupos 140 precursores e impulsores de los movimientos de Independencia de los Estados Unidos de América o de México. Ya en el siglo xx fueron también los medios -que incluyeron, sucesivamente, cine, radio, televisión y las llamadas nuevas tecnologías, conocidas hoy como Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS)- los que, con su imponente desarrollo, se erigieron como la institución clave de la esfera pública. De allí que autores como Denis McQuail sostengan que la calidad de la esfera pública de una sociedad depende de la calidad de sus medios. Y, según el mismo autor, las tendencias estructurales de esos medios, incluidas la concentración, la comercialización y la globalización, están incidiendo en la calidad de la esfera pública de las sociedades nacionales. El espacio público es así cualquier lugar -físico o mediático- donde las personas se encuentran, comparten, deliberan, interactúan e influyen unas sobre otras (Lilleker, 2006). Cuando se plantea que la esfera pública es un espacio conceptual, significa que se trata de una concepción abstracta para describir el espacio donde se produce el debate, donde se generan y discuten ideas, donde es creado el conocimiento social y donde se construye la opinión pública. Se trata de un concepto aplicado frecuentemente en los estudios de los medios. Porque los medios, en la mayoría de las naciones democráticas, encuentran su sustento, legitimación y justificación en argumentos precisamente democráticos y representativos de los intereses de la esfera pública. Idealmente, los medios hacen avanzar el pluralismo en la esfera pública dándole voz a los exponentes de los grupos y las organizaciones y también a quienes no representan ni a organizaciones ni a corporaciones. Así, en la medida en que los medios otorgan espacio a las voces en competencia, éstos tienen un papel fundamental en la construcción de una esfera pública de calidad y por lo tanto en la formación de la opinión pública. Los más recientes planteamientos en los debates en torno a la conformación de la esfera pública incluyen el papel de Internet. Se discute si la Red es un nuevo espacio público que trasciende las fronteras nacionales y es capaz de 141 eludir las legislaciones y los controles sobre los flujos de la información. Se habla, con mayor precisión, de una nueva dimensión de la esfera pública. Dicha esfera se ilustra específicamente con la "blogósfera" -espacio cibernético en que los particulares crean diarios o bitácoras que trasmiten a través de Internet, conocidos formalmente como web logs y coloquialmente como blogs-, cuyo amplio desarrollo lleva a la conclusión de que un nuevo medio ha sido creado para promover el acceso a la esfera pública (Lilleker, 2006). Hoy en día, numerosas investigaciones están siendo dedicadas al estudio de la magnitud y el grado en que Internet facilita la reinvención de la esfera pública, ahora global en sus alcances. Y una porción creciente de esas investigaciones apunta a establecer el papel de los blogs como un "recurso democrático" para vigilar (watching) a los vigilantes de los poderes (the watchdogs), un papel que históricamente le correspondía a los medios antes de que se convirtieran, ellos mismos, en poderes. De acuerdo con la edición de 2006 del texto de Lilleker -el cual recoge los conceptos clave de la comunicación política-, los requisitos contemporáneos para contar con una esfera pública fuerte, activa y abierta en una sociedad son: - Un régimen de libertad de expresión garantizado como derecho fundamental. - Acceso amplio de los actores sociales a medios plurales e independientes de los poderes estatales. - Un régimen avanzado de derecho de acceso a la información pública por parte de los particulares. - Altos niveles de alfabetización promedio, incluyendo la nueva alfabetización, es decir, el manejo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICS). En los capítulos 3 y 4 se evaluarán estos indicadores en el caso de la sociedad mexicana en la primera década del presente siglo XXI. 2.2 La opinión pública y la "espiral del silencio" Si -como quedó dicho- es en la esfera pública donde se construye la opinión pública, importa tomar nota también de la evolución de este último concepto, 142 considerado como uno de los más controvertidos efectos de la actividad de los medios de comunicación en México y en el mundo. En la opinión pública se han querido encontrar las visiones colectivas de una parte significativa del público, entendido éste en el sentido antes señalado, como el conjunto de personas libres en una sociedad democrática. Esta parte del público se ha cuantificado y calificado a veces como una mayoría numérica en los términos de las encuestas. Pero esta concepción cuantitativa tendería a magnificar en extremo la capacidad de las encuestas como instrumentos de medición y no concuerda con la cuestión esencial de que la opinión pública es una entidad siempre dinámica y en gran medida variable, y por lo tanto cualitativamente diversa. Lo cuantitativo -la cantidad- no explica por si mismo lo cualitativo, es decir, su complejidad y diversidad (McQuail, 2005). Históricamente -en la retórica de diversas épocas y en determinados contextosel concepto de opinión pública ha sido utilizado para referirse a lo que se ha denominado "opinión informada", entendida ésta como la visión general de los miembros más educados o escolarizados y conscientes de una sociedad. Pero lo cierto -concluye el mismo McQuail- es que no hay definición de opinión pública que resulte libre de ambigüedades y a salvo de controversia. El concepto clave de opinión pública, de acuerdo al recuento que hace Hans J. Kleinsteuber en el Diccionario de Ciencia Política de Dieter Nohlen, podría ubicarse entre la historia de las ideas políticas, las ciencias de la comunicación y el lenguaje político coloquial. Ya desde la antigüedad se utilizó la expresión vox populi. En el siglo XVI, el escritor francés M. Montaigne habló de l'opinion publique (la opinión pública). En el siglo XVII, el filósofo inglés John Locke proyecto una law of opinion (ley de la opinión o de la reputación), al lado de la ley divina y de la ley civil, a la que debían atenerse tanto los gobernantes como los gobernados. En el siglo XVIII, el pensador ginebrino Rousseau asocio la opinión pública a su postulado de la "voluntad general". Pero no fue sino hasta 1922, con la publicación del libro clásico de Walter Lippmann, Public Opinion, que se estableció el papel esencial que tienen los medios en la interpretación y la producción de la opinión pública, y el hecho de 143 que ambas funciones están sustentadas con frecuencia en influencias específicas de los propios medios. Del lenguaje de la imprenta y las artes graficas, Lippmann extrajo el concepto de estereotipo y lo incorporó a las ciencias sociales para describir la clasificación social particularizada de grupos y personas que suelen construir los medios de comunicación cuando interpretan las realidades y participan en la formación de la opinión pública. Además del peso de los intereses externos (económicos y políticos) que gravitan en el accionar de los medios, Lippmann observó las rutinas internas de las empresas informativas y aportó el concepto clave de estereotipo para estudiar los prejuicios que siembran los medios en la formación de la opinión pública. Así, los medios suelen estereotipar tanto a poblaciones nacionales, razas, clases sociales, géneros y ocupaciones laborales, como a grupos y personas que suelen también identificar con patrones de comportamiento "desviados". En la siguiente década -los años treinta del siglo pasado- surgió la tradición de los enfoques de investigación de la opinión pública (Public opinion research) que situó en primer plano las actitudes de la población sobre temas comunes, medidas a través de la demoscopia, disciplina que realiza y evalúa encuestas sistemáticas frente a una selección o muestra representativa de la población. Actualmente, estas investigaciones de opinión pública se llevan a cabo a gran escala, organizadas por empresas con orientación principalmente comercial y fuertemente influidas por la investigación de mercados. Los datos resultantes de estos productos demoscópicos para medir la opinión pública suelen ser cotejados con la exposición de los encuestados a los mensajes trasmitidos a través de los medios, sean éstos pagados o no directamente por las instituciones y los actores públicos. Y en la medida en que suele establecerse que tales resultados son en buena parte efecto de esos mensajes trasmitidos en los medios, dichos productos demoscópicos constituyen un insumo básico para la elaboración de las estrategias de las organizaciones y los actores públicos para establecer su presencia en los propios medios. De allí que hoy en día -concluye el citado Kleinsteuber- los datos demoscópicos resulten indispensables para el conocimiento de los procesos políticos y de la 144 conformación de los mismos. Hoy las encuestas van de la mano de los procesos electorales, informan a los gobernantes sobre las reacciones que despiertan sus decisiones y acciones en la población, proporcionan una imagen de las actitudes generales de los ciudadanos respecto a la política y son fundamento de la investigación en el campo de la cultura política. Desde una perspectiva crítica de estos enfoques dominantes en el estudio y la práctica de la comunicación política, destacan una serie de llamados de alerta contemporáneos. Habermas considera reduccionista la identificación de la opinión pública con el resultado de las encuestas; como postulante de una teoría normativa -basada en el deber ser- de la esfera pública y de la acción comunicativa, reivindica un concepto de opinión pública que él propone como resultado del ejercicio crítico y del debate racional y plural, frente a lo que considera una opinión pública manipulada al servicio de los intereses que presiden las estructuras y el funcionamiento del actual sistema de publicidad y medios de comunicación. El filósofo alemán encuentra sombrías las consecuencias para la democracia, en una esfera pública en la que el público tiene más probabilidades de ser manipulado por los medios que apoyado por ellos para la formación racional de opiniones. Por su parte, el sociólogo francés Pierre Bourdieu va más allá con su célebre sentencia de que "la opinión pública no existe", al menos tal como es medida por las encuestas. Para él, la estadística no es garantía de imparcialidad y tampoco hay neutralidad en la formulación de los cuestionarios. E incluso cuando se cumplen todas las condiciones de rigor metodológico en la obtención, el procesamiento y el análisis de los datos -sostiene el francés- las distorsiones surgen del "sentimiento ingenuamente democrático" de que la capacidad de producir una opinión está al alancé de todos. No todas las opiniones tienen el mismo peso -continúa-, por lo que su acumulación estadística carece de sentido, y el simple hecho de plantearle la misma pregunta a todo el mundo -concluye- parte del supuesto improbablemente veraz de que hay un consenso respecto a la problemática del momento y en consecuencia un acuerdo sobre las preguntas que vale la pena plantear. Otro llamado de alerta contemporáneo, dirigido más a los resultados de la evaluación de la opinión pública -como efecto de los medios y como sustento 145 de las estrategias de comunicación política- es el que se deriva del polémico estudio de Elisabeth Noelle-Neumann, La espiral del silencio, de 1995. Basada en series de investigación de psicología social, esta propuesta encuentra que la llamada opinión pública -medida como opinión mayoritaria que la autora identifica más bien como dominante-, suele construirse o acrecentarse a partir de la presión que se ejerce a través de los medios sobre las personas que no comparten una opinión, pero que actúan por temor al aislamiento que surge del sentimiento de no formar parte de la corriente presentada como mayoritaria o dominante. Es así como estas personas deciden acallar sus opiniones propias, generándose una "espiral de silencio" en relación a las opiniones alternativas de la llamada opinión pública o mayoritaria. Así, la conformidad con la opinión pública ofrece, a quienes se asumen al margen de ella, la recompensa de ser aceptados por aquellos que se asumen como mayoría; les otorga un sentido de pertenencia al grupo que sostiene la postura considerada como opinión mayoritaria. En cambio, ir en contra de esa corriente asumida como dominante les acarrea la sanción social del aislamiento e incluso de ser percibidos como portadores de una visión "desviada". El temor a esas sanciones y el efecto inhibitorio de las expresiones públicas consideradas como opiniones minoritarias -que empiezan a ser silenciadas incluso a la hora de responder a las encuestas- aceleran así el dominio de lo considerado como opinión mayoritaria, fortaleciéndose las posiciones reales o supuestamente predominantes y estimulándolas para que asuman una ofensiva incluso más amplia. Como se observa, la teoría anterior atribuye a los medios el poderoso efecto de ser la principal fuente de la versión de aquello que la gente considera como la opinión dominante en un momento dado. Y guarda relación con el así llamado "efecto de adhesión" -traducido de la voz inglesa bandwagon effect- que se da, por ejemplo, en los procesos electorales. En función de este efecto, se tiende a dar un cambio en la voluntad de los electores a favor de la opción que los medios muestran a la cabeza de las preferencias: la "cargada", como se dice coloquialmente en México. En México, a partir de las reformas electorales de principio de los años noventa del siglo pasado, que pusieron al día las herramientas de la comunicación 146 política en un clima de creciente competencia electoral, se registró una también creciente valoración de las investigaciones sobre opinión pública. Sin embargo, en 2006 sobrevinieron ruidosos cuestionamientos a estas actividades y a algunos de los medios que publicaron sus resultados en los procesos electorales de ese mismo año. A ello se agregaron las controversias en que se vieron envueltos los encuestadores al servicio de las diversas candidaturas políticas así como aquellos contratados por los medios, produciéndose seguramente una pérdida de credibilidad. 2.3 El establecimiento de la agenda pública como efecto de los medios Mayor crédito entre profesionales, investigadores y académicos tiene el concepto de "establecimiento de agenda" (McCombs y Shaw, 1972; McCombs, 2004, 2006), que define el efecto por el cual los medios deliberada o involuntariamente, estructuran la conciencia y el debate públicos, a través del poder que tienen para concentrar la atención del público en una serie definida y limitada de temas, dejando otros de lado. En un primer nivel, el establecimiento de la agenda (agenda setting) se queda en la delimitación de los temas: el qué. Mientras tanto, en un segundo nivel, los medios tienden a definir también el cómo: el modo o la manera, la jerarquía y el contexto en el que los temas se presentan para ser incorporados a la conversación y la deliberación del público. Los medios, nuevos campos de batalla Los medios son, ciertamente, los definidores finales de la agenda del debate público. Pero antes que ellos aparecen los definidores primarios: las fuentes de información, que generan, controlan y establecen definiciones iniciales de los temas, las situaciones o los hechos que quedarán enlistados en el orden del día del debate público, a través de los medios. Entre estos definidores primarios aparecen los exponentes de los poderes estatales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial); los portavoces empresariales, sindicales y religiosos, así como los de los partidos políticos, las organizaciones sociales, los claustros académicos y, entre otros, los liderazgos intelectuales, culturales, deportivos y del espectáculo. En tanto gran parte de la cobertura de noticias tiende a reproducir las versiones e interpretaciones generadas por 147 estos actores, una característica central de la democracia contemporánea -la llamada democracia mediática- es la competencia cotidiana de estos definidores primarios por determinar los contenidos de los medios, para, a través de ellos, contribuir de la manera más determinante en el establecimiento de la agenda del debate público. En la democracia mediática los actores políticos, económicos y sociales, en su función de definidores primarios de la agenda pública, aparecen en guerra permanente entre ellos mismos para tratar de ganar los espacios más influyentes de cada sección de los medios impresos y audiovisuales. Esto en el entendido de que mientras más atención otorgan los medios a un asunto, mayor será la importancia que le atribuyan los consumidores de dichos medios (lectores y audiencias) en sus conversaciones cotidianas y en sus procesos de toma de decisiones y posiciones. El spin control La guerra entre definidores primarios de la agenda pública, asimismo, no se reduce a la disputa por los espacios en los que se pretende colocar los temas propios, sino a la lucha por el control de la interpretación -spin control-, es decir, por el modo en que aparecerán esos temas en los medios. Y es por eso también que una función clave de la comunicación política, corporativa, institucional o gubernamental es hacer que el público interprete los mensajes de los medios en el mismo sentido de quien los envía: los líderes, las instituciones y sus voceros, en su condición de definidores primarios de la agenda. Tal actividad dio lugar en los Estados Unidos de América a la expresión spin doctor, referida a la profesión o al oficio destinados a manejar la presentación pública de mensajes (informaciones, ideas) de personalidades y organizaciones de la política, los negocios, los espectáculos, los deportes y la cultura, con el objetivo explícito de colocar ventajosamente sus mensajes en la agenda del debate público. El trabajo de estos spin-doctors en el manejo o la manipulación de las noticias, se inscribe más en los campos de las relaciones públicas y la propaganda que en el del periodismo. El sesgo profesional de estos spin-doctors coloca un gran 148 énfasis en los duelos de estrategias de los competidores, disminuyendo el interés por la información en sí misma y el análisis de sus mensajes, productos y propuestas (McQuail, 2005). Más allá de estos condicionamientos, la disputa de los actores sociales por concurrir en la definición de la agenda pública a través de los medios, es un rasgo esencial de las democracias pluralistas contemporáneas, es decir, que se da en un marco de condiciones de respeto a la igualdad del derecho a comunicar (en los términos que se anota en el apartado 4.1.2, donde se habla del derecho de acceso a los espacios de los medios por parte de los diversos grupos de la sociedad). En México (como se verá en el siguiente capítulo), el derecho de acceso a los medios para concurrir en la definición de la agenda pública, fue abriendo paso gradualmente a la pluralidad en las últimas décadas, junto con el desvanecimiento del monopolio de facto de la definición primaria de la agenda que ejercía el Ejecutivo federal. Esto fue posible una vez que empezaron a desaparecer -en los años noventa del siglo pasado- los recursos y mecanismos para el control de los medios que concentraba el gobierno. Esta tendencia se aceleró durante los primeros años del siglo XXI. Sin embargo, el surgimiento de otras fuentes de poder político y económico -y su capacidad para controlar la agenda a través de formas privilegiadas de acceso a los medios- ha planteado nuevos riesgos a la pluralidad, con retos semejantes a los que se registran en sociedades con más arraigadas tradiciones democráticas (Lilleker, 2006). 2.4 Los medios, la construcción de realidades y los valores noticiosos Como definidores finales de la agenda del debate público, los medios informativos ejercen una serie de poderes y funciones: - El poder de decidir qué hechos, datos o ángulos de la realidad van a ser convertidos en noticias, el cual es ejercido a través de la función selectiva que realizan los medios (gate keeping) en un proceso de toma de decisiones que involucra a toda la estructura informativa, desde los reporteros hasta los altos cargos de dirección en las empresas informativas. 149 - El poder que tienen los medios de enmarcar (framing) esos datos con otros elementos de información e interpretación, ejercido a través de la función de otorgar contexto a los datos que se ha decidido convertir en noticia. - Y el poder que tienen los medios de priorizar jerárquicamente la información, que se ejerce a través de la acción de anteponer y anticipar (priming) aquellos datos en los que se ha decidido concentrar la atención del público, en el entendido -que se apuntaba arriba- de que mientras más atención otorgan los medios a un asunto, mayor será la importancia que atribuyan a ese asunto los consumidores de dichos medios. Los estudios sobre las funciones y los efectos de los medios dejaron atrás, hace décadas, la teoría del reflejo o la metáfora del espejo, las cuales suponían que los medios -sus representaciones y discursos- reflejan -o deben, o pueden reflejar- la realidad, considerada ésta como algo que tiene una existencia evidente para todos. Así, los análisis de las funciones de selección (gatekeeping), de contextualización (framing) y de jerarquización (priming) de hechos, dichos o datos que los medios deciden transformar en noticias y comentarios, han hecho evidente que, más allá de reflejar realidades, los medios construyen discursos de la realidad. Y lo hacen tanto a partir de criterios profesionales -como el discernimiento sobre el "valor de las noticias" (news values)-, como con base en el peso que tiene en sus decisiones la carga de creencias, actitudes, valores, intereses, ideologías -e incluso humores del momento- de los dueños, directivos y operadores de las empresas informativas. Los valores de las noticias se otorgan a partir de los códigos profesionales empleados en la selección, construcción, presentación (contextualización y jerarquización) de relatos o discursos noticiosos en los medios (Hartley, 1997). A su vez, lo valores de las noticias dependen, operativamente, de los criterios utilizados por los periodistas para medir o evaluar, y por tanto juzgar, lo noticiable de los hechos, en consonancia con la forma en que se suele traducir la voz inglesa newsworthiness (Franklin, Hamer, Hanna, Kinsey y Richardson, 2005). Y esta operación no es otra cosa que la elaboración del juicio hecha por 150 los profesionales de la información, para establecer si un acontecimiento, una declaración o un dato son susceptibles de ser convertidos en noticia. Si las noticias producidas por los medios tienen que ser interesantes o atractivas para sus audiencias especificas, el discernimiento de los valores de las noticias y de su condición de noticiables, ha permitido establecer una serie de reglas o principios para decidir lo que una audiencia determinada se interesa en leer, escuchar o ver. Estos valores han sido codificados en diversas épocas y países, tanto por periodistas profesionales que han elaborado listas de atributos que deben tener los productos noticiosos, como por académicos que han sistematizado los criterios con que tales productos son elaborados, con base en el análisis de los contenidos o en el de las presentaciones de los mismos (Franklin, Hamer, Hanna, Kinsey y Richardson, 2005). En el primer caso, con base en el análisis de los contenidos, un antiguo editor del diario británico The Guardian sistematizaba en los años ochenta los siguientes valores para hacer noticiable un evento: la importancia del tema para la audiencia del medio; sus aspectos dramáticos o dramatizables; el elemento sorpresa; el relieve y el atractivo de las personalidades involucradas (ricas, famosas, poderosas); la implicación de elementos sexuales; los contenidos de escándalo y crimen; los grandes números: de muertos, de pérdidas, de ganancias, de damnificados, de rescatados; y la proximidad física, cultural, afectiva o de intereses que tuvieran los hechos y los dichos con las diversas audiencias. En el segundo caso, con base en las presentaciones de los productos noticiosos, un estudio académico realizado en la Noruega de los años sesenta revelaba los criterios más constantes para hacer noticiables las crisis internacionales en los medios de aquel país. En primer lugar aparecía la frecuencia de las situaciones críticas en alguna región (hoy en día la zona más noticiable seria la del Golfo Pérsico y, en general, el Medio Oriente, como antes lo fueron Vietnam o Cuba). La lista continuaba con: la intensidad de la crisis; el carácter inequívoco de la gravedad de la situación; la proximidad cultural de la región en crisis con las audiencias domésticas; la consonancia con la que esas audiencias pueden predecir el rumbo de las crisis; lo inesperado del estallido 151 inicial; la continuidad de los hechos -que suele propiciar y hacer atractivo el seguimiento del problema-; la composición de la historia con datos provenientes de todas las fuentes involucradas en el conflicto; la referencia a la implicación de las naciones de élite (las grandes potencias); la personificación de las historias (donde se identifica a las personas con nombres y apellidos), y la mayor negatividad (amarillismo) con la que sea posible presentar los hechos. 2.4.1 La agenda de los medios y la percepción selectiva del público Vigilancia del poder (watchdog) Por último están los criterios para construir discursos informativos a partir del concepto de "agenda de los medios". Éste puede referirse simplemente a la lista de temas dictada día a día por el mercado de la información, o bien puede remitirse a la búsqueda de temas propios por cada medio bajo la bandera de la reivindicación de la concepción clásica liberal, que otorga a los medios el papel de vigilantes (watchdog) de los poderes y defensores de la verdad, las libertades y la democracia. O puede también reducirse a la lista de temas que suelen recibir los medios en su papel de servidores de los poderes, función que, siguiendo con las metáforas caninas de la literatura angloamericana en esta materia, se ha sintetizado en una palabra: lapdog, perro faldero en castellano. Cuarto poder Dicho en otros términos, la agenda de los medios puede incluir la visión de las empresas informativas como defensoras del interés público, ya sea desde el ejercicio de un "cuarto poder" -como se ha traducido el concepto ingles fourth estate (cuarto estamento, literalmente)-, tan relevante o más que los tres estamentos clásicos, estados o categorías de la representación del poder (la monarquía, el clero y los comunes) del Reino Unido -donde se acuñó el término-, o bien con tanto poder como el de los tres poderes de las Constituciones modernas: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Esa agenda de los medios puede expresarse en términos de compromisos ideológicos o clientelares con partidos, gobiernos y otras fuerzas. Modelo de propaganda 152 Una variable de esta última connotación de la agenda de los medios es el llamado "modelo de propaganda" acuñado por Herman y Chomsky (2002), según el cual la producción de los medios depende preponderantemente de las fuentes -lo mismo informativas que financieras- de las grandes corporaciones de poder económico, político y cultural, a las que los medios responden con contenidos propagandísticos a su favor, más que con información al servicio del público. Finalmente, la agenda de los medios ha sido considerada como producto de un sistema que ya no constituye una variable dependiente del sistema político ni de la función de ejercer la supervisión de éste desde el espacio público, sino que se ha erigido (como se anticipaba en el capítulo 1) en una variable independiente capaz incluso de subordinar al sistema político. Pero lo que resulta importante en este punto es diferenciar el concepto de "agenda de los medios" -los contenidos incorporados a sus espacios como resultado de una estrategia informativa, de negocios o de otros intereses de las empresas o de sus dueños y operadores-, del concepto de "establecimiento de la agenda pública": el efecto de colocar los contenidos de los medios en las conversaciones del público, en el debate público. La diferencia es importante porque el paso de los temas de la agenda de los medios a la agenda pública no siempre se produce, al menos no de manera automática. Lo mismo ocurre con la opinión publicada en los medios, que no se convierte automáticamente en opinión pública. Ambos efectos sólo se producen una vez que los contenidos mediáticos pasan por los procesos selectivos de las audiencias, de acuerdo a los cuales éstas se exponen o no, les prestan atención o no, y retienen o no los mensajes de los medios. De eso depende, igualmente, que dichas audiencias incorporen o no los contenidos de los medios a sus conocimientos de la realidad, e influyan o no en las actitudes y conductas del público. Y eso depende a su vez de la capacidad de los medios para conectar con los deseos, los gustos, los anhelos, las emociones, los temores o las expectativas de sus audiencias. El concepto de "atención selectiva" se refiere, en los términos más accesibles, al hecho de que la gente ve lo que quiere y espera ver (Ferguson, 1999) dentro de un proceso más amplio de "percepción selectiva" y "retención selectiva", de 153 acuerdo con los cuales las audiencias se exponen a, atienden y retienen los mensajes de los medios. Esto sucede conforme a una serie de factores que van desde los demográficos (edad, género, escolaridad y posición social), hasta los antecedentes familiares, las características de la personalidad, las filiaciones políticas, las diferencias culturales y las expectativas del momento de cada integrante de esas audiencias. De allí la ilusión de quienes pretenden que colocar un tema o un mensaje en la agenda de los medios es colocarlos ya en la agenda pública, en las conversaciones cotidianas y en las discusiones del público. 2.5 De la "industria de la conciencia" al sistema mediático enfrentado al sistema político: el ascenso de los medios como agentes directos de gestión La "industria de la conciencia" engloba, en un sentido, al conjunto de los medios de comunicación contemporáneos. Y en un sentido más amplio comprende también otras instituciones, como las educativas y las religiosas. Acuñado por H. Enzensberger (1974), el término tiene su antecedente en el concepto de "industria cultural" o industria de la cultura, propuesto en 1947 por Theodor W. Adorno y Max Horkheimer en la Dialéctica de la Ilustración y replanteado en 1963 por el mismo Adorno. Ambos conceptos describen estructuralmente a los medios y sus efectos de manipulación y control de las masas. En 1975 una versión del desarrollo del concepto de la "industria de la cultura" fue traducida al ingles y en 1991 formó parte de la recopilación de la obra de Adorno: The Culture Industry: Selected Essays on Mass Culture, editada con una introducción de J. M. Bernstein (Marris y Thornham, 2000). Ya iniciado el siglo XXI el poder de los medios se expresa como un sistema propio a la manera del político o el económico. En 2004 apareció Comparing Media Systems (Hallin y Mancini, 2004); este fue un texto fundamental que vino a introducir el tema de la relación entre sistema mediático y sistema político como un primer enfoque para identificar las diferencias en la estructura y el papel de los medios -y sus efectos en la política democrática-, dentro de un grupo de países con sociedades hoy identificadas con las tradiciones, los principios y las prácticas de la democracia. En su trabajo, Hallin y Mancini acotan su estudio comparativo al análisis del periodismo y los medios 154 noticiosos e incluyen tanto la política de medios como la situación del derecho de acceso a la información en tales sociedades. Mientras que prácticamente a lo largo de todo el siglo pasado los diferentes modelos de medios fueron estudiados como enraizados en, surgidos de y/o generados por las estructuras políticas y económicas, en el nuevo siglo existe una tendencia a estudiarlos por los efectos que por sí mismos generan en las estructuras políticas y económicas de las que surgieron. Si (como se anticipó en el capítulo 1), anteriormente no se podía entender a los medios de comunicación en un país -particularmente los medios informativossin entender la naturaleza del Estado, el sistema de partidos políticos, el patrón de relaciones entre intereses económicos y políticos y el desarrollo de la sociedad civil -entre otros elementos de la estructura social-, hoy sucede a la inversa; ahora abundan los estudios tendientes a explicarse la naturaleza del Estado, el sistema de partidos políticos, el patrón de relaciones entre intereses económicos y políticos, así como el desarrollo de la sociedad civil, en función del sistema de medios de comunicación de los países. Y si hasta hace poco se asumía que los medios siempre serían la "variable dependiente" en relación al "sistema de control social" que aquellos "reflejaban", hoy se plantea la cuestión de si los sistemas tradicionales de control social tienden a ser la variable dependiente en relación con el sistema de los medios. Dicen Daniel C. Hallin y Paolo Mancini: "en muchos casos puede ser razonable asumir que el sistema de medios esencialmente “refleja” otros aspectos de la estructura social; [sin embargo] también existe suficiente evidencia de que las instituciones mediáticas tienen un impacto por sí mismas en las estructuras sociales". Posterior a esta importante investigación comparada, en 2005 apareció la propuesta de Jesús Timoteo Álvarez en su libro Gestión del poder diluido: la construcción de la sociedad mediática (1989-2004). En este texto se plantea que hoy son los sistemas de comunicación y los medios, como agentes directos, los que tienden a modular los sistemas políticos o incluso a dar lugar al surgimiento de nuevas estructuras políticas y económicas. Es decir, del reconocimiento hecho por Hallin y Mancini de una variación histórica en la investigación académica, respecto del grado en que el papel de los medios 155 pasa de ser una variable dependiente a una independiente, Álvarez transita a la ubicación de la comunicación y los medios como agentes directos de gestión en las sociedades avanzadas. El profesor español no se queda en el registro de las tendencias en dirección de una mayor influencia de los medios, particularmente en relación con los sistemas políticos: los medios aparecen, en su propuesta, precisamente como agentes directos de gestión en los sistemas tradicionales de poder, particularmente los sistemas políticos, que a su vez se presentan en su nueva condición de poderes diluidos, es decir, de poderes que han visto sus capacidades aminoradas por la acción de los medios. Así, este académico no sólo plantea que los medios han devenido una poderosa variable "exógena" que afecta a otros sistemas, específicamente el funcionamiento de las instituciones políticas. Para Álvarez "se trata simplemente de una realidad nueva, originada por el crecimiento de la democracia en todas sus vertientes", en los términos descritos por Dahl (Dahl, 1999), pero, sobre todo, "se trata de una reorganización primaria, decisiva, de los principios del ser y del poder en las sociedades occidentales, marcados por el omnímodo peso de los medios de comunicación". A diferencia del pasado, cuando los medios dependían más del poder político de lo que el poder político dependía de los medios, hoy el poder político depende más de los medios de lo que los medios dependen de los políticos y de sus poderes diluidos, desvanecidos del Estado y de sus órganos constitucionales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial). A los condicionamientos sobre los actores sociales -impuestos a través de los tradicionales sistemas políticos y económicos- se agregan ahora los efectos de los sistemas mediáticos, que invaden a los dos anteriores porque incluyen en sus dominios a todo tipo de agentes: públicos y privados, políticos, económicos, culturales o religiosos. Ello hace de este sistema un poder nuevo que marca las pautas y las normas de acción de los poderes tradicionales en la medida en que los obliga a jugar en sus escenarios y bajo sus reglas. Frente a los "pilares" tradicionales del poder político: "1) el monopolio de la ley y de la violencia que garantiza la seguridad y la supervivencia física; 2) la organización y gestión de los recursos que garantizan la supervivencia económica, y 3) la fundamentación y justificación del grupo y del sistema que 156 garantiza la supervivencia moral, el sentimiento de grupo, las esperanzas colectivas" -observa Álvarez-, los medios constituyen hoy "un poder central porque recogen la fuerza que supone la opinión, porque tienen capacidad para organizar dicha opinión, porque son en consecuencia un instrumento consciente de los agentes sociales, porque al haberse convertido en una industria con peso específico en el Producto Interno Bruto (PIB), tienen objetivos económicos y de mercado propios y porque tienen el poder de establecer reglas propias dentro del juego del poder". Bibliografía Adorno, Theodor W. y Max Horkheimer. (1994). Dialéctica de la Ilustración, Madrid, Trotta. Adorno, Theodor W. (2000). “Culture Industry Reconsidered” en Marris, Paul y Sue Thornham. Media Studies: a Reader, Nueva York, Nueva York University Press. Álvarez, Jesús Timoteo. (2005). Gestión del poder diluido: la construcción de la sociedad mediática (1989-2004), Madrid, Pearson Prentice Hall. Bernstein, J.M. (1991). The Culture Industry: Selected Essays on Mass Culture, London, Routledge. Bourdieu, Pierre. (1973). “Les temps modernes”, núm. 318, enero 1973. Traducción al castellano en Cuestiones de Sociología, núm. 166, Madrid, Istmo. Dahl, Robert A. (1999). La democracia, Madrid, Taurus, 1999. Enzensberger, Hans Magnus. (1974). The Consciousness Industry, Nueva York, Seabury Press. Ferguson, Sherry Devereaux. (1999). Communication Planning: An Integrated Approach, London, Sage. Franklin, Bob (ed.); Hamer, Martin; Hanna, Mark; Kinsey, Marie y John E. Richardson. (2005). Key Concepts in Journalism Studies, London, Sage. 157 Habermas, Jürgen. (1989). The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois Society, Cambridge, Ma., MIT Press/Cambridge, UK, Polity Press. Habermas, Jürgen. (2004). Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública, Barcelona, Gustavo Gili. Hallin, Daniel C. y Paolo Mancini. (2004). Comparing Media Systems: Three Models of Media and Politics, Cambridge, UK, Cambridge University Press. Hallin, Daniel y Stylianos Papathanassopoulos. (2002). “Political clientelism and the media: southern Europe and Latin America in comparative perspective”, en Media, Culture & Society, vol. 24, núm. 2, London, Sage, pp. 175-195. Hartley, John. (1997). “Valor de las noticias”, en O´Sullivan et al., Conceptos clave en comunicación y estudios culturales, Buenos Aires, Amorrortu. Herman, Edward y Noam Chomsky. (2002). Manufacturing Consent: The Political Economy of the Mass Media, Nueva York, Pantheon Books. Lilleker, Darren G. (2006). 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Los derechos informativos de los mexicanos: frente al sistema político y frente al sistema mediático José Carreño Carlón El avance de las libertades y los derechos de los mexicanos en el orden de la información y la comunicación enfrentó hasta hace poco sólo las resistencias propias de todo sistema político tradicional. Hoy en día enfrenta también la resistencia de los intereses del sistema mediático dominante y la tendencia de éste por controlar las decisiones del sistema político. El concepto de acceso tiene tres acepciones centrales en el campo del derecho de la información: - Derecho de acceso a la información pública. - Derecho de acceso a los medios. - Derecho de acceso a información objetiva y oportuna. 4.1 Derecho de acceso a la información pública El derecho de acceso a la información pública abre paso al derecho de los particulares a saber qué hacen y cómo lo hacen los funcionarios encargados de las instituciones públicas. Incluso la tendencia es a ampliar el derecho de la gente a contar con la información de todas las organizaciones y entes que funcionan -aunque sea parcialmente- con recursos públicos. Este derecho se ejerce en relación a los sujetos obligados a proporcionar dicha información, básicamente pertenecientes -para los efectos de estas notas- al sistema político, a los órganos del Estado y a otras instituciones receptoras de fondos públicos. Es un derecho fundamental, en los términos de la doctrina constitucional (Carbonell, 2006) y es la base para el ejercicio de otros derechos. También para los efectos de este texto, un régimen avanzado de derecho de acceso a la información pública es uno de los requisitos clave de la existencia En Los medios de comunicación, China, Nostra, 2007, pp. 55-62. 160 de la esfera pública y de la evaluación de su calidad, en los términos registrados en el apartado 2.1. El derecho de acceso a la información pública en México se ha enfrentado a una expresión central de los regímenes predemocráticos o antidemocráticos: aquella en que el monopolio del poder político se expresa en el control y el manejo de la información pública como si se tratara de un coto privado de los gobernantes. Las reformas constitucionales de 1977-1978 La primera referencia en la Constitución mexicana a lo que más tarde se concretó como derecho de acceso a la información pública, se incorporó en el marco de las reformas políticas iniciadas y aprobadas en 1977, y publicadas en 1978, con la adición al artículo sexto de la frase: "El derecho a la información será garantizado por el Estado". Este agregado provocó una fuerte resistencia tanto en el sistema político como en el sistema mediático, cuando éste permanecía aún bajo la rectoría del primero. Enunciado en los términos en que quedó redactado en la Constitución, ese "derecho a la información… garantizado por el Estado" contemplaría, de acuerdo al articulo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la garantía fundamental que toda persona tiene a obtener información, a informar y a ser informada (Carpizo y Villanueva, 2001). Pero en medio de una enorme confusión, los sectores del sistema político más ligados al sistema mediático vieron en aquella reforma una amenaza a su control monopólico de la información pública, que retenían o dosificaban con la anuencia de un sistema mediático en colusión. Por otra parte, las cúpulas del sistema mediático ligadas a los exponentes más conservadores del sistema político, sembraron el temor de que la reforma se proponía, a partir de esa adición constitucional, otorgarle instrumentos al Estado para que pudiera obligar a los medios al cumplimiento de determinadas normas, en aras de garantizar el derecho del público a una información de calidad, sin los graves sesgos, prejuicios y ocultamientos que entonces les atribuía una crítica generada en ciertos espacios nacientes en la academia y en algunos espacios alternativos de la prensa. 161 En estas condiciones, el concepto mismo de derecho a la información incluido en la Constitución fue estereotipado y satanizado -y quedó congelado, sin reglamentar- por más de dos décadas, bajo el supuesto de que su reglamentación supondría una injerencia inadmisible del Estado en los procesos informativos, afectando las libertades en este campo. No fue sino hasta que se dio la fragmentación del sistema político que trajo consigo la crisis financiera de 1995 -que más tarde condujo a las derrotas del partido dominante en 1997 y 2000- en que las dudas quedaron disipadas: el derecho a la información sólo generaría obligaciones para los órganos estatales, particularmente los de un sistema político dividido y debilitado, es decir, sin la cohesión y la fortaleza del pasado. Otros contenidos del derecho a la información Dentro del modelo democrático liberal de freedom of information (libertad de información, literalmente), este derecho se ha traducido al castellano, acotado con la mayor precisión, como "derecho de acceso a la información pública", esto es, a los archivos, registros y documentos públicos. Los sujetos obligados se limitarían así a las entidades gubernamentales o, en un desarrollo posterior, a las organizaciones de diverso orden que reciben recursos públicos. Es decir, quedaron al margen de esta acotación los otros contenidos del derecho a la información que registra la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Así, el derecho a ser informado en el sentido de un derecho de acceso a información objetiva y oportuna, es decir, el derecho de las personas a recibir información de calidad y en cantidad suficiente seguiría careciendo en México de un desarrollo normativo siquiera elemental. Y el derecho de acceso a los medios quedó limitado sólo a los partidos políticos, en la legislación electoral. La LFTAIP de 2002 En 2002, la primera Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública (LFTAIP) fue aprobada por unanimidad en las dos cámaras del Congreso mexicano y celebrada por los grandes medios como una victoria de los grupos de la sociedad civil. También se le ha exaltado como un paso sin 162 precedentes para encauzar las crecientes demandas del público de contar con un gobierno comprometido con la transparencia y la rendición de cuentas. El órgano regulador creado por la Ley, el Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) ha cobrado gran aceptación por su papel en el desarrollo de mecanismos pioneros y eficaces para hace valer la transparencia en los procesos democráticos del país -como lo destacó una evaluación internacional reciente (Annenberg School for Communication, 2006)- en los que se fundamenta el éxito del IFAI en condiciones estructurales ausentes en otros regímenes legales, así como en los mecanismos de apoyo de la sociedad civil mexicana y de organizaciones internacionales. Los principales rezagos en este campo se han registrado en el orden local. Los estados y el Distrito Federal han generado sus propias legislaciones e instituciones de transparencia y derecho de acceso para atender las demandas de información estatal. Pero el resultado ha sido por demás asimétrico. Al lado de entidades federativas que registran importantes avances, están los grandes rezagos y regresiones en la capital de la República (gobernada por el PRD) y estados como Jalisco (gobernado por el PAN) y Quintana Roo (gobernado por el PRI), para comprobar así que ningún partido tiene el monopolio ni de la cultura de la transparencia ni de la opacidad. La reforma constitucional de 2007 A corregir, entre otros objetivos, esas asimetrías, se orienta la reforma constitucional lograda en 2007 para desarrollar los principios generales de la transparencia y el derecho de acceso a la información en la Constitución de la Republica. Después de la otrora debatida frase: "El derecho a la información será garantizado por el Estado" con que finalizaba el único párrafo del articulo 6° constitucional, hacia mediados de 2007 las cámaras federales y la mayoría de los congresos estatales -tal como se requiere para reformar la Constituciónhabían ya aprobado la adición de un segundo párrafo que le dio finalmente a este derecho un desarrollo coherente en el texto constitucional. En sus siete incisos, este párrafo recoge los principios de transparencia y acceso a la información pública que deben incluir las leyes y los reglamentos 163 federales, estatales y municipales, a fin de garantizar la igualdad de derechos informativos, tanto en el ámbito federal como en el local. Explícitamente quedaron como sujetos obligados por la reforma tanto el gobierno federal como los gobiernos estatales y los municipales, así como el gobierno y las delegaciones del Distrito Federal. Hasta antes de la reforma, cada legislación local venía definiendo qué es información pública y qué pasos había que seguir para obtenerla, así como cuáles son las formas de apelar ante la negativa de otorgarla. Ahora, por mandamiento constitucional -obligatorio para todos los ámbitos de gobierno- toda información en manos de órganos gubernamentales será pública. Sólo en ciertos casos será reservada de manera temporal y siempre con base en el interés público. Y las dudas al respecto se resolverán bajo el principio de máxima publicidad. Se prevé igualmente en la reforma la protección de la vida privada, así como el derecho de los individuos a cotejar y en su caso corregir los datos personales en poder de las instituciones públicas. De la misma manera, se establece el derecho de toda persona a tener acceso gratuito, sin necesidad de expresar sus motivaciones, a la información disponible. También se dispone la creación en los estados y en el D. F. (en los municipios y en las delegaciones), de mecanismos y procedimientos que hagan expedito este acceso, que debe ser garantizado por órganos -como el IFAIdotados de autonomía operativa, de gestión y decisión, es decir, no subordinados a autoridades federales, estatales, municipales ni delegacionales, en el caso del D.F. Y para poner fin a la tradición de destruir o sustraer los documentos por parte de los funcionarios que cesan en su gestión, la nueva normativa constitucional ordena la preservación de la información pública a través de archivos públicos, sistematizados y accesibles. Igualmente, se dispone la publicación de los indicadores de gestión y los datos del ejercicio de los recursos públicos, incluyendo la obligación de rendir cuentas de su asignación a particulares, lo que abre la puerta a transparentar las transferencias de fondos de las 164 entidades públicas, por ejemplo, a sindicatos, candidatos a puestos de elección, partidos y medios de comunicación. 4.2 Derecho de acceso a los medios Por otra parte está el derecho de acceso a los medios, el derecho a comunicar, como lo ha llamado la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Se trata del derecho de los grupos políticos, sociales, culturales, étnicos, religiosos, de capacidades diferentes, de clase social, de género, de edad y, entre otros, de orientación sexual, de aparecer en los medios con su identidad y sus demandas y propuestas, en condiciones equitativas, y a salvo de rotulaciones negativas y de referencias discriminatorias o estereotipadas. Este es un derecho que se ejerce en relación, básicamente, al sistema mediático, pero cuyo cumplimiento debe ser garantizado y supervisado por los órganos del Estado: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Aunque no suela estar desarrollado así en los textos constitucionales, este derecho de acceso a los medios posee algunos rasgos de los derechos fundamentales y constituye asimismo la base para el ejercicio de otros derechos. Y para los efectos de estas notas, es una pieza clave para la existencia de la esfera pública y la evaluación de su calidad (en los términos del apartado 2.1). Derecho pleno de acceso de los partidos a los medios En México, un importante aspecto que contribuyó a propiciar la alternancia política del año 2000, fue la implantación del derecho de los actores pertenecientes a las diversas fuerzas y expresiones políticas para definir la agenda del debate público. El poder presidencial (como se registra en el capítulo 3), ejerció por varias décadas un papel monopólico como definidor prácticamente único de la agenda del debate público, a través de sus definidores secundarios -los medios de comunicación- encuadrados en modelos históricos de subordinación y colusión de intereses. Así, al régimen político de elecciones no plenamente competitivas, es decir, al llamado régimen de partido dominante y al monopolio que ejerció por 70 años del poder presidencial, correspondió, en paralelo, un 165 modelo complementario, también monopólico, de definición de la agenda del debate público, a través de medios subordinados o coludidos con aquel régimen Adicionalmente, y aparte de la gestión directa de medios de su propiedad, el Estado se reservó -por ley y por la vía de las facultades reglamentarias del Ejecutivo (como se registra en el capítulo 3)- diversas modalidades de acceso directo a determinados porcentajes de tiempos en los medios concesionados a los particulares, conocidos como tiempos del Estado y como tiempos fiscales (el pago de impuestos con tiempo-aire en radio y televisión). La primera referencia al derecho de acceso a los medios a favor de actores públicos diferentes al Estado en la legislación mexicana apareció en la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales, promulgada en 1978 en el marco de las reformas políticas de ese año, y aplicada ya en favor de todos los partidos políticos registrados durante la campaña electoral de 1979. En esta campaña se aseguraron también cuotas de acceso a los medios para los mensajes de todos los partidos que participaron en dicha competencia electoral. Más tarde, en el curso de las reformas políticas que arrancaron en 1990 con el nuevo Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales (COFIPE) -el cual dio lugar al surgimiento del Instituto Federal Electoral (IFE)-, se aseguraron una serie de prerrogativas a los partidos para financiar un acceso a los medios que terminó siendo masivo; además, se le dieron facultades al IFE para supervisar la equidad en la presencia de las campañas en los espacios informativos de los medios, en paralelo a la supervisión de su presencia en los espacios de publicidad pagada, relacionada con los topes en los gastos de los partidos. Los derechos (pendientes) de acceso a los medios por parte de los excluidos y los afectados por los procesos comunicativos Dado que el derecho de acceso a los medios por parte de los grupos de la sociedad está limitado sólo a los partidos -y sin perjuicio de la necesidad de reajustar las condiciones de opacidad y los onerosos costos para los contribuyentes con que se ejerce este derecho de acceso-, queda pendiente el derecho de acceso a los medios de una amplia diversidad de grupos portadores de enfoques, intereses, aspiraciones y estilos de vida. 166 El derecho de acceso a los medios apunta en estos casos a sustentar o materializar la libertad de expresión de los excluidos, con sus temas específicos en el orden ambiental, de seguridad pública de protección del patrimonio cultural, de reivindicación de los derechos de las comunidades indígenas, de género, de edad, de orientación sexual o, entre otros, de apoyo a las personas con capacidades diferentes. Pero además, el acceso a los medios de estos grupos tiende a prevenir no sólo su exclusión de la agenda del debate público sino a evitar o al menos contrarrestar la mediación discriminatoria de sus mensajes, realidades y propuestas, mediante rotulaciones, estereotipos, sesgos o prejuicios. Finalmente, estaría el derecho de acceso a los medios para sustentar la libertad de expresión de los directamente afectados por los procesos comunicativos e informativos: las víctimas de expresiones discriminatorias, estereotipadas, de rotulación negativa o prejuicio, así como de falsificaciones, difamaciones y calumnias. Derechos de réplica y rectificación Los derechos de réplica y rectificación de los afectados son inexistentes en los medios electrónicos, y de concesión discrecional -en la práctica- en los medios impresos. Y son, por su parte, despenalizados para los comunicadores profesionales los delitos de calumnia y difamación, mientras la vía civil para exigir la reparación del daño moral es lenta, costosa y por tanto inaccesible para la mayor parte de los agraviados. 4.3 Derecho de acceso a información objetiva y oportuna La satisfacción del derecho de las personas a ser informadas por los medios, como la expresión final del derecho a la información, en los términos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, constituye también el fin que sustenta y justifica el marco de garantías para los medios informativos y de sus operadores. Es decir, el cuerpo de libertades informativas que incluye los derechos a investigar y acceder a la información pública, a inquirir, entrevistar y publicar la información obtenida, así como a ejercer los derechos de opinión y crítica. 167 Sin embargo, el derecho de los particulares a disponer de información objetiva y oportuna, a recibir información completa -sin censura ni autocensuradifundida con carácter universal, aparece en México como un derecho difuso, en todos sentidos. En efecto, se trata de un derecho difícil de individualizar y difícilmente exigible, tanto por el escaso desarrollo normativo que tiene en nuestro país, como por enfrentarse a medios que, en general, no han logrado hacer corresponder los altos niveles de independencia que han alcanzado, con avances sustantivos respecto a la transparencia en sus modos de operar, en el terreno del rigor profesional, de sus compromisos ético-informativos con audiencias y lectores y del establecimiento de mecanismos de rendición de cuentas del ejercicio de sus funciones. Bibliografía Carbonell Sánchez, Miguel. (2006). “El derecho a la información como derecho fundamental”, en López Ayón, Sergio (coord.). Democracia, transparencia y Constitución: propuestas para un debate, México, Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI). Carpizo, Jorge y Ernesto Villanueva. (2001). “El derecho a la información, propuestas de algunos elementos para su regulación en México”, en Derechos humanos, Memoria del IV Congreso Nacional de Derecho Constitucional III, México, UNAM. 168 El trabajo sobre los valores Gustavo Santiago Introducción En el capítulo 3 hemos lamentado que en el ámbito escolar la mirada se dirija exclusivamente hacia los valores, en detrimento de un abordaje sobre el proceso del valorar (por ello, en el capítulo 4 presentamos nuestra propuesta para trabajar dicho proceso). Pero estas consideraciones no implican, de ningún modo, que todo trabajo que se oriente a los valores deba ser juzgado como inútil o nocivo. Para que los chicos puedan desarrollar su capacidad de valorar de un mejor modo es necesario también -como parte de una labor más amplia- dirigir la atención a los valores. De esto nos ocuparemos en este capítulo. Como hemos señalado en el primer capítulo, consideraremos "valor" tanto a aquellos que desde distintos marcos buscan legitimarse para ingresar a la vida cotidiana (VD), como a aquellos que simplemente ostentan una vigencia a prueba de cualquier falta de fundamento (VH). Creemos necesario (respondiendo a otra de las objeciones que planteábamos en el capítulo 3) incorporar a nuestro trabajo la mayor cantidad posible de aquellos elementos que resultan significativos para la vida de los chicos o adolescentes. No hacerlo daría lugar a que su tratamiento quedara en manos de quienes pretenden orientar la valoración de los niños hacia sus propios intereses (por ejemplo, los promotores de la sociedad de consumo). Lo que nos interesa aquí es que los chicos puedan tomar como objeto de reflexión comunitaria diferentes propuestas valorativas para ponerlas en cuestión, analizarlas, someterlas a diversas pruebas. No con la intención solapada de que acaben adoptando alguna perspectiva valorativa determinada, sino con la explícita de que puedan ir construyendo aquella que consideren mejor. La cuestión no es tanto cuáles son esos valores sino cómo y por qué los chicos puedan a asumirlos como propios. En El desafío de los valores: una propuesta desde la filosofía con niños, Argentina, Novedades Educativas, 2004, pp. 123-142. 169 La Comunidad de Investigación, tal como la propone Lipman, nos resulta el mejor modo de trabajar la construcción de un pensamiento propio y autónomo en relación con problemas filosóficos entre los cuales se encuentra el de los valores. Por ello, hemos respetado la secuenciación de momentos que Lipman propone -aun cuando los tiempos dedicados a cada momento han variado-, las características esenciales de ellos y sus procedimientos específicos. Ahora bien, hay un recurso característico de Filosofía para Niños que aquí va a estar ausente: las novelas. Esto se debe a que entendemos que uno de sus objetivos principales consiste en presentar a los chicos una suerte de menú filosófico amplio, a través de las situaciones que los personajes ficcionales van protagonizando, del cual los chicos eligen aquel aspecto que consideran más interesante para investigar dialógicamente. Esto les permite optar, por ejemplo, entre cuestiones éticas, metafísicas o gnoseológicas que aparecen presentadas en un mismo episodio. En nuestro caso, al estar el tema acotado previamente a los valores, hubiera resultado un tanto forzoso el tramado de una novela que fuera verosímil y que, al mismo tiempo, restringiera la posibilidad de despertar interés exclusivamente al área de los valores. Podríamos haber apelado al planteo de "casos" con una cierta independencia entre sí que permitiera que en uno de ellos, por ejemplo, lo central fuera la justicia, en otro el respeto, etcétera. En parte lo hemos hecho, pero hemos ampliado las posibilidades de ese "texto" inicial incorporando, entre otros, relatos mediáticos en los que aparece alguna cuestión ligada a los valores, relatos directos de quienes han estado implicados en una situación en la que algún valor ha ocupado un lugar central, textos científicos, jurídicos, ensayos en general, documentales, etcétera. Creemos que lo que se perdió en cuanto a riqueza narrativa se ganó en un compromiso más fuerte de los chicos desde el comienzo del trabajo, con su injerencia en la construcción de las situaciones discutibles de partida. Esta variante, que quienes han trabajado o trabajan en Filosofía con Niños juzgarán para nada menor, no responde, como puede parecer a simple vista, a un reclamo de trabajar con textos "actuales" que puedan despertar mayor interés en los chicos que las novelas. En los años que llevo al frente de cursos en Filosofía con Niños y de mi trabajo como formador de docentes, he insistido 170 incansablemente en la importancia de defender a las novelas como recurso privilegiado para dicho trabajo. Si aquí las abandonamos es porque no queremos traicionar al texto, tornándolo superfluo por los motivos señalados en el párrafo anterior, no porque los consideremos inadecuados para el trabajo más amplio de Filosofía con Niños. En el desarrollo que haremos en este mismo capítulo quedará claro, por otro lado, que lo que proponemos está muy lejos de consistir en una carrera detrás de una supuesta actualidad que en realidad suele no ser más que la agenda que los medios masivos imponen para producirnos un "efecto de actualidad". I. Momentos del trabajo sobre los valores En esta sección vamos a exponer con algún detalle los momentos que sugerimos que compongan el trabajo sobre valores. La extensión de cada uno de ellos variará de acuerdo con las edades y características de los chicos que integren la comunidad de trabajo, del interés despertado por cada tema en particular y de la complejidad de la discusión promovida. Por ello, las consideraciones que hacemos en relación con el tiempo empleado para cada momento son simplemente orientativas. En cambio, consideramos que el orden de los diferentes momentos conviene que sea el que aquí proponemos. En esta secuenciación de momentos, el punto central es la discusión: es ella la que da sentido al resto. Pero, para que la discusión sea una buena discusión, como veremos en seguida, cada momento debe ser trabajado de un modo apropiado. Los momentos a los que nos estamos refiriendo son: 1. Construcción de una situación discutible. 2. Presentación de situaciones que implican o suscitan posturas valorativas. 3. Problematización. 4. Discusión. 5. Cierre. El grado de participación de los chicos en la construcción de la situación varía de acuerdo con su edad. En el caso de los chicos más pequeños, es el docente el que se encarga de construir dichas situaciones y de presentarlas. Con niños más grandes, el docente tiene la función específica de orientarlos y 171 acompañarlos en su construcción, pero los que se encargan de recopilar la información necesaria y de darle una forma mínima son los propios alumnos. Una vez que se cuenta con el material, la situación es presentada a toda la comunidad de compañeros. A partir de allí, los chicos se formulan preguntas en torno a la información presentada. Son ellos y no el docente quienes deciden qué aspectos de la situación pueden resultar interesantes para discutir. Tras plasmar los diversos planteos en una agenda, los chicos eligen cuál de todos ellos van a trabajar. Tiene lugar entonces la discusión coordinada por el docente (que se ocupa de cuidar procedimientos y actitudes apropiados para el desarrollo de la misma, pero que no interviene conceptualmente). Finalmente, con la actividad de cierre se da por terminada una etapa de la investigación y se pasa, en la clase siguiente, al trabajo en relación con otro valor. 1. Construcción de situaciones discutibles Las "situaciones discutibles" constituyen el punto de partida del trabajo. A través de ellas se presentan las cuestiones que luego van a ser discutidas por la Comunidad de Investigación conformada por los niños. Si bien es frecuente que estas situaciones sean tomadas de la vida cotidiana, no hay que creer por ello que el docente o los alumnos se van a limitar a "recoger" simplemente esas situaciones de la "realidad". Toda situación implica una construcción; los "hechos" no están disponibles esperando que uno, de un modo casi pasivo, se conforme con cosecharlos. Todo relato (sea el de quien vivió una experiencia, sea el de los periodistas, testigos o escritores que la narran) implica selección, recortes, ordenamiento, sentido. De ahí la importancia de que en el punto de partida de nuestro trabajo atendamos a las características con las cuales queremos construir esas situaciones. a) Características de las situaciones El docente y/o los chicos que trabajen en la construcción de las situaciones procurarán: Que se trate de planteos situados en un contexto. Los planteos abstractos y generales suelen resultar menos ricos para discutir. Además, si la reflexión sobre valores se plantea en términos abstractos, es muy probable que rápidamente se caiga en el "discurso escolarmente 172 correcto"; es decir, que los chicos no se esfuercen en plantear una posición valorativa propia en relación con la cuestión sino que acomoden su discurso a aquello que presuman que el docente quiere escuchar. Al estar provista de un contexto, la situación permitirá a los chicos posicionarse ante ella de un modo más comprometido, analizarla con mayor detalle, evaluarla con mayor precisión. Que sean discutibles. Es decir, que sean situaciones problemáticas, abiertas, disparadoras de múltiples posturas. Trabajar sobre situaciones (y no, por ejemplo, con "temas" en general) permite acotar el problema, pero hay que tener la precaución de que esto no dé lugar a una restricción tal que terminen reduciéndose excesivamente las respuestas posibles. Que sean complejas y verosímiles. Más adelante analizaremos qué relación guardan estas situaciones con la "realidad". Digamos, por ahora, que deben ser complejas como la realidad y que deben ser semejantes a la realidad a tal punto que se considere que bien podrían ser reales. Que tengan forma narrativa. Dicho de otro modo, que sean portadoras de sentidos. No de un único sentido porque, en ese caso, sería muy difícil apartamos de la mera transmisión de una postura; pero, tampoco, que carezcan de todo sentido. Es decir, la situación que se presenta tiene que poder ser percibida como una experiencia en la que se cruzan diversos hilos conductores y de la que se derivan múltiples consecuencias. Que tengan sentido para todos los chicos. En estas situaciones se apoya todo el trabajo posterior. Si un chico no encuentra aquí ningún elemento significativo, difícilmente logre involucrarse luego. Es responsabilidad del docente aclarar todo aquello que sea necesario para que todos los chicos puedan hacer alguna lectura -no necesariamente la misma- de la situación presentada. Que no sean portadoras de moralejas ni de estereotipos. Los protagonistas de estas situaciones tienen que ser, como las situaciones 173 mismas, verosímiles, creíbles, representativos de gente común y real. En la vida cotidiana no existe la gente completamente buena ni la gente completamente mala (salvo contadísimos extremos que habría que analizar con mucho rigor); tampoco existen "el tonto" y "el inteligente", etcétera. b) La cuestión de la realidad Uno de los planteos que se realizan a la hora de pensar en las situaciones discutibles es si se trata de situaciones "reales" o no. Como mencionábamos en la introducción a este capítulo, quizá la objeción más reiterada en relación con el programa de Filosofía para Niños de Lipman sea la que apunta a su dependencia de las novelas filosóficas. Es habitual que los docentes las dejen de lado y opten por trabajar con "casos reales", bajo los supuestos de que a los chicos los atraen más y de que es más provechoso reflexionar sobre la realidad que sobre la ficción. Mi experiencia, tanto en el aula como acompañando a quienes coordinan clases de Filosofía con Niños, me ha llevado a ver en esta actitud un error. Las novelas del programa han mostrado ser suficientemente atractivas en sí mismas y, en tanto que están protagonizadas por niños con los que los alumnos pueden claramente identificarse, aunque se trate de ficciones, no obstaculizan -sino que, al contrario, promueven- la posibilidad de hablar de las cosas que les suceden a ellos mismos. Ahora bien, cuando los docentes deciden trabajar con "casos reales", ¿cómo hacen para entrar en contacto con esa realidad a la que tanto ellos como los alumnos invocan? En general, la toman de una de estas dos fuentes: los medios de comunicación o el relato de los propios chicos implicados (el clásico trabajo sobre los "problemas del curso"). Hay una creencia muy sólida tanto en que los medios nos muestran la realidad como en que la realidad es aquello que nos muestran los medios. Es decir, los medios no mienten ni falsean -son ventanas o espejos que nos conectan con lo que está un poco más allá- y muestran todo lo que hay que mostrar. En el capítulo 2 nos ocupamos de desarrollar algunos supuestos y consecuencias de esta creencia. Aquí queremos poner el acento en otro aspecto. 174 Como televidentes o lectores de diarios, estamos acostumbrados a planteos de este tipo: "¿Cuál fue la causa que llevó al doctor X a suicidarse?", a partir de los cuales se construyen "paneles de opinión" en los que se "charla" acerca de los diferentes motivos que pudieron dar lugar a la decisión. En rigor, la pregunta del conductor televisivo supone que el doctor X se suicidó por un motivo. Por ello, aunque se polemice aportando diversas conjeturas acerca de cuál fue el motivo que pudo haberlo llevado a ese desenlace de su vida, es decir, aunque cada panelista enuncie un motivo diferente, la complejidad de la situación ha sido desatendida, ya que cada panelista defiende su motivo como si fuera el único. Es decir, hay múltiples "un motivo" y no una trama que pueda implicar varios. El caso es real (y complejo), el planteo simple (simplificado). Inversamente, un plateo “ficcional” puede estar construido con la suficiente complejidad como para presentarse múltiples variantes y dar lugar a conflictos de posiciones que impulsen la reflexión. Lamentablemente, la literatura infantil no abunda en planteos de este tipo, especialmente en lo que a cuestiones éticas se refiere. Sobre todo si se trata de niños pequeños, los autores –y los padres y docentes que ofician de mediadores- parecen creer que los chicos tienen que encontrarse con relatos que posean una moraleja explícita y contundente o, al menos, con personajes que claramente representen el estereotipo del nene “bueno”, el “travieso”, etcétera. Como hemos sostenido en el capítulo 3, es por lo menos ingenuo creer que de este modo los chicos van a poder realizar variaciones reflexivas, autónomas, consistentes. A lo sumo -y éste es el peligro mayor- alimentarán el “discurso escolarmente correcto” (DEC) que, en lugar de acercarlos a la problemática de los valores, la da por resuelta de un modo superficial y falaz. En síntesis, lo que aquí sugerimos es que el planteo sea verosímil y complejo, sin importar tanto si se trata de un caso real o ficcional. Hay una excepción en la cual nos inclinamos decididamente por la ficción. Los casos en los que la realidad es la de los propios alumnos. En esto, nuestra propuesta se distancia de aquellas que se ofrecen para resolver conflictos de grupos de modo directo (y se ajusta, al mismo tiempo, a la propuesta originaria de Filosofía para Niños de Lipman). Si bien lo que pretendemos es que los 175 chicos puedan construir, discutir y poner a prueba sus propias valoraciones, en algunos casos no resulta beneficioso tomar como objeto de la discusión acontecimientos vividos por los alumnos (o por lo menos, tomarlos “en caliente”, sin mediarlos a través de la ficción). Para que se entienda lo que queremos decir, veamos el siguiente ejemplo, Supongamos que se da el caso de que en un curso los varones y las chicas se pelean mucho entre sí. Si se plantea una discusión acerca de “por qué se llevan tan mal”, difícilmente se conseguirá que los chicos reflexionen seriamente. Probablemente se traben en una pelea que incremente el grado de conflicto y que termine derivando en alguna "solución" en la que, con la intervención de una autoridad adulta, se prohíba manifestar determinadas actitudes bajo pena de ser sancionados de algún modo. Es decir, se eliminarán las expresiones del conflicto, pero el conflicto en sí mismo seguirá existiendo. Es verdad que en algunos casos es necesario contener ciertas situaciones. También lo es que, ocasionalmente, eliminada la puesta en evidencia del problema, éste se va disolviendo y se "supera". Algo semejante sucede cuando los alumnos son sometidos a un proceso de desgaste a través de charlas "sermones", retos colectivos. En algunos casos, los alumnos, por cansancio, abandonan progresivamente la disputa y la cuestión se esfuma. ¿Reaparecerá? Es muy probable que sí, que haya quedado de alguna forma latente para retornar en cuanto algún elemento la reavive. Nuestro planteo es otro. Aquí apostamos a un trabajo lento, a largo plazo, firme. No a "soluciones" de compromiso o coyunturales que les sirven más a algunos docentes para quedarse tranquilos y a algunas consultoras pedagógicas para justificar sus honorarios, que a los alumnos para afrontar sus problemas. Por supuesto que pretendemos que esas situaciones conflictivas se reduzcan. Pero, para ello, consideramos que el mejor trabajo es el que apunta a la reflexión. En este sentido -y retomando el planteo hecho al principio de este apartado-, proponemos que en situaciones como la mencionada se introduzca la mediación de la ficción. Esto es, en lugar de plantear "por qué los chicos y las chicas de este grado se llevan mal", presentar situaciones (complejas y verosímiles, insistimos) en las que la relación entre varones y mujeres sea 176 presentada de un modo problemático. Es importante que dichas situaciones sean introducidas de tal forma que los chicos no piensen que se trata de un simple rodeo que damos para hablar sobre su propio conflicto. Si se trabaja correctamente, la ficcionalización les permitirá tomar cierta distancia para poder reflexionar juntos, en lugar de ocuparse de tomar posición frente a quienes consideran sus adversarios. c) Las fuentes de las "situaciones" Como ya hemos señalado, las situaciones con las que vamos a trabajar no son algo dado sino que son construcciones que los alumnos o el docente realizan. Para poder hacerlo es necesario contar con la “materia prima” a la que luego se dará la forma de una situación. Esta materia puede provenir de diferentes lugares. Los más frecuentes son: Los medios de comunicación. Probablemente se trate de la fuente de información más empleada en los "trabajos sobre valores" que parecen próximos al nuestro. La masividad del mensaje mediático permite llegar rápidamente al establecimiento de un sentido común a todos los miembros del grupo. También cuenta con un formato narrativo que usualmente emplea términos y modismos fácilmente comprensibles. No siempre está presente, en cambio, la característica de verosimilitud que pedíamos para nuestras situaciones: el afán por impactar o por presentar algo fuera de lo común suele llevar a los medios a hacer de todo suceso algo extraordinario. Abundan los héroes, los "esfuerzos sobrehumanos", las catástrofes, etcétera. En relación con esto, quienes protagonizan las noticias (o las tiras novelescas) frecuentemente aparecen como representando un estereotipo: el "humilde", el discriminado, el criminal, etcétera. En el fondo queda la impresión de que los protagonistas son intercambiables y su función es, simplemente, la de cumplir con un libreto que los precede y que se repite de noticia en noticia. Pero, probablemente, las características más lesionadas aquí sean aquellas que requerían de ausencia de moraleja (o de presión para restringir exageradamente las posibilidades interpretativas) y de la presencia de cierta complejidad. Detrás de cada noticia hay intereses económicos y políticos que 177 suelen pesar más que la mera inquietud informativa que se pregona. Sobre esta cuestión hay una vasta bibliografía. Aquí nos limitaremos a sostener que no se puede llegar al mensaje mediático desde la ingenuidad de la "transparencia". Los programas informativos tanto como -o más que- los de entretenimiento se sostienen por un importante aparato de producción: las noticias, los concursos, los reality shows, no reproducen la realidad, la producen. En esta producción hay diversos criterios que se toman en cuenta, pero uno fundamental es el de las "expectativas del espectador medio".33 El producto se crea pensando en que pueda interesarle o resultarle agradable al mayor número posible de espectadores (lectores, oyentes, etc.). Esto hace que "complejidad" sea una expresión poco atractiva para los realizadores. Las noticias (o conflictos pasionales, por ejemplo, en el caso de las novelas) tienen que ser presentadas del modo más simple posible aunque los sucesos que haya detrás no lo sean. Por todo lo dicho, cuando se selecciona una información mediática para construir una situación discutible conviene tener ciertas precauciones. Veamos algunas de ellas. Cruzar la información desde medios diferentes. Es decir, confrontar la presentación de la misma noticia en medios diversos (distintos diarios, noticieros televisivos o radiales, páginas de Internet). Esto permite, hasta cierto punto (ya que diversos medios pueden -y suelen hacerloresponder a intereses comunes), destejer la trama tendenciosa, percibir segundas intenciones, tomar nota de la "línea editorial" del medio. Es importante no perder de vista que el objetivo de nuestro trabajo no es el de realizar un análisis exhaustivo de los medios de comunicación (cosa que los chicos podrán realizar en otras asignaturas, como lengua o comunicación), sino deconstruir la noticia para neutralizar en la medida Al respecto sostiene el especialista en medios Jesús González Requena: “El discurso televisivo tal y como existe en las sociedades que se autodenominan `democráticas` conoce solo un criterio para la elección de los materiales -los fragmentos- que lo articulan: la satisfacción del deseo audiovisual del espectador medio. Ahora bien, tal deseo audiovisual posee una bien precisa inscripción económica, en la medida en que de él depende la reproducción económica de las instituciones emisoras. Hoy las instituciones televisivas configuran sus programaciones atendiendo a un único criterio que es, además, un criterio propiamente económico: garantizar la máxima rentabilidad, maximizar beneficios” (El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad, Madrid, Catedra, 1988, pág. 52). 33 178 de lo posible alguna de sus tendencias ocultas. Ni siquiera se trata de que, una vez explicitada la línea editorial del medio, se espere que los chicos se opongan a ella o que puedan ubicarse en una posición "neutra". Bien puede suceder que algunos chicos descubran que comparten la línea de un diario o que asuman una que no está en ninguno. Lo principal es que la decisión que vayan tomando en relación con este tema sea producto de la reflexión y no de una adhesión o rechazo acríticos. Buscar alguna versión no mediática de la noticia. En numerosos casos, especialmente en las noticias de "interés general", "cultura" o "sociedad", es relativamente sencillo ampliar la información que brindan los medios mediante un llamado telefónico, una visita o entrevista, un mensaje por correo electrónico. Comparar la información con situaciones semejantes vividas por los alumnos. Esto permitirá acentuar la noción de complejidad y facilitará el compromiso con la discusión. No es lo mismo para un chico discutir sobre algo que no puede ni siquiera imaginar -o que sólo puede concebir desde el lugar de espectador- que sobre algo que en algún punto se acerca a su experiencia. Protagonistas directos de experiencias no mediatizadas. Se trata aquí de aprovechar el relato de los propios protagonistas del hecho. Éstos pueden buscarse entre los familiares de los chicos, los vecinos de la escuela, etcétera. Por ejemplo, si se va a hablar de la seguridad (como un valor de nuestros días), se puede buscar el testimonio de policías, cerrajeros, alguna persona asaltada, un abogado, un (ex)ladrón. Al igual que en el punto anterior, es importante no olvidar que el relato provendrá de un sujeto comprometido con el acontecimiento y, por lo tanto, habrá que tomar ciertas medidas para contextualizar lo que se narra. Textos científicos, jurídicos, ensayos en general, documentales. Hay textos o programas televisivos que se presentan bajo la categoría de "no ficción" y que sugieren que son portadores de una verdad 179 aséptica y neutra. Si presentamos estos "textos autorizados" es, en cierto modo, para desautorizarlos o por lo menos poner a prueba esa autoridad al confrontarlos con algunas posturas contradictorias o en tensión con ellos. Ficciones. Cuentos, novelas, películas pueden muy bien servir como material para construir una situación discutible. En muchos casos, la ficción permite un involucramiento mucho más fuerte y una perspectiva más sólida del tema abordado que los textos ensayísticos. Aquí habrá que tener la precaución de recordar que el carácter ficcional del soporte empleado suele implicar una pérdida de generalidad que muchas veces no se percibe debido al "efecto de verdad" que la ficción produce.34 d) Tipos de situaciones. Próximas y lejanas. El material empleado para construir una situación puede provenir tanto de experiencias cercanas como lejanas en el tiempo y el espacio. Una experiencia próxima brinda mayores posibilidades de involucrar rápidamente a los chicos, ya que su sensación es la de que se trata de un trabajo "útil" porque les permite tener una visión más rica de su propio entorno. Pero también es interesante trabajar con experiencias distantes. Porque, contra lo que en una primera impresión puede pensarse, ese tipo de experiencias no desvía a los chicos de la consideración de la realidad sino que les permite ampliarla. Porque, insistimos, la realidad no es algo dado, no es algo que exista de forma independiente al sujeto que habita en ella, sino que es producto de un juego entre sujeto y objeto. La filosofía y la psicología se han ocupado extensamente de esta cuestión; la cantidad de posturas al respecto es realmente amplia. Sin entrar en demasiados detalles por considerar que no es éste el lugar para hacerlo, vamos a admitir aquí nuestra simpatía por aquellas que sostienen que la 34 Richard Rorty ha insistido en la importancia de adoptar a las ficciones como el principal recurso para abordar cuestiones éticas. El efecto que produce la lectura de autores como Orwell o Nabokob es, según el pragmatista norteamericano, mucho mayor que el que puede tener lugar tras la lectura de un texto filosófico: “La novela, el cine y la televisión poco a poco, pero ininterrumpidamente, han ido remplazando al sermón y al tratado como principales vehículos del cambio y del progreso moral” (Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona, 1991, pág. 18). 180 realidad es el resultado -dinámico- de algo que el sujeto recibe de un modo casi pasivo y de algo que él introduce.35 Lo que el sujeto hace es, fundamentalmente, darle significado a aquello que recibe. De aquí la importancia de que nuestro trabajo no quede reducido a la consideración de la "actualidad" y de la proximidad espacial. Ampliar nuestro campo de trabajo conlleva la posibilidad de permitirles a los chicos que zonas de la historia o de la vida social que para ellos no existían por no tener ningún grado de significatividad pasen a formar parte de su realidad. Dicho de otro modo, no ceder ante el empobrecimiento de la realidad que nos proponen los medios -y a través suyo la economía- acaso sea una de las tareas más importantes que se nos plantea hoy a los docentes. Experiencias "grandes" y "pequeñas". El estilo "primera plana" de los diarios parece constituir cada vez con mayor fuerza el criterio para evaluar la relevancia de un acto: "grande" y "relevante" están llegando a convertirse en sinónimos. Incluso el término "acontecimiento" parece patrimonio exclusivo de "grandes" situaciones. En esto los creativos publicitarios tienen también una inmensa responsabilidad. Las publicidades han logrado hacer de cualquier trivialidad un "gran acontecimiento".36 Como sabemos, la vida no siempre -más bien pocas veces- transita por el sendero de lo extraordinario. Historias mínimas hacen a nuestra cotidianidad. Con estas consideraciones no estamos proponiendo abolir la distinción en cuanto a la magnitud de un suceso, sino que aprendamos a tomarla de un modo crítico. ¿Qué hace grande a un acontecimiento? ¿La cantidad de personas a las que afecta? ¿Alguna característica especial de quien o quienes la protagonizan? ¿La medida en que afecta al futuro de las personas? Éstas 35 La deliberada vaguedad de estas consideraciones nos permite incluir en una misma postura a corrientes tan diversas como la hermenéutica, la filosofía kantiana, el posestructuralismo, el constructivismo, etcétera. 36 Juan A. Magariños de Morentín plantea que “la tarea del creativo consiste en mostrar la diferencia dramática entre cómo es y cómo se vive en el mundo sin el producto que se publicita y/o cómo es y cómo se vive en el mundo con dicho producto. Primera creación del mundo, a cargo del creativo: después del texto publicitario, hay una cosa más, cargada de significación (el producto transformado en signoproducto), que antes no existía porque no era significativa. Segunda creación del mundo, a cargo del creativo: después del texto publicitario, hay una nueva manera de vivir en el mundo y una forma más de ser humano” (El mensaje publicitario, Buenos Aires, Hachette, 1984, pág. 70). 181 son algunas de las preguntas que podemos hacernos frente a un hecho "grandioso". Veremos que muchos dejan de serlo ante el primer análisis. Al mismo tiempo, es importante que los chicos adviertan la relevancia que las historias mínimas, cotidianas, tienen para su vida y las de quienes los rodean. Es más fácil (pero posiblemente menos útil y rico) hablar del "hambre del mundo" que del de mi vecino de la otra cuadra. Es necesario rescatar la importancia que lo cotidiano ha perdido merced a la hiperrealidad mediática, aunque debamos tener presente que esto no significa desestimar lo "grande" reduciéndolo en cualquier caso a lo pequeño. No puede equipararse la guerra entre dos países con la violencia que puede tener lugar entre dos alumnos en el patio de la escuela. Lo que aquí estamos sosteniendo es que se trate el tema de la guerra con el suficiente cuidado para no simplificar excesivamente la cuestión y, al mismo tiempo, que no se descuide el abordaje del tema de la violencia en el patio. e) Cómo construir una situación En la construcción de una situación discutible suelen estar presentes los siguientes pasos: Elección del tema. La elección del tema se realiza a partir de una suerte de "menú" en el que, a principio de año o de trimestre, se propone una amplia lista de cuestiones relacionadas con los valores (recordemos aquí que estamos entendiendo "valores" como "aquello que desde distintas corrientes se sostiene que debe ser valorado, VD, y, al mismo tiempo, como aquello que de hecho aparece como valioso en nuestra sociedad", VH). De esa lista -o de alguna propuesta hecha por los alumnos- se seleccionan los temas que van a tratarse a lo largo del trimestre y se organiza un cronograma tentativo que deberá ajustarse luego en función de la cantidad de clases que demande cada tema. Selección de la perspectiva desde la cual enfocar la situación. A partir del tema elegido, en la primera de las clases se pide a los alumnos que formen grupos para pensar desde qué perspectiva quieren abordarlo. La cantidad de tiempo destinado a este momento del trabajo varía en función del tema; usualmente demanda una hora de clase 182 completa. El docente puede orientar a los alumnos si así lo requieren, pero cuidando de que exista por parte de ellos un compromiso real con la actividad (es decir, procura distinguir un pedido de ayuda producto de un ocasional vacío de ideas de aquel que pudiera surgir como búsqueda de un camino fácil y cómodo para resolver una tarea escolar, incluso en esos casos, su intervención deberá ser lo más vaga posible, de modo que sean los alumnos quienes logren plasmar una perspectiva propia). 2. Presentación de las situaciones La presentación de la situación es esencial para el trabajo posterior. Un muy buen trabajo de selección y organización de la información puede malograrse si la presentación no está a su altura. De modo inverso, una buena presentación puede hacer que un trabajo previo, que en sí mismo pudiera haber parecido no demasiado elaborado, consiga dar muy buenos resultados. No hay que olvidar que lo central de esta actividad consiste en proporcionar un buen punto de partida para el resto del trabajo. Por ello, la presentación tiene que ser: a) Clara. Todos deben entender perfectamente aquello que se presenta. Si se trata de material grabado, deberá atenderse a que el sonido se capte perfectamente y que luego pueda reproducirse de un modo adecuado. Si no hay condiciones apropiadas para ello, lo mejor será utilizar otro recurso. Lo mismo deberá tenerse en cuenta con el empleo de carteles, fotografías, videos, etcétera. b) Movilizadora. Es importante que pueda captar la atención de todos los chicos. Se cuidará de que se empleen múltiples recursos y modalidades (teatralización, títeres, historietas con afiches, grabaciones de audio o video, etc.). 3. Problematización Una vez presentada la situación, los chicos definen qué aspecto de ella van a discutir. El modo más frecuente de llevarlo a cabo es a través de la formulación de preguntas "abiertas"37 (que no se cancelan con una respuesta afirmativa o negativa, que pueden dar lugar al intercambio entre posturas diferentes), que 37 Para profundizar acerca de las características y relevancia de las preguntas abiertas en la investigación filosófica, sugerimos la lectura de “La dinámica de la comunidad de indagación”, en Splitter, L., Sharp, A., La otra educación, Buenos Aires, Manantial, 1996. 183 poseen como requisito excluyente el tener que reflejar auténticamente el interés de quienes las formulan (que quieran responderlas, que crean que pueden responderlas, que los alumnos no crean conocer de antemano una respuesta "definitiva"). No se trata -y los chicos deben saberlo- de hacer "preguntas inteligentes" (en el sentido de "importantes") o "difíciles", sino, fundamentalmente, de preguntas acerca de las cuales los chicos tengan deseos de investigar. Refiriéndose a la importancia de la problematización en Filosofía para Niños, David Kennedy señala: "La experiencia superlativa de la comunidad de cuestionamiento e investigación es la clara sensación de que el sentido ha sido intensificado al ser confrontado con un problema que no es un mero ejercicio, sino que llama genuinamente la atención. La comunidad de cuestionamiento e investigación es un lugar aparte, en el que hemos llegado juntos a experimentar esta crisis de sentido. Es el espacio de problematización, de cuestionamiento, de cambio, donde la falta de comprensión, la ausencia parcial de sentido que habita aun lo más familiar y conocido, ya no es rutinariamente suprimida sino elevada como aquello en lo que más nos fijamos. Esto requiere cierto coraje, renuncia y habilidad para resistir. Hace del espacio gnoseológico, psicológico y social de la comunidad de cuestionamiento e investigación un lugar extraordinario, un lugar de agon del que salimos modificados".38 El hecho de que se trate de preguntas permite acotar -sin cerrarla- la perspectiva de abordaje de la cuestión y detectar de un modo más claro cuál es el interés específico de los chicos. Además, suele resultar más sencillo comenzar una discusión cuando se responden preguntas que cuando se intenta hacerlo sobre "temas", frases o palabras disparadoras. Pensándolo más allá del ámbito escolar, el hecho de que los chicos se habitúen a formular preguntas de esta clase (preguntas "filosóficas") los ayudará a asumir una postura menos pasiva ante lo que su entorno 38 David Kennedy, “Las cinco comunidades”, en ¿Qué es filosofía para niños? ob. cit., pág. 215. 184 (fundamentalmente los medios) les ofrecen. El cuestionamiento, la pregunta reflexiva es el primer paso para lograr un pensamiento crítico. La agenda con las preguntas se escribe en el pizarrón o en un papel afiche para permitir que cada alumno pueda verlas a todas (hay que evitar el vicio de que sea el docente quien tenga las preguntas anotadas y que sea él quién se las recuerde a los alumnos; la visualización es muy relevante para una elección reflexiva y, durante la discusión, suele servir como punto de anclaje o de referencia para reencauzar itinerarios confusos); junto a cada pregunta se coloca el nombre de quien la formuló, de modo que haya un responsable por ella. 4. Discusión La discusión constituye un momento central del trabajo. Por ello vamos a dedicar varios apartados a avanzar en su definición. a) ¿Cómo se llega a una buena discusión? Una vez que la agenda ha quedado conformada, se procede a la elección de la pregunta a discutir. Son los propios alumnos quienes deciden cuál de todas las preguntas planteadas es la que consideran más apropiada para comenzar con la discusión. El docente se limita a pedir los criterios que han acompañado esa decisión y a ayudarlos a evaluar cuál es el más conveniente. Puede suceder también que distintas preguntas apunten a una misma cuestión específica, en cuyo caso se las agrupará y se las considerará en bloque. Concluida la elección de la pregunta, se invita a algún alumno a responderla. Si la pregunta de partida es muy general o demasiado compleja como para comenzar por ella, el docente puede sugerir alguna pregunta auxiliar que facilite el tratamiento de la formulada por los chicos. Esta pregunta auxiliar deberá tener un grado de generalidad mínimo para posibilitar que todos estén en condiciones de brindar diversas respuestas. A medida que los alumnos comienzan a responder, el docente introduce las herramientas mencionadas en el capítulo anterior, de manera que lo que cada cual expresa pueda ser puesto al servicio de la construcción de un conocimiento comunitario. 185 La tarea central del docente, en este momento de la clase, consiste en cuidar y sostener los procedimientos necesarios para que la discusión filosófica tenga lugar, poniendo especial atención en no intervenir en cuestiones conceptuales. En relación con los conceptos se limita siempre a preguntar y no realiza afirmaciones -ni siquiera empleando "preguntas retóricas" que son modos encubiertos de afirmar-. Además de las preguntas "de habilidades" ligadas a las herramientas, el docente realiza otras que están más cerca de los contenidos conceptuales. Son las preguntas que con anterioridad a la clase formula en los "planes de discusión". Debido a la importancia de estas preguntas, les hemos dedicado un apartado especial más adelante. Cuando los chicos -o la intuición del docente- muestran que el interés por el camino desarrollado a partir de una pregunta está provisoriamente agotado, se pasa a elegir un nuevo punto de partida. La cantidad de preguntas tratadas dependerá del tiempo disponible. Las que queden sin discutir, se podrán trabajar en una clase siguiente. b) Qué no es una buena discusión El momento de la discusión en la clase no es: un espacio para que los chicos "se expresen". Evidentemente, necesitamos que los chicos expresen sus pensamientos para poder trabajar sobre ellos. Pero, justamente, la expresión es una condición necesaria para el resto del trabajo, no una condición suficiente. Porque lo que pretendemos no es que exista, simplemente, un intercambio de opiniones, sino que los chicos sean capaces de cooperar en una investigación que les permita construir un conocimiento en relación con los valores. Aquí hay un contenido y un enfoque que deben ser trabajados cuidadosamente para poder dar sus frutos. Por ello los chicos y el docente tienen que tener claro que este espacio existe para que investiguen y no para que se conformen con compartir superficialmente sus puntos de vista. un espacio para resolver "conflictos éticos puntuales". Hemos visto que en numerosas ocasiones el "trabajo sobre los valores" queda 186 reducido a un discurso para zanjar conflictos entre los alumnos. Usualmente, esas intervenciones concluyen con algún tipo de "solución intermedia" que deja la menor disconformidad posible a ambos contendientes. Si bien reconocemos la importancia que puede tener un trabajo semejante en una institución, también nos parece importante enfatizar que ése no es el objetivo de nuestra propuesta. Es verdad que hay cierta confianza en que trabajar los valores desde la construcción de la valoración, desde el tratamiento crítico de los valores ofrecidos y de los hábitos comunitarios mejorará la relación entre los chicos, disminuyendo los conflictos que puedan suscitarse entre ellos. Pero para conseguir esto es necesario sostener a lo largo del tiempo el trabajo en contenidos específicos. Si nos dejamos llevar por la premura de los conflictos cotidianos, difícilmente podamos encarar un trabajo serio y a largo plazo. algo semejante a un panel de "opinadores" mediáticos. En algunos casos, los docentes coordinan una discusión a semejanza de conductores televisivos que conversan con un panel de participantes que vuelcan sus opiniones sobre los temas más variados y con las menores competencias. Pero la opinión -al menos así es considerada desde hace más de dos mil quinientos años por la filosofía- es una expresión ligera, rápida, hecha sin reflexión y sin contar con un fundamento. En consecuencia, lo que aquí pretendemos no es que los chicos opinen sino que digan lo que piensan, que reflexionen sobre ello, que analicen en qué se basan para decirlo. un espacio de lucha entre competidores, sino un espacio de construcción cooperativa. No se trata de vencer al otro, sino de pensar con él. En toda buena discusión hay una transformación en los interlocutores. Sea porque son llevados por ella a abandonar o modificar su posición original, sea porque aún manteniéndola la ven fortalecida al hacer frente a cuestionamientos o al tener que ponderar posibilidades no pensadas antes. c) Discusiones y buenas discusiones 187 Apoyándonos en un desarrollo de Lipman, Sharp y Oscanyan 39, vamos a establecer una distinción entre "meras discusiones" y "buenas discusiones”. En una mera discusión, cada miembro de un grupo tiene posibilidades de opinar, para dar una posición ligera acerca de cualquier cuestión que se plantee, pero no tiene posibilidad de fundamentar o no se detiene a explicar en qué basa dicha opinión. En muchos casos, ni siquiera se consigue esto, ya que suele haber una jerarquía implícita, pero más o menos fuerte, que hace que no todos estén en condiciones reales -aunque lo estén formalmente- de explicitar su postura. Además, el hecho de que las diferentes opiniones no se crucen entre sí hace imposible la construcción de un entramado común, de un tejido, un texto, en el que pueda apreciarse un avance cognoscitivo. El que puede dice lo suyo, los demás escuchan y esperan su oportunidad para hablar, pero sin tener en cuenta lo que el miembro anterior ha dicho. Más que por diálogos, estas conversaciones suelen estar formadas por una multitud de monólogos que poco y nada tienen que ver entre sí (aun cuando se refieran a un mismo tema). "Una buena discusión -sostienen los autores- es acumulativa; cada contribución es, en efecto, una línea de fuerza o un vector que converge con las otras y es orquestada con ellas. El que haya completo acuerdo o desacuerdo al cierre del episodio tiene poca importancia; lo que importa es que las contribuciones de cada participante se relacionan y se refuerzan unas a otras conforme cada participante aprende a partir de lo que los otros han dicho." A diferencia de lo que señalábamos en el caso de la mera discusión, cuando la discusión es buena los participantes advierten que ha habido algún tipo de avance, que algo se ha descubierto o construido, que no están en las mismas condiciones en las que se encontraban al inicio de la discusión. A esto contribuye, en gran medida, el empleo por parte del docente y de los alumnos de las herramientas que ponen en juego habilidades del pensamiento. Pero que haya un avance no significa que no pueda haber marcha atrás en lo que se sostiene. Hay acumulación, sí, pero acumulación tanto de aciertos como 39 La filosofía en el aula, ob.cit., pág. 215. 188 de errores. Lo que se afirma hoy puede ser negado en la clase siguiente, pero siempre y cuando se den razones importantes para cambiar el planteo. No se trata aquí, tampoco, de compartir una opinión sino de poner a consideración de los demás una postura, con sus fundamentos y sus consecuencias, a fin de que en su análisis todo él grupo pueda percibir un enriquecimiento. Por todo esto puede hablarse aquí de una construcción; tras el trabajo queda un producto propio de la comunidad. Éste puede consistir en una postura compartida por todos o por la mayoría o en una diversidad de posturas debidamente fundamentadas entre las cuales hay dificultades para decidirse unánimemente. ¿Qué se ha construido en ese caso? Entre otras cosas, una visión compleja de la cuestión. Además, seguramente se habrán descartado diversas posturas iniciales o se habrán modificado antes de llegar al último planteo. Llegar a una multiplicidad de posturas no es lo mismo que concluir con una postura relativista. En el relativismo vulgar, cada postura es desvalorizada en función de que da lo mismo que cualquier otra. Aquí, en cambio, hay un importante esfuerzo por llegar a descubrir o construir una postura que sea mejor que las otras. El hecho de no poder arribar a ella a lo largo del trabajo deja abierta esa posibilidad para momentos posteriores, al mismo tiempo que garantiza que las posturas que han quedado "en carrera" han sido debidamente sometidas a prueba. Es decir, no nos conformamos con conocer cómo cree cada chico que son las cosas, sino que pretendemos ayudarlos a que puedan pensar cómo quieren que sean, a que analicen cómo creen que deben ser. En este sentido, Ann Sharp sostiene que en la comunidad de investigación "importa no sólo lo que es sino lo que debe ser a los ojos de la comunidad. Se sigue de esto que la traducción dentro de un contexto semejante establece un puente entre cómo pensamos que son las cosas y cómo pensamos que deberían ser. Peirce afirma (Selected Writings, pág. 615) que la participación en una comunidad de cuestionamiento e investigación ejerce inevitablemente una presión ética en el individuo y produce una conciencia cuya calidad va cambiando progresivamente. Los participantes 189 empiezan asentir el esfuerzo por alcanzar los ideales, un esfuerzo que exige que hagamos lo que es necesario, dentro del contexto de la comunidad, no solamente para garantizar que la investigación no se detendrá sino para que aparezca el mundo que pensamos que debería existir".40 Una pequeña digresión en relación con estos temas. Hay una noción de "respeto" muy difundida que tiende a obstaculizar el progreso en una discusión comunitaria. Suele creerse que respetar la postura de otra persona es tomar su palabra tal como ella la dice, sin modificarla ni siquiera en lo más mínimo. Esto puede suceder en una "mera discusión", en la que lo que se manejan son opiniones. En una buena discusión, respetar al otro significa poner a prueba lo que dice. Justamente porque lo respeto tengo en cuenta lo que está diciendo y quiero ver si realmente las cosas son así. Buscar objeciones, contraejemplos, analizar los supuestos en los que se sostiene un pensamiento es precisamente "respetarlo", valorarlo positivamente. A modo de síntesis de lo expuesto hasta aquí, presentamos el siguiente cuadro. Mera discusión Buena discusión No hay hilo conductor Hay un hilo conductor Se buscan opiniones Se buscan posturas fundamentadas Las perspectivas individuales no se Hay construcción comunitaria de cruzan conocimiento No hay procedimientos específicos Se emplean procedimientos filosóficos No hay acumulación Hay acumulación Sharp, A., “La ética del cuidado. La cuestión de la traducción”, en ¿Qué es filosofía para niños? ob. cit., pág. 189. 40 190 No hay progreso Hay progreso 5. Cierre La actividad de cierre oficia de "separador" entre un tema y otro. No cierra la investigación en el sentido de aportar conclusiones definitivas sobre la cuestión abordada, sino que cierra provisoriamente esa etapa de la investigación. Por ello, conviene evitar todo tipo de actividad que tienda a dejar una "única conclusión". Es bastante corriente que los docentes que hacen sus primeras aproximaciones a Filosofía con Niños manifiesten una cierta preocupación por el carácter "abierto" de las discusiones. Particularmente cuando de cuestiones éticas se trata. Aquí, donde el trabajo que estamos proponiendo es exclusivamente sobre cuestiones ligadas a los valores (recordemos que en Filosofía con Niños el tema de los valores es uno más entre muchos otros), esto se torna más frecuente aún. Sobre este tema afirma Vera Waksman: "Nos proponemos que el niño pueda pensar éticamente, es decir, que tenga en cuenta, maneje, la dimensión ética de sus acciones. La clase en la que se haya tratado un tema conflictivo desde el punto de vista del actuar no terminará en conclusión aleccionadora, ni tampoco se consensuará la mejor decisión, ni se establecerá por otros medios la mejor solución. '¿Y los chicos cómo van a saber?', seguirá preguntándose aquel maestro. Pero no se espera que 'sepan' sino que 'piensen', que puedan tener en la mano la mayor cantidad de cartas, que aprendan a prever las implicancias de sus actos, que puedan plantearse el tipo de persona que quieren ser, que se pregunten en qué tipo de mundo querrían vivir. Se podría observar, y objetar quizás, que el programa de Lipman supone una confianza casi total en la discusión racional. Esto es, existe el supuesto de que la comunidad de investigación constituye una experiencia transformadora de las personas, que el hecho de participar de una comunidad de investigación vuelve a las personas más abiertas, respetuosas y colaborativas. Es efectivamente una creencia necesaria para quienes proponemos el trabajo en comunidad de 191 investigación: se espera que participar de esta experiencia educativa aporte algo cualitativamente diferente de lo que aporta la estructura tradicional de la clase".41 Para evitar caer en las conclusiones aleccionadoras, es preferible optar por modalidades de cierre diversas; por ejemplo: pedirles a los alumnos que de modo individual realicen un balance personal acerca de cuál era su postura (o su grado de conocimiento sobre el tema) antes de realizar la investigación y cuál es al finalizarla; pedirle a algún alumno que realice una síntesis de las principales posturas sostenidas a lo largo de la investigación por los participantes, dando cuenta de los respectivos fundamentos de las posturas; pedirles que realicen, en pequeños grupos, afiches con cuadros sinópticos o mapas conceptuales en los que queden reflejadas las principales posturas sostenidas al final del trabajo; pedirles que realicen, en pequeños grupos, afiches con cuadros sinópticos o mapas conceptuales en los que quede reflejado el movimiento desde las principales posturas iniciales a las principales posturas finales; pedirles que realicen, en pequeños grupos, afiches con cuadros sinópticos o mapas conceptuales en los que queden reflejadas las principales posturas desechadas a lo largo del trabajo, explicitando los argumentos que contribuyeron a que eso sucediera; proponer una actividad que plantee un problema "de nivel superior" en relación con el tema; es decir, un problema que en su planteo tome en cuenta los avances realizados en la etapa anterior. También pueden realizarse actividades de cierre que no estén directamente vinculadas a lo conceptual sino que respondan a otros objetivos. Por ejemplo: finalizar la etapa del trabajo en un clima de alegría, que favorezca el entusiasmo de los chicos. Se pensará, entonces, en una actividad lúdica en la que se cuente con la participación de un número elevado de 41 Waksman, V., ¿Qué es filosofía para niños? ob. cit., pág. 302. 192 alumnos o con la de aquellos que tengan un grado menor de participación activa -teniendo cuidado de no explicitar esto ni de forzarlos a realizar una actividad que pueda acrecentar su temor o inseguridad-; afianzar algún contenido procedimental o actitudinal apropiado para nuestro trabajo. La actividad podrá consistir en alguna dinámica grupal en la que se ponga en juego el contenido correspondiente; evaluar algún aspecto procedimental o actitudinal. Por ejemplo, el grado de participación activa de los alumnos; la actitud del profesor durante la clase; el ritmo de la clase; el grado de escucha por parte de los alumnos; etcétera. En relación con este último objetivo, el evaluativo, Angélica Sátiro sostiene: "En su sentido etimológico, la palabra 'pensar' viene de sopesar y significa 'poner en la balanza' para evaluar el peso de algo. En este sentido, en alguna medida, pensar es evaluar. Por tanto, si queremos que nuestros alumnos piensen bien será necesario que evalúen bien. Aprender a pensar por uno mismo, en forma autónoma, precisa entonces del aprender a evaluar por uno mismo, del aprender a evaluar en forma autónoma".42 Ahora bien, evaluar no es sinónimo de calificar. En realidad, cuando calificamos hacemos una traducción de un concepto evaluativo a un número. Sin advertirlo, lo que estamos realizando es una analogía en la que comparamos el rendimiento de una persona o de un grupo con una escala numérica. Lo que Sátiro propone es abrir esta posibilidad de evaluación analógica para llevarla más allá de la comparación con los números. Así, por ejemplo, si pretendemos evaluar el grado de participación activa en la clase, podemos llevar al aula algunas láminas o fotografías en las que distintas personas estén desarrollando una actividad. Podemos buscar fotos en las que se vea a una persona trabajando sola; otra en la que haya varias colaborando; otra en la que se vea a algunos trabajando juntos y a otros aburriéndose; etc., y pedirles a los chicos que elijan la figura que crean que representa mejor el trabajo que realizamos A. Sátiro, “Evaluar la filosofía con niñas y niños: ideas y propuestas de trabajo”, en ¿Qué es filosofía para niños?, Buenos Aires, Of. de publicaciones CBC, 1997, pág. 133. 42 193 ese día. Si lo que queremos evaluar es el clima que hubo en la clase, podemos llevar un casete que tenga diferentes sonidos grabados (bocinas de autos; canto de pájaros; un pasaje de un tango de Piazzola; un trozo de un rock: etc.). También suelen dar buenos resultados las analogías con animales. Para evaluar el ritmo de la clase, podemos pedirles a los chicos que se imaginen con qué animal puede compararse la clase del día (se puede dejar abierta la pregunta o plantear opciones: caracol, elefante, caballo, etc.). "El razonamiento analógico -sostiene Sátiro- amplía y expande la capacidad de percibir diferentes tipos de relaciones. En tal sentido, si comprendemos al ser humano como un ser de relaciones precisaremos desarrollar el razonamiento analógico como un modo que auxilia la comprensión de uno mismo y de su lugar en el mundo. " 194 La evaluación Antoni Zabala Vidiella Habitualmente, cuando se habla de evaluación se piensa, de forma prioritaria e incluso exclusiva, en los resultados obtenidos por los alumnos. Hoy en día, este sigue siendo el principal punto de mira de cualquier aproximación al hecho evaluador. El profesorado, las administraciones, los padres y los propios alumnos se refieren a la evaluación como el instrumento o proceso para valorar el grado de consecución de cada chico y chica en relación con unos objetivos previstos en los diversos niveles escolares. Básicamente, la evaluación se considera como un instrumento sancionador y calificador, en el cual el sujeto de la evaluación es el alumno y sólo el alumno, y el objeto de la evaluación son los aprendizajes realizados según unos objetivos mínimos para todos. Así mismo, ya hace mucho tiempo que, desde la literatura pedagógica, las declaraciones de principios de las reformas educativas emprendidas en diferentes países y desde los colectivos de enseñantes más inquietos, se proponen formas de entender la evaluación que no se limitan a la valoración de los resultados obtenidos por los alumnos. El proceso seguido por los chicos y chicas, el progreso personal, el proceso colectivo de enseñanza/aprendizaje, etc., aparecen como elementos o dimensiones de la evaluación. De este modo, es posible encontrar definiciones de evaluación bastante diferentes y, en muchos casos, bastante ambiguas, cuyos sujetos y objetos de estudio aparecen de manera confusa e indeterminada. En algunos casos el sujeto de la evaluación es el alumno, en otros lo es el grupo-clase, o incluso el profesor o profesora o el equipo docente. En cuanto al objeto de la evaluación, a veces es el proceso de aprendizaje seguido por el alumno o los resultados obtenidos, mientras que otras veces se desplaza a la propia intervención del profesorado. Para dilucidar el alcance de las diferentes definiciones puede ser útil hacer un cuadro de doble entrada que contenga, por un lado y por separado, el proceso de enseñanza/aprendizaje individual que sigue cada alumno y, por el otro lado y para cada uno de ellos, los posibles objetos y sujetos de la evaluación. En La práctica educativa. Cómo enseñar, España, Graó, 2005, pp. 203-231. 195 En el Cuadro 1 podemos ver que toda intervención educativa en el aula se articula en torno a unos procesos de enseñanza/aprendizaje que pueden analizarse desde diferentes puntos de vista. Fijémonos, en primer lugar, en el proceso que sigue cada alumno. En este caso se puede distinguir la manera en que el chico o chica está aprendiendo de lo que hace el profesor/a para que aprenda, es decir, el proceso de enseñanza. A pesar de que enseñanza y aprendizaje se encuentran estrechamente ligados y forman parte de una misma unidad dentro del aula, podemos distinguir claramente dos procesos evaluables: cómo aprende el alumno y cómo enseña el profesor o la profesora. Por lo tanto, tenemos dos sujetos de la evaluación, lo que podríamos denominar una doble dimensión, aplicable también al proceso que sigue todo el grupo-clase. Cuadro 1 PROCESO INDIVIDUAL Sujeto Alumno/a Profesor/a ENSENANZA/APRENDIZAJE Objeto Proceso aprendizaje Proceso PROCESO GRUPAL Sujeto Grupo-clase Equipo ENSEÑANZA/APRENDIZAJE Objeto Proceso docente Proceso aprendizaje enseñanza enseñanza No obstante, las definiciones más habituales de la evaluación remiten a un todo indiferenciado que incluye procesos individuales y grupales, el alumno o la alumna y el profesorado. Este punto de vista es plenamente justificable, ya que los procesos que tienen lugar en el aula son procesos globales en que es difícil, y seguramente innecesario, separar claramente los diferentes elementos que los componen. Pero, dado que nuestra tradición evaluadora se ha centrado exclusivamente en los resultados obtenidos por los alumnos, es conveniente darse cuenta de que al hablar de evaluación en el aula se puede aludir particularmente a alguno de los componentes del proceso de enseñanza/aprendizaje, como a todo el proceso en su globalidad. Tal vez la pregunta que nos permita dilucidar en cada momento cual debe ser el objeto y sujeto de la evaluación sea aquella que corresponda a los mismos 196 fines de la enseñanza: ¿por qué tenemos que evaluar? Seguramente, a partir de la respuesta a dicha pregunta surgirán otras, como por ejemplo, qué se tiene que evaluar, a quién hay que evaluar, cómo se debe evaluar, cómo tenemos que comunicar el conocimiento obtenido mediante la evaluación, etc. En este capítulo nos formularemos estas cuestiones e intentaremos encontrar respuestas. Puesto que se trata de un tema polémico que puede enfocarse desde diferentes perspectivas, no pretendemos aportar soluciones definitivas sino coherentes con los marcos de referencia que hemos ido adoptando. ¿A quién y qué se debe evaluar? Los sujetos y los objetos de la evaluación Al igual que en otras variables de la enseñanza, y como ya hemos manifestado reiteradamente en otros apartados de este libro, muchos de los problemas de comprensión de cuanto sucede en las escuelas no se deben tanto a las dificultades reales como a los hábitos y costumbres acumulados de una tradición escolar cuya función básica ha sido selectiva y propedéutica. En una concepción de la enseñanza centrada en la selección de los alumnos más preparados para continuar la escolarización hacia los estudios universitarios, es lógico que el sujeto de evaluación sea el alumno, y que se consideren objeto de la evaluación los aprendizajes alcanzados respecto a las necesidades que se han establecido como futuras -las universitarias. De esta forma se prioriza una clara función sancionadora: calificar y sancionar desde pequeños a aquellos que pueden triunfar en esta carrera hacia la universidad. Ahora bien, podemos entender que la función social de la enseñanza no sólo consiste en fomentar y seleccionar a los que "valen más" para la universidad, sino que abarca otras dimensiones de la personalidad. Cuando la formación integral es la finalidad principal de la enseñanza y, por consiguiente, su objetivo es el desarrollo de todas las capacidades de la persona y no sólo las cognitivas, muchos de los supuestos de la evaluación cambian. En primer lugar, y esto es muy importante, los contenidos de aprendizaje a valorar no serán únicamente los contenidos asociados a las necesidades del camino hacia la universidad, sino que también habrá que tener en consideración los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales que promuevan las 197 capacidades motrices, de equilibrio y de autonomía personal, de relación interpersonal y de inserción social. Una opción de esta naturaleza implica un cambio radical en la manera de concebir el hecho evaluador, puesto que el punto de vista ya no es el selectivo, ya no consiste en ir separando a los que no pueden superar los distintos listones, sino en ofrecer a cada uno de los chicos y chicas la oportunidad de desarrollar en el mayor grado posible todas sus capacidades. El objetivo de la enseñanza no centra su actuación en unos parámetros finalistas para todos, sino en las posibilidades personales de cada uno de los alumnos. El problema no radica en cómo conseguir que el máximo de chicos y chicas logren el acceso a la universidad, sino en cómo conseguir desarrollar al máximo todas sus capacidades, y entre ellas, evidentemente, las necesarias para llegar a ser buenos profesionales. Todo esto comporta cambios substanciales en los contenidos de la evaluación y en el carácter y la forma de las informaciones que deben proporcionarse acerca del conocimiento que se tiene de los aprendizajes realizados en relación con las capacidades previstas. Por el momento, digamos únicamente que se trata de informaciones complejas que no concuerdan con un tratamiento estrictamente cuantitativo; hacen referencia a valoraciones e indicaciones personalizadas que raramente pueden traducirse en las notas y calificaciones clásicas. Evaluación formativa: inicial, reguladora, final e integradora La toma de posición respecto a las finalidades de la enseñanza en torno a un modelo centrado en la formación integral de la persona comporta cambios fundamentales, especialmente en los contenidos y el sentido de la evaluación. Además, cuando en el análisis del hecho evaluador introducimos la concepción constructivista de la enseñanza y el aprendizaje como referente psicopedagógico, el objeto de la evaluación deja de centrarse exclusivamente en los resultados obtenidos y se sitúa prioritariamente en el proceso de enseñanza/aprendizaje, tanto del grupo-clase como de cada uno de los alumnos. Por otro lado, el sujeto de la evaluación no solo se centra en el alumno, sino también en el equipo docente que interviene en el proceso. Como hemos podido observar, procedemos de una tradición educativa prioritariamente uniformadora, que parte del principio de que las diferencias 198 entre los alumnos de las mismas edades no son motivo suficiente para cambiar las formas de enseñanza, sino que constituyen una evidencia que certifica la función selectiva del sistema y, por lo tanto, su capacidad para escoger a los mejores. La uniformidad es un valor de calidad del sistema, ya que es lo que permite reconocer y validar a los que sirven. Es decir, son buenos alumnos aquéllos que se adaptan a una enseñanza igual para todos; no es la enseñanza la que debe adaptarse a las diferencias de los alumnos. El conocimiento que tenemos sobre cómo se producen los aprendizajes pone de manifiesto la extraordinaria singularidad de dichos procesos, de tal manera que cada vez es más difícil establecer consignas universales más allá de la constatación de estas diferencias y singularidades. El hecho de que las experiencias vividas constituyan el valor básico de cualquier aprendizaje obliga a tener en cuenta la diversidad de los procesos de aprendizaje y, por consiguiente, la necesidad de que los procesos de enseñanza, y especialmente los evaluadores, no sólo los contemplen, sino que los tomen como eje vertebrador (Cuadro 2). Cuadro 2 Función social Objeto Sujeto Referente Valoración Informe Disciplinas Sanción y aprendizaje Selectiva y propedéutica Resultados Alumnado Uniformador y Cuantitativo transmisivo Formación integral Alumnado/ Proceso At. diversidad y constructivo profesorado Capacidades Ayuda Descriptivo/interpretativo 199 Bajo una perspectiva uniformadora y selectiva, lo que interesa son unos resultados conformes a unos niveles predeterminados. Cuando el punto de partida es la singularidad de cada alumno, es imposible establecer niveles universales. Aceptamos que cada alumno llega a la escuela con un bagaje determinado y diferente en relación con las experiencias vividas, según el ambiente sociocultural y familiar en que vive, y condicionado por sus características personales. Esta diversidad obvia comporta la relativización de dos de las invariables de las propuestas uniformadoras -los objetivos y los contenidos, y la forma de enseñar- y la exigencia de ser gestionadas en función de la diversidad del alumnado. Por lo tanto, la primera necesidad del enseñante es poder responder a las preguntas: ¿Qué saben los alumnos en relación a lo que les quiero enseñar? ¿Qué experiencias han tenido? ¿Qué son capaces de aprender? ¿Cuáles son sus intereses? ¿Cuáles son sus estilos de aprendizaje? En este marco la evaluación ya no puede ser estática, de análisis de resultados, sino que se convierte en un proceso. Y una de las primeras fases del proceso consiste en conocer lo que cada uno de los alumnos sabe, sabe hacer y es, y que puede llegar a saber, saber hacer o ser, y cómo aprenderlo. La evaluación es un proceso en el que su primera fase se denomina evaluación inicial. El conocimiento de lo que cada alumno sabe, sabe hacer y cómo es, es el punto de partida que debe permitirnos, en relación con los objetivos y contenidos de aprendizaje previstos, establecer el tipo actividades y tareas que tienen que facilitar el aprendizaje de cada chico y chica. Así pues, nos proporciona pautas para definir una propuesta hipotética de intervención, la organización de una serie de actividades de aprendizaje que, dada nuestra experiencia y nuestro conocimiento personales, suponemos que posibilitará el progreso de los alumnos. Pero no es más que una hipótesis de trabajo, ya que difícilmente la respuesta a nuestra propuesta será siempre la misma, ni la que nosotros esperamos. La complejidad del hecho educativo impide dar como respuestas definitivas soluciones que hayan tenido buen resultado anteriormente. No sólo son diferentes en cada ocasión los alumnos, sino que las experiencias educativas también son diferentes e irrepetibles. Esto implica que en el proceso de aplicación en el aula del plan de intervención previsto, 200 habrá que ir adecuando a las necesidades de cada alumno las diferentes variables educativas: las tareas y las actividades, su contenido, las formas de agrupamiento, los tiempos, etc. Según como se desarrolle el plan previsto y la respuesta de los chicos y chicas a nuestras propuestas, habrá que ir introduciendo actividades nuevas que comporten retos más adecuados y ayudas más contingentes. El conocimiento de cómo aprende cada alumno a lo largo del proceso de enseñanza/aprendizaje para adaptarse a las nuevas necesidades que se plantean es lo que podemos denominar evaluación reguladora. Algunos educadores, y el mismo vocabulario de la Reforma, utilizan el término de evaluación formativa. Personalmente, para designar este proceso prefiero usar el término evaluación reguladora, ya que explica mejor las características de adaptación y adecuación. Al mismo tiempo, esta opción permite reservar el termino formativo para una determinada concepción de la evaluación en general, entendida como aquella que tiene como propósito la modificación y la mejora continuada del alumno al que se evalúa; es decir, que entiende que la finalidad de la evaluación es ser un instrumento educativo que informa y hace una valoración del proceso de aprendizaje que sigue el alumno, con el objetivo de ofrecerle, en todo momento, las propuestas educativas más adecuadas. El conjunto de actividades de enseñanza/aprendizaje realizadas ha permitido que cada alumno consiguiera los objetivos previstos en un grado determinado. A fin de validar las actividades realizadas, conocer la situación de cada alumno y poder tomar las medidas educativas pertinentes, habrá que sistematizar el conocimiento del progreso seguido. Esto requiere, por un lado, constatar los resultados obtenidos - es decir, las competencias conseguidas en relación con los objetivos previstos- y, por el otro, analizar el proceso y la progresión que ha seguido cada alumno a fin de continuar su formación prestando atención a sus características especificas. A menudo el conocimiento de los resultados obtenidos se designa con el término evaluación final o evaluación sumativa. Personalmente, creo que la utilización conjunta de los dos términos es ambigua y no ayuda a identificar o diferenciar estas dos necesidades: el conocimiento del resultado obtenido y el análisis del proceso que ha seguido el alumno. Prefiero utilizar el término 201 evaluación final para hacer referencia a los resultados obtenidos y los conocimientos adquiridos, y reservar el término evaluación sumativa o integradora para el conocimiento y la valoración de todo el recorrido que ha seguido el alumno. Así esta evaluación sumativa o integradora se entiende como un informe global del proceso que, a partir del conocimiento inicial (evaluación inicial), manifiesta la trayectoria que ha seguido el alumno, las medidas específicas que se han aprendido, el resultado final de todo el proceso y, especialmente, a partir de este conocimiento, las previsiones sobre lo que hay que seguir haciendo o lo que hay que hacer de nuevo. En el Cuadro 1, al principio de este apartado, hemos situado los cuatro posibles objetos de la evaluación (proceso de aprendizaje individual, aprendizaje del grupo, enseñanza individual y enseñanza del grupo) y los cuatro sujetos de la evaluación (el alumno/a, el grupo-clase, el profesor/a y el equipo docente). En la descripción que hemos hecho de las diferentes fases evaluadoras (inicial, reguladora o formativa, final e integradora), los diferentes objetos y sujetos se confunden, ya que no queda muy claro, desde el principio, cuál es la intencionalidad evaluadora. ¿Por qué evaluar? La mejora de la práctica educativa es el objetivo básico de todo enseñante. Y esta mejora se entiende como medio para que todos los alumnos logren el mayor grado de competencias según sus posibilidades reales. La consecución de los objetivos por parte de cada alumno es un hito que exige conocer los resultados y los procesos de aprendizaje que los alumnos siguen. Y para mejorar la calidad de la enseñanza hay que conocer y poder valorar la intervención pedagógica del profesorado, de forma que la acción evaluadora contemple simultáneamente los procesos individuales como grupales. Nos referimos tanto a los procesos de aprendizaje como a los de enseñanza, ya que desde una perspectiva profesional el conocimiento de cómo aprenden los chicos y chicas es, en primer lugar, un medio para ayudarlos en su crecimiento y, en segundo lugar, es el instrumento que tiene que permitirnos mejorar nuestra actuación en el aula. 202 21 0 Esquema de evaluación formativa Evaluación inicial, planificación, regulación del plan (evaluación reguladora), evaluación final, evaluación integradora Desde una opción que contempla como finalidad fundamental de la enseñanza la formación integral de la persona, y según una concepción constructivista, la evaluación siempre tiene que ser formativa, de manera que el proceso evaluador, independientemente de su objeto de estudio, tiene que contemplar las diferentes fases de una intervención que deberá ser estratégica, es decir, que permita conocer cuál es la situación de partida en función de unos objetivos generales bien definidos (evaluación inicial); una planificación de la intervención fundamentada a la vez que flexible, entendida como una hipótesis de intervención; una actuación en el aula, en la cual las actividades y tareas y los propios contenidos de trabajo se adecuarán constantemente (evaluación reguladora) a las necesidades que se vayan presentando, para llegar a unos resultados determinados (evaluación final) y a una comprensión y valoración sobre el proceso seguido que permita establecer nuevas propuestas de intervención (evaluación integradora). Contenidos de la evaluación. Evaluación de los contenidos según su tipología Como ya hemos comentado, las capacidades definidas en los objetivos educativos son el referente básico de todo proceso de enseñanza y, por tanto, de la evaluación. Pero también hay que tener presente que los contenidos de aprendizaje, sobre todo en el mismo proceso de enseñanza/aprendizaje, y concretamente en cada una de las actividades o tareas que la configuran, son el referente funcional para valorar y seguir los avances de los chicos y chicas. ¿Cómo podemos saber qué saben, dominan o son los alumnos? O en otras palabras, ¿cómo podemos saber el grado y tipo de aprendizaje que tienen los alumnos respecto a los contenidos conceptuales, procedimentales y 203 actitudinales? Podemos hacernos esta pregunta en cualquiera de las distintas fases del proceso evaluador. Una escuela centrada prácticamente de forma exclusiva en los contenidos conceptuales, especialmente los factuales, de conocimiento enciclopédico, limita los instrumentos evaluativos habitualmente utilizados a las pruebas de papel y lápiz. Esta forma de conocer los resultados obtenidos puede ser bastante adecuada en el caso de los contenidos factuales, pero no lo es tanto cuando se trata de contenidos conceptuales o procedimentales, y podemos afirmar que no lo es en absoluto cuando los contenidos a evaluar son de carácter actitudinal. Evaluación de los contenidos factuales Cuando consideramos que un alumno tiene que conocer un hecho, el nombre de la capital de Italia, la descripción de un suceso o la relación de las obras más importantes de Emilia Pardo Bazan, lo que pretendemos es que sepa decirnos con la máxima fidelidad el nombre de la capital, el suceso o los títulos de las obras. Es evidente que se quiere que este conocimiento sea significativo, que no sea una sin verbalización mecánica y, por tanto, que la enumeración de los hechos no implique un desconocimiento de los conceptos asociados a cada uno de ellos. Queremos que Roma sea mucho más que un nombre que el alumno entienda qué quiere decir ser capital de un país, y en concreto de Italia, y que tenga una representación geográfica donde poderla situar; que el suceso histórico memorizado sea algo más que una serie de datos inconexos; que juntamente con la relación de obras de Pardo Bazan tenga lugar una interpretación de lo que representan Un aprendizaje significativo de hechos comporta siempre la asociación de los hechos a los conceptos que permiten convertir este conocimiento en instrumento para la comprensión e interpretación de las situaciones o fenómenos que explican. Una vez aceptada y entendida la necesidad de que el aprendizaje de hechos implique el conocimiento y la comprensión de los conceptos (conceptos de capitalidad, país, procesos históricos, características literarias...) de los cuales cada uno de los hechos es un elemento singular, querremos que estos hechos sean recordados y puedan ser utilizados cuando convenga con fluidez. Así pues, si aceptamos esta relación necesaria entre los hechos y los conceptos, 204 nos daremos cuenta de que es necesario que las actividades para conocer el dominio de estos contenidos factuales contemplen la utilización conjunta de hecho y conceptos. Ahora bien, en la escuela, en muchas ocasiones tenemos la necesidad de saber si los chicos y chicas son capaces de recordar unos datos, los nombres de unos personajes, los títulos de unas obras, etc., independientemente de los conceptos asociados, porque ya sabemos que los han entendido. Sabemos muy bien que los alumnos entienden qué es un cuadro, una iglesia o cualquier otra obra románica, que comprenden qué es una conquista, una colonización, una guerra, etc., o que entienden las características generales y particulares de un autor y la corriente artística a la que pertenece. Lo que nos interesa saber en este momento es si son capaces de recordar los nombres, los datos, los títulos, las fechas, etc. Cuando esta es nuestra necesidad, la actividad más apropiada para valorar lo que saben será la simple pregunta. La rapidez en la respuesta y su certeza nos permiten conocer suficientemente el grado de competencia del alumno y, lo que es más importante, identificar el tipo de ayuda o medida que habrá que proponer para contribuir al progreso del alumno. Si el número de alumnos o la dinámica y el ritmo del grupo-clase no permite hacer las preguntas de uno en uno, una prueba escrita sencilla que proponga dar respuesta a una serie de preguntas puede ser notablemente eficaz para establecer con gran certeza el grado de conocimiento de los contenidos factuales. A fin de que este conocimiento sea lo menos rutinario posible, es conveniente que las preguntas obliguen a alterar las secuencias en que se han enunciado en la clase, en los apuntes o en las fuentes de información utilizadas. Las pruebas denominadas objetivas pueden ser bastante útiles para la valoración del dominio o conocimiento de los hechos, pero si las pruebas no son exhaustivas no nos permitirán saber que tipo de ayuda necesita cada alumno. Si su uso no tiene una función formativa o reguladora, sino que pretende sancionar unos resultados, la falta de exhaustividad deja en manos de la suerte, algo evidentemente injusto, unas decisiones que pueden ser muy trascendentes en algunas etapas de la enseñanza. Evaluación de contenidos conceptuales 205 Si una prueba escrita relativamente sencilla es bastante eficaz para determinar el conocimiento que se tiene de un hecho, su fiabilidad es mucho más precaria cuando lo que tenemos que determinar y valorar es el proceso y el grado de aprendizaje de los contenidos conceptuales. A pesar de que el aprendizaje nunca es una cuestión de o todo o nada, en el caso de los contenidos factuales la distinción entre "lo sabe" y "no lo sabe" a veces puede ser muy representativa de lo que sucede: recuerda o no el nombre de la capital de Italia, sabe o no cuando tuvo lugar la Revolución Francesa; pueden ser respuestas de o todo o nada. De todos modos, incluso en los contenidos factuales, no siempre es así, ya que se puede saber más o menos qué sucedió el Dos de Mayo, se puede conocer un mayor o menor número de obras de arte, o se puede estar más o menos seguro, etc. Cuando los contenidos de aprendizaje son conceptuales, el grado de comprensión de los conceptos en muchos casos es ilimitado. Siempre se puede tener un conocimiento más profundo y elaborado de los conceptos de capitalidad, revolución, densidad o neoclasicismo. Difícilmente podemos decir que el aprendizaje de un concepto está acabado, en todo caso lo que haremos es dar por bueno cierto grado de conceptualización. Y aquí es donde empezamos a ver la dificultad que representa valorar el aprendizaje de conceptos. Tendremos que hablar de grados o niveles de profundización y compresión, algo que comporta la necesidad de plantear actividades en las que los alumnos puedan demostrar qué han entendido, así como su capacidad para utilizar convenientemente los conceptos aprendidos. La tendencia a utilizar formas de evaluación que son bastante válidas para los contenidos factuales ha dado lugar a que se hayan utilizado de la misma manera para los conceptos. Así, es habitual, aunque cada vez menos, el planteamiento de pruebas orales o escritas en las que hay que responder unas preguntas que piden que se defina un concepto, de manera que la respuesta más adecuada es la que coincide exactamente con la definición de los apuntes de clase o del libro de texto. El alumno expresa esta respuesta como si estuviera enumerando las obras más importantes de cualquier pintor o los personajes principales de cualquier movimiento literario, como si describiera un hecho de forma mecánica. Muchos de nosotros hemos aprendido mediante 206 este sistema y, por lo tanto, somos capaces de repetir perfectamente la definición del principio de Arquímedes, el enunciado de la ley de Gay Lussac o la definición de isla, sin relacionar lo que decimos con ninguna interpretación de lo que sucede cuando estamos inmersos en un líquido, ni de qué relaciones existen entre la temperatura que hace y lo que sentimos sobre la presión atmosférica, para no decir entre el concepto real que tenemos de isla y lo que pronunciamos cuando la definimos. Las actividades para conocer cuál es la comprensión de un concepto determinado no pueden basarse en la repetición de unas definiciones. Su enunciación únicamente nos dice que quien las hace es capaz de recordar con precisión la definición, pero no nos permite averiguar si ha sido capaz de integrar este conocimiento en sus estructuras interpretativas. Además, aunque se pidiera que el alumno fuera capaz de definir autónomamente, sin repetir una definición normalizada, deberíamos saber que éste es uno de los grados más difíciles de conceptualización. Incluso en un registro culto, todos nosotros somos capaces de utilizar términos de gran complejidad conceptual correctamente y en toda su amplitud; pero si los tuviéramos que definir nos encontraríamos ante una situación bastante complicada. Somos capaces de utilizar los conceptos "redondo" y "circular" con todo rigor y escogemos uno u otro término según su significado en el contexto de la frase. Así pues, podemos decir que dominamos ambos conceptos, pero imaginad qué complicado sería definirlos sin hacer ningún gesto con las manos para ayudarnos en la explicación. En la vida cotidiana, incluso en los discursos más rigurosos, los conceptos utilizados no se definen constantemente. Generalmente, en lugar de hacer una definición intentamos poner ejemplos que ayuden a comprender lo que quieren decir. La tendencia a utilizar la definición de los conceptos es el resultado de una comprensión del aprendizaje muy simplista que, en cierto modo, asume que no hay ninguna diferencia entre expresión verbal y comprensión. ¿Cuáles son las actividades más adecuadas para conocer el grado de comprensión de los contenidos conceptuales? Desgraciadamente, no pueden ser sencillas. Las actividades que pueden garantizamos un mejor conocimiento de lo que cada alumno comprende implican la observación del uso de cada uno 207 de los conceptos en diversas situaciones y en los casos en que el chico o la chica los utilizan en sus explicaciones espontáneas. Así pues, la observación del uso de los conceptos en trabajos de equipo, debates, exposiciones y sobre todo diálogos, será la mejor fuente de información del verdadero dominio del término y el medio más adecuado para poder ofrecer la ayuda que cada alumno requiere. Ahora bien, dado que el número de alumnos o el tiempo de que disponemos pueden impedir que realicemos siempre actividades que faciliten la observación de los alumnos en situaciones naturales y pueden obligarnos a utilizar la prueba escrita, es bueno saber qué limitaciones tiene y elaborarla intentando superar estas deficiencias. Si lo que queremos del aprendizaje de conceptos es que los alumnos sean capaces de utilizarlos en cualquier momento o situación que lo requiera, tendremos que proponer ejercicios que no consistan tanto en una explicación de lo que entendemos sobre los conceptos, como en la resolución de conflictos o problemas a partir del uso de los conceptos. Ejercicios que les obliguen a usar el concepto. Pero en el caso de que nos interese que el alumno sepa explicar lo que entiende acerca, por ejemplo, del principio de Arquímedes, el proceso de mitosis de la célula, la ley de Ohm o las razones de los movimientos migratorios, algunos maestros adoptan una opción muy sencilla que consiste en pedir que en una cara de la hoja expliquen, con sus propias palabras, sin recorrer a las que se han utilizado en clase y con ejemplos personales, lo que entienden o han entendido sobre el tema; y en la otra, que hagan lo mismo utilizando, esta vez sí, los términos científicos. De esta forma podremos determinar con más garantías el nivel de comprensión y las necesidades de aprendizaje respecto a cada concepto, al mismo tiempo que sabremos si los alumnos son capaces de utilizar correctamente los términos científicos. Si las denominadas pruebas objetivas están bien hechas nos permitirán saber si los alumnos son capaces de relacionar y utilizar los conceptos en unas situaciones muy determinadas, pero no nos aportarán datos suficientes sobre el grado de aprendizaje y las dificultades de comprensión que cada alumno tiene, lo cual nos impedirá disponer de pistas sobre el tipo de ayuda que habrá que proporcionar. 208 En el caso de disciplinas como las matemáticas, la física, la química y otras con muchos contenidos que giran en torno a la resolución de problemas, estas pruebas son la forma más apropiada para dar respuesta a la necesidad de conocer el aprendizaje de los conceptos. Pero es indispensable que los problemas que se proponen no estén estandarizados y no traten únicamente del último tema que han trabajado. Evidentemente, los chicos y chicas tienden a hacer lo más fácil, y en el caso de los problemas esto significa disponer de pequeñas estrategias que les permitan relacionar un problema con una fórmula de resolución estereotipada. De este modo, lo que realmente aprenden muchos alumnos es a encontrar la forma de solucionar el problema antes de intentar comprender qué les plantea. En las pruebas escritas es conveniente proponer problemas y ejercicios que no correspondan al tema que se está trabajando. Hay que incluir problemas de temas anteriores y otros que aún no se hayan trabajado. Además, hay que proporcionar más información de la que es necesaria para resolver el problema; en primer lugar, porque si no el alumno identificará las variables que hay y buscará cuál es la fórmula que las relaciona sin hacer el esfuerzo de comprensión necesario y, en segundo lugar, porque en las situaciones reales los problemas nunca aparecen identificados según los parámetros disciplinares y donde nunca las variables necesarias para solucionarlos están diferenciadas de las que las acompañan. Por ejemplo, cuando en la escuela se plantean problemas sobre circuitos eléctricos y el tema que se ha tratado es la ley de Ohm (V=IR), generalmente se proponen ejercicios de aplicación de la fórmula, es decir, se da el voltaje (V) y la intensidad (Y) y se pide el valor de la resistencia (R). En otros ejercicios se modifica la demanda, pero siempre está relacionada con la aplicación de la fórmula. Una situación real nunca será como un problema de la ley de Ohm, sino que nos encontraremos ante un circuito eléctrico en el que intervienen muchas variables y lo que tendremos que hacer en primer lugar será comprender en qué consiste el problema, qué variables debemos tener en cuenta y cuáles tenemos que desestimar. Evaluación de contenidos procedimentales Los contenidos conceptuales, tanto los hechos como los conceptos, se sitúan fundamentalmente dentro de las capacidades cognitivas. Tenemos que 209 averiguar qué saben los alumnos sobre dichos contenidos. Por lo tanto, las actividades para poder conocer este saber, aunque con dificultades como hemos visto, pueden ser de papel y lápiz ya que, con mayor o menor dificultad y según la edad, es posible expresar por escrito el conocimiento que se tiene. Los contenidos procedimentales implican saber hacer, y el conocimiento acerca del dominio de este saber hacer sólo se puede averiguar en situaciones de aplicación de dichos contenidos. Para aprender un contenido procedimental es necesario tener una comprensión de lo que representa como proceso, para qué sirve, cuáles son los pasos o fases que lo configuran, etc. Pero lo que define su aprendizaje no es el conocimiento que se tiene de él, sino el dominio al trasladarlo a la práctica. El conocimiento reflexivo del uso de la lengua es imprescindible para adquirir competencias lingüísticas; el conocimiento de las fases de una investigación es necesario para poder llevar a cabo una investigación; la comprensión de los pasos de un algoritmo matemático debe permitir un uso correcto; pero en todos estos casos lo que se pide es su capacidad de uso, la competencia en la acción, el saber hacer. Las actividades adecuadas para conocer el grado de dominio, las dificultades y trabas en su aprendizaje sólo pueden ser las que propongan situaciones en que se utilicen dichos contenidos procedimentales. Actividades y situaciones que nos permitan llevar a cabo la observación sistemática de cada uno de los alumnos. Conocer hasta qué punto saben dialogar, debatir, trabajar en equipo, hacer una exploración bibliográfica, utilizar un instrumento, orientarse en el espacio, etc., únicamente es posible mientras los alumnos realicen actividades que impliquen dialogar, debatir, hacer una investigación, etc. Las habituales pruebas de papel y lápiz, en el caso de los contenidos procedimentales, sólo tienen sentido cuando se trata de procedimientos que se realizan utilizando el papel, como por ejemplo la escritura, el dibujo, la representación gráfica del espacio, los algoritmos matemáticos; o cuando son algunos contenidos de carácter más cognitivo que pueden expresarse por escrito, como la transferencia, la clasificación, la deducción y la inferencia. Pero en los otros casos, que son la mayoría, solo es posible valorar el nivel de competencia de los alumnos si los situamos ante actividades que les obliguen a desarrollar el contenido procedimental y que sean fácilmente observables. 210 Deben ser actividades abiertas, hechas en clase, que permitan un trabajo de atención por parte del profesorado y la observación sistemática de cómo traslada a la práctica el contenido cada uno de los alumnos. Evaluación de contenidos actitudinales La naturaleza de los contenidos actitudinales, sus componentes cognitivos, conductuales y afectivos, hacen que resulte considerablemente complejo determinar el grado de aprendizaje de cada alumno. Si en el caso de la valoración de los aprendizajes conceptuales y procedimentales la subjetividad hace que no sea nada fácil encontrar a dos profesores que hagan la misma interpretación del nivel y las características de la competencia de cada alumno, en el ámbito de los contenidos actitudinales surge una notable inseguridad en la valoración de los procesos de aprendizaje que siguen los alumnos, ya que el pensamiento de cada profesor está todavía más condicionado por posiciones ideológicas que en los otros tipos de contenido. Al mismo tiempo, nos encontramos ante una tradición escolar que ha tendido formalmente a menospreciar estos contenidos, y que ha reducido la evaluación a una función sancionadora expresada cuantitativamente, hecho que ha provocado el espejismo de creer en la rigurosidad de sus afirmaciones debido a que son matematizables. Esta necesidad de cuantificación, juntamente con la falta de experiencias y trabajos en este campo, hace que en muchos casos se cuestione la necesidad de evaluar los contenidos actitudinales por la imposibilidad de establecer valoraciones tan "exactas" como en el caso de otros tipos de contenido. ¿Cómo se puede valorar la solidaridad o la actitud no sexista? ¿A quién le podemos poner buena "nota" en tolerancia? ¿De que objetividad disponemos para graduar esta valoración? Es evidente que sobre estas preguntas planea la visión sancionadora y calificadora de la evaluación, y que puede llevar a posiciones extremas que cuestionen la posibilidad del trabajo sobre los contenidos actitudinales por la falta de instrumentos que permitan valorar los aprendizajes de forma "científica". Es como si en el caso de la medicina, por ejemplo, no se tuvieran en cuenta, y por lo tanto no se trataran, el dolor, el mareo o el estrés, aduciendo que no existen instrumentos capaces de valorarlos de forma tan exacta como la fiebre, la presión arterial o el número de hematíes presentes en la sangre. 211 El problema de la evaluación de los contenidos actitudinales no radica en la dificultad de expresión del conocimiento que tienen los chicos y chicas, sino en la dificultad de la adquisición de dicho conocimiento. Para poder saber qué piensan y que valoran realmente los alumnos y, sobre todo, cuáles son sus actitudes, es necesario que en la clase y en la escuela surjan suficientes situaciones "conflictivas" que permitan la observación del comportamiento de cada uno de los chicos y chicas. En un modelo de intervención en el que no se contemple la posibilidad del conflicto, en el que se eviten los problemas interpersonales, en el que se limite la capacidad de actuación de los alumnos, en el que no haya espacios para expresar autónomamente la opinión personal ni se planteen actividades que obliguen a convivir en situaciones complejas, difícilmente será posible observar los avances y las dificultades de progreso de cada alumno en este terreno y valorar la necesidad de ofrecer ayudas educativas. La fuente de información para conocer los avances en los aprendizajes de contenidos actitudinales será la observación sistemática de opiniones y las actuaciones en las actividades grupales, en los debates de las asambleas, en las manifestaciones dentro y fuera del aula, en las salidas, colonias y excursiones, en la distribución de las tareas y las responsabilidades, durante el recreo, en las actividades deportivas, etc. Compartir objetivos, condición indispensable para una evaluación formativa Por lo que hemos visto hasta ahora, el medio más adecuado para informarnos del proceso de aprendizaje y del grado de desarrollo y competencia que alcanzan los chicos y chicas consiste en la observación sistemática de cada uno de ellos y ellas en la realización de las diferentes actividades y tareas. Asimismo, hemos podido constatar que las pruebas escritas, como instrumentos de conocimiento, son notablemente limitadas aunque resultan adecuadas cuando lo que se quiere conocer tiene un carácter básicamente cognitivo y se tienen suficientes habilidades para saberlo expresar por escrito: contenidos factuales, conceptuales, contenidos procedimentales de papel y lápiz, algunas estrategias cognitivas, argumentaciones de valores y opiniones sobre normas de comportamiento. En cuanto al resto de contenidos, y también 212 a los que acabamos de mencionar, la observación sistemática es el mejor instrumento, cuando no el único, para la adquisición del conocimiento del aprendizaje de los alumnos. Pero para que esta observación sea posible se requieren situaciones que puedan ser observadas y un clima de confianza que facilite la colaboración entre el profesorado y el alumnado. Debemos tener en cuenta que si el objetivo fundamental de la evaluación es conocer para ayudar, la forma en que tradicionalmente se han desarrollado las pruebas escritas, por el hecho de tener carácter sancionador, ha establecido una dinámica que hace que el objetivo básico del alumno no sea dar a conocer sus déficits para que el profesor o la profesora le ayuden, sino al contrario, demostrar o aparentar que sabe mucho más. Las pruebas están viciadas desde el principio, ya que se establecen unas relaciones entre profesorado y alumnado que están teñidas de hipocresía, cuando no de enemistad. La filosofía de la prueba es la del engaño, la del cazador y el cazado y, por consiguiente, no fomenta la complicidad necesaria entre maestro y alumno. Anteriormente hemos comparado la función educativa con la médica, ahora esta comparación puede servirnos de nuevo. Cuando acudimos al médico no intentamos esconderle los síntomas ni el resultado del tratamiento, porque consideramos que sus objetivos son los mismos que los nuestros, que lo que él quiere es ayudarnos. Desgraciadamente, ésta no es la imagen que muchos de nuestros alumnos tienen de nosotros. El peso de una enseñanza orientada a la selección ha dado lugar a una serie de hábitos, de maneras de hacer, que han ido configurando la forma de actuar y pensar de una mayoría del profesorado y, siguiendo esta trayectoria, el pensamiento de los padres y las madres e incluso de los propios alumnos. Difícilmente podemos concebir la evaluación como formativa si no nos deshacemos de unas maneras de hacer que impiden cambiar las relaciones entre el alumnado y el profesorado. Conseguir un clima de respeto mutuo, de colaboración, de compromiso con un objetivo común, es condición indispensable para que la actuación docente pueda adecuarse a las necesidades de una formación que tenga en cuenta las posibilidades reales de cada chico y chica y el desarrollo de todas sus capacidades. La observación de 213 la actuación de los alumnos en situaciones lo menos artificiales posible, con una clima de cooperación y complicidad, es la mejor manera, para no decir la única, de que disponemos para realizar una evaluación que pretenda ser formativa. La información del conocimiento de los procesos y los resultados del aprendizaje A lo largo del proceso de enseñanza/aprendizaje hemos ido adquiriendo un conocimiento de lo que sucede en el aula. Si hemos prestado atención, habremos podido familiarizarnos con los procesos que se han seguido y los resultados que se han obtenido en relación con los diferentes objetos y sujetos de la evaluación. Por un lado, disponemos de un cúmulo de datos y, por el otro, de una serie de personas o instancias que necesitan o quieren conocer dichos datos. Cuando hablamos de la faceta informativa de la evaluación no podemos evitar plantearnos la siguiente pregunta: - ¿Sobre qué hay que informar? Sobre resultados, procesos, necesidades, limitaciones... Pero también tenemos que preguntarnos: - ¿A quién debemos informar? Al grupo-clase, a los alumnos, a la familia, al claustro o a la administración. Y sobre todo: - ¿Para qué ha de servir esta información? Para ayudar, sancionar, seleccionar, promover... Y aún surge otra pregunta: - ¿Los informes tienen que ser iguales para todos? Es decir, ¿tenemos que informar sobre lo mismo y de la misma manera independientemente de los destinatarios de esta información y del uso que harán de ella? Estas preguntas pueden parecer improcedentes si nos fijamos en una tradición escolar que las ha obviado porque ha establecido un modelo sumamente simple en el que sólo se informa de los resultados obtenidos, y se hace de la 214 misma forma tanto en clase, como para el alumno, los padres o la administración, con una función fundamentalmente seleccionadora. A continuación intentaremos revisar las variables que intervienen en este proceso informativo y dar respuesta a estas preguntas. ¿Sobre qué hay que informar? En el momento de la evaluación final, especialmente cuando tiene implicaciones en la promoción, es habitual que en muchos centros se produzcan discusiones entre los componentes del equipo docente: ¿hay qué aprobar a aquellos alumnos que no han alcanzado los mínimos?; ¿qué hay que hacer con los que han manifestado un grado de interés y un esfuerzo mínimos, a pesar de tener un conocimiento bastante bueno de la materia? Ambos casos se intentan resolver subiendo o bajando la nota respecto al conocimiento adquirido, según el nivel de implicación del alumno. Pero muy a menudo esta solución se critica a causa de la subjetividad de la decisión y mediante argumentos que razonan la necesidad de dar informaciones "rigurosas" y, por lo tanto, ajustadas al conocimiento real alcanzado. En este debate vuelve a aparecer, aunque no de manera explícita, la situación contradictoria entre un pensamiento selectivo y propedéutico y otro que contempla como finalidad la formación integral de la persona. La costumbre de trabajar según un modelo selectivo ha dado lugar a una fórmula sumamente sencilla a la vez que simple. En el fondo, lo que hay que hacer es ir precisando cuanto antes la capacidad de cada alumno para superar los diferentes listones que encontrará en el recorrido hacia la universidad. Una vez diagnosticadas las materias o disciplinas necesarias para realizar este recorrido, hay que determinar si los alumnos son capaces de alcanzar los mínimos para cada una de dichas asignaturas. La información debe ir comunicando si el alumno avanza o no en este recorrido, entendiendo por avanzar la superación de los límites establecidos. La información se concreta en si el chico o la chica supera o no supera, aprueba o no aprueba, es suficiente o insuficiente, progresa adecuadamente o necesita mejorar. Si hay que concretar un poco más, en los cursos superiores, estableceremos una gradación que en muchos casos se expresa mediante eufemismos de las convencionales notas del 1 al 10. Debemos tener presente que hoy en día los 215 referentes de todo estudiante siguen siendo la prueba de selectividad y la nota media que le permitirá acceder a una facultad u otra. El peso de la nota, las experiencias acumuladas durante muchos años, y un uso tan fácil y socialmente bien aceptado, hace que sea extraordinariamente complicado y difícil introducir cambios que aparentemente son muy lógicos desde la perspectiva actual del conocimiento de los procesos de aprendizaje y enseñanza. Para poder resolver esta verdadera esquizofrenia entre un pensamiento centrado en la formación integral de la persona y los hábitos y las costumbres de un modelo selectivo y propedéutico, creemos que es conveniente diferenciar claramente, en primer lugar, entre el proceso sancionador al final de la escolarización obligatoria (en nuestro caso a los dieciséis años) y todas las informaciones que se ofrecen a lo largo de la escolarización. Es lógico que al final de la etapa escolar obligatoria la sociedad exija una información comprensible y homologable de las capacidades adquiridas por cada alumno; un informe que exprese con el máximo rigor posible las competencias adquiridas. Y es evidente que, dadas las características diferenciales de cada alumno, los resultados obtenidos no serán los mismos para cada uno de ellos. El sistema educativo tiene la obligación de informar de los resultados obtenidos, y la sociedad será la que establezca las necesidades o los requisitos previos para cada una de las salidas o alternativas profesionales. Pero esto no implica que desde pequeños el filtro tenga que ser esta selección profesional. No podemos prejuzgar o valorar negativamente desde el principio. Debemos tener en cuenta que si estamos pensando en "todos" los chicos y chicas, en todos los ciudadanos y ciudadanas, no existe ningún sistema que pueda garantizar el "mejor puesto" para todos. Por suerte, no todos podemos o queremos ser banqueros, ingenieros de telecomunicaciones, economistas o cualquier otro profesional considerado de prestigio en un momento determinado. La función de la escuela y la verdadera responsabilidad profesional pasan por conseguir que nuestros alumnos logren el mayor grado de competencia en todas sus capacidades, invirtiendo todos los esfuerzos en superar los déficits que muchos de ellos arrastran por motivos sociales, culturales y personales. Una vez alcanzado este objetivo, es evidente 216 que la sociedad hará las selecciones correspondientes. Lo que no podemos hacer a lo largo de toda la enseñanza obligatoria (en muchos casos desde los tres años hasta los dieciséis, es decir, durante trece años de la vida del niño) es medir o etiquetar al alumno según su capacidad de ser un "triunfador". Todos sabemos que hoy en día todavía existen centros, además considerados prestigiosos, que realizan esta selección a los seis años, ya que no aceptan alumnos que aún (!) no sepan leer ni escribir o que presenten algún tipo de "déficit escolar". Esta necesidad de diferenciar la función selectiva del proceso seguido por el alumno, y por tanto de informarlo fundamentalmente sobre su proceso personal, no obedece a razones de "caridad" sino de eficiencia. Todos aprendemos más y mejor cuando nos sentimos estimulados, cuando tenemos un buen autoconcepto, cuando nos planteamos retos desafiantes pero accesibles a nuestras posibilidades, cuando todavía no hemos renunciado a seguir aprendiendo. Al final de la escolarización, sin duda, tendremos que hablar de resultados, de competencias, de objetivos alcanzados, pero a lo largo de la enseñanza nuestra obligación profesional consiste en incentivar, animar y potenciar la autoestima, estimular a aprender cada día más. Y esto no significa que debamos esconder lo que es capaz de hacer cada uno, ya que uno de los objetivos de la enseñanza es que cada chico y chica consiga conocer profundamente sus posibilidades y sus limitaciones. Lo que no puede ser es que los resultados se utilicen como único referente y bajo unos parámetros selectivos. Tenemos que valorar los procesos que sigue cada alumno a fin de obtener el máximo rendimiento de sus posibilidades. Así pues, a lo largo de la escolarización le proporcionaremos las informaciones que, sin negar su situación respecto a unos objetivos generales, le ayuden a progresar. • A lo largo de las diferentes etapas de la enseñanza obligatoria tenemos que diferenciar entre el proceso que sigue cada alumno y los resultados o competencias que va adquiriendo. Uno de los problemas que planteábamos al principio de este apartado era la dificultad de expresar con una única nota o indicación el conocimiento que tenemos respecto al aprendizaje del alumno, generalmente en una asignatura. La información de que disponemos no sólo hace referencia a los conocimientos que ha adquirido, sino también a la 217 dedicación que ha puesto y al progreso que ha realizado. Es evidente que difícilmente podremos concretar en una sola indicación, ya sea una nota o una calificación, la complejidad de la información. Por ello es imprescindible elaborar unos registros completos que ayuden a entender lo que le esta sucediendo a cada chico y chica, que incluyan los apartados suficientes con todos los datos que permitan conocer en profundidad la complejidad de los procesos que cada alumno realiza. Esquemáticamente, deberíamos poder diferenciar entre lo que se espera de cada alumno, el proceso seguido, las dificultades que ha encontrado, su implicación en el aprendizaje, los resultados obtenidos y las medidas que hay que tomar. • En segundo lugar, hay que diferenciar entre lo que representan los resultados obtenidos de acuerdo con los objetivos previstos para cada chico y chica según sus posibilidades y lo que dichos resultados representan en relación con los objetivos generales para todo el grupo. El conocimiento que tenemos sobre cómo se aprende nos obliga a contemplar el aprendizaje como un proceso de crecimiento individual, singular, en el que cada alumno avanza con un ritmo y un estilo diferentes. Si entendemos la enseñanza como un acto de propuesta de retos y ayudas personalizadas, difícilmente se puede entender una información que no contemple este proceso personal ni relacione el proceso que sigue cada alumno según los objetivos que hemos considerado que se deben alcanzar. Además, tampoco podemos dejar de relacionar estos aprendizajes personales con aquellos objetivos correspondientes al grupoclase según lo que determina el proyecto del centro. • En tercer lugar, en el análisis y la valoración de los aprendizajes es indispensable diferenciar los contenidos que son de naturaleza diferente y no situarlos en un mismo indicador. No podemos resolver la valoración de un alumno en un área determinada con un único dato que haga referencia a los aprendizajes de contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales a la vez. Ninguna afirmación sobre un área o una materia tendrá valor explicativo si lo que indica no es lo suficientemente comprensible para tomar las medidas educativas pertinentes. Por ejemplo, en el supuesto de considerar aprovechable la nota cuantificada, si la información acerca de un alumno nos dice que ha obtenido un 7 en un tema determinado de matemáticas, ¿qué 218 interpretación podemos hacer de dicha nota? ¿Ha obtenido un 7 en los contenidos conceptuales del tema, un 7 en los procedimentales y un 7 en los actitudinales? ¿O acaso este 7 es la media proporcional? Y si se trata de la media proporcional, ¿qué nota le pondremos al alumno que ha obtenido un 10 en los contenidos conceptuales, un 8 en los procedimentales y un 3 en los actitudinales? ¿También le pondremos un 7? ¿Qué nos indicarán estos 7 sucesivos? Si nuestra intención es conocer realmente para adoptar las medidas educativas que cada alumno requiere, esta información difícilmente será útil si no especifica los resultados o la situación concreta para cada tipo de contenido. • En cuarto lugar, tenemos que diferenciar entre las demandas de la administración y las necesidades de evaluación que tenemos en el centro desde nuestra responsabilidad profesional. Las administraciones suelen ser entidades complejas y con tendencias burocratizadoras. Los criterios y las formas que exigen los procesos evaluadores deben ser, por lo que estamos viendo, eminentemente cualitativos. En cambio las administraciones tienden a simplificar con argumentos a menudo paternalistas: los enseñantes que tenemos no sabrán hacerlo, luego simplifiquemos. Además, la cuantificación o la respuesta en pocos puntos siempre es más fácil de controlar y, por lo tanto, exige una menor inversión en recursos que permitan desarrollar procesos cualitativos. Hay que añadir también la exigencia de seleccionar que, nos guste o no, la administración tendrá que hacer en un momento u otro, y que hace que la filosofía de la promoción hacia niveles superiores acabe impregnando las decisiones administrativas. Un buen reflejo de esta situación es la contradicción entre las propuestas curriculares de la mayoría de las comunidades autónomas, por un lado, con manifestaciones explícitas en pro de la formación integral, la concepción constructivista de la enseñanza y el aprendizaje y, por consiguiente, la necesidad de atender a la diversidad, y, por otro lado, unos modelos de informes que siguen teniendo como referencia concepciones tradicionales de informaciones por áreas o materias, con indicadores globales, donde son prioritarios los resultados obtenidos en lugar del proceso seguido. Resulta paradójico que en un modelo que parte de la atención a la diversidad, en Primaria se propongan como indicadores de resultados el NM (necesita 219 mejorar) y el PA (progresa adecuadamente). ¿Qué significa un NM en un modelo que propone la atención a la diversidad? ¿Qué es una chica que, a pesar de saber mucho, puesto que no dedica mucho esfuerzo necesita mejorar más? ¿Y un PA? ¿Quiere decir que se trata de un chico que no sabe demasiado pero que está progresando mucho según sus posibilidades? Es evidente que éstas no son las interpretaciones que se pretenden. En el fondo, un NM es un eufemismo del suspenso o insuficiente y un PA del aprobado o suficiente. Y si nos fijamos en la etapa Secundaria Obligatoria, veremos que la propuesta es la convencional, así que lo que se pretende es que con un único indicador por área se haga una valoración que no contempla la tan mencionada atención a la diversidad. Como hemos podido constatar, la respuesta a la pregunta sobre qué hay que informar está claramente condicionada por la función social que atribuimos a la enseñanza y a la concepción que tenemos del aprendizaje. Estas concepciones son las que también determinan el papel que deben tener los informes según los destinatarios de la evaluación. Informes según los destinatarios La costumbre nos hace considerar como algo normal que un mismo informe sirva para cualquiera de los posibles interesados en la información que se desprende de la evaluación. Los boletines de notas han sido el instrumento único de transmisión de la información, independientemente de los receptores. Los posibles interesados en conocer la evaluación de un alumno son: los profesores, el propio alumno, sus familiares, el centro y la administración. Si nos dejamos llevar por las costumbres adquiridas, seguramente no nos plantearemos la pregunta capital al reflexionar sobre cuál es el tipo de informe que necesita cada uno de estos posibles receptores, y propondremos el mismo para todos. ¿Qué debe o debería hacer cada receptor con esta información? ¿Cuál es la función que debe tener según el destinatario? La respuesta a estas preguntas no sólo nos indicará qué tipo de informe se requiere, sino también qué contenidos debe tener. Al igual que cualquier otra variable metodológica, las características de la evaluación dependen de las finalidades que atribuimos a la enseñanza. La pregunta que estamos planteando ahora lógicamente dependerá de estos 220 objetivos. La opción escuela selectiva y propedéutica da como resultado una evaluación sancionadora y un instrumento informativo único -el boletín de notas-, centrado en los resultados obtenidos por áreas o materias. La respuesta a esta pregunta será substancialmente diferente cuando la opción sea la de una escuela que presta atención a la diversidad y que persigue la formación integral de la persona. El análisis breve que proponemos para cada destinatario parte de esta opción. • Los profesores y profesoras tenemos que disponer de todos los datos que nos permitan conocer en todo momento qué actividades precisa cada alumno para su formación. Los datos harán referencia al proceso seguido por el alumno: al principio, en su curso y al finalizarlo, y han de permitir determinar qué necesidades tiene y, por consiguiente, qué medidas educativas tenemos que facilitarle. Esta información necesaria no sólo hace referencia a su aprendizaje, sino también a las medidas que se han ido adoptando a lo largo de todo el proceso. Así pues, hay que contar con un buen registro de las incidencias de cada alumno en relación con el proceso seguido, los resultados obtenidos y las medidas utilizadas. Por lo tanto, este registro debe contemplar la información de que disponemos respecto al recorrido, el grado de consecución de los objetivos previstos y el grado de aprendizaje adquirido para cada contenido. Es decir, necesitamos conocer, además de cómo lo ha conseguido, la descripción de lo que sabe, sabe hacer y cómo es, para poder efectuar una valoración respecto a sí mismo y otra respecto a lo que hemos considerado como finalidades generales del ciclo o del curso. En definitiva, una información que permita situar al alumno en relación con sus posibilidades reales y con lo que podríamos considerar la media de ese curso. • El alumno necesita incentivos y estímulos. Es necesario que conozca su situación, en primer lugar, con relación a si mismo y, en segundo lugar, con relación a los demás. Sin incentivos, estímulos y ánimos difícilmente podrá afrontar el trabajo que se le propone. Hemos visto y sabemos que sin una actitud favorable respecto al aprendizaje no se avanza, y esta actitud depende estrechamente de la autoestima y el autoconcepto de cada alumno. Es imprescindible ofrecerle la información que le ayude a superar los retos escolares. Por lo tanto, tiene que ser una verdadera ayuda, no únicamente una 221 constatación de carencias que seguramente el propio alumno ya conoce bastante bien. Tiene que recibir información que le anime a seguir trabajando o a trabajar. El recurso a la provocación mediante la comparación sólo es útil cuando los retos están a su alcance, además de ser una solución parcial que origina otros problemas. El informe tiene que plantear unos retos que el alumno sepa que le son accesibles, que no estén muy lejos de sus posibilidades y, sobre todo, que para superarlos pueda contar con la ayuda del profesorado. Tiene que saber cuál es el proceso seguido a fin de comprender las causas de los avances y los tropiezos. Y esta es la función prioritaria de la información que tiene que recibir el alumno a lo largo de su escolarización. Ahora bien, con esto no hay suficiente, es necesario que conozca periódicamente cuál es su situación respecto a unos objetivos generales de grupo, no con una finalidad clasificatoria, sino con la intención de conocer sus verdaderas fuerzas. La valoración debe efectuarse con relación a sí mismo. Hay que tener presente que informar al chico o chica sobre sus aprendizajes es una de las actividades de enseñanza/aprendizaje con más incidencia formativa. Es decir, tenemos que tratarla como una actividad de aprendizaje y no como una acción independiente de la manera de enseñar. • La información que reciben los familiares del alumno también tiene una incidencia educativa y, por consiguiente, deberá tener un tratamiento que la contemple como tal. Según el uso que hagan los padres de dicha información podrán estimular al chico o chica o, por el contrario, convertirse en un impedimento para su progreso. La información que tienen que recibir, al igual que la del alumno, tiene que centrarse fundamentalmente en el proceso que sigue y los avances que realiza, así como en las medidas que se pueden adoptar desde la familia para fomentar el trabajo que se hace en la escuela. El referente básico debe ser el proceso personal, el que tiene lugar en relación con sus posibilidades, a fin de que la valoración se centre en lo que puede hacer. Esto implica romper con cierto tipo de información que, por el hecho de fijarse únicamente en los resultados obtenidos, hace que a veces se felicite a quien ha trabajado por debajo de sus posibilidades, animándole a seguir actuando de la misma forma y, en cambio, se castigue a aquél que se ha esforzado mucho, potenciando así la desmotivación. La costumbre ha hecho 222 que la primera demanda de los familiares sea comparativa, exigiendo una valoración similar a la que ellos tuvieron como alumnos. Es lógico que sea así, es lo que siempre han visto y teóricamente les ha sido útil. Es coherente desde la lógica selectiva. ¿Ha suspendido o no ha suspendido? ¿Es de los primeros o de los últimos? Estas son las preguntas habituales. Obviamente, no se puede esconder el conocimiento que tenemos del alumno en estas cuestiones. Tenemos que hacer comprender a los familiares que fijarnos únicamente en esta variable no ayudará a su hijo o hija, que lo que les debe preocupar es cómo facilitarle los medios que posibiliten su crecimiento, y esto sólo será posible si su punto de atención son los progresos que esta haciendo en relación con sus posibilidades. Uno de los mejores medios de comunicación es la entrevista personal, ya que permite adecuar la información a las características de los familiares y priorizar convenientemente los diferentes datos transmitidos. Por otro lado, el informe escrito, aunque ha de ser comprensible, no puede ser una simplificación o banalización de la riqueza de matices y contenidos que comprende todo el proceso de enseñanza/aprendizaje. • El centro, el equipo docente, a fin de garantizar la continuidad y la coherencia en el recorrido de cada alumno, tiene que disponer de todos los datos necesarios para este objetivo. Esta información deberá contemplar todo cuanto pueda ayudar a los profesores de cada curso y de cada área a tomar las medidas adecuadas a las características personales de cada uno de sus alumnos. Deberán ser datos referentes al proceso seguido, a los resultados obtenidos, a las medidas específicas utilizadas y a cualquier incidente significativo. En cierto modo, tienen que ser una síntesis de los diferentes registros de cada uno de los profesores y profesoras que ha tenido el alumno en la escuela. • Finalmente, la administración. Es evidente que la única respuesta posible en este caso es que le informaremos sobre lo que nos pida. Ahora bien, bajo una perspectiva de atención a la diversidad y de enseñanza comprensiva, ¿qué tipo de información nos debería pedir? Por coherencia con esta opción -y a diferencia de la que se propone actualmente-, la información exigida nunca debería ser simple. La administración educativa está gestionada por 223 educadores; por lo tanto, sería lógico que la información fuera lo más profesional posible, con criterios que permitieran la interpretación del camino seguido por los chicos y chicas según modelos tan complejos como compleja es la tarea educativa. Es incoherente hablar de atención a la diversidad, globalización, transversalidad, objetivos generales de etapa en forma de capacidades, contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales, etc., si toda esta riqueza tiene que quedar diluida, escondida en una nota, del tipo que sea, por área o materia. Se defienden unos modelos pero el carácter selectivo aparece de manera recurrente, aunque aparentemente no se quiera. Lo más triste de todo es que los modelos de la administración acaban por convertirse en el referente de la mayoría. Para los demás, estos modelos son un motivo más de desencanto cuando se dan cuenta de que todo puede quedar en palabras grandilocuentes, cuando ven que por culpa de unas propuestas simplistas todo queda en buenas intenciones, porque al final los criterios de evaluación o lo que tiene que constar en los informes de evaluación condicionará todo cuanto se hace en el centro, los contenidos de aprendizaje y la manera de enseñar. Hemos hecho un repaso de los diferentes receptores posibles del conocimiento que tenemos del rendimiento escolar y de cómo lo adquirimos. Pero nos hemos olvidado de alguien que hasta ahora ha sido receptor habitual. Nos referimos a los compañeros del mismo grupo-clase e incluso de las otras clases. Sin duda, el peso de la historia y las rutinas adquiridas en la tarea docente sancionan como "normales" determinadas formas de actuar que, con una mirada nueva y objetiva, nos parecerían fuera de lugar y difícilmente justificables. Esto sucede en el caso de los procedimientos, a través de los cuales queda públicamente difundido el resultado de las evaluaciones de los chicos y chicas. Tal vez sea un tributo que hay que pagar por la larga permanencia de un sistema educativo esencialmente selectivo y propedéutico, que tiene como finalidad última seleccionar a los "mejores" alumnos para llevarlos a la universidad (lo cual comporta de forma paralela la identificación de los alumnos menos capacitados y su desviación hacia otras opciones). Ahora bien, en ningún caso parece legítima la práctica de hacer públicos los 224 nombres de aquéllos que están académicamente bien situados y de los que están en el furgón de cola. Optar por un modelo de educación integral, que tiene como principal objetivo ayudar a crecer a todos los alumnos y formarlos en las diversas capacidades, sin dejar de atender a los que tienen menos posibilidades, obliga a modificar muchas de las costumbres y de las rutinas que hemos heredado de una enseñanza de índole selectiva. En el ámbito de la evaluación y de la comunicación de los resultados, no debemos perder de vista que el profesorado accede, gracias a su conocimiento profesional, a aspectos de la personalidad de los alumnos que tenemos que considerar estrictamente íntimos; este conocimiento tiene que ser únicamente utilizado para contribuir al progreso tanto del alumno como del profesor; al profesorado, para que pueda adaptar la enseñanza a las necesidades del alumno y valore su esfuerzo; al del alumno, para que tome conciencia de su situación y analice sus progresos, sus retrocesos y su implicación personal. Por todo ello, la información y el conocimiento tienen que permanecer en la privacidad del alumno y de su profesor en virtud del contrato que los vincula a lo largo de un curso escolar. No es justo ni útil que se proclamen a los cuatro vientos de manera indiscriminada. Y no es útil porque tenemos que dudar del hipotético efecto estimulante de una actuación que, por el contrario, tiene muchas posibilidades de resultar perjudicial para los chicos y chicas cuando tiene connotaciones negativas. Así pues, conviene entender que todo el proceso de enseñanza/aprendizaje tiene alguna cosa, por no decir mucho, de relación personal. Y todas las relaciones tienen una dimensión pública, una dimensión privada y una dimensión íntima. Tenemos que analizar si los sistemas tradicionales de comunicar los resultados de las evaluaciones, así como la divulgación inadecuada, se sitúan en la dimensión que éticamente les corresponde. Ampararse en el pseudoargumento que afirma que se ha hecho así toda la vida no hace sino constatar que se ha actuado básicamente por inercia. Conclusiones 225 A pesar de que se ha dicho muchas veces, conviene no perder de vista que, dado que la evaluación es un elemento cave de todo el proceso de enseñar y aprender, su función se encuentra estrechamente ligada a la función que se atribuye a todo el proceso. En este sentido, sus posibilidades y potencialidades se vinculan a la forma que adoptan las propias situaciones didácticas. Cuando son homogeneizadoras, cerradas, rutinarias, la evaluación -en la función formativa y reguladora que le hemos atribuido- tiene poco margen para convertirse en un hecho habitual y cotidiano. Contrariamente, las propuestas abiertas, que favorecen la participación de los alumnos y la posibilidad de observar por parte de los profesores, ofrecen una oportunidad a una evaluación que ayude a regular todo el proceso y, por tanto, a asegurar su idoneidad. También son estas situaciones las que dan más margen a la autoevaluación. Ahora bien, hay que recordar que evaluar, y evaluar de una manera determinada -diversificada tanto en relación con los objetos como con los sujetos de la evaluación, y con el objetivo de tomar decisiones de diferente índole-, no es únicamente una cuestión de oportunidad. A la presencia de unas opciones claras de tipo general sobre la función de la enseñanza y la manera de entender los procesos de enseñanza/aprendizaje, que le dan un sentido u otro a la evaluación, se le añade la necesidad de unos objetivos o finalidades específicos que actúan como referente concreto de la actividad evaluadora, que la haga menos arbitraria, más justa y útil. Al mismo tiempo, exige una actitud observadora e indagadora por parte del profesorado, que le impulse a analizar lo que pasa y a tomar decisiones para reorientar la situación cuando sea necesario. Esta actitud se aprende, y también se tiene que aprender a confiar en las propias posibilidades para llevar a cabo este trabajo, a confiar en la gran cantidad de datos, a veces asistemáticos e informales, que obtenemos a lo largo del trabajo diario, y que no tienen porqué ser poco útiles aunque sean de carácter poco "técnico". También debemos aprender a confiar en las posibilidades de los alumnos para autoevaluar su proceso. El mejor camino para hacerlo es ayudarles a conseguir los criterios que les permitan autoevaluarse, acordando y estableciendo el papel que tiene esta actividad en el aprendizaje y en las decisiones de evaluación que se toman. La autoevaluación no puede ser una anécdota ni un 226 engaño; también es un proceso de aprendizaje de valoración del propio esfuerzo y, por lo tanto, es algo que conviene planificar y tomarse en serio. Por último, debemos tener presente que, en el aula y en la escuela, evaluamos mucho más de lo que pensamos, e incluso más de lo que somos conscientes. Una mirada, un gesto, una expresión de aliento o de confianza, un rechazo, un no tener en cuenta lo que se ha hecho, una manifestación de afecto... todo esto también funciona, para un chico o chica, como un indicador de evaluación. Es imposible que estos detalles no se nos escapen, pero debemos intentar ser discretos y ponderados en nuestros juicios. Efectivamente, el tema de la evaluación es complejo porque nos proporciona información y muchas veces cuestiona todo el proceso de enseñanza/aprendizaje. Por todo ello, tenemos que cuidarlo tanto como sea posible. Bibliografía Álvarez Méndez, J.M. (1994). “La evaluación del rendimiento académico de los estudiantes en el sistema educativo español en J.F. Angulo, N. Blanco. Teoría y desarrollo del currículum, Archidona, Aljibe. Angulo, J.F. y otros (1994): “Evaluación educativa y participación democrática” en J.F. Angulo, N. Blanco: Teoría y desarrollo del currículum, Archidona, Aljibe. Baudelot, CH.; Establet, R. (1990). El nivel educativo sube. Refutación de una antigua idea sobre la pretendida decadencia de nuestras escuelas, Madrid, Morata. Bolívar, A. (1995). La evaluación de valores, Madrid, Alauada/Anaya. “Cap a una nova avaluació” (1994) en Perspectiva Escolar, 183, Monografía. Coll, C., Martín, E. (1993): “La evaluación del aprendizaje en el currículum escolar: Una perspectiva constructivista” en C. Coll y otros: El constructivismo en el aula, Barcelona, Graó (Biblioteca de Aula, 2), pp. 163-183. Coll, C. y otros. (1992). Enseñanza y aprendizaje de conceptos, procedimientos y actitudes, Madrid, Aula XXI/Santillana. 227 Fernández Pérez, M. (1986). Evaluación y cambio educativo: el fracaso escolar. Madrid. Morata. Fort, R.; Lázaro, Q. (1993): “¿Enseñas o evalúas?” en Aula de Innovación Educativa, 20, pp. 31-36. Gimeno, J. (1992): “La evaluación en la enseñanza” en J. Gimeno; A. I. López: Comprender y transformar la enseñanza, Madrid, Morata. Jorba, J.; Sanmartí, N. (1993): “La función pedagógica de la evaluación” en Aula de Innovación Educativa, 20, pp. 20-30. “L´avaluació” (1989) en Guix, 141-142. Monografía. “La evaluación en el proceso de enseñanza/aprendizaje” (1993) en Aula de Innovación Educativa, 20. Monografía. Miras, M.; Solé, I. (1989): “Avaluació formativa: observar, comprendre i adaptar” en Guix, 141-142, pp. 25-29. Parcerisa, A. (1994): “Decisiones sobre evaluación” en Cuadernos de Pedagogía, 223, pp. 45-49. Perrenoud, Ph. (1990): La construcción del éxito y el fracaso escolar. Hacia un análisis del éxito, del fracaso y de las desigualdades como realidades construidas por el sistema escolar, Madrid, Morata/Paideia. Santos Guerra, M.A. (1994): Entre bastidores. El lado oculto de la organización escolar, Archidona, Aljibe. Zabala, A. (1993): “La evaluación, esa gran desconocida” en Aula Comunidad, suplemento n. 1 de Aula de Innovación Educativa, 13, pp. 10-13. 228 Las rúbricas Frida Díaz Barriga Arceo Las rúbricas son galas o escalas de evaluación donde se establecen niveles progresivos de dominio o pericia relativos al desempeño que una persona muestra respecto de un proceso o producción determinada. Las rúbricas integran un amplio rango de criterios que cualifican de modo progresivo el tránsito de un desempeño incipiente o novato al grado del experto. Son escalas ordinales que destacan una evaluación del desempeño centrada en aspectos cualitativos, aunque es posible el establecimiento de puntuaciones numéricas. En todo caso, representan una evaluación basada en un amplio rango de criterios más que en una puntuación numérica única. Son instrumentos de evaluación auténtica sobre todo porque sirven para medir el trabajo de los alumnos de acuerdo con "criterios de la vida real". Implican una evaluación progresiva, y el ejercicio de la reflexión y autoevaluación (Díaz Barriga, 2004a) (véase figura 5.1). - De acuerdo con Airasian (2001), las rúbricas son estrategias que apoyan al docente tanto en la evaluación como en la enseñanza de actividades generativas, en la elaboración de proyectos, la producción oral y escrita, así como en las investigaciones y el trabajo práctico de los estudiantes. Resultan apropiadas no solo en el campo del aprendizaje científico, sino en la evaluación de procesos y productos relacionados con arte, diseño e intervención profesional, entre otras. En este sentido, son estrategias apropiadas para evaluar tareas o actividades auténticas, en particular las referentes a procesos y producciones ligadas con simulaciones situadas y aprendizaje in situ. Así, una rúbrica es una buena opción para evaluar un informe de laboratorio, un ensayo original, un prototipo o modelo, una producción artística o el análisis de una obra literaria; pero incluso más allá de las producciones de los alumnos, permiten evaluar (y autoevaluar) los procesos y las habilidades; por ejemplo, la manera en que se resolvió un problema complejo y abierto, el proceso de interacción cooperativa al interior de un grupo de trabajo; las competencias En Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida, México, McGraw-Hill, 2006, pp. 134146. 229 comunicativas de los alumnos cuando realizan una exposición oral frente a una audiencia o la calidad en el manejo de medios audiovisuales e informáticos en un proyecto determinado. Hay que destacar que las rúbricas son pertinentes para evaluar tareas que no implican respuestas correctas o incorrectas en el sentido tradicional del término, sino más bien aquéllas donde lo importante es decidir el grado en que ciertos atributos están o no presentes en el desempeño del alumno. De esta manera, la rúbrica necesariamente implica un juicio de valor acerca de la calidad del trabajo realizado por los alumnos, y ante el problema de que dicho juicio conduzca a un sesgo subjetivo es como se define y consensa una pauta que orienta la evaluación. Dicha pauta define los atributos y el grado en que los atributos deseados están presentes en un rango de ejecución que establece lo aceptable e inaceptable. Ahumada (2003) emplea el término "matrices de valoración" para denominar a las rúbricas, pues están construidas a partir de la intersección de dos dimensiones: los criterios o indicadores de calidad (se enlistan en la columna a la izquierda en la matriz) y la definición cualitativa y de manera progresiva de los mismos (columnas a la derecha). La escala ordenada así construida debe mostrar una variación o gradación del rango de desempeños posibles, desde los desempeños o ejecuciones más pobres o incipientes (desempeño del novato) hasta los excelentes (desempeño del experto). A manera de ilustración, en el cuadro 5.2 se reproduce una rúbrica diseñada para la evaluación de las presentaciones orales realizadas en clase por estudiantes de bachillerato (Pearson Education, 2002). Observe que la valoración en este caso es por completo cualitativa y considera los niveles progresivos de desempeño amateur o aceptable o admirable o excepcional. En la elaboración de los criterios de desempeño se consideraron indicadores referentes al manejo del contenido, la coherencia y organización de la información presentada, la creatividad de la presentación, los materiales empleados, las habilidades expositivas de los alumnos, la respuesta de la audiencia y la duración de la presentación. 230 En este caso se espera que los alumnos que realizan la presentación oral expongan consistentemente una tesis o argumentación principal, que la desarrollen y sustenten de modo apropiado, y ante todo, que logren entablar un proceso de comunicación fluido, motivador y significativo con sus interlocutores. Así que, de entrada, resulta evidente para todos que será del todo inapropiada una presentación en la que el o los expositores se limiten a reproducir fragmentos literales de textos académicos o información inconexa y sin sustento, o que no conduzca al empleo del discurso como un medio y producto de la comunicación social. Por lo anterior, y de acuerdo con Montecinos (2003), una rúbrica responde las siguientes preguntas: ¿Qué aspectos caracterizan la ejecución de un especialista o experto? ¿Cuáles son las características que distinguen entre una ejecución excelente, buena, promedio y deficiente? La rúbrica anterior puede ser útil para el profesor y sus alumnos en la evaluación de la presentación oral ante una audiencia de trabajos de 231 investigación documental, de análisis de textos y materiales literarios o científicos, así como de proyectos muy diversos generados por los estudiantes, de propuestas para la intervención en determinados ámbitos, de resultados de trabajos de discusión colaborativa al interior de un equipo, entre otras producciones relevantes. Otra competencia comunicativa de suma importancia es la que se refiere a la composición escrita, relativa a situaciones donde se solicita a los alumnos que desarrollen ensayos originales, análisis de documentos, narración de historias, reportes escritos de observaciones y experimentos, y estudios biográficos, entre otros. Desafortunadamente en la literatura se reporta que tanto profesores como alumnos se centran —tanto al redactar como al calificar una producción escrita— en los aspectos gramaticales, ortográficos y en la presentación, y en mucho menor medida en juzgar el contenido, en términos de la calidad y originalidad de las ideas que plasma el alumno, en los argumentos que ofrece, en la coherencia y claridad de lo que escribe (Díaz Barriga y Hernández, 2002). Pero asimismo encontramos algunos esfuerzos por establecer criterios más amplios para evaluar una competencia comunicativa de tal complejidad, algunos de los cuales proceden precisamente del campo del diseño de rúbricas que permiten modelar y evaluar la composición escrita. En el cuadro 5.3 se encuentra una rúbrica denominada Guía para la evaluación holista de la escritura, desarrollada por el Departamento de Educación de Frankfort, Kentucky (en Arends, 2004, p. 273). Conviene hacer notar las variaciones en el formato de la misma en relación con la rúbrica anterior sobre presentaciones orales, aunque en ambos casos está presente la definición de criterios de evaluación y el desarrollo de niveles de desempeño. Excepcional Admirable Abundancia material Contenido de Información con la relaciona tesis que se expone; tesis puntos muchos Amateur Hay una gran La claramente suficiente que se cantidad relacionado los Aceptable con la información expuesta; que no puntos conecta tesis o de argumentación principal que se se expone no está clara. Se 232 principales se están desarrollan bien claramente con desarrollados, pero con claridad y toda la hay evidencia un la incluye tesis información equilibrio que se expone que da irregular entre ellos no soporte da de sustento a la tesis; y poca variación. ninguna empleo variado de manera materiales, fuentes. dicha tesis. a La tesis se desarrolla La mayor parte de Los conceptos La y especifica la información se y las ideas se presentación claramente; los presenta en ejemplos específicos secuencia son apropiados permiten la Coherencia y Organización y generalmente bien conectados; las necesita conclusiones claras; es lógica; estrechamente fragmentada e desarrollar organizada, tesis; una encuentran son las pero carece incoherente; de no es fluida; el mejorar transiciones desarrollo transiciones claras; el flujo la tesis central muestra entre las ideas de la es vago; control del contenido; expuestas y entre información y aparece la presentación fluida; se es los medios la hacen empleados. transiciones apropiadas; es suscinta no pero fragmentada; de orden no un lógico organización de aparecen presentación. fragmentados. está bien organizada. Presentación de Hay algo de Poca o La material muy original; originalidad en la ninguna aprovecha Creatividad inesperado lograr un lo presentación; para variedad avance combinación superior; captura la apropiadas atención de la materiales medios. variedad; y material presenta presentación el es repetitiva se con poca o con ninguna de poca variación; y originalidad o empleo interpretación insuficiente de 233 audiencia. propia. medios y materiales. Empleo de balanceado El materiales empleo de Empleo Empleo pobre y multimedia no es desigual de o ausente de multimedia; se usan muy variado y no multimedia apropiadamente para se desarrollar Material la conecta tesis con la tesis. bien materiales; y multimedia, o uso no carece de una efectivo de central expuesta; el transición ésta; empleo de medios es suave de un desequilibrio variado y apropiado. media a otro; en el empleo el empleo de de materiales: multimedia no demasiado de se vincula alguno, claramente la tesis. Articulación pausada, Articulación clara; volumen pero no pulida. apropiado; ritmo constante; buena postura; contacto Habilidades visual; entusiasmo; expositivas seguridad no a suficiente de otro. clara Se habla entre Voz inaudible dientes, o muy alta; no farfullando; hay contacto poco contacto visual; el ritmo visual; ritmo de la irregular; poca presentación o ninguna es muy lento o expresividad. muy rápido; el expositor (es) parece poco involucrado y es monótono. Involucra Respuesta de audiencia la Audiencia presentación; a la Presenta en la hechos se algunos exponen los puntos interesantes; los Algunos Presentación. con hechos están incoherente; la giros relacionados audiencia pero se sale pierde 234 el principales de mantiene manera mantiene creativa; atención todo la del tema y la interés de la audiencia u se podría no el audiencia la mayor pierde; en su entender tiempo la atención de parte del tiempo. mayoría, se punto la audiencia. presentan de hechos el central la con presentación. poca o ninguna imaginación. + dos minutos del + cuatro minutos + seis minutos Demasiado tiempo asignado. del asignado Duración tiempo del tiempo extensa asignado de o demasiado breve; diez o la más presentación por minutos arriba o por abajo del tiempo asignado. Criterios de calificación Niveles de desempeño 235 Propósito/ Audiencia Novato El grado en que el escritor; propósito Establece y mantiene un propósito Desarrollo mínimo de las ideas; pocos detalles o no relacionados Se comunica con la audiencia Emplea un tono apropiado Desarrollo de las Ideas/ Organización azarosa o endeble Estructura de las oraciones incorrecta o poco efectiva Estructura El Conciencia limitada de la audiencia y/o del grado en proporciona que el escritor estructura una Uso del lenguaje incorrecto o poco efectivo Errores en ortografía, puntuación, sintaxis, etc., detallada y bien pensada que le que son desproporcionados en cuanto a la permite el desarrollo de las ideas longitud y complejidad del escrito principales contenidas en el escrito. Aprendiz Organización Grado en que el audiencia y con un propósito específico; escritor algunos lapsos (equivocaciones u omisiones) demuestra: Un orden lógico Coherencia Transiciones/ Alguna evidencia de comunicación con una en el enfoque del escrito Desarrollo poco elaborado de las ideas; detalles repetitivos o poco elaborados señales de organización Oraciones Lapsus en la organización y la coherencia Estructura de oraciones demasiado simple, torpe El grado en que el escritor incluye oraciones que son: Variadas en su estructura y Lenguaje muy simple, impreciso Algunos errores de ortografía, puntuación, redacción, etc., que no interfieren con la organización comunicación Construidas de manera efectiva Proficiente o competente Completas y correctas Se enfoca en un propósito, se comunica con 236 Lenguaje una audiencia; evidencia de El grado en que el escritor exhibe tratamiento apropiado de forma correcta y efectiva: Selección de tono o Profundidad en el desarrollo de las ideas, con apoyo en detalles relevantes y elaborados términos, vocabulario Organización coherente y 1ógica Empleo de los mismos Estructura de las oraciones : controlada y variada Corrección El un grado en qua el escritor demuestra un empleo correcto de: Lenguaje efectivo y aceptable Pocos errores de ortografía, puntuación, etc., en comparación a la longitud y complejidad del Ortografía Puntuación Sintaxis Manejo escrito Distinguido de mayúsculas y Establece un propósito y mantiene claro el foco o asunto central del escrito; fuerte conciencia minúsculas de la audiencia, evidencia do un tono o tratamiento apropiado, distintivo Profundidad y complejidad en las ideas, con apoyo en detalles pertinentes atractivos enriquecedores Evidencia de análisis; reflexión, insight Organización cuidadosa, ingeniosa, sutil Variedad en la estructura de las oraciones y en su longitud que aumenta la efectividad de la comunicación. Lenguaje preciso y rico Control de la ortografía, puntuación, sintaxis, mayúsculas. 237 Por supuesto que se deben hacer las adecuaciones necesarias para que rúbricas como las anteriores sean pertinentes y útiles a un determinado contexto y situación. Pero lo interesante es que puedan compartirse en la clase y permitan al docente enseñar al grupo los atributos deseables de una buena presentación oral o de un buen trabajo escrito. Empleada de esta manera, la rúbrica permitirá al docente tanto modelar como retroalimentar los desempeños esperados, y en el caso del alumno ofrecerá elementos para la autoevaluación y la regulación personal del aprendizaje. No está de menos enfatizar que el nivel de desempeño esperado en estos dos ejemplos es alto y que el docente tendrá que hacer las adecuaciones pertinentes para el nivel educativo y contenido que enseña, pero sobre todo en función de los alumnos concretos con los que trabaja y el avance que reportan. En atención a lo anterior, Goodrich (1997) menciona las razones por las cuales las rúbricas son herramientas poderosas para la enseñanza y la evaluación: Permiten mejorar y supervisar el desempeño del alumno, al establecer expectativas claras y criterios concisos para lograr dichas expectativas. Ayudan a definir en qué consiste la "calidad" de los aprendizajes, lo que permite que alumnos y profesores realicen juicios reflexivos sobre su trabajo y el de los demás. Ayudan a los profesores a incrementar la propia calidad de su enseñanza, pues les permiten focalizar y destacar los aspectos particulares que desean modelar en sus alumnos, ya que abarcan tanto procesos como productos del aprendizaje. Incrementan el sentido de responsabilidad y la autodirección de los alumnos. Consolidan estrategias para la autoevaluación y la evaluación de pares. Retroalimentan a los alumnos acerca de sus fortalezas y de las áreas que requieren mejorar. Debido a que por lo general se presentan tres, cuatro o hasta cinco niveles de calidad del desempeño (novato, principiante, competente, proficiente y experto), el profesor puede ajustar las rúbricas a las 238 características de clases muy heterogéneas, considerando tanto a los alumnos con necesidades educativas especiales como a los sobresalientes Elaboración y calificación de rúbricas En relación con la elaboración de rúbricas, a continuación se ofrece una integración propia de las propuestas de los diversos autores que hemos citado, tomando en cuenta que dichos pasos no son rígidos y que la secuencia no tiene que ser lineal. 1. Determinar las capacidades o competencias que se pretende desarrollar en los alumnos. Precisar los contenidos y aprendizajes específicos deseados, e indicar las tareas y prácticas educativas pertinentes. 2. Examinar modelos. Recopilar y analizar ejemplos de trabajos y desempeños buenos y no tan buenos; identificar las características de los mismos así como las de los alumnos que los elaboraron, clarificar los apoyos a la enseñanza necesarios por parte del propio docente. 3. Seleccionar los criterios de evaluación. Tomar en cuenta el análisis de los modelos revisados para iniciar una lista de lo que define la calidad del desempeño en un trabajo escolar determinado. Identificar la evidencia que debe producirse en relación con los procesos y / o productos que se busca enseriar y evaluar. 4. Articular los distintos grados de calidad. Desarrollar una matriz o parrilla de verificación. Conectar en ella los criterios y los niveles de desempeño progresivos. Se puede iniciar con los desempeños extremos: los niveles de calidad más altos y bajos, y después llenar en el medio los desempeños intermedios. 5. Compartir y validar la rúbrica con los estudiantes. Discutir con ellos su sentido y contenido, practicar la evaluación con algunos ejemplos del trabajo que se realiza en clase o con algunos modelos. Ajustar la rúbrica. 6. Utilizar la rúbrica como recurso de autoevaluación y evaluación por pares. Enseñar a los alumnos su empleo en situaciones auténticas de enseñanzaaprendizaje, dar a los alumnos la oportunidad de detenerse a revisar su 239 trabajo, así como a reflexionar sobre la utilidad y forma de uso de la rúbrica misma. 7. Evaluar la producción final. Comparar el trabajo individual/ por equipos de los alumnos según sea el caso, con la rúbrica para determinar si se logró el dominio esperado del contenido. 8. Conducir In evaluación del docente y comunicar lo procedente, con la misma rúbrica que han venido trabajando los estudiantes. Prever de manera realista los cambios requeridos en la enseñanza y los apoyos a los alumnos como consecuencia de la evaluación realizada. El manejo propuesto en los puntos anteriores nos acerca al empleo de las rúbricas como verdaderas estrategias de enseñanza o estrategias docentes, en el sentido de procedimientos y ayudas que el profesor o agente de enseñanza utiliza de manera flexible, adaptativa, autorregulada y reflexiva para promover el logro de aprendizajes significativos en los alumnos (Díaz Barriga y Hernández, 2002). Por lo anterior, resulta evidente que la manera más inapropiada de trabajar una rúbrica sería que sólo el docente la elaborara y la presentara a los alumnos el día de la evaluación final, y en ese momento les anunciara que ésos son los criterios que va a aplicar para calificar sus trabajos. En una dirección similar, Airasian (2001) plantea algunas notas precautorias respecto del diseño y empleo de rúbricas y otras estrategias de evaluación del desempeño: Es importante entender que los criterios que en un momento dado se identifican y definen no son los únicos posibles ni tienen un carácter absoluto. Diferentes profesores pueden identificar ya sea distintos criterios o bien niveles de ejecución o desempeño más o menos complejos en función de las características de sus alumnos, del avance logrado respecto del programa curricular, y del tipo de tareas o proyectos solicitados. En todo caso, lo importante es desarrollar criterios significativos, adecuados y comprensibles para los alumnos en un contexto educativo determinado. Sería un error confundir la identificación de criterios y niveles de desempeño con la elaboración de largas listas de cotejo con criterios o 240 comportamientos superficiales, fragmentarios y triviales, o que conduzcan a observaciones inoperantes e intrusivas. La identificación de criterios de desempeño es un proceso continuo, que pocas veces concluye al primer intento. La lista inicial de criterios se debe revisar y replantear de cara a las producciones y desempeños que manifiestan los alumnos a lo largo de la unidad de trabajo, del ciclo o curso de enseñanza-aprendizaje. En este sentido, es importante asegurar la validez y confiabilidad de la evaluación. El error más común al definir un criterio de desempeño es su carencia de especificidad. Por ejemplo, en la evaluación de una presentación oral, supongamos que el docente establece como criterio "expresión verbal apropiada". Planteado así, el criterio resulta ambiguo para los estudiantes, incluso el profesor puede ser inconsistente o sesgar la evaluación ante la carencia de mayor especificidad. Sería más específico si desglosa lo que considera apropiado en relación con el criterio de "expresión verbal" con indicadores como los siguientes: Por lo anterior, resulta obvio que se debe evitar una adjetivación ambigua y que es más apropiada una descripción detallada del desempeño. También es evidente que un lenguaje comparativo en términos negativos puede resultar peyorativo para los alumnos, que podrían recibir un mensaje de descalificación personal en vez de una retroalimentación que les ofrezca pistas para pensar y mejorar. El establecimiento de niveles de desempeño progresivos, de menor a mayor complejidad y calidad de la ejecución, se puede generar y jerarquizar tomando 241 en consideración los objetivos curriculares y la meta establecida en términos de lo que los alumnos podrán lograr en una secuencia o ciclo de enseñanza determinado. A manera de ejemplo, véanse los niveles de desempeño progresivos planteados en una aproximación holista a la evaluación de la competencia comunicativa básica de los alumnos (basado en Arends, 2004). A partir de la identificación de estos niveles de desempeño o competencia progresivos, será posible desarrollar estándares apropiados y precisos aplicables a tareas académicas específicas donde sea relevante la manifestación de dicha competencia comunicativa (figura 5.2). Debido a que las rúbricas se fundamentan en juicios de valor, y para evitar un sesgo subjetivo por demás inapropiado, es importarte establecer algunos controles en el sentido de la validez y consistencia de la evaluación. 242 Montecinos (2003) plantea al respecto algunos requisitos de los descriptores contenidos en la rúbrica: Los descriptores deben ser sensibles a los objetivos educacionales perseguidos. Tienen que ser apropiados para la etapa de desarrollo de los alumnos. Requieren credibilidad ante los diversos agentes involucrados en la evaluación. Necesitan ser claramente comunicables. Implican hacer explícita la dimensión ética de la evaluación: tienen que ser justos y libres de sesgos. La autora recomienda someter a prueba las rúbricas con muestras de trabajos realizados por los alumnos de manera que se dé respuesta a dos cuestiones clave: ¿son adecuadas las descripciones para ordenar los trabajos del mejor al peor desempeño? y ¿diferentes evaluadores llegan a una misma conclusión? Por otra parte, el énfasis en la evaluación mediante rúbricas es eminentemente cualitativo, pero es posible cuantificar los diversos niveles de desempeño para generar una calificación; no obstante, esta no será nunca el fin último de este tipo de evaluaciones. En caso de trabajar con rúbricas ponderadas, la calificación puede otorgarse al dar el mismo peso o calificación a los diferentes criterios, o bien, más peso a unos en comparación con otros según su importancia. En el cuadro 5.4 se ejemplifica una rúbrica para la autoevaluación del alumno relativa a la elaboración de un trabajo de investigación de nivel secundaria. Por razones de espacio, se ejemplifica sólo lo relativo al criterio de desarrollo de la pregunta de investigación en términos de la selección y manejo de la información recabada y se incluye el criterio de calificación en términos de puntos que el propio alumno puede adjudicarse en cada nivel de respuesta. 243 Cuadro 5.4 Autoevaluación del alumno mediante rúbricas. Ejemplo: criterio de selección y manejo de información para responder una pregunta de investigación. Puntaje Criterio/ Niveles de Desempeño Seleccioné y organicé información que me permitió dar a 4 mi pregunta de investigación de manera organizada. Seleccioné información apropiada. 3 Seleccioné y organicé información que respondió a mi pregunta de investigación sin cometer demasiados errores. Traté de organizar la información que encontré, pero 2 cometí varios errores. No pude mantenerme enfocado en información que me ayudara a responder a mi pregunta de investigación. 1 No fui capaz de seleccionar y organizar la información que encontré para responder a mi pregunta de investigación. Hemos argumentado que las rúbricas son de utilidad no sólo con fines de evaluación, sino de enseñanza. Ahora pretendemos ilustrar su empleo con fines tanto de diseño instruccional como de evaluación de la enseñanza misma, por lo que en el cuadro 5.5 se reproduce una rúbrica que puede ser útil al docente para evaluar situaciones de aprendizaje basado en problemas (ABP). Ya mencionamos en el tercer capítulo de este libro que el ABP es una metodología propia de los modelos de enseñanza situada y experiencial, que ha cobrado un interés renovado en el diseño curricular e instruccional. En el caso de este ejemplo, el establecimiento de una tarea de aprendizaje basado en problemas tiene como criterio de desempeño la autenticidad de dicha tarea, la apertura del problema, su complejidad y su vínculo con el currículo (adaptado de IDE Corp., 2002). Se incluye un ejemplo de cómo ponderar la 244 rúbrica con una calificación máxima posible de 40 puntos, con la metodología de Teacher Vision (2003). Cuadro 5.5 Rúbrica para evaluar una situación instruccional del aprendizaje basado en problemas (ABP). Criterios Novato Aprendiz Profesional Experto Autenticidad El contenido y El contenido y El contenido y El contenido y 30% las las habilidades las habilidades las habilidades habilidades se encuentran se encuentran en esta por aprender de alguna claramente tienen una alta conectadas relevancia social en esta tarea manera permiten empleo ulterior en su conectadas con con la vida sólo entornos la vida y se conectan en más allá de la de que escuela, así con contextos van más allá de como con en actual escolares. tarea la escuela. el inmediato la vida de los ámbito alumnos. laboral. (.30 x 1) 3 (.30 x 2) 6 pts. (.30 x 3) 9 pts. (.30 x 4) 12 pts. pts. Apertura del La tarea tiene La tarea permite La una un tarea La tarea permite problema sólo espacio permite a los estudiantes 20% respuesta limitado correcta diferentes enfoques posible. enfoques. basados en el formas para diferentes seleccionar diferentes mismo contenido de resolverla. y habilidades. (.20 x 1) 2 (.20 x 2) 4 pts. (.20 x 3) 6 (.20 x 4 8 pts. pts. pts. 245 La tarea La tarea La tarea La tarea promueve promueve promueve promueve diferentes muchos muchas muchas y habilidades y habilidades contenidos contenidos diversos, diversos, incluso incluso pensamiento de pensamiento alto de alto nivel. tarea ofrece a habilidades, la contenidos mayoría bajo nivel. de habilidades diversa Complejidad 25% nivel. y La los alumnos la oportunidad de seleccionar algunos contenidos y habilidades. (.25 x 1) 2.5 (.25 x 2) 5 pts. (.25 x 3) 7.5 (.25 x 4) 10 pts. pts. pts. La tarea sólo La se tarea se La relaciona relaciona las con habilidades clave Relación con currículo y contenidos y contenidos el principales del principales currículo. estándares estrechamente establecidos en las con habilidades los clave se Además de los relaciona cercanamente estrechamente con tarea currículo. las el currículo, se habilidades los clave y consideran los los estándares contenidos profesionales del principales del y/o los relativos currículo. La a la preparación estructura, tiempo para el campo y laboral. alcance de las tareas son equiparables a los del 246 currículo. (.25 x 1) 2.5 (.25 x 2) 5 pts. (.25 x 3) 7.5 (.25 x 4) 10 pts. pts. pts. 247 2. El proceso de elaboración de los portafolios Charlotte Danielson y Leslye Abrutyn Los portafolios son, en realidad, una combinación de dos importantes componentes, el proceso y el producto (Burke, Fogarty y Belgrad, 1994,p. 3). Si bien los profesionales y los estudiantes pueden sentir la tentación de concentrarse primordialmente en el producto (el portafolio terminado), el proceso de elaboración es sin duda igualmente importante. Para extraer el mayor beneficio del uso de los portafolios es imperativo entender plenamente la relación entre el proceso de elaboración y el producto. El portafolio es la colección real de trabajos resultante de recorrer aquel proceso; y éste constituye el núcleo del uso exitoso del portafolio. Aunque ese proceso pueda ser una experiencia radicalmente nueva para los estudiantes e inicialmente consuma gran parte del tiempo de sus docentes, la mayoría considera bien empleados el tiempo y el esfuerzo. Para ellos, el proceso de elaboración transforma la enseñanza y la evaluación. Panorama general El proceso de elaboración de los portafolios consiste de cuatro pasos básicos: recolección, selección, reflexión y proyección. Como cabría esperar, algunos son más importantes que otros en ciertos tipos de portafolios; sin embargo, en mayor o menor medida, los cuatro están presentes en todos los tipos. Recolección El primer paso del proceso de elaboración del portafolio es la recolección de diversos elementos del trabajo de los estudiantes. En el caso de los docentes que usan los portafolios por primera vez, la etapa de recolección exige una planificación, porque los alumnos producen una gran cantidad de documentos. Los docentes tendrán que brindar el tiempo y el espacio necesarios para que En Una introducción al uso de portafolios en el aula, Argentina, FCE, 2000, pp. 25-36. 248 sus alumnos armen su trabajo, así como el lugar para guardarlo hasta que se lo requiera en la siguiente etapa del proceso. Además, los estudiantes necesitarán una orientación con respecto al proceso de elaboración del portafolio. Después de todo, este procedimiento es contrario a sus expectativas tradicionales sobre la escuela. En un ámbito tradicional, los docentes asignan tareas, los alumnos las completan (al menos eso es lo que esperan de ellos), las devuelven a aquéllos, quienes las corrigen (o se corrigen en la clase) y las entregan nuevamente a los alumnos, que, o bien las tiran, o bien las llevan a su casa (donde posiblemente las tiren). ¡Es indudable que no suelen guardar sus trabajos! E incluso si conservan parte de ellos, sin duda no hacen lo mismo con todos. Por lo tanto, es necesario que aprecien el valor de recolectarlos. Deben llegar a entender qué pueden aprender por el hecho de guardar y revisar sus tareas. Esta comprensión evolucionará lentamente a partir de la experiencia, a medida que los alumnos descubran el valor de una recolección de trabajos para revisar y usarlos con el fin de seleccionar algunos ítems para otros propósitos. Los docentes pueden fomentar este tipo de comprensión dando forma al proceso de recolección y brindándoles la oportunidad de cuestionar y repetir los pasos. Hablando en general, la recolección es la actividad primaria para la creación de un portafolio de trabajo. Algunos de los elementos de éste pueden incorporarse en última instancia a un portafolio de presentación o de evaluación. Si la clase usa portafolios para escribir, todas las tareas de este ámbito se incluirán en el portafolio de trabajo y finalmente se seleccionarán de esa colección los elementos necesarios para un portafolio de presentación o de evaluación. Definición del propósito de la recolección Decidir qué trabajos reunir en un portafolio puede parecer abrumador en un primer momento, pero la solución, en realidad, es muy simple. La decisión se basa exclusivamente en la finalidad del portafolio y las metas educativas a lograr. Si se trata de un portafolio de evaluación para Matemática de la escuela secundaria, se reunirán en un portafolio de trabajo los elementos de trabajo que reflejen todos los objetivos curriculares pertinentes, entre ellos, por ejemplo, tareas que ilustren las aptitudes de los alumnos para hacer e interpretar gráficos, trabajar con números enteros y resolver problemas 249 complejos. Si el portafolio es la culminación de una unidad interdisciplinaria, se incorporarán a él elementos de trabajos relacionados con cada materia, para que resulte claro que, durante el estudio de la unidad, el estudiante dominó habilidades correspondientes a Estudios Sociales, Lengua, Ciencia y Matemática. Qué elementos no recolectar No todos los trabajos hechos por los alumnos sirven para incluirlos en un portafolio. De vez en cuando, es posible que los docentes entreguen guías de actividades para el desarrollo de habilidades o ejercicios que requieren una aplicación rutinaria del conocimiento. La contribución de estos trabajos al portafolio de un estudiante será escasa. Aunque el conocimiento y la aptitud requeridos formen parte de los objetivos de una unidad (el dominio rápido de las operaciones de multiplicación, por ejemplo), tal vez se los pueda evaluar mejor mediante los métodos tradicionales. Cuándo dejar de recolectar La recolección debe interrumpirse cuando haya suficientes trabajos para ilustrar y documentar que el alumno ha aprendido los conceptos de la unidad, representativos de un nivel adecuado de dificultad. Si el propósito de la unidad es construir y analizar tablas, cuadros y gráficos, los estudiantes tendrán muchas oportunidades de aprender estas habilidades. El docente dará muchas tareas relacionadas con éstas y, a medida que se completen, se incorporarán al portafolio de trabajo. Comunicación con los padres Es importante informar a los padres acerca del proceso de elaboración de los portafolios. La etapa de la recolección exige que los estudiantes pongan sus trabajos en un contenedor donde permanecerán hasta el final de la unidad o el año, en cuya oportunidad se transferirán a un portafolio de evaluación o de presentación, o bien se llevarán a las respectivas casas. Como resultado de ello, es posible que los padres no vean muestras del trabajo de sus hijos durante períodos prolongados. Esta situación puede generar un interesante dilema. Si bien los educadores destacan el valor de la participación de los padres en el proceso educativo y los 250 alientan a comprometerse con el aprendizaje de sus hijos, el proceso de los portafolios puede obstaculizar este intercambio, ya que el trabajo de los alumnos queda depositado en la escuela. Al no ver la labor concreta de sus hijos durante períodos prolongados, los padres (en particular, los que tienen niños pequeños) pueden llegar a preocuparse por el tipo de aprendizaje que reciben en la escuela. En consecuencia, es imperativo que los docentes ideen maneras de permitir que los padres vean el trabajo en el portafolio de sus hijos. Un método consiste en enviar periódicamente el portafolio a las casas e incluir un mecanismo que asegure su devolución, preferiblemente con comentarios de los padres que indiquen que lo han mirado junto con sus hijos. Como alternativa, algunos maestros organizan veladas de portafolios en la escuela, en las que los alumnos muestran a sus padres los trabajos incorporados a ellos. Independientemente de cuál sea el enfoque adoptado, el resultado es, por lo común, un entusiasta apoyo de los padres al proceso de elaboración de los portafolios y una mejor comunicación entre ellos y sus hijos, así como con el docente. Selección El segundo paso en el proceso de elaboración de los portafolios es la selección. En esta etapa, los estudiantes (tal vez asistidos por sus maestros) examinan lo que han recolectado para decidir qué transferir a un portafolio de evaluación o presentación más permanente. Qué elementos se seleccionan Para un portafolio de presentación, los alumnos seleccionan sus mejores producciones, prestando poca atención a los objetivos de aprendizaje establecidos. Estas piezas representan lo que ellos consideran como sus mejores trabajos, aquéllos que les gustan, los que los enorgullecen y quieren mostrar a otros. Sus elecciones pueden sorprender a sus docentes. Al seleccionar los elementos para un portafolio de evaluación, los estudiantes buscan los trabajos que mejor ejemplifiquen los criterios establecidos por el docente, por éste y ellos mismos en conjunto o por el distrito escolar o el Estado. Sin embargo, independientemente del origen de los criterios de 251 selección, los alumnos deben entender plenamente los indicadores de un trabajo de calidad. Los criterios utilizados para la selección del portafolio deben reflejar los objetivos de aprendizaje del currículum. Cuanto más precisamente estén enunciados éstos y más claros sean los lineamientos para evaluar el trabajo de los estudiantes, más focalizados podrán ser los criterios de selección. Si la finalidad del portafolio es, por ejemplo, evaluar el dominio de las habilidades de escritura de un alumno de cuarto grado, deben elaborarse pautas para el tipo de escritura enseñada. Si las metas del año son la escritura descriptiva y la expositiva, deben aclararse sus lineamientos para que los estudiantes puedan discernir cuales de sus elementos ejemplifican mejor los criterios. El proceso de seleccionar ítems para el portafolio de evaluación o presentación combina la enseñanza y la evaluación. Una clase en que el docente explica los criterios de la buena escritura descriptiva y expositiva toca ambos aspectos. Fortalecer los criterios de la selección es otra manera de aclarar los objetivos del aprendizaje. Además, al permitir que los estudiantes juzguen con claridad cuáles de sus elementos cumplen criterios específicos, el rol de la evaluación se traslada desde el docente hacia ellos. Esta evaluación, desde luego, es más formativa que acumulativa, porque reencauza la enseñanza y da forma al futuro aprendizaje. ¿Cuánto seleccionar? Para un portafolio de evaluación o presentación puede seleccionarse un número cualquiera de elementos. En el caso de los portafolios de evaluación, la cantidad debería ser suficiente para demostrar toda la gama de metas de aprendizaje definidas en el currículum. Para un portafolio de presentación, el número más probable será establecido de manera un tanto arbitraria por el docente. “Elijan los tres mejores trabajos de Matemática de este año” es una consigna razonable para dar a los alumnos. Algunos docentes también les piden que seleccionen elementos considerados insatisfactorios. (Las razones por las cuales los alumnos los juzgan de esa manera se exploran más detalladamente en la etapa de reflexión del proceso de elaboración de los portafolios.) Esta actividad de selección los alienta a 252 reflexionar seriamente sobre cuestiones relacionadas con la calidad. Sin embargo, la cantidad total de elementos de los portafolios probablemente debería aumentar, si los alumnos también seleccionan ítems que son insatisfactorios para ellos. El momento de la selección Los estudiantes pueden elegir los trabajos para sus portafolios más permanentes en distintos momentos. Naturalmente, no pueden tomar ninguna decisión mientras no hayan terminado varias tareas. En ese momento, el docente podrá esforzarse por incorporar a la enseñanza el proceso de selección, durante el cual los alumnos alternan entre la recolección, la selección y la revisión, hasta reunir una cantidad aceptable de elementos satisfactorios. Por lo común, la selección se produce en o cerca del final de algo: una unidad de enseñanza, un período de calificaciones o la conclusión de un proyecto. De manera alternativa, podría tener lugar antes de un suceso próximo: previamente a las reuniones con los padres o a la presentación de los portafolios en alguna ocasión especial. Algunos docentes prefieren que sus alumnos hagan la selección en momentos definidos del año. El fin de un período de calificaciones es una época naturalmente adecuada para examinar el portafolio de trabajo y seleccionar elementos para el portafolio de presentación. La selección para este último puede abarcar más de un año lectivo. Si el propósito es mostrar la evolución a lo largo de un período extenso, será necesario que se produzca en momentos regulares, como el final de la enseñanza básica y el primero y segundo ciclo de la escuela secundaria. Reflexión Desde luego, cierto grado de reflexión es un componente esencial de la selección de trabajos para un portafolio. Sin embargo, la tercera fase del proceso de elaboración de éstos -la de la reflexión- es una etapa distintiva en que los alumnos expresan (habitualmente, por escrito) su pensamiento sobre cada elemento de sus portafolios. Mediante este proceso de reflexión se 253 vuelven cada vez más conscientes de sí mismos como personas que aprenden. Para un portafolio de trabajo no es necesario que las selecciones de los estudiantes se hayan sometido a una reflexión sistemática. No obstante, cuando transfieren elementos de un portafolio de trabajo a uno de evaluación o de presentación, es preciso que acompañen cada elemento con una declaración escrita (o dictada, en el caso de los niños muy pequeños) que explique los motivos de su inclusión. Enseñar a los alumnos a reflexionar Una de las mayores diferencias entre las aulas que usan portafolios y las que no lo hacen es el grado de reflexión de los alumnos sobre su trabajo. Para la mayoría, la reflexión es una capacidad completamente nueva, que exige mucha enseñanza específica y apoyo. En los párrafos siguientes contrastaremos el papel de la reflexión en un aula tradicional y en otra que utiliza portafolios. Un aula tradicional Una de las tareas más difíciles y prolongadas para los docentes -en particular, para los de las clases tradicionales- es la de corregir las tareas de los alumnos. Desafortunadamente, no hay muchos elementos que demuestren que éstos se benefician con los comentarios de sus maestros. Una alumna, al leer erróneamente una observación de su maestra, frag (por oración fragmentaria), como frog [rana], llegó a la conclusión de que ésta creía que lo que había escrito “daba muchos saltos por ahí”. Aun más descorazonadores son los estudiantes que no se molestan en lo más mínimo en leer los comentarios de sus docentes, aunque éstos pasen mucho tiempo leyendo los trabajos y hagan sugerencias escritas. Es posible que simplemente tomen el papel para tirarlo de inmediato, sin prestar seriamente atención a lo señalado por escrito. Un aula con portafolios En un aula con portafolios, al contrario, el ambiente es muy diferente. Los docentes siguen dando tareas y los alumnos continúan produciendo trabajos, que aquéllos leen y comentan en su mayor parte. Pero en vez de llevárselos a sus casas una vez que se los devuelven, los estudiantes los guardan en un portafolio de trabajo. Según cuál sea la naturaleza de los comentarios y la 254 importancia de la tarea, pueden decidir revisarlos en ese momento. O bien hacerlo más adelante, cuando tengan una serie de elementos en su portafolio de trabajo y sea hora de seleccionar algunos para un portafolio de evaluación. Sea como fuere, como los alumnos saben que es su responsabilidad demostrar destreza en ciertos objetivos definidos de aprendizaje, se sienten mucho más inclinados que en un aula tradicional a leer y actuar tras los comentarios del docente. Si los elementos deben incorporarse a un portafolio de presentación, los motivos de sus elecciones proporcionan valiosas revelaciones sobre sus maneras de conocer y, para los estudiantes mismos, representan una importante experiencia de autoevaluación. Como la reflexión es una nueva aptitud para muchos alumnos, habrá que brindarles instrucciones específicas. Una estrategia eficaz consiste en proyectar un elemento del trabajo de algún estudiante (preferentemente, de otra clase u otro año) en el retroproyector y modelizar los pasos de la reflexión. También se puede invitar a los alumnos a sugerir comentarios sobre lo que harían si el trabajo fuera suyo: ¿qué características notan en él y qué creen que podría mejorarse? Claridad en los criterios Cuando los alumnos se ven por primera vez ante la necesidad de reflexionar sobre su trabajo, tienden a concentrarse en criterios superficiales como la prolijidad, la extensión o la mecánica de trabajo. Si bien estos ítems pueden ser importantes, rara vez definen la excelencia. Por consiguiente, la mayoría de los docentes comprueban que deben ayudarlos a identificar las características de un trabajo de alta calidad y a reconocerlas en los esfuerzos propios y ajenos. El uso de indicadores para la reflexión Muchos docentes inician el proceso de reflexión con sus alumnos proponiéndoles indicaciones específicas y abiertas para que respondan a ellas. Estas pueden vincularse directamente con objetivos del aprendizaje individual y son particularmente apropiadas para los portafolios de evaluación. Un indicador podría ser: “Elijo este elemento como ejemplo del desarrollo del carácter porque...” o “Este problema muestra mi destreza en el razonamiento 255 matemático porque...”. Otras pueden ser más generales y adecuadas para un portafolio de presentación: “Me gusta este fragmento escrito porque yo...” “Mejore en mi capacidad para...” “Una de las cosas en que todavía tengo que esforzarme es…” “Una de las cosas con las que antes tenía inconvenientes pero ahora puedo hacer es...” No es necesario que los estudiantes escriban una gran cantidad de comentarios reflexivos sobre un trabajo. El proceso no debe volverse fastidioso. En general, un comentario perspicaz sobre un ítem del portafolio es preferible a varios superficiales. Escribir una introducción Para ciertos tipos de portafolios, en particular los de presentación que abarcan un período prolongado (por ejemplo, todo un año) una introducción del alumno puede brindar una fértil oportunidad para la reflexión. Al escribir una introducción a todo un portafolio, los estudiantes deben reflexionar sobre un volumen general de trabajos y criticarlo. Tienen que comparar entre sí diferentes elementos, reconocer patrones en su tarea e interpretar el significado de toda la colección. Semejante oportunidad para hacer una síntesis significativa es poco habitual en las escuelas. Los alumnos ganarán en aptitud a medida que tengan posibilidades de encarar una actividad de esas características. Un ámbito para la reflexión en el aula Generar en el aula una atmósfera conducente a la reflexión es importante. Hay varias medidas que un docente puede tomar para promover el éxito del proceso reflexivo: Permitir que en un principio los alumnos trabajen con un compañero. El trabajo en colaboración puede generar más ideas y los estudiantes no se sentirán aislados en su actividad. 256 Dejar que los alumnos se ejerciten en el desarrollo de comentarios reflexivos. Luego, pedirles que compartan voluntariamente esos comentarios a modo de ejemplos. Destacar que no hay una manera, correcta o incorrecta de reflexionar: esto alentará los alumnos a ser más abiertos. Destinar horarios específicos para la reflexión. Esto es esencial para desarrollar con éxito un programa de portafolios. Es más probable que el proceso reflexivo se produzca cuando se destina un lapso adecuado a este objeto. Generar una atmósfera de confianza. Se solicita a los alumnos que sean francos con respecto a sus logros o limitaciones, cosa que no es fácil de realizar en un clima de temor al ridículo. Proyección La etapa final del proceso de elaboración de portafolios es la proyección. Ésta se define como una mirada hacia y la fijación de metas para el futuro. En esta fase, los estudiantes tienen la oportunidad de observar el conjunto de su trabajo y emitir juicios sobre él. Al revisar los portafolios de presentación o evaluación pueden darse cuenta de muchas cosas. Una mirada objetiva a todo un portafolio les permite ver los patrones de su trabajo. Como resultado, tal vez adviertan que su escritura narrativa es más vigorosa que su escritura expositiva o que manejan con más soltura los cuadros y gráficos matemáticos que la solución de problemas complejos. Estas observaciones pueden ser una ayuda para identificar metas del futuro aprendizaje. Resumen Muchos educadores comprueban que el uso de portafolios cambia todo el paisaje de la enseñanza y la evaluación. Es evidente que éstas se entrelazan en todas las etapas del proceso de elaboración de aquéllos. El docente enunciará el propósito de la unidad de enseñanza y explicará a los alumnos cómo pueden demostrar el dominio de las habilidades pertinentes. Por su parte, los estudiantes examinan su propia obra a la luz de los criterios y pautas establecidos por el docente (probablemente, con la participación de ellos 257 mismos) y la revisan a fin de que cumpla esas normas. El docente ya no está solo en la tarea de juzgar al alumno. Éste hace lo propio con su trabajo y lo mejora cuando es necesario. Cuando los estudiantes reflexionan sobre su tarea y seleccionan los elementos que mejor ilustran sus conocimientos y aptitudes, se hacen cada vez más responsables de su propio aprendizaje. Toman conciencia de su manera de aprender y pensar y llegan a considerarse capaces de producir muchos tipos diferentes de trabajo. Esta mayor conciencia metacognitiva es uno de los principales resultados del uso de portafolio. Bibliografía Burke, K., R. Fogarty y S. Belgrad. (1994). The Mindful School: The Portfolio Connection, Arlington Heights, II, Skylight Training and Publishing. 258 259 Lecturas para la Antología de Formación Cívica y Ética II .- Principales tendencias en educación moral, en Puig Rovira, Josep María (1996), La construcción de la personalidad moral, España, Paidós, pp. 13-73. .- El desarrollo moral, en Delval, Juan (2002), El desarrollo humano, México, Siglo XXI, pp. 438-457. .- La educación para la ciudadanía hoy: motivos y razones, en Bolívar, Antonio (2007), Educación para la ciudadanía: algo más que una asignatura, España, Graó, pp. 15-23. .- ¿Qué quiere decir enseñar ciudadanía?, en Cullen, Carlos (1999), Autonomía moral, participación democrática y cuidado del otro: bases para un currículo de formación ética y ciudadana, Argentina, Novedades Educativas, pp. 37-43. .- Los pasos de un proyecto y su puesta en marcha en el aula, en Díaz Barriga Arceo, Frida (2006), Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida, México, McGraw-Hill, pp. 40-51. .- El qué de los proyectos, en Bixio, Cecilia (1999), Cómo construir proyectos en la E.G.B., Argentina, Novedades Educativas, pp. XVII-XXXI. .- El valor de la educación y el papel de las tecnologías de la información y la comunicación, en McFarlane, Angela (2003), El aprendizaje y las tecnologías de la información: experiencias, promesas, posibilidades, México, SEP/Santillana, pp. 31-41. .- La evolución del papel de los medios: del liberalismo democrático a la sociedad mediática global, en Carreño Carlón, José (2007), Los medios de comunicación, China, Nostra, pp. 13-30. .- Los derechos informativos de los mexicanos: frente al sistema político y frente al sistema mediático, en Carreño Carlón, José (2007), Los medios de comunicación, China, Nostra, pp. 55-62. 260 .- El trabajo sobre valores, en Santiago, Gustavo (2004), El desafío de los valores: una propuesta desde la filosofía con niños, Argentina, Novedades Educativas, pp. 123-142. .- La evaluación: ¿Por qué se debe evaluar? Aclaraciones previas en torno a la evaluación, en Zabala Vidiella, Antoni (2005), La práctica educativa. Cómo enseñar, España, Graó, pp. 203-231. .- Las rúbricas, en Díaz Barriga Arceo, Frida (2006), Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida, México, McGraw-Hill, pp. 134-146. .- El proceso de elaboración de los portafolios, en Danielson, Charlotte y Leslye Abrutyn (2000), Una introducción al uso de portafolios en el aula, Argentina, FCE, pp. 25-36. 261 Relación de imágenes que aparecen en las lecturas .- El desarrollo moral, en Delval, Juan (2002), El desarrollo humano, México, Siglo XXI, pp. 438-457. Cuadro imagen “Figura 18.7.” de la página 451. Se anexa el libro original. .- Los pasos de un proyecto y su puesta en marcha en el aula, en Díaz Barriga Arceo, Frida (2006), Enseñanza situada: vínculo entre la escuela y la vida, México, McGraw-Hill, pp. 40-51. Imágenes tituladas: “Figura 2.2 Formato para la exposición de un proyecto en la feria de las ciencias”, de la página 44. “Figura 2.2 (Continuación)”, de la página 45. Se anexa el libro original. 262