TEMA 4. EL MOVIMIENTO OBRERO

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Los problemas de la sociedad industrial. El movimiento obrero.
TEMA 4. EL MOVIMIENTO OBRERO
ESQUEMA
1.- Inicios y desarrollo del movimiento obrero.
1.1.- Inicios del movimiento obrero.
1.1.1.- Asociacionismo obrero.
1.1.1.1.- El movimiento «luddita».
1.1.1.2.- El primer sindicalismo.
1.1.1.3.- El movimiento «cartista».
1.1.2.- Socialismo utópico.
2.- Marxismo y Anarquismo.
2.1.- El socialismo científico o marxismo.
2.2.- La utopía anarquista.
3.- Las internacionales obreras.
3.1.- La Primera Internacional.
3.2.- El movimiento obrero a partir de los años ochenta.
3.2.1.- El sindicalismo.
3.2.2.- Las cooperativas.
3.2.3.- Los partidos socialistas.
3.3.- La Segunda Internacional.
3.3.1.- Orígenes y organización.
3.3.2.- Los problemas de la II AIT: el anarquismo y el revisionismo.
3.3.3.- La ruptura de la Segunda Internacional.
3.4.- El movimiento obrero tras la Primera Guerra Mundial.
3.4.1.- La III Internacional.
3.4.2.- Reacciones ante la III Internacional: la Internacional Socialista y la Cuarta
Internacional.
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Los problemas de la sociedad industrial. El movimiento obrero.
1.- INICIOS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO.
1.2.- Inicios del movimiento obrero.
1.2.1.- Asociacionismo obrero.
Las consecuencias sociales de la revolución industrial (salarios de “hambre”, jornadas
larguísimas de trabajo, etc.) provocan, por parte de los obreros, reacciones que son, al principio,
individuales o de grupos reducidos y sin organización. Sin embargo, poco a poco, con la toma de
conciencia de su condición obrera y de la necesidad de unión entre todos, desembocan en un
verdadero movimiento obrero que, a pesar de los obstáculos legales y de todo tipo que encuentra,
consigue avances y mejoras en la situación originaria. Los primeros en asociarse son los obreros
más cualificados, como los artesanos, que poseen una instrucción básica gracias a la cual
comprenden la necesidad de la unión para llevar adelante la lucha y, sólo posteriormente, los
obreros de fábrica.
1.2.1.1.- El movimiento «luddita».
En un primer momento, la lucha se centra en un movimiento de destrucción de máquinas, a
las que se achaca la culpa del paro. Es el llamado «luddismo», en honor de uno de los más
destacados destructores de telares, Ned Ludd. Se trata de la actuación de grupos, relativamente
reducidos, que se inicia en Inglaterra y Francia a fines del siglo XVIII y se extenderá después a
otros países. Los gobiernos reaccionaron con leyes que condenaban a los destructores a penas que
llegaron, a veces, a la de muerte.
1.2.1.2.- El primer sindicalismo.
Pronto la acción espontánea derivó hacia el asociacionismo. El primer problema a
solucionar fue legal, ya que una serie de leyes prohibía las asociaciones. De manera clandestina
comenzaron a unirse en sindicatos locales por oficios (trade unions). En 1824 el Parlamento
británico aprueba el derecho de asociación y coalición (asociación no permanente), pero con
muchas trabas (sólo se permiten las asociaciones locales y por oficios). Robert Owen trató de unir
a varios sindicatos de diferentes oficios y llegó a asociar en pocas semanas 500.000 miembros en
lo que se llamó “Great Trade Union”. El gobierno, asustado por las dimensiones que estaba
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adquiriendo el movimiento sindicalista, prohibió esta federación de sindicatos. Como
consecuencia, se intentaron otras soluciones, como las cooperativas de producción y consumo e
incluso la creación de grandes sindicatos, aunque con escaso éxito.
1.2.1.3.- El movimiento «cartista».
Hasta entonces las peticiones de los obreros habían sido estrictamente laborales (mejora de
salarios, reducción de horarios, etc.). A partir de la prohibición de la “Great Trade Union” sus
líderes empezaron a plantear reivindicaciones de tipo político. La reivindicación fundamental era
el sufragio universal, ya que sólo los propietarios tenían derecho al voto y si los obreros obtenían
este derecho podrían, por su número, hacer triunfar partidos dispuestos a atender sus demandas.
En 1838, en el Reino Unido, la Asociación de Trabajadores de Londres presenta al Parlamento
unas peticiones, en la llamada «Carta del Pueblo» (People's Charter), entre las que destacan el
sufragio universal secreto, elecciones anuales, igualdad para todos los distritos y remuneración
para los diputados. La petición no es aceptada, pero la Asociación se amplía integrando a
diversos dirigentes en el movimiento que va a ser denominado «cartismo». Entre sus dirigentes
los habrá moderados, como Owen o Lovett, y radicales, como O'Connor y O'Brien, que se
inclinan por presionar con huelgas y manifestaciones violentas. La convención que celebran los
cartistas en 1839 aprueba esta última vía y se envía una nueva carta apoyada por millón y medio
de firmas. El gobierno respondió poniendo los distritos obreros bajo mando militar, deteniendo a
algunos líderes y reprimiendo con dureza cualquier intento de presión. Este movimiento fue
disolviéndose poco a poco por la división entre sus dirigentes, la represión citada y la prosperidad
que se inicia en los años cuarenta.
El obrerismo inglés comienza a marchar por otros derroteros de lucha. Se intenta
solucionar casi con exclusividad los problemas más directos. Se trata del sindicalismo, que tiene
su máxima expresión en las Trade Unions u organizaciones profesionales, existentes con
anterioridad y formadas, en principio, por obreros cualificados. Éstas siguen funcionando
semiclandestinamente hasta que el gobierno reconoce su existencia en 1875. En el resto de los
países, el reconocimiento de los sindicatos se producirá también a partir del último tercio del
siglo XIX o principios del XX.
1.2.2.- Socialismo utópico.
En Francia, que cuenta con menor número de obreros que Inglaterra, pero posee una gran
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tradición revolucionaria e intelectual, surgen en la primera mitad del siglo XIX algunos
pensadores que exponen teorías sobre la sociedad y sus problemas (reciben, por ello, el nombre
de socialistas) y proponen soluciones ideales, que más tarde Marx, para diferenciarlos de su
«socialismo científico», calificaría de utópicas. Sus principales pensadores son Saint-Simon,
Fourier, Louis Blanc, Blanqui y también el inglés Robert Owen. Aunque no tienen excesivos
puntos comunes, todos ellos critican el sistema de producción capitalista y prefieren la evolución
social (que se lograría mediante el convencimiento de los burgueses de la necesidad de cambiar)
a la revolución. Presentan proyectos de sociedades concretas, entre los que destacan los
falansterios de Fourier o los Talleres Nacionales de Blanc.
2.- MARXISMO Y ANARQUISMO.
2.1.- El socialismo científico o marxismo.
El filósofo alemán Karl Marx afirmaba que los filósofos se habían limitado a interpretar el
mundo cuando su verdadera misión era transformarlo. Fiel a este principio publica con su amigo
Engels, en 1848, el Manifiesto Comunista. Partiendo de la afirmación de que los problemas
sociales se deben a la lucha de clases entre una clase explotadora, la burguesía, y otra explotada,
el proletariado, concluye lanzando un llamamiento a los proletarios de todos los países para que
se unan y rompan sus cadenas. Aunque este folleto tuvo una difusión enorme, su obra más
ambiciosa es El Capital, en la que se efectúa una demoledora crítica del capitalismo, sistema que
para Marx se basa en la explotación: los que poseen las máquinas (propietarios) explotan a los
que no las poseen (obreros).
El pensamiento marxista ha inspirado las más importantes revoluciones del siglo XX.
Veamos algunas de sus tesis principales:
a) Su filosofía se denomina materialismo dialéctico: materialismo porque sostiene que la
materia es anterior al espíritu y lo condiciona, y dialéctico porque todo está en evolución, en
cambio dialéctico: dentro de cada elemento vivo (tesis) existe una contradicción, su opuesto
(antítesis), ambos están en perpetua lucha y hacen nacer un elemento nuevo (síntesis) que supera
a los anteriores.
b) Interpretación económica (o materialista) de la historia. Se trata de su teoría del
materialismo dialéctico aplicado a la Historia. Para Marx el motor de la historia no son los
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héroes, o los grandes hombres, o los reyes, ni tampoco las ideas. El motor de la historia es la
economía. La actuación de los grandes hombres y la incidencia de las ideas dependen de las
circunstancias económicas. Un cambio en la economía provoca cambios en la sociedad, en la
mentalidad, en los valores. Al hacer el estudio de la Historia, parte de que en toda sociedad o
«estructura social» existe una infraestructura material, que es la economía. Sobre ella se apoya la
sociedad y lo que ésta piensa y cree (el derecho, la religión, la ciencia, el arte, etc.), a lo que llama
superestructura. Según sea la infraestructura así será la superestructura, y cualquier cambio en
aquélla, producirá un cambio en ésta y viceversa.
c) Lucha de clases. En la sociedad primitiva no existía el concepto de propiedad. Pero con
la aparición de la propiedad la sociedad se dividió en dos grupos: los propietarios y los
desposeídos. De esta forma surgió un antagonismo entre ellas. Y este antagonismo persiste en la
época en que Marx vive, entre los burgueses, propietarios de fábricas y máquinas, y el
proletariado. Sólo mediante la lucha contra la burguesía (tesis) el proletariado (antítesis) podrá
salir de su situación e implantar una sociedad más justa, la sociedad socialista (síntesis).
d) Dictadura del proletariado. Es uno de los principios teóricos más discutidos del
marxismo. Partiendo de la idea de que el Estado de la época se apoyaba en la dictadura de la
burguesía, Marx anuncia que la conquista del poder por los obreros instaurará la dictadura del
proletariado, pero por un tiempo limitado, el necesario para organizar la sociedad de otra forma.
e) Sociedad sin clases. El proceso desembocará, no en una sociedad en la que la clase
dominante sea el proletariado sino en una sociedad en la que no existan clases y todos los
individuos tengan las mismas oportunidades. En ella no habrá propietarios porque la propiedad
será colectiva.
Otros conceptos importantes en la teoría de Marx son los siguientes:
* La necesidad de participar mediante partidos políticos en la democracia burguesa,
consecuencia, en gran medida, de lo expuesto anteriormente. A la creación de estos partidos
dedicará Marx gran parte de su labor.
* El valor: un objeto tiene el valor del trabajo que haya costado producirlo, lo mismo que
el de su materia prima. La forma de medirlo es evaluar la cantidad de «tiempo de trabajo
necesario».
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* La plusvalía o exceso de valor: el obrero recibe un salario que es lo que cuesta producir
aquello que necesita para vivir. Pero realmente, el obrero trabaja una serie de horas de más, por
las que no recibe salario alguno. Esta cantidad de trabajo no pagado al obrero, que queda en
beneficio del patrono y con el que se enriquece, es la plusvalía.
2.2.- La utopía anarquista.
Se trata de un movimiento poco homogéneo, iniciado por Proudhon, que tiene entre sus
máximas figuras a Bakunin, Kropotkin y Max Stirner. Sus ideas principales se pueden resumir en
las siguientes:
Defiende ante todo la libertad humana, pero una libertad no individual, sino entendida
socialmente. Esta libertad lo es para los dos sexos, por lo que la igualdad entre ellos es premisa
fundamental. En ella inciden la necesidad de instrucción y educación, pues la libertad ha de
basarse en un conocimiento total de las posibilidades humanas.
Propugna la supresión del Estado y de toda forma de gobierno, la disolución de los
ejércitos -innecesarios al no existir Estados-, y la desaparición de la Iglesia como institución. La
causa es que todo poder corrompe siempre, porque la autoridad supone la primacía de un hombre
sobre el resto, que, al imponer esta autoridad, elimina parte de la libertad del gobernado.
¿Cómo puede organizarse la sociedad sin estos fundamentos? Bakunin, de espaldas a la
revolución industrial, que provoca la aparición de grandes ciudades, postula la formación de
pequeños centros de población, a manera de aldeas, que él llama “comunas”. En las comunas no
existe poder organizado ni propiedad privada.
En algunos aspectos Bakunin tuvo más de soñador que de pensador, pero su influencia fue
también intensa. Dos principios, entre otros, le separan de Marx, con el que terminó chocando
personalmente, hasta el punto de que los anarquistas fueron expulsados de la Internacional
obrera.
a) En primer lugar, mientras Marx creía que la revolución la harían los obreros industriales
pero no los campesinos, Bakunin confiaba en el papel revolucionario de los campesinos.
b) En segundo lugar, mientras los socialistas se afanan por la conquista del Estado, los
anarquistas sólo piensan en destruirlo, de ahí que no acepten entrar en el juego político: ni
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fundarán un partido ni intervendrán en elecciones ni parlamentos. Esta actitud limitó sus
posibilidades de acción. Su actuación política se reduce a la propaganda. En este aspecto hay
grandes diferencias entre los que defienden una vía pacífica y los defensores del terrorismo
(propaganda de hecho). A final de siglo se produce una gran cantidad de atentados a personajes
importantes de todo el mundo, la mayoría de los cuales resultan mortales. Hay también una
tendencia a la actuación mediante el sindicato: es el llamado anarco-sindicalismo.
3.- LAS INTERNACIONALES OBRERAS.
3.1.- La Primera Internacional.
El fracaso y posterior represión de las revoluciones de 1848 provocó un estancamiento, y a
veces retroceso, del movimiento obrero mundial. A mitad de siglo surgen contactos entre los
obreros franceses y británicos que cristalizarán en la siguiente década (1863) en un llamamiento
británico a la solidaridad internacional para defenderse ante los empresarios que acudían a la
contratación de obreros extranjeros para producir bajadas de los salarios y boicotear las posibles
huelgas.
Todas estas causas provocan que en septiembre de 1864 se produzca en Londres una nueva
reunión de sindicalistas anglo-franceses, a la que asisten también representantes alemanes,
polacos, húngaros y algunos italianos. En ella se funda la Asociación Internacional de
Trabajadores (AIT).
Desde 1864 a 1867 se fue organizando la AIT que inicialmente tuvo pocos participantes: a
la hora de la verdad, los ingleses y los franceses apenas participaron; hubo alguna representación
belga y suiza y ninguna española, italiana ni alemana. En Alemania funcionaba la poderosa
Asociación General Obrera, inspirada por Ferdinand Lassalle, que buscaba la emancipación de
los trabajadores utilizando la intervención estatal, prefigurando un elaborado socialismo de
Estado. Con estos participantes tuvieron lugar la Conferencia de Londres de 1865 y los
Congresos de Ginebra, de 1866, (donde se aprueban los estatutos de la AIT, cuya redacción había
dirigido Marx) y Lausana (1867), bajo predominio francés y, más concretamente, de Proudhon.
El periodo de mayor auge fue después de la crisis económica de 1867, pero la afiliación a la
misma nunca fue grande, no llegando en su fase de mayor apogeo a los 100.000 miembros
(número reducido si lo comparamos con los 800.000 afiliados de las Trade Unions británicas en
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la misma etapa). Se incorporaron más belgas, los socialistas alemanes no lassallianos (como
Wilhelm Liebknecht, fundador del partido socialdemócrata) y otros representantes europeos,
entre ellos los españoles.
Al principio los seguidores de Proudhon tuvieron relativa fuerza en la AIT, pero fueron
expulsados de la misma en el Congreso de Basilea de 1869, al oponerse a cualquier intervención
del Estado en materia social y laboral.
A partir de 1868 se inicia una fase de debilitamiento de la Asociación por causas externas e
internas. Entre las primeras está la gran represión que en los diferentes países tienen las huelgas y
las manifestaciones obreras. Sin embargo, es la oposición entre marxistas y anarquistas la
principal fuente de problemas. La rivalidad entre Marx y Bakunin tenía una base personal, pero
es a nivel ideológico donde se plantean las mayores divergencias. Bakunin pretendía que la
Internacional fuera una coordinadora de movimientos social-revolucionarios autónomos y no un
órgano de dirección común, además criticaba abiertamente el concepto de dictadura del
proletariado de Marx. Bakunin quiso utilizar la Internacional para lograr sus propósitos
anarquistas y así fue como se adhirió a ella, junto con su Alianza Internacional de la Democracia
Socialista, en 1869. Dicha organización de seguidores de Bakunin tenía implantación en Suiza y,
sobre todo, en Italia y España. La polémica Marx-Bakunin prosiguió entre 1871 y 1872 y se
solventará en el Congreso de La Haya de 1872, en el que son expulsados los bakuninistas, que
crean una Internacional Antiautoritaria, con sede en Ginebra (1873), llamada Alianza
Internacional de Trabajadores, en la que se establecía la autonomía de las federaciones y la
huelga revolucionaria como método de acción, en vez de la acción política. La desorganización
de esta Internacional fue notoria, destacando en ella el papel de los españoles (Congreso de
Córdoba, de 1872). Esta organización celebra su último congreso en 1877 y se extingue en 1880.
Respecto a la Internacional socialista, dos hechos vienen a sumarse en su decadencia: no
lograr evitar la guerra franco-prusiana, lo que demostraba el triunfo del nacionalismo en ambos
países frente al internacionalismo que propugnaba la AIT, y el fracaso de las Comunas francesas
y su posterior represión, que tuvo reflejos en casi todos los países, con una ola general de
persecuciones contra todo tipo de asociaciones obreras.
Tras la derrota francesa en la guerra franco-prusiana y la formación de un gobierno
republicano, presidido por el moderado Thiers, se produjo en París el estallido de un movimiento
revolucionario que pretendía ser la auténtica revolución proletaria: la Comuna. Aunque Marx
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intentó evitar esta acción, por considerarla precipitada, Bakunin la alentó. El origen de la
Comuna hay que encontrarlo en el vacío político producido tras la caída del II Imperio. Al tiempo
que se constituía el gobierno provisional de Thiers, en París se celebran unas elecciones para un
consejo municipal que son ganadas por jacobinos, blanquistas, proudhonianos y bakuninistas,
que establecen una Asamblea Comunal como un nuevo modelo político en el que todos los
poderes son de procedencia directamente popular. En abril de 1871 se redacta una Declaración al
pueblo francés, pidiendo autonomía para todas las comunas que se constituyan en Francia,
derechos ilimitados de reunión y prensa, enseñanza gratuita y obligatoria, supresión de trabajos
nocturnos, etc. Paralelamente, se requisan los talleres abandonados por sus dueños, que serán
dirigidos autogestionariamente por comités obreros, se ocupan las viviendas vacías, se decreta la
liberalización del arte, etc.
Ante la gravedad de los acontecimientos, Bismarck permitió la reconstrucción del ejército
francés, el cual, al mando de Mac Mahon logra vencer la resistencia parisina en el mes de mayo.
La represión será durísima, contándose por millares los fusilados.
La Comuna tuvo repercusión en casi toda Europa. Ello provocó una especial represión de
todo movimiento obrero y la persecución sistemática de la Internacional, que quedó fuera de la
ley en casi todas partes. El propio Marx reconocía que con el fracaso de París se había cerrado
una etapa de la lucha obrera, mientras que otro revolucionario, Lenin, extraía del caso parisino las
consecuencias teóricas que inspirarían el Estado Soviético de 1917.
Todos estos hechos provocan que la sede del Consejo de la Internacional pase de Londres a
Nueva York, en donde acaba por disolverse en 1876, tras el Congreso de Filadelfia.
3.2.- El movimiento obrero a partir de los años ochenta.
A partir de 1880 el movimiento obrero presenta nuevas características: los sindicatos,
cooperativas y partidos se hacen más complejos; además se pretende dar una nueva coordinación
a la acción obrera internacional. Finalmente, se incorporan al campo social nuevas fuerzas e
instituciones, como la Iglesia, ausentes hasta entonces.
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3.2.1.- El sindicalismo.
El sindicalismo presenta una vertiente reformista, como las Trade Unions británicas, y otra
revolucionaria. Esta última tiene una doble procedencia: marxista y, especialmente, anarquista
(necesidad de revolución social, huelga general, rechazo del Estado, alejamiento de la política,
sabotaje, etc.).
Sorel puede considerarse como uno de los principales teóricos del sindicalismo
revolucionario y la CGT francesa como el modelo de organización sindical. En España había
surgido la UGT (Unión General de Trabajadores) en 1888, con clara inspiración marxista.
Aportación interesante al movimiento sindical fue el anarcosindicalismo, en cuya línea está
la CNT española y cuyo máximo ideólogo fue el ruso Kropotkin.
3.2.2.- Las cooperativas.
Las cooperativas, especialmente de consumo, tuvieron su máxima expresión en Gran
Bretaña.
En 1913, la Federación Británica de Cooperativas manejaba 31 millones de libras esterlinas
y contaba con 20.000 empleados. En Francia se siguió el ejemplo, constituyéndose la Unión
Cooperativa de Sociedades, bajo el principio de neutralidad política, si bien una minoría tuvo
vinculación con el socialismo. Hubo también sociedades cooperativistas en Bélgica (de
orientación socialista) y en Alemania, esta última más tardía pero con gran desarrollo.
El movimiento cooperativista se organizó internacionalmente desde 1855 a través de la
Alianza Cooperativa Internacional, constituida en Londres; a fines de siglo, la Alianza estaba
controlada por los socialistas, pero se procuró evitar su politización en todo momento.
3.2.3.- Los partidos socialistas.
El origen de los partidos socialistas está en la recomendación de la Primera Internacional
sobre la participación obrera en la política. Un modelo típico fue el Partido Socialdemócrata
Alemán (SPD), nacido en 1875 tras el Congreso de Gotha, donde se unificaron las corrientes
lassallianas y las de Wilhelm Liebknecht. En 1895 tenía 1.200.000 militantes y se presentaba
como vanguardia del proletariado, con control de la línea sindical.
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En el Reino Unido hubo un conato de Partido Socialdemócrata, al margen de las Trade
Unions, que fracasó. Tras la Fabian Society (Sociedad Fabiana), fundada por intelectuales, será
el Labour Party (Partido Laborista), controlado por los sindicatos, el que cobrará fuerza como
partido obrero.
Francia no tuvo una línea socialista definida, sino pluralidad de facciones. En cambio, sí
que surgieron partidos socialistas en países de débil potencial industrial, como Italia o España
(PSOE, 1879).
3.3.- La Segunda Internacional.
3.3.1.- Orígenes y organización.
En 1889 se reunía un congreso obrero en París para conmemorar el centenario de la
Revolución Francesa. Sería el origen de una nueva Internacional y el momento de fijar la jornada
del 1º de mayo para la petición de la jornada laboral de 8 horas. Tras una serie de dificultades
iniciales, como ciertas reticencias alemanas, a los dos años se consolidaba en Bruselas la Segunda
Internacional.
La organización de la II AIT descartó el centralismo de la Primera, estructurándose como
una federación de partidos. Para su mejor funcionamiento se estableció en 1899 en Bruselas,
elegida sede permanente, el Bureau Socialista Internacional, compuesto por dos delegados de
cada país, un secretariado permanente y un Comité Ejecutivo que coordina todas las actuaciones
entre Congresos, que se celebrarían trienalmente. El cuadro se completó con la Comisión
Socialista Interparlamentaria, la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas y la
Federación Internacional de la Juventud Socialista.
3.3.2.- Los problemas de la II AIT: el anarquismo y el revisionismo.
Los anarquistas planteaban una estrategia de emancipación meramente económica, en lugar
de otra alternativa que conjugara las reivindicaciones inmediatas del proletariado con la acción
política. El Congreso de Zurich de 1893 determinó incluir en la Segunda Internacional sólo a
aquellos que aceptaran la necesidad de la acción política. Por consiguiente, los anarquistas eran
expulsados (Congreso de Londres de 1896).
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Los acuerdos de Zurich suponían el sometimiento de los sindicatos a los partidos o, por lo
menos, la preponderancia de éstos sobre aquéllos. Los alemanes lo aceptaron, pero no los
ingleses, que pedían la total separación de los sindicatos y los partidos. Al final se llegó a una
solución salomónica: se pediría a los sindicatos una actuación socialista y a los partidos apoyo
para aquéllos (Congreso de Stuttgart de 1907).
El problema más importante que se plantea es el del reformismo y el revisionismo. El
reformismo planteaba una cuestión práctica, la conveniencia de que los socialistas intervinieran
en los gobiernos «burgueses» de sus países. La solución fue también ecléctica: se puede
intervenir, aunque no es conveniente hacerlo, y en última instancia, la palabra definitiva la tiene
el propio partido. Por su parte, la tendencia revisionista argumentaba que, ante el hecho de que la
crisis prevista del capitalismo se alejaba cada vez más y las circunstancias económicas
cambiaban, y no precisamente a peor para los obreros, se imponía una revisión de las premisas
marxistas. El principal autor de estas teorías fue Eduard Bernstein, que en su obra Las premisas
del socialismo y las tareas de la socialdemocracia, entre otras cosas, negaba el materialismo
histórico, la vía revolucionaria y la lucha de clases, pues, según él, no existen dos, sino varias.
Además defiende la vía reformista y de colaboración entre todas ellas para, evolutivamente,
llegar al socialismo. Estas posturas van a ser condenadas por los marxistas, y en especial por
Kautsky, hasta lograr la expulsión de los revisionistas de la Internacional en el Congreso de
Amsterdam de 1904.
Por entonces, la fuerza de la Internacional era grande y considerable el prestigio de sus
líderes, como Jean Jaurès, Rosa Luxemburgo, Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), Pablo Iglesias, etc.
3.3.3.- La ruptura de la Segunda Internacional.
A pesar del prestigio de los líderes, la unidad de la Internacional era sólo aparente. De
momento, aunque el revisionismo había sido rechazado en Amsterdam, lo cierto es que
predominaba entre los partidos adscritos a la Internacional. Frente a él se erigía un ala radical y
revolucionaria que, a su vez, estaba escindida: un sector, con Lenin a la cabeza, confiaba más en
el papel del partido, en la alianza de obreros y campesinos y en conjugar la lucha de clases con
las aspiraciones nacionalistas; otro sector, donde se hallaba Rosa Luxemburgo, daba más valor a
la espontaneidad revolucionaria de las masas y a la acción del proletariado industrial, mientras
que consideraba retrógrada la conjunción lucha de clases-nacionalismo.
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Estas divisiones prepararon el fin de la Internacional, que terminó hundiéndose en 1914,
pues quedó demostrado que no tenía una política común que pudiera ser eficaz para detener la
guerra. La Primera Guerra Mundial estalló, volviendo a imponerse el nacionalismo al
internacionalismo.
3.4.- El movimiento obrero tras la Primera Guerra Mundial.
Concluida la Primera Guerra Mundial y consolidada la victoria socialista en la URSS, se
plantearon varias opciones al movimiento obrero:
a) La creación de una Internacional Sindical en Amsterdam (1919), con un programa válido
para los trabajadores de países industrializados.
b) Reactivar la II Internacional, proyecto que fracasó.
c) Crear una nueva Internacional que, partiendo de la Segunda, recogiera las experiencias
de la revolución rusa. Es lo que jocosamente se llamó la Internacional 2 y 1/2.
d) La Tercera Internacional.
3.4.1.- La III Internacional.
En marzo de 1919 Lenin convoca en Moscú una Conferencia Internacional Comunista, a la
que casi no asisten representantes de los socialismos occidentales, que decidió constituirse como
III Internacional (Internacional Comunista o Komintern). Con ella se intentaba acelerar en lo
posible la lucha revolucionaria en Europa, aprovechando las circunstancias favorables de
posguerra y según el modelo triunfante en Rusia. El segundo Congreso, celebrado el año
siguiente, aprobó los estatutos de la organización, sus organismos principales, así como las 21
condiciones exigibles a los partidos comunistas para su entrada, con las que se intentaba, entre
otras cosas, impedir el ingreso de grupos socialdemócratas.
Poco a poco, sin embargo, fue decreciendo el entusiasmo inicial al perderse las
posibilidades de extender la revolución. En 1935 se celebró el VII y último Congreso, en el que
se acordó la política de «frente popular» (colaboración con los socialdemócratas para luchar
contra el fascismo), y en 1943 fue disuelta por Stalin para favorecer sus relaciones con el resto de
los aliados en la guerra.
3.4.2.- Reacciones ante la III Internacional: la Internacional Socialista y la
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Cuarta Internacional.
Ante la Internacional Comunista y las escisiones que hubieron de sufrir en su seno, a veces
muy importantes (los socialistas franceses mayoritariamente se pasaron al partido comunista), la
reacción de los partidos socialistas fue constituir, en 1923, la Internacional Socialista, como
federación de partidos socialistas no afiliados a la III Internacional, en la que los
socialdemócratas alemanes y los laboristas ingleses se convirtieron en el eje principal.
Tras la expulsión de Trotski del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética) y su
posterior exilio, éste creará partidos comunistas trotskistas en diversos países, que se unen en una
IV Internacional en 1938.
DEFINICIONES
Robert Owen: Socialista utópico, expuso al gobierno británico la necesidad de construir villas de
cooperación para acabar con el desempleo, siendo el cooperativismo un sistema económico y
político opuesto al capitalismo que permitiría la armonía entre las clases sociales. Quiso mejorar
las condiciones de vida de los trabajadores e intentó poner en práctica sus ideas en la empresa
New Lanark (Escocia), pero fracasó.
Charles Fourier: Socialista utópico, intento crear un estado armonioso ideal se alcanzaría por la
división de la sociedad en cooperativas, o comunidades llamadas falansterios, cada uno
compuesto por unas 1.600 personas que vivirían en un enorme edificio comunal situado en el
centro de una gran área agrícola. La asignación del trabajo se basaba en el talento y la propiedad
privada no existiría. Fundo varios falansterios pero sus ideas fracasaron
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