Tres definiciones de crónica Primera definición: LA CRÓNICA es un “relato descriptivo sin opiniones ni fantasías que, con estilo propio y manejo original del lenguaje, desarrolla la noticia, la humaniza, la hace más vivencial e involucra al lector como protagonista” [9]. Tiene como fin la reconstrucción cronológica de un hecho, en la que el tiempo juega un papel muy importante. Este género maneja algunos elementos del reportaje sin alcanzar su profundidad. Incluye valoraciones subjetivas del periodista y al mismo tiempo admite un estilo literario [8]. [8] Cartilla “Así se hace El País” publicada por el departamento de Prensa Escuela de el diario El País de la ciudad de Cali – Colombia http://elpais—cali.terra.com.co/ [9] El Tiempo, Manual de redacción, Bogotá, 1989, página. 12. Tomado de: http://www.eduteka.org/PeriodicoEscolar.php Consultado el 19 de septiembre de 2008 Segunda definición: ¿Qué es una crónica? Thursday, August 10, 2006 "La crónica es, en esencia, una información interpretativa y valorativa de los hechos noticiosos, actuales o actualizados, donde se narra algo al propio tiempo que se juzga lo narrado" (Martín Vivaldi, 1987, p. 123). La etimología de la palabra propone una idea de la crónica como el relato de los hechos tal como sucedieron por orden cronológico. Esta definición no está mal, es cierta, pero es insuficiente. Sobre todo en periodismo. En la crónica periodística esa sería sólo una de las características. El primer modo de utilizar la crónica –género exclusivo de las lenguas derivadas del latín— fue para realizar relatos históricos, por su interesante narrativa. Posteriormente fue el modelo casi excluyente a la hora de relatar los viajes de exploración de los navegantes europeos en sus conquistas en el nuevo mundo. Finalmente, el periodismo se apropia de este género para recrear con características propias del oficio un género difícil de definir y de escribir, como es la crónica periodística. ¿Cuál es la diferencia sustancial entre la noticia y la crónica? Si bien es complejo definir la crónica periodística y sus características —— no por falta de elementos sino por su gran riqueza—, se pueden diferenciar de modo básico en que la noticia es el relato inmediato y despojado de los hechos, cuyo valor radica en estas dos características, de modo prioritario. En cambio, en la crónica puede mediar un tiempo —reducido—— entre lo ocurrido y la publicación y la riqueza de su corpus radica en la subjetividad que le otorga con su pluma quien la escribe. La crónica es, en esencia, información. Puede interpretarse como la integración de los demás subgéneros periodísticos en pos del relato de un hecho pasado; pero renovado y pleno de detalles, dado que el periodista lo retoma, lo interpreta, lo interpela y lo recrea bajo la influencia de su mirada. El periodismo se apropia de este género para permitirle al periodista competir con la noticia en el protagonismo, y aportar un estilo personal que embellezca la escritura al riesgo de fusionar la redacción periodística con un texto literario. Si en la redacción de una noticia el periodista debe escatimar cualquier rasgo de subjetividad y atenerse de modo casi excluyente a la ausencia de un toque personal, por el contrario en la crónica es el periodista quien con su pluma decide el recorte que realizará en la noticia que cuenta, los detalles que elige para relatarla y, en definitiva, el sello que le imponga. Debido a que los medios audiovisuales son más rápidos en la transmisión de información que los editados en papel, la crónica periodística impresa se centra más en dar respuesta al porqué y al cómo sobrevino el hecho seleccionado que ha ofrecer novedades sobre lo ocurrido, ya que esta última necesidad ya está satisfecha por otros canales. La interpretación de un hecho es lo que da sentido a la crónica. Allí el periodista se involucra, recorta y selecciona impresiones y le permite al lector sumergirse en el hecho que se relata y compartir, de algún modo, impresiones. A diferencia de la noticia, en la que poco cuenta la toma de posición del lector, en la crónica es imprescindible una complicidad entre quien escribe y éste. Si en literatura es necesaria la existencia de un pacto ficcional, en periodismo, para que la crónica exista como tal, debe existir una suerte de relación de confianza entre el periodista y el lector. Quien firma no sólo informa quién realizó la crónica, establece una relación de credibilidad en la que se ve obligado a dar consistencia y coherencia a los materiales narrativos. El lector confía en que revele y manifieste el sentido de los hechos, porque gracias a su experiencia personal, literaria, histórica, periodística. El lector considera que quien firma es la persona pertinente para cumplir con éxito la función de comunicar. En pos de esta relación de confianza, el cronista siempre firma sus escritos, como modo de compromiso y vínculo con el lector. El autor de la crónica deberá transformarse, entonces, en un artesano de la noticia, que elegirá los hechos que considere relevantes, los testimonios –en caso de que los incluya—y los detalles de color que le permitan al lector sumergirse en la crónica informándose sin aburrirse y a la vez sintiéndose parte del relato. No existe una única manera de escribir una crónica. Dado que depende del estilo del escritor, es posible encontrar tantas posibles maneras de relato como cronistas existan. Lo seguro es que: Se organizará acorde con el transcurso de los hechos. Será un relato informativo. Estará marcada por la subjetividad. Tendrá una impronta literaria. Estará firmada. A continuación, les presentamos un texto de Gabriel García Márquez. En un encuentro de escritores, el Gabo descolló con esta narración para ejemplificar la diferencia entre lo que contaba y cómo quedaría escrito. Nos pareció muy valioso como estructura a utilizar para redactar una crónica. Que lo disfruten. “Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: —No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo. Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: —Te apuesto un peso a que no la haces. Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta: —Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo. Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice: —Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto. —¿Y por qué es un tonto? —Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo. Entonces le dice su madre: —No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen. La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero: —Véndame una libra de carne —y en el momento que se la están cortando, agrega: — Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado. El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice: —Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas. Entonces la vieja responde: —Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras. Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice: —¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo? —¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor! (Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos). —Sin embargo —dice uno—, a esta hora nunca ha hecho tanto calor. —Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor. —Sí, pero no tanto calor como ahora. Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: —Hay un pajarito en la plaza. Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito. —Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan. —Sí, pero nunca a esta hora. Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo. —Yo sí soy muy macho —grita uno—. Yo me voy. Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen: —Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: —Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa —y entonces la incendia y otros incendian también sus casas. Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando: —Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca". Tomado de: http://periodismoreporte.blogspot.com/2006/08/qu-es-una-crnica.html Consultado el 19 de septiembre de 2008 Tercera definición: CRÓNICA/ REPASO GENERAL1 Luis Gruss 1/ Vamos a recordar brevemente de qué hablamos cuando hablamos de crónica periodística y de crónica más en general, en un sentido también literario e histórico. La intención de estas líneas es hacer un repaso general como para sacarnos de encima las definiciones de cualquier tipo, siempre molestas y, en definitiva, inútiles: clasificar no es entender. Concebimos la crónica como un relato periodístico donde predomina lo narrativo. La crónica es un género o subgénero que se caracteriza por la amplitud de estilos y cierta libertad del cronista para interpretar y construir (o reconstruir) con palabras los hechos que ha visto y narra. Lo fundamental no es lo que se cuenta sino cómo se lo cuenta. La crónica informa pero no se limita a esa función propia de la nota informativa o de la noticia propiamente dicha. El cronista debe reinventar el acontecimiento desde el lenguaje y su subjetividad. Debe hacerlo con fidelidad a los hechos pero sin dejarse enjaular por ellos. Todo suceso pasa a existir en la medida que es mirado e interpretado por alguien. No hay un punto de vista general. No hay objetividad posible. Debe existir, eso sí, un efecto de realidad también llamado anclaje. El cronista debe aprender a mostrar sin decir o a decir mostrando. Los hechos se revelan más en acciones que en consideraciones. Narrar es representar en el discurso acciones que se suceden en el tiempo y en el espacio. 2/ La palabra crónica se arrodilla ante el dios cronos, es decir, ante el transcurso del tiempo. Todo lo que se escribe tiene que ver con el tiempo. La crónica pretende atrapar el raro fluir de las cosas. Pero esa meta, considerada en una dimensión absoluta, está condenada al fracaso. Es bueno aún así volver a intentarlo una y otra vez. América se hizo en base a crónicas. Se llenó de nombres, ideas y conceptos como un intento de adaptación de lo que se sabía a lo que no se sabía. Hay ejemplos notables en que un cronista de indias describe una fruta que no había visto nunca. Y dice: es como las manzanas de Castilla, sólo que es ovalada y adentro tiene carne anaranjada. Obviamente el fruto que se intentaba describir nada tenía que ver con la manzana de Castilla. Pero el narrador tenía que partir de algo: no podía empezar desde la nada. Partía de lo conocido para llegar a lo desconocido. Podríamos convertir esto último en un postulado: el movimiento de componer una crónica parte de lo conocido para alcanzar lo desconocido. Vamos a un lugar con lo que creemos que vamos a ver y chocamos con lo que vemos. En los efectos colaterales de esa colisión (dos visiones) se esconde la sal y la sangre de una buena crónica. 1 Texto inédito enviado por el autor con fines didácticos en el marco de un curso virtual. Luis Gruss es un periodista y escritor argentino. Dirección de su blog: http://suspendelviaje.blogspot.com/ 3/ La crónica se ocupa fundamentalmente de lo que no es noticia (o de lo que no nos enseñaron a considerar noticia). Se pretende contar lo que le pasa a la gente que va a leer eso que se ha escrito. Es gente parecida a nosotros. O, al menos, no tan distinta. Lo que le pasa a un hombre les pasa a todos. La crónica no requiere de hechos extraordinarios (aunque pueda contenerlos); no pide más que una buena y profunda mirada, buena escritura, estilo, personalidad, capacidad de contar algo más o menos ordenadamente (lo que no excluye dar cuenta del caos, de lo indeterminado, de lo que no puede ser fácilmente nombrado). Toda crónica está muy cerca de evocar experiencias personales. Esto no es malo pese a que la mayoría de las escuelas de periodismo enseñan lo contrario en nombre de una neutralidad inconcebible. Y no es malo justamente porque resulta imposible contar algo que esté por completo alejado de nuestra experiencia singular como hombres y mujeres. Cuantos más elementos incorporemos de esa experiencia íntima a los relatos de hechos ajenos más conseguiremos volver a estos últimos accesibles y reconocibles. Las cosas se conocen siempre por segunda vez, esto es, habiendo un pasado como fuente y contexto. Veámoslo de éste otro modo: nadie se enamora de un desconocido completo. Al descubrir al ser amado (o al menos deseado) se produce, por vías generalmente inesperadas, un reconocimiento más que un conocimiento: jamás hay un puro asombro (o estupor) ante lo puro desconocido. La metáfora amorosa nos sirve para entender el desconcierto que produce todo encuentro con lo otro. Podríamos suponer que la sorpresa es resultado de la novedad. Pero tal vez resulte más útil pensar -por el contrario- que la gran impresión producida por lo nuevo es resultado en realidad de lejanas reminiscencias que forman parte de nuestra historia personal, consciente o inconsciente. 4/ Lo central para un cronista es aprender a mirar algo con la mayor atención. Y hacerlo siempre con la actitud del cazador: con cierto espíritu primitivo y con la mayor fuerza posible. Ya en la elección del tema hay una toma de posición. Elegir es definirse. Luego se presentan problemas complejos: dónde poner el foco, qué dejar, qué eliminar, cómo empezar, cómo terminar. Pero incluso todo esto forma parte de la decisión inicial: ¿qué quiero contar? ¿Por qué quiero hacerlo? ¿Cómo voy a encarar esa tarea? El otro desafío es la puesta en escena de la narración. Esto es más importante que opinar, adjetivar, calificar. Ya se ha sugerido que las acciones puras, como en el teatro, son siempre más poderosas que la frase más bonita. Igualmente resulta esencial la elección del tono adecuado (o registro), el uso correcto de verbos y signos de puntuación, la eliminación de lo superfluo, cuidar la música de las palabras, dar, en definitiva, con la famosa voz propia que tanto buscamos quienes escribimos o pretendemos hacerlo. El otro tema es definir la estructura (algo que quizás no haga falta definir de entrada ya que en definitiva se trata del resultado de un proceso); si se usarán diálogos o no, entrecomillados, datos puntuales y presentación de personajes en el relato. Esto último es importante y en este caso como en los otros debemos actuar casi como escritores. Un personaje –al igual que un escenario- debe estar bien presentado. Una buena descripción de personajes y escenarios es fundamental siempre que no se convierta en un catálogo de nimiedades. 5/ En cierto sentido la crónica es un género anacrónico. La fotografía, el video y los celulares todo terreno parecen ir barriendo con la palabra escrita o, al menos, cambiando significativamente los códigos habituales. La conversión de algunos diarios al formato electrónico tiene y tendrá consecuencias diversas. Mucha gente dejó de leer diarios y la indudable democratización comunicacional que se produce a la sombra de la red de redes presenta ahora la paradoja de que los sitios más populares de Internet se encuentran bajo el control de los grupos mediáticos más poderosos. En lo que a nosotros compete el tema central a considerar es indagar qué consecuencias traerá ese cambio para el futuro de la escritura: el empobrecimiento expresivo, al menos, es más que evidente en la mayoría de los casos. ¿Qué espacio queda en este contexto para la escritura del acontecimiento y sus protagonistas? La pregunta es demasiado grande como para tratarla a fondo en un apunte de repaso como éste. Baste decir, en principio, que el poder polisémico de la palabra –también podríamos llamarlo pluridimensional- sigue siendo irremplazable. La palabra sugiere y abre campos. No los cierra. Hay una mirada singular, hay una capacidad seductora de la palabra que la imagen no tiene (la imagen muestra y solo sugiere en el terreno artístico); personalmente hay, también, una oportunidad de entrar a muchos lugares adonde la cámara no llega. Las posibilidades de registro que posee nuestro cerebro siguen siendo más poderosas que una filmadora de última generación. Y además tenemos algo muy especial llamado memoria. El objetivo de este curso es, fundamentalmente, trabajar la crónica desde la memoria y la desmemoria. Ejercitar el arte del relato utilizando aquello que recordamos bien (incluidos los registros puntuales, los datos, las noticias, etc.) pero también aquellos huecos generados en medio de ese delicado entramado. Pero esto último será tema de un apunte más específico. Repensemos la crónica entonces. Y hagámoslo un poco como periodistas, otro poco como escritores y un poco más como historiadores curiosos. Colocados temblorosamente en medio de varios discursos, afrontando la confusión personal y la de los tiempos, tenemos frente a nosotros el desafío maravilloso de convertir lo perecedero en un hecho sensible y duradero, inolvidable en el mejor de los casos.