Aportes de Francisco Larroyo a la construcción del campo de

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Aportes de Francisco Larroyo a la construcción del campo de conocimiento
educativo:
una lectura desde la didáctica.
Ileana ROJAS MORENO
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM
Resumen
Palabras clave: Larroyo, conocimiento educativo.
Francisco Larroyo (1908-1981), doctor en Filosofía, catedrático universitario y autor de una abundante
producción editorial sobre filosofía, historia y educación, fue uno de los principales impulsores de la
pedagogía universitaria como carrera profesional. A partir de una breve semblanza de la vida académica
de este personaje, el presente artículo ofrece algunas reflexiones sobre el desarrollo disciplinario de la
Didáctica en la segunda mitad del siglo XX en México, destacando su importancia en tanto elemento
fundador y referente epistémico para la construcción del campo de conocimiento educativo.
Más que una exploración exhaustiva de la amplísima obra y gran trayectoria de Don Francisco
Larroyo, el texto que ahora les comparto ofrece un itinerario que resalta pistas de interés para situar
el desarrollo de los conocimientos pedagógicos contemporáneos. El trabajo se compone de tres apartados que reúnen algunas reflexiones sobre las valiosas aportaciones de este personaje al campo
educativo, con especial énfasis en el tratamiento de la Didáctica.
Résumé
Mots clés: Larroyo, connaissance pédagogique.
Larroyo Francisco (1908-1981), docteur en philosophie, professeur d’université et auteur d’une riche
publication sur la philosophie, l’histoire et l’éducation, a été l’un des principaux moteurs de l’enseignement universitaire. Après un bref aperçu de la vie de ce grand homme, cet article propose quelques réflexions sur le développement disciplinaire de l’enseignement dans la seconde moitié du XXe siècle, au
Mexique, en soulignant son importance comme élément de base et une référence épistémique pour la
construction du domaine de la connaissance pédagogique.
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Ileana Rojas Moreno
Vida y obra dedicadas a la academia
F
rancisco Larroyo (1908-1981), zacatecano nacido en Jerez, fue maestro y doctor en Filosofía y
maestro en Ciencias de la Educación, educador y escritor, y perteneció a la llamada “Generación
del 29”. Como parte de su trayectoria académica destaca la participación en tres espacios institucionales entre 1930 y 1950: la Escuela Normal Superior, la Escuela Nacional de Maestros y la
Facultad de Filosofía y Letras. En esta última entidad, Larroyo fue docente del Departamento de Ciencias
de la Educación desde 1935, fundador y promotor del Colegio de Pedagogía en 1955, y director de la
Facultad desde 1958 y hasta 1966. Sus cátedras fueron Historia de la Pedagogía, Teoría Pedagógica como
ciencia de la educación, Filosofía de la Educación, Didáctica de la Enseñanza Superior e Historia de la
Educación en México. Además de su intervención académica en las tres instituciones mencionadas,
también fue profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, Director del Instituto Nacional de Pedagogía
y Director General de Enseñanza Normal.
Entre 1937 y 1978 Larroyo escribió más de treinta y cinco textos de filosofía, historia, educación
y psicología, además de traducir obras de Windelband y Natorp. De su vasta producción y en lo que
concierne al ámbito educativo destacamos los textos de Teoría y práctica de la escuela de bachilleres
(1942), Historia general de la pedagogía (1944), Historia comparada de la educación en México
(1945), y La ciencia de la educación (1949), Didáctica general (1955), Vida y profesión del pedagogo (1958), Pedagogía de la enseñanza superior (1959), Psicología integrada (1964), y Fundamentos de la educación (1966), esta última en coautoría y con el apoyo de la UNESCO.
Tanto su producción editorial como su destacada participación institucional contribuyeron enormemente a enriquecer el campo disciplinario de la época. Basado en el ideario educativo de Justo
Sierra y Ezequiel A. Chávez, y a partir del desarrollo consistente de su labor pedagógica y educativa,
Larroyo retomó los planteamientos sobre el estudio sistemático de la pedagogía como una alternativa
para atender adecuadamente los problemas educativos más importantes del país. Por otra parte y considerando el rescate que hiciera de la tradición académico-disciplinaria alemana con fundamentos derivados de autores como Immanuel Kant y Paul Natorp1, Larroyo fue partidario ferviente del neohumanismo pedagógico2 en el desarrollo del quehacer educativo, lo que le llevó a situar la pedagogía como
la ciencia de la educación (Larroyo, 1949). Como renovador de la tradición pedagógica mexicana, a
Larroyo se le atribuye la introducción de un nuevo estilo de hacer y practicar la pedagogía convirtiéndola en una profesión con vocación científica y filosófica. Y lo que es más importante, hacer de la
pedagogía un quehacer universitario, proponiendo incluso el desarrollo de programas de investigación
para consolidar esta ciencia en México.
En lo que se refiere a nuestro espacio académico, la UNAM, y para abreviar, a Francisco Larroyo
se le reconoce por haber sido uno de los principales impulsores no sólo del estudio del pensamiento
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Filósofo y pedagogo alemán (1854-1924), de tradición neokantiana, fundó la pedagogía en la filosofía.
Natorp rechazó el naturalismo en sus diferentes formas; en contraste, desarrolló el aspecto social de la
pedagogía al entender la educación como función de la comunidad y en la comunidad, aunque también
al servicio de la individualidad. Fue uno de los representantes liberales del movimiento democrático
de la educación alemana.
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El neohumanismo kantiano es una concepción filosófico-pedagógica vinculada con el neokantismo o
“retorno a Kant”. Siguiendo esta idea de volver a Kant, en el llamado neohumanismo pedagógico y de
acuerdo con W. K. Frankena, la perspectiva kantiana de la educación habrá de analizarse en el marco
de su filosofía criticista. Para Kant, el fin primordial de la educación consiste en hacer buenos a los
hombres, en formar hombres capaces de elegir habitualmente el camino correcto. La educación habrá
de centrarse en cultivar el talento, la prudencia, la moralidad y el saber. Según Kant, el hombre es el
propósito final de la cultura, y en él habrán de practicarse los avances de las ciencias y las artes
adquiridos. Así, la meta de la educación y del hombre es el perfeccionamiento de la naturaleza humana.
Aportes Del Arroyo A La Construcción Del Campo De Conocimiento Educativo: Una Lectura Desde La Didáctica.
de los clásicos de la filosofía, sino por consolidar institucionalmente como carrera profesional la de
Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras.
Demarcación de un espacio disciplinario e institucional
La noción de campo procedente del pensamiento sociológico de Pierre Bourdieu, ha formado parte de la
semántica con que analizamos los procesos educativos y los conocimientos que en torno a ella se generan
en la sociedad por lo menos desde los años ochenta. Cuando se habla de campo de la educación o campo
del conocimiento educativo, se sabe que nos estamos refiriendo a los espacios sociales en que se desenvuelven los procesos de la educación, visualizándolos como redes relacionales entre instituciones, agentes, prácticas, posiciones, intereses, etcétera.
En este sentido, concebimos el conocimiento sobre la educación como un tejido complejo de
saberes especializados gestados desde distintos territorios disciplinarios que convergen en el análisis
de un mismo hecho. El campo educativo forma parte de esa urdimbre y produce saberes sustantivos
sobre el qué y el cómo de la educación mediante conceptualizaciones, teorizaciones y significatividades propias.
Al mirar a lo largo del tiempo la evolución del conocimiento sobre la educación, se hace evidente que la pedagogía se ha constituido como el campo privilegiado de producción de saberes especializados. Así por ejemplo, en el último tercio del siglo XIX se formalizó en México el conocimiento pedagógico como ámbito especializado de producción de saberes, situación que se mantuvo
hasta entrado el siglo XX. Veamos brevemente algunos de estos rasgos.
Desde sus inicios en la segunda mitad del siglo XIX, el desarrollo de la pedagogía como disciplina en nuestro país quedó ligado a los principales acontecimientos sociopolíticos, históricos y culturales, respondiendo de manera significativa a la política del Estado mexicano. En este período, el corolario para la pedagogía fue la oficialización de la enseñanza normal (1885-1890), bajo el propósito de
unificar la educación elemental en la joven República Mexicana a través de la preparación de docentes.
Para ese momento los conocimientos pedagógicos sobre lo educativo influyeron en la ubicación de la
pedagogía como campo disciplinario específico y con un quehacer claramente delimitado, vinculado a
la filosofía, la medicina, la psicología y, desde luego, a la didáctica. Asimismo, la presencia de la tradición alemana se perfilaba ante todo con la intervención de Enrique Laubscher, Enrique C. Rébsamen
y Carlos A. Carrillo en el escenario de la educación pública mexicana, así como con la enseñanza de
la pedagogía en la Escuela Modelo de Orizaba (1883, 1885). A partir de entonces, la pedagogía reunía
ya los elementos de una disciplina académica.
A principios del siglo XX, los textos de Antonio P. Castilla, J. Manuel Guillé, Vicente H. Alcaraz,
Manuel Flores y Luis E. Ruiz ofrecieron argumentaciones que permitieron la formulación de problemas
orientados a la reflexión pedagógica, definiendo así el perfil de la educación moderna en el México del
nuevo siglo, al menos por lo que toca a aspectos como el alcance y la difusión de los servicios escolares, los métodos de enseñanza adecuados, la organización y extensión de los servicios educativos, su
obligatoriedad y uniformidad.
Más tarde, durante la década de los años veinte fue evidente la influencia de autores extranjeros
ante la difusión y aceptación que tuvo en México el movimiento llamado “pedagogía de la acción”. Los
primeros pedagogos extranjeros del siglo XX cuyas doctrinas y publicaciones influyeron en la educación mexicana fueron: John Dewey, José Ingenieros, George Kerschensteiner, Adolphe Ferrière, Eduardo Claparède, Stanley Hall, Alfredo. M. Aguayo y Lorenzo Luzuriaga, opositores con mayor o menor
éxito a la vieja escuela.
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Por otra parte, el desarrollo y arraigo de la pedagogía en el seno de la Universidad Nacional Autónoma de México se dio a partir de la importante labor de una comunidad académica de orientación
liberal en la que destacaron filósofos, abogados, médicos, literatos, psicólogos y, desde luego, maestros
normalistas. Así por ejemplo, en el marco de la enseñanza del normalismo universitario y hasta el inicio
de la década de los treinta, se vivió una etapa de gran producción pedagógica caracterizada principalmente por la influencia de la teoría educativa de Dewey, en lo que constituyó el momento de arraigo
de la tradición académico-disciplinaria anglosajona en el campo de la pedagogía mexicana. De manera
gradual, esta situación llevó a sustituir los ideales humanistas vasconcelianos por los de una doctrina
social de corte pragmático para la educación nacional. 3
A finales de la década de los treinta y principios de los cuarenta, se recuperaron los estudios pedagógicos en la Facultad de Filosofía y Letras, a partir de la formulación de un proyecto académico institucional en el que se enfatizaban preocupaciones e intereses de índole humanista e idealista en el
terreno educativo. Dicho proyecto realizado entre 1938 y 1939 por Antonio Caso, Ezequiel A. Chávez,
Eduardo García Máynez y Francisco Larroyo, llevó a la formulación de nuevos planes de estudios para
seis carreras: Filosofía, Psicología, Letras, Historia, Antropología Cultural y Ciencias de la Educación.
Este hecho definió la permanencia de la pedagogía en el espacio institucional universitario, lo que representó no sólo un logro de carácter académico-político sino también histórico y social.
Durante los años cuarenta y cincuenta se registró una importante tradición disciplinar en el
pensamiento pedagógico que se producía en las escuelas normales, en la UNAM con la obra de Larroyo y en centros como el Instituto Nacional de Pedagogía donde se realizaba investigación sobre
métodos de enseñanza (lectoescritura, alfabetización, aritmética, etc.), pruebas psicométricas y de
madurez psicológica, así como de los factores que influyen en el rendimiento escolar. Para ese momento se perfiló también la distinción entre “pedagogía normalista” (preparación para la docencia en
el nivel elemental) y “pedagogía universitaria” (formación profesional y especializada de docentes para
los niveles medio y superior); la primera orientada a los problemas y soluciones de la educación primaria y secundaria, la segunda a analizar el quehacer educativo, sus fines y medios.
Además de la obra editorial de Larroyo, cabe señalar que el desarrollo disciplinario de la pedagogía a mediados de los años cincuenta y parte de los sesenta estuvo basado principalmente en los
textos de otros tres académicos productores del saber pedagógico de ese período: los profesores extranjeros Santiago Hernández Ruiz (1915-1988), Domingo Tirado Benedí (1898-1971), Antonio Ballesteros
y Usano (1897-1974) y el profesor mexicano José Manuel Villalpando Nava (1926). El impacto de la
obra editorial de estos agentes se sustentó en el enlace entre la institucionalización de la pedagogía
universitaria y la producción de conocimientos disciplinarios. De hecho, el propio Larroyo planteó la
concepción y los límites del campo al afirmar que:
La pedagogía es una meditación ulterior sobre un hecho: sobre el hecho de la educación. […] Kerschensteiner llama pedagogo práctico al maestro, para diferenciarlo, asimismo, del teórico de la educación. Éste, como su nombre lo indica, es el investigador consagrado al estudio de los principios,
leyes y técnicas de la pedagogía. Aquél, el hombre que lleva a cabo de manera práctica las tareas de la
enseñanza (Larroyo, 1958: 57, 36-37).
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Como dato de interés puede señalarse que otra de las acciones importantes de esa época fue la aplicación de las
nuevas corrientes de la pedagogía contemporánea, básicamente a través del impulso a la psicotécnica, la pedagogía
experimental y la moderna higiene escolar. La psicotécnica pedagógica en particular fue una de las ramas del saber
pedagógico en la cual intervinieron médicos y maestros para la atención de problemas educativos; de estos trabajos
se derivó la fundación del Departamento de Psicopedagogía e Higiene (1925), convertido posteriormente en el Insti­
tu­to Nacional de Pedagogía (1936). Esta institución se abocó a la realización de investigaciones científicas de corte
psicoeducativo y antropométrico. Cf. LARROYO, F. Historia comparada de la educación en México; 467-468.
Aportes Del Arroyo A La Construcción Del Campo De Conocimiento Educativo: Una Lectura Desde La Didáctica.
Desde la perspectiva del autor se consideró que la pedagogía universitaria abarcaría, por una
parte, la combinación de conocimientos teóricos, científicos y filosóficos reunidos bajo la denominación
de teoría pedagógica, ligada a la filosofía y auxiliada por ciencias como la biología, la psicología y las
ciencias sociales. Por otra parte, se especificaron los conocimientos técnicos agrupados en ramas como
la didáctica, la psicotécnica y la organización escolar, las cuales complementarían la tarea educativa
enfocándose en los aspectos operativos del aprendizaje y el espacio escolar.
Más aún, a la pedagogía universitaria se le situó en términos de un referente básico para la preparación a nivel de educación superior, toda vez que aquélla se orientaría a: a) proveer la mejor enseñanza profesional para la mayoría (formación profesional), y, b) propiciar un tipo de formación altamente
académica tan sólo para un grupo selecto que hubiera comprobado sus capacidades para la invención
creadora (especialización y/o doctorado).4 En este sentido, la orientación hacia el dominio de conocimientos científicos y técnicos básicos, útiles para su inmediata aplicación, definió también la lógica de
la formación profesional universitaria del pedagogo, es decir, la preparación del estudiante medio para
convertirlo esencialmente en un ser humano culto y un buen profesional.
Algunos años más tarde y con una mayor preeminencia de las tradiciones anglosajona y francesa,
en detrimento de la tradición alemana, el campo de la pedagogía universitaria incorporó contenidos
básicos de la psicología experimental y la sociología funcionalista como ramas proveedoras de un soporte teórico, conceptual y metodológico más consistente, dejando atrás el enfoque biologicista que
había predominado por varias décadas.
Hacia finales de los sesenta y durante la década de los setenta entró en escena la ciencia de la
educación y posteriormente la investigación educativa, como ámbitos especializados para el estudio
de la educación. A partir de entonces, la pedagogía ha desplegado un importante esfuerzo por trazar
el perfil de su propia identidad en un periodo durante el que se ha visto cuestionada y a la vez enriquecida por la presencia simultánea de otras disciplinas que han aportado perspectivas, problematizaciones y métodos al discernimiento de los procesos de la educación en la sociedad. Tal es el caso
de la investigación educativa, que en sus inicios se caracterizó por ofrecer conocimientos novedosos
que reorientaron la discusión y el estudio sobre lo educativo, al abordar problemáticas de carácter
macrosocial mediante enfoques teóricos y metodológicos de la sociología y la economía y la búsqueda de soluciones eficaces a los problemas educativos de la sociedad. En su origen la investigación
educativa nació como un conocimiento para la intervención eficiente en los procesos educativos.
Esta breve mirada retrospectiva nos permite observar que a lo largo del siglo XX ha ocurrido un
despliegue de diversos ámbitos de saberes especializados en educación: la pedagogía como disciplina matriz que integra a los distintos campos interdisciplinarios..
La didáctica en la obra de larroyo y la construcción del campo educativo
En su acepción tradicional, el concepto didáctica tuvo como planteamiento central la estructuración de
la enseñanza y el aprendizaje, con una relativa abstracción de las situaciones sociales en las que se desarrolla.5 Con fundamentos derivados en principio de la filosofía y posteriormente de la psicología, y con
enlaces menos definidos entre la teoría pedagógica y la historia de la educación, la variedad del
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Además, según Larroyo puede hablarse de un “pentágono” de la formación profesional. Cito: “Cinco, como en
un pentágono, son, en suma, las facetas de la formación profesional. Todas ellas, de fijo, en constitutivo y fecundo
nexo. a) Formación científica. b) Formación técnica. c) Formación ambiencial(sic). d) Formación cultural. e)
Formación económica y social.” LARROYO, F. Pedagogía de la enseñanza superior, 53-54, 23 y ss.
En la conformación del campo de la pedagogía mexicana, a mediados del siglo XIX, la enseñanza era considerada
el eje articulador a la vez que el objeto de estudio de la pedagogía (Cf. Flores, 1884; 1886).
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tratamiento sobre didáctica incluyó cuatro rasgos básicos: a) ciencia, arte y técnica de enseñar; b) espacio
disciplinario en el campo de conocimiento de la pedagogía que constituye una teoría científica o doctrina
general de la enseñanza; c) conjunto de procedimientos y normas para el aprendizaje; y, d) descripción,
explicación y fundamentación de métodos para el aprendizaje.6
Bajo esta lógica y hasta la primera mitad del siglo XX el estudio de la Didáctica tuvo como
planteamiento nuclear la estructuración de la enseñanza y el aprendizaje, representando hasta ese
momento el constructo teórico de mayor inclusividad en el campo del conocimiento educativo. Así,
la Didáctica adquirió presencia al ser presentada como la metodología que estudia los medios y procedimientos de enseñanza más adecuados en los cuales deben capacitarse los maestros para cumplir
mejor con las tareas de la enseñanza.
Este modo de concebir y conceptualizar la didáctica emergió en un periodo de la vida educativa
nacional que tuvo como prioridad la formación del magisterio de educación básica y media así como
las campañas para abatir el analfabetismo. Las normales y otras instituciones, como el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, orientaron la formación y actualización de los docentes bajo estos
principios de didáctica, estudiados principalmente en dos de los textos de Larroyo: La ciencia de la
educación (1949) y Didáctica general (1958). Los problemas centrales se identificaban en el plano
del cómo realizar la enseñanza y consolidar la formación básica y media, por lo que proveer al maestro con saberes sobre cómo enfrentar la tarea de enseñar resultaba una cuestión decisiva.
En este contexto y de acuerdo con los planteamientos de Larroyo, la Didáctica constituyó un
ámbito fundacional del campo contemporáneo del conocimiento educativo en México en esos años.
De manera general, Larroyo partía de considerar la didáctica como una disciplina abocada a la reflexión sistemática sobre las condiciones y medios óptimos para la transmisión de contenidos (conocimientos, habilidades, actitudes), en una práctica educativa determinada. Desde esta mirada observamos que de los años cuarenta a sesenta se fortalecieron los planteamientos que dejaban entrever el
carácter nuclear atribuido a la Didáctica como el espacio disciplinario del conocimiento pedagógico
destinado específicamente para el estudio de lo metodológico.7 En este tipo de abordaje presentado
también bajo las denominaciones de metodología de la enseñanza y técnica de la enseñanza, se
consideran las argumentaciones desarrolladas en los textos de Larroyo, así como los de Villalpando,
Hernández Ruiz y Tirado Benedí, cuya vigencia tuvo lugar en un período de la vida educativa nacional en el cual la formación del magisterio de educación básica y media fue una de las líneas de acción
de la política educativa estatal para la expansión y consolidación de dichos niveles educativos. Se
trataba de planteamientos representativos de lo que se conoce como la “didáctica tradicional” o “clásica”, bajo una visión idealista de la pedagogía heredera del pensamiento de Comenio, Ratke, Pestalozzi y Herbart.
Con Larroyo, por ejemplo, encontramos que didáctica es sinónimo de metodología o doctrina
(espacio disciplinario) que estudia los métodos de enseñanza para cuya aplicación habrá de capacitarse al maestro. En el manejo conceptual de este autor se combinaron los planos de teoría, doctrina,
disciplina y ciencia, a partir de una visión idealista y universal de la Didáctica en la que se abordan
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Podemos observar la generalidad característica de las formulaciones más representativas tomadas de autores
extranjeros, reconocidos por sus planteamientos de formalización de lo instrumental. Tal es el caso de los textos
Lecciones de didáctica de Lombardo Radice (1933), y Didáctica general de J. Schmieder (1932), y su influencia
en el contexto mexicano específicamente en los textos de Larroyo y Villalpando, materiales de consulta básica
hasta finales de los años setenta.
Los antecedentes de esta delimitación se pueden apreciar en la obra de Abraham Castellanos (1905. 141 y ss),
autor que define la didáctica en términos de “metodología general que comprende la teoría y práctica de la
enseñanza”.
Aportes Del Arroyo A La Construcción Del Campo De Conocimiento Educativo: Una Lectura Desde La Didáctica.
grandes temas (método, contenido, enseñanza, alumno, organización) en su dimensión técnica y con
propuestas absolutas de carácter general (Larroyo, 1949).
Muy cercanas a ese manejo conceptual, las formulaciones de Hernández Ruiz (1972) daban
cuenta de la ambivalencia del concepto de didáctica al asignársele el carácter de ciencia, arte y técnica en el estudio de lo metodológico. Lo anterior para reafirmar un doble planteamiento: la didáctica como la actividad o técnica de la enseñanza, y como el estudio o teoría de la enseñanza cuya
competencia es la instrumentación de dicha actividad, con especial énfasis en las formas de transmisión de contenidos.
Otro rasgo de interés plasmado en el estudio de Larroyo en torno a la Didáctica es el que revela un manejo diversificado de la temporalidad. Si bien por una parte el autor expresa que “la didáctica no es un cuerpo concluso de reglas y preceptos” y que “la metodología de la enseñanza de halla
en evolución permanente” (Larroyo, 1959), paralelamente otros textos aluden a una temporalidad
indefinida del conocimiento comprendido en la didáctica como “concepto supratemporal” y con una
“significación permanente” que lo sitúa “por encima de las variaciones personales de interpretación”
(Hernández Ruiz, 1972).
Sin duda, la argumentación de Larroyo enfatiza el carácter aplicado de la Didáctica como espacio disciplinario del conocimiento pedagógico, así como el corte generalista y abstracto de las formas
metodológicas para la enseñanza. Asimismo, la ubicación de la estructuración de la enseñanza y el
aprendizaje como planteamiento eje se vincula también con el concepto de metodología a partir de
aspectos tales como los enlaces con el concepto de método, los planteamientos sobre la cientificidad
y las cuestiones epistemológicas en problematizaciones acerca del conocimiento, los principios de ordenamiento lógico para la estructuración de la enseñanza y el aprendizaje, y su relación con los contenidos
disciplinarios.
En suma, con esta ubicación de la Didáctica, presentada bajo la denominación de metodología,
se definió la perspectiva de un conocimiento disciplinario de carácter universal y absoluto de la teoría
y la técnica válidas en cualquier contexto sociohistórico.
Por otra parte, cabe señalar que los primeros esbozos del concepto de currículum los encontramos en las obras de Larroyo Didáctica general (1955) y Pedagogía de la enseñanza superior (1959)
donde se le utiliza como equivalente de plan de estudios y programa de materia. Esta conceptualización instrumental de currículum propia de los años cuarenta a setenta, tomó forma guardando una
fuerte subordinación respecto a la didáctica en el espacio disciplinario concerniente a la selección,
organización y estructuración de los contenidos educativos. En las décadas siguientes el estudio del
currículum se desplazó y diversificó dando lugar no sólo a una ampliación del campo semántico del
concepto, sino una demarcación multidisciplinaria conocida actualmente como campo del curriculum.
Hacia los años setenta el sistema educativo mostraba una serie de transformaciones enmarcadas
en la reforma educativa posterior al año 68, asociadas no sólo con la expansión de la oferta sino con
la introducción de innovaciones y cambios a nivel estructural y de funcionamiento que habrían de
dejar huellas profundas. En educación básica se reestructuraron planes, programas y textos escolares,
la enseñanza media recibía un fuerte impulso mediante la telesecundaria, ampliación de la gama de
opciones para el desarrollo del magisterio nacional, formación tecnológica en áreas diversas, etcétera. Con todo, la expansión de los servicios de educación superior sigue siendo uno de los rasgos
más señalados de la política educativa en los años setenta, caracterizada por la implantación de propuestas institucionales innovadoras (Colegio de Ciencias y Humanidades, Colegio de Bachilleres), la
creación de diferentes opciones en la modalidad abierta en UNAM y SEP, la creación de nuevas
instituciones como la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), el establecimiento de la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP), etc. En este contexto, la obra editorial de los autores
de los años cuarenta a sesenta, entre ellos la de Larroyo, quedó desplazada por nuevos textos de
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bases teóricas y epistémicas distintas que ocuparon el interés de expertos y estudiosos de la pedagogía mexicana, como lo fue la tecnología educativa.
Sin embargo, el itinerario histórico que nos permite trazar la recuperación de los textos de Larroyo nos muestra el potencial que posibilitó este trabajo al sentar un precedente indiscutible para el
desarrollo del campo de conocimiento educativo en nuestro país, tarea en la cual la Carrera de Pedagogía en el espacio de la UNAM ha jugado un papel fundamental.
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