CORTE SUPREMA DE JUSTICIA William Namén Vargas SALA DE CASACIÓN CIVIL

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente:
William Namén Vargas
Bogotá, D. C., catorce (14) de diciembre de dos mil diez (2010)
Discutido y aprobado en Sala de tres (03) de noviembre de dos mil diez (2010)
Ref.: 11001-3103-032-2001-00709-01
Se decide sobre la admisibilidad de la demanda con la que el
apoderado judicial de María Susana Murillo de Suárez y Raymond Salazar
Manzur pretenden sustentar el recurso de casación interpuesto contra la
sentencia de 30 de octubre de 2008, proferida por la Sala Civil del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, en el proceso ordinario promovido por
los recurrentes contra Eduardo Orozco Prada.
A este propósito se considera:
1.
En la demanda genitora del referido proceso los
demandantes solicitaron la nulidad absoluta de la escritura pública 3879 de 25
de abril de 1997 otorgada en la Notaría 29 del Círculo de Bogotá, mediante la
cual se cancelaron las obligaciones personales y los gravámenes hipotecarios
constituidos a través de la escritura pública 9696 de 2 de octubre de 1996 de la
misma notaría, por vicios del consentimiento aduciendo que ellos nunca
confirieron poder a Patricia Pinilla Naranjo para cancelar la hipoteca ni mucho
menos para otorgar el instrumento público objeto de la nulidad; y, como
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consecuencia, peticionaron dejar vigente la 9696 de 2 de octubre de 1996 con la
que Eduardo Orozco Prada constituyó gravamen hipotecario sobre los inmuebles
distinguidos con los folios de matrícula inmobiliaria 50N-20034274 y 50N20034273 de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Bogotá, y
condenar a la parte demandada al pago de perjuicios materiales y morales, e
imponer condena en costas.
Notificado el demandado por intermedio de curador ad litem y
rituada la primera instancia, el juzgado de conocimiento el 20 de noviembre de
2006 profirió sentencia desestimatoria de las pretensiones de la demanda, la
cual fue confirmada por la Sala Civil del Tribunal Superior de Bogotá D.C., según
fallo de 30 de octubre de 2008.
2.
Inconformes con el pronunciamiento de segunda instancia,
interpusieron recurso extraordinario de casación, el cual fue concedido por el
Tribunal y admitido por la Corte.
3.
Dos cargos se formulan contra la sentencia de segunda
instancia, por violación de la ley sustancial, con fundamento en la causal primera
de casación consagrada en el artículo 368 del Código de Procedimiento Civil.
3.1
El primero por violación indirecta de la ley sustancial, como
consecuencia de error de hecho manifiesto en la apreciación de la escritura
pública 9696 de 2 de octubre de 1996 de la Notaría 29 de Bogotá, relativa a la
constitución del gravamen hipotecario, y del poder “contenido en la [e]scritura
[p]ública No. 3879 del 25 de abril de 1997 de la misma notaria”, porque al
haberse establecido en la primera de ellas que Eduardo Orozco Prada constituía
hipoteca abierta de primer grado, sin límite de cuantía, a favor de María Susana
Murillo de Suárez y/o Raimond Salazar Manzur y no cumplir el poder otorgado
para la cancelación de dicho gravamen lo dispuesto en el instrumento de
constitución, como quiera que pericialmente se demostró falsedad en la firma de
Salazar Manzur, se requería, entonces, dada la “y” copulativa a la que se refiere
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la cláusula primera de la escritura pública de constitución, indubitablemente la
concurrencia de las dos signaturas de la parte acreedora, pues distinto sería si
figurara en el poder conferido para la cancelación del gravamen la rúbrica de una
sola de las personas que fungen como acreedores hipotecarios.
En virtud de tales yerros interpretativos se generó un nexo causal
con la parte resolutiva de la sentencia, traducidos en la confirmación del fallo de
primera instancia, desestimatorio de las pretensiones, porque “la defectuosa
apreciación de las pruebas documentales especificadas precedentemente (…)”,
llevaron al Tribunal a confirmar dicho fallo, dando al traste con la objetividad de
aquellas.
Ese error de hecho manifiesto en la apreciación de las pruebas
significó la trasgresión del preámbulo de la Constitución y de los artículos 13 y
228 ibídem, porque con tecnicismos jurídicos y excesivo formalismo legal se
sacrificaron las pretensiones de los demandantes, pues por ser anteriores a la
promulgación de la Constitución Política de 1991, el Decreto 960 de 1970 y los
artículos 305 y 306 del Código de Procedimiento Civil, su interpretación debe
adecuarse al ordenamiento superior. Trae a colación sentencias de esta
Corporación del año 1979, según las cuales el juez debe proveer en conformidad
a los hechos probados, para indicar que aunque el derecho privado “era
formalista” se debe buscar la verdad real sobre la formal.
Así mismo, destacan que el error de hecho denunciado quebrantó
los artículos 1502 y 1622 del Código Civil; y artículos 4 y 187 del Código de
Procedimiento Civil.
3.2
El segundo por violación directa de la ley sustancial,
argumentando que el fallo riñe con lo establecido en el artículo 52 del Decreto
960 de 1970, ya que conforme a dicha disposición cuando se cancela un
gravamen hipotecario el notario siempre debe colocar no solo en el original de la
escritura sino en todas las copias una nota que exprese tal hecho,
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independientemente de que la cancelación se protocolice ante el mismo notario
que extendió la escritura de constitución, dado que la norma no establece
ninguna excepción, por lo que, contrariamente a lo considerado por el juzgador
de segundo grado, ese argumento es relevante, ya que los demandantes
“habrían acudido ante el Notario con tales instrumentos para que le hubieran
puesto la respectiva nota a la que alude la norma, pero, como ciertamente, la
actuación estaba viciada tal nota no se realizó”.
4.
Con estos antecedentes, conviene memorar que “La
naturaleza excepcional, extraordinaria y eminentemente dispositiva del recurso
de casación, comporta en la normatividad procesal civil una especial atención
por parte del legislador a los requisitos formales de la demanda que lo sustenta,
de tal forma que su admisión a trámite despunta vedada en el evento de obviar
el recurrente las exigencias estatuidas. Es así como entre los requisitos del libelo
impugnaticio, resultan en extremo relevantes para el asunto que ocupa la
atención de la Corporación, los contenidos en el numeral 3° del artículo 374 del
Código de Procedimiento Civil, con arreglo al cual para la admisión de la
demanda han de exponerse ‘los fundamentos de cada acusación en forma clara
y precisa’, pues la propia naturaleza del medio de impugnación impone a la
Corte el moverse sólo dentro de los estrictos límites demarcados por la censura
y; cuando la invocada es la causal primera,” han de señalarse las normas de
derecho sustancial vulneradas, demostrando el yerro cuando sea fáctico y, “más
concretamente en los casos en que se acude a la denominada vía indirecta por
error de derecho, es imperioso para el recurrente ‘indicar las normas de carácter
probatorio que se consideren infringidas explicando en qué consiste la
infracción’, requisito que se explica porque no es el litigio mismo la materia sobre
la que opera el aludido recurso extraordinario -pues en tal caso constituiría una
tercera instancia, no prevista por la ley- sino la sentencia impugnada, a efectos
de que por la Corte se decida, dentro de los límites trazados por la demanda de
casación, si esa sentencia se ajusta a la ley sustancial, o, en otra hipótesis, a la
procesal” (auto de 19 de enero de 2009, exp. 00192, reiterado en auto de 18 de
diciembre del mismo año, exp. 07634).
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También la jurisprudencia de la Sala en torno a la naturaleza de
las normas de derecho sustancial ha sido prolija en señalar que por tales “debe
entenderse las que declaran, crean, modifican o extinguen relaciones jurídicas
concretas, es decir, las que se ocupan de regular una situación de hecho
respecto de la cual deba seguirse una consecuencia jurídica, y no las que se
limitan a definir fenómenos jurídicos o a describir sus elementos, precisamente
porque al ser tales, no pueden atribuir derechos subjetivos, tampoco las que
regulan, como es natural entenderlo, determinada actividad procesal o
probatorio, presupuesto que es de vital importancia cumplirlo, porque de
omitirse, al decir de la Sala ‘quedaría incompleta la acusación, en la medida en
que se privaría a la Corte, de un elemento necesario para hacer la confrontación
con la sentencia acusada, no pudiéndose, ex officio, suplir las deficiencias u
omisiones en que incurra el casacionista en la formulación de los cargos, merced
al arraigado carácter dispositivo que estereotipa el recurso de casación’” (cas.
civ. 4 de diciembre de 2009, exp. 1995-01090).
Análogamente, otro requisito “aplicable siempre, cualquiera sea la
causal invocada”, según lo tiene explicado la Corte, atañe a que exista una
simetría o “relación” entre la “sentencia y el ataque que se le formula” (auto 277
de 19 de diciembre de 1999), porque si el recurrente cimienta su acusación
sobre bases no consideradas en ella, se estaría frente a un cargo desviado, es
decir, impreciso, entendiendo por precisión lo “exacto, lo ceñido al caso, lo que
permite distinguir una cosa de otra” (auto 147 de 2 de agosto de 2004, reiterado
en auto de 2 de abril de 2008, Exp. 06151-01); e indicarse “la vía y la clase de
yerro que se atribuye al ad quem y no abandonar en su desarrollo el camino
escogido” (auto de 19 de febrero de 2010, reiterado en providencia de 8 de julio
del mismo año, exp. 03455).
Ahora bien, respecto al error de hecho o fáctico surge de la
“….suposición, preterición o errada apreciación de la prueba (sentencia 187 de
octubre 19 de 2000, exp. 5442), es decir, ‘el error probatorio de hecho acaece
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cuando el Tribunal cree equivocadamente en la existencia o inexistencia de un
medio probatorio en el proceso o cuando al existente le da una interpretación
ostensiblemente contraria a su contenido real, es decir, cuando desacierta en la
contemplación objetiva de la prueba, razón por la que se ha explicado que su
estructuración sólo puede tener como causa determinante una cualquiera de
estas hipótesis: a) cuando se da por existente en el proceso una prueba que en
él no existe realmente; b) cuando se omite analizar o apreciar la que en verdad
si existe en los autos; y, c) cuando se valora la prueba que si existe, pero se
altera sin embargo su contenido atribuyéndole una inteligencia contraria por
entero a la real, bien sea por adición o por cercenamiento (…)’ (sentencia 034 de
10 de agosto de 1999, exp. 4979), sin resultar admisible ‘para la prosperidad del
cargo en que se arguye error de hecho, sustentarlo con razones propias del error
de derecho, ni viceversa, pues en el fondo implica dejar enunciado el cargo pero
sin la sustentación clara y precisa que exige la ley; y, dada la naturaleza
dispositiva del recurso de casación, le está vedado a la Corte escoger a su libre
arbitrio entre uno y otro yerro para examinar las acusaciones’ (sentencias 077 de
15 de septiembre de 1998, exp. 4886; 112 de 21 de octubre de 2003, exp. 7486,
y de 18 de septiembre de 2009, exp. 00406, inter alia)” (auto de 18 de diciembre
de 2009, exp. 07634).
5.
Acorde con los anteriores parámetros jurisprudenciales, se
anticipa la ineptitud de los cargos formulados por los recurrentes, resultando
forzosa la inadmisión de la demanda de casación, por cuanto en ella no se
observó la técnica requerida, como pasa a explicarse.
(a)
En efecto, en el primero de los citados cargos se acusa la
sentencia por violación indirecta del preámbulo de la Constitución Política y sus
artículos 13 y 228, de los artículos 4, 187, 305 y 306 del Código de
Procedimiento Civil, del Decreto 960 de 1970, y de los artículos 1502 y 1622 del
Código Civil, como consecuencia de errores de hecho consistentes en la
valoración de los elementos de persuasión, porque “la defectuosa apreciación de
las pruebas documentales especificadas precedentemente (…)” llevaron al
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Tribunal a confirmar el fallo de primera instancia, dando al traste con la
objetividad de las pretensiones.
Pronunciamientos de la Sala enseñan que el preámbulo de la
Carta Política así como sus artículos 13 y 228, “…no dan base por sí solos, a lo
menos en principio, para fundar un ataque en casación por la causal primera; no
porque carezcan de ese rango sustancial, sino porque son normas cuyo molde
jurídico está generalmente desarrollado por la ley (…) en tal supuesto, entonces,
es imprescindible citar los preceptos que desarrollan el mandato constitucional”
(auto de 16 de agosto de 1995, exp. 5532, reiterado en auto de 30 de agosto de
1996, exp. 6144), y “no consagran derechos u obligaciones a las partes, mucho
menos las consecuencias de su incumplimiento” (auto de 2 de abril de 2008,
exp. 2000-006151-01); en tanto los artículos 4 y 187 del Código de
Procedimiento Civil, “…se limitan a regular cierta actividad judicial y probatoria”
(auto de 2 de abril de 2008 up supra); en ese mismo orden, el artículo 305 “es
una norma de ‘procedimiento para el juez’ que lo ‘sujeta al principio de
congruencia para cuando profiera el fallo’” (sentencia de 13 de junio de 2002,
exp. C-6306), que “regula la forma como debe el juez desarrollar su actividad en
la sentencia” (auto de 28 de abril de 1995, exp. 5398), características de las
cuales participa el artículo 306; tampoco es de estirpe sustancial el artículo 1502
del Código Civil, referente a los requisitos de validez de los actos y
declaraciones de voluntad (auto de 26 de abril de 1996, exp. 5904), al igual que
el artículo 1622 ibídem por tratarse de una regla abstracta concerniente a la
interpretación de las cláusulas contractuales; y, menos puede tomarse como
norma de tal linaje la invocación genérica del Decreto 960 de 1970.
En consecuencia, los censores desatendieron la carga mínima
impuesta por el artículo 374, numeral 3, del Código de Procedimiento Civil, de
precisar la norma sustancial trasgredida, cuya indefinición no puede ser
remediada por la Corte en el escenario de este extraordinario medio
impugnativo.
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Adicionalmente, es evidente la desviación del cargo, toda vez que
el Tribunal, sin entrar a valorar las pruebas sobre las cuales el censor edifica el
reclamo, circunscribió su análisis a la incongruencia entre los hechos invocados
en la demanda y las pretensiones, amén de la irrelevancia del artículo 52 del
Decreto 960 de 1970; así, después de diferenciar la nulidad instrumental de la
sustantiva, concluyó que las súplicas de la demanda no podían prosperar dado
que los supuestos fácticos alegados como sustento no apuntaban a demostrar
que la escritura pública objeto de la nulidad solicitada adoleciera de alguno de
los vicios relacionados en el artículo 99 del precitado decreto, en tanto aquellos
hacen referencia a una nulidad sustancial y las pretensiones a la declaratoria de
nulidad del instrumento público; incongruencia entre hechos y pretensiones que
no podían ser subsanados “…oficiosamente por el juzgador porque incurriría en
fallo extrapetita, lo cual no lo permite el artículo 305 del C. de P.C.(…)”, a lo que
sumó que “…los vicios en el consentimiento del acto atacado originan nulidad
relativa cuya declaración oficiosa, al tenor de lo previsto en el artículo 306
ibídem, se encuentra expresamente prohibida”.
Empero los recurrentes sin combatir las bases en que se cimienta
la sentencia desarrollaron el cargo bajo la perspectiva, desde luego equivocada,
de que el Tribunal había apreciado de manera errónea la prueba documental
aducida al proceso, especialmente la referida escritura pública 9696, cuando
indefectiblemente debieron estructurar el cargo a partir de la falta de
interpretación de la demanda denunciando la normatividad sustancial trasgredida
como consecuencia de ello.
(b).
En cuanto hace al segundo cargo, éste tampoco cumple las
exigencias previstas en los artículos 374 del Código de Procedimiento Civil y 51
del Decreto 2651 de 1991, convertido en legislación permanente por mandato
del artículo 162 de la Ley 446 de 1998, como quiera que la preceptiva invocada
por el censor –artículo 52 del Decreto 960 de 1970-, no ostenta categoría
sustancial, en la medida que se limita a indicar el procedimiento de cancelación
de las escrituras públicas por parte del notario; dicho de otro modo, no se ocupa
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de regular una situación fáctica a la que se atribuya una consecuencia jurídica, ni
declara, crea, modifica o extingue relaciones jurídicas concretas.
6.
Conclúyese de lo anterior que los cargos no cumplen con
las exigencias descritas para la admisión de la demanda, pues, a pesar de haber
denunciado los casacionistas la violación de la ley sustancial, jamás acusaron
como infringida una norma de tal especie, siendo de rigor para el recurrente,
tratándose de la causal primera de casación, “señalar las normas de derecho
sustancial”, requisito que bien puede cumplirse indicando “una cualquiera de las
normas de esa naturaleza que, constituyendo base esencial del fallo impugnado
o habiendo debido serlo, a juicio del recurrente haya sido violada”, así como
formular por separado los cargos contra la sentencia recurrida con la “exposición
de los fundamentos de cada acusación en forma clara y precisa” (sentencias 043
y 120 de 9 de septiembre y 9 de diciembre de 1999, respectivamente, auto 307
B de 9 de diciembre de 2003, reiterado auto 2 de abril de 2008, exp. 06151-01).
Las anteriores razones se consideran suficientes para decidir la
ineptitud de los cargos contenidos en la demanda objeto de estudio para ser
admitida a trámite.
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de
Casación Civil,
RESUELVE
1.
Inadmitir la demanda arriba mencionada.
2.
En consecuencia, se declara DESIERTO el recurso de
casación interpuesto por María Susana Murillo de Suárez y Raymond Salazar
Manzur contra la sentencia de procedencia y fecha referidas.
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Notifíquese.
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
WILLIAM NAMÉN VARGAS
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
En comisión de servicios
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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